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MATERIALES TEÓRICOS PARA LA COMPRENSIÓN DE ALGUNOS ASPECTOS

SIGNIFICATIVOS DE LA DIMENSIÓN POLÍTICA DE LA SOCIEDAD

En la lectura de estos materiales, PRESTE ATENCIÓN a las siguientes cuestiones:

*Análisis semántico de la definición propuesta de participación política.

*Principales dimensiones componentes de la participación política. Análisis de las deriva-


ciones de que ésta sea “costosa”.

*Legalidad e ilegalidad de las diferentes maneras de participar políticamente.

*Características de los diferentes tipos de grupos articuladores de la expresión política de


los sectores sociales. El caso de los partidos políticos.

*Conceptos y tipos de representación. Ventajas y desventajas de cada tipo.

* Argumentaciones en torno a la participación política en su relación con el “buen gobier-


no”.

*Características de los diferentes estratos de personas según su grado de involucramien-


to en la política.

*Argumentos explicativos del interés o del desinterés de las personas con la política. Ex-
plicaciones que llevan a algunos a buscar más el poder y/o obtenerlo.

*Análisis de las relaciones supuestas entre personalidad e interés/activismo en la política.

*Relaciones entre presión y demandas políticas y respuestas gubernamentales.

A título de comprobación de su aprendizaje, UD. DEBIERA ESTAR EN CONDICIO-


NES DE DESARROLLAR en un examen, RESPUESTAS COMPLETAS A PREGUNTAS
DE ESTE TIPO:
1- Defina y ejemplifique las diferentes DIMENSIONES y FORMAS DE PARTICIPACIÓN
POLÍTICA y sus relaciones.

2- Distinga las formas de PARTICIPACIÓN LEGAL E ILEGAL y la relación del Derecho


con las realidades políticas en esta materia.

3- Analice los fundamentos de los cuales se sostiene que LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA


MEJORA LOS MECANISMOS DE GOBIERNO, y los de argumentos que sostienen lo
contrario.

4- Defina PARTICIPACIÓN POLÍTICA destacando sus características y dimensiones


principales. Señale diversas FORMAS de participación.
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5- Explique los diferentes NIVELES DE RESPUESTA DE LOS GOBIERNOS como con-


secuencia de los distintos niveles de participación política de diferentes actores sociales.

6- Defina, caracterice y compare las CUATRO MANERAS DE CONCEBIR LA REPRE-


SENTACIÓN.

7- Características de los distintos TIPOS DE ASOCIACIONES O GRUPOS. Ubique el ca-


so de los partidos políticos.

8- Estratos de personas en relación con su GRADO DE INTERÉS/DESINTERÉS con la


política.

9- Razones explicativas de la existencia de cada uno de esos ESTRATOS.

10- Tipos de personalidad y ACTIVISMO POLÍTICO.


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CUESTIONES SIGNIFICATIVAS EN TORNO A LA


PARTICIPACIÓN POLÍTICA 1

Eduardo A. SALAS

Introducción
ES probable que, a lo largo de la historia de la humanidad, los hombres experi-
mentaran en su propia vida el impacto de un buen o mal gobierno. Pero la conciencia ac-
tiva sobre sus derechos y pretensiones a ejercer control sobre el mismo es relativamente
próxima en el tiempo.
El vínculo entre Pueblo y Gobierno es clave en la existencia política de cualquier
país, independientemente de su régimen u orientación ideológica. En los próximos párra-
fos se esbozan algunas de las dimensiones constitutivas de dicho vínculo, trazando un
boceto general de ciertas cuestiones y problemas más trascendentes. Los interrogantes
en la materia son muchos y diversos. ¿Cuáles son las relaciones entre las características
socioculturales y económicas de una comunidad y su vida política? ¿Cómo se relacionan
los habitantes con sus gobernantes y con qué intensidad? ¿De qué maneras participan
de/sobre la actividad del gobierno para que ésta sea acorde con sus preferencias?
¿Cómo se refleja en las orientaciones del gobierno la presencia (o ausencia) de la partici-
pación popular? Interrogantes todos que convocan, y exigen, el planteo de numerosas
cuestiones teóricas y prácticas. Ahora bien, sin pretender abordarlas todas, ni en su vasta
profundidad, se ha de configurar una exposición básica articulada alrededor del concepto
de “participación política”. En su debido momento se desprenderán temas y cuestiones
relacionadas cuya importancia y análisis sólo se podrán mencionar en un espacio tan
breve como éste.

Definición
“Participación política” (en adelante PP) designa al conjunto de actividades des-
plegadas por los ciudadanos para incidir en la composición y/o en las actividades deciso-
ras del gobierno.
La simpleza de esta definición requiere, no obstante, hacer explícitos los límites
que establece. En este sentido, esta definición es un instrumento de trabajo y, por lo tan-
to, sus delimitaciones son convencionales. En primer lugar, refiere a comportamientos
observados (actividades) de individuos o grupos de individuos, y no sólo a sus actitudes,
intenciones u opiniones. Estos elementos son sumamente importantes, pero ahora inter-
esa resaltar más los aspectos conductuales exteriorizados en acciones políticas concre-
tas, sean éstas exitosas o no.
En segundo lugar, identifica ciudadanos (personal o grupalmente considerados)
para distinguirlos de aquellos a los que se podría denominar “políticos profesionales” (di-
rigentes, funcionarios, candidatos de partidos políticos, personal de gobierno, altos fun-
cionarios de la administración pública, etc.). Es decir, la definición focaliza en el grueso de
la población y no en aquellos que viven para o de la política.

1
Texto preparado especialmente para el uso de la cátedra de Ciencia Política del Ciclo Básico
Común -U.B.A.- a cargo del Lic. Eduardo A. Salas, en “Materiales teóricos para la comprensión de
algunos aspectos significativos de la dimensión política de la sociedad”, EUDEBA, Edición Preli-
minar, Mayo de 1999, ISBN 950-23-0932-4.
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En tercer lugar, lo que distingue a estas actividades es que apuntan a la selección


de los gobernantes y/o a las decisiones que estos toman o quieren tomar. En cierto senti-
do, ambas expresiones son equivalentes, por cuanto al tratar de colocar a ciertas perso-
nas en posiciones de autoridad se busca asegurar que se adopten (o no) ciertas decisio-
nes. En forma inversa, que éstas se adopten o no puede ser determinante para que al-
guien permanezca en su cargo.
Debe resaltarse, además, que estas actividades se orientan específicamente
hacia el gobierno. Esto no supone desconocer la existencia de otras formas de participa-
ción “cívica” (o social), como, por caso, participar en una cooperadora escolar, sociedad
de fomento, club social y deportivo, etc. Si bien es razonable vincular ambos tipos de par-
ticipación, entre uno y otro hay especificidades irreductibles, situaciones donde se igno-
ran, y otras en que se enfrentan.
La referencia a lo específicamente político involucra tanto a las actividades que
sirven para que los ciudadanos informen sus preferencias a las autoridades, cuanto a las
presiones para que aquéllas se conformen a éstas. También involucra actividades que
apuntan a modificar aspectos del sistema político, por ejemplo, ciertas reglas de juego (la
Constitución) o ciertas instituciones (el Congreso), o aquellas que pretenden cambiar la
estructura fundamental de la sociedad.
Por último, se llama la atención sobre dos clases de PP: una en la que los propios
actores se movilizan frente al gobierno (PP autónoma) y otra en la que un tercer actor los
mueve a ello (PP heterónoma). En este último caso habrá que advertir la coincidencia de
preferencias entre los actores o la manipulación que ese tercero puede hacer de los parti-
cipantes para promover sus propios intereses.
En síntesis, PP designa actividades individuales o grupales de la población que
no se identifica como “políticos profesionales”, originadas por sí o por inducción de terce-
ros. Estas actividades se orientan a alterar la actividad decisora del gobierno, sea para
modificar sus contenidos u oportunidad, para seleccionar sus autoridades, para cambiar
ciertos aspectos o reglas del sistema, o bien para reemplazar su estructura básica. De lo
expuesto se desprende el carácter multifacético de este fenómeno y de su noción. Abarca
distintos tipos de actividades, actores, formas y consecuencias. Por ello es conveniente
reducir teóricamente el campo de estudio y lograr así mayor precisión.

Principales dimensiones componentes


A este fin se podría postular la existencia de cuatro dimensiones componentes de
todo acto participativo:
a) La primera orienta a discriminar y ponderar las proporciones de “información” o “pre-
sión” canalizada hacia las autoridades.
b) La segunda distingue ámbitos individuales, sectoriales o societarios en los que se pre-
tende lograr ciertos resultados.
c) La tercera, o grado de “conflictividad” (o probabilidad de originar conflictos), alude a
situaciones comprendidas entre dos extremos. En uno de ellos la ganancia de un actor
supone privaciones de otro u otros. Es lógico pensar que, habiendo percibido esta ame-
naza o privación, los afectados pongan en juego sus recursos para revertir la situación.
Estas circunstancias supondrán mayor grado de conflicto comparadas con las del segun-
do tipo: aquellas donde la satisfacción del actor no supone pérdidas para los demás.
d) Por último, la cuarta dimensión obliga a razonar la PP en términos de iniciativa, capaci-
dades y costos requeridos. La PP exige invertir recursos (v.g., tiempo, esfuerzos, dinero,
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información, etc.), y estos costos pueden no verse compensados por los eventuales be-
neficios a obtener.
Son estas cuatro dimensiones las que en buena medida permiten caracterizar a
las distintas maneras de participar, y explicar en alto grado ciertos fenómenos políticos
asociados a ellas. En última instancia, importa reducir la ubicación de una actividad parti-
cipativa a un plano configurado: 1) por la proporción de actores intervinientes (extensión)
y 2) por las intensidades relativas de sus comportamientos. El espacio así definido no es
igualmente denso, pues ambos aspectos suelen relacionarse en forma inversa (es decir,
mucha más gente participa en actividades de poca intensidad que al contrario). Por ejem-
plo, es más probable que (casi) todos los ciudadanos emitan su voto que muchos partici-
pen en las actividades de la campaña electoral.

INTENSIDAD

PROPORCIÓN DE ACTORES

Formas de participación
Las “maneras” de participar son tan variadas como la iniciativa y creatividad de
los actores lo permitan. Pero es frecuente agruparlas dentro de grandes tipos. Así, por
caso, se encuentran las llamadas:
a) Actividades electorales (como votar, asistir a una concentración, contribuir financiera-
mente, etc.).
b) Negociaciones (o regateos), tanto individual como grupalmente, con autoridades y/o
líderes políticos para promover apoyo u oposición a cierto proyecto legislativo o decisión
administrativa (por ejemplo, por la mala facturación del gas).
c) Actividades como miembro de una organización cuyos objetivos primarios sean promo-
ver intereses específicos (v. gr., grupos de interés, sindicatos, etc.) o amplios (v. gr., parti-
dos políticos).
d) Contactos individuales con las autoridades para obtener beneficios personales o gru-
pales.
e) Por último, actos de violencia física hacia personas o bienes (asesinatos, revueltas,
desórdenes, etc.). (Los motivos para recurrir a esta forma de PP exceden el marco de
este trabajo, pero no debe dejar de resaltarse la trascendencia de la cuestión.)
Cualquiera de estas formas o maneras de participar puede caer dentro o fuera de
la legalidad; por ejemplo, fraude electoral, coima, chantaje, intimidación, etc. El límite de
lo que es permitido por las leyes en vigencia es flexible, varía de una sociedad a otra y de
época en época. Esta variabilidad del marco legal evoca la importante relación entre la
evolución del Derecho y la evolución política de los pueblos. En cuanto a la primera, una
larga y variada historia viene mostrando el creciente reconocimiento jurídico de los dere-
chos asociados a la PP (por ejemplo, a la expresión sin censura, a la libre asociación, al
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voto, etc.). En cuanto a la segunda no hay duda que en los dos últimos siglos, y con es-
pecial intensidad en el presente, los pueblos han venido madurando formas creciente-
mente ampliadas de PP. Ambas evoluciones no siempre han marchado de manera con-
vergente ni al mismo ritmo. A veces el derecho pareció adelantarse a la conciencia o a las
posibilidades reales para su ejercicio en buena parte de la población. En otras tantas
más, ésta ha debido bregar por, y ejercer en los hechos, los derechos que el marco jurídi-
co político negaba o no reconocía. Razones de espacio obligan a dejar de lado el análisis
de estas alternativas. Queda también pendiente el trabajo de dar contenido específico a
la combinación entre los distintos tipos de actividad y los límites de la legalidad.

TIPOS DE MODALIDAD
ACTIVIDAD LEGAL ILEGAL
I
II
III
IV
V

Articulaciones de los actores políticos


En otro orden de cosas, la PP es habitualmente un modo “colectivo” de hacer
política. Los ejes articuladores de estos actores políticos colectivos pueden ser varios, por
lo que aquí sólo mencionaremos algunos de los más importantes:
a) la posición equivalente de los individuos en la estructura económico-social (v. gr., clase
social);
b) la raza, lengua o religión (v. gr., tribu);
c) la proximidad geográfica (v. gr., vecindad);
d) la identificación y/o pertenencia a una organización formalmente política (v. gr., partido
político).
Conviene retener algunas pocas características de los grupos sociales que ayu-
den a comprender mejor el papel que desarrollan en la actividad política.
En primer lugar, se distinguen los grupos que “encarnan” pautas de relaciones
más o menos estables y permanentes (por ejemplo, un gremio, una cooperativa, un parti-
do político, etc.). A los primeros se los denomina “grupos comunitarios”, y sus integrantes
poseen un sentido orgánico de pertenencia, ya que se sienten parte de ellos por lo que
son. Estos grupos “expresan” a sus miembros, y la autoridad de sus líderes tiene más que
ver con lo que se llamará luego “representación por afinidad”. Cuatro son los ejes princi-
pales de articulación en los grupos “comunitarios”:
a) la consanguinidad (real o supuesta) que da origen a tribus o clanes;
b) la etnia u origen común, representado por ciertos rasgos físicos;
c) las creencias religiosas, y
d) la posición equivalente en la sociedad (clase social).
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Estos ejes se han presentado en un orden decreciente de “concreción” o de


proximidad “física” del eje vinculante de los miembros del grupo. Esto facilita extraer dos
consecuencias políticas importantes:
a) Las comunidades con lazos más “abstractos” (casos c y d anteriores) tenderán
más que los otros dos casos a constituir “asociaciones” reforzadoras de los mismos (v.
gr., sindicatos, cámaras empresarias, partidos políticos “religiosos”, etc.).
b) Los casos mencionados surgen en distintos estadios del desarrollo social (los
dos últimos tienden a ser posteriores a los dos primeros).
Como resultado de estas cuestiones se derivarán estilos y “fuerzas” políticas dife-
rentes en uno y otro caso. Como ejemplos muy extremos se podrían mencionar los casos
de sociedades cuyos principales actores políticos se articulan como tribus, o, en términos
opuestos, donde éstos se articularán de manera exclusivamente “clasista”.
El segundo tipo de articulación grupal mencionado es el que da lugar a las “aso-
ciaciones”, ya que sus integrantes se unen para alcanzar ciertas finalidades determinadas
en forma colectiva. Los miembros se unen en tanto comparten objetivos (propósitos, pre-
ferencias o intereses) comunes, y sus líderes serán aceptados en cuanto demuestren
eficacia para lograrlos.
Ambos tipos de grupos (comunitarios y asociativos) pueden orientar sus activida-
des hacia el Gobierno, por lo que las asociaciones puramente “políticas” son sólo uno de
los tantos cauces a través de los cuales la población canaliza sus inquietudes o preferen-
cias.
Debe observarse asimismo que uno y otro tipo pueden relacionarse estrechamen-
te. Así, por caso, un grupo “comunitario” (v. gr., una etnia), da origen a una o varias “aso-
ciaciones” (v. gr., una agrupación, un partido político, etc.) para promover sus intereses o
puntos de vista. En esta ocasión, el grupo “madre” transfiere a la asociación cierta dosis
de apoyo y legitimidad para que actúe en su nombre. A la inversa, en una asociación se
desarrollan además afectos y “lealtades” que trascienden los objetivos instrumentales ori-
ginales. En este caso hay ciertas instituciones que producen en sus integrantes un pro-
fundo “espíritu de cuerpo” (por ejemplo, las fuerzas armadas, la burocracia, la universi-
dad, etc.) que puede originar nuevos grupos “comunales”.
En segundo lugar, y en relación a esto último, se pueden distinguir grupos orien-
tados más a la protección de cierto sector de la población (v. gr., un sindicato, una liga de
campesinos, etc.) y grupos más orientados a la promoción de opiniones (v. gr., un movi-
miento pacifista a favor del desarme nuclear). Unos y otros presentan algunos rasgos di-
vergentes que tendrán repercusión en su PP. Por ejemplo, los “protectores” tenderán a
afiliar con criterio cerrado y hasta excluyente; los “promotores” suelen, potencialmente,
estar abiertos a todos.
A su vez, dentro de esta distinción, se puede tomar en cuenta una más: aquélla
que permite separar a los grupos según que las personas/opiniones a proteger/promover
se aparten mucho o poco de la pauta “normal” de esa sociedad. Así, para ilustración, no
será igual el comportamiento (y efectividad) de un sindicato “obrero” que el de una liga
“indígena” (en la Argentina).
El activismo “político” de unos y otros será muy diferente. El cuadro ubicado al
comienzo de la columna siguiente delimita el espacio clasificatorio utilizado.
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CERCANOS A ALEJADOS DE
GRUPOS PAUTA GENERAL PAUTA GENERAL
PROTECTORES DE SECTORES

PROMOTORES DE OPINIONES

En tercer lugar, se podría intentar una muy apretada caracterización de los “parti-
dos políticos” en función de lo anterior, ya que su análisis pormenorizado excedería los
límites de este trabajo.
Los partidos políticos son “asociaciones” porque el agrupamiento de sus miem-
bros se articula alrededor de un propósito: alcanzar/conservar/utilizar el poder político pa-
ra realizar ciertas finalidades. Toda asociación, como ya se ha visto, puede ubicarse en
un espacio bidimensional: a) por un lado, si sus objetivos son “generales” (muchas cues-
tiones) o “muy específicos” (una sola cuestión), y b) por el otro, si está abierta a cualquier
persona o, más bien, si tiende a reclutar sólo a algunas.
Los partidos políticos, en cuanto “asociaciones”, oscilan en esas dimensiones
combinándolas de manera especial. En el próximo gráfico 2 se reproduce esquemáti-
camente el conjunto de ideas en juego:

específicos ASOCIACIONES PROMOTORAS


OBJETIVOS / PARTIDOS DE CUESTIÓN “ÚNICA”
FINALIDADES
generales PARTIDOS POLÍTICOS PARTIDOS DE “MINORÍAS” ASOCIACIONES
PROTECTORAS

AFILIACIÓN / cerrada
abierta
PERTENENCIA

De esta forma, un partido es una asociación que, por principio, admite adherentes
sin mayores obstáculos y tiende a intervenir en (casi) todo el espectro de temas que
hacen a la configuración de la sociedad. (Por eso en la gráfica el espacio para ellos deli-
mitado se ubica en el cruce de ambos ejes.) Por eso aparecen como instituciones que
combinan preferencias y reclamos de abajo hacia arriba (formulación de programas), co-
municando así no sólo distintos grupos dentro de su seno, sino a éstos con el gobierno y
con el resto de la sociedad.
Para lograr estos fines un requisito previo es su organización interna, lo que tien-
de a dotarlos de una eficacia política importante y, a veces, superior a otras formas de
agrupación (comunitaria o asociativa).
En síntesis de lo expresado hasta aquí: la pluridimensionalidad de la PP obligó a
reducir su observación a cuatro dimensiones componentes, y por lo tanto reconocibles en
todo acto participativo. Esta mayor delimitación simplifica el posicionamiento de estos ac-
tos en un plano bivariado. Luego se agruparon las distintas maneras de participar en cin-

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Extraído de Jean Blondel ‘Introducción al estudio comparativo de los Gobiernos’, Revista de Occidente,
Madrid, 1972, pág.126.
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co grandes conjuntos, y uno de ellos, la violencia, obligó a dejar abierta la reflexión. La


legalidad o ilegalidad de estas actividades permitió dejar planteadas algunas cuestiones
relativas al vínculo Derecho-Sociedad política. Por último, se esbozaron algunas de las
articulaciones más frecuentes (y efectivas) con las que se constituyen los actores políticos
colectivos.

Perspectivas de análisis
De esta forma se han ido analizando distintos elementos y cuestiones implicadas
en la noción de PP. Importa también, y quizá más, observarla en movimiento. Compren-
der, por ejemplo, qué factores conducen (favorecen) o no a una mayor PP, o bien en
perspectiva distinta, interesa saber cuáles son las consecuencias observadas en la activi-
dad de los gobiernos y en la vida política del país que la mayor participación trae apareja-
das. Expresado en otros términos, en el primer caso la PP es explicada como efecto (va-
riable dependiente) de ciertos factores y procesos y, en el segundo, es observada como
si fuera la causa (variable independiente) eficiente de ciertos fenómenos (v.g., niveles de
respuesta del gobierno). La utilidad de ambas perspectiva no sólo es teórica, es decir,
para comprender mejor la PP, sino también práctica, o sea, sobre cómo organizarla para
tal o cual fin. Ello explica por qué en el debate se entremezclan no sólo argumentos de
tipo explicativo o técnico, sino también consideraciones de índole ético-filosófica. Si bien
ambos tipos de argumentos son analíticamente distinguibles, no siempre es fácil proceder
a su separación en concreto. En las próximas líneas se intentará hacerlo presentando en
apretado resumen seis vías de argumentación que, además de sus fundamentos valorati-
vos, tienden a razonar la PP en términos de su utilidad para los procesos de gobierno y
autodirección de la sociedad.

Argumentaciones en torno a la PP
Entre los argumentos que pretenden demostrar que la mayor participación mejora
los mecanismos de gobierno se destacan:
a) Aquellos que la conciben como el canal o proceso más eficaz a través del cual
los distintos sectores de la población dan a conocer sus preferencias al gobierno (en
términos de metas, prioridades y recursos a invertir). De esta manera, éste se hallará me-
jor informado para diseñar el rumbo general de su gestión. Se logra así gobiernos más
“responsables” y eficientes, y por lo tanto, con mayores probabilidades de legitimación.
b) Otros la conciben como una fuente de satisfacción personal y de satisfacción
con el gobierno y/o el sistema político. En efecto, participar en los procesos de adopción
de decisiones alimenta la conciencia y sentido de pertenencia y eficacia del participante,
aun cuando sus preferencias no fueran satisfechas. Asimismo, se deriva una función
educativa de gran importancia. Participando se desarrollan las virtudes cívicas necesarias
para la vida política, se aprenden sus “técnicas” correspondientes y se refuerzan las ca-
pacidades de autoorganización. Por lo tanto, el pueblo estará en condiciones más robus-
tas para exigir y controlar a las autoridades, y éstas deberán guardar mayor fidelidad a la
voluntad popular. Simultáneamente, la propia capacidad de organización de la comunidad
refuerza sus capacidades para gestionar con autonomía los propios intereses, alivianan-
do las tareas del gobierno.
c) La participación política también es conceptualizada como herramienta funda-
mental para promover la propia dignidad y el estilo de vida que se anhela concretar en la
sociedad. Si la política es omnipresente, y si de ella pueden desprenderse oportunidades
pero también amenazas, la presencia atenta y activa de cada uno es necesaria para,
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cuanto menos, evitar que otros promuevan valores contrarios, y en lo más, para proyectar
al resto nuestros ideales.
Sin embargo, desde otros ángulos no se comparte el optimismo de estas postu-
ras o se duda de la plena vigencia de sus razonamientos.
d) Así, para algunos la PP ampliada puede constituirse en un obstáculo para la
promoción de los intereses sociales de largo plazo. El punto de partida es suponer al
hombre común insuficientemente hábil para calcular bien las consecuencias profundas de
sus actuales opciones políticas. Es más, este hombre prefiere escoger aquellas que pro-
curen beneficios ahora aun cuando puedan reportar eventuales perjuicios futuros. Admitir
entonces la participación de estos sectores es aprisionar a las autoridades en demandas
irresponsables, insensatas, caprichosas y cortoplacistas. Las tendencias participativas (y,
por ello, demagógicas) hipotecan el futuro de la sociedad y perjudican incluso a sus teóri-
cos beneficiarios. De allí que estas posturas suelan deslizarse hacia el “gobierno de los
mejores” y al reclamo de “educar al soberano”.
e) Para otros que impulsan cambios radicales en la sociedad, una mayor PP, in-
genua y prematura (sobre todo en las primeras fases del proceso de cambio), puede
conspirar contra la obtención de los auténticos objetivos revolucionarios. Ello es conse-
cuencia de razonar a los sectores “dominados” a los que se busca movilizar, como de-
pendientes no sólo en términos político-económicos, sino además ideológico-culturales.
Ampliar la PP de los sectores explotados haría peligrar la correcta direccionalidad del
proceso revolucionario, pues existiría el riesgo de que buscaran valores y objetivos difun-
didos e inculcados desde y a favor de los sectores dominantes y explotadores. En este
sentido, surge la necesidad de una presencia activa y activante de minorías organizadas
que, en posesión de las herramientas de análisis “científico” de la realidad, conduzcan a
los demás en la dirección correcta. Convergentemente, se hacen necesarios procesos de
pedagogía popular que faciliten la concientización de los explotados.
f) Una tercera línea argumental se desprende de los estudios empíricos de la
cuestión más que de las exigencias políticas o doctrinarias de ciertas posturas. Estas in-
vestigaciones han venido constatando niveles “insuficientes” de participación del ciudada-
no medio. Más aún, verifican intensidades desiguales que conducen a alertar sobre cier-
tas tendencias “naturales” del funcionamiento del sistema político. En efecto, la participa-
ción desigual de algunos puede ser usada para reforzar sus ventajas sociales aumentan-
do así los índices de desigualdad existentes. Más que abogar a favor o en contra de una
mayor PP, estas investigaciones hacen exigible el examen cuidadoso de las formas y
condiciones bajo las cuales se operan los procesos de movilización política.
Es sabido que en todas las sociedades hay personas o grupos que participan en
política, que en algunas sociedades estas personas son más que otras, y además que
algunas de éstas lo hacen más intensamente. ¿Qué es lo que conduce a su mayor PP?
¿Son las características de estos individuos? ¿Son las de los grupos o clases a las que
pertenecen? Ambas explicaciones (individual o grupal) colaboran en la respuesta a la
cuestión. Aunque es probable que las características de la posición que ocupa un grupo
sean las que lo predispongan y motiven a una mayor participación, también es cierto que
las características de algunos de sus miembros son las que explican su mayor compromi-
so y activismo.
Participar es un acto voluntario y “oneroso” porque requiere poner en juego cier-
tos recursos, por ejemplo, tiempo o esfuerzos. No basta sólo con tener derecho a partici-
par, hay que desarrollar además las capacidades efectivas para ejercerlo. En todo proce-
so, controlar ciertos recursos otorga ventajas. Quienes estén en esas condiciones verán
premiados sus esfuerzos con mayor probabilidad. Por eso, en general, puede afirmarse la
estrecha correlación entre quienes se ubican mejor en la estructura social y la mayor PP.
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Adicionalmente este vínculo sería explicable por el mayor interés en mantener las venta-
jas y el mayor sentido de eficacia política corroborado por el “éxito en la vida”. Esta gene-
ralidad, no obstante, debe ser visualizada como tendencia “inercial” o probabilística, pues
hay fórmulas institucionales, mecanismos ideológicos y métodos o técnicas políticas para
atenuarla o corregirla.
Lo que sí puede retenerse como conclusión es que, en toda sociedad, los secto-
res más activos de la población no suelen ser una muestra “representativa” del conjunto.
Ello apareja la sobre (o sub) representación de algunos sectores, lo cual en su momento
influirá en los estilos de hacer política, en las demandas que serán mejor atendidas y, en
consecuencia, en el tipo y orientación de las respuestas que darán las autoridades. Esta
sobre/subrepresentación también afecta reforzando, y se ve afectada por, los procesos,
canales o instituciones en los que se opera el reclutamiento político. Parece razonable
afirmar que los individuos y/o grupos más activos tendrán mayores posibilidades de acce-
so a posiciones políticas aventajadas, y esta circunstancia ayudará a reforzar sus posi-
ciones dentro de la sociedad y a controlar mejor las sucesivas selecciones de autorida-
des.
La mención a la sobre/subrepresentación requiere clarificar brevemente los varia-
dos sentidos atribuidos a esta última noción.

Representación
En efecto, la “representación política” configura otro de los fenómenos políticos
más importantes del cual se han ofrecido variadas interpretaciones. En general, represen-
tar a alguien es hacerlo presente en un ámbito del cual está ausente. En términos políti-
cos, representar a alguien es estar autorizado a tomar decisiones en su nombre, de modo
tal que, al decidir el representante, es como si decidiera el representado. Esta especie de
sustitución de un actor por otro puede ser concebida de distintas maneras y con diferen-
tes alcances.
En primer lugar, importa que el representante haga aquello que coincida con las
preferencias de sus representados (afinidad sustancial). Para tal fin éstos deben poder
escoger a sus representantes (aunque para garantizar esta afinidad ello no sea estricta-
mente necesario) y eventualmente reemplazarlos cuando no satisfagan al mandato otor-
gado. Surge así, en tercer término, la obligación del representante de dar cuenta de lo
que hace, con lo que sus representados pueden valorar y controlar sus actividades. Esta
responsabilidad puede tener un carácter personal o directo, es decir, de alguien en parti-
cular frente a otros particulares por la que se ha comprometido a realizar ciertas activida-
des específicas (responsabilidad “dependiente”). O bien puede tener un carácter funcional
(o “independiente”) por el que el representante se compromete a ser recto y eficaz en su
tarea de representación reservándose cierta libertad de maniobra para poder ejecutarla.
Estos dos caracteres se manifiestan en la doble exigencia habitual que todo gobierno de-
be afrontar, ya que, por un lado, debe responder a sus bases sociales de apoyo (respon-
sabilidad “personal”) y, simultáneamente por el otro, ser competente en tanto represen-
tante y garante del interés general o público.
Existen tres o cuatro sistemas básicos de representación que en la realidad pue-
den aparecer combinados. Importa conocerlos, al menos en general, pues sobre ellos se
han diseñado buena parte de las instituciones políticas de la actualidad.
En la llamada “teoría del mandato imperativo”, el representante es concebido, es-
trictamente hablando, como un delegado, sujeto a las instrucciones precisas de sus re-
presentados que conservan la facultad de revocarlo cuando lo estimen conveniente.
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En la “teoría del mandato libre”, el representante es investido de una autoridad


irrevocable durante cierto lapso para que ejerza la defensa y promoción de sus represen-
tados según su buen saber y entender.
La tercera variante es la denominada representación “por afinidad”, en la que el
representante es alguien que comparte rasgos típicos o características distintivas de sus
representados (v. gr., profesión, religión, clase social). En este sentido fue utilizado el
término cuando se refiriera en un párrafo anterior la relativa no representatividad de los
sectores más activos frente al conjunto de la población.
Existe una cuarta variante denominada “simbólica”, en la que el representante
encarna e identifica a una colectividad (v. gr., la Corona española).
Ya se ha apuntado que las tendencias a la sobrerrepresentación de los grupos
más activos eran claves para explicar los procesos de reclutamiento político. Pero tam-
bién se ha señalado que estas tendencias pueden ser alimentadas o alteradas por ciertas
restricciones que facilitan o dificultan dicha participación. Dos de estos mecanismos co-
rrectores pueden ser mencionados: los dispositivos institucionales y las ideologías. En el
primer caso, estas instituciones obligan a ciertas conductas que diluyen el impacto de la
posesión de ciertos recursos concentrados en los grupos más activos. Por ejemplo, el
voto secreto y obligatorio disminuye el impacto político de la posesión de dinero o de una
mayor educación (en el cuarto oscuro cada cual vale un voto). En otro plano convendrá
retener la importancia de los Partidos y de las Asociaciones Intermedias. Por ejemplo, si
los canales de PP estuvieran controlados por estas instituciones, el estar afiliado a ellas
potencia más las posibilidades de influir en la cuestión política que poseer otro tipo de
recursos. Si estas organizaciones extraen sus afiliados de los estratos populares, se de-
duce que su mayor presencia en la escena política alterará las tendencias apuntadas.
En segundo término se debe mencionar a las “ideologías”, pues pueden actuar
como estimulantes motivacionales de personas y grupos. Al contribuir a la conciencia de
los intereses comunes, al facilitar la identificación de amigos y adversarios, al justificar las
preferencias del grupo, sientan las bases para la organización política efectiva y colabo-
ran para lograr una mayor probabilidad de acción eficaz.

Niveles de respuesta
En vinculación a esto último, pasemos a focalizar las consecuencias de la PP
como instrumento de la sociedad para comunicar y/o presionar por sus preferencias.
¿Cuáles de éstas llegan al gobierno? ¿Con qué fuerza y efectividad? ¿Cuál es el grado
de respuesta que obtienen? Preguntas en apariencia sencillas pero a las que todavía no
se les ha dado respuesta totalmente concluyente.
Se ha visto la diferencia “representativa” entre los más activos y el conjunto de la
sociedad, además de las tendencias a la desigualdad. Se plantea asimismo un problema
adicional referido al grado de claridad en la transmisión de las preferencias que hace el
conjunto cuando éstas atraviesan el “filtro” de los niveles más activistas. Más allá de la
sospecha sobre si éstos sólo actúan a su favor o con independencia y desprecio de los
intereses de los demás, se hace evidente el problema básico de la traducción de las de-
mandas del conjunto por parte de estos niveles intermedios. A medida que el proceso de
formulación, combinación, agregación y presentación de las demandas avanza hacia las
autoridades, la cantidad y fidelidad se va reduciendo necesariamente. Por eso muchas
veces, más allá de las orientaciones a favor o en contra que pudieran tener los gobiernos
hacia los sectores menos activos, las tendencias a su subrepresentación contribuyen a
que les den menores niveles de respuesta.
13

GOBIERNO
Sectores muy activos

Sectores moderadamente
activos

Sectores menos activos

¿Qué características globales pueden describirse en relación al tipo de respuesta


que dan los gobiernos a los distintos sectores sociales caracterizados por sus volúmenes
e intensidades de PP diferentes?
Si bien las investigaciones no son concluyentes, la configuración que se presenta
en el próximo gráfico parece ser la más habitual.

Porcentaje de coincidencia
entre las respuestas del
Gobierno y las demandas
de la Ciudadanía

Niveles de P.P.
MUY BAJA BAJA ALTA MUY
ALTA

Es cierto que la mayor PP trae aparejada una mayor respuesta gubernamental,


pero esta relación no es rectilínea. En efecto, sociedades con muy baja PP y estructuras
sociales sencillas, en las que el gobierno mantiene contacto cercano con la población,
reciben proporcionalmente mayor respuesta y satisfacción. Es evidente que en este esta-
dio la cantidad y complejidad de los reclamos son bajas. Estos últimos tenderán a aumen-
tar con la creciente movilidad social, complicando la capacidad simple del gobierno para
atenderlos. Esta creciente insatisfacción promoverá la aparición de líderes y grupos con-
testatarios que, al principio, serán pocos y por lo tanto ignorables. Esto provocará intensi-
dad creciente en la protesta, forzando respuestas represivas del gobierno tendientes a
controlar las actividades de estos grupos promotores y el ritmo de este proceso. Se re-
fuerza de esta forma la percepción de respuestas insatisfactorias del gobierno, aceleran-
do los mecanismos aludidos. Por esta vía, o por la flexibilización o recambio del sistema,
los gobiernos se van viendo forzados a aumentar crecientemente sus niveles de respues-
ta. No debe escaparse que esta es una tendencia general y a largo plazo. El siguiente
gráfico descompone esta tendencia por sectores sociales diferenciados por su activismo.
14

Sectores muy activos

Sectores
moderados
Porcentaje de coincidencia
entre las respuestas del
Gobierno y las demandas Sectores
de la Ciudadanía poco activos

Niveles de P.P.
MUY BAJA BAJA ALTA MUY
ALTA

Se hace patente la desigualdad en los niveles de respuesta. Los sectores más


activos tienden a lograr niveles de satisfacción más altos y crecientes hasta un punto de
saturación de sus preferencias (o hasta donde el gobierno deja de ser la fuente principal
de su obtención). Los sectores moderados presentan un comportamiento más abrupto.
La tendencia a mejorar su situación intermedia relativa aumenta la probabilidad de que
los líderes contestatarios surjan de este sector. Ello explicaría por qué, en un primer mo-
mento de la movilización, el conjunto de sus preferencias sea relativamente más des-
atendidas y sufran mayor represión. No debe obviarse que sus demandas serán relativa-
mente complejas para gobiernos que gastan preponderantemente sus recursos en aten-
der a los sectores anteriores. El restante sector presenta una “curva” de menor pendiente.
Sus menores reclamos y/o su mayor simplicidad facilitan al gobierno simultáneamente: 1)
mantener niveles de respuesta elementales o de pequeña concesión (entre otras cosas,
evitando alianzas con el segundo sector) y 2) haciendo más costosa su PP, con lo que
lentifica el ritmo de movilización. De todas formas, el nivel de respuesta a estos sectores
en sociedades muy participativas es mayor que el correspondiente en sociedades menos
participativas.
No hay duda de la incidencia recíproca entre la estructura socioeconómica y la vi-
da política, pero no hay tanta coincidencia en cuanto a los detalles o explicaciones sobre
cómo se produce en realidad. Ello se entiende mejor si se observa que el sistema político
agrupa los procesos e instancias por medio de los cuales se efectúan distribuciones auto-
rizadas de valores en disputa en nombre de toda la sociedad. La apelación de los grupos
sociales a instancias de decisión y adjudicación de valores con pretensión a tener la “últi-
ma palabra” al respecto (e inclusive reduciendo resistencias con el ejercicio o amenaza
de violencia) deriva de los conflictos que mantienen por sus diferentes ubicaciones en la
sociedad. En tal sentido, el sistema político es organizado para enfrentar esta “necesidad”
(tensión) social sin provocar el desgarro de la sociedad (secesión, guerra civil, etc.). En el
próximo gráfico se esquematizan las instancias de un complejo y apasionante proceso del
que aquí sólo hemos esbozado algunas cuestiones pertinentes:
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MOMENTOS
CUESTIONES/DIMENSIONES

Estructura social y ecológica Seccionalismo político

Conciencia y organización sociopolítica Constitución/movilización de actores políticos


(grupos/asociaciones/ partidos/ movimientos)
Opinión pública/Ideologías

Movilización y presión sobre Gobierno Participación Política /Representación

Procesamiento gubernamental de exi- Relaciones Gobierno-Oposición


gencias, solicitudes y apoyos Democracia-Autoritarismo

Respuestas Políticas Responsividad/Legitimidad


Desarrollo político

Las características socioculturales de la comunidad afectan las modalidades y los


contenidos de las relaciones de convivencia. Sobre esta base (a la que se deberían aña-
dir los condicionantes del marco geográfico) los grupos se van constituyendo como acto-
res “políticos”, buscando una representación y participación política ante/y en los ámbitos
de decisión social con capacidad para imponer soluciones efectivas y globales de última
instancia. En esta etapa cobran particular significación la apertura o cerrazón de estos
ámbitos y las reglas de juego con que operan sus mecanismos de decisión (democra-
cia/autoritarismo como eje importante para su diseño en relaciones gobierno-oposición
como contexto para su operación). Las respuestas a estas demandas (y también a los
propios grupos sociales de apoyo) configuran y cierran el circuito presentado. Cada una
de estas respuestas puede orientarse a, o analizarse desde, las instancias anteriores (por
ejemplo, cómo alteran la estructura social, la conciencia o los marcos de organización
política de los actores, los ritmos e intensidades de la movilización y presión sobre el pro-
pio gobierno, etc.).
En las líneas presentadas sólo se han rozado algunas dimensiones. Importó no
sólo llamar la atención sobre las “grandes” fuerzas sociopolíticas y económicas que ali-
mentan o debilitan la PP. También interesó ayudar a empezar a comprender las formas y
elementos “específicos” por los que individuos y grupos no involucrados “profesionalmen-
te” en política se movilizan y activan. En general se ha podido visualizar que, en el largo
plazo, la mayor PP es favorecida por ciertos niveles de desarrollo económico-social, aun-
que ello no es uniforme, ni lineal ni mecánico.
16

La búsqueda de una mayor PP de los hombres, y en especial de los sectores


más postergados de la sociedad, no puede ignorar ciertas tendencias “estructurales” si
quiere ser efectiva. En esta búsqueda se podría apelar a los más favorecidos para que
disminuyan, posterguen o aun renuncien a sus ventajas y niveles de vida (por ejemplo,
mediante invocaciones “ideológicas” o apelaciones a sus “intereses de largo plazo” o me-
diante “negociaciones” que los dividan en sectores contrapuestos), o bien se podría utili-
zar la represión (lo que obliga a “militarizar” la política sobre la base de fuerzas armadas
leales y eficaces). Pero también se puede, alternativa o convergentemente a las vías an-
teriores, movilizar y ayudar a los más desfavorecidos a organizarse y participar con efica-
cia en la vida política de sus comunidades balanceando y superando la fuerza política de
sus adversarios. Cualquiera sea la postura personal escogida, la Ciencia Política preten-
de colaborar en la comprensión objetiva de estas tendencias y factores explicativos. Las
reflexiones ofrecidas han apuntado en esa dirección.

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