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MUJERES INDÍGENAS, INTERCULTURALIDAD Y

GÉNERO
 1 OCTUBRE, 2011
ED_30, ENSAYO5 COMMENTS
No puedo comenzar sin antes agradecer la invitación a participar
en este espacio de encuentro, reflexión e intercambio en torno a
temas claves en la construcción de nuestras sociedades y que
tienen una injerencia directa, también en nuestras vidas y en la de
lo/as otro/as. Este número (30) de vozed gira en torno a la
interculturalidad / multiculturalidad desde sus diferentes
dimensiones y temas conexos.
En este breve texto consideramos pertinente [1] reflexionar desde
las dimensiones ética y política de la categoría y enfoque
transversal de la interculturalidad, que apela por la celebración y
reconocimiento del pluralismo y la diversidad cultural, pero
también busca la construcción de sociedades sobre elementos
culturales comúnmente compartidos por todos los grupos y en la
que los elementos diferenciales, es decir, aquellos que representan
la identidad, se potencian como una riqueza.

Ahora bien, en los siguientes párrafos intentaré visibilizar, de


manera muy general, la relevancia de conocer, analizar e
implementar los enfoques de interculturalidad y género desde su
carácter político y emancipador. Ambos enfoques constituyen
categorías de análisis imprescindibles para generar propuestas
políticas y de desarrollo inclusivas y transformadoras de la
realidad, tanto en los países del Norte como del Sur -por su
condición de reivindicaciones globales- y coherentes con una
ciudadanía global crítica.

Tanto el género como la interculturalidad tienen una base común


que es la que trataré de evidenciar a lo largo del texto: las frecuentes
relaciones de desigualdad de las minorías respecto a las culturas mayoritarias o
hegemónicas y/o las relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres.
Hago la salvedad de que estas relaciones desiguales de poder, ya
sean originadas por el género y/o por la etnia, se enmarcan en un
contexto socio-cultural específico que hará que las brechas y
desigualdades sean más o menos evidentes.
Las relaciones de género no se producen de forma aislada, sino
que forman parte de otros sistemas sociales y culturales y reciben
la influencia de la cultura, la economía y la política, así como de la
clase, etnia, idioma, nacionalidad, religión, edad de las personas
que conforman el grupo humano. Por ello, se dice que el género no
es un concepto universal, sino que depende y se construye en la
realidad particular de cada sociedad [2].

No podemos hablar de “la mujer” ni “del hombre” como seres


universales y homogéneos. Las relaciones de género varían de una
sociedad a otra e incluso pueden coexistir dentro de una misma
sociedad diferentes sistemas de género según la diversidad
cultural que exista. Esto significa que las mujeres no son seres
aislados, sino parte integral de la sociedad. No hay un mundo de
las mujeres separado del mundo de los hombres y viceversa
[3].  Tanto los hombres como las mujeres son grupos diversos.
Este marco conceptual hace evidente la importancia de diseñar y
aplicar  políticas y programas integrales de desarrollo que
incorporen las perspectivas transversales de género,
interculturalidad, étnico-racial, generacional y de derechos
humanos, a fin de incluir a todas las personas con sus
necesidades, demandas y visiones. Solo haciendo hincapié en
estas diversas dimensiones podremos avanzar en el logro de
sociedades más justas y democráticas.

Primeros acercamientos a la perspectiva de género y de interculturalidad


La interculturalidad apela por el dinamismo y mestizaje cultural
de las sociedades, debido a las continuas interacciones entre
diferentes grupos humanos y a que las sociedades modernas son
fruto de siglos de mestizaje. Esta perspectiva introduce el análisis
del etnocentrismo, “como mecanismo de exclusión social y como
un modelo de relación entre culturas basado en la superioridad y
la dominación”[4]. Por otro lado la perspectiva de género aboga por
la visión dinámica de la cultura e integra, junto con el análisis
etnocentrista, el análisis androcentrista, cuestionando la función
normativa y epistémica del hombre como medida y centro de todas
las cosas.
La articulación de ambas perspectivas en el análisis de la
situación de las mujeres nos permite “revisar el carácter
inmutable y estructurante de las tradiciones culturales y analizar
los impactos desagregados por sexo (roles, funciones, tareas,
beneficios, etc.). (…) implica asumir el carácter heterogéneo,
contradictorio y versátil de las identidades culturales (genero,
raza, clase, etc.), el carácter relacional de la cultural y de los
géneros y la variable de géneros en función de culturas y
contextos”[5].

Es necesario mencionar algunos elementos claves en el análisis y


comprensión de la convergencia de las categorías de género, etnia
y cultura:

 La cultura, en este contexto hace referencia a la identidad de las personas,


sus aspiraciones, la forma como establecen sus intercambios simbólicos y
estructuran sus relaciones y prácticas, dentro de las cuales se encuentran
los significados compartidos, las normas sociales, las creencias y las
identidades. Se refiere a un conjunto de atributos en permanente cambio,
que influyen y son influenciados por los comportamientos económicos y
sociales de la interacción humana.
 La identidad cultural es la totalidad cultural (creencias y bienes
materiales e inmateriales) la que hace posible la identidad como pueblo y
su reconocimiento por otros. La identidad es el resultado de un proceso de
construcción de elementos en nuestra pertenencia a un género y a un
grupo. Se manifiesta siempre en una doble dirección: por un lado, en la
pertenencia, encuentro y reconocimiento de uno/a en sí mismo (mi cuerpo,
mi edad…)  y por otro lado, en la pertenencia, encuentro y reconocimiento
de uno/a con los demás[6].
 La interculturalidad apela por el diálogo transcultural y de ese diálogo se
deben extraer formas complejas, pero no segregacionistas de convivencia
social, apostando por una relación respetuosa entre culturas y subrayando
el carácter dinámico y evolutivo de las mismas. Este planteamiento
incorpora, además dos enfoques o elementos importantes; por un lado las
culturas deben respetar  los derechos humanos y promover la igualdad, y
por otro lado, no se deben sacralizar las comunidades culturales. La
cultura no es un todo uniforme u homogéneo, sino que está construida
sobre estructuras sociales en las que el género, los recursos, el origen,
entre otros, son variables de diferenciación y desigualdad[7].
En el ámbito de los pueblos indígenas y la perspectiva de género
se plantean muchas preguntas sobre la forma en la cual
interactúa la cultura con los factores de índole socio-económica y
se producen desigualdades étnicas y de género. La identidad
cultural no debe ser considerado un elemento negativo en el
marco de la lucha por la equidad de género, sino que debe incidir
de manera positiva en la consecución de avances positivos en
torno a las demandas de igualdad entre hombres y mujeres.

La necesaria interseccionalidad de los enfoques de género e


interculturalidad
El análisis del sistema de género está en estrecha relación con los
sistemas socio-económicos y políticos y con las matrices
culturales vigentes en las sociedades. De hecho, comprender los
cambios en las identidades y relaciones de género implica analizar
detenidamente los sistemas en los cuales estas identidades son
producidas y resistidas. Esto supone prestar atención a las
resistencias (activas y pasivas), así como a los espacios de agencia
y autonomía (no siempre visibles) que se van generando[8].
Las reivindicaciones de género se abren paso en distintos
escenarios pero el contenido de las demandas varía según la
pertenencia étnica y social. Entender la diversidad y abrirnos a un
diálogo respetuoso de las diferencias es el reto que tenemos por
delante. En este contexto es necesario resaltar por su valor y
legitimidad la existencia de los movimientos de mujeres
indígenas[9], que toman la escena pública y discuten al feminismo
de clase media su hegemonía y su representación, generando
aportes y críticas[10].

De la revisión bibliográfica realizada se puede concluir la


emergente y creciente presencia pública de los movimientos
indígenas de mujeres que enarbolan demandas de igualdad de
género en el marco de sus demandas sociales y étnicas (territorio,
diversidad cultural, recursos naturales).  Sus reclamos incluyen
sus derechos como mujeres indígenas, la demanda de una
ciudadanía efectiva, la denuncia de la desvalorización del cuerpo
de las mujeres indígenas y la violencia sexual justificada y
aceptada como parte de las normas morales.

En este contexto el movimiento de mujeres indígenas ha


conseguido organizarse, definirse, teorizar y visivilizar su propia
agenda política, no sólo a nivel internacional, sino en el interior
del movimiento feminista y en sus propias organizaciones
indígenas. A lo largo de las dos últimas décadas, a través de foros,
encuentros, cumbres y redes regionales[11] han logrado poner en
la agenda política internacional y regional la problemática en
torno a las desigualdades de género en la escena del estado-
nación, así como al interior de sus organizaciones y pueblos
indígenas, abordando esta problemática desde la triple
discriminación: mujer, pobre e indígena. Además, existe un dialogo
continuo y un compromiso ético- político de impulsar la
convergencia de agendas y propuestas comunes entre el
movimiento feminista y el movimiento de mujeres indígenas.
Como ejemplo del movimiento de mujeres indígenas rescatamos
las palabras de la comandanta Ramona en el Primer Encuentro
Nacional de Mujeres Indígenas (Oaxaca, 1997):

“… hemos llegado hasta aquí venciendo también la resistencia de algunos de


nuestros compañeros que no entienden la importancia de que las mujeres
estemos participando de la misma manera que los hombres. A todos ellos y a
nosotras  queremos preguntar. ¿Sería posible que el zapatismo fuera lo que es
sin sus mujeres?, ¿La sociedad civil, indígena y no indígena, que tanto nos ha
apoyado, sería lo mismo sin sus mujeres?, ¿Se puede pensar en el México
rebelde y nuevo que queremos construir, sin sus mujeres rebeldes y nuevas?
En los últimos quince años los movimientos feministas -visibilizo
la pluralidad de los feminismos como una importante fortaleza- ha
desarrollado un discurso de articulación con los movimientos de
mujeres indígenas, no obstante el diálogo entre los diferentes
actores y el compromiso por incorporar el análisis integrado de
género, clase y etnia todavía siguen en construcción.

Estos debates tienen una importancia crucial en las concepciones


que sustentan la políticas públicas y programas de desarrollo en el
marco de las relaciones Norte-Sur. Las organizaciones de mujeres
indígenas reclaman la incorporación –en el discurso y en la práctica- de la
dimensión étnico-cultural de manera integrada a la de género en las
propuestas de desarrollo. Ello implica trabajar conjuntamente en
diálogos interculturales respetuosos de la diversidad, así como el
reconocimiento de situaciones, necesidades e intereses no sólo
diferentes sino en ocasiones contrapuestos a los defendidos por
“nosotra/os u otra/os”.
Los programas y políticas de desarrollo deberán recoger las
especificidades socio-económicas y culturales de las poblaciones
con las que se trabaja de cara a contar con información válida
sobre el sistema de género vigente y las maneras en que éste actúa
y se relaciona con el sistema hegemónico. La lucha es también
contra la homogenización y la imposición de un canon universal.
No obstante, es preciso evitar la dicotomía entre universalismo y
relativismo cultural, ya que precisamente lo que estos
movimientos (mujeres indígenas organizadas) han permitido
cuestionar es la imagen idílica de las culturas indígenas y la
dicotomía tradición/modernidad como eje del análisis central.

Es necesario insistir en la necesidad de establecer mecanismos de


diálogo entre académicos, investigadores, trabajadores de ONGs,
funcionarios públicos, movimientos feministas y organizaciones de
mujeres indígenas. Estos diálogos deberían tener como punto de
partida el reconocimiento de la necesidad de incluir el género, la
etnia y la clase social en el análisis y en la elaboración de
propuestas de desarrollo. Se trata de una tarea pendiente a la que
no se le ha dado efectiva atención a pesar de los discursos. Y es
que, en la práctica, es difícil e implica un cambio de actitud y de
posicionamiento. Las jerarquías de género, clase y etnia están en
muchos casos interiorizadas e invisibilizadas en nosotras/os
mismas/os.

Reconociendo los saberes de las mujeres indígenas como conocimiento y


como base de políticas
Considero importante que cuando reflexionamos sobre
interculturalidad e igualdad de género no dejemos de reconocer a
las mujeres indígenas como actoras y agentes, integrando sus
conocimientos y saberes teóricos y prácticos, en los debates y
propuestas.
Diversos estudios al respecto han llamado la atención sobre la
importancia de (re)conocer la validez y pertinencia de los saberes
indígenas, y de manera específica de las mujeres indígenas
(campesinas, con sus propios idiomas [*]), hasta hoy considerados
como incompletos o falsos, cuando no irracionales, y reconocerlas
como interlocutoras válidas, impulsando su participación activa y
deliberante.

En este marco, los aportes y críticas de una corriente de


autores[12] al saber occidental hegemónico como el único
universalmente válido resultan fundamentales. Así, se relativiza el
conocimiento racional como centro y modelo frente al cual se
evalúan los demás conocimientos y la necesidad de romper con las
formas colonizadas de saber con las cuales nos vemos a nosotros
mismos y que impiden reconocer positivamente las diferencias.
En diversas partes de América Latina los movimientos de mujeres
indígenas ponen en la agenda sus demandas no solo como parte
de pueblos y culturas originarias sino también como mujeres. Es
necesario conocer más y mejor las reivindicaciones de las mujeres indígenas y
sus propuestas de cambio. En este mismo sentido requerimos más
información y análisis de las relaciones que se dan entre estos
movimientos y los feminismos en cada país y región.
Es importante que los actores de la cooperación (Ongds, Estado,
organizaciones y redes sociales) trabajemos en programas de
empoderamiento y apoyo a las mujeres campesinas e indígenas
desde un enfoque intercultural que sea consciente de las
diferencias y valore otras formas de conocer, ser y hacer. Ello no
niega los aportes que podamos generar en términos de
capacitación y gestión de proyectos, ya que no se trata de
“idealizar” a las otras culturas negando las relaciones de poder y
conflicto que en su interior existen. Por el contrario, se trata de
impulsar nuevas formas de encuentro y diálogo que permitan
identificar agendas comunes, así como formas de resistencia y
construcción de nuevas formas de sociabilidad.

Conocer e incorporar la perspectiva subjetiva de las mujeres


indígenas y afrodescendientes en los programas y proyectos de
desarrollo, resulta especialmente relevante para asegurar su
compromiso y lograr su participación consciente desde el inicio y
durante todo el ciclo de los proyectos y acciones. Sólo así se
lograrán asegurar acciones de desarrollo que impulsen
transformaciones emancipadoras y sean sostenibles en el tiempo.

Algunas primeras conclusiones


 Debemos articular de manera adecuada la perspectiva de genero y la de
interculturalidad si queremos comprender desde su integralidad la
complejidad de las desigualdades y violaciones de derechos humanos que
afectan de manera diferenciada a las mujeres más pobres del mundo. En
este marco será necesario aplicar la herramienta analítica de
intersectorialidad para conocer y reflexionar sobre las maneras en las que
el género se cruza con otras identidades y categorías -etnia, clase, entre
otras-, para poder analizar sus consecuencias e impactos en la vida de las
mujeres. El género y la etnia son “categorías socioculturales y políticas en
interacción continua y debe ser superada la tendencia a priorizar una lucha
sobre otra…”[13].
 Resulta vital el dialogo transcultural y el tratamiento adecuado de la
diversidad, en la que se articule la perspectiva de interculturalidad y de
género, al considerar el género como un factor de estructuración social, en
el que ser “mujer” u “hombre”, deriva en posiciones y roles diferenciados
en el espacio que comparten personas de diferente origen cultural.
 En la región de América Latina existen experiencias positivas de
reivindicación de la diversidad cultural y la igualdad de género desde los
movimientos sociales de mujeres indígenas. Ante la indiferencia al
reconocimiento de las diferencias, las mujeres indígenas y
afrodescendientes han reivindicado su derecho a la diferencia cultural y a
la vez demandan el derecho a cambiar aquellas tradiciones que las oprimen
o excluyan. Las mujeres indígenas han cuestionado los discursos
hegemónicos que siguen planteando la existencia de una identidad
nacional monocultural, pero a la vez frente a sus propias comunidades y
organizaciones han ampliado el concepto de cultura, al cuestionar visiones
estáticas de la tradición, apostando por la reinvención de la misma.
Finalmente, introducir y dar prioridad en la agenda política y en
las intervenciones de desarrollo la temática de las mujeres
indígenas apuesta / representa:

 Reconocer que ellas se encuentran entre los sectores más excluidos de la


sociedad y en mayor desventaja para superar la pobreza y lograr disfrutar
plenamente de sus derechos de mujeres, de indígenas y de ciudadanas.
 Partir del reconocimiento de las contribuciones de las mujeres indígenas al
proceso de desarrollo de sus países, y de la necesidad de ofrecerles apoyo
especial para compensar sus desventajas y promover la reducción de las
brechas de género y el alcance de la igualdad de oportunidades. Resulta
fundamental incorporar las voces, intereses y necesidades de las mujeres
indígenas en los procesos de desarrollo comunal de manera participativa y
culturalmente adecuadas.
 Es necesario promover la visibilización de las mujeres indígenas y de sus
aportes y promover la superación de su silencio en el avance hacia la
equidad de género y el reconocimiento de su derecho a ser diferentes. Tal
como señala la CEPAL, sin reconocimiento de la diversidad cultural, del
pluralismo de valores, de la equidad y una mayor autonomía de los
pueblos y de las mujeres indígenas como sujetos, los procesos
democráticos de América Latina no podrán avanzar y el continente no
podrá salir de la pobreza y del subdesarrollo (CEPAL 2000: 313). Cuando
se niega el valor de la identidad étnica y de género a las mujeres indígenas,
se dificulta su constitución como actoras sociales plenas, reconocidas por
el conjunto.~
Referencias
[1] La interculturalidad como categoría teórica y política aboga por
la interacción entre culturas, el intercambio y la comunicación. El
individuo reconoce y acepta la reciprocidad de la cultura del otro.
El prefijo ‘inter’ denota la idea de interactuar, compartir, la
existencia de complementariedades, el reconocimiento de la
cultura del otro sin que esté dividida entre otras culturas o la
cultura del país receptor. El interculturalismo es el compartir y
aprender a través de las culturas con el fin de promover el
entendimiento, la igualdad, la armonía y la justicia en una
sociedad diversificada. De esta manera se avanza en relación al
enfoque de la multiculturalidad que promulga la coexistencia de
distintos grupos culturales en un mismo territorio, mientras que
una sociedad intercultural se construye sobre elementos
culturales comunes y en la que los elementos diferenciales se
potencian como una riqueza, situando a las distintas culturas en
un plano de igualdad y de intercomunicación.
[2] Rodríguez, Marcela. Violencia contra las mujeres y políticas
públicas. Tendiendo un puente entre la teoría y la práctica,
UNIFEM, 2001, pp. 35-36.
[3] Ver trabajo de RUIZ BRAVO, PATRICIA. Una aproximación al
concepto de género. p 133-134. SCOTT, Joan W. El género: una
categoría útil para el análisis histórico. Cit en VILLANUEVA
FLORES, Rocío. Derecho a la salud, perspectiva de género y
multiculturalismo. Ed. Palestra.Lima,2009.
[4] REBOLLO, Ma Ángeles. “Perspectiva de Genero e
Interculturalidad en la Educación para el Desarrollo” En: Abriendo
la Mirada a la Interculturalidad, Pueblos Indígenas, Soberanía
alimentaria y Educación para el Desarrollo.  Madrid, 2010, p.21.
[5] Ibid, p.21.
[6] GONZÁLEZ, Jesús y VIADERO, María. “Equidad de género y
pueblos indígenas desde la perspectiva de la Educación para el
Desarrollo” En: Abriendo la Mirada a la Interculturalidad, Pueblos
Indígenas, Soberanía alimentaria y Educación para el Desarrollo. 
Madrid, 2010, pp. 40-41.
[7] Op.Cit.REBOLLO, Ma Ángeles.  pp. 11-12.
[8] Ver RUIZ BRAVO, Patricia. Etnicidad, migración y trabajo. 
Nuevos temas en la investigación sobre género y desarrollo en
América Latina. Con la colaboración de Cynthia del Castillo.
http://departamento.pucp.edu.pe/ciencias-sociales/images/docu
mentos/etnicidadPRB.pdf
[9] Ver PALOMO, Nelly (2006) Las mujeres indígenas: surgimiento
de una identidad colectiva insurgente. En: De lo privado a lo
público. 30 años de lucha ciudadana de las mujeres en América
Latina. México: Siglo XXI: UNIFEM: LASA. Estudio sobre mujeres
indígenas de México, Guatemala, Nicaragua y El Salvador que
concluye señalando la existencia de una identidad colectiva
insurgente.
[10] En la región de América Latina: los Encuentros Continentales
de Mujeres Indígenas, las Conferencias Mundiales de la Mujer, la
Cumbre de Mujeres Indígenas de las Américas, el Foro
Internacional de Mujeres Indígenas, así como el Foro Social
Mundial son algunos de los espacios donde las mujeres indígenas
tejen visibilidad y hacen esfuerzos por construir puentes de
diálogo con occidente.  A pesar de las especificidades de sus
agendas, los Encuentros Continentales de Mujeres Indígenas,
realizados en Ecuador (Quito, 1994), México (DF, 1997), Panamá
(2000) y Perú (2003) son una muestra de la vitalidad de estos
movimientos y de las reivindicaciones étnicas y de género frente a
las que se han levantado plataformas de acción en las que
demandan nuevos enfoques en los que ellas definan los marcos
interpretativos y de acción de sus luchas.  Además, ver las
declaraciones de la dirigenta boliviana Domitila de Chungara, que
fue una de las primeras mujeres indígenas de América Latina que
planteó el problema de la relación que existe entre la
discriminación de género y las otras formas de exclusión como son
la clase y la etnia. Declaraciones realizadas en la Conferencia del
Año Internacional de la Mujer en México en 1975, invitada por las
Naciones Unidas.
[11] I Conferencia de Mujeres Indígenas Africanas (FAIWC) (Agadir
– Marruecos, 1998); la I Cumbre de las Mujeres Indígenas de
Américas (Oaxaca, 2002); la I cumbre Continental de Mujeres
Indígenas de Abya Yala (Puno, 2009), entre otros espacios.
[12] Ver al respecto: Chakravarty, Dipesh (2001) Provincializing
Europe. Oxford University Press;  Quijano Anibal (2001)
Colonialidad del poder, cultura y conocimiento en América Latina.
En Perú contemporáneo 2. Lima: Red para el desarrollo de las
Ciencias Sociales; Cairo, Heriberto (2010). Descolonizar la
modernidad, descolonizar Europa: un dialogo Europa-America
Latina, Editorial IEPALA.
[13] GONZÁLEZ, Jesús y VIADERO, María. Op. Cit., p. 47
[*] N. del E. En el texto original dice quechua-hablantes.
Consultar el Anexo: Mujeres indígenas, interculturalidad y género, con la bibliografía
básica consultada.

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