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Turín. Giorgio Pisano se cruzó alguna vez con Vittorio Foa y le dijo: "Combatimos en
frentes opuestos, cada quien con honor, ahora podemos darnos la mano". Foa le
contestó: ‘Es cierto, nosotros ganamos y tú te convertiste en senador; si hubieras ganado
tú, yo aún estaría en la cárcel [Giorgio Pisano fue un militante fascista; Vittorio Foa
pasó ocho años en las cárceles de Mussolini. N. de laR.]. Piense en ello. Reflexione por
un momento."
Bobbio sonríe pensando en sus noventa años. Es la edad de la distancia. Tenía trece
cuando Benito Mussolini llegó a Roma para entregar a Vittorio Emanuele la Italia de
Vittorio Veneto. "Él tenía treinta y nueve años. Sabemos todo del antifascismo de
nuestros padres, pero no sabemos nada del fascismo que precedió a su antifascismo."
"Le diré algo que tal vez pueda parecer demasiado fuerte." Hace una pausa. "¿Me
pregunta por qué hasta hoy no hemos hablado de nuestro fascismo? Pues porque nos a-
ver-gon-zá-ba-mos." Otra pausa y luego vuelve a silabear. "Nos a-ver-gon-zá-ba-mos
porque era cómodo actuar así. Pasar como fascista entre los fascistas y como antifascista
entre los antifascistas. O bien, y lo digo para suponer una interpretación más benévola,
era un desdoblamiento apenas consciente entre el mundo cotidiano de mi familia
fascista y el mundo cultural antifascista. Un desdoblamiento entre mi ser político y mi
ser cultural. Vivía mi pasión por la filosofía del derecho, seguía a mi maestro Gioele
Solari, intachable antifascista. Me reunía con Piero Martinetti cuando ocupaba el puesto
de secretario de redacción en la Revista de Filosofía. Frecuentaba las tertulias
antifascistas y participaba en la Fundación Einaudi en 1933. En fin, no hacía caso de
aquel fascismo progresivo que satisfacía las ambiciones de orden reclamadas por la
vieja derecha liberal."
"La pregunta que usted me hace, ‘¿qué fue entonces el fascismo?’, ¿fue fascismo el de
muchos intelectuales y políticos que después se hicieron antifascistas?, sólo tiene una
respuesta: sí y no. Sí y no porque la República fue fundada por personajes ajenos al
fascismo, como por ejemplo Leo Valiani. La pregunta puede hacernos pensar que el
pasaje por el fascismo fue un pasaje obligado. Yo también me lo pregunté. Diría que no.
Finalmente hubo un fascismo previo y un fascismo posterior, digo un lugar común, lo sé
muy bien. Leí recientemente un artículo de Indro Montanelli en el que explica
perfectamente cómo en realidad el fascismo se volvió otra cosa sobre la marcha. Hubo
dos fascismos, uno de derecha y uno de izquierda. El de los liberales y el de los
aventureros. En mi opinión, la diferencia entre el fascismo de los jóvenes y el fascismo
de los viejos se reduce a lo siguiente: el de los primeros (si podemos usar esta palabra)
fue revolucionario; el de los padres, en cambio, instrumental. Estos últimos sólo querían
el orden, los otros un orden nuevo. Hay que remontarse a 1932, el punto culminante de
ese fascismo primitivo, el fin del decenio que festeja la primacía de Italia en la travesía
oceánica. El destino quiso que el año siguiente llegara a la escena Adolf Hitler, ante el
cual Mussolini, que era visto como un maestro, se volverá un sometido."
Ahora que la tarde ya acabó, Norberto Bobbio pregunta a su interlocutor: "Yo también
quisiera hacer una pregunta. Cuando dije que usted vendría, mis amigos, mis amigos de
mi círculo me advirtieron, ‘ése es un fascista’. ¿Me explica usted por qué es fascista?"
Profesor, confesión por confesión, yo no soy fascista. Soy otra cosa. He amado el
escándalo de quien juega como fascista en esta posguerra, porque ha sido la perspectiva
más inédita desde la cual pude hacer otra cosa, volverme otra persona, para leer y
estudiar en horizontes inaccesibles a otros. Lo confieso así, al gran estudioso, no a su
círculo.