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Información personal
Nombre de
Simón Narciso de Jesús Carreño Rodríguez
nacimiento
Nacimiento 28 de octubre de 1769
Caracas, Capitanía General de Venezuela
Nacionalidad Venezolano
Información profesional
Ocupación Educador
Político
Prócer
Firma
Aportes[editar]
Entre sus aportes al pensamiento americano y al quehacer cosmopolita destacan
dos: a) contribuir a formar el carácter republicano, libertario y moral de Bolívar,
durante la infancia y juventud del primero, y b) haber plasmado en sus obras un
ideario original, filosófico-pedagógico, necesario para la emancipación de
las sociedades americanas.
La obra de Simón Rodríguez ha sido recopilada e interpretada por pensadoras y
pensadores de diferentes países de América, por ejemplo en Venezuela, Colombia,
México Argentina, Chile, Ecuador y Perú, incorporando debates sobre ideas
pedagógicas, filosóficas, estéticas, políticas y de lenguaje. 16 17
Pedagogía de la curiosidad[editar]
Fue pionero en este tipo de pedagogía. La nada inocente solicitud que hizo
Rodríguez acerca de promover el desarrollo del “niño preguntón”. Todo cambio
profundo de un tiempo histórico que conduzca a uno revolucionario debe abrir las
compuertas a la vocación inquisitiva del niño. De no ocurrir así se castra, estanca y
retrocede frente a las fuerzas de la tradición y el oscurantismo. 18
Ideas[editar]
Simón Rodríguez proyectaba no la reforma agraria pero si la propiedad pequeña de
parcelas, para eso pensaba en la educación para formarse. Para las sociedades
americanas alrededor de 1828 el gran proyecto que quiso implementar consistía en
colonizar América con sus propios habitantes para que las invasiones de inmigrantes
europeos no vengan a avasallar y tiranizar lo propio.
Simón Rodríguez proyectó entonces un sistema educativo que presenta dos grandes
líneas de acción:
la implementación de la escuela popular y
la colonización de las tierras por los propios americano. La combinación de
ambas acciones contribuirá a formar las sociedades americanas.
Uno de sus proyectos políticos y pedagógicos fue construir fábricas dentro de las
escuelas construir una escuela que adentro tenga dos fábricas además las lenguas
fueran el quechua y el castellano.
Simón Rodríguez ejercería gran influencia en el carácter y pensamiento libertario del
futuro Libertador, su lucha consistía en alcanzar la igualdad no para demostrarla sino
para comprobarla. Pensaba que para llegar a esa igualdad se debía tomar todos los
aportes de los ciudadanos, quería erradicar la imposición hegemónica europea en la
sociedad, decía: tomen lo bueno, dejen lo malo, imiten con juicio, y por lo que les
falte inventen" no renegaba de los conocimientos europeos, pero si no estaba de
acuerdo en imitarlos, su lema era inventamos o erramos.
Estilo[editar]
Resalta Juan David García Bacca el hecho de que Simón Rodríguez "trabajó de
tipógrafo (de cajista) en Baltimore durante tres años (1798-1801)" dotándose de una
"pericia artesanal" que emplearía en sus obras con fines pedagógicos, estéticos y
hasta, como es el caso del mismo García Bacca, ... fines técnico-filosóficos. 19 El
modo aforístico de escribir y el uso de cursivas, entre otras técnicas, seguidas y
usadas por el propio García Bacca, son en sí uno de los aportes de las obras del
Maestro Rodríguez.
Simón Rodríguez
(Simón Narciso Jesús Rodríguez; Caracas, Venezuela, 1769 - Amotape, Perú, 1854)
Pedagogo y escritor venezolano.
Jamás la historia de la América independentista ha sido tan injusta con uno de sus
grandes personajes como lo fue con la obra del insigne educador y gran pensador
americano don Simón Rodríguez. El relato de su vida, atrapado en el sobrenombre de El
Maestro del Libertador, se destacó en la historia por el mérito de haber forjado el
espíritu y las ideas de Bolívar, reduciendo a pasividad lo que fue realmente una activa
relación de reciprocidad.
Pero Simón Rodríguez no nació para hacer de Bolívar el futuro Libertador de América; se
hizo a sí mismo, más bien, para convertir en verdaderas repúblicas a los territorios
conquistados por la libertad. El proyecto diseñado por Simón Rodríguez, basado en la
colonización del continente por sus propios habitantes y en la formación de ciudadanos
por medio del saber, lo dibuja como un gran pensador americano a quien, en virtud de su
incesante lucha en favor de la educación popular, sería más justo recordar como el gran
maestro de muchos. La originalidad de sus pensamientos, su sentido estricto de la
honestidad, la trascendencia renovadora de sus ideas pedagógicas y sociales y la
heterodoxia y excentricidad de sus métodos hablan de un hombre con sentido propio,
ajeno al contexto de su época.
Biografía
Los historiadores suelen ubicarlo en la borrosa frontera que separa la genialidad de la
locura; y no sin razón, ya que la vida de Simón Narciso Jesús Rodríguez se encuentra
minada de anécdotas que no cesan de sugerir la interrogante. Nació en Caracas el 28 de
octubre de 1769 (aunque también se afirma que fue en 1771); se dice que era hijo natural
de Rosalía Rodríguez y de un hombre desconocido, de apellido Carreño.
El joven maestro
La larga carrera de Simón Rodríguez como educador, si es que así puede etiquetarse su
incesante labor de "formar ciudadanos por medio del saber", se inicia oficialmente
cuando el Cabildo de Caracas le otorga, en 1791, el permiso para ejercer de maestro de
escuela de primeras letras en la única escuela pública de esa ciudad. Claro está que la
formación autodidacta emprendida por Rodríguez desde muy joven habla de un inicio más
temprano en su carrera y de un encuentro prematuro con la vocación del saber, la
reflexión y el pensamiento.
Simón Rodríguez
A los veinte años de edad, según se dice, Simón Rodríguez ya había leído a Jean-Jacques
Rousseau, particularmente su obra Emilio o De la educación, y una traducción de la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Como muestra del ímpetu y la
avidez de sus reflexiones, siempre originales y a contrapelo del medio, presentó al
ayuntamiento de Caracas, en 1794, un estudio titulado Reflexiones sobre los efectos que
vician la escuela de primeras letras de Caracas y medio de lograr su reforma por un
nuevo establecimiento.
Fue en esa época cuando, en la escuela de primeras letras del Cabildo de Caracas, tuvo
entre sus alumnos, hasta los catorce años, al entonces travieso Simón Bolívar. Simón
Rodríguez, que además de maestro era también amanuense del tutor de Bolívar, había
sido recomendado para encargarse de la educación del futuro Libertador de América.
Alguna contingencia de vital importancia para la vida del maestro lo animaría a abandonar
el país. La fecha de su éxodo es dudosa, tanto como la naturaleza de los acontecimientos
que lo propiciaron. Es un lugar común el que afirma que Simón Rodríguez formaba parte
de la famosa conspiración de Manuel Gual y José María España, descubierta el 13 de julio
de 1797, y que tuvo que huir despavorido hacia La Guaira para embarcarse en un galeón
con destino a Jamaica.
Hay quien asegura, sin embargo, que su partida ocurrió en fecha anterior a noviembre de
1795, y que fue motivada por su descontento con el régimen español: "Mal avenido con la
tiranía que lo agobiaba bajo el sistema colonial (en palabras de Daniel Florencio O'Leary),
resolvió buscar en otra parte la libertad de pensamiento y de acción que no se toleraba
en su país natal". Jamaica le esperaba como puerto de inicio de una aventura de más de
veinte años en el exilio.
El exilio
Bolívar se encontraba en París desde 1803, y Simón Rodríguez formaba parte de sus
amistades más cercanas. Ambos disfrutaban de largas tertulias, a veces solos y otras
acompañados de Fernando Toro o de algún otro personaje. En 1805 emprendieron una
larga travesía hasta Italia, cruzando a pie los Alpes. Fueron de Chambéry a Milán, luego a
Verona y Venecia, Padua, Ferrara, Florencia y Perusa.
Por último, llegaron a Roma. Aquí fue donde subieron al Monte Sacro y se produjo el
famoso juramento de Bolívar de libertar América: "Juro delante de usted (así describe
Rodríguez el juramento de Bolívar), juro por el Dios de mis padres, juro por ellos, juro
por mi honor, y juro por la patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma,
hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español".
En la ciudad de Nápoles sus trayectorias se separaron: Bolívar regresó a América; Simón
Rodríguez volvió a París y de ahí marchó a Alemania, y luego a Prusia, Polonia, Rusia e
Inglaterra. Según su propio relato, trabajó en un laboratorio de química, participó en
juntas secretas de carácter socialista, estudió literatura y lenguas y regentó una escuela
de primeras letras en un pueblecito de Rusia.
Retorno a América
Animado por las noticias que le llegaban de América, Simón Rodríguez emprendió viaje de
regreso en 1823. En su largo exilio había madurado cada vez más sus ideas en torno a la
educación y la política, nutriéndose, fundamentalmente, del pensamiento de Montesquieu.
Es cierto que Rodríguez acogió las ideas de la Ilustración, pero las utilizó como
referencia para la construcción de un proyecto muy original.
En realidad, no podía ser de otra forma, pues el legado de Montesquieu acerca del
determinismo geográfico y cultural no invitaba a nada distinto. Así lo expresó Simón
Rodríguez: "Las leyes deben ser adecuadas al pueblo para el que fueron dictadas, [...]
deben adaptarse a los caracteres físicos del país, [...] deben adaptarse al grado de
libertad que permita la Constitución, a la religión de sus habitantes, a sus inclinaciones, a
su riqueza, a su número, a su comercio, a sus costumbres y a sus maneras".
A mediados de abril de 1825 inició, junto con Bolívar, un recorrido por Perú y Bolivia. En
Arequipa organizó una casa de estudios; después subió al Cuzco, donde fundó un colegio
para varones, otro para niñas, un hospicio y una casa de refugio para los desvalidos. En el
departamento de Puno hizo otro tanto. En septiembre, ya acompañados del general
Antonio José de Sucre, presidente de Bolivia, entraron ambos en La Paz, antes de
dirigirse a Oruro y a Potosí.
Simón Rodríguez
El plan de enseñanza era muy original: se agrupaba a los alumnos y se concertaban los
métodos educativos, mezclándose la técnica y el espíritu. Los niños, entregados por
entero a las tareas de aprendizaje, aun durante los ratos de diversión, eran observados
individualmente por personal facultativo para identificar las inclinaciones de cada alumno.
En palabras de muchos entendidos, la originalidad de estos proyectos se parecía a la
aplicada en los famosos falansterios de Charles Fourier; sin embargo, Simón Rodríguez
nunca había tenido contacto con aquella obra.
Últimos años
Simón Rodríguez
Así lo encontró el viajero francés Louis-Antoine Vendel-Heyl, a quien diría, casi llorando,
que "ni siquiera podía tener el consuelo de publicar el fruto de sus meditaciones y sus
estudios". Como muestra del resquemor que sentía hacia la sociedad que frustró sus
proyectos, en la puerta de la casa de Simón Rodríguez podía leerse un letrero que decía:
"Luces y virtudes americanas, esto es: velas de sebo, paciencia, jabón, resignación, cola
fuerte, amor al trabajo".
Reeditó la obra Sociedades americanas y, sin más, marchó rumbo al Ecuador. En el camino
se detuvo en Paita y visitó a la amante de Bolívar, Manuela Sáenz, que se encontraba
retirada en esa ciudad. En Latacunga fue acogido por un sacerdote, el doctor Vésquez,
quien se empeñaba en que don Simón fuera maestro en el Colegio de San Vicente. A pesar
de la insistencia del maestro en dedicarse a la agricultura, terminó siendo profesor de
botánica de esa institución.
Paralelamente, y en forma coherente con su visión de las cosas, fundó en esa ciudad una
fábrica de pólvora y al mismo tiempo publicó un folleto sobre la Fabricación de pólvora y
armas con otras enseñanzas generales, en cuyo preámbulo se puede leer: "la pólvora es
aquí el pretexto para tratar de la educación del pueblo". Posteriormente partió a Quito y
fundó otra fábrica de velas; luego marchó a Ibarra, a Colombia, y regresó nuevamente a
Quito en el año 1853.
Tenía 82 años y conservaba aún un aspecto atlético. Dictó una conferencia que
sorprendió al público por sus experiencias y por sus amores tórridos e hijos dejados por
el mundo, al igual que por sus ideas. Finalmente, en 1853, a pesar de haber manifestado
su intención de volver a Europa con la ilusión de que allí todavía se podía "hacer algo", se
trasladó a Amotate, ciudad peruana en la que falleció el 28 de febrero de 1854, a los 83
años de edad.
Para él fue sustancial la diferencia entre instruir y educar: Instruir no es educar;
ni instrucción puede ser equivalente de la educación, aunque instruyendo se
eduque. Lo uno significa conocimiento; lo otro, orientación, criterio, conciencia. Se
educa al instruir, pero solo en pequeña parte, con acumular conocimientos
extraños al arte de vivir, nada se ha hecho para formar la conducta social. Mientras
que a la educación la concebía como conciencia, y a la instrucción como
conocimiento, consideró a la primera como un deber de la política pública y a la
segunda como el medio de lograr su generalización, afirmando que “lo que no es
general, sin excepción, no es verdaderamente público, y lo que no es público no es
social”.
Consideraba que los maestros de la escuela tendrían ocasión durante todo el día de
instruir a los niños en los preceptos sociales ya que estos eran el objeto principal de
la escuela, además del tiempo que le deberían dedicar a enseñar a hablar, escribir y
calcular. Para Rodríguez el fin social de la escuela era la sociabilidad, saber las
obligaciones sociales era el primer deber de un republicano.