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Rueda Reconocida como efeméride oficial, pero poco recordada por

su resultado que significó la pérdida de la mitad del territorio mexicano,


el Tratado Guadalupe Hidalgo ocurrió el 2 de febrero de 1848 para
terminar la guerra entre México y Estados Unidos, la cual tenía
exhausto a nuestro país, afirma el investigador del Instituto de
Investigaciones Históricas (IIH) de la UNAM, Alfredo Ávila.

A 174 años del suceso, el doctor en Historia recuerda que fue el


acuerdo de paz después de la guerra que enfrentó nuestro país con la
invasión estadounidense: primero en los territorios del noreste de
México (entonces norte de Tamaulipas, Nuevo México, California y
Nuevo León) y luego la invasión y el bloqueo de los principales puertos
mexicanos, hasta la irrupción del ejército estadounidense por Veracruz
a la Ciudad de México y la salida del gobierno mexicano de la capital
rumbo a Querétaro.

El Tratado, ratificado el 30 de mayo de 1848, estableció que México


cedería la mitad de su territorio: la totalidad de lo que hoy son los
estados de California, Nevada, Utah, Nuevo México, Texas, Colorado,
Arizona y partes de Wyoming, Kansas y Oklahoma.

Fue una guerra muy costosa, aunque al final la cesión obligada de


territorio fue invaluable, destaca Ávila Rueda, quien añade que la firma
se logró con un gobierno mexicano dividido, pues algunos sectores
querían seguir la guerra para convertirla en guerra de guerrillas,
mientras otros estaban a favor de la pacificación.

“Además de lograr la paz, fijó las fronteras entre México y Estados


Unidos, fue un Tratado de límites que, aunque ha sido modificado en
numerosas ocasiones, sigue vigente entre los dos países de América
del norte”, relata.
El especialista refiere que Texas no formó parte de este acuerdo,
tampoco se incluyó en la guerra, porque era una nación independiente
diez años antes de ésta, pero se anexó a Estados Unidos y fue uno de
los motivos por los cuales se desató el conflicto. “Cuando ocurrió el
tratado Guadalupe Hidalgo, las hoy entidades federativas aún no eran
estados de México, sino parte del territorio de la federación, sin límites
estrictos”.

Para Ávila Rueda, el acuerdo marcó al gobierno mexicano con


divisiones. Quien terminó cargando con la responsabilidad fue el
Congreso, la Cámara de Diputados. En ese momento nuestro país era
una república federal (después de haber sido centralista) y consiguió
promover la firma y el reconocimiento del tratado.

Fue ratificado por los congresos, el de México, que estaba en


Querétaro, y el Senado de Estados Unidos. “El tratado no dependió
tanto de la presidencia de la República. Entonces regresó Antonio
López de Santa Anna, quien había estado exiliado y volvió al país para
hacerse cargo de la guerra, junto con Valentín Gómez Farías como
vicepresidente. Para el 15 de septiembre de aquel año, sin previo
aviso, Santa Anna se retiró de la capital y renunció a la presidencia.

El Congreso, continúa el especialista, decidió nombrar a Manuel de la


Peña y Peña como presidente sustituto, pero fue por un periodo breve
hasta que Pedro María Anaya asume el cargo en Querétaro.

La negociación también establecía el pago de una cantidad por


indemnización del territorio perdido. Fueron seis millones de dólares,
tres millones que se pagaron de inmediato y el resto se liquidó en
pagos anuales, con un interés. Además, Estados Unidos pagó cinco
millones de dólares más a ciudadanos estadounidenses que tenían
reclamaciones contra el gobierno mexicano.

Ávila Rueda destaca el Artículo 11 del Tratado, al cual se le pone poca


atención. Es vergonzoso para México porque a partir de ese precepto
se obligó al gobierno de Estados Unidos a que controlara a las tribus
indígenas que cruzaban de un lado a otro la frontera, hacían pillaje en
México y se iban a Estados Unidos; también que controlaran a los
bandidos.

México renunció a ejercer su soberanía en la frontera, dejándola en


manos de los estadounidenses. El resultado es que los
norteamericanos le pusieron mayor atención a zonas demasiado
pobladas como Texas, e hicieron poco caso a Nuevo México, con
poca población. Además, la gente del norte del país no podía exigirle
al gobierno mexicano que persiguiera a los delincuentes.

Al concluir, Ávila Rueda asevera que a partir de entonces, México


cooperó para fomentar la disparidad entre ambos países, que ha
crecido conforme la vecina nación se ha convertido en potencia
mundial.
¿Lo mismo?
"(En el siglo XIX) el país era pobre y escasamente poblado y el Estado
materialmente incapaz de integrar ese territorio y hacerlo parte efectiva
de la nación", le dice a BBC Mundo Sandra Kuntz Ficker, experta del
Colegio de México y quien fue presidenta de la Asociación Méxicana
de Historia Económica.

Mapa de México luego de su independencia


FUENTE DE LA IMAGEN,UNAM
Pie de foto,
México poseía casi cuatro millones de kilómetros cuadrados, entre
provincias y territorios, tras su independencia en 1821.

"De haber conservado ese territorio, México hubiera tardado mucho


tiempo en poblarlo, ya no digamos en aprovechar y desarrollar sus
recursos. Las leyes que imponían al catolicismo como religión oficial
(hasta que fueron sustituidas por la Constitución de 1857) hubieran
impedido la colonización de esas tierras por parte de colonos
protestantes, aunque el Estado mexicano tampoco hubiera tenido la
fuerza para hacer cumplir cabalmente esa prescripción", agrega.

"La única salvedad a este escenario general más bien pesimista tiene
que ver con los descubrimientos de oro en California", apunta la
académica.

"Si éstos (descubrimientos) se hubieran dado aun cuando ese territorio


hubiera seguido perteneciendo a México, la riqueza descubierta
hubiera representado un respiro para las finanzas del Estado. Aunque
incluso en esa situación es de dudar que México (es decir, los
empresarios y el Estado mexicano) hubiera podido explotar por sí
mismo esos recursos y aprovecharse de sus beneficios", puntualiza.

Más fortuna
Otros académicos piensan distinto, y se aventuran a imaginar un
México más afortunado en lo económico si no hubiese sufrido la
desmembración territorial.
Entre ellos está Carlos Marichal, historiador económico del Colegio de
México y miembro fundador de la Asociación Mexicana de Historia
Económica.

Frontera
FUENTE DE LA IMAGEN,AFP
Pie de foto,
La frontera sigue siendo escenario de grandes desigualdades.

"Si México hubiera conservado su gran Norte, que perdió a raíz de la


guerra con los Estados Unidos (1846-1848) es evidente que su
desarrollo económico hubiera sido marcadamente diferente", le dice a
BBC Mundo.

"En primer lugar, puede sugerirse que si California hubiera seguido


bajo control mexicano, es probable que hubiera podido beneficiarse
del mayor descubrimiento de oro de la historia moderna. Como es bien
sabido fue el auge del oro desde 1849 lo que permitió el espectacular
y temprano desarrollo de California", agrega.

Despoblado
Uno de los argumentos que se han presentado frecuentemente para
argumentar que México no habría desarrollado nunca estos territorios
es el que recuerda el abandono y despoblamiento en que se
encontraba el norte mexicano al producirse la separación.

Ante esto, Marichal cree que el auge del oro, que benefició a Estados
Unidos ya como dueño de California, también habría tenido un impacto
poblacional positivo si la región hubiese permanecido en manos
mexicanas.

Los Angeles
FUENTE DE LA IMAGEN,AFP
Pie de foto,
¿Y si Los Angeles fuese mexicana?

"Estas eran tierras todavía algo escasamente pobladas por mexicanos,


pero en ese caso se hubiera producido sin duda una enorme
migración de sur a norte", insiste Marichal, quien cree que el fenómeno
no se habría limitado a California.

"Por su parte más al este, Texas ya era independiente de México


desde 1836, pero puede postularse que en caso de no haberse
producido la guerra, México eventualmente hubiera podido vender una
enorme cantidad de tierras en Nueva México, Arizona, Colorado, y
Nevada, por ejemplo, a los plantadores y colonos que estaban
deseosos de ocupar esos territorios", agrega el catedrático.

Sin embargo, aquí nos movemos inevitablemente en el terreno de la


especulación.

"El problema con estas especulaciones es que se trata de lo que se


llama la historia contrafactual: y no contemplan la probabilidad de los
Estados Unidos hubieran lanzado otra guerra para apropiarse del
territorio del Gran Norte mexicano más adelante en el siglo",
puntualiza Marichal.
La compleja realidad
México enfrentó una situación muy difícil en el siglo XIX. Era una
nación pobre que tuvo como vecina a la que estaba en camino de
convertirse en la economía más dinámica de la Tierra. Ante eso no
pudo proteger el vasto espacio del norte que Estados Unidos usó,
inicialmente como una fuente de recursos naturales que iban desde el
oro hasta la tierra agrícola para los colonos.

Pero en el siglo XX, esa región creció más por cuenta de las
particularidades de la sociedad estadounidense que por las riquezas
naturales enterradas en su suelo.

Las huertas frutícolas de una gran zona del norte de California se


transformaron en Silicon Valley, la capital tecnológica mundial. La
economía del sur de California, a su vez, floreció por el impulso de
Hollywood, una industria inigualablemente estadounidense.

Y Texas, sin tener los yacimientos petroleros más grandes del planeta,
se convirtió de todos modos en la capital mundial de los empresarios
petroleros.

frontera
FUENTE DE LA IMAGEN,AFP
Pie de foto,
La relación entre México y Estados Unidos siempre ha sido conflictiva.

Se puede especular para siempre acerca de qué clase de caminos


distintos habrían tomado esas regiones si hubiesen seguido en manos
de México.
Pero lo cierto es que esa nación vive con la compleja realidad de tener
como vecinas a tierras que fueron suyas, pero que solo alcanzaron su
enorme potencial económico después de haberse perdido ante
Estados Unidos.
Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Querétaro,
un encuentro de escritores y pensadores que se realizó en esa ciudad
mexicana entre el 7 y el 10 de septiembre. Y entre el 22 y el 24 de
septiembre espera el Hay Festival de Segovia, España.
A mediados de 1846, Estados Unidos y México iniciaron un conflicto
bélico que vio su fin con el Tratado de Guadalupe Hidalgo, el 2 de
febrero de 1848. Esta guerra mexicano-estadounidense, también
conocida como la intervención estadounidense en México, tuvo
diferentes causas. Entre ellas, la independencia de Texas (1835-
1836), la crisis interna en la política mexicana y el fácil avance con el
que los estadounidenses controlaban territorios del norte de México.

El Tratado de Guadalupe Hidalgo, oficialmente conocido como Tratado


de Paz, Amistad, Límites y Arreglo Definitivo, consolidó la política
expansiva que Estados Unidos adoptó, sobre todo, desde inicios del
siglo XIX. Esta política de control territorial tuvo precedentes en la
compra de Luisiana de 1803 o el Tratado de Adams-Onís de 1819,
tras el cual se fijó la frontera entre Estados Unidos y el virreinato de la
Nueva España.

En el caso del Tratado de Guadalupe Hidalgo, la incorporación


territorial fue amplísima en favor de Estados Unidos, y por tanto en
perjuicio de México, independizado en 1821. Aunque los mexicanos
ejercieron una inesperada resistencia al inicio de la batalla, el poderío
norteamericano recrudeció el conflicto y Estados Unidos fue capaz de
imponer sus condiciones en el acuerdo, que fue rubricado el 2 de
febrero de 1848 y ratificado el 30 de mayo en ambos congresos.
El Tratado de Guadalupe Hidalgo contenía un total de 24 artículos. De
entre ellos, destacan el V, que fijaba la frontera entre Estados Unidos y
México en los ríos Gila y Bravo. Atendiendo al mapa, más de la mitad
del total del territorio mexicano pasó a ser de soberanía
estadounidense. En su mayoría, territorios que, pocas décadas antes y
durante siglos, estuvieron bajo control español. Así, este límite situaba
automáticamente en zona estadounidense los actuales estados de
California, Nevada, Utah, Nuevo México, Colorado, partes de
Wyoming, Kansas y Oklahoma, así como Texas. Sobre este último,
México se comprometía a renunciar a todo reclamo. Es decir,

El contenido del artículo IX fue determinante en el ámbito legal, pues


había un núcleo poblacional grande que, tras la firma del acuerdo, vio
su nacionalidad afectada. Este punto del acuerdo, junto con el VIII,
permitía a los mexicanos de los territorios anexionados elegir su
nacionalidad, pudiendo optar por la de Estados Unidos de forma
voluntaria.

El artículo XII del Tratado de Guadalupe Hidalgo ponía precio a la


masiva expansión territorial de Estados Unidos: 15 millones de
dólares. Esta era la cantidad que Estados Unidos pagaría, a modo
compensatorio, a México.

La ampliación territorial de Estados Unidos en la zona sur, frontera


norte de México, alcanzaría otro hito a finales de 1853 con el Tratado
de la Mesilla, a través del cual se compró, por apenas 10 millones de
dólares, la zona más al sur de los actuales estados de Arizona y
Nuevo México.
Con ambos tratados, Estados Unidos incorporó bajo su soberanía gran
parte de los territorios que conformaron el virreinato de Nueva España
y que, siglos antes, habían sido el escenario de las hazañas de los
descubridores españoles.
Siglo XIX
1824: La República Mexicana
Con la primera constitución en 1824, México se estableció como una
república federalista con estados autónomos. El territorio de la
República de México incluía la región que hoy conocemos como el
sudoeste estadounidense y los países centroamericanos (con
excepción de Panamá). Puesto que los territorios del norte de la
república, como el estado de “Coahuila y Tejas”, no tenían muchos
habitantes, el gobierno mexicano invitó a especuladores de tierra
estadounidenses para ayudar a poblar el territorio. Sin embargo, el
gobierno puso tres condiciones: que no se trajeran esclavos a estos
territorios, que los pobladores aprendieran a hablar español, y que
fueran católicos.

A mediados de la década de 1830, bajo el liderazgo del presidente


Antonio López de Santa Ana, México adoptó un sistema
gubernamental centralista, que concentró el poder en el gobierno
federal y restringió la autonomía de los estados. El cambio causó
mucho descontento en territorios como Yucatán o Tejas, ya que a los
pobladores se les impusieron restricciones comerciales que no eran
provechosas para los comerciantes.

1836-1848: La independencia de Tejas y la guerra con los Estados


Unidos
En 1836, la región de Tejas, donde la mayoría de pobladores eran
colonos estadounidenses, declaró su independencia de México.
México intentó recuperar la República de Texas varias veces entre
1836 y 1845. Sin embargo, en 1848 la República fue anexionada por
los Estados Unidos. Esta anexión y disputas acerca de la frontera de
Tejas, reconocida por los mexicanos como el Río Nueces y por los
tejanos como el Río Grande (conocido en EE.UU. como el Río Bravo),
iniciaron la guerra con los Estados Unidos. La falta de preparación,
armamento y dinero, así como las divisiones internas entre distintas
facciones políticas, facilitaron la ocupación de varios territorios
mexicanos por el ejército de los EE.UU. Al firmar el Tratado de
Guadalupe Hidalgo, México logró que terminara la ocupación de su
territorio; sin embargo, tuvo que ceder un tercio de su territorio (partes
de lo que hoy son los estados de California, Nuevo México, Utah,
Nevada, Tejas, Colorado, Arizona, Wyoming, y Kansas) a los Estados
Unidos a cambio de quince millones de dólares.

Para más información acerca de la guerra con los Estados Unidos


visita el sitio de PBS U.S.-Mexican War.

Mediados de 1800 La Reforma


Entre 1833 y 1855 México sufrió gran inestabilidad política a causa de
disputas internas entre facciones políticas. Los conflictos políticos
crearon las condiciones para el desequilibrio económico del país. El
General Antonio López de Santa Ana sirvió como presidente durante
varios períodos de estas épocas hasta que, en 1853, se convirtió en
dictador. Insatisfechos con la situación política, varios reformadores
liberales derrocaron a Santa Ana con el Plan de Ayutla. En lo que
siguió, durante el período conocido como La Reforma, se reestableció
un gobierno federal y se implementaron varias reformas económicas y
políticas, tales como la separación de la iglesia y el estado. La nueva
constitución, creada en 1857, otorgó a los mexicanos la libertad de
religión, la libertad de imprenta, de industria, y de asociación. Aunque
hubo mucho progreso político a mediados del siglo XIX, después de
tantos años de conflictos, la República Mexicana tenía muchas deudas
extranjeras. Para mejorar la economía, el presidente Benito Juárez,
quien fue el primer presidente indígena del país de origen zapoteca,
decidió dejar de pagar las deudas que tenía con Inglaterra, España y
Francia. Mientras que España e Inglaterra aceptaron negociar la
deuda, la Francia napoleónica decidió ocupar México. Durante la
ocupación, el presidente Juárez se refugió en el norte de México y
luchó contra los franceses desde lejos. En 1864, Napoleón III designó
al archiduque Fernando Maximiliano de Habsburgo como emperador
de México. El reinado de Maximiliano solo duró tres años. Después de
que Napoleón III retiró sus tropas de México, los liberales pudieron
capturar y ejecutar a Maximiliano. En 1867, Juárez restauró la
república. Todavía hoy, Juárez es celebrado como uno de los
presidentes más importantes de México por sus ideales de
democracia, libertad y paz, y por representar la faz indígena de México
a nivel oficial.

El Museo de Arte Moderno en Nueva York tiene una página titulada


"Manet and the Execution of Maximilian", que se trata de cómo el
artista Manet interpretó la muerte de Maximiliano. El sitio también
contiene una cronología pertinente a nuestro estudio de la intervención
francesa en México.

1876-1911: El Porfiriato
Aunque Benito Juárez fue reconocido como uno de los presidentes
más importantes y queridos, su presidencia (1858-1872) preocupó a
muchos. El general Porfirio Díaz, quien estaba en contra de la
reelección, intentó levantarse en contra de Juárez, pero fue derrotado.
Cuando el sucesor de Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada, buscó la
reelección, Díaz se levantó otra vez, y esta vez tuvo éxito.
Irónicamente, Porfirio Díaz fue un aficionado de la reelección cuando
él mismo consiguió la presidencia. El período de la dictadura de Díaz
(1876-1911), conocido como el Porfiriato, fue marcado por la paz, la
prosperidad económica, y por el desarrollo de la infraestructura en el
país. México consiguió la modernización industrial y un renacimiento
cultural y científico, utilizando dinero de inversionistas extranjeros.
Desafortunadamente, la prosperidad económica disfrutada por los
extranjeros y la élite mexicana, no se extendió a otros mexicanos,
quienes tuvieron que sufrir la represión política y la pobreza. Por esto,
durante el Porfiriato, México se conoció como “la madre de los
extranjeros y la madrastra de los mexicanos.”

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