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El poder, para comenzar, en cuestión de sociología o derecho que es el campo que nos interesa

estudiar, es definido por Max Weber en su libro Economía y Sociedad como la probabilidad de
imponer la propia voluntad dentro de una relación social aún contra toda resistencia y cualquiera
sea el fundamento de su probabilidad. Esta es una concepción perfectamente condensada del
término. Entre otras cosas a tomar en cuenta, tales como el tiempo y la sociedad de su época, fue
mas que eficaz o competente, podríamos decir que fue ideal. Hago esta salvedad para dejar claro,
antes de contrastar con el pensamiento de Michel Foucault, que de ninguna manera se busca
presentar este ultimo como una “mejor definición”. Si no, verlo como un nuevo aporte cargado de
nuevos factores a considerar y que necesitaban destacarse a través de otro enfoque por razones
similares a las presentadas sobre el concepto de Weber, el tiempo y la sociedad.

Habiendo dicho esto, Foucault nos ofrece otros puntos que, en su razonamiento, alteran lo que
sería el concepto de “poder” en su totalidad. En lugar de ver directamente que cosa es el poder, el
nos pide tomar mas en cuenta el quien ejerce tal poder. Foucault dice que el poder no es una
institución, no es una estructura ni una fuerza de la que dispondrían algunos: es el nombre que se
le da a una situación estratégica compleja en una sociedad dada. Su formulación es más compleja,
él establece que el poder “actúa sobre sus acciones; una acción sobre la acción, sobre las acciones
eventuales o actuales, presentes o futuras”

Por otro lado, la autoridad es o supone un tipo específico de poder. Se entiende que con ello de
alguna manera se liga la génesis, el estatus y el régimen de la autoridad con la libertad de los
sujetos que la atribuyen a un determinado portador. Se distingue del poder al estar reconocida,
podemos decir, por algún grupo, en este caso la sociedad. Su legitimidad no deriva de las leyes,
sino de la aceptación del mandato sin coacción. El poder político se puede justificar, y así podemos
observarlo en la historia, con una gran variedad de ideologías, valores y creencias. Cuanto más
legitimado esté ese poder, menos necesidad tendrá de recurrir a la coacción

Para Weber, existen tres formas de legitimación del poder político, por carisma, tradición y
racionalidad. La primera, se trata de un don personal que, según algunos autores, nace con ciertos
individuos. Es el don de atraer y caer bien, llamar la atención y ser agradable a los ojos de las
personas. La legitimidad por tradición, por su parte, es una forma que está presente en algunas
culturas. Los ancianos, los nobles y las costumbres de los antepasados se convierten en un
argumento para obtener la aceptación de una decisión o una propuesta. Según Weber, este tipo
de fórmula descansa en la creencia cotidiana de la santidad de las tradiciones que rigieron desde
tiempos lejanos la comunidad y en la legitimidad de los señalados por esa tradición para ejercer
esa autoridad. Por último, Weber considera la legitimación del poder político por medio de la
racionalidad. Es decir, descansa en la creencia en la legalidad de ordenaciones instituidas y en los
derechos de mando de los llamados por esas ordenaciones a ejercer la autoridad.

Podemos, por otro lado, en ves de usar estos tipos, dividirla en solo dos partes. Estos serían
legitimidad formal y material. La formal se entendería como el necesario y debido procedimiento
de los órganos del estado con relación a todo lo establecido por y en el orden jurídico. Mientras
que el material es la que recoge el “reconocimiento” del pueblo que aprueba lo establecido en la
ley o de la norma que se este hablando.
Importante notar, que el puro cumplimiento de la ley, la legalidad, no tiene la fuerza de la
legitimidad. La legitimidad exige, más allá de la legalidad, el consenso o la aceptación de los
participantes afectados.

Sobre el ejemplo que se propone, entre el gobierno cobrando impuestos y una vulgar banda de
ladrones armados, la clave esta precisamente en que uno cuenta con la Autoridad y la Legitimidad
de extraer ese dinero. Igual como lo tendría un banco en el momento de cobrar un préstamo o
una hipoteca, estamos hablando de instituciones que son reconocidas, no solo por el estado, si no
por la sociedad misma. Y dichos procedimientos, al igual que ellas, están de igual forma regulados
por códigos y leyes que, por su parte, también cuentan con la autoridad necesaria.

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