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La perspectiva de género en el Derecho Internacional de los DD.HH....

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La perspectiva de género en el Derecho


Internacional de los Derechos Humanos:
El Caso Castro Castro

JULISSA MANTILLA FALCÓN*

SUMARIO: I. Presentación. II. ¿Por qué incorporar una perspectiva de género en el


DIDH? Conceptos fundamentales. III. Evolución del DIDH y la perspectiva de género.
IV. El Sistema Interamericano de Derechos Humanos (SIDH) y la perspectiva de género.
V. El Caso Castro Castro como un ejemplo de análisis de género en el DIDH. VI.
Conclusiones.

I. PRESENTACIÓN

S
i revisamos los principales documentos del Derecho Inter-
nacional de Derechos Humanos (DIDH) tales como la De-
claración Universal de Derechos Humanos (1948) o el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1966), encontra-
remos una referencia general al principio de no discriminación
y un lenguaje aparentemente neutral que no hace distinciones
entre hombres y mujeres. Sin embargo, en la Segunda Confe-
rencia de Derechos Humanos de 1993 en Viena, se hizo una
especial referencia a los derechos de las mujeres y de las niñas
resaltándose la importancia de su respeto y vigencia. Desde
entonces, nuevos documentos internacionales y jurisprudencia

* Julissa Mantilla Falcón es abogada y profesora de la Pontificia Univer-


sidad Católica del Perú. LLM in Human Rights por la London School of
Economics and Political Science. Especialista en temas de derechos
humanos y género.
38 Julissa Mantilla Falcón

han sido elaborados, incluyéndose referencias importantes a los derechos


de las mujeres y a la perspectiva de género.
Recientemente, en noviembre del 2006, la Corte Interamericana de
Derechos Humanos (la Corte) emitió la sentencia del caso Castro Castro
contra el Perú, la cual marca un precedente importante en la incorporación
de un análisis de género de las violaciones de derechos humanos, tema que
será analizado en el presente artículo.

II. ¿POR QUÉ INCORPORAR UNA PERSPECTIVA DE GÉNERO EN EL


DIDH? CONCEPTOS FUNDAMENTALES
El surgimiento del DIDH luego de la Segunda Guerra Mundial implicó
una serie de cambios en los conceptos tradicionales del Derecho Internacio-
nal Público. La soberanía del Estado, por ejemplo, se vio relativizada frente
a la necesidad de una protección más efectiva de los derechos de las perso-
nas. Asimismo, nuevos principios se fueron implementando, teniendo como
prioridad una interpretación de las normas internacionales hacia lo más
favorable al ser humano (principio pro hómine)1. El principio de no discrimi-
nación en la definición, goce y ejercicio de los derechos humanos y liberta-
des fundamentales se reafirma como una norma de ius cogens, esto es, que
no admite pacto en contrario. En otros ámbitos, el desarrollo del DIDH va
a consagrar la interdependencia e indivisibilidad de los derechos humanos,
dejando de lado la división tradicional entre derechos civiles y políticos
frente a los derechos económicos, sociales y culturales.
Poco a poco, el DIDH se va desarrollando a través de una serie de
tratados y declaraciones internacionales que consolidan el Sistema Interna-

1 La Convención Americana de Derechos Humanos recoge este principio de la si-


guiente manera: Artículo 29. Normas de Interpretación.- Ninguna disposición de la
presente Convención puede ser interpretada en el sentido de:
a) permitir a alguno de los Estados Partes, grupo o persona, suprimir el goce y
ejercicio de los derechos y libertades reconocidos en la Convención o limitarlos en
mayor medida que la prevista en ella;
b) limitar el goce y ejercicio de cualquier derecho o libertad que pueda estar recono-
cido de acuerdo con las leyes de cualquiera de los Estados Partes o de acuerdo con
otra convención en que sea parte uno de dichos Estados;
c) excluir otros derechos y garantías que son inherentes al ser humano o que se
derivan de la forma democrática representativa de gobierno, y
d) excluir o limitar el efecto que puedan producir la Declaración Americana de Dere-
chos y Deberes del Hombre y otros actos internacionales de la misma naturaleza.
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cional de Promoción y Protección de los Derechos Humanos, tanto a nivel


universal (con base en la Organización de las Naciones Unidas2) como a
nivel regional (en el ámbito europeo3, interamericano4 y africano5).
El desarrollo del DIDH va a permitir la incorporación de nuevas pers-
pectivas orientadas a la mejor y mayor protección de los derechos de las
personas. Es en este contexto que se inicia el reconocimiento de la perspec-
tiva de género como una aproximación acorde al DIDH y como un punto
de partida válido para el estudio de las causas, de los hechos en sí y de las
consecuencias de las violaciones de derechos humanos.

Sobre el concepto de género


Muchas veces, al hablar de género se tiende a identificar este térmi-
no con «la mujer» o «las mujeres». Erróneamente, en algunos sectores, se
considera que garantizar esta perspectiva implica exclusivamente incor-
porar más mujeres en las organizaciones, usar un lenguaje diferenciado
(«los y las», «todos y todas») o crear oficinas específicas para atender los
derechos de las mujeres. Si bien todas estas medidas se relacionan con la
perspectiva de género, no son equivalentes ni agotan el significado del
término.
En primer lugar, el género se define como una construcción social ela-
borada en base a las diferencias de sexo, esto es, «el sexo socialmente cons-
truido». En otras palabras, se debe entender que las funciones, valores y
relaciones entre hombres y mujeres, se construyen en base a las diferencias
biológicas (sexo), asignando roles e identidades diferentes para ambos sexos
(género). Estas construcciones de género han tenido como efecto, entre
otros, la subordinación de las mujeres y niñas en sociedades en las cuales la
predominancia de lo masculino6 ha causado efectos en desmedro del ejerci-
cio de los derechos y libertades fundamentales de aquéllas.
En este sentido, un enfoque de género reconoce que la situación de
desventaja en la que se ubican las mujeres se fundamenta y se perpetúa en
las estructuras de inequidad y discriminación que causan las violaciones de

2 www.ohchr.org, revisada el 10 de marzo del 2007.


3 www.echr.coe.int, revisada el 10 de marzo del 2007.
4 www.oas.org/OASpage/humanrights_esp.htm, revisada el 10 de marzo del 2007.
5 www.achpr.org revisada el 10 de marzo del 2007.
6 COCKBURN, Cinthia, 1999, p. 2, http://www.genderandpeacekeeping.org/resources/
3_Gender_Armed_Conflict_and_Political_Violence.pdf
40 Julissa Mantilla Falcón

derechos humanos de tipo específico7. Como Medina sostiene, la posición


subordinada de las mujeres en la sociedad es la causa de las violaciones a
sus derechos8.
Esta realidad ha motivado la implementación de medidas específicas
dirigidas a incrementar la participación de las mujeres en la vida política y
social de las naciones, el acceso a la justicia y el reconocimiento de su salud
sexual y reproductiva, entre otros aspectos. Estas iniciativas locales se han
ido consolidando a nivel internacional mediante la adopción de tratados,
resoluciones e informes.
Cuando hablemos de un análisis de género, entonces, de lo que se
trata es de evidenciar las diferentes circunstancias en las que viven hom-
bres y mujeres y los roles que las sociedades les asignan; cuestionar los
conceptos tradicionales que asignan determinados espacios a unos y a otras
(el trabajo productivo frente al reproductivo, por ejemplo); la neutralidad
aparente de las normas jurídicas y de las definiciones de derechos humanos
que no reconocen las diferencias de las personas y que inciden sobre la
desigualdad.
El análisis de género implica el reconocimiento de estas situaciones de
desigualdad y, aplicado al DIDH, consolida la lucha contra la discrimina-
ción, el reconocimiento de la equidad en términos más allá de lo formal y
una nueva interpretación del derecho en todas sus dimensiones, recono-
ciendo que hombres y mujeres tienen diferentes necesidades y posicio-
nes en la sociedad. Asimismo, implica que los organismos internacionales
—tales como los Comités creados por los tratados— deben observar el
género como un criterio para la composición de sus miembros.
De otro lado, la perspectiva de género es fundamental para entender
que las violaciones de derechos humanos afectan a hombres y mujeres de
manera diferente y que las mujeres no reciben la misma atención a las vio-
laciones a sus derechos en comparación a lo que sucede con los hombres,
realidad que impide el acceso de las mujeres a la justicia y reparación. Asi-
mismo, una perspectiva de género contribuye a comprender que existen

7 United Nations. «Integrating the gender perspective into the work of United Nations
human rights treaty bodies», HRI/MC/1998/6, Geneva, 14-18, september 1998, párr.
19.
8 MEDINA, Cecilia. «Derechos Humanos de la Mujer. ¿Dónde estamos ahora en las Amé-
ricas?». Traducción elaborada por la Universidad de Chile del texto «Human Rights
of Women: Where are we now in the Americas?» Publicado en: Essays in Honour of
Alice Yotopoulos-Marangopoulos. A. MANGANAS (ed.), Volume B, Panteion University,
Nomiki Bibliothiki Group, Athens (2003), pp. 907-930.
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violaciones de derechos humanos que afectan a las mujeres por el hecho de


ser mujeres, esto es, violaciones de género.
Una revisión del trabajo de los principales organismos creados por los
tratados internacionales9, indica que se ha dado un avance en cuanto al
reconocimiento de un marco de garantías del goce de los derechos huma-
nos y la no discriminación. Sin embargo, el impacto de las situaciones espe-
cíficas de violaciones de derechos humanos en las mujeres aun no ha sido
entendido. En este sentido, «no existe aún un claro reconocimiento o com-
prensión de que la perspectiva de género es una dimensión importante en
la definición de la naturaleza sustantiva de los derechos»10. Por ello, la
definición misma de los derechos humanos debe ser explorada e interpre-
tada desde una perspectiva de género. Por ejemplo, la definición del dere-
cho a la vida debe analizar los niveles de mortalidad materna mientras que
el derecho a la salud tiene que incluir en su definición un contenido relativo
a los derechos sexuales y reproductivos. Otro aspecto que una perspectiva
de género debe analizar es la definición de las obligaciones de los Estados
en relación a los abusos cometidos por particulares, tales como esposos o
empleadores 11.

III. EVOLUCIÓN DEL DIDH Y LA PERSPECTIVA DE GÉNERO


El reconocimiento de la importancia de la perspectiva de género en el
DIDH pasa por entender que esta disciplina se fue constituyendo desde
una perspectiva aparentemente neutral pero que, en realidad, respondía a
un modelo básicamente masculino12. El hablar de «derechos de las muje-
res» no ha sido un proceso fácil, ya que se consideraba que el término «de-
rechos humanos» o «derechos del hombre» era suficiente.
Efectivamente, si se revisa la mayor parte de los primeros tratados y
declaraciones de derechos humanos, veremos que no existe una diferencia-
ción por género al momento de elaborarlos. Así por ejemplo, es interesante

9 Para un resumen de los principales avances en materia de género de los principales


organismos de Naciones Unidas, revisar: United Nations, Integrating the gender
perspective into the work of United Nations human rights treaty bodies, HRI/MC/
1998/6, Geneva, 14-18 September 1998.
10 Ibíd., párr. 98 (traducción propia).
11 Ibíd., párr. 99 (traducción propia).
12 Es lo que Alda Facio denomina el androcentrismo de los derechos humanos. Al
respecto revisar FACIO, Alda. «Sexismo en el Derecho de los Derechos Humanos». En:
Mujer y Derechos Humanos en América Latina. CLADEM, Lima, 1991.
42 Julissa Mantilla Falcón

reparar en el lenguaje de la Declaración Americana de los Derechos y De-


beres del Hombre (DADH, 1948) en cuyo Preámbulo se afirma que:

«Todos los hombres nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dota-


dos como están por naturaleza de razón y conciencia, deben conducirse
fraternalmente los unos con los otros.
El cumplimiento del deber de cada uno es exigencia del derecho de to-
dos. Derechos y deberes se integran correlativamente en toda actividad
social y política del hombre. Si los derechos exaltan la libertad individual,
los deberes expresan la dignidad de esa libertad.
Los deberes de orden jurídico presuponen otros, de orden moral, que los
apoyan conceptualmente y los fundamentan.
Es deber del hombre servir al espíritu con todas sus potencias y recursos
porque el espíritu es la finalidad suprema de la existencia humana y su
máxima categoría.
Es deber del hombre ejercer, mantener y estimular por todos los medios a
su alcance la cultura, porque la cultura es la máxima expresión social e
histórica del espíritu.
Y puesto que la moral y buenas maneras constituyen la floración más
noble de la cultura, es deber de todo hombre acatarlas siempre. (el énfasis es
nuestro)»

Una interpretación tradicional podría argumentar —y de hecho así ha


sido— que la referencia a «hombre» en la DADH debería interpretarse en
el sentido de incluir también a las mujeres. Sin embargo, en 1998, una reso-
lución de la Asamblea General de la OEA reparó sobre esta situación, enfa-
tizando la necesidad de modificar la declaración.
Esta resolución resaltaba la necesidad de cambiar el título de la DADH
por el de «Declaración Americana de los Derechos y Deberes de la Perso-
na». Asimismo, se proponía el reemplazo en su texto de la palabra «hom-
bre» por «persona», cuando correspondiera, «en razón de la necesidad de
incorporar la igualdad jurídica y de oportunidades para la mujer y el hom-
bre y la equidad de género en todo nivel, incluso en las expresiones idio-
máticas utilizadas en los instrumentos internacionales;(…)» 13.
Esta iniciativa no hace sino reconocer que el diseño y elaboración de
los tratados y declaraciones internacionales no incluyó la perspectiva de
género. Y es este reconocimiento lo que hizo que la comunidad internacio-

13 Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, AG/RES. 1591 (XX-
VIII-O/98), (Resolución aprobada en la tercera sesión plenaria, celebrada el 2 de
junio de 1998)
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nal, las organizaciones de la sociedad civil y los académicos y académicas


unieran esfuerzos para lograr una evolución del DIDH en el sentido de
reconocer la importancia de una visión diferenciada entre hombres y muje-
res que permitiera una mayor protección de las personas.
Estos esfuerzos se materializaron, por ejemplo, en las Conferencias de
la Organización de las Naciones Unidas sobre la situación de las mujeres,
las cuales se iniciaron en México en 1975 y culminaron en Beijing en 1995.
De hecho, estas conferencias han contribuido a comprender que una situa-
ción de igualdad y no discriminación entre hombres y mujeres, no ocurren
simplemente como resultado de la protección y promoción de los derechos
humanos. Por el contrario, estas Conferencias «han consolidado una postu-
ra mediante la cual estos objetivos deben ser enfatizados explicita y siste-
máticamente en todas las etapas de implementación de los tratados de
derechos humanos, incluyéndose la etapa de conceptualización de los dere-
chos y libertades protegidos»14.
En este proceso se ubica también la Segunda Conferencia Mundial de
Derechos Humanos realizada en Viena en 1993. Efectivamente, la Platafor-
ma de Acción de Viena reconoce expresamente que los derechos de la mu-
jer y de la niña son derechos humanos, por lo cual deben recibir protección
y reconocimiento internacional. En este contexto se resalta la importancia
de eliminar la violencia contra la mujer en la vida pública y privada, los
prejuicios sexistas en la administración de la justicia y erradicar los conflic-
tos que puedan surgir entre los derechos de la mujer y las consecuencias
perjudiciales de ciertas prácticas tradicionales. Se sostiene, además, que las
violaciones de los derechos humanos de la mujer en situaciones de conflicto
armado constituyen violaciones de los principios fundamentales de los de-
rechos humanos y del derecho internacional humanitario15.
A las conferencias deben sumarse los documentos internacionales de
tipo específico tales como la Convención sobre la eliminación de todas las
formas de Discriminación contra la mujer (CEDAW, 1979) la cual incorpora
una definición de la discriminación contra la mujer16 e incluye las denomi-
nadas medidas de acción afirmativa17. Ahora bien, no obstante que este
tratado se dio para contrarrestar las situaciones de discriminación contra

14 HRI/MC/1998/6, para. 17 http://www.un.org/womenwatch/daw/news/


integrating.htm (traducción propia)
15 Declaración y Programa de Acción de Viena de 1993, A/CONF.157/23, 12 de julio de
1993, párr. 18.
16 Art. 2, CEDAW.
17 Art. 4, CEDAW.
44 Julissa Mantilla Falcón

las mujeres, una omisión grave es que no se ocupa de la violencia contra la


mujer como una violación de sus derechos humanos. Por ello, el Comité de
la CEDAW —creado por el propio tratado— corrige esta situación unos
años después al incluir en la definición de discriminación contra la mujer la
violencia basada en el sexo, es decir, la violencia dirigida contra la mujer
porque es mujer o que la afecta en forma desproporcionada. Incluye actos
que infligen daños o sufrimientos de índole física, mental o sexual, ame-
nazas de cometer esos actos, coacción y otras formas de privación de la
libertad 18.
En este sentido se da luego la Declaración de las Naciones Unidas
sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer de 199319, en la cual se
sostiene que violencia contra las mujeres es: «todo acto de violencia basado
en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado
un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como
las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la liber-
tad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada», defi-
nición que reconoce una realidad totalmente violatoria de los derechos
humanos.
A estos esfuerzos deben sumarse las iniciativas regionales provenien-
tes del Sistema Interamericano de Derechos Humanos. En efecto, en 1994 la
Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violen-
cia contra la mujer (Convención de Belem do Para) fue elaborada, constitu-
yéndose en el único tratado que se refiere de manera específica al tema de
la violencia contra la mujer como una violación a los derechos humanos. De
acuerdo a este texto internacional, por violencia contra la mujer debe en-
tenderse cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte,
daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito
público como en el acto privado. La violencia contra la mujer puede ser
violencia física, violencia psicológica y violencia sexual20.
Ahora bien, tanto a nivel universal como interamericano, se estable-
cieron una serie de mecanismos específicos en la materia, tales como el
nombramiento de Reporteros Especiales con miras a visibilizar la situación de
los derechos humanos de las mujeres. Así por ejemplo, se deben mencionar
los Informes de la Relatora Especial sobre Violencia contra la Mujer esta-

18 Recomendación General 19 adoptada por el Comité para la Eliminación de la Discri-


minación contra la Mujer, UN Doc. HRI/GEN/1/Rev.1 at 84 (1994).
19 Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer. Resolución de la
Asamblea General 48/104 del 20 de diciembre de 1993, artículos 1 y 2.
20 Convención de Belem do Pará, artículo 2.
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blecida a nivel de la ONU, los cuales dan cuenta del «carácter sostenido y
endémico de la violencia contra la mujer»21. En la resolución que crea esta
Relatoría se condena las violaciones de los derechos humanos de la mujer
en situaciones de conflicto armado, estableciendo que se tratan de violacio-
nes al derecho internacional humanitario y pidiendo «una respuesta parti-
cularmente eficaz a las violaciones de esa naturaleza, en particular a los
asesinatos, las violaciones sistemáticas, la esclavitud sexual y los embara-
zos forzados»22.
En el ámbito interamericano, la Relatoría Especial de los Derechos de
la Mujer ha elaborado una serie de estudios orientados al estudio de los
derechos humanos de las mujeres en la región y de las situaciones que las
afectan específicamente23. Recientemente, el Relator ha publicado el Infor-
me «Acceso a la Justicia para las mujeres víctimas de violencia en las Amé-
ricas»24 el cual parte de reiterar que «un acceso de jure y de facto a recursos
judiciales idóneos y efectivos resulta indispensable para la erradicación del
problema de la violencia contra las mujeres, así como también lo es el cum-
plimiento de los Estados de su obligación de actuar con la debida diligencia
frente a tales actos»25. Este reporte presenta un diagnóstico sobre los prin-
cipales obstáculos que las mujeres enfrentan cuando procuran acceder a
una tutela judicial efectiva para remediar actos de violencia, en base a los
cuales la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Cidh) elabora
recomendaciones orientadas a lograr que los Estados actúen con la debida
diligencia con el objeto de ofrecer una respuesta judicial efectiva y oportu-
na ante estos incidentes.
Adicionalmente a los tratados, documentos e informes internacionales
que han reconocido la importancia de la perspectiva de género en el desa-
rrollo del DIDH, ha habido importantes avances también a nivel jurispru-
dencial. Para efectos del presente artículo, nos centraremos en los

21 Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (1994). Resolución 1994/45


de la mediante la cual se nombra una Relatora Especia sobre la violencia contra la
mujer. E/CN.4/RES/1994/45.
22 Ibíd.
23 Entre ellos pueden mencionarse: «Las Mujeres Frente a la Violencia y la Discrimina-
ción Derivadas del Conflicto Armado en Colombia», «Situación de los derechos de la
Mujer en Ciudad Juárez, México: El derecho a no ser objeto de violencia y discrimi-
nación», «Informe de la CIDH sobre la Condición de la Mujer en las Américas de
1998», www.cidh.oas.org, visitada el 10 de abril de 2007.
24 Informe 2007: Acceso de las mujeres a la justicia, www.cidh.oas.org, visitada el 10 de
abril de 2007.
25 Ibíd.
46 Julissa Mantilla Falcón

desarrollos del ámbito interamericano, específicamente en algunos casos


contra el Perú.

IV. EL SISTEMA INTERAMERICANO DE DERECHOS HUMANOS


(SIDH) Y LA PERSPECTIVA DE GÉNERO
Además de la Convención de Belem do Para y de los Informes de la
Relatoría Especial, la incorporación de la perspectiva de género se ha pre-
sentado en la resolución de casos ante el SIDH, entre los cuales los casos
peruanos resultan muy interesantes.

El Caso Raquel Martín de Mejía (1996)


Para este análisis, ubicamos el punto de partida en el año 1996, especí-
ficamente en el Informe de la Cidh sobre el caso Raquel Martín de Mejía
contra el Perú26. La víctima era un mujer de Oxapampa, Pasco, cuyo esposo
—Fernando Mejía— era un abogado, periodista y Presidente del Comité
Provincial del partido político Izquierda Unida. En junio de 1989, aproxi-
madamente 100 efectivos militares pertenecientes al «Batallón Nueve de
Diciembre» llegaron a Oxapampa a fin de conducir operaciones contrain-
surgentes.
En la noche del 15 de junio de 1989, integrantes del Ejército Peruano
llegaron a la casa de los esposos Mejía, buscando al Dr. Fernando Mejía, a
quien detuvieron arbitrariamente. Aproximadamente 15 minutos después,
un grupo de efectivos militares con los rostros cubiertos con pasamontañas
negros se presentaron nuevamente en el domicilio de los Mejía y uno de
ellos violó a la señora Raquel Martín. Aproximadamente 20 minutos des-
pués, la misma persona regresó a la casa de los Mejía, aparentemente con la
intención de comunicar a la señora Raquel que su esposo sería trasladado
en helicóptero a Lima al día siguiente. Nuevamente, el sujeto violó a la
señora Martín de Mejía, quien pasó el resto de la noche bajo un estado de
terror y angustia.
Al momento de considerar el fondo del asunto, la Cidh realiza dos
presunciones importantes que inciden en la importancia del análisis de gé-
nero en el DIDH.

26 Raquel Martín de Mejía v. Perú, Caso 10.970 Informe N.º 5/96, Inter-Am.C.H.R.,
OEA/Ser.L/V/II.91 Doc. 7 at 168 (1996).
La perspectiva de género en el Derecho Internacional de los DD.HH.... 47

En primer lugar, decide presumir como verdaderos los hechos relati-


vos a la violación de Raquel Martín de Mejía por integrantes del Ejército
peruano. Para llegar a esta conclusión, la Cidh no solo hizo referencia a la
denuncia en sí sino también a diversos informes de organismos interguber-
namentales y no gubernamentales en los que se documentaba la existencia
de numerosas violaciones sexuales de mujeres en Perú. En efecto, la Cidh
tomó en consideración los Informes de 1992 y 1993 del Relator Especial
contra la Tortura, los que señalaban que en las áreas sujetas a estado de
emergencia, los efectivos militares frecuentemente recurrían al abuso
sexual27. Los reportes de Amnistía Internacional también fueron analiza-
dos, los cuales informaban de distintos casos de abuso sexual contra las
mujeres en zonas de emergencia y de la impunidad que rodeaba estos ca-
sos. Asimismo, los informes de Human Rights Watch que sostenían que la
violencia sexual contra las mujeres constituía una práctica común, aún cuan-
do no existían estadísticas en la materia, fueron revisados por la Cidh.
En segundo lugar, la Cidh decide presumir la inexistencia de recursos
internos efectivos que permitiesen remediar las violaciones a los derechos
humanos de las que fue objeto Raquel Martín de Mejía. Entre otros aspec-
tos, la Cidh hace referencia a las declaraciones de la Sra. Martín quien al
momento de denunciar ante la policía peruana el secuestro y posterior ho-
micidio de su esposo, no denunció la violación sexual «temerosa de que la
revelación de las violaciones cometidas contra mi persona pudieran causar-
me ostracismo y exponerme a mayor peligro o daño físico...» 28. La Cidh
tomó en cuenta, además, distintos informes en los cuales se refiere «la im-
posibilidad de aquellas mujeres que han sido víctimas de violación por miem-
bros de las fuerzas de seguridad o de la policía de obtener un remedio a las
violaciones de sus derechos» 29.
Estos dos aspectos son fundamentales, ya que demuestran que la Cidh
decide apartarse de un tratamiento tradicional de los hechos y aplicar una
perspectiva de género al detenerse a analizar los hechos y su implicancia
específica para las mujeres, así como en la aplicación de las reglas de proce-
dimiento. Un análisis sin perspectiva de género se hubiera centrado en la
falta de estadísticas, por ejemplo, o en la exigencia absoluta del agotamien-
to de los recursos internos. Sin embargo, el hecho de considerar las impli-
cancias especiales de la violencia sexual en las mujeres, implicó además que
la Cidh analizara el impacto de los hechos, las circunstancias que rodean

27 N.U., E/CN.4/1993/26, párr. 355. Citado en el caso de Raquel Martín de Mejía.


28 Ibíd.
29 N.U., E/CN.4/1994/31, párr. 431 y 432. Citado en el caso Raquel Martín de Mejía.
48 Julissa Mantilla Falcón

estos actos y la impunidad de los mismos, todo lo cual se enmarca en una


situación general de discriminación contra las mujeres.
Ahora bien, la Cidh da un paso más y realiza una interpretación de los
tratados internacionales que es una muestra clara de la riqueza que implica
aplicar una perspectiva de género al DIDH.
La Cidh toma como referencia el artículo 5 de la Convención America-
na sobre Derechos Humanos, el cual reconoce el derecho de toda persona a
la integridad física, psíquica y moral y que nadie puede ser sometido a
torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Asimismo,
la Cidh utiliza la definición de tortura contenida en la Convención Intera-
mericana para Prevenir y Sancionar la Tortura (CIPST) en su artículo 2,
concluyendo que para que exista tortura deben conjugarse tres elementos:

1. que se trate de un acto a través del cual se inflijan a una persona penas
y sufrimientos físicos y mentales;
2. cometido con un fin;
3. por un funcionario público o por una persona privada a instigación del
primero.
El análisis relativo al primer elemento tuvo en cuenta el sufrimiento
físico y psicológico causado por la violación sexual. El reporte observó las
consecuencias a corto y largo plazo para la víctima, así como la negativa de
muchas mujeres afectadas de denunciar esta violación. Asimismo, la Cidh
hizo referencia al Relator Especial contra la Tortura el cual había señalado
que la violación es uno de varios métodos de tortura física y psicológica
pues en muchos casos no sólo pretende humillar a la víctima sino también a
su familia o comunidad. De otro lado, la Cidh resaltó que las víctimas pue-
den resultar embarazadas.
El segundo elemento establece que para que un acto sea tortura debe
haberse cometido intencionalmente, es decir, con el fin de producir en la
víctima un determinado resultado. La CIPST incluye, entre otros fines, el
castigo personal y la intimidación.
En este aspecto, la Cidh resalta que la víctima fue violada con el objeto
de castigarla personalmente y de intimidarla, ya que el sujeto que la agre-
dió le dijo que ella estaba requerida como subversiva, al igual que su espo-
so. Asimismo, antes de marcharse la amenazó con regresar y violarla
nuevamente. Esta situación generó un profundo terror en la señora Martín
de Mejía, quien temía por su seguridad, por la de su esposo y por la de su
hija.
El tercer requisito de la definición de tortura es que el acto debe haber
sido perpetrado por un oficial público o por una persona privada a instiga-
La perspectiva de género en el Derecho Internacional de los DD.HH.... 49

ción del primero. La Cidh pudo comprobar que el responsable de las viola-
ciones sexuales era un miembro de las fuerzas de seguridad.
En consecuencia, la Cidh logra concluir que en determinadas circuns-
tancias, la violación sexual puede constituir un acto de tortura, sentando un
precedente fundamental en la interpretación con perspectiva de género de
los conceptos tradicionales de derechos humanos y en la protección efecti-
va de los derechos humanos de las mujeres. Asimismo, brinda información
hasta ese momento inexistente en el Perú sobre las dimensiones de la vio-
lencia sexual y de la impunidad que rodeaba los hechos, aspectos ambos
que posteriormente serán de suma utilidad al momento de iniciarse el pro-
ceso peruano por la verdad y la memoria. Lamentablemente, este caso no
llegó a la Corte, omisión que tendrá impacto algunos años después.

El Caso de Maria Elena Loayza Tamayo (1998)30


Efectivamente, en 1998 el caso Loayza Tamayo llega ante la Corte. En
este caso, la víctima fue detenida en febrero de 1993 por miembros de la
División Nacional contra el Terrorismo de la Policía Nacional del Perú (DIN-
COTE), ya que había sido denunciada como integrante del grupo subversi-
vo Sendero Luminoso (SL). La detención se produjo sin que existiera una
orden judicial y en su testimonio la señora Loayza Tamayo sostuvo que fue
objeto de torturas, tratos crueles y degradantes y de apremios ilegales, por
ejemplo, «amenazas de ahogo a orillas del mar durante horas de la noche y
la violación sexual de [que] fue víctima por efectivos de la DINCOTE»31.
En su contestación a la denuncia, el Estado sostuvo que en la manifes-
tación rendida ante la DINCOTE el 15 de febrero de 1993, la señora María
Elena Loayza Tamayo «en ninguna de sus respuestas refiere haber sido
víctima de algún tipo de tortura [o] violación sexual», y en el examen médi-
co-legal que se le practicó «no registra atención por haber sufrido delito de
lesiones o delito contra su honor sexual», razón por la cual el Estado recha-
zó estos hechos32.
Al momento de analizar los hechos, la Corte sostuvo que —si bien la
Cidh había alegado en su demanda que la víctima fue violada durante su
detención— el hecho no había sido probado, aceptando sólo los otros he-
chos violatorios alegados tales como la incomunicación durante la deten-

30 Serie C, N.º 33, Caso Loayza Tamayo, Sentencia 17 de setiembre de 1997.


31 Ibíd., párr. 3, d.
32 Ibíd., párr. 3, f.
50 Julissa Mantilla Falcón

ción, la exhibición pública con un traje infamante a través de medios de


comunicación, el aislamiento en celda reducida, sin ventilación ni luz natu-
ral, los golpes y otros maltratos como el ahogamiento, la intimidación por
amenazas de otros actos violentos, las restricciones al régimen de visitas.
Como vemos, la Corte se aparta del precedente Martín de Mejía, el
cual había ya determinado la existencia de una práctica amplia de violacio-
nes sexuales como forma de tortura durante el conflicto armado peruano,
aspecto que debió haber sido considerado en el análisis de los hechos. De
otro lado, la falta de denuncia de la violación sexual por parte de la víctima
a nivel interno y el que no haya recibido atención médica específica no son
argumentos sólidos en la defensa del Estado y no pueden bajo ninguna
circunstancia ser esgrimidos para descartar la violencia sexual. Incluso, la
referencia del Estado a la violación sexual como un hecho que afecta «el
honor sexual» de las personas, tampoco es apropiada. Es evidente que la
Corte debe actuar según las pruebas y argumentaciones que las partes le
presentan. Sin embargo, en casos de violencia sexual no puede dejarse de
lado las consideraciones antes descritas. Lo cierto es que la Corte no efec-
tuó un examen sustancial ni se refirió a la evidencia recibida, lo cual consti-
tuye «un problema con respecto a la protección de las mujeres que se
encuentran bajo custodia del Estado»33.
Diferente va a ser la situación con el Caso Castro Castro de noviembre
del 2006, donde el análisis de la Corte es innovador en cuanto a la incorpo-
ración de una perspectiva de género al análisis de las violaciones de dere-
chos humanos, como veremos a continuación.

V. EL CASO CASTRO CASTRO34 COMO UN EJEMPLO DE ANÁLISIS


DE GÉNERO EN EL DIDH35
El caso Castro Castro se refiere a las ejecuciones extrajudiciales ocurri-
das en 1992 en el Perú en el contexto de la mudanza de prisioneras del

33 ORÉ, Gaby. «El derecho a la reparación por violaciones manifiestas y sistemáticas a


los derechos de las mujeres». Seminario Internacional «Justicia y Reparación para
mujeres víctimas de violencia sexual en contextos de conflicto armado interno»,
Lima, agosto 2006.
34 Caso del Penal Miguel Castro Castro vs. Perú, sentencia de 25 de noviembre de 2006,
Corte Interamericana de Derechos Humanos.
35 Además de la sentencia de fondo, se recomienda la lectura de los votos razonados de
los jueces Sergio García Ramírez, referido a la aplicación de la Convención Belem do
Pará, y del juez Antonio Cançado Trindade, el cual versa sobre la importancia del
análisis de género.
La perspectiva de género en el Derecho Internacional de los DD.HH.... 51

centro penitenciario Miguel Castro Castro a la cárcel de máxima seguridad


de mujeres en Chorrillos, en el denominado «Operativo Mudanza 1». Sen-
tando un precedente fundamental, la Corte hace un análisis de género de
los hechos y de las violaciones de derechos humanos producidas, que me-
rece resaltarse.

El análisis diferenciado
En primer lugar, se debe resaltar que la Corte distingue expresamente
entre los hombres y mujeres afectados por los hechos, resaltando además
los casos de las internas en estado de gestación. Se deja de lado, entonces,
un tratamiento general e indistinto que usualmente tiende a generalizar las
conclusiones que se dan para los hombres al caso de las mujeres. La Corte
prosigue con su análisis diferenciado por género al contemplar la situación
de los internos reacomodados dentro del penal Castro Castro, así como
aquellos trasladados a Lurigancho o a Yanamayo, y la situación de las in-
ternas que fueron trasladadas a las cárceles de «Santa Mónica de Chorri-
llos» y de «Cristo Rey de Cachiche». En este último caso, la Corte destaca
que las mujeres no tenían acceso a materiales de aseo personal, tales como
jabón, papel higiénico, toallas sanitarias, ni ropa íntima para cambiarse.
Un segundo aspecto importante es la decisión de la Corte de analizar
la responsabilidad internacional del Estado tomando en cuenta que los ac-
tos de violencia se encontraron dirigidos, en primer término, contra las
internas, las cuales eran consideradas por las autoridades estatales como
integrantes de organizaciones subversivas. Esto es, se destaca la existencia
de responsabilidad internacional derivada de la violencia de género.
En tercer lugar, la Corte señala expresamente que utilizará un análisis
de género en el tratamiento de los hechos y de la normatividad aplicable.
En efecto, la Corte sostiene que «tomará en cuenta que las mujeres se vie-
ron afectadas por los actos de violencia de manera diferente a los hombres,
que algunos actos de violencia se encontraron dirigidos específicamente a
ellas y otros les afectaron en mayor proporción que a los hombres. Ha sido
reconocido por diversos órganos peruanos e internacionales que durante
los conflictos armados las mujeres enfrentan situaciones específicas de afec-
tación a sus derechos humanos, como lo son los actos de violencia sexual, la
cual en muchas ocasiones es utilizada como «un medio simbólico para hu-
millar a la parte contraria»36.

36 Caso del Penal Miguel Castro Castro vs. Perú, sentencia de 25 de noviembre de 2006,
Corte Interamericana de Derechos Humanos, párr. 223
52 Julissa Mantilla Falcón

Un cuarto aspecto importante es que la Corte reconoce que en los


conflictos armados internos e internacionales las partes enfrentadas utili-
zan la violencia sexual contra las mujeres como un medio de castigo y
represión, lo cual las afecta directamente pero además puede tener el ob-
jetivo de causar un efecto en la sociedad y pretender dar un mensaje o
lección.
En este sentido, la Corte realiza una referencia permanente al Informe
Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación del Perú (CVR)37 para
sostener que en el conflicto armado peruano existió una práctica de viola-
ciones sexuales y violencia sexual desarrollada principalmente contra las
mujeres, la cual «es imputable en primer término a agentes estatales y en
menor medida a miembros de los grupos subversivos. Asimismo, la Corte
resalta que los actos de violencia sexual contra las mujeres durante el con-
flicto tenían como objetivos castigar, intimidar, presionar, humillar y de-
gradar a la población. Muchos de los hechos del caso Castro Castro, dice la
Corte, se dieron en perjuicio de las mujeres y respondieron al referido con-
texto de violencia contra la mujer en el conflicto armado peruano.
Como quinto aspecto, se debe resaltar que al momento de analizar los
artículos violados en este caso, la Corte realiza un análisis de género en la
argumentación referida a las violaciones a los derechos humanos, como se
vera a continuación. Asimismo, la Corte aclara que cuando corresponda
especificará los efectos particulares de los hechos con respecto a las inter-
nas en general y a las internas embarazadas.
En este sentido, la Corte se refiere a los «aspectos específicos de vio-
lencia contra la mujer», la cual será analizada a la luz del artículo 5 de la
Convención Americana, teniendo como referencia de interpretación las dis-
posiciones pertinentes de la Convención Interamericana para Prevenir, San-
cionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención Belem do Pará)
y la Convención sobre Eliminación de todas las Formas de Discriminación
contra la Mujer. Como apropiadamente destaca la Corte, estos instrumen-
tos «complementan el corpus juris internacional en materia de protección de
la integridad personal de las mujeres, del cual forma parte la Convención
Americana»38. Es importante reparar en que la Corte utiliza expresamente
la Convención Belem do Pará, aspecto totalmente novedoso en su jurispru-
dencia.

37 Como se sabe, la CVR fue creada en el 2001 por el Estado peruano con el objetivo de
investigar los crímenes y violaciones de derechos humanos ocurridos entre 1980 y el
año 2000.
38 Ibíd., párr. 276.
La perspectiva de género en el Derecho Internacional de los DD.HH.... 53

Con este punto de partida, la Corte analiza los hechos que afectaron la
integridad personal de las internas, destacando que —al iniciarse el ataque
contra el pabellón de mujeres— las internas, incluidas las embarazadas, se
vieron obligadas a huir. En este traslado, las internas tuvieron que arras-
trarse pegadas al piso, y pasar por encima de cuerpos de personas falleci-
das, lo cual resultó particularmente grave en el caso de las mujeres
embarazadas quienes se arrastraron sobre su vientre. La Corte resalta la
existencia de un «un clima de desesperación entre las mujeres».

Las mujeres embarazadas


El análisis de la situación de las mujeres embarazadas resulta intere-
sante. La Corte señala que las mujeres embarazadas que vivieron el ataque
«experimentaron un sufrimiento psicológico adicional, ya que además de
haber visto lesionada su propia integridad física, padecieron sentimientos
de angustia, desesperación y miedo por el peligro que corría la vida de sus
hijos»39.
En este sentido, la Corte considera que el Estado es responsable de la
violación a la integridad física y psicológica de los y las internas. Asimismo,
la Corte considera que el hecho que algunas de las internas estuvieran em-
barazadas resultaba un agravante, dado que los actos de violencia les afec-
taron en mayor medida.

La desnudez forzada
La Corte resalta que los internos heridos fueron sometidos a desnu-
dos forzados durante su permanencia en Hospital de la Policía, lo cual atentó
contra su dignidad personal. Nuevamente, la Corte realiza una diferencia-
ción de género, al momento de enfatizar que dicha desnudez forzada tuvo
características especialmente graves para las seis internas sometidas a ese
trato. Asimismo, la Corte destaca que a las internas no se les permitió asearse
y, en algunos casos, para utilizar los servicios sanitarios debían hacerlo
acompañadas de un guardia armado quien no les permitía cerrar la puerta
y las apuntaba con el arma permanentemente.
La Corte estima que esas mujeres, además de recibir un trato violato-
rio de su dignidad personal, también fueron víctimas de violencia sexual,
ya que estuvieron desnudas y cubiertas con tan solo una sábana, estando

39 Ibíd., párr. 293.


54 Julissa Mantilla Falcón

rodeadas de hombres armados. La Corte consideró que este tratamiento


constituyó violencia sexual dado que las mujeres fueron constantemente
observadas por hombres, considerando además que «la violencia sexual se
configura con acciones de naturaleza sexual que se cometen en una persona
sin su consentimiento, que además de comprender la invasión física del
cuerpo humano, pueden incluir actos que no involucren penetración o in-
cluso contacto físico alguno»40. Como vemos, la Corte maneja un concepto
amplio de violencia sexual, no limitándose a la violación sexual y conside-
rando que esta situación de violencia sexual generó un grave sufrimiento
psicológico y moral a las mujeres, lo cual se debe añadir al sufrimiento
físico que ya estaban padeciendo debido a las heridas.

Inspección vaginal como violación sexual


Otro aspecto importante de esta sentencia es que la Corte se aparta de
los conceptos tradicionales de violación sexual. Efectivamente, al momento
de analizar la situación de una interna que fue objeto de una «inspección»
vaginal dactilar, realizada por varias personas encapuchadas a la vez, la
Corte refiere a los estándares internacionales en la materia para reconocer
que la violación sexual no implica necesariamente una relación sexual sin
consentimiento, por vía vaginal.
Por violación sexual —dice la Corte— también debe entenderse «actos
de penetración vaginales o anales, sin consentimiento de la víctima, me-
diante la utilización de otras partes del cuerpo del agresor u objetos, así
como la penetración bucal mediante el miembro viril»41.
En este sentido, la Corte concluye que los actos de violencia sexual a
que fue sometida una interna bajo supuesta inspección vaginal dactilar cons-
tituyeron una violación sexual que por sus efectos constituye tortura.

Análisis de las condiciones de detención y trato hacia los internos e


internas
La Corte destaca las graves condiciones de detención a que fueron
sometidos las y los internos involucrados en este caso (hacinamiento, falta
de alimentación adecuada, atención precaria de la salud, etc.)

40 Ibíd., párr. 306.


41 Ibíd., párr. 310.
La perspectiva de género en el Derecho Internacional de los DD.HH.... 55

En este punto, la Corte no sigue un criterio neutral de análisis sino que


expresamente resalta que «el daño y sufrimiento experimentados por las
mujeres en general y especialmente las mujeres embarazadas y por las in-
ternas madres resultó particularmente grave»42.
Así por ejemplo, la Corte destaca que la incomunicación severa tuvo
efectos particulares en las internas madres, ya que la imposibilidad de co-
municarse con sus hijos ocasionó un sufrimiento psicológico adicional. Otro
aspecto destacado por la Corte es la desatención de las necesidades fisioló-
gicas de las mujeres, relativas a su aseo personal, higiene, salud pre y post
natal, todo lo cual causó sufrimiento especial y adicional a las mujeres dete-
nidas.

Reparaciones
De otro lado, en materia de reparaciones y en cuanto a la fijación del
daño inmaterial, la Corte nuevamente toma en consideración las situación
de las tres internas que al momento de los hechos se encontraban con 7, 8 y
5 meses de embarazo, cuyas necesidades específicas de salud fueron des-
atendidas por el Estado; la situación de la interna sometida a una supuesta
«inspección» vaginal dactilar que constituyó violación sexual y el caso de
las internas sometidas a desnudos forzados.

VI. CONCLUSIONES
La aplicación de una perspectiva de género en el DIDH es aún un pro-
ceso novedoso y difícil que necesitará todavía un intenso trabajo y estudio.
Sin embargo, es innegable su impacto y la necesidad de considerarla en la
elaboración de nuevos tratados, en los procesos de investigación de viola-
ciones de derechos humanos, en las políticas de reparaciones y en el desa-
rrollo de la jurisprudencia.
Como hemos visto, los casos descritos denotan posiciones diferentes
del Sistema Interamericano en relación al análisis de género en las violacio-
nes de derechos humanos. De una posición innovadora en el caso Martín
de Mejía se retrocede en el caso Loayza, para finalmente implementar un
análisis innovador en el caso Castro Castro. A nuestro juicio, un elemento
importante fue el Informe Final de la CVR, emitido en el 2003, el cual es
citado abundantemente en esta sentencia y en el que se concluye que las

42 Ibíd., párr. 319.


56 Julissa Mantilla Falcón

mujeres peruanas habían sufrido diversas formas de violencia sexual du-


rante el conflicto armado. Quizás si este informe se hubiera dado hace unos
años la sentencia del caso Loayza, por ejemplo, hubiera sido diferente en
cuanto a la violencia sexual.
Lo que es claro, entonces, es que la aplicación de la perspectiva de
género genera una protección más efectiva de las personas, una visión in-
novadora del derecho y una mayor comprensión de la situación real de los
hombres y de las mujeres al momento de sufrir una violación a sus dere-
chos humanos. Y hacia esos objetivos se deben encaminar nuestro trabajo y
el desarrollo del DIDH.

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