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Un Estado unitario es aquel en el que el poder político reside en el Gobierno

central. El resto del territorio se somete a la legislación y dirección política de este


Gobierno.

El Estado unitario es uno de los modelos del grado de centralización del poder. En


este, este grado es el más alto, y ello debido a que el poder se concentra en unas
solas manos, en el Gobierno central. En el resto del territorio se aplican las
medidas tomadas desde este ente gubernamental.

Dicho esto, los Estados unitarios tienen un grado de descentralización, aunque


esta sea solo de alcance administrativo. Y algunos de ellos también logran una
cierta descentralización política, ante la imposibilidad que entraña que una única
entidad política se encargue de todas las particularidades del territorio. De ello se
encargan entes como los ayuntamientos o las diputaciones, cuyo alcance se limita
al territorio que le sea asignado. 

Estado federal

Los estados con modelo territorial tipo federal están compuestos por varios
estados con bastante autonomía. Prácticamente, estos estados son soberanos y
libres, casi independientes con respecto al gobierno central pero están unidos a
una entidad federal que conforma el país.
Estos estados tienen un elevado grado de descentralización política,
radicalmente opuestos a los estados unitarios porque las entidades federativas
llegan a decidir prácticamente todo. Cada estado tiene sus propias leyes,
impuestos, sistema educativo, policía, nacionalidad... Tienen autonomía judicial y
legislativa, aunque siempre sujetas a la constitución federal.
Alemania, Estados Unidos y Rusia son ejemplos de este tipo de estados.
Sistema presidencial
 
Tipo de régimen político característicos de los Estados democráticos
contemporáneos, junto con el sistema parlamentario. Diversos observadores y
estudiosos en la materia coinciden en que los principales elementos distintivos del
sistema presidencial puro son: 1) que el Jefe de Estado (Presidente) es elegido
popularmente; 2) que éste no puede ser despedido del cargo por una votación del
parlamento o el Congreso durante su periodo de gestión pre-establecido; 3) que el
Presidente encabeza o dirige de algún modo el gobierno que designa.

Es importante señalar que la manifestación del sistema presidencial en diversos


países varía según su propia historia institucional; no obstante, se pueden
describir otros elementos que en lo general son comunes en sus diferentes
manifestaciones en el orbe: 1) el Poder Ejecutivo es unitario y está depositado en
un Presidente que es, al mismo tiempo, jefe de Estado y jefe de gobierno; 2) ni el
Presidente ni los secretarios de Estado, como regla general, pueden ser miembros
del Congreso; 3) el Presidente puede estar afiliado a un partido político diferente al
de la mayoría del Congreso; 4) los periodos del Ejecutivo y del Legislativo son
fijos, y la existencia de estos poderes es independiente de la voluntad política del
otro, por lo que la división de poderes es inherente.

 Sin embargo, el denominado Régimen Parlamentario, o Parlamentarismo, en


sus formas más puras, genera diversas ineficiencias, derivadas de su propia
naturaleza. Sin embargo, queremos dejar en claro desde ya nuestra posición
respecto a la ineficiencia del régimen presidencial tal como el mismo se encuentra
definido en la mayor parte de América y en los lugares donde dicho sistema de
gobierno existe. En el caso peruano, como se ha demostrado, tampoco es
eficiente puesto que los elementos del régimen parlamentario que se han
incorporado al régimen no han generado los resultados esperados.

Doctrinariamente, se reconocen como características básicas de todo régimen


Parlamentario, o con tendencia parlamentaria, la relativa flexibilidad del esquema
de separación de poderes, lo que Karl Lowenstein llamaba interdependencia por
integración[1]. El resultado inmediato de tal circunstancia se traduce en lo
siguiente:

Un Poder Ejecutivo de naturaleza dual, en el cual coexisten, en primer término,


un Jefe de Estado quien cuenta – en la gran mayoría de los casos - con
atribuciones puntuales y en general muy restringidas, y que obra como “árbitro” o
“mediador” de los problemas políticos[2]. Ello opera a diferencia del régimen
presidencial, donde el Jefe de Estado es también Jefe de Gobierno.

Este Jefe de Estado puede ser denominado rey (como en España) reina (como en
el Reino Unido) o Emperador (como por ejemplo en Japón), situación ante la cual
estamos en una monarquía constitucional y representativa, siendo dicho Jefe de
Estado un cargo más bien vitalicio; o sino Presidente, que configura una república
parlamentaria, siendo dicha persona nombrada, en general por el Parlamento,
por un período fijo en el cargo. Esto último ocurre por ejemplo en Alemania o en
Italia.

Por otro lado, el Poder Ejecutivo parlamentario cuenta con un Jefe de Gobierno,
que funciona a su vez a través de un órgano colegiado llamado Gabinete o
Consejo de Ministros a cuya cabeza se encuentra el llamado Primer Ministro,
quien es el funcionario que efectivamente dirige la política interna de la
Nación[3]. Es preciso señalar que el Primer Ministro admite diversas
denominaciones dependiendo del país de que se trate. Por ejemplo en Alemania
se llama Canciller, mientras que en España se le llama Presidente del Gobierno.
Doctrinariamente, se reconocen como características básicas de todo régimen
Parlamentario, o con tendencia parlamentaria, la relativa flexibilidad del esquema
de separación de poderes, lo que Karl Lowenstein llamaba interdependencia por
integración[1]. El resultado inmediato de tal circunstancia se traduce en lo
siguiente:

Un Poder Ejecutivo de naturaleza dual, en el cual coexisten, en primer término,


un Jefe de Estado quien cuenta – en la gran mayoría de los casos - con
atribuciones puntuales y en general muy restringidas, y que obra como “árbitro” o
“mediador” de los problemas políticos[2]. Ello opera a diferencia del régimen
presidencial, donde el Jefe de Estado es también Jefe de Gobierno.

Este Jefe de Estado puede ser denominado rey (como en España) reina (como en
el Reino Unido) o Emperador (como por ejemplo en Japón), situación ante la cual
estamos en una monarquía constitucional y representativa, siendo dicho Jefe de
Estado un cargo más bien vitalicio; o sino Presidente, que configura una república
parlamentaria, siendo dicha persona nombrada, en general por el Parlamento,
por un período fijo en el cargo. Esto último ocurre por ejemplo en Alemania o en
Italia.

Por otro lado, el Poder Ejecutivo parlamentario cuenta con un Jefe de Gobierno,
que funciona a su vez a través de un órgano colegiado llamado Gabinete o
Consejo de Ministros a cuya cabeza se encuentra el llamado Primer Ministro,
quien es el funcionario que efectivamente dirige la política interna de la
Nación[3]. Es preciso señalar que el Primer Ministro admite diversas
denominaciones dependiendo del país de que se trate. Por ejemplo en Alemania
se llama Canciller, mientras que en España se le llama Presidente del Gobierno.

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