Está en la página 1de 48

[narrador] “Triste navidad”.

Protagonistas.
[Jill] “El nombre “Filadelfia” viene del griego y significa ciudad del amor
fraternal”.
[risa].
“Celebramos nuestro 300 aniversario en el año de 1980…”.
- Jill, linda, ¿podrías solo ver por la ventana?
[David] Oigan, ¿ven ese lugar?
Es el edificio de la independencia.
¿Quieren visitarlo?
[Susan] No, no, no, David.
Ya no te detengas.
[Jill] “Hoy Filadelfia es más que una ciudad de hechos históricos, es una
ciudad moderna. Una ciudad que va hacia el futuro”.
Qué maravilla, solo hicimos 15 minutos desde el centro.
- Ah, querido, es más hermosa de lo que recordaba.
- Oiga, señora, ¿dónde lo quiere?
- Se lo diré en un momento.
¿Y Trevor dónde está?
- Mejor voy a hablar con él.
- Vamos a ver tu habitación.
Te gustará.
De prisa.
- Bien.
¿Qué te parece?
- ¿Importa lo que yo diga?
- Arriba ese ánimo, hijo.
- Ah, hijo, no puedes usar esa.
No hace juego con tu uniforme.
- La usaré.
Si esta era su favorita, ¿por qué no la sepultaron con ella?
- La abuela la quería para ti.
El abuelo te hacía cosquillas con ella.
Te retorcías en sus piernas.
Te reías como loco.
Pero eras muy pequeño para recordarlo.
- Lo recuerdo bien.
[campana].
- Algunos ya deben tener una idea para su proyecto de historia de América,
pero para los que aún no deciden…
Hola, Derek.
Qué gusto que nos favorezcas con tu presencia hoy.
Por favor, toma asiento.
- Lo siento.
- Para mañana espero que cada uno prepare, sin falta, una composición de una
página de un tema relacionado con Filadelfia durante la revolución americana.
Este trabajo será para el final del trimestre.
Diez a doce páginas, a máquina, doble espacio y buen margen.
Este trabajo será la mitad de su calificación para el semestre.
¿Preguntas?
Muy bien.
Ahora pasen a la página 27.
[gritos].
[entrenador] ¡Vamos, vamos, esa defensa!
¡Ciérrense más!
[niño] ¡Aquí!
¡Cubre!
¡Cúbrelo!
[entrenador] ¡Trevor, suelta esa pelota!
[gritos].
[silbato].
¡Falta!
¡Levántense!
- Buena jugada, niño nuevo.
[silbato].
Niño nuevo, quería preguntarte ¿lo de la corbata es un pato o un conejo?
Pregunté que si es un pato o un conejo.
De acuerdo, creo que hay una forma de averiguarlo.
Veamos si puede nadar.
[risa].
- ¡Cállate!
¡No te rías!
[niño] ¡Eso es!
¡Golpéalo!
¡Golpéalo!
¡Acaba con él!
- ¡Alto!
¡Basta!
¡Alto!
- Es una corbata.
- ¡Era de mi abuelo, idiota!
- Pues, cómprale otra.
- Murió.
- La llevaré a la tintorería mañana.
En realidad, es más corbata de vestir.
Mejor ya no la lleves a la escuela.
- Dije que lo haría.
- Bien.
¿Qué necesitas para el trabajo que te dejaron?
- No lo sé.
Enciclopedias, libros de historia.
- Bien, te diré qué haré.
Debo ir a la oficina.
¿Te parece bien que te deje en la biblioteca?
- Claro, si quieres.
- Arriba ese ánimo.
- Historia de América está allá.
¿Has pensado en algo en particular?
- Aún no.
- Bien, tu tarjeta temporal.
- Bien, te veré en la puerta exactamente en una hora.
¿Sí?
¿Estás bien?
- Eso creo.
- Qué bueno.
- Oye, ¿me das dinero para comprar algo?
- Claro.
Creo que aún te debo tu semana.
[risa].
Ten y no lo olvides, en una hora.
- Puedes escoger algo mejor.
[risa].
¿Necesitas ayuda?
- No.
- ¿Historia de América?
Bien, sígueme.
¿Trabajo de trimestre y no tienes idea de lo que vas a hacer?
Dime si es lo correcto.
Oiga, señor, si quiere una limosna conmigo, olvídelo.
¿Nunca le dijeron que no hay que hablar con extraños?
- Claro que ese es un punto válido.
Por otro lado, si una persona no habla con extraños, ¿cómo va una persona a
conocer a alguien?
Clásico dilema, ¿no te parece?
- Oiga, amigo, ¿quiere dejar en paz al muchacho?
- Para empezar, señor, no soy su amigo.
Además, esto no es de su incumbencia.
- ¿Te está molestando, hijo?
- Adelante, explícale.
- Todo está en orden.
Gracias.
- Vagabundos.
- Cleveland Meriwether, ministro de educación a tu servicio.
- El señor le dijo vagabundo.
- Ah, es cuestión de opiniones.
¿Tú qué crees?
- Sí.
Bueno… puede ser.
- Así me gusta, una mente abierta.
Mis amigos me dicen Cleve.
- Trevor.
- ¿Trevor?
Conocí a un Trevor en el béisbol.
Gran beisbolista.
Oye, ¿tú has jugado béisbol?
- A veces.
- Mmm, el rey de los deportes.
Oh, aquí está.
Richard Sunders.
Sujeto interesante Sunders.
Dejó la escuela cuando tenía tu edad.
Huyó de su casa para conocer el mundo.
Uno de sus primeros libros, tiene algunos buenos chistes.
¿Qué te pasa?
¿No te gustan los chistes?
- Sí, pero creo que debo elegir a alguien más importante.
- Vamos, vamos, vamos, al menos inténtalo.
- No, otra cosa.
- Dificultas las cosas.
De acuerdo.
¿Qué te parece un famoso estadista americano?
Un gran viajero, músico, inventor, filósofo.
Todo en un individuo.
- Podría ser.
- Sunders era su seudónimo.
Por otros, conocido como Benjamín Franklin.
Ahora, Franklin no era el único pensador de su época, solo era el mejor.
Como todo hombre brillante, él podía tomar algo complicado y hacerlo más
simple.
Como la electricidad, porque sin la…
¿Lo estás anotando?
- Sí, señor.
- Lo cual no quiere decir que el hombre no luchó.
Llegó a esta ciudad sin un centavo, ni amigos, y sin una oportunidad pudo
haberse quedado como llegó.
Eso pasa.
Toma nota de quién te lo dijo.
- Sí, señor.
- Me llamo “Cleve”.
Guarda lo del “señor” para el ejército.
- Pero usted dijo que era el ministro de educación.
- Y eso no lo olvides.
Ahora, tu tarjeta de la biblioteca.
Franklin lo ideó.
Inició la primera biblioteca aquí en Filadelfia.
Podrías escribir un libro tan solo con eso.
Pero no quiero dejarte con…
- ¿Cómo sabe todo eso?
- Pon atención, no quiero dejarte con la idea equivocada.
Ben Franklin no era un santo.
Amó mujeres, amó el vino, amaba las veladas con sus amigos, pero, ante todo,
amaba su libertad, y eso nos conduce a lo más importante que el hombre hizo
en toda su vida.
- ¿Qué cosa?
- Él… él y un grupo de sus amigos de francachelas le dijeron al rey de
Inglaterra: “Vete al diablo”.
¿Mmm?
- No puedo decir eso en mi trabajo.
- No tienes que, ya lo hicieron por ti.
¿Has oído hablar sobre la declaración de independencia?
- Ahí no dice: “Vete al diablo”.
[risa].
- Eso es lo que tú crees.
¿Tienes alguna enciclopedia en tu casa?
- Debe haber en cajas, por la mundanza.
- Ah.
Tendrás que darme dinero.
- ¿Por qué?
- Para sacarte una copia de esta declaración.
No puedes escribir sobre algo que no has leído, ¿o sí?
- Pero yo no traigo dinero.
- Vamos, vamos, vamos, dámelo.
No confías en mí.
- ¿No íbamos a vernos en la puerta?
- Lo olvidé, lo siento.
- ¿Con quién estabas hablando?
- Con nadie.
Era… no sé.
- Trev, ten mucho cuidado.
En una ciudad como esta no debes hablar con extraños.
- Bien, ¿entonces con quién puedo hablar?
Todos son extraños en este lugar.
[campana].
- Lo siento.
[profesor] Muy bien, empezaremos con su selección del trabajo de historia.
¿Quién será el primero?
James.
[James] Mi trabajo será sobre el segundo congreso continental de mayo de
1775.
- Muy bien.
Larry.
- Oh, Paul Revere es el sujeto que llegó gritando: “¡Los ingleses se acercan,
los ingleses se acercan!”.
[risas].
- Buena recapitulación, Larry.
Gracias.
- Derek.
- Mi trabajo será sobre la vida secreta de benjamín Franklin.
- Está bien, Derek.
- ¿Trevor?
- Ah.
Creo que… no tengo nada.
- ¿No la tienes?
- La tenía, pero alguien ya lo eligió.
Iba a hacer a Benjamín Franklin.
- Entiendo.
Pues, si no me equivoco, Benjamín Franklin vivió hasta los 80.
Supongo que hay mucho que escribir de él.
Haganlo los dos, no hay problema.
Bien, caballeros, estaré en mi oficina esta tarde si necesitan hacerme alguna
consulta.
- Oye, niño nuevo, espera.
Sobre la corbata, no conocía su importancia.
Y para compensar, usaste mi idea del trabajo.
- Estaba en un problema, pero adivina, será entre los dos.
- ¿De qué estás hablando?
- Fui a hablar con el señor Mou.
Le dije que trabajando juntos te ayudaré a integrarte.
Le pareció buena idea y estuvo de acuerdo.
- Yo no lo estoy.
- Oye, vamos.
¿Quieres seguir siendo nuevo?
¿Vas al tren?
- Tal vez.
- ¿Lo has tomado?
- ¿Qué te interesa?
- Tranquilízate.
Si vamos a trabajar juntos, que sea en armonía.
Vas a Hivenford, 90 centavos y pon tu dinero.
- A veces sale mal, así que revísalo.
Hasta ahora todo bien.
Ahí está.
¿Oyes el timbre?
Tienes diez segundos para subir.
- De acuerdo.
- Pase lo que pase no pierdas el boleto, lo recogen cuando te subes.
- Está bien, está bien.
Ya, dámelo.
- Ah, y otra cosa.
Si llegas a perder el tren, no lo olvides, el recurso es caminar.
[risas].
- ¡Oye, oye!
¡Era todo el dinero que tenía!
[suena saxofón].
- Déjalo o te rompo la muñeca.
- No iba a tomarla, solo iba a meterla ahí.
- Sí, ya lo creo.
- Es cierto.
Suélteme.
- No mientas, niño, te observaba muy de cerca.
Ahora déjala.
¡Déjala!
[sirena de policía].
- ¿Eres tú?
Sí eres tú.
No te reconocí con ese atuendo.
¿Acaso trabajas en la bolsa de valores?
- Es mi ropa de la escuela.
- Trevor, ¿no es así?
El beisbolista.
- Sí, y me debe un dólar.
- Oye, desapareciste.
Aquí la tienes, declaración de independencia.
Estoy a mano.
¿Cómo va ese trabajo, chico?
- Bien.
¿Cuánto costó esto?
- 25 centavos.
- Me debe 75 centavos.
- 75 centavos son mis honorarios de consulta.
Estamos a mano.
- Los necesito.
Oiga, necesito llegar a casa.
- Ese es un problema, hijo, porque yo no tengo ni un centavo.
Llama a tu casa.
¿Tienes 25 centavos?
Normalmente yo podría dártelos, pero en estos momentos estoy un poco corto
de fondos.
Oye, oye, oye, ven aquí.
Adivina.
Ahora iba camino al banco.
[risa].
Qué caprichosa vida.
Ocho dólares, medio litro.
Dólar por minuto.
No está mal, ¿eh?
- Eso creo.
- El problema es que no puedes venir muy a menudo.
Debes aprender a disciplinarte.
Oye, oye, oye, tranquilo.
Saldrás de aquí en un momento.
¿Qué tan lejos vives?
- Globway.
- Oh, muy elegante comunidad.
- ¿Dónde vives?
- En el centro.
- ¿En dónde?
- Seguro no lo conoces.
- Solo necesito uno.
- Intereses.
Las instituciones de reputación dan intereses.
- Gracias.
- ¿Y nuestro amigo Ben Franklin?
- Nada adelantado.
- Si necesitas ayuda, sabes adonde ir.
- ¡El ministro de educación!
- Soy yo.
Hasta luego, beisbolista.
- Bien.
Adiós.
- Adiós.
- ¿Cómo va nuestro trabajo?
- ¿Nuestro trabajo?
Yo no haré nada para ti.
- Por favor, ¿continúas enfadado por lo del tren?
- Sssh.
- Fue solo una broma.
Cuando llegué aquí me hicieron lo mismo.
Se lo hacen a todos los nuevos.
¿Por qué ser enemigos?
- Genial.
¿Primero me molestas y quieres ser mi amigo?
Eres brillante, Derek.
- Voy a decirte algo, amigo.
Aquí todos son falsos.
Ya llevo aquí todo un año y todavía no me hablan.
- ¿Por qué será?
- ¿Así lo quieres?
¿Quieres estar fuera toda tu vida?
- Calla.
- Derek, Trevor.
- Así que piénsalo, niño nuevo.
- “Benjamín Franklin por Trevor Atwood y Derek Withers”.
Lo necesito.
- Muy bien, lee todo de nuevo.
- Franklin era lo que llamábamos “libre pensador”.
Lo mismo pasaba el tiempo estudiando algo simple, que la electricidad.
Este es un hecho poco conocido.
Tenga, haga el resto.
- ¿Hacerlo por ti?
- Ajá.
- No puedo, hijo.
Estaría mal hecho.
- Pero se lo pagaré.
- Lo siento.
Es contra la ley que el ministro de educación haga el trabajo de alguien más.
¿Te preocupa algo?
- No.
- ¿Seguro?
Oh, hablando de problemas, haz como si no me conocieras.
- Pero ¿qué…?
- Sssh, no me conoces.
- Muy bien, Cleve.
¿Qué te he dicho sobre molestar a la concurrencia?
- Yo no he molestado a nadie.
¿Y no te dije yo que esta es una nación libre?
¿Alguna nueva ley prohíbe a un hombre investigar en una biblioteca pública?
- ¿Te está molestando?
- No.
- De acuerdo.
¿A ver la investigación?
- Cuando el infierno se congele.
- Muy bien.
Entonces…
- Un momento, sé caminar, sé caminar.
-Vamos por tu trabajador social.
- Cleve, mi trabajo.
[narrador] “Departamento de servicios sociales.
- ¿De nuevo en las calles?
- Aún me quedan células vivas.
Sé cómo cuidarme a mí mismo.
- No lo entiendo, Cleve.
Has tenido la oportunidad de no estar en la calle.
- Es el orden natural de las cosas, señor Benedetti.
Si no hubiera gente como yo, usted no tendría trabajo.
Sin darse cuenta, estaría aquí tomando mi lugar.
Creo que le estoy haciendo un gran favor.
- ¿Y ahora qué paso, Cleve?
¿Acaso no te gustó la casa que te conseguí?
- Pues, algo en ella no me gustó.
[risa].
- Vamos, te acompañaré a casa.
- ¿Qué pasó con aquel sujeto?
Se llamaba Leonard.
Recuerda, al que incendiaron unos chicos.
¿Logró salir del hospital?
- Sí, pero con los pies por delante.
- Cleve, tú sabes que tendré que escribir un informe hoy.
¿Cómo está eso de que te han visto con niños?
- ¿Niños?
Niño, uno.
¿Cuál es la diferencia?
Yo no lastimaría a nadie, usted lo sabe.
- Sí, yo lo sé, pero el resto de Filadelfia no lo sabe.
Tan solo mírate, Cleve.
Eres exactamente el tipo de persona contra el que los padres advierten a sus
hijos.
- Lo sé.
Y viertes el licor blanco seco, pero no demasiado, solo lo suficiente para
humedecer el pan, el vino y la salchicha.
Ese es el secreto.
Hasta luego, señores.
Ah, es hora de un descanso.
- ¡Hey!
Maldición.
- Escucha, mi tío va a estar aquí a las tres, y no se sentirá muy feliz.
Si descubre que no entregué el trabajo…
- Ya te dije que no lo tengo.
- Trevor, él me va a patear.
- ¿Por un trabajo?
- Tú no lo conoces.
Oye, sí lo necesito, ¿de acuerdo?
- ¡Oiga!
- De nuevo tú, niño.
- ¡Suélteme!
¡Le digo que me suelte!
- No, esta vez no, niño.
- Escorpio, Escorpio, suelta ese chico.
- Oye, lo agarré esculcando tus cosas.
- Sí, está bien.
No hay secretos.
¿O sí, beisbolista?
- ¿Conoces al chico?
- Trevor, te presento a Escorpio Wolf, ministro de música.
Por lo menos di “hola”.
- Hola.
- Cleve, estás loco, loco.
- ¿Encontraste tu trabajo?
Esperaba que no lo encontraras, así tendrías que hacerlo poniendo más
esfuerzo, más imaginación.
¿Me comprendes?
- Está bien, tengo que irme.
- Espera un momento.
¿Quién es Derek?
Pusiste su nombre en la primera hoja.
¿Acaso es amigo tuyo o qué?
Ah, entiendo.
No tan amigo, ¿eh?
[risa].
Ese Derek te tiene amarrado.
- ¿Amarrado por qué?
- Oye, hijo, hagamos un trato.
Regresa aquí el sábado y te ayudaré a hacer del trabajo algo muy especial.
- De acuerdo.
¿A qué hora?
- Como a las 12.
Con una condición, trae a ese Derek contigo.
- No lo creo.
No querrá venir.
- Es el trato.
- ¿Por qué?
- Si el trabajo lleva su nombre, que él haga algo también.
- Bueno, olvídalo.
- Trevor, sin secretos.
No si trabajamos juntos.
- Oye, mira quién habla de secretos.
Trataste de hacerte pasar por un genio.
El ministro de educación.
Eres un mentiroso, solo eres un vagabundo.
- Sí.
[música rap].
- Creo que estás perdiendo tu tiempo.
Veinticinco a que no llega.
- Trato hecho.
- Bien.
Debo ganarme la vida, pero regresaré luego a cobrar mi dinero.
[risa].
- Señor Wolf.
[risa].
Ay, vaya, vaya, justo a tiempo.
- Hola.
Él es Derek.
- Hola, Derek.
Bueno, manos a la obra.
- Trevor.
Trevor, ¿qué haces?
Es un vagabundo, se derrumbará en cualquier momento.
- ¿Vas a venir o no?
- Yo no.
- Ten, llévatelo, yo haré el mío.
Nunca quise ser tu compañero.
Idiota.
- Mejor para mí.
- Lamento lo que te dije ayer.
No quise hacerlo.
- Eso fue ayer.
Hoy tenemos mucho que hacer.
¿Qué le pasa?
Mmm, es su trabajo.
Ven.
Ahí lo tienes.
¡Proclamó la libertad para toda la nación y para todos sus habitantes!
Cuánto hizo por la nación, ¿no lo crees?
- Sí.
- Disculpe, señor.
¿Podría tomarnos una fotografía de mí y de mi amigo?
- Sí, sí.
[risa].
- Curioso, ¿no crees?
Mientras más grande, más difícil de describir.
Ahora, mira esto.
Formula un deseo.
Haz esto.
[escupe].
Y arrójalo a la tumba.
[escupe].
No se concede si no cae de cara.
Cierra los ojos y concéntrate.
- Cara.
- Concedido.
[risa].
Eso fue hace 20 años.
Me sentí atraído por esta ciudad, me sentí en casa hasta hoy.
- ¿No consigues trabajo desde entonces?
- Sí, he tenido muchos.
Conservarlos es lo difícil.
- ¿Y por qué te saliste de Indiana?
- Eres un niño curioso.
- Sin secretos, ¿recuerdas?
[risa].
- Vamos a ver.
Siempre los tiran.
Un día de gloria y todo se acaba.
No está bien, ¿no crees?
- ¿Sabes algo?
A veces me recuerdas a alguien.
- ¿Sí?
¿A quién?
- A mi abuelo.
Hace unos meses murió.
- Vamos, se hace tarde.
- ¿Qué pasó?
¿Mataron a alguien?
- ¿Quién fue esta vez?
- Pequeño Jake.
- Oh.
- Estaba en un basurero.
- Malditos chacales.
- ¿Quién eres?
Te pregunté tu nombre.
- Trevor.
Trevor Atwood.
- Cleve, ¿qué te he dicho?
- Lo sé, lo sé, pero…
- Ahórratelo.
¿De dónde eres?
- Globway.
- Entonces ve de regreso a Globway.
- Entonces ve de regreso a Globway.
Si te vuelvo a ver aquí, te llevaré al tribunal para menores antes de que digas
el alfabeto.
¿Has entendido?
- Bueno, es un país libre hasta donde yo sé.
- Maldición.
Hoy mataron aquí a un hombre, no es un campo de juegos.
- Es cierto, beisbolista.
Ya tienes suficiente material para tu trabajo, ¿no?
- Sí, eso creo.
- Haz un bueno.
¿Ah?
[campanadas].
- Oh, Susan.
- ¿Sí?
- Gracias de nuevo por encargarse de la ropa.
- Bien, padre.
- Le llevaremos otra carga en la mañana.
- ¿Otra carga?
- Ah, solo un par de semanas.
- Creí que eres voluntaria, no la encargada.
- Me lo pidieron, ¿qué podía hacer?
- Mamá, ¿a dónde irá tanta ropa?
- Creo que a Rumania.
- ¿Todo eso?
¿Por qué no mejor dejarla aquí en Filadelfia?
- Yo solo ayudo, hijo.
La iglesia decide dónde enviarla.
- Que estupidez.
- ¿Qué dijiste?
- Olvídalo.
- Trevor, ¿qué es esto?
- No te incumbe.
- ¿Quién es el hombre que está contigo?
- No es nadie.
Es el abuelo de un amigo.
- ¿Qué amigo?
- Uno de la escuela.
Derek.
Y sal de aquí, ¿quieres?
- Bueno, ya disculpa.
- ¡Adiós!
- Trevor, ¿ya no desayunarás?
- No tengo tiempo.
Hasta luego.
- ¿Terminaste tu trabajo?
- Sí, claro.
Adiós.
- Señor.
- ¿No hubo equipo?
- Lo hice, entregué mi trabajo.
- Nos vas a meter a los dos en muchos problemas, espero que lo sepas.
- Mi mamá iba a regalar esto.
- Qué frío hace.
Muy pronto todos nos congelaremos.
- ¿Por qué crees que me interesaría la ropa vieja de alguien?
- No aceptarías dinero.
Vamos.
Todo está bien lavado.
Este ¿qué te parece?
- Ese color no me gusta.
- Sí, es bellísimo.
Me va a servir para proteger a mi bebé.
Gracias, muchas gracias.
- Le gustó.
Con eso podrá calentar a su bebé.
Muchas gracias.
- No a mí, a Trevor.
- Gracias, Trevor.
- ¿Toda la familia vive aquí en la calle?
- Muchas familias.
A veces la gente se hace invisible cuando cierras los ojos.
- Señor, ¿quiere estos?
- No hablará, nunca lo hace.
Déjalos en la mesa, en frente de él.
- Vámonos.
- Último par.
Dámelos.
Para usted, señor Wolf.
¿Seguro?
- ¿En realidad le agrada?
- ¿Y por qué no?
El señor Wolf, a propósito, ganó dos corazones púrpura en Vietnam, como
médico.
Todos tienen su historia.
- ¿No viene conmigo?
Tengo otro boleto.
Mamá tiene más ropa en casa, podríamos traerla y…
- Trevor, Benedetti no bromeaba el otro día.
Tuvimos suerte de que no nos viera hoy.
Debo irme.
- Espere.
Le tengo algo.
Era de mi abuelo.
- Es hermosa, pero no la quiero.
Es mejor que se quede en tu familia.
- Quiero que la tenga.
Por favor.
- Será un honor, pero no cambia lo que dije.
No te acerques.
Por favor.
¿De acuerdo?
[campanadas].
Escúchame.
En cuanto me organice, te llamaré.
- Señor Meriwether, hay una nota con su nombre en mis registros.
Su sangre ya no es aceptable.
- ¿Cómo que mi sangre ya no es buena?
He dado sangre por años.
- Lo sé y lo siento, pero sus últimas muestras están bajas en hierro.
- ¿Qué es esto?
¿Un basurero ahora?
- Señor Meriwether, lo siento.
- Descríbase, señor Meriwether.
- Soy… ambicioso.
[risa].
- No, más bien profesionalmente.
Aquí dice que ha tenido varios trabajos.
Lavaplatos y servicio de mensajería.
- No olvide los volantes.
Apuesto a que he repartido millones de panfletos.
- Lo que trato de saber es si tiene alguna preferencia por alguna cosa.
- Oh, ¿ya le dije que fui carpintero durante 23 años?
Antes de lastimarme la espalda.
- Señor Meriwether, el trabajo de guarda no es para cualquiera, es físicamente
extenuante y se necesita mucho entrenamiento, por eso contratamos gente
joven.
- Bueno, es lo maravilloso, no tiene que entrenarme.
He hecho muchos de esos recorridos.
El de la campana de la libertad hasta dormido.
Para ser sincero, algunos amigos dicen que lo he hecho.
[risa].
Por ejemplo, ¿sabe que hay una palabra mal escrita en la campana?
- No.
- Sí, Pensilvania.
Olvidaron una de las enes.
¿No lo sabía?
- No, en realidad.
Pero eso no se relaciona con…
- Oh, se relaciona.
Se relaciona.
Eso demuestra que nadie es perfecto.
La gente debe saberlo, ¿no?
- Sí.
- También dice aquí que lo han hospitalizado varias veces por alcoholismo.
Es una confesión muy franca.
- Es solo un hecho, pero le diré algo, llevo en estado de sobriedad más de dos
meses, y si me da el trabajo así continuaré.
Le doy mi palabra.
Creo… creo que no hay vacantes.
- Por ahora no tenemos nada para usted.
Por el momento, señor Meriwether.
- Entiendo.
Sí lo entiendo.
- ¿Qué sacaste?
- “A”.
“A” excelente.
- Yo reprobé.
Debes ayudarme.
- Lo intenté.
- Lo sé, pero ayúdame.
Mi tío me matará.
- Tengo que irme.
- No bromeo, se disgustará mucho.
Dice que tira su dinero aquí.
- ¿Qué tiene que ver tu tío contigo?
- Es hermano de mamá, y es militar.
Me encargó con él cuando se volvió a casar.
- ¿De qué hablas?
- Su nuevo esposo era alérgico a los niños.
- ¿Qué?
¿Tu mamá te abandonó?
Bueno, ¿y dónde está?
- En Colorado.
No lo sé.
- ¿Sabes qué?
Veme mañana en la biblioteca de la escuela, ahí platicaremos.
- Gracias.
Voy a pagarte el favor, Trevor, te lo juro.
- No te preocupes, todos tienen su historia.
¡Cleve, levántate!
¡Tengo que mostrarte algo!
- ¡Déjalo ser!
- Cleve, mira esto, saqué una “A”.
- Vete de aquí.
- Una “A”.
“A” excelente.
- Vete de aquí.
- Te dije que lo dejaras ser.
No quiere verte.
- Es nuestro trabajo.
¿Estás bien?
¿Qué te sucede?
- ¿Qué te pasa?
¿Nunca has visto un alcohólico?
¿O tal vez olvidó decirte esa parte?
- Ya, basta.
No sabes de lo que estás hablando.
- Y apuesto que no es todo lo que olvidó decirte.
¿Te dijo que tuvo un accidente de auto?
¿Mmm?
¿Mmm?
¿Te lo dijo, niño?
- ¿Y qué?
- ¿Te dijo que mató a una persona en ese accidente?
¡A un niño!
Y es un vagabundo y un alcohólico desde entonces.
¿Te dijo eso, muchacho?
¿Te lo dijo?
Tal vez de eso se olvidó.
[Derek] Oye, Trevor, vámonos.
Vámonos, Trevor, anda.
- Tú, tú.
Tú, tú.
Tú.
¿Levantarías tu peso?
- Absolutamente.
- Ah, está bien, vamos.
Muy bien, es todo por hoy.
Fórmense para pagarles.
- Oye, abuelo, ¿no se te antoja una cerveza?
Beban un par a mi salud.
- Gracias.
- Te la obsequié.
- Pensé que querías recobrarla.
- Te la di porque quería que la tuvieras.
Ten.
- Oye, oye.
Ya tengo trabajo.
Dentro de poco me reintegraré.
- Qué gusto.
- Sí, me siento rico.
¿Quieres que te compre una hamburguesa?
- No, gracias.
No tengo hambre.
- Una taza de café.
- Diablos, solo ven a verme comer, ¿de acuerdo?
[risa].
- Escorpio dice que mataste a alguien.
Un niño.
- Sí.
- En un accidente.
- Dicen que no fue mi culpa.
No lo sé.
- ¿Habías bebido?
- ¡No!
Eso vino luego.
Es algo que no puedo controlar.
No sé porqué, es una debilidad.
Lo… lo lamento.
Oye, ¿te dije que ya tengo trabajo?
- Sí, un par de veces.
[risa].
- Señorita, dele otra soda a mi amigo, ¿quiere?
- Ya debo irme.
Veré a unos amigos a la estación.
- Por fin tienes amigos, eh.
Qué bueno.
Estarás ocupado.
- ¿Quién lo dejó entrar?
- Trae dinero, me lo mostró.
- Aun así, qué salga.
La última vez me engañó.
- ¿Quién dice?
Fue un cara o cruz perfecto.
- Largo.
- Oiga, señor, somos clientes que pagan como cualquier otro.
- Largo, fuera los dos.
- Es un idiota.
- Olvídalo.
El mundo está lleno de gentes como él.
- Eh, ¿qué está pasando?
Dijeron que nevaría después de navidad.
Bueno, nada mejor que una nevada para limpiar el aire.
Eh, beisbolista.
Vamos, vamos.
[música navideña].
- Se siente suave.
- Es 100% kishmish.
- Oh, cielos, pero miren qué caro es.
¿Le gustará a papito?
- Ajá.
- Está bien.
- Ah, mamá, voy a ir a comprar algunas cosas.
- Sí, sí, hijo, pero lleva a tu hermana.
- Mamá.
- Anda, llévala.
- Lo siento, abuelo.
Tendré que liquidarte.
- Oiga, es un pequeño dolor de espalda.
Sí puedo.
Puedo hacerlo, puedo hacerlo.
Ten.
Que sea un bono de navidad.
[Jill] Me gustan las cajitas que tienen.
[villancico].
- Vámonos.
- No, me quiero quedar.
- El bebé.
El bebé ya viene.
Tenemos que ir.
El bebé ya viene.
Vamos.
- Lupe.
- El bebé ya viene.
- Allá.
- Lupe, dime el nombre del hospital.
- No, ningún hospital.
El señor Escorpio, él lo hará.
- ¿Cómo?
- Voy a ayudar.
- Vamos.
- Trevor, Trevor, llegaremos tarde.
[quejidos].
[llanto].
- Míralo que hermoso.
Mi bebé.
- Trevor, mamá nos va a matar.
¿Por qué mejor no nos vamos?
- Espera.
Un segundo.
[llanto].
- ¿Qué ocurre?
- O sea que sabía lo que sucedía y no se molestó en llamarnos.
- No era contra la ley, señor Atwood.
Ya le dije que creía haberlo detenido.
- Eso lo haré yo.
¿Dónde está ese Meriwether?
- Todo esto me aterroriza, se ven tantas cosas en los periódicos.
- El hombre es un vago, pero no de cuidado, señora Atwood.
Comparado con lo que se ve en las calles, él es inofensivo.
- Inofensivo o no, es un alcohólico.
¿Por qué no están en hospitales?
- Las leyes cambiaron.
Ya no son automáticamente hospitalizados.
Es más humano y más barato también.
Si Meriwether hubiera cometido un delito sería diferente, pero, hasta donde sé,
no es delito ser amigo.
- Oh, cuidado.
Es difícil encontrar un buen doctor.
- Hace frío.
- Sí, señor.
- A propósito, tengo que comerme un pollo contigo Wolf.
- ¿Sí?
¿Cuál es?
- Dany.
Ah, es decir, Trevor.
Espero que no le hayas hablado de mi accidente.
Me agrada ese chico.
- Mala suerte.
Acabo de verlo y él está muy bien.
- Aun así, no tiene objeto desbaratar sus fantasías.
- ¿Sus fantasías?
Yo volví de Vietnam con millones de ellas.
Tocaba en una banda antes de entrar al ejército.
¿Oíste hablar del sonido de Detroit?
- No.
- Muy conocido en los sesentas.
El hombre saxofón.
Sí.
Auto grande, mucho dinero y una linda chica.
Me fui a la guerra, y cuando volví el escenario ya no era igual.
Había discotecas.
Nadie conocía al hombre saxofón.
Era un fantasma.
Ahí me di cuenta que también yo… por desgracia era otro.
Había visto tantas cosas feas, demasiada sangre.
Tenía millones de sueños.
Sí, señor.
Ahora lo único que me importa… es no ser jamás un alcohólico.
- Trevor, ¿estás dormido?
¿Cómo se llama el bebé?
- Aún no lo sé.
- Oye, ¿te meterás en problemas?
- No lo sé.
Pero dijeron que si lo volvía a ver…
- ¿Lo harás?
Así que era él.
Se parece a alguien.
¿Tú a quién crees?
- Al abuelo.
- Sí.
- Hace falta vino.
- Sí, no tenemos dinero.
- Lo conseguiremos.
- Hola, ¿cómo estás?
- ¿Qué buscan?
¿Qué quieren?
- ¿Puedes adivinar?
- Vamos, abuelo, danos el dinero.
- Lo que digas, abuelo.
[risas].
- ¡Ah!
[quejidos].
- Veo en la ventana, y ahí está la señora Smelly, totalmente… créeme,
totalmente…
¡Oye!
- Flor para su enamorada.
Flor para su enamorada.
Trevor, ¿qué te parece?
El bebé ya tiene nombre.
Se llama Filly.
- Qué lindo.
Me encanta el nombre.
9- Trevor, lamento lo de tu amigo.
Ojalá que pronto sane.
- ¿De qué hablas?
¿Qué amigo?
- El señor Meri, lo hirieron.
Y al señor Escorpio también.
La policía llegó.
Mucha gente.
- ¿Qué?
[Derek] ¡Trevor!
Trevor, vámonos.
[Trevor] ¿Dónde está?
- Trevor, ya es hora.
- Creo que en el hospital de Moonlight.
[Benedetti] Pudiste perder mucho más que dinero, Cleve.
- Un dólar es un dólar.
Malditos chacales.
- Bien.
Cuando te suelden las costillas, te mostraré tu alcoba.
¿Oíste lo del “Savoy”?
- Oh, sí, todo un palacio de placer.
[tosido].
Sí.
Sí que tienes contacto, Benedetti.
[risa].
- Sí, claro.
- ¿Alguna noticia de Escorpio?
- No, no.
Dicen que ya se fue.
Es lo mejor que ha hecho en mucho tiempo.
- Disculpe, señor Meriwether, tiene una visita abajo, un joven, dice que es su
nieto.
- Oh, Dios.
Que se vaya.
- No, espere, hágalo subir.
- De acuerdo.
Deshazte de él, Cleve.
No me interesa cómo, pero hazlo.
- Hola, beisbolista.
¿Cómo estás?
- Dijeron que era serio.
- Ah, solo unos rasguños.
Puedo cuidarme yo solo.
- ¿Qué hay de Escorpio?
- Ah, a él lo patearon, y patearon su saxofón.
Él ha desaparecido.
- Cuando creí que estabas muerto… estuve pensando.
Te extraño, Cleve.
Quiere ser tu amigo de nuevo.
- Bueno, eso es un problema, porque yo ya no.
No después de esto.
Escorpio tenía razón, tú solo me traes mala suerte.
- ¿Por qué?
¿Yo qué hice?
- Es mucho problema tratar de moverme contigo merodeando.
Y ahora, me han conseguido una habitación en el hotel Savoy, y si tú no me lo
arruinas, pasaré ahí el invierno.
¿Quieres arruinármelo?
- No, pero…
- Entonces vete.
Oye.
¿Recuerdas que me preguntaste del accidente que tuve?
Es cierto que maté a un niño.
Bueno, el que murió no era un niño cualquiera.
Era mi hijo.
Mi propio hijo Dany.
Tenía 13 años.
¿Qué edad tienes ahora?
- Catorce.
- ¿Te das cuenta?
Te he utilizado.
Creí que podrías ayudarme, pero no eres Dany.
Es a él a quien quiero, el que me importa.
No tú.
- El globo no es un teatro, es una copa de…
- Bueno…
- Te ves muy bien ahí sentado sin alma.
[hombre] No puedo creerlo.
[Susan] ¡Trevor!
- No, porque una empresa redituable.
Por lo menos podríamos.
[Susan] ¡Hijo!
¡Te hablan!
[hombre] Mal viviente, arrojarías mi cuerpo a las algas si pudieras.
Lo que no puedes hacer.
- Trevor, ¿dónde estás?
Te hablan por teléfono, es Derek.
- Hola.
Hola.
Creo que colgó.
- Ah, pues, llámalo tú.
- ¿Para qué le hablo?
Quiere saber si puede dormir aquí el viernes.
- Ah, está bien, pero será nuestra cena de navidad.
Ustedes podrán ver alguna película.
- Lo que digas.
- Hornee unos pastelillos para la escuela.
¡Trevor!
- Feliz navidad, Trevor.
- Gracias.
- Y a ti, Derek.
- ¿Qué es eso?
- Para el señor Moon.
¿Miedo?
- Limpia tus pies.
- Señor, ¿hay un Cleveland Meriwether aquí?
- ¿Quién quiere saber?
- Le traigo un obsequio.
- No, no, no se permiten niños.
Fuera, largo.
- Señor, feliz navidad.
- Está bien.
Tercer piso, última puerta a la derecha.
Y que sea rápido.
- Oh, Dios.
- Vámonos.
[risa].
[llanto].
[cantan villancicos].
- La onda fría continúa preocupando a los trabajadores que luchan por
reparar las tuberías y restaurar la energía y el agua a varios sectores de la
ciudad, y tal vez esto sea hasta mañana.
- Espera, quiero escuchar.
[Marc] Vayamos al centro para un informe en vivo de las áreas sin energía ni
agua.
Sara James, ¿qué tanto frío hace?
- Está helando, Marc.
Estoy en el distrito “Misión”, donde los trabajadores tratan de restaurar el
calor a este poblado y vulnerable vecindario.
Un oficial me dice que no tienen los recursos para resolver el problema de
inmediato, y aunque tratan de conseguir más trabajadores, la mayoría ya
están de permiso por las fiestas.
Los hoteles y refugios de la zona llevan varias horas sin calefacción.
- Trevor, vamos a ver el video.
- Dije que le dejaras.
[Sara] Varios residentes se han visto obligados a salir de ahí.
Eso es lo más grave.
Desafortunadamente, Marc, no es fácil de hacer, al menos no hoy, y no hay
lugar para los desamparados.
Los trabajadores dicen que harán lo que puedan por resolver el…
- ¿Qué te propones?
- Anda, abrígate, vamos al centro.
- ¿Estás loco?
- Eso creo.
- ¿Y cómo llegaremos?
A las doce es el último tren.
- Aun queda tiempo.
- ¿Y cómo volveremos?
- Ah, no, olvídalo.
No saldré de aquí con este frío.
- Bien, quédate aquí, yo iré.
- ¿Estás loco?
Podrías morir de frío.
- Ten, usa esto.
Si alguien sube diles que estoy dormido, diles lo que quieras, lo que sea, pero
no les digas adonde fui.
[cantan villancicos].
- ¿Lupe?
- Trevor.
- Lupe, ¿qué hacen aquí?
- Hola.
- ¿Y Cleve?
- ¿El señor Meri?
Nos dio su alcoba de navidad.
Dijo que hacía mucho frío para Filly en la calle.
- ¿En serio dijo eso?
¿Por qué?
- Le dije que no se fuera, pero ya lo conoces.
Es testarudo.
¿Quieres ver a Filly?
Qué gordo está.
- Esto es importante.
¿Qué te dijo?
¿Dijo adónde iba?
- No, se salió.
Dijo que iría a su casa.
- ¿A casa?
- Y dijo que, si te veía, que gracias por las galletas.
Dijo que le gustaron y que a ti te amaba.
- ¿Alguna novedad?
- Seguimos buscando.
- Está bien.
- ¡Cleve!
Cleve.
¡Cleve!
¡Cleve!
¡Cleve!
- Se lo dije, no lo sé.
Se fue solo al centro, eso dijo.
- Oye, hijo, mira, esto es un asunto muy grave.
¿Qué más dijo?
- Esto es ridículo.
No me quedaré aquí esperando.
Iré a buscarlo yo mismo.
- David, es muy grande la ciudad.
- Te hablaré cada media hora.
- No quisiera que salieras ahora.
Por favor, querido.
- ¿Qué quieres que haga?
- Está bien, lo encontramos.
- ¡Aléjense!
[David] Vamos a casa, hijo.
- No.
- Hijo, todo va a estar bien.
- No, no estará bien.
Jamás.
- Trevor.
- [llorando] ¡No!
Querían ayudar a personas que ni siquiera habían visto.
Personas que ni siquiera conocían, pero a él no lo ayudaron.
Para ustedes era un vagabundo.
Pero no era vagabundo, no lo era.
¡No!
¡Déjenme solo!
¡Vayanse!
Dejenme solo.
Quiero quedarme aquí.
Quiero quedarme con mi amigo.
Mi amigo.
[llanto].
- Hijo, hijo.
[llanto].
¿Te sientes bien?
- Mi padre decía… “perdimos todo en la depresión, excepto la vida”.
Ese hombre pudo haber sido él.
Pudo ser cualquiera.
- Lo sé.
[ladridos].
[murmullos].
- Felicidades.
- Con cuidado.
- Feliz navidad.
- Felicidades.
- Con cuidado, está caliente.
Espero que le guste el sabor.
[saxofón].
Felicidades.
Feliz navidad.
- Disculpa un segundo, mamá.
- Claro, no tardes.
[saxofón].
- ¿Saxofón nuevo?
- Sí.
- ¿Es tu auto?
- Sí.
Tengo trabajo de músico.
- ¿Para qué volviste?
- Para despedirme.
- Ya es tarde.
Se ha ido.
- Lo sé.
Quería despedirme de ti.
[saxofón].
- ¿Sabes qué pedí, Cleve?
Quería ver el rostro de mi abuelo al verte con su corbata.
Subtítulos creados por:
(Marcos Gutiérrez) - 2G Linguist & facility.

También podría gustarte