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202 Jesús mismo confirma que Dios es "el único Señor" y que es preciso
amarle con todo el corazón, con toda el alma, con todo el espíritu y todas las
fuerzas (cf. Mc 12,29-30). Deja al mismo tiempo entender que Él mismo es
"el Señor" (cf. Mc 12,35-37). Confesar que "Jesús es Señor" es lo propio de la
fe cristiana. Esto no es contrario a la fe en el Dios Único. Creer en el Espíritu
Santo, "que es Señor y dador de vida", no introduce ninguna división en el
Dios único:
457 el Verbo se encarnó para salvarnos reconciliándonos con Dios: "Dios nos
amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1 Jn 4,
10). "El Padre envió a su Hijo para ser salvador del mundo" (1 Jn 4, 14). "Él
se manifestó para quitar los pecados" (1 Jn 3, 5):
458 el Verbo se encarnó para que nosotros conociésemos así el amor de Dios:
"En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo
a su Hijo único para que vivamos por medio de él" (1 Jn 4, 9). "Porque tanto
amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no
perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16).
459 el Verbo se encarnó para ser nuestro modelo de santidad: "Tomad sobre
vosotros mi yugo, y aprended de mí ... "(Mt 11, 29). "Yo soy el Camino, la
Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí" (Jn 14, 6). Y el Padre, en el
monte de la Transfiguración, ordena: "Escuchadle" (Mc 9, 7; cf. Dt 6, 4-5). Él
es, en efecto, el modelo de las bienaventuranzas y la norma de la Ley nueva:
"Amaos los unos a los otros como yo os he amado" (Jn 15, 12). Este amor
tiene como consecuencia la ofrenda efectiva de sí mismo (cf. Mc 8, 34).
II. La Encarnación
461 volviendo a tomar la frase de san Juan ("El Verbo se encarnó": Jn 1, 14),
la Iglesia llama "Encarnación" al hecho de que el Hijo de Dios haya asumido
una naturaleza humana para llevar a cabo por ella nuestra salvación. En un
himno citado por san Pablo, la Iglesia canta el misterio de la Encarnación:
«Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo: el cual,
siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que
se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a
los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo,
obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz» (Flp 2, 5-8; cf. Liturgia de las
Horas, Cántico de las Primeras Vísperas de Domingos).
683 "Nadie puede decir: "¡Jesús es Señor!" sino por influjo del Espíritu Santo"
(1 Co 12, 3). "Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que
clama ¡Abbá, Padre!" (Ga 4, 6). Este conocimiento de fe no es posible sino en
el Espíritu Santo. Para entrar en contacto con Cristo, es necesario
primeramente haber sido atraído por el Espíritu Santo. Él es quien nos precede
y despierta en nosotros la fe. Mediante el Bautismo, primer sacramento de la
fe, la vida, que tiene su fuente en el Padre y se nos ofrece por el Hijo, se nos
comunica íntima y personalmente por el Espíritu Santo en la Iglesia:
El Bautismo «nos da la gracia del nuevo nacimiento en Dios Padre por medio
de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los que son portadores del Espíritu de
Dios son conducidos al Verbo, es decir al Hijo; pero el Hijo los presenta al
Padre, y el Padre les concede la incorruptibilidad. Por tanto, sin el Espíritu no
es posible ver al Hijo de Dios, y, sin el Hijo, nadie puede acercarse al Padre,
porque el conocimiento del Padre es el Hijo, y el conocimiento del Hijo de
Dios se logra por el Espíritu Santo» (San Irineo)
684 el Espíritu Santo con su gracia es el "primero" que nos despierta en la fe y
nos inicia en la vida nueva que es: "que te conozcan a ti, el único Dios
verdadero, y a tu enviado, Jesucristo" (Jn 17, 3). No obstante, es el "último"
en la revelación de las personas de la Santísima Trinidad. San Gregorio
Nacianceno, "el Teólogo", explica esta progresión por medio de la pedagogía
de la "condescendencia" divina:
685 creer en el Espíritu Santo es, por tanto, profesar que el Espíritu Santo es
una de las personas de la Santísima Trinidad Santa, consubstancial al Padre y
al Hijo, "que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria"
(Símbolo Niceno-Constantinopolitano: DS 150). Por eso se ha hablado del
misterio divino del Espíritu Santo en la "teología trinitaria", en tanto que aquí
no se tratará del Espíritu Santo sino en la "Economía" divina.
686 el Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo del
designio de nuestra salvación y hasta su consumación. Pero es en los "últimos
tiempos", inaugurados con la Encarnación redentora del Hijo, cuando el
Espíritu se revela y nos es dado, cuando es reconocido y acogido como
persona. Entonces, este designio divino, que se consuma en Cristo,
"Primogénito" y Cabeza de la nueva creación, se realiza en la humanidad por
el Espíritu que nos es dado: la Iglesia, la comunión de los santos, el perdón de
los pecados, la resurrección de la carne, la vida eterna.
Luego de leer esta primera parte del Credo, realiza una síntesis sobre el
credo en cuanto creer en Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.
Celebración: 12 de setiembre
El evangelista San Lucas revela el nombre de la doncella que va a ser la
Madre de Dios: "Y su nombre era María". El nombre de María, traducido del
hebreo "Miriam", significa Doncella, Señora, Princesa.
Estrella del Mar, feliz Puerta del cielo, como canta el himno Ave maris
Stella. El nombre de María está relacionado con el mar pues las tres letras
de mar guardan semejanza fonética con María. También tiene relación con
"mirra", que proviene de un idioma semita. La mirra es una hierba de África
que produce incienso y perfume (Jesús Marí Ballester).
En el idioma egipcio que fue donde primero se utilizó este nombre significa:
"La preferida de Yahvé Dios". (Éxodo 15, 20). Mar o en egipcio significaba la
más preferida de las hijas. Y "Ya" o "Yan", significaba: El Dios verdadero -
Yahvé-. Así que MAR-YA o MYR-YAM en egipcio significaría: "La Hija
preferida de Dios" (Zorell).
Oración final: Padre bueno, que por amor a nosotros hiciste bien
todas las cosas y enviaste a tu Único Hijo para que salvados de todo
mal viviéramos en unión contigo, envía tu Espíritu Santo, Señor y
dador de vida para que tengamos vida en abundancia y aceptemos
en nuestras vidas tu voluntad a semejanza de María nuestra Madre
Celestial. Amén.