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El Masón y los Trabajos en Logia

La dedicación a los trabajos simbólicos que se realizan en la Logia, así


como la asistencia puntual a los mismos representa el aspecto más
significativo de actividad masónica cotidiana que corresponde a cada
miembro de una comunidad francmasónica.

No cabe conceder calidad masónica como miembro activo de la


Francmasonería y de sus Logias a quien limita su compromiso al abono
más o menos regular de las capitaciones que el Taller haya fijado para
sus miembros, eludiendo y justificando con ello la primera obligación de
un masón: su presencia activa en las tenidas de Taller del que se hizo
miembro de forma libre y voluntaria.

Esto no solo lo preconizan los Reglamentos de nuestra Augusta Orden,


sino que lo dictamina y exige la correspondencia fraternal que debe
presidir la convivencia en el taller.

El pretender hacerse acreedor a recibir sin estar dispuesto a dar nada a


cambio es algo que en la vida profana es poco admisible. Tampoco tiene
cabida en nuestra Orden quien aspire a adjudicarse la condición de
masón y lo que implica el honor de tal nominación, quien tenga la
osadía de pretender alcanzar tal merito, sin mostrar en qué medida está
dispuesto a corresponder a ello con su dedicación y a involucrarse en su
compromiso. El francmasón en primer lugar debe estar siempre
dispuesto a dar y a darse a los demás.

Es una actitud moral a la que está obligado, y que debe hacer ostensible
con desprendimiento y generosidad. Dispuesto a donar a la Orden en un
caso su tiempo, en otro legarle su inteligencia, los medios materiales
necesarios para su estructura y estabilidad, o para auxiliarla en la forma
que fuere menester a sus hermanos.

Tiene que esforzarse por todos los medios en atender las capitas
libremente estimadas por el Taller que a todos igualan. Al hacerlo, debe
ser consciente de sus posibilidades, con prudencia y respeto para las
obligaciones que le son propias, pero sin caer en comportamientos
cicateros respeto de sus hermanos, o acogerse con dolo a la
generosidad de estos para rehuir permanentemente sus obligaciones.

Una vez atestiguada su conducta, será cuando a cada uno en su


condición le quepa esperar, conforme a su aptitud, el premio o salario
correspondiente, siempre que su ansiedad no le degrade a tener como
incentivo único de su estancia en la Orden, el especular con lo puede o
debe recibir, pues lo más posible es tal conducta se sienta defraudada
ante la compensación recibida. Compensación por otra parte, que ante
caso tal, seria siempre excesiva.

Quien realmente se comporta como masón, debe preocuparse


únicamente de lo que puede y debe aportar a la Fraternidad. Es indigno
de ser acogido en el seno de la masonería el que plantea su existencia
en la misma en función de lo que se cree acreedor. En lo que se refiere
al salario o al resultado de sus esfuerzos, la recepción de este, sea por
merito personal o como obra realizada, debe quedar exclusivamente al
juicio de sus Hermanos, y a la sabiduría del Taller o la Orden juzguen en
cada caso.

El masón debe especialmente ocuparse en cumplir su deber y de


proveer a la Institución del tributo de su actividad y de sus talentos
individuales, pues en esto especialmente consiste su trabajo. Muy
singularmente es el caso de aprendices y compañeros, que con
modestia, reserva y humildad deben labrar con dedicación y esfuerzo el
camino del conocimiento que les habrá de conducir al magisterio. Solo el
despliegue y desarrollo de las cualidades y capacidades que puedan
aportar y la muestra de sus esfuerzos habrá de determinar la valía de su
eficiencia en la labor constructora.

Sólo desde la generosidad de darse a sus hermanos, al Taller y a la


Orden es como se acerca el masón a la magistratura y a la plenitud
masónica, y por ende al reconocimiento y respeto de la comunidad
masónica. Es también con honestidad, respeto a la verdad, la ética, el
ejemplo personal, la dignidad y la lealtad, como desde la magistratura
se debe profesar el magisterio.

Por el contrario, quien en la masonería se esfuerza únicamente en sacar


algún beneficio, ya sea en el orden económico, social o material,
quedará para siempre moralmente en estado de aprendiz más allá del
mandil que se ciña. Y desde luego, más pronto que tarde terminaran por
ser puestas descarnadamente ante sus hermanos sus miserias morales
y difícilmente conseguirá hacer efectivo lo que busca torticeramente,
especialmente si se trata de ventajas y provecho personales.

La Francmasonería de forma ineludible, antes de poder recibir


reconocimiento se precisa haber aprendido a dar lo mejor de uno mismo
y de la forma más desinteresada. Sino la francmasonería como tal
dejaría de ser una escuela de perfección del hombre, pasando a ser
cualquier organización de mayor o menor entidad propia al mundo
profano.
La actividad de un masón en Logia debe estar asistida por los ideales
elevados y las sublimes finalidades de la Orden, haciéndonos dignos
caballeros masones, obreros laboriosos e integrantes fieles de la
vanguardia comprometida en la conquista de horizontes de progreso, de
libertad, de la igualdad y de la fraternidad, con la única pretensión de
que todo ello como amalgama de valores redunde en el bien de la
humanidad.

Los trabajos masónicos deben tener por fin esencial encender esa llama
de entusiasmo humanitario y constructor, que caracteriza al verdadero
masón a través del conocimiento de los ideales y propósitos de la
Institución y de los valores que invocaron de siempre cada uno de los
masones que dejaron eterna su huella en la Orden.

Por esto es necesario que los trabajos se hagan con fidelidad al ritual y
con fervor vocacional. El masón debe identificarse del carácter de la
Orden, y la primera condición para ello será una constante observancia
ritual. Esto comporta el conocimiento del mismo, el cultivo de las
lecturas masónicas y una especial dedicación a la formación. Como
consecuencia de esa gestación de conocimientos, devendrá el
cumplimiento de los diversos deberes en Logia, entre los cuales destaca
la asidua asistencia a las tenidas, cuya ausencia solo será justificable
por motivos profanos de rigurosa entidad.

La actividad masónica se verá cuestionada si sus miembros faltan a ese


deber esencial que es la asistencia a la Logia. Asimismo las ausencias
quiebran la sociabilidad que debe impregnar la vida del Taller y enfrían
la relación entre los hermanos que lo componen. También se hace
preciso por una elemental norma de respeto fraternal que los miembros
que asisten al taller estén presentes desde la apertura hasta el término
de los trabajos, y que una vez finalizados estos asistan al ágape que
corona los mismos.

Cuando se asume una actividad colectiva es necesario un método al que


todos los que participan a la misma deben someterse so pena de que
sean estériles los esfuerzos y mezquinos los resultados. Esta norma de
conducta es la que representa simbólicamente la regla, según la cual
debe guiarse y proceder cada masón. Regularidad, auxilio a los trabajos
de mantenimiento del Taller, cumplimiento de los cometidos con lealtad
y asumir cada tarea pendiente de realizar, conscientes de que lo que
cada uno rehuya hacer recaerá sobre otro hermano.

Será así como los masones que componen una Logia serán realmente
dignos depositarios de tan honroso nombre. Y será desde esa armonía
como podrán cincelar la piedra bruta en la obra común de hacer fértil la
actividad de la Logia y de la Fraternidad.

No podemos decir exactamente cómo, pero sabemos que los trabajos en


logia son un alimento para el espíritu del masón. Liberan al masón de
sus ataduras físicas y le centran en su espíritu. Llegando a recuperar, el
espíritu del masón, la libertad que pierde en el ajetreo diario. Así, el
masón se fortalece.

En esa posición, al desprenderse de los metales, la mente del masón


puede pensar serenamente y apreciar la condición humana mejor, con
mayor claridad y con la cordialidad de la comprensión.

Los trabajos en logia nos deparan momentos de una conexión absoluta,


momentos en que el espíritu del masón está libre de pensamientos y
sentimientos profanos. En esos momentos los latidos son más lentos, la
tensión desaparece y la mente se refresca.

Hay, un auto esclarecimiento, una relación más estrecha de la que


estamos dispuestos a admitir.

La verdadera sabiduría es siempre serena y nos hace ver las cosas


desde una perspectiva mejor. Porque la posición del masón es la de un
constructor, la de una persona que ha tomado las riendas de su vida.

El trabajo de pulir su propia piedra, buscando siempre la armonía en


cada etapa de su trabajo, le enseña al masón a vivir con modestia y a
pensar con grandeza. Ello significa el proceso por el cual un masón
puede, deliberadamente y siguiendo el mensaje del acróstico
V.I.T.R.I.O.L., tratar sus egocentricidades, profundamente arraigadas,
mientras su carácter se desarrolla y madura.

La autoconstrucción en masonería es más significativa que en parte


alguna y su logro es una tarea que encierra los más serios trabajos. Es
un disparate creer que se llega al auto esclarecimiento mediante
procesos simples. El Arte Real no actúa sin trabajo alguno por parte del
masón. La esencia está en realizar el trabajo masónico sin esperar
alabanzas, ni agradecimientos, ni otra recompensa, a no ser la
satisfacción interna de vivir el ejercicio de la vocación masónica como la
mejor recompensa.

La auto construcción del masón dependerá siempre de identificar su


propios metales y enfrentarse a ellos sin disfrazarlos, siguiendo el
mensaje del acróstico V.I.T.I.R.I.O.L. a través del Arte Real, pero
contentándose con andar su camino masónico paso a paso, buscando
sentirse más confiado en cada etapa de su camino, siempre con
disposición a modificar sus relatividades a la luz de nuevas conciencias
ampliadas y de una nueva comprensión. El masón siempre está
dispuesto a reexaminar y poner a prueba su modo de pensar.

Sólo en tanto el masón haya logrado combinar su inteligencia emocional


con los valores masónicos, y de la vida, expresados en la acción, podrá
llegar a sentir el beneficio del Arte real.

En un masón no puede existir el deseo de comodidad en su proceso de


pulir su piedra bruta. El auto esclarecimiento implica frustraciones y
desajustes temporales. Sin el trabajo intenso y prolongado no cabe un
progreso hacia el auto esclarecimiento, hacia la propia construcción.

No podemos decir exactamente cómo, pero sabemos que los trabajos en


logia son un alimento para el espíritu del masón.

La asistencia a las tenidas, debe ser una prioridad sobre cualquier


actividad trivial, en ella el Mas.•. Efectúa su trabajo más importante el
de perfeccionamiento y progreso, en la tenida es donde aprende el Arte
Real y este le va dando la pericia y experiencia necesaria para trabajar
correctamente en Log.•. e ir desbastando esa piedra bruta, inclusive
tiene el deber de asistir por que ahora forma parte de las columnas que
sostienen el templo, su trabajo enriquece y da vida al taller y su ejemplo
será motivo de admiración por los nuevos Ap.•.Mas.•. Que comienzan
su viaje en la augusta orden.

El enemigo oculto del Mas.•. Debe ser reconocido como el obstáculo,


que hará oposición a todo intento de avance en la carrera masónica,
este enemigo conoce todas las debilidades del Mas.•. Intentará socavar
su confianza en la orden y en sus QQ.•.HH.•. Este enemigo está en cada
uno de nosotros y es parte de la naturaleza humana, pero la masonería
enseña que tenemos las herramientas a nuestra disposición para vencer
las dificultades, tanto provengan de nuestro enemigo interior, como de
cualquier otro en el exterior, el Mas.•. Nunca debe perder la fe y la
convicción de que su sincera intención de progreso, lograra barrer con
las dificultades, haciéndolo merecedor del ascenso en la carrera
masónica y por lo tanto de encontrar su verdad.

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