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UNIVERSIDAD TECNOLOGICA DE LIMA SUR

CURSO DE TEORIA DE LA CIENCIA I/ PROFESOR: JAVIER HERNANDEZ

LECTURA 5:

LA SINTESIS NEWTONIANA, Arthur Koestler

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1. "TODO ESTA EN PEDAZOS ... "

Corresponde que este estudio de las ideas del hombre acerca deI universo concluya en
Newton pues, a pesar de que han pasado más de dos siglos desde su muerte, nuestra
visión del mundo es aun fundamentalmente newtoniana. Y la corrección que hizo
Einstein de la fórmula de la gravedad de Newton es tan insignificante que, por el
momento, el asunto interesa solo a los especialistas. Las dos ramas más importantes
de la física moderna, la teoría de la relatividad y la mecánica de los cuanto, no se han
integrado hasta ahora en una nueva síntesis universal; y las consecuencias
cosmológicas de la teoría de Einstein son aun fluidas y están sujetas a controversia.
Mientras no aparezca un nuevo maestro o quizás. mientras los viajes espaciales no nos
suministren nuevos datos de observación sobre nuestro circundante mundo cósmico, el
molde deI universo seguirá siendo esencialmente el que trazo Newton, a pesar de todos
los perturbadores murmullos acerca de la curvatura deI espacio, la relatividad deI tiempo
y la fuga de las nebulosas. Aquí, después deI largo viaje emprendido desde los dioses
astrales de los babilonios, las esferas de cristal griegas el universo amurallado de la
Edad Media, nuestra imaginación se ha detenido transitoriamente.

Durante el último cuarto de milenio de cambios humanos sin precedentes, Newton


ejerció influencia y autoridad solo comparable con las que ejerció Aristóteles durante los
dos milenios anteriores. Si se pretendiese resumir toda la historia de las ideas científicas
sobre el universo en una sola frase, podría decirse que hasta el siglo XVII nuestra visión
fue aristotélica y, después de ese siglo, newtoniana. Copérnico y Tico, Kepler y GaIiIeo,
Gilbert y Descartes, vivieron en una especie de tierra de nadie, por así decir, sobre una
especie de meseta que se extendía entre dos anchas Ilanuras. Y nos recuerdan los
turbulentos ríos de montaña cuya confluencia da nacimiento, por fin, al ancho y
majestuoso rio deI pensamiento newtoniano.

Las partes fundamentales deI rompecabezas ante las cuales se encontró Newton en
1660, treinta años después de la muerte de Kepler y veinte años después de la de
Galileo, eran las leyes que había formulado Kepler acerca deI movimiento de los
cuerpos celestes y las leyes de GaIileo sobre los movimientos de los cuerpos en la
Tierra. Pero ambos fragmentos no encajaban (así como hoy día no encajan la teoría de
la relatividad y la mecánica cuántica). En el modelo kepleriano, las fuerzas que impulsan
a los planetas no resisten el examen deI físico; y viceversa, las leyes de Galileo acerca
de los cuerpos que caen y de los proyectiles que se disparan, no se verificaban en los
movimientos de los planetas 0 de los cometas. Según Kepler, los planetas se movían en
elipses; según Galileo, en círculos; según Kepler, los planetas eran empujados --corno
por los "rayos" de una rueda- por una fuerza que partía del Sol en movimiento; según
GaIiIeo, los planetas en modo alguno eran impulsados, porque el movimiento circular
se perpetuaba eternamente. Según Kepler, la pereza 0 inercia de los planetas hacia que
estos tendieran a quedarse atrás; según GaIiIeo, el mismo principio de la inercia los
hacia persistir en su movimiento circular. "Todo estaba en pedazos, sin cohesión."
Reinaba, pues un desacuerdo completo, a) sobre la naturaleza de la fuerza que impulsa
a los planetas y los mantiene en sus orbitas; y b) sobre la cuesti6n de que haría un
cuerpo en la vastedad de los espacios, abandonado a sí mismo, es decir, sin que obrara
sobre el ningún agente exterior. Estas cuestiones se mezclaban inextricablemente con
el problema de que realmente era el "peso", con el misterioso fenómeno deI magnetismo
y con el desconcierto que creaban los nuevos conceptos de "fuerzas" y "energías"
físicas.

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2. ¿QUE ES EL "PESO"?

EI telescopio había mostrado que la Luna tenía una superficie rugosa, parecida a la de
la Tierra, y que el Sol solía estallar en manchas. Esto IIevo a la convicción creciente de
que los cuerpos celestes eran de naturaleza terrenal y tendían a comportarse de la
misma manera en que se comportan las cosas de la Tierra; ahora bien, la cualidad más
sobresaliente que compartían todos los cuerpos de la Tierra era el peso, la tendencia
de ir hacia abajo 0 caer (a menos que la presión de sustancias más pesadas los hicieran
subir). En la antigua filosofía esta circunstancia se explicaba satisfactoriamente por el
hecho de que cada objeto terrestre tendía a moverse hacia el centro del mundo o a
apartarse de él, en tanto que los objetos deI cielo obedecían a leyes distintas. En la
nueva filosofía se negaba este dualismo y se negaba también la posición de la Tierra en
el centro del mundo. Pero, mientras la nueva filosofía destruía las antiguas creencias
fundadas en el sentido común, no daba empero respuesta alguna a los problemas que
ella misma planteaba. Si la Luna, los planetas y los cometas fueran de la misma
naturaleza que los cuerpos de la Tierra, ergo también ellos debían tener "peso"; pero,
que es exactamente, el "peso" de un planeta? ¿A dónde lo empuja? 0, ¿hacia dónde
tiende a caer el planeta? Y si el motivo por el cual una piedra cae a la Tierra no es la
posición de la Tierra en el centro del universo, luego, ¿por qué cae la piedra?

Copérnico sugirió, a manera de hipótesis, que los objetos del Sol y de la Luna tenían
peso, lo mismo que los cuerpos de la Tierra; y que "peso" significaba la tendencia que
tenía toda materia a disponerse en forma esférica alrededor de un centro. Galileo creía
que el "peso" era una cualidad absoluta de toda la materia terrestre, cualidad que no
necesitaba una causa y que, en verdad, no se distinguía de la inercia de la materia; en
tanto que, en los cuerpos celestes, el "peso" venía a ser idéntico a la persistencia que
esos cuerpos tenían a moverse en una senda circular. Kepler fue el primero en explicar
el "peso" corno atracción reciproca de dos cuerpos; Kepler lIego incluso a postular que
dos cuerpos, en el espacio, que no sufrieran ninguna otra influencia, se aproximarían el
uno al otro y se encontrarían en un punto intermedio, de manera tal que la distancia
cubierta por cada uno de ellos estaría en relación inversa a su masa; y atribuyo
correctamente las mareas a la atracción del Sol y de la Luna; sin embargo, conforme
hemos visto, en el momento decisivo se volvió atrás y rechazo esa fantástica noci6n de
un anima mundi de la gravitación.

3. LA GRAVEDAD

Estas eran, pues, las piezas caóticamente dispersas del rompecabezas ante el cual se
encontró Newton: teorías contradictorias respecto del comportamiento de los objetos en
el espacio, sin intervención de fuerzas ajenas; teorías contradictorias sobre las fuerzas
que impelen los planetas; información confusa y fragmentaria sobre la inercia y el
impulso, el peso y la libre caída, la gravedad y el magnetismo; dudas sobre el lugar deI
centro deI universo y sobre la existencia de tal centro; y, principalmente, la cuestión de
establecer corno encajaba en este cuadro el Dios de las Escrituras.
Hubo varias conjeturas vagas que apuntaban en la dirección correcta; pero no se
apoyaban en argumentos precisos. Por ejemplo, el matemático francés Giles Persone
de Roberval había sugerido, durante el año siguiente al de la muerte de Galileo, que
toda la materia deI universo se atraía y que la Luna caería sobre la Tierra si el éter no
obrase a manera de cojín 0 almohadilla entre ambas. Giovanni Borelli, que ocupo la
catedra de Galileo en Pisa, recogi6 una antigua sugestión griega, según la cual la Luna
se comportaba "corno una piedra en una honda", de manera que la fuerza deI vuelo le
impedía caer a la Tierra. Pero Borelli se contradecía al creer, con KepIer, que la Luna
tenía que ser empujada alrededor de una órbita circular, por una escoba invisible, es
decir, que la Luna no tenía impulso propio; luego, ¿por qué había de tender a volar corno
una piedra?

Newton tenia veinticuatro años cuando ha1l6 en 1666, la clave de la solución; pero su
interés se vio atraído por otras cuestiones, y solo veinte años después completo la
síntesis. Desgraciadamente, nos es imposible reconstruir la lucha que sostuvo en los
peldaños de la escala de Jacob con el ángel que guarda los secretos deI cosmos, corno
pudimos hacerlo en el caso de Kepler, pues Newton no era comunicativo respecto de la
génesis de sus descubrimientos y las escasas informaciones que el mismo da parecen
racionalizaciones elaboradas posteriormente.

Es igualmente imposible descubrir cuando, y en qué circunstancias precisas, se coloc6


la piedra fundamental de la teoría, es decir, la ley de la gravedad, la cual establece que
la fuerza de atracción es proporcional a las masas que se atraen y disminuyen según el
cuadrado de la distancia. Ya en 1645 la había sugerido Boulliau, aunque sin pruebas
concretas. Tal vez la idea procediera de la analogía con la difusi6n de la luz que, corno
Kepler lo dijo, también disminuye su intensidad con el cuadrado de la distancia. Otra
posibilidad es la de que la ley se dedujera de la tercera ley de Kepler; el mismo Newton
dice que encontró la formula al calcular la fuerza que era necesaria para contrarrestar
la fuerza centrífuga de la Luna; pero esto no parece del todo convincente.

Los detalles son oscuros pero la formulación general es asombrosamente clara. Con
verdadera seguridad de sonámbulo, Newton evita las diversas trampas esparcidas por
el camino: el magnetismo, la inercia circular, las mareas de Galileo, las escobas
barredoras de Kepler, los remolinos de Descartes ... Y, al propio tiempo, se encamina
conscientemente hacia lo que parecía la más grave de todas las trampas: la acción a
distancia, ubicua, presente en todo el universo, corno el Espíritu Santo. La enormidad
de este paso puede ilustrarse vívidamente por el hecho de que un cable de acero de un
espesor equivalente al diámetro de la Tierra no seda lo bastante fuerte para mantener
la Tierra en su órbita. Sin embargo, la fuerza de gravitación que mantiene la Tierra en
su órbita se transmite, desde el Sol, a través de un espacio de 150 millones de
kilómetros, sin que exista ningún medio material que oficie de transmisor o vehículo. La
paradoja se ilustra además con las palabras del propio Newton, que ya cité antes, pero
que conviene citar otra vez aquí:

Es inconcebible que la materia bruta inanimada obre sin la mediación de algo distinto, que no sea
material, e influya en otra materia sin contacto reciproco. Y esta es una de las razones por las cuales
yo desearía que usted no me atribuyera una gravedad innata. Que la gravedad sea innata, inherente
y esencial a la materia, de modo que un cuerpo pueda obrar sobre otro, a distancia y a través de un
vacío, sin la mediación da ninguna otra cosa en virtud de Ia cual la acción y la fuerza de esos cuerpos
pudieran transmitirse de uno a otro, es para mí un absurdo tal que no creo que ningún hombre que
tenga una competente facultad de pensamiento en cuestiones filosóficas pueda caer alguna vez en
tal idea. La gravedad debe de ser causa da por un agente que obra constantemente de acuerdo con
ciertas leyes, pero dejo a la consideración de mis lectores el hecho de si ese agente es material o
inmaterial.
EI "agente" a que Newton se refiere es el éter interestelar que, de alguna manera, según
el suponía debía transmitir la fuerza de gravedad; pero cual fuese esa manera es cosa
que queda sin explicación. Y si el éter era material 0 inmaterial es una cuestión sujeta a
disputa, no solo para el lector, sino, evidentemente, también para el propio Newton. EI,
a veces, llamo "medio" al éter, pero en otras ocasiones uso el termino "espíritu". De
manera que la ambigüedad que advertirnos en el uso que Kepler hacia deI término
"fuerza" corno un concepto a medias animista, a medias mecanicista, se halla
igualmente presente (aunque menos explícitamente formulado) en el concepto de
gravedad de Newton.

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Otra tremenda dificultad de este concepto estribaba en el hecho de que un universo
colmado de gravedad debería correr hacia la destrucción, es decir, que todas las
estrellas fijas deberían atraerse y chocar en una especie de súper explosión cósmica,
final. La dificultad era en verdad insuperable, y Newton no encontró otra salida que la
de asignar a Dios la función de contrarrestar la gravedad y mantener las estrellas en sus
orbitas.

Y aunque el universo estuviera dividido al principio en varios sistemas y cada sistema estuviera,
corno el nuestro, hecho por una potencia divina, así y todo, los sistemas exteriores caerían hacia
los deI medio, de suerte que esta estructura de las cosas no podría subsistir siempre, sin una
potencia divina que la conservara

Solo considerando las contradicciones inherentes a la gravedad newtoniana, y sus


consecuencias metafísicas, puede uno hacerse cargo deI enorme coraje y la seguridad
de sonámbulo que se necesitaba para emplear ese concepto corno concepto básico de
la cosmología. En una de las más audaces y radicales generalizaciones de la historia
deI pensamiento, Newton lleno todo el espacio universal con fuerzas entrelazadas de
atracción que, partiendo de todas las partículas de la materia, obraban sobre todas las
partículas de la materia, a través de abismos insondables de tinieblas. Pero, en sí
mismo, este remplazo deI anima mundi por una gravitatio mundi, no habría sido sino
una idea extravagante 0 un sueño cósmico de poeta. La obra decisiva fue expresarlo en
términos matemáticos precisos, y demostrar que la teoría se ajustaba al comportamiento
observado deI mecanismo cósmico: el movimiento de la Luna alrededor de la Tierra y el
movimiento de los planetas alrededor deI Sol.

CUESTIONARIO

1. ¿Cuál es la importancia de la síntesis newtoniana y en qué consiste?


2. ¿Cómo se comprendía el peso en el contexto de los problemas relativos a la
astronomía?
3. ¿Qué es la gravedad? ¿Cuáles son las dificultades del concepto de gravedad?
4. ¿Cómo así Newton logra explicar el movimiento de los cuerpos? ¿Cómo unifica
la física de Galileo y la astronomía de Kepler?

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