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Cuestiones Significativas en Torno A La Participación Política - Eduardo SALAS
Cuestiones Significativas en Torno A La Participación Política - Eduardo SALAS
*Argumentos explicativos del interés o del desinterés de las personas con la política. Ex-
plicaciones que llevan a algunos a buscar más el poder y/o obtenerlo.
Eduardo A. SALAS
Introducción
ES probable que, a lo largo de la historia de la humanidad, los hombres experi-
mentaran en su propia vida el impacto de un buen o mal gobierno. Pero la conciencia ac-
tiva sobre sus derechos y pretensiones a ejercer control sobre el mismo es relativamente
próxima en el tiempo.
El vínculo entre Pueblo y Gobierno es clave en la existencia política de cualquier
país, independientemente de su régimen u orientación ideológica. En los próximos párra-
fos se esbozan algunas de las dimensiones constitutivas de dicho vínculo, trazando un
boceto general de ciertas cuestiones y problemas más trascendentes. Los interrogantes
en la materia son muchos y diversos. ¿Cuáles son las relaciones entre las características
socioculturales y económicas de una comunidad y su vida política? ¿Cómo se relacionan
los habitantes con sus gobernantes y con qué intensidad? ¿De qué maneras participan
de/sobre la actividad del gobierno para que ésta sea acorde con sus preferencias?
¿Cómo se refleja en las orientaciones del gobierno la presencia (o ausencia) de la partici-
pación popular? Interrogantes todos que convocan, y exigen, el planteo de numerosas
cuestiones teóricas y prácticas. Ahora bien, sin pretender abordarlas todas, ni en su vasta
profundidad, se ha de configurar una exposición básica articulada alrededor del concepto
de “participación política”. En su debido momento se desprenderán temas y cuestiones
relacionadas cuya importancia y análisis sólo se podrán mencionar en un espacio tan
breve como éste.
Definición
“Participación política” (en adelante PP) designa al conjunto de actividades des-
plegadas por los ciudadanos para incidir en la composición y/o en las actividades deciso-
ras del gobierno.
La simpleza de esta definición requiere, no obstante, hacer explícitos los límites
que establece. En este sentido, esta definición es un instrumento de trabajo y, por lo tan-
to, sus delimitaciones son convencionales. En primer lugar, refiere a comportamientos
observados (actividades) de individuos o grupos de individuos, y no sólo a sus actitudes,
intenciones u opiniones. Estos elementos son sumamente importantes, pero ahora inter-
esa resaltar más los aspectos conductuales exteriorizados en acciones políticas concre-
tas, sean éstas exitosas o no.
En segundo lugar, identifica ciudadanos (personal o grupalmente considerados)
para distinguirlos de aquellos a los que se podría denominar “políticos profesionales” (di-
rigentes, funcionarios, candidatos de partidos políticos, personal de gobierno, altos fun-
cionarios de la administración pública, etc.). Es decir, la definición focaliza en el grueso de
la población y no en aquellos que viven para o de la política.
1
Texto preparado especialmente para el uso de la cátedra de Ciencia Política del Ciclo Básico
Común -U.B.A.- a cargo del Lic. Eduardo A. Salas, en “Materiales teóricos para la comprensión de
algunos aspectos significativos de la dimensión política de la sociedad”, EUDEBA, Edición Preli-
minar, Mayo de 1999, ISBN 950-23-0932-4.
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información, etc.), y estos costos pueden no verse compensados por los eventuales be-
neficios a obtener.
Son estas cuatro dimensiones las que en buena medida permiten caracterizar a
las distintas maneras de participar, y explicar en alto grado ciertos fenómenos políticos
asociados a ellas. En última instancia, importa reducir la ubicación de una actividad parti-
cipativa a un plano configurado: 1) por la proporción de actores intervinientes (extensión)
y 2) por las intensidades relativas de sus comportamientos. El espacio así definido no es
igualmente denso, pues ambos aspectos suelen relacionarse en forma inversa (es decir,
mucha más gente participa en actividades de poca intensidad que al contrario). Por ejem-
plo, es más probable que (casi) todos los ciudadanos emitan su voto que muchos partici-
pen en las actividades de la campaña electoral.
INTENSIDAD
PROPORCIÓN DE ACTORES
Formas de participación
Las “maneras” de participar son tan variadas como la iniciativa y creatividad de
los actores lo permitan. Pero es frecuente agruparlas dentro de grandes tipos. Así, por
caso, se encuentran las llamadas:
a) Actividades electorales (como votar, asistir a una concentración, contribuir financiera-
mente, etc.).
b) Negociaciones (o regateos), tanto individual como grupalmente, con autoridades y/o
líderes políticos para promover apoyo u oposición a cierto proyecto legislativo o decisión
administrativa (por ejemplo, por la mala facturación del gas).
c) Actividades como miembro de una organización cuyos objetivos primarios sean promo-
ver intereses específicos (v. gr., grupos de interés, sindicatos, etc.) o amplios (v. gr., parti-
dos políticos).
d) Contactos individuales con las autoridades para obtener beneficios personales o gru-
pales.
e) Por último, actos de violencia física hacia personas o bienes (asesinatos, revueltas,
desórdenes, etc.). (Los motivos para recurrir a esta forma de PP exceden el marco de
este trabajo, pero no debe dejar de resaltarse la trascendencia de la cuestión.)
Cualquiera de estas formas o maneras de participar puede caer dentro o fuera de
la legalidad; por ejemplo, fraude electoral, coima, chantaje, intimidación, etc. El límite de
lo que es permitido por las leyes en vigencia es flexible, varía de una sociedad a otra y de
época en época. Esta variabilidad del marco legal evoca la importante relación entre la
evolución del Derecho y la evolución política de los pueblos. En cuanto a la primera, una
larga y variada historia viene mostrando el creciente reconocimiento jurídico de los dere-
chos asociados a la PP (por ejemplo, a la expresión sin censura, a la libre asociación, al
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voto, etc.). En cuanto a la segunda no hay duda que en los dos últimos siglos, y con es-
pecial intensidad en el presente, los pueblos han venido madurando formas creciente-
mente ampliadas de PP. Ambas evoluciones no siempre han marchado de manera con-
vergente ni al mismo ritmo. A veces el derecho pareció adelantarse a la conciencia o a las
posibilidades reales para su ejercicio en buena parte de la población. En otras tantas
más, ésta ha debido bregar por, y ejercer en los hechos, los derechos que el marco jurídi-
co político negaba o no reconocía. Razones de espacio obligan a dejar de lado el análisis
de estas alternativas. Queda también pendiente el trabajo de dar contenido específico a
la combinación entre los distintos tipos de actividad y los límites de la legalidad.
TIPOS DE MODALIDAD
ACTIVIDAD LEGAL ILEGAL
I
II
III
IV
V
CERCANOS A ALEJADOS DE
GRUPOS PAUTA GENERAL PAUTA GENERAL
PROTECTORES DE SECTORES
PROMOTORES DE OPINIONES
En tercer lugar, se podría intentar una muy apretada caracterización de los “parti-
dos políticos” en función de lo anterior, ya que su análisis pormenorizado excedería los
límites de este trabajo.
Los partidos políticos son “asociaciones” porque el agrupamiento de sus miem-
bros se articula alrededor de un propósito: alcanzar/conservar/utilizar el poder político pa-
ra realizar ciertas finalidades. Toda asociación, como ya se ha visto, puede ubicarse en
un espacio bidimensional: a) por un lado, si sus objetivos son “generales” (muchas cues-
tiones) o “muy específicos” (una sola cuestión), y b) por el otro, si está abierta a cualquier
persona o, más bien, si tiende a reclutar sólo a algunas.
Los partidos políticos, en cuanto “asociaciones”, oscilan en esas dimensiones
combinándolas de manera especial. En el próximo gráfico 2 se reproduce esquemáti-
camente el conjunto de ideas en juego:
AFILIACIÓN / cerrada
abierta
PERTENENCIA
De esta forma, un partido es una asociación que, por principio, admite adherentes
sin mayores obstáculos y tiende a intervenir en (casi) todo el espectro de temas que
hacen a la configuración de la sociedad. (Por eso en la gráfica el espacio para ellos deli-
mitado se ubica en el cruce de ambos ejes.) Por eso aparecen como instituciones que
combinan preferencias y reclamos de abajo hacia arriba (formulación de programas), co-
municando así no sólo distintos grupos dentro de su seno, sino a éstos con el gobierno y
con el resto de la sociedad.
Para lograr estos fines un requisito previo es su organización interna, lo que tien-
de a dotarlos de una eficacia política importante y, a veces, superior a otras formas de
agrupación (comunitaria o asociativa).
En síntesis de lo expresado hasta aquí: la pluridimensionalidad de la PP obligó a
reducir su observación a cuatro dimensiones componentes, y por lo tanto reconocibles en
todo acto participativo. Esta mayor delimitación simplifica el posicionamiento de estos ac-
tos en un plano bivariado. Luego se agruparon las distintas maneras de participar en cin-
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Extraído de Jean Blondel ‘Introducción al estudio comparativo de los Gobiernos’, Revista de Occidente,
Madrid, 1972, pág.126.
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Perspectivas de análisis
De esta forma se han ido analizando distintos elementos y cuestiones implicadas
en la noción de PP. Importa también, y quizá más, observarla en movimiento. Compren-
der, por ejemplo, qué factores conducen (favorecen) o no a una mayor PP, o bien en
perspectiva distinta, interesa saber cuáles son las consecuencias observadas en la activi-
dad de los gobiernos y en la vida política del país que la mayor participación trae apareja-
das. Expresado en otros términos, en el primer caso la PP es explicada como efecto (va-
riable dependiente) de ciertos factores y procesos y, en el segundo, es observada como
si fuera la causa (variable independiente) eficiente de ciertos fenómenos (v.g., niveles de
respuesta del gobierno). La utilidad de ambas perspectiva no sólo es teórica, es decir,
para comprender mejor la PP, sino también práctica, o sea, sobre cómo organizarla para
tal o cual fin. Ello explica por qué en el debate se entremezclan no sólo argumentos de
tipo explicativo o técnico, sino también consideraciones de índole ético-filosófica. Si bien
ambos tipos de argumentos son analíticamente distinguibles, no siempre es fácil proceder
a su separación en concreto. En las próximas líneas se intentará hacerlo presentando en
apretado resumen seis vías de argumentación que, además de sus fundamentos valorati-
vos, tienden a razonar la PP en términos de su utilidad para los procesos de gobierno y
autodirección de la sociedad.
Argumentaciones en torno a la PP
Entre los argumentos que pretenden demostrar que la mayor participación mejora
los mecanismos de gobierno se destacan:
a) Aquellos que la conciben como el canal o proceso más eficaz a través del cual
los distintos sectores de la población dan a conocer sus preferencias al gobierno (en
términos de metas, prioridades y recursos a invertir). De esta manera, éste se hallará me-
jor informado para diseñar el rumbo general de su gestión. Se logra así gobiernos más
“responsables” y eficientes, y por lo tanto, con mayores probabilidades de legitimación.
b) Otros la conciben como una fuente de satisfacción personal y de satisfacción
con el gobierno y/o el sistema político. En efecto, participar en los procesos de adopción
de decisiones alimenta la conciencia y sentido de pertenencia y eficacia del participante,
aun cuando sus preferencias no fueran satisfechas. Asimismo, se deriva una función
educativa de gran importancia. Participando se desarrollan las virtudes cívicas necesarias
para la vida política, se aprenden sus “técnicas” correspondientes y se refuerzan las ca-
pacidades de autoorganización. Por lo tanto, el pueblo estará en condiciones más robus-
tas para exigir y controlar a las autoridades, y éstas deberán guardar mayor fidelidad a la
voluntad popular. Simultáneamente, la propia capacidad de organización de la comunidad
refuerza sus capacidades para gestionar con autonomía los propios intereses, alivianan-
do las tareas del gobierno.
c) La participación política también es conceptualizada como herramienta funda-
mental para promover la propia dignidad y el estilo de vida que se anhela concretar en la
sociedad. Si la política es omnipresente, y si de ella pueden desprenderse oportunidades
pero también amenazas, la presencia atenta y activa de cada uno es necesaria para,
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cuanto menos, evitar que otros promuevan valores contrarios, y en lo más, para proyectar
al resto nuestros ideales.
Sin embargo, desde otros ángulos no se comparte el optimismo de estas postu-
ras o se duda de la plena vigencia de sus razonamientos.
d) Así, para algunos la PP ampliada puede constituirse en un obstáculo para la
promoción de los intereses sociales de largo plazo. El punto de partida es suponer al
hombre común insuficientemente hábil para calcular bien las consecuencias profundas de
sus actuales opciones políticas. Es más, este hombre prefiere escoger aquellas que pro-
curen beneficios ahora aun cuando puedan reportar eventuales perjuicios futuros. Admitir
entonces la participación de estos sectores es aprisionar a las autoridades en demandas
irresponsables, insensatas, caprichosas y cortoplacistas. Las tendencias participativas (y,
por ello, demagógicas) hipotecan el futuro de la sociedad y perjudican incluso a sus teóri-
cos beneficiarios. De allí que estas posturas suelan deslizarse hacia el “gobierno de los
mejores” y al reclamo de “educar al soberano”.
e) Para otros que impulsan cambios radicales en la sociedad, una mayor PP, in-
genua y prematura (sobre todo en las primeras fases del proceso de cambio), puede
conspirar contra la obtención de los auténticos objetivos revolucionarios. Ello es conse-
cuencia de razonar a los sectores “dominados” a los que se busca movilizar, como de-
pendientes no sólo en términos político-económicos, sino además ideológico-culturales.
Ampliar la PP de los sectores explotados haría peligrar la correcta direccionalidad del
proceso revolucionario, pues existiría el riesgo de que buscaran valores y objetivos difun-
didos e inculcados desde y a favor de los sectores dominantes y explotadores. En este
sentido, surge la necesidad de una presencia activa y activante de minorías organizadas
que, en posesión de las herramientas de análisis “científico” de la realidad, conduzcan a
los demás en la dirección correcta. Convergentemente, se hacen necesarios procesos de
pedagogía popular que faciliten la concientización de los explotados.
f) Una tercera línea argumental se desprende de los estudios empíricos de la
cuestión más que de las exigencias políticas o doctrinarias de ciertas posturas. Estas in-
vestigaciones han venido constatando niveles “insuficientes” de participación del ciudada-
no medio. Más aún, verifican intensidades desiguales que conducen a alertar sobre cier-
tas tendencias “naturales” del funcionamiento del sistema político. En efecto, la participa-
ción desigual de algunos puede ser usada para reforzar sus ventajas sociales aumentan-
do así los índices de desigualdad existentes. Más que abogar a favor o en contra de una
mayor PP, estas investigaciones hacen exigible el examen cuidadoso de las formas y
condiciones bajo las cuales se operan los procesos de movilización política.
Es sabido que en todas las sociedades hay personas o grupos que participan en
política, que en algunas sociedades estas personas son más que otras, y además que
algunas de éstas lo hacen más intensamente. ¿Qué es lo que conduce a su mayor PP?
¿Son las características de estos individuos? ¿Son las de los grupos o clases a las que
pertenecen? Ambas explicaciones (individual o grupal) colaboran en la respuesta a la
cuestión. Aunque es probable que las características de la posición que ocupa un grupo
sean las que lo predispongan y motiven a una mayor participación, también es cierto que
las características de algunos de sus miembros son las que explican su mayor compromi-
so y activismo.
Participar es un acto voluntario y “oneroso” porque requiere poner en juego cier-
tos recursos, por ejemplo, tiempo o esfuerzos. No basta sólo con tener derecho a partici-
par, hay que desarrollar además las capacidades efectivas para ejercerlo. En todo proce-
so, controlar ciertos recursos otorga ventajas. Quienes estén en esas condiciones verán
premiados sus esfuerzos con mayor probabilidad. Por eso, en general, puede afirmarse la
estrecha correlación entre quienes se ubican mejor en la estructura social y la mayor PP.
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Adicionalmente este vínculo sería explicable por el mayor interés en mantener las venta-
jas y el mayor sentido de eficacia política corroborado por el “éxito en la vida”. Esta gene-
ralidad, no obstante, debe ser visualizada como tendencia “inercial” o probabilística, pues
hay fórmulas institucionales, mecanismos ideológicos y métodos o técnicas políticas para
atenuarla o corregirla.
Lo que sí puede retenerse como conclusión es que, en toda sociedad, los secto-
res más activos de la población no suelen ser una muestra “representativa” del conjunto.
Ello apareja la sobre (o sub) representación de algunos sectores, lo cual en su momento
influirá en los estilos de hacer política, en las demandas que serán mejor atendidas y, en
consecuencia, en el tipo y orientación de las respuestas que darán las autoridades. Esta
sobre/subrepresentación también afecta reforzando, y se ve afectada por, los procesos,
canales o instituciones en los que se opera el reclutamiento político. Parece razonable
afirmar que los individuos y/o grupos más activos tendrán mayores posibilidades de acce-
so a posiciones políticas aventajadas, y esta circunstancia ayudará a reforzar sus posi-
ciones dentro de la sociedad y a controlar mejor las sucesivas selecciones de autorida-
des.
La mención a la sobre/subrepresentación requiere clarificar brevemente los varia-
dos sentidos atribuidos a esta última noción.
Representación
En efecto, la “representación política” configura otro de los fenómenos políticos
más importantes del cual se han ofrecido variadas interpretaciones. En general, represen-
tar a alguien es hacerlo presente en un ámbito del cual está ausente. En términos políti-
cos, representar a alguien es estar autorizado a tomar decisiones en su nombre, de modo
tal que, al decidir el representante, es como si decidiera el representado. Esta especie de
sustitución de un actor por otro puede ser concebida de distintas maneras y con diferen-
tes alcances.
En primer lugar, importa que el representante haga aquello que coincida con las
preferencias de sus representados (afinidad sustancial). Para tal fin éstos deben poder
escoger a sus representantes (aunque para garantizar esta afinidad ello no sea estricta-
mente necesario) y eventualmente reemplazarlos cuando no satisfagan al mandato otor-
gado. Surge así, en tercer término, la obligación del representante de dar cuenta de lo
que hace, con lo que sus representados pueden valorar y controlar sus actividades. Esta
responsabilidad puede tener un carácter personal o directo, es decir, de alguien en parti-
cular frente a otros particulares por la que se ha comprometido a realizar ciertas activida-
des específicas (responsabilidad “dependiente”). O bien puede tener un carácter funcional
(o “independiente”) por el que el representante se compromete a ser recto y eficaz en su
tarea de representación reservándose cierta libertad de maniobra para poder ejecutarla.
Estos dos caracteres se manifiestan en la doble exigencia habitual que todo gobierno de-
be afrontar, ya que, por un lado, debe responder a sus bases sociales de apoyo (respon-
sabilidad “personal”) y, simultáneamente por el otro, ser competente en tanto represen-
tante y garante del interés general o público.
Existen tres o cuatro sistemas básicos de representación que en la realidad pue-
den aparecer combinados. Importa conocerlos, al menos en general, pues sobre ellos se
han diseñado buena parte de las instituciones políticas de la actualidad.
En la llamada “teoría del mandato imperativo”, el representante es concebido, es-
trictamente hablando, como un delegado, sujeto a las instrucciones precisas de sus re-
presentados que conservan la facultad de revocarlo cuando lo estimen conveniente.
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Niveles de respuesta
En vinculación a esto último, pasemos a focalizar las consecuencias de la PP
como instrumento de la sociedad para comunicar y/o presionar por sus preferencias.
¿Cuáles de éstas llegan al gobierno? ¿Con qué fuerza y efectividad? ¿Cuál es el grado
de respuesta que obtienen? Preguntas en apariencia sencillas pero a las que todavía no
se les ha dado respuesta totalmente concluyente.
Se ha visto la diferencia “representativa” entre los más activos y el conjunto de la
sociedad, además de las tendencias a la desigualdad. Se plantea asimismo un problema
adicional referido al grado de claridad en la transmisión de las preferencias que hace el
conjunto cuando éstas atraviesan el “filtro” de los niveles más activistas. Más allá de la
sospecha sobre si éstos sólo actúan a su favor o con independencia y desprecio de los
intereses de los demás, se hace evidente el problema básico de la traducción de las de-
mandas del conjunto por parte de estos niveles intermedios. A medida que el proceso de
formulación, combinación, agregación y presentación de las demandas avanza hacia las
autoridades, la cantidad y fidelidad se va reduciendo necesariamente. Por eso muchas
veces, más allá de las orientaciones a favor o en contra que pudieran tener los gobiernos
hacia los sectores menos activos, las tendencias a su subrepresentación contribuyen a
que les den menores niveles de respuesta.
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GOBIERNO
Sectores muy activos
Sectores moderadamente
activos
Porcentaje de coincidencia
entre las respuestas del
Gobierno y las demandas
de la Ciudadanía
Niveles de P.P.
MUY BAJA BAJA ALTA MUY
ALTA
Sectores
moderados
Porcentaje de coincidencia
entre las respuestas del
Gobierno y las demandas Sectores
de la Ciudadanía poco activos
Niveles de P.P.
MUY BAJA BAJA ALTA MUY
ALTA
MOMENTOS
CUESTIONES/DIMENSIONES