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FOCAD para División de Psicología Educativa

TECNOLOGÍA, REDES Y
ADOLESCENCIA: RIESGOS Y
ACTUACIONES ESPECÍFICAS
ANA LEÓN MEJÍA
Psicóloga Infanto-Juvenil

MAR GALLEGO MATELLÁN


Doctora y profesora adjunta del departamento de
psicología y biología del comportamiento de la
Universidad Internacional de La Rioja

ISSN 1989-3906
Contenido

DOCUMENTO BASE ........................................................................................... 3


Tecnología, redes y adolescencia: Riesgos y actuaciones específicas

FICHAS 1 ......................................................................................................... 32
Consejo General de la Psicología de España

Documento base.
Tecnología, redes y adolescencia: Riesgos y actuaciones
específicas
ÍNDICE
1. Introducción
2. Internet en cifras
3. Identificación de riesgos
Riesgo 1: Desarrollo de la personalidad en el mundo digital
Riesgo 2. Sexualidad online
Sexting
Sextorsión
Pornrevenge
Pornografía y atención sexual no deseada
Grooming
Discriminación sexual en Internet
Riesgo 3. Violencia online
Ciberacoso
Happy slapping
Cyberdating
Radicalización online
Sectas online
Juegos y retos violentos
Riesgo 4. Ciberengaño y desinformación
Phishing y smishing
Descarga accidental de programa maligno
Estafas online
Contenidos involuntarios
Riesgo 5. Adicciones online
Juego y apuestas online
Nomofobia, phubing y tecnoferencia
FOMO
Compras online
4. Consecuencias de los riesgos asociados a internet
4.1. Dimensión física y socio cognitiva
4.2. Dimensión emocional e impacto para la salud mental
4.3. Factores de riesgo, diferencias individuales y de género
4.4. Síntesis de costes y beneficios
5. ¿Qué piensan los jóvenes?
6. Conclusiones
7. Recomendaciones generales
Mediación parental y apoyo familiar
Educación emocional y capacidades analíticas
Fomento de la actividad física
Incidir en la importancia de la privacidad
8. Actuaciones específicas
9. Señales preocupantes
10. Fichas

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1. INTRODUCCIÓN
La imparable revolución de Internet y de las tecnologías de la comunicación ha cambiado la forma en la que vivi-
mos y nos relacionamos, creando nuevas necesidades y realidades sociales. Sin duda, este fenómeno ha traído innu-
merables consecuencias positivas, permitiéndonos hacer cosas nunca soñadas, como comunicarnos fácilmente con
cualquier persona, y en cualquier lugar, visitar un museo sin salir de casa, trabajar a distancia o pedir comida a domi-
cilio desde el sofá. También nos ha permitido compartir y adquirir conocimientos con tan sólo un clic, fomentando la
colaboración y el altruismo entre la comunidad online. Pero, como cualquier realidad, Internet no está exento de peli-
gros, sobre todo para los más jóvenes, a quienes esta revolución les ha sorprendido con una personalidad todavía en
pleno desarrollo y una sociedad que no ha evolucionado al mismo ritmo que la implantación de Internet. Esto explica
que actualmente no contemos con medidas legales y mecanismos de protección adecuados que nos defiendan de su
lado más oscuro. En cuanto a la educación, los cambios en materia de socialización digital también van más lentos
que las transformaciones sociales. Como veremos más adelante, la educación y supervisión parental son fundamenta-
les a la hora de proteger a los menores del lado más inhóspito de Internet.
Por esta razón, el objetivo de ese trabajo es abordar los principales problemas asociados a Internet que pueden afectar a
los más jóvenes, con el fin de generar un conocimiento útil y práctico. En primer lugar, haremos una breve exposición de
estos problemas, proporcionando una definición sencilla del fenómeno actualizada y consensuada por la literatura científi-
ca, con especial hincapié en los factores de riesgo y en posibles líneas básicas de actuación. A la hora de abordar estos fenó-
menos también distinguiremos entre un eje más socioemocional y de salud mental, y otro más físico, cognitivo y
conductual. En segundo lugar, ofreceremos algunas iniciativas que destacan por su sencillez y eficacia y que pueden ser
fácilmente implementadas por educadores, terapeutas, psicólogos, padres y cualquier otro agente social implicado.
Toda resolución comienza por tener la capacidad de identificar el problema. Por ello, comenzamos este trabajo,
analizando el uso que hacemos de esta tecnología con la mirada puesta en los más jóvenes, así como con la presenta-
ción de algunos datos que han de avalar nuestra preocupación por este fenómeno.

2. INTERNET EN CIFRAS
Según una reciente encuesta del INE (2020), la utilización de las tecnologías de la comunicación está muy extendida
entre los menores españoles. En concreto, un 91.5% de niños entre 10 y 15 años usa ordenador y un 94,5% de ellos
usa Internet, lo cual supone un aumento de dos puntos con respecto al año anterior. En nuestro país, también ha habi-
do un aumento notable del número de menores de 15 años que usan el móvil, que pasa del 66% al 69.5%. Si vemos
estos datos en la franja de los niños de 10 años, la encuesta del INE nos dice que un 81,5% de ellos usa el ordenador,
un 86,7% internet y un 22,% el teléfono móvil. Según un estudio de XPLORA (2019) sobre el acceso de los niños a
los teléfonos móviles con más de 400 entrevistas a padres de niños de entre 5 y 12 años, la edad media a la que los
hijos piden su primer teléfono móvil son los 9 años, mientras que los padres creen que la edad adecuada para que su
hijo tenga un smartphone es de 12,4 años, aludiendo como principales motivos la necesidad de estar conectados con
ellos (73%), la posibilidad de localizar al menor (46%), la presión social (22,8%) y evitar que en niño “se quede atrás
tecnológicamente” (13,3%). En cuanto a los jóvenes, el uso de Internet es una práctica mayoritaria en la franja de
edad de 16 a 24 años, con un 99,9% en los hombres y un 99,6% en las mujeres (INE, 2021). En otros lugares como
EE. UU. La realidad no es distinta, el 75% de los adolescentes posee un teléfono inteligente, el 24% reconoce estar
«constantemente conectado» a Internet y un 50% se declara «adicto» al móvil. En España, nuestros adolescentes
pasan tantas horas al año conectados a internet
FIGURA 1 (1.058) como en el instituto (1.054). Además, un
HORAS DEDICADAS A INTERNET. FUENTE QUESTODIO/IPSOS 38% de sus padres admiten tener adicción al móvil,
admitiendo que este les roba tiempo con sus hijos y
les hace sentirse mal por ello, pero, sin embargo, se
muestran incapaces de evitarlo. Estos últimos datos
proceden del estudio “Familias hiperconectadas: el
nuevo panorama de aprendices y nativos digitales”,
realizado por Qustodio en colaboración con IPSOS
en base a 1.200 entrevistas realizadas en España,
Estados Unidos y Reino Unido, a padres con hijos
de entre 5 y 17 años (Qustodio e IPSOS, 2019).

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El hecho de que cada vez los menores comiencen a conectarse a Internet a edades tempranas choca con la limita-
ción establecida en la legislación española, que establece la edad de 14 años como la ideal para tener perfil propio en
las redes sociales. Por tanto, la medida legal ha quedado sobrepasada por la realidad y además la pertenencia a una
red social es incluso usada como un indicador de inclusión social (Gutiérrez, et al., 2014).
El uso de Internet no debe considerarse como un fenómeno que afecta por igual a niños, adolescentes, jóvenes y
adultos. También influyen variables culturales y, como veremos, el género se revela también como una variable fun-
damental, si bien la interacción del género con otros factores de riesgo da lugar a una realizar difícil de leer en su
conjunto. No obstante, hemos recogido para este trabajo algunos datos diferenciadores, basados en resultados de
investigación y sin entrar a examinar aspectos teóricos sobre el origen de estas diferencias más susceptibles de contro-
versia.
El trabajo de Ferreiro, et al. (2017) sobre el uso de internet en adolescentes, con más de 40.000 participantes, no
encontró diferencias de género substanciales. Según este estudio, la mensajería instantánea y las redes sociales consti-
tuyen los dos principales motivos de conexión tanto para chicos como para chicas. Sin embargo, otros estudios sí
encuentran diferencias en ambos usos, siendo mayor en las chicas, al igual que sucedería con la intención de subir
contenido a la red. Así, las adolescentes utilizarían más las redes sociales (principalmente Instagram o Pinterest) para
compartir información y para socializar con otros mediante chats, mensajería o el uso de plataformas como Instagram,
mientras que los chicos accederían más a juegos online y de azar (Escario & Wilkinson, 2020).
Aunque el juego online se ha considerado un pasatiempo masculino, también ha aumentado considerablemente
entre las mujeres, por lo que algunos estudios han explorado las diferencias de género. Los resultados de Weidberg
et al., (2018) apuntan a que los chicos parecen pasar más tiempo en actividades de juego, la prevalencia del uso pro-
blemático de los juegos es mayor (con un riesgo tres veces mayor que en las chicas), muestran un perfil de patrón de
juego más severo y preferencias por actividades de juego estratégicas. Así, los chicos los utilizan para demostrar su
valor y sus habilidades para apostar, reforzando un rol de genero tradicional. En cuanto a las semejanzas, ambos
sexos comparten la impulsividad como factor de riesgo en el juego, ya que los predispone en mayor medida a actuar
sin pensar en las consecuencias negativas y favorece que se involucren debido a la sensibilidad a la búsqueda de
recompensas inmediatas. La impulsividad se asociaría con una mayor gravedad del juego en ambos sexos. El acceso a
webs de apuestas es más habitual entre los chicos que, además, también se exponen a una edad más temprana a la
pornografía (Escario & Wilkinson, 2020). Esta diferencia de género se atribuye al hecho de que el consumo masculino
de pornografía ha sido más aceptable socialmente, así como a la diferente socialización en la sexualidad que no
incluye la pornografía como una fuente potencial de estímulo sexual para las mujeres.

3. IDENTIFICACIÓN DE RIESGOS
Internet, y particularmente las redes sociales, presentan una serie de peligros inexistentes para las generaciones ante-
riores. Estos riesgos son dinámicos y van evolucionando a medida que el contexto social cambia y surgen nuevos usos
de Internet y nuevas aplicaciones de comunicación e interacción social. Veamos, a continuación, los riesgos más
importantes que van ligados al uso de estas tecnologías.

RIESGO 1: Desarrollo de la personalidad en el mundo digital


El uso de las redes sociales con fines de comunicación e interacción social consumen una gran parte del tiempo
libre de niños y adolescentes, siendo el móvil una herramienta esencial en sus actividades diarias. Así, el adolescente
se expresa con el móvil y a través de él, convirtiéndose, por tanto, en una señal de identidad y en un medio para
alcanzar independencia comunicativa (Reolid-Martínez et al., 2015). La trascendencia del móvil reside en ser una
herramienta de conexión a una realidad online que se ha convertido en un escenario tan importante (si no más) a la
hora de socializarse con sus iguales, con todas las implicaciones que ello conlleva, ya que socializar en esta etapa sig-
nifica construir su “yo” en este mundo digital. También significa establecer relaciones con otras personas, enfrentarse
a retos y problemas sociales, desarrollar estrategias de resolución de conflictos, incorporar o rechazar determinados
valores y conductas asociadas, etc. De este modo, WhatsApp, Instagram, Snapchat, YouTube, TikTok o Twitter —que
son las redes entre los más usados por la población adolescente—, emergen como comunidades y foros interactivos
de permanente contacto. Así mismo, representan un instrumento que posibilita ampliar el círculo social. Pero no
todos los adolescentes van a ser igual de aceptados y valorados en dichas redes sociales, lo cual conducirá a múltiples

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problemas. De hecho, una de las mayores preocupaciones de los adolescentes es la falta de aceptación por los demás
o ser relegado a la cola de la popularidad. Por tanto, el deseo de ser aceptado irá ligado a una búsqueda de la identi-
dad acorde a las exigencias sociales. Así, la interacción online promueve algunos mecanismos psicológicos como la
comparación y validación social, compartir información sobre uno mismo y el manejo de la imagen pública que se
quiere transmitir, en la cual se resaltan aspectos positivos del yo y se minimizan aquellos que se perciben como poco
atractivos (Bartsch & Subrahmanyam, 2015). En el lado positivo, las redes sociales son una puerta abierta a la expe-
riencia emocional, ya que el adolescente puede expresar sus emociones a través de imágenes, actualizaciones y
comentarios de estado.
La psicóloga e investigadora norteamericana Sherry Turkle ha centrado parte de su trabajo en la interacción entre la
tecnología y el ser humano, analizando los efectos negativos del uso excesivo de las TIC y cómo estas han remodela-
do nuestras vidas. Uno de sus objetivos es el estudio de las consecuencias para la psicología humana y social, desta-
cando que la gente, especialmente los más jóvenes, necesitan están conectados permanentemente. Como
consecuencia, se evita la soledad a toda costa, perdiendo con esta evitación oportunidades para la autorreflexión y el
autoconocimiento, algo muy necesario para los procesos de formación y consolidación de la identidad. Así, todo lo
que acontece en la vida parece organizarse del exterior y hacia el exterior. Es decir, del individuo hacia fuera —a tra-
vés de lo que se quiere mostrar en fotos, videos y textos, etc. — y desde fuera hacia el individuo —en una infinita
entrada de la información. En esta permanente actividad de entrada y salida de información no queda espacio para
conectar con el mundo interior, que queda sin explorar, favoreciendo una desconexión con el yo. En Reclaiming Con-
versation, Turkle (2016) describe la creación de una nueva forma de ser en la expresión “Comparto luego existo”, la
cual refleja como algunas personas necesitan constantemente estar publicando. Así, a menos que viertan sus mensajes
en la red, sienten que lo que piensan/experimentan no existe, o ellos mismos no existen, promoviendo una nueva
forma de personarse en la realidad a través del sentirse percibido y reconocido por parte de los otros en el mundo
online. Por último, esta investigadora también analiza las consecuencias de la perdida de protagonismo de la “conver-
sación presencial” frente a otros medios digitales de comunicación, y cómo este hecho hace peligrar lo que nos defi-
ne como humanos (Kolozsvari, 2019). Recordemos que la interacción cara a cara favorece el desarrollo de
competencias socioemocionales básicas como la empatía. Por tanto, si consideramos todos los beneficios que la inte-
racción aporta a los jóvenes, debemos tener en cuenta que la falta de experiencias conversacionales muy posiblemen-
te tendrá consecuencias desfavorables para su correcto desarrollo psicosocial.
No quisiéramos transmitir la idea de que todo es negativo en relación con Internet y el desarrollo de la personalidad
en los adolescentes. En contraposición a esta visión negativa se han propuesto algunos modelos explicativos que
muestran como los jóvenes hacen un uso activo de las redes y cómo estas se integran positivamente en el desarrollo
de su identidad. Nos referimos, a aquellos basados en el “Modelo práctico de redes” (Steele & Brown, 1995), en el
que se asumen tres características o premisas clave para entender el efecto que pueden tener el uso de internet en los
adolescentes:
1) La mayoría de los usuarios son activos de varias maneras: al seleccionar el medio y el género al que se quiere aten-
der; interactuando y dando sentido a lo que se ve y/o escucha; y aplicando o rechazando parte o todo de lo que se
atiende.
2) Los usuarios de los medios juegan un papel importante en el efecto que los medios tienen sobre ellos: eligiendo
metáfora un círculo que representa una relación reciproca o bidireccional entre el uso de los medios y sus efectos,
en lugar de una representación lineal en la que los medios de comunicación influyen en un receptor pasivo.
3) La identidad emergente del adolescente es un componente decisivo en la toma de decisiones sobre los medios que
selecciona e interactúa en la vida cotidiana: los adolescentes (y también probablemente otros grupos de edad) eli-
gen medios e interactúan con los medios en función de quiénes son o quiénes quieren ser.
Por tanto, este modelo sugiere que incluso el uso de medios aparentemente habitual o ritualista está afectado por el
sentido del sí mismo actual: quiénes son o quiénes quieren ser en el momento actual. Esto condicionará las búsque-
das en red, explorando información, testando las alternativas y haciendo uso de aquellas con las que se encuentra
mayor identificación personal o que muestren experiencias de mayor interés y sobre las que está buscando informa-
ción, lo cual llevará a reforzar estas ideas emergentes. Por ejemplo, un adolescente que tiene gusto por la música rap
buscará distintos medios de información e interacción online que otro que está inmerso en la práctica de algún depor-
te como actividad principal.

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En definitiva, las redes sociales permiten construir parte del propio yo en una dimensión online que discurre de
forma paralela a la realidad presencial. Así, las interacciones virtuales se convierten en una extensión de las relacio-
nes presenciales y los límites de la comunicación entre ambos mundos se vuelven cada vez más difusos.

RIESGO 2. Sexualidad online


Explorar la sexualidad y las relaciones afectivas en un mundo digitalizado constituye todo un reto. Es decir, si algo
caracteriza a la adolescencia es el abandono de la niñez y la transición a un mundo adulto en el que la sexualidad
ocupa un lugar central. Pero a la curiosidad y sed por saber, que es universal y atemporal, se añaden ahora el acceso
fácil e inmediato a contenidos sexuales que, en muchas ocasiones, son violentos. No es cuestión de demonizar la por-
nografía, sino de señalar que la exposición a la misma sucede cada vez a edades más tempranas. Y la exposición tem-
prana se relaciona con un pronto inicio de las relaciones sexuales. Así la investigación de Kraus y sus colaboradores,
con una muestra de casi 500 personas, encontró que los hombres que accedieron a material pornográfico en Internet
entre los 12 y los 17 años tuvieron encuentros sexuales (tanto en sexo oral como con penetración) a edades significati-
vamente más tempranas en comparación con los participantes que no accedieron a este tipo de contenidos (Kraus &
Russell, 2008).
Dado la cantidad de peligros y fenómenos nocivos relacionados con la sexualidad en Internet, haremos un
esfuerzo por describir y catalogar cada uno de ellos en constructos específicos, aunque en muchos casos estos
fenómenos se entrelazan y se solapan entre sí. Además, las carencias en material y educación sexual junto con
los estereotipos de género pueden dar lugar a otros fenómenos, como la violencia en las relaciones afectivas
entre adolescentes.

Sexting
El sexting es un neologismo compuesto por sex (sexo) y texting (mensajear). Consistente en la publicación de conte-
nido sexual y erótico, ya sea en forma de mensaje de texto, foto o video. Está práctica que, en parte, favorece el desa-
rrollo de la identidad y expresividad erótica, se convierte en un problema cuando los jóvenes no son capaces de
expresar y experimentar su erotismo y sensualidad con sus iguales en interacciones presenciales y solo lo hacen desde
sus redes sociales. El interés por el fenómeno del sexting en adolescentes se acrecentó cuando en el 2008 se suicidó
una adolescente de 15 años en Estados Unidos tras sufrir cyberbullying y sexting (Contreras, e al., 2016).
En un principio, la práctica del sexting responde a necesidades de expresividad sexual, pero una vez que estas imá-
genes son puestas en circulación, las cuales se difunden con facilidad, el material puede ser reenviado de manera
incontrolada ocasionando humillación y acoso. Así, la víctima acaba sufriendo daños psicológicos graves que pueden
acabar, tal y como mencionamos anteriormente, en suicidio. El envío de contenidos eróticos entre amigos conlleva el
peligro añadido de que estas imágenes pueden ser captadas por redes pornográficas, perdiendo el derecho y control
de la imagen, sin ser incluso consciente la víctima de tal deriva (Contreras, et al., 2016).
Se estima que, en España, casi un 20 % de los jóvenes entre 18 y 20 años ha hecho sexting alguna vez y la media de
edad del primer sexts está entre los 14 y 16 años (Save the Children, 2019), aunque algunas encuestas como la reali-
zada por Microsoft, y reflejada en el informe “Índice de Civismo Online”, suben este dato al 26% (Microsoft, 2021).
Aunque es una práctica habitual en los jóvenes, estos no suelen reconocer su participación, ya que son conscientes
del riesgo de derivar en acoso sexual y la difusión nociva e indeseada (Peris Hernández & Maganto Mateo, 2018). Es
más, muchos jóvenes afirman que esta práctica les reporta aspectos positivos, como placer, beneficios en las relacio-
nes y mejora de la autoconfianza, aunque también, en algunos casos, les hace sentir culpa, asco o vulnerabilidad ante
relaciones sexuales no deseadas y, curiosamente, las chicas y el colectivo LGBQ relacionan el envío de sexts con una
autoevaluación positiva en mayor medida que hombres y heterosexuales (Graham Holmes, Nilssen, Cann, & Strass-
berg, 2021), al mismo tiempo que sufren un mayor riesgo de experimentar sexting bajo presión (Van Ouytsel, Walra-
ve, De Marez, Vanhaelewyn, & Ponnet, 2021). En algunas ocasiones estas presiones se relacionan con la demanda
contemporánea de expresar la sexualidad como empoderamiento (Thorburn et al., 2021). Los datos sobre sexting tam-
bién ha de leerse en clave cultural, pues a pesar de que los datos de prevalencia puedan ser similares, las variables
culturales interaccionan de distinto modo con otras variables relevantes, en especial con el género (Gil-Llario et al.,
2020).

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Sextorsión
La sextorsión está muy ligada a la perdida de control sobre las imágenes que se comparten en Internet, un fenómeno
muy creciente entre adolescentes. Se trata de un chantaje realizado con materiales online sexualmente explícitos con
los que el acosador trata de obtener algún beneficio, amenazando con la difusión de los mensajes fotos o vídeos que
la victima ha compartido si no obtiene lo exigido. En esta forma de chantaje la obtención de imágenes normalmente
se produce sin el consentimiento e, incluso, sin el conocimiento de la persona objeto de chantaje. Es decir, se trata de
un material realizado, en principio, para ser enviado a su pareja o colgado por la persona en su perfil. El problema
está en que la privacidad no es segura y muchas fotografías terminan en manos de pedófilos o redes pornográficas.
También puede darse el caso de que la víctima no difunda de forma voluntaria este tipo de material y sea, por tanto,
el extorsionador quien se encargue de obtenerlo a través de webcam o accediendo ilegalmente a los dispositivos de la
víctima donde se almacene el material. La intensidad del acoso a través de la sextorsión va desde la intimidación y
pérdida de privacidad hasta daños graves, tanto físicos como psicológicos. En las afecciones más graves se considera
como un tipo de abuso y explotación sexual infantil.
Poner cifras al fenómeno de sextorsión en adolescentes es problemático, ya que se sospecha que muchos casos no
son denunciados por temor o vergüenza. En un estudio realizado en Filipinas se encontró que los perpetradores eran
principalmente hombres heterosexuales y homosexuales entre 40 y 50 años y que las mayores tasas de victimización
se daban en chicas de entre 13 y 17 años (Ramiro et al., 2019).
El estudio realizado en EE.UU por Patchin e Hinduja (2018) con 5.568 estudiantes de secundaria con edades entre
los 12 y los 17 años, encontró que un 5% de los participantes había sido objeto de sextorsión, mientras que otro 3%
admitió haberlo hecho a otras personas. Los chicos eran significativamente más propensos que las chicas a participar
tanto en el rol de víctimas como perpetradores, aunque, como señalan los autores del estudio, la atención se ha cen-
trado tradicionalmente en las víctimas femeninas. Al igual que sucede en otros fenómenos como el acoso y ciberaco-
so, se identificó una clara relación entre agresión y victimización, ya que quienes participaron en un rol tenían más
posibilidades también de verse involucrados en el otro lado. También se encontró que los adolescentes no heterose-
xuales tenían más del doble de probabilidades de ser victimizados, un dato este último que también encaja con lo
que ocurre en otras formas de abuso online como el ciberacoso y la violencia en las citas. Por último, también halla-
ron que en esta franja de edades las experiencias de sextorsión se producen, sobre todo, en el contexto de una amis-
tad, ya sea romántica o de otro tipo, y que las realizadas por desconocidos eran muy infrecuentes. En cuanto a los
efectos negativos de la sextorsión, estos iban desde el acoso, la creación de perfil online falsos de las víctimas hasta la
publicación de imagen sexual sin consentimiento. Muy pocas víctimas de la sextorsión denunciaron la experiencia a
sus padres o a otras autoridades, aunque un número significativamente mayor de chicas lo hizo con respecto a los
chicos. Tal y como señalan los autores, la desconfianza, la falta de fe en los adultos, junto con el temor a posibles
represalias, y la vergüenza experimentada, son los
FIGURE 2 principales responsables de que la sextorsión se
PERSONA RESPONSABLE DE LA SEXTORSIÓN POR PORCENTAJE mantenga en secreto, ya que los adolescentes
intentan minimizar el incidente y no saben a quién
recurrir o con quién pueden contar para que les
ayude de verdad.
En el caso de los niños y adolescentes españoles,
un informe sobre violencia viral encontró que el
3,24 % de la muestra reportó haber sufrido en algu-
na ocasión sextorsión, siendo la edad media de la
primera vez entre los 14 y 15 años, y en 1 de cada
4 casos la persona extorsionadora la pareja o expa-
reja (Save the Children, 2019).
Por último, otro dato general preocupante es
que durante el mes de enero de 2021 se ha dis-
parado la ‘sextorsión’ en España, y solo entre el
12 de enero y el 12 de febrero, se detectaron
36.759 ataques (AVAST, 2021). Se especula que
Fuente: save the children (2019)
la Covid-19 ha hecho que las personas, tanto

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adultos como jóvenes, pasen más tiempo en el ordenador e Internet, aumentando las posibilidades de actua-
ción de los ciberdelincuentes.

Pornrevenge
El porn revenge o «porno de venganza» alude a la difusión no consentida de contenido sexual personal, tales como
fotos o vídeos que muestran a personas en circunstancias sexualmente sugerentes o explícitas. Se diferencia con res-
pecto a la sextorsión en que esta difusión no iría necesariamente acompañada de una extorsión y, además, sería
publica, mientras que en la sextorsión sí hay un chantaje que se realiza de manera privada. Además, tal y como indi-
ca la propia palabra, hay una animadversión personal hacia una persona que forma o ha formado parte del círculo
personal del perpetrador, normalmente un amigo, conocido, pareja o expareja, a la que se desea hacer daño.
Una encuesta realizada en Reino Unido en 2019 por el conocido bufete de abogados Slater and Gordon, a más de
2000 personas, apunta a que el número de víctimas de porno de venganza se ha duplicado en los últimos dos años y
que casi un 15% de los británicos de entre 18 y 45 años habían sufrido esta práctica. Entre aquellos que admitían
haberlo hecho (un 10% de ellos), uno de cada cinco dijo que lo hizo porque «quería asustar», una cuarta parte lo
hizo «sólo para reírse», y un número similar creía que la imagen era «de su propiedad» (Batha, 2019). Además, las
mujeres representan más de tres cuartas partes de las víctimas, el 40% conocía a alguien que había sido víctima y el
22% conocía a alguien que había sido amenazado con esta práctica. Un 40% de las amenazas procedían de una
expareja, el 18% de un amigo y el 11% de un familiar. En Australia, uno de cada 10 australianos ha incurrido en
porno de venganza. En otra encuesta realiza en EEUU, con 1.606 encuestados de entre 18 y 30 años, el 23% había
sido víctima y un 49% había sido acosado por personas que vieron este material (Franks, 2016). Entre las víctimas, el
93% declaró haber sufrido un importante malestar emocional, mientras que el 82% afirmó haber sufrido un deterioro
significativo en el ámbito social y laboral. Más de la mitad de las víctimas indicaron que incluso habían pensado en
suicidarse. El 90% de las víctimas eran mujeres.
En España no contamos con estudios similares para hacer una comparación directa, ya que en muchos casos se
engloba este fenómeno dentro del sexting o la sextorsión. Sin embargo, hemos encontrado un dato preocupante y es
que tan solo en el mes de enero de 2017 Facebook tuvo que desactivar más de 14.000 cuentas relacionadas con esta
práctica y en 33 de esos casos había niños involucrados. Esta identificación de casos se realizó solo en base a las noti-
ficaciones de usuarios sobre posibles contenidos abusivos, con lo cual se sospecha que la escala real del problema
podría ser mucho mayor.
En el metanálisis de Walker y Sleath (2017) se encontró que las tasas de perpetración y victimización pueden variar
considerablemente según la forma en que se defina y se mida la venganza pornográfica. A pesar de las lagunas en la
conceptualización y medición del fenómeno, el Código Penal Español en la modificación del año 2015, introdujo el
denominado delito de “sexting” o “revenge-porn” (los cuales solapa en una misma categoría), que sanciona la difu-
sión, revelación o cesión a terceros de imágenes o grabaciones audiovisuales sin autorización del titular, lo cual
incluye imágenes o grabaciones íntimas de carácter sexual. Y, además, tras el caso de la concejala Olvido Hormigos,
el artículo 197.7 recoge que, aunque el acusado obtenga un vídeo pornográfico directamente de manos de la víctima,
será condenado si lo difunde sin su autorización. De hecho, si ambas personas han tenido una relación afectiva, la
condena será mayor, pues pasa a considerase como un tipo de violencia relacional.

Pornografía y atención sexual no deseada


Las imágenes pornográficas, especialmente si son violentas, pueden alterar la idea que los adolescentes se forjan
sobre las relaciones sexuales y afectivas, conduciendo a una percepción errónea sobre lo que se espera de ellos en
una conducta sexual y sobre lo que es placentero para una pareja sexual. También puede desensibilizar, de modo que
solo se respondan a aquellos estímulos intensos y agresivos que se observan en las fuentes pornográficas, muy aleja-
dos de los estímulos reales proporcionados en la mayoría de las relaciones sexuales. Sabemos que en España un
21,7% de los adolescentes busca activamente páginas web con contenido sexual, el 5,7% lo hace con mucha fre-
cuencia, y que los chicos de entre 15 y 17 años son el grupo que más accedería a este tipo de contenidos (Catalina-
García, e al., 2014).
Según el estudio de Maheux y sus colaboradores, la mayoría de los adolescentes había visto porno en el último año,
en concreto, un 41% de las chicas y un 78% de los chicos y dicho consumo se relacionó con una mayor auto-objeti-

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vación y comparación corporal (Maheux, et al., 2021). Aunque la pornografía ha existido siempre, parece ser que el
consumo de porno online es mayor que el tradicional y que aumenta en la etapa de la escuela secundaria, siendo fac-
tores como el género, el funcionamiento familiar o el desarrollo juvenil positivo determinantes de la edad de inicio
(Shek & Ma, 2016). A pesar de que el consumo temprano de pornografía online puede ocasionar problemas es un
fenómeno poco estudiado en España. Uno de los pocos estudios que lo ha abordado en nuestro país, con trescientos
veintidós adolescentes, encontró que los chicos incurren más en el cibersexo que las chicas, por ejemplo, en mastur-
bación por Internet (60,6% de los chicos y 7,3% de las chicas). Además, el cibersexo interfería en el estilo de vida con
mayor frecuencia en los chicos (12,7%) que en las chicas (4,7%). En general se encontró que la prevalencia del
cibersexo entre los adolescentes españoles oscilaba entre el 3,1% y el 60,6% en los chicos, y entre el 0% y el 11,5%
en las chicas, incluyendo en este uso conductas problemáticas como pasar más de cinco horas a la semana en prácti-
cas cibersexuales, hacerse autopromesas para evitar este uso o usar el cibersexo como premio o recompensa dando
lugar a comportamientos compulsivos (un 8,6% de los chicos tenía un perfil de riesgo) (Ballester-Arnal, et al., 2016).

Grooming
Depredadores sexuales y pederastas han visto en el anonimato y capacidad de engaño que ofrece Internet nuevas
vías para contactar con niños y adolescentes, un fenómeno bautizado en inglés como “grooming” y que preocupa
sobremanera a padres y profesionales del ámbito psicoeducativo. El “groomer” sexual necesita ganarse la confianza
de un niño o adolescente mediante el engaño, normalmente fingiendo ser una persona de similar edad. Una vez que
la persona cae víctima se encuentra en una espiral de abuso sexual, pornografía e incluso violencia. Los depredadores
sexuales se aprovechan del desconocimiento, inocencia y falta de supervisión de los adultos, tanto en las redes socia-
les como en plataformas de juegos. En todos estos lugares de la red se esconden bajo el anonimato. Cabe recordar
que el consentimiento sexual en España se fija en los 16 años (art. 183 Código Penal) y que cualquier acto sexual con
una persona de edad inferior es un delito de abuso sexual infantil.
De nuevo, ponerle datos al fenómeno es complicado y el solapamiento con otras categorías hace difícil cuantificar
el grooming. Según datos del NSPCC, Sociedad nacional para la prevención de la crueldad con los niños de Inglate-
rra, en 2019 se cometieron un total de 5.161 delitos de comunicación sexual con niños, con un aumento de casi el
50% con respecto a los delitos registrados en los últimos seis meses del mismo período del año anterior y un aumento
del 200% en los casos registrados en el uso de Instagram para atacar y abusar de los niños (NSPCC, 2019). Según el
estudio de ANAR (2020) sobre el abuso sexual en la infancia y adolescencia que analiza su evolución en España, la
tasa de crecimiento en la última década de los casos de abuso sexual contra menores ha sido de un 300,4%, es decir,
se han multiplicado por cuatro, pasando de 273 casos en el año 2008 a 1.093 casos en el 2019. Además, mientras
que en el total del periodo estudiado la tasa media
FIGURA 2
de incremento fue de 14,3%, en los últimos cinco
EVOLUCIÓN DE LAS VÍCTIMAS DE ABUSO SEXUAL POR años ha subido hasta el 20,5%, incrementándose
TRAMO DE EDAD especialmente los abusos online, entre los que el
grooming sube un 36,7% frente al aquellos abusos
relacionados con el sexting (un 25%).
Las mujeres son las principales víctimas, (un
78,3% de los casos,) de las cuales el 59,1% son
adolescentes de 13 a 18 años. Uno de cada cinco
casos son varones, en su mayoría menores de doce
años (53,4%). La mayoría de los abusos sexuales
fueron reiterados (69%) y la mayoría sufrieron vio-
lencia física o intimidación (53,6% de los casos),
tales como tocamientos obscenos y abuso con
penetración y violencia física. Solo denuncia el
10,6%. Los síntomas más frecuentes que experi-
mentaban las víctimas eran cambios bruscos de
ánimo, síntomas psicosomáticos, conocimientos
sexuales no adecuados para su edad, conductas
Fuente: (ANAR, 2020) sexuales explícitas y agresividad.

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Discriminación sexual en Internet


La discriminación sexual que las personas homosexuales, queer, asexuales, bisexuales, etc., pueden encontrarse en
el mundo físico y presencial también se evidencia en Internet. Según un estudio muy reciente de Gámez-Guadix &
Incera (2021), realizado con 1779 adolescentes de entre 12 y 18 años, de los cuales un 8,2% de ellos eran minorías
sexuales, se encontró que un 17,3% de ellos han participado en actividades de Sexting, un 41,1% han sufrido discri-
minación por su orientación sexual en Internet, el 28,4% ha sido victimizado por motivos de género y un 45,2%
experimentó atención sexual no deseada. Además, un 9% fue víctima de sextorsión y un 5,5% sufrió porno de ven-
ganza. Tal y como señalan los autores de este estudio, se necesitan más estudios para conocer mejor la victimización
sexual online en minorías sexuales.

RIESGO 3. Violencia online


Ver contenidos violentos o sexualmente explícitos de forma continua o habitual puede aumentar la agresividad, la
indiferencia hacia el sufrimiento o incapacitar a la hora de diferenciar la vida real de la ficción. Además, la exposición
a la violencia y crueldad también conlleva el riesgo de desensibilización a estos estímulos violentos (Alsehaima &
Alanazi, 2018). Sobre papel, la mayoría de las redes sociales tienen mecanismos para filtrar este tipo de contenidos.
Así, por ejemplo, en YouTube “no se permite el contenido violento o sangriento cuyo propósito sea causar conmo-
ción o repulsión a los espectadores, ni el contenido que incite a otras personas a cometer actos violentos”, pero la
realidad es que, en ocasiones, los contenidos escapan a dichos filtros o se comparten en otras redes sociales más
laxas.
Veamos los tipos más comunes de violencia online.

Ciberacoso
El fenómeno del ciberacoso consiste en trasladar a las redes sociales el acoso de una víctima, es decir, se utilizan las
TIC, principalmente Internet y el móvil, para avasallar y hacer sufrir a las víctimas. Normalmente, se estudia como
fenómeno relacionado con el ámbito escolar, si bien las conductas de acoso en la red pueden proceder de distintos
ámbitos. La posibilidad de compartir las agresiones, humillaciones y hostigamiento de las víctimas, de forma perma-
nente y en cualquier momento y red social (y con una audiencia y saña mucho mayor) explica que muchos expertos
en este campo hayan señalado que sus consecuencias psicológicas son más devastadoras que las del acoso tradicio-
nal, si bien en muchos casos ambos tipos de caso, presencial y online, se producen simultáneamente.
El ciberacoso tiene consecuencias negativas para todos los implicados (víctimas y agresores), y conlleva riesgos de
sufrir desajustes psicosociales y trastornos psicopatológicos, tanto en la adolescencia como en la vida adulta. Entre las
consecuencias asociadas a victimización destacan la ansiedad, depresión, estrés, miedo, ira, frustración, somatizacio-
nes, trastornos del sueño y disminución del rendimiento escolar, mientras que para los agresores destacan la falta de
empatía, conducta antisocial-delictiva, problemas con alcohol/drogas y con el rendimiento académico (Garaigordobil,
2015).
El ciberbullying no una respuesta exclusiva a un mal uso de Internet, sino fruto de exposición a hechos y conductas
violentas en distintos contextos. Dicha violencia se asimila mediante aprendizaje social en ambientes como la familia,
la comunidad o la escuela, entre otros, y se ve reforzada por las tecnologías como la televisión, el Internet y los video-
juegos. Por tanto, podría afirmarse que el ciberacoso surge como consecuencia de un conjunto de enseñanzas adqui-
ridas en el círculo de influencia social y ello encaja con el hecho de que uno de los factores de riesgo del
ciberbullying sea haber participado en situaciones de acoso escolar tradicional (Marín-Cortés, et al., 2019).

Happy slapping
En Internet no solamente se comparte contenido violento de carácter ficcional o perpetrado por desconocidos, sino
que también existe el llamado fenómeno de “happy slapping” (o feliz bofetada), que alude a la grabación dentro del
entorno de la víctima de una agresión física, verbal o sexual que luego es difundida por la red. Dichas agresiones son
grabadas por amigos con compañeros de la víctima en un 61% de los casos (Save the Children, 2019).

Cyberdating
El cyberdating, que procede en inglés de añadir el sufijo cyber al verbo dating (salir con alguien) alude al fenómeno
de usar Internet para conocer a alguien con quien establecer una relación romántica. En muchos casos es simplemen-

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te un paso previo antes de conocerse en persona, mientras que en otros la relación se inicia antes de quedar presen-
cialmente. Este tipo de relaciones no están exentas de violencia ni en adultos ni en adolescentes, tanto durante el
tiempo en el que dura la relación como después de la ruptura. En el cyberdating los comportamientos violentos se
producen, en muchas ocasiones, a través de medios electrónicos, constituyendo un problema social emergente que
posee cualidades específicas. Las tasas de prevalencia de la ciberviolencia varían enormemente, desde menos de un
1% hasta el 78%, siendo las mujeres más propensas y existiendo formas directas e indirectas de ciberviolencia, tales
como acoso y control, acoso y violencia sexual (Fernet, Lapierre, Hébert, & Cousineau, 2019).
En un estudio sobre la cibervictimización sexual entre iguales realizado en España con 601 adolescentes se encon-
tró una tasa de prevalencia que oscilaba entre el 17 y 26% (Sánchez, et al., Vega-Gea, 2017), mientras que en México
en otro estudio similar sobre la violencia en las relaciones a través de medios electrónicos, realizado con 878 adoles-
centes de entre 12 y 19 años, las tasas que se encontraron variaban según la tipología de violencia: un 44,3% para el
control, monitoreo intrusivo y vigilancia cibernética, un 15,5% para la agresión verbal, un 11.9% y un 7.7% para la
agresión y coerción sexual, respectivamente, y un 6.1%. para la humillación (Jaen-Cortés, et al., 2017). En otro estu-
dio realizado en España con 433 estudiantes de universidad de entre 18 y 30 años, se encontró que más del 50% de
los participantes habían sido víctimas de algún tipo de abuso en los últimos seis meses, siendo lo más común el uso
de las TIC para controlar a la pareja y que este apareciera en un contexto de celos (Borrajo, Gámez-Guadix, & Calve-
te, 2015).

Radicalización online
La adolescencia es uno de los periodos evolutivos más críticos y convulsos a la hora de buscar y desarrollar la iden-
tidad propia y adaptarse al contexto social. La rebeldía propia del adolescente hacia todo lo que representa para ellos
la tradición, normas y autoridad, se junta con la necesidad de buscar referentes propios y originales. Esto constituye
un cóctel explosivo en los fenómenos de captación de distinta índole, ya sea sectaria, fanática o ideológica. En Espa-
ña, la amenaza de grupos islamistas ha reemplazado a la que representaba el grupo ETA. Por otra parte, han surgido
grupos de ideología extremista violenta muy dispares, desde aquellos que reclutan para combatir al Estado Islámico
(de ideario islamófobo, ultraderechista y fundamentalista católico), pasando por grupos que representan los extremis-
mos ideológicos, tanto de extrema derecha como extrema izquierda.
¿Qué relación guardan este panorama con la adolescencia? Cabe recordar que el adolescente se enfrenta a nivel
interno a procesos de maduración y reestructuración neuronal y que, por ello, su toma de decisiones y comporta-
miento está lejos de ser percibir con realismo el riesgo, y de alcanzar las cuotas de racionalidad propias de un cerebro
maduro. El adolescente busca sensaciones nuevas, siente atracción por lo desconocido y arriesgado y, en algunos
casos, también por la violencia. El autocontrol todavía no se ha acabado de desarrollar y, por tanto, la superación de
obstáculos, frustraciones y acontecimientos estresantes tampoco se acomete de la manera más eficaz y perfecta. Esta
“desarmonía evolutiva” juega un papel clave en la captación de jóvenes y adolescentes por partes de grupos sectarios
(Hernández Prados & Ibáñez Bordallo, 2017) y grupos islámicos (de Meere, et al., 2015). De hecho, dentro del mundo
en crisis que vive el adolescente, cualquier grupo que ofrezca una solución novedosa a sus problemas y que les
“impresione”, puede lograr la captación, ya que la inmadurez, idealismo e inexperiencia del adolescente chocará con
el maquiavelismo y la manipulación, persuasión, radicalismo y proselitismo de estos grupos.
Según datos del gobierno de Reino Unido, en diciembre de 2020, la Unidad de Referencia Antiterrorista reportó un
aumento del 7% en el volumen de contenido terrorista online y un aumento preocupante en la proporción de niños y
adolescentes detenidos por delitos de terrorismo. En 2019, los menores de 18 años británicos representaron el 6% de
las detenciones por terrorismo, la proporción más alta desde que se empezaron a recopilar datos en 2001 (Home Offi-
ce, 2019). Ello concuerda con el hecho de que el principal objetivo de reclutamiento de grupos como el Estado Islá-
mico sean los jóvenes de entre 16 y 24 años, si bien el proceso de radicalización puede comenzar a partir de los 11 o
12 años. Muchos de estos jóvenes simplemente sueñan con pertenecer a un colectivo que les ofrezca algo más ilusio-
nante o atractivo de lo que encuentran en sus realidades cotidianas y formar así parte de una “contracultura”.
El radicalismo se define como un proceso individual o colectivo en el que surge una situación de polarización políti-
ca, que hace que las prácticas normales de diálogo, compromiso y tolerancia sean abandonadas a favor de una acti-
tud de confrontación cada vez mayor (de Meere & Lensink, 2015). Dicha confrontación abre la puerta a distintas
actitudes que pueden ir escalando desde la presión no violenta o coerción, hasta las formas de violencia política no

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terroristas y los actos de extremismo violento y crímenes de guerra. El proceso requiere de una socialización ideológi-
ca alejada del statu quo y la cultura dominante, que fomente una visión dicotómica del mundo y defienda un eje de
movilización alternativo fuera del orden político, que deja de considerarse apropiado o legítimo (de Meere & Lensink,
2015).
Aunque no se trata de un fenómeno unidimensional, y existen distintos factores de riesgo para la radicalización,
tanto a nivel micro como meso y macro, la edad es una variable muy importante (Venhaus, 2010). Estos grupos extre-
mistas usan cada vez más las redes sociales para difundir su influencia y para radicalizar y reclutar jóvenes mediante
foros, chats, campañas de donación, etc. Los grupos de extrema derecha también son muy activos en la red, con webs
atractivas y elementos interactivos, tales como encuestas, chats, foros y géneros musicales de contracultura (Caiani &
Kröll, 2014). Los jóvenes izquierdistas y musulmanes convertidos suelen usar perfiles públicos en Facebook, mientras
que los jóvenes simpatizantes con la extrema derecha prefieren usar foros fuera de Facebook para crear sus comuni-
dades y ser menos localizables (de Meere & Lensink, 2015).

Sectas online
Las sectas “tradicionales” también usan los medios digitales para implementar técnicas de persuasión coercitiva,
subiendo sus contenidos a la red sin filtros legales y accediendo a un gran número de posibles adeptos (Sánchez-
Acosta, 2017). Dichos contenidos, tienen como objetivo manipular la percepción y la cognición, usando mentiras y
engaños para distorsionar la realidad, y una terminología propia sólo comprensible desde el contexto grupal. Tam-
bién se aprovechan estos canales para ensalzar la figura de los líderes, que pasan a convertirse en figuras de referen-
cia. Por ultimo, sus técnicas persiguen el control del entorno, y ejercer un poder emocional sobre la víctima.
Junto a este fenómeno esperable de adaptación online de las sectas ha surgido otro fenómeno más invisible y desco-
nocido: las sectas virtuales. Se trata de grupos cerrados que operan en las redes sociales captando adolescentes para
someterlos a procesos de alienación, manipulación y violencia. Una de las redes sociales más usadas por estas sectas
virtuales es Facebook y su herramienta de grupos cerrados. En España, tenemos un ejemplo paradigmático que saltó a
los medios de comunicación. Nos referimos al caso de la joven Patricia Aguilar, que huyó de su casa en 2017 tras
cumplir la mayoría de edad para ir vivir a la selva de Perú en condiciones infrahumanas con un gurú al que había
conocido en Facebook a los 16 años. El líder de esta secta “Gnosis”, se autodenominaba “Príncipe Gurdjeff” y había
captado a varias chicas a las que dejó embarazadas. YouTube e Instagram también han sido plataformas que han
dado voz a algunos influencers que, en un primer momento, comenzaron haciendo contenidos de moda y belleza,
para después autodefinirse como “chamanes modernos” y ofrecer técnicas de espiritualidad a cambio de sustanciales
contraprestaciones económicas (López, 2018).
En América latina las sectas y “legiones” de adolescentes son un fenómeno emergente, que también se organiza en
grupos de Facebook, con acciones que combinan lo online y presencial en torno a distintas temáticas: estilos musica-
les, aficiones mediáticas (películas, series, comics, videojuegos), momos (memes satíricos), “desórdenes mentales”,
prácticas de “cutting” y depresión (Ojeda Copa, 2017). Estos grupos se hicieron famosos por el particular humor negro
e intencionalmente ofensivo que promovían, como también por los casos de cibervandalismo, ciberacoso y trolling.
Estos grupos producen un conjunto de símbolos, jergas, normas y patrones de conducta que facilita que se formen
comunidades virtuales dentro con un grado de cohesión y nivel de actividad mucho mayores que otros grupos. Como
sus temáticas bordean lo prohibido, suelen ser denunciados y eliminados de Facebook constantemente, pero vuelven
a reabrir cambiando su anclaje digital. Entre las actividades online más negativas se encuentran la difusión de porno-
grafía y gore, así como la creación de retos de diversa índole, y ataques online ya sea a personajes públicos, grupos
rivales, incluso empresas (Ojeda Copa, 2017).

Juegos y retos violentos


Tal y como señala Escribano (2019), cada cierto tiempo surge un reto en las redes sociales al que mucha gente se
apunta. Lo que quizás no resulta tan conocido y señalan estos autores es que ocurren desde el siglo pasado, cuando
todavía no existían las redes sociales, si bien Internet les ha dado mayor presencia y capacidad de difusión. Por reto o
challenge se entiende cualquier acción que sea propuesta a los usuarios de las redes sociales para que sea filmada y
colgada en Internet con objeto de conseguir el mayor número de visitas posible y hacerse viral. Estos pueden ser soli-
darios, como el conocido reto del cubo de agua fría en favor de los enfermos de ELA, o peligrosos como el de

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“Momo” de 2018 y el de ballena azul surgida en Rusia en VKontakte, una red similar a facebook. En este último reto,
había 50 tareas a completar en 50 días incluyendo cortes en los brazos, subirse a zonas elevadas para quedarse en el
borde, o el suicidio en la última de las tareas (arrojándose a un tren o ahorcándose), costando la vida de más de cien
jóvenes en todo el mundo. Entre medias de ambos extremos hay toda una colección de retos que circulan en las redes
y que se van ampliando o modificando con cierta periodicidad.

TABLA 1
RETOS ONLINE

RETO VIRAL DESCRIPCIÓN

#IceCreamChallenge Ir a la sección de helados de un supermercado y coger uno al azar para abrirlo, chuparlo y volverlo a cerrar, dejándolo donde estaba
para que sea vendido

#MyFeelingsChallenge Bajar del coche en marcha y comenzar a bailar

#KnockoutChallenge Golpear a un viandante cualquiera por la calle y dejarlo inconsciente mientras alguien lo graba para subirlo a las redes sociales

#AlientodelDragón Tragar una cuchara llena de canela en polvo y expulsar la canela por la nariz (provoca colapsos pulmonares y problemas respiratorios)

#DeskChallenge Colgarse de la percha de la pared del colegio con la silla y el pupitre apoyado en las rodillas

#VacuumChallenge Introducirse dentro de una bolsa de basura gigante, dejando la cabeza fuera, y con la ayuda de otra persona encaja el tubo de una
aspiradora en un agujero pequeño. Al encenderla, el sujeto queda en una especie de envasado al vacío provocando hipoxias
cerebrales, caídas accidentales y lesiones

#HotWaterChallenge Arrojar agua hirviendo a una persona desprevenida

#CondomChallenge Inhalar un preservativo por la nariz para después sacarlo por la boca. Haprovocado muertes por asfixia y obstrucciones en las vías
respiratorias

#IceAndSaltChallenge Poner sal en cualquier parte de la piel y presionan esa zona con hielo, de modo que se produzca una reacción química que hace
descender mucho la temperatura del hielo. Causado quemaduras segundo y tercer grado

#Abecedariodeldiablo Recitar en voz alta una palabra que empiece por cada letra del abecedario, mientras que un compañero inflige una herida en la mano
del jugador con un objeto punzante. A cada palabra la punción es más fuerte

#TidePodChallenge Ingesta de cápsulas de detergente bien crudas o previamente cocinadas

#FlamingCactusChallenge Comerse un cactus en llamas, a la par que bebe cerveza para no quemarse

#TheShellChanllenge Ingerir cualquier alimento con su propio envoltorio o cáscara, como por ejemplo un huevo, un dulce industrial, etc.

#TrainSurfingChallenge Grabarse mientras se viaja por fuera del tren sujetándose a las barras de acceso o debajo de las ruedas

#Retodelos30 segundos Tumbarse en la carretera durante 30 segundos sin ser atropellado.

#Vodkaenelojo Verter la bebida alcohólica en el ojo de un individuo creyendo que llegará más rápidamente al torrente sanguíneo a través de las
venas oculares. Los resultados son coagulación de los vasos sanguíneos e inflamación de los ojos.

#BirdBoxChallenge Vendarse los ojos y realizar cualquier actividad cotidiana a ciegas, alguien graba la escena.

#AbCrack Moldear en el cuerpo un surco que separe el abdomen en dos de forma vertical, desde el pecho hacia abajo, con una severa dieta y
duros ejercicios físicos

Fuente: Escribano (2019)

Aunque algunas consecuencias de estos retos son muy evidentes, la falta de madurez de niños y adolescentes impi-
den que vean dichos riesgos del mismo modo que lo haría un adulto y, en otras ocasiones, las terribles consecuencias
negativas no son fácilmente atisbadas como en el caso de la canela o el ice challenge. La necesidad de atención y a
influencia negativa del grupo de pares son factores de riesgo.

RIESGO 4. Ciberengaño y desinformación


Internet es el principal medio de información de los adolescentes y está lleno de páginas que defienden o promue-
ven el consumo de drogas, la violencia animal, el racismo, la violencia sexual, el machismo, movimientos negacionis-
tas de todo tipo, la intolerancia hacia lo diferente, etc. Sin duda, también alberga contenidos en diametralmente

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opuestos, pero el peligro reside en la inmadurez del adolescente y en las limitaciones tanto emocionales como cogni-
tivas asociadas a dicha inmadurez, que pueden afectar su capacidad de elección. No olvidemos que la red está, ade-
más, llena de personas dispuestas a engañar y hacer daño, que ponen toda su inteligencia en diseñar mecanismos
manipuladores para ganarse la confianza de sus potenciales víctimas.

Phishing y smishing
Los jóvenes pueden ser muy vulnerables al «phishing» o suplantación de identidad. Se trata de un ciberdelito en el
que los delincuentes se hacen pasar por una persona o institución para engañar a sus víctimas y que estas les propor-
cionen datos sensibles, como información de identificación personal, datos bancarios y de tarjetas de crédito, y con-
traseñas, tanto suyas como de otras personas (por ejemplo, de los padres). El contacto se hace vía email, enlaces,
WhatsApp, archivos adjuntos maliciosos, o cualquier otro medio. A menudo se suplanta la identidad de un amigo o
un miembro de la familia, con mensajes amigables e informales del tipo «¡Oye, creo que te gustaría esto!» o bien alu-
diendo a empresas conocidas, con mensajes “tienes un paquete de correos que recoger”. Además, los ciberdelincuen-
tes monitorean los sitios más populares entre adolescentes, recopilan información personal como direcciones de
correo electrónico y nombres de amigos y otros datos para adaptar sus ataques y hacerlos más creíbles. Cuando esta
suplantación se hace con aplicaciones de mensajería o mensajes de texto recibe el nombre de «smishing». Este riesgo
aumenta con el grado de competencia digital, la apertura del perfil en las redes y el número de contactos online que
se tenga.

Descarga accidental de programa maligno


El malware es un software informático que se instala sin el conocimiento o el permiso de la víctima y realiza accio-
nes dañinas para el ordenador, desde robo de información personal o el secuestro del dispositivo en una «red de
bots», lo cual enlentece su rendimiento. Los ciberdelincuentes suelen engañar a las personas para que descarguen
programas maliciosos. El phishing que describimos anteriormente es uno de los medios que se emplean para esta des-
carga de malware, pero también existen formas más sofisticadas que se esconden en juegos y en las supuestas descar-
gas gratis de contenidos. Recordemos que la descarga de música y películas piratas, que suele vulnerar la normativa
de propiedad intelectual, es frecuente entre adolescentes. En concreto, el 37,1% lo hace con mucha frecuencia y el
33,9% ocasionalmente.

Estafas online
Es muy poco probable que los adolescentes caigan en la trampa de los príncipes nigerianos, pero sí pueden caer en
estafas que les ofrecen cosas que ellos valoran, como acceso gratuito a juegos en línea, dinero para apostar en juegos
online, móviles a precio de saldo, etc. Al igual que en phishing, los ciberdelincuentes se informan de cuáles son los
sitios más populares, o que más frecuentan, para identificar a sus potenciales víctimas, tenderles señuelos y hacerse
con los datos bancarios que buscan. Según el informe de Microsoft (2020), España se sitúa 13 puntos por encima de
la media mundial en cuanto a engaños, estafas y fraudes en Internet (un 44%), entre los que se incluyen las estafas de
phishing.

Contenidos involuntarios
Como mencionábamos anteriormente, Internet es una gran ventana al mundo llena de contenidos de gran valor,
pero también plagada de falsedades y engaños. Aunque muchos adolescentes acuden voluntariamente a sitios de por-
nografía y juegos online, por citar dos espacios que plantean efectos negativos, lo cierto es que muchas veces estos
contenidos son accedidos por accidente. Así, según el estudio de Catalina-García et al. (2014) con 2000 adolescentes
españoles, un 48,5% de los encuestados ha accedido involuntariamente a páginas web de contenido sexual duro, un
28,1% a webs que promueven el consumo de alcohol o drogas, un 24,4% a webs con contenidos violentos, un
23,8% a webs que promueven la anorexia o la bulimia, y un 22% a webs que promueven el racismo y la intolerancia
religiosa. Por último, el 11,9% de los adolescentes ha accedido involuntariamente a páginas web que justifican el sui-
cidio y/o la autolesión.

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RIESGO 5. Adicciones online


Juego y apuestas online
En 1980 se incluyó por primera vez el juego patológico dentro del DSM-III como un “trastorno del control de impul-
sos no clasificado en otro apartado”, mientras que el DSM-5 lo incluye en la misma categoría que el resto de los tras-
tornos adictivos, englobando juegos de internet sin apuestas, juegos profesionales y páginas sexuales. Las
características principales de la adicción a los videojuegos online es la participación recurrente y persistente durante
muchas horas en videojuegos (normalmente grupales), lo cual conlleva un deterioro o malestar clínicamente significa-
tivo (Carbonell, 2014).
Según el informe “Análisis del perfil del jugador online”, de la Dirección General de Ordenación del Juego (DGOJ,
2018) el 83,46% de los españoles que juegan o apuestan online tienen una edad comprendida entre 18 y los 45 años,
siendo el grupo de los 18-25 años el que más ha aumentado. En el estudio de Buiza-Aguado et al. (2017) se identifi-
caron factores de riesgo en el uso de videojuegos patológico, siendo los principales, un mal funcionamiento psicoso-
cial (habilidades sociales, hostilidad, problemas familiares, etc.), la ansiedad y el tiempo de uso de otros juegos
(Fumero, et al., 2020).
Además, se sabe que la patología asociada al juego afecta más a la modalidad online que tradicional, y que los juga-
dores online presentan más cogniciones desadaptativas que los jugadores offline, siendo la comodidad virtual un fac-
tor predictivo de los síntomas del trastorno de juego online (Bodi, et al., 2021).

Nomofobia, phubbing y tecnoferencia


La nomofobia (fobia a no tener teléfono móvil) es un término que fue acuñado por la oficina de correos del Reino
Unido en 2008, la cual encargó una encuesta a la organización de investigación YouGov para examinar si los usua-
rios de teléfonos en experimentaban ansiedad. Se descubrió que casi 13 millones de británicos se sentían ansiosos
cuando perdían su móvil u olvidaban llevarlo consigo, se quedaban sin batería o cobertura de red y si no recibirían
llamadas, mensajes de texto o correos electrónicos durante cierto tiempo, lo que representaba un 53% de los encues-
tados (DailyMail, 2008). Más adelante, se definió la nomofobia como un trastorno del siglo XXI resultante de las tec-
nologías de la información y la comunicación, en concreto, como un miedo a no poder comunicarse con los demás,
a estar separado del móvil o no estar conectado a Internet y como una fobia situacional caracterizada por el miedo a
angustiarse y no recibir ayuda (King, et al., 2010; King et al., 2013). Una de las características de la nomofobia es la
comprobación constante de notificaciones instantáneas que, por un lado, pueden actuar como recompensa, pero que
por otro lado aumenta el nivel de ansiedad y angustia, dando lugar a síntomas de carácter clínico que incluyen la
ansiedad, alteraciones respiratorias, temblores, transpiración, agitación, desorientación y taquicardia (Bhattacharya, et
al., 2019). Los jóvenes y las mujeres son los grupos más vulnerables (León-Mejía, et al., 2020). Fuera del ámbito aca-
démico, tenemos datos interesantes que nos ofrecen los informes de plataformas y servicios online con macro encues-
tas a sus usuarios. Así, la plataforma psicoeducativa Desconect@ apunta a que un 77% de las personas que posee un
teléfono inteligente padece nomofobia y que España es el país europeo con mayor adicción adolescente a Internet
(Desconect@, 2020). El análisis realizado por Rastreator.com afirma que el porcentaje de jóvenes entre 18 y 24 años
que admite ser dependiente de su smartphone aumenta 14 puntos respecto al año pasado y pasa a ser de un 45%,
además, ocho de cada diez creen que no podrían vivir sin estos dispositivos (Rastreator, 2013). Unos datos que casan
con cifras proporcionadas en informes anteriores de Rastreator que indicaban que el 32,8% de los jóvenes mira el
móvil más de diez veces a la hora y, de estos, más de una cuarta parte lo consulta hasta más de 20 veces por hora.
Además, el móvil se convierte en lo primero que se hace por la mañana y lo último por la noche. Frente a este pano-
rama, las intervenciones basadas en ejercicio físico pueden tener efectos positivos en el tratamiento de la adicción a
los teléfonos inteligentes y a mayor duración de la intervención, mayores efectos positivos (Liu, et al., 2019; Xiao et
al., 2021).
La nomofobia puede ir ligada o presentarse por separado junto a otros problemas como el FoMO que veremos más
adelante. También se vincula con el “phubbing” (phone más snubbing) que consiste en el ignorar o menospreciar a
quien tenemos al lado, al prestar más atención al móvil que a su persona. Por otro lado, la tecnoferencia alude a las
interrupciones en la comunicación interpersonal causadas por la atención a los dispositivos tecnológicos personales
(móvil, tableta, ordenador). En otras palabras, es , por ejemplo, prestarle más atención a la tableta que a la pregunta
que te ha hecho tu hijo, tu amigo, tu madre o tu novio. El término se atribuye al profesor Brandon McDaniel, de la

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Universidad Estatal de Illinois, que lo acuño para englobar abarca cosas como la comprobación de los teléfonos en
busca de mensajes de texto y notificaciones durante las comidas, el tiempo de juego u otras actividades rutinarias. Así
descubrió que cantidades bajas interferencia tecnológica están asociadas a niveles más altos de problemas de com-
portamiento en los hijos y en problemas de pareja (McDaniel & Radesky, 2017).

FOMO
Muy relacionado con la nomofobia, nos encontramos con el FoMO o temor a perderse algo (Fear of Missing Out),
definida como la ansiedad de perderse eventos emocionantes o interesantes. Para Przybylski, el miedo a perderse algo
es una aprensión generalizada a que los demás puedan estar viviendo experiencias gratificantes de las que uno está
privado y surge de carencia en necesidades psicológicas básicas de competencia, autonomía y relación. Los jóvenes
tiene más riesgo de sufrirlo que los adultos, si bien estos últimos no están exentos (Rozgonjuk, et al., 2021).

TABLA 2
COMPORTAMIENTOS ASOCIADOS AL FOMO

4 Preocupación al enterarse de que los amigos lo están pasando bien sin uno mismo
4 Temor a que otras personas (sobre todo amigos) tengan experiencias más satisfactorias
4 Ansiedad cuando se desconoce qué están haciendo los amigos o personas cercanas
4 Irritación o enfado cuando las obligaciones se interponen en los planes sociales
4 Actividad constante en las redes para no perderse nada
4 Necesidad de publicar constantemente en las redes sociales lo que se está haciendo
4 Imposibilidad de desconectar de las redes sociales cuando durante experiencias positivas (ej., comentar una serie mientras se ve o publicar fotos de la comida
mientras se come, etc.)
4 Temor a no ser suficientemente relevante en las redes sociales

Fuente: Wegmann, et al. (2017)

El FoMO también se relaciona con un uso problemático de Facebook, que fue una de las primeras redes sociales en
las que las notificaciones de actividad de otros usuarios (y las reacciones a estas) formaban parte esencial de la inte-
racción social (Dempsey, et al., 2019). El propio Facebook interrogó a más de 2.000 adultos estadounidenses sobre su
adicción a los teléfonos inteligentes, y descubrió que algo más de la mitad (el 56%) tenían miedo a perderse eventos,
noticias y actualizaciones de estado importantes. Utilizando la teoría del autoconcepto, Zhang y sus colaboradores
proponen que el FoMO es una respuesta emocional a las amenazas psicológicas percibidas para el propio autocon-
cepto, tanto en la dimensión del “yo privado” como en la del “yo público” (Zhang, et al., 2020).
En nuestro país, según los datos del estudio ¿Estamos hiperconectados? (IKEA, 2018), un 32% de los jóvenes con
edades comprendidas entre los 18 y los 24 años se confiesan incapaces de desconectar de las redes sociales durante
las vacaciones y desearían poder hacerlo para invertir ese tiempo en otras actividades. Además, los menores de 25
años comprueban la pantalla de su teléfono inteligente cada 7 minutos y un 75% volvería a casa a por su teléfono si
se lo olvidara. En Estados Unidos, el 56% de los usuarios de redes sociales sufre FoMO, aunque con diferentes niveles
de intensidad, mientras que, en España, el 7% de la población conectada y el 15% de los millennials (los nacidos
entre los 80 y principios de los 90) padece FoMO. Además, el 12% siente pánico a quedarse sin Internet y al 21% le
horroriza la idea de perder el móvil.

Compras online
Internet es un escaparate del mundo material, donde marcas y empresas compiten por atraer la atención del consu-
midor creando necesidades artificiales que, en el caso del sector de la belleza, la salud, el fitness y la moda (entre
otros) entroncan con las debilidades del adolescente ávido de tener una buena imagen corporal, ya que en su mente
esta va ligada a la aceptación de los demás y la popularidad.

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Las redes sociales se han convertido en una de las plataformas más eficaces para promocionar productos y servicios,
no solamente a través de anuncios tradicionales, sino con la ayuda inestimable de aquellos youtubers e influencers
que los adolescentes admiran. Según Catalina-García et al. (2014) en la red hay una gran presencia de publicidad de
bares y discotecas (49,1%), seguida de publicidad de productos de moda y belleza (37,7%). Además, encontraron que
los menores de edad accedían involuntariamente a publicidad nociva. En concreto, un 30,5% de los adolescentes
afirmó haberse encontrado con publicidad sobre concursos con premios en metálico, un 24,8% sobre horóscopos y
webs de adivinación, un 18,6% sobre juegos de azar y casinos, un 15,1% sobre páginas web pornográficas y un
14,9% sobre bebidas alcohólicas.

4. CONSECUENCIAS DE LOS RIESGOS ASOCIADOS A INTERNET


Tal y como señala Catalina-García et al. (2014), el uso excesivo de Internet puede tener efectos tanto a nivel interno
como externo. Dentro de los aspectos internos situamos aquellos relativos al bienestar psicológico y emocional del
individuo, así como los problemas de personalidad. En los efectos externos encuadraríamos los relacionados con la
funcionalidad del usuario y la reducción de los niveles de actividad como, por ejemplo, la obesidad (con los proble-
mas de salud asociados), la reducción de la interacción social, el deterioro de la calidad de las relaciones con amigos
y familia, falta de interés por la vida cotidiana y el fracaso escolar. En esta parte del trabajo vamos a desarrollar algu-
nas de las consecuencias negativas en ambos niveles, y para ello vamos a distinguir entre una dimensión más física,
cognitiva y conductual y otra más emocional ligada al bienestar y salud mental.

4.1. Dimensión física y socio cognitiva


Ya sea en casa, en el colegio o en la calle, los adolescentes tienen en sus móviles, tabletas y ordenadores una
inmensa e inmediata ventana a una realidad llena de estímulos en forma de imágenes, fotografías y vídeos. Existen
problemas de salud, tales como el síndrome de visión de ordenador o SVO (Blehm, et al., 2005) o el síndrome de
Zoom, que ha emergido durante la pandemia como consecuencia del aprendizaje online y del teletrabajo. En el caso
del SVO, la sequedad de ojos, cansancio ocular, irritación, rojez y visión borrosa y/o doble que lo caracteriza sabe-
mos que nos afecta con independencia de la edad. Un estudio realizado en Korea encontró que estos síntomas eran
más intensos en aquellos escolares de primaria que usaban más el móvil y que cesaban cuando este uso del móvil se
relajaba (Moon, et al., 2016). Del mismo modo, entre adolescentes se encontró que usar el móvil más de dos horas al
día duplicaba la incidencia de este síndrome ocular (Kim et al., 2016). En cuanto al zoom, realizar videoconferencias
con cualquier tipo de programa como Zoom, Skype, Teams, etc., si se prolonga durante más de dos semanas y duran-
te unas 6 horas diarias puede producir los siguientes efectos: fatiga general y ocular, dolor de cabeza, aumento de
peso, sentimientos desproporcionadamente negativos hacia el ordenador, deterioro significativo de la memoria, y
aumento de la distracción (Anderson & Looi, 2020).
La obesidad en la infancia y la adolescencia se ha convertido en un grave problema de salud pública en los países
desarrollados. Un factor muy ligado a este problema es precisamente el aumento del número de horas semanales
transcurridos delante de las pantallas de ordenado-
FIGURA 3 res y teléfonos móviles, en detrimento del deporte,
ADOLESCENTES ENTRE 13 Y 17 AÑOS QUE PASA MÁS DE 2H/DÍA juego y actividades al aire libre. El sedentarismo
REALIZANDO ACTIVIDADES SEDENTARIAS (%) ocasiona un mal desarrollo muscular y, si va acom-
pañado de un aumento de peso, predispone a la
diabetes infantil (Alsehaima & Alanazi, 2018).
Según las recomendaciones de la Organización
Mundial de la Salud (OMS), los niños y adolescen-
tes de entre 5 y 17 años deberían realizar al menos
60 minutos de actividad física diaria de intensidad
moderada a vigorosa pero según ANIBES, un 55,4
% de los niños y adolescentes españoles de entre 9
y 17 años no cumple con dichas recomendaciones
(Ruiz Moreno et al., 2015; Varela-Moreiras, et al.,
Fuente: (Federacion Española de Nutrición, 2015) 2015). También según el informe ANIBLES, una

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vez eliminado el uso de internet para el estudio, el 48,4 % de los niños y adolescentes de 9 a 17 años pasaba más de
2 horas al día delante de una pantalla, el 49,3 % superaba este tiempo en los días de entresemana, y el 84,0 % duran-
te los fines de semana. Los adolescentes pasaban más tiempo viendo la televisión, jugando con ordenadores o conso-
las o navegando por internet que los niños: un 60,2% del grupo de los adolescentes pasaba más de 2 horas al día
frente a la pantalla entresemana, y el 85,8% durante los fines de semana. Más del 30,0 % tenía televisión, ordenador
y/o consola en sus dormitorios.
Otros datos preocupantes de Reino Unido nos dicen que un niño británico de siete años ha pasado una media de un
año viendo contenidos de pantalla en forma de juegos de ordenador, Internet y televisión, y que a los 18 años, el niño
europeo medio habrá pasado tres años frente a las pantallas (Melamud & Waisman, 2019).
La continua e intensa estimulación que ofrece Internet también se ha vinculado a un menor interés o caída rápida de
la atención por la realidad fuera de las pantallas, mucho menos atractiva, más lenta y de opciones limitadas. Además,
el exceso de información online también se ha vinculado a problemas cognitivos como el estrés, la falta de atención y
la fatiga, por no hablar de la dificultad a la hora de distinguir fuentes falsas y verdaderas, así como ficción y realidad.
Siendo Internet el principal lugar al que acuden los adolescentes en busca de respuestas sobre interrogantes de todo
tipo, la batalla de la desinformación es uno de los peligros más acuciantes. Recordemos que Internet, a diferencia de
un periódico, una revista o un programa de televisión, no tiene ni guionistas ni, por supuesto, revisión por pares, sino
que cualquier persona puede publicar lo que quiera cuando quiera. Este problema nos atañe a todos, pero son los
niños y adolescentes quienes están más desprotegidos. Además, la información no veraz, o de carácter informal tam-
bién se ha trasladado al ámbito académico, constituyendo un verdadero problema para educadores. Las tareas y ensa-
yos van ligados al plagio de fuentes de Internet, que no siempre es detectado si hay un parafraseo complejo y
elaborado. Además, hacer tareas escolares se complica cuando los estímulos de Internet ya sean en el móvil u ordena-
dor, nos roban la atención y concentración.
Uno de los problemas relacionados con el tiempo pasado por los adolescentes en las redes sociales online es el uso
de dispositivos electrónicos por la noche, cuando se llevan sus móviles y tabletas a las habitaciones sin control paren-
tal. Sabemos que el mundo online hace posible una intercomunicación permanente que favorece estar chateando,
visualizando imágenes o jugando en grupo las 24 horas, lo cual puede influir en el sueño y calidad del descanso noc-
turno, con repercusiones en el estado de ánimo y rendimiento académico. Tanto los juegos como el uso de Internet
están relacionados negativamente con buenos patrones de sueño y cuanto más tiempo se pase frente a las pantallas
menos tiempo disponible habrá para dormir y descansar (Hale & Guan, 2015). Además, el contenido visualizado pro-
duce excitación psicológica y física. Por ejemplo, existe una influencia del efecto de la luz azul, tanto en el ritmo cir-
cadiano como en el estado de alerta, que está mediado por la supresión fisiológica de la hormona promotora del
sueño melatonina a través de la luz brillante de las pantallas (Hale & Guan, 2015).
Yéndonos a la parte más psicológica, el exceso de conexión a Internet va ligado a sentimientos de aislamiento, sole-
dad, timidez, ansiedad y depresión que pueden ser causados o bien agravados por este consumo (Ang, et al., 2018;
Costa, et al., 2019; Lin et al., 2016) si bien los efectos pueden ser pequeños o moderados en la mayoría de casos
(Elhai, et al., 2017). Por tanto, este uso intenso, que como veremos más adelante en determinados casos se vuelve
patológico, reduce el tiempo al aire libre, aumenta el sedentarismo, la miopía por falta de exposición a la luz solar y
reduce los contactos sociales presenciales con la consecuente merma en el desarrollo de habilidades sociales. En
algunas sociedades, como la japonesa, también se ha vinculado el fenómeno de los hikikomoris o personas (muchas
jóvenes) que apenas abandonan sus hogares, constituyendo casos extremos de aislamiento social (Kato, et al., 2020;
Tateno et al., 2019). Un fenómeno que no es exclusivo de Japón y que también se ha encontrado en diferentes países,
incluido España (Pereira-Sanchez, Alvarez-Mon, Asunsolo Del Barco, Alvarez-Mon, & Teo, 2019).
Por tanto, Internet no solamente puede afectar nuestras capacidades cognitivas más básicas, las que, a su vez, nos
permiten hacer acciones más complejas como escribir este texto o concentrase en la lectura de este, sino que otras
dimensiones como el bienestar y la salud mental también se ven afectadas por el uso continuo e intenso de Internet.
Así, se sabe que usar las redes sociales durante más de dos horas va ligado a una peor autoevaluación de la salud
mental, a mayores niveles de malestar psicológico y a la ideación suicida. Por otra parte, la adicción a Internet se rela-
ciona con trastornos psiquiátricos, con un aumento de la ansiedad social y la agresividad. Veamos estos aspectos con
mayor detenimiento.

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4.2. Dimensión emocional e impacto para la salud mental


La literatura científica que analiza el impacto del uso pernicioso de Internet sobre la salud mental de los adolescen-
tes ha proliferado en los últimos años. La necesidad de explorar nuevas vivencias, buscar gratificación inmediata y la
sensación de invulnerabilidad —típicas de la adolescencia— favorecen la exposición a conductas de riesgo, de las
que no escapa Internet. Además, la adolescencia es un período de cambio especialmente vulnerable y los adolescen-
tes se enfrentan al riesgo de sufrir síntomas de adicción como resultado de su uso diario de las redes sociales. Pero no
todos los jóvenes están igualmente expuestos, ya que factores y características personales como el género, la edad, la
etnia o las creencias, así como factores psicológicos tales como la autoestima y los rasgos de personalidad (sobre
todo extraversión, desinhibición, neuroticismo y narcisismo) predicen las adicciones relacionadas con Internet, y los
comportamientos de riesgo online. Por tanto, los problemas relacionados con Internet no pueden analizarse como
algo unidimensional, sino que es necesario tener en cuenta factores específicos (Peris, de la Barrera, Schoeps, &
Montoya-Castilla, 2020).
Como hemos comentado anteriormente, Internet es una ventana de explotación comercial para la difusión y venta
de muy diversos productos, tanto positivos como negativos. Un uso obsesivo de las redes sociales puede derivar en
adicción conductual y producir síntomas de ansiedad similar al síndrome de abstinencia, siendo los jóvenes una
población más frágil y predispuesta a este tipo de problemas (Lozano-Blasco, et al., 2020). Entre todos los peligros y
riesgos asociados a Internet podemos destacar los siguientes (Echeburúa & De Corral, 2010):
4 Acceso a contenidos inapropiados (pornografía, violencia, contenidos proclives a la anorexia, incitadores del suicido
o la comisión de delitos, etc.)
4 Confusión entre lo íntimo, lo privado y lo público, que favorece el uso de información privada por desconocidos
4 Crear una identidad ficticia potenciada por el autoengaño o fantasía.
4 Fomento del histrionismo y conductas narcisistas, a veces deformadoras de la realidad.
4 Aparición de adicciones no conductuales, adicción y uso problemático de Internet, nomofobia, FOMO, adicción al
juego, a las compras online, etc.
4 Acoso y/o pérdida de intimidad.
Según el metanálisis de Hoare et al. (2016), existe evidencia sólida que relaciona la sintomatología depresiva y el
malestar psicológico con el tiempo que se usan las pantallas durante el tiempo de ocio, y que los adolescentes que
utilizan las pantallas más de 2-3 h al día tiene un peor estado de salud mental.
Además, han surgido nuevas manifestaciones conductuales como el comportamiento geek, que define a los jóvenes
apasionados por las TIC, incluidas las redes sociales, que les lleva a veces a dar preferencia a la interacción online
frente a la presencial, y el fenómeno de aislamiento social extremo o hikikomori. Estudios recientes sobre el uso pato-
lógico de Internet dentro del ámbito europeo apuntan a una prevalencia que oscila entre el 4,4% y el 13,5% para el
uso patológico de Internet y entre el 14,3% y el 54,9% para el uso problemático de Internet. En España, la prevalencia
de usuarios problemáticos de Internet se ha estimado entre el 18,5% y el 4,9% de los usuarios patológicos de Internet.
En cuanto al uso de redes sociales y los posibles efectos que tiene en la salud mental de los adolescentes, se han
encontrado correlaciones entre el uso de las redes sociales y los problemas de salud mental, pero las relaciones cau-
sales no pueden ser atribuidas a un solo factor, sino que tiene un origen multicausal. Revisiones recientes centradas
en distintas categorías de exposición a las redes sociales (tiempo usado; actividad; inversión; y adicción) encontraron
correlaciones con depresión, ansiedad y angustia psicológica, con un reconocimiento de la complejidad contenida en
estas relaciones Encontrándose entre los elementos mediadores algunas fuentes de influencia (Keles, et al., 2020):
4 Apoyo social percibido y retroalimentación de pares.
4 Rasgos de personalidad, como la autoestima
4 Actitudes o comportamientos particulares como la comparación social, la rumiación y el uso activo o pasivo de las
redes
4 Insomnio y otros problemas de sueño
4 Situaciones de ciberacoso
4 Falta de actividad física
Una de las variables para tener en cuenta (y de las que más preocupan) es la influencia de pasar un tiempo excesivo
en las redes sociales. Sin embargo, los resultados de un estudio longitudinal realizado durante 8 años revelaron que
no existen evidencias de que el tiempo en las redes sociales pueda influir en la salud mental de un individuo, cuestio-
nando así que esta sea una variable indicativa de problemas de salud mental por sí sola, ya que existen otros muchos

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factores vinculados al uso de internet que pueden explicar el aumento de los problemas de salud mental durante la
adolescencia, como los contenidos que son consultados y el contextos familiar y social del adolescente (Coyne,
Rogers, Zurcher, Stockdale, & Booth, 2020).
La característica esencial de la adicción a los videojuegos online es la participación recurrente y persistente durante
muchas horas en videojuegos, que conlleva un deterioro o malestar clínicamente significativo. Dicha participación
implica interacciones sociales y, frecuentemente, en equipo (Carbonell, 2014). En concreto, el DSM-5 contempla
hasta 9 síntomas posibles de los que es necesario cumplir al menos 5 por un periodo continuado de 12 meses.
1. Preocupación por los juegos. Pensamientos sobre el juego anticipados a la actividad.
2. El juego en internet se convierte en una actividad dominante en la vida diaria
3. Síntomas de abstinencia al retirarse el juego (irritabilidad, ansiedad o tristeza, aunque no hay señales físicas de la
abstinencia farmacológica)
4. Tolerancia (necesidad de pasar cada vez más tiempo ocupado en los juegos en línea)
5. Intentos fracasados de participar en los juegos en internet.
6 Perdida de interés en aficiones previas y en entretenimientos con excepción a los juegos en Internet.
7. Continuo uso excesivo de los juegos pese al conocimiento de los problemas psicosociales que acarrea
8. Engaño a miembros de la familia, terapeutas u otros con respecto a la cantidad de tiempo que utiliza los juegos
9. Usa los juegos online para escapar de estados emocionales negativos (Ej. sentimientos de desesperanza, culpa, o
ansiedad)
10. Ha comprometido o perdido relaciones significativas, trabajo u oportunidades académicas o laborales por la parti-
cipación en juegos de internet
11. Perdida de relaciones significativas, trabajo u oportunidades académicas o laborales por la participación en juegos
de internet.
Por último, en esta dimensión de salud mental cabe señalar las autolesiones online (“digital self-harm”) entre ado-
lescentes, consistentes en el uso de Internet para publicar o compartir autolesiones físicas o que resultan dañinos o
humillantes para uno mismo. Se ha identificado distintas motivaciones para esta práctica, siendo la principal expresar
malestar, sobre todo en las chicas, aunque también se realiza para buscar desahogo o alivio, buscar la atención y
comprensión de otros, ver la reacción de otros, bien sea porque se considera algo gracioso o porque otros lo hacen y
es una “moda”.
Si bien en su lado positivo Internet puede ser una fuente de apoyo social, en el lado negativo permite normalizar e,
incluso, reforzar el comportamiento autolesivo en foros y webs donde se apoyan estas conductas. El refuerzo social
que ofrece el grupo de edad, funciona en las autolesiones online de manera tóxica, promoviendo conductas de imita-
ción y estimulando prácticas autolíticas cada vez más severas (Gámez-Guadix, Almendros, Rodríguez-Mondragón, &
Mateos-Pérez, 2020). Por ejemplo, bajo el hashtag #cutting los jóvenes exponen sus heridas a veces recién hechas y
otras ya curadas o cicatrizadas (Scherr, Arendt, Frissen, & Oramas M, 2020).
Los estudios parecen indicar que los jóvenes que caen en esta práctica tienen una historia previa de autole-
siones, lo cual puede ser un factor predisponente para sumergirse en foros y webs que apoyan y refuerzan
dichas prácticas, promoviendo incluso conductas de rivalidad por superar las lesiones mostradas por otros
jóvenes, y recibiendo rechazo cuando no se comprometen o no se implican plenamente con las autolesiones
(Jacob, Evans, & Scourfield, 2017). Los adolescentes encuentran en las autolesiones una forma de regulación
emocional negativa y en algunos casos son conductas parasuicidas, razón por la cual debemos considerar la
gravedad de esta práctica como factor de riesgo en el suicidio. Además, los contenidos de autolesiones en
Internet, tanto si suceden de manera accidental o intencionalmente, pueden provocar trastornos emocionales
en usuarios especialmente vulnerables y podría peligroso incluso para aquellos que no están involucrados ple-
namente con este tema (Arendt, et al., 2019).

4.3. Factores de riesgo, diferencias individuales y de género


El uso abusivo de internet puede convertirse en adicción, un fenómeno en alza progresiva, con prevalencias que
apuntan a la adolescencia como un periodo de particular riesgo. existen factores de riesgo tanto individuales como
familiares y psicosociales que pueden predecir el perfil del usuario que hará un uso problemático de internet (Arrivi-
llaga, et al., 2021; Rojas-Jara, et al., 2018):

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4 Factores individuales: aquí se incluyen factores como la autoestima, la timidez, baja modulación de impulsos
y el manejo del estrés, o dificultades en la imagen corporal y las habilidades sociales; niveles elevados de per-
cepción emocional intra e interpersonal. Menor regulación emocional; mayor edad de uso y menor edad de
inicio de uso
4 Factores familiares: el apego inseguro y los conflictos familiares regulares se asocian a una mayor probabilidad de
presentar adicción a internet, así como un menor control parental de las actividades fuera de casa, una mayor fre-
cuencia de uso de Internet y tener dispositivo propio
4 Factores psicosociales: la cultura, y principalmente la tecnológica, se relacionan con un riesgo más elevado de
adicción en población adolescente.
No es fácil identificar los factores que median y moderan las relaciones entre las redes sociales y los resultados que
puede tener un impacto tanto positivo como negativo, esto va a depender en gran parte del uso particular de cada
usuario. Un elemento determinante es el feedback que recibe el adolescente en las redes sociales del mismo modo
que el éxito o el fracaso social presencial tiene un gran impacto una retroalimentación positiva de publicaciones en
forma de likes y comentarios agradables sobre el contenido que comparta el adolescente serán un refuerzo positivo
que puede aumentar su autoestima y su sensación de bienestar, mientras que el feedback negativo tendrá justo el
efecto contrario con disminución en su autoestima y sentimientos de aislamiento e inferioridad.
Un manejo de las características que se quieren mostrar (destacando los aspectos positivos y minimizando los menos
atractivos) puede ser un indicador adaptativo en el desarrollo de la identidad, mientras que una dependencia absoluta
de la opinión de los demás derivará en una autoestima frágil (Cox, 2020). Construir un yo falso basado en la aproba-
ción de los demás obtiene una recompensa inmediata con las reacciones en forma de “me gusta”, sin embargo, hay
que pagar un alto precio en cuanto al desarrollo de una identidad equilibrada y satisfactoria.
A la hora de hablar de los efectos de las redes sociales es necesario tener en cuenta la existencia de diferencias indi-
viduales. Los jóvenes con dificultades de salud mental previas parecen ser especialmente vulnerables ante los peligros
de las redes sociales. Ciertos estilos cognitivos, como los que implican cavilaciones y rumiación parecen exacerbar
los efectos negativos. Además, el impacto negativo de las redes sociales sobre los síntomas depresivos parece ser
mucho mayor en adolescentes con bajos niveles de interacción física, mientras que los jóvenes con altos niveles de
socialización presencial parecen estar relativamente protegidos contra las consecuencias negativas de pasar demasia-
do tiempo en línea (Abi-Jaoude, et al., 2020).
En cuanto al género, la tendencia reflejada en diferentes estudios es que el porcentaje de chicas que ha sufrido cibe-
racoso es superior al de chicos (Rodríguez et al., 2015). También aparecen mayores niveles de conductas violentas
hacia gais, lesbianas y transexuales, siendo los chicos más victimizados. Este hecho avala la hipótesis de que en la red
es heteronormativa, es decir, mujeres y personas situadas fuera de los márgenes de lo “aceptable”, se convierten en
un colectivo susceptible de ser agredido o acosado (Donoso-Vázquez, et al., 2017).
Las únicas páginas que las adolescentes visitan con más frecuencia que los chicos son las que promueven el suicidio
o la autolesión, así como las que promueven la anorexia y la bulimia, que tradicionalmente han afectado más a las
mujeres que a los hombres (Catalina-García et al., 2014).

4.4. Síntesis de costes y beneficios


Lejos de desacreditar el uso de la tecnología e Internet creemos que esta ofrece numerosas ventajas cuando se usa
adecuadamente. Una de las aportaciones beneficiosas en el desarrollo evolutivo de los adolescentes y búsqueda de su
identidad, es la capacidad de aumentar tanto sus miras como su círculo personal, encontrando amigos y compañeros
con gustos e intereses afines. Lamentablemente algunos adolescentes encuentran en las interacciones online un refu-
gio alternativo a lo que ocurre realmente en sus vidas, construyendo en ocasiones un escaparate artificial que esconde
la realidad que rechazan.

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TABLA 3
COSTES Y BENEFICIOS DE INTERNET Y LAS REDES SOCIALES

PROS CONTRAS

Complementan y refuerzan las relaciones presenciales Cyberbullying: acoso con mayor publicidad y duración que el presencial.
Aumentan el apoyo social Soledad y aislamiento social
Permiten desarrollar y mantener amistades
Facilitan el apoyo y aprobación de los pares
Influencia negativa de los estereotipos de género y estándares corporales que
Ofrecen oportunidades para una exploración segura de la identidad y la auto- provocan insatisfacción con la imagen personal.
revelación
Autopresentación arriesgada que cosecha comentarios negativos en las redes
Libertad de elección en la presentación pública del yo mediante publicación de sociales, con merma para la autoestima.
imágenes e intercambio de información
Validación entre pares en conductas de riesgo (como beber alcohol) que afecta
Capacidad de control de las percepciones que tienen otras personas acerca de negativamente a las decisiones y comportamientos.
quiénes son y cómo actúan
Juzgarse a sí mismo negativamente a través de la percepción (real o atribuida)
Autoconcepto guiado por una mayor autoexploración, facilitando la capacidad de los demás.
de comprender el yo de manera clara y estable.
Exposición a contenido inapropiado
La probabilidad de encontrar jóvenes con ideas afines, las herramientas de las
redes sociales en línea pueden ayudarlos a sentirse menos solos y con más
confianza.

Adaptado de Uhls et al. (2017)

Si bien gran parte de la atención de los medios se ha centrado en el riesgo del uso de la tecnología y el potencial
daño de las redes sociales, algunos estudios han mostrado un impacto positivo en los jóvenes. Mientras los riesgos se
han descrito ampliamente, también hay que identificar beneficios positivos de Internet, como acceso a grupos de
apoyo de pares. El uso de las redes sociales, por ejemplo, ha sido asociado con la mejora de las habilidades sociales
entre los adolescentes (como ayudar a los jóvenes tímidos a convertirse más socialmente activo). Otros aspectos posi-
tivos de las redes sociales para los jóvenes serían los siguientes (Royal Society for Public Health, 2017):
4 Conectarse con amigos y familiares, especialmente a largas distancias
4 Compartir fotografías y videos que permite abordar el aislamiento social y la soledad
4 Hacer nuevas amistades, especialmente con personas con intereses compartidos
4 Participación comunitaria
4 Compartir nuevos proyectos creativos como videos, blogs y podcasts online
4 Desarrollar una identidad individual durante la adolescencia
4 Colaborar en proyectos a través de comunidades en línea, por ejemplo, una tarea por whatsapp en grupo para per-
sonas de la misma clase o un hashtag de twitter
4 Interacción online con los profesores
4 Acceder a información de salud y encontrar redes de apoyo de personas con similares condiciones.

5. ¿QUÉ PIENSAN LOS JÓVENES?


Para poder intervenir sobre los riesgos asociados a Internet que hemos descrito es necesario conocer cuál es la mira-
da de los propios adolescentes, cómo perciben las redes sociales y cuáles son sus preocupaciones con respecto a los
riesgos directos e indirectos para su bienestar. Aunque contamos con poca literatura al respecto, algunos análisis
sugieren que los adolescentes perciben amenaza en las redes sociales en tres ejes diferenciales (O’Reilly et al., 2018):
1) Como agente causante de trastornos del estado de ánimo y de ansiedad
2) Como plataforma para el ciberacoso
3) Como elemento «adictivo»
A pesar de la presencia casi omnipresente de las redes sociales en sus vidas, no existe un consenso claro entre los
adolescentes sobre cómo afecta Internet a sus vidas y su bienestar. Sin embargo, nos vamos a basar en el estudio de
Monica & Jiang (2018). Dicho estudio encontró que casi la mitad de los adolescentes (45%) piensa que las redes

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sociales no tienen efecto alguno, ni positivo ni negativo, en las personas de su edad. Sin embargo, entre el grupo de
adolescentes que sí identifica efectos, vemos que aproximadamente tres de cada diez (31%) cree que las redes socia-
les han tenido un impacto principalmente positivo, mientras que el 24% lo describe como mayormente negativo.
Dentro del grupo que se decanta por un efecto positivo, se tiende a enfatizar que Internet les ayuda a mantenerse en
contacto e interactuar con los demás, facilitando la comunicación con familiares y amigos, así como la conexión con
personas diferentes y con quienes comparten intereses. También valoran positivamente el fácil acceso a noticias e
información. Por tanto, perciben las redes sociales como un buen medio de entretenimiento, como espacio para la
autoexpresión y apoyo social, y, en general, como instrumento para aprender cosas nuevas. Los adolescentes que tie-
nen una percepción más negativa de las redes sociales se focalizan en los fenómenos de acoso, presión social y difu-
sión de rumores. También consideran que dañan las relaciones, generan interacciones humanas menos significativas,
distorsionan la realidad y les dan a los adolescentes una visión poco realista de la vida de otras personas. Por último,
critican el excesivo tiempo que se pasa en las redes sociales y la influencia excesiva que estas tienen sobre el compor-
tamiento. En menor medida les preocupa que estos sitios puedan conducir a problemas psicológicos.

6. CONCLUSIONES
Internet nos ofrece una comunidad de personas maravillosas de las que aprender o con las que interaccionar, pero
también es un espacio en el que campan personas y grupos sin escrúpulos. Del mismo modo, es un lugar lleno de
recursos y conocimientos, pero también de problemas complejos y de difícil abordaje. Dado que el acceso continuo a
Internet desde nuestros móviles, tabletas y ordenadores es ya una realidad imparable, padres y educadores deben
aprender a identificar los riesgos existentes como paso previo a la educación y ayuda a los más jóvenes.
Sin derivar en ansiedad ni en obsesión, los adultos debemos ser conscientes de que los peligros de Internet son rea-
les, y que pueden tener consecuencias graves en algunos casos (incluso trágicas) tanto en el adolescente como en su
entorno familiar. Por tanto, proteger es una cuestión de concienciación y anticipación: saber a qué nos podemos
enfrentar y cómo podemos proteger. Aunque los filtros y los programas de ciberseguridad pueden ayudar frente a
algunas amenazas, no hay armas más poderosas que la comunicación y la educación. Esta tarea es una labor conjunta
de todas las instituciones sociales, pero, sin duda, la familia y la escuela son los agentes claves para procurar una
buena información, apoyo y guía a los adolescentes. Por tanto, vamos a finalizar este apartado con una serie de reco-
mendaciones generales.

7. RECOMENDACIONES GENERALES
4 MEDIACIÓN PARENTAL Y APOYO FAMILIAR. Los controles restrictivos no son eficientes si bien una educación
gradual y continua, que comience en la infancia sí produce buenos resultados, así como la fijación por parte de los
padres de un número máximo de horas de Internet y unas normas de convivencia (ver actuaciones específicas).
Debemos favorecer la independencia y responsabilidad del adolescente a la par que transmitamos el mensaje de
que estaremos ahí para resolver cualquier duda o situación que se presente. Para ello, cuando ocurra un problema
es vital que el adulto tenga un buen control emocional de sí mismo y no reaccione con ira o avergonzando al ado-
lescente.
4 EDUCACIÓN EMOCIONAL Y CAPACIDADES ANALÍTICAS. Es necesario entrenar las habilidades emocionales de
los adolescentes ayudándoles a razonar sobre el uso de Internet en función de su estado emocional, cuestionar la
percepción interpersonal que tengan y ofrecerles un repertorio más amplio de estrategias de regulación emocional
que eviten usar Internet como un mecanismo compensatorio de problemas o un medio gratificante frente a frustra-
ciones personales. Asimismo, ayudarles a aprender a pensar, de forma crítica, autónoma y analítica es una necesi-
dad imperante, en la que tanto padres como educadores deben poner todo el esfuerzo posible.
4 FOMENTO DE LA ACTIVIDAD FÍSICA. Existe numerosas evidencias científicas acerca de las bondades del deporte
y el ejercicio físico en todas las dimensiones de la salud y bienestar. Además, diversas investigaciones, algunas de
las cuales hemos citado en este trabajo, también apuestan por intervenciones físicas para combatir la adicción al
móvil, las redes sociales, el juego y otros problemas ligados a Internet. Por tanto, es una poderosa herramienta tanto
preventiva como paliativa.
4 INCIDIR EN LA IMPORTANCIA DE LA PRIVACIDAD. Gran parte de lo que publicamos en Internet está a la vista de
todo el mundo. Debemos transmitirle este mensaje al adolescente y hablarle sobre las implicaciones que podrían

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tener hacer públicos ciertos contenidos. Además, debemos de recordarles que Internet no tiene una tecla de
«borrar» y que, por tanto, cualquier cosa que pongamos será casi imposible de eliminar. Los adolescentes suelen
ser “cortoplacistas” y vivir en el presente, pero el adulto puede forzarle a pensar en que una foto de fiesta o borra-
chera o un mensaje de Snapchat podrían causar problemas cuando, en el futuro, tengan una entrevista de trabajo.
Además, muy probablemente la forma en que desean presentarse tanto online como offline cambiará a medida que
evolucionan y maduran, pero las publicaciones en Internet serán para siempre.

8. ACTUACIONES ESPECÍFICAS
4 Involucrarse en la vida digital de los hijos/alumnos y explicarles cada uno de los peligros de Internet, proporcionán-
doles información clave para identificarlos
4 Estar al tanto y conocer las principales redes sociales que usan los adolescentes
4 Negociar unas normas básicas de uso y convivencia con Internet, móviles, tabletas y ordenadores que sean claras y
que se ajusten a la edad y la madurez del adolescente (y revisarlas con la edad)
4 Usar decálogos del buen uso del móvil e Internet desarrollados por psicólogos, asociaciones, empresas o adminis-
traciones públicas y realizar un compromiso familiar para cumplirlo
4 Fijar tiempos máximos de uso de Internet y franjas horarias. Respetarlas también como adultos para servir de modelo
4 Considerar la medida de retirarles el móvil antes de dormir, sobre todo en el caso de los más pequeños
4 Para que un adulto sea emulado y respetado ha de ser consecuente con su palabra y acción. No incumpla normas
recomendadas a los adolescentes ni incurra uno mismo en un uso excesivo del móvil, ordenador o Internet
4 Revisar con los adolescentes de manera semanal los datos de uso de redes sociales que la mayoría de los dispositi-
vos móviles ofrecen, pero no de manera “confiscatoria” sino como oportunidad para sensibilizarlos y participar en
una acción familiar. Valorar que los padres se sometan al mismo control y comparta sus datos
4 Retirar los móviles durante el tiempo de estudio o bloquear su uso mediante apps anti “procrastinación”
4 Retirar los móviles en parques y espacios verdes para que no interfieran con el juego físico
4 Cuando son pequeños es recomendable pedirles a los hijos que le muestren los sitios y redes sociales que visitan,
páginas que crean, juegos que juegan, lo que hablan y comparten, y con quién
4 Escuchar a los hijos/alumnos y aprovechar cada oportunidad en donde surja un “teaching moment” para hablar y
dialogar. Es vital que este dialogo sea confiable y que el adolescente sienta que puede acudir si algo les preocupa o
alarma sin que sea juzgado
4 No castigar ni quitar el teléfono cuando acudan en busca de ayuda por un problema relacionado con Internet
4 Desarrollar el pensamiento analítico y crítico: ¿Cómo sabes que la información que ves y oyes es veraz? ¿Cómo
podemos comprobar su objetividad? ¿Crees que alguien está tratando de convencerte de algo, cuál puede ser la
motivación de una persona que se pone en contacto contigo? ¿Cómo sabes que la persona es quien dice ser? ¿Te
piden que mantengas tu amistad en secreto? Si es así, ¿por qué?
4 Enseñar desde pequeños a los hijos/alumnos a no hacer clic en correos electrónicos o mensajes de desconocidos y
a desconfiar de aquellos que parezcan de sus amigos, pero no tengan un mensaje personal genuino
4 Transmitir el mensaje de que la mejor protección frente a las estafas es saber que si una oferta parece demasiado
buena para ser cierta, probablemente no lo sea
4 Usar algún tipo de software de seguridad familiar para la vigilancia digital
4 Enseñarles aspectos relacionados con la geocalización y la privacidad, por ejemplo, que la cámara de un teléfono
puede utilizarse para el rastreo por GPS y ayudarles a apagarlo, o que la cámara de un ordenador puede ser interve-
nida y controlada desde el exterior
4 En los casos de grooming, sextortion y otros delitos, los padres o tutores legales deben ponerse en contacto con las
autoridades.
4 En los casos de reclutamiento extremista, algunos países cuentan con programas de desradicalización, si no es así,
habría que buscar asesoramiento psicológico profesional

9. SEÑALES PREOCUPANTES
En general, cambios de ánimo y comportamiento bruscos, e intensos junto a algunos de los siguientes síntomas
constituyen una señal de alarma:

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4 Signos de distracción y retraimiento


4 Alteración brusca cuando se conecta a Internet o recibe mensajes del móvil
4 Mostrarse reacio a ir a la escuela
4 Recibir regalos o dinero de personas desconocidas o de otro país
4 Encontrar fotos, vídeos sexts en el móvil del adolescente
4 Encontrar contenido violento, extremista, etc., en el móvil u ordenador del adolescente
4 Visitas a sitios web peligrosos o evidencia del uso de aplicaciones encriptadas (forma de comunicación entre reclu-
tadores extremistas)
4 Adopción de opiniones extremistas sobre temas de actualidad o negarse a discutir ciertos temas

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Fichas.
Enlace cada descripción de la izquierda con el problema que encaje con la misma que aparece en la derecha

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Notas:

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