Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
ID: 000340534
Mayo de 2018
Programa de Historia
Medellín
La república de la Estrella Solitaria: origen y desarrollo de la Independencia de
Texas
Por el lado mexicano, una parte de su historiografía se deja llevar por cierto
apasionamiento que comprueba que el tema en cuestión todavía hiere susceptibilidades
y, asimismo, que la cuestión nacionalista marca una impronta que es difícil ocultar en
ciertos casos.
A modo de contexto
Texas fue descubierta por los españoles en el siglo XVI y anexada a su vasto territorio
de ultramar; no obstante, a diferencia de la zona del Valle de México, aquélla era una
región desolada tanto en población como en recursos minerales. Para los hispanos eran
importantes estos dos factores para, de algún modo, justificar el poderío de la Corona.
Sin embargo, el territorio de lo que hoy es Texas —que se podría calificar como de
1
Martínez Leticia, Morado Cesar, Ávila J. Jesús, La guerra México-Estados Unidos. Su impacto en
Nuevo León, 1835-1848, Senado de la República, México, 2003, 8.
frontera— fue entregado a los militares y a la iglesia para así protegerlo con las armas y
con la fe católica. De modo que misioneros franciscanos fueron encargados para este
fin, pero sin mucho éxito porque hubo constantes ataques indígenas, sumados a la poca
población hispana2.
Dada la experiencia favorable que los Estados Unidos estaban teniendo con los
inmigrantes, los texanos hispanos, de cierta forma, se dejaron invadir por este
optimismo, considerando necesario el aporte de los pobladores no hispanos. No
obstante, detrás de esta intención estaba el factor de la imposibilidad de controlar un
territorio tan extenso, por lo que la llegada de los colonizadores angloamericanos
parecía inevitable.
En este punto me parece importante señalar brevemente el papel que desempeñó Moses
Austin en este proceso. Fue un hombre originario de Estados Unidos que decidió
emigrar a Texas para recuperarse de la bancarrota en la que había caído, y las
autoridades texanas vieron con buenos ojos sus intenciones, debido a las razones que ya
he comentado: los ataques indígenas y la baja población. De modo que solicitó un
permiso para el asentamiento de 300 familias estadounidenses. Sin embargo, falleció en
2
Reichstein, Andreas, “¿Por qué México perdió Texas en 1836?”, Historia mexicana XLII, no. 4, 1993,
867-868.
3
Reichstein, Andreas, “¿Por qué México perdió Texas en 1836?”, 871.
momentos en que esperaba la aprobación de su solicitud, pero esto no detuvo la
empresa, ya que su hijo Stephen tomó las riendas de esta colonización, la cual
finalmente fue aceptada.
Hubo, sin embargo, una serie de condiciones: los colonos debían profesar la fe católica
y defender la monarquía española; en contraprestación, podían distribuir la tierra como
quisieran e, incluso, el tener esclavos aumentaba la extensión de las tierras
concesionadas, ya que pedían 80 acres por cada uno. Posteriormente, cuando ya el
territorio formaba parte del México independiente, se implementaron una serie de
reformas como la de incluir a Texas en el estado de Coahuila y otras referentes al
espinoso tema de la esclavitud, que tenía sus idas y venidas4. Estas condiciones
causaron malestar, posibilitando la ilegalidad en algunos casos.
Mientras tanto, continuando con la mirada del contexto mexicano, habían surgido dos
partidos o facciones a raíz de su desacuerdo en la forma en que estaría constituida la
nación. Los centralistas querían continuar el modelo monárquico hispano, mientras que
los federalistas querían una república liberal, siguiendo el modelo estadounidense que
les parecía exitoso. Los habitantes de Texas no estuvieron ajenos a esta controversia.
Apoyaron la facción federalista y una de las razones fue la identidad que sentían por su
región, queriéndose separar de Coahuila, de la que formaban parte. Esta dicotomía entre
centralistas y federalistas también se expresó en dos hombres: Anastasio Bustamante,
que dirigía a los primeros, y Antonio López de Santa Anna, que hacía lo propio con los
segundos.
4
El gobierno republicano mexicano era antiesclavista, mientras Stephen Austin luchaba por mantener
esta institución que consideraba fundamental para mantener sus intereses. Vázquez, Josefina Zoraida,
México y el mundo. Historia de sus relaciones exteriores, Senado de la República, México, 1990, 55-60.
En este punto es complicado sentar una posición en el sentido de privilegiar ciertas
versiones sobre otras, puesto que aún hoy sigue siendo un asunto sin dilucidar. Según
algunas fuentes, los colonos sentían que el gobierno mexicano no los tomaba en cuenta
y esto se expresa en el número de diputados a que tenían derecho —uno y luego dos—
contra diez de Coahuila. Las distancias con respecto a la Ciudad de México y las
facilidades de comerciar con Nueva Orleans se pueden considerar como factores
económicos importantes también a tener en cuenta.
El asunto de las tierras no fue menos relevante. Estados Unidos sentía la necesidad de
conocer sus límites y fijarlos mediante tratados. Algunas fuentes mexicanas señalan que
esta preocupación no se debió tanto a un interés por la exactitud, sino por aprovecharse
del relajamiento o el desconocimiento de las fronteras por parte de México5.
Una serie de leyes promulgadas por el gobierno mexicano provocaron la furia de los
colonos angloamericanos. Específicamente la ley del 6 de abril de 1830 que le quitaba
la potestad a Texas de manejar el tema de la colonización, pasando al conjunto de la
federación. La disposición del 22 de abril de 1832 autorizaba la expulsión de los
extranjeros que de forma ilegal se habían asentado en el territorio. Por último, en el
campo político, cayó muy mal que Santa Anna, un político y militar que se había
convertido en presidente, asumiera poderes dictatoriales, anulando prácticamente el
federalismo.
En la batalla del Álamo, sucedió un hecho que comprueba que, detrás de las estadísticas
o resultados de las guerras, hay historias particulares que muestran el lado humano de
éstas. Gregorio y Francisco Esparza eran dos hermanos que pelearon en bandos
distintos; el primero defendiendo la independencia texana y el segundo apoyando la
unidad de México y, aunque no se enfrentaron directamente, Francisco fue a recoger el
cuerpo de su hermano fallecido en esa batalla y parece que se hizo cargo de su familia,
estableciéndose definitivamente allí. Esto demuestra que no había unanimidad en el
apoyo de uno u otro bando, sino que existían divisiones aún entre familias.
Es interesante que el autor que relata esta historia manifieste que la historiografía
mexicana no le haya prestado la debida atención a este caso particular, mientras que en
Texas Gregorio Esparza es prácticamente un héroe, pues se ha representado en ciertos
monumentos en algunas ciudades texanas, como el que hay en los jardines del congreso
de la capital estatal, en Austin6.
Si bien la batalla del Álamo representó un revés para las tropas rebeldes, llegó el
momento de la reivindicación con otra batalla decisiva: la de San Jacinto. El hecho más
importante fue el arresto de Santa Anna que, como presidente de México, representaba
un botín de guerra muy apetecido. En efecto, su liberación estuvo condicionada por los
rebeldes que, a cambio de no atacar al ejército mexicano en retirada, lograron el
reconocimiento de la nueva república7. Como dato curioso, esta batalla se generó
6
Emmerich, Gustavo, “Gregorio y Francisco Esparza: hermanos enfrentados ante la independencia de
Texas, 1835-1836”, Secuencia, no. 83, 2012, 45-46.
7
Se firmaron dos tratados. En uno de ellos, que no se hizo público, Santa Anna se comprometía a apoyar,
de alguna forma, el reconocimiento de la nueva república. Vázquez, Josefina Zoraida, México y el mundo,
97.
cuando los rebeldes texanos sorprendieron a las tropas mexicanas en medio de una
siesta y por eso es conocida como “la siesta de San Jacinto”.
La necesidad de éstos por acceder a más tierras para expandir su influencia se puede
remontar a valores culturales heredados del siglo XVI. La Reforma de Lutero significó
un punto de quiebre en la historia del continente europeo, permeando a Inglaterra y a
sus colonias americanas. La ética protestante, que enaltecía los bienes materiales, llegó
a diferenciarse muy claramente de su contraparte católica. Los primeros, entonces,
vincularon la religión con la economía, construyendo un modelo civilizatorio, si se
quiere, cuya misión era expandir los ideales de libertad y prosperidad hacia el oeste de
Norteamérica8.
Por otro lado, México vivía una crisis interna que afectó su respuesta efectiva a lo que
sucedía en la frontera del norte. En 1824 se había impuesto el modelo federalista pero
éste era muy diferente al estadounidense. El gobierno federal era débil y gobernaba para
los estados y no para los ciudadanos, al contrario de su vecino9. Otra característica fue
la influencia de la Constitución de Cádiz en Nueva España y posteriormente en los
primeros años de México como país independiente. Sin embargo, hay que decir que
estas ideas liberales encontraron una resistencia en las élites, para quienes era peligroso
alterar la pirámide social que se había establecido desde la colonia; por ende, a pesar de
todo hubo restricciones ciudadanas. Otro factor en la desestabilización del país fueron
los excesos que se tomaron algunos gobernantes, incluyendo a Santa Anna, quien
asumió poderes dictatoriales tanto antes como después de la independencia texana.
Una vez examinadas las posibles causas generales de este acontecimiento, me propongo
ahora a continuar relatando lo que sucedió después de la declaración de la
independencia de Texas, la cual no fue reconocida por México y mucho menos se
consideraba la posibilidad de aceptar la anexión de aquel territorio a los Estados Unidos
sin pasar por otra guerra. Por lo tanto, el desarrollo de la independencia texana se
extiende hasta la década de los 40s cuando estalló la guerra ‘oficial’ o, al menos, la más
estudiada.
8
El historiador Miguel Ángel González Quiroga señala que la expansión, producto de la explosión
demográfica, fue la causa principal de la pérdida de Texas por parte de México. En su artículo cita a
Josefina Zoraida Vázquez, quien dice que: “(…) extender el área de la libertad significó también extender
el área de la esclavitud”. González, Miguel Ángel, “La guerra entre Estados Unidos y México”,
Actas/Historias, 2012, 21.
9
Vázquez, Josefina, “Un viejo tema: el federalismo y el centralismo”, Historia mexicana XLII, no. 3,
1993, 623.
En efecto, en 1845 Estados Unidos no solo aceptó la incorporación de Texas en su
territorio, sino que le declaró la guerra a México. Pero para llegar a este punto, habían
sucedido una serie de acontecimientos que, de alguna forma, alteraron el panorama de
las relaciones entre las dos naciones. Para ese entonces, el presidente de Estados Unidos
era James K. Polk. Aparte de haber sido amigo de Andrew Jackson, compartían el
hecho de que ambos eran sureños y no muy educados formalmente. Durante la campaña
presidencial, Polk apoyó abiertamente la anexión de Texas y, según las interpretaciones
que se le dan al diario que escribió, sus intenciones con respecto a México eran
expansionistas y permeadas por mucha arrogancia10.
Sus intenciones iban más allá de simplemente adquirir Texas, pues también le
interesaban los territorios de Nuevo México y California. Es por esto que mandó un
emisario a México para negociar con el gobierno los términos en que se podrían
comprar dichos territorios, pero dicha persona no fue recibida, lo que produjo una
retaliación expresada en el ámbito militar, ya que movió las tropas estadounidenses
hacia la frontera y aprovechó cualquier incidente para declarar la guerra. No se trató
solo de una guerra de frontera, puesto que la flota estadounidense avanzó a través del
golfo de México hasta el puerto de Veracruz.
Para esta época volvió a cobrar protagonismo la figura de Santa Anna, quien
previamente había estado exiliado y que, una vez de regreso, se encargó nuevamente de
comandar las tropas mexicanas. No obstante, hubo desigualdad tanto en la capacidad de
los ejércitos como en la elaboración de estrategias efectivas, debido a que las tropas
estadounidenses lograron avanzar por el norte hasta Monterrey y desde el puerto de
Veracruz hasta la Ciudad de México.
10
Iglesias Román, Morineau Marta, La anexión de Texas a Estados Unidos y la guerra con México,
según el diario del presidente Polk, Universidad Nacional Autónoma de México, 1998, 323-324.
En vista de la caída de la capital mexicana, comenzaron las negociaciones de paz
expresadas finalmente en el Tratado de Guadalupe Hidalgo, firmado el 2 de febrero de
1848, poniéndole fin a la guerra. La firma de este tratado representó para México una
pérdida de territorio considerable, pues no solamente aceptaba la anexión de Texas a los
Estados Unidos, sino que también perdían los territorios de Nuevo México y California.
Ahora, quisiera concentrarme en los diez años en que Texas fue una república
independiente, ya que me surgieron dudas acerca de cómo se estableció dicho gobierno
y cuáles fueron los factores que desencadenaron su anexión a los Estados Unidos. En
primer lugar, su constitución es muy controvertida, debido a que no fue una sino tres las
que se redactaron: una en 1827 cuando estaba unida a Coahuila, la segunda en 1833 y la
última en 1836.
A pesar de que el autor Andreas Reichstein considera como una de las principales
causas del conflicto la avaricia de algunos personajes específicos, subestimando causas
más generales como la diferencia entre católicos y protestantes, entre otras13, me parece
11
González Quiroga, Miguel Ángel, “La guerra entre Estados Unidos y México”, 29.
12
González Oropeza, Manuel, La formación de la constitución de Texas (1833-1836), 75-93.
13
Reichstein, Andreas, “¿Era realmente inevitable? ¿Por qué México perdió Texas en 1836?”, Historia
mexicana XLII, no. 4, 1993, 884.
que la adopción del derecho británico en la constitución de 1836, puede representar el
anhelo de seguir un modelo cultural que para ellos no era del todo ajeno, siendo muchos
de ellos colonos estadounidenses. En la década de los 20s del siglo XIX también hubo
un conflicto entre colonos y mexicanos porque los primeros querían el sistema de juicio
por jurados, con lo cual, de igual manera, se estaba siguiendo un modelo
angloamericano.
Por último, quisiera referirme al papel que desempeñó el presidente Andrew Jackson en
el proceso de la independencia de Texas puesto que, generalmente, las fuentes suelen
privilegiar a James K. Polk porque tuvo un rol más beligerante, si se quiere utilizar ese
término, en la cuestión de la política expansionista de Estados Unidos.
Andrew Jackson tuvo una participación ambivalente en este asunto. Por un lado, estaba
imbuido por el romanticismo que generaban las tierras del oeste y, por ende, de la
expansión angloamericana, pero, al mismo tiempo, como presidente reflejaba una
imagen diplomática, defendiendo los ideales de su nación, pero manteniendo la
neutralidad con los demás países.
Esta ambigüedad se expresó en algunos hechos que quiero resaltar. En primer lugar,
cuando se llevó a cabo lo que he de llamar la primera guerra —es decir, entre México y
los rebeldes texanos—, una parte del ejército estadounidense se movió hacia la frontera
entre los Estados Unidos y el Texas mexicano, que en ese momento se fijaba en el río
Sabina. Aparte de las pretensiones angloamericanas de establecer la frontera en el río
Bravo y de la correspondencia sostenida entre Andrew Jackson y Samuel Houston, otro
supuesto movimiento expansionista fue la ayuda que esta tropa estaba dispuesta a
brindarles a los rebeldes en caso de requerirla, dado el resultado que habían obtenido en
la batalla del Álamo, el cual no fue favorable.
En segundo lugar, desde un principio los texanos buscaron integrarse a Estados Unidos,
pero Jackson mantenía una posición ambivalente porque, ante todo, pensaba en la
Unión y en el desequilibrio que esta anexión podía causar en las ya difíciles relaciones
entre los estados del norte y del sur. Sin embargo, los intereses de los primeros por crear
un puerto en el Pacífico abrían las puertas de la anexión de Texas dado que, a través de
ésta se correría la frontera hacia el oeste, facilitando la llegada a California14. De modo
que, no solo había intereses políticos sino económicos. Se podría decir que, a pesar de
las diferencias entre el norte y el sur, la expansión hacia el oeste era un proyecto
compartido por ambos, si bien los objetivos cambiaban.
La exploración de estos hechos me permite pensar que fueron procesos más generales
los que posibilitaron el origen y desarrollo de la independencia de Texas, así como de su
posterior anexión a los Estados Unidos. No obstante, me parece arriesgado dejarlo todo
en manos de lo macro, desconociendo particularidades que, evidentemente, marcaron la
diferencia, como por ejemplo la actitud poco diplomática del presidente Polk y la
torpeza de Santa Anna. Con respecto a este epíteto, se puede considerar como algo
injusto, basándome en algunas fuentes que intentan alejarse del lugar común de ver a
este personaje como uno de los villanos de la historia mexicana, reivindicando el
contexto en el cual le tocó actuar, que era el de una nación en construcción. El hecho de
que se le recuerde como un traidor, tiene que ver más con una elaboración posterior que
tuvo como función encubrir el papel de un pueblo vencido y humillado15.
Para concluir, me gustaría reflexionar sobre la importancia que este tema adquiere en la
actualidad, no solo por las tensas relaciones que se viven hoy en día entre ambos países,
sino por el intenso regionalismo que algunos texanos expresan como una manera de
diferenciarse del resto de los Estados Unidos. Aspectos como la construcción de un
muro que delimite la frontera, más allá de representar una barrera física, tiene un
significado más profundo que por cuestiones de espacio y de pertinencia no abordaré.
Solo dejaré esbozado el problema de una frontera que, tanto en el siglo XIX como ahora
en el XXI, sigue estando viva, álgida y dinámica.
Con respecto a la identidad texana, que en ocasiones raya con el separatismo, puede
entenderse como un fenómeno cuyas causas provienen posiblemente de los
acontecimientos que he relatado en el presente artículo. Por ende, es un tema propenso a
reinterpretarse según las circunstancias y momentos.
14
Castro Martínez, Pedro Fernando, “Andrew Jackson y la causa texana”, Secuencia, no. 20, 1991, 55-65.
15
Seydel, Ute, “El mito negativo de Antonio López de Santa Anna: replanteamientos en la historiografía,
la ficción literaria y el cine”, Literatura mexicana XX, no. 2, 2009, 42-45.
Bibliografía
Castro Martínez, Pedro Fernando, “Andrew Jackson y la causa texana”, Secuencia, no. 20,
1991.
González, Miguel Ángel, “La guerra entre Estados Unidos y México”, Actas/Historias, 2012.
Iglesias Román, Morineau Marta, La anexión de Texas a Estados Unidos y la guerra con
México, según el diario del presidente Polk, Universidad Nacional Autónoma de México, 1998.
Martínez Leticia, Morado Cesar, Ávila J. Jesús, La guerra México-Estados Unidos. Su impacto
en Nuevo León, 1835-1848, Senado de la República, México, 2003.
Reichstein, Andreas, “¿Era realmente inevitable? ¿Por qué México perdió Texas en 1836?”,
Historia mexicana XLII, no. 4, 1993.
Reichstein, Andreas, “¿Por qué México perdió Texas en 1836?”, Historia mexicana XLII, no. 4,
1993.
Seydel, Ute, “El mito negativo de Antonio López de Santa Anna: replanteamientos en la
historiografía, la ficción literaria y el cine”, Literatura mexicana XX, no. 2, 2009.
Vázquez, Josefina Zoraida, México y el mundo. Historia de sus relaciones exteriores, Senado de
la República, México, 1990.
Vázquez, Josefina Zoraida, “Un viejo tema: el federalismo y el centralismo”, Historia mexicana
XLII, no. 3, 1993.