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De alma y las Pasiones Particulares

y de los artículos 177-184: El


Remordimiento, la burla y la
envidia en las Pasiones del Alma
de René Descartes.
Wilfredo José Pedroza Rodríguez.

Pontificia Universidad Católica de Chile.

Junio de 2022.
Introducción:
Esta obra escrita por René Descartes en 1649 y fue la última obra de su autoría publicada
por el mismo en vida, la cual es considerada por muchos autores como propio de un
Testamento Filosófico. La obra en primer instante estaba destinada a quien sería la
Princesa Isabel de Bohemia, pues además de admirar con mucho respeto, le consideraba
como una especie de mentor, ella por su parte anhelaba conocer con precisión el porqué y
la relación existente entre el cuerpo y el alma. La obra Pasiones del Alma, no pretendía ser
un manual filosófico, ni mucho menos un tratado de moral social, sino una especie de
tratado físico, hablando desde su postura como un hombre de la física y explicar con
detenimiento las razones por las cuales el cuerpo, la mente y el alma actúan de determinada
manera y no de otra. ¿Qué relación existen entre ellos?, ¿De donde surgen las pasiones y
que son? Estas y muchas mas inquietudes deseaban ser respondidas a la princesa y hoy ha
quedado en nuestras manos esta obra espléndida que podemos leer con detenimiento y
atención, llena de las respuestas a los planteamientos del alma y el cuerpo por Descartes.
Reseña:
Antes de partir explicando que son las pasiones del alma, es preciso definir ¿Qué es el
alma? Hablar del alma puede tornarse complejo en la filosofía, mas no ha sido un tema
excluyente de estudio. Es cierto que el hombre posee un cuerpo, y dentro de este inferimos
que mora el alma y asimismo el espíritu. Es imposible no hablar de dualismo cuando nos
referimos al cuerpo-alma y es que se torna realmente complejo tal discusión. Algunos
autores han trabajado de manera inalcanzable para romper con los estereotipos del dualismo
dado desde el devenir de la historia de la filosofía. Pareciera ser que, desde la antigüedad,
existiera un deslumbramiento por separar el alma y el cuerpo, vistas como dos categorías
diferentes. Aristóteles parece indicar que es posible en su obra De Anima cuando define: la
«forma-acto» del cuerpo («materia-potencia»). Es absurdo concebir el alma sin el cuerpo o
el cuerpo sin el alma. Para Aristóteles es probable que exista un cuerpo sin alma, pero no
una sin cuerpo. Es por ello por lo que reflexiona que no puede existir un alma sin cuerpo ya
que el cuerpo para el pensador significa la “totalidad de la potencia sensitiva: (…) “Lo que
no está en potencia de vivir no es el cuerpo que ha echado fuera el alma, sino aquel
[cuerpo] que la posee”.1
No obstante, Descartes planteará que esta dualidad alma-cuerpo se encuentran unidas pero
que cada una tiene funciones diferentes. En la Primera Parte de su obra, se dedica a
explicitar de manera clara los conceptos que atañen al cuerpo y sus funciones y de manera
ulterior lo que corresponde al alma.
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(1) De anima II l, 412b20.
A partir del Art. 17, Descartes explica con detalle que una cosa son las acciones del alma y
otras son sus pasiones. Estas últimas son: “todas las clases de percepciones o
conocimientos que se encuentran en nosotros”.2 Para el autor las pasiones se encuentran
ligadas al alma, aunque muchas veces no se encuentran dentro de ella misma, sino que son
recibidas o representadas por ellas. En los dos siguientes artículos, (18,19) explica que tanto
el alma como el cuerpo tienen percepciones. El ama por su parte tiene percepciones que
puede querer y son consideradas también pasiones. De igual manera, el alma tiene:
“percepciones de nuestras voluntades y de todas las imaginaciones u otros pensamientos
que de ella dependen”. 3 por lo tanto es indudable, continúa diciendo el autor, que se dude
de aquello que deseamos y no se encuentre dentro de nuestro ámbito de percepción; estas
pasiones naturalmente son catalogadas de acciones y no como tales porque no representan
mas que un solo proceso de percepción y voluntad.
Estas percepciones que se sienten en el alma, y que para Descartes no tienen una causa
primera o algún origen, son las pasiones como la cólera, la alegría y que son movidas por
los propios nervios y por otras causas, igualmente representadas en algunas situaciones por
espíritus fortuitos y que no se diferencias mucho de aquellas que son proporcionadas por
los nervios en el cerebro. Por ello surgen de manera que son “más vivas y expresas que las
que en él provocan los espíritus”4
Posteriormente en el Art, 27 expresa una definición de las pasiones en el alma, las cuales
cataloga como percepciones, sentimientos o emociones que residen en ella misma, quienes
tienen causalidad por algún movimiento de los espíritus. Pueden ser llamadas percepciones
porque en ellas se encuentran acciones del alma y también ser llamadas sentimientos
porque: “son recibidas en el alma de la misma manera que los objetos de los sentidos
exteriores y el alma no las conoce de otro modo”.5
De igual manera, estas pasiones del alma se diferencian de otros sentimientos de dos
formas: de acuerdo con los objetos exteriores que de distinguen por medio de los sentidos
corporales, dígase gusto, olfato, olor, color y consecutivamente de aquellas que tienen
relación con el mismo cuerpo subjetivo tales como el dolor, la alegría, el hambre, la sed…y
que son causadas por los “algún movimiento de los espíritus” como lo indica Descartes en
el Art. 29, diferentes de las voluntades, que podemos llamar emociones del alma
ocasionadas por ella misma.
Naturalmente pensamos que las pasiones tienen lugar en el corazón, pero el autor hace una
aclaración notable de acuerdo con su ubicación. Descartes piensa que dar veracidad a este
argumento es atribuirle consistencia alguna que no posee. Tal tesis no es válida porque
pretender señalar que las pasiones hacen sentir en el corazón algún tipo de transformación,
por lo tanto, diría que “no es necesario que nuestra alma ejerza inmediatamente sus
funciones en el corazón para sentir en él sus pasiones”6

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(2) Art. 17
(3) Art. 19
(4) Art. 28
En el Art. 36 pretende ahondar en el cómo se producen estas pasiones en el alma y describe
diferentes ejemplos que pueden dar respuestas objetivas. Relacionar las pasiones con cosas
que han determinado al sujeto en distintas situaciones dañinas o perjudiciales para el mismo
cuerpo. Acorde a los “temperamentos del cuerpo, o la fuerza del alma”, va a disponer de
tal manera al cerebro que los espíritus que se reflejan en la glándula, se manifiestan tanto
como en los nervios de la espalda o las piernas en momentos de huida, tanto así como los
que actúan directamente en el corazón enviando al cerebro espíritus que son capaces de
intensificar la pasión del miedo y que achican o agrandar los orificios del corazón en
diversas situaciones, lo cual hace sentir al alma como si fuese en el corazón.
En contraparte al pensamiento cartesiano, para Laín, en su obra “Teoría de la persona” no
existe tal dualismo antropológico del alma-cuerpo. Para el autor “el alma es sólo unidad de
acción de la estructura humana” y no se entiende de manera separada al cuerpo. De tal
modo que esta unidad no posee independencia por sí misma, y presupone la desvinculación
del pensamiento tradicional entendido. Por ende, es el cuerpo quien realiza todas las
acciones y es responsable del devenir existencial. Este cuerpo para Laín viene a ser el todo
del hombre, capaz de permitirle al hombre pensar, sentir y actuar. Contrastar tal
pensamiento resulta interesante pues dispone una postura antropológica frente al dualismo
cartesiano dado.
Habiendo detallado los principales aspectos con respecto al alma-cuerpo y el origen de las
pasiones, es preciso describir aquellas pasiones particulares que nacen en el sujeto en
situaciones de interrelación y que se consideran moralmente negativas y en consecuencia de
algunos actos. Tal es el caso del remordimiento, la burla, la risa y la envidia.
En el Art. 77, Descartes cataloga el remordimiento de conciencia como consecuencia de un
acto que no es bueno y supone la duda. Para entender el remordimiento, es necesario definir
que es un acto que le antecede la voluntad. El hombre por medio de ella tiende a inclinarse
a lo que es bueno y muchas veces cae en un juego de azar y confunde lo que es
aparentemente piadoso. Por consiguiente, es confundido y se da cuenta de su error. Pero
dice Descartes que: “lo mejor sería no tener ocasión de sentirla; y podemos prevenirla por
los mismos medios que sirven para verse libre de la irresolución.”8
En la mayoría de las ocasiones, no se piensa sobre el remordimiento de conciencia a menos
que este sea experimentado o vivido subjetivamente o quien lo viva se encuentre cercano a
la realidad de alguno de los sujetos. De igual manera, suele pensarse aun más de esta pasión
del alma cuando es integrado a algún ámbito religioso o moral, pero es muy poco
mencionado cuando se trata en una sociedad que corre veloz, no deja espacio para la
autocrítica. Hablar del remordimiento suele ser incomodo, desagradable y considerado
como un acto propio del juzgarse, cuando muchos de los acontecimientos moralmente
inválidos no son puestos bajo el lente de lo que debe ser bueno y aceptado. Sentir
remordimiento es propio del sujeto que se autoanaliza y auto cuestiona ante la realidad de
su propia existencia. Es de considerar que este proceso sería oportuno para el desarrollo del
hombre que desea no estar sometido bajo lo que aparentemente aparece como bueno.
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(6) Art.
(7) , (8) Art. 177

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