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DOCENTE
EQUIPO 2
ALUMNOS
AÑO DE CURSADA
2022
ABSTRACT
El filósofo Slavoj Žižek realiza una lectura crítica de la crisis de los refugiados y la
guerra contra el terror. Esa lectura le permite definir dos posturas: una de
tolerancia multicultural vinculada a la izquierda laico-liberal, y otra con un fuerte
sesgo anti-inmigración vinculada al populismo de derecha. Žižek deconstruye
ambas posiciones y llega a la conclusión que las dos son erróneas, ya que son
resultado de un desplazamiento de la lucha de clases a la lucha cultural. Luego,
describe cómo la raíz del problema radica en el sistema económico vigente, que
es el capitalismo global, y propone una nueva lucha de clases como un camino a
seguir para construir una sociedad más justa y verdaderamente solidaria para
hacer frente a las problemáticas que son puntapié del libro. En este informe,
utilizaremos el método semiótico para resumir los principales núcleos del texto.
Frente a la pregunta “¿qué hacer?”, Žižek examina dos posturas principales que
no son más que dos versiones de un mismo “chantaje ideológico”. Una, la de los
liberales progresistas europeos, que bregan por la solidaridad y aceptación de los
refugiados; y otra, la de los populistas que afirman que es necesario cerrar las
fronteras y dejar que los árabes solucionen sus problemas como puedan. Ambas
soluciones son, para Žižek, erróneas y son producto de un desplazamiento de la
lucha de clases a la lucha cultural. Propone una tercera postura, que define como
utópica pero a la vez necesaria: intentar reconstruir una sociedad global a gran
escala donde los refugiados no necesiten huir de sus países.
Žižek invita a romper con ciertos tabúes de izquierda para enfrentar la crisis de los
refugiados. El primer tabú se resume en la frase “Un enemigo es alguien cuya
historia no has escuchado”, como si todo punto de vista mereciera ser escuchado
y tenido en cuenta. Para Žižek, lo problemático de esto reside en lo engañosa que
es nuestra propia experiencia vital, aquella historia que contamos sobre nosotros
mismos con el fin de explicar lo que hacemos, la cual está llena de trampas y no
es necesariamente la verdad respecto de lo que hacemos.
El siguiente tabú tiene que ver con descartar de manera implacable la ecuación
que equipara el legado emancipador europeo con el imperialismo cultural y el
racismo, y no desacreditar cualquier “valor europeo” por el mero hecho de serlo.
Žižek profundiza en esta idea diciendo que algunos de estos valores, como el
igualitarismo, los derechos fundamentales, el estado de bienestar, etc., pueden
servir como un arma de lucha contra la globalización capitalista, en una época
donde los “valores asiáticos”, de dotes más autoritarios, aplicados en países como
China que están en camino hacia convertirse en la principal economía mundial,
son más funcionales al capitalismo global que aquellos “valores europeos”.
El tercer tabú tiene que ver con abandonar la idea de que la protección de nuestro
modo de vida es en sí una categoría protofascista o racista. Para Žižek, nuestro
modo de vida está en peligro, pero no en relación a los extranjeros que vienen al
país a forzar un modo de vida distinto al nuestro, sino en relación a la dinámica del
capitalismo global, que se ve favorecido por aquellos movimientos populistas
antiinmigración que son furor en la Europa contemporánea. Habría que demostrar
que hay una amenaza a nuestro modo de vida, pero que no proviene del lugar
típico que pensamos.
El cuarto tabú tiene que ver con abandonar la idea de prohibir cualquier crítica al
islam tachándola de <<islamofobia>>, casi como si la izquierda liberal tuviera
miedo de cometer actos de denuncia que impliquen de alguna forma dicha fobia,
algo que Žižek tilda como “miedo patológico a ser culpables”. Este miedo
patológico se traduce en un ocultamiento de los desacuerdos o las críticas al islam
que, paradójicamente, solamente agudiza el disgusto de los musulmanes radicales
con occidente, que no dejan de señalar su hipocresía al ocultar su odio a la
religión islámica. Žižek dice que se trata de la “paradoja del superego”: cuanto más
obedeces lo que la agencia seudomoral te exige, más culpable eres. Tampoco
tiene sentido no oponerse al islam porque es el único movimiento que opone
resistencia a la expansión del capitalismo global, cuando las alternativas políticas
propuestas por dicha religión apelan al nihilismo fascista o a la dinámica de países
como los Emiratos Árabes, que están completamente integrados al sistema
capitalista global, y que en algún sentido, llegan a ser expresiones máximas del
mismo.
El quinto tabú tiene que ver con olvidar la equiparación de religión politizada con el
fanatismo. Žižek ejemplifica con el fundamentalismo religioso de naciones como
Israel, que basan su reclame de los territorios palestinos en las escrituras
religiosas, y lo compara con la retórica del islam que dicta no intervenir en el
espacio privado de las personas, y permitir la no-creencia, siempre y cuando esto
no implique llevar esta no-creencia a la práctica social e intentar convencer a otros
de que no profesen la religión. Žižek hace este contraste para poner en duda cuál
es el caso fanático y cuál es el caso de mera religión politizada: ¿aquella que
invade el espacio público reclamando territorios como propios, o aquella que se
basa en la decisión personal de profesar la religión en su vida?
La Violencia Divina.
La guerra cultural es una guerra de clases desplazada. Hacen falta dos bandos
para librar una guerra cultural. La cultura es también el tema ideológico dominante
de los liberales ilustrados, cuya política se centra en la lucha contra el sexismo, el
racismo y el fundamentalismo, y a favor de la tolerancia multicultural. Toda
construcción ideológica es el resultado de una lucha económica para
establecer/imponer una cadena de equivalencias. La idea de que en realidad uno
no cree en algo, sino que simplemente es parte de su cultura, parece ser el estilo
predominante de la fe rechazada/desplazada característica de nuestros tiempos.
La cultura es el nombre de todas las cosas que practicamos sin creer realmente
en ellas y sin “tomárnoslas en serio”. Un tabú que hay que abandonar según
Žižek, es el de seguir viendo la intranquilidad que los refugiados provocan en la
así llamada “gente normal” como una expresión de los prejuicios racistas, cuando
no directamente de neofascismo.
Žižek retoma un análisis del concepto de “prójimo”, hecho por Adam Kotsko, para
explicar por qué no podría ser posible una unión masiva de la humanidad, es
decir, por qué el desarrollo de la globalización no podría seguir el camino hacia la
eliminación de los límites.
La figura del prójimo es mencionada aquí tomando como punto central su aspecto
siniestro. Es decir, se presenta en el texto como un Otro desestabilizador, irruptivo,
invasor, en la individualidad de un sujeto, dado que el propio sujeto no puede
desentrañar lo que éste está buscando con sus acciones. Esta extrañeza, genera
en el ser humano un impulso por deshacerse de esa incomodidad, de liberarse de
ese otro. La necesidad de una distancia.
Žižek toma nuevamente a Sloterdijk, esta vez en virtud del concepto de “código de
discreción”, en la medida en que la única forma de evitar el conflicto con el otro es
a través del no interponerse en su camino, y de mantener una distancia adecuada.
Esto, según Žižek, se traduce en uno de los pilares de la sociedad occidental que
es la alienación de la vida social, donde el distanciamiento forma parte de la propia
textura social de la vida cotidiana.
Los refugiados son víctimas que huyen de sus países en la ruina, pero eso no
impide que algunos actúen de manera despreciable. Solemos olvidar que el
sufrimiento no ofrece ninguna redención: ser una víctima no te otorga ninguna voz
privilegiada de moralidad y justicia.
Los refugiados inmigrantes no desean una batalla, sino que quieren abandonar su
situación e integrarse en una tierra desarrollada pero este deseo es complicado de
satisfacer. Una de las opciones que les queda es la inversión nihilista: la
frustración y la envidia se radicalizan hasta convertirse en un odio cruel y
autodestructivo hacia Occidente, y la gente se entrega a una venganza violenta.
Badiou confirma que esta violencia es puramente una pulsación de muerte, una
violencia que solo puede terminar en la autodestrucción orgiástica, sin ninguna
concepción de una sociedad alternativa. El hecho básico del fascismo
fundamentalista es la envidia. El fundamentalismo permanece arraigado en el
deseo de Occidente gracias al mismísimo odio que siente hacia Occidente. El
potencial destructor de la envidia es la base de la distinción de Rousseau, entre
egotismo, “amour-de-soi” es el amor natural a uno mismo y el “amour-propre”,
cuando no nos centramos en alcanzar una meta, sino en destruir el obstáculo que
nos impide lograrla, y de manera perversa nos preferimos a nosotros que a los
demás. Una persona malvada no es egoísta, "que piensa sólo en su propio
interés”. Un auténtico egotista está demasiado ocupado para tener tiempo de
causar alguna maldad a los demás. El vicio primordial de una mala persona, es
precisamente que se preocupa más por los demás que por él mismo.
El 11-S nos enfrentó con un odio puro y simple: la destrucción del obstáculo era lo
que importaba realmente, no alcanzar una noble meta. Esa fascistización puede
ejercer un cierto atractivo sobre la juventud inmigrante frustrada, que no encuentra
su lugar en la sociedad, tampoco obtiene un futuro, y exactamente esto permite
ser manipulados para obtener un vida de riesgo, de placeres materiales y aventura
que la final termina en una dedicación religiosa sacrificial. No hace falta decir que
no todo terrorista fundamentalista entra dentro de la categoría del nihilismo
autodestructivo. Esta violencia fundamentalista-fascista no es más que una de las
muchas variantes de la violencia propia del capitalismo global. Las problemáticas
del texto de Badiou, según Žižek son que la religión no es nada más un ropaje, de
ningún modo está en el centro del asunto pero afirma cuando la búsqueda de las
raíces del terrorismo musulmán actual en antiguos textos religiosos es engañosa:
donde deberíamos centrarnos en el capitalismo global actual, y comprender que el
islamo-fascismo no es más una manera de convertir la envida en odio. La
ideología reside en historias inventadas por los propios sujetos para engañarse a
sí mismos.
Los medios de comunicación distinguen entre los refugiados, los civilizados y los
bárbaros. Los bárbaros son la clase baja que roba y hostiga a la gente y provocan
“caos” en los lugares públicos. Los “soberanos” aman algo mayor que los
“esclavos”, ese objeto querido tiene mejores condiciones de vida y mejores
derechos que “los esclavos”, esto provoca que los “esclavos” odien y tengan celos
al objeto que reside el amor de los “soberanos”. La difícil lección de todo esto
asunto es que no basta con dar voz a los que ahora están desvalidos: a fin de
conseguir una emancipación real, deben ser educados (por los demás y por sí
mismos) en la libertad: una tarea casi imposible en las tinieblas que se van
propagando por Europa y Oriente Medio.
CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
- ŽIŽEK, Slavoj, La Nueva Lucha de Clases. Los Refugiados y el Terror,
Editorial Anagrama, Barcelona, 2016.