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EL GIRO SEMIÓTICO ( ( Título del original italiano:
e e(( La.t1,10ltoJemiotica
C 1998, Giua. Laten:a & Figli Spa, Roma-Bari
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Paolo Fabbri
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Traducción: Juan Vivanco Gi!faell
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Derech� reservados p1ua todas la1 edicionea en castellane>
( C Editorial Gediaa, S.Á., 1999
Paaeo Bonanova, 9, 1'. 1•
( 08022 Blll'Celona (España)
correo electrónico: gedisa@gedisa.com.
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http://www.gedisa.com
e ISBN:84-7432-77.f-l
Impreaopor:Carvigraf
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( Clot,31-Ripollet
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( ( lmprellO en España
Printrd in Spain
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Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio de im•
presión, en forma idéntica, extractada o modificada de esta veraión caate
( llana da la obra,
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hacer una ordenación general de la teoría semiótica de fin de siglo, y
distinguir, más allá de los idiomas teóricos, lo que está en juego en
este proyecto de inteligibilidad que responde al nombre de semióti
ca. Con cierta dosis de desavenencia, pero las palabras don y dosis
tienen una etimología comi1n.
La •caja de los eslabones que faltan� era la metáfora de la difícil
conexión entre el plano de la teoría, el del método descriptivo y el de
su fuen:a heurística. La impresión era, y sigue siendo, que las inves
tigaciones en semiótica se acumulan como den-oteros sin un mapa ge
neral. O que los resultados locales se distribuyen con an-eglo a una
distinción falaz entre semiótica pura (reducible a la filosofía del len
PRÓLOGO guaje) y semióticas aplicadas (a los textos periodísticos, políticos, li
terarios, etc.) que usan con fines prácticos, y sin ningún efecto retro
activo, conceptos elaborados en niveles filosóficamente depurados. El
efecto general era el de un bougi, como de esos signos confusos que en
Cuando� diSCII.J'$0, por 11u prepio impul.to, acaba deri• el cine dan una idea del movimiento y el paso del tiempo. Por eso, el
vando en lo mactual, elude cualquier fon:na griega.ria y pue
de llegar a ut el lugp.r, aun exiguo, de una afi uso acrobático de las preposiciones (pre y post estructuralismo, pre y
miad6n. post semiótica) sustituyen la interdefinición conceptual y la funda
Ro1..A.NDBART1tES mentación teórica de los problemu que querrla plantear.
Frag�ntos de un dhcur6o amoroZC: · Pero eso no es todo. Desde la edic!ón italiana algunas cosas han
cambiado: la semiótica se ha vuelto inactual en medida creciente. No se
trata de tiempos históricos, aunque la semiótica (y la semántica), como
E¿r�
también las vanguardias artísticas, tiene ya por lo menos un siglo.
Esta falta de actualidad es algo singular, ya que por un lado la
o la ap�es�a de la semiótica es decir algo sensato disciplina parece en plena evolución --desde entonces se han publi
sobre el
cado algunos textos importantes: Eco, Fontanille, Coquet, Geninas•
:r:1gn���:ºc�� 1:1:::���c:::ª�:i�:
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� 1��: ca, Latour, Lotman, etc.-, pero por otro hay signos evidentes de
el fondo, hc.btnl siu: fa.to libelli (los libros tienen
�:O�t�d:�:?ofn su agotamiento. No es un agotamiento de posibilidades, pues la inves•
tigación ni siquiera ha desarrollado los temas insinuados por Saus
Sabemos Que las introducciones van antes de sure cuando aseguraba que el lugar de la disciplina estaba «assuré d
se� � escrito después, y que a menudo loa textos aunque
: son decorativas' cuando l'auant». Más bien es la incapacidad de crear un lugar de debate don•
a s ismo, u ocasiones subreptidias para
:eºtirarl�:��=f.::� ��::. im
de las criticas desde dentro y desde fuera (pienso en E. Benveniste y
P. Goodman, en las investigaciones cognitivas de D. Sperber, etc.)
Les �•erro que en este caso no es así. Este permitan la formación y el asentamiento dé un paradigma teórico.
espaOo a e Lo sr,,aJ/o sunioJico --obra publicada prólogo a la versión
originariamente ¿Las causas? Muchas, pero los cambios de episteme --del estructu•
;�1998 Y Que recogía unas lecciones dictadas en la Universidad de ralismo al cognitivismo-y los nuevos estilos filosóficos --de la filo
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l� :S�ft�º :ia;::::::a��o�: �!��v��::
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sofia analítica a la nueva fenomenología- no son unívocos, y hay
que definirlos y configurarlos de nuevo en la teoría general.
�� ::�r!c}::�::./ el sentido. Este Proceso divergente requie- Por ejemplo, Eco en Kant y el ornitorrinco no parece tener en
Ef cuenta las teorías sobre la enunciación, cabeza de Medusa -por de
1
1996 yo intentaba recapitular la situación de cirlo en palabras de Benveniste- que se sitUa en la frontera entre
en e pun de cruce de dos experiencias la investigación
decisivas de la semiótica· Ja la lengua y el discurso. Y las investigaciones de la escuela francesa,
que se re ::ere a sus dos grandes y fragmen que han profundizado en el estudio de la narratividad y el análisis
.
S�ussure Y Pierce. tarios padres fundador�s
La Universidad de Bolonia -lugar de encuen�
Y ebate de las dos escuelas europeas vinculada
representadas por Umberto Eco y Algirdas s a esta tradición y 12
J. Greimas- permitía
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de la enunciación (Coquet), tienen muchas dificultades a la hora de
integrar los estudios de la argumentación •natural». En cambio, la
gen�almente distorsionados- por Deleuze y Guattari en las investi
tripartición de Peirce es integrada hoy por la escuela greimesiana
gaciones antropológicas de Milles plateaux (donde Hjelmslev es •el
como base para renovar los fundamentos fenomenológicos de la per
oscuro príncipe spinozista danés�) o en el estudio sobre el cine (en
cepción {Fontaniile), Pero los estudiosos de Peirce -gran epistemó
este.caso Peirce es el primer pragmatista, y el semiólogo es P. P. Pa
logo con escasos conocimientos lingillsticos- tienen dificultades
solini, por su uso cinematográñco del estilo indirecto libre).
cuando se trata de integrar la representación del lenguaje como dis
De ahí la importancia clave del trabajo semiótico sobre esas me
curso, como conjunto de fuerzas y narraciones; y sobre todo de
táforas operativas interdefinidas que son los modelos. Pensemos en
transformar las operaciones cognitivas (inferencias, abducciones,
la �rgencia de pone; orrlen en la confusión babélica de las figuras re
etc.) en metodologías descriptivas de varias clases de textos.
tóncas, que es preciso volver a definir en el marco de una estilística
Se podrían y deberían poner muchos ejemplos. Sólo así se puede
basada �n la semántica y el discurso, y en las posibles extensiones a
resistir a los grandes simplificadores, el tiempo y el éxito, y al impe•
sustancias expresivas diversas. Por ejemplo, L. Marin ha aplicado
rativo de los manuales: para recordar hay que aprender y olvidar,
adecuadamente la instancia de la enunciación a la imagen pictórica,
_
extendiendo y concretando el concepto de punto de vista, y B. Latour
la aplica a los objetos-prótesis, construyendo una tipología de débra
yage Y embrayage, es decir, de objetivaciones y subjetivaciones de
c?mp�tencias humanas. También B. Latour y los sociólogos de las
Por lo tanto, debemos abordar sin rodeos algunas figuras semióti
ciencias naturales (pero no humanas) nos indican que hay que tra
cas destacadas: a) la orientación epistemológica, b) el organon de los
tar el lenguaje, los instrumentos y las prácticas como texto «incon
métodos y e) la oposición entre el saber y la práctica.
sútil•, un •Co-texto• que va mucho más allá de la distinción entre
a) Con respecto a la orientación epistemológica, la pretensión se
texto y contexto.
miótica de trabajar •en vista de la cientificidad• (la fórmula es de
cJ eleuze, �n cambio, nos brinda la acepción más precisa de la se
Greimas) es respaldada por la reflexión filosófica y las indagaciones . ?
miótica como mtercesora entre las disciplinas de la significación en
sobre la actividad práctica y discursiva de las ciencias.
un proyecto filosófico y antropológico. (Para él se trata de una «cien
Mientras que la koiné hermenéutica había reducido la actividad
cia descriptiva de la realidad: esa es la naturaleza desconocida de la
de las disciplinas del sentido a tipologías históricas de actos inter
semiótica, más allá de los lenguajes _existentes, verbales o no verba
pretativos, la reflexión filosófica tiende a actualizar la oposición les.�.)
decimonónica entre ciencias hermenéuticas del espíritu y ciencias En la raíz de muchas arborescencias semióticas, además de la ló
explicativas de la naturaleza. Según Ricaeur, la semiótica textual . _
glCa o la filosofía del lenguaje, está la lingüística comparativa, en es•
ha revelado que en las disciplinas del sentido es preciso «explicar trecha relación con la antropologia (como vemos en la relación entre
más para entender mejorn. •En este sentido -dice-, me parecía Jakobson y Lévi Strauss, o entre Propp y Greimas). No es tanto un
que la semiótica textual de A. J. Greimas ilustraba a la perfección f�nda�ento o�tológico, cuanto un programa comparativo, en cuya
este enfoque objetivador, analítico, explicativo del texto, de acuer dirección se onentan hoy algunas líneas de la investigación antro
do con una noción estructural, no causal, de la explicación.• ¿Una pológica angolsajona. La propia historia de la filosofía del signo y del
hermenéutica material próxima a la filología (como propone F. len !P-1aje, tal como la va trazando la ·escuela de U. Eco, puede in
Rastier) o una semiótica del discurso en el ámbito •postfenomeno• cluuse _e? un pro3'.ecto comparativo •Constructivo y experimental»,
lógico�? Sea como fuere, parece que el entredicho filosófico, respon como dina M. Detienne. Es la orientación que ha tomado el trabajo
sable en parte de la falta de actualidad de la semiótica, se ha le de filosofia comparada de F. Jullien, quien partiendo de una sémio
vantado. lolf!e de la si�ologie llega a la comparación entre el discurso especu
b) Por otro lado, los estudios sobre la actividad práctica y discur• lativo de Occidente y el de la China clásica.
siva de las ciencias y el reconocimiento de su complejidad hacen un
uso explícito de la semiótica como organon conceptual (Latour). De
bido a su capacidad heurística, sus modelos han sido utilizados -Y
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la burguesía ha introducido en la lengua.2 Su idea es des
construir estas connotaciones ideológicas -que tienen nn tórica, filosofía, etc.-, un conjunto de conocimientos en los
carácter sistemático- y liberar un grado cero de la lengua, que el lenguaje verbal mantiene una posición de privilegio
una forma blanca de la lengua, forma que evidentemente absoluto, como lugar único de expresión de la humanidad y
estaba relacionada en ese periodo con el proyecto de una so manifestación de la civilización. Hoy la hermenéutica no es
ciedad libre, sin ideología, sin clases.3 más que la continuación de esta tradición humanista, que
Si no recordamos esto, si no destacamos estas dos cone coloca la verbalidad en el centro de la socialidad (a mí me
xiones, no podremos entender el éxito de la semiótica -qui parece polvorienta y completamente superada por la condi
zá inmerecido, pero sin duda fundamental en su momento- ción epistemológica contemporánea).
ni sus límites futuros. Hoy, por ejemplo, podremos convenir Una semiología entendida como translingüística--que se
en que la crítica de la dimensión ideológica de la sociedad ha conectaba idealmente con la tradición humanista- estaba
perdido un poco de actualidad: la palabra ideología ni si destinada a tener éxito. Pero eso fue también, creo yo, lo
quiera se menciona (una vez intenté llamarla ideológia, pa que acabó con ella. Al seguir una estela cultural que quizá
ra conferirle el derecho a ser considerada de otro modo, pero no le perteneciera de pleno derecho, el estudio de la signifi
no dio resultado). cación se disolvió en el hllmanismo general que dominaba
La difusión de la semiología barthesiana se debe precisa la cultura de los años sesenta, y acabó desapareciendo con
mente al hecho de haber sido una síntesis entre la dimen él. La capacidad de ruptura epistemológica implícita en la
sión crítica brechtiana y la idea del predominio del lenguaje cuestión de la construcción del sentido, filtrada por la vieja
verbal sobre todos los demás sistemas semiológicos. Enton cultura humanista -gramática, retórica, filosofia, etc.-,
ces la cuestión teórica fundamental era la translingüística. logró su mayor éxito sólo cuando traicionó su fin principal y
Por otro lado, era la época del llamado linguistic turn de los originario. ¿Para qué estudiar la semiótica cuando no es
países anglosajones, el intento filosófico de situar el len más que una trarislingüística, o una pretensión de saber ya
guaje en el centro de la problemática humana y social.' Sea presente en la vieja tradición humanista? ¿Para qué fundar
una teoría del discurso cuando ya está implícita, por ejem
como fuere, este privilegio otorgado al lenguaje se basaba plo, en la antigua retórica? Basta con reanudar los estudios
en una dimensión teórica razonable. La idea era que para humani:Stas sobre el lenguaje ----como al final se ha hecho
estudiar al hombre había que analizar por lo menos su len para que la semiótica se consolide y se repudie, se difunda
guaje, es decir, todo lo que ocurre cuando se comunica y se y se diluya al mismo tiempo.
entiende con sus semejantes. Era un modo seguro de ·no El caso más evidente de esta difusión y disolución de la se
pensar en el hombre como si fuera una cosa o un sujeto se miología barthesiana en la tradición humanista es el de la
parado (a la manera del positivismo), analizando la dimen vuelta a la retórica antigua. 5 La recuperación de la retórica
sión humana y social a través del modo en que los hombres da lugar a lo que a mi juicio es un ejemplo perfecto de un
se representan y comunican entre sí. Babel desafortunado. La acumulación de las figuras retóri
Varias décadas después es fácil entender el motivo del cas ---como se hace, por ejemplo, en los grandes manuales de
éxito de esta semiología ..Ungüistizante» y del· linguistic Lausber¡t o Perelman'- es un claro intento de juntar, con
turn. En el fondo ambos reflejaban la aspiración profunda una perspectiva teórica en principio unitaria, definiciones
de nuestra cultura humanista a las llamadas artes libera acuñadas y problemas discutidos en teorías, filosofias y es·
les. Nuestra vieja cultura humanista es un conjunto de co pistemologías muy distintas entre sí. Las figuras retóricas
nocimientos basados en las artes liberales -gramática, re- propuestas a lo largo de dos milenios responden a definicio-
25 26
guaje verbal y hwnano. Pero quizá se podría modificar la hi
pótesis diciendo que Peirce no terua una idea nada clara de lo
que es el lenguaje; Peirce era un filósofo con una formación
nes del lenguaje completamente distintas. Por ejemplo, baste lingüística muy insuficiente, pero en cambio era un gran epis
pensar que Fontanier -Wl gran teórico de la retórica clási temólogo, quizá uno de los más grandes de nuestro tiempo,
ca, quizá el último- consideraba dentro de su teoría las fi De modo que el núcleo de la posición radical de Eco es
guras de pasión: imprecación, deploración, etc.! Pero en W1 que excluye una semiología de tipo barthesiano y se remon
momento dado las figuras de pasión desaparecieron de la ta. ;-más allá de la ruptura epistemológica saussuriana- a
doctrina retórica por la sencilla razón de que la problemáti la idea de que hay una historia del signo, una historia de la
ca de la pasionalidad ya no se consideraba pertinente. Ve
rnos, pues, que cierto tipo de teoría del funcionamiento lin �oción de reenvío del signo que no necesita definirse a par
tir de la apertura del paradigma teórico de la semiótica,
güístico y conceptual (la retórica) ha variado en función del pues se remonta por caminos filosóficos hasta el comienzo
tipo de tomas de posición sobre el lenguaje, y han aparecido de nuestra cultura. En cuanto se inaugura el pensamiento
tipologías de figuras retóricas muy distintas entre sí. griego .surge una reflexión sobre el serna, el semeion, el
Poner juntas -como han hecho muchas neorretóricas se nous, un pensamiento sobre el sign o que aparece como ele
miologizantes- las figuras del discurso definidas a partir de mento de la propia filosofía.11
teorías del lenguaje muy distintas, ha acabado implicando la Pero ¿cómo se establece este paradigma de la semiótica
producción de enormes popurrís de cosas incongruentes, in (con respecto al cual se hace después el giro)? Una vez más
comparables, inconmensurables entre sí. Así, la vuelta de la lo simplifico con unos cuantos rasgos, evidentemente cari
retórica ha contribuido a W1 estilo particular de confusión,
porque ha hecho que parezca coherente un cúmulo de ele caturescos. Como es sabido, uno de los modos de hacer cari
caturas es reforzar un solo rasgo del modelo que se desea
mentos cuyo origen teórico eran varios tipos de clasificacio caricaturizar, dejando los demás en segundo plano. Se toma
nes y orientaciones del fenómeno del significado discursivo.
una .característica del rostro, como por ejemplo la frente, y
El paradigma semiótico En el preciso momento en que - se hmcha desmesuradamente; al mismo tiempo se reduce
como acabamos de decir- la semiología de cuño barthesiano la �ca, las orejas, etc.: así nace la caricatura. De modo que la
se disolvía en las artes liberales, otro tipo de semiótica, en cancatura es el engrosamiento de un rasgo fisionómico. Pe
cambio, se consolidaba en un paradigma preciso de investi ro se trata
gación. Pondré este paradigma semiótico bajo el nombre de . de una operación inevitable: cualquier forma de
re�roduc1r una cara -observaba agudamente Wittgens
Umberto Eco. Lo peculiar del paradigma de investigación se tem- es, de alguna manera, una caricatura.
miótica consolidado a través de la figura de Eco es que se Si es así, ¿qué «caricatura» inevitable podemos hacer de
plantea de W1 modo radical contra el legado saussuriano, es las estrategias que constituyen el paradigma semiótico? La
decir, contra todo lo que para Barthes y otros representaba el p�mera 7st�ategia e?1pleada por Eco es la de una clasifica
momento de ruptura que a comienzos de siglo (digamos que cLOn a prLOrt de los szgnos, lingüísticos y no lingüísticos. Lo
entre Bréal y Saussure) constituía la formación de W1a disci
�ismo que en Peirce hay una gigantesca catalogación de
plina científica como la semiótica.� Eco valoriza W1a tradición signos y una grandiosa tipología de las posibles combina
distinta (que ya estaba implicada en el proyecto semiótico): cion7s de si�os e�tre sí, y por lo tanto una morfología y
la que inaugura Charles Sanders Peirce. 10 unaJer�;�ma muy complejas de los sign os, en Eco este tipo
La semiótica de Peirce parte de la idea de no valorizar de de sem1otica se plantea como una teoría de tipo taxonómi-
W1 modo especial el lenguaje. Para Peirce la teoría del signo
era W1a semiótica, W1 estudio de todos los tipos de signos, y no 28
sólo W1a semiología, un estudio de los signos a partir del len-
27
co. E�pieza clasificando los tipos de signos, y sigue con el
estudio de las maneras de pasar de un signo a otro. Junto al
componente clasificador hay, pues, otro componente sintác• riografía que se preocupe de reconstruir los modos en que la
tico, que se ocupa de movimientos y acciones. filosofía, sobre todo la gran filosofía, ha pensado y vuelto a
Pero ¿cómo se constituye la sintaxis de los signos? En el pensar la problemática del signo. Se trata ante todo de una
caso de Eco, representante del paradigma semiótico, este ti• opción de tipo estratégico y universitario: tratar de recons•
po de movimiento que se introduce en la materia del signo truir un posible pedigrí intelectual para una disciplina jo
es definido por la propia idea del signo: el signo es un reen• ven como la semiótica. Pero este es un problema de historia
vío, está presente cuando algo se encuentra en el lugar de de las ciencias, historia objetiva, que probablemente pode
otra cosa. Pero ¿cómo se constituye este reenvío? La idea mos dejar de lado.
de Eco -y en general del paradigma- es que este reenvío En segundo lugar, sin embargo, la propuesta de una his
se puede explicar de un modo claro y legible con el viejo mo• toria de la semiótica da cuenta de una opción intelectual
delo de la inferencia lógica. La inferencia es el modo de po• pertinente, en ciertos aspectos fundamental. Es la idea de
ner en marcha la máquina de los signos. Se pasa de un sig· que la historia del modo en que ha sido tratado el signo es
no a otro a través de tipos de inferencias que son -según el una manera de mostrar cómo se ha llegado a cierta imagen
modelo aristotélico- la inducción, la deducción y la abduc del signo. Es un problema clásico de historia que, sin em
ción. Para pasar de un signo a otro nos limitaremos, por bargo, plantea problemas muy delicados y complejos, aun•
tanto, a las estrategias de tipo silogístico e inferencial. Así que sólo sea porque en ocasiones lleva a situaciones franca•
el paso entre signos no es que se reduzca, pero sí se enfoca mente desconcertantes.
en esta dirección. Recordaré sólo dos de ellas. Si estudian el De ciuitate dei
Otra estrategia, más o menos explícita, que sirve para pueden descubrir que Agustín utilizaba una semántica con
constituir el paradigma semiótico, es la que se refiere al instrucciones. Ahora bien, el hecho de que Agustín -como
marco en el que tienen lugar estas inferencias, estos movi Monsieur Jourdan, que hacía prosa sin saberlo- también hi
mientos de signo a signo. Es un marco eminentemente tex ciera sin saberlo una semántica con instrucciones procede del
tual. Así, después de un momento de interés más o menos hecho de que hoy tenemos una idea de la semántica con ins
acusado por los signos arquitectónicos, visuales, cinemato trucciones. Por consiguiente, hemos reconstruido en el pen
gráficos, gestuales, etc., se ha vuelto rápidamente al texto. samiento agustiniano la existencia de una semántica que po
Y el texto en el que se piensa, una vez más, es de tipo emi tencialmente incluye instrucciones.12 Pero luego, cuando
nentemente escrito, a veces quizá hablado, en todo caso só• vemos el modo en que Agustín analiza una frase (pongamos
lo lingüístico. Así, subrepticiamente, después de haber pro que de siete u ocho palabras), resulta que el filósofo sostiene
clamado la importancia teórica de lo no lingüístico, el texto que está formada por siete u ocho signos. Y es desconcertan•
ha vuelto a ser el modelo de todos los funcionamientos se te: Agustín llama signos, sin ningún problema y sin diferen
mióticos, tanto si es un texto literario (de cultura relativa ciarlos, a una conjunción, un verbo, un nombre, un artículo,
mente alta) como un texto de los medios de comunicación etc., pero también a la propia frase en su conjunto.
de masas (de cultura llamada baja). Se ha vuelto así a una Esto plantea un problema mµy delicado, como pueden
reflexión de tipo lingüístico. ver: el de la posibilidad de una reconstrucción histórica co
Remata el conjunto de estas estrategias teóricas la idea herente de todo un pasado, cuando nos damos cuenta de que
-antes recordada- de una historia del signo, una histo- en este pasado se ha usado el término signo para indicar co
sas muy distintas. Ningún estudioso de las ciencias físicas
29 aceptaría que, dado que Demócrito y Bohr llamaron átomo
30
que se quiera, incluidas las lenguas no lingüísticas (se pue
den hacer cuadros, películas, ballets, etc. con la ..metódica»
a una cosa, siempre es posible comparar el átomo de Demó de Ramón Llull...). Mientras que el otro intenta reorganizar
crito con el de Bohr. Ambos hablaban de átomo, pero no una forma expresiva distinta, basada en la sustancia foné
pensaban en la misma cosa. El problema de la historia del tica.
signo es, por consiguiente, un problema de coherencia y de Como ven, son dos cosas fundamentalmente distintas. Se
reconstrucción, a veces muy delicado. podrían escribir dos historias de las lenguas perfectas. Por
Déjenme poner otro ejemplo muy preciso y al mismo un lado una historia de las lenguas orientadas a una reor
tiempo muy trivial. Hace poco Eco escribió un libro impor ganización semántica de sus estructuras internas, por otro
tante e interesantísimo para nuestra cultura (y sigue sien una historia de las lenguas orientadas a una reorganiza
do interesante pese a la afirmación que haré a continua ción de sus formas expresivas. Entonces las cosas empiezan
ción), que habla de la constitución de las lenguas perfectas a ponerse interesantes, y es precisamente por aquí por don
en la cultura europea.13 En la reconstrucción de las lenguas de pretendía llevarles.
perfectas, en la cultura occidental, la documentación del li
bro es absoluta, perfecta e impecable. Pero en un momento
dado aparece un curioso problema. En dos capítulos se jun
tan-<:omo el átomo del que hablaba antes- el esperanto y Pars destruens
Ramón Llull. Cabe preguntarse si para un semiólogo que
analiza los sistemas de signos y de lenguaje se trata, efecti
vamente, de la misma cosa. ¿Cuáles son los resultados de la restricción historiográfica
En el caso de Ramón Llull se trataba de reorganizar la que he mencionado hasta ahora? Creo que merece la pena
semántica, es decir, la organización de los contenidos de empezar a examinarlos detenidamente, punto por punto,
una lengua determinada. Esta organización abordaba no para poder orientarnos.
ciones que aún no estaban «lingüistizadas», conceptos que La imagen del léxico. El primer resultado atañe a la no
podían expresarse en italiano, inglés, francés, árabe, he ción de signo. En efecto, tengo la sospecha de que esta no
breo, etc. Eran representaciones conceptuales que también ción es más bien un obstáculo de tipo epistemológico para la
podían dibujarse en un papel. El problema de Llull, por lo semiótica. Mi impresión es que, en la mayoría de los casos,
tanto, era estructurar una forma del contenido, una organi cuando pensamos en el signo -a no ser que abordemos de
zación conceptual independiente de la forma de la expre manera vigorosa el problema de la diferencia entre los len
sión en la que se encuentra. El esperanto, en cambio, no guajes- tenemos en la mente algo sustancialmente pareci
pretende organizar, ni mucho menos, el contenido de una . do al sistema del léxico. Siempre que decimos signo esta
lengua. Si acaso persigue la reorganización de su forma ex mos pensando en una palabra, y la semiótica, desde esta
presiva, prescindiendo del sistema de conceptos, desde la perspectiva, vuelve a ser rápidamente una semiología; en el
forma del contenido que esta lengua transmite luego. El es peor sentido, el de lexicología. Los signos de una cultura pa
peranto intenta producir palabras distintas que sean capa san a ser de alguna forma las palabras o los equivalentes a
ces de organizar contenidos en los que no interviene. las palabras de una cultura.
De modo que ambos esfuerzos -el de Llull y el del espe Ahora bien, al igual que ningún lingüista aceptaría la
ranto- son proyectos de lenguas perfectas. Sólo que el pri idea de que el lenguaje está hecho de palabras, creo que
mero no intenta construir un lenguaje, sino una forma de
contenidos conceptuales transmisible en todas las lenguas 32
31
ningún semiólogo debería aceptar la idea de que los siste
mas de significación están hechos de signos. La semiótica,
como la lingüística, si acaso debería interesarse por el mo minar un léxico y escribir un libro hay un trecho enorme.
do en que producimos sistemas y procesos de significación La semiótica que sigue razonando por signos se ha parado
mediante una forma sonora (o significante de otra manera), en el primer momento.
es decir, por el modo en que somos capaces de significar me Códigos y desconstruccionismo. Este obstáculo epistemo
diante cierto tipo de organización (fonética, icónica, gestual, lógico de la noción del si gno está estrechamente unido a la
etc.). Lo cual nos lleva a unos modelos de explicación que imagen que tenemos de lo que relaciona los signos entre sí,
nada tienen que ver con sumas de palabras. La lengua no el equivalente semiótico de la gramática lingüística. La or
es una suma de palabras, y un sistema de significación, a ganización de la gramática semiótica se ha traspuesto, gra
su vez, no es un conjunto de signos. cias al modelo informacional, bajo la idea de un código. Así,
Por desgracia, tengo la impresión de que cada vez que se a la idea de un signo pensado como simple entrada léxica se
oye hablar de semiótica, de una manera gradual pero cons le asocia la de una gramaticalidad imaginada como codifi
tante se va cayendo en esta idea de la suma: los signos se cación apriorista. Si hay signos y comunicación es porque
consideran partes de un diccionario de elementos previos, hay un código subyacente que regula sus funcionamientos,
exactamente igual que -algunos lo dicen ya de manera ex posibilidades y límites.
plícita- un imaginario sería un diccionario de imágenes, Esta imagen del código como sistema de elementos míni
un conjunto de signos icónicos dados, utilizables a conve mos y reglas de funcionamiento tuvo mucho éxito en la se
niencia. Pensemos en los estudiosos, desde luego no muy miótica de los años sesenta, y todavía hoy son muchOs los
avisados, que intentan estudiar los gestos (como Desmond que la consideran pertinente para la descripción de los len
Morris): estos estudiosos intentan construir desesperada guajes, verbales o no verbales. Hasta el punto de que en los
mente una auténtica lexicología gestual, en la que se dota a «subversivos» años setenta la noción de código se entendió
cada gesto de un significado específico, como en una entra como una suerte de imposición por arriba que había que
da lexicográfica. destruir a toda costa. La idea de la desconstrucción obedece
Así, poco a poco, imperceptiblemente, la semiótica vuelve precisamente a que se toma en serio la noción semiótica de
a ser una semiología, un estudio de la significación que ade código, con la consiguiente radicalización. Se pensó que pa
más de pensar en la primacía del lenguaje verbal sobre los ra descodificar había que desconstruir, romper las cadenas
otros sistemas semióticos, sobre todo imagina el lenguaje de una imposición externa y arbitraria y recuperar el espa
verbal mediante un modelo teórico de tipo lexical. Barthes cio de una interpretación libre. La descodificación no se en
no creía en esta hipótesis, sino que tenía muy claro que los tendía como una operación unida a la comprensión, sino co
signos sólo son puntos de intersección de complejos siste mo una acción, políticamente necesaria, de ruptura de los
mas subyacentes. Es preciso superar este obstáculo episte códigos, como una destrucción de la codificación para poder
mológico de la noción de signo, porque no da cuenta de la librarla de unos enemigos no menos solapados.
complejidad de la lengua. Fue así como una visión simplista de la significación ha
Recuerden el viejo chascarrillo del escritor. «¿Qué estás concitado las críticas de una legión de detractores de la se
haciendo?", le preguntan. «Estoy escribiendo un libro», con miótica. Y la propia semiótica -al ir en busca de puntos de
testa. «¿Cómo lo llevas?», le dicen. «Muy adelantado. Ya referencia seguros para construir e indicar el significado
tengo todas las palabras, sólo me falta juntarlas. » Entre do- (precisamente en el concepto de código)- se ha sumido en
una contradicción muy fuerte consigo misma. La afirma
33 ción inicial de Eco, como sabemos, era la obra abierta. 14 De
34
Pars construens
alguna manera Eco proponía la idea -fundamental para
Peirce- de que en el babel de los si gnos cada signo puede Pues bien, tengo la impresión de que así no podemos sa
remitir a otro signo prácticamente hasta el infinito. Sucedió lir del paso. Creo que es absolutamente necesario volver a
así que, frente al furor de la noción semiótica de código, en pensar todos los problemas relacionados con el significado,
los años setenta (pero sobre todo en los ochenta) los parti el texto, el código y, sobre todo, el signo. Y hago la siguiente
darios del desconstruccionismo fueron los que volvieron a la propuesta: los signos no son perceptibles como tales a tra
idea de la obra abierta, citando incluso a Peirce, pero sin re vés de un léxico (asign ación apriorista del significado, posi
ferirse a él de un modo correcto: y afirmaron que con cual ble también en una lengua muy ambigua) ni a través de
quier texto se puede hacer exactamente este trabajo, se una enciclopedia (reconstrucción de la significación con cri
puede poner todo en contacto con todo. terios de tipo cultural). El problema que la semiótica debe
Estoy exagerando, pues los desconstruccionistas no son estudiar es el de los sistemas y procesos de si gnificación.
tan tajantes. Pero sí lo son en la caricatura construida por Con esta perspectiva, la cuestión no es desembarazarse tout
Eco para defenderse y distanciarse de ellos. Con una fórmu court de la noción de si gno, sino pensar que los signos son
la ejemplar, Eco dijo en un momento dado: «Hay que meter estrategias como cualquier otra, los lexemas son estrate
barras de grafito en la central nuclear»; si todos los signos se gias semióticas como cualquier otra, necesarias para utili
remiten a otros signos, ya no hay ninguna posibilidad de zar la lengua, para hacer que funcione el sentido, para arti
control. Y si ya no hay posibilidad de control estamos en Wla cular la si gnificación.
sociedad babélica, o mejor dicho posbabélica. Se trata, en suma, de contraponer a los programas de in
De ahí la idea defensiva: ¿qué se puede introducir codifi vestigación descritos hasta ahora otro tipo de organización
cado en el lenguaje para evitar el peligro de esta gigantesca conceptual llamado glosemática. Louis Hjelmslev, uno de
explosión nuclear? Barras de grafito, es decir -matáforas los fundadores de la glosemática, defendía una idea muy
aparte-, criterios que establezcan la separación ne'cesaria precisa: no nos fiemos de los signos, los signos sólo son su
entre las explicaciones aberrantes y las interpretaciones co cesos determinados históricamente y variables en función
rrectas. Es precisa, empezó a sostener Eco, una interpreta de las distintas historias en las que están implicados. 1' Si
ción del texto, que sea tanto más correcta cuanto más acep acaso procur�mos dividir el significado de la lengua (o me
te el presupuesto de que no se pueden decir algunas cosas. jor dicho: el sentido "que circula en ella) en unidades ele
De ahí la necesidad de volver a introducir en el lenguaje una mentales, lo mismo que somos capaces de construir el soni
dimensión tradicional de la racionalidad, para controlar la do concreto de una lengua relacionando sus unidades
fuga irresistible de los signos que remiten incesantemente a elementales (los rasgos fonémicos). Veremos así que la com
otros signos. Ls Es como decir que hay personas serias y nor binación de estas unidades elementales (o sememas) produ
males si y sólo si hay también locos y paranoicos, cuya acti ce sucesos de sentido distintos, es decir, distintas unidades
vidad fWldamental es remitir un signo a otro signo. t' de significado, que los contextos hacen pertinentes.
¿Qué presupone un análisis como este? Presupone un mo
vimiento razonable e inteligente: el de dividir las dos caras
del signo en un signifu:ante y un significado, en un plano de
la expresión y un plano del contenido. La idea es que hay una
36
35
cara significante y una cara significada de la lengua, y para
anaiizar estas caras hay que separarlas primero. Si la rela
ción entre significante y significado es arbitraria (más ade mo es, articulado, dispuesto, insignificante, como queráis.
lante volveré sobre esto, pues creo que una de las caracte Lleno de ruido y de rabia, como quien dice. Luego estaban
rísticas del giro semiótico es que no acepta el principio los signos, y los signos se dividían en dos partes: una signi
saussuriano de la arbitrariedad del signo), las dos caras del ficante y la otra significada. La primera afectaba a los sen
signo (significante y significado) se pueden separar para de tidos Y el cuerpo, la segunda a los problemas complejos que
mostrar que están relacionadas de alguna manera entre sf, y están en la mente.
de alguna manera son isomorfas. Sin una separación pre Se ve perfectamente que una semiótica pensada así vuel
via de los dos planos del lenguaje no se puede hacer ninguna ve a introducir distinciones conceptuales muy antiguas, co
comparación. Y esta comparación conduce a una conclusión mo la distinción entre cuerpo y alma, materia y espíritu, y
inevitable: expresión y contenido se presuponen recíproca otras por el estilo. Pero sobre todo introduce una idea muy
mente (si hay un significante, hay un significado; si hay un extraña, la de que la semiótica no se ocupa de cosas reales,
significado, hay un significante) pero no son en absoluto coin dado que no es más que un trabajo sobre los signos. No se
cidentes. Cada plano del lenguaje tiene estructuras·propias ocupa de quien intercambia los signos, sino de la problemá
que resultan similares, o isomorfas, sólo en un nivel superfi tica de las relaciones entre el signo y la realidad, es decir,
cial del análisis, y no en los profundos. Este es el envite teó del problema de la verdad en la referencia entre los signos,
rico fundamental de la glosernática, que en el fondo era el en por un lado, y el referente, por otro. Quien intercambia sig
vite saussuriano: una escisión en el concepto de signo. nos, quien realiza la operación de la referencia, es eXcluido
Es evidente la diferencia con la hipótesis de Peirce, para de esta idea de la semiótica, salvo que se cuele más adelan
quien cada signo como globalidad remite a otro signo como te a través de la cuestión lateral de la pragmática, Por de
globalidad. Para Peirce los signos se distinguen de otros cirlo con una frase hecha, por un lado están las palabras y
signos, pero no tienen una cara significante y otra signifi por otro las cosas.
cada. No están divididos así. Por lo tanto la hipótesis de Esta imagen de la semiótica plantea un problema espe
Peirce es anterior -teóricamente, más que en el tiempo- cialmente delicado, porque todavía está muy vigente. Cuan
a la saussuriana. do oímos una crítica esencial a la semiótica, suele ser algo
Lo cual no fue advertido de inmediato, y dio lugar a una así: �Vosotros estudiáis los textos pero no os ocupáis de la
serie de equívocos. Un equívoco garrafal, por ejemplo, es el realidad; estudiáis los textos científicos pero no sois capaces
que encontramos en las primeras obras de Derrida. Pienso de explicar cómo se organiza un laboratorio; porque un la
en el famosísimo De la grammatologie,•8 donde el signifi boratorio consta de palabras -textos, conversaciones, nom
cante era identificado con lo perceptivo y el significado con bres...-, pero también de máquinas y sustancias que pasan
lo conceptual. De este modo, para Derrida el problema se de un lado a otro».
miótico era tan sencillo que ya estaba resuelto: el signifi
cante es lo que llega al oído, mientras que el significado es
la articulación producida en el momento de la recepción.
Fuera de esto -según la imagen derridiana de la semióti Palabras, cosas, objetos
ca- está la realidad. El referente es expulsado, evacuado; 'í
la realidad está fuera de los signos. Está lo real, que es co-
De todos modos, también cunde la idea de que la semióti
37 ca es una disciplina vagamente idealista -como se ha di-
38
les, que no tienen nada que ver con las formaciones discur
sivas. Una formación discursiva referente a la cárcel sólo
cho a menudo- que tiene que ver con algunos funciona sería el modo en que la gente se representa la cárcel real.
mientos de la representación conceptual. Por ejemplo: cómo La respuesta, muy interesante, que da Deleuze en su libro
nos imaginamos el mundo, cómo el mundo está de alguna sobre Foucault es muy distinta. Dice: hay que relacionar
manera recortado para hacerlo inteligible. Pero el mundo ( una forma de la expresión, que es la cárcel, con una forma
-se afirma- tiene una independencia radical, exterior, y del contenido, que es la delincuencia, la ilegalidad. 2º
(,
el gran problema es demostrar cómo se relacionan entre sí el En el análisis foucaultiano de Vigilar y castigar, según
mundo recortado por la lengua y el que es exterior a ella, y Deleuze, la ilegalidad se entiende como una forma del con
por lo tanto a nosotros. tenido, y la cárcel como una forma de la expresión. Para en
Para entender esta visión reductora de la semiótica de tender la noción variable de ilegalidad, es decir, la imagen
bemos tener en cuenta que durante algún tiempo la propia que tiene cierta época de la delincuencia, hay que ver cómo
semiótica declaró que no dispoIÚa de ninguna estrategia de se construyen en esa época las cárceles reales, y no los dis
correlación entre los signos y las cosas. En efecto, dentro de su cursos externos sobre las cárceles concretas. Entonces se ve
modelo teórico no tenía previsto ningún sujeto que hiciera rá que es un montaje arquitectónico especial, en el que las
una operación de referencia; no había nadie que le dijera a celdas se organizan de un modo, los espacios de otro modo,
otro: "Yº a esto lo llamo así,.. Si acaso se planteaban exclu etc. Hoy, por ejemplo, la cárcel puede ser sólo un brazalete
sivamente cuestiones de este orden: ¿cómo es posible decir electrónico en el brazo de un hombre, la cárcel se convierte
que Aquiles es un león, si Aquiles es Aquiles mientras el le en el conjunto de remisiones, de señales de la centralita
ón es esa cosa ahí fuera en el mundo que tiene esta y aque electrónica que controla al hombre. Así se recrea cierta for
lla característica? Y se daba esta solución: el problema no ma de la expresión y una forma correlativa del contenido.
es que Aquiles sea identificado tanto con la persona de En este sentido, el problema fundamental --c-omo repitió
Aquiles como con el león, en el sentido de que esa persona el propio Foucault- es que no hay oposiciones entre las co
es un león. Si acaso es un problema de significado, un pro sas y las palabras. Después de escribir Historia de la locura
blema que se refiere a la relación entre un significante y un y Las palabras y las cosas, Foucault afirmó que se había
significado, entre dos signos que de alguna manera se con equivocado al pensar que existe una historia del referente
sideran correlacionables. independiente del discurso. Por ejemplo, no es verdad que la
Pero hoy podemos preguntarnos: ¿es real el león? ¿Y historia de la locura sea una historia de discursos y repre
Aquiles como persona? ¿Qué hacemos con los dos? Si para sentaciones conceptuales, más allá de los cuales habría una
la primera semiótica no se planteaba este problema, hoy, en historia del referente, es decir, de la locura real, esa locura
cambio, es una cuestión de gran importancia para nosotros. que sabe la verdad sobre nosotros, seres presuntamente ra
Trataré de explicarme con un ejemplo tomado de dos filó zonables. La única realidad, decía Foucault, no está en las
sofos, Michel Foucault y Gilles Deleuze, quienes desde ha palabras ni en las cosas, sino en los objetos. Los objetos son
ce tiempo y con un interés enorme han tratado de resaltar el resultado de ese encuentro entre palabras y cosas que ha
la importancia de las formaciones discursivas. Para Fou ce que la materia del mundo, gracias a la forma organizati
cault y Deleuze una cárcel no es una "realidad», sino una va conceptual en la que es colocada, sea una sustancia que
auténtica formación discursiva. 19 Se podría objetar que hay se encuentra con cierta forma. 21 Es decir, la materia vista en
que distinguir entre la palabra cárcel (es decir, el signifi la dirección de la forma se convierte en la sustancia (las sus-
cante cárcel que se relaciona con ciertos tipos de significa
40
dos variables según las épocas) y las distintas cárceles rea-
39
tanciá.9 del mundo son tales porque ya están de alguna ma
nera preformadas), y la forma es una organización de esta
sustancia que mantiene cierto número de relaciones con
ella, más o menos motivadas o inmotivadas. El hojaldre y los dos sesos
Esta es una hipótesis esencial: pensar que existen obje
tos, no cosas, y que las cosas, en tanto que formadas, di
chas, expresadas, puestas en escena, representadas, son ob Si aceptamos una hipótesis de este tipo podemos descar
jetos, conjuntos orgánicos de formas y sustancias. Se trata tar una idea del lenguaje -que los lógicos y algunos se
de una hipótesis fuerte, que nos libera definitivamente de miólogos siguen defendiendo- modelada sobre la escritura.
A menudo, cuando pensamos en una lengua, imaginamos
la idea de que es preciso descomponer los objetos en unida c?nsciente o inconscientemente una suerte de transposi
des mínimas de significados, o los sonidos en unidades mí ción de un texto escrito. En realidad, el lenguaje -como
nimas de la fonación, para reconstruirlos luego y entender solía decir Barthes en la última parte de su vida- está do
su estructura interna. Toda nuestra época ha estado mar tado de entonaciones, se articula con la gestualidad de ma
cada por la idea constructivista, radicalmente utópica, de nera decisiva, y está acompañado de unos rasgos fisionó
que es posible trocear la complejidad del lenguaje, la com micos precisos. Es decir, lejos de ser algo lineal (contra lo
plejidad de las significaciones, la complejidad del mundo en que tantos se han estrellado, por su supuesta racionali
unidades mínimas (siguiendo en cierto modo el modelo ato dad), el lenguaje tiene su espesor, que se considera en el
mista), y luego, mediante combinaciones progresivas de ele momento del análisis.
mentos de significado y de rasgos de significantes, producir El lenguaje es una especie de «hojaldre,. muy complejo de
o reproducir el sentido. Es una idea que encontramos en elementos, de signos con un valor muy distinto. Lo cual nos
Carna.p, pero en otro plano también la encontramos en el lleva a eliminar otra de las grandes contraposiciones de la
Bauhaus, e incluso en la lingüística de la que hablaba an s�miótica más común: la que se hace entre analógico y di
tes, la hjelmsleviana. gital. Según la villgata semiótica, lo analógico corresponde
La idea básica del giro semiótico es lo contrario: no se a_l�s ces.as que se parecen a sus referentes, mientras que lo
puede, como se creía, descomponer el lenguaje en unidade.s digital tiene que ver con todo lo que está caracterizado con
semióticas mínimas para recomponerlas después Y atri cierta discontinuidad, que no se verifica fácilmente en el
buir su significado al texto del que forman parte. Debemos �u?dº. llamado real. La analogía se basa en lo continuo y la
tener claro que a priori nunca lograremos hacer una ope digitahdad en lo discontinuo; por consiguiente, el lenguaje
ración de este tipo. En cambio, podeinos crear universos de �erbal se sitúa en el lado de lo discontinuo, mientras que la
sentido particulares para reconstruir en su interior unas imagen y la música están en el analógico. Todo esto basado
organizaciones específicas de sentido, de funcionamientos en una teoría científica que divide el cerebro en dos y colo
de significado, sin pretender con ello reconstruir, al menos ca a la izquierda lo digital, es decir, el lenguaje, y a la dere
de momento, generalizaciones que sean válidas en última cha lo analógico, la imagen y la gestualidad.
instancia. Sólo por este camino se puede estudiar esa cu Más prudentes, los investigadores actuales del cerebro
riosa realidad que son los objetos, unos objetos que pueden dicen que éste es flexible, que los recorridos en su interior
ser al mismo tiempo palabras, gestos, movimientos, siste no se pueden asi gnar a priori, que en cualquier.caso es muy
mas de luz, estados de materia, etc., o sea, toda nuestra co plástico y que todas las localizaciones pueden cambiar y
municación. transformarse. Pensemos en el lenguaje de los sordomudos
--del que nos ocuparemos en la próxima lección-, que es
41 un lenguaje muy sintáctico, por consiguiente digital, pero al
42
o menos claros, que se pueden reproducir y combinar ''vo
luntariamente" [...] de tipo visual y en parte muscular,.,72
mismo tiempo completamente visual, y por lo tanto teórica Dejando aparte la cuestión -de la que ya nos ocupare
mente analógico. Cabe preguntarse ante un lenguaje de es mos- de la relación fundamental del lenguaje con el cuer
te tipo: ¿con qué parte del cerebro hablan los sordomudos? po (cuestión que vuelve a ser fundamental en el análisis del
Pero piensen también en que cuando hablamos lo h,acemos lenguaje), si aceptamos esta sugerencia de Penrose cabe
sin duda mediante sistemas discontinuos, pero tru,nbién lo pensar que hay una organización del pensamiento al mar.
hacemos con entonaciones, que desde luego no son disconti gen de la expresión inmediatamente lingüística. Dicho de
nuas (por lo menos en el sentido que le dan a esta palabra otra forma, existe una organización de los contenidos lin•
los que distinguen entre analógico y digital). Así pues, el güísticos, si se quiere de los conceptos, al margen del hecho
lenguaje habla simultáneamente con dos sistemas de sig de que se interprete a través de una sustancia de la expre
nos, uno digital y otro analógico, que hablan al mismo tiem sión. Lo cual significa que es posible que unas formas de
po. El lenguaje es a la vez analógico y digital. Dicho de otra signos distintas del lenguaje verbal sean capaces de organi
forma: esta distinción carece de sentido. Podemos decir que zar formas del contenido, o significantes, que el lenguaje
hemos avanzado algo con respecto a los que todavía propo verbal no es necesariamente capaz de transmitir. Algo que
nen utilizar esta clase de categorías. por otro lado no es tan nuevo, sólo que no estaba contem
plado en la organización teórica de la primera semiología,
la cual, por definición, suponía que sólo lo que es decible es
de alguna manera pensable.
Cuadros, átomos, partes del discurso Pondré un ejemplo muy sencillo. Tomen un cuadro, y tra
ten de decir lo que hay en él. Cualquiera de ustedes es ca
paz de nombrar j;odo lo que hay en el cuadro. Después ana
Me gustaría mantener esta sencilla idea de una dimen licen las cosas que hay en el cuadro. En realidad, ¿qué cosas
sión estratificada del lenguaje, diciendo que en el lenguaje están analizando? Están analizando las palabras con las
existen dos niveles, uno de organización expresiva y otro de que han descrito los elementos del cuadro. Dicho de otra
organización del contenido. Pero no se trata de simples form�, los elementos que aparecen en el cuadro son, sim
cuestiones de forma sin ninguna relación con los objetos, se plemente, los que sus palabras han logrado describir.
trata, si acaso, de niveles que establecemos dentro de los Pero ¿existe un significado del cuadro que pueda perci
objetos. birse de otro modo? Es decir, ¿existe una organización del
Para no estar hablando siempre y sólo de semiólogos, sentido del cuadro que recurra a unidades expresivas no
aprovecharé para citar a otros científicos. En su libro sobre coincidentes con lo que pueden descubrir las palabras en el
La nueva mente del emperador, Penrose recoge la opinión cuadro? La respuesta, por definición, es sí. También se pue
que le expresó Einstein al matemático Hadamard en res de apreciar una organización análoga en una película, un
puesta a una investigación, opinión que consideramos algo ballet, los gestos de los animales o la estructura de un pai
exagerada pero muy interesante, como resultado de u.na se saje. Pero lo primero que hay que hacer-como dice Penro
rie de estudios sobre el funcionamiento de la mente: •No se- es librarse de una semiótica convencida de que todo
parece que las palabras o el lenguaje, escritos o hablados, depende de las palabras, de significados que de alguna ma
desempeñen ningún papel en el mecanismo del pensamien nera pueden decirse y describirse lingüísticamente.
to. Las entidades psíquicas que parecen funcionar como ele
mentos de pensamiento son ciertos signos e imágenes más 44
43
('
(
47
gran oposición entre pasión y razón, que a menudo se cuela
en las investigaciones semióticas (¿cómo evi tar las inter
pretaciones alocadas, delirantes, paranoicas, etc?).
La relación narrativa entre acción y pasión puede servir Niveles semióticos y eslabones que
faltan
nos, de alguna manera, para introducir la dimensión de la
afectividad, ausente por completo en el análisis semiótico an
terior. Uno de los dramas del último Barthes era que se pre Antes de terminar este capítulo tengo
guntaba cómo podía introducir en el modelo semiótico de cu tulo. ¿Qué e_s «la caja de los eslabones queque explicar su tí
ño lingüístico, o translingüístico, cosas como los afectos: el H�y dos tipos de títulos. El primero es el,faltan .. ?
digamos
nímico, que a z_nenudo tiene poco que ver con , meto
miedo, la desesperación, Ía nostalgia, etc. Hoy la entrada per los contenidos
tinente de la dimensión pasional en el análisis semiótico alte del texto que titula. Podemos recordar, al respecto, la famo
ra radicalmente toda la teoria de la signi.ficación.:ie En efecto, sa an�cdota de George Bernard Shaw. Un amigo
consejo para ponerle título a su libro, y Bernard le pidió
por limitarnos al nivel lingüístico, podemos comprobar que la Shaw le hi
dimensión pasional requiere pertinencias gramaticales pro z? unas preguntas. «¿Hay pífanos?» «No•, contestó
fundas y desconocidas: se puede decir "montar en cólera» pe ..¿Hay t8:mbores?» «No», de nuevo. «Entonces llámalo:el otro.
fanos, ni tambores», concluyó Shaw. No Ni p{.
ro no, por ejemplo, «montar en avaricia». Pertinencias grama es una mala mane
ticales a las que cabe añadir matices de léxico, entonación o ra de poner un título.
interjección muy importantes y profundos, hasta el punto de Otr� manera, en cambio, es de tipo metasem
que la propia imagen del lenguaje cambia por completo. La do el titulo resume una serie de cuestiones queémico, cuan
en su t�xto de referencia, Pensemos en Orgullo se plantean
llegada de la afectividad altera el viejo modelo semiótico, y prejuicio·
construido sobre cimientos cognitivos y referenciales. es un titulo que nos dice que en la novela se hablará
ilo, se habl�rá de prejuicio, pero se hablará de or�
Ahora bien, si los signos no son representación, se plan r
a «y�, es _d�c:r, un modo especial de relacionsobre todo de
?s�db:��:- �:
tea otro problema fundamental del que me ocuparé más ar el orgullo
adelante: el de los tipos de signos no lingüísticos. Pense 1 gundo tipo es mi título, La caja
de�o: r:��a:�
mos, por ejemplo, en el gesto, y sobre todo en la problemá Si la semiótica tiene una vocación cien
tica del lenguaje de los sordomudos, que me parece un .test ro aclarar �n el pró�mo capítulo--, lo quetífica -como espe
tiene ante todo es
fundamental a la hora de replantearse la relación con la 1 ' na vocación empfrtca. Lo cual me parece
gestualidad y su integración en la problemática sintáctica. �undame absolutamente
ntal. Pero también tiene el deber de ponerse
Hay otra cuestión que surge inevitablemente por este ca C?ntac to no con las grandes teorías filosóficas en
mino: la confirmación del papel fundamental del cuerpo. Es sm� sobre todo con todas las prácticas complej sobre el signo
una cues tión que debemos plan tearnos radicalmente. Las ación �e as de signifi�
investigaciones sobre la naturaleza de la mente, que habían � e sen t1_d las que p�eden «desimplicarse» funcionamientos
o. La cuestión, pues, no es tanto ir en busca
partido de un análisis totalmente construido y abstracto, da� las ideas sobre el signo que se han form de to-
están volviendo a descubrir el papel esencial de la corporei �na de la filosofía, o saber lo que pensabaulado en la his
dad. La cuestión del cuerpo presagia toda esta serie de con �Jemplo, Spinoza. No cabe duda de que son averigu del signo por
secuencias que nos introducen en una problemática de tipo important�s, pero la vocación empírica aci�ne
fenomenológico, reflejada en una dirección que postula, sin ll.eva también, Y sobre todo, a inquirir sideenlalasemiótica no!
embargo, un tipo diferente de filosofia.27 ejemplo, �e la época de Spinoza, no habría porpintura por
una idea implícita del signo, que con los instrum casualidad
49 tuales podamos «desimplicar• entos ac
de los cuadros que produjo
50
Este nivel metodológico, que es el segundo nivel de la se
miótica, está conectado con otro nivel, el teórico. Se trata de
esa pintura. O bien, del mismo modo, debemos preguntar un nivel necesario, porque en él debemos ser capaces de de
nos si este tipo de práctica-teoría de la pintura del siglo XVJI finir y justificar las categorías que se usan en el momento
de Amsterdam se puede comparar con la idea de signo que, . empíriéo y el metodológico. Si se habla de intersubjetividad
también en este caso de forma implícita, podía tener la cien (o interobjetividad), será necesario que alguien explique lo
cia de la época. Así por ejemplo Boyle, por citar un caso co que se entiende por «sujeto .. , cuál es la relación entre un
nocido, es el científico que más o menos en ese periodo vuel "sujeto» y, digamos, un "actor ... La semiótica debe dotarse
ve a inventar la noción de vacío; con lo que enfureció a un de un lenguaje teórico que sea responsable en relación con
filósofo como Hobbes. Si quitamos todo el aire de una esfera los métodos que usa.
de vidrio -simplifico horriblemente-, todo lo que queda Cuarto y último nivel: el epistemológico. Todas las buenas
ahí dentro, dice Boyle, es el vacío. Lo importante para noso teorías, para ser responsables, deben explicitar su posición
tros es que, para formular esta idea, Boyle necesita modifi filosófica. De modo que si por un lado la teoría semiótica
car la noción de referencia de un modo, repito, implícito. Si sirve para motivar los métodos de análisis empírico, por
Hobbes se enfurece tanto por el vacío de Boyle es porque és otro debe basarse en alguna forma de epistemología. La
te indica el vacío, se refiere a algo que ·desde los tiempos de teoría será tanto más fuerte cuanto más capaz sea de expli
Tales, al no existir, no podía incluirse en una operación síg citar sus mecanismos epistemológicos de fondo.
nica de reenvío. Boyle, lo mismo que Spinoza y los pintores Pero ¿cuáles son los eslabones que faltan? Son los que de
de la época, tenía wia idea del signo que la vocación empíri berían unir estos cuatro niveles ---que he simplificado
ca de la semiótica, trabajando con sus textos, puede ayudar a aquí-, pero a menudo, en la investigación semiótica, no
entender. Si la semiótica es wia disciplina eminentemente fi consiguen estar presentes de un modo claro y eficaz.
losófica no es porque estudie los signos filosóficamente, ni Por ejemplo, están los que hacen descripciones textuales
porque indague sobre lo que dicen los filósofos de los signos. (literarias, pictóricas, etc.) y -con un curioso •efecto tú
Es filosófica porque tral,.:._:a con las imágenes del pensamien nel- las relacionan directamente con una hipótesis filosó
to subyacentes a los textos que sabe y quiere analizar. Unos fica, sin pasar por los niveles intermedios, metodológico y
textos que, obviamente, también pueden ser filosóficos. teórico. Se trata de un efecto túnel porque, al no pasar por
Así, si el empírico es el primer nivel de la semiótica, hay todas las etapas que hay entre empiria y filosofía, casi
que relacionarlo con el segundo nivel, el metodológico. Para siempre se acaba por ilustrar una hipótesis filosófica ya co
describir los funcionamientos de sentido necesitamos méto nocida, o sea, simplificando mucho, por no llevar a ningún
dos. Por métodos entiendo una serie de conceptos formados incremento de conocimiento. Si quieren justificar una hipó
e interdefinidos, pero sobre todo responsables de su propia tesis filosófica no se preocupen: siempre hallarán un texto
interdefinición. Si alguien habla de «sujeto" y «predicado", que, convenientemente escorzado, les proporcione alguna
al mismo tiempo debe ser capaz de explicar la relación en cita que podrá servir de ejemplo. Pero en estos casos la re
tre ambos. Igualmente, si se habla de «sujeto,. y «objeto .. lación entre filosofia y texto es pura tautología.
hay que explicar su relación. Y si se habla de «intersubjeti Luego están los que no se plantean el problema de la co
vidad", quiero saber qué significa este término, pero tam nexión entre el método descriptivo y la teoría. A menudo en
bién quiero saber qué significa su posible correlato, la «in los modos de describir los textos -aunque sean de gran ri
terobjetividad,. (Wl término menos extraño de lo que parece queza- se piensa que estos no tienen responsabilidad al-
en una época como la nuestra, en que los objetos conversan
entre sí y a menudo hablan de nosotros). 52
51
guna C(!n respecto a la interdefinición de los conceptos que
van a usar, es decir, no se aplica ninguna teoría capaz de
explicitar su modo de actuar, con lo que se corre el peligro
de sacrificar gran parte de su riqueza en el altar del puro desgracia, dentro de la caja ne'g:ra de la indagación semióti
1
empirismo o de la intuición inexplicable. ca la fa�ta de �stos eslabones nos permite una tipología de
_
Otro posible eslabón que falta es el que se sitúa entre un los d1stmtos tipos de corrientes semióticas: las que dejan
método y una teoría. Hay muchos métodos que remiten caer la filosofía con respecto al análisis de signos pequeños
tranquilamente a un principio filosófico sin pasar por una las que ponen en contacto los textos directamente con las te�
teoría que transforme las categorías descriptivas en con rías usándolas como ilustraciones de lo ya conocido, y las
ceptos. Pensemos, por ejemplo, en muchos especialistas de que usan métodos co�pletamente ciegos e irresponsables.
_
inteligencia artificial, discutidos también en el campo se Bien, este es el conJunto de eslabones o anillos que debe
miótico, que al abordar distintos problemas relacionados m�s buscar, sin olvidar que en los cuentos, cuando se gira un
con la corporeidad invocan a Merleau-Ponty y Husserl con amllo, a menudo sucede algo. Trataremos, pues, de girar al
.
la esperanza de construir un puente entre la práctica de la guno de estos arullos en nuevas direcciones de investigación.
inteligencia artificial y las teorías fenomenológicas de la per
cepción. El problema es que entre la invocación filosófica
del cuerpo y la intercorporeidad de tipo husserliano, y la
construcción de una simulación de una mente, hay que co
locar algo. Algunos lingüistas (Lakoff, por ejemplo) han
pensado que este espacio intermedio podría estar ocupado
por la metáfora. Si las metáforas, como se puede demostrar,
contienen una descripción simuladora de fenómenos de cor
poreidad, no habrá que dotar a los ordenadores de palabras
o léxicos, sino de metáforas, unas metáforas que incluyan
las dimensiones del cuerpo.
El último eslabón que falta es el que se sitúa entre teoría
y epistemología. Muchos estudiosos usan conceptos sin te•
ner una base epistemológica sensata. Pensemos, por ejem•
plo, en la cuestión de la división entre percepto, afecto y
concepto. Una distinción fundamental, sin duda alguna.
Pero ¿cuál es la interdefinición de los elementos? ¿Cómo se
define la afectividad con respecto a la perceptividad? ¿Cómo
se define el concepto con respecto al percepto y al afecto?
Como vemos, es indispensable una filosofia que dé funda·
mento a esta distinción meramente teórica.
De modo que, para terminar, los eslabones que faltan son
estos: el que une epistemología y teoría, el que une teoría y
método, y el que une método y descripción empírica. Por
53
54