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Es como si Osvaldo Lamborghini hubiera encontrado en las revistillas porno de segunda

mano de la década del setenta, comprada en los mercadillos barceloneses, el punto de


partida para ejercer una crítica radical de la imaginación sexual y un salto cualitativo de su
escritura, que surge como efecto colateral de los gestos y situaciones exhibidos

Los temas de Osvaldo Lamborghini (hermano menor del poeta Leónidas) son el peronismo
(del que participó intermitentemente antes de su exilio en 1976: “El 24 de marzo de 1976,
yo, que era loco, homosexual, marxista, drogadicto y alcohólico, me volví loco,
homosexual, marxista, drogadicto y alcohólico”), la argentinidad, la Ley, la violencia de
clase y de género, la imaginación pornográfica, la revolución. Más importante que esa
enumeración es notar hasta qué punto hizo pasar esas unidades por su propia prosa (de
una calidad desconocida hasta su aparición) y su poesía (que le gustaba pensar como
“prosa cortada”).

Naturalmente, la violencia de las confrontaciones entre lo alto y lo bajo que Lamborghini


propone no sólo caracterizan su escritura inigualable sino que afectan a la literatura
misma, que no puede pensarse más allá del gesto político de su propia destrucción.”

Sin embargo, indudablemente, Teatro proletario de cámara es técnica y


estéticamente la pieza más acabada. El libro es un complejo aparato donde se
cruzan arte y política y una reflexión mordaz sobre la sexualidad. En ese museo
portátil encontramos las piezas más logradas, donde las técnicas de calco,
transcalco (el término es del propio autor), dibujo y montaje se alían a una
escritura a veces un tanto hermética y se ponen al servicio de una narración. En
estas mise-en-scène es donde culmina la reflexión teórica sobre la imagen
pornográfica.

Así como en la obra de Pierre Klossowski —otro escritor que abandonó la escritura
— el voyeur es la pieza clave de un simulacro pornográfico que busca romper la ley
y transgredir los códigos ontológicos, en la de Osvaldo Lamborghini el lector es
espectador de un dispositivo pornográfico basado en el détournement que rompe
la hipnosis de la imagen pornográfica difundida masivamente a partir de los años
setenta. La muestra del Macba nos ofrece también la posibilidad de pensar que no
hay que esperar a los años noventa para encontrar críticas de la industria
pornográfica, es decir que las críticas a la pornografía mainstream no surgen con el
posporno.

En esta obra intermediática de montajes, collages y escritura, se cruzan diferentes técnicas de


dibujo y de pintura para intervenir la imagen pornográfica que ocupa el centro de su proyecto

en ella se instala un auténtico dispositivo crítico sobre la sexualidad y su representación.


El proyecto, inconcluso, no se limita a ser un trabajo sobre el cruce de la palabra con la imagen,
sino que entra de lleno en el debate de los años 80 sobre lo pornográfico, devolviendo a la
pornografía su dimensión lisérgica y política, en una época de censura y de reacción.

Si en palabras de Cesar Aira el autor de “El fiord” realiza un descanso de la obra narrativa en
marcha (8), con Roland Barthes podemos pensar que el autor renuncia a la Literatura,
“buscando un lenguaje libre y un lenguaje soñado” (El grado cero de la escritura: 88-89), en un
cruce de la palabra con la imagen

r le livre d’artiste: 83), como una expresión en el cruce de varios lenguajes. Si esta obra de
Osvaldo Lamborghini es intermediática, su carácter heterogéneo y no definitivo la convierte a
su vez un work in progress que está en busca de una estructura general, al no tratarse de un
catálogo de imágenes, ni de un museo pornófilo

En Teatro proletario de cámara, Osvaldo Lamborghini recupera imágenes de revistas


pornográficas de los años ochenta y las pega en sus carpetas para intervenirlas de dos maneras
distintas, con el dibujo y con el texto.

En las distintas intervenciones sobre la imagen que realiza Lamborghini, la más recurrente es el
dibujo sobre o a partir de la fotografía. Debemos aquí señalar el calco como técnica de dibujo
que más utiliza y cuyos resultados guardan similitudes con los dibujos eróticos de Gustav Klimt.
Estos calcos hechos a lápiz o con bic limpian la fotografía del segundo plano y de atavismos
para depurar la imagen. El dibujo resalta el contorno de los cuerpos sin acentuar detalles y se
realiza casi en exclusivo sobre la figura femenina, generalmente de medio cuerpo o de cuerpo
entero. La eliminación del contexto de la fotografía por un lado y la supresión de su carácter
lascivo llevan a menudo a la imagen del terreno de lo pornográfico al de lo erótico

El cuerpo femenino es el motivo central, Badebec saturado de colores vivos, cuando no


chillones, con una luz siempre intensa. El dibujo de Lamborghini asienta lo sublime y más
vulnerable a la figura de la mujer, centro de todas sus intervenciones pictóricas.

Si Ricardo Strafacce afirma que este proyecto retoma “de otra manera, la receta (política y
pornografía) de El fiord” (803), ópera prima de Osvaldo Lamborghini, cabría preguntarnos si
esa receta es realmente abandonada por el autor en alguno de sus textos. No obstante, lo que
sí es innegable es que en Teatro proletario de cámara se hace de una manera radicalmente
distinta.

TPC cruza pornografía y política, ese cruce se focaliza, en la mayoría de las secuencias, en la
sexualidad del mundo lumpen y prostibulario. Ya en El fiord, el mundo sindical y la sexualidad
del proletariado animaban el relato, así como también, en “¡Escribir como cualquier cosa!”
donde, mientras se organiza y avanza una marcha de la U.O.M., dos sindicalistas se
desprenden, Rosa y Rubén, decididos a juntar unas monedas para pagarse un hotel y echar un
polvo. En esos relatos, lo político pierde el terreno que gana la sexualidad, movimiento clásico
en Osvaldo Lamborghini también presente en TPC.
En palabras de Dominique Poggi, la pornografía es “un instrumento de propaganda al servicio
del patriarcado, que refuerza el mito de una sexualidad feminista pasiva y masoquista, al
mismo tiempo que valoriza las imágenes de machos predadores y sádicos” (La revolución
teórica de la pornografía: 97), tal y como es el caso, aún hoy, en la pornografía mainstream.

CESAR AIRA

La preferencia militante por la brutalidad pornográfica tenía antecedentes tan


lejanos como sus primeros escritos ("El niño proletario", El Fiord), y tan
cercanos como Tadeys

El sexo en Lamborghini presenta lo visual mediante un audio que proviene de


un poeta de oído muy afinado. La interrupción de Tadeys pudo deberse a la
prisa por llegar a una forma más adecuada, una visión que ya no necesitara
palabras, o sea que las liberara para otras funciones; la imagen irrumpe en su
materia propia, como un ready made

Ni la escritura oficia de epígrafea la imagen, ni la imagen ilustra lo narrado. Los materiales, en


pugna, sesuperpondrán en una contienda sin síntesis, ejerciendo una notable resistenciaante
las clasificaciones. (PÉREZ)

La obsesión por representar lo irrepresentable confunde lo “explícito” con lo “verdadero”,


dando a luz a lo evidente a partir de una insistencia programática en promover ciertas
representaciones que permiten regular las relaciones naturalizadas entre cuerpo y poder. El
artificio cultural se tiñe de la pátina de lo incontestable a fuerza de repetición: tal es el modus
operandi de los estereotipos que traman la sintaxis de lo social, pero también del lenguaje

Ana Paula Kiffer (2011) se pregunta si el texto literario podría escaparde una relación
metafórica con el cuerpo, y si sería posible una crítica textualque evocase o se consolidase a
partir de los índices, de la materialidad del texto.El TPC da cuenta de cómo la literatura,
tensionada hacia sus límites, intenta loprimero

la materialidad del cuerpo, del trabajo físico queimplica la escritura, como huella en la obra.
Centrándose, entonces, en larelevancia que tiene el “raye físico” de la escritura —la expresión
es de otropatógrafo, Libertella—, los juegos del lenguaje y la inclusión de biografemasrelucen
con otro brillo.

El sexo en Lamborghini presenta lo visual mediante un audio soez que proviene


de un poeta de oído muy afinado. La interrupción de Tadeys pudo deberse a
la prisa por llegar a una forma más adecuada, a una visión que ya no
necesitara palabras, o sea que las liberara para otras funciones; la imagen
irrumpe en su materia propia, como un ready made. (CESAR AIRA PRÓLOGO)
“Pensaba divertirme escribiendo un libro pornográfico. Más precisamente, gráfico: toda la
carne ya está en el horno. Pero resultó una empresa cara, de las caras. No fue posible: el
porno es una tortura política."

La obra visual de Lamborghini, tanto en lo que encuadra Teatro Proletario de


Cámara como en las demás obras recuperadas luego, se construye como una
forma más de plasmar esta mirada que posee desde su primera publicación
literaria hacia la política vinculada estrechamente con lo corporal, con la
sexualidad y en este caso con lo pornográfico que le sirve como dispositivo
crítico. La lucha de clases visualizada como una gran orgía, como en El niño
Proletario o en El fiord. Teatro Proletario es una representación crítica del
escenario político-social de la Barcelona que Osvaldo Lamborghini observaba
desde su encamamiento (Preciado) pero también es una crítica de la situación
histórica del proletariado en su relación dialéctica con la burguesía, aunque sin
caer en “la cosa llorona, bolche, quejosa, de lamentarse” (Lamborghini, 1980).
Esta crítica a la ciudad que lo albergaba es la de fines de los años 80 que se
preparaba para ser escenario de los Juegos Olímpicos, con la transformación
que esto conllevaba, pero también con una problemática social que se
desataba a raíz de estos grandes cambios. Particularmente, la reflexión en
torno a las imágenes nos lleva al pensamiento de que la relación entre imagen
y escritura se da de manera anacrónica: el porno de los 70 junto a textos
contemporáneos al artista.

El porno utilizado por Lamborghini es proletario, es la clase social que


necesita del porno porque su acceso al sexo está vedado, solo le queda estar
en el lugar de la explotación corporal. Hay allí, una preocupación por lo
marginal de la sociedad que se ve representada en las figuras que rescata de
este porno de los setenta: las prostitutas, los obreros, los homosexuales. El
cuerpo como horizonte de apuestas políticas (Giorgi)

Las referencias a Hegel en Lamborghini, desde los comienzos de sus libros


publicados, son varias. Está entre sus lecturas: “Mis epifanías fueron entonces,
Hegel, ese tipo de cosas” (El lugar del artista, 1980: 51). La dialéctica del amo y
del esclavo, entonces, será algo que no pasa desapercibido, lo vemos en El
fiord, en El niño proletario y, por qué no, en Teatro Proletario. Y el psicoanálisis,
en el falo.

Las relaciones de poder que se establecen en el escenario pornográfico,


retoman de algún modo esa relación de poder de amos y esclavos, y la
sujeción de los últimos con los primeros, esa conciencia desventurada de la
que habla Butler, de ese amo que vuelve en forma de conciencia que sujeta al
sujeto.

En las imágenes expuestas, selección del Sexo que habla, nos encontramos
con diversos tipos de penetraciones, de cojugaciones de cuerpos. Si
ahondamos y categorizamos aun más, podemos ubicarlas en la categoría de
penetraciones y felaciones pertenecientes al dispositivo pornográfico, y aquí
vemos las relaciones de poder que atraviesan los cuerpos.

La intervención de Lamborghini en el proyecto Teatro proletario en la imagen


pornográfica se basa en la inserción de textos manuscritos y en el dibujo sobre
la forma de los cuerpos. En las imágenes lamborghíneas de un porno
levemente anacrónico, el cuerpo femenino – más allá del no-relato /no-grafía
pornográfica- se centraliza generalmente a partir de la marcación de esta
figura. Este cuerpo, fundido con y penetrado por el cuerpo masculino, es
realzado e intensificado con colores básicos provenientes de materiales
baratos y difícilmente utilizados en el ámbito artístico, como los lápices, las
biromes, los fibrones y los resaltadores. Mientras, muestra la relación de poder
establecida en los cuerpos. Y, al mismo tiempo, marca una crítica al discurso
pornográfico de la época. En la secuencia de imágenes seleccionadas, se
observan los trazos que atraviesan el cuerpo femenino, y el texto, en
entrecruzamiento con la imagen.

En este sentido, podemos decir que opera la abyección en tanto que “el
escritor, fascinado por lo abyecto se imagina su lógica, se proyecta en ella, la
introyecta y por ende pervierte la lengua” (Kristeva) La abyección como lo
externo, lo fuera de la ley, lo indecible.

una narrativa que corporiza la relación dialéctica de poder entre amo-esclavo, teniendo
en cuenta que la experiencia corporal del hombre en la Fenomenología del espíritu
(1807) de Hegel había quedado desplazada ubicándose del lado de la conciencia y el
espíritu. El cuerpo en Lamborghini opera como lugar de dominación, que se impone a
través del sexo y la violencia. El cuerpo/amo que penetra/sodomiza es el que ejerce el
poder sobre el cuerpo penetrado/esclavo. El espacio del cuerpo, en su narrativa, es
entendido como lugar en el que actúa el poder, pero también es formado por el poder
(Butler, 2004). En sus ficciones «las relaciones de poder tienen una influencia inmediata
sobre el cuerpo; lo cercan, lo marcan, lo doman, lo someten a suplicio, lo fuerzan a
realizar trabajos, lo obligan a unas ceremonias [sexuales]» (Foucault, 1975)

Encontramos la figura del proletario que se destaca porque internaliza la


violencia
simbólica en el cuerpo marcado por entrecruzamientos políticos y sexuales:
intercambios o sujeciones ejercidas en lo corporal en espacios obturados
(dentro
del cuerpo del proletario).

El anacronismo con la pornografía de los setenta se deshace en el momento en el que


interviene con discursos contemporáneos a él.

La mayoría de los que analizan la obra visual de Lamborghini coinciden en su


inabordabilidad y la consideran como un proyecto híbrido que está entre dos sistemas
con sus lenguajes: el visual y el literario, y cómo los
Hay una relación históricamente constitutiva entre
pornografía y privacidad, entre representación de la sexualidad y encierro
(preciado)

En este sentido, está más cerca


de las estéticas posporno de Win van Kempen, Annie Sprinkle, de
las iniciativas feministas de Cosey Fanni Tutti o Adrian Piper, o
de los trabajos posteriores de Sergio Zevallos. Como en el caso de
las propuestas posporno, la obra entera de Lamborghini podría
leerse como una reflexión sobre la biopolítica: desde la escena sangrienta
del nacimiento sobre una cama en El fiord (1969)
hasta la regulación de la vida del «niño proletario» en Sebregondi
retrocede (1973), el cuerpo lamborghiniano es un organismo sometido
constantemente a la violencia de la normalización polí-
tica, luchando siempre por ser reconocido como humano, en la
frontera entre lo animal y lo monstruoso.8 (PRECIADO)

En esta colisión entre porno y política, Lamborghini, del


que no se puede sospechar influencia del feminismo constructivista, parece
tener claro que en el sexo hay poco de biológico
o de natural. Más bien al contrario. Objeto central de todas las
regulaciones, el sexo es la estructura misma de lo político, su
gramática oculta. (PRECIADO)

El cuerpo femenino aquí se constituye el depositario del poder fálico. Su cuerpo es penetrado
de diversas formas, pero siempre penetrado.

Ambas ficciones visibilizan las técnicas capilares por las que el biopoder aspira a
administrar la vida biológica de la población y a producir cuerpos disponibles para su
captura por el capital.

Por un lado, Lamborghini toma como materiales las ruinas de la utopía de masas del
populismo y la ebullición de la violencia política a partir de los años sesenta en
Argentina

La noción de goce es introducida por Jacques Lacan, sin


contar con un antecedente claro en la teoría freudiana. Se le vincula, eso sí, a las
ideas que Freud comienza a articular en su importante texto Más allá de principio
del placer, publicado en
1920, donde desconfía de la idea que todo en el sujeto empujaría
a su satisfacción y placer. En la obra de Lacan, el término se encuentra
desperdigado entre sus seminarios y escritos, pero se reconoce su formulación
más clara desde la década del 19603.

Lo que interesa para este artículo es la idea de


que el goce es una noción que señala un momento imposible, ya
siempre perdido, donde no imperaba ley del padre, no se había
producido la castración aún y donde el lenguaje todavía no entraba en escena.
Es decir, un tiempo antes de la individuación del
sujeto, cuando las leyes del deseo no dividían a los cuerpos en los
accesibles a la pulsión y otros prohibidos para ella. Un tiempo,
tal como el paraíso, solo existente idealmente: su reconstrucción
es posterior a su pérdida.

. Cuerpos fragmentados y destrozados deambulan en medio de un ambiente


orgiástico en el que sexo y violencia son acciones vinculadas, al
someter al cuerpo y al lenguaje a sus límites. Dolor y placer, asco
y disfrute, no son sino dos caras de la misma moneda 5

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