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¿A QUÉ VENÍA YO?

Hermanos Álvarez Quintero

Aparece sola la estancia, y a poco salen Amparito y Doña Lía.

Amparito.—Pase usté, señora.

Doña Lía.—Muchas gracias. ¿De manera que su mamá ha salido?

Amparito.—No hase ni dos minutos. No sé cómo no se la ha encontrado


usté en la casapuerta. Si quiere usté esperarla...

Doña Lía.—Si no molesto, aguardaré un ratito. Amparito.—Siéntese usté.



Doña Lía.—Muchísimas gracias.

Amparito.—¿Usté es amiga de mamá?

Doña Lía.—No tengo ese gusto; venía a conoserla presisamente. Es desí,


venía... ¡Ya verá usté a lo que venía! Claro que a conoserla, pero además
venía... ¿Tardará mucho?

Amparito.—No le puedo desí... Ha ido a la cave de Bailén a tomá informes


de una criada...

Doña Lía.—¡Ah! el disco diario... ¡Cómo está el servisio! ¡Cómo está el


servisio de esta Seviya! ¡Cómo está ese ganao! Hay quien dise que son
familia. Y si que son familia, ¡porque dan una de disgustos! El domingo tuve
que poné a una en el arroyo, porque, si no, me da un hervó de sangre...
Bueno, yo soy muy vehemente, muy nerviosa... ¡Muy nerviosa! El agua de
asahá es mi alimento... ¡Soy muy nerviosa! Y aquel demonio era contra mis
nervios. ¡Qué fiera! ¡Qué tarasca! Susia, mal hablá, escandalosa... ¡atea!

Amparito.—¿Matea?

Doña Lía.—Atea, atea... Que no creía en Dios ni a tres tirones... ¡Y lo tenía


que desí y que jura a cada triquitraque! Ponía la sopera en la mesa dando un
golpetaso, y soltaba, con un bufío: —¡No hay Dios!— Bueno, Atanasia, es su
pensá. —¡No hay Dios!— Como usté quiera. Traía los garbansos, o unas
pescadiyas, o el postre, y ¡venga maltrata a los platos!: —¡No hay Dios! Ni
Dios ni vajiya, como usté se hará́ cargo. Mi marido, que es muy creyente,
sufría mucho: porque mi marido piensa que si no hubera Dios a él lo
echaban de la ofisina... Está colocao en el escritorio de una fábrica de
aseitunas, y no es que no trabaje bien, es que... ¿lo adivinas, hija? las
operarias, las aseituneras... Pero bueno, tú te dirás: no será́ esto lo que
quiere esta señora habla con mi madre...

Amparito.—Supongo que no.

Doña Lía.—Supongo que no, dise. Fijándose en un retrato que adorna un


mueble. ¿Este es tu padre?

Amparito.—Si, señora.

Doña Lía.—Muy guapo.

Amparito.—Ahora está ya más viejo.

Doña Lía.—¿A quién se parese este hombre?

Amparito.—A mí, me dicen…

Doña Lia- A ti, un poco, pero yo le encuentro otro parecido…¿a quien, a


quien?….Bueno, yo tengo la monomania de los paresidos. Y sufro mucho,
mucho!¡Mucho! ¿A quien se parese tu padre? Es a…a…No. Te advierto que
saco las semejanzas mas extrañas… A o mejó tu padre me recuerda a un
anunsio, al león de una fuente… El otro día me pasé media hora discurre que
discurre, cavila que cavila hasta que dí en que un mochuelo que hay en una
tienda de la Campana, un pisapapeles, es iguá, iguá a un notario vesino mío

Amparito- jajaja

Doña Lia- Te ríes. Ya te digo: dos gotas. Y me ha ocurrido más . Ahora sin
ue vas a reírte! vi un día en un cortijo una codorní en una jaula, y lo de
siempre, ¿a quien parese esta codorní? Y dale, y vuelta, y no me
abandonaba la idea, y ya era osesión , y sin caé. Y de pronto…

Amparito-¿a quien se paresía?

Doña Lía- A mi

Amparito- ¿A usté?

Doña Lía- A mi

Amparito- jajaja

Doña Lia- No te dije? Yo no sé en lo que consistía… El peinao que yevaba


yo, los ojos, que se me habrían irritado con el aire campero, la coló del pico
del pájaro….En fin, que me fui a mi casa dando gorpes

Amparito- Como la criada

Doña Lía- Otra clase de gorpes. De que hablábamos? Ya me perdí… este


visio me consume de charla venga o no venga a cuento…Anoche le pregunté
a ,mi medico, Don Servando Corrales, Don Servando¿como me encuentra
usted la lengua? Y va y me dise:Un poquito fatigá la encuentro¿Eh? Tuvo
grasia… A que venía yo?

Amparito- A mi no me lo ha dicho usté toavía, señora…

Doña Lía-No, no te lo he dicho….y no te lo he dicho…¿por que no te lo he


dicho? Ay que cabeza! A que venía yo?

Amparito- a desirme que a su esposo le gustan las aseituneras

Doña Lía- no me tires de la lengua niña

Amparito- Me parese que no hace falta

Doña Lía- Ay que ange tienes!! Tienes muy buen ange

Amparito- Es favó

Doña Lía-Pero, ¿a quién me recuerda tu padre? ¡Ah! Por el hilo el oviyo; de


una cosa en otra… Ya caigo: he venido a vé a tu madre.

Amaparito-Justo. Eso me dijo cuando entró.

Doña Lío-Ya está, ya está… A ver a tu madre, a ver a tu madre… ¡A ver a tu
madre he venido! Qué cabesa la mía… Se sale, se sale.  Sierto que la
memoria es una facurtá muy rara, muy caprichosa… Yo estoy perdiíta de
eya, ¡perdiíta! En cambio mi marido… ¡Uf! Mi marido, ¡qué memorión! ¡Lo que
aprende una vez se le clava en los sesos! Te dise los reyes godos de
carreriya, los sabios de Gresia, con qué tierras confina la Patagonia, las
maraviyas der mundo… ¡Oh! Un asombro, un asombro…

Amparito- No se le orvida  ná más.… que está casado, ¿no es así?

Doña Lío-Así es, así es; se le orvida, se le orvida con frecuensia… Pero yo
se lo recuerdo a diario… ¡Ay, los hombres! Ya te irás enterando… Son, son…
¡son unos piyastres…! ¡Ea! ya me perdí otra vé… ¿A qué venía yo?

Amparito- A poné a su marido como un trapo.

Doña Lío- Y lo merese. Yo no venía a tal cosa, pero ¡ya que sale la
conversasión…! Es un fresco, un fresco. Ve unas fardas, y ya lo tenemos con
las pajariyas contentas. ¡Ya, ya te irás enterando!

Amparito- ¿Yo?

Doña Lío- Tú.

Amparito- ¿De… de lo pendón que es su marido?

Doña Lío- De lo pendón, y de lo truhán, y de lo hueso…

Amparito-Pero ¿a mí, señora…?

Doña Lío- A ti, a ti. A ti te importa, y mucho. No hay por qué sin por qué. Yo
creía que er que me había tocao en la rifa era el hombre más enamorao, más
chulo, más sinvergüensa y más mujeriego que había nasío en Seviya, en
España, en er mundo… ¡y ha nasío otro!

Amparito- ¿Sí? ¿Cuándo?

Doña Lío-A los nueve meses de casarme yo con su padre.

Amparito- ¿Un hijo?

Doña Lío-Un hijo que me va a dejá calva, calva como una sandía… ¡Ay,
Señó, qué criatura!

Polito-Sielito.

Doña Lía-¿Qué?

Polito-Sielito.

Amparito-Es a mí.

Doña Lío-No, no: es a mí.


(Y con ligereza de codorniz precisamente corre a la ventana y entreabre la
celosía, dejando al descubierto la figura de un mozalbete).


Polito- Sielito.

Doña Lío- ¿Sielito? ¡Mira qué nube de tormenta!

Polito- ¡Mamá!

Amparito- ¡Doña Lía!

Doña Lía- Doña Lía, sí. Doña Lía. La mamá de este cangrejo de río que es tu
novio. ¡Y a esto venía yo! ¡A esto venia, a esto venía yo! Ni más ni menos.


(El cangrejo ha desaparecido).


Amparito- Pero usté, usté …

Doña Lío- Yo, yo…

Amparito- Usté, señora…

Doña Lío- Yo, yo venía a esto. Doña Rosalía Morales, que no doña Lía, como
me pusieran el padre y el hijo, y ya me lo yama el barrio entero. ¡A esto venía
yo! A desirle a tu mamaíta que er novio de su niña es el piyo más piyo que
come pan y que bebe vino. ¿No está tu madre? Pues se lo planto a la nena,
que le interesa más.

Amparito- Yo he de desirle a usted…

Doña Lío- Tú te cayas y escuchas. Tu novio es un pingo, ¡un pingo! Le
gustan todas. Trae siempre a tres o cuatro al retortero. Que si los ojos de
ésta, que si la boca de la de enfrente, que si lo bien que anda su prima, que
si la grasia con que se queda quieta la hija del sapatero… Se escribe con
una dosena. "Sielito… Mora de mi harén, chiquiya de mis sueños, sangre,
negra, mi alma, mi loca, mi fiera…" ¡Que te cayes, te digo! a ti te dirá lusero y
estreya y canela en rama y asúca molía… ¿A que sí? Conosco el repertorio
completo. El muy charrán le lee las cartas a su padre, que se tumba de
risa… ¿Tú sabes el consejo der pirata der papaíto? Pues le jura que mientras
le gusten dies o dose, la cosa marcha bien… Pero que er día que le guste
una sola le rompe una pata. Y los dos se miran de reojo. Así aconseja a su
nene el tal moralista… Y yo los escucho, y, claro… ¡tengo la versícula biliá
picaíta pa croquetas! Y sabedora de quién eres tú, y de lo buena y lo
modosita que te ha hecho Dios, y de lo siega que te ha dejao ese trucha,

vengo a abrirte los ojos, aunque ya los tiés bien abiertos y bien presiosos, pa
contarte mi cuento; pa que no yoren las muchas lágrimas que han yorao los
míos… Tú no sabes lo que se sufre cuando nuestro hombre no huele ni a lo
que huele tu casa y tu cuarto, ni a lo que hueles tú. ¿Que es inútil
amonestarlo? ¿Que mis palabras se las yeva el aire? ¿Que doña Lía está
como una cabra? Pues no hay pa qué hablá más. A esto vine y me voy con
er saco vasío. Ya me dirás tú si te engaño o no, cuando lo cojas abrasando a
la cosinera. Porque, ¿yo te he hablao de una criada puerca y legañosa, y que
no cree en Dios? ¿Te he hablao, verdá? Bueno, ¡pues también le gusta a tu
novio! ¡Y a su padre! ¡Caya!

Amparito- Si no hablo, señora.

Doña Lío- ¡Caya! Sí, hija, sí, embarcan de todo. Porque, mira, entra aquí un
albañil, y para ti y para tu madre, es un albañil, no es un hombre.
¿Comprendes? Entra el carbonero, y es el carbonero ¡no es un hombre! En
mi casa, no: entra la chacinera de enfrente, ¡es una mujer! ¡Aunque huela a
tripas! Entra la trapera ¡es una mujer! ¡Aunque huela a trapos! ¡Embarcan de
todo! La última que tuvo mi marido… ¡Caya! Bueno, la última, la última… Mi
marido siempre está en las últimas… ¿Qué iba yo a desirte? Ya me perdí…
No, ya sé. La última que tuvo ese pingajo de hombre era un coco. Yo no la
conosía y en un repente de selos que me entró… Porque en mi matrimonio
se cambian los papeles. Yo soy Otela y él Desdémono… Desdémono, sí…
porque un día, cuando esté en la cama durmiendo, le voy a cortá la
cabesa… Bueno, pues yo, con las intensiones de Caín, me planté en la casa
de la ninfa, y en cuantito me encaré con eya, ¡ay! ¡ay!

Amparito-¿Qué, doña Lía?

Doña Lía-Doña Lía, doña Lía… ¡Doña cuerno!



Amparito- Usté perdone.

Doña Lía- Me dio como un ataque, una risa nerviosa… ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja!…

Amparito-¿De rabia, verdá?

Doña Lía-No; de fea que era ¡Qué cara! ¡Qué horró! ¡Un dibujo moderno! Y
ese bandido, por esa mujé me falla a mí…, a mí, ¡que me parese que todavía,
todavía!… ¡Ja, ja, ja, ja, ja!… Otra ves el ataque…

Amparito- ¿Quiere usté una tasita de…?

Doña Lío- No, lusero… Lo que quería es desirte lo que ya te he dicho… ¡Ea!
Se acabó el royo e la pianola. Dale cuenta a tu mamá de la visita que ha
tenío eya y que has tenío tú. ¡Buenas tardes! A esto venía yo, a esto venía yo,
a esto venía yo…


(Y se va de estampía. Amparito, paralizada por la sorpresa, no sabe seguirla.
Al cabo dice):


Amparito- Jesús, y qué torbeyino de suegra.

(Suspira y reflexiona, y al no hallar una inmediata y satisfactoria solución a


los turbadores pensamientos que le ha dejado la aturdida futura mamá
política, exclama):

Ha dicho un sélebre autor



que en cualquier juego de amor,

ya difisi, ya sensiyo,

como entre a jugar un piyo…

¡el piyo es el ganador!

FIN

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