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Artículo – América II

Jorge Mario Gómez Lara

ID: 000340534

Curso: Historia de América II

Docente: Diego Bernal

Mayo de 2018

Universidad Pontificia Bolivariana

Escuela de Teología, Filosofía y Humanidades

Programa de Historia

Medellín
La república de la Estrella Solitaria: origen y desarrollo de la Independencia de
Texas

La independencia de Texas con respecto a México y la posterior guerra de este país


contra Estados Unidos por haberse anexado aquel territorio constituyen un tema que ha
suscitado diversas interpretaciones desde que ocurrieron aquellos acontecimientos hasta
la actualidad, tanto por historiadores mexicanos como por estadounidenses. Es
interesante comprobar que, detrás de los hechos puntuales de una guerra, se oculten
procesos que definen una época, tanto en sus pensamientos como en sus expresiones, y
traigo esto a colación porque según algunos autores mexicanos, los historiadores
estadounidenses actuales han sido autocríticos con respecto a lo que sucedió en la
frontera de ambos países en aquellos años, así como de la forma en que sus coterráneos
relataron la guerra, dejándose llevar por el romanticismo militar1.

Por el lado mexicano, una parte de su historiografía se deja llevar por cierto
apasionamiento que comprueba que el tema en cuestión todavía hiere susceptibilidades
y, asimismo, que la cuestión nacionalista marca una impronta que es difícil ocultar en
ciertos casos.

A modo de contexto

Para comprender mejor estos hechos, quisiera contextualizar en que Texas es


actualmente uno de los 50 estados que conforman los Estados Unidos de América; tiene
casi 700.000 km2 y se ubica al sur, compartiendo una gran porción de la frontera con
México. Sin embargo, el territorio de lo que hoy es Texas no perteneció originalmente a
Estados Unidos. Formó parte del Virreinato de la Nueva España, un territorio español
que abarcaba gran parte del suroeste de Norteamérica.

Texas fue descubierta por los españoles en el siglo XVI y anexada a su vasto territorio
de ultramar; no obstante, a diferencia de la zona del Valle de México, aquélla era una
región desolada tanto en población como en recursos minerales. Para los hispanos eran
importantes estos dos factores para, de algún modo, justificar el poderío de la Corona.
Sin embargo, el territorio de lo que hoy es Texas —que se podría calificar como de

1
Martínez Leticia, Morado Cesar, Ávila J. Jesús, La guerra México-Estados Unidos. Su impacto en
Nuevo León, 1835-1848, Senado de la República, México, 2003, 8.
frontera— fue entregado a los militares y a la iglesia para así protegerlo con las armas y
con la fe católica. De modo que misioneros franciscanos fueron encargados para este
fin, pero sin mucho éxito porque hubo constantes ataques indígenas, sumados a la poca
población hispana2.

A finales del siglo XVIII la situación no había cambiado significativamente. Continuaba


habiendo muy poca población, pero había un elemento particular y era el carácter
cosmopolita de ésta. Durante este período llegaron a la provincia de Texas
colonizadores de otras procedencias europeas, desplazando a la población hispana. No
obstante, ésta continuaba siendo importante y se caracterizaba por dos elementos, a
saber: los más pobres vivían en las ciudades o pueblos que se habían establecido,
mientras que los de mayor poder adquisitivo vivían en haciendas y se regían por el
estilo de vida aristocrático. Es interesante resaltar que esta próspera población hispana
se identificaba más fácilmente con los colonos extranjeros que con los hispanos pobres,
puesto que éstos eran “casi siempre mestizos, mientras que los ricos, por lo general,
descendían de viejas familias aristocráticas españolas”3.

Dada la experiencia favorable que los Estados Unidos estaban teniendo con los
inmigrantes, los texanos hispanos, de cierta forma, se dejaron invadir por este
optimismo, considerando necesario el aporte de los pobladores no hispanos. No
obstante, detrás de esta intención estaba el factor de la imposibilidad de controlar un
territorio tan extenso, por lo que la llegada de los colonizadores angloamericanos
parecía inevitable.

El germen de la independencia texana

En este punto me parece importante señalar brevemente el papel que desempeñó Moses
Austin en este proceso. Fue un hombre originario de Estados Unidos que decidió
emigrar a Texas para recuperarse de la bancarrota en la que había caído, y las
autoridades texanas vieron con buenos ojos sus intenciones, debido a las razones que ya
he comentado: los ataques indígenas y la baja población. De modo que solicitó un
permiso para el asentamiento de 300 familias estadounidenses. Sin embargo, falleció en

2
Reichstein, Andreas, “¿Por qué México perdió Texas en 1836?”, Historia mexicana XLII, no. 4, 1993,
867-868.
3
Reichstein, Andreas, “¿Por qué México perdió Texas en 1836?”, 871.
momentos en que esperaba la aprobación de su solicitud, pero esto no detuvo la
empresa, ya que su hijo Stephen tomó las riendas de esta colonización, la cual
finalmente fue aceptada.

Hubo, sin embargo, una serie de condiciones: los colonos debían profesar la fe católica
y defender la monarquía española; en contraprestación, podían distribuir la tierra como
quisieran e, incluso, el tener esclavos aumentaba la extensión de las tierras
concesionadas, ya que pedían 80 acres por cada uno. Posteriormente, cuando ya el
territorio formaba parte del México independiente, se implementaron una serie de
reformas como la de incluir a Texas en el estado de Coahuila y otras referentes al
espinoso tema de la esclavitud, que tenía sus idas y venidas4. Estas condiciones
causaron malestar, posibilitando la ilegalidad en algunos casos.

Mientras tanto, continuando con la mirada del contexto mexicano, habían surgido dos
partidos o facciones a raíz de su desacuerdo en la forma en que estaría constituida la
nación. Los centralistas querían continuar el modelo monárquico hispano, mientras que
los federalistas querían una república liberal, siguiendo el modelo estadounidense que
les parecía exitoso. Los habitantes de Texas no estuvieron ajenos a esta controversia.
Apoyaron la facción federalista y una de las razones fue la identidad que sentían por su
región, queriéndose separar de Coahuila, de la que formaban parte. Esta dicotomía entre
centralistas y federalistas también se expresó en dos hombres: Anastasio Bustamante,
que dirigía a los primeros, y Antonio López de Santa Anna, que hacía lo propio con los
segundos.

Una serie de acontecimientos desencadenaron la independencia de Texas. En primer


lugar, entre 1829 y 1830 hubo una fuerte oleada de inmigración estadounidense, lo que
conllevó a que la prensa del país angloamericano difundiera el rumor de su inminente
compra por ser una tierra tan atractiva para el asentamiento de colonos. Y en realidad lo
era, teniendo en cuenta la exención de impuestos y otra serie de privilegios que ya he
mencionado. No obstante, sus desavenencias con las autoridades mexicanas lograron
despertar ciertos sentimientos, llegando a considerar como abusivas algunas decisiones.

4
El gobierno republicano mexicano era antiesclavista, mientras Stephen Austin luchaba por mantener
esta institución que consideraba fundamental para mantener sus intereses. Vázquez, Josefina Zoraida,
México y el mundo. Historia de sus relaciones exteriores, Senado de la República, México, 1990, 55-60.
En este punto es complicado sentar una posición en el sentido de privilegiar ciertas
versiones sobre otras, puesto que aún hoy sigue siendo un asunto sin dilucidar. Según
algunas fuentes, los colonos sentían que el gobierno mexicano no los tomaba en cuenta
y esto se expresa en el número de diputados a que tenían derecho —uno y luego dos—
contra diez de Coahuila. Las distancias con respecto a la Ciudad de México y las
facilidades de comerciar con Nueva Orleans se pueden considerar como factores
económicos importantes también a tener en cuenta.

El asunto de las tierras no fue menos relevante. Estados Unidos sentía la necesidad de
conocer sus límites y fijarlos mediante tratados. Algunas fuentes mexicanas señalan que
esta preocupación no se debió tanto a un interés por la exactitud, sino por aprovecharse
del relajamiento o el desconocimiento de las fronteras por parte de México5.

Una serie de leyes promulgadas por el gobierno mexicano provocaron la furia de los
colonos angloamericanos. Específicamente la ley del 6 de abril de 1830 que le quitaba
la potestad a Texas de manejar el tema de la colonización, pasando al conjunto de la
federación. La disposición del 22 de abril de 1832 autorizaba la expulsión de los
extranjeros que de forma ilegal se habían asentado en el territorio. Por último, en el
campo político, cayó muy mal que Santa Anna, un político y militar que se había
convertido en presidente, asumiera poderes dictatoriales, anulando prácticamente el
federalismo.

Hacia una Texas independiente

Sea cual fuere la causa determinante, lo cierto es que se llegó al extremo de un


enfrentamiento militar entre el ejército mexicano y los colonos —apoyados por las
autoridades estadounidenses—. Fue precisamente en Washington, el 2 de marzo de
1836, que se declaró la independencia de Texas sobre México. Se eligió como
presidente a David G. Burnett y como vicepresidente a Lorenzo de Zavala. Se
expusieron una serie de razones como la tiranía del gobierno mexicano que, como se ha
dicho, ya no era federal; la protección de derechos básicos y hasta “la negación del
derecho de adorar al Ser Supremo”. Se proclamó, además, una constitución que estaba
influenciada por la estadounidense y tenía la impronta de los estados sureños de este
5
González Oropeza, Manuel, La formación de la constitución de Texas (1833-1836), Universidad
Nacional Autónoma de México, 2016, 69.
país, ya que aprobaba la esclavitud sin ningún tipo de restricción, salvo que el congreso
podía autorizar la manumisión de esclavos bajo ciertos parámetros.

Era evidente, entonces, que había un distanciamiento en cuanto al modo de ver la


esclavitud por parte de los estadounidenses y los mexicanos, ya que éstos estaban a
favor de concederles la libertad. Simultáneamente se desarrollaba la guerra. Por el lado
texano, el comandante del ejército era Samuel Houston, que era amigo del presidente
Andrew Jackson; mientras que por el lado mexicano, Santa Anna, tomó las riendas del
ejército.

En la batalla del Álamo, sucedió un hecho que comprueba que, detrás de las estadísticas
o resultados de las guerras, hay historias particulares que muestran el lado humano de
éstas. Gregorio y Francisco Esparza eran dos hermanos que pelearon en bandos
distintos; el primero defendiendo la independencia texana y el segundo apoyando la
unidad de México y, aunque no se enfrentaron directamente, Francisco fue a recoger el
cuerpo de su hermano fallecido en esa batalla y parece que se hizo cargo de su familia,
estableciéndose definitivamente allí. Esto demuestra que no había unanimidad en el
apoyo de uno u otro bando, sino que existían divisiones aún entre familias.

Es interesante que el autor que relata esta historia manifieste que la historiografía
mexicana no le haya prestado la debida atención a este caso particular, mientras que en
Texas Gregorio Esparza es prácticamente un héroe, pues se ha representado en ciertos
monumentos en algunas ciudades texanas, como el que hay en los jardines del congreso
de la capital estatal, en Austin6.

Si bien la batalla del Álamo representó un revés para las tropas rebeldes, llegó el
momento de la reivindicación con otra batalla decisiva: la de San Jacinto. El hecho más
importante fue el arresto de Santa Anna que, como presidente de México, representaba
un botín de guerra muy apetecido. En efecto, su liberación estuvo condicionada por los
rebeldes que, a cambio de no atacar al ejército mexicano en retirada, lograron el
reconocimiento de la nueva república7. Como dato curioso, esta batalla se generó

6
Emmerich, Gustavo, “Gregorio y Francisco Esparza: hermanos enfrentados ante la independencia de
Texas, 1835-1836”, Secuencia, no. 83, 2012, 45-46.
7
Se firmaron dos tratados. En uno de ellos, que no se hizo público, Santa Anna se comprometía a apoyar,
de alguna forma, el reconocimiento de la nueva república. Vázquez, Josefina Zoraida, México y el mundo,
97.
cuando los rebeldes texanos sorprendieron a las tropas mexicanas en medio de una
siesta y por eso es conocida como “la siesta de San Jacinto”.

Un choque entre dos modelos opuestos

Hasta aquí he realizado una descripción somera de los múltiples factores y


acontecimientos que desencadenaron la independencia de Texas; ahora me gustaría
profundizar acerca de ciertos procesos más generales que, simultáneamente, se estaban
desarrollando, como lo fueron la doctrina del Destino Manifiesto y la división entre
estados del norte y del sur por el lado estadounidense y, en la otra orilla, la situación
mexicana que estaba lejos de ser tranquila, tanto internamente como en sus relaciones
exteriores.

Estados Unidos logró su independencia varias décadas antes que México, en un


contexto diferente, debido a que las características de los colonos ingleses, partiendo
desde la religión y pasando por el modelo territorial y económico, representaban casi
que las antípodas con su vecino del sur. Aquel país se constituyó en la primera república
moderna del mundo y había vivido momentos como la compra de Luisiana en 1803, la
guerra contra Gran Bretaña en 1812 y la compra de la Florida en 1819 que, de alguna
manera, la fortalecieron territorialmente y la acercaron al territorio texano. Sumado a
estos factores, considero que el más importante es el aumento demográfico que
experimentó Estados Unidos, pasando de nueve y medio millones en 1820 a más de 23
millones en 1850, posibilitando un asentamiento sino inevitable, al menos predecible,
de colonos angloamericanos.

La necesidad de éstos por acceder a más tierras para expandir su influencia se puede
remontar a valores culturales heredados del siglo XVI. La Reforma de Lutero significó
un punto de quiebre en la historia del continente europeo, permeando a Inglaterra y a
sus colonias americanas. La ética protestante, que enaltecía los bienes materiales, llegó
a diferenciarse muy claramente de su contraparte católica. Los primeros, entonces,
vincularon la religión con la economía, construyendo un modelo civilizatorio, si se
quiere, cuya misión era expandir los ideales de libertad y prosperidad hacia el oeste de
Norteamérica8.

Por otro lado, México vivía una crisis interna que afectó su respuesta efectiva a lo que
sucedía en la frontera del norte. En 1824 se había impuesto el modelo federalista pero
éste era muy diferente al estadounidense. El gobierno federal era débil y gobernaba para
los estados y no para los ciudadanos, al contrario de su vecino9. Otra característica fue
la influencia de la Constitución de Cádiz en Nueva España y posteriormente en los
primeros años de México como país independiente. Sin embargo, hay que decir que
estas ideas liberales encontraron una resistencia en las élites, para quienes era peligroso
alterar la pirámide social que se había establecido desde la colonia; por ende, a pesar de
todo hubo restricciones ciudadanas. Otro factor en la desestabilización del país fueron
los excesos que se tomaron algunos gobernantes, incluyendo a Santa Anna, quien
asumió poderes dictatoriales tanto antes como después de la independencia texana.

En el plano exterior, conflictos con España y Francia, ocuparon la atención de México y


limitaron su capacidad de acción. No obstante, algunos historiadores ven estos
problemas no como coyunturas o contingencias del momento, sino que los ven como
estructurales de vieja data.

De la ‘República de la Estrella Solitaria’ a la incorporación a los EEUU

Una vez examinadas las posibles causas generales de este acontecimiento, me propongo
ahora a continuar relatando lo que sucedió después de la declaración de la
independencia de Texas, la cual no fue reconocida por México y mucho menos se
consideraba la posibilidad de aceptar la anexión de aquel territorio a los Estados Unidos
sin pasar por otra guerra. Por lo tanto, el desarrollo de la independencia texana se
extiende hasta la década de los 40s cuando estalló la guerra ‘oficial’ o, al menos, la más
estudiada.

8
El historiador Miguel Ángel González Quiroga señala que la expansión, producto de la explosión
demográfica, fue la causa principal de la pérdida de Texas por parte de México. En su artículo cita a
Josefina Zoraida Vázquez, quien dice que: “(…) extender el área de la libertad significó también extender
el área de la esclavitud”. González, Miguel Ángel, “La guerra entre Estados Unidos y México”,
Actas/Historias, 2012, 21.
9
Vázquez, Josefina, “Un viejo tema: el federalismo y el centralismo”, Historia mexicana XLII, no. 3,
1993, 623.
En efecto, en 1845 Estados Unidos no solo aceptó la incorporación de Texas en su
territorio, sino que le declaró la guerra a México. Pero para llegar a este punto, habían
sucedido una serie de acontecimientos que, de alguna forma, alteraron el panorama de
las relaciones entre las dos naciones. Para ese entonces, el presidente de Estados Unidos
era James K. Polk. Aparte de haber sido amigo de Andrew Jackson, compartían el
hecho de que ambos eran sureños y no muy educados formalmente. Durante la campaña
presidencial, Polk apoyó abiertamente la anexión de Texas y, según las interpretaciones
que se le dan al diario que escribió, sus intenciones con respecto a México eran
expansionistas y permeadas por mucha arrogancia10.

Sus intenciones iban más allá de simplemente adquirir Texas, pues también le
interesaban los territorios de Nuevo México y California. Es por esto que mandó un
emisario a México para negociar con el gobierno los términos en que se podrían
comprar dichos territorios, pero dicha persona no fue recibida, lo que produjo una
retaliación expresada en el ámbito militar, ya que movió las tropas estadounidenses
hacia la frontera y aprovechó cualquier incidente para declarar la guerra. No se trató
solo de una guerra de frontera, puesto que la flota estadounidense avanzó a través del
golfo de México hasta el puerto de Veracruz.

Para esta época volvió a cobrar protagonismo la figura de Santa Anna, quien
previamente había estado exiliado y que, una vez de regreso, se encargó nuevamente de
comandar las tropas mexicanas. No obstante, hubo desigualdad tanto en la capacidad de
los ejércitos como en la elaboración de estrategias efectivas, debido a que las tropas
estadounidenses lograron avanzar por el norte hasta Monterrey y desde el puerto de
Veracruz hasta la Ciudad de México.

10
Iglesias Román, Morineau Marta, La anexión de Texas a Estados Unidos y la guerra con México,
según el diario del presidente Polk, Universidad Nacional Autónoma de México, 1998, 323-324.
En vista de la caída de la capital mexicana, comenzaron las negociaciones de paz
expresadas finalmente en el Tratado de Guadalupe Hidalgo, firmado el 2 de febrero de
1848, poniéndole fin a la guerra. La firma de este tratado representó para México una
pérdida de territorio considerable, pues no solamente aceptaba la anexión de Texas a los
Estados Unidos, sino que también perdían los territorios de Nuevo México y California.

Los mexicanos no solamente salieron derrotados, viéndose despojados de gran parte de


su antigua frontera, sino que, desde el punto de vista anímico, fue un golpe muy duro de
asimilar. Se temía que Estados Unidos no se conformara con lo conseguido y
ambicionara más territorio a costa suya, pero no hubo más intervenciones militares y el
territorio mexicano ya se estableció más o menos con los límites actuales —sin contar la
parte que, posteriormente, le vendieron a Estados Unidos y que es conocida como La
Mesilla—. Por otro lado, esta guerra fue un aliciente del despertar nacionalista que
caracteriza a México aún hoy, a pesar de que puede ser más retórico que de hechos
concretos, si se compara con otros nacionalismos que han levantado naciones de las
ruinas, como es el caso de Alemania o Japón en el siglo XX11.

Texas independiente: un tema poco explorado

Ahora, quisiera concentrarme en los diez años en que Texas fue una república
independiente, ya que me surgieron dudas acerca de cómo se estableció dicho gobierno
y cuáles fueron los factores que desencadenaron su anexión a los Estados Unidos. En
primer lugar, su constitución es muy controvertida, debido a que no fue una sino tres las
que se redactaron: una en 1827 cuando estaba unida a Coahuila, la segunda en 1833 y la
última en 1836.

Resalto con respecto a la primera que se empleaba el gentilicio de coahuiltejano para


referirse a los habitantes de ese estado, lo que permite dilucidar que para muchos de
ellos no había diferencia entre unos y otros, a pesar de que más arriba señalé que se
estaba empezando a conformar una identidad propia texana. El contexto de la segunda
es la de un territorio separado de Coahuila y conformado como un estado más de la
república mexicana; no obstante, el congreso de este país no la aceptó, puesto que
consideraban que la región no cumplía con los requisitos para constituirse en un estado.
Lo que le molestaba al congreso era su pretensión de separarse de Coahuila.

En la tercera, en la que ya se habla de “República de Texas”, se promulgaron leyes


referentes a la creación de un ejército propio, así como de su propia moneda, se buscó
delimitar sus fronteras, adoptar el derecho británico, entre otras disposiciones. Al
establecerse un nosotros, los otros ya pasaron a ser enemigos, como es el caso de los
coahuilenses y el resto de mexicanos, pues no hay que olvidar que se vivía en un
contexto de guerra12.

A pesar de que el autor Andreas Reichstein considera como una de las principales
causas del conflicto la avaricia de algunos personajes específicos, subestimando causas
más generales como la diferencia entre católicos y protestantes, entre otras13, me parece

11
González Quiroga, Miguel Ángel, “La guerra entre Estados Unidos y México”, 29.
12
González Oropeza, Manuel, La formación de la constitución de Texas (1833-1836), 75-93.
13
Reichstein, Andreas, “¿Era realmente inevitable? ¿Por qué México perdió Texas en 1836?”, Historia
mexicana XLII, no. 4, 1993, 884.
que la adopción del derecho británico en la constitución de 1836, puede representar el
anhelo de seguir un modelo cultural que para ellos no era del todo ajeno, siendo muchos
de ellos colonos estadounidenses. En la década de los 20s del siglo XIX también hubo
un conflicto entre colonos y mexicanos porque los primeros querían el sistema de juicio
por jurados, con lo cual, de igual manera, se estaba siguiendo un modelo
angloamericano.

Por último, quisiera referirme al papel que desempeñó el presidente Andrew Jackson en
el proceso de la independencia de Texas puesto que, generalmente, las fuentes suelen
privilegiar a James K. Polk porque tuvo un rol más beligerante, si se quiere utilizar ese
término, en la cuestión de la política expansionista de Estados Unidos.

Andrew Jackson tuvo una participación ambivalente en este asunto. Por un lado, estaba
imbuido por el romanticismo que generaban las tierras del oeste y, por ende, de la
expansión angloamericana, pero, al mismo tiempo, como presidente reflejaba una
imagen diplomática, defendiendo los ideales de su nación, pero manteniendo la
neutralidad con los demás países.

Esta ambigüedad se expresó en algunos hechos que quiero resaltar. En primer lugar,
cuando se llevó a cabo lo que he de llamar la primera guerra —es decir, entre México y
los rebeldes texanos—, una parte del ejército estadounidense se movió hacia la frontera
entre los Estados Unidos y el Texas mexicano, que en ese momento se fijaba en el río
Sabina. Aparte de las pretensiones angloamericanas de establecer la frontera en el río
Bravo y de la correspondencia sostenida entre Andrew Jackson y Samuel Houston, otro
supuesto movimiento expansionista fue la ayuda que esta tropa estaba dispuesta a
brindarles a los rebeldes en caso de requerirla, dado el resultado que habían obtenido en
la batalla del Álamo, el cual no fue favorable.

En segundo lugar, desde un principio los texanos buscaron integrarse a Estados Unidos,
pero Jackson mantenía una posición ambivalente porque, ante todo, pensaba en la
Unión y en el desequilibrio que esta anexión podía causar en las ya difíciles relaciones
entre los estados del norte y del sur. Sin embargo, los intereses de los primeros por crear
un puerto en el Pacífico abrían las puertas de la anexión de Texas dado que, a través de
ésta se correría la frontera hacia el oeste, facilitando la llegada a California14. De modo
que, no solo había intereses políticos sino económicos. Se podría decir que, a pesar de
las diferencias entre el norte y el sur, la expansión hacia el oeste era un proyecto
compartido por ambos, si bien los objetivos cambiaban.

La exploración de estos hechos me permite pensar que fueron procesos más generales
los que posibilitaron el origen y desarrollo de la independencia de Texas, así como de su
posterior anexión a los Estados Unidos. No obstante, me parece arriesgado dejarlo todo
en manos de lo macro, desconociendo particularidades que, evidentemente, marcaron la
diferencia, como por ejemplo la actitud poco diplomática del presidente Polk y la
torpeza de Santa Anna. Con respecto a este epíteto, se puede considerar como algo
injusto, basándome en algunas fuentes que intentan alejarse del lugar común de ver a
este personaje como uno de los villanos de la historia mexicana, reivindicando el
contexto en el cual le tocó actuar, que era el de una nación en construcción. El hecho de
que se le recuerde como un traidor, tiene que ver más con una elaboración posterior que
tuvo como función encubrir el papel de un pueblo vencido y humillado15.

Para concluir, me gustaría reflexionar sobre la importancia que este tema adquiere en la
actualidad, no solo por las tensas relaciones que se viven hoy en día entre ambos países,
sino por el intenso regionalismo que algunos texanos expresan como una manera de
diferenciarse del resto de los Estados Unidos. Aspectos como la construcción de un
muro que delimite la frontera, más allá de representar una barrera física, tiene un
significado más profundo que por cuestiones de espacio y de pertinencia no abordaré.
Solo dejaré esbozado el problema de una frontera que, tanto en el siglo XIX como ahora
en el XXI, sigue estando viva, álgida y dinámica.

Con respecto a la identidad texana, que en ocasiones raya con el separatismo, puede
entenderse como un fenómeno cuyas causas provienen posiblemente de los
acontecimientos que he relatado en el presente artículo. Por ende, es un tema propenso a
reinterpretarse según las circunstancias y momentos.

14
Castro Martínez, Pedro Fernando, “Andrew Jackson y la causa texana”, Secuencia, no. 20, 1991, 55-65.
15
Seydel, Ute, “El mito negativo de Antonio López de Santa Anna: replanteamientos en la historiografía,
la ficción literaria y el cine”, Literatura mexicana XX, no. 2, 2009, 42-45.
Bibliografía

Castro Martínez, Pedro Fernando, “Andrew Jackson y la causa texana”, Secuencia, no. 20,
1991.

Emmerich, Gustavo, “Gregorio y Francisco Esparza: hermanos enfrentados ante la


independencia de Texas, 1835-1836”, Secuencia, no. 83, 2012.

González Oropeza, Manuel, La formación de la constitución de Texas (1833-1836),


Universidad Nacional Autónoma de México, 2016.

González, Miguel Ángel, “La guerra entre Estados Unidos y México”, Actas/Historias, 2012.

Iglesias Román, Morineau Marta, La anexión de Texas a Estados Unidos y la guerra con
México, según el diario del presidente Polk, Universidad Nacional Autónoma de México, 1998.

Martínez Leticia, Morado Cesar, Ávila J. Jesús, La guerra México-Estados Unidos. Su impacto
en Nuevo León, 1835-1848, Senado de la República, México, 2003.

Reichstein, Andreas, “¿Era realmente inevitable? ¿Por qué México perdió Texas en 1836?”,
Historia mexicana XLII, no. 4, 1993.

Reichstein, Andreas, “¿Por qué México perdió Texas en 1836?”, Historia mexicana XLII, no. 4,
1993.

Seydel, Ute, “El mito negativo de Antonio López de Santa Anna: replanteamientos en la
historiografía, la ficción literaria y el cine”, Literatura mexicana XX, no. 2, 2009.

Vázquez, Josefina Zoraida, México y el mundo. Historia de sus relaciones exteriores, Senado de
la República, México, 1990.

Vázquez, Josefina Zoraida, “Un viejo tema: el federalismo y el centralismo”, Historia mexicana
XLII, no. 3, 1993.

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