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MIQUEAS EL PROFETA DEL JUICIO Y MISERICORDIA

ASPECTOS RELEVANTE DE MIQUEAS


PROFETA MIQUEAS

El nombre de Miqueas significa "¿Quién como Jehová?" No se sabe prácticamente nada del
profeta, aparte del poblado en que residía, y el tiempo y lugar de su ministerio. Provenía de un
pueblo pequeño llamado Moreset-gat, que se encontraba a unos treinta kilómetros al suroeste de
Jerusalén. Eusebio y Jerónimo citan una tradición que ubicaba el lugar no lejos al este de
Eleuterópolis. El profeta era judío de nacimiento. Profetizó en Jerusalén y era el contemporáneo
más joven de Isaías (compárese Isaías 1:1 con Miqueas 1:1) En Miqueas hay algunos pasajes
paralelos a los de Isaías, sobre todo Miqueas 4:1-5 con Isaías 2:2-4. Se lo ha confundido, a causa de
la identidad del nombre, con Micaias, hijo de Imla (1 Reyes 22:8 - en el original, el nombre de estos
dos personajes deriva de un mismo nombre) que ministró durante el reinado de Acab. Como
contemporáneo de Isaías, Oseas y Amós, su obra tuvo lugar en la segunda mitad del siglo ocho a.c.
El profeta no menciona a ningún rey del reino del norte, o sea de Israel. Sólo los profetas de Israel
mencionan a los reyes de ese reino.

Jeremías cita a Miqueas (Miqueas 3:12 en Jeremías 26:18, 19) y nuestro Señor Jesucristo también
(Miqueas 7:6 en Mateo 10:35, 36). La profecía de Miqueas se divide fácilmente en tres partes:
capítulos 1 y 2; capítulos 3 al 5 y capítulos 6 y 7. Cada división está marcada por la palabra "Oíd"
(1:2; 3:1; 6:1). Cada una de las divisiones del libro comienza con una reprensión por el pecado,
luego siguen el anuncio del juicio y la promesa de bendición en el Mesías.

LAS PROFECIAS DE JUICIO CONTRA ISRAEL Y JUDA


Si el mensaje del libro de Jonás es el amor de Dios para todas las naciones, el de Miqueas se
refiere al juicio que vendría sobre Samaria y Jerusalén. Las profecías de este libro están dirigidas
sobre todo a las ciudades capitales, como centros de influencia de toda la nación. Los versículos 1
y 5 del capítulo 1 indican que se tienen en perspectiva tanto el reino del norte como el del sur. El
Señor se revela inmediatamente como Juez. El llamado a oír está dirigido en 1 :2 a todos los
pueblos; en 3:1 a los príncipes de Jacob y a los jefes de la casa de Israel, y en 3:5, a los falsos
profetas. El primer emplazamiento para oír se dirige no sólo a Israel, sino a todas las naciones. Han
de ser no jueces sino testigos del juicio de Dios. Es el Señor el que habla desde el cielo y testifica
contra su pueblo Israel.

Los acontecimientos históricos que se representan aquí fueron la destrucción del reino del norte
por Salmanasar, la invasión que llevó a cabo Senaquerib y la invasión de Nabucodonosor.

Miqueas declara aquí en forma directa qué fue la causa del castigo de Dios: la transgresión de
Jacob y los pecados de la casa de Israel. La ira de Dios había de caer sobre toda la nación, pues
todos estaban involucrados. Para poner de manifiesto con mayor claridad a los culpables, el
profeta pregunta cuál (literalmente quién) es la causa del pecado en Israel. La respuesta revela
que las capitales eran las sedes de la corrupción, tanto en el reino del norte como en el del sur.
Samaria y Jerusalén son núcleos de corrupción.

Los lugares altos eran sitios en las montañas y los collados, donde se erigían altares para los
sacrificios a los ídolos (2 Reyes 12:3; 14:4; Ezequiel 6:6). A continuación, se describe la destrucción
de Samaria por los asirios. La hermosa ciudad iba a convertirse en sólo un montón de piedras. Iba
a quedar tan completamente desolada, que la región volvería a convertirse en campos de
labranza. Es probable que el lugar fuera originalmente un viñero (1 Reyes 16:24).

El don de una ramera del que se habla en el versículo 7 se refiere al pago que se le daba a una
ramera o prostituta del templo, como sucedía entre los fenicios (Deuteronomio 23:18; Os888 9:1;
Isaías 23:17). Aquí evidentemente la palabra significa las imágenes, como también los dones,
erigidos en los templos de los ídolos por aquellos que creían haber recibido beneficios del dios
inútil. Probablemente estos dones serían usados de nuevo por los paganos, para sus ídolos.
Terrible es la paga del pecado, y Samaria iba a recibir su castigo en forma completa.

El castigo cae sobre Juda.


Luego de haber descrito en forma gráfica la condenación de Samaria, el profeta de Dios dirige
ahora sus palabras y predicciones al reino de Judá. Expresa de qué modo el juicio lo afecta
personalmente. Su pena es genuina: se lamenta, aúlla y anda desnudo (una señal de duelo, 2
Samuel 15:30). Se compara su aullido con el de los chacales por su gemido; su lamento se asemeja
al de los avestruces por su sonido lúgubre (véase Job 30:29 en su profundo pesar). La pena del
profeta es todavía mayor, por cuanto el juicio no se detiene en Samaria. Se extiende por toda la
tierra e incluye también a Judá. El golpe causa una herida incurable porque llega al corazón mismo
de la nación, incluso a Jerusalén. La misma potencia asiria que venció a Samaria y al reino del
norte amenazarla también a Judá y Jerusalén. {Véase también Isaías 10 y 36.) Los que han sido
compañeros en el pecado, están condenados a ser compañeros en el juicio. Es una solemne
verdad espiritual a la que todos haríamos bien en atender.

Condena de muchas ciudades


Desde el versículo 9 en adelante se encuentra la predicción de los efectos de la invasión de
Senaquerib y su sitio de Jerusalén. El último versículo del capítulo 1 parecería como que lleva la
verdad del juicio de Judá a la época de la cautividad babilónica. Las ciudades de Judá que habían
de experimentar el azote de la invasión asiria aparecen enumeradas y se predice el juicio de cada
una de ellas.

Las primeras ciudades mencionadas se encuentran en la región montañosa de Judá. El enemigo va


desde Samaria huta Jerusalén. Las siguientes ciudades se encuentran en las cercanías inmediatas
de Jerusalén; luego se enumeran las poblaciones de las tierras bajas de Judá, adyacentes al
territorio de los filisteos. Nótese que no se dice que la capital esté destruida.

Ante todo, Miqueas exhorta al pueblo a que no dé a conocer las noticias de la desolación de la
tierra a la ciudad filistea de Gat. El desastre de Judá debe ser mantenido oculto de los enemigos
filisteos de Israel, porque el profeta teme el regocijo vengativo de los enemigos del pueblo de
Dios.
En señal de aflicción (Josué 7:6), Miqueas se revolcó en el polvo en Bet-le-afra ("casa de polvo").
De este modo se le hizo saber al pueblo que iba a tener que lamentar su ruina en su propia tierra.

El versículo 14 se ha interpretado de distintos modos. Algunos sostienen que Moreset-gat se había


de llenar con dones para el enemigo; otros tienen la opinión de que se la concederla como ayuda
necesaria, en tanto que otros más entienden que la ciudad misma (su nombre significa posesión o
herencia) llegarla a ser heredad del enemigo al ir a la cautividad. La última interpretación es
probablemente la mejor. La dote era el don que un padre le daba a su hija con motivo de su
matrimonio. El hogar del profeta Miqueas caería en manos del adversario asirio cuando éste
invadiera la tierra. Las casas de Aczib (que significa "mentira" y que era probablemente un lugar al
suroeste de Adulam) frustrarían las esperanzas de los reyes de Israel, la dinastía de Judá, que
buscarían ayuda en ella. Los aczabim del Antiguo Testamento son arroyos que en el verano se
secan, engañando de este modo al viajero sediento (Jeremías 15:18).

Después de mencionar doce ciudades, Miqueas se dirige a Israel mismo. El profeta lo exhorta a
que se rape y corte el cabello por sus amados hijos, porque se verá despojado de ellos en forma
repentina. En Deuteronomio 14:1 se prohíbe la costumbre de afeitarse la cabeza; no obstante, se
siguió practicando entre el pueblo. Era una de las costumbres de luto (Isaías 15:2; Jeremías 16:6).
Se compara su calvicie con la del águila calva o la del buitre, cuyo cuello y cabeza carecen de
plumas.

De este modo, el capítulo 1 concluye con el cuadro de un implacable juicio y condena sobre las
ciudades del pueblo de Dios, a causa de su incurable pecado y transgresión de idolatría. El castigo
que les aguarda está impreso de modo indeleble en los nombres mismos que llevan. La actividad
más desastrosa que conoce el hombre es el pecado. Sus consecuencias son espantosas y se
describen en forma extensa en las páginas de las Sagradas Escrituras.

En el primer capítulo de Miqueas hay unas diez expresiones que señalan la triste y aflictiva
condición de las ciudades de Judá e Israel. El profeta Miqueas no podía contemplar
desapasionadamente la escena de destrucción y estrago. Su pena era inconsolable. Sin embargo,
lo que contemplaba era solamente una invasión temporal de Senaquerib y una cautividad en
Babilonia que duró sólo setenta años, aun cuando fueron amargos y abrumadores.

Loe pecados notorios de Israel Si en el capítulo 1 se atacan valerosamente los pecados del pueblo
de Dios contra el Señor, en el capítulo 2 se reprocha de modo igualmente claro y desprovisto de
temor los crímenes en contra del hombre. Se indica que la violencia y la opresión son razones
morales para el juicio de Dios. El profeta Miqueas pronuncia un lamento sobre los nobles de la
tierra (Isaías 5:8) porque de noche, en sus casas, se ocupan en premeditar el mal, concibiendo el
plan y desarrollando el esquema total o disponiendo los modos y medios, y finalmente poniendo
en operación la trama al llegar la mañana.

El versículo 2 pone en claro lo que se proponen los malos con sus perversas maquinaciones.
Codician los campos y las propiedades de los demás, y se apoderan de ellos mediante la violencia y
la opresión, como lo hicieron los malvados Acab y Jezabel con la heredad de Nabot (1 Reyes 21).
Cuando quiera que se tratan livianamente los derechos de Dios, los derechos del hombre no
pueden esperar un trato mejor. Como en los días de Noé, cuando los caminos de los hombres se
corrompen delante del Señor, llenan la tierra de violencia. No se necesita ser clarividente para
establecer un paralelo con la situación de nuestros días.

La nación en el exilio En contraste con las maquinaciones malvadas de los impíos, el Dios justo le
advierte a la nación, con referencia especial a quienes cometen los hechos de los versículos 1 y 2,
que está preparando un mal contra ellos. Pondrá sobre ellos un yugo del cual no podrán.

retirar su cuello. Este yugo impuesto por Dios es la invasión de la tierra por el enemigo y el exilio
del pueblo de su tierra. Ya no caminarán erguidos los grandes de la tierra, pues el yugo que
tendrán sobre el cuello se lo impedirá. Será una hora mala, el tiempo de su cautividad (véase Amós
5:13). Para aumentar la miseria de Israel en la hora de su calamidad, sus enemigos levantarán un
refrán sobre ellos para escarnecerlos y burlarse de ellos. Evidentemente, utilizarán las propias
palabras de Israel. Las tres palabras hebreas (naha, nehi y nihya, constituyen un expresivo juego de
palabras) dan la impresión de un gemido monótono: "lamentar con gemidos sollozantes".
Entonces los que sufran el castigo en Israel lamentarán el hecho de que Dios les haya dado su
tierra a las naciones circundantes.

El versículo 5 ha sido interpretado de varios modos. Se dice que en Israel no queda.na nadie con
autoridad para dividir la tierra y establecer los linderos. También se ha sugerido que se hace
referencia a la división de la propiedad de un hombre entre sus hijos, después de su muerte; a los
impíos de Israel no les quedará nadie que reciba la herencia. El probable significado de este pasaje
es el siguiente: a causa de los pecados mencionados en los versículos 1 y 2, nadie recibirá herencia
o posesión asignada.

Los falsos profeta


Las maquinaciones malignas, la codicia, la opresión y el orgullo van acompañados por una dureza
de corazón que no les permitirá oír el mensaje y la palabra que vienen del profeta de Dios. No son
sólo los falsos profetas los que les prohíben a los verdaderos profetas que anuncien los juicios
inminentes del Señor, sino que Israel, como tal, le ordena al profeta verdadero que guarde silencio
cuando les predica un mensaje del Señor que no es de su agrado (véase Isaías 30:10; Amós 2:12;
7:16). Dios le toma la palabra al pueblo y, en el juicio, les cumple su deseo maligno. No tendrán
profetas que les profeticen; pero, con la misma medida, no les será quitada su vergüenza. Si los
profetas verdaderos no profetizan a los injustos (versículos 1 y 2) a causa de sus pecados, la
deshonra y la vergüenza no se apartarán de la nación, sino que caerá sobre ellos destrucción.
Cuando al hombre se le cumple su deseo, un deseo que no procede del Señor, siempre va
acompañado de pobreza de alma. Ahora el profeta Miqueas se enfrenta a la acusación de que la
ausencia de profecías de bendición puede deberse a una escasez por parte del Espíritu del Señor.
¿Es su compasión menor que como ha sido en el pasado? No necesitan preguntarse si tales
amenazas del profeta de Dios están de acuerdo con la misericordia y la gracia del Señor. ¿Se
complace Dios en sus predicciones de juicio? En primer lugar, es a causa del pecado de Israel que
fueron necesarias las predicciones de castigo hechas por los profetas. En forma repetida, las
Escrituras aclaran que el corazón de Dios no se complace en afligir a sus criaturas. El castigo es tan
sólo el resultado de que sus súplicas amorosas son despreciadas y desatendidas.
Si tan sólo hubieran caminado con rectitud, el Señor siempre se habría deleitado en bendecirlos.
Dios habría captado el arrepentimiento, de haber habido, y habría actuado a favor de los piadosos.
Por consiguiente, los tratos del Señor con ellos no tenían restricciones, sino que la culpa era de
ellos.

PROFECIA DE MIQUEAS SOBRE LA BENDICION Y RESTURACION FUTURA PARA SU PUEBLO

Después de una denuncia tan vívida de los pecados de Israel, difícilmente se esperaba que
Miqueas cerrara esta porción de su profecía con una promesa de bendición y restauración futuras.
Por eso algunos interpretan los dos últimos versículos del capítulo 2 como un anuncio de castigo y
no como una promesa de liberación. Sin embargo, las transiciones repentinas no son cosa
desconocida en los profetas (véase Oseas 2:2; 6:1; 11:9). Tales casos podrían multiplicarse en
todos los escritos proféticos. Por consiguiente, el cambio brusco que hay aquí va totalmente de
acuerdo con los métodos de los profetas. También es preciso que recordemos siempre que Dios se
complace en mostrar misericordia y procura siempre bendecir. El profeta predice, con palabras
enfáticas, la restauración de Israel después de la dispersión. Tanto Jacob como Israel, las diez
tribus y Judá, volverán a unirse. La restauración después de la cautividad de Babilonia por medio
de Ciro no puede agotar la promesa, pues aquélla fue parcial y nuestro profeta dice: "te juntaré
todo". La nación reunida otra vez será conducida a un lugar de ricos pastos. Bosra era famosa por
sus excelentes pastos (2 Reyes 3:4), y las ovejas de Bosra pueden haber sido tan famosas como las
vacas de Basán (Amós 4:1) y los cameros de Nebaiot (Isaías 60:7). Cuando se reúnan, harán un
gran estruendo, como es usual en una gran multitud de personas. La promesa del versículo 12 es
realmente conmovedora; pero lo mejor de la predicción se encuentra todavía en el futuro. El
pueblo de Dios no volverá a reunirse como ovejas sin un líder. El quebrantador, el que abre
caminos y quita obstáculos irá delante de ellos. Este no es otro que el Mesías de Israel que derriba
todo obstáculo que haya en el paso de su pueblo. En este versículo tenemos tres veces la bendita
promesa de que, así como Él fue delante de ellos cuando salieron de Egipto (éxodo 13:21 y
Deuteronomio 1:30, 33), así el Señor irá delante de ellos en el día venidero, y permanecerá a la
cabeza del pueblo (Isaías 52:12). Cuando el Mesías despeje el camino, se abrirán paso desde las
ciudades enemigas donde habrán sido mantenidos cautivos, y pasarán por las puertas. Nadie
podrá impedir la restauración, porque la obra de su Mesías prometido hecha a su favor será eficaz.
Se ve aquí a Cristo en su triple plenitud de: Quebrantador, Rey y Jehová. Todas las bendiciones de
Israel para todos los tiempos están relacionadas de modo inseparable con el Bendito de Jehová:
Cristo, el Señor.

La redención venidera más gloriosa provoca alabanza del carácter y la gracia de Dios, tal y como
sucedió cuando el Señor liberó a Israel de Egipto. En adoración ante la bondad de Dios, Miqueas
exclama: "¿Qué Dios como tú?" Es evidente la alusión al propio nombre de Miqueas. Esta pregunta
fue hecha por primera vez junto al mar Rojo (éxodo 15:11). Dios es el que perdona la maldad y
olvida la transgresión del remanente de Israel. No se deleita en castigar, sino que ama conceder su
misericordia y su gracia (Salmo 103:9, 10; Isaías 57:16). Sepulta las iniquidades de los piadosos y
echa todos sus pecados en lo profundo del mar, lo que constituye una alusión a éxodo 15:4, 10.
Sus pecados serán echados en un eterno olvido.
Principios de Miqueas para la actualidad
 Dios juzgará a los líderes injustos, y a todos los que practican el pecado.
 Dios no acepta alabanza de los que practican el pecado.
 Es posible tener esperanza en Dios en medio de la violencia y la opresión.

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