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ZONAS DE VIDA

El Sistema de Zonas de Vida de Holdridge (en inglés, Holdridge Life Zones System) es un
proyecto para la clasificación de las diferentes áreas terrestres según su comportamiento
global bioclimático.

Holdridge hizo uso primero de un Sistema Simple para la Clasificación de las Formaciones
Vegetales del Mundo (1947), que luego amplió para cambiar el concepto de formaciones
vegetales por el de Zonas de Vida (1967), ya que sus unidades no sólo afectaban a la
vegetación sino también a los animales y, en general, cada zona de vida representa un
hábitat distintivo desde el punto de vista ecológico y, en consecuencia, un estilo de vida
diferente.

Holdridge, en 1967, definió el concepto zona de vida del siguiente modo: «Una zona de
vida es un grupo de asociaciones vegetales dentro de una división natural del clima, que
se hacen teniendo en cuenta las condiciones edáficas, las etapas de sucesión y que tienen
una fisonomía similar en cualquier parte del mundo». El sistema de Holdridge de zonas de
vida permite clasificar las diferentes áreas del mundo, desde el Ecuador hasta los polos
(regiones latitudinales) y desde el nivel del mar hasta las nieves perpetuas (pisos
altitudinales).

El objetivo final de la zonificación es el de determinar áreas donde las condiciones


ambientales sean similares, con el fin de agrupar y analizar las diferentes poblaciones y
comunidades bióticas, para así aprovechar mejor los recursos naturales sin deteriorarlos y
conservar el equilibrio ecológico.

Para determinar una zona de vida se debe obtener primero la temperatura media, la
precipitación total anual y la humedad, así como también disponer de la altitud del lugar y
hacer uso de un diagrama de clasificación de zonas de vida denominado Diagrama
Bioclimático. Las zonas se definen mediante límites progresivos del promedio de
precipitación anual y del promedio de la biotemperatura, donde la intercepción de estas
variables señala la pertenencia a un determinado hexágono, el cual identifica la zona de
vida correspondiente.

Panamá posee un total de 12 zonas de vida, de las 30 existentes en todo el mundo (40%).

Los bosques húmedo y muy húmedo tropical constituyen las zonas de vida más extendidas
en las tierras bajas de Panamá, abarcando aproximadamente el 62% (46,509 km2 ) de la
superficie total de la República, hasta una elevación aproximada de 400 a 600 msnm. Por
su parte, el bosque seco tropical y el seco premontano ocupan en su conjunto el 4.62% del
territorio, unos 3,460 km2. Ellos constituyen las zonas de vida más secas del país; se
localizó en las tierras bajas de la vertiente del Pacífico e incluyen a la península de Azuero,
considerada como la región más seca del país (región del Arco Seco).

Las zonas de vida correspondientes a los bosques húmedo premontano y muy húmedo
premontano abarcan el 20.62% (15,453 km2) del territorio nacional. Se les ubica por
encima de los 400 hasta 1,600 msnm. Por su parte, constituyéndose como las zonas de
vida con menor representación en el país, se encuentran el bosque muy húmedo montano
(0.007%) y el bosque húmedo montano bajo (0.04%) Las únicas áreas dentro de estas
zonas de vida en el país están localizadas en el macizo de Talamanca, cerro Picacho, volcán
Barú y en algunos parches de los cerros Santiago y Pando en la cordillera de Tabasará.

Las áreas clasificadas como bosque pluvial premontano, pluvial montano bajo y pluvial
montano, son todas demasiado húmedas y ocupan sitios muy empinados y edáficamente
empobrecidos para soportar agricultura, pastoreo y sólo en áreas muy limitadas, son
apropiadas para la producción forestal. Dichas tierras significan un valioso recurso
hidrológico e incluyen áreas de gran belleza escénica natural que deben ser aprovechadas
para el ecoturismo.

LA COBERTURA BOCOSA

La cobertura boscosa puede ser definida como el análisis y clasificación de los diferentes
tipos de coberturas y usos asociados que el ser humano practica en un área determinada.
Una recopilación precisa de esta información determinará la eficiencia en su uso.
En base a la superficie territorial de cada provincia, se registró que más del 90% de la
superficie de la Comarca Emberá-Wounaan estaba cubierta de bosque, siguiéndole la
Comarca Kuna Yala (88.28%), y con más del 80% la provincia de Darién; en tanto, Bocas
del Toro mantenía alrededor del 75% de su territorio cubierto por cobertura boscosa. Las
provincias que mostraron superficies con cobertura boscosa muy bajas fueron Herrera y
Los Santos, con 4.37% y 5.6%, respectivamente.

Por otro lado, según el total nacional de cobertura boscosa la provincia de Darién cubrió el
26.8% del país, Panamá el 15.4%, seguido de la Comarca Emberá-Wounaan y Ngöbe Buglé
con 10.88% y 10.2%, respectivamente. Mientras que las provincias de Herrera y Los Santos
registraron los porcentajes más bajos de cobertura boscosa, con 0.28% y 0.57%,
respectivamente.

En 1992, los bosques maduros representaban el 90.7% de la cobertura boscosa, los


manglares el 4.9%, el bosque secundario maduro el 1.9%, los bosques inundables mixtos
1.2% y los cativales 1.1%. En términos de superficie (km2 ) de cada una de las categorías
que constituyen la cobertura boscosa, se registraron a nivel nacional las siguientes
superficies: bosques maduros = 33,520.72 km2 (44.7%), manglares = 1,817.73 km2
(2.42%) y bosques secundarios = 455.55 km2 (0.61%).

La cobertura boscosa del país para el año 2000 fue de 33,645.91 km² (3,364,591 ha), lo
que representa un 45% de la superficie total del país. De este total, las provincias que
mostraron mayor cantidad de bosques fueron: Darién, Panamá, Comarca
EmberáWounaan y Bocas del Toro, las cuales representaban el 50.2% de la cobertura
boscosa. De esta cobertura, las provincias que mostraron bajos porcentajes fueron: Los
Santos y Herrera, con 0.83% y 0.28%, respectivamente.

Las causas del deterioro del patrimonio boscoso del país son múltiples, obedecen a
procesos complejos, a menudo interrelacionados. En términos generales, la degradación y
el deterioro de los ecosistemas boscosos en Panamá responden a dos tipos de causas:
directas, que comprenden aquellas acciones, procesos de desarrollo y medidas de
políticas sectoriales que inciden directamente sobre los recursos boscosos y las
institucionales, que responden a modelos económicos y a los medios de que disponen las
instituciones para brindar una respuesta al problema de la destrucción de los bosques.

Aunque se conoce que la deforestación produce impactos sobre la calidad y disponibilidad


del agua, la biodiversidad y erosión del suelo, en la actualidad no se dispone de
información cuantitativa que indique en qué medida estos impactos son atribuibles a la
deforestación.

Según análisis realizados por la Comisión Interinstitucional sobre Deforestación, la


expansión de la frontera agrícola ha sido identificada como la principal causa de la
deforestación en Panamá. Por su parte, tanto el Informe de cobertura boscosa de, como
el Informe de cobertura boscosa y uso del suelo de la República de Panamá: 1992-2000,
indican que las áreas donde esto opera con mayor intensidad son Darién, Panamá Este,
Bocas del Toro, Coclé, Colón y el corredor transístmico. Este proceso expansivo ha sido
favorecido por las políticas de créditos blandos para estimular la actividad agropecuaria y
las políticas de titulación de tierras que fomentaron la transformación del bosque en
cultivos agrícolas y pastizales. Sin embargo, es preciso considerar que en el problema de la
deforestación subyacen causas sociales vinculadas a la pobreza, las migraciones y el
crecimiento demográfico.

La deforestación en Panamá se ha reducido considerablemente en este último periodo


debido a múltiples factores, tales como: fortalecimiento de la institucionalidad ambiental
y creación de instrumentos de gestión ambiental; creación de reservas naturales privadas;
mayor nivel de concienciación de la población; mayor participación de la empresa privada
con capital nacional e internacional; disminución de concesiones forestales; esfuerzos de
reforestación nacional a través del PNUMA; creación de nuevas áreas protegidas; creación
de nuevos programas de restauración de cuencas hidrográficas y exigencia de planes de
compensación ecológica a los proyectos de desarrollo.

Igualmente, se ha iniciado un proceso de armonización de las políticas de desarrollo


forestal para controlar y reducir la deforestación. Por lo que se promueve la gestión
forestal sostenible, que incluye agroforestería y manejo en áreas de amortiguamiento y
contribuye así a la reducción de la presión y el avance de la población sobre los bosques.

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