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Mario Martínez. “Esperando el agua en la meseta”. Acrílico. 1.40 x 1.40 – Pintor correntino. Nqn.
Los logros conseguidos por los movimientos LGTB y el feminismo en el mundo, el alcance
de la Ley de identidad de género argentina, única en el mundo por sus derechos adquiridos, han tenido
grandes consecuencias para la vida de las personas trans, pero además, han modificado culturalmente
la percepción del género y han tocado en todos los estamentos a las formas patriarcales y misóginas
de conformación de la sociedad. Ya no pasan desapercibidos los comentarios machistas en los medios
ni los distintos modos sutiles de segregación que eran normales hasta hace pocos años.
A nivel de la AMP, a la que pertenecemos, hace seis años se creó el Observatorio de Género,
biopolítica y psicoanálisis, que funciona en el marco de la FAPOL en tres Escuelas, la EOL, la EBP y
la NEL. Los equipos que las conforman en las tres Escuelas trabajan en conexión, y trabajan a nivel
político, de investigación y clínico.
– Sus objetivos políticos son los de insertar el psicoanálisis en el debate con los movimientos de
género, específicamente a nivel de los movimientos LGBTIQ, que se están produciendo en los
diversos países de América.
– Sus objetivos epistémicos son los de una investigación psicoanalítica en relación con el género, la
sexuación y las transformaciones de discurso, es decir, cómo leer desde el psicoanálisis esos
movimientos y cómo, a la vez, esos movimientos interpelan al progreso de los conceptos
psicoanalíticos.
– Sus objetivos clínicos están orientados a situar y extraer las variables específicas en la dirección de
la cura en aquellos sujetos que consultan ubicándose en relación con la cuestión del género.
Identificatoria, a partir de las identificaciones edípicas y el Ideal del yo, que dan la identidad
autopercibida,
Electiva, a nivel del objeto de atracción, que genera la elección homo o hétero,
Sexuada, en función de la inscripción en los lados de la sexuación, que genera el modo de satisfacción
de cada uno, que es singular.
En esos tres niveles se configuran la sexualidad y el género a partir de las marcas contingentes
y determinaciones que se producen en la infancia y también en la pubertad. Pero lo que Lacan sitúa en
relación al género es que los tres niveles no se articulan entre sí de modo unívoco: se puede tener una
identificación masculina con un deseo homosexual, se puede auto percibir una identidad femenina en
un cuerpo biológico masculino y sentir atracción por las mujeres, etc., es decir que los tres niveles –
identificatorio, electivo y de sexuación– pueden ser paradójicos y contradictorios entre sí, lo cual
conforma todas las dificultades que conocemos en la asunción de un género, el cual nunca, en ningún
caso, se asume sin dificultades. Incluso en una persona que luego será heteronormada al modo
clásico-patriarcal, la determinación de la sexualidad y el género son difíciles y transcurren por
diversos caminos hasta que se llega a su asunción y su ejercicio.
En este punto es necesario aclarar que hablamos de una elección inconsciente, que se produce
según cómo se articulan esos tres niveles, la cual es distinta de la elección consciente, que será el
producto de la primera. Cuando se habla en las leyes de una identidad autopercibida conscientemente,
esta es el resultado de un proceso, de una elección que ya ha sido hecha a nivel del inconsciente: la
persona recibe esa elección en algún momento de su vida y puede asumirla, reprimirla, actuarla o no
actuarla, pero el momento de la elección consciente es diferente del momento donde se constituyó la
elección inconsciente a partir de las marcas contingentes que la determinaron.
En esa dificultad se sitúa el psicoanálisis, el cual acompaña a cada sujeto que solicite una
ayuda, a escuchar las determinaciones inconscientes que marcaron su identidad y a asumirlas del
mejor modo posible. Como los tres niveles no son unívocos, sino que tienen paradojas y
contradicciones, un analista intenta escuchar el recorrido del sujeto a través de esas paradojas,
ayudando a que este encuentre sus soluciones, que no necesariamente siguen el camino
heteronormativo propio del discurso amo. Y ese acompañamiento y ese respeto por las soluciones
singulares es más necesario aún en el momento de la infancia, donde esas marcas que determinan la
elección inconsciente están en pleno proceso de producción, por lo que un analista debe tener mucha
más prudencia y escucha que en ningún otro momento de la vida. Es el momento también en el que
más interactúa el deseo del sujeto con el deseo de los padres, por lo que también el analista debe
poder acompañarlos a que se sitúen en una buena posición de escucha y acompañamiento en relación
al deseo de su hijo, que aún está constituyéndose.
– niños que desde una edad muy temprana, a veces a los dos o tres años, se pronuncian con absoluta
certeza sobre su identidad autopercibida, que no condice con el sexo biológico,-
-niños que pasan largo tiempo en un estado de confusión y perplejidad en relación a la asunción del
género,
– niños que llegan a ubicar su identidad a lo largo del recorrido del tratamiento,
– padres que intentan reprimir y acallar toda diferencia por parte de sus hijos,
– padres que toman literalmente los pedidos de sus hijos, con mucha ansiedad por encontrar una
definición, sin tomarse el tiempo de escuchar y acompañar un proceso que no es inmediato sino que
va teniendo distintas etapas,
– padres que pueden acompañar a sus hijos con el debido respeto y escucha.
Toda esa variabilidad clínica, de la que sólo podemos ubicar un esbozo, se presenta con gran
sufrimiento y consecuencias subjetivas que a veces pueden ser bien escuchadas y tramitadas, o a
veces tienen efectos catastróficos. Es por eso que la posición del analista, de respeto y escucha, es
fundamental para acompañar a un sujeto hasta la plena asunción y ejercicio de su identidad de género.