Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Uno
Introducción
Leslie gritó:
ESFUMADOS.
El cielo había tomado el color azul
de las flores silvestres: intenso, fresco,
frío. Allá abajo no había autopistas,
tejados y centros comerciales, sino un
mar sin interrupciones, espejo del cielo.
Azul de pensamiento, ese mar, que
no tenía la profundidad del océano en su
parte media, sino bajíos por doquier,
como si hubiera arena de cobalto a una
braza de profundidad, un diseño de
platas y oros. ¡Dónde está Los Angeles?
dije. ¿Ves...? ¡Dime qué ves! ¡Agua!
¡Estamos sobre el océano! exclamó ella
Richie, Z, qué pasó? ¡No lo sé!
respondí, todo confusión vacua.
No.
Yo tampoco.
Quedamos petrificados,
enmudecidos, boquiabiertos.
La Leslie más joven abandonó el
ascensor sin echar una sola mirada al
Richard que yo había sido; después, casi
corriendo, se encaminó hacia su cuarto.
El asombro se convirtió en
suspicacia. ¿Cuál era el apodo que me
daba mi madre? preguntó, entornando
los ojos.
Nada.
Fui yo.
Se encogió de hombros,
corrigiéndose: Por varios miles.
No sé reconocí. Estábamos
descendiendo hacia Los Angeles; de
pronto se oyó un fuerte zumbido y la
ciudad desapareció. Eso es todo. Lo que
era civilización se evapora en medio
segundo y nos encontramos solos, por
sobre algún océano que no existe en el
planeta Tierra. Y cuando aterrizamos
somos fantasmas frente a nuestro propio
pasado, frente a los que éramos cuando
nos conocimos, y nadie puede vernos,
aparte de ellos; la gente pasa a través de
nosotros con carritos. de ropa sucia y
nuestros brazos atraviesan las paredes...
Me encogí de hombros, desolado.
Descontando eso, no se me ocurre por
qué pensamos que hemos muerto.
No.
Pye asintió.
La velocidad también está
relacionada con el tiempo señaló Leslie
sin embargo, nos movemos. ¿Os
movéis? Pye arqueó las cejas oscuras en
una interrogación dirigida a mí.
El diseño se desparramaba
majestuosamente debajo de nosotros. Lo
devoramos con los ojos, maravillados.
Si volamos alto dije, estremecido,
por la captación, tenemos perspectiva.
Vemos todas las alternativas, las
bifurcaciones, los cruces de rutas. Pero
cuanto más bajo volamos, más
perspectiva perdemos. Y cuando
aterrizamos, nuestras perspectiva de
todas las otras alternativas desaparece.
Pye sonreía.
Ella sonrió.
Pye asintió.
No hay mapas.
Probad.
Ya está bien.
Las alas se nivelaron.
La mujer suspiró.
Yo contemplaba la música,
extrañado. Era nueva. Eran las mismas
partituras, ya amarillentas, que aún
honran nuestro piano.
Mi esposa asintió.
La música.
La chica asintió.
Oh...
Me di cuenta de que no le
impresionaban los flautistas aficionados.
Lo dejó pasar, decidida a descubrir mi
aspecto más interesante, y se inclinó
hacia mí, muy seria. ¿Qué puedes
enseñarme? preguntó. ¿Qué sabes?
Sé que todos estamos en la escuela
dije. Y tenemos algunos cursos
obligatorios:
Sobrevivencia, Alimentación y
Techo enumeré con intención. Ella
sonrió con aire culpable,
comprendiendo que yo había oído de sus
secretos para ahorrar dinero. ¿Sabes qué
otra cosa sé? ¿Qué?
Leslie asintió.
Asentí y le di un abrazo.
El sacudió la cabeza.
Vaciló.
Quiero volar.
Silencio. Luego:
No.
Obedezco órdenes...
Se puso tieso.
Y desapareció.
Pye asintió.
De inmediato me pregunté si
podríamos descubrir por qué. ¿De dónde
vienen las ideas, Pye? pregunté.
Ella señaló.
Cuéntame.
Nuevamente en el cristal, el
violáceo se fundió en añil bajo la lente.
No gritaste.
Ella asintió:
No respondimos.
Nada.
Tienes razón.
No.
Me miró, sorprendido.
Richard dije.
Sí.
Y si quienes medran con el miedo y
la esclavitud convencen al rey de esta
tierra de que eres peligroso, si marchan
contra tu casa, si llegan con espadas,
¿cómo vas a proteger las Páginas?
¡Escaparé llevándomelas! ¿Y cuando se
te persiga, se te atrape, se te acorrale?
El anciano suspiró.
Sí dije.
Asentí.
Sacudí la cabeza.
Asentí.
Si hay diez millones de megatones
listos para estallar unos contra otros, ¿a
quién le importa dónde estallen? ¡Todo
el mundo muere! ¿A qué gastar millones
en cohetes y computadoras? Al primer
misil ruso que caiga contra nosotros, los
liquidamos: hacemos volar Nueva York,
Texas y Florida y vosotros estáis
condenados. Y mientras tanto os
arruináis fabricando misiles. Lo miré,
astuto como un coyote. ¿De dónde crees
que sacamos el dinero para construir
Disneylandia?
Y rompió en sollozos.
La mitad de mí se encogió de
espanto; la otra mitad lo observaba todo
objetivamente. Este avión no es a
chorro, apuntaba esa segunda mitad; no
es Mustang, ni Spitfire ni Messerschmitt;
no es ninguno de los aviones que hayan
existido jamás. El piloto de combate que
hay en mí también observaba y
aprobaba: Buen pilotaje. Sigue al blanco
suavemente hasta tenerlo al alcance de
sus armas, asciende cuando el blanco
asciende, gira cuando el blanco gira y se
deja caer con él, una vez más.
La voz se quebró.
No siempre se puede ganar.
Gracias.
Al compañero de combate le
corresponde vigilar los alrededores,
pero el suyo había avisado demasiado
tarde. El avión chino había venido
directamente desde el sol, en giro
amplio, para liquidarla en una sola
pasada.
Planeamos en el acercamiento a la
pista indicada. Nuestras ruedas
gorjearon suavemente sobre el cemento;
carreteamos hasta detenernos sobre una
línea roja, apenas fuera de la pista. Las
cámaras de televisión estiraban el
cuello, alertas.
Y abrió la puerta.
Giramos en redondo.
El mío es un espacio-tiempo
paralelo al vuestro dijo. Peroya lo
sabéis, por supuesto. Otro planeta, otro
sol, otra galaxia, otro universo. El
mismo Ahora.
Ella asintió.
Pye prosiguió:
Pye le sonrió.
Si así lo prefieres:...
Uno dije.
En un destello de obturador vi: el
hombre estaba de pie junto al ala de un
viejo biplano, posado en el heno; detrás
de él, cielo azul y un fulgor de sol.
Aunque no le veía la cara, la escena
tenía la serenidad del verano en Iowa; oí
su voz como si estuviera sentado con
nosotros en la playa.
Leslie sonrió.
Como tú observé.
Ella asintió.
Tú respondí.
Salgamos de aquí.
Meneé la cabeza.
Estudié a la pareja.
Ella suspiró.
Sí coincidió ella.
Ella asintió.
Leslie y yo sonreímos.
Ella me miró.
Asentí:
No.
Probablemente.
La pregunta lo sorprendió.
Ella asintió.
Lo prometo si tú también lo
prometes... ¡No! Si tú mueres no tiene
sentido que yo siga viviendo. Quiero
estar contigo.
Me levanté trabajosamente de la
tumba y caminé hasta la casa, pesados
los pasos. Antes el crepúsculo era
colores de fuego en el cielo; Leslie, una
nube flotando de placer por lo que el
ocaso hacía con sus flores: me señalaba
una cosa, me mostraba otra. Ahora todo
era gris.
Ayer.
Sacudí la cabeza.
El suspiró.
El asintió.
A veces, en sueños...
Me negaba a creerlo.
Le estreché la mano.
Todavía no.
Richard...
Nada. ¡Richard, estoy contigo!
LO HICISTE!
18
De inmediato el esquema
desapareció. Allí estábamos, bien
visibles en el otro Gruñón, encima de
Los Angeles.
Ya los vi.
El de la Torre de Control no
preguntó dónde habíamos estado ni
sugirió que hubiéramos desaparecido de
su pantalla por un trimestre; tampoco
oyó el coro de vítores y hurras que
estalló en la cabina de Gruñón.
Si tú aguantas, yo también.
Un aparato nuevo.
El océano dijo.
EXPERIMENTOS EN LA FISICA
DE LAS PARTICULAS DE
PENSAMIENTO.
¿QUÉ HACE
DECISIONES PREVIVIDAS.
SUPERCOMPUTADORAS
HIPERCONDUCTIVAS PARA LA
RESTAURACION
ECOLOGICA META
INDIVIDUAL:
TERAPIA PARA LA POBREZA Y
EL
CRIMEN.
RELIGION EL DESTRUCTOR
COMO
EXPLORADOR: NUEVOS
PAPELES
PARA LOS
MILITARES. CAMBIAR EL
AYER,
CONOCER EL MAÑANA.
COINCIDENCIAS: ¿HUMOR
DEL
UNIVERSO?
PARA REVERTIR EL
DESASTRE:
ELECCIONES EN LA POLITICA
MODERNA.
HOMO AGAPENS:
REQUISITOS PARA UNA NUEVA
RAZA.
¿ MUCHOS MUNDOS A UN
MISMO TIEMPO? ALGUNOS
ESQUEMAS DE POSIBILIDAD.
Levanté la mano.
CODIFICACION DE IDEAS
COMPUTADORA-A-
COMPUTADORA
PARA COMPRENSION
Le sonreí.
Mi querida escéptica... de la
diversidad surge esta notable unidad
dijo la disertante. Con mucha frecuencia
vemos que cuanto imaginamos es
exactamente lo que descubrimos...
UNO.