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UNIVERSIDAD UTE

Facultad de Ciencias Gastronómicas y Turismo (FCGYT)

Carrera: Gastronomía

Asignatura: Ética

9 nivel paralelo “A”

Tema: Resumen lectura 167-170 pág.

Nombres de los integrantes:

Navarrete Gómez Emilio Danilo


La motivación para el servicio es el tipo de fuerza, que puede ser espontánea o no, pero que
supone siempre de un acto voluntario, y que lleva a ponerse en el lugar de aquellos para
quienes se trabaja, aplicando la «regla de oro» ética, y buscando contribuir a su bien.
Constituye una actitud voluntaria, una predisposición que puede suponer esfuerzo, pero que
en la medida en que se convierte en hábito, en actuación habitual, se hace más sencilla,
requiere menor empeño para practicarla. Cuando la motivación para el servicio se convierte en
un hábito del comportamiento, nos encontramos ante una virtud ética.
La persona servicial es la persona que posee el hábito de servir a los demás, la persona que
busca habitualmente contribuir a ayudar, a colaborar con quienes le rodean. La virtud del
servicio es distinta del servilismo, que implica una «ciega y baja adhesión a la autoridad de
alguien». Precisamente puede ser denominada virtud ética porque es un hábito del
comportamiento que contribuye al bien de la persona, pero además en aquel nivel de las
motivaciones que hablan de una mayor calidad humana de quien las posee, el de las
motivaciones racionales trascendentes.
Como bien han sabido descubrir los teóricos de la gestión de la calidad en el marco de las
organizaciones, el primer cliente de una organización es su «cliente interno», aquella persona
que, como miembro de la organización, es la que realmente ofrece el servicio a otros,
mediante su trabajo personal. Si el propósito es dar un buen servicio hacia el exterior, el
proceso deberá comenzar en el interior de la organización.
Una universidad que quiera dar un buen servicio requiere de profesores que quieran servir a
sus estudiantes, formarles de verdad, que pongan esfuerzo personal y sacrificio. Y del mismo
modo, requiere que las personas que trabajan en la administración, el mantenimiento, la
seguridad, estén dispuestas a servir a los demás. Esta actitud de servicio debe comenzar en el
plano del trabajo personal, sea cual sea la responsabilidad que se tenga en la organización,
sólo así podrá trasladarse al ámbito organizativo y de éste al entorno exterior. De este modo,
el servicio final que percibe el «consumidor» será mayor en la medida en que esta actitud sea
un hecho en cada miembro de la organización.
Un hospital, una comisaría de policía o un ayuntamiento, al igual que una empresa industrial,
están compuestos por personas cuyo trabajo profesional se destina a servir a la sociedad.
Si la actitud de servicio no comienza en el plano personal, poniéndose quien trabaja en el lugar
de quien es receptor directo de la tarea que se realiza, aplicando la «regla de oro» con los
propios colegas de trabajo, entonces el servicio exterior difícilmente será de calidad.
Cuando las personas son serviciales con quienes son ajenas a la organización, pero dejan de
serlo con aquellas que comparten su trabajo diario, es evidente que algo falla en las relaciones
humanas, existen problemas internos en la organización, y a la larga estos problemas no
pueden dejar de repercutir en el servicio final que se ofrece, pues el tejido organizativo está
enfermo, las relaciones humanas dañadas. La desunión, tarde o temprano, dificultará el logro
del propósito común de la organización.

Bibliografía: https://lms.ute.edu.ec/pluginfile.php/1575170/mod_resource/content/1/Guillen
%20Parra%2C%20Manuel.%20Etica%20en%20Las%20Organizaciones.%20Construyendo
%20Confianzas.pdf

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