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1.1 Presentación
1
Véase el planteamiento epistemológico en R.S. Rudner, Filosofía de la ciencia social (Madrid, Alianza,
1980), pp. 131 ss. Aquí Rudner establece los problemas de la investigación teleológica en relación al
funcionalismo. Una perspectiva diferente es la de R.K Merton en Ambivalencia sociológica y otros ensayos
(Madrid, Espasa-Calpe, 1980), pp. 133-221.
2
J.K. Galbraith, El nuevo Estado industrial (Barcelona, Ariel, 1984). Galbraith relaciona el sistema de la
motivación psicológica con la estructura de la empresa.
3
H.I. Schiller, en El Imperialismo USA en la comunicación de masas (Madrid, Akal, 1977), deducía de las
palabras del magnate Henri Luce el objetivo final de los canales comunicativos como estrategias de la
conciencia. Una revisión de este planteamiento se encuentra en Y. Eudes, La colonización de las conciencias
(Barcelona, Gustavo Gili, 1984), pp. 50-68.
4
D. Martindale, La teoría sociológica. Naturaleza y escuelas (Madrid, Aguilar, 1968), pp. 34 ss.
1
veremos, el éxito de las aplicaciones de esta tecnología social está en el “olvido” del
estudio y análisis de sus supuestos gnoseológicos y ontológicos.
2
la acción volitiva del hombre y determina su acción de un modo que con posterioridad se va
a calificar de “instrumental”.
Es un hecho indiscutible que según sean los principios de los que se parte, así son las
conclusiones a las que se llega. En consecuencia, la sociología de la comunicación
funcional-conductista está implícita en James y en las conexiones que éste establecerá con
Spencer, Wundt y Renouvier.
En el Briefer Course, nombre resumido de Text-Book of Psychology, James define la
conciencia como proceso continuo de experiencias. 7 La defensa del “empirismo radical”
frente al absolutismo de Hegel inicia el conflicto de las “dos visiones” antagónicas de
nuestro siglo. La crítica frontal contra Hegel y la dialéctica –crítica que vertebra The Will to
Relieve (La voluntad de creer) y The Varieties of Religious Experience (Las variedades de
la experiencia religiosa)-8 se concentra en un acercamiento del pragmatismo al sentido
común. En la conferencia quinta de Pragmatismo. Un nuevo nombre para algunos antiguos
modos de pensar, se dice: “Así pues, aparece el sentido común como un estadio que
satisface de un modo extraordinariamente acertado los propósitos por los que pensamos”.
El sentido común –el privado y el social, constitutivo del privado- es el garante de la verdad
y, por lo tanto, una proposición es verdadera en función de la vida concreta. La
funcionalidad es el resultado de aquello que cree verdadero el sentido común práctico vital.
La conversión de la filosofía en psicología organicista fue la aportación de James,
fundamentada en sus últimas obras, como Problemas de la filosofía. Comienzo de una
introducción a la filosofía (1911) y Ensayos sobre el empirismo radical (1912),9 obra ya
tardía. Sin embargo, si James encauzó la totalidad de un paradigma científico, a John
Dewey y a Charles Sander Peirce les cabe el mérito de reconciliar áreas científicas alejadas
entre sí.
El organicismo de Dewey –con fuertes influencias de la estructura filosófica de la
fenomenología hegeliana sobre el movimiento del espíritu- funda gran parte de los
principios conceptuales de la teoría comunicativa estadounidense. Conceptos como
“respuesta”, “instrumento de comportamiento” y, sobre todo, “equilibrio” nacen como
teoría de investigación social. El proceso colectivo es siempre una restauración de las
relaciones de evolución hacia el equilibrio. Pero esta evolución no se fundamenta en lo
histórico sino en lo biológico. Hay un plan adecuado al equilibrio en el proceso social de
base orgánica y, consecuentemente, se mantiene un programa de investigación muy
caracterizado por el mecanismo como, por ejemplo se explica en Experiencia y naturaleza
(1925).10
El armazón terminológico, la problemática objeto de investigación y las soluciones
manifiestan una integración teorética típica del macrofuncionalismo y de sus áreas
primordiales de estudio.
Los orígenes pragmatistas y organicistas de la teoría sociológica norteamericana
también inciden en las derivaciones posteriores de la sociología de la comunicación. Es
interesante matizar cómo la sociedad estadounidense reafirma el proyecto positivista de
7
W.A. James, The Principles of Psychology (Nueva Cork. Holt, 1890). Vols. I y II.
8
W.A. James, Talks to teachers on psychology and to students on some of life´s ideas (Nueva York, Holt,
1899). También W.A. James, The Varieties of Religious Experience (Nueva York, Holt, 1902).
9
En castellano, véase W.A. James, Pragmatismo. Un nuevo nombre para algunos antiguos modos de pensar
(Buenos Aires, Aguilar, 1975), especialmente la conferencia quinta: “El pragmatismo y el sentido común”.
10
En donde mejor se observan los fundamentos pragmatistas de Dewey es en el artículo “Psychology and
social practice”, en Psychological Review (1900), 2, pp. 105-124.
3
alcanzar una Física de lo social. El ideal comtiano se hace realidad por los imperativos
económicos, políticos y culturales de la nueva sociedad.
Si consideramos con Don Martindale que la sociología es la filosofía de la sociedad
industrial, del mismo modo que la teología fue la filosofía de la Edad Media, es lógico que
triunfase en los Estados Unidos esta nueva línea del pragmatismo filosófico –en criterio del
citado Martindale.11
James y Dewey habían puesto los cimientos teóricos conciliables con las
experimentaciones de la naciente psicología behaviorista de Watson y con los estudios
ecológicos de los precursores y creadores de la escuela de Chicago. Estos modelos de
estudio entre sujeto y contexto ambiental marcan definitivamente el paradigma
comunicativo norteamericano.12
Por lo tanto, la epistemología se hace funcionalista porque el funcionalismo es el tipo
de explicación que mejor se concilia con la trayectoria de la sociedad norteamericana.
En principio, el funcionalismo es un método de la antropología social y cultural. Al ser
un método antropológico, fenómenos como los de tipo simbólico, de ritualización, cohesión
y desviación habían sido descritos y explicados desde el sistema de conceptos función-
disfunción. En Una teoría científica sobre la cultura, Malinowsky esbozaba un modelo
explicativo en el que el término de “equilibrio” daba coherencia al conjunto de acciones
sociales.13 De aquí que, siguiendo el planteamiento funcionalista antropológico, resultara
fácil de dar el paso de las sociedades de estructura compleja, como las industriales.
Por consiguiente, la interdisciplinariedad metodológica del funcionalismo continuaba la
herencia y tradición pragmatista, aunténtico a priori de los modelos científicos de finalidad
práctica.
Los métodos empíricos de las ciencias fisiconaturales se convierten en una obsesión
para los teóricos sociales. Los avances de la ingeniería, las previsiones de la economía y de
la física, y los vertiginosos descubrimientos de otras ciencias experimentales, van “tiñendo”
la metodología sociológica. Sólo así se explica la paulatina introducción de la matemática
estadística en la investigación social.
Durkheim había correlacionado en su libro sobre El suicidio las variables que incidían
en la personalidad suicida. La religión o su carencia, el status del casado, viudo o soltero, el
rol de hombre o mujer, etc., eran otros tantos determinantes en la valoración sociológica de
este fenómeno de autodestrucción.14 Pero principalmente la psicofisiología utilizaba tesis y
escalas con un grado de precisión bastante aceptable. En definitiva, la sociología iba a
recoger una síntesis de métodos entre los que sobresalía la encuesta social.
Sin embargo, no se pueden desligar las causas sociales de los primeros estudios
empíricos llevados a cabo en los Estados Unidos. Entre 1909-1914, la Pittsburgh Survey
subvencionó la primera gran encuesta sobre las relaciones industriales de la población
11
D.Martindale, La teoría sociológica. Naturaleza y escuelas (Madrid, Aguilar, 1968),pp. 348-356.
12
Consúltese E.A. Shils. “The Present Situation in American Sociology”, en Pilot Papers (dir. Ch. Madge)
(1947), II, 2.
13
Véase B. Malinowsky, Una teoría científica de la cultura (Barcelona, EDHASA, 1970), fundamentalmente
la segunda parte, dedicada a definir los principios de la teoría funcionalista. Un estudio muy completo sobre el
método funcionalista se halla en M. HArris, El desarrollo de la teoría antropológica (Madrid, Siglo XXI,
1987), pp. 445-491. Consúltese también E. Nagel, La estructura de la ciencia (Barcelona, Paidós, 1981), pp.
468-481 (“El funcionalismo en la ciencia social”).
14
E. Durkheim, El suicidio (Madrid, Akal, 1976).
4
obrera.15 Los seis volúmenes a los que dio lugar esta enorme encuesta brinda un ejemplo de
la dirección que la sociología descriptiva va a seguir en unión de la psicología social.
Tanto Robert Ezra Park, creador de la escuela de Chicago, como Charles Horton
Cooley estudiarán la estructura social a través de la psicosociología empírica de sus
grupos.16 En el libro Social Organisation, de Cooley, el grupo se entendía desde una
perspectiva cercana a la investigación de McDougall17 sobre la conducta de masas.
McDougall –autor con el que Freud polemizará en su Psicología de masas y análisis del yo
–justificará el comportamiento de las nacientes masas sociales apelando a una
sociofisiología claramente evolucionista. La teoría hórmica (“norma” es el concepto de
supervivencia en el libro Introduction to Social Psychology de McDougall) sostenía sobre
una teoría de los instintos irracionales sus hipótesis de la actuación colectiva. Las
influencias de McDougall no se harán esperar. A partir de Allport, Hull y Tolman, 18 los
principios de McDougall entran en la psicología conductista pero también en la sociología
y, determinantemente, en la sociología de la comunicación.
A partir de la hegemonía del conductismo y de su aplicación al estudio de la conducta
colectiva, los instintos irracionales centrarán las principales aportaciones de la psicología
social extrapolada a los análisis comunicativos. En definitiva, el progreso de la teoría
macrosociológica estará directamente relacionado con la acción de las denominadas
“instituciones de mediaciones”. Kornhauser subraya esos fenómenos de mediación entre el
“hombre masa” y las elites, y los asimila a la problemática central de la sociedad de
multitudes anónimas.19
Conjuntamente con el pragmatismo filosófico y el funcional-conductismo
psicosociológico, los antecedentes de la formación del paradigma comunicativo
norteamericano no estarían completos sin hacer una referencia a la obra lógico-semiótica de
Charles S. Peirce.20
Peirce, contemporáneo de James y Dewey, representa el lado semiótico del
pragmatismo. Su vida, que transcurre entre 1839 y 1914, refleja las contradicciones de una
mente teórica en una sociedad fundada sobre el criterio de lo útil y rentable. Sus Collected
Pappers resumen el intento más riguroso por tratar de esclarecer la forma lógica de la
relación signo-objeto. La ciencia del descubrimiento que debe ser la filosofía en cuanto
lógica de relaciones, impulsa una teoría de los signos de carácter múltiple; esto es, una
semiótica lingüística donde el significado se convierte, desde una perspectiva pragmática,
en regla de acción. Antonio Tordera escribe:
El hecho de que Peirce proponga la tríada ícono, índice y símbolo como necesaria para una
propuesta general y completa del lenguaje, implica que fue pensada como teoría de la
significación. De hecho, el contexto científico de la máxima, y el de los signos, semiótico, son
15
Véase el artículo de E.A. Shils ya citado en la nota 12.
16
Un estudio que recoge las propuestas clásicas sobre el tema es el de J.Maisonneuve. La dinámica de los
grupos (Buenos Aires, Nueva Visión, 1981),pp. 54-93. Y asimismo un análisis continuador de la línea
experimental se halla en H.Tajfel, Grupos humanos y categorías sociales (Barcelona, Herder, 1984),pp.193-
257.
17
W.McDougall, Introduction to social psychology (Londes, Williams & Norgate, 1912).
18
M.H. Marx y W.A. Hillix, Sistemas y teorías psicológicos contemporáneos (México, Paidos, 1985), pp.
306-454.
19
W. Kornhauser, Aspectos políticos de la sociedad de masas (Buenos Aires, Amorrortu, 1969).
20
La recopilación más ajustada sobre este autor de encuentra en Collected Papers (Massachusetts, The
Belknap Press of Harvard University Press, 1965.1966). En castellano: La ciencia de la semiótica (Buenos
Aires, Nueva Visión, 1974) y Mi alegato en favor del pragmatismo (Buenos Aires, Aguilar, 1971).
5
complementarios desarrollando el mismo principio, la conexión de acción y significado, en campos
distintos.
En cuanto reenvío al futuro, al hábito que producirá, se asume en el interpretante la misma
concepción del significado presente en el pragmatismo. Más, al mismo tiempo, la formulación
explícita del interpretante lógico en forma de hábito, o disposición a actuar, introduce el concepto
de acción en el núcleo de la semiótica de Peirce.21
Un signo o representamen es algo que está, con respecto a alguien, por alguna otra cosa en
algún aspecto o capacidad. El signo se dirige a alguien, esto es, crea en el espíritu de aquella
persona un signo equivalente o incluso más desarrollado. El signo que éste crea lo llamo
interpretante del primer signo. El signo está por alguna cosa que es su objeto. Está en lugar de
aquel objeto no en todos sus aspectos, sino con referencia a una especie de idea que yo llamo el
fundamento del signo.23
21
A. Tordera. Hacia una semiótica pragmática (Valencia, Fernando Torres, 1978), pp. 149-150.
22
Id.,ibid.,pp. 46-52 (“La sombra de Kant”).
23
Ch. S. Peirce, La ciencia de la semiótica (Buenos Aires, Nueva Visión, 1974), pp.22 ss.
24
J. Searle, Actos de habla (Madrid, Cátedra, 1986), pp. 62-80, y J. L. Austin, Cómo hacer cosas con
palabras. Palabras y acciones (Barcelona, Paidós, 1982).
6
La relación entre corrientes filosófica y psicosociológica que han conformado una
“manera” de entender la comunicación, quedaría incompleta si no mencionásemos las
influencias que la cibernética y la teoría general de sistemas han tenido en la
caracterización de los paradigmas de las ciencias sociales en los Estados Unidos25.
La cibernética, definida como ciencia de los sistemas autorregulados, ha impregnado la
epistemología y la metodología comunicativa. Tal impregnación se encuentra en conceptos
como señales -verbales y no verbales-, redes -direcciones y distancias-, ruido -sígnico y
semántico-, retroalimentación y control, y redundancia y equilibrio26.
Estos conceptos, que con la obra de Ross Ashby llegan a su máximo aprovechamiento,
se interconexionan de un modo muy ajustado con los derivados del análisis empírico
funcionalista y con la psicología social experimental. En este sentido, Mervyn L.
Cadwallader (sociólogo de metodología cibernética) comenta:
25
Varios, Tendencias en la teoría general de sistemas (Madrid, Alianza, 1978), pp. 238-288 (“Sobre un
enfoque de la teoría general de sistemas”). También la obra ya clásica de L. von Bertalanffy, Perspectivas en
la teoría general de sistemas (Madrid, Alianza, 1979). Una polémica sobre el tema se halla en N. Chomsky,
S. Toulmin et al. La explicación en las ciencias de la conducta (Madrid, Alianza, 1982), pp. 159-211.
26
Una perspectiva amplia se encuentra en J. Singh, Teoría de la información, del lenguaje y de la cibernética
(Madrid, Alianza, 1976), principalmente el capítulo primero, “Lenguaje y comunicación”, pp. 13-24.
27
A. G. Smith (comp.), Comunicación y cultitra (Buenos Aires, Nueva Visión, 1977, tres tomos), t. 11, pp.
355-356.
7
Harold D. Lasswell, en una obra de 1927 28, inicia la investigación del análisis de las
interrelaciones de audiencias y efectos desde una marcada posición funcionalista. El viejo
pragmatismo influye en los postulados que se desarrollarán posteriormente en la sociología
y la comunicología estadounidenses.
Los estudios sobre comunicación presentan, sin embargo, una constante: cierta visión
instrumentalista. Ese carácter instrumentalista y pragmatista va a dar unidad a las
interpretaciones norteamericanas. Dicha ciencia comunicológica seguirá una línea que va
desde unas primeras concepciones debidas a sociólogos hasta desembocar en una
concepción psicológica fundamentada sobre el modelo cibernético de la teoría matemática
de la información.29 De aquí se llegará a una etapa caracterizada por la experimentación
práctica sobre efectos y audiencias, como se expondrá más adelante. Estas tres etapas
principales se observan referidas a unos o a otros temas durante épocas concretas de la
última historia norteamericana.
Desde finales de la década de 1920, el fenómeno del surgimiento de una serie de
innovaciones tecnológicas transforma vertiginosamente la gran mayoría de problemas
relativos a las ciencias denominadas “sociales”. Estas innovaciones técnicas alteran la
estructura social o los contenidos de conocimiento y culturales de la gran mayoría de la
población. Así, los problemas de las interrelaciones económicas, sociales y políticas pasan
necesariamente por la articulación entre los procesos reguladores de la comunicación
masiva y la relación conocimiento-cultura. La acción comunicativa “mass-mediática” se
interpreta como uno de los hechos sociológicos más determinantes de la problemática
profunda de la civilización industrial. Múltiples problemas humanos de la dinámica de esta
civilización proceden de las influencias derivadas de la acción repetitiva de una serie de
mensajes específicos a través de los medios técnicos. Comunicación masiva, pues, que se
estructura en macroprocesos y microprocesos, haciendo constar asimismo la existencia de
zonas comunicativas diferenciadas.
No obstante, la influencia de la comunicación masiva en procesos de estabilización o de
cambios culturales o sociales plantea una formulación de amplias respuestas. Respuestas
que, desde los años treinta, se han movido en varias corrientes de análisis y hoy en día
parecen atravesar una grave crisis metodológica y epistemológica.
El equilibrio estructural de la organización de la actual sociedad de masas y su
coordinación política descansan sobre un tipo de discurso que opera a partir de la categoría
de “referencia”, categoría asimiladora de la lógica de la cultura de masas. La pregunta que
surge es: ¿Cuál debe ser el enfoque metodológico adecuado que dé cuenta con detenimiento
de los profundos cambios sociales, económicos, políticos y culturales en los que los mass-
media inciden de un modo determinante?
Para responder a esta interrogación, Harold D. Lasswell diseña el primer modelo de
investigación comunicativo. El modelo vendrá a articularse sobre los puntos siguientes:
¿Quién dice? ¿Qué dice? ¿En qué canal? ¿A quién? ¿Con qué efectos?30
28
H- D. Lassweil, Propaganda Technique in the World War (Nueva York, Alfred A.Knopf, 1927).
29
Una exposición sucinta de los principios de la cibernética se halla en W. R. Ashby, Introducción a la
cibernética (Buenos Aires, Nueva Visión, 1976), sobre todo pp. 255-374 (“Regulación v control”).
30
Traducido al castellano en M. de Moragas (comp.), Sociología de la comunicación de masas, (Barcelona,
Gustavo Gili, 1982), pp. 192-206 (“Estructura y función de la comunicación en la sociedad”).
8
La interrelación entre estas preguntas permitirá analizar las áreas comunicativas. De este
modo, con el modelo de Lasswell se posibilitan unos “juegos” combinatorios cuyas
finalidades concretas se aplicarán a la política y a la propaganda.
Para Lasswell, la comunicación masiva comporta ciertas funciones: a) la supervisión o
vigilancia del entorno; b) la correlación de las distintas partes de la sociedad en su respuesta
al entorno, y c) la transmisión de la herencia cultural de una generación a la siguiente.
Aparte el fenómeno de la diversión y del entretenimiento en momentos de ocio.
En cierto modo, Lasswell refleja unas equivalencias biológicas que remiten a la teoría
cibernética, enmarcando la comunicación de un modo fundamental dentro de los procesos
informativos más que dentro de los procesos sociales e históricos.
Lasswell, empero, influirá en la dirección que la comunicología tomará años después.
Para este autor, al tratar de la comunicación hay que referirse a tres categorías de
especialistas: un grupo que vigila el entorno político del Estado entendido como un todo,
otro que correlaciona la respuesta del Estado con el entorno y un tercero que transmite
ciertas pautas de conducta de los viejos a los jóvenes. Por consiguiente, el proceso de
información tiene que estructurarse en “marcos de atención”, de tal manera que sea posible
describir la frecuencia con que un contenido se pone en conocimiento de individuos y
grupos. Entramos en el estudio de la “conductibilidad total” y la “conductibilidad mínima”,
y en el análisis del cierre del circuito comunicativo a través de los “controladores” (gate-
keeper) y mediante los sondeos de opinión. Los circuitos de contacto en dos direcciones se
harán presentes en grandes centros metropolitanos, políticos y culturales. Por lo tanto,
también cabe establecer otra distinción entre control de mensajes y centros o grupos de
manipulación de mensajes. Aquí, Lasswell clasifica a los especialistas de símbolos en
manipuladores (controladores) y expendidores: los primeros modifican el contenido,
mientras que los segundos no lo hacen.31
Sobre la problemática de necesidades y valores, Lasswell se atiene a un modelo que
parte de la investigación de la sociedad humana en términos de gratificaciones. Se puede
establecer una lista de valores comunes a cada miembro del grupo elegido y descubrir el
orden de importancia con que estos valores se perciben. Es más: se puede clasificar a los
miembros del grupo de acuerdo con la posición ocupada en relación con los valores. Poder,
riqueza, respeto, bienestar e inteligencia, según Lasswell, son los valores de la sociedad
postindustrial.
Lasswell va a imprimir la dirección predominante a la sociología comunicativa
norteamericana. No sólo su paradigma permitirá una estructuración por áreas temáticas de
los procesos comunicativos, sino que por influjo de su obra se va a plantear una serie de
temas. Para el autor de Propaganda Technique..., en toda sociedad los valores son
modelados por normas más o menos distintivas (instituciones). Las instituciones incluirán
comunicaciones que serán invocadas como apoyo de la red de acción social. Estas
comunicaciones constituyen la ideología. Ésta tendrá múltiples focos de transmisión, pero
sobre todo elaborará una parte de los mitos de una sociedad determinada. Efectivamente,
podrán existir “contraideologías” dirigidas contra la dominante, mas en el terreno de la
comunicación habrá de potenciarse la estructura del sistema de poder. A este respecto, la
comunicación de masas deberá cumplir el papel de vigilancia preventiva con canales, como
afirma Lasswell, “abiertos” y “secretos”.
31
Articulo citado en la nota anterior.
9
Lasswell se preguntará qué puede entenderse por “comunicación eficiente”. La eficacia
la da un juicio racional que implica objetivos de valor. En la sociedad animal la
comunicación es eficiente cuando ayuda a sobrevivir al grupo. En la sociedad humana la
comunicación ayuda a controlar y descubrir los factores que se interfieren en una sociedad
eficiente. Las distorsiones relacionadas con los valores y con la ideología y la ineficiencia
son aspectos psicotécnicos. Pero para solventar las distorsiones hay que analizar la lista de
los factores que interfieren en la comunicación en términos de input y de output. Por
ejemplo: ¿Qué se transmite? ¿cuáles son las relaciones entre cultura y personalidad?, etc.
Es decir, los diversos factores de conductibilidad, ausencia de conductibilidad o
conductibilidad modificada. En este sentido, hay que considerar los eslabones de la
secuencia de la comunicación. Por ejemplo, los centros de interés del observador principal
y los marcos de atención del escalón de relevo en términos de exposición o no exposición a
los medios.
Masas y públicos poseerán unos símbolos de referencia comunes, pero las masas serán
influidas por los públicos, mediante grupos de sentimiento y áreas de atención.
El enfoque funcionalista de Lasswell resulta ya una excelente muestra de la forma y
fondo de la investigación comunicativo de corte práctico. La comunicación se presenta
como un proceso que recopila los “marcos de atención” colectivos. De una manera
analítica, se establece una estructuración del flujo informativo desde el concepto de
“conductibilidad”, ya sea “conductibilidad total o mínima”. Desde Lasswell, la corriente
funcionalista revisará los “marcos de referencia”, en función de las respuestas canalizables.
La pregunta sobre qué hace la comunicación social en el conjunto de las relaciones de la
sociedad, eslabona los primeros análisis metodológicos norteamericanos. Ahora bien: como
ya se ha señalado anteriormente, la investigación de los “comunicólogos” estadounidenses
reúne de una forma sintética los resultados recogidos en campos tan variados como el
conductismo, la teoría de la Gestalt, el funcionalismo, e incluso los hallazgos freudianos
sobre lo inconsciente, tanto en el ámbito privado como en el colectivo. Esta variedad
permitió en un primer momento unos avances acelerados y un optimismo que en los
analistas europeos iba a ser significativamente muy escaso.
Siguiendo la clasificación de Wilbur Schramm, se puede dar una visión panorámica de
la ciencia comunicativa norteamericana. Dos serían los momentos más definidos:
32
W. Schramm (ed.). The Process and Effects of Mass Communication (Urbana, University of Illinois Press,
1970).
10
Lasswell, Lazarsfeld, Hovland y Lewin serán los pioneros del análisis de la función
social de los mass-media en las sociedades postindustriales. Pero, asimismo, Merton y
Parsons replantearon las repercusiones colectivas de los nuevos sistemas de transmisión. Lo
cierto es, pues, que toda la ciencia de la comunicación norteamericana presenta unas
características fundamentalmente comunes, unas constantes teóricas y prácticas y, a la par,
unos enfoques que a menudo sorprenden por su homogeneidad. Homogeneidad de la que
está exenta la investigación desarrollada en el marco europeo. Mas para diseñar la línea o
líneas básicas de las particularidades atribuidas por los sociólogos y psicólogos
norteamericanos a los mass-media y a sus efectos sobre las poblaciones, será preciso
desarrollar un detenido esbozo de las perspectivas, métodos y consideraciones sobre el
papel que los medios de comunicación de masas ejercen en las sociedades de tecnología
compleja.
33
J. L. Thayer, Comunicación y sistemas de comunicación (Barcelona, Península,
1975).
12
De entre estos factores, el de estabilidad y equilibrio va a destacar sobre el resto. La
comunicación de masas, desde mediados de los años cuarenta, va a ser considerada en su
sentido homeostático. Las circunstancias históricas por las que la sociedad norteamericana
transcurre durante esta década determina unas direcciones muy específicas de los análisis
sociológicos sobre comunicación masiva. Sin embargo, la obra mertoniana aportará una
clarificación exenta de las intenciones prácticas de los autores posteriores.34
La distinción mertoniana entre “funciones” y “disfunciones” permite plantear una
comprensión de “alcance medio” de las relaciones funcionales entre comunicación y
sociedad. Para Merton, existe cierto grado de armonización y adecuación de las relaciones
entre instituciones y valores simbólicos; pero debe tenerse en cuenta la estabilidad del
sistema no tanto en la institución cuanto en la función que puede ser cumplida por
diferentes instituciones.
Función, disfunción y afunción, constituyen los ejes desde los que hay que revisar los
postulados del funcionalismo tradicional. De este modo habrá que precisar de una forma
unívoca las funciones manifiestas y latentes que rigen la acción y estructura sociales.
No obstante, Merton se interesa por el estudio sobre comunicación de masas desde una
perspectiva de comprensión de las funciones manifiestas y latentes de este fenómeno
nuevo. Con Lazarsfeld, será uno de los pioneros de este reciente campo de investigación.
En Teoría y estructura sociales, Merton lleva a cabo la fundamentación del
funcionalismo comunicativo enfrentándolo a la Wissenssoziologie europea. Para Merton,
con los mass-media se abre una nueva etapa en el sector de análisis de las distintas
modalidades y formas de interrelación de conocimiento colectivo y medios tecnológicos
para la difusión de mensajes masivos. Las diferencias entre ambas formas de investigación
de los “medios” y de sus efectos -la rama europea y la rama norteamericana-, servirán para
establecer de manera específica las similitudes y oposiciones entre las dos metodologías
más determinantes en la interpretación sistemática de la cultura y de la comunicación de
masas.
En la introducción de la tercera parte de Teoría y estructura sociales, titulada “La
sociología del conocimiento y las comunicaciones para las masas”, Merton hace la
siguiente distinción:
Las orientaciones de las dos variantes muestran ulteriores correlaciones distintivas de detalles
sutiles. El sector europeo habla, en el plano cognitivo de conocimiento, el norteamericano de
información. El conocimiento implica un cuerpo de hechos o de ideas, mientras que la información
no tiene tal implicación de hechos o de ideas sistemáticamente conectados. En consecuencia, la
variante europea piensa típicamente en una estructura total de conocimientos de que disponen
unos pocos. Los norteamericanos dan importancia a los agregados de trozos discretos o
discontinuos de información, los europeos a sistemas de teorías. Para el europeo es esencial
analizar el sistema de principios en toda su complicada interrelación, con la vista puesta en la
unidad conceptual, en los niveles de abstracción y de concreción, y en la categorización (por
ejemplo, morfológica o analítica). Para el norteamericano es esencial descubrir, mediante la técnica
de análisis de factores, por ejemplo, los haces de ideas (o de actitudes) que tienen lugar
empíricamente. El uno subraya las relaciones que subsisten lógicamente; el otro subraya las
relaciones que tienen lugar empíricamente. El europeo se interesa por las etiquetas políticas sólo si
34
?
R. K, Merion, Teoría y estructura sociales (México, FCE, 1980), libro esencial para el conocimiento de
toda una línea de investigación. Consúltese a este respecto el capítulo “La sociología del conocimiento y
las comunicaciones para las masas”, pp. 523-614.
13
lo encaminan a sistemas de ideas políticas que él interpreta después de toda su sutileza y
complejidad, procurando hacer ver su (supuesta) relación con uno u otro estrato social. El
norteamericano se interesa por las creencias políticas discontinuas, y sólo en la medida en que
permiten al investigador clasificar (o codificar) a los individuos bajo una etiqueta o categoría política
general, la cual puede después demostrarse (no suponerse) que tiene una circulación mayor en
uno u otro estrato social. Si el europeo analiza la ideología de los movimientos políticos, el
norteamericano investiga las opiniones de electores y no electores. 35
Entendemos por propaganda todos y cada uno de los conjuntos de símbolos que influyen en la
opinión, las creencias o la acción sobre cuestiones que la comunidad considera controvertibles.
Los símbolos pueden ser escritos, impresos, hablados, pictóricos o musicales. Pero si el asunto se
considera fuera de debate, no es objeto de propaganda. En nuestra sociedad, la creencia en que 2
y 2 son 4 no puede, en este sentido, ser objeto de propaganda, lo mismo que no puede serlo la
convicción moral de que es malo el incesto de madre e hijo. Pero aún es posible propagar la
creencia en que nuestra victoria en la guerra no es inevitable; que el impuesto de la capitalización
va contra ciertas concepciones de la democracia; que sería imprudente, en tiempo de guerra,
suministrar a los ciudadanos tanto petróleo y gasolina como quisieran; que, un sistema religioso
tiene más derecho a nuestra felicidad que otro. Dada una cuestión discutible, la propaganda se
hace posible y, a lo que parece, inevitable.36
14
3) El análisis por partes.
4) El análisis temático.
5) El análisis estructural.
6) El análisis de campañas.
37
Op. cit., pp. 598 ss.
15
social y de la acción social, pero puede servir para arraigar la política y la acción en el
entendimiento de las gentes.38
Lazarsfeld, Lasswell Y Merton pertenecen a una línea investigadora interesada por los
efectos derivados de los mass-media. Pero, y es en este punto donde después la
investigación norteamericana se separará de la perspectiva objetivo-científica, este grupo
de sociólogos se refiere a los efectos -llamémoslos así- “connaturales” intrínsecos al
funcionamiento de los nuevos canales técnicos de transmisión y difusión. Habrá entonces
M. de Moragas (comp.), Sociología de la co zuizicación de niasas (Barcelona, Gustavo Gil¡, 1982), p. 191.
16
que diferenciar entre una primera etapa de análisis sociológico en la que se indaga sobre
las consecuencias derivadas de la codificación y simbolización de los “medios” y una
segunda etapa que se inicia a partir de la década de los años sesenta y en la que el punto
central de sus estudios consistirá en la posibilidad de elaborar unos planteamientos,
métodos y marcos de persuasión. La diferencia entre ambas etapas estaría en que en la
primera versión funcionalista los efectos se evalúan insertos en los medios, mientras que
en la segunda versión hay una concepción explícita; es decir, los efectos pueden ser
creados, articulados y determinados artificialmente desde una experimentación
psicobiológica cada vez más alejada de consideraciones de cualquier tipo de orden.
La evolución de la teoría de la persuasión en nuestros días ha sido examinada por
DeFleur y Ball-Rokeach. Para estos autores,
el potencial de que los mensajes de medios de masas consigan una amplia gama de efectos
cognitivos, efectivos y de conducta será incrementado cuando los sistemas de medios aporten
muchos servicios singulares y centrales de información y entrega. Este potencial aumentará aún
más cuando exista un alto nivel de inestabilidad estructural en la sociedad, debido al conflicto y al
cambio. Necesitamos agregar, sin embargo, la idea de que alterar las condiciones cognitivas,
afectivas y de conducta en el público puede volverse a su vez hacia una alteración de la sociedad y
los medios.
¿A qué clase de efectos estamos aludiendo? No se trata de efectos fácilmente detectados en
experimentos de laboratorio o en estudios de antes-y-después en personas a las que se utilizó
como sujetos para mensajes específicos. Nos referimos a la ampliación en los sistemas de
creencias de las personas que los nuevos medios aparejan; a la formación de actitudes frente a un
constante flujo de nuevos temas; a sutiles cambios en el sentimiento individual y colectivo que
pueden no ser vistos en las acciones de los individuos; a una cantidad de otros cambios en todo el
ámbito social. Creemos que estos cambios se producen, principalmente, por las dependencias
persistentes y a veces intensas que el público tiene de los recursos de información en el sistema
de medios.40
17
interpretación y aplicación de los hallazgos de la psicología social. Es el momento en el que
el funcionalismo y el conductismo empiezan a sintetizarse en la investigación de los
sistemas de comunicación de masas. Pero, dentro del mismo funcionalismo lasswelliano, se
simplifica el modelo del qué dice, a quién, en qué canal y con qué efectos. El tema de
efectos y de audiencias sustituirá paulatinamente al de emisor, canales y mensajes.
18
humano y las conexiones entre aprendizaje animal y aprendizaje humano. Para esta teoría
psicológica, desde un primer momento el aprendizaje humano es similar al animal en
cuanto a los procesos básicos de motivación, y el esquema “estímulo-respuesta” es el
principio condicionante del repertorio de conductas. Sin embargo, el planteamiento
conductista se encuentra con la problemática según la cual el esquema “estímulo-respuesta”
deviene excesivamente simplista. En consecuencia, hay que considerar dentro de la teoría
conductista varias etapas en orden a la aclaración de este problema:
1) La etapa que se abre con la obra de Watson, aunque habría que considerar una serie
de precursores y de antecedentes.
2) La segunda versión conductista encabezada por Neal E. Miller, John Dollar, o las
investigaciones de la Universidad de Yale y de su máximo exponente Hovland.
3) Los autores contemporáneos del denominado “conductismo duro”, entre ellos
George C. Homans, Albert Bandura y el más conocido: Burrhus F. Skinner.44
Los estudios sobre estímulo-respuesta conformaron el eje de esta tendencia; mas para el
tema de los mass-media, el hallazgo básico será la motivación en todas sus vertientes.
Según los conductistas, entre el instinto y el hábito hay que situar el motivo. Mientras que
el hábito puede ser definido como el conjunto de instintos o conductas que se han
especializado en el sujeto, de tal modo que su realización resulta mecánica, el motivo se
presenta como un aprendizaje con una gran dosis de actitudes socialmente instituidas y
admitidas. Pero las motivaciones de tipo secundario serán las que puedan encauzarse hacia
finalidades mensurables mediante la teoría del refuerzo, ya sea positivo o negativo.45
Las necesidades políticas, y fundamentalmente bélicas, de la década de los cuarenta
determinan el estudio pormenorizado de los efectos de la comunicación sobre la
colectividad. La Universidad de Yale y su máximo exponente, Carl Hovland, aunque
también Lumsdaine, Janis y Rosenberg, figuran como creadores de esta adaptación de la
teoría conductista al análisis de la comunicación masiva.46
Siempre se han disociado las aportaciones del funcionalismo y las del conductismo. Mas
no se ha establecido un paralelismo entre la evolución de una y de otra. La opinión pública,
sin embargo, va a centrar como concepto clave las investigaciones comunicativas desde
finales de la segunda guerra mundial. En este sentido, la hipótesis de la que se parte
establece que el modelo de aprendizaje conductista puede ser aplicado al fenómeno de los
cambios de opinión pública. El incentivo y el refuerzo modifican de una forma sustancial
las actitudes, ideas, motivaciones, etc., de un colectivo, siempre y cuando se produzca un
estado de persuasión en el que la credibilidad y la verosimilitud desempeñen un papel
determinante. La influencia social condicionaría los cambios de actitud. Por consiguiente,
el comunicador (emisor) habría de tener en cuenta, por un lado, el factor de “credibilidad”,
y por otro las interferencias del mensaje y las disposiciones personales, roles y status de su
44
Una síntesis en castellano de las diversas posiciones se encontrará en M. Deutsch y R. M. Krauss, Teorías
en psicología social (Buenos Aires, Paidós, 1970), pp. 79-121 (“Las teorías del refuerzo”). Sobre B. F. Skin-
ner, Science and Human Behavior (Nueva York, Macmillan, 1953) y Verbal Behavior (Nueva York, Apple-
ton Centurv Crofts, 1957). Sobre la polémica entre Chomskv y Skinner, véase O. Rudler (comp.), Problemas
epistemológicos de la psicología (Buenos Aires, Siglo XXI, 1975), pp. 111-202 (“Psicolingüistica versus
conductismo”).
45
Un planteamiento del tema se halla en A. Bandura, Principios de modificación de la conducta (Salamanca,
Sígueme, 1983),pp. 538-591 (“Control simbólico de los cambios de conducta”).
46
C. Hovland, I. Janis y Kelley, Communication and Persuasion (New Haven, Yale University Press, 1953).
19
auditorio (receptor). De este modo, Hovland va a obtener una serie de resultados
experimentales sobre los fenómenos de persuasión entre los que destacaremos los
siguientes:
Puede ofrecerse, pues, una larga lista de publicaciones de los miembros de esta escuela: sobre
los resultados de sus primeros experimentos sobre comunicaciones de masas, Hovland,
Lumsdaine y Sheffield (1949); obra que desarrolla estas primeras investigaciones, Hovland, Janis y
Kelley (1953), publicada originalmente en una obra sobre la psicología social en la segunda guerra
mundial (varios autores 1949); sobre los efectos de las comunicaciones de masas, Hovland (1954);
sobre la credibilidad de la fuente informativa y su incidencia en la aceptación de la intencionalidad
del mensaje, Hovland (195l); sobre la presencia en el discurso de los dos aspectos de la
argumentación, elementos positivo-agradables, negativo-desagradables para la recepción,
Lumsdaine y Janis (1953); sobre el orden de presentación de estos temas, McGuire (1960,1974),
etcétera.
Se parte de la exigencia de convencer a la población o a grupos sociales determinados, de la
conveniencia de aceptar como positiva una determinada idea, consigna o línea de conducta. No se
trata ya de saber, simplemente, cómo opina la gente, sino de hacer que la gente actúe de
determinada manera.
Lo importante, o por lo menos lo nuevo, es el cambio de actitud que hace que la investigación
estudie las posibilidades y técnicas de persuasión, sin ceñir exclusivamente la atención a los
contenidos que se desea transmitir. En definitiva, se trata de investigar las características de todos
los elementos comunicativos que forman parte del proceso de persuasión, y que son los mismos
que constituyen los procesos de comunicación. Los estudios de persuasión han de analizar las
características que en cada proyecto persuasivo deben caracterizar al emisor, el canal, la
estructura y las características del mensaje, la situación de comunicación, etc. 48
47
Ch. A. Insko, Theories of attitudes change (Nueva York, Appleton Century Crofts, 1967). En castellano, K.
Reardon. La persuasión en la comunicación (Barcelona, Paidos, 1983), pp. 69-98.
48
M. de Moragas, Teorías de la comunicación (Barcelona, Gustavo Gili, 1981), p.60.
20
progresivo de un planteamiento analítico sobre la lógica de la persuasión de los mensajes
mediados hacia una persuasión cada vez mayormente construida de una forma artificial. Es
aquí en donde Carl Hovland y la escuela de Yale hacen entrar en una época nueva la Mass
Communication Research. Se podría afirmar objetivamente, y a la luz de los contenidos de
las principales revistas norteamericanas sobre comunicación masiva, que desde los años
cincuenta los sectores dominantes estadounidenses se van haciendo conscientes de la
importancia esencial que los estudios experimentales sobre modificación de actitudes tienen
en relación con el comportamiento de la opinión pública. 49 Es el momento en el que se pasa
a un neoconductismo que da origen a indagaciones como la teoría de la consistencia de
Heider, el principio del esfuerzo hacia la simetría de Newcomb, el principio de congruencia
de Osgood y Tannenbaum y, de una manera fundamental, la teoría de la disonancia
cognitiva de Leo Festinger.50 Estas teorías van a reconsiderar las variables de la formación
y aprendizaje de las normas, las actitudes y la coherencia social de los comportamientos. En
todas ellas operará el principio de marcos de referencia de modelos de conducta y, de este
modo, se tratará de crear y condicionar el contexto social a través de la fuerza de la
imitación personal. Las estrategias se harán muy complejas en la medida en que los
modelos propuestos se desarrollan a partir de roles aprendidos y elaborados como pautas de
socialización. Pero en estas pautas se involucrarán marcos de normas a través de la
compulsión persuasiva de los mensajes “mass-mediáticos” sobre los receptores. Los sujetos
generarán entonces mecanismos psíquicos defensivos ante mensajes contrarios a los
establecidos por la comunicación masiva. Nos encontramos ante un aprendizaje que elimina
la disonancia y racionaliza los criterios y las normas establecidos. El contexto prevalecerá
sobre el yo del sujeto y su interacción simbólica, creada con los contenidos de los mensajes
de los “medios”, y generará un desplazamiento de la crítica a la par que se establecerá una
implicación psicológica con un efecto semejante, según Hovland, al que se logra en los
“lavados de cerebro”. La modificación de la conducta, y su investigación por el
neoconductismo, van a dar el rumbo definitivo a la sociología norteamericana de las
comunicaciones desde los años sesenta hasta nuestros días. Skinner, con su Verbal
Behavior, demostrará cómo el refuerzo verbal condiciona el sistema de respuestas
operantes en la sociedad. La generalización semántica, la negación, la calificación, la
cuantificación, la construcción de oraciones y los procesos gramaticales de ordenamiento
connotativo del léxico, determinarán unas relaciones. Según este planteamiento
neoconductista, surge una “cosmovisión” pública que, “debidamente” utilizada por los
canales de la comunicación masiva, proporcionará una adaptación colectiva a un entorno
condicionado instrumentalmente. Esta línea de investigación acabará, de un modo
paulatino, por imponerse en la orientación comunicológica de las últimas décadas en los
Estados Unidos.51
49
Las revistas Journal of Communication y Public Opinion Quarterly son ejemplos históricos de lo expuesto.
50
R.P. Abelson y cols. Theories of cognitive consistency: a source book (Chicago, Rand McNally, 1968). De
L. Festinger, en castellano, Teoría de la disonancia cognoscitiva (Madrid, Instituto de EStudios Políticos,
1976).
51
W. Ph. Davison y cols., Mass Media. Systems and Effects (Nueva York, Holt, Rinehart and Winston, 1976).
Un acercamiento a la obra precursora aclara las posteriores evoluciones de la teoría en su conjunto; así, E.
Katz y P. F. Lazarsfeld, La influencia personal (Barcelona, Hispano Europea, 1979), principalmente pp. 357-
372 (“Resumen sobre las influencias y los influyentes”)
21
1.3.4. EL RUMBO EXPERIMENTAL Y PRÁCTICO DE LAS ÚLTIMAS
CREACIONES DE LA INVESTIGACIÓN EN LOS ESTADOS UNIDOS
52
Op. Cit. En la nota anterior.
53
I. C. McCroskey, An introduction to rethorical communication (Englewood Cliffs, Prentice-Hall, 1968).
22
de la comunicología norteamericana. Se llega a una estrategia comunicativa al servicio de
los grandes trusts y de sus complejos objetivos económicos y bélicos.
La industria del entretenimiento seguirá el mismo camino. Como afirman Lerbinger y
Bettinghaus, los resultados de las posibilidades de la aplicación de la comunicación
persuasiva tienen que juzgarse en relación con los resultados de su utilización
multinacional. El éxito de una publicidad evalúa directamente las investigaciones sobre el
tema.54
Nos encontramos así con una mutación de los objetivos académicos del análisis de los
fenómenos comunicativos. El comercio y la política aprovecharán las variadas
interpretaciones académicas con el objetivo de “ejercer influencia”. Como matiza Von
Armin, “la política en tiempo de paz se servirá cada vez más de llamadas y formas
similares a los de la propaganda comercial”55. Pero no tanto con la intención de cambiar las
tendencias del votante, cuanto de reforzarlas o estabilizarlas. Y lo mismo ocurrirá a partir
del momento en que los Estados Unidos se conviertan en centro económico y político
mundial; es decir, que las investigaciones empíricas se dirigirán a campañas de efectos
internacionales. Tal será el caso de la investigación llevada a cabo por Janis y Smith en
1965 sobre la persuasión en las imágenes nacionales e internacionales difundidas sobre
Norteamérica.56
Los intereses del cliente van a condicionar los enfoques de los mass-media. La historia
de la “investigación de efectos” será amplísima en este sentido. Por ejemplo, la desilusión
que supuso el estudio electoral llevado a cabo por Lazarsfeld, Berelson y Gaudet en 1974
en la ciudad de Erie, se compensará con el llamado “modelo de aguja hipodérmica”, esto
es, entender al receptor desde el conjunto de sus relaciones sociales. El two-step flow of
communication se complementa con el conocimiento profundo del contexto y de sus
interacciones.57
Frente a expectativas exageradas, los teóricos contemporáneos de “medios” saben que
los “pequeños porcentajes” y la acción “mass-rnediática” repetitiva producen a la larga los
efectos más eficaces. En 1975, Schramm hablaba de la comunicación persuasiva como de
un arroyo que paulatinamente va empapando el suelo por el que discurre.58 Esta metáfora es
una opinión generalizada en numerosas investigaciones. Y se puede decir que de tal
magnitud es el número de trabajos dedicados al tema, que se ha hecho una constante la
creación de síntesis bibliográficas al respecto y de readers. En este sentido, la obra de
Klapper Los efectos de la comunicación de masas será el mejor compendio sobre el tema.
Este autor establece lo siguiente:
54
O. Lerbinger, Designs for persuasive communication (Englewood Cliffs, Prentice-Hall, 1972)
55
G. von Armin, Massenkommunikationsforschung (Frankfurt, Suhrkamp, 1973).
56
I.L. Janis y M. R. Smith, “Effects of education and persuasion on national and international images”, en H.
C. Kelman (ed.), International Behavior (Nueva York, Harper and Brown, 1963).
57
Una exposición rigurosa en castellano sobre los modelos de comunicación se halla en D. McQuail y S.
Windahl, Modelos para el estudio de la comunicación colectiva (Pamplona, EUNSA, 1984).
58
W. Schramm (ed.), The process and effects of mass communication (Urbana, University of Illinois Press,
1954).
23
2) Con la presencia de los factores interventores, la comunicación de masas será más
bien un agente que una causa exclusiva en el proceso del efecto. Prescindiendo de las
condiciones particulares y de si los efectos se refieren a sistemas sociales o a individuos, los
medios de masas contribuyen con toda probabilidad al reforzamiento o, al menos, a la
invariabilidad de las opiniones precomunicativas. El efecto más probable es la debilitación
de las opiniones y el menos probable, el cambio de opinión.
3) Sin embargo, cuando la comunicación de masas provoca un cambio en las opiniones
existentes, es probable que se dé una de estas dos condiciones: o bien los factores
interventores son inefectivos de suerte que los medios de masas pueden influir directamente
en los receptores; o bien los factores interventores refuerzan las opiniones existentes, e
incluso pueden favorecer cambios.
No obstante, para que de la comunicación puedan desprenderse sus efectos, Klapper señala
los siguientes factores mediadores:
masas en los Estados Unidos (Barcelona, Ariel, 1985), pp. 148-150. Consúltese también el libro de D.
McQuail y S. Windahl citado en la nota 57.
24
audiencia. Aquí se situarían autores como Menefee, Granneberg, Knower, etc., pero
también Janis y Feshbach se han preocupado por el tema de los “llamamientos
atemorizantes”, su forma y estilo.61 El orden de la argumentación (Hovland y Mandell), las
argumentaciones unilaterales y bilaterales y el papel de las informaciones primarias del
receptor y de sus disposiciones en clímax o en anticlímax (Hovland, Janis y Kelley) abren
un conocimiento experimental de las hipótesis neoconductistas de los estudios e
investigaciones de Yale.62
El emisor, el mensaje y, de una forma decisiva, el receptor, constituyen las variables
centrales a partir de las que el efecto persuasivo se impone sobre el resto de efectos y se
indaga empíricamente. En relación al receptor, la cuestión de la “influenciabilidad” ha
desarrollado unos métodos de análisis y de situaciones de experimento entre los que cabe
citar la teoría de la “inmunización” de McGuire, la teoría de la difusión (Kiefer), el análisis
de actitudes (Jahoda, Wareen, Halloran, Insko, Irle, Roth, Bledjian) y la psicología de la
influencia social, con McGuire como nuevo iniciador.63
A partir de estas investigaciones, se puede ya relacionar el proceso de la comunicación, la
dirección de los efectos y la incidencia del refuerzo en la creación de actitudes y conductas.
Se puede afirmar que a partir del modelo Two-Step Flow se han dirigido los análisis
comunicativos norteamericanos hacia los procesos de persuasión y condicionamiento de las
poblaciones, así como hacia los efectos que provocan los “medios” sobre la cultura y la
sociedad. Ball-Rokearch y Defleur también han elaborado un modelo de “dependencia y
distanciamiento”, así como el denominado “la espiral del silencio” de Elisabeth Noelle-
Nemann -es decir, la comprobación de que la opinión privada depende de la pública-. Tales
modelos orientan sus hipótesis hacia la vinculación e implicación del sujeto en las pautas
cosmovisivas y normativas de los mass-media. La audiencia y el tema de los procesos de
comunicación colectiva, selección y circulación de mensajes conforman los ejes de los
numerosísimos modelos que en nuestros días se elaboran en Norteamérica. Los modelos de
Giber y Johnson, los de White sobre el gatekeeper (pasos obligados que el mensaje tiene
que recorrer), el de Bas y el de Galtung y Ruge, configuran la problemática de los diversos
planteamientos contemporáneos.64
El núcleo, pues, de estos modelos nos conduce a un problema permanente a lo largo de
toda la investigación norteamericana desde sus orígenes: el estudio de la persuasión en la
multiplicidad de sus facetas y posibilidades. El mismo Elihu Katz comentará a este
respecto:
25
de efecto como áreas separadas, hay buenas razones para creer que la motivación fundamental
para estos estudios fue el interés en la influencia efectiva sobre el pensamiento y la conducta a
corto plazo.65
Algunas voces críticas se han levantado en contra de las direcciones emprendidas por
estos estudios comunicacionales sobre motivación masiva. Desde sectores
neoconservadores, Daniel Bell y Edward Shills, y desde posiciones radicales Herbert
Schiller, se hacen eco de “la estrategia de la conciencia”. Schiller reflexiona del modo
siguiente sobre las tendencias generales contemporáneas que se están elaborando en la
investigación de “medios” norteamericana:
Aunque las necesidades comerciales del sistema de mercado continúan ejerciendo la influencia
dominante sobre la investigación de la comunicación de masas, el propio sistema ha
experimentado amplias transformaciones. El capitalismo norteamericano se ha extendido mucho
más allá de sus límites continentales. Las llamadas empresas multinacionales -dos tercios de las
cuales son de propiedad y control norteamericanos- desarrollan sus actividades en docenas de
países y afectan a la política allá donde operan, aparte de verse afectadas a su vez por éstas. El
clima político de una mayoría de lugares, la opinión pública internacional, los gustos y las
preferencias de variadas audiencias nacionales y las susceptibilidades de las elites locales, junto
con otras muchas cuestiones, son de vital importancia para las grandes compañías obligadas a
tenerlo en cuenta [... ].
Dicho de otro modo, los monopolios norteamericanos promueven la investigación y las
metodologías que precisan para su mantenimiento y expansión. Y de hecho, ha surgido una
subdivisión enteramente nueva de estudios sobre la comunicación, enfocada de forma especial
sobre estos aspectos. La felizmente llamada “democracia pública” es definida por el Centro
Universitario de Diplomacia Pública como el campo de estudio que se ocupa de analizar “las
causas y efectos de las actitudes públicas y las opiniones que influyen en la formulación y
ejecución de la política exterior”.66
65
Varios, Comunicación y Cultura (Buenos Aires, Nueva Visión, 1977), t.3, p.235 (“La investigación
comunicacional y la imagen de la sociedad: convergencia de dos tradiciones”).
66
M. de Moragas (comp.), Sociología de la comunicación de masas (Barcelona, Gustavo Gili, 1982), pp. 73-
74.
26
científica y crítica que con el paso del tiempo, y las circunstancias económicas y políticas
de hegemonía mundial, va a quedar relegada.
El conductismo sufrirá el mismo proceso. En sus aplicaciones iniciales al estudio de los
fenómenos comunicativos, se partirá de una serie de experimentaciones en las que el
conocimiento del sistema de la motivación aún no poseerá finalidades utilitarias. Incluso,
en su génesis, la escuela de Yale nace como movimiento que busca la comprensión
científica del tema de los efectos de los “medios”. Tanto el funcionalismo como el
conductismo se acercaron a los sistemas técnicos de mensajes desde una perspectiva de
neutralidad científica. Pero será en este punto donde habrá que hacer una clasificación y
reinterpretación del tema.
Desde luego, es cierto que en el paradigma de Lasswell o en los estudios de Merton se
encuentran elementos que indican la dirección seguida ulteriormente. Por ejemplo, las
funciones que Lasswell asignaba a los mass-media:
A partir de la década de los años cincuenta, sin embargo, y por las propias condiciones
históricas de la misma sociedad norteamericana, hay que referirse a una transformación
esencial dentro de la comunicología de los Estados Unidos. Lo que era analizado corno una
consecuencia derivada y lógica de la acción de los “medios”, -los efectos persuasivos-, y
considerada así por Merton, Lazarsfeld o Hovland, pasa a centrar las investigaciones
“mass-mediáticas”. Frente a lo que podríamos llamar “efectos naturales de los medios” se
impone una indagación sobre los “efectos artificiales” que podrían actuar v lograrse a
través de este tipo de comunicación ampliada. Esta segunda etapa, que se extiende hasta
nuestros días, se caracteriza por una homogeneización de perspectivas y métodos entre los
que el funcionalismo académico y el conductismo científico pasan a ser un funcionalismo
ideológico en su sentido histórico de “deformación”, y en un neoconductismo cuyo
fundamento gira sobre la posibilidad de condicionar psíquicamente a la población.68
Entonces, el eje de la investigación norteamericana no será sino una multiplicidad de
estudios, métodos, objetivos, etc., en los que el núcleo central se estructura sobre una teoría
de efectos, con una derivación hacia campos de análisis de audiencias cuya finalidad, de
nuevo, no es más que una profundización en el conocimiento de los cambios de actitud y de
conductas.
Por tanto, podríamos dividir en dos momentos específicos la sociología o comunicología
“mass-mediática” estadounidense:
67
Artículo citado en M. de Moragas, op, cit., pp. 193-205.
68
Consúltese J. W. Thibaut y H. H. Kelley, The Social Psychology of Groups (Nueva York, John Wiley &
Sons, 1959), y el ya clásico artículo de W. J. McGuire, “Inducing resistance to persuasion”, en L. Berkowitz
(comp.), Advances in Experimental Social Psychology (Nueva York, Academic Press, 1964), vol I, pp. 191-
229.
27
a) Un primer momento que finaliza con la segunda guerra mundial y que se plantea la
comunicación de masas como un estudio objetivo y científico articulado en cierto modo en
torno al paradigma de Lasswell.
b) Un segundo momento, desde finales de la segunda guerra mundial, en el que se
privilegia cada vez más el tema de efectos hasta llegar a convertirse casi exclusivamente en
una teoría de efectos. Este segundo momento se “endurecerá” desde la década de los
setenta, y prueba de ello será el paso a industria propagandística de la gran mayoría de
mensajes de los “medios”: el cinematográfico, el televisivo, las “pseudovanguardias”, etc.
Esta problemática será evaluada desde todas las posibles áreas científicas anexas de tipo
interdisciplinar. Y tal interdisciplinariedad abarcará una amplitud metodológica que va
desde la naturaleza lógica de los instrumentos de medición hasta la decisión sobre la
validez de los criterios empírico-experimentales empleados. Así, todo el proceso de
construcción de índices y de instrumentos de medición descansará sobre la constatación
racional y estadística de unos pocos individuos, excepcionalmente preparados, para dar
cuenta de las formas de irracionalidad, latente o manifiesta –“natural o artificialmente”
creada-, de una “inmensa muchedumbre solitaria”, como Riesman calificó a las
colectividades de las descomunales metrópolis estadounidenses.69
69
D. Riesman et al., La muchedumbre solitaria (Barcelona, Paidos, 1981), fundamentalmente el capítulo IX,
“Las formas de persuasion política: indignación y tolerancia”, pp. 235-256.
28
Preguntas y palabras claves para los textos de la Unidad 2. Comunicación I
Texto 1 - Muñoz
Preguntas:
29