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LA MENTE EN LA NATURALEZA

EL PUNTO DE VISTA DE LA EVOLUCIÓN

Casi todos los autores que se han ocupado de la Parapsicología se


limitaron a estudiaría en el hombre. No se imaginaron que esos
fenómenos anormales pudieran existir fuera del hombre. Esta estrechez
de criterio procedía del prejuicio de que los fenómenos revelaban un
poder maravilloso que era superior a la inteligencia y demostraba la
supervivencia del alma.
Todo el libro de Myers, que sigue siendo la Biblia de los
metapsiquistas anglosajones, está inspirado en esta creencia. Su teoría
del YO subliminal, que coordina los hechos relativos a la vida
inconsciente de la mente, era sin duda nueva e importante.
Mientras que, los psicólogos de la escuela de Fierre Janet sólo
alojaban debajo del umbral de la conciencia los actos automáticos
inferiores, Myers veía allí estratos privilegiados de los que surgían el
genio, la intuición, la telepatía, la telestesia.
En ese mundo suprasensible la mente actuaba de forma autónoma,
eludiendo las limitaciones y la servidumbre de la vida orgánica. Y esta
independencia creó la suposición de que la personalidad humana

»
sobrevivía a la disolución corporal. De este modo la experiencia
metapsíquica aparecía confirmando científicamente la enseñanza de las
religiones.
Para un pensador como el doctor Gustave Geley, que había sido
impresionado sobre todo por los fenómenos físicos, se imponía el punto
de vista evolutivo.
Geley veía en las metamorfosis de los insectos el mismo
proceso que en las materializaciones teleplásticas. Incluso reconoció,
combatiendo la doctrina de Bergson, la identidad de la naturaleza
inconsciente del hombre y del animal.
Su error fue el de haber hecho del inconsciente un consciente
oculto que se descubre poco a poco en el transcurso de la evolución,
porque para él la cima de la evolución es la conciencia. Su
"dinamopsiquismo" no es más que el Deus ex machina que asegura esta
transformación continua, y conduce al triunfo del "bien soberano".
El moralismo de Geley llegó, en definitiva, al mismo resultado
que el teísmo de Myers, o sea a la justificación del espiritismo.
RENOVACIÓN DE LA FILOSOFÍA BIOLÓGICA

La verdadera filosofía biológica será la que incluya, sin ninguno


de esos prejuicios, a los fenómenos parapsicológicos dentro de la
naturaleza. Quizá entonces dejarán de pasmar a la razón. Pertenecerán al
instinto, el que Bergson opuso con justicia a la inteligencia demostrando
que, a pesar de sus limitaciones, representa algo mucho más profundo, si
pudiéramos comprenderlo, nos entregaría el secreto de la vida.
"Hay cosas que la inteligencia es capaz de buscar sola, pero que
por sí misma no encontrará jamás. Esas cosas el instinto solo las
encontraría, pero jamás las buscará".

Por desalentadora que sea esta oposición, tan acertada, para un


parapsicólogo que busca una explicación, imposible de hallar, no nos
desconcierta, porque esos fenómenos no son más milagrosos que los que
siempre han registrado los naturalistas. Su simple enumeración
devolverá la confianza a esos hijos extraviados de la investigación
científica, que son diariamente el hazmerreír de los sabios de laboratorio.

Ante todo, los fenómenos que algunos hombres producen, también


se observan en los animales superiores; esto es, fuera de ciertos insectos,
microbios y bacterias.
Citaremos algunos ejemplos conocidos:
Sorprende el sentido de la orientación que tienen muchos
animales, como el que ofrece el caso de uno de los más perfectos, el de
las palomas mensajeras.
Es sabido que todas las explicaciones físicas del retorno de las
palomas mensajeras al nido han fracasado. Pero, descubrimientos
recientes han aclarado la incógnita. Se descubrió que en el cerebro
(células) de las palomas mensajeras -a igual que algunas aves
migratorias- hay partículas mayores de ferrite en relación a otras aves.
Este exceso de ferrite, orienta a la paloma mensajera con el norte
magnético de la Tierra; esto es, la ubica en el espacio, dándole la
capacidad de seguir la rata de regreso.

No hay más que abrir los ojos, para observar en las sociedades
animales un magnífico ejemplo de ese "psiquismo colectivo", que hemos
transformado en una de las leyes de los fenómenos paranormales
humanos.
La semejanza no es superficial: hay pocos misterios tan profundos
como el comportamiento de las abejas, las hormigas y los comejenes.
Sin embargo, más profundo aún, es el de la adaptación de los insectos y
las flores; tanto es así, que asombró a Darwin el mimetismo de tantos
animales que recuerda imperiosamente la ley de la ideoplastía
parapsicológica y que se evita introducir en los tratados de biología, a no
ser para quitarle importancia.
Esos quizás sean los temas más curiosos de la biología, pero
habría que estudiar también las invenciones del instinto, comenzando por
los utensilios orgánicos que justifican una finalidad supranormal.
Para exponer todas esas semejanzas no alcanzaría este tratado.
Vamos a limitar la exposición, porque sólo queremos mostrar, en la
variedad del instinto, la impregnación paranormal de toda la naturaleza,
tanto vegetal como animal.
La biología se esfuerza por no dejar ni el menor rastro de carácter
milagroso en los fenómenos naturales y por ordenar estos últimos en
cómodos marcos. Nosotros, en cambio, por lealtad científica, nos
esforzaremos en insistir sobre los hechos que son rebeldes a la
interpretación clásica, pero que nadie se anima a declararlos imposibles
de clasificar.
PERCEPCIÓN ANIMAL

LOS CABALLOS DE ELBERFELD

La existencia de facultades psíquicas, en el sentido corriente de la


expresión en los animales, hace presumir de acuerdo con la doctrina de
la evolución, que también poseen facultades paranormales, por lo menos
los animales superiores.
Se sabe desde hace mucho tiempo, que ciertos animales,
particularmente los domésticos, son accesibles a la hipnosis.
En el siglo XIII el padre Kircher refirió la forma de hipnotizar un
gallo, manteniéndolo durante un tiempo ante una línea trazada con tiza
en el suelo.
Czermak hipnotizó gorriones, palomas, conejos, y hasta
salamandras y cangrejos.
El procedimiento que da mejor resultado con cualquier clase de
animal es el de las excitaciones cutáneas, fuertes y breves o débiles y
repetidas.
Los perros, los gatos y los caballos "ven" ciertos fenómenos
objetivos que la limitación visual del hombre no se lo permite, por lo
cual los animales se asustan intensamente; pero, no debe darse otras
consideraciones mas que únicamente manifestaciones de sensibilidad
receptiva.
Cuando un perro anuncia el deseo de su amo ladrando a la muerte,
esto es, el "aullido a la muerte ", en ciertas condiciones que excluyen un
conocimiento sensorial normal, estamos obligados a creer en la
existencia de algún oscuro presentimiento, que no pasa más allá de la
percepción animal.
El caso más famoso de percepción animal, es el de los caballos de
Elberfeld, el que todos los psicólogos europeos fueron invitados a ver y
comprobar en 1912.
En una comunicación presentada al Congreso de investigaciones
psíquicas de París, su instructor, Karl Krall, de Munich, expuso la
historia de este apasionante experimento, refutando la objeción
demasiado fácil del adiestramiento por medio de señales. (!?)
Los mismos fenómenos fueron obtenidos con un caballo ciego.
Von Osten ya había presentado en 1904 un caballo:
"Hans el sabio" a quien había enseñado a contar, calcular,
silabear, y a distinguir a las personas, los colores, los sonidos, etc.
Su colaborador Krall perfeccionó los métodos empleados, con
nuevos sujetos a los que enseñó, como a los niños, palabras corrientes
del idioma alemán y cuentas.
Los caballos contestaban con patadas cuando les decían los
números, marcando las unidades con la pata derecha, las decenas con
la izquierda y las centenas nuevamente con la derecha, los caballos
"comprendían" y se adelantaban mucho más rápidamente que los
escolares humanos.
Krall les enseñó el alfabeto y ellos respondían fonéticamente a las
preguntas, por ejemplo S N para decir essen, comer. De los once caballos
que Krall se propuso educar, algunos se revelaron mucho más
"inteligentes" (sensitivos o hiperestésicos) que los otros y tres fueron
completamente rebeldes (no desarrollaron la hiperestesia).

Mohamed resultó ser un genio matemático extraordinario:


Resolvía de "memoria" en pocos segundos problemas que unos
profesores tardaban quince veces más de tiempo para solucionar en el
papel. Daba la raíz cuadrada y hasta la cuarta de los números que le
proponían. Cuando las raíces no eran exactas, el caballo se quedaba con
la pata en el aire y se negaba a continuar.
COMPARACIÓN CON LOS CALCULADORES PRODIGIOSOS

Conviene considerar aquí, las hazañas de esos calculadores


extraordinarios, generalmente incultos, cuyo inconsciente resuelve,
también instantáneamente, problemas tan difíciles como aquellos
animales.
En el siglo XIX se cita a Mangiamel, que fue presentado a la
Academia de ciencias por Arago; y a Mondeux, presentado por Cauchy.
El más popular fue probablemente Inaudi, que intrigó
profundamente a los grandes matemáticos Darboux y Poincaré.

Este último le sometió el siguiente problema:


Elevar 4801 al cuadrado, restarle 1 y dividirlo por 6; ¿cuál es la
raíz cuadrada del cociente?
Inaudi dio la respuesta exacta al cabo de unos segundos.
Aprendía números de veinticuatro cifras en un minuto; hacía
sesenta operaciones seguidas; multiplicaba números de seis cifras,
extraía raíces sextas y séptimas. Su rival fue un griego llamado
Dianlandi, que fue estudiado por Alfred Binet.
Nombremos también a Fieur:
Un pobre ciego que en quince segundos extraía la raíz cúbica de
un número de seis cifras, y se pasaba siete horas haciendo cálculos sin
fatigarse.

La señorita Osaka:
Tenía únicamente memoria, pero era una memoria tan prodigiosa
que podía repetir veinte números de veinticuatro cifras después de
haberlos leído en una pizarra.

Otro prodigio, Dagbert, fue presentado a la Academia de ciencias


en 1945; tenía tanta capacidad como Inaudi.

Indudablemente todos esos calculadores emplean algún recurso de


fijación en la memoria y artificios de cálculo, pero no es más que una
memoria fotográfica proveniente del inconsciente, de ahí la rapidez con
que operan y que supera a la velocidad de las máquinas de calcular.
Maurice D'Ocagne lo comprobó, revela una facultad inconsciente
realmente paranormal, porque funciona sin las laboriosas etapas de la
inteligencia analítica. El ejemplo de Gauss, que a los siete años y sin
saber las reglas del cálculo, asombraba a sus maestros, es una prueba
evidente.
UNA ARITMÉTICA MÁS TRASCENDENTAL

Para que se observe la relación que existe entre estos fenómenos y


la inteligencia del inconsciente, vamos a relatar las experiencias que se
realizaron en Bruselas, en 1915, en un pequeño círculo que se reunía en
la casa de Poutet, y en las que el cálculo llegó a una altura vertiginosa.
El sujeto era un distinguido abogado que podía ponerse en un
ligero estado de hipnosis dejando en libertad una personalidad
secundaria llamada a la que el le llamaba Stasia. Veamos dos de sus
experiencias.
Los ocho miembros del círculo sacaron cada uno una carta de un
mazo y la pusieron inmediatamente en la mesa, boca arriba. La primera
era un "as de trébol"; la última, un "nueve de picas".
Siguiendo las indicaciones de Stasia, sumaron los números
correspondientes al orden de cada letra y los anotaron, obteniéndose una
cantidad de doce cifras. La dividieron por 125, y suprimiendo del
cociente un número de cada dos después del 9, quedó el número 93.189.
El "1 "fue reemplazado por un "9". El sujeto dictó por medio de golpes
una cantidad de diecinueve cifras que fue multiplicada por 93.989. El
resultado, un número de veinticuatro cifras, fue dividido en grupos de
una o dos cifras, en orden riguroso, atribuyéndose a cada grupo una letra,
como al principio. Las últimas cinco cifras quedaron sin usar. Dio, como
si fuera por "milagro", "nueve picas, Stasia", valor de la última carta
sacada a la ventura. ¿Cómo calificaremos esta improvisada aritmética
inconsciente?

Otra proeza de Stasia:


Poutet sacó una carta del mazo y la guardó en una gaveta, sin
que nadie la viera. Le pidieron que escribiera su nombre, "Henri", y lo
transformara en números, como en el otro caso. El número resultante fue
multiplicado por una cantidad, dictada, de catorce cifras. Previamente
Stasia rectificó un error. Las últimas catorce cifras del número obtenido
dieron, traducidas en letras, la frase "nueve de corazones", que era el
naipe guardado en la gaveta. Aquí, en esta experiencia a diferencia de la
anterior, no solo se observa la inteligencia del inconsciente capaz de
velozmente resolver cifras matemáticas complicadas sino también, la
aparición de la hiperestesia en la adivinación de la carta que solamente la
conocía Poutet.

William Mackenzie, que en 1921 realizó experimentos con el


mismo sujeto, obtuvo resultados no menos asombrosos, después de
haber tomado minuciosas precauciones para evitar un posible fraude.
Siempre parecía ser exclusivamente el azar el que ordenaba los datos al
comenzar la experiencia. No pudo dar ninguna hipótesis explicativa,
fuera de señalar la existencia de un psiquismo colectivo entre el sujeto y
tres miembros del círculo (hiperestesia), que eran buenos matemáticos.
EL PERRO DE MANNHEÍM

El distinguido Mackenzie se interesó particularmente en el


problema de la percepción animal. Hizo experimentos con los caballos
de Elberfeld, obteniendo una certidumbre absoluta sobre la autenticidad
de los fenómenos. En el libro titulado: "Nuevas revelaciones sobre la
psique animal", refiere sus experiencias y agrega las de otros, para
ofrecer una documentación completa.
Consideraba, como Maeterlinck, que la hipótesis de un fraude es
completamente ridícula, aunque sólo se tome en cuenta la rapidez
vertiginosa de las respuestas y la naturaleza de los problemas propuestos.
Mackenzie, precisamente, comparó los caballos con mesas vivientes de
cuatro patas.
En su obra mencionada relata las experiencias similares que se
hicieron con Rolf; el perro prodigioso de Mannheim. Lo mismo que los
caballos, el inteligente terrier daba la respuesta a los pequeños problemas
de aritmética que le planteaban, golpeando con la pata derecha; pero
resolvía los problemas, a veces un tanto complicados, con mucha mayor
rapidez que la que empleaban sus examinadores.
Su dueña, la señora de Moekel, logró enseñarle, poco a poco, una
correlación entre objetos y números, para establecer con el un lenguaje
rudimentario. Incluso consiguió adjudicar números a las letras, para
poder componer palabras. Con el objeto de que fuera menos fastidiosa la
numeración, hizo comprender al perro que debía indicar las decenas de
un modo un poco diferente, dando golpes más pausados. El lenguaje
empleado era el dialecto alemán que el animal oía hablar en la familia
Moekel.

Lo mismo que los caballos de Elberfeld:


Rolf hacía una traducción fonética de las palabras sin que se lo
hubiesen enseñado. Aparte las hazañas matemáticas, sus mensajes tenían
el mismo contenido que el de los niños, afectivos o utilitarios, pero a
veces con un dejo de malicia. Respondía adecuadamente a las preguntas
que le formulaba Mackenzie, con raptos de humor. Expresó su
predilección por las figuras de colores claros. Supo extraer una raíz
cúbica simple.
En conjunto su psicología era distinta de la psicología de los
caballos.
OTROS EXPERIMENTOS CON PERROS

El caso de Rolf no es único, habiéndose estudiado los de otros


perros prodigiosos, como Lola, de la señorita Kindermann; Zou, de la
señora de Borderieux; y Avva, del profesor Ziegler.
En 1924 Bechteref realizó experimentos de percepción animal con
un foxterrier y un San Bernardo.
Tomaba la cabeza del animal entre las manos y le ordenaba
mentalmente que hiciera algún acto habitual; el animal obedecía, a veces
vacilando, como si no hubiese captado bien la idea. En una serie de
pruebas dirigidas por el doctor Flexor, de Moscú, el perro cumplía, en
lugar de la orden que le habían dado en ese momento, otra prevista para
el experimento siguiente.
Krall hizo notar que los perros de Bechteref obedecían únicamente
a la sugestión mental, lo que ya es sumamente notable, mientras que sus
caballos revelaban, por sus respuestas imprevistas y caprichosas, una
verdadera personalidad intelectual y afectiva. Además, tenían una
asombrosa imaginación y una admirable inteligencia subliminales.
Se advertía claramente, por la nitidez o la indecisión de sus
soluciones matemáticas, si estaban seguros o sospechaban un error, esto
es, cuando captaban mal la señal del adiestrador o no era demasiado
perceptible.
"No es sorprendente", dice Mseterlinck:
"Que haya en los animales facultades subliminales, como tampoco
sorprendería que fueran más agudas y activas que las nuestras, porque
nuestra vida consciente y anormalmente individual las atrofia y las
relega a un ocio en el que cada vez tienen menos ocasiones de actuar... "
LA ORIENTACIÓN DE LOS ANIMALES

En el hombre no se plantea el problema de la orientación en el


espacio, porque la vista se guía por el sol y por las señales del suelo. Lo
mismo ocurre con los animales, salvo cuando son sacados
experimentalmente de sus guaridas y deben encontrarlas por sus propios
medios.
Numerosas experiencias han demostrado que son muchos los
animales que saben volver a sus cuevas, incluso desde muy lejos, sin que
se haya podido explicar hasta ahora qué indicios los guían. Se habla de
un instinto, o de un sentido especial, lo que no aclara mucho la cuestión,
o se inventa una explicación física, demasiado complicada para ser
verosímil, aunque la mas aceptable, y por ejemplo, en cuanto a las
truchas que vuelven luego de adultas a los arroyuelos a desovar cuando
ellas antes fueron producto del desove, es que se orientan a través del
olfato.
No quita que pueden haber otros factores a más del olfato que
puede, en los animales, orientarlos.
Fabre cita el caso de los gatos que fueron transportados en
automóvil o en tren a varios kilómetros de distancia de su casa, y que
volvieron por el camino más cono, incluso atravesando un río a nado y
sin usar los puentes.
Se conocen otros casos iguales de perros y hasta de caballos.
Bourliére dice:
Las mejores experiencias de retomo a la madriguera se hicieron
con murciélagos, que sólo vuelan de noche, en veinticuatro horas
recorrieron una distancia de cuarenta y cinco kilómetros.
La marca máxima, según él, la tienen los múridos, que regresan
desde cien y hasta doscientos kilómetros de distancia. Los múridos
también vuelan únicamente de noche.
Para seguir con los mamíferos, agreguemos el caso publicado por
Stickel del roedor Peromyscus:
En una experiencia colectiva realizada en una extensión boscosa
de nueve hectáreas, volvieron a la madriguera el ochenta y dos por ciento
de los animales. Tuvieron que recorrer de ciento cincuenta a doscientos
metros, o sea cuatro o cinco veces el radio de acción del pequeño roedor.
En experiencias individuales, un cachorro fue llevado a un lugar
desconocido, a tres kilómetros de distancia, y volvió en menos de
cuarenta y ocho horas. El profesor Bourliére desecha las hipótesis
habituales y
Neuhaus hizo experimentos con ratones comunes, en un laberinto
oscuro.
Dejaba a los animales en el centro, y estos, aunque les dieran
vuelta el aparato hacia el otro lado, se dirigían siempre hacia el sur,
donde había una puerta.
Los psicozoologos se fatigaban buscando un "sentido magnético",
que no fue atraído por poderosos imanes, cuando una declaración de
Neuhaus descubrió el secreto:
La jaula en la que habían sido criados los ratones estaba al sur, el
olor no pudo haber sido la causa.
EL CASO DE LAS PALOMAS MENSAJERAS

La mayor parte de los estudios y de las explicaciones infructuosas


que se hicieron después de Darwin, fueron dedicados a la orientación de
las palomas mensajeras.
Los pichones de seis semanas son adiestrados por una paloma
adulta, pudiendo hacer, al cabo de varios meses, vuelos de doscientos
kilómetros.
Luego se llevan las palomas por tren, encerradas en cestos, a
distancias cada vez mayores, y se sueltan. Salvo algunas que se
extravían, todas las restantes regresan al palomar natal. Vuelven con la
misma seguridad incluso cuando las alejan por mar. Como vuelan tanto
de día como de noche, no se puede recurrir a la explicación de la
referencia solar. Y la creencia de que los objetos emiten ondas es pueril.
Para verificar la hipótesis de que las palomas son sensibles a las ondas
hertzianas, se hicieron sueltas en gran cantidad cerca de la estación
transmisora de Basse-Lande; no se comprobó, que esa poderosa
perturbación hubiese privado a las palomas de su facultad.
Además, aunque ahora surcan el espacio ondas de todas las
frecuencias, los colombófilos continúan realizando sus adiestramientos y
competiciones sin entorpecimientos de ninguna clase.
Después de las ondas electromagnéticas las suposiciones se
trasladaron al magnetismo terrestre. La sensibilidad a esta atracción, que
es débil, no bastaría, para algunos, para permitir la orientación sin la
intervención de algún otro factor físico.

El profesor norteamericano Yeagley concluye en fenómeno:


Soltó palomas que llevaban dos pequeños imanes, capaces de
neutralizar la componente horizontal del campo terrestre, y comprobó
que las aves que llevaban imán no volvían al nido también como las
palomas testigos. Dedujo así, que el magnetismo terrestre era uno de los
factores. El otro factor sería, según él, la variación de la fuerza de
Coriolis que se ejerce en forma de aceleración en los movimientos de un
sólido en rotación, como el globo terrestre. Debe suponerse que la
paloma combina en su sistema nervioso ambos factores y se orienta en
consecuencia.
LA DANZA INDICADORA DE LAS ABEJAS

Para hacer ver hasta qué punto de complejidad inadecuada llegan


los sabios que todavía no quieren dar carta de ciudadanía a lo
paranormal, citaremos las experiencias que hizo von Frisen sobre la
orientación de las abejas.
Las experiencias han demostrado que cuando una abeja
exploradora descubre un botín, vuelve a la colmena, y poco después sale
un equipo de saqueadoras que se dirigen, en cantidad proporcionada a la
tarea que deberán realizar y sin que nadie las conduzca, a un lugar que
no conocen.
Quedaría por explicar de qué modo comunicó la primera abeja a
las demás la cantidad de provisiones que había para tomar y la dirección
que debían seguir para ir a buscarlas.
Según las experiencias de von Frisch, la informadora realiza sobre
una pared de la colmena una especie de danza circular, cuyo frenesí está
en relación con la mayor o menor riqueza de la cosecha que irán a
recoger. Esta interpretación puede admitirse; pero según el autor, la
danza indica al mismo tiempo la dirección que deberán tomar, mediante
el ángulo que forma el eje de la elipse de la rotación con el sentido del
sol. Admitiendo que este ángulo fuese suficiente, lo que no se ha
probado porque el espacio tiene tres dimensiones, habría que suponer
que los insectos conocen el dibujo lineal y saben trazar diagramas sobre
superficies planas, como hacen los ingenieros.
Es un concepto demasiado antropomórfico para ser aceptable. Hay
además, y sin entrar en detalles, experiencias que no se explican con la
pretendida danza simbólica.
Según los experimentos de Francon, una saqueadora avisada
descubre un botín minúsculo escondido bajo un montón de piedras. La
orientación de las abejas exige un sentido especial. La orientación por el
sol, aunque se haga intervenir la luz polarizada; no ofrece una
explicación satisfactoria.
PSIQUISMO COLECTIVO O POLIPSIQUISMO

EL INDIVIDUO, NOCIÓN RELATIVA

La importante noción del psiquismo colectivo, corresponde a un


fenómeno que se puede observar en toda la naturaleza. La existencia de
los fenómenos supranormales lo puso de manifiesto, pero se hace más
patente aún cuando se estudia el reino animal o también el vegetal. El
problema de la personalidad humana, que les parecía tan sencillo a los
antiguos filósofos, ya no puede ser expuesto sin tomar en cuenta la forma
en que se produce la individuación de los seres vivos.
Observando la naturaleza se advierte a la primera ojeada la
existencia de innumerables individuos. Vemos un álamo, una hormiga,
un caballo, como unidades perfectamente definidas y al mismo tiempo
como ejemplares de un mismo tipo al que llamamos especie. Las
dificultades comienzan cuando queremos profundizar esa noción
intuitiva de individuo, y no tardan en hacerse inextricables.
Individuo significa que no puede ser dividido. En efecto, si se
divide en dos a un ser vivo de la mayor parte de las especies, se
comprueba que los fragmentos no pueden seguir viviendo, por lo menos
una de las dos mitades muere. Pero el individuo mutilado ligeramente se
cura la herida y recupera su forma específica.
Hay especies en los que incluso se regeneran completamente
muchos órganos importantes:
Los cangrejos recobran las patas, los lagartos, la cola.

Finalmente, y esto es lo asombroso:


Si se divide una lombriz, una hidra o una anémona de mar cada
trozo forma un animal entero; si se planta una rama de sauce o una hoja
de begonia, crecen un nuevo sauce o una nueva planta de begonia.

Luego, y a pesar de la etimología, hay individuos divisibles. La


indivisibilidad, que corresponde a la complejidad del sistema nervioso,
quizá sea un perfeccionamiento, pero no es una propiedad esencial de las
formas vivientes específicas.
Se aduce que esos experimentos de meroíomía son en realidad
experimentos de reproducción. Los elementos reproductores están
desparramados, en lugar de hallarse localizados en una parte del
individuo.
De cualquier manera que lo dividan, el individuo reproduce su
forma específica. El problema, por lo tanto, se concreta, y ahora
debemos estudiar las diversas formas de reproducción.
Son numerosas. Existe, en general, la forma asexual, que se hace
por división celular, brotación, esporas, propágulos o gemación, y la
reproducción sexual, que se caracteriza por la formación de un huevo y
que origina la aparición de individuos dotados por la biología de un
privilegio particular: la condición de seres.
LA NOCIÓN DEL "SER"

En general, el huevo es el resultado de la fusión de dos células


especiales, dos gametas, llamadas macho y hembra, que pertenecen a dos
individuos diferentes de la misma especie o a un mismo individuo. El ser
es el individuo que sale de un huevo.
Se diferencia profundamente del individuo que no sale de un
huevo, por el fenómeno de la reducción cromática. El filamento, o
espírenla, de cada gameta se divide en un número de fragmentos que es
la mitad del número característico de la multiplicación celular. La
conjugación reproduce la cantidad normal. Se admite que los filamentos
cromáticos mezclan la herencia paterna con la materna y que esta
combinación produce caracteres nuevos en el individuo resultante. De
ahí la definición del ser biológico, de que es todo aquel que tiene la
facilitad de producir caracteres nuevos.
Pero ahora veremos todo lo que tiene de arbitraria la definición.
En los casos de hermafroditismo, un mismo individuo produce las dos
gametas, la masculina y la femenina; no hay fusión de dos herencias ni,
por consiguiente, formación de un ser.
Friedel observa que, no obstante, hay reducción cromática en cada
gameta y que esto es suficiente para introducir caracteres nuevos. Pero
en la partenogénesis, que es tan frecuente en ambos reinos, ya no hay
gameta masculina, ni hay fecundación. ¿Sigue siendo un ser el individuo
resultante? Friedel reconoce que entre la reproducción sexual
heterógama y la reproducción asexual, la noción de ser va descendiendo
de grado. Lo cual equivale a confesar que no tiene valor absoluto. En
cuanto a su utilidad, es completamente discutible, porque suelen verse
individuos, como los mellizos procedentes de un mismo huevo, que no
son seres, en el sentido literal de la palabra.
Si pudiéramos atribuir intenciones a la naturaleza, diríamos, para
interpretar fielmente los hechos, que el ser le es indiferente, que trata
sobre todo de crear individuos, y que las numerosas formas de
reproducción son medios que emplea sin preocuparse de adjudicar a
unos o a otros mayores o menores valores o dignidades. Cuando puede
emplear varios a la vez, lo hace, como en el caso de la reproducción por
semillas y por esquejes. Por otra parte no hay nada que permita afirmar
que la reproducción asexual conserva invariablemente el patrimonio
hereditario y no permite la variación. El ser no se encuentra íntegramente
en lo que se ve o en lo que se puede ver con el microscopio. Hay que
tomar en cuenta el psiquismo en el problema de la herencia.
EL INDIVIDUO, COLONIA CELULAR

La biología presenta otro punto de vista igualmente discutible: la


doctrina celular de los individuos.
Todos los individuos vivientes son, en definitiva, conglomerados
de células que no ofrecen ningún argumento en favor del transformismo.
Considerando la célula como una individualidad biológica, lo que es
evidente en los protozoarios, se puede decir que todos los vivientes son
sociedades de células, colonias celulares. Los biólogos del siglo pasado
construyeron sobre esta base teorías que actualmente ya no se aceptan.
Lacaze-Duthiers demostró que en los invertebrados las células o
plástidas se reúnen para formar pequeños individuos más o menos
distintos, llamados zoonitas. Para formar un ser complejo, "los zoonitas
se congregan a su vez en colonias, ya sea lineales o en masas de dos o
tres dimensiones".
Los sucesores de Lacaze-Duthiers trataron de demostrar que el
concepto de la colonia se podía extender a los vertebrados, señalando
que los zoonitas establecían entre ellos una mayor solidaridad, y se
agrupaban en tejidos y órganos para permitir una especialización de las
funciones.
E. Perrier, en una teoría colonial de tres grados, considera a los
animales superiores, o zoidos, como sociedades de méridos, que son a su
vez sociedades de plástidas.
La fisiología, más aún, toda la historia de la vida de los animales o
de los vegetales, no es más que la historia de las plástidas que los
constituyen. Si se pudieran contar las plástidas de un organismo y
establecer sus posiciones respectivas, sus propiedades y su filiación, se
podría, además de conocer las funciones del organismo, reconstruir su
desarrollo embriológico y predecir la suerte que le espera.
Claude Bernard insiste en esta autonomía de los elementos
celulares, pero también recalca la "subordinación de los elementos al
conjunto". El "pian morfológico", la "idea directriz", tienen para él una
importancia fundamental. Da un ejemplo típico.
Cuando a un conejo joven le sacan el hueso metatarsiano y se lo
injertan en la piel de la espalda, el hueso sigue viviendo y creciendo,
pero poco tiempo; no tarda en ser absorbido, mientras que en el lugar
que le señaló el plan morfológico comienza a crecer otro hueso.
La célula tiene, por lo tanto, autonomía, pero es una autonomía
relativa y dominada por los derechos del organismo. La subordinación de
las partes al conjunto es lo que hace del ser complejo un sistema unido,
un todo, un individuo. Es lo que establece la unidad del ser vivo.
Los biólogos contemporáneos, como reacción contra el
mecanicismo, modificaron el equilibrio que Claude Bernard mantenía
entre esos dos factores de la construcción de los organismos y destacaron
el papel del pian director.
Esta nueva actitud, que también se observa en el campo de la
Psicología, tiende a sustituir en los fenómenos de la naturaleza viviente
el concepto de la "asociación" por el concepto de la "totalidad". En
biología constituye el derrumbe de la teoría colonial del individuo.
LA ASOCIACIÓN DE LOS SERES VIVOS

La teoría colonial no puede explicar la vigorosa organización de


los individuos de las especies superiores, pero en cambio conserva todo
su valor para los numerosos casos en los que la asociación es visible. En
ciertas clases de animales y vegetales se ve que se forman realmente
individuos más complejos por la reunión de individuos más simples. Se
constituyen los cenobios (infusorios, pólipos, ascidias, etcétera). Las
simbiosis son asociaciones "por la vida" de individuos diferentes, y
tienen la solidez de las funciones fisiológicas.
El liquen, asociación de un alga con un hongo, presenta los
caracteres de un individuo vegetal. Incluyendo el factor psíquico en la
definición de la vida, como hizo Claude Benard, encontramos en la
naturaleza asociaciones de individuos que se comportan como individuos
superiores. Se les pueden aplicar los conceptos modernos de totalidad y
de idea directriz lo mismo que a los individuos de perfecta continuidad
biológica.
El filósofo Espinas emprendió a fines del siglo XIX el estudio de
esos casos, que tienen una estrecha afinidad con la metapsíquica. Según
él, las asociaciones animales no se deben a causas mecánicas, implican
un perfeccionamiento y por consiguiente la intervención de la
inteligencia; hoy diríamos del psiquismo. Para un individuo constituye
un progreso transformarse en órgano de un ser viviente más extenso. Y
al estudiar a los insectos que viven en comunidad se ve que esos órganos
pueden ser separados en el espacio sin perder el fuerte lazo que los
convierte en individuos superiores, en "superindividuos".
Espinas habla de la fusión de las conciencias individuales en una
conciencia colectiva, pero aquí el vocablo conciencia se saca del
lenguaje humano, y puede muy bien ser conservado si se admite la
posibilidad de que sea una conciencia totalmente oscura, es decir,
inconsciente, sin dejar de tener relación con actos inteligentes.
La extensa serie de trabajos sobre el inconsciente realizados en
más de un siglo explican suficientemente esta aparente contradicción.
LOS INSECTOS COMUNISTAS

Los insectos que viven en comunidad, las abejas, las hormigas, los
comejenes, etc., son los que ofrecen el ejemplo más perfecto de un
psiquismo colectivo permanente, análogo al psiquismo temporario que
se ha comprobado en los algunos fenómenos parapsicológicos. Esos
insectos forman sociedades familiares. En la mayor parte de las especies,
toda la colonia, que a veces tiene más de cien mil miembros, es
engendrada por una sola madre, o a lo sumo, como en el caso de las
hormigas, por un pequeño grupo de madres. Con la única excepción de
los comejenes, que tienen rey y reina, en las demás especies los machos
cumplen solamente el papel de reproductores, y son sacrificados en
seguida.
La característica más importante de esas sociedades es una
rigurosa división del trabajo que excluye todas las iniciativas
individuales ajenas a la función social.
Esta función requiere órganos anatómicos diferentes. Pero los
verdaderos órganos de la comunidad son los mismos individuos, los
cuales, aparentemente autónomos, constituyen el superindividuo de
Espinas.
El superindividuo, es más o menos inteligente según que saque
mucho o poco provecho de las condiciones del medio para lograr los
objetivos comunes.
En este aspecto las hormigas son superiores a las abejas, que están
más sometidas a la rigidez del instinto.
La concentración de las funciones es más estrecha entre los
comejenes. Hasta en la arquitectura de la comejenera se impone la
comparación con un organismo vivo. Es el equivalente de un cuerpo
revestido por una piel que los obreros reparan cuando presenta una
lesión. Estas características no las explica la biología de la asociación. La
sociedad viviente es aquí mucho más que el total de sus miembros. Se
rige por leyes constitutivas de naturaleza psíquica que justifican la
profunda intuición de Lamarck y Schopenhauer.
William Mackenzie tomó las ideas de Durand de Gros e insistió en
afirmar que en la naturaleza el fenómeno polipsíquico es de carácter
universal. Lo demostró en los primeros grados de la vida, en las algas
monocelulares flageladas y en las diatomeas bacilares que se reúnen en
colonias dotadas de individualidad. Y destacó la semejanza de este
fenómeno psíquico elemental con el fenómeno de las mesas parlantes, en
las que hay asociación temporaria de psiquismos humanos.
LAS LEYES DE LA SOCIOLOGÍA

Entre los seres vivientes la concentración del superindividuo es


generalmente más fuerte en las sociedades comunistas, en las que llega
al máximo grado. Suelen verse numerosos animales de la misma especie,
o hasta de especies diferentes, que se asocian y obedecen una ley
colectiva a la que se encuentran sometidas todas las actividades
individuales. Como no son asociaciones conscientes y voluntarias, debe
admitirse en ellas la intervención del psiquismo. De este modo se forman
las bandadas emigratorias o de defensa.
En el hombre se han puesto bien de manifiesto esos fenómenos de
"psicología de las multitudes" en los que parece que actuaran los
instintos más elementales. Fueron acertadamente comparados con los
fenómenos de la patología histérica, comparación que denuncia su
carácter inconsciente y los acerca a los fenómenos parapsicológicos.
Este carácter de novedad, si no de superioridad, introducido por la
asociación, fue tan bien admitido que sirvió para construir una ciencia
humana sobre el modelo de una ciencia natural: la Sociología de
Durkheim. Negándose a tomar en cuenta la psicología, comprueba desde
afuera, objetivamente, que las sociedades obedecen a leyes cuya
explicación no está en las relaciones de los individuos entre sí. Sin
llamar superindividuo al grupo social, le reconoce el carácter totalitario
que lo diferencia profundamente de una suma de individuos y lo
transforma en su producto.
Se ha reprochado a Durkheim el misticismo de sus concepciones,
que dan margen tan fácilmente a la deificación hegeliana del Estado.
Pero científicamente no hizo más que sistematizar hechos que adquieren
su mayor significación en la perspectiva parapsicológica.
IDEOPLAST1A, FINALIDAD Y MIMETISMO

LA BIOLOGÍA FINALISTA

Los fenómenos de Teleplastía, tan difícilmente aceptados por los


biólogos porque parecen lanzar un desafío al determinismo de las leyes
fisiológicas, pueden ser llamados fenómenos de "Ideoplastía" porque
obedecen a una idea inconsciente. Llevan, por lo tanto, el sello de la
finalidad lo mismo que los demás fenómenos de la vida.
La diferencia estriba, en que en estos últimos, la finalidad es de
plazo largo y se advierte comparando las formas progresivas de la
evolución, mientras que en los primeros la acción es tan rápida como la
de los movimientos voluntarios. La forma creada responde asimismo a la
necesidad de tomar un objeto, realizar un traslado o hacer un gesto.
Tanto en el caso normal como en el paranormal interviene una voluntad
que procede de un designio.
Mucho tiempo tardaron los biólogos en reconocer la insuficiencia
de las doctrinas mecanicistas, y se sabe que los más grandes,
comenzando por Lucien Cuénot en Francia, profesaron doctrinas
finalistas.
Es absurdo suponer que los órganos de los seres vivos, a veces
muy complicados, se hayan formado por la combinación del azar y la
selección. Los órganos como lo adivinó admirablemente Schopenhauer,
son herramientas, que responden a determinadas necesidades.
La necesidad crea el órgano, afirmó Lamarck, sin poder explicar la
posibilidad material de esa creación. La Parapsicología nos ayuda a
comprenderlo. Cuénot y su discípula, la señorita Tétry, hicieron el
inventario de las creaciones orgánicas del mundo animal que son
palmariamente vegetal. La finalidad es la característica de la biología,
dijo Charles Richet.
"Todo o que vive desde el hombre hasta la célula mas simple,
presentan signos de funciones psíquicas ", expresó Adolf Wagner,
profundo botánico austríaco.

Cuénot, repudiando sus anteriores ideas mecanicistas, declaró que:


"Había que creer en un poder inventivo espiritual, inmanente o vivo, que
actúa sobre la materia como la idea del artesano sobre los materiales
que utiliza”.
EL ENIGMA DEL MIMETISMO

Para completar la demostración del poder espiritual del que habla


Cuénot, citaremos los fenómenos del mimetismo que nunca fueron
verdaderamente explicados por los naturalistas.
Paul Vignon, después de haber publicado en los Archives du
Muséum un magnífico álbum sobre las langostas-hojas de la América del
Sur, declaró que esos fenómenos de imitación, a menudo perfecta, entre
distintas especies, revelaban la existencia de la ideación y toda la escala
zoológica, desde los infusorios hasta el hombre.
En general la imitación de una especie por otra responde a la
finalidad; tiene un sentido protector, porque la especie imitadora es mas
débil, está menos defendida que la especie imantada, que tiene
protección contra las depredaciones.
La homocromía, esbozo del mimetismo, limita su necesidad de
protección al color.
La especie toma el matiz de su medio habitual, el suelo, la hierba
o el follaje.
En los terrenos tostados, en las zonas industriales, los insectos son
negruzcos y ciertos acrídidos se adornan con franjas verdes cuando
germinan los nuevos brotes.
Los peces del fondo del mar son invisibles.
Los moluscos que viven sobre las esponjas son amarillos o rojos.
Hay muchos animales pelágicos que son transparentes.
A veces se agregan a los disfraces oíros artificios que los hacen
más eficaces.
En el remedo de la forma se observan recursos maravillosos. Los
animales imitan la corteza de los árboles, ramas, hierbas, frutas, hojas y
hasta granos.
Un dragón marino; llega hasta tomar el aspecto de un paquete de
algas.
Los insectos ortópteros: son los imitadores más hábiles.
Ciertos cortones de la India: reproducen la delicadeza de una flor.
Las mariposas Kallimas y las langostas sudamericanas imitan a las hojas
con perfección anatómica, a menudo con sus manchas de herrumbre o
sus roeduras.
A veces los remedios resultan perjudiciales; en tal caso hay
"hipertelia", es decir que se ha ido más allá del objetivo. Pero el
fenómeno no deja de ser de origen psíquico; esto es, que revela la
intervención de la mente.
LA HIPÓTESIS DE LA IDEOPLASTÍA

Comprobar los hechos del mimetismo, y hasta conjeturar su


explicación parapsicología, es tan fácil como difícil imaginar de qué
modo se originaron.
No sabe mucho más la biología cuando atribuye las especies
nuevas a las mutaciones de los genes hereditarios.
¿Cómo es posible que el cambio de la composición química
producido en ese grano material pueda ocasionar un cambio de formas y
de propiedades en el ser vivo que se engendra? Se podría admitir para las
transformaciones menores, que no salen de los límites de la especie; pero
la voluntad flaquea cuando uno piensa en esos "milagros" de la
evolución, que hacen aparecer un instrumento tan complejo como el ojo,
o que cambian por un ala un miembro que no sirve para andar. Lo único
que se ve claramente es que el nuevo órgano responde a una idea,
consecuencia a su vez de una necesidad, la necesidad de ver o de volar.
Ninguno de esos órganos puede transformarse por perfeccionamiento
sucesivos; para que cumplan su misión tienen que ser creados de una
sola vez. Y sin son hechos progresivamente, su hechura debe ajustarse a
un plan, como el trabajo de un obrero.
Sacaremos la misma conclusión de los fenómenos del mimetismo.
Son productos de una idea que cruzó por la existencia de los humildes
insectos, demostrando que el psiquismo rige a la naturaleza entera y no
solamente al hombre.
Los fenómenos excepcionales de Ideoplastía que encontramos en
los sujetos humanos también se ven en los animales, y también
raramente.

Un caso notorio es el de la gata de Niza:


En 1921 dio a luz a un gatito con la cifra del año en la pelambre
del vientre. Los números estaban formados por pelos negros sobre fondo
blanco. La investigación, hecha por un veterinario y testigos de muy
buena fe, reveló que durante la gestación la gata había pasado muchas
horas acechando ratones, los que se ocultaban en un saco que tenia
impresa esa fecha. Tres estrellas que llevaba la bolsa encima de la
fecha, aparecían también en los pelos del gatito, en forma de puntos.

Este fenómeno no es más fácil de explicar que el de la langosta


cuyas alas toman la forma de una hoja. A lo sumo se podría decir que el
primero es una especie de lucus individual, y que el segundo se conserva
en la especie porque tiene un papel protector.
¿PROGRESO ESPIRITUAL O REGRESIÓN?

EL YO SUBLIMINAL

F. W. H. Myers fue el primer psicólogo, y actualmente casi el


único, que intentó hacer la síntesis de los hechos psíquicos.
Lamentablemente, como lo demostró Floumoy, fue una síntesis
dominada por tendencias religiosas, que falseó y sigue falseando a la
filosofía parapsicología. Lo prueba la obra de Geley, que salió de ella.
Pero se puede separar de allí la parte psicológica, que contiene la nueva e
importante teoría del yo subliminal.
Esta teoría coordinó todos los hechos relativos a la vida
inconsciente del espíritu. William James propuso que el problema que
plantea en términos casi dogmáticos se denomine en lo sucesivo, en la
historia de la ciencia, problema de Myers.
Hacía mucho tiempo que el sonambulismo, la disgregación de la
personalidad, el automatismo, la histeria, etc., habían demostrado que no
existía solamente un inconsciente fisiológico, que había que admitir
igualmente la existencia de una actividad mental inconsciente, o, para
remediar la contradicción aparente de los términos, subconsciente, de
forma frecuentemente personal. Tomando la expresión "umbral de la
conciencia", creada por la psicofisiología, Myers distingue un yo
supraliminal y un yo subliminal mucho mas vasto y en muchos aspectos
superior. En realidad hay un solo yo, del que la personalidad consciente
es el fragmento que corresponde a la actividad práctica.
Myers lo compara con la parte visible de un espectro solar. El yo
subliminal constituye la parte invisible del espectro, y tiene un infrarrojo
que responde a las funciones orgánicas, y un ultravioleta que responde a
las funciones psíquicas más elevadas, como el genio y el éxtasis, y a las
funciones parapsicologías.
Los dos yoes, o más bien las dos fracciones del gran yo, están
separadas por un "diafragma psíquico", a través del cual se realizan en la
vida normal permanentes intercambios. Pero puede ocurrir que el
diafragma sea demasiado permeable y deje pasar, en un sentido o en
otro, elementos que provocan perturbaciones mentales, o psicosis.
El yo subliminal, como lo indica el ejemplo del espectro, no es
homogéneo m mucho menos; poderoso organizador, forma capas,
estratos y hasta personalidades que asimilan una multitud de elementos
psicológicos aislados. De ahí proceden las personalidades simultáneas o
alternantes.
Forma parte, asimismo, de un "mundo metaetérico", en el que se
producen los fenómenos de telepatía y telestesia. En ese mundo
suprasensible la mente actúa de manera autónoma, independientemente
de las limitaciones de la vida orgánica.
Esta independencia, realmente comprobada por la experiencia en
el hombre vivo, constituye para Myers la inconmovible presunción de la
supervivencia.
Pero la prueba decisiva la proporciona el grupo de fenómenos que
lleva el nombre de alucinaciones telepáticas. La Telepatía de los vivos es
prolongada lógicamente por la Telepatía de los muertos.
EL PREJUICIO DE MYERS

Myers no desconoció los hechos establecidos por los psiquiatras.


Declaró expresamente que no se podía seguir manteniendo el criterio de
la antigua psicología sobre la indivisibilidad del yo. Pero no admitió
tampoco la opinión de la nueva Psicología, representada a la sazón por
Ribot, que consideraba al yo como una coordinación sometida a la
Biología.
Entre una y otra tendencia trató de introducir una solución
original, extraída de la experiencia y no de la dialéctica. Reconociendo la
doctrina de la evolución, admitió la naturaleza colonial del hombre y
consideró a la personalidad humana como a un conjunto de innumerables
entidades psíquicas inferiores, cada cual con sus caracteres propios,
restringidas por una entidad psíquica mas vasta, preexistente o no, que
las unifica aunque sin ejercer siempre sobre ellas un control completo. El
control puede faltar totalmente, lo que permite que se aíslen grupos de
unidades psíquicas y produzcan ideas fijas que son verdaderos "tumores
de la mente". Es el comienzo de la histeria. La idea fija forma el núcleo
de una personalidad secundaria que coexiste con la personalidad
principal y puede derrocarla "mediante un verdadero acto de violencia".
A veces la personalidad nueva es superior a la anterior.
Esta última no desaparece, queda bajo el umbral de la conciencia,
donde puede ser descubierta por medio de la hipnosis.
Myers tenía de la división de la personalidad el concepto de la
Psicología Experimental. Su variante es la hipótesis de la unidad
congénita de la personalidad misma. Pero para él la realidad del gran yo
humano era una consecuencia de la supervivencia que creía
definitivamente establecida por los hechos parapsicológicos.
Al destruir esa demostración, al probar, como creemos haberlo
hecho, que la Parapsicología evidencia, a lo sumo, la supervivencia de
una memoria, duplicado de la existencia terrestre pero sin actividad
posible si no la revive una mente encamada, queda aniquilada la
hipótesis fundamental de Myers. También puede ser aniquilada, con
igual certeza, desalojando a la facultad parapsicología del trono humano
en el que la instaló, y demostrando que no es un coronamiento del
hombre sino una prolongación evolutiva de toda la naturaleza.

»
EL ANIMISMO UNIVERSAL

El método ascendente, tal como fue empleado por ciertos filósofos


científicos, es engañoso porque considera las formas superiores
compuestas por los elementos más simples, y no advierte que la
complejidad cuantitativa recubre una "emergencia" de caracteres nuevos
que no derivan forzosamente de los hechos anteriores. Pero poniendo los
caracteres superiores, o sea los mentales, en el origen de la vida, el
método ascendente se vuelve realmente fecundo.
Extiende el principio espiritual a todas las creaciones de la vida en
la forma de una doctrina psicobiológica, y respeta la gran doctrina
experimental de la evolución. Desde los más altos mecanismos de la
razón normal y de la intuición parapsicología del hombre, hasta las
funciones vitales más elementales de las plantas, no hay una verdadera
solución de continuidad. Lo espiritual impregna todos los organismos.
Un individuo es tanto un todo psíquico como un todo físico.
Pero ese todo, se puede dividir para constituir otros todos, y este es el
punto central de una verdadera teoría de la personalidad.
La divisibilidad del alma, tan bien señalada por Stahl, es un hecho
que fue comprobado por la Biología antes de haber sido confirmado por
la Parapsicología. Lo establecieron los fenómenos de regeneración y de
desqueje, en los que un individuo se encuentra automáticamente
transformado en dos individuos de la misma forma y con las mismas
funciones específicas. ¿Cómo se explican, si no, los fenómenos de la
generación propiamente dicha?

Tomemos el caso de la reproducción asexual.


Una planta de fresas emite un estolón, Al cabo de un tiempo nace
a lo largo del vástago otra planta de fresas y el estolón se seca, quedando
las dos fresas independientes.
Los biólogos dicen que ambas son mi mismo ser, pero nosotros
repetimos que esa expresión es equívoca, porque esas dos plantas serán
en lo sucesivo dos individuos completamente independientes que
seguirán destinos diversos, a pesar de tener la misma herencia. De todas
maneras el alma de la segunda fresa, en el sentido disminuido que le
damos a medida que descendemos en la escala de la vida, salió del alma
de la primera, como ocurre en la partenogénesis de los pulgones.
En la reproducción sexual, en la que hay fusión de dos gametas, el alma
es igualmente el resultado de la fusión de elementos espirituales salidos
de las almas componentes.
Comienza con el cuerpo, en el que constituye el principio de la
individuación, y termina con él, con la excepción de la función memoria.
Esta perfecta paridad del alma y del cuerpo, que no es un paralelismo

»
sino una acción recíproca, permite comprender la personalidad
psicológica evitando las dificultades con las que tropiezan tanto las
doctrinas materialistas como las espiritualistas clásicas.
UN LEGADO DE ANTES

Bergson puso de manifiesto, más claramente aún que los biólogos


con sus árboles genealógicos, las dos direcciones divergentes, la de los
vertebrados y la de los artrópodos, que siguió la vida en el transcurso de
la evolución animal, se caracterizan principalmente por el desarrollo de
la inteligencia en la primera y del instinto en la segunda. Esta
divergencia no impide que la inteligencia y el instinto hayan conservado
algo de su origen común.
La inteligencia es la tendencia a fabricar instrumentos artificiales
adaptados a las necesidades conscientes; el instinto, por su parte, emplea
para eso las partes del cuerpo. La finalidad es particularmente
maravillosa en este último caso, porque el hombre no comprende cómo
obra esta inteligencia fisiológica que realizó adaptaciones en general tan
perfectas, agregándole los hábitos correspondientes.
Los fenómenos parapsicológicos pertenecen al instinto; revelan
poderes anteriores y superiores a la inteligencia. Proceden, por lo tanto,
de las raíces de la vida. La inteligencia no comprende la adaptación de
las flores a los insectos, el mimetismo, la orientación de los animales, los
órganos de fijación y de fecundación de las plantas, la infinita variedad
de las máquinas orgánicas inventadas por los seres más rudimentarios

»
para nutrirse, defenderse o atacar. Nos asombrarnos de la "doble vista"
de nuestros sujetos cuando hay tantos animales que sin ver actúan con
exactitud y destreza. Ponemos inconvenientes para admitir la percepción
extra sensorial; desorientados por los procedimientos de nuestra
inteligencia, imaginamos ondas e intermediarios materiales imposibles
de encontrar, mientras que en las sociedades animales las
comunicaciones se realizan sin que haya nada visible ni imaginable. La
naturaleza nos aventaja hasta en las más abstractas operaciones de la
aritmética y la geometría. Los milagros de nuestra Parapsicología están
prefigurados en todo el mundo viviente en donde han dejado de
asombrarnos por la costumbre de verlos.
Es imposible dejar de advertir la grave confusión que se origina al
confinar la Parapsicología exclusivamente en el terreno humano, donde
sólo representa esa orla de instintos primordiales que rodea la actividad
de la conciencia normal. Se ve en ella la cima de la naturaleza, un
anticipo del Superhombre, un acercamiento a la divinidad, una promesa
de inmortalidad. Fue el error de Myers y es el error permanente de tantos
parapsicólogos.
Rhine, a quien conviene considerarlo como jefe de una nueva
escuela científica destinada a convencer al mundo por el camino
peligroso de la estadística, cayó también en esa extravagancia
anglosajona que pretende que la moral y la religión sean forzosamente
floraciones de la ciencia.
"Se puede", dice: sin mayores inconvenientes, traducir la mayoría
de los dogmas esenciales de la religión en problemas de la
Parapsicología experimental".
Si por el contrario, se restituye la Parapsicología a su verdadero
lugar, que es toda la naturaleza, se sospechará que la tarea asignada por
Rhine a esta ciencia engañosa es ilusoria. Las facultades humanas
evanescentes, la metagnomía y la teleplastía, no hacen más que
confirmar la legitimidad de la psicobiología y destruir definitivamente
las concepciones mecanicistas o materialistas. No son conquistas
reservadas al rey del planeta, sino herencia del pasado, como nos lo
enseña el psicoanálisis con el examen de las reacciones mentales de sus
sujetos.

»
EL PROBLEMA DE LA SUPERVIVENCIA

Uniéndose al pensamiento balbuciente pero genial de Lamarck, la


biología nos enseña que la vida no es más que psiquismo. Pero no hay
ninguna prueba de que la conciencia haya surgido para satisfacer
necesidades puramente especulativas.
No vemos por qué se haya utilizado el psiquismo en los animales
y las plantas estrictamente para la lucha por la existencia, para la
actividad práctica, mientras que en el hombre se desarrolló de golpe,
prodigiosamente, y abandonó gran parte de las necesidades terrestres
para intervenir inconscientemente en otra vida, una vida "metaetérica" de
la que no se sabe nada y de la que nadie es capaz de decir para qué sirve.
Esta concepción parece exceder los límites de la fantasía que se le puede
permitir a un filósofo.
El espiritualismo que no quiere romper con la Psicología, como el
espiritualismo bergsoniano, debe forzosamente reconocer que las
facultades humanas no indican que la mente esté hecha para el
conocimiento, y que prueban, por el contrario, que está hecha para la
acción.
Un psicólogo atiborrado de experiencia como Fierre Janet declara
que:
"Sólo se puede estudiar científicamente la Psicología considerando los
fenómenos de la mente como acciones o grados de la acción".
Las enfermedades de la mente serían una pérdida del sentido de la
realidad, un descenso de la tensión necesaria para la adaptación vital.
Se podría discutir esa primacía de la acción y conceder un poco más de
valor al pensamiento desinteresado, sin admitir con ello que el espíritu
humano tenga otras potencialidades eliminadas por la evolución y
realizadas sin saberlo en otro plano de existencia. La Parapsicología no
nos autoriza a dar ese salto místico.
El gran problema, que fue prejuzgado por Myers, es el destino de
la personalidad a la muerte del organismo. Admitimos la supervivencia
de la memoria pura; pero suponiendo que no fuera un simple
medio inerte, una colección de clisés "astrales", y que conservara un
resto de dinamismo, esa memoria no podría constituir una verdadera
personalidad. Privada de su sostén físico, no es más que un fantasma que
probablemente se disocia y desaparece al cabo de poco tiempo. Para
reconstruirla se requiere un organismo viviente, un sujeto
parapsicológico.
Esta hipótesis responde también al carácter de las encarnaciones
espiritistas que sugirió a William James la idea de un depósito común de

»
conciencia donde estarían almacenados todos los recuerdos terrestres.
Tan lejos de la experiencia es difícil razonar con rectitud. Lo importante
es comprender que en el campo de la vida, que es también el de la mente,
sólo hay unidades más o menos estables, capaces de ser divididas para
dar nuevas unidades. La imagen de la gota de mercurio, que se deshace
indefinidamente en gotitas tan redondas como aquella, es la que mejor
representa en este aspecto la actividad creadora de la Naturaleza.
Para qué se empeñaría la Naturaleza en multiplicar y renovar a los
individuos si fueran inmortales? A esta respuesta se le debe hacer la
acepción debida.
La Naturaleza necesita, en sus propios misterios, que el hombre
nunca científicamente podrá demostrar, continuar evolucionando,
recreándose a cada instante propio del sentido de conservación de la
especie. La adaptabilidad de los seres, la competencia, la defensa, etc.,
nos hablan de ello. Pero, esto no contesta la acepción. La acepción debe
verse en las diferencias que se le tienen que otorgar al principio vital de
los seres inferiores, en relación al alma espiritual del hombre. Si bien en
el hombre está en el mismo principio de conservación de la especie que
los seres inferiores y para ello nos reproducimos, luego de esta vida, que
podríamos decir: material, física, en fin, en la Tierra, el hombre dotado
de alma inmortal, en su particularidad de ese estado glorioso alcanzo su
fin último.

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