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EL GIRO SEMIÓTICO ( ( Título del original italiano:

e e(( La.t1,10ltoJemiotica
C 1998, Giua. Laten:a & Figli Spa, Roma-Bari

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Paolo Fabbri
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Traducción: Juan Vivanco Gi!faell

e (' Foto cubierta: Angel a Ackermann

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e Primera edición: mayo 2000, Barcelona

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Derech� reservados p1ua todas la1 edicionea en castellane>
( C Editorial Gediaa, S.Á., 1999
Paaeo Bonanova, 9, 1'. 1•
( 08022 Blll'Celona (España)
correo electrónico: gedisa@gedisa.com.
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http://www.gedisa.com

e ISBN:84-7432-77.f-l

e Depósito legal: B-16.280/2000

Impreaopor:Carvigraf
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( Clot,31-Ripollet

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( ( lmprellO en España
Printrd in Spain
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Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio de im•
presión, en forma idéntica, extractada o modificada de esta veraión caate­
( llana da la obra,

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hacer una ordenación general de la teoría semiótica de fin de siglo, y
distinguir, más allá de los idiomas teóricos, lo que está en juego en
este proyecto de inteligibilidad que responde al nombre de semióti­
ca. Con cierta dosis de desavenencia, pero las palabras don y dosis
tienen una etimología comi1n.
La •caja de los eslabones que faltan� era la metáfora de la difícil
conexión entre el plano de la teoría, el del método descriptivo y el de
su fuen:a heurística. La impresión era, y sigue siendo, que las inves­
tigaciones en semiótica se acumulan como den-oteros sin un mapa ge­
neral. O que los resultados locales se distribuyen con an-eglo a una
distinción falaz entre semiótica pura (reducible a la filosofía del len­
PRÓLOGO guaje) y semióticas aplicadas (a los textos periodísticos, políticos, li­
terarios, etc.) que usan con fines prácticos, y sin ningún efecto retro­
activo, conceptos elaborados en niveles filosóficamente depurados. El
efecto general era el de un bougi, como de esos signos confusos que en
Cuando� diSCII.J'$0, por 11u prepio impul.to, acaba deri• el cine dan una idea del movimiento y el paso del tiempo. Por eso, el
vando en lo mactual, elude cualquier fon:na griega.ria y pue­
de llegar a ut el lugp.r, aun exiguo, de una afi uso acrobático de las preposiciones (pre y post estructuralismo, pre y
miad6n. post semiótica) sustituyen la interdefinición conceptual y la funda­
Ro1..A.NDBART1tES mentación teórica de los problemu que querrla plantear.
Frag�ntos de un dhcur6o amoroZC: · Pero eso no es todo. Desde la edic!ón italiana algunas cosas han
cambiado: la semiótica se ha vuelto inactual en medida creciente. No se
trata de tiempos históricos, aunque la semiótica (y la semántica), como

E¿r�
también las vanguardias artísticas, tiene ya por lo menos un siglo.
Esta falta de actualidad es algo singular, ya que por un lado la
o la ap�es�a de la semiótica es decir algo sensato disciplina parece en plena evolución --desde entonces se han publi­
sobre el
cado algunos textos importantes: Eco, Fontanille, Coquet, Geninas•
:r:1gn���:ºc�� 1:1:::���c:::ª�:i�:
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� 1��: ca, Latour, Lotman, etc.-, pero por otro hay signos evidentes de
el fondo, hc.btnl siu: fa.to libelli (los libros tienen
�:O�t�d:�:?ofn su agotamiento. No es un agotamiento de posibilidades, pues la inves•
tigación ni siquiera ha desarrollado los temas insinuados por Saus­
Sabemos Que las introducciones van antes de sure cuando aseguraba que el lugar de la disciplina estaba «assuré d
se� � escrito después, y que a menudo loa textos aunque
: son decorativas' cuando l'auant». Más bien es la incapacidad de crear un lugar de debate don•
a s ismo, u ocasiones subreptidias para
:eºtirarl�:��=f.::� ��::. im
de las criticas desde dentro y desde fuera (pienso en E. Benveniste y
P. Goodman, en las investigaciones cognitivas de D. Sperber, etc.)
Les �•erro que en este caso no es así. Este permitan la formación y el asentamiento dé un paradigma teórico.
espaOo a e Lo sr,,aJ/o sunioJico --obra publicada prólogo a la versión
originariamente ¿Las causas? Muchas, pero los cambios de episteme --del estructu•
;�1998 Y Que recogía unas lecciones dictadas en la Universidad de ralismo al cognitivismo-y los nuevos estilos filosóficos --de la filo­
de ;;::�1f:a�
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l� :S�ft�º :ia;::::::a��o�: �!��v��::
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sofia analítica a la nueva fenomenología- no son unívocos, y hay
que definirlos y configurarlos de nuevo en la teoría general.
�� ::�r!c}::�::./ el sentido. Este Proceso divergente requie- Por ejemplo, Eco en Kant y el ornitorrinco no parece tener en
Ef cuenta las teorías sobre la enunciación, cabeza de Medusa -por de­
1
1996 yo intentaba recapitular la situación de cirlo en palabras de Benveniste- que se sitUa en la frontera entre
en e pun de cruce de dos experiencias la investigación
decisivas de la semiótica· Ja la lengua y el discurso. Y las investigaciones de la escuela francesa,
que se re ::ere a sus dos grandes y fragmen que han profundizado en el estudio de la narratividad y el análisis
.
S�ussure Y Pierce. tarios padres fundador�s
La Universidad de Bolonia -lugar de encuen�
Y ebate de las dos escuelas europeas vinculada
representadas por Umberto Eco y Algirdas s a esta tradición y 12
J. Greimas- permitía

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de la enunciación (Coquet), tienen muchas dificultades a la hora de
integrar los estudios de la argumentación •natural». En cambio, la
gen�almente distorsionados- por Deleuze y Guattari en las investi­
tripartición de Peirce es integrada hoy por la escuela greimesiana
gaciones antropológicas de Milles plateaux (donde Hjelmslev es •el
como base para renovar los fundamentos fenomenológicos de la per­
oscuro príncipe spinozista danés�) o en el estudio sobre el cine (en
cepción {Fontaniile), Pero los estudiosos de Peirce -gran epistemó­
este.caso Peirce es el primer pragmatista, y el semiólogo es P. P. Pa­
logo con escasos conocimientos lingillsticos- tienen dificultades
solini, por su uso cinematográñco del estilo indirecto libre).
cuando se trata de integrar la representación del lenguaje como dis­
De ahí la importancia clave del trabajo semiótico sobre esas me­
curso, como conjunto de fuerzas y narraciones; y sobre todo de
táforas operativas interdefinidas que son los modelos. Pensemos en
transformar las operaciones cognitivas (inferencias, abducciones,
la �rgencia de pone; orrlen en la confusión babélica de las figuras re­
etc.) en metodologías descriptivas de varias clases de textos.
tóncas, que es preciso volver a definir en el marco de una estilística
Se podrían y deberían poner muchos ejemplos. Sólo así se puede
basada �n la semántica y el discurso, y en las posibles extensiones a
resistir a los grandes simplificadores, el tiempo y el éxito, y al impe•
sustancias expresivas diversas. Por ejemplo, L. Marin ha aplicado
rativo de los manuales: para recordar hay que aprender y olvidar,
adecuadamente la instancia de la enunciación a la imagen pictórica,
_
extendiendo y concretando el concepto de punto de vista, y B. Latour
la aplica a los objetos-prótesis, construyendo una tipología de débra­
yage Y embrayage, es decir, de objetivaciones y subjetivaciones de
c?mp�tencias humanas. También B. Latour y los sociólogos de las
Por lo tanto, debemos abordar sin rodeos algunas figuras semióti­
ciencias naturales (pero no humanas) nos indican que hay que tra­
cas destacadas: a) la orientación epistemológica, b) el organon de los
tar el lenguaje, los instrumentos y las prácticas como texto «incon­
métodos y e) la oposición entre el saber y la práctica.
sútil•, un •Co-texto• que va mucho más allá de la distinción entre
a) Con respecto a la orientación epistemológica, la pretensión se­
texto y contexto.
miótica de trabajar •en vista de la cientificidad• (la fórmula es de
cJ eleuze, �n cambio, nos brinda la acepción más precisa de la se­
Greimas) es respaldada por la reflexión filosófica y las indagaciones . ?
miótica como mtercesora entre las disciplinas de la significación en
sobre la actividad práctica y discursiva de las ciencias.
un proyecto filosófico y antropológico. (Para él se trata de una «cien­
Mientras que la koiné hermenéutica había reducido la actividad
cia descriptiva de la realidad: esa es la naturaleza desconocida de la
de las disciplinas del sentido a tipologías históricas de actos inter­
semiótica, más allá de los lenguajes _existentes, verbales o no verba­
pretativos, la reflexión filosófica tiende a actualizar la oposición les.�.)
decimonónica entre ciencias hermenéuticas del espíritu y ciencias En la raíz de muchas arborescencias semióticas, además de la ló­
explicativas de la naturaleza. Según Ricaeur, la semiótica textual . _
glCa o la filosofía del lenguaje, está la lingüística comparativa, en es•
ha revelado que en las disciplinas del sentido es preciso «explicar trecha relación con la antropologia (como vemos en la relación entre
más para entender mejorn. •En este sentido -dice-, me parecía Jakobson y Lévi Strauss, o entre Propp y Greimas). No es tanto un
que la semiótica textual de A. J. Greimas ilustraba a la perfección f�nda�ento o�tológico, cuanto un programa comparativo, en cuya
este enfoque objetivador, analítico, explicativo del texto, de acuer­ dirección se onentan hoy algunas líneas de la investigación antro­
do con una noción estructural, no causal, de la explicación.• ¿Una pológica angolsajona. La propia historia de la filosofía del signo y del
hermenéutica material próxima a la filología (como propone F. len !P-1aje, tal como la va trazando la ·escuela de U. Eco, puede in­
Rastier) o una semiótica del discurso en el ámbito •postfenomeno• cluuse _e? un pro3'.ecto comparativo •Constructivo y experimental»,
lógico�? Sea como fuere, parece que el entredicho filosófico, respon­ como dina M. Detienne. Es la orientación que ha tomado el trabajo
sable en parte de la falta de actualidad de la semiótica, se ha le­ de filosofia comparada de F. Jullien, quien partiendo de una sémio­
vantado. lolf!e de la si�ologie llega a la comparación entre el discurso especu­
b) Por otro lado, los estudios sobre la actividad práctica y discur• lativo de Occidente y el de la China clásica.
siva de las ciencias y el reconocimiento de su complejidad hacen un
uso explícito de la semiótica como organon conceptual (Latour). De­
bido a su capacidad heurística, sus modelos han sido utilizados -Y

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Es el legado de-la semióti ca de la cultura de Y. Lotman (bien co­


nocido en España gracias a la labor de J. Lozano), que ha sabido in­
tegrar la tradición formalista, las intuiciones de Jakobson y las in­
vestigaciones informacionales con la obra de Bajtin, incorporando
sus hipótesis y objeciones. (Todos los tipos de comportamúnto signi•
ficante -tanto para Lotman como para Bachtin- tienen carácter de
En este sentido, la semiótica, para avanzar, debe pertrecharse de diálogo.) La -semiosfera,, de Lotman -a imagen de·la •biosfera• de
otra forma. Ya no pueden bastarle los manuales corrientes, verdade­ V. l. Vemarski- es un campo interesante de traducciones. -La na•
ros equipos de supervivencia metodológica. Por ejemplo, para afron­ turale:z:a del acto intelectual -dice Lotman- puede describirse en
tar las viejas cuestiones del simbolismo, su caja de herramientas términos de traducción: la definición del significado es una traduc­
(denotaciones y connotaciones, sintagmas Y paradigmas, etc.) debe ción de una lengua a otra, y la propia realidad extralingüística debe
completarse con la idea de valor y eficacia, pasión y creencia. En El entenderse como un tipo de lengua.•
giro semiótico se insiste en el papel decisivo del estudio de las pasio­ Es evidente que no se trata de un coletazo historicista, como se ha
nes en la semiótica de los años oc henta y noventa. Los conceptos de dicho a veces, sino de un proyecto incluido en una antropología gene­
tensión y •aspectualización•, valor y morali:i:ación, estcsia y somati­ ral, que presta atención a los estilos semióticos de la vida -por ejem­
zación, son una respuesta coherente a R. Barthes, quien no creía en plo, a las pasiones dominantes--- y, sobre todo, a la autodefinición efi­
�ta separación entre el afecto y el signo-. caz de las c ulturas. La innovación cultural también se considera en
Aquí, junto con la integración de la enunciación en el aparato me­ términos de traducc ión, como un estallido de metáforas impropias y
todológico, hay una clara discriminación entre la semiótica de pri­ creativas que acompafian la versión de textos intraducibles. Lo in­
mera y de segunda generación. El conocimiento de la acción y la pa­ traducible ya no está atrapado en el pathos del sinsentido, sino que
sión permite integrar las nociones de manipulación y conflicto en las e es una reserva ele senticlo futuro.
exploraciones de los universos discursivos, y plantear d� �tra forma
la cuestión de la eficacia simbólica, que ya Saussure anbcpara como e ' La Pertinencia y riqueza de los ejemplos, desde la cultura medie•
val rusa hasta los estilos de vida de los contemporáneos de Pushlcin,
articulación de se:ma y .soma, significación Y cuerpo. ( revela el interés que tiene el estudio de los textos naturales para la
(
El propio título, El giro semiótico, recordaba y anun�ia.ba un giro semiótica en una época en que la filosofía del lenguaje nos ha acos•
ya producido pero actual con respecto a la uulgata semiótica en cur­ ( tumbrado a una escolástica de los exempla ficta, construidos con
so, que es la de los al'l.os sesenta. Faltaba, en cambio, un desarrollo arreglo a las estrecheces lógicas de la demostración.
adecuado del concepto de traducción intersemiótica. Es un campo fe­ ( ( Terminamos. Para G. Deleuze •toda vocación siempre es predesti­
cundo de investigación que prolonga lo más esencial del gesto se­ ( (
nación en relación con los signos•. ¿Estamos seguros de que la se­
miótico: estudiar los recorridos de sentido a través de las sustancias miótica tiene vocación de no ser actual?
de la expresión. No se trata, pues, de separar los distintos signifi­ ( ( . Mientras tanto, en la actual complejidad de los saberes, es dificil
c antes (visuales, auditivos, etc.), sin o de tomar en considera?
ón s� decir de qué somos realmente contemporáneos. ¡Hasta en las fases
carácter sincrético, y mostrar las transferencias y los pasos d1scurs1- lunares hay momentos en que la luna nueva es invisible!
vos entre distintas manifestaciones sensibles. Metáforas aparte, la semiótica está en plena transformación, y su
Por un lado, hay que profundizar en la indagación de los ca�ales falta de actualidad puede resultar oportuna.
sensoriales. Hoy las investigac iones se refieren sobre todo a la ima­ Lo único que tendríamos que hacer es dejar de mirarla como si
gen, desde el lenguaje de los sordomudos hasta el cine (�unque V. fuera un barco en una botella, con ese asombro que causan unos ma­
nuales de divulgación tan completos, y pensar que en el laberinto de
J. Fontanille estudia el lenguaje olfativo). Es un campo importan­ los signos la investigación siempre está empezanclo. Es decir, no se
te para los estudios de metodología, que aciertan al insistir en la reanuda a partir del final, ni comienza de nuevo, sino que, como la
diferencia entre comunicar y transmitir, es decir, en la necesidad hierba, crece por el medio.
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nificado.
Por otro lado, hay que comprobar el paso entre distintos me�ios
de comunicación, que intervienen reflexivamente en la traducción, 16
introduciendo transformaciones y nuevas definiciones en las lenguas
de partida y de llegada.
15
lo que trataré de decir a continuación, y además creo que
debo una explicación, digamos, topológica.
Ante todo quería hacer una consideración de carácter
práctico, destacando una evidencia. Precisamente aquí en
Palermo un grupo de amigos estuvimos discutiendo sobre
la vanguardia. Una de las primeras conclusiones a las que
INTRODUCCIÓN llegamos fue que la vanguardia es un movimiento muy vie­
jo en Europa. La vanguardia, en realidad, tiene un siglo.
Pues bien, se da la circunstancia de que en 1997 han pasa­
El género de discurso que me han pedido que asuma en do cien años desde la publicación de un libro de Michel Bré­
esta ocasión es el de las lecciones. Lo cual conlleva determi­ al titulado Essai de sémantique, 1 el primero en el que se
nadas obligaciones y limitaciones a las que debo y quiero aboga por un estudio lingüístico de la semántica. No es que
atenerme. Pero la indicación del género, en el fondo, tam­ antes de ese momento no se hubiera estudiado semántica,
bién me da cierta seguridad, No estoy aquí, digamos, para pero hace exactamente un siglo alguien dijo por primera
contar historias ni para discutir ciertas teorlas. Estoy aquí vez de un modo explícito: ..hay que estudiar semántica", de
para dictar unas lecciones, para enseñar algo a alguien, pa­ modo que la cuestión del significado -aún antes de que
ra compartir con ustedes algunas ideas sobre un asunto fuera tratado por disciplinas como la psicología y la filoso­
concreto. fía- es, ante todo, una cuestión vinculada al estudio de las
Pero son unas lecciones especiales, que tienen varias ven­ lenguas. Como diría Emile Benveniste, otro gran escritor
tajas importantes. Ante todo, no hay ningún examen final: de temas lingüi.sticos, esta es nuestra •cabeza de medusa... 2
no habrá ningún control para saber si ustedes han entendi­ El sentido es la cabeza de medusa con la que se encuentran
do y aprendido algo, de modo que no tendré el poder de ca­ todos los que tienen algún interés no sólo por el lenguaje,
lificarles. Además, se trata, por suerte, de un discurso re­ sino en general -volveremos sobre ello-- por cualquier
versible, dotado de la posibilidad de hablar de igual a igual procedimiento de significación.
e intercambiar ideas sin esa asimetría jerárquica típica de Vemos, pues, que aunque a los hombres siempre les ha
los exámenes finales. interesado el significado, sólo desde hace un siglo se re­
Pero son lecciones, al fin y al cabo, y se trata de un géne­ flexiona de un modo especifico y coherente sobre este te­
ro discursivo concreto, He puesto a mis lecciones un título ma. Sin embargo -y es la cuestión teórica que quiero
para cada día, y he optado por mantenerlos en los capítulos plantear como introducción a esta serie de lecciones- me
de este libro. El primero se llamará, pues, ..La caja de los parece que desde unos años se ha producido un giro en el
eslabones que faltan,., el segundo «Lo conocible y los mode­ modo de estudiar los problemas de la significación. Este
los», y el final, en cambio, estará dedicado a los problemas giro no es -como se habría dicho hace pocas décadas­
de la estesia y la intersubjetividad, y se llamará •Cuerpo e una «ruptura epistemológica•. Digamos, si acaso, que de
interacción,.. alguna manera el estudio de la semántica ha tomado un
Antes de empezar es necesario hacer una breve introduc­ cariz distinto del programa de investigación propuesto
ción. Creo que merece la pena sentar las bases teóricas de por Bréal y aplicado en lo fundamental a lo largo de un si­
glo, Déjenme usar una metáfora: este giro es como un nue­
·(
vo pliegue en la semiótica, otro modo de plegar-la tela muy
17
(
18
responsabilidad, en el sl;lntiq.o de que invita al otro a res­
ponder.
compleja formada por el modo estratificado que tenemos Eso es, precisamente, lo que quiero hacer. Al generalizar,
de significar. al decir que hay un giro semiótico, quiero exponerme a la
. respuesta y a la obsetvación, pero al mismo tiempo reivin­
Este giro semiótico, por supuesto, no se ha producido de
golpe, Lo han propiciado muchas transformaciones gradua­ dicar la necesaria fragilidad de la generalización. Al darle
les, muchas reflexiones y muchos debates. Por una mera la vuelta a la idea de que la generalidad es dura y compac­
cuestión de exposición de los hechos y los problemas seré yo ta y los fragmentos frágiles e indefensos, quiero plantear la
quien mantenga entre paréntesis estas transformaciones idea de un giro semiótico bajo el signo de una generaliza­
ción frágil. En una época en la que predomina la problemá­
progresivas, tratando de aislar -con una serie de cortes y (
orientaciones- un auténtico plano de consistencia, y así po­ tica de las redes conceptuales y la multiplicidad (con la lu­
( cha implícita y necesaria contra toda forma de jerarquía a
ner en evidencia por lo menos la marca de este pliegue en la priori), buscar la generalidad es para mí no tan sólo un de­
indagación actual sobre el significado. De modo que en el es­ ( ber intelectual, sino también, en el fondo, un placer del es­
tudio de la significación no indicaré una historia o una ge­ píritu. Placer que sin embargo no excluye una obligación de
nealogía, sino un diagrama, lo más abstracto posible. A pe­ (
respuesta.
sar de que los rasgos de la disciplina semiótica son muchos, ( Según Nietzsche nunca es al principio cuando al go nuevo
trataré de hacer una caracterización general de la misma.
Al ir en busca de generalizaciones sé muy bien que voy en e ( ' revela su esencia, sin embargo, lo que había desde el comien­
zo sólo puede reuelarse en un giro de su euolución. En otras
contra de la tendencia de la estética y la epistemología con­
temporáneas, que hacen hincapié en el fragmento. Pero lo
e palabras, al principio no sucede nada especial. Pero lo que es­
( taba en forma potencial sólo puede manifestarse en el mo­
hago a propósito. Michel Serres -un epistemólogo al que mento de su giro, gracias a una revolución que puede defi­
aprecio mucho- sostiene que no hay que tener ningún mie­ ( nirlo. He tomado, pues, de Nietzsche el término giro porque
do a la totalidad. $erres dice, acertadamente, que sólo hay concibo el giro semiótico justamente en ese sentido.
que temer la solidez, es decir, que las cosas se solidifiquen, (
Una vez aclarado este punto (eso espero), pasemos a lo
y sen.ala que los fragmentos son cosas que, al haberse roto ( que he llamado Hexplicación topológica11. Al guien se habrá
ya, no pueden seguir rompiéndose. Por eso son muy sólidos.
Así que de entrada no podemos pasar por alto que el frag­ e ( ' preguntado: ¿por qué se dan estas lecciones justamente en
Palermo y no, por ejemplo, en Roma o en Rímini? Tengo dos
mento, de alguna manera, es ante todo la añoranz� de una respue.stas. La primera quizá no sea muy razonable: como
totalidad perdida: cada fragmento es nostálgico. Pero a con­ decía el otro, una elección se hace por buenas razones, o si
tinuación debemos entender que el fragmento es lo menos no por buenas pasiones. Hay elecciones que se hacen en­
fragmentario que puede haber. El fragmento es duro, no se trando en razón, y otras que se hacen entrando en pasión.
rompe, es el resultado de una rotura que ya no se repetirá. Mi elección de esta ciudad la hice entrando en pasión: ten­
De modo que los ensalzadores del fragmento, los .,fragmen­ go amigos en Palermo, y siempre esperamos que los amigos
tistas", estéticos o epistemológicos, se equivocan al pasar nos hagan las obsetvaciones más agudas.
por alto que si hay algo frágil, es la generalización. La tota­ Pero hay otra respuesta. Palermo es una ciudad que tien­
lidad y la generalización, opuestas al fragmento, son com­ de a olvidar al gu nos méritos. No me corresponde a mí re­
pletamente frágiles. Como bien sabemos, en cuanto intenta­ cordarlos, pero en este momento me apetece hacerlo. Me
mos generalizar algo siempre aparece un colega inteligente
y un poco malicioso dispuesto a sen.alar algún fallo de la ge­ ·• 20
neralización. Pues bien, la generalización es una forma de

19
\ \)
1'
(,

gustaría señalar, pues, que si en aquella ocasión antes cita­


da alguien recordó que fue en Palermo donde se reunió por
primera vez el Gruppo '63, hoy no deberíamos olvidar que
esta es una de las pocas ciudades del mundo donde se ha ce­
lebrado una reunión de la Asociación Internacional de Es­
tudios Semióticos. Hace unos años, concretamente en 1984,
se reunieron en Palermo casi todos los semióticos del mun•
do para discutir sobre el destino de esta disciplina.
Además, quizá alguien recuerde que Yuri Lotman, el fa­
moso semiólogo ruso, cuando por primera vez tuvo la P.OSi­ (
bilidad de salir de la Unión Soviética, lo hizo para veri.ir a
Palermo. Lo cual, una vez más, demuestra que en esta ciu­
dad el discurso sobre la semiótica no es algo exterior, sino
que forma parte -ya sé que esto suena muy rimbomban­
te-de su historia. En Palermo hay una continuidad de ac­
ción y reflexión sobre la semiótica, como evidencia la labor
docente de amigos y colegas, algunos de los cuales están
hoy presentes.
Por eso se dictan en Palenno estas lecciones sobre el giro
semiótico. Me interesa dejarlo bien sentado: no es tan sólo
una, digamos, opción estratégica de la Fondazione Sigma­
Tau, que quiere estar presente en muchos centros intelec­
tuales italianos. También es una opción mía, por buenas
pasiones y razones. (
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21
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CAPÍTULO l para él era la lengua. La semiología, según Barthes, deriva


de la idea de que en determinadas culturas hay varios sis­
temas de signos. Estos signos no se estudian por separado,
cada u.no en sí mismo, sino como regímenes de significación,
La caja de los eslabones que es decir, como elementos de sistemas semióticos organizados
y autosuficientes. El problema es el hecho de tjue -según
faltan (' Barthes- todos estos sistemas de significación son com­
prensibles y traducibles en el sistema supremo y extremo
de signos que es la lengua. La lengua natural se entiende
como un sistema de signos que, si por un lado es como todos
los demás (significa como un comportamiento gestual o una
Una historia tendenciosa sinfonía musical), por otro posee una característica funda­
mental: la de haber especializado una parte de sí misma
para poder hablar -mediante elementos y reglas especia­
�erm�tanme que empiece con una historia tendenciosa, o les- de los sistemas de signos. A diferencia de otros siste­
meJor dicho, con un borrador historiográfico -a partir del mas _(visual, gestual, musical, espacial, etc.), la lengua es
que presumo que es un giro-que se propone reconstruir la capaz de nombrarse a sí misma y a los otros signos de la
consolidación y la difusión de la semiótica. Sobre el signo se cultura.
ha reflexionado siempre, en todas las épocas y todas las cul­ Para Barthes hay una irreversibilidad que, en definitiva,
turas: Aristóteles en Grecia, Panini en la India, algún otro hace de la semiótica una suerte de translingü(stica, es de­
en el siglo XVII, y así sucesivamente. Pero esta no es la cues­ cir, una lingüística capaz de hablar no sólo de la lengua, si­
tión. Lo que a mí me interesa es reconstruir la consolida­ no también de tod.os los sistemas de signos. Estoy simplifi­
ción de la semiótica como disciplina, es decir, como plano de cando, pero a grandes rasgos es así. 1
consistencia teórica que asume cierto número de enuncia­ De ahí la idea de que, al hallar signos distintos ocultos en
dos en una época determinada. Podemos situar esta conso­ la lengua o a través de ella, la semiología llega a ser una
lidación de la semiótica como disciplina autónoma a princi­ ( 1
crítica de las connotaciones ideológicas, una revelación de
pios de los años sesenta, no hace más de una generación. ( los signos de la ideología social. Tengo la impresión de que
La semiótica que se ha practicado desde entonces se pue­ la mayoría de nosotros hemos olvidado quién era Barthes
de resumir en dos características fundamentales, que a su antes de hacerse semiólogo: en los años cincuenta era un
vez pueden asociarse con el nombre de un estudioso, aun­ crítico teatral, propagador y defensor de la obra de Bertolt
que esos nombres no abarcan toda la investigación semióti­ Brecht en Francia. Si recordamos este dato biográfico (y teó­
ca de la época, y la semiótica de la época tampoco agota su rico), no tendremos dificultad en entender lo que significa
personalidad intelectual, practicar la semiología como crítica de las connotaciones
Semiologia y tradición humanista. Resumiré la primera ideológicas. Barthes es, ante todo, un brechtiano, y como tal
característica- con el nombre de Roland Barthes. Barthes piensa en la posibilidad de que la semiología sea una disci­
practicaba una semiología (aún no era una auténtica se­ plina capaz -con su organización conceptual- de destruir,
miótica) como cr(tica de las connotaciones ideológicas pre­ disipar, desconstruir (por usar un término actual) el con­
sentes de uno u otro modo en el hipersistema de signos que -junto de connotaciones culturales, sociales e ideológicas que

23 24
la burguesía ha introducido en la lengua.2 Su idea es des­
construir estas connotaciones ideológicas -que tienen nn tórica, filosofía, etc.-, un conjunto de conocimientos en los
carácter sistemático- y liberar un grado cero de la lengua, que el lenguaje verbal mantiene una posición de privilegio
una forma blanca de la lengua, forma que evidentemente absoluto, como lugar único de expresión de la humanidad y
estaba relacionada en ese periodo con el proyecto de una so­ manifestación de la civilización. Hoy la hermenéutica no es
ciedad libre, sin ideología, sin clases.3 más que la continuación de esta tradición humanista, que
Si no recordamos esto, si no destacamos estas dos cone­ coloca la verbalidad en el centro de la socialidad (a mí me
xiones, no podremos entender el éxito de la semiótica -qui­ parece polvorienta y completamente superada por la condi­
zá inmerecido, pero sin duda fundamental en su momento-­ ción epistemológica contemporánea).
ni sus límites futuros. Hoy, por ejemplo, podremos convenir Una semiología entendida como translingüística--que se
en que la crítica de la dimensión ideológica de la sociedad ha conectaba idealmente con la tradición humanista- estaba
perdido un poco de actualidad: la palabra ideología ni si­ destinada a tener éxito. Pero eso fue también, creo yo, lo
quiera se menciona (una vez intenté llamarla ideológia, pa­ que acabó con ella. Al seguir una estela cultural que quizá
ra conferirle el derecho a ser considerada de otro modo, pero no le perteneciera de pleno derecho, el estudio de la signifi­
no dio resultado). cación se disolvió en el hllmanismo general que dominaba
La difusión de la semiología barthesiana se debe precisa­ la cultura de los años sesenta, y acabó desapareciendo con
mente al hecho de haber sido una síntesis entre la dimen­ él. La capacidad de ruptura epistemológica implícita en la
sión crítica brechtiana y la idea del predominio del lenguaje cuestión de la construcción del sentido, filtrada por la vieja
verbal sobre todos los demás sistemas semiológicos. Enton­ cultura humanista -gramática, retórica, filosofia, etc.-,
ces la cuestión teórica fundamental era la translingüística. logró su mayor éxito sólo cuando traicionó su fin principal y
Por otro lado, era la época del llamado linguistic turn de los originario. ¿Para qué estudiar la semiótica cuando no es
países anglosajones, el intento filosófico de situar el len­ más que una trarislingüística, o una pretensión de saber ya
guaje en el centro de la problemática humana y social.' Sea presente en la vieja tradición humanista? ¿Para qué fundar
una teoría del discurso cuando ya está implícita, por ejem­
como fuere, este privilegio otorgado al lenguaje se basaba plo, en la antigua retórica? Basta con reanudar los estudios
en una dimensión teórica razonable. La idea era que para humani:Stas sobre el lenguaje ----como al final se ha hecho­
estudiar al hombre había que analizar por lo menos su len­ para que la semiótica se consolide y se repudie, se difunda
guaje, es decir, todo lo que ocurre cuando se comunica y se y se diluya al mismo tiempo.
entiende con sus semejantes. Era un modo seguro de ·no El caso más evidente de esta difusión y disolución de la se­
pensar en el hombre como si fuera una cosa o un sujeto se­ miología barthesiana en la tradición humanista es el de la
parado (a la manera del positivismo), analizando la dimen­ vuelta a la retórica antigua. 5 La recuperación de la retórica
sión humana y social a través del modo en que los hombres da lugar a lo que a mi juicio es un ejemplo perfecto de un
se representan y comunican entre sí. Babel desafortunado. La acumulación de las figuras retóri­
Varias décadas después es fácil entender el motivo del cas ---como se hace, por ejemplo, en los grandes manuales de
éxito de esta semiología ..Ungüistizante» y del· linguistic Lausber¡t o Perelman'- es un claro intento de juntar, con
turn. En el fondo ambos reflejaban la aspiración profunda una perspectiva teórica en principio unitaria, definiciones
de nuestra cultura humanista a las llamadas artes libera­ acuñadas y problemas discutidos en teorías, filosofias y es·
les. Nuestra vieja cultura humanista es un conjunto de co­ pistemologías muy distintas entre sí. Las figuras retóricas
nocimientos basados en las artes liberales -gramática, re- propuestas a lo largo de dos milenios responden a definicio-

25 26
guaje verbal y hwnano. Pero quizá se podría modificar la hi­
pótesis diciendo que Peirce no terua una idea nada clara de lo
que es el lenguaje; Peirce era un filósofo con una formación
nes del lenguaje completamente distintas. Por ejemplo, baste lingüística muy insuficiente, pero en cambio era un gran epis­
pensar que Fontanier -Wl gran teórico de la retórica clási­ temólogo, quizá uno de los más grandes de nuestro tiempo,
ca, quizá el último- consideraba dentro de su teoría las fi­ De modo que el núcleo de la posición radical de Eco es
guras de pasión: imprecación, deploración, etc.! Pero en W1 que excluye una semiología de tipo barthesiano y se remon­
momento dado las figuras de pasión desaparecieron de la ta. ;-más allá de la ruptura epistemológica saussuriana- a
doctrina retórica por la sencilla razón de que la problemáti­ la idea de que hay una historia del signo, una historia de la
ca de la pasionalidad ya no se consideraba pertinente. Ve­
rnos, pues, que cierto tipo de teoría del funcionamiento lin­ �oción de reenvío del signo que no necesita definirse a par­
tir de la apertura del paradigma teórico de la semiótica,
güístico y conceptual (la retórica) ha variado en función del pues se remonta por caminos filosóficos hasta el comienzo
tipo de tomas de posición sobre el lenguaje, y han aparecido de nuestra cultura. En cuanto se inaugura el pensamiento
tipologías de figuras retóricas muy distintas entre sí. griego .surge una reflexión sobre el serna, el semeion, el
Poner juntas -como han hecho muchas neorretóricas se­ nous, un pensamiento sobre el sign o que aparece como ele­
miologizantes- las figuras del discurso definidas a partir de mento de la propia filosofía.11
teorías del lenguaje muy distintas, ha acabado implicando la Pero ¿cómo se establece este paradigma de la semiótica
producción de enormes popurrís de cosas incongruentes, in­ (con respecto al cual se hace después el giro)? Una vez más
comparables, inconmensurables entre sí. Así, la vuelta de la lo simplifico con unos cuantos rasgos, evidentemente cari­
retórica ha contribuido a W1 estilo particular de confusión,
porque ha hecho que parezca coherente un cúmulo de ele­ caturescos. Como es sabido, uno de los modos de hacer cari­
caturas es reforzar un solo rasgo del modelo que se desea
mentos cuyo origen teórico eran varios tipos de clasificacio­ caricaturizar, dejando los demás en segundo plano. Se toma
nes y orientaciones del fenómeno del significado discursivo.
una .característica del rostro, como por ejemplo la frente, y
El paradigma semiótico En el preciso momento en que - se hmcha desmesuradamente; al mismo tiempo se reduce
como acabamos de decir- la semiología de cuño barthesiano la �ca, las orejas, etc.: así nace la caricatura. De modo que la
se disolvía en las artes liberales, otro tipo de semiótica, en cancatura es el engrosamiento de un rasgo fisionómico. Pe­
cambio, se consolidaba en un paradigma preciso de investi­ ro se trata
gación. Pondré este paradigma semiótico bajo el nombre de . de una operación inevitable: cualquier forma de
re�roduc1r una cara -observaba agudamente Wittgens­
Umberto Eco. Lo peculiar del paradigma de investigación se­ tem- es, de alguna manera, una caricatura.
miótica consolidado a través de la figura de Eco es que se Si es así, ¿qué «caricatura» inevitable podemos hacer de
plantea de W1 modo radical contra el legado saussuriano, es las estrategias que constituyen el paradigma semiótico? La
decir, contra todo lo que para Barthes y otros representaba el p�mera 7st�ategia e?1pleada por Eco es la de una clasifica­
momento de ruptura que a comienzos de siglo (digamos que cLOn a prLOrt de los szgnos, lingüísticos y no lingüísticos. Lo
entre Bréal y Saussure) constituía la formación de W1a disci­
�ismo que en Peirce hay una gigantesca catalogación de
plina científica como la semiótica.� Eco valoriza W1a tradición signos y una grandiosa tipología de las posibles combina­
distinta (que ya estaba implicada en el proyecto semiótico): cion7s de si�os e�tre sí, y por lo tanto una morfología y
la que inaugura Charles Sanders Peirce. 10 unaJer�;�ma muy complejas de los sign os, en Eco este tipo
La semiótica de Peirce parte de la idea de no valorizar de de sem1otica se plantea como una teoría de tipo taxonómi-
W1 modo especial el lenguaje. Para Peirce la teoría del signo
era W1a semiótica, W1 estudio de todos los tipos de signos, y no 28
sólo W1a semiología, un estudio de los signos a partir del len-
27
co. E�pieza clasificando los tipos de signos, y sigue con el
estudio de las maneras de pasar de un signo a otro. Junto al
componente clasificador hay, pues, otro componente sintác• riografía que se preocupe de reconstruir los modos en que la
tico, que se ocupa de movimientos y acciones. filosofía, sobre todo la gran filosofía, ha pensado y vuelto a
Pero ¿cómo se constituye la sintaxis de los signos? En el pensar la problemática del signo. Se trata ante todo de una
caso de Eco, representante del paradigma semiótico, este ti• opción de tipo estratégico y universitario: tratar de recons•
po de movimiento que se introduce en la materia del signo truir un posible pedigrí intelectual para una disciplina jo­
es definido por la propia idea del signo: el signo es un reen• ven como la semiótica. Pero este es un problema de historia
vío, está presente cuando algo se encuentra en el lugar de de las ciencias, historia objetiva, que probablemente pode­
otra cosa. Pero ¿cómo se constituye este reenvío? La idea mos dejar de lado.
de Eco -y en general del paradigma- es que este reenvío En segundo lugar, sin embargo, la propuesta de una his­
se puede explicar de un modo claro y legible con el viejo mo• toria de la semiótica da cuenta de una opción intelectual
delo de la inferencia lógica. La inferencia es el modo de po• pertinente, en ciertos aspectos fundamental. Es la idea de
ner en marcha la máquina de los signos. Se pasa de un sig· que la historia del modo en que ha sido tratado el signo es
no a otro a través de tipos de inferencias que son -según el una manera de mostrar cómo se ha llegado a cierta imagen
modelo aristotélico- la inducción, la deducción y la abduc­ del signo. Es un problema clásico de historia que, sin em­
ción. Para pasar de un signo a otro nos limitaremos, por bargo, plantea problemas muy delicados y complejos, aun•
tanto, a las estrategias de tipo silogístico e inferencial. Así que sólo sea porque en ocasiones lleva a situaciones franca•
el paso entre signos no es que se reduzca, pero sí se enfoca mente desconcertantes.
en esta dirección. Recordaré sólo dos de ellas. Si estudian el De ciuitate dei
Otra estrategia, más o menos explícita, que sirve para pueden descubrir que Agustín utilizaba una semántica con
constituir el paradigma semiótico, es la que se refiere al instrucciones. Ahora bien, el hecho de que Agustín -como
marco en el que tienen lugar estas inferencias, estos movi­ Monsieur Jourdan, que hacía prosa sin saberlo- también hi­
mientos de signo a signo. Es un marco eminentemente tex­ ciera sin saberlo una semántica con instrucciones procede del
tual. Así, después de un momento de interés más o menos hecho de que hoy tenemos una idea de la semántica con ins­
acusado por los signos arquitectónicos, visuales, cinemato­ trucciones. Por consiguiente, hemos reconstruido en el pen­
gráficos, gestuales, etc., se ha vuelto rápidamente al texto. samiento agustiniano la existencia de una semántica que po­
Y el texto en el que se piensa, una vez más, es de tipo emi­ tencialmente incluye instrucciones.12 Pero luego, cuando
nentemente escrito, a veces quizá hablado, en todo caso só• vemos el modo en que Agustín analiza una frase (pongamos
lo lingüístico. Así, subrepticiamente, después de haber pro­ que de siete u ocho palabras), resulta que el filósofo sostiene
clamado la importancia teórica de lo no lingüístico, el texto que está formada por siete u ocho signos. Y es desconcertan•
ha vuelto a ser el modelo de todos los funcionamientos se­ te: Agustín llama signos, sin ningún problema y sin diferen­
mióticos, tanto si es un texto literario (de cultura relativa­ ciarlos, a una conjunción, un verbo, un nombre, un artículo,
mente alta) como un texto de los medios de comunicación etc., pero también a la propia frase en su conjunto.
de masas (de cultura llamada baja). Se ha vuelto así a una Esto plantea un problema mµy delicado, como pueden
reflexión de tipo lingüístico. ver: el de la posibilidad de una reconstrucción histórica co­
Remata el conjunto de estas estrategias teóricas la idea herente de todo un pasado, cuando nos damos cuenta de que
-antes recordada- de una historia del signo, una histo- en este pasado se ha usado el término signo para indicar co­
sas muy distintas. Ningún estudioso de las ciencias físicas
29 aceptaría que, dado que Demócrito y Bohr llamaron átomo
30
que se quiera, incluidas las lenguas no lingüísticas (se pue­
den hacer cuadros, películas, ballets, etc. con la ..metódica»
a una cosa, siempre es posible comparar el átomo de Demó­ de Ramón Llull...). Mientras que el otro intenta reorganizar
crito con el de Bohr. Ambos hablaban de átomo, pero no una forma expresiva distinta, basada en la sustancia foné­
pensaban en la misma cosa. El problema de la historia del tica.
signo es, por consiguiente, un problema de coherencia y de Como ven, son dos cosas fundamentalmente distintas. Se
reconstrucción, a veces muy delicado. podrían escribir dos historias de las lenguas perfectas. Por
Déjenme poner otro ejemplo muy preciso y al mismo un lado una historia de las lenguas orientadas a una reor­
tiempo muy trivial. Hace poco Eco escribió un libro impor­ ganización semántica de sus estructuras internas, por otro
tante e interesantísimo para nuestra cultura (y sigue sien­ una historia de las lenguas orientadas a una reorganiza­
do interesante pese a la afirmación que haré a continua­ ción de sus formas expresivas. Entonces las cosas empiezan
ción), que habla de la constitución de las lenguas perfectas a ponerse interesantes, y es precisamente por aquí por don­
en la cultura europea.13 En la reconstrucción de las lenguas de pretendía llevarles.
perfectas, en la cultura occidental, la documentación del li­
bro es absoluta, perfecta e impecable. Pero en un momento
dado aparece un curioso problema. En dos capítulos se jun­
tan-<:omo el átomo del que hablaba antes- el esperanto y Pars destruens
Ramón Llull. Cabe preguntarse si para un semiólogo que
analiza los sistemas de signos y de lenguaje se trata, efecti­
vamente, de la misma cosa. ¿Cuáles son los resultados de la restricción historiográfica
En el caso de Ramón Llull se trataba de reorganizar la que he mencionado hasta ahora? Creo que merece la pena
semántica, es decir, la organización de los contenidos de empezar a examinarlos detenidamente, punto por punto,
una lengua determinada. Esta organización abordaba no­ para poder orientarnos.
ciones que aún no estaban «lingüistizadas», conceptos que La imagen del léxico. El primer resultado atañe a la no­
podían expresarse en italiano, inglés, francés, árabe, he­ ción de signo. En efecto, tengo la sospecha de que esta no­
breo, etc. Eran representaciones conceptuales que también ción es más bien un obstáculo de tipo epistemológico para la
podían dibujarse en un papel. El problema de Llull, por lo semiótica. Mi impresión es que, en la mayoría de los casos,
tanto, era estructurar una forma del contenido, una organi­ cuando pensamos en el signo -a no ser que abordemos de
zación conceptual independiente de la forma de la expre­ manera vigorosa el problema de la diferencia entre los len­
sión en la que se encuentra. El esperanto, en cambio, no guajes- tenemos en la mente algo sustancialmente pareci­
pretende organizar, ni mucho menos, el contenido de una . do al sistema del léxico. Siempre que decimos signo esta­
lengua. Si acaso persigue la reorganización de su forma ex­ mos pensando en una palabra, y la semiótica, desde esta
presiva, prescindiendo del sistema de conceptos, desde la perspectiva, vuelve a ser rápidamente una semiología; en el
forma del contenido que esta lengua transmite luego. El es­ peor sentido, el de lexicología. Los signos de una cultura pa­
peranto intenta producir palabras distintas que sean capa­ san a ser de alguna forma las palabras o los equivalentes a
ces de organizar contenidos en los que no interviene. las palabras de una cultura.
De modo que ambos esfuerzos -el de Llull y el del espe­ Ahora bien, al igual que ningún lingüista aceptaría la
ranto- son proyectos de lenguas perfectas. Sólo que el pri­ idea de que el lenguaje está hecho de palabras, creo que
mero no intenta construir un lenguaje, sino una forma de
contenidos conceptuales transmisible en todas las lenguas 32

31
ningún semiólogo debería aceptar la idea de que los siste­
mas de significación están hechos de signos. La semiótica,
como la lingüística, si acaso debería interesarse por el mo­ minar un léxico y escribir un libro hay un trecho enorme.
do en que producimos sistemas y procesos de significación La semiótica que sigue razonando por signos se ha parado
mediante una forma sonora (o significante de otra manera), en el primer momento.
es decir, por el modo en que somos capaces de significar me­ Códigos y desconstruccionismo. Este obstáculo epistemo­
diante cierto tipo de organización (fonética, icónica, gestual, lógico de la noción del si gno está estrechamente unido a la
etc.). Lo cual nos lleva a unos modelos de explicación que imagen que tenemos de lo que relaciona los signos entre sí,
nada tienen que ver con sumas de palabras. La lengua no el equivalente semiótico de la gramática lingüística. La or­
es una suma de palabras, y un sistema de significación, a ganización de la gramática semiótica se ha traspuesto, gra­
su vez, no es un conjunto de signos. cias al modelo informacional, bajo la idea de un código. Así,
Por desgracia, tengo la impresión de que cada vez que se a la idea de un signo pensado como simple entrada léxica se
oye hablar de semiótica, de una manera gradual pero cons­ le asocia la de una gramaticalidad imaginada como codifi­
tante se va cayendo en esta idea de la suma: los signos se cación apriorista. Si hay signos y comunicación es porque
consideran partes de un diccionario de elementos previos, hay un código subyacente que regula sus funcionamientos,
exactamente igual que -algunos lo dicen ya de manera ex­ posibilidades y límites.
plícita- un imaginario sería un diccionario de imágenes, Esta imagen del código como sistema de elementos míni­
un conjunto de signos icónicos dados, utilizables a conve­ mos y reglas de funcionamiento tuvo mucho éxito en la se­
niencia. Pensemos en los estudiosos, desde luego no muy miótica de los años sesenta, y todavía hoy son muchOs los
avisados, que intentan estudiar los gestos (como Desmond que la consideran pertinente para la descripción de los len­
Morris): estos estudiosos intentan construir desesperada­ guajes, verbales o no verbales. Hasta el punto de que en los
mente una auténtica lexicología gestual, en la que se dota a «subversivos» años setenta la noción de código se entendió
cada gesto de un significado específico, como en una entra­ como una suerte de imposición por arriba que había que
da lexicográfica. destruir a toda costa. La idea de la desconstrucción obedece
Así, poco a poco, imperceptiblemente, la semiótica vuelve precisamente a que se toma en serio la noción semiótica de
a ser una semiología, un estudio de la significación que ade­ código, con la consiguiente radicalización. Se pensó que pa­
más de pensar en la primacía del lenguaje verbal sobre los ra descodificar había que desconstruir, romper las cadenas
otros sistemas semióticos, sobre todo imagina el lenguaje de una imposición externa y arbitraria y recuperar el espa­
verbal mediante un modelo teórico de tipo lexical. Barthes cio de una interpretación libre. La descodificación no se en­
no creía en esta hipótesis, sino que tenía muy claro que los tendía como una operación unida a la comprensión, sino co­
signos sólo son puntos de intersección de complejos siste­ mo una acción, políticamente necesaria, de ruptura de los
mas subyacentes. Es preciso superar este obstáculo episte­ códigos, como una destrucción de la codificación para poder
mológico de la noción de signo, porque no da cuenta de la librarla de unos enemigos no menos solapados.
complejidad de la lengua. Fue así como una visión simplista de la significación ha
Recuerden el viejo chascarrillo del escritor. «¿Qué estás concitado las críticas de una legión de detractores de la se­
haciendo?", le preguntan. «Estoy escribiendo un libro», con­ miótica. Y la propia semiótica -al ir en busca de puntos de
testa. «¿Cómo lo llevas?», le dicen. «Muy adelantado. Ya referencia seguros para construir e indicar el significado
tengo todas las palabras, sólo me falta juntarlas. » Entre do- (precisamente en el concepto de código)- se ha sumido en
una contradicción muy fuerte consigo misma. La afirma­
33 ción inicial de Eco, como sabemos, era la obra abierta. 14 De

34
Pars construens
alguna manera Eco proponía la idea -fundamental para
Peirce- de que en el babel de los si gnos cada signo puede Pues bien, tengo la impresión de que así no podemos sa­
remitir a otro signo prácticamente hasta el infinito. Sucedió lir del paso. Creo que es absolutamente necesario volver a
así que, frente al furor de la noción semiótica de código, en pensar todos los problemas relacionados con el significado,
los años setenta (pero sobre todo en los ochenta) los parti­ el texto, el código y, sobre todo, el signo. Y hago la siguiente
darios del desconstruccionismo fueron los que volvieron a la propuesta: los signos no son perceptibles como tales a tra­
idea de la obra abierta, citando incluso a Peirce, pero sin re­ vés de un léxico (asign ación apriorista del significado, posi­
ferirse a él de un modo correcto: y afirmaron que con cual­ ble también en una lengua muy ambigua) ni a través de
quier texto se puede hacer exactamente este trabajo, se una enciclopedia (reconstrucción de la significación con cri­
puede poner todo en contacto con todo. terios de tipo cultural). El problema que la semiótica debe
Estoy exagerando, pues los desconstruccionistas no son estudiar es el de los sistemas y procesos de si gnificación.
tan tajantes. Pero sí lo son en la caricatura construida por Con esta perspectiva, la cuestión no es desembarazarse tout
Eco para defenderse y distanciarse de ellos. Con una fórmu­ court de la noción de si gno, sino pensar que los signos son
la ejemplar, Eco dijo en un momento dado: «Hay que meter estrategias como cualquier otra, los lexemas son estrate­
barras de grafito en la central nuclear»; si todos los signos se gias semióticas como cualquier otra, necesarias para utili­
remiten a otros signos, ya no hay ninguna posibilidad de zar la lengua, para hacer que funcione el sentido, para arti­
control. Y si ya no hay posibilidad de control estamos en Wla cular la si gnificación.
sociedad babélica, o mejor dicho posbabélica. Se trata, en suma, de contraponer a los programas de in­
De ahí la idea defensiva: ¿qué se puede introducir codifi­ vestigación descritos hasta ahora otro tipo de organización
cado en el lenguaje para evitar el peligro de esta gigantesca conceptual llamado glosemática. Louis Hjelmslev, uno de
explosión nuclear? Barras de grafito, es decir -matáforas los fundadores de la glosemática, defendía una idea muy
aparte-, criterios que establezcan la separación ne'cesaria precisa: no nos fiemos de los signos, los signos sólo son su­
entre las explicaciones aberrantes y las interpretaciones co­ cesos determinados históricamente y variables en función
rrectas. Es precisa, empezó a sostener Eco, una interpreta­ de las distintas historias en las que están implicados. 1' Si
ción del texto, que sea tanto más correcta cuanto más acep­ acaso procur�mos dividir el significado de la lengua (o me­
te el presupuesto de que no se pueden decir algunas cosas. jor dicho: el sentido "que circula en ella) en unidades ele­
De ahí la necesidad de volver a introducir en el lenguaje una mentales, lo mismo que somos capaces de construir el soni­
dimensión tradicional de la racionalidad, para controlar la do concreto de una lengua relacionando sus unidades
fuga irresistible de los signos que remiten incesantemente a elementales (los rasgos fonémicos). Veremos así que la com­
otros signos. Ls Es como decir que hay personas serias y nor­ binación de estas unidades elementales (o sememas) produ­
males si y sólo si hay también locos y paranoicos, cuya acti­ ce sucesos de sentido distintos, es decir, distintas unidades
vidad fWldamental es remitir un signo a otro signo. t' de significado, que los contextos hacen pertinentes.
¿Qué presupone un análisis como este? Presupone un mo­
vimiento razonable e inteligente: el de dividir las dos caras
del signo en un signifu:ante y un significado, en un plano de
la expresión y un plano del contenido. La idea es que hay una

36

35
cara significante y una cara significada de la lengua, y para
anaiizar estas caras hay que separarlas primero. Si la rela­
ción entre significante y significado es arbitraria (más ade­ mo es, articulado, dispuesto, insignificante, como queráis.
lante volveré sobre esto, pues creo que una de las caracte­ Lleno de ruido y de rabia, como quien dice. Luego estaban
rísticas del giro semiótico es que no acepta el principio los signos, y los signos se dividían en dos partes: una signi­
saussuriano de la arbitrariedad del signo), las dos caras del ficante y la otra significada. La primera afectaba a los sen­
signo (significante y significado) se pueden separar para de­ tidos Y el cuerpo, la segunda a los problemas complejos que
mostrar que están relacionadas de alguna manera entre sf, y están en la mente.
de alguna manera son isomorfas. Sin una separación pre­ Se ve perfectamente que una semiótica pensada así vuel­
via de los dos planos del lenguaje no se puede hacer ninguna ve a introducir distinciones conceptuales muy antiguas, co­
comparación. Y esta comparación conduce a una conclusión mo la distinción entre cuerpo y alma, materia y espíritu, y
inevitable: expresión y contenido se presuponen recíproca­ otras por el estilo. Pero sobre todo introduce una idea muy
mente (si hay un significante, hay un significado; si hay un extraña, la de que la semiótica no se ocupa de cosas reales,
significado, hay un significante) pero no son en absoluto coin­ dado que no es más que un trabajo sobre los signos. No se
cidentes. Cada plano del lenguaje tiene estructuras·propias ocupa de quien intercambia los signos, sino de la problemá­
que resultan similares, o isomorfas, sólo en un nivel superfi­ tica de las relaciones entre el signo y la realidad, es decir,
cial del análisis, y no en los profundos. Este es el envite teó­ del problema de la verdad en la referencia entre los signos,
rico fundamental de la glosernática, que en el fondo era el en­ por un lado, y el referente, por otro. Quien intercambia sig­
vite saussuriano: una escisión en el concepto de signo. nos, quien realiza la operación de la referencia, es eXcluido
Es evidente la diferencia con la hipótesis de Peirce, para de esta idea de la semiótica, salvo que se cuele más adelan­
quien cada signo como globalidad remite a otro signo como te a través de la cuestión lateral de la pragmática, Por de­
globalidad. Para Peirce los signos se distinguen de otros cirlo con una frase hecha, por un lado están las palabras y
signos, pero no tienen una cara significante y otra signifi­ por otro las cosas.
cada. No están divididos así. Por lo tanto la hipótesis de Esta imagen de la semiótica plantea un problema espe­
Peirce es anterior -teóricamente, más que en el tiempo-­ cialmente delicado, porque todavía está muy vigente. Cuan­
a la saussuriana. do oímos una crítica esencial a la semiótica, suele ser algo
Lo cual no fue advertido de inmediato, y dio lugar a una así: �Vosotros estudiáis los textos pero no os ocupáis de la
serie de equívocos. Un equívoco garrafal, por ejemplo, es el realidad; estudiáis los textos científicos pero no sois capaces
que encontramos en las primeras obras de Derrida. Pienso de explicar cómo se organiza un laboratorio; porque un la­
en el famosísimo De la grammatologie,•8 donde el signifi­ boratorio consta de palabras -textos, conversaciones, nom­
cante era identificado con lo perceptivo y el significado con bres...-, pero también de máquinas y sustancias que pasan
lo conceptual. De este modo, para Derrida el problema se­ de un lado a otro».
miótico era tan sencillo que ya estaba resuelto: el signifi­
cante es lo que llega al oído, mientras que el significado es
la articulación producida en el momento de la recepción.
Fuera de esto -según la imagen derridiana de la semióti­ Palabras, cosas, objetos
ca- está la realidad. El referente es expulsado, evacuado; 'í
la realidad está fuera de los signos. Está lo real, que es co-
De todos modos, también cunde la idea de que la semióti­
37 ca es una disciplina vagamente idealista -como se ha di-
38
les, que no tienen nada que ver con las formaciones discur­
sivas. Una formación discursiva referente a la cárcel sólo
cho a menudo- que tiene que ver con algunos funciona­ sería el modo en que la gente se representa la cárcel real.
mientos de la representación conceptual. Por ejemplo: cómo La respuesta, muy interesante, que da Deleuze en su libro
nos imaginamos el mundo, cómo el mundo está de alguna sobre Foucault es muy distinta. Dice: hay que relacionar
manera recortado para hacerlo inteligible. Pero el mundo ( una forma de la expresión, que es la cárcel, con una forma
-se afirma- tiene una independencia radical, exterior, y del contenido, que es la delincuencia, la ilegalidad. 2º
(,
el gran problema es demostrar cómo se relacionan entre sí el En el análisis foucaultiano de Vigilar y castigar, según
mundo recortado por la lengua y el que es exterior a ella, y Deleuze, la ilegalidad se entiende como una forma del con­
por lo tanto a nosotros. tenido, y la cárcel como una forma de la expresión. Para en­
Para entender esta visión reductora de la semiótica de­ tender la noción variable de ilegalidad, es decir, la imagen
bemos tener en cuenta que durante algún tiempo la propia que tiene cierta época de la delincuencia, hay que ver cómo
semiótica declaró que no dispoIÚa de ninguna estrategia de se construyen en esa época las cárceles reales, y no los dis­
correlación entre los signos y las cosas. En efecto, dentro de su cursos externos sobre las cárceles concretas. Entonces se ve­
modelo teórico no tenía previsto ningún sujeto que hiciera rá que es un montaje arquitectónico especial, en el que las
una operación de referencia; no había nadie que le dijera a celdas se organizan de un modo, los espacios de otro modo,
otro: "Yº a esto lo llamo así,.. Si acaso se planteaban exclu­ etc. Hoy, por ejemplo, la cárcel puede ser sólo un brazalete
sivamente cuestiones de este orden: ¿cómo es posible decir electrónico en el brazo de un hombre, la cárcel se convierte
que Aquiles es un león, si Aquiles es Aquiles mientras el le­ en el conjunto de remisiones, de señales de la centralita
ón es esa cosa ahí fuera en el mundo que tiene esta y aque­ electrónica que controla al hombre. Así se recrea cierta for­
lla característica? Y se daba esta solución: el problema no ma de la expresión y una forma correlativa del contenido.
es que Aquiles sea identificado tanto con la persona de En este sentido, el problema fundamental --c-omo repitió
Aquiles como con el león, en el sentido de que esa persona el propio Foucault- es que no hay oposiciones entre las co­
es un león. Si acaso es un problema de significado, un pro­ sas y las palabras. Después de escribir Historia de la locura
blema que se refiere a la relación entre un significante y un y Las palabras y las cosas, Foucault afirmó que se había
significado, entre dos signos que de alguna manera se con­ equivocado al pensar que existe una historia del referente
sideran correlacionables. independiente del discurso. Por ejemplo, no es verdad que la
Pero hoy podemos preguntarnos: ¿es real el león? ¿Y historia de la locura sea una historia de discursos y repre­
Aquiles como persona? ¿Qué hacemos con los dos? Si para sentaciones conceptuales, más allá de los cuales habría una
la primera semiótica no se planteaba este problema, hoy, en historia del referente, es decir, de la locura real, esa locura
cambio, es una cuestión de gran importancia para nosotros. que sabe la verdad sobre nosotros, seres presuntamente ra­
Trataré de explicarme con un ejemplo tomado de dos filó­ zonables. La única realidad, decía Foucault, no está en las
sofos, Michel Foucault y Gilles Deleuze, quienes desde ha­ palabras ni en las cosas, sino en los objetos. Los objetos son
ce tiempo y con un interés enorme han tratado de resaltar el resultado de ese encuentro entre palabras y cosas que ha­
la importancia de las formaciones discursivas. Para Fou­ ce que la materia del mundo, gracias a la forma organizati­
cault y Deleuze una cárcel no es una "realidad», sino una va conceptual en la que es colocada, sea una sustancia que
auténtica formación discursiva. 19 Se podría objetar que hay se encuentra con cierta forma. 21 Es decir, la materia vista en
que distinguir entre la palabra cárcel (es decir, el signifi­ la dirección de la forma se convierte en la sustancia (las sus-
cante cárcel que se relaciona con ciertos tipos de significa­
40
dos variables según las épocas) y las distintas cárceles rea-

39
tanciá.9 del mundo son tales porque ya están de alguna ma­
nera preformadas), y la forma es una organización de esta
sustancia que mantiene cierto número de relaciones con
ella, más o menos motivadas o inmotivadas. El hojaldre y los dos sesos
Esta es una hipótesis esencial: pensar que existen obje­
tos, no cosas, y que las cosas, en tanto que formadas, di­
chas, expresadas, puestas en escena, representadas, son ob­ Si aceptamos una hipótesis de este tipo podemos descar­
jetos, conjuntos orgánicos de formas y sustancias. Se trata tar una idea del lenguaje -que los lógicos y algunos se­
de una hipótesis fuerte, que nos libera definitivamente de miólogos siguen defendiendo- modelada sobre la escritura.
A menudo, cuando pensamos en una lengua, imaginamos
la idea de que es preciso descomponer los objetos en unida­ c?nsciente o inconscientemente una suerte de transposi­
des mínimas de significados, o los sonidos en unidades mí­ ción de un texto escrito. En realidad, el lenguaje -como
nimas de la fonación, para reconstruirlos luego y entender solía decir Barthes en la última parte de su vida- está do­
su estructura interna. Toda nuestra época ha estado mar­ tado de entonaciones, se articula con la gestualidad de ma­
cada por la idea constructivista, radicalmente utópica, de nera decisiva, y está acompañado de unos rasgos fisionó­
que es posible trocear la complejidad del lenguaje, la com­ micos precisos. Es decir, lejos de ser algo lineal (contra lo
plejidad de las significaciones, la complejidad del mundo en que tantos se han estrellado, por su supuesta racionali­
unidades mínimas (siguiendo en cierto modo el modelo ato­ dad), el lenguaje tiene su espesor, que se considera en el
mista), y luego, mediante combinaciones progresivas de ele­ momento del análisis.
mentos de significado y de rasgos de significantes, producir El lenguaje es una especie de «hojaldre,. muy complejo de
o reproducir el sentido. Es una idea que encontramos en elementos, de signos con un valor muy distinto. Lo cual nos
Carna.p, pero en otro plano también la encontramos en el lleva a eliminar otra de las grandes contraposiciones de la
Bauhaus, e incluso en la lingüística de la que hablaba an­ s�miótica más común: la que se hace entre analógico y di­
tes, la hjelmsleviana. gital. Según la villgata semiótica, lo analógico corresponde
La idea básica del giro semiótico es lo contrario: no se a_l�s ces.as que se parecen a sus referentes, mientras que lo
puede, como se creía, descomponer el lenguaje en unidade.s digital tiene que ver con todo lo que está caracterizado con
semióticas mínimas para recomponerlas después Y atri­ cierta discontinuidad, que no se verifica fácilmente en el
buir su significado al texto del que forman parte. Debemos �u?dº. llamado real. La analogía se basa en lo continuo y la
tener claro que a priori nunca lograremos hacer una ope­ digitahdad en lo discontinuo; por consiguiente, el lenguaje
ración de este tipo. En cambio, podeinos crear universos de �erbal se sitúa en el lado de lo discontinuo, mientras que la
sentido particulares para reconstruir en su interior unas imagen y la música están en el analógico. Todo esto basado
organizaciones específicas de sentido, de funcionamientos en una teoría científica que divide el cerebro en dos y colo­
de significado, sin pretender con ello reconstruir, al menos ca a la izquierda lo digital, es decir, el lenguaje, y a la dere­
de momento, generalizaciones que sean válidas en última cha lo analógico, la imagen y la gestualidad.
instancia. Sólo por este camino se puede estudiar esa cu­ Más prudentes, los investigadores actuales del cerebro
riosa realidad que son los objetos, unos objetos que pueden dicen que éste es flexible, que los recorridos en su interior
ser al mismo tiempo palabras, gestos, movimientos, siste­ no se pueden asi gnar a priori, que en cualquier.caso es muy
mas de luz, estados de materia, etc., o sea, toda nuestra co­ plástico y que todas las localizaciones pueden cambiar y
municación. transformarse. Pensemos en el lenguaje de los sordomudos
--del que nos ocuparemos en la próxima lección-, que es
41 un lenguaje muy sintáctico, por consiguiente digital, pero al
42
o menos claros, que se pueden reproducir y combinar ''vo­
luntariamente" [...] de tipo visual y en parte muscular,.,72
mismo tiempo completamente visual, y por lo tanto teórica­ Dejando aparte la cuestión -de la que ya nos ocupare­
mente analógico. Cabe preguntarse ante un lenguaje de es­ mos- de la relación fundamental del lenguaje con el cuer­
te tipo: ¿con qué parte del cerebro hablan los sordomudos? po (cuestión que vuelve a ser fundamental en el análisis del
Pero piensen también en que cuando hablamos lo h,acemos lenguaje), si aceptamos esta sugerencia de Penrose cabe
sin duda mediante sistemas discontinuos, pero tru,nbién lo pensar que hay una organización del pensamiento al mar.
hacemos con entonaciones, que desde luego no son disconti­ gen de la expresión inmediatamente lingüística. Dicho de
nuas (por lo menos en el sentido que le dan a esta palabra otra forma, existe una organización de los contenidos lin•
los que distinguen entre analógico y digital). Así pues, el güísticos, si se quiere de los conceptos, al margen del hecho
lenguaje habla simultáneamente con dos sistemas de sig­ de que se interprete a través de una sustancia de la expre­
nos, uno digital y otro analógico, que hablan al mismo tiem­ sión. Lo cual significa que es posible que unas formas de
po. El lenguaje es a la vez analógico y digital. Dicho de otra signos distintas del lenguaje verbal sean capaces de organi­
forma: esta distinción carece de sentido. Podemos decir que zar formas del contenido, o significantes, que el lenguaje
hemos avanzado algo con respecto a los que todavía propo­ verbal no es necesariamente capaz de transmitir. Algo que
nen utilizar esta clase de categorías. por otro lado no es tan nuevo, sólo que no estaba contem­
plado en la organización teórica de la primera semiología,
la cual, por definición, suponía que sólo lo que es decible es
de alguna manera pensable.
Cuadros, átomos, partes del discurso Pondré un ejemplo muy sencillo. Tomen un cuadro, y tra­
ten de decir lo que hay en él. Cualquiera de ustedes es ca­
paz de nombrar j;odo lo que hay en el cuadro. Después ana­
Me gustaría mantener esta sencilla idea de una dimen­ licen las cosas que hay en el cuadro. En realidad, ¿qué cosas
sión estratificada del lenguaje, diciendo que en el lenguaje están analizando? Están analizando las palabras con las
existen dos niveles, uno de organización expresiva y otro de que han descrito los elementos del cuadro. Dicho de otra
organización del contenido. Pero no se trata de simples form�, los elementos que aparecen en el cuadro son, sim­
cuestiones de forma sin ninguna relación con los objetos, se plemente, los que sus palabras han logrado describir.
trata, si acaso, de niveles que establecemos dentro de los Pero ¿existe un significado del cuadro que pueda perci­
objetos. birse de otro modo? Es decir, ¿existe una organización del
Para no estar hablando siempre y sólo de semiólogos, sentido del cuadro que recurra a unidades expresivas no
aprovecharé para citar a otros científicos. En su libro sobre coincidentes con lo que pueden descubrir las palabras en el
La nueva mente del emperador, Penrose recoge la opinión cuadro? La respuesta, por definición, es sí. También se pue­
que le expresó Einstein al matemático Hadamard en res­ de apreciar una organización análoga en una película, un
puesta a una investigación, opinión que consideramos algo ballet, los gestos de los animales o la estructura de un pai­
exagerada pero muy interesante, como resultado de u.na se­ saje. Pero lo primero que hay que hacer-como dice Penro­
rie de estudios sobre el funcionamiento de la mente: •No se- es librarse de una semiótica convencida de que todo
parece que las palabras o el lenguaje, escritos o hablados, depende de las palabras, de significados que de alguna ma­
desempeñen ningún papel en el mecanismo del pensamien­ nera pueden decirse y describirse lingüísticamente.
to. Las entidades psíquicas que parecen funcionar como ele­
mentos de pensamiento son ciertos signos e imágenes más 44

43
('
(

Es así como acaban una serie de ilusiones de la primera


seniiótica. Por ejemplo, una de ellas era que se podían tra•
tar como signos tanto algunas unidades más pequeñas ponerse el electrón? EhrenÍ-iaft sostenía que el electrón po­
cuanto las unidades más grandes formadas por las prime­ día descomponerse, mientras que Millikan decía que no,
ras. Por ejemplo, si como decía Agustín hay siete si gnos pa­ que el electrón es la unidad mínima de la materia. El deba­
ra formar una frase, entonces la frase puede descomponer­ te se acabó cerrando con la conclusión de que el electrón,
se en siete signos. Pero la frase también es un sign o, sin efectivamente, era la unida_d indivisible, pero hoy seguimos
duda. De ahí la cuestión: ¿cuál es el tamaño de los signos? haciéndonos preguntas: ¿por qué no se puede dividir, y has­
La única respuesta posible es ratificar que no hay ningún ta qué punto se puede dividir todavía?ZI
tamaño de los signos decidido a priori: los signos, si acaso, Como vemos, esa es exactamente nuestra cuestión. A la
se deciden en función del tipo de segmentación que hace­ que la semiótica responde diciendo que hay que transfor­
mos en el texto. mar el sentido en significación, algo que puede parecer una
Si tenemos un conjunto de si gnificados, como sucede en­ tautología pero no lo es. En efecto, la idea consiste en que el
tre nosotros en este momento, un discurrir de sonidos o de significado que fluye entre nosotros, si lo pensamos un po­
sign os escritos, de percepciones y reacciones conceptuales co, se divide en tipos de categorías, y estos tipos de catego­
recíprocas, podremos hacer descomposiciones progresivas rías se definen entre sí. Dicho de otra forma, no hay catego­
en niveles muy complicados, según lo que nos ·proponga­ rías y partes de significado antes de la comunicación que se
mos. Por ejemplo, si queremos hilar muy fino, llegar a las combinan de distinta forma después, en el momento de la
partículas de mi voz, podemos hacerlo. No hay ninguna comunicación. Lo que hay son subdistinciones del flujo del
unidad última del sentido preestablecida, dependerá del sentido que se hacen en el preciso momento en que se veri­
plano de pertinencia de análisis en el que decidimos mover­ fica_el proceso comunicativo; la comunicación es un retazo
nos, es decir, de lo que de uno u otro modo andamos bus­ formal de la materia (de la expresión y el contenido) que,
cando. El problema de la unidad última no puede plantear­ como decía Hjelmslev, produce una sustancia (de la expre­
se construyendo abstractamente unas tipologías de series sión y el contenido).
de si gnos, se reconstruyen en cada ocasión. Pondré otro ejemplo muy sencillo, el de las partes de la
Naturalmente, no se puede impedir la idea de qué exis­ oración. Todos sabemos que en Occidente, desde hace por lo
ten algunos signos que para ciertos fines se consideran úl­ menos dos mil años, las partes de la oración se dividen en
timos. Pero ello no significa que siempre existan signos últi­ nombres, adjetivos, verbos, adverbios, preposiciones y de­
mos, como las palabras, cuya combinación produce frases o más. Pero, como sin duda sabrán, se requirió un gran es­
textos. Si acaso podemos afirmar lo contrario: sólo existen fuerzo teórico para producir estas categorías que hoy nos pa­
textos, textos de objetos, no textos de palabrns o de referen­ recen naturales, y el resultado ni siquiera es definitivo. Por
cias, textos de objetos complejos, pedazos de palabras, de ejemplo, para los aristotélicos el adjetivo no iba con el nom·
gestos, de imágenes, de sonidos, de ritmos, etc., es decir, bre sino con el predicado, por la sencilla razón de que un ad•
conjuntos que se pueden segmentar según la necesidad o la jetivo caracteriza a un sujeto, en el sentido de que lo predi­
urgencia. ca, le da calificaciones. ..Hombre" es un sujeto, «corre,, es un
Algo parecido ocurre en las ciencias. Recordemos el gran predicado, pero «alto" también es un predicado que califica
debate que se entabló a comienzos de siglo entre Millikan y al sujeto «hombre»: por lo tanto el verbo y el adjetivo están
en el mismo lado, calificando al sujeto. Hoy, en cambio, no
Ehrenhaft sobre el problema del electrón: ¿puede descom- colocamos el adjetivo en el lado del verbo, sino que tendemos
a ponerlo con el nombre. Lo hacemos así porque hemos
45
46
La primera es recurrir a la narratividad. La idea de que
la narratividad es un modo de poner en movimiento la sig­
adoptado otro criterio de pertinencia: hemos decidido que ya nificación combinando específicamente no sólo palabras,
que el nombre y el adjetivo concuerdan en el plural y el sin­ frases o proposiciones, sino también ocagentes» especiales
gular, así como en el masculino y el femenino, se trata de sintáctico-semánticos a los que unas veces llamamos acto­
dos partes de la oración con cierta afinidad. Para los aristo­ res, otras personajes y así sucesivamente. La narratividad
télicos el criterio dependía de una cuestión semántica, para tiene una función configurante, con respecto a un determi­
nosotros de una cuestión gramatical. Es evidente que nin­ nado relato, remitiendo de inmediato a cierto significado.24
gu no de los dos criterios es más «exacto» que el otro, pues El conjunto de la Odisea, por ejemplo, remite a un sentido
depende de lo que se considere pertinente en el momento del global que se da a su articulación narrativa. Es decir, el
análisis. La cuestión, ante ciertos significados, es: ¿cómo sentido de este poema no depende del conjunto de las pala­
«zanjamos» esto, cómo interdefinimos estas nociones? bras o frases que lo componen, sino de una articulación se­
(
En realidad no hay adjetivos, ni nombres, ni verbos: to­ mántica global que es de tipo narrativo y configura un uni­
dos los que han estudiado un poco de lingüística saben de (. verso de significados de un modo totalmente autónomo. En
sobra que todas estas categorías cambian constantemente. otras palabras, el problema de la Odisea no es tanto remitir
Hay categorías, gradualmente interdefinidas, gradualmen­ a un significado (cultural, psicológico o de otro tipo) exterior
te concordadas, que se usan para segmentar provisional­ al poema cuanto, si acaso, la articulación configurativa de
mente algunos fenómenos de sentido, y gracias a su inter­ acciones que existe dentro del poema y produce una articu­
definición podemos ponerlas juntas con cierta eficacia lación significativa particular, que es al mismo tiempo cul­
interpretativa. La semiótica se propone, precisamente, tra­ tural, psicológica, etc.
bajar con las interdefiniciones, reconstruir los criterios de La noción de narratividad convierte la semiótica, ante to­
pertinencia para formar en cada ocasión el significado de los do, en una teoría de. la acción, que en el fondo, en la medida
textos. en que modifica radicalmente el paradigma semiótico de
Barthes o de Eco, vuelve a la vieja idea de la historia de la
lingüística, que se remonta a Humboldt, por ejemplo.2� Se­
gún esta idea el lenguaje no sirve para representar estados
Acción y pasión del mundo sino, en todo caso, para transformar dichos es­
tados, modificando al mismo tiempo a quien lo produce y lo
comprende. Una hipótesis tan fundamental que, si no la te­
En el capítulo sigu iente volveré a ocuparme de· algunos nemos en cuenta, podemos seguir pensando estérilmente
puntos teóricos que, en la investigación actual, a partir de en el lenguaje como un problema de reenvíos y juegos es­
lo que hemos dicho hoy, modifican radicalmente la imagen peculares.
que tenemos de la semiótica, y ante todo la idea de que los El segundo movimiento teórico fundamental es añadir a
signos son representaciones. Quedará claro, por ejemplo, la noción de narratividad como lógica de las acciones un es­
que los objetos-textos de los que he hablado -como conjun­ tudio de las pasiones, también presentes con fuerza e insis­
tos significantes y no simples «cosas» opuestas a las «pala­ tencia en la actividad configuradora del relato. Examinar la
bras- no son en absoluto representaciones conceptuales o acción y la pasión juntas puede darnos algunas indicacio­
mentales, como hoy se tiende a pensar. nes para librarnos de falsas oposiciones idealistas, como la
Para separar la noción de signo de la de representación
hay que hacer una serie de operaciones. 48

47
gran oposición entre pasión y razón, que a menudo se cuela
en las investigaciones semióticas (¿cómo evi tar las inter­
pretaciones alocadas, delirantes, paranoicas, etc?).
La relación narrativa entre acción y pasión puede servir­ Niveles semióticos y eslabones que
faltan
nos, de alguna manera, para introducir la dimensión de la
afectividad, ausente por completo en el análisis semiótico an­
terior. Uno de los dramas del último Barthes era que se pre­ Antes de terminar este capítulo tengo
guntaba cómo podía introducir en el modelo semiótico de cu­ tulo. ¿Qué e_s «la caja de los eslabones queque explicar su tí­
ño lingüístico, o translingüístico, cosas como los afectos: el H�y dos tipos de títulos. El primero es el,faltan .. ?
digamos
nímico, que a z_nenudo tiene poco que ver con , meto­
miedo, la desesperación, Ía nostalgia, etc. Hoy la entrada per­ los contenidos
tinente de la dimensión pasional en el análisis semiótico alte­ del texto que titula. Podemos recordar, al respecto, la famo­
ra radicalmente toda la teoria de la signi.ficación.:ie En efecto, sa an�cdota de George Bernard Shaw. Un amigo
consejo para ponerle título a su libro, y Bernard le pidió
por limitarnos al nivel lingüístico, podemos comprobar que la Shaw le hi­
dimensión pasional requiere pertinencias gramaticales pro­ z? unas preguntas. «¿Hay pífanos?» «No•, contestó
fundas y desconocidas: se puede decir "montar en cólera» pe­ ..¿Hay t8:mbores?» «No», de nuevo. «Entonces llámalo:el otro.
fanos, ni tambores», concluyó Shaw. No Ni p{.
ro no, por ejemplo, «montar en avaricia». Pertinencias grama­ es una mala mane­
ticales a las que cabe añadir matices de léxico, entonación o ra de poner un título.
interjección muy importantes y profundos, hasta el punto de Otr� manera, en cambio, es de tipo metasem
que la propia imagen del lenguaje cambia por completo. La do el titulo resume una serie de cuestiones queémico, cuan­
en su t�xto de referencia, Pensemos en Orgullo se plantean
llegada de la afectividad altera el viejo modelo semiótico, y prejuicio·
construido sobre cimientos cognitivos y referenciales. es un titulo que nos dice que en la novela se hablará
ilo, se habl�rá de prejuicio, pero se hablará de or�
Ahora bien, si los signos no son representación, se plan­ r
a «y�, es _d�c:r, un modo especial de relacionsobre todo de
?s�db:��:- �:
tea otro problema fundamental del que me ocuparé más ar el orgullo
adelante: el de los tipos de signos no lingüísticos. Pense­ 1 gundo tipo es mi título, La caja
de�o: r:��a:�
mos, por ejemplo, en el gesto, y sobre todo en la problemá­ Si la semiótica tiene una vocación cien
tica del lenguaje de los sordomudos, que me parece un .test ro aclarar �n el pró�mo capítulo--, lo quetífica -como espe­
tiene ante todo es
fundamental a la hora de replantearse la relación con la 1 ' na vocación empfrtca. Lo cual me parece
gestualidad y su integración en la problemática sintáctica. �undame absolutamente
ntal. Pero también tiene el deber de ponerse
Hay otra cuestión que surge inevitablemente por este ca­ C?ntac to no con las grandes teorías filosóficas en
mino: la confirmación del papel fundamental del cuerpo. Es sm� sobre todo con todas las prácticas complej sobre el signo
una cues tión que debemos plan tearnos radicalmente. Las ación �e as de signifi�
investigaciones sobre la naturaleza de la mente, que habían � e sen t1_d las que p�eden «desimplicarse» funcionamientos
o. La cuestión, pues, no es tanto ir en busca
partido de un análisis totalmente construido y abstracto, da� las ideas sobre el signo que se han form de to-
están volviendo a descubrir el papel esencial de la corporei­ �na de la filosofía, o saber lo que pensabaulado en la his­
dad. La cuestión del cuerpo presagia toda esta serie de con­ �Jemplo, Spinoza. No cabe duda de que son averigu del signo por
secuencias que nos introducen en una problemática de tipo important�s, pero la vocación empírica aci�ne
fenomenológico, reflejada en una dirección que postula, sin ll.eva también, Y sobre todo, a inquirir sideenlalasemiótica no!
embargo, un tipo diferente de filosofia.27 ejemplo, �e la época de Spinoza, no habría porpintura por
una idea implícita del signo, que con los instrum casualidad
49 tuales podamos «desimplicar• entos ac­
de los cuadros que produjo
50
Este nivel metodológico, que es el segundo nivel de la se­
miótica, está conectado con otro nivel, el teórico. Se trata de
esa pintura. O bien, del mismo modo, debemos preguntar­ un nivel necesario, porque en él debemos ser capaces de de­
nos si este tipo de práctica-teoría de la pintura del siglo XVJI finir y justificar las categorías que se usan en el momento
de Amsterdam se puede comparar con la idea de signo que, . empíriéo y el metodológico. Si se habla de intersubjetividad
también en este caso de forma implícita, podía tener la cien­ (o interobjetividad), será necesario que alguien explique lo
cia de la época. Así por ejemplo Boyle, por citar un caso co­ que se entiende por «sujeto .. , cuál es la relación entre un
nocido, es el científico que más o menos en ese periodo vuel­ "sujeto» y, digamos, un "actor ... La semiótica debe dotarse
ve a inventar la noción de vacío; con lo que enfureció a un de un lenguaje teórico que sea responsable en relación con
filósofo como Hobbes. Si quitamos todo el aire de una esfera los métodos que usa.
de vidrio -simplifico horriblemente-, todo lo que queda Cuarto y último nivel: el epistemológico. Todas las buenas
ahí dentro, dice Boyle, es el vacío. Lo importante para noso­ teorías, para ser responsables, deben explicitar su posición
tros es que, para formular esta idea, Boyle necesita modifi­ filosófica. De modo que si por un lado la teoría semiótica
car la noción de referencia de un modo, repito, implícito. Si sirve para motivar los métodos de análisis empírico, por
Hobbes se enfurece tanto por el vacío de Boyle es porque és­ otro debe basarse en alguna forma de epistemología. La
te indica el vacío, se refiere a algo que ·desde los tiempos de teoría será tanto más fuerte cuanto más capaz sea de expli­
Tales, al no existir, no podía incluirse en una operación síg­ citar sus mecanismos epistemológicos de fondo.
nica de reenvío. Boyle, lo mismo que Spinoza y los pintores Pero ¿cuáles son los eslabones que faltan? Son los que de­
de la época, tenía wia idea del signo que la vocación empíri­ berían unir estos cuatro niveles ---que he simplificado
ca de la semiótica, trabajando con sus textos, puede ayudar a aquí-, pero a menudo, en la investigación semiótica, no
entender. Si la semiótica es wia disciplina eminentemente fi­ consiguen estar presentes de un modo claro y eficaz.
losófica no es porque estudie los signos filosóficamente, ni Por ejemplo, están los que hacen descripciones textuales
porque indague sobre lo que dicen los filósofos de los signos. (literarias, pictóricas, etc.) y -con un curioso •efecto tú­
Es filosófica porque tral,.:._:a con las imágenes del pensamien­ nel- las relacionan directamente con una hipótesis filosó­
to subyacentes a los textos que sabe y quiere analizar. Unos fica, sin pasar por los niveles intermedios, metodológico y
textos que, obviamente, también pueden ser filosóficos. teórico. Se trata de un efecto túnel porque, al no pasar por
Así, si el empírico es el primer nivel de la semiótica, hay todas las etapas que hay entre empiria y filosofía, casi
que relacionarlo con el segundo nivel, el metodológico. Para siempre se acaba por ilustrar una hipótesis filosófica ya co­
describir los funcionamientos de sentido necesitamos méto­ nocida, o sea, simplificando mucho, por no llevar a ningún
dos. Por métodos entiendo una serie de conceptos formados incremento de conocimiento. Si quieren justificar una hipó­
e interdefinidos, pero sobre todo responsables de su propia tesis filosófica no se preocupen: siempre hallarán un texto
interdefinición. Si alguien habla de «sujeto" y «predicado", que, convenientemente escorzado, les proporcione alguna
al mismo tiempo debe ser capaz de explicar la relación en­ cita que podrá servir de ejemplo. Pero en estos casos la re­
tre ambos. Igualmente, si se habla de «sujeto,. y «objeto .. lación entre filosofia y texto es pura tautología.
hay que explicar su relación. Y si se habla de «intersubjeti­ Luego están los que no se plantean el problema de la co­
vidad", quiero saber qué significa este término, pero tam­ nexión entre el método descriptivo y la teoría. A menudo en
bién quiero saber qué significa su posible correlato, la «in­ los modos de describir los textos -aunque sean de gran ri­
terobjetividad,. (Wl término menos extraño de lo que parece queza- se piensa que estos no tienen responsabilidad al-
en una época como la nuestra, en que los objetos conversan
entre sí y a menudo hablan de nosotros). 52

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guna C(!n respecto a la interdefinición de los conceptos que
van a usar, es decir, no se aplica ninguna teoría capaz de
explicitar su modo de actuar, con lo que se corre el peligro
de sacrificar gran parte de su riqueza en el altar del puro desgracia, dentro de la caja ne'g:ra de la indagación semióti­
1
empirismo o de la intuición inexplicable. ca la fa�ta de �stos eslabones nos permite una tipología de
_
Otro posible eslabón que falta es el que se sitúa entre un los d1stmtos tipos de corrientes semióticas: las que dejan
método y una teoría. Hay muchos métodos que remiten caer la filosofía con respecto al análisis de signos pequeños
tranquilamente a un principio filosófico sin pasar por una las que ponen en contacto los textos directamente con las te�
teoría que transforme las categorías descriptivas en con­ rías usándolas como ilustraciones de lo ya conocido, y las
ceptos. Pensemos, por ejemplo, en muchos especialistas de que usan métodos co�pletamente ciegos e irresponsables.
_
inteligencia artificial, discutidos también en el campo se­ Bien, este es el conJunto de eslabones o anillos que debe­
miótico, que al abordar distintos problemas relacionados m�s buscar, sin olvidar que en los cuentos, cuando se gira un
con la corporeidad invocan a Merleau-Ponty y Husserl con amllo, a menudo sucede algo. Trataremos, pues, de girar al­
.
la esperanza de construir un puente entre la práctica de la guno de estos arullos en nuevas direcciones de investigación.
inteligencia artificial y las teorías fenomenológicas de la per­
cepción. El problema es que entre la invocación filosófica
del cuerpo y la intercorporeidad de tipo husserliano, y la
construcción de una simulación de una mente, hay que co­
locar algo. Algunos lingüistas (Lakoff, por ejemplo) han
pensado que este espacio intermedio podría estar ocupado
por la metáfora. Si las metáforas, como se puede demostrar,
contienen una descripción simuladora de fenómenos de cor­
poreidad, no habrá que dotar a los ordenadores de palabras
o léxicos, sino de metáforas, unas metáforas que incluyan
las dimensiones del cuerpo.
El último eslabón que falta es el que se sitúa entre teoría
y epistemología. Muchos estudiosos usan conceptos sin te•
ner una base epistemológica sensata. Pensemos, por ejem•
plo, en la cuestión de la división entre percepto, afecto y
concepto. Una distinción fundamental, sin duda alguna.
Pero ¿cuál es la interdefinición de los elementos? ¿Cómo se
define la afectividad con respecto a la perceptividad? ¿Cómo
se define el concepto con respecto al percepto y al afecto?
Como vemos, es indispensable una filosofia que dé funda·
mento a esta distinción meramente teórica.
De modo que, para terminar, los eslabones que faltan son
estos: el que une epistemología y teoría, el que une teoría y
método, y el que une método y descripción empírica. Por
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