Está en la página 1de 8

En el ámbito de las responsabilidades penales, el agente es responsable por sí mismo y

personalmente respecto de terceros y ante el propio Estado. Más claro, el Estado no es responsable
en términos penales. El único sujeto responsable es el agente por los delitos cometidos en el
ejercicio de su cargo (trátese de delitos contra el Estado o en relación con otros bienes jurídicos
protegidos por el Codificador). El Código Penal tipificó diversas conductas cuyo sujeto activo es
el agente público (Título XI) o, en ciertos casos, cualquier sujeto, pero si el responsable es un
agente público entonces éste es un hecho agravante respecto de las penas a aplicar.

A su vez, el ámbito de la responsabilidad administrativa es semejante al campo penal, en tanto


es un caso de responsabilidad personal del agente y no del Estado. Sin embargo, en este terreno
el agente sólo es responsable respecto del Estado y no de terceros, pues el objeto protegido es el
interés del propio Estado. Cabe recordar que en los puntos anteriores analizamos el régimen
disciplinario de los agentes en los términos de la ley 25.164.

Por último, el espacio civil es más complejo. Por un lado, en el caso de los daños sobre terceros,
los responsables son el Estado y el agente. En principio, entre nosotros, el Estado es quien debe
responder y en su caso es posible que éste inicie acciones de repetición contra los agentes públicos
por los daños causados sobre los terceros. Por otra parte, es posible que el agente cause daños al
Estado y es evidente que, en tal caso, debe responder patrimonialmente.

Finalmente cabe agregar que estas responsabilidades no son excluyentes sino concurrentes, de
modo que el agente puede ser responsabilizado en sede civil, penal y administrativa, por el mismo
hecho.

CAPÍTULO 10 - EL CONTROL DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

I. INTRODUCCIÓN

En el marco de los modelos de control estatal es posible distinguir entre: (a) el control de
legalidad y oportunidad de las conductas estatales; (b) el control sobre los aspectos legales,
económicos, financieros, presupuestarios y de gestión del Estado; y (c) el control de las conductas
de los agentes presuntamente irregulares o delictivas.

Por su parte, los sujetos responsables del control —entre nosotros— son los siguientes: (1) la
Auditoría General de la Nación (AGN); (2) la Sindicatura General de la Nación (SIGEN); (3) la
Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas; (4) la Oficina Anticorrupción; (5) el
Defensor del Pueblo; (6) el Poder Judicial (en especial, los jueces penales y contencioso
administrativos); y (7) los órganos superiores del Poder Ejecutivo.

Otro criterio plausible de aproximación al estudio del modelo de control del Poder Ejecutivo
es el principio de división de poderes y ubicar en este contexto a los órganos particularizados.
Así, por ejemplo, el Congreso debe controlar al Poder Ejecutivo y dicha tarea se realiza por medio
de la AGN y del Defensor del Pueblo, ambos dependientes del Poder Legislativo y con autonomía
funcional. A su vez, en el marco del Poder Judicial y el Ministerio Público cabe ubicar —
evidentemente— a los jueces y a la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas. Por
último, en el cuadrante propio del Poder Ejecutivo cabe situar a los órganos superiores y a la
SIGEN.

221
Cabe aclarar que estas distinciones no tienen pretensiones de clasificación con valor jurídico;
simplemente persiguen describir este cuadro intentando sólo despejar, si ello fuese posible, ciertas
superposiciones y contradicciones. Volvamos sobre el esquema anterior.

II. EL CONTROL DE LEGALIDAD Y OPORTUNIDAD DE LAS DECISIONES ESTATALES. EL CASO


DEL DEFENSOR DEL PUEBLO

El propio Poder Ejecutivo a través de sus órganos superiores (por medio de las técnicas de
avocación y resolución de los recursos administrativos); el juez contencioso (en el marco de un
proceso judicial); y el Defensor del Pueblo controlan las conductas estatales con diferentes
matices y alcances desde el escaparte de la legalidad —y en ciertos casos, incluso, la
oportunidad—. Los dos primeros (órgano y juez) son objeto de estudio en los capítulos sobre
procedimiento administrativo y proceso contencioso administrativo. Por eso, nos dedicaremos
aquí al Defensor.

En nuestro país, la figura del Defensor del Pueblo fue incorporada por la ley 24.284 que
instituyó la Defensoría del Pueblo en el ámbito del Poder Legislativo. La reforma constitucional
de 1994 incorporó en el artículo 86 al Defensor del Pueblo como "un órgano independiente
instituido en el ámbito del Congreso de la Nación, que actuará con plena autonomía funcional,
sin recibir instrucciones de ninguna autoridad".

Asimismo, el Convencional dispuso que el titular de este organismo sea elegido por el
Congreso de la Nación con el voto afirmativo de las dos terceras partes de los miembros presentes
y su mandato es de cinco años, pudiendo ser reelegido por una única vez. Asimismo, goza de las
inmunidades y privilegios propios de los legisladores.

En cuanto a las facultades del Defensor, el texto constitucional prescribe que, por un lado, "su
misión es la defensa y protección de los derechos humanos y demás derechos, garantías e intereses
tutelados en esta Constitución y las leyes, ante hechos, actos u omisiones de la Administración";
y, por el otro, "el control del ejercicio de las funciones administrativas públicas".

El Defensor debe controlar y recomendar, pero no tiene poder decisorio o resolutivo. Sin
embargo, el Defensor sí está legitimado con el objeto de impugnar judicialmente las conductas
estatales —trátese de acciones u omisiones de la Administración—.

Su ámbito de competencia comprende a la Administración centralizada y descentralizada;


entidades autárquicas; empresas del Estado; sociedades del Estado; sociedades de economía
mixta; sociedades con participación estatal mayoritaria; y todo otro organismo del Estado
nacional. Están exceptuados el Poder Judicial, el Poder Legislativo, la Ciudad de Buenos Aires y
los organismos de defensa y seguridad. A su vez, el ámbito del Defensor abarca a las personas
jurídicas públicas no estatales que ejercen prerrogativas públicas y a los prestatarios de servicios
públicos.

Su relación con el Congreso Nacional se manifiesta en la obligación de presentar anualmente,


antes del 31 de mayo, el informe donde dé cuenta del número y tipo de actuaciones que tramitó;
las presentaciones que fueron rechazadas y sus causas; así como las que fueron objeto de
investigación y su resultado.

Cabe agregar que el Defensor del Pueblo actúa a instancias de los particulares por medio de
la presentación de quejas sobre violaciones, omisiones o irregularidades de la Administración
Pública, y también realiza investigaciones de oficio. En tal sentido, debe prestar especial atención

222
a los comportamientos que denoten una falla sistemática y general de la Administración Pública,
"procurando prever los mecanismos que permitan eliminar o disminuir dicho carácter".

Por último, respecto de su legitimación procesal, el bloque normativo vigente —en particular,
el texto constitucional— le reconoce legitimación en las acciones de amparo sobre cuestiones
ambientales, usuarios y consumidores e intereses colectivos en general (arts. 86 y 43, CN). Luego,
volveremos sobre este aspecto en el capítulo sobre situaciones jurídicas subjetivas.

III. EL MODELO DE CONTROL ESTATAL SOBRE LOS ASPECTOS LEGALES, ECONÓMICOS,


FINANCIEROS Y DE GESTIÓN DEL ESTADO

En este apartado estudiaremos el control —tanto interno como externo— de los aspectos
legales, económicos, financieros y de gestión de las actividades estatales y, en particular, los actos
y contratos de disposición de recursos públicos.

III.1. El control externo. La Auditoría General de la Nación

Existen básicamente dos modelos de control, al menos en el plano teórico. Cierto es que —en
los hechos— los esquemas normativos (positivos) entremezclan piezas de uno y otro,
indistintamente. Por razones didácticas, nos proponemos desarrollar aquí los modelos puros.

El primero de éstos es el modelo de los Tribunales de Cuentas que estuvo vigente en nuestro
país en el ámbito federal desde 1955 hasta 1991 y que rige actualmente en muchas Provincias.
Sus características más importantes son las siguientes:

(A) Integración. El Tribunal de Cuentas estuvo integrado, entre nosotros, por cinco miembros
designados por el Poder Ejecutivo, con acuerdo del Senado. Luego, el Congreso reformó la ley y,
en consecuencia, los vocales del Tribunal fueron designados por el Presidente sin el acuerdo
legislativo. A su vez, éstos sólo podían ser removidos por el mismo procedimiento de destitución
de los jueces federales (es decir, el juicio político). Sin perjuicio de ello, en el año 1991, cuatro
de los cinco miembros del Tribunal fueron removidos simplemente por decreto del Ejecutivo.

(B) Modelo de control. El Tribunal era un órgano de control externo en relación con el sujeto
controlado (Poder Ejecutivo) porque dependía del Congreso.

(C) Funciones. El Tribunal ejerció funciones de control, por un lado; y jurisdiccionales, por
el otro. En efecto, el Tribunal de Cuentas era un tribunal administrativo que desarrollaba
funciones materialmente jurisdiccionales, con el objeto de juzgar la responsabilidad patrimonial
de los agentes públicos y —a su vez— funciones materialmente administrativas de control.

(D) Sujetos controlados. El Tribunal debía controlar al Poder Ejecutivo centralizado y


descentralizado, las empresas y sociedades del Estado, y a los otros poderes estatales.

(E) Temporalidad. Cabe señalar que el Tribunal ejercía el control previo, concomitante y
posterior sobre las decisiones que ordenasen la disposición de recursos públicos (así, los actos y
contratos estatales, entre otros). El control previo era de carácter obligatorio y, en caso de
observación, el acto no podía ejecutarse; salvo insistencia del titular del poder estatal de que se
tratase (Presidente de la Nación, Presidente de las Cámaras o Presidente de la Corte).

223
(F) Tipo de control. El tipo de control era básicamente de legalidad. Es decir, el Tribunal de
Cuentas debía fiscalizar si el acto había sido dictado de conformidad con las normas vigentes.

(G) Alcance del control. El control era además integral (esto es, comprendía la totalidad de los
actos y contratos estatales).

(H) Legitimación. El Tribunal de Cuentas tenía legitimación procesal para iniciar los juicios
ejecutivos contra los agentes responsables por los perjuicios económicos causados por éstos al
Estado.

En el paso siguiente de nuestro estudio, veremos esas mismas características en el modelo


de Auditorías que fue adoptado por nuestro país a partir de la ley 24.156 (1991) y, luego,
incorporado en el texto constitucional de 1994.

(A) Integración. El artículo 85, CN, establece que "el presidente del organismo será designado
a propuesta del partido político de oposición con mayor número de legisladores en el Congreso".
Por su parte, la ley 24.156 dispone que el órgano de control esté integrado por siete miembros.

El Presidente es nombrado por resolución conjunta de los presidentes de ambas Cámaras del
Congreso; tres auditores por la Cámara de Diputados y tres por el Senado, respetándose la
composición de los cuerpos legislativos (es decir, dos auditores por la mayoría y uno por el partido
que le sigue en número de legisladores).

Así, el colegio de auditores está compuesto —por aplicación del texto constitucional y la ley
respectiva— del siguiente modo: 1) el Presidente designado a propuesta del principal partido de
la oposición; 2) cuatro auditores por el partido mayoritario que comúnmente es el partido político
del Presidente del país; y, por último, 3) dos auditores por el partido que sigue en el número de
representantes en ambas Cámaras del Congreso. Por lo tanto, cuatro auditores sobre un total de
siete pertenecen habitualmente al mismo partido político que el Presidente y sólo los tres restantes
son del principal partido opositor. Este esquema no es —obviamente— razonable en el marco
institucional de control del Poder Ejecutivo. En efecto, si el partido o alianza del Presidente tiene
mayoría en el cuerpo legislativo, entonces, la composición del órgano de control es
mayoritariamente oficialista.

En cuanto al procedimiento de remoción, éste es igual al trámite de designación de los


auditores; es decir, con intervención de las Cámaras del Congreso.

(B) Modelo de control. La Auditoría es un órgano de control externo del Poder Ejecutivo
porque depende del Congreso.

(C) Funciones. El texto constitucional dice que "el examen y opinión del Poder Legislativo
sobre el desempeño y situación general de la Administración Pública estarán sustentados en los
dictámenes de la Auditoría General de la Nación". Y agrega que la Auditoría es un organismo de
asistencia técnica del Congreso con autonomía funcional. Por último, el citado precepto señala
que el organismo de control "tendrá a su cargo... toda la actividad de la Administración Pública
centralizada y descentralizada, cualquiera fuera su modalidad de organización... intervendrá
necesariamente en el trámite de aprobación o rechazo de las cuentas de percepción e inversión de
los fondos públicos". Es decir, el órgano de control externo sólo ejerce funciones de fiscalización;
pero, en ningún caso, facultades jurisdiccionales.

(D) Sujetos controlados. Los órganos sujetos a control de la AGN son los siguientes: la
Administración central; los organismos descentralizados; las empresas y sociedades del Estado;
los entes reguladores de los servicios públicos; los entes privados adjudicatarios de procesos de

224
privatizaciones en cuanto a las obligaciones emergentes de los respectivos contratos; el Congreso
de la Nación; y, en su caso, el Poder Judicial y el Ministerio Público por medio de convenios.

(E) Temporalidad. Cabe señalar que la Auditoría ejerce un control posterior y no previo o
concomitante, como sí ocurre en el caso de los Tribunales de Cuentas. Quizás, éste es uno de los
puntos divergentes más sustanciales entre los dos modelos de control.

(F) Tipo de control. El tipo de control que ejerce la AGN es de legalidad y gestión. Dijimos
ya que el control de legalidad consiste básicamente en constatar si el acto o decisión bajo análisis
cumple con el bloque normativo vigente y, por su parte, el control de gestión comprende los
aspectos sobre la eficacia, eficiencia y economía de las decisiones estatales, conocido
comúnmente como las tres E. Es decir, el acto puede ser legal, pero ineficaz, ineficiente y
antieconómico.

(G) Alcance del control. El control de la AGN no es completo; es decir, no comprende todos
los actos y contratos estatales, sino simplemente aquellos que estén indicados en su plan de acción
anual. En síntesis, el modelo de control actual es selectivo; en tanto el anterior era integral.

(H) Legitimación. La AGN no tiene legitimación procesal, de modo que en caso de que el
cuerpo de auditores constate posibles perjuicios patrimoniales debe hacerlo saber a la Sindicatura
General y, en su caso, al Procurador del Tesoro.

Creemos que el modelo actual es razonable y quizás mejor que el anterior, siempre que el
órgano de control esté dirigido por los partidos opositores. El caso de nuestro país es curioso,
pues el órgano de conducción de la AGN es plural y compuesto mayoritariamente por el propio
partido político del Presidente, salvo que éste no cuente con mayoría propia en las Cámaras del
Congreso. En este contexto, es obvio que resulta necesario darle mayores facultades al presidente
del cuerpo (nombrado por la oposición) o reformar su composición de modo que el control esté
en manos de las fuerzas políticas opositoras.

Más allá de las diferencias y de los trazos más gruesos del modelo actual, los aspectos más
relevantes de la AGN son los siguientes:

a) El Plan de acción

La ley 24.156 señala que la AGN debe cumplir con el plan de acción anual; éste establece —
puntualmente— qué es aquello que debe controlarse, cómo y cuándo. Así, el órgano de control
debe cumplir y ejecutar ese programa y, por eso, el aspecto más relevante es quién fija y aprueba
ese plan.

En tal sentido, el texto de la ley es claro en cuanto establece que la Comisión Revisora de
Cuentas y las de Presupuesto y Hacienda de ambas Cámaras del Congreso deben aprobar el plan
de acción anual a propuesta de la AGN.

También se ha discutido si, además de la ejecución del plan antes mencionado, el órgano de
control (AGN) puede por sí solo, sin intervención del Congreso, ordenar otros exámenes. Algunos
hemos creído que la ley autoriza a realizar estos controles, más allá del plan de acción aprobado
por las Comisiones del Congreso, en tanto dispone que el Colegio de Auditores puede aprobar
exámenes especiales. Entendemos que tal interpretación del texto legal es plausible y razonable;
sin embargo, surge el inconveniente del financiamiento de esos exámenes especiales porque el

225
órgano de control debe, en tal caso, solicitar al Congreso la ampliación de las partidas
presupuestarias.

b) El carácter autónomo de la AGN

La Constitución Nacional en su artículo 85 establece que la AGN es un organismo de asistencia


técnica del Congreso con autonomía funcional. A su vez, la AGN —según la ley reglamentaria
(ley 24.156)— es una entidad con personería propia e independencia funcional. Ahora bien, ¿en
qué consiste la autonomía de la AGN? ¿Cuál es el alcance de esa autonomía o independencia?

Creemos que el grado de autonomía de la Auditoría es mínimo. ¿Por qué? Por las razones que
detallamos seguidamente:

1. la composición del cuerpo es, salvo ciertas circunstancias, del mismo color político que el
Presidente de la Nación y, si bien el presidente de la AGN es propuesto por el principal
partido de la oposición, la ley no le atribuye facultades relevantes de modo que es un auditor
más entre sus pares;

2. el plan de acción es aprobado por el Congreso, a través de la Comisión Parlamentaria Mixta


Revisora de Cuentas y de las Comisiones de Presupuesto de ambas Cámaras del Congreso,
y no por el propio ente;

3. la AGN no tiene garantizado un presupuesto propio necesario para el cumplimiento de los


cometidos constitucionales; y, por último,

4. la ley 24.156 no le reconoce a la AGN facultades reglamentarias.

III.2. El control interno. La Sindicatura General de la Nación

Hasta aquí hemos analizado el control externo (Tribunal de Cuentas y Auditoría General de la
Nación como modelos distintos e incluso contrapuestos), resta —entonces— estudiar el modelo
de control interno.

La ley 24.156 creó la Sindicatura General de la Nación como órgano de control interno del
Poder Ejecutivo dependiente del Presidente de la Nación.

En verdad, tal como dice la ley, el sistema de control interno está integrado, por un lado, por
la Sindicatura General de la Nación como órgano normativo de supervisión y coordinación y, por
el otro, por las Unidades de Auditoría Interna (UAI), creadas en cada jurisdicción a controlar.
Quizás la característica más peculiar del actual sistema es que las Unidades dependen
jerárquicamente del órgano superior de cada organismo, pero son coordinadas técnicamente por
la Sindicatura General.

Cabe agregar que el control interno es un examen posterior de las actividades financieras y
administrativas de los órganos y entes estatales que abarca los aspectos presupuestarios,
económicos, financieros, patrimoniales, normativos y de gestión, fundados en criterios de
economía, eficiencia y eficacia.

Entre las funciones de la Sindicatura General están las de: (a) dictar y aplicar las normas de
control interno que deben ser coordinadas con la AGN; (b) supervisar la aplicación por parte de

226
las Unidades correspondientes de las normas de auditoría interna; (c) vigilar el cumplimiento de
las normas contables; (d) aprobar los planes de trabajo de las unidades de auditoría interna; (e)
comprobar el cumplimiento de las observaciones y recomendaciones de las unidades de auditoría
interna; (f) asesorar al Poder Ejecutivo; y (g) poner en conocimiento del Presidente los actos que
causen o pudieren causar perjuicios importantes al patrimonio público.

Asimismo, la Sindicatura debe informar: 1) al Presidente de la Nación sobre la gestión


financiera y operativa de los organismos comprendidos dentro del ámbito de su competencia; 2)
a la Auditoría General de la Nación sobre la gestión cumplida por los entes bajo fiscalización de
la Sindicatura —sin perjuicio de atender otras consultas y requerimientos específicos formulados
por el órgano externo de control—; y 3) a la opinión pública en forma periódica sobre su gestión.

IV. EL CONTROL DE LOS AGENTES PÚBLICOS POR COMISIÓN DE DELITOS O


IRREGULARIDADES EN EL EJERCICIO DE SUS FUNCIONES

Además de la fiscalización que realiza el Defensor del Pueblo, la AGN y la SIGEN, el Estado
también controla la regularidad y licitud de los actos estatales en términos de infracciones y
delitos, a fin de que se juzgue la eventual responsabilidad administrativa y penal de los agentes
públicos. En este apartado estudiaremos los mecanismos establecidos a tales fines y los
organismos competentes para realizar este control.

Cabe aclarar que si el Defensor, la AGN o la SIGEN advierten, en el ejercicio de sus funciones,
que cualquier agente cometió o pudo haber cometido infracciones o delitos debe comunicárselo
al órgano competente, según el cuadro que describiremos seguidamente.

IV.1. La Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas

El Ministerio Público, como ya sabemos, es un poder estatal que tiene por objeto defender los
intereses de la sociedad y, en particular, el respeto de los poderes públicos por las leyes (principio
de legalidad). Por ejemplo, en el proceso penal el fiscal es el que insta la acción penal, de modo
que en tales casos el papel del Ministerio Público es más relevante que en los otros procesos
judiciales.

La Ley Orgánica del Ministerio Público incorporó en su ámbito a la figura del Fiscal de
Investigaciones Administrativas.

El modelo actual está basado en los siguientes postulados: (a) el Fiscal Nacional de
Investigaciones Administrativas integra el Ministerio Público Fiscal. (b) El fiscal no puede
ordenar, en el ejercicio de sus tareas de investigación, medidas restrictivas de los derechos
individuales. (c) El fiscal puede realizar investigaciones preliminares ante presuntas
irregularidades o delitos cometidos por los agentes públicos e informar al órgano competente para
iniciar el proceso sumarial o, en su caso, formular la denuncia penal. (d) El fiscal es parte en los
procedimientos sumariales. Así, el fiscal puede intervenir en calidad de parte acusadora o
coadyuvante en los sumarios: 1) cuyo inicio se le hubiese comunicado a tenor de lo previsto en el
Reglamento de Investigaciones, 2) hubiese tomado conocimiento por cualquier otro medio o 3)
se tratase de sumarios que se hubiesen iniciado como resultado de las investigaciones iniciadas
por él. (e) El fiscal no es parte en las causas penales contra los agentes públicos, pero puede ejercer
la acción pública en casos de excepción —esto es, por caso, cuando el fiscal no prosigue con el
proceso penal y siempre que éste se hubiese iniciado por actuaciones del propio Fiscal Nacional—
. Este último criterio es claramente restrictivo. Por su parte, la Corte en el caso "Moreno" (2012)

227
siguió el camino contrario al sostener que "la comunicación exigida al juez de la causa por el art.
48 de esa ley extiende la facultad de asunción directa del ejercicio de la acción por parte de la
FIA a procesos que no tengan ese origen".

Así, el Fiscal Nacional de Investigaciones Administrativas tiene, según la Ley Orgánica del
Ministerio Público (ley 24.94), las facultades de promover la investigación de las conductas
administrativas de los agentes de la Administración Pública nacional; efectuar investigaciones en
toda institución que tenga como principal fuente de financiamiento recursos estatales; ejercer el
poder reglamentario y de superintendencia sobre la propia Fiscalía; y denunciar ante la justicia
los hechos que producto de las investigaciones sean considerados delitos.

IV.2. La Oficina Anticorrupción

La Oficina Anticorrupción (OA) es un órgano administrativo que depende del Ministro de


Justicia y Derechos Humanos y cumple básicamente tres funciones, a saber: (a) la investigación
de presuntos hechos irregulares y delictivos cometidos por los agentes públicos; (b) la
planificación de políticas de lucha contra la corrupción; y (c) el registro y archivo de las
declaraciones juradas patrimoniales de los funcionarios públicos.

Un aspecto relevante es que la Oficina puede presentarse como parte querellante en los
procesos penales que se siguen contra los agentes públicos. Así, se ha expresado la Cámara de
Apelaciones; y, luego, la Corte no abrió el respectivo recurso extraordinario en el caso
"Gostanián" (2006).

IV.3. La ley de Ética Pública

La ley 25.188 (Ley de Ética en el Ejercicio de la Función Pública) fue sancionada en el año
1999 y establece un conjunto de deberes, prohibiciones e incompatibilidades respecto de los
agentes que se desempeñen de modo permanente o transitorio en la función pública, cualquiera
haya sido su modo de ingreso. Asimismo, es aplicable a todos los funcionarios y magistrados del
Estado.

La ley prevé una serie de deberes y pautas de comportamiento ético a observar por los agentes
mencionados. Entre ellos se encuentra el deber de cumplir y hacer cumplir la Constitución, las
leyes y los reglamentos, así como también defender el sistema republicano y democrático de
gobierno; el deber de desempeñarse con honestidad, probidad, rectitud, buena fe y austeridad
republicana; y velar por los intereses del Estado privilegiando el interés público sobre el
particular.

En consonancia con estas pautas, los agentes tienen el deber de no recibir beneficios por actos
inherentes a su función; fundar los actos y dar transparencia a las decisiones; proteger y conservar
la propiedad del Estado; y abstenerse de utilizarla en beneficio personal. Asimismo, tienen el
deber de excusarse en razón de las causales previstas por la ley procesal civil en los asuntos que
tramitan ante sí.

Por último, la ley y su decreto reglamentario prevén el régimen de incompatibilidades y el


conflicto de intereses.

228

También podría gustarte