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EL ÁRBOL DE LAS TRES RAÍCES.

Eje fundamental del ideario Bolivariano

Emilio Silva
© Unexca. 2022.
El Árbol de las Tres Raíces.
Eje fundamental del ideario bolivariano
Emilio Silva
Colección Grandes Temas

Edición al cuidado de: Leonardo Perdomo Vargas


Corrección: Héctor A. González V. y Oswaldo Flores C.
Diseño y concepto gráfico: Christian Dupuy
Diagramación: Odalis Vargas

Hecho el Depósito de Ley


Depósito Legal: DC2022001054
ISBN: 978-980-7921-15-2

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Caracas 1010, Distrito Capital.

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Índice

Prefacio 7
Introducción 9
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998 17
1.1. Aparición del sistema capitalista mundial 27
1.2. Expansión hegemónica del pensamiento
liberal burgués 47
1.2.1. Antes del proceso de independencia 48
1.2.2. Durante el proceso de independencia 73
1.2.3. Después del proceso de independencia 94
1.3. Asomos premonitorios de un nuevo
sistema mundial 114
1.3.1. Los ciclos de la lucha popular en Venezuela
a partir de 1958 117
1.3.2. La Revolución en Venezuela a través de la Unión
Cívico-Militar 143
Génesis de un nuevo pensamiento 171
2.1. Hugo Chávez y sus circunstancias 174
2.2. Simón Bolívar o la Raíz Bolivariana 186
2.3. Simón Rodríguez o la raíz robinsoniana 218
2.4. Ezequiel Zamora o la raíz zamorana 251
Praxis del ideario de la Revolución Bolivariana desde 1992 291
3.1. Chávez emerge como líder de la Revolución
Bolivariana 297
3.2. Chávez emerge como presidente bolivariano
y «postmoderno» 306
3.3. Chávez emerge como presidente bolivariano
y socialista 321
A modo de conclusión: el Árbol de las Tres Raíces
como plataforma del Modelo Socialista Venezolano 339
Anexo: Comparación entre Capitalismo,
Socialismo y Comunismo 365
Fuentes consultadas 369
Prefacio

El presente libro se acaba de publicar más de diez años después


de su redacción en el año 2011. No obstante, su contenido está
vinculado a la gloriosa historia del pueblo de Venezuela como
forjador de libertades, aparte de tener vigencia mientras la huma-
nidad luche por destruir el capitalismo y construir el Socialismo
rumbo a la sociedad sin clases sociales.

[7]
Introducción

Todo ser humano no es solamente un producto de la naturaleza,


de donde proviene originalmente como parte del reino animal.
Dada sus propias peculiaridades como ser natural, la necesidad
de sobrevivir lo obliga a vincularse con otros individuos de su
misma especie para conformar cierta clase de sobrenaturaleza de-
nominada sociedad.
No hay duda que la vida del ser humano está determinada
por un complejo de relaciones sociales. Algunas son de índole
económica, pues buscan garantizar la reproducción de las condi-
ciones materiales de su supervivencia, ya sean esas relaciones de
carácter solidario (beneficiando a todos por igual) o explotador
(favorable a una clase dominante —propietaria de los medios
materiales de producción— a costa de una clase dominada).
Tanto en el espacio natural como en la dimensión social,
el ser humano es objeto y sujeto histórico de transformaciones
con respecto a su vida y entorno (lo afectan y las genera). Dichas
transformaciones se pueden percibir como múltiples parcelas
mentalmente creadas y fragmentadas (sin aparente vinculación
alguna entre sí), ocurriendo realmente lo contrario fuera de la
imaginación de quien así lo piense.

[9]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Sin embargo, aun habiendo concordancia de la realidad sub-


jetiva de la imaginación con la realidad objetiva de la naturaleza
y la sociedad, por influencia de esta segunda realidad aparecen
las ideas como un producto creado en el cerebro donde se asienta
aquella primera realidad. El ser humano, portador de las mismas,
tiene la capacidad individual y colectiva de cambiarlas a ambas
mientras busca de materializar sus ideas. Esto ocurre si posee su-
ficiente conciencia para no concretarlas bajo los esquemas psico-
sociales de la alienación como fenómeno histórico propio de la
lucha de clases.
Este tipo de confrontación se manifiesta simultánea, mul-
tivariada e interactivamente en las dos realidades aquí referidas,
no pudiéndose desligar una de la otra, siendo particularmente
evidente esta aseveración en los campos de batalla mental de la
guerra de cuarta generación, pues parafraseando a Bolívar (1819:
18), por la ignorancia y la manipulación nos han dominado ideo-
lógicamente más que por la fuerza material de la coacción y la
represión física.
Un sistema social es en esencia una conciencia sustentada en
una relación económica. De aquí se desprende que la lucha po-
lítica, la lucha revolucionaria, es una lucha por la conciencia de
las mayorías, el territorio de la confrontación es la conciencia,
lo demás está subordinado a este objetivo (Valderrama, 2011a).

Luego, es perentorio construir una visión omniabarcante (es


decir, total e histórica), a través del espacio y el tiempo, de los
procesos en los cuales estamos involucrados con el fin de com-
prenderlos tal como son y no idealizarlos, ya sea para detenerlos
o acelerarlos eficiente y exitosamente según una determinada di-
reccionalidad, ya sea para conservar un orden de dominación o
romperlo con la emancipación psicosocial del ser humano como
ser genérico, es decir, como ser social e histórico.
[ 10 ]
Introducción

Compartiendo las opiniones expresadas por Vitale (1997b:


4), la temática que nos ocupa:
… debe ser estudiada como un proceso dialéctico y global en el
que intervienen diversas causas principales de distinta calidad
y de diferente peso específico, que se interinfluencian de modo
desigual y contradictorio [para así] dar una visión totalizadora
del proceso… Una falsa metodología ha llevado a tan variados
autores a emitir opiniones unilaterales, confundiendo las cau-
sas de estructura con las de carácter coyuntural, los factores
objetivos con los subjetivos, las causas esenciales con las apa-
rienciales, haciendo abstracción de una parte en detrimento de
la totalidad y unidad de la historia.

La lucha para la liberación de la explotación en una sociedad


fragmentada en clases y marcada por transacciones o intercambio
de cosas materiales (más concretamente de dinero), es un proceso
cuyos protagonistas tienen alterada su esencia como seres huma-
nos pues en mayor o menor grado son portadores de las ideas
que sustentan la hegemonía de las clases dominantes, ideas que
justifican el pretendido derecho de estos a recuperar aquello con
lo que contribuyen, calculando en función de su propio interés y
sintiéndose engañados si no reciben su equivalente. Esto es una
actitud demostrativa de que aún no se concibe la sociedad como
una familia humana, donde la liberación de todos es la condición
para la liberación de cada uno de nosotros (Lebowitz, 2006: 8).
Todo lo antes expuesto es pertinente para aproximarnos al
estudio de los fundamentos del Árbol de las Tres Raíces, ideario
de la Revolución Bolivariana y hechura histórica del pueblo vene-
zolano. Al igual que cualquier idea, este cuerpo doctrinario no ha
caído del cielo. Tampoco se le ocurrió a alguien en forma preme-
ditada. Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora no
eran dioses ni semidioses que lo crearon mágicamente aunque lo
[ 11 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

hayan encarnado físicamente. Es producto del pensamiento y la


acción de los seres humanos. Nunca ha sido eterno ni desligado
del mundo, ni carente de principio y fin, apareciendo como con-
secuencia de un conjunto de circunstancias sociales previas que le
dieron origen, constituido a su vez por determinados elementos
en algunos casos propios del contexto donde se originan, en otros
casos provenientes de escenarios diferentes (siendo tales elemen-
tos preservados o modificados en mayor o menor grado tanto en
forma como en contenido), ya sean continuadores de corrientes
preexistentes, ya sean predecesores de otras corrientes posteriores,
asegurando de ese modo la vigencia de esos elementos en tanto
no hayan desaparecido las razones que los soportan y las relacio-
nes sociales que los propiciaron.
El Árbol de las Tres Raíces no es una receta de cocina, un sis-
tema de ecuaciones lineales o un conjuro mágico. Debe ser visto
como un objeto con vida propia, en el ámbito subjetivo portador
de procesos internos en condicionamiento recíproco con proce-
sos externos existentes en el ámbito objetivo. El Árbol de las Tres
Raíces es causa y efecto de cambios ocurridos a nivel nacional e
internacional.
Desde estas páginas se pretende analizar tal cuerpo doctrina-
rio bajo las anteriores directrices, desde una visión de totalidad,
dejando explícitamente indicado que, si bien parte de las ideas
de donde germinó eran procedentes de Europa (modificadas para
su adaptación a la realidad venezolana o conservadas en su forma
original para su aplicación directa), no por esa razón se puede acu-
sar necesariamente de eurocéntricos a los creadores del Árbol de
las Tres Raíces, si bien se hayan educado en una sociedad donde
el eurocentrismo era la visión hegemónica en sus procesos cultu-
rales y educativos, siendo sometida a críticas bien fundadas en la
compilación de Lander (1993). Asociado al eurocentrismo está la
[ 12 ]
Introducción

categoría de Civilización occidental, analizada certeramente por


Sanoja y Vargas (2005a), considerada tendenciosamente de cali-
dad superior frente a otras expresiones civilizatorias, y la cual iba
sumada al racismo y la expansión del Cristianismo como parte de
su esencia ideológicamente colonialista (Ribeiro, 1982: 18, 19).
Eurocéntrico es alguien partidario de adoptar obligatoria-
mente unas ideas, o algunos aspectos de estas, alegando que pro-
ceden de los pueblos habitantes de Europa, por más que aquellas
sean erradas o inaplicables en el entorno donde ese individuo se
desenvuelva. «Buscar exclusivamente en el eurocentrismo (euro-
peo o americano), las fuentes teóricas y experiencias para corregir
nuestros desmanes, es seguir siendo súbditos intelectuales de las
metrópolis» (Avellaneda, 2006). No es atinado acusar de euro-
céntrico a quien promueva ideas provenientes de Europa no por
originarse en ese continente, sino porque estas son correctas en
sí mismas (no siendo nefastas por su origen geográfico exterior)
y sea sensato aplicarlas en su forma inicial o modificándolas (ple-
namente o a medias) según el contexto donde sean enarboladas y
las características que posea.
Estas razones son válidas contra cualquier otro tipo de et-
nocentrismo, así como contra el patriotismo o el localismo mal
entendidos, sin llegar al extremo contrario dado por la disolución
de toda noción de identidad nacional en nombre de una aparen-
te universalidad de pensamiento predicada por la globalización
capitalista.
Con las ideas no se puede ser mecánicamente creyente y prac-
ticante pues en tal caso no se actuaría con criterio propio dado por
la vinculación dialéctica entre las creencias de un individuo y sus
propias condiciones reales de vida (¿Se vive como se piensa o se
piensa como se vive?). ¡No se trata de ser objeto pasivo o incons-
ciente dominado por las ideas (propias y ajenas) sino sujeto activo
[ 13 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

y consciente dominador de las mismas! Siendo así, el ser humano


pleno portador de esa praxis será capaz de distinguir entre premi-
sas y situaciones de carácter universal o particular, valorándolas
en su justa dimensión y sin perder las perspectivas de la realidad
global y local, no buscando la homogeneidad forzada en torno a
una visión sino apreciando la pluralidad de las distintas visiones
(Singer, 2005: 22) para lograr la unidad en la diversidad.
Guiándose por estas premisas es que unos pueblos avanzan
en el despliegue de sus poderes creadores de teorías y prácticas
revolucionarias, sintetizando multiplicidad de ideas para enten-
der el mundo y transformarlo, sirviendo este esfuerzo intelectual
de estímulo a otros pueblos que luchan contra los mismos ene-
migos y por los mismos sueños de libertad, igualdad, justicia y
buen vivir.
El tema del presente trabajo consiste en estudiar el proceso
ideológico que rige al Árbol de las Tres Raíces, imbuida a lo largo
de su trayectoria como componente ideológico de la Revolución
Bolivariana. Semejante esfuerzo intelectual implica abordar las
causas que lo hicieron aparecer, siendo necesario partir de los an-
tecedentes sociohistóricos a nivel nacional e internacional exis-
tentes dentro y fuera de Venezuela hasta 1998. En segundo tér-
mino, el liderazgo del Comandante Hugo Chávez está asentado,
entre otros factores, por el desarrollo de un pensamiento propio,
realista y trascendente caracterizado por su contenido, amplitud y
profundidad, siendo uno de sus puntales el Árbol de las Tres Raí-
ces, que para entenderlo en relación consigo mismo abordando
las ideas de Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora.
En tercer lugar, el Árbol de las Tres Raíces enriquece su propia di-
námica dialéctica desde 1992 cuando por su esencia transforma-
dora justifica plenamente las rebeliones cívico-militares ocurridas
durante ese año, y los acontecimientos subsecuentes influyeron
[ 14 ]
Introducción

con más fuerza en dicha dinámica desde que el Proceso Revo-


lucionario asume funciones de gobierno en 1999, comenzando
gradualmente a cobrar un perfil propio acorde a las circunstan-
cias nacionales e internacionales hasta incorporar expresamente el
socialismo científico y el Marxismo (que en sí mismo, y a juicio
del mismo Chávez, es el pensamiento más avanzado que hasta
ahora ha alcanzado la humanidad, sea cual sea el nombre que
adopte en cualquier tiempo y espacio), pudiéndose hablar ahora
en Venezuela de la Revolución Socialista Bolivariana (distinta a
otras revoluciones socialistas). Por último, se toma en considera-
ción otros elementos teóricos cuyas vinculaciones entre sí y con
el Árbol de las Tres Raíces ya caracterizado con mucha antelación,
determinan lo que desde aquí se plantea configurar como el So-
cialismo en el Siglo xxi (de alcance mundial), que el Venezuela se
manifiesta como el Socialismo Bolivariano (de alcance nacional),
base ideológica de lo que puede denominar como el Modelo So-
cialista Venezolano.
El orden histórico que se pretende desarrollar en esta inves-
tigación está sujeto al orden lógico que esta requiere de acuer-
do a los distintos elementos que se presentan ante procesos tan
complejos que se entrecruzan, coinciden o articulan durante un
mismo período de tiempo, así como la vigencia o modificación
de tales procesos junto a las ideas o tendencias a los cuales están
asociados y que se extienden o desenvuelven según los distintos
acontecimientos que aquí se van a analizar.
Para contribuir al debate político, sin prejuicios ni estigma-
tizaciones, acerca del Capitalismo, el Socialismo y el Comunis-
mo, se incluye una tabla comparativa de esos sistemas (estando
subdividida en dos partes) como un anexo que no pretende tener
signo definitivo, sino que sirva como punto de partida para que
podamos inventar o errar con nuestra propia creatividad.
[ 15 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

¡El Árbol de las Tres Raíces en una contribución original del


pueblo venezolano para la marcha triunfante de la Revolución
Mundial por el Socialismo!

[ 16 ]
Contexto sociohistórico de
Venezuela hasta 1998

Comenzaremos por referirnos a los pueblos autóctonos habitan-


tes de Abya Yala, apelativo indígena para designar a América (o
Nuevo Mundo) que, de acuerdo a Estermann (2011: 1) y Migno-
lo (2001: 7), fue propuesto inicialmente en 1977 por el dirigente
boliviano Takir Mamani para que los movimientos indígenas lo
usaran oficialmente al hacer referencia a nuestro continente, co-
giendo cuerpo esta iniciativa a partir de 1992, año del quinto
centenario del saqueo y masacre (con toda intención mal llamada
descubrimiento) ocurrido desde el 12 de octubre de 1492 en esa
zona del planeta.
Revisando a Vitale (1997a: 20-42; sf/2003-2006: 7, 8), se
puntualiza que, en el seno de los distintos pueblos que poblaban
Abya Yala desde hace varios milenios, la organización social era
tribal y las relaciones de producción eran colectivas, se basaban
en la solidaridad y la igualdad, no había propiedad privada sobre
los medios de producción, y las actividades económicas estaban
ligadas a la agricultura, la caza y la pesca, el pastoreo, la alfarería,
la elaboración de metales y la creación de instrumentos para ta-
les oficios. Desde el punto de vista técnico, en la realización de
esas actividades se registraron distintos grados de avances tecno-
lógicos, en algunos casos tan sofisticados como los alcanzados en
[17]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Europa durante el siglo xv. Desde el punto de vista socioeconó-


mico, como el trabajo efectuado era cooperativo (todos tenían al-
gún tipo de responsabilidad, se apoyaban mutuamente, y ejercían
la propiedad social de los medios de producción), se generaron
diversas formas de organización y planificación de la división del
trabajo, y a la vez implicó que el fruto de las relaciones de pro-
ducción era de propiedad colectiva, el cual tenía valor en tanto
lograra satisfacer las necesidades humanas. Por otro lado, la mujer
era la que cultivaba la tierra junto al hombre, trabajando la alfare-
ría y el telar, desempeñando así una importante función pública
que hizo posible la aparición del matriarcado y el predominio de
la descendencia matrilineal.
Como modo de producción, semejante régimen socioeco-
nómico y cultural recibe el nombre de Comunismo Primitivo,
destacándose por parte de Vargas y Sanoja (2006) que:
… el principio básico de las bandas de la sociedad igualitaria o
comunismo primitivo era la capacidad que tenía la gente de to-
mar decisiones por cuya ejecución todo el colectivo era respon-
sable. Para tales efectos, era necesario consensuar la actitud de
cualesquiera grupos humanos de la comunidad que estuviesen
llevando a cabo una actividad colectiva.

Otra característica fundamental de la sociedad comunista


primitiva, igualitaria, era la ausencia de relaciones de poder entre
sus miembros.
La reciprocidad es otro elemento fundamental del llamado
comunismo primitivo. Cada persona espera que en la contingen-
cia de no ser capaz de producir o aportar lo requerido para el
mantenimiento del colectivo, los otros miembros, o alguno de
ellos, aportarán su faltante para que aquel pueda seguir viviendo.
Prosiguiendo con Vitale (sf/2003: 8, 9), entre ciertos pueblos
indígenas surgió una primera división social del trabajo con el
[ 18 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

desarrollo de la alfarería y la elaboración de los metales. Quie-


nes labraban la tierra debían procurar alimentos a los artesanos
dedicados a la orfebrería y la cerámica. A su vez, el aumento de
la productividad determinó la aparición de un excedente pro-
ductivo, cuya apropiación conllevó a las primeras desigualdades
sociales y a la aparición de la explotación, la estratificación social,
el Estado y las guerras. Por poner unos ejemplos bien conocidos,
estas consecuencias se dieron las sociedades azteca e inca, y en
cierto modo en la maya (culturas bajo las que se desarrollaron
grandes ciudades), abriéndose paso a relaciones de producción de
carácter tributario en favor de los grupos dominantes, conservan-
do al mismo tiempo rasgos del régimen de comunismo primitivo
que aún prevalecía arraigado durante el siglo xv en el resto del
continente, como particularmente sucedió en la sociedad incaica
con cada ayllu (conjunto de familias emparentadas)que explotaba
colectivamente un lote intransferible de tierra, hecho explicado
más ampliamente por Mariátegui (1928/2008: 47, 48) como de-
mostración de que no se puede negar el carácter comunista de las
relaciones socioeconómicas que regían a los incas sólo por haber-
se dado bajo la autocracia en que vivían. Para ver mayores deta-
lles acerca de las formaciones económicos sociales de los aztecas,
mayas e incas, se recomienda leer a Vitale (1983; 1997: 43-100)
y S. Ávila (2003).
Las respectivas cosmovisiones y paradigmas resultantes en
las distintas sociedades indígenas se caracterizan por una fuerte
conciencia comunitaria entre sus integrantes, para una cultura
social y de la vida, a la par de concebir una relación de armonía
y equilibrio entre los seres humanos y la naturaleza, tomando de
esta los recursos requeridos para satisfacer sus necesidades (no
siendo estas sólo de orden físico) sin que ello implique atentar
contra la preservación de la naturaleza, considerándose ellos parte
[ 19 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

de la misma junto con los demás seres vivos y el medio ambiente


(Huanacuni, 2010: 15, 19, 20).
De esta concepción de la relación entre sociedad y naturaleza
se desprende la reciente categoría del «Buen vivir», analizada por
Viteri (2003-2008), Tortosa (2009) y Gudynas (2011a; 2011b),
siendo definida por Huanacuni (2010: 32) de la siguiente manera:
Vivir bien, es la vida en plenitud. Saber vivir en armonía y
equilibrio; en armonía con los ciclos de la Madre Tierra, del
cosmos, de la vida y de la historia, y en equilibrio con toda
forma de existencia en permanente respeto.

Exceptuando las prácticas de sacrificios humanos y caniba-


lismo habidas en el seno de determinados grupos aborígenes, a
ser manejadas interesadamente por los futuros invasores europeos
para justificar ideológicamente sus actos de conquista y coloni-
zación (Singer, 2005: 12, 13; Vignolo, 2005; Molina, 2007: 3;
Leetoy, 2009), la generalidad de los pueblos indígenas ya había
puesto en práctica, por medio de sus creencias religiosas, costum-
bres y hábitos de vida, lo que Marx (1844/sf: 50-52, 55) exponía
acerca de la relación entre el ser humano (sea hombre o mujer), la
sociedad y la naturaleza. Como muy bien lo resume Zinn (1999/
sf: 29), y exceptuando los textos mayas junto a los quipus y keros
peruanos como mecanismos de transmisión de sus acervos an-
cestrales (siguiendo a Manuel Galich, citado por Beltrán Acosta,
2008: 212), los indígenas:
Eran gentes sin lenguaje escrito, pero que tenían sus propias
leyes, su poesía, su historia retenida en la memoria y transmi-
tida de generación en generación, con un vocabulario oral más
complejo que el europeo y acompañado con cantos, bailes y
ceremonias dramáticas. Prestaban mucha atención al desarrollo
de la personalidad, la fuerza de la voluntad, la independencia y

[ 20 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

la flexibilidad, la pasión y la potencia, a sus relaciones interper-


sonales y con la naturaleza.

Enmarcados en estos esquemas civilizatorios se hallaban los


pueblos Caribe (entre otros grupos indígenas), habitantes de gran
parte del territorio de Venezuela y de países vecinos, destacándo-
se firmemente contra la invasión europea a las regiones donde
vivían desde hace siglos (Sanoja y Vargas, 2004), y de acuerdo
con Beltrán Acosta (2008: 157-198), ya eran portadores de una
valiosa cultura político-militar (en los ámbitos terrestre y naval)
combinada con un eficiente sistema comunicacional asociado a
estrategias de inteligencia y contrainteligencia.
Salvo las diferencias de matices entre las relaciones de pro-
ducción practicadas en Abya Yala y en buena parte de África,
al interpretar a Kabunda (sf: 1, 2) y Lee (1988/2001) se obser-
va que en ambos continentes se dieron los rasgos esenciales del
Comunismo Primitivo, tal como se describieron en los párrafos
anteriores y de los cuales Engels (1891/2006) profundiza más en
esos aspectos.
En términos comparativos, la civilización africana era tan
avanzada como la europea, e incluso más admirable, pero tam-
bién sufría situaciones propias de sociedades sustentadas en
modos explotadores de producción. En África existían regiones
donde se forjó una especie de feudalismo como en Europa, ba-
sado en la agricultura y en unos renglones sociales jerárquicos
propios, pero con la particularidad de coexistir con la vida tribal
(ausente ya para la Europa del siglo xv), la cual todavía prospera-
ba con la subsistencia de algunos de sus mejores rasgos, como el
espíritu comunitario y una apreciable generosidad en las leyes y
los castigos, agregándose al hecho de que a los señores o jefes la
obediencia les resultaba más difícil de conquistar al carecer de las
armas que tenían los europeos. En el continente africano llegaron
[ 21 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

a crearse grandes aglomeraciones urbanas, alcanzándose aprecia-


bles logros en la manufactura textil, la elaboración de utensilios
de hierro, la cerámica y la escultura (Zinn, 1999/sf: 33, 34). La
llegada de los invasores europeos cambiaría dramáticamente esa
realidad (Barticevic, 2007).
Abya Yala y África no atravesaron por las mismas relaciones
de producción y formaciones sociales que hubo en Europa para el
siglo xv. El modo de producción de las sociedades aborígenes fue
interrumpido abruptamente por el factor exógeno de la conquista
europea, siendo aventurado pensar en la forma como estas se ha-
brían seguido desarrollando de no haber sido por semejante factor.
Para el momento en que Cristóbal Colón inició la primera
de sus expediciones en búsqueda de nuevas rutas hasta Asia, ya
desde el siglo xii en regiones específicas de Europa Occidental las
relaciones de producción que sustentaban el feudalismo estaban
cediendo paulatinamente su posición preponderante al naciente
capitalismo, mientras más adelante se iniciaba la consolidación
de los futuros estados nacionales y del absolutismo monárquico,
aunado a un creciente afán de sus respectivas burguesías por la
acumulación de dinero. Frente a la ya decadente ideología feu-
dal centrada en la religión cristiana, el capitalismo se fortaleció
ideológicamente cuando apareció el Renacimiento (desde el siglo
xv hasta comienzos del xvii), movimiento cultural renovador de
la herencia filosófica de la antigüedad clásica griega y romana,
sumado este a los avances logrados en las ciencias naturales, in-
centivando el predominio del hombre humano y no del hombre
religioso, potenciando de esa manera al preexistente Humanismo
(entre los siglos xiv y xvi), corriente del pensamiento que pro-
clamaba la libertad de la persona humana y su derecho tanto al
placer como a la satisfacción de sus necesidades terrenas, contri-
buyendo a crear una concepción no religiosa del mundo pero sin
[ 22 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

dejar de aceptar la existencia de Dios, buscando en general una


simbiosis de la cultura clásica y la fe cristiana. El Renacimiento
y el Humanismo dieron origen a la tradición naturalista y racio-
nalista de la filosofía europea de los siglos xvi y xvii (Silva, 1982:
61-75; Piñón, 1990: 16; Rosenthal e Iudin, sf/2004: 224, 400;
Pérez, 2010).
El naciente capitalismo coexistía con el Cristianismo, reli-
gión originaria entre los pueblos hablantes de idiomas semitas en
Asia (al igual que el Judaísmo y el Islam) pero ya institucionali-
zada en Europa desde el siglo iv y con alto grado de hegemonía
ideológica en ese continente durante la Edad Media (entre los
siglos v y xv), cuyas cúpulas dirigentes estaban al lado de las cla-
ses dominantes, hecho este en contradicción con la humildad, la
igualdad, la sencillez y la solidaridad como principios esenciales
de esa religión, asumidos por buena parte de sus sacerdotes a favor
de los sectores desposeídos. Aquí se aprecia la tensión dada entre
el falso Cristianismo institucionalizado, como ideología justifica-
dora tanto del feudalismo como del capitalismo (en este último
caso con la aparición de la Reforma), y el verdadero Cristianismo
primitivo, originalmente transformador, de sus antiguos promo-
tores calificados como Padres de la Iglesia, quienes en sus obras
criticaron la propiedad privada, la prepotencia y suntuosidad de
los ricos y el abuso de poder, alabando la comunidad de bienes y
la atención solidaria de los pobres y desvalidos (Naudon, 2007:
35-39), pudiendo ser perfectamente calificados de comunistas
ascéticos, utópicos y pasivos (su comunismo era distributivo, no
productivo), viviendo como tales en pequeñas comunidades y sin
pretensiones de afectar las relaciones explotadoras de poder para
acabar con las desigualdades existentes fuera de esos espacios co-
munitarios (Hamon, sf: 8-10; Löwy, 2006: 287; Acosta, 2011:
88-95, 118-131).
[ 23 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Históricamente el Cristianismo fue utilizado como instru-


mento para la alienación de los oprimidos, pero por su indiscuti-
ble esencia doctrinaria (castrada por los mecanismos ideológicos
de dominación) es una herramienta valiosa para la emancipación
humana y la transformación revolucionaria de la sociedad, tal
como lo preconiza la moderna Teología de la Liberación, resumi-
da en la frase: «Opción preferente para los pobres». Como dijo
uno de sus representantes, el sacerdote brasileño Helder Cámara:
«Cuando alimenté a los pobres me llamaron santo; pero cuan-
do pregunté por qué hay gente pobre me llamaron comunista»
(Löwy, 2006; 2007; Reyes, 2010).
En Europa, los parámetros socioculturales ligados al capita-
lismo consideraban que la naturaleza estaba al servicio del género
humano como centro del universo (Avellaneda, 2010). Por su
esencia patriarcal y machista, enajenaban en sus orígenes histó-
ricos a la familia, ubicándola por fuera del proceso de trabajo
productivo y conduciendo a la fragmentación de la sociedad en
un sector productivo y otro doméstico o reproductivo. Dicha
bifurcación rompe el equilibrio funcional entre producción y
consumo, estimula el mercado y el intercambio, rompiendo la
comunicación directa sujeto-sujeto, y da pie al surgimiento de
la intermediación sujeto-objeto-sujeto, es decir, la comunicación
entre los seres humanos se efectúa a través del intercambio de
mercancías. Las leyes reguladoras de semejante proceso mercantil
conforman la raíz de la pobreza creciente de la humanidad al
crear el individuo solitario y el individuo propietario (cada uno
empieza a valer según cuanto tenga o posea materialmente), así
como a la desaparición de la familia y de la comunidad humana
(Lajo, 2006: 3-5).
La realidad antes descrita, signada por el surgimiento del capi-
talismo, es explicada en forma concisa por Mandel (1974: 5, 15-
[ 24 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

20), Del Río (1998-2004: 8-15, 31-38), Sanoja y Vargas (2005b),


y Schmitt (2008: 14-22), encuadrándose ese proceso por parte de
Vitale (1997a: 101-136) con el panorama existente a nivel mun-
dial hasta el siglo xv, incluyendo a España y Portugal, países des-
de donde se organizaron las expediciones en búsqueda de nuevas
rutas comerciales más ventajosas (Del Río, 1998-2004: 16-25) y
de territorios donde pudieran efectuar la extracción de materias
primas que ya escaseaban en Europa, entre otras —como lo señala
Vitale (1997a: 138-140)— determinados metales preciosos (oro
y plata) a ser convertidos en monedas necesarias para pagar los
costos de las expediciones, financiar las burocracias estatales de
las nacientes monarquías nacionales de Europa Occidental, y so-
bre todo estimular la economía capitalista en crecimiento (Zinn,
1999/sf: 24), al acentuarse en su seno la independencia del co-
mercio con respecto a la producción, e incluso imponiéndole su
propia dinámica (si antes el comercio dependía de la producción,
ahora sería al revés…). Si para comerciar primero hay que produ-
cir, la relación cambia luego de sentido), siendo revelador lo que
explica Engels (1890/sf ):
El descubrimiento de América fue debido a la sed de oro, que
ya antes había impulsado a los portugueses a recorrer el conti-
nente africano… pues el gigantesco desarrollo de la industria
europea en los siglos xiv y xv, así como el correspondiente de-
sarrollo del comercio reclamaban más medios de cambio de los
que Alemania —el gran país de la plata entre 1450 y 1550—
podía proporcionar.

Partiendo de Vitale (1997a: 128), los portugueses practica-


ron en África lo que ocurriría más adelante en Abya Yala por
parte de ellos y los demás invasores europeos, pues:
… se lanzaron a la conquista de estas costas africanas, cambian-
do baratijas por oro. A partir del siglo xv las costas africanas
[ 25 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

fueron las principales proveedoras de este metal precioso que


buscaba una Europa escasa en oro y plata.

Desde aquella época, comenzó la empresa colonizante euro-


pea que destruyó y socavó culturas milenarias, tentándolas pri-
mero con manufacturas a cambio de oro y, luego, con alcohol y
mercancías a cambio de esclavos. En los primeros siglos de colo-
nización, los europeos se establecieron en las costas. La conquista
del interior africano recién en el siglo xix. Hasta entonces, los
pueblos del corazón de África Negra pudieron conservar sus cul-
turas primigenias.
Desde la invasión europea a Abya Yala (que de aquí en ade-
lante denominaremos como América) ocurrida a partir de la
invasión de Colón, las distintas regiones que la conforman han
sido violentamente integradas desde Europa a lo que Inmanuel
Wallerstein denomina «Sistema-mundo» o sistema mundial. De
acuerdo a Dussel (1993: 46):
… nunca hubo empíricamente Historia Mundial hasta el 1492
(como fecha de iniciación del despliegue del «Sistema-mun-
do»). Anteriormente a esta fecha los imperios o sistemas cul-
turales coexistían entre sí. Sólo con la expansión portuguesa
desde el siglo xv, que llega al Extremo Oriente en el siglo xvi,
y con el descubrimiento de América hispánica, todo el planeta
se torna el «lugar» de «una sola» Historia Mundial (Magalla-
nes-Elcano da la vuelta de circunvalación a la tierra en 1521).

Las serie de vicisitudes atravesadas por América a partir de


1492 son descritas por Del Río (1998-2004: 26-30) y en for-
ma más amplia por Sant Roz (2003: 29-117, 127-169), Galeano
(1970-1977/sf ) y Ramos (2011), ilustrándolas este último en re-
lación con los múltiples procesos históricos del sistema mundial,
entre los cuales se destacan tres puntos de inflexión que, siguiendo

[ 26 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

a Wallerstein (sf: 3, 4, 54), son el surgimiento del sistema capita-


lista mundial durante el siglo xvi, la supremacía de la geocultura
liberal en dicho sistema a raíz de la Revolución Francesa de 1789,
y su ocaso vaticinado e inequívocamente demostrado por la Re-
volución Mundial de 1968, haciéndose en esta investigación una
descripción resumida sobre el desarrollo histórico-dialéctico de
las corrientes y doctrinas existentes en torno a estas tres épocas,
pero sin desligarlas de las condiciones materiales que las hicieron
posibles.

1.1. Aparición del sistema capitalista mundial

Durante el siglo xvi el moderno sistema mundial surgió como


economía mundial capitalista. Al principio este sistema estaba
localizado principalmente en partes de Europa Occidental y de
América, expandiéndose paulatinamente durante varios siglos
hasta abarcar todo el mundo en la actualidad (Wallerstein, sf: 3,
4). Cuando se habla del sistema capitalista mundial desde aque-
lla época, no se está presuponiendo que el capitalismo naciente
en Europa se implantó como calco y copia en el resto de mun-
do, sino que las necesidades de la burguesía europea configura-
ron desde su ámbito continental la gestación de un proceso de
división internacional del trabajo, donde las relaciones socioe-
conómicas existentes en cada espacio territorial del planeta se
modificaron parcial o totalmente para quedar subordinadas a las
relaciones socioeconómicas capitalistas expandidas desde Europa.
Estos hechos son suscritos por Kohan (2005: 109):
En Europa Ocidental, el nacimiento del capitalismo estuvo
precedido por el feudalismo y, antes, por la esclavitud y la co-
munidad primitiva. En Asia y África, ese tránsito siguió una
vía diversa: de la comunidad primitiva al modo de producción
asiático y de allí al feudalismo o también de la comunidad
[ 27 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

primitiva al modo de producción asiático y de allí al capitalis-


mo. La esclavitud —característica de las sociedades de Grecia
y Roma antiguas— no se repitió siempre. El feudalismo tam-
poco. En América, se pasó de las sociedades comunales-tribu-
tarias precolombinas a una sociedad colonial híbrida, inserta
en el mercado mundial capitalista (subordinada a su lógica)
y basada en un desarrollo desigual y combinado de relaciones
sociales precapitalistas y capitalistas. La actual globalización
no es más que una nueva fase de esa dilatada expansión ca-
pitalista.

En particular, la incorporación de América al sistema mun-


dial por parte de los invasores europeos no se hizo bajo acepta-
ción voluntaria o consentida de los pueblos indígenas, sin ha-
ber respeto hacia sus culturas ni relaciones de igualdad entre las
partes, estableciéndose en su lugar una cadena interminable de
extracción y saqueo de riquezas desde América hasta Europa (Ko-
han, 2007b: 1), con incidencia en el crecimiento desmesurado
de la previa acumulación capitalista en este último continente
como punto de inicio en su expansión al resto del planeta, no
bastando para su incremento con la sobreexplotación de los in-
dígenas hasta cometer un verdadera mortandad (Vitale, 1997a:
140-142), sino que también se recurrió al secuestro y traslado de
africanos de piel negra para servir de esclavos en América, esto
como fórmula para evitar la desaparición definitiva de los pueblos
aborígenes (ya exterminados en algunas regiones, quedando sus
sobrevivientes sometidos a relaciones de servidumbre). El tráfico
de esclavos africanos se convirtió en un lucrativo, sofisticado y
eficiente negocio capitalista regido por una concepción racista,
supremacista y segregacionista (Bagú, 1993: 95, 96, 99-105; Del
Río, 1998-2004: 41-50; J. García, 2005: 10-12). Con toda razón
dice Marx (1863-1890/2000: 638):

[ 28 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata de Amé-


rica, la cruzada de exterminio, esclavización y sepultamiento
en las minas de la población aborigen, el comienzo de la con-
quista y el saqueo de las Indias Orientales, la conversión del
continente africano en cazadero de esclavos negros: son todos
hechos que señalan los albores de la era de producción capita-
lista. Estos procesos idílicos representan otros tantos factores
fundamentales en el movimiento de la acumulación origina-
ria. Tras ellos, pisando sus huellas, viene la guerra comercial
de las naciones europeas, cuyo escenario fue el planeta entero.

La situación de los indígenas no mejoró en lo sustancial con


la eliminación de la esclavitud —a la que fueron sometidos al
principio— a cambio de imponérseles el sistema feudal de enco-
miendas (donde ellos, como vasallos del rey que vivían en tierras
puestas a disposición de los encomenderos españoles, les pagaban
tributos y rendían servicios personales —trabajo gratuito— re-
novables generacionalmente en favor de los herederos de dichos
encomenderos), pues con la escasa productividad que tal sistema
generaba —con la ya diezmada población indígena— primero
se procedió a completar el trabajo de los aborígenes —hasta su
sustitución progresiva— mediante la coacción extra económica
esclavista contra los africanos secuestrados de sus hogares, mien-
tras que más adelante las encomiendas se fueron eliminando de-
finitivamente para la segunda mitad del siglo xvii, siendo más
provechoso para el colonialismo europeo someter a los indígenas
bajo un régimen de servidumbre económica limitada al pago de
tributos en especie, pero de cualquier modo la fuerza de trabajo
de los indígenas libres o encomendados, junto a la de los esclavos
de origen africano, valorizaron las tierras que fueron ocupadas
violentamente por los colonizadores como parte de su propiedad
privada, transformándolas en un factor de riqueza social, es decir,

[ 29 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

el esfuerzo de esos seres humanos oprimidos favoreció el proce-


so de formación de las propiedades latifundistas en provecho de
sus opresores convertidos en terratenientes que las administraban
como plantaciones agrícolas o fincas ganaderas, llegando la Igle-
sia católica a ejercer posesión de algunas de estas (Acosta Saignes,
1967/1984: 309, 335-337; Brito Figueroa, 1972/1996: 31, 32,
35-37, 63, 64, 195, 196).
Contrariamente a lo que se podía esperar, el contacto de los
pueblos originarios con los grupos no aborígenes, y el hecho de
que los primeros tomaran en préstamo elementos culturales de
los segundos, no alteró la estructura comunal primitiva de aque-
llos en sus aspectos básicos, como la división natural del traba-
jo, la diferenciación funcional de sus integrantes, la economía
recolectora o agrícola en su forma incipiente, idioma, relacio-
nes de parentesco y otras tradiciones culturales (Brito Figueroa,
1972/1996: 137).
Tanto en Venezuela como en las demás regiones de Améri-
ca bajo dominio de España y Portugal, la colonización no esta-
bleció una modalidad hegemónica de producción sino variadas
relaciones precapitalistas (encomienda, esclavitud, aparcería, me-
dianería, inquilinaje, etc.) subordinadas a formas embrionarias
capitalistas, como el trabajo asalariado minero, en una economía
primaria-exportadora, agropecuaria y minera, integrada al merca-
do capitalista mundial en formación, por lo cual en tierras ame-
ricanas la colonización europea expandió el feudalismo cuando
ya este había empezado su decadencia, pero también fortaleció
el capitalismo comercial en Europa y abrió en América un perío-
do de transición hacia ese sistema (Acosta Saignes, 1967/1984:
337-339) que se prolongó hasta el siglo xx, de acuerdo a lo ma-
nifestado por Vitale (sf/2003-2006: 1) y a lo ratificado por Brito
Figueroa (1972/1996: 243, 244). En este mismo orden de ideas
[ 30 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

se debe interpretar con criterio crítico esta cita de N. Moreno


(1977/2001: 6):
La colonización española, portuguesa, inglesa, francesa y ho-
landesa en América, fue esencialmente capitalista. Sus objetivos
fueron capitalistas y no feudales: organizar la producción y los
descubrimientos para efectuar ganancias prodigiosas y para co-
locar mercancías en el mercado mundial. No inauguraron un
sistema de producción capitalista porque no había en América
un ejército de trabajadores libres en el mercado. Es así como los
colonizadores, para poder explotar en forma capitalista a Amé-
rica, se ven obligados a recurrir a relaciones de producción no
capitalistas: la esclavitud o una semiesclavitud de los indígenas.
Producción y descubrimiento por objetos capitalistas; relacio-
nes esclavas o semiesclavas; formas y terminologías feudales (al
igual que el capitalismo mediterráneo), son los tres pilares en
que se asentó la colonización de América.

En las colonias bajo control hispano-lusitano, la administra-


ción del aparato gubernamental colonial era ejercido por funcio-
narios enviados desde España y Portugal (blancos peninsulares),
quienes tuvieron como contrapartida a las clases dominantes
americanas (blancos criollos), organizadas políticamente en tor-
no a estructuras locales como el Cabildo, y económicamente
manejaban las más diversas relaciones de producción, entrela-
zando y variando el predominio de unas con respectos a otras
según sea el caso, sosteniéndose sobre esas diferencias. En Brasil,
la Capitanía General de Venezuela y el Caribe, estas relaciones
fueron esclavistas; en la Capitanía General de Chile y en los vi-
rreinatos de Río de la Plata, México, Nueva Granada y Perú se
combinaron las relaciones serviles de producción con el peonaje
asalariado. Luego, no habiendo ningún modo preponderante de
producción, no existía una burguesía claramente constituida; las
[ 31 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

clases dominantes criollas se adueñaban del plustrabajo a través


de variadas relaciones de producción de materias primas, donde
los terratenientes también se dedicaban al comercio y la mine-
ría, con lo cual hubo fracciones de las clases dominantes que se
pudieron afianzar como burguesías. Bajo la configuración estra-
tificada de un sistema racista y sexista de grupos sociales heredi-
tarios denominados «castas» (Brito Figueroa, 1972/1996: 141,
142; Chaves, 1998/sf: 1-4; J. García, 2005: 18; C. López, 2008;
Ramírez, 2009), existía un proletariado incipiente junto a capas
sometidas a la servidumbre, y recién aparecían los sectores medios
y el campesinado. Estos grupos de las clases dominadas estaban
conformados por blancos pobres (o de orilla), indígenas, descen-
dientes libres de esclavos africanos y una amplia gama de pardos
o mestizos resultantes del sincretismo biológico de europeos, in-
dígenas y africanos, llamados también blancos, indios y negros,
respectivamente, dándose una triple opresión racista, clasista y
cultural sometedora de los aborígenes, pero que no pudo inte-
grarlos totalmente a la sociedad colonial (Vitale, 1997b: 3).
Con el sistema de castas los pardos estuvieron en una situa-
ción de inferioridad legal y real respecto a los blancos en todos
los órdenes de la vida social (Brito Figueroa, 1972/1996: 141,
142), no estando esclavizados pero sí sometidos inicialmente a la
servidumbre, además de dedicarse al servicio doméstico, el artesa-
nado, el comercio, las actividades artísticas y otros oficios (Acosta
Saignes, 1967/1984: 342) que también ejercían los blancos de
orilla, categoría asimilada en la práctica a la de los pardos e iden-
tificada con sus expectativas y preocupaciones como grupo social
(Brito Figueroa, 1972/1996: 145). El sistema legal español jus-
tificaba ese régimen discriminador de castas, pero en la realidad
de las sociedades coloniales en América estas se estructuraban en
clases sociales, no obstante los sectores dominantes de blancos
[ 32 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

criollos —descendientes de los primeros conquistadores y coloni-


zadores— tuvieron una conciencia clasista tan aguda que los tras-
tocaban en verdaderas castas, en grupos cerrados y estratificados
preocupados por su limpieza de sangre, practicando la endoga-
mia o matrimonio entre su misma gente, así como convertían sus
ocupaciones en algo hereditario y desdeñaban los trabajos ma-
nuales, ejerciendo su «derecho» de propiedad sobre latifundios y
esclavos, habitaban los centros urbanos de importancia interesán-
dose en la política municipal (apoderándose de sus instituciones
políticas, como los cabildos) e involucrándose en la usura y el
comercio importador y exportador (bajo monopolio colonial de
la corona o en manos de quienes actuaban como intermediarios
entre los terratenientes y el mercado capitalista internacional),
mientras que por otra parte ocurría que los pardos —además de
los otros grupos sociales explotados— querían romper las barre-
ras sociales, en particular por parte de algunos sectores de esa
casta que querían ascender socialmente en forma equivocada y en
contra de sus propios intereses (Acosta Saignes, 1967/1984: 345;
Brito Figueroa, 1972/1996: 146, 147, 149-151), es decir, sus in-
tegrantes eran unos oprimidos que pensaban como opresores y
estaban dispuestos a serlo, cuando en realidad a decir del Barón
Alexander Von Humboldt (Brito Figueroa, 1972/1996: 148), los
descendientes de los verdaderos opresores se constituían en:
Un pequeño número de familias que en cada comuna, sea por
una opulencia hereditaria, sea por hallarse establecidas de muy
antiguo, ejercen una verdadera aristocracia municipal. Gusta-
rían más verse privadas de ciertos derechos antes que dividirlos
con todos; preferirían una dominación extranjera a la autori-
dad ejercida por una casta inferior; aborrecen toda constitución
política fundada sobre la igualdad de derechos, temiendo sobre
todo la pérdida de esas condecoraciones y esos títulos que les

[ 33 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

ha costado tanta pena adquirir y que constituyen una parte de


su dicha doméstica.

Quizá los sectores de clase explotada más homogéneos fueran


los esclavos de ascendencia africana, pero el régimen esclavista no
estaba generalizado en todas las colonias españolas. El sistema
colonial de trabajo originó en los explotados una forma elemental
de conciencia de clase, aunque esta no fuera precisamente prole-
taria; de otro modo no se explicarían las rebeliones de esclavos y
los levantamientos de los trabajadores de las minas y del campo.
En definitiva, por las peculiaridades de su vinculación al sistema
capitalista mundial, en América «las clases sociales surgieron y
se desarrollaron durante la colonia con una dependencia de tipo
estructural, no en el sentido del estructuralismo como ideología,
sino como estructura objetivamente subordinada» (Vitale, 1997a:
220-224), y asociado a este hecho «no hubo servidumbre en vasta
escala, sino esclavitud con múltiples matices, oculta a menudo
bajo complejas y engañosas formulaciones jurídicas» dado que
«no fue feudalismo lo que apareció en América» como modo he-
gemónico de producción, lugar que sí ocupaba el esclavismo, es-
tando ambos supeditados internacionalmente a lo que se pudiera
llamar una suerte de «capitalismo colonial» (Bagú, 1993: 107) al
que contribuyeron fortalecer en Europa.
Desde el siglo xvi, contra los diferentes mecanismos em-
pleados por el sistema capitalista mundial (junto a los resabios
feudales de los que todavía eran portadores buena parte de los
invasores europeos), ocurrieron en América los primeros actos
de rebeldía por parte de los habitantes originarios y los esclavos
africanos hasta allí llevados a la fuerza, esto buscando de impedir
la destrucción de su modo de vida propio del Comunismo Primi-
tivo (Brito Figueroa, 1972/1996: 243, 244; Ribeiro, 1982: 12),
así como preservar su integridad y su libertad, móviles de esos
[ 34 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

conflictos que se prolongaron hasta las guerras de independencia


a comienzos del siglo xix. Enmarcado en esas circunstancias, el ci-
marronismo fue una práctica intuitiva, primitiva y efectiva contra
la esclavitud, capaz de debilitarla y estimulando a los esclavos a
emanciparse por sí mismos, aunque su lucha no fuese plenamen-
te consciente ni pretendiesen crear un régimen antiesclavista más
humano (Brito Figueroa, 1972/1996: 254). Más información so-
bre las confrontaciones de africanos e indígenas contra el poder
colonial se puede hallar en los textos de Veskler (sf: 6-9), Bastian
(1992: 50-58), Vitale (1992/2003-2006: 1-18; 1997a: 144-158),
Lucas (2004/sf ), Tuttolomondo (2005), García, 2005: 19, 20),
Barbosa (2007: 10-17), C. Hernández (2009), Serrano (2008)
y Beltrán Acosta (2010), destacándose la participación activa y
protagónica de la mujer en esas acciones.
En Venezuela tales acciones se concretaron en la insurrección
encabezada por el Negro Miguel —estudiada en el artículo «La re-
belión del negro Miguel» (2009) y por Brito Figueroa (1972/1996:
206-208)— y las luchas dirigidas por el Cacique Guaicaipuro
—abordadas en el texto Guaicaipuro: La resistencia de un guerre-
ro (2009) y por Beltrán Acosta (2008, 203-237; 2010)—, entre
muchos otros enfrentamientos precedentes y postreros a ambos
sucesos (Brito Figueroa, 1972/1996: 208, 209; Vitale, 1997a:
152, 153, 231, 234, 237, 250; Tiapa, 2008: 78-98). Vale destacar
la aparición de las llamadas cumbes y rochelas, grupos humanos
—conformados por negros, pardos, indígenas y hasta por blancos
de orilla— caracterizados como focos de resistencia al dominio
colonial europeo, entre muchas otras observaciones sobre el tema
expuestas en el texto «Cimarroneras y rebeliones negras en la Ve-
nezuela colonial» (2009) y por Acosta Saignes (1984: 263-307,
327), quien, al estudiar las relaciones de los indígenas con los es-
clavos y libertos africanos, da importancia a:
[ 35 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

… sus estrechas alianzas durante todo el período colonial,


cómo influyeron los africanos en los terrígenas, cómo estos a su
vez tuvieron múltiples influencias sobre aquéllos. Se cruzaron
numerosamente desde el punto de vista físico, conviviendo en
haciendas, cumbes y comunidades indígenas… El cruce funda-
mental fue de culturas, el de actitudes ante los colonizadores,
el de una intensa transculturación que fundió los rasgos funda-
mentales del pueblo venezolano (1984: 294).

Las actitudes de los invasores europeos iban ligadas junto al


fenómeno del racismo y sus variantes interpretativas colonialistas
contra los indígenas, los africanos de piel negra, e incluso contra
los blancos españoles y portugueses a favor de los blancos ingle-
ses, sugiriéndose aquí la lectura de los planteamientos de Vita-
le (1997a: 176-179), J. García (2005: 17, 18) y Torres Iriarte
(2010: 6-9). Se debe destacar que el racismo, como producto eu-
ropeo trasplantado en América, apareció en los dominios ibéricos
debido al espíritu aventurero de gran parte de los invasores que,
al emigrar sin sus familias, en principio pensaban regresar con
riquezas a la metrópolis, aparte de servir la materialización del
complejo psicosocial racista —muchas veces incluso por vía de
la violencia sexual (Carosio, 2011)— como un elemento asimi-
lador y mezclador de africanos e indígenas con blancos, que pro-
ducirá mestizos hasta configurarse una sociedad de castas, pero
en las colonias inglesas el racismo fue (y todavía es) intolerante
y segregacionista hacia ellos, guiado por un imaginario religio-
so fundamentalista al aborrecerlos como resultado del pecado de
la sexualidad interracial con seres perversos e inferiores, anulada
esta además por la presencia familiar de los colonizadores ingleses
(esposas, hijos y demás parientes) pues su propósito era arraigarse
socialmente en América, no regresar a su país originario pero sí
crear una fiel prolongación cultural de Europa; ambos tipos de

[ 36 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

racismos son despreciables, pero el de origen anglosajón es el peor


(J. Vargas, 2001-2002: 3, 4, 7-13; Ribeiro, 1982: 18; Wróblews-
ka, 2006).
Ya desde el momento en que se inició la invasión a América,
la Iglesia católica se involucró en semejante empresa pues «el sol-
dado y el misionero formaron parte de una unidad indisoluble de
objetivos tanto tácticos como estratégicos representados a través
de la acción colonizadora» (Beltrán Acosta, 94-99) en lo que más
adelante se llamaría América Meridional.
Si la espada simbolizaba la dominación material empleada por
los invasores europeos, la cruz mostraba la cara religiosa de la do-
minación ideológica (impulsada desde España y Portugal) como
política institucional del colonialismo para destruir las cosmovi-
siones, religiones y culturas de los pueblos aborígenes y africanos
(Vitale, 2005: 255-258; J. García, 2005: 16, 17; Amodio, 2010:
10-17), aparte de convencerlos en la aceptación del nuevo orden
impuesto en América como algo necesario, natural e inexorable,
despropósitos estos que no fueron totalmente exitosos. Empero,
dados los valores en los que se sostiene el Cristianismo, debe pun-
tualizarse que muchos cronistas europeos, al tratar de entender
las culturas aborígenes, mostraron su admiración por las mismas
y respeto a la dignidad de esos pueblos (Vitale, 1997a: 142-144),
y como esas culturas están basadas en el Comunismo Primitivo,
influyeron y reforzaron en Europa las tendencias del humanis-
mo cristiano acerca de un mundo nuevo, mejor, reproducción
de las sociedades idílicas del Cristianismo primitivo, posturas es-
tas ya pregonadas por intelectuales como Erasmo de Rotterdam
y Tomás Moro, cuya obra Utopía fue producto del entusiasmo
generado en Europa Occidental por la llegada de los europeos a
América, adonde viajaron numerosos clérigos inspirados por el
texto de Moro para efectuar su labor evangelizadora (Ordiz, sf;
[ 37 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Cro, 1978; Ribeiro, 1982: 3; Cantú, 2006; Cañas-Quirós, 2008;


Leetoy, 2009: 148).
Sin olvidar las observaciones efectuadas acerca de la religión
cristiana (válidas para cualquiera de sus distintas ramificaciones),
esta fue usada para crear una plusvalía ideológica (Silva, 1984:
190) en las mentes de los dominados y justificar desde allí la ex-
plotación económica a que estaban sometidos, generadora esta
de plusvalía material acumulada para beneficio de las naciones
invasoras. Si esta especie de acumulación ideológica se vio esti-
mulada en Europa con la controversia entre la Reforma Católica
y la Contrarreforma Protestante, tal pugna se reprodujo particu-
larmente en Brasil —con sus propios matices en el resto de Amé-
rica con la victoria de la primera— al poner los indígenas gran
parte de los muertos de ambos bandos cuando fueron captados
por sus respectivos portavoces religiosos de procedencia europea,
casi todos ellos indemnes de esas confrontaciones que discursiva-
mente pretendían en nombre de Cristo instaurar en América la
sociedad solidaria que no existía en Europa, buscando desindia-
nizar culturalmente a los aborígenes para cristianizarlos (Ribeiro,
1982: 2, 3).
En el seno de la Iglesia católica existían dos posiciones anta-
gónicas. Una consistía en tratar a los indígenas como seres racio-
nales con derechos a la libertad y la propiedad, y la otra postura
justificaba su esclavitud pues les negaba esas facultades al practicar
costumbres diferentes o contrarias a los esquemas culturales euro-
peos (Beltrán Acosta, 2008: 97). De acuerdo a Blanco (1990: 1):
La evangelización tuvo un carácter contradictorio debido a su
asociación con la empresa conquistadora: por un lado, reasegu-
ró y legitimó el orden colonial y por otro preservó a los indí-
genas, dándoles un status —si bien subordinado y apartado—
dentro de ese orden.
[ 38 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

En ese sentido, un ejemplo destacable por su significación


histórica lo constituyen los testimonios sobre Fray Antonio de
Montesinos y Fray Bartolomé de Las Casas, entre muchos otros,
(Methol, 1968-1970: 84, 85; Vitale, 1997a: 261-263; J. García,
2005: 9, 10; Beltrán Acosta, 2008: 100-102; Leetoy, 2009: 154,
155), quienes abogaron por la defensa de los pueblos aborígenes
contra los desmanes cometidos por los invasores europeos.
Otro ejemplo relevante de las contradicciones habidas en
la esfera religiosa, dentro del marco de la conquista y coloniza-
ción de América, y que por su significado histórico-ideológico
requiere dedicársele unas cuantas líneas, fue la creación de las
misiones o reducciones indígenas de la Provincia (Jesuítica) del
Paraguay, ordenada desde Roma en 1604 a cargo de la Orden de
los Jesuitas, en cuya extensión abarcaba territorios de Argentina,
Bolivia, parte de Chile y Paraguay propiamente dicho (nación
esta donde habitaban pueblos indígenas guaraníes), siendo las
reducciones unos poblados, administrados por esa orden reli-
giosa, donde se congregaban los indígenas para hacerles adoptar
una vida sedentaria, alejada de los asentamientos europeos y
los encomenderos (esclavizadores de indígenas), contando con
acceso a una educación en su propio idioma y una sólida for-
mación en diversas artes y oficios, convertidas en expresiones
de la síntesis de técnicas y experiencias europeas e indígenas,
esto como muestra de la adaptación de los usos y costumbres
autóctonos a las nuevas fórmulas civilizatorias, procurándose
preservar esta nueva forma de sociedad manteniéndose a las mi-
siones como enclaves socioculturalmente cerrados tanto a cual-
quier contacto físico con colonos europeos como a la injerencia
institucional de poderes civiles o religiosos a excepción de la
autoridad papal (D. González, 2005: 68, 69; Labrador, 2006:
327, 332, 344-348).
[ 39 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

En las misiones se contaba con una organización económica


cuasi socialista basada en los principios del trabajo obligatorio, el
igualitarismo, la obediencia y la disciplina. Había lotes particu-
lares de tierras destinadas a cada agricultor aborigen para asegu-
rar su sustento directo, quien las trabajaba durante determina-
dos días de la semana. Este laboraba durante los días restantes en
otros lotes comunales cuyos productos se destinaban al consumo
comunitario, preservándose así la tradición indígena de la propie-
dad común de la tierra, aplicada también a los talleres artesana-
les como parte de de una economía comunitaria de subsistencia,
colectivista y planificada, donde se ejercía la propiedad social de
los medios de producción por parte de los indígenas. En la or-
ganización de la producción participaba una burocracia también
indígena, aunque lo hacía en tareas subalternas bajo dirección de
los misioneros, quienes también ejercían el control del gobierno
interior aunque los indígenas elegían a sus autoridades políticas
de entre ellos mismos. Los rasgos económicos antes descritos es-
taban conjugados con relaciones serviles de producción, pues el
excedente productivo generado en las tierras comunales, y que
no iba destinado al consumo, era administrado por los jesuitas
para su exportación y así poder sufragar su propia manutención
más los gastos de infraestructura y culto religioso (Ordiz, sf: 126,
127; Vitale, 1997a: 208, 209; D. González, 2005: 69; Labrador,
2006: 343, 344).
Tomando en cuentas los fallos y debilidades humanas habi-
das entre los indígenas y los misioneros, sin hacer pretensiones
idealizantes de las reducciones dada la descripción de la vida coti-
diana en esos lugares hecha por D. González (2005: 70) y Pinedo
(1992), la obra allí realizada, vista en su totalidad, tenía algo de
utopía lograda tanto por los ideales cristianos que la inspiraron
como por los resultados concretos alcanzados en el notable grado
[ 40 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

de armonía social, adelanto cultural, progreso material y bienes-


tar en abundancia sin derroche innecesario (Ordiz, sf: 127, 128;
D. González, 2005: 69; Revuelta, 2006: 16-19, 21, 22). Tales
logros terminaron chocando con variados intereses políticos y
económicos del orden colonial de la periferia americana y de las
metrópolis europeas, conduciendo finalmente a la desaparición
de las misiones, y posteriormente a la expulsión de la Compañía
de Jesús (Methol, 1968-1970: 94-97; Vitale, 1997a: 259).
Las misiones de Paraguay constituyeron una experiencia de
desarrollo técnico y socioeconómico, una suerte de concreción
de la república cristiana ideal del humanismo europeo (Ordiz, sf:
128), signada por una singular conjugación de conciencia cris-
tiana y principios propios del Socialismo, como un Cristianis-
mo primitivo o primigenio genuinamente americano, mostrando
con eficiencia, estabilidad y empuje solidario la viabilidad huma-
na de una estructura económica basada en la propiedad colectiva
y en el incentivo moral (no en el lucro), de fundamentación cris-
tiana, respetuosa y promotora del ser humano, condiciones estas
que contribuyeron a impedir la degeneración de esa estructura en
un despotismo económico. En palabras del clérigo francés Clovis
Lugon: «La República Guaraní era sin duda demasiado comu-
nista para los cristianos burgueses y demasiado cristiana para los
comunistas de la época burguesa» (Methol, 1968-1970: 99).
En general, el proceso de evangelización fue un el fracaso
total considerando sus resultados reales obtenidos comparados
con relación al objetivo de eliminar todo signo de religiosidad
aborigen y africana, más el grado de violencia y vehemencia con
el que se impulsó empleándose la amenaza o la persuasión (Sin-
ger, 2005: 19). En cada uno de los lugares donde se intentaron
esas acciones de proselitismo religioso hubo una tenaz resistencia
cultural permanente —que incluía el rechazo a otros parámetros
[ 41 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

civilizatorios europeos—, no consiguiendo erradicar los cul-


tos aborígenes en su totalidad, superponiéndose en su lugar el
dios europeo a los que eran propios de los indígenas y africanos,
sirviendo ese mecanismo para imponer el Cristianismo (Vitale,
1997a: 241). A causa de esta superposición de deidades y, en al-
gunos casos, de diversas —e incluso a veces hasta antagónicas—
concepciones cósmicas, entre ellos aprendieron a convivir duali-
dades y sincretismos divergentes de la fe cristiana. Esto iba a la
par con nuevas situaciones creadas por la mescolanza de culturas,
lenguas, credos y gentilicios (D. González, 2005: 67).
Estas situaciones reprodujeron fenómenos como la acultura-
ción, consistente en la pérdida de las estructuras sociales básicas
resultantes de la experiencia histórica del grupo dominado, y su
reemplazo por las de la cultura dominante, sobrepuesta sobre el
aparato conceptual de la cultura dominada, creando perturba-
ciones socioculturales que ocasionan, en la mayoría de los casos,
la desaparición de la cultura original sojuzgada, aunada a su es-
tigmatización dada por las actitudes de develar y valorizar dife-
rencias entre invasor e invadido en beneficio del primero y en
detrimento del segundo, reiterándose que las mismas son eternas
y actuando para darle veracidad, deteniendo en lo posible la his-
toria del colonizado (Blanco, 1990: 6, 8).
Muestra de esa actitud nada inocente es lo que reflexiona
Zinn (1999/sf; 20): «El hecho de enfatizar el heroísmo de Colón
y sus sucesores como navegantes y descubridores y de quitar énfa-
sis al genocidio que provocaron no es una necesidad técnica sino
una elección ideológica. Sirve —se quiera o no— para justificar
lo que pasó». Peor de lo que parece es tal conducta si se toma en
cuenta que, en uno de sus diarios de viajes, Colón efectuó comen-
tarios acerca de los indígenas en tono burlón y despectivo (Singer,
2005: 11) como reflejo ideológico del supremacismo europeo de
[ 42 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

vieja data (Leetoy, 2009: 146). Por parte de los intelectuales de la


élite colonial europea y criolla, la imposición de semejante men-
talidad deformada y deformante requería de un discurso diferen-
ciador y justificador de la exclusión natural y biológica hacia los
negros y pardos para separarlos de su entorno social, generando
por ende estímulos entre las clases dominadas para blanquear su
piel, por medio de la mescolanza genética y como vía para ascen-
der socialmente (Dávila, 2010: 24).
Las consideraciones anteriores se replicaron tanto para los
indígenas como para los esclavos de origen africano, cuya captura
fue fácil dada la indefensión en que se encontraban frente a la
superioridad europea en tecnología militar y las divisiones fratri-
cidas entre algunos grupos tribales y reinos africanos (Barticevic,
2007: 3). En América ocurrió que los indígenas vivían en sus
propias tierras y los invasores buscaron trasplantar hasta allá su
entorno cultural europeo, pero en cambio los africanos fueron
arrancados violentamente de sus tierras y de su entorno cultu-
ral. Los obligados a vivir en una situación donde paulatinamente
eran destruidos sus hábitos lingüísticos, formas de vestir, tradi-
ciones y relaciones familiares, etc., salvándose aquellos elementos
culturales que no se perderían por la extraordinaria perseverancia
que mostraron en sus prácticas cotidianas (Zinn, 1999/sf: 33).
Estos fenómenos culturales iban de la mano con otros fac-
tores de índole económica. América contribuyó forzadamente al
proceso de acumulación originaria de capital no sólo en Europa,
sino también de esa manera al fortalecimiento capitalista de los
Estados Unidos (aún bajo dominio colonial inglés) durante la
segunda mitad del siglo xviii, a través de la piratería, el tráfico
de esclavos y el comercio ilícito del contrabando (Vitale, 1997a:
162, 183-186), actividad esta última efectuada por la aristocracia
criolla de las colonias españolas con otros países europeos como
[ 43 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Inglaterra, Francia y Holanda, naciones que también recurrie-


ron a la piratería —además de las guerras— como expresión de
la violenta competencia intercapitalista por posesionarse de los
territorios y riquezas en manos de España y Portugal (Vitale,
1997a: 267-273). Podría decirse que la posesión de América era
la manzana de la discordia entre las clases dominantes de Europa.
Caso singular es el de Estados Unidos desde la colonización
de su Costa Este durante el siglo xvii. En su parte norte, los pro-
tagonistas del proceso de conquista y colonización ni siquiera
se propusieron evangelizar a los indígenas, a quienes no podían
esclavizar dada su actitud desafiante, y con quienes no podían
convivir al no estar despoblados los territorios donde se asenta-
ban los invasores europeos, además de ser estos numéricamente
inferiores. El exterminio fue prácticamente la única política que
mantuvieron hacia los pueblos aborígenes, que habitaban espa-
cios cuyas condiciones climáticas (como por ejemplo el invierno)
eran diferentes a las habidas en otras partes del continente, crean-
do situaciones de escasez sorteadas por el Comunismo Primitivo
de las culturas autóctonas, pero que en cambio eran desfavorables
para los invasores, que por provenir de Inglaterra ya eran porta-
dores ideológicos de la concepción capitalista de la propiedad pri-
vada sobre los medios de producción, factores que sumados a la
adversidad del medio ambiente, la ausencia de metales preciosos,
la resistencia de los indígenas y la relativa minoría poblacional
de los colonos, se vieron obligados a ser emprendedores en acti-
vidades agrícolas y manufactureras, comenzando así el posterior
desarrollo capitalista de la agricultura y la industria a largo plazo,
pues en el corto y mediano plazo no podía serlo ya que buena
parte de los colonizadores dedicaban la producción para el consu-
mo directo, y los productos sobrantes los destinaban al comercio
en las ciudades portuarias habitadas por colonos entregados a ese
[ 44 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

oficio. Las circunstancias anteriores en cuanto a la inexistencia de


metales preciosos y al exterminio de los indígenas se reproduje-
ron en la zona sur de Estados Unidos, con un clima más benigno
que hacía rentable el trabajo de abundante mano de obra esclava
traída de África por traficantes negreros que se los vendían a los
dueños de plantaciones, quienes destinaban al mercado mundial
capitalista los productos creados por el trabajo esclavo, tal como
también ocurría en las colonias españolas y portuguesas (N. Mo-
reno, 1977/2001: 7, 8; Vitale, 1997a: 177, 178; Zinn: 1999/sf;
24-27, 31-43). Además de las colonias inglesas ubicadas en las
Antillas, también en las de América del Norte se practicaban re-
laciones de servidumbre con europeos de origen humilde (Bagú,
1993: 95-97).
Previamente al proceso de colonización inglesa efectuado en
esa región de nuestro continente, el régimen económico ya creado
en las colonias hispano-lusitanas de América no era de tipo feudal
sino esclavista y semifeudal, pues con las relaciones esclavistas y
serviles establecidas desde el siglo xvi no solo existía una econo-
mía natural o de autoconsumo directo, sino que esta cohabitaba
con una economía exportadora de una parte de los excedentes
productivos, creándose por ese medio barreras a la consolidación
de un mercado interno y estimulándose así la estructuración de
un mercado para la importación de manufactura extranjera, pero
no se favorecía —ni se impedía— el comercio de manufactura
local o regional (Núñez, 1989: 2), con lo cual no podía consti-
tuirse en esas colonias el capitalismo en su fase fabril, tal como
ocurría en varios países europeos (Dos Santos, 1967: 300). Cier-
tamente, una parte de los excedentes productivos de las colonias
no se invertían en sus respectivos lugares de origen (que por ese
motivo no pudieron desarrollarse con mayor vigor), sino que, al
ser estos parte de la periferia dependiente del sistema capitalista
[ 45 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

mundial, iban a parar directamente hasta sus correspondientes


metrópolis o centros hegemónicos nacionales (España y Portu-
gal), no alcanzando estas últimas un pleno desarrollo económico
capitalista, perviviendo hegemónicamente en el interior del espa-
cio territorial español las relaciones económicas feudales o servi-
les, las cuales constreñían las relaciones mercantiles propias del
capitalismo (Acosta Saignes, 1967/1984: 337-339; Lynch, 2005/
sf: 6-10, 13, 118, 126, 130-137, 141, 142, 155-165, 172, 298,
380, 441, 451-454, 460-470).
Ceñidas a esas condiciones, España y Portugal se transfor-
maron en naciones estructuralmente subdesarrolladas por pasar
a depender comercialmente con la masiva importación de pro-
ductos manufacturados en otras metrópolis europeas que eran
centros hegemónicos internacionales, en este caso beneficiando
a los fabricantes de Inglaterra y Francia durante los siglos xvii y
xviii, pasando esas naciones a apropiarse indirecta y definitiva-
mente de los excedentes americanos que llegaban a la península
ibérica sin que las mismas tuviesen dependencia con respecto a
otra metrópolis (constituyendo así el último eslabón de la cade-
na de la dependencia). El desarrollo y el subdesarrollo no son
fenómenos desvinculados, sino que son dos condiciones estruc-
turalmente diferentes pero causadas mutuamente por las contra-
dicciones dialécticas del capitalismo (Acosta Saignes, 1967/1984:
337; Gunder Frank: 1967/1998: 331-333).
En suma, aunque España (junto a Portugal) era la dueña de la
vaca pero otros países se tomaban la leche (Galeano, 1970-1977/
sf: 22), la conquista de América resultó a la larga una victoria de
la burguesía comercial hispano-lusitana y de la burguesía finan-
ciera de la banca genovesa, flamenca y alemana, y ulteriormente
del capitalismo mercantil inglés y francés (Vitale, 1997a: 168),
dejando como parte de su herencia sociocultural una honda carga
[ 46 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

de dominio eurocéntrico, capitalista, antropocéntrico, patriarcal,


tecnocrático y ecológicamente degradado, reflejo de procesos his-
tóricos europeos causantes del genocidio, culturicidio y memori-
cidio en los pueblos indígenas, y origen de graves daños sociales y
ecológicos en estas tierras, a diferencia de las culturas originarias,
que durante su existencia han convivido en una sociedad más
justa, en total integración, equilibrio y armonía con la naturaleza
(Avellaneda, 2006).
Con todos los graves efectos ocasionados por la invasión eu-
ropea a América, todavía no ha desaparecido el sistema capitalista
mundial que la estimuló. No sería sorprendente que resurgieran
nuevas acciones colonialistas en el marco de ese sistema, sumados
a otras de corte neocolonialista como la que se intenta ejecutar
en Libia. Ejemplos más recientes de otros proyectos colonialistas
europeos y de sus efectos todavía vigentes lo constituyen los ca-
sos de Sudáfrica (Bissio, 1977; Varela, 2000; Divinzenso, 2003;
Perrig, 2009, I. Martínez, 2010) y Palestina (Walsh, 1974/2006;
Schoenman, 1988/sf; Thomas De Antonio, 2006; Pappé, 2006;
E. García, 2008; Sand, 2008), estando ambos estrechamente
vinculados en su momento por sus grandes similitudes, intereses
idénticos y agentes comunes de las burguesías nazifascistas y sio-
nistas de Europa y Estados Unidos (Coconi, sf; Arce y Sardiña,
2010a; 2010b; Petras, 2010).

1.2. Expansión hegemónica del pensamiento liberal burgués

En esta sección es preciso extenderse con mayor amplitud en


comparación a los párrafos antecedentes, pues la complejidad
del período histórico a ser estudiado tuvo honda repercusión en
el pensamiento de Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel
Zamora, no siendo posible entenderlo posteriormente en su jus-
ta dimensión sin conocerse realmente las condiciones nacionales

[ 47 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

e internacionales —ignoradas o distorsionadas (en el mejor de


los casos) por la burocracia intelectual al servicio del capitalismo
criollo y transnacional— que condujeron a la aparición y vigen-
cia de sus respectivos idearios durante el tiempo que ellos vivie-
ron, vigencia ligada a la que todavía tienen parcialmente en la
actualidad las postreras consecuencias de los procesos que se die-
ron justo en ese momento, siendo este el otro motivo justificador
del carácter profuso del presente contenido, que seguidamente se
comienza a abordar en un período de tiempo que abarca desde el
siglo xviii hasta comienzos del siglo xx.

1.2.1. Antes del proceso de independencia

A lo largo del siglo xviii se desarrolló desde Francia una corrien-


te intelectual de corte filosófico y político-social denominada la
Ilustración, que de acuerdo a Carrillo (1986), Piñón (1990), Ro-
senthal e Iudin (sf/2004: 234), recogió la tradición naturalista y
racionalista de la filosofía europea de los siglos xvi y xvii —siendo
así continuadora del Renacimiento y el Humanismo—, procuran-
do eliminar las deficiencias de la sociedad y transformarla cultural-
mente sobre los preceptos del bien, la libertad, la justicia, la razón,
la ciencia, el progreso, la tolerancia religiosa, la moral laica, y la se-
paración de la Iglesia y el Estado. La Ilustración poseía un carácter
idealista al exaltar la importancia de la conciencia en el desarrollo
de la sociedad, explicando los problemas sociales por la ignoran-
cia, prejuicios e incomprensión de los seres humanos, pero sin
considerar la influencia determinante de las condiciones econó-
micas al respecto, aunque socavó la influencia de la ideología feu-
dal ligada al dogmatismo religioso, convirtiéndose en Francia una
herramienta ideológica útil a los intereses de la burguesía contra
las clases dominantes del agonizante orden feudal, siendo una ma-
nifestación de ello el movimiento de los Enciclopedistas (Rosental

[ 48 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

e Iudin, sf/2004: 139), representados por Diderot, Montesquieu,


Rousseau, Voltaire, Helvecio, Holbach y otros, encargados de re-
dactar La Enciclopedia o Diccionario razonado de las ciencias, las
artes y los oficios, donde se recogen las inquietudes políticas de la
burguesía. Ya desde antes de su redacción, la Ilustración se había
propagado grandemente a otras naciones de Europa y repercutió
en sus colonias de América.
Algunos exponentes de la Ilustración discutían acerca de la
ausencia de derechos de los sectores desfavorecidos, la mejora de
sus condiciones de vidas y la trata negrera como actividad inmoral,
pero este discurso era casi imposible llevarlo a la práctica porque
chocaba con el afán de lucro de muchos comerciantes europeos
dedicados al tráfico de esclavos, cuya fuerza de trabajo gratis per-
mitía el desarrollo económico capitalista (Dávila, 2010: 19, 20).
Como producto de las contradicciones entre los intereses de
la metrópolis inglesa y los de la naciente burguesía de trece de
sus colonias en Norteamérica (Núñez, 1989: 3, 4), estalla la re-
belión que dio origen a los Estados Unidos, contando con apo-
yo de España y Francia. Este conflicto duró entre 1775 y 1783
(cuyas secuelas fueron relativamente leves en su población e in-
fraestructura), dando lugar a una nueva nación como la primera
república esclavista de América. Ya en la propia Declaración de
Independencia de los Estados Unidos de América no se incluían a los
indígenas, los esclavos y las mujeres, siendo redactada en un len-
guaje formalmente revolucionario para la época —expresión de la
influencia de los filósofos franceses de la Ilustración como Rous-
seau— y con una serie de quejas y reivindicaciones para atraer la
mayor cantidad de adeptos en favor de los intereses (coincidentes
en unos casos y contrapuestos en otros) de las diversas ramifica-
ciones de la burguesía estadounidense, las cuales estaban deseosas
de preservar con pocos cambios la estructura de clase junto a las

[ 49 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

relaciones de riqueza y poder que se desarrollaron mientras Ingla-


terra era la potencia colonial. La posterior Constitución —reflejo
del Contrato Social en lenguaje roussoniano— que se redactó
en 1787 es expresión de esa intencionalidad clasista, procurando
de instaurar en provecho propio las libertades y derechos inexis-
tentes para ese momento en Europa y el resto de sus colonias
en América (Asimov, 1974/1994: 42, 43, 81-84, 88-91; Zinn,
1999/sf: 73-75, 88; Feijoo y Scolnik, 2001: 80; Naudon, 2007:
136), argumento usado por quienes idealizan ese documento, so-
metido a una razonada crítica por Acosta (2010) en el programa
televisivo ENcontrARTE.
Teniendo en cuenta lo dicho por Pividal (1977/2006: 29,
30) y Mier Hoffman (2011), desde la aparición de Estados Uni-
dos como nación sus clases dominantes ambicionaban apoderarse
a futuro de las colonias españolas en América, tal como se expuso
el 13 de septiembre de 1783:
Los representantes de las 13 colonias de Norteamérica, hacen
su entrada al Palacio de Versalles, donde espera Sir David Hart-
ley, designado por el rey Jorge iii para firmar el Tratado de París,
donde los ingleses reconocen la Autonomía Económica de Es-
tados Unidos, mal llamada «Independencia» (…) En ese mo-
mento histórico para el destino del mundo ¡Todos los presen-
tes quedan impactados! por el discurso de Thomas Jefferson,
representante de Norteamérica, cuyas palabras amenazantes
anuncian al mundo, lo que desde ese día será la política beli-
cista, imperialista y expansionista de los Estados Unidos. Dijo
Jefferson: «Debemos cuidarnos de las naciones de Suramérica
que quieren expulsar a los españoles. Por los momentos, esas
naciones están en las mejores manos. Lo que sí debe preocu-
parnos, es que los españoles sean demasiado débiles para man-
tenerlos sujetos, hasta que nuestra población haya crecido lo
suficiente para arrebatárselos pedazo a pedazo».

[ 50 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

Incluso dos años antes, en plena guerra con la metrópolis


inglesa, Jefferson enfatizó que «la independencia de hispanoamé-
rica hay que posponerla hasta tanto Estados Unidos pueda be-
neficiarse de ella y no Inglaterra» (Mier Hoffman, 2008: 11). Es
decir, la burguesía estadounidense luchaba por su libertad para
impedírsela a otros pueblos, sustituyendo a un país dominador
para que no viniera otro en su lugar y beneficiarse imponiendo
nuevas relaciones de dominación.
La Ilustración y la Revolución de Independencia de Estados
Unidos —proceso este de carácter político, no económico— sir-
vieron de soporte ideológico para la aparición de la Revolución
Francesa de 1789, acontecimiento que dio lugar a la dominación
de un largo período de supremacía de la posterior geocultura libe-
ral desde el centro hegemónico europeo para el sistema capitalista
mundial (Wallerstein, sf: 3) con el ascenso de la burguesía al po-
der, iniciando un conjunto de medidas cuyo triunfo se cumplió
plenamente durante el siglo xix. Ya antes de la independencia es-
tadounidense, y por la influencia de la Reforma Protestante ocu-
rrida en el siglo xvi (Engels, 1892-1893/sf: 9, 24), habían ocu-
rrido las revoluciones holandesa (1603-1609) e inglesa (1688),
originándose de esta última el Liberalismo como nuevo credo
ideológico de la burguesía contra el feudalismo y el absolutismo
monárquico, desarrollándose fundamentalmente con el empuje
de la Revolución Industrial en el aspecto económico (y a la cual
servía de sustento ideológico), enriqueciéndose por el pensamien-
to ilustrado y tomando cuerpo jurídico en la Constitución de Es-
tados Unidos. La propagación del Liberalismo estaba asociada a
la expansión del modo de producción capitalista en Europa bajo
condiciones favorables creadas desde Inglaterra por la Revolución
Industrial, la cual fue estimulada, entre otros factores, con motivo
de la gigantesca acumulación de capital industrial facilitada por
[ 51 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

la riqueza desarrollada desde la esfera del capitalismo comercial


mediante la esclavitud y el monopolio mercantil practicado en
las colonias europeas de América (Dos Santos, 1967: 300; Bagú,
1993: 96, 97; M. Hernández, 2007: 4-9). Con la Revolución In-
dustrial el capitalismo finaliza su fase manufacturera o fabril co-
menzada desde el siglo xvi hasta aproximadamente el año 1760,
para así abrir paso a la fase libre competencia, que dura hasta alre-
dedor de la década del ochenta del siglo xix (Mandel, 1974: 31).
La Revolución Francesa trasciende en sus alcances a las tres
revoluciones burgueses precedentes porque en Francia tuvo un
signo ecuménico o internacional que estas no poseían, tanto en el
plano ideológico como por la vía militar; las libertades y los de-
rechos se afirmaron con carácter universal y de un modo más ra-
dical, proclamando la libertad de conciencia, aboliendo en 1794
la esclavitud en Haití, que para entonces era posesión colonial de
Francia, y formulando un nuevo derecho internacional al conce-
bir oficialmente a la nación como asociación voluntaria de ciuda-
danos libres en ejercicio universal de sus derechos, es decir, la na-
ción se identifica con el pueblo, y en el caso de la nación francesa
se consideraba que sus intereses no colisionaban con los de otros
pueblos, sino que participaba en un movimiento liberador de los
mismos contra las tiranías que los oprimían (Hobsbawm, 1962/
sf: 32, 35; Clemente, 1989: 35; Feijoo y Scolnik, 2001: 91).
Por otra parte, al eliminar los derechos feudales, la Revolu-
ción Francesa liberó e independizó a los pequeños y medianos
productores, asegurando así la autonomía de la producción capi-
talista y la creación de las condiciones necesarias —como el desa-
rrollo de las fuerzas productivas industriales— para la formación
del capital productivo. En ese sentido, fueron relevantes medidas
revolucionarias como la afirmación de la concepción burguesa de
la propiedad y la supresión de derechos feudales, eclesiásticos y
[ 52 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

gremiales (afectando a los obreros), entre muchas otras que hicie-


ron posible el triunfo del Liberalismo como ideología que aboga
en lo político y lo social por el individualismo (sustituyendo al
comunitarismo), la autonomía moral basada en la bondad na-
tural del ser humano, el contrato social como sostén de la socie-
dad y el democratismo, en este último aspecto con la salvedad de
que el liberal burgués no era un demócrata por convicción, sino
un creyente en un Estado constitucional, secular, gobernado por
propietarios con libertades y garantías para la iniciativa privada
(Hobsbawm, 1962/sf: 35). Todo esto ocurrió en el orden inter-
no, pero cuando la Revolución Francesa se extendió política y
militarmente más allá de sus fronteras nacionales, barrió con las
formaciones feudales europeas en la medida necesaria para rodear
a la reciente sociedad burguesa de Francia en un ambiente ade-
cuado y amoldado a los nuevos tiempos dentro del continente
europeo (Marx, 1852-1885/2003: 11; Clemente, 1989: 28, 31,
32, 35; M. Hernández, 2007: 9).
A diferencia de las revoluciones burguesas en Holanda e In-
glaterra, donde hubo compromisos entre la burguesía y la aris-
tocracia feudal —que no hacían necesaria la proclamación de la
igualdad de los derechos del hombre pero sí el sojuzgamiento
de las masas trabajadoras (sobre todo campesinas) que hicieron
posible el triunfo burgués (Engels, 1892-1893/sf: 10, 11)—, y
en contraste con Estados Unidos, donde no había presencia de
señores feudales que frenaran su sociedad burguesa, en Francia
se reivindicó como una revolución social de masas (Hobsbawm,
1962/sf: 32) —desde su carácter ampliamente burgués y demo-
crático— por la ruta realmente revolucionaria, violenta, mucho
más radical, y no por la del compromiso entre las clases dominan-
tes y las aspirantes a serlo, esto debido al empeño de la nobleza
en defender sus privilegios y en su obstinada negativa por dar
[ 53 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

concesiones a favor de la burguesía ascendente y las masas campe-


sinas. El antagonismo entre la nobleza feudal y la burguesía, que
fungía como representante de todo el resto de la sociedad, ocul-
taba el antagonismo general entre ricos holgazanes explotadores y
pobres trabajadores explotados (Engels, 1892-1893/sf: 24).
Sin embargo, es de destacar que en un inicio la burguesía no
deseaba arruinar a la aristocracia, pero a pesar suyo tuvo que aliarse
con las masas urbanas y rurales para dejar a un lado el período mo-
derado de la Revolución Francesa y dar paso a una fase más radical
(1793-1794) que condujo a la destrucción del orden feudal hasta
sus cimientos, en razón a la presión de esas masas y por factores
como la reacción contrarrevolucionaria y la guerra declarada por
varias potencias europeas para destruir a la Revolución Francesa.
Del empuje de las masas resultó la convicción de que la libertad sin
la igualdad no es más que el privilegio de algunos, siendo ambas
inseparables, y que la igualdad política es una vana apariencia al
sostenerse la desigualdad social. Estos planteamientos iban en con-
cordancia con las intenciones de los «jacobinos», sectores liberales
de origen burgués y pequeñoburgués que no aspiraban a acuerdos
con la nobleza y sí a garantizar reivindicaciones para los más pobres
junto a una extremada democracia igualitaria, libertaria, localiza-
da y directa, además de proseguir con el radicalismo revoluciona-
rio hasta el final, traicionado por otros sectores que desde 1794
triunfaron en moderar a la Revolución Francesa bajo un régimen
burgués que evitaba el jacobinismo republicano y el absolutismo
monárquico, degenerando finalmente en el gobierno imperial de
Napoleón Bonaparte, quien se mantuvo en el poder entre 1799 y
1814 (Hobsbawm, 1962/sf: 36, 40, 41; Clemente, 1989: 33, 34,
37-39, 42, 43; Naudon, 2007: 71-77), con todo lo cual la frase
«¡Libertad, igualdad, fraternidad!» solo fue una concreción efectiva
entre los grupos que conformaban a la victoriosa burguesía.
[ 54 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

Debido a las consecuencias generadas por el cauce burgués


donde se enrumbó definitivamente la Revolución Francesa,
el campesinado y el incipiente proletariado fueron los sectores
sociales derrotados en ese proceso, fenómeno que en líneas ge-
nerales repetía el histórico avasallamiento que ocurría con otras
contiendas clasistas, donde cambian unas clases explotadoras
por otras nuevas pero no necesariamente cambia la situación de
dominación de las clases explotadas. Partiendo de Hobsbawm
(1962/sf: 126-128), los resultados políticos y sociales de la Revo-
lución Francesa, junto a la continuación más desarrollada, nece-
saria y coherente de los principios sostenidos por los intelectuales
franceses de la Ilustración y del Liberalismo, dieron origen a la
aparición del Socialismo Utópico desde comienzos del siglo xix,
sin olvidar que para su conformación hubo incidencia posterior
de los efectos ocasionados sobre el proletariado por el capitalismo
en Inglaterra (Engels, 1892-1893/sf: 23-32), extendidos luego a
otros países de Europa con el auge extrainsular adquirido por la
Revolución Industrial; en síntesis, el Socialismo Utópico repre-
sentó una reacción ideológica que contribuyó a una profunda crí-
tica social del capitalismo, pero al abogar por la creación a corto
plazo de una sociedad igualitaria, libre y fraterna para todos sin
distingo alguno de clase, esta pretensión resultaba quimérica en
relación con los medios propuestos o disponibles para su realiza-
ción (Naudon, 2007: 100-103) pues «no podía explicar la verda-
dera naturaleza de la esclavitud asalariada bajo el capitalismo, no
podía descubrir las leyes del desarrollo capitalista, ni señalar qué
fuerza social está en condiciones de convertirse en creadora de
una nueva sociedad» (Lenin, 1913/sf: 4).
De una serie de acontecimientos intraeuropeos anteriores a
la Revolución Francesa y que ya fueron considerados aquí, esta
última es tomada como nudo cronológicamente decisivo de la
[ 55 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

llamada Modernidad, concepción civilizatoria de una nueva eta-


pa en el proceso crítico del desarrollo de la humanidad, dirigida
en un principio a la imposición de la racionalidad capitalista de
Europa Occidental como la única posible, descartándose otras vi-
siones como incivilizadas, premodernas y sin connotaciones polí-
ticas ni humanas. Semejante óptica reduccionista, provinciana y
eurocéntrica de la categoría de Modernidad es sometida a serios
cuestionamientos por Dussel (1993) y Kohan (2006: 222-228).
El primero de estos autores la considera, desde un punto de vista
global, postulando que la misma comenzó en 1492 con la inva-
sión europea a América, cuyos efectos se amplían y profundizan a
ambos lados del Océano Atlántico, en una segunda etapa, con la
Ilustración y la Revolución Industrial, planteándose desde estas
líneas agregar, por su relevancia, la sucesión de procesos indepen-
dentistas americanos posteriores a la aparición de Estados Uni-
dos, comenzando por el ocurrido en Haití.
Aunque España tomó posesión de la isla La Española desde
1492 exterminando totalmente a su población indígena, la por-
ción oriental de esa isla fue colonizada por Francia desde 1670
con el nombre de Saint-Domingue, y cedida formalmente por
España en 1697, reproduciéndose allí las relaciones esclavistas de
producción tal como se dieron en buena parte de los dominios
españoles y portugueses en América, situación que ya fue descrita
con anterioridad, creándose al igual que en estas una clase domi-
nante de blancos criollos que ocupaba el sitial más alto de la so-
ciedad colonial, estructurada por un sistema racista de castas mes-
tizas o estamentos (con ausencia del elemento indígena), cuyo
principal sostén económico era la producción de caña de azúcar,
y en su seno existían serias contradicciones entre los intereses de la
clase dominante criolla y la metrópolis francesa, sin desestimar en
ese cuadro desestabilizador las rebeliones de esclavos combatidas
[ 56 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

desde ambas partes, y quienes desarrollaron formas de resistencia


como la pequeña hacienda campesina, el cimarronaje y las prác-
ticas religiosas de vudou. Sumado a estas situaciones conflictivas,
la élite criolla se inspira en la independencia de Estados Unidos
—aparte de estar imbuida por las ideas de la Ilustración— para
procurar su autogobierno, optando sus sectores más moderados
por alcanzar cierto grado de autonomía sin romper los nexos co-
loniales. No obstante, cuando estalló la Revolución Francesa, esa
clase tuvo que modificar sus planes dadas las intenciones y me-
didas adoptadas desde Francia, incluso durante la fase más mo-
derada de esa revolución, y que en Saint-Domingue afectaban
tanto al régimen esclavista como a su sociedad de castas y a los
intereses de sus clases dominantes (Vitale, 1987: 2-6; L. Vargas,
2007; Boisrolin, 2009: 3-6; Dávila, 2010: 35-38).
Contra los deseos de la élite criolla por procurar su indepen-
dencia de la metrópolis para preservar la esclavitud en Saint-Do-
mingue, con un cariz diametralmente opuesto estalla en 1791 la
Revolución Haitiana, comenzada en una fase inicial como una
violenta rebelión de los esclavos de ascendencia africana por al-
canzar su libertad, siendo la primera en América que sufrió las
repercusiones políticas e ideológicas de la Revolución Francesa
—mucho antes de las otras que ocurrieron en las colonias ibe-
roamericanas— pero sin ser esta el factor decisivamente determi-
nante de su triunfo alcanzado en 1804, cuando en su declaración
independentista —documento de gran valor en los ámbitos de
la historia y las relaciones internacionales— el general haitiano
Jean-Jacques Dessalines restaura para la recién liberada nación
el nombre indígena de Haití (que significa «tierra montañosa»)
para así denominar a la primera república antiesclavista de Amé-
rica Latina creada en 1794 (aún bajo una forma de autonomía
con respecto a Francia hasta 1802), proclamando con mucha
[ 57 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

clarividencia y anticipación al siglo xx el principio de no inje-


rencia en los asuntos internos de los pueblos, junto al precepto
de que la Revolución no se exporta sino que esta es condicionada
por las circunstancias de cada país, sin implicar contradicción
alguna con la política practicada por la Revolución Haitiana en
facilitar todo el apoyo solidario que tuvo a favor de la lucha in-
dependentista hispanoamericana (Vitale, 1997b: 36), pues en su
rechazo al colonialismo los revolucionarios haitianos considera-
ban que su lucha por la liberación debía extenderse al resto del
continente, con más razón cuando la Revolución Francesa y la
Revolución Haitiana se influyeron recíprocamente por el con-
tacto mantenido entre sus correspondientes alas radicales, que
pudieran denominarse respectivamente jacobinismo metropoli-
tano y negro, o mejor dicho, jacobinismo francés y haitiano, este
último tan substancialmente revolucionario que la Constitución
de Haití redactada en 1805 (N. Chávez, 2011: 5-14) es la más
radical de las cartas magnas creadas en América durante la gesta
independentista que protagonizó, generando adicionalmente un
principio de la política internacional de Haití consistente en la
lucha activa contra la esclavitud, y por el cual era automática-
mente libre todo esclavo que llegaba a tierras haitianas, sirviendo
de ejemplo de un nuevo humanismo revolucionario basado en el
respeto del otro, la fraternidad y la dignidad (Hobsbawm, 1962/
sf: 32; Antonin, 1982, 2-4; Feijoo y Scolnik, 2001: 78-82, 91-93;
D. Romero, 2003: 22; Boisrolin, 2009: 7, 8; Mezilas, 2009: 34-
36; Torres Iriarte, 2011: XXVII).
Sintetizando las consideraciones efectuadas por Vitale (1987:
8-15), Feijoo y Scolnik (2001: 78), L. Vargas (2007), Boisrolin
(2009: 7, 9, 11, 14, 16) y Mezilas (2009: 36), la Revolución Hai-
tiana se destaca, entre otras cosas, por ser la única revolución an-
tiesclavista victoriosa en la historia de la humanidad, destruir el
[ 58 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

poder político de la élite criolla y crear uno nuevo basado en los


esclavos emancipados, eliminar completamente la desigualdad
entre las castas como parte de una revolución económico-social
que cambió la estructura de clase de la sociedad, y combinarla
con la emancipación social de los esclavos contra las formas no-li-
bres de trabajo junto a la independencia de toda una nación del
dominio colonial europeo, propósito que aseguraba la libertad
de los exesclavos e involucraba al grueso de los sectores sociales
de Haití, tan convencidos de la condición moralmente justa de
su causa que, estimulada por la resistencia cultural en la preser-
vación de su cosmovisión religiosa, y mostrando con habilidad
su propia destreza militar en la guerra de guerrillas, aparte del
entrenamiento y experiencia adquiridos por alguno de sus líderes
en la guerra de independencia de Estados Unidos (Vargas, 2004),
lograron derrotar a las experimentadas tropas que Napoleón Bo-
naparte envió en 1802 para reconquistar ese país no europeo, el
primero en derrotar a un país europeo y en iniciar el proceso de
descolonización en la periferia capitalista.
Prosiguiendo la síntesis efectuada por los autores antes nom-
brados con respecto a las medidas ejecutadas por la Revolución
Haitiana, destacan la nacionalización de los bienes de los colonos
europeos, incluyendo las tierras, otorgando también una función
relevante al Estado en la administración de los asuntos económi-
cos y en la distribución de dichas tierras entre los antiguos escla-
vos bajo un programa de Reforma Agraria, decretada por Dessali-
nes y signada por la equidad y la justicia social. Además, durante
los primeros años de esa revolución, líderes como François Do-
minique Toussaint-Louverture (precursor de la independencia
haitiana) crearon escuelas para los exesclavos, dieron los primeros
pasos para fomentar la industria nacional, estimularon la tole-
rancia religiosa y reactivaron la producción económica, además
[ 59 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

de restaurar a Haití de la ruina ocasionada por la prolongada in-


vasión de los ejércitos inglés y español como parte de la compe-
tencia interimperialista de las potencias europeas, que también
actuaron en función de organizar una conspiración internacional
para enfrentar a la Francia revolucionaria en sus colonias e impe-
dir que el ejemplo de la Revolución Haitiana cundiera entre las
masa esclavas del resto de América.
Por todo lo antes expuesto se explica que la Revolución Hai-
tiana se encuentre todavía silenciada por la narrativa oficial de
la historiografía capitalista y eurocéntrica, a la cual no le intere-
sa resaltar su importancia pues de hacerlo quedaría en eviden-
cia su trascendencia política plenamente igualitaria y libertaria,
pudiendo relegar a la Revolución Francesa a un segundo plano
histórico —al menos en América Latina y el Caribe— por impo-
nerse en esta último proceso su carácter burgués en medio de las
contradicciones que sufrió mientras se mantuvo vigente; incluso
la Revolución Haitiana supera culitativamente a la revolución in-
dependentista de Estados Unidos, contienda donde unos euro-
peos aclimatados perfeccionaron sus esquemas capitalistas fuera
de Europa contando con ayuda de otros europeos, por lo cual
la experiencia haitiana representa una ruptura autóctona contra
la lógica racista y esclavista del capitalismo internacional, e in-
esperada, impensable y desafiante para su hegemonía, por ende
peligrosa para el pensamiento liberal burgués que soporta ideo-
lógicamente al sistema capitalista mundial en pleno proceso de
consolidación (Mezilas, 2009: 33, 34, 36; Soriano, 2010: 60, 65;
J. Hernández, 2010: ix, x).
Desafortunadamente, por factores de carácter interno (como
la reproducción de esquemas clasistas que dividieron a su socie-
dad, sumadas a las pugnas entre sectores de una nueva clase do-
minante, siendo un panorama producto de no haber dejado de
[ 60 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

crecer en magnitud y gravedad los males heredados de la trata


negrera, la esclavitud azucarera, la guerra anticolonial y la lucha
interracial, hasta generar un proceso indetenible de descomposi-
ción institucional y nacional) y externo (el aislamiento interna-
cional a que fue sometida por varias naciones latinoamericanas
luego de su independencia, junto al bloqueo comercial impuesto
desde antes por Francia con apoyo europeo), la emancipación
alcanzada por Haití se desdibuja al terminar quedando ese país
bajo la dominación económica de su antigua metrópolis francesa
(Antoni, 1982: 5; Vargas, 2004).
Ya desde mucho antes de la Revolución Haitiana, durante el
período de la Ilustración, las clases dominantes de blancos crio-
llos leían, conocían y avalaban las ideas de los máximos exponen-
tes de esta última, pero por estar en contra de sus consecuencias
vistas en la Revolución Francesa, y por anteponer aquellos crio-
llos ilustrados su condición de explotadores de los indígenas, los
esclavos y los pardos, no estaban dispuestos a apoyar proyectos
revolucionarios o independentistas que, al proponerse emancipar
a estos sectores de las clases dominadas, amenazaban la seguri-
dad y los intereses de clase de los blancos criollos, esto a pesar
de incrementarse en grado sumo las contradicciones económicas,
políticas e ideológicas —surgidas desde el comienzo mismo del
proceso de colonización a causa de las normas impuestas por la
monarquía española— entre ellos y los funcionarios peninsulares
por el control del poder político que ejercían estos últimos, aun-
que los primeros querían por lo menos compartirlo (Bohórquez,
2006: 193-195; Acosta, 2010: 27, 47). Ese deseo tenía un tras-
fondo sustancialmente económico que lo estimulaba, teniéndose
una visión muy limitada y simplista de las contradicciones antes
expuestas entre las clases dominantes, al creerse que tal deseo es
un mero capricho supremacista de la oligarquía por rivalizar en la
[ 61 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

posesión de cargos y posiciones burocráticas, y en el control del


poder político que les era subyacente y trascendente en el seno
del aparato de Estado colonial (Acosta Saignes, 1967/1984: 346).
Ahora bien, aunque el modo de producción esclavista era
hegemónico en buena parte de las colonias españolas, incluyendo
los territorios de lo que después sería la Capitanía General de
Venezuela, en este caso se advierte una visión socioeconómica di-
ferente cuando la Compañía Real de Inglaterra dispuso en 1713
que grupos de esclavos importados por esta cultivasen la tierra,
tanto para su propio sustento como para el de los funcionarios de
la compañía. Si bien este procedimiento no escapa del régimen
productivo, en virtud de que los esclavos no cambiaban formal-
mente su situación de clase, realmente se convertían en siervos
que se sustentaban a sí mismos y mantenían a sus señores con
el producto de la tierra, situación que es propia de un régimen
semifeudal de servidumbre salido del propio seno de la estructura
económica esclavista a través de varias vías (como el otorgamien-
to de parcelas a esclavos casados, la ubicación de blancos de orilla,
negros libres y pardos en tierras propias, y de jornaleros libres a
los que se les pagaba con géneros y alimentos), desarrollándose
ese sistema social hasta la primera mitad del siglo xx (Acosta Saig-
nes, 1967/1984: 329, 334).
Estos mecanismos conducían a la futura propagación —ha-
cia otros sectores sociales— del régimen semifeudal impuesto a
los indígenas desde el siglo xvi, y esto ocurría en Venezuela como
efecto de las limitaciones del régimen esclavista, pues como los
blancos criollos o mantuanos ansiaban aumentar la producción
de sus haciendas, les cedían tierras a sus esclavos que, por esa moti-
vación económica, se convertían prácticamente en siervos que les
prestaban diversos servicios (renta trabajo) y les entregaban parte
de sus cosechas (renta tributo), modificando así tímidamente las
[ 62 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

relaciones esclavistas por otras de mayores ventajas productivas,


pero en un sentido contrario los funcionarios de la corona (blan-
cos peninsulares) consideraban que la ansiada productividad se
obtendría no con la desaparición de la esclavitud, sino con el in-
cremento de la misma importándose masivamente más esclavos y
otorgándoles facilidades de su venta a los blancos criollos, pero a
estos les resultaba más caro un esclavo pues este costaba más de lo
que producía, contradicción que surgió a mediados del siglo xviii
(Acosta Saignes, 1967/1984: 340, 341, 346).
Se observa en estos aspectos que el poder político monopo-
lizado por los españoles se constituía en un freno al desarrollo
económico buscado por la élite mantuana, que veía en su acceso
a ese poder no solo el usufructo de prebendas y honores oficiales,
sino también liberarse del pago de impuestos a la monarquía o
cobrárselos a las clases dominadas para su beneficio, controlar el
comercio exterior e interior, buscar sin restricciones nuevos mer-
cados internacionales para sus productos, ocasiones para hallar
medios de producción no regulados por la legislación colonial,
entre otros propósitos que le permitiría a esta casta lograr su inde-
pendencia económica (Acosta Saignes, 1967/1984: 346).
En general, las aspiraciones políticas de las élites criollas
—cuyos integrantes se veían a sí mismos como españoles ame-
ricanos— tenían como base material el poder económico que
desde fines del siglo xvii les aseguraba el desarrollo sustancial de
la agricultura, el auge de la industria minera, el aumento de la
producción manufacturera y el crecimiento del comercio, ha-
ciendo que económicamente hubiese una mayor independencia
de las colonias —mejor dicho, de sus élites— con respecto a los
abastecimientos provenientes de España, que a su vez eran pro-
ducidos en otros países, adonde iba a parar la riqueza que le lle-
gaba desde esas mismas colonias, y que era sólo una parte de la
[ 63 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

generada allí pues el resto se invertía o acumulaba en el mismo


territorio americano, efectuándose por esa vía la redistribución
de la riqueza en la América Española, rompiendo de hecho su
dependencia económica con la metrópolis (Núñez, 1989: 1, 2;
Torres Iriarte, 2011: xiv). En cambio, la casta burocrática de
blancos peninsulares ejercía el poder político orientado a asegu-
rar el expolio colonial puro y simple, lo cual iba en detrimento
de la expansión y la acumulación económica como metas de
los intereses de los blancos criollos (Núñez, 1989: 2; Vitale,
1997b: 5, 6), tratados no como iguales sino como inferiores
por los mismos blancos peninsulares, siendo que los primeros
se sentían más españoles que los segundos (Acosta, 2010: 73,
74), sentimiento que avivaba las contradicciones entre el poder
económico criollo y el poder político peninsular.
El escenario creado al no resolverse estas contradicciones
de modo satisfactorio para las oligarquías criollas —que por ser
libres no necesitaban emanciparse socialmente pero sí indepen-
dizarse políticamente— conllevó que estas se propusieran pos-
teriormente ejercer plenos derechos políticos como clase domi-
nante conservando la esencia de la sociedad colonial en provecho
propio, mediante proyectos de independencia similares al de Es-
tados Unidos —con repercusión en la conciencia anticolonialista
de la vanguardia política criolla (Vitale, 1997b: 13)— en cuanto
a su corta duración, bajo costo, enorme apoyo internacional de
las potencias enemigas de España, conservación de la esclavitud y
dominio explotador sobre los blancos pobres, indígenas y pardos,
grupos estos interesados en luchar por su emancipación política y
social, la cual implicaba necesariamente la independencia política
del poder español, pero también sobre todo trascenderla al querer
liberarse socialmente de la tutela de los blancos criollos, quie-
nes odiaban la Revolución Francesa por el violento radicalismo
[ 64 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

mostrado contra la nobleza y en favor de los campesinos durante


su período jacobino, horrorizándose de manera similar y refor-
zando sus actitudes conservadoras —aderezadas con una fuerte
dosis de racismo (Ramos Guédez, 2007: 106)— ante el perfil
antiesclavista de la Revolución Haitiana, donde sí se fundieron la
lucha independentista y la lucha emancipadora; mientras los sec-
tores explotados sólo se propusieran movilizarse contra los abusos
del despotismo español limitándose a objetivos moderados y de
poco alcance, los blancos criollos pudieron tolerarlos —excepto
en el caso de los esclavos— y hasta apoyarlos, pero llegaron a
aliarse con las autoridades españolas cuando ese movimiento se
radicalizaba, y más todavía si ese radicalismo era estimulado por
las dos revoluciones antes mencionadas (Núñez, 1989: 13; Acos-
ta, 2010: 26-28, 47).
Ejemplos de rebeliones anteriores a la Revolución Francesa
—y en donde las mujeres tuvieron una actuación protagónica
en algunas de estas— fueron la de los comuneros del Paraguay
entre 1717 y 1735 y la de los indígenas guaraníes entre 1753 y
1756, las de Chile en 1723 y 1766, las de Quito en 1730, 1765,
1784 y 1790, las de Venezuela bajo la conducción de Andrés
López del Rosario (Andresote) en 1732 y del esclavo Guillermo
Rivas entre 1768 y 1771, la de Yucatán en 1765, la de Panamá en
1778, la del Perú liderada por Túpac Amarú y Micaela Bastidas
en 1780, la del Alto Perú guiada por Túpac Catari en 1780, la de
los Comuneros del Socorro en Nueva Granada y encabezada por
José Antonio Galán en 1781, la de los Comuneros de La Grita
dirigida por Juan José García de Hevia durante ese mismo año
y vinculada a la anterior, entre muchas otras acciones preceden-
tes, de acuerdo a Brito Figueroa (1972/1996: 209-219), Núñez
(1989: 4, 5), Vitale (1987: 237, 240, 242, 252), J. García (2005:
19, 20), Serrano (2008: 2-4), Bassalo (2010: 67), Torres Iriarte
[ 65 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

(2011: xviii, xix) y el artículo «Mujeres, Heroínas olvidadas de


América» (2007).
En Venezuela la rebelión de los Comuneros de La Grita
—sin desligarla de la protagonizada por los Comuneros de El
Socorro— fue la primera gran manifestación autónoma de los
sectores populares, que debido a su relevante importancia ha sido
desvalorizada por la historiografía tradicional burguesa, pudién-
dose consultar el texto de R. López (2007a: 4-7), junto al de
Vitale (1997b: 22-27) para profundizar en su lectura y análisis,
pudiéndose efectuar los mismos con estas y otras acciones prein-
denpendistas en Venezuela estudiadas en la compilación de Pinto
y Aguiar (2001).
Con relación a la Revolución Haitiana, las autoridades co-
loniales no pudieron impedir que esta trascendiera fuera de sus
confines territoriales, tal como ocurrió en la parte oriental de
La Española (al lado de Haití), Martinica, Tobago, Santa Lucía,
Guadalupe, Curazao, Grenada y muchas otras islas del Caribe
(Vitale, 1987: 11; 1997: 238, 239; Núñez, 1989: 14). En Vene-
zuela, muestra de esta aseveración es la insurrección preindepen-
dentista de José Leonardo Chirino ocurrida en 1795 (explicada
con bastantes detalles por Brito Figueroa, 1972/1996: 224-233),
dado que luego de visitar Haití se dispuso a combinar la pugna
por la independencia política con la pelea por la igualdad social,
la eliminación de la esclavitud, la abolición de la servidumbre
indígena, la supresión de los impuestos coloniales, y la destruc-
ción de los privilegios de los aristócratas blancos; junto a Chirino
se destacó Josef Caridad González, quien también viajó a Haití
y tuvo vinculaciones con los jacobinos haitianos (Vitale, 1997a:
238; R. López, 2007a; 9, 10; Ramos Guédez, 2007: 105, 106).
La insurrección es aplastada bajo la alianza de blancos criollos
y autoridades peninsulares, quienes la asocian a la Revolución
[ 66 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

Francesa. Es de destacar que esta insurrección es propia de una


particularidad histórica de nuestro país, y es que en su seno se
dieron más movimientos de rebelión predecesoras de la indepen-
dencia —aunque no todos la tuviesen como objetivo plantea-
do— que en otras colonias hispano-lusitanas, portadores todos
de un inimitable contenido social (Vitale, 2002: 8, 9).
Con relación a la Revolución Francesa, esta no fue precisa-
mente un elemento de primer orden en las motivaciones de las
élites criollas —que no eran preponderantemente burguesas—
por proponerse inicialmente tener al menos una mayor cuota de
poder político dentro del orden colonial, estando aquellas inte-
resadas en conservarlo tanto como a la burocracia de blancos pe-
ninsulares al serles beneficioso a ambos sectores; sin embargo,
esas élites asimilaron, recrearon y usaron principios políticos y
económicos del pensamiento liberal burgués previos a la Revo-
lución Francesa para justificar sus pretensiones oportunistas (Vi-
tale, 1997b: 10), pero por otra parte esto permitió crear un tipo
especial de Ilustración americana o Criollismo, que no se limitó
a circunscribirse entre grupos de la aristocracia criolla y el cle-
ro católico, permeándose incluso en sectores blancos de orilla y
pardos de la población (Vitale, 2002: 8). Desde la Ilustración
americana se criticaban los aspectos racistas, etnocéntricos, su-
premacistas y colonialistas de la Ilustración europea, algunos de
cuyos representantes querían justificarlos científicamente aunque
otros pensadores ilustrados los refutaban (Dávila, 2010: 21-30),
reivindicándose desde el Criollismo tanto a la naturaleza america-
na —en toda su especificidad— como al ser americano —inclui-
do al blanco criollo— rechazado por los mismo argumentos em-
pleados para justificar el sometimiento de los indígenas. Empero,
los aristócratas criollos reproducían contra los negros, indígenas
y pardos la misma negación ontológica de las que ellos también
[ 67 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

eran víctimas desde la visión eurocéntrica de los blancos penin-


sulares. Por tanto, al estar la Ilustración americana enmarcada se-
lectivamente en las reivindicaciones de un grupo minoritario, no
pudo llegar a ser un contra-discurso altamente masificado y unifi-
cador que agrietara radicalmente la ideología dominante, pero al
divulgarse fuera del ámbito elitesco fue convirtiéndose a la larga
en punto de partida de la corriente independentista como derro-
tero de la propia madurez intelectual del mundo americano, cuya
personalidad histórica la adquirió de sí mismo y no en función
de intereses foráneos, pero sin negar la influencia estimuladora
de la Ilustración europea (Núñez, 1989: 6-10; Bohórquez, 2006:
92, 195-197). El pensamiento ilustrado criollo es abordado con
mayor profundidad por Chiaramonte (1979).
Esta variante de la Ilustración es un signo de una sociedad
con características propias, impropia del aparente clonaje que
se pudiera pensar de la sociedad española en América, siendo la
primera diferente en comparación a las sociedades aborígenes
preexistentes. Esta conciencia sobre la identidad americana se co-
menzó a exteriorizar con más claridad durante la segunda mitad
del siglo xviii, enfrentándose a las tesis colonialistas sobre la de-
gradación ambiental de América e inferioridad ontológica de sus
habitantes. Tal conciencia no vino acompañada de ningún pro-
yecto transformador del orden establecido al no salir de las limi-
taciones impuestas por el modelo cultural proveniente de España,
siendo muestra de ello la intensión de probar que los americanos
son iguales a los europeos (Bohórquez, 2006: 336). Sin embargo,
surgieron quienes no se conformaron con tener conciencia de su
americanismo, procediendo a la acción política dirigida a crear
un nuevo orden.
Ejemplo ideológico notable del criollismo hispanoamerica-
no y de la Ilustración europea entre los blancos de orilla es el
[ 68 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

pensamiento de Francisco de Miranda (Bohórquez, 2006: 55,


56, 93-95, 102, 103, 291-293, 298, 312-315, 328-331), el vene-
zolano más universal y el latinoamericano más culto de su época,
quien leyó a los autores ilustrados además de nutrirse intelectual-
mente con las fuentes literarias de la filosofía y la cultura clásica
romano-helénica (García Bacca, 1969; Castillo, 2007). Sus ideas
eran tan avanzadas para el momento que le tocó vivir, que valen
destacar —aparte de muchos rasgos igualmente valiosos de aque-
llas— sus críticas a la sociedad patriarcal opresora de las mujeres,
llegando a plantear que debían ser consultadas en el terreno políti-
co pues tenían derecho a ser representadas en el gobierno (Vitale,
1997b: 34), sobrepasando en este y otros detalles las aspiraciones
de las élites mantuanas aun cuando él se ubica discursivamente
en las coordenadas que estas manejan (Bohórquez, 2006. 197).
Entre los aspectos más destacados de su vida dedicada a la li-
beración de América, participó en la guerra de independencia de
Estados Unidos como oficial del ejército español —teniendo bajo
su mando tropas formadas por mulatos cubanos y haitianos—
para más adelante adversar el régimen colonial en América, lle-
vándole sus afanes libertarios a servir como general en el ejército
de la Francia revolucionaria, y en Inglaterra a vincularse desde
1798 con partidarios para la independencia del hemisferio ame-
ricano, en su afán siendo estimulados por la Revolución Fran-
cesa, poniéndose Miranda a disposición de ellos inspirándolos,
alentándolos y a veces dirigiéndolos, convirtiéndose en su centro
de atención por la reputación que él adquirió en su trayectoria
política y por sus contactos con el gobierno inglés, intermedian-
do con este para dar a consideración otros proyectos indepen-
dentistas distintos al suyo, mientras simultáneamente mantenía
correspondencia con criollos revolucionarios de las colonias his-
panoamericanas y centralizaba las informaciones provenientes
[ 69 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

de allí, contando con colaboradores que viajaban por Europa y


América para negociar apoyos a su proyecto y transmitir infor-
maciones a sus compañeros (Núñez, 1989: 12, 13, Bohórquez,
2006: 233). Por su activismo político y militar —combinado
con su abundante producción teórica escrita— antes y durante
la gesta independentista, Miranda no puede ser considerado un
precursor de la misma ya que no se limitó a anunciarla, sino que
protagónicamente se convirtió en el primero de sus líderes a nivel
continental (Rumazo González, 2008: 78; Acosta, 2010: 36-38).
Sin negar el desempeño activo que Miranda sostuvo durante
décadas buscando respaldo entre varios países europeos, su es-
fuerzo desplegado fue condición necesaria pero no suficiente para
materializar sus objetivos puesto que generalmente era muy limi-
tada la capacidad de movilización de los conspiradores indepen-
dentistas, estando vigilados e infiltrados por agentes al servicio
del régimen colonial, además de tener casi nula incidencia sobre
las oligarquías criollas para convencerlas en apoyar la causa inde-
pendentista, ocurriendo lo mismo con Miranda al ser particular-
mente odiado por la élite venezolana y la alta jerarquía eclesiástica
(Acosta, 2010: 46, 47, 95).
Durante el tiempo que Miranda viajaba por Europa con la
intención de desarrollarse intelectualmente e iniciar sus futuros
planes independentistas, ya Simón Rodríguez se formaba como
persona en medio de la precaria educación colonial, pero contan-
do con circunstancias favorables para autoeducarse al margen de
la misma, llegando a ejercer como maestro en una escuela de Ca-
racas desde 1791, convirtiéndose en un duro crítico del sistema
educativo colonial y proponiendo cambios que no fueron acepta-
dos por el cabildo caraqueño. También se dedicó a la educación
de Simón Bolívar durante su niñez, manteniendo contacto con él
entre 1792 y 1797, año en que sale de Venezuela hacia Jamaica, al
[ 70 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

parecer por su posible participación en la fracasada conspiración


preindependentista de Juan Bautista Picornell, Manuel Gual y
José María España. En su estancia jamaiquina usa el nombre de
Samuel Robinson. Entre 1800 y 1801 viajó desde Estados Uni-
dos hasta Francia, pasando primero por Inglaterra, donde tuvo
contactos con Miranda. Para 1805 se encuentra con Bolívar en
Francia, estudiando y viajando juntos por ese país y por Italia,
pronunciando Bolívar delante de su persona el Juramento del
Monte Sacro el día 15 de agosto de ese año, regresando luego a Ve-
nezuela en 1806 mientras Rodríguez se queda por temor a la per-
secución española, prosiguiendo su travesía por varios países de
Europa hasta 1823, fortaleciendo su propia formación intelectual
comenzada desde antes que pisara el suelo de ese continente, sin-
tiendo profundamente la influencia de las ideas de la Ilustración
—incluyendo en particular las de Rousseau— pero recreándolas
desde su propia perspectiva (Raygada, sf: 8, 9; Simón Rodríguez:
Inventamos o erramos, 2004: 231-233; Rumazo González, 2006:
10-30, 32-37, 39-53; Calzadilla, 2007: 14-17; Ocampo, 2007:
83-85, 88), trascendiendo las limitaciones burguesas que estas
adolecían al conocer las ideas del Socialismo Utópico francés
—ya desde antes de su encuentro europeo con Bolívar— y con-
virtiéndose en preconizador convencido de la educación popular
para hombres y mujeres, tal como se señala en el texto Simón
Rodríguez, Una enseñanza para la creación (2005: 12), aparte de
las referencias sobre otros aspectos de su ideario expuestos por
Lasheras (2001: 31-33) y Rumazo González (2006: 40, 41).
Siguiendo a Mezilas (2009: 37), al resultar infructuosos sus
esfuerzos en obtener apoyo de Inglaterra a favor de su proyecto,
para el 20 de febrero de 1806 Miranda visita Haití, donde recibe
la ayuda desinteresada de Dessalines en hombres, municiones y
armas (Vitale, 1997b: 36; Boisrolin, 2009: 14) con el fin de llevar
[ 71 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

a cabo una expedición a las costas de Venezuela, esto a pesar de


las críticas, reticencias y reservas que Miranda tenía hacia la Re-
volución Haitiana debido a la postura conservadora propia de
su ideología criolla (Ramos Guédez, 2007: 106, 107, 109-111),
producto del contexto histórico y los esquemas conceptuales
predominantes con los que elaboró su pensamiento, verdadera-
mente revolucionario durante el momento que le tocó vivir aún
tomando en cuenta el talante moderado que lo definía (Bohór-
quez, 2006: 314), para nada vinculado al jacobinismo francés, y
en consecuencia tampoco con respecto al jacobinismo haitiano.
No obstante, la expedición enarboló el 12 de marzo de 1806 la
bandera de tricolor de Colombia —nombre con el que se refería
a las colonias hispanoamericanas (Bohórquez, 206: 185-188)—
cosida en el puerto haitiano de Jacmel por mujeres negras y mu-
latas, y el juramento de los insurgentes consistía en luchar por la
independencia o morir según el lema oficial de Haití, el cual es
«¡Libertad o muerte!» (Vitale, 1987: 13; 1997b: 34).
A la larga, la expedición no logró las metas propuestas sin ha-
ber habido una seria derrota en el sentido militar, pero vista desde
una perspectiva global fue el inicio de la guerra de independencia
hispanoamericana (Rumazo González, 2008: 76, 77), y sin que
Miranda no dejara de perseverar en sus ideales, sobre todo porque
al parecer el suyo era el único proyecto independentista que cir-
culaba clandestinamente en gran parte de América por más que
este careciera de influencia o ascendiente favorable sobre las clases
dominantes criollas (Acosta, 2010: 72), temerosas de cualquier cir-
cunstancia aparentemente conveniente para sus intereses de clase
(ya sea para lograr la autonomía dentro del sistema colonial o la
independencia de España) pero que pudiera trocarse en una opor-
tunidad de los sectores oprimidos por alcanzar su emancipación
a costa de eliminar el orden social explotador donde se hallaban
[ 72 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

sometidos, deseando destruirlo incluso alcanzándose la indepen-


dencia. Esto explica las actitudes políticas oportunistamente mode-
radas que asumían casi al unísono cualquiera de estas oligarquías,
deseosas de alcanzar el poder político sin que se desorganizaran las
estructuras sociales que las beneficiaban (Acosta, 2010: 93, 163).

1.2.2. Durante el proceso de independencia

En el libro de Acosta (2010: 28, 29, 50, 65-69, 72-74, 78, 95),
se señala que la unidad de acción continental requerida para el
proyecto mirandino pero dirigida sobre vías distintas a las pen-
sadas por su autor, y la participación de las élites hispanoameri-
canas —que no contaban con un único plan conjunto pero sí
tenían idénticos propósitos—, sólo se pudieron concretar con el
surgimiento de una(s) causa(s) que las afectara(n) por igual. Efec-
tivamente, la coyuntura propicia fue constituida por los acon-
tecimientos precipitados en 1808 con la ocupación francesa de
España efectuada por las tropas de Napoleón Bonaparte, creán-
dose allí Juntas en defensa de los derechos del rey Fernando VII,
siendo esa ocupación la razón inmediata o inicial —junto con
otras de índole interna y externa respecto a las colonias españolas
de América— que originó las luchas independentistas en esos te-
rritorios, comenzadas inicialmente con la reacción moderada de
las clases dominantes americanas criticando el sistema colonial,
la firme animadversión —compartida con el resto de los pueblos
explotados por esas élites— hacia Napoleón Bonaparte y al do-
minio francés (visto el primero como producto de la Revolución
Francesa, rechazada por los oligarcas criollos), la creación de las
Juntas a imitación de las españolas —comenzadas en 1809 por la
instalada en Chuquisaca, ciudad del Alto Perú— pero formadas
por aristócratas criollos autodesignados como representantes del
pueblo —en ausencia del rey Fernando vii— para asumir el poder

[ 73 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

con el objetivo declarado de preservar los derechos de ese monar-


ca —tal como aparece en las declaraciones y actas de las juntas
americanas, y recopiladas por Miranda y Becerra (2005)—, pero
buscando en realidad lograr igualdad de derechos con los blancos
peninsulares y cierto grado de autonomía a ser compartida con
ellos, a menos que se les excluyera de la misma si se oponían.
Continuando con el resto de la cita de Acosta, la brutal reac-
ción española y la radicalización del proceso empujaron inmedia-
ta o ulteriormente a buena parte de los blancos criollos declarar
la independencia en cada territorio colonial, tomando como re-
ferencia la experiencia estadounidense —para nada la haitiana—
dados sus intereses de clase en juego, pero como por sí solos no
tenían suficiente fuerza para sus fines, le hicieron ofertas enga-
ñosas de libertad e igualdad al pueblo para sumarlo a su lucha,
pero estimulando y controlando las aspiraciones emancipadoras
de este para dirigirlas en contra de los españoles. En lugar de eso,
a lo largo del continente americano el proceso independentista
da paso en la mayoría de los casos —y contra la propia voluntad
de las clases dominantes criollas— a la rebelión de las clases ex-
plotadas, tomando esta su propio ritmo bajo la forma de guerras
civiles, e impulsadas por la participación de sectores radicales,
la imprecisa relación conflictiva entre la oligarquía y el pueblo,
el estallido de los odios clasistas y raciales acumulados durante
siglos, la aparición de diversas fuerzas e intereses, la incidencia de
potencias europeas, etc. Esta vorágine contó entre sus partícipes
a la Iglesia católica como institución decididamente volcada, por
parte de su alta jerarquía, a servir de baluarte a los intereses de la
monarquía, habiendo no obstante un importante sector eclesiás-
tico que fue decididamente partidario de la independencia y las
causas populares, llegando después algunos de sus miembros a ser
destacados líderes políticos (Vitale, 1997b: 60, 61).

[ 74 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

Siendo ineludible para las clases dominantes criollas la elabo-


ración de constituciones acordes a sus intereses, e indiferentemen-
te de los matices que las diferenciaban como consecuencia de la
actuación de tales juntas oligárquicas, estas cartas magnas tenían
al Liberalismo como su matriz ideológica común, plasmando en
su contenido el imperativo de la independencia absoluta de cual-
quier poder extranjero, la ruptura contra todo despotismo euro-
peo y la adopción de la figura de república federal —surgida con
el triunfo de la independencia estadounidense (Vitale, 1997b:
11)— como forma de gobierno representativo para las nuevas na-
ciones americanas, declarando formalmente la igualdad ante la
ley, pero en la práctica sin abolir las relaciones esclavistas y po-
líticamente excluyentes propias de la sociedad colonial, elemen-
to generador de contiendas civiles postindependentistas (Acosta
Saignes, 1957-1983/2002: 113; Torres Iriarte, 2011: xxvi-xxx).
La Junta de Caracas, conformada por blancos criollos, es la
que entre las demás juntas americanas asume las posturas más
radicalmente independentistas desde su creación en 1810 (aún
limitándose a prohibir la importación de esclavos pero sin abolir
la esclavitud, según Brito Figueroa, 1972/1996: 253, 323-325),
convocando luego a un congreso en 1811 donde se proclama la
independencia de Venezuela bajo la forma de república, para cuya
creación el mantuanaje no tenía pensado incluir a los pardos en
su proyecto político (R. López, 2007a: 11). Para 1810 Miranda
regresa desde Inglaterra acompañado por Simón Bolívar —quien
recibió influencia de las ideas mirandinas en la conformación de
su propio pensamiento (Bohórquez, 2006: 337; Castillo, 2007:
356)—, incorporándose a la lucha independentista y cuestio-
nando ambos, junto con otros líderes patriotas, la constitución
federalista y liberal (N. Chávez, 2011: 217-260) mal copiada
de la estadounidense y aprobada por ese congreso, pues según
[ 75 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

ellos con esa constitución era imposible conducir, en condiciones


favorables para la recién creada Primera República, la posterior
confrontación a desatarse entre patriotas y realistas, estando in-
cluidos entre los primeros a varios españoles (Blanco Fombona,
1913/2007: 6) y entre los últimos a muchos blancos criollos, te-
rratenientes racistas, esclavistas y partidarios reaccionarios de la
corona española y la Iglesia (Acosta, 2010: 92, 118, 121, 199,
205, 209, 214). Incluso, de entre los sectores mantuanos aparen-
temente partidarios de la independencia ya existía fuerte oposi-
ción a Miranda aún mucho antes de su regreso, en cuyo desempe-
ño como Dictador de la República en 1812 solicitó la liberación
de los esclavos para incorporarlos al ejército patriota, propósito
que no se concretó aunque fuera aprobado por las autoridades
legislativas de Caracas, contando a pesar de ello con el apoyo en-
tusiasta de los sectores pardos y del círculo de la Sociedad Patrió-
tica (Brito Figueroa, 1972/1996: 257, 329, 330, 332-334; Acosta
Saignes, 1977/2010: 188, 189; Bohórquez, 2006: 268-271, 275,
276, 279, 280; Vitale, 2007b: 36; Ramos Guédez, 2007: 112).
Como bien lo manifiesta Vitale (1997b: 50), y ratificado por
Acosta (2010: 92, 198-202), hasta ese momento el pueblo ha
estado ausente en los conflictos desatados entre blancos criollos y
peninsulares por la conformación de la junta, pero inclinándose a
favor de estos últimos pues el poder que ejercían era capaz de fre-
nar la arrogancia racista de la aristocracia criolla que lo explotaba
y despreciaba, así como de mediar entre la intolerancia mantuana
y las aspiraciones igualitarias de los pardos, moderando así —y en
última instancia reprimiendo— el conflicto social latente entre
los sectores en pugna. De esa manera la distante figura del rey le
inspira confianza y respeto al pueblo, que sobrevivía en medio de
la ignorancia y el embrutecimiento religioso, sin noción de lo que
puede ser la patria, la familia o la religión, considerado en teoría
[ 76 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

como algo humano pero en la práctica tratado como un animal,


o como una entelequia entre la bestia y el ser humano, sintiendo
hacia los mantuanos el odio intenso de la inferioridad forzada
(Uslar, 1953/2010: 13), mostrando a su vez una gran desconfian-
za y un profundo rechazo hacia las acciones promovidas por la
élite criolla, como la intención suya por lograr la independencia,
consigna que no significaba nada para el pueblo al resultarle una
causa en algo ajena a los intereses populares, poco comprendida
y hasta incomprensible, vacía y sospechosa por provenir de sus
explotadores (Mujica, 1982: 66), quienes al enfrentarse a los es-
pañoles rompieron sin pretenderlo las limitaciones que sometían
a las clases dominadas para impedir el ejercicio de libertad plena
e igualdad política y social. Todo esto hizo que esas clases socia-
les apoyaran la causa realista y desataran su animadversión hacia
la oligarquía con la guerra civil suscitada por la declaración de
independencia. La conjugación de este factor junto a otras cir-
cunstancias condujo a la caída de la Primera República en 1812.
Vale destacar que, entre los sectores oprimidos por la cas-
ta mantuana, los pardos padecían de la condición de ser unos
desposeídos pero sin ser necesariamente productores, o sea, para
poder subsistir una gran parte de ellos vivían gracias al producto
del trabajo de los esclavos, determinando así su actitud —com-
partidas por algunos sectores indígenas— de igualarse a los man-
tuanos en sus diversas actitudes y distinciones, o querer disfrutar
modos adecuados de vida a semejanza de ellos, inclinándose una
buena porción de los pardos a no avalar acciones revolucionarias
o incluso muchas veces a adoptar posturas reaccionarias, demos-
trando en estos detalles el principio de que las ideas hegemónicas
durante una etapa histórica de una sociedad son los de la cla-
se poseedoras de los medios de producción, así como del hecho
de no contar o no desarrollar una propia conciencia de clase al
[ 77 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

desconocer su verdadera posición dentro de la estructura social,


cayendo en la falsa conciencia de considerar en forma reduccio-
nista la lucha de clases (protagonizada antagónicamente por los
esclavos y los terratenientes que viven de su trabajo) como un
conflicto originado por distinciones étnicas artificiosamente crea-
das por las clases dominantes y las autoridades colonialistas, pues
por ser alguien pardo no se cambiaba su condición de desposeí-
do ni por tanto de ser un explotado (directa o indirectamente),
cumpliéndose lo mismo para los blancos de orilla, que no tenían
mejores derechos que los pardos (Acosta Saignes, 1967/1984:
343-345).
Simón Bolívar huye a Cartagena, ciudad de la actual Colom-
bia donde se mantiene la causa independentista, reflexionando allí
sobre las razones del fin de la Primera República —criticando du-
ramente a los blancos criollos (Acosta Saignes, 1957-1983/2002:
103, 104)— y plasmando su análisis en el famoso Manifiesto de
Cartagena o Memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Grana-
da por un caraqueño (S. Bolívar: 1812/2008), pero sin aún com-
prender que el rechazo del pueblo era el motivo principal de esa
caída. Por lo demás, después de ganar varios combates y liberar
territorios del dominio español, consigue apoyo del liderazgo neo-
granadino para ir con un ejército hacia Venezuela, liderando así el
surgimiento y la existencia de la Segunda República desde 1813,
aclamado con el título de Libertador el 15 de mayo cuando llegó
a Mérida, y proclamando el Decreto de Guerra a Muerte a partir
del día 15 de junio (S. Bolívar, 1813/sf ), no solo para enfrentar la
brutalidad española desatada desde 1812, sino también para crear
entre los venezolanos una conciencia de nacionalidad y una no-
ción de patria común invadida por el colonialismo español, aparte
de darle a la guerra una connotación internacional para conseguir
apoyo externo —sobre todo de Inglaterra— en armas y recursos;
[ 78 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

en los hechos concretos Bolívar efectuó exhortaciones —que en


cierto modo modificaban el alcance del decreto— para incorpo-
rar más combatientes al Ejército Libertador, concepto creado por
él, que se constituyó en un genial acierto suyo para cuya materia-
lización combinó estímulos morales y prácticos (Acosta Saignes,
1977/2010: 120-129; Acosta, 2010: 204).
Vinculando los planteamientos relatados por Uslar
(1953/2010: 3, 106-109) y Acosta (2010: 203-213, 215-217,
222-228), con todo este conjunto de intenciones, Bolívar explica
ampliamente entre agosto y septiembre de 1813 las causas justas
del Decreto de Guerra a Muerte, exhibida por los españoles en
Europa como muestra de barbarie, pero el Libertador muestra
que la guerra de independencia es anticolonialista y de libera-
ción (Acosta Saignes, 1977/2010: 136-138), aunque sin caer en
cuenta que también es una guerra civil, social y racial, una verda-
dera insurrección popular cargada de odio y violencia de donde
emergió, en apoyo a la causa realista, la figura histórica de José
Tomás Boves desde febrero de 1813 al frente de un movimiento
contrarrevolucionario y policlasista (Acosta Saignes, 1977/2010:
191; Vitale, 1997b: 59, 60), encarnado en un ejército confor-
mado por esclavos y pardos (entre los cuales destacaban grandes
masas de llaneros), que no seguía a ningún otro jefe del bando
que fuese, organizado de manera diferente a las formas militares
clásicas europeas adoptadas por el ejército patriota, y con el cual
practicó la guerra a muerte pero sin ser el primero ni el último
en efectuarla, tanto en el bando realista como del lado patriota,
e intensificándose la misma en 1814 como una cruenta rebelión
popular contra los republicanos bajo la forma de una guerra de
exterminio contra los blancos, esto debido a algunas medidas im-
puestas por ellos que afectaban al pueblo, el odio a la élite criolla,
el respeto al rey y al poder español, la influencia reaccionaria de la
[ 79 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Iglesia, la desintegración de los controles sociales coloniales, en-


tre otros aspectos que hacían identificar esa rebelión con la causa
realista, cuyos jefes la estimulan a su pesar por ser la única mane-
ra de derrotar la insurrección criolla a falta de suficientes tropas
españolas. Boves reforzó la adhesión de sus tropas al estimular la
repartición de las casas, propiedades y ganadería de los blancos
asesinados y desterrados (Brito Figueroa, 1972/1996: 336, 337).
En realidad, y continuando con las citas anteriormente sinte-
tizadas, la inmensa mayoría de esos esclavos y pardos abrazaron el
partido realista por necesidades prácticas, para expresar y satisfa-
cer sus odios de clase, así como conquistar la emancipación social
que deseaban; ellos hubiesen sido fervientes patriotas si la oligar-
quía criolla se hubiese decidido mayoritariamente a favor del co-
lonialismo español. En este proceso, cada grupo social luchó a su
manera por consumar sus propios intereses, su propio proyecto
de nación, plasmado o no en documentos escritos, develándose
diversas maneras de comprender la sociedad y de concebir un
nuevo orden social, de acuerdo a los intereses de clases enfrenta-
das antagónicamente unas a otras (R. López, 2007a; 9, 13). No
obstante, esa rebelión popular no fue revolucionaria al carecer de
propuestas y objetivos claros, y en caso de haber habido inten-
ciones de cambio social, estas se difuminaron o subordinaron a
la causa realista, de índole reaccionaria, contrapuesta a la inde-
pendencia y la soberanía, vinculada al absolutismo monárquico
y al poder de la Iglesia. Finalmente, esa rebelión hizo caer a la
Segunda República para fines de 1814, no por el sistema federal
de gobierno como lo sostuvo Bolívar cuando analizó el derrumbe
de la Primera República (S. Bolívar: 1812/2008: 18-22), sino por
no resolverse el problema de la esclavitud y la igualación social de
las castas (Brito Figueroa, 1972/1996: 338).
De acuerdo a R. López (2007a: 13, 14):
[ 80 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

… es obvio que los acontecimientos de 1814 casi liquidan to-


talmente el proyecto independentista mantuano, y si eso hu-
biera ocurrido, la historia de nuestra independencia hubiese
sido otra, con protagonistas de colores «oscuros». La fuerza
del movimiento social levantado por Boves echó las bases del
igualitarismo social propio de nuestro país, pues los blancos
criollos nunca recuperaron totalmente el control de la sociedad
venezolana, como lo habían tenido durante el período colonial.
Luego de 1814, los mestizos y los negros se convirtieron en
actores sociales de relevancia fundamental, y no podían ser ex-
cluidos de los planes que se proponían conformar una nueva
sociedad en territorio suramericano.
La causa de que los negros no hayan podido continuar con sus
planes de exterminio hacia los blancos una vez muerto Boves
hay que ubicarla en la inexistencia de otros líderes que, como
él, levantaran con firmeza la bandera del igualitarismo social.

Los esclavos no apoyaron en su totalidad al bando realista


(mayormente constituido por contingentes llaneros aun habiendo
una cantidad importante de aquellos), pues a comienzos de 1813
ya Santiago Mariño había iniciado acciones militares en la región
oriental del país, organizando tropas de negros libres y esclavos,
incluyendo a los pardos, contando con la ayuda de Juan Bautista
Bideau, mulato francés, empresario y navegante con conocimien-
tos militares, quien ya en 1812 había colaborado con Miranda.
De esa forma se creó el Ejército Libertador de Oriente, bajo la je-
fatura de Mariño, uniendo sus fuerzas en septiembre de 1813 con
las comandadas por Bolívar desde Occidente. Luego, meses antes
de la caída de la Segunda República, varios jefes patriotas eran de
la idea de abolir la esclavitud por necesidades prácticas de la guerra
y para responder a la política de los jefes realistas (Brito Figueroa,
1972/1996: 342). Luego de la caída de la Segunda República, a
[ 81 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

comienzos de 1815 Bideau proclamó la libertad general de los


esclavos orientales, indicándoles que se dispersaran. Este fue un
factor de importancia para el regreso de los patriotas en 1816, se-
gún Acosta Saignes (1977/2010: 139, 141-148, 180-184), quien
explica las razones de tipo demográfico, social y económico por
las cuales había esclavos en uno u otro bando entre 1813 y 1814
según las regiones de donde provenían, teniendo gran relevancia
la pérdida del los llanos para la causa patriota durante aquellos
años (1977/2010: 98-105, 135, 185-187, 190).
Ya para el 6 de septiembre de 1815 Bolívar redacta la Carta
de Jamaica o Contestación de un americano meridional a un caba-
llero de esta isla (1815/2008), donde efectúa sus críticas tanto al
sistema colonial español como a la falta de apoyo para la causa in-
dependentista por parte de Estados Unidos y las demás naciones
europeas, elaborando un análisis de la situación de las colonias
españolas y vislumbrando distintas formas de gobierno en estas,
pronunciándose para Venezuela en contra del modelo federal re-
presentativo pero sin aceptar una monarquía constitucional como
la de Inglaterra, propugnando para nuestro país —en unión con
la Nueva Granada para formar lo que sería la Gran Colombia—
un modelo similar al inglés pero con un poder ejecutivo electivo
en lugar de un rey. Es precisamente durante su estadía jamaiquina
que Bolívar inicia la madurez de su pensamiento político, mani-
festándose en su Carta de Jamaica ser el genio conductor de la
clase mantuana, siendo su portavoz pero a la vez guiándola, obe-
deciéndola y enrumbándola en sus pretensiones independentistas
al verse constreñida por la brutalidad del poder colonial, y cuyos
integrantes son considerados por Bolívar como americanos, con-
cepción que no incluía a los blancos de orilla, los esclavos, los
indígenas y los pardos, aún cuando igualmente experimentasen
el impulso de adquirir su libertad y emancipación. En esa carta
[ 82 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

se observa que todavía Bolívar no daba muestras explícitas de


convocar a los sectores desposeídos en un plano de igualdad para
lograr la necesaria unidad de propósitos en pos de la indepen-
dencia (Acosta Saignes, 1957-1983/2002: 136, 137; 1977/2010:
198-205), pero durante septiembre de 1815 el Libertador se ha-
lla convencido del carácter democrático de las reivindicaciones
de los sectores oprimidos que siguieron a Boves, notando que se
han volcado hacia el bando patriota y comparando la actuación
de estos con el ejemplo de Haití, pero a su vez critica el uso de
consignas demagógicas para atraer a las masas, y observa que la
ignorancia de los esclavos es debida a su condición social de ex-
plotados (S. Bolívar, 1815/1994: 66, 67), por lo que incorpora
a su proyecto emancipador las premisas de la liberación de los
esclavos y la entrega de tierras al pueblo en armas (Bolívar Brito
Figueroa, 1972/1996: 3).
No habiendo logrado en Jamaica la adhesión de Inglaterra
a favor de su empresa independentista, y de acuerdo a Mezilas
(2009: 35, 38, 39), pese a considerar que una rebelión de es-
clavos era peor que una invasión española, Bolívar le envía nu-
merosas cartas a Alexandre Petión, presidente de Haití y suce-
sor de Jean-Jacques Dessalines, para recurrir a su ayuda, quien
le responde que acudiese a esa nación para ir luego a Venezuela,
indicándole también que algunos compatriotas desean plantearle
asuntos de interés común. Bolívar llega a esa nación —al igual
que muchos exiliados hispanoamericanos antes y después de él—
para el día 24 de diciembre de 1815 por el puerto de Los Cayos
(Antonin, 1982: 4), expresando luego que la acogida dada a su
persona le permite defender —al igual que Petión— la patria
común, reconociendo así el valor histórico que la Revolución
Haitiana tiene para América. Ante el desacuerdo de los exiliados
venezolanos para escoger a quien iba a ser el líder del movimiento
[ 83 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

revolucionario, Petión intervino restableciendo el orden y la dis-


ciplina entre estos, sugiriendo decididamente que fuese Bolívar
quien lo encabezara a pesar de las reservas de algunos, siendo
finalmente reconocido en esa posición. Petión le otorgó abun-
dante ayuda en hombres, armas, municiones, provisiones y una
imprenta a cambio de la promesa de Bolívar en emancipar a los
esclavos en los territorios donde saliera victorioso (D. Romero,
2003: 22); Petión reforzó en el Libertador la convicción que el
triunfo del proceso independentista implicaba convocar a los sec-
tores desposeídos, sobre todo sin olvidar a los esclavos. Algunos
de los elementos anteriores, así como otros aspectos del proceso
de independencia, se especifican en la revista Memorias de Vene-
zuela Nº 14 (2010).
El Libertador sale hacia Venezuela el 31 de marzo de 1816,
y luego de vencer a una escuadra española cerca de Margarita re-
dacta para el 23 de mayo una Proclama a los habitantes de la Costa
Firme (1816/sf ), con el propósito de anunciar su partida hasta
allá y manifestar la liberación de los esclavos si pelean al lado de la
causa independentista. Seguidamente desembarca en Carúpano,
y se dirige el 2 de junio tanto a los habitantes de esa ciudad como
a los de Río Caribe y Cariaco con el Decreto de Carúpano (S. Bolí-
var, 1816a), donde entre otras cosas se establece conceder la liber-
tad a los esclavos y a sus familiares, considerándoles a todos como
ciudadanos o sometiéndoseles a servidumbre si no se alistan en el
ejército patriota, exceptuando de ese alistamiento a los ancianos,
mujeres, niños e inválidos. Posteriormente para el 6 de julio emi-
te la Proclama de Ocumare de la Costa, reiterando la emancipación
de los esclavos y anunciando por parte del bando patriota el fin
de la guerra a muerte en contra de los españoles (Acosta Saignes,
1957-1983/2002: 84, 85; 1977/2010: 205, 212-214, 220; Brito
Figueroa, 1972/1996: 347; J. García, 2005: 22, 23).
[ 84 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

Con la Proclama de Ocumare de la Costa se verifica el aprendi-


zaje que tuvo Bolívar de las experiencias vividas en 1813 y 1814,
comprobando en aquellos años que la lucha por la independencia
era imposible sin hacer justicia a los esclavos, y verificando que
era adverso a los patriotas el efecto internacional creado por la
vigencia de la guerra a muerte. Para Bolívar era crucial mostrar
al mundo la actuación genocida de los colonialistas en su afán de
exterminar a los luchadores, y la manera como emplearon los me-
dios más despiadados para crear el terror que no pudieron infun-
dir (Acosta Saignes, 1957-1983/2002: 231; 1977/2010: 221).
Por otra parte, ya con el Decreto de Carúpano no solamente se
ratifica la asimilación por parte de Bolívar acerca del problema de
la esclavitud, sino que demuestra tanto su intención de cumplir
con la promesa efectuada a Petión como —según D. Romero
(2003: 22)— para salirle al paso a la iniciativa realista efectuada
en septiembre de 1815 consistente en ofrecer libertad a los escla-
vos si se adherían a la causa realista.
A este elemento local en el contexto venezolano, se le agre-
ga otro de alcance más global en el contexto hispanoamericano,
determinado por los atropellos, la represión, la persecución y el
saqueo cometidos contra los sectores populares por parte de las
tropas españolas recién llegadas para la reconquista de las colonias,
empujándolos al lado del bando de los criollos que luchaban por
la independencia, pero esto era debido a las causas anteriores que
los obligaban a combatir unidos contra el despotismo español, y
no porque los grupos dominantes criollos cambiaran totalmente
de actitud, peleando los explotados y sus explotadores en una mis-
ma contienda contra un mismo enemigo común pero en razón a
sus propios intereses antagónicos de clase (Vitale, 1997b: 50).
Esta situación se reprodujo desde 1815 —un año antes del
Decreto de Carúpano— con los abusos cometidos por la expedición
[ 85 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

militar comandada por el general Pablo Morillo desde su llegada


a Venezuela el 4 de abril (luego de salir de España el 18 de fe-
brero), siendo que en principio sus fuerzas se iban a dirigir hasta
Argentina, pero cambiaron su travesía —ya en alta mar— por los
temores de los españoles a la existencia peculiar de un ejército (el
de Boves), tolerado en un principio por el Estado monárquico a
causa de la invasión francesa (Brito Figueroa, 1972/1996: 345),
y que en teoría peleaba por el rey pero en la práctica perseguía
tanto a blancos patriotas como a blancos realistas, por lo que el
rey Fernando VII decidió enviar la expedición a tierras venezola-
nas (pretendiéndose también desde allí controlar la situación en
Nueva Granada), que al estar conformada por blancos españoles
Morillo no tuvo inconvenientes en desplazar, destituir o deste-
rrar a los oficiales negros y pardos de Boves (desconociendo sus
títulos y despachos), así como desplazar fuera del país a grandes
contingentes de las tropas conducidas por ese caudillo, siendo
estas objeto de burla para la oficialidad española, tratando a sus
integrantes como seres inferiores, quienes desde mucho antes
eran portadores de un profundo odio hacia los blancos (demos-
trado con creces hasta casi hacerlos desaparecer), y cuyas reivin-
dicaciones fueron desestimadas en los planes del nuevo ejército
realista, más bien empleándose a los antiguos soldados de Boves
en los trabajos más arduos y en los lugares más peligrosos para
los españoles por las enfermedades endémicas allí existentes; estas
circunstancias facilitaron la incorporación al bando patriota de
esos sectores que antes pelearon bajo las órdenes de Boves, siendo
estos también objeto de hostigamiento y persecución por las tro-
pas de Morillo luego de descubrirse para 1815 una extensa cons-
piración de negros y mulatos en Carúpano (Uslar, 1953/2010:
112-114, 231, 232; Acosta Saignes, 1977/2010: 207, 230-237;
R. López, 2007a: 15).
[ 86 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

Tal hecho, sumado al impacto generado entre los esclavos por


el Decreto de Carúpano (Brito Figueroa: 1972/1996: 252, 253),
hizo posible que gran parte de los sectores explotados conformara
el grueso del Ejército Libertador, es decir, la unión de las tropas
lideradas por Bolívar con esas clases sociales que peleaban por una
causa justa, en este caso la emancipación social a obtenerse con
la independencia política, posibilitando que ahora el pueblo se
adhiriese al proceso de independencia (Salcedo Bastardo, 1983:
34). ¡He aquí la primera manifestación histórica del principio
políticosocial de la Unión Cívico-Militar! Esto constituyó una
rectificación de la actitud mantenida por los sectores populares
cuando se incorporaron erróneamente a las filas realistas buscan-
do el objetivo legítimo de su propia liberación, pues «la lucha
por la independencia fue realizada por seres humanos impulsados
por la injusticia, a veces equivocados, a veces llevados a la fuerza
a los combates» (Acosta Saignes, 1977/2010: 20, 230), y sin ha-
ber caído en cuenta que apoyar al bando colonialista implicaba
asegurar la continuidad al mismo régimen de opresión del que
eran víctimas. En consecuencia, desde 1816 termina la rebelión
social —bajo la forma de una guerra civil— comenzada en 1814
por los explotados negros y pardos (que antes seguían a Boves),
transformándose en una guerra internacional de blancos españo-
les contra estos y los blancos criollos, unidos en la lucha por su
propia nacionalidad, o lo que es lo mismo, una verdadera guerra
patria, de lo cual Bolívar se da cuenta al comprender el significa-
do de la muerte de Boves ocurrida en la batalla de Urica el 5 de
diciembre de 1814, momento desde el cual se empezó a disolver
la rebelión popular por la falta tanto de guías o líderes como de
fines concretos (Uslar, 1953/2010: 114-116, 232-234), pero al
poco tiempo las tropas que siguieron a Boves se ponen a las ór-
denes de José Antonio Páez, un enérgico caudillo llanero que les
[ 87 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

promete tierras y libre pastoreo para sus rebaños, aceptando su-


bordinarse a la autoridad de Bolívar a cambio de que él aceptara
esas condiciones (Salcedo Bastardo, 1982: 140, 141; 1983: 34).
Bolívar se refugia nuevamente en Haití el 4 de septiembre de
1816, luego de varias vicisitudes en Ocumare de la Costa —don-
de Juan Bautista Bideau le salva la vida (Salcedo Bastardo, 1983:
33)— y Choroní, aparte de sufrir serias dificultades en Güiria.
En el puerto de Jacmel preparó su segunda expedición, volviendo
nuevamente a Venezuela el 16 de diciembre con mayor ayuda por
parte de Petión, a quien nunca dejó de agradecérsela alcanzando
desde ese momento el éxito deseado (Acosta Saignes, 1977/2010:
221; Antonin, 1982: 4; Mezilas, 2009: 39), más aún desde que
efectuara el Decreto de Carúpano al convertirse paulatinamente
en el conductor popular de la gesta independentista, combatien-
do a través de la América Española con el pueblo en armas, ese
mismo pueblo que en parte había seguido a la causa realista no
por ir en contra de la patria venezolana, sino para realizar su sue-
ño de emancipación social (Uslar, 1953/2010: 4, 5, 233), antes
personificada por Boves pero que ahora tenía como su portavoz a
Bolívar, quien llegó a compartir cotidianamente en sus múltiples
acciones las vivencias y costumbres de los hombres y mujeres que
conformaban al pueblo, aprendiendo de este tanto como de la
lectura de los autores clásicos e ilustrados desde su juventud y
de las enseñanzas personales compartidas con su maestro Simón
Rodríguez, madurando su pensamiento por medio de la unión
de la teoría y la práctica, en su eficaz actividad como pensador y
guerrero (Acosta Saignes, 1957-1983/2002: 93, 138, 139).
Luego de los progresos efectuados con la toma de Guayana
entre julio y agosto de 1817 (Acosta Saignes, 1977/2010: 272),
permitiéndose así la creación de la Tercera República, para Bolí-
var no bastaban sus intenciones de legislar sobre la liberación de
[ 88 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

los esclavos sino que, debido a la ausencia de pago, entre septiem-


bre de ese año hasta enero de 1821 también se ocupó de impulsar
como estímulo a los integrantes del Ejército Libertador (o pueblo
en armas, como él también le llamaba) la entrega de propiedades
pertenecientes a los realistas criollos o peninsulares, plasmando
estas intenciones en un conjunto de decretos, que incluía la Ley
de Repartición de Bienes Nacionales del Ejército Republicano (S.
Bolívar, 1817a), bautizado por el pueblo como Ley de Repartos,
significando por ende que la lucha por la independencia se trans-
formaba en una guerra popular que incorporaba al bando patrio-
ta a los habitantes de las regiones llaneras, donde al haber muy
poca esclavitud hasta su práctica desaparición por la campaña de
Boves, la población predominante estaba conformada desde el
principio por indígenas, negros libres y pardos (o llaneros) en
situación de opresión y explotación, para quienes la repartición
de tierras era una de sus demandas; en consecuencia los llaneros
que siguieron a Boves se identificaron con el bando patriota hasta
el punto de que algunos de ellos llegaron a ascender a altos grados
castrenses (Brito Figueroa, 1972/1996: 348), ocurriendo que a la
larga varios de ellos dejaron de ser militares para tornarse en due-
ños de grandes negocios e incorporarse a la oligarquía mantuana,
después de haber luchado con el pueblo por los ideales emanci-
patorios (Acosta Saignes, 1977/2010: 275-277).
El Libertador insistió en la ratificación y ampliación absoluta
de la liberación de los esclavos promulgada en el Decreto de Carú-
pano y la Proclama de Ocumare de La Costa, entre muchos otros
asuntos y disposiciones que expuso —todavía respondiendo al
pensamiento de la oligarquía criolla (o de su parte más luchado-
ra) y a sus banderas liberales— para el día 15 de febrero de 1819
en su Discurso de Angostura (1819/2010: 8, 9) ante el congre-
so reunido en lo que es actualmente Ciudad Bolívar, acudiendo
[ 89 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

posterior y reiteradamente a esa instancia para continuar en sus


reclamos tanto sobre el problema de los esclavos como el de la
Ley de Repartos. Al respecto, para el 22 de enero de 1820 sus
integrantes no rechazaron directamente las peticiones de Bolívar,
sino que hábilmente las soslayaron tomando medidas graduales y
restrictivas acerca de la esclavitud, limitando grandemente de esa
forma las intenciones de Bolívar pues, en el papel formal que ellos
asumían como representantes del pueblo, contradictoriamente
vivían desde hacía mucho del trabajo de los esclavos y querían
seguir disfrutándolo, en cuyas mentes pesaban más sus intereses
materiales que las motivaciones ideológicas democrático-burgue-
sas, exceptuando a Bolívar, quien se apoyó en su autoridad po-
lítica y militar como Presidente de la República y Jefe Supremo
del Ejército para continuar legislando de hecho, siendo ejemplo
de ello el Decreto de Confiscación de la hacienda Ceiba Grande
y la liberación de sus esclavos, promulgado el 23 de octubre de
1820, de impronta trascendental pues a través de su articulado
se combinaban los propósitos político-sociales de la libertad de
los esclavos y la entrega de tierras a los excluidos (Acosta Saignes,
1957-1983/2002: 86-89; Brito Figueroa, 1972/1996: 258, 350,
351; Salcedo Bastardo, 1982: 273, 274).
A partir de este primer tropiezo, seguido de muchas otras si-
tuaciones que ocurrieron hasta 1826, se muestra que Bolívar en-
tró en múltiples contradicciones con las clases dominantes que
querían utilizarlo por varias razones, entre estas su firme convic-
ción anticolonial, trascendiendo en su praxis política los ideales
inmediatos del mantuanaje al que pertenecía, y contra el cual —al
igual que con las demás clases explotadoras en las nuevas nacio-
nes liberadas por su espada— terminó confrontándose al expresar
las necesidades e intereses del pueblo al que condujo y a los que
libertó, no solo pidiendo la libertad de los esclavos, sino además
[ 90 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

repartiendo tierras a los indígenas, prohibió su servidumbre, creó


escuelas y universidades, entre otras medidas demostrativas de su
condición de consecuente luchador liberal con señales utópicas de
avances más radicales (Acosta Saignes, 1957-1983/2002: 86-89,
93-99, 112, 114). Un ejemplo de su evolución ideológica es el uso
que hace de la categoría Pueblo para designar a los miembros de
su clase social, tal como lo aprendió durante la colonia, pero mu-
cho después, en medio de la lucha independentista, lo empleó en
diferentes sentidos cuando observó la actuación de otros sectores
sociales (Acosta Saignes, 1957-1983/2002: 106).
En su labor por consolidar el proyecto independentista, para el
14 de diciembre de 1819 Bolívar propuso ante el Congreso de An-
gostura la creación de la República de la Gran Colombia, decretada
el 17 de ese mes con la unión de Venezuela y Nueva Granada, idea
planteada por el Libertador con miras a crear una futura confedera-
ción de países hispanoamericanos y terminar por liberar el resto de
las colonias del despotismo monárquico español (Acosta Saignes,
1977/2010: 313-314; Vitale, 1997b: 67, 68; R. López, 2007a: 16).
En el transcurso de su trayectoria libertadora contó con el apoyo de
su maestro Simón Rodríguez, quien en 1823 regresó desde Europa
para llegar a formar parte de su grupo de colaboradores directos
en 1825, dedicándose a partir de 1828 a escribir varias obras so-
bre sus concepciones educativas, siendo incomprendido y criticado
desde su llegada por una sociedad todavía recargada con los va-
lores heredados del dominio colonial hispánico (Ocampo, 2007:
86, 87). Simultáneamente, luego de alcanzada la independencia
política de las otrora colonias españolas convertidas ahora en na-
ciones formalmente soberanas, Bolívar terminó siendo rechazado,
perseguido y difamado por la alianza facciosa creada entre caudillos
militares y políticos civiles con las respectivas oligarquías de esos
países, usando el sentimiento nacional de los pueblos como una
[ 91 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

excusa manipulada, y dejando a un lado sus aparentes ímpetus re-


volucionarios para dedicarse al disfrute de los privilegios obtenidos
durante y después de la contienda contra España, manteniendo a
su vez la esclavitud (Acosta Saignes, 1957-1983/2002: 114; Brito
Figueroa, 1974/1996: 64, J. García, 2005: 24).
Los enconados despropósitos oligárquicos contra Bolívar
fueron compartidos por la burguesía de Estados Unidos, dado su
empeño por convertirse en la nueva potencia dominante de Amé-
rica (lo cual fue previsto por él desde mucho antes), compitien-
do en ese terreno con Francia e Inglaterra (Pividal, 1977/2006:
125-132, 159-165; Vitale, 1997b: 79-81), donde sus respectivas
burguesías veían como una gran necesidad impedir la realización
del ideario bolivariano y lograr la destrucción de la fuerza revo-
lucionaria dirigida por Bolívar (R. López, 2007a: 15; Márquez,
2011), cuya imagen en esos tres países se desdibujó malintencio-
nadamente con tanto empeño —incluso después de su desapa-
rición física— hasta el punto de hacer incurrir a Karl Marx en
juicios erróneos cuando redactó la biografía del Libertador en
1858 por encargo de una enciclopedia inglesa. Este tema ha sido
objeto de estudio por parte de Montenegro (1959), Pérez Silva
(1983), Aricó (2001), Roitman y Martínez (2001), Quintero y
Acosta (2007), y Kohan (2010). Para tener una idea de la relevan-
cia de la figura de Bolívar y de las habilidades que desplegó dada
la magnitud de la tarea histórica que le tocó efectuar, he aquí lo
que reconoce la Corporación Británica de Comunicación (cuyas
siglas en inglés son BBC) al considerarlo como el venezolano más
prominente del siglo xix, siendo citada por el Boletín Informativo
Nº 54 de la Embajada de la República Bolivariana de Venezuela en
Portugal (2011), afirmando que Bolívar:
… con sólo 47 años de edad [él] peleó 472 batallas siendo de-
rrotado sólo 6 veces, participó en 79 grandes batallas con el

[ 92 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

gran riesgo de morir en 25 de ellas. Liberó 6 naciones, cabalgó


123 mil kilómetros, más de lo navegado por Colón y Vasco
de Gama combinado. Fue Jefe de Estado de 5 naciones, ca-
balgó con la antorcha de la libertad la distancia lineal de 6500
kilómetros; esa distancia es aproximadamente media vuelta a
la Tierra. Recorrió 10 veces más que Aníbal, 3 veces más que
Napoleón, y el doble de Alejandro Magno.
Sus ideas de libertad fueron escritas en 92 proclamas y 2632
cartas. Lo más increíble fue que muchas de ellas fueron dic-
tadas de forma simultánea y en diferentes idiomas a distintos
secretarios. El ejército que comandó nunca conquistó… Sólo
liberó.

La herencia teórica y práctica de Simón Bolívar —y por ende


de Simón Rodríguez— requiere ser reestudiada en su justa di-
mensión, develando el potencial revolucionario que está todavía
vigente para América Latina y el Caribe, desmitificándolo de las
percepciones creadas por la intelectualidad mercenaria al servicio
de las nuevas clases dominantes, cuyos agentes políticos adver-
saron y siguen denigrando al Libertador de todas las formas po-
sibles. Desde aquí se recomienda la lectura de Sant Roz (1998;
2008), Pinzón (2003-2005/sf ), Márquez (2010) y Britto García
(2010), recordando lo dicho por José Martí: «Lo que Bolívar no
hizo está todavía por hacerse en América».
Más allá de las diferencias habidas en cada caso, no se puede
olvidar la praxis revolucionaria o progresista de otros próceres de
la independencia hispanoamericana, tales como Antonio Nariño,
Bernardo O’Higgins, Francisco Morazán, José de San Martín,
José Gervasio Artigas, José María Morelos, José Martí y Miguel
Hidalgo, entre muchos otros personajes —algunos de origen eu-
ropeo— que se destacaron en las luchas contra el colonialismo
español (Vitale, 1997b: 54-59, 61-66, 70, 71). Tampoco se debe
[ 93 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

dejar a un lado la participación de las mujeres en las gestas liber-


tarias de Haití y el resto de las naciones latinoamericanas y cari-
beñas, asunto abordado por Vitale (1997b: 51-54), Ana García
(2010) y en los textos Las Ilustres Americanas: de la influencia de
las mujeres en la sociedad y acciones ilustres de varias americanas
(1826), y La participación de la mujer en la revolución anticolonial
(sf: 1-4). Después de finalizada esa agitada etapa contra el colo-
nialismo español, las mujeres siguieron teniendo destacada actua-
ción en el resto de los posteriores procesos políticos ocurridos en
sus respectivos países.
La independencia de Puerto Rico, el desalojo de la base im-
perialista de Guantánamo, la devolución de las islas Malvinas a
Argentina por parte de Inglaterra, y la desaparición del coloniaje
de Francia y Holanda todavía existente en varios territorios de
América, son parte de las tareas aún no culminadas desde el siglo
xix, constituyendo una responsabilidad histórica a ser asumida
solidariamente por el resto de los pueblos de América Latina y el
Caribe para cerrar el ciclo comenzado con la desintegración del
imperialismo español, y culminarlo con la destrucción del actual
imperialismo euro-estadounidense.

1.2.3. Después del proceso de independencia

Según Vitale (1997b: 3, 4, 81-83, 88) y Acosta (2010: 29-31), en


las nuevas naciones americanas sólo se cumplió una de las tareas
de toda revolución democrático-burguesa (como lo son la ruptu-
ra de la dependencia, la reforma agraria, la industrialización y la
creación de un fuerte mercado interno), dada por la independen-
cia política con respecto a España, pero económicamente frustra-
da y mediatizada a la postre por Inglaterra y Estados Unidos, mas
sin embargo no hubo emancipación social de los sectores explota-
dos, logrando las clases dominantes su propia autodeterminación
[ 94 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

pero negándole al pueblo tanto esta como el disfrute de los de-


rechos democráticos. Siendo una revolución política anticolonial
y separatista, de inédita envergadura como fenómeno masivo de
autodeterminación de los pueblos, la independencia fue obra de
una alianza de clases creada en medio de la turbulencia dada con-
tra España, donde al comienzo los blancos criollos constituían
el sector hegemónico, debilitándose considerablemente en el
proceso mismo de la guerra, y viéndose obligados por las nuevas
circunstancias a compartir su otrora hegemonía colonial con los
nuevos grupos de blancos de orilla y pardos que ganaron poder
por su actuación como militares patriotas (R. López, 2007a: 8),
esto a cambio de la liberación del dominio español como be-
neficio obtenido para las clases dominantes. A su vez, luego del
triunfo de la causa independentista, para las clases dominadas
esto significó el cambio de una dominación extranjera por una
vernácula (irónicamente gracias a su propia lucha), siendo olvi-
dadas o sometidas por las oligarquías criollas a un nuevo sistema
de dominación, recreador de las formas de explotación vigentes
durante el período colonial pero disfrazado teóricamente en nor-
mas republicanas e igualitarias, obteniendo una aparente libertad
limitada con exiguas reivindicaciones materiales, sin verdadero
bienestar relativo para las mayorías desposeídas (Mujica, 1982:
66; Vitale, 1997b: 49).
En efecto, continuando con la anterior cita de Acosta, los
pardos siguieron excluidos aunque formalmente tuvieran derecho
a la igualdad social, los campesinos recibieron tierras compradas
después a bajos precios, obligándolos a ser peones junto a los in-
dígenas en las haciendas de los terratenientes, incorporándoseles
realistas reencauchados y próceres patriotas aceptados como par-
te de la oligarquía (Brito Figueroa, 1974/1996: 66, 67), la cual
ofreció tierras fértiles tanto a ambiciosos empresarios extranjeros
[ 95 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

como a colonos europeos para «blanquear» a la población, en


buena parte integrada por negros aún esclavizados, situación que
fue cambiando paulatinamente a lo largo del siglo xix hasta alcan-
zar su libertad, pero no para emanciparlos socioeconómicamente
ni por motivos humanitarios, sino para convertirlos en nuevos
peones ya que la esclavitud dejó de ser económicamente rentable
por las transformaciones que en Inglaterra —donde se controlaba
el comercio mundial— sufrió el capitalismo comercial, en tran-
sición al capitalismo industrial, desde la segunda mitad del siglo
xviii, pues ese país buscaba nuevos mercados para sus productos
—imposible de abrirse o crearse donde había esclavitud— y ne-
cesitaba colonizar África para tener mano de obra en función de
su beneficio propio en ese continente, propósito difícil de con-
cretarse si persistía el tráfico de esclavos (D. Romero, 2003: 20).
Simultánea y posteriormente a esta evolución que sufría el
capitalismo, en Venezuela su población se diseminó por todo el
territorio a causa de la apropiación latifundista de la tierra, vivien-
do en condiciones infrahumanas que la hacían industrialmente
improductiva, situación sumada a la menguada acumulación de
capital por acción de las casas comerciales extranjeras instaladas
en el país, que al importar artículos manufacturados desplazaban
la precaria producción artesanal, quedando la producción agro-
pecuaria como la actividad predominante en circunstancias co-
merciales desfavorables para el país (De la Plaza, 1973: 20). Este
panorama se complica con la conflictividad política y social de la
lucha de clases heredada de la época colonial, pues no fue resuelta
posteriormente a las guerras de independencia, permitiendo así la
aparición de situaciones que —similarmente en cada nación re-
cién liberada— hacían peligrar el surgimiento y el afianzamiento
de su propia formación económico-social capitalista en beneficio
de los explotadores (comerciantes y terratenientes) y en desmedro
[ 96 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

de los explotados (esclavos, campesinos enfeudados, peones rura-


les y urbanos), protagonistas de la aguda confrontación clasista
que sufría Venezuela, paradójicamente acrecentada por la abo-
lición legal de la esclavitud aprobada el 24 de marzo de 1854,
aceptada por las clases dominantes a cambio de una indemniza-
ción económica y porque ya para la primera mitad del siglo xix
la mano de obra esclava era menos rentable que la mano de obra
libre, quedando la primera sometida a un proceso de enfeuda-
miento que la dejaba en condición de peonaje a disposición de
la oligarquía latifundista (Brito Figueroa, 1974/1996: 248, 285,
416, 421, 422, 424).
Efecto necesario de lo antes descrito es el estallido de la Gue-
rra Federal (1859-1863), una verdadera guerra social guiada al
inicio por el general Ezequiel Zamora entre el 20 de febrero de
1859 y el 10 de enero de 1860, cuando es asesinado en San Car-
los, frustrándose así las reivindicaciones de las masas campesinas
sintetizadas en la consigna «¡Tierras y hombres libres!» (Brito Fi-
gueroa, 1974/1996: 453; 1975/2004: 34), y quien se había tran-
zado consecuentemente por los grandes sectores desposeídos de
donde procedía, calando su figura en lo más profundo del pueblo
al interpretar sus anhelos y tener un gran sentido de lo popular,
sirviendo de ejemplo para sus tropas (Mujica, 1982: 124, 127,
128), luchando con estas para conseguir las grandes metas que
se trazaron durante la guerra de independencia (Brito Figueroa,
1974/1996: 122), e intentando en ese sentido llevar a la prácti-
ca hasta sus últimas consecuencias los propósitos igualitarios que
había iniciado Boves en 1813 y 1814 —aunque por su parte con-
templaba ese accionar suyo como expresión de su intención en
culminar la obras de «los patriotas de 1811» (R. Sánchez, 2007a:
18; 2007b: 2)—, propósitos referidos a la guerra de pobres contra
ricos, reparto de tierras, supresión de contribuciones, expulsión
[ 97 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

de los opresores integrantes del gobierno, igualación de las clases


sociales y destrucción social de la oligarquía, configurando estos
lineamientos la connotación que las masas campesinas daban a la
palabra Federación (Brito Figueroa, 1974/1996: 477; R. Sánchez,
2007b: 2), cuya original concepción regionalista estaba sujeta a
los vaivenes que dentro y fuera de Venezuela sufrieran los intere-
ses de los distintos círculos oligárquicos, sobre todo cuando exis-
tían contradicciones entre los mismos (Vitale, 1997b: 86).
A esta visión existente en el seno del campesinado se le añade
la asimilación y reinterpretación que efectuó, desde su situación
como grupo social explotado, de los principios democrático-bur-
gueses en términos equivalentes a los ideales del Socialismo Utó-
pico —entonces difundidos en Venezuela— para terminar fu-
sionándolas en su praxis (Brito Figueroa, 1974/1996: 469-477,
504), poniéndose así en peligro los fundamentos oligárquicos de
la Cuarta República, creada en Venezuela a partir de 1830 con la
disolución de la Gran Colombia, desatándose al poco tiempo las
contradicciones entre los distintos grupos dominantes, acompa-
ñadas de alzamientos y rebeliones populares de distinta intensi-
dad, desembocando todas estas pugnas en la Guerra Federal (R.
Sánchez, 2003; 2007a: 18-21; 2008b: 1, 3). Ya desde mucho an-
tes de desatarse ese conflicto, Zamora estaba familiarizado con
las obras de los representantes del Socialismo Utópico (conocido
por sus colaboradores), observándose esto en su ideario político
producto de las lecturas que efectuó y de sus propias reflexiones
sobre la realidad socioeconómica venezolana, complementadas
con su admiración hacia varias figuras históricas que lucharon
en su momento por los sectores excluidos en otros países (Brito
Figueroa, 1974/1996: 32, 215, 473; Britto García, 2009). Bajo
las condiciones socioeconómicas y políticas existentes en Vene-
zuela para la época de Zamora, con la impronta de su liderazgo
[ 98 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

la Guerra Federal fue una lucha campesina de contenido agrario


y antilatifundista, pero debido a la presencia de capas sociales
urbanas y al ideario político predominante en ese movimiento,
la Guerra Federal pudo haber sido una tentativa de revolución
democrático-burguesa que no se realizó como fuerza transforma-
dora de la estructura de clases y del Estado existentes para aquel
momento (Brito Figueroa, 1974/1996: 508).
Zamora tenía claridad en la importancia de tener unas po-
derosas fuerzas armadas (en aquel entonces con sus componentes
terrestre y naval), organizadas para asegurar el triunfo de pueblo
en algo que no era una simple revuelta, sino un intento de hacer
una Revolución para instituir y consolidar un verdadero gobierno
nacional, popular y democrático. Sobre ese propósito, no solo
era de la opinión de hacer conocer al pueblo las razones por las
que lucha su ejército, sino que se esforzó con sus colaboradores y
con el apoyo de veteranos de la guerra de independencia, en que
este cuerpo armado fuese verdaderamente del pueblo tanto en sus
objetivos como en su origen y conformación, es decir, el ejército
visto como pueblo en armas, constituido por miembros de las
clases explotadas (participando hombres y mujeres), en un prin-
cipio fragmentado como facciones de sediciosos (según el enfo-
que estigmatizador de la oligarquía) pero bajo Zamora quedaron
unificadas como fuerza debidamente organizada y políticamente
orientada con el nombre de Ejército del Pueblo Soberano, deno-
minación que empezó a usar desde 1846 cuando participó en la
insurrección campesina de aquel año para enfrentar al ejército de
la oligarquía (Brito Figueroa, 1974/1996: 118-127, 137, 291-
293). En pocas palabras, Zamora encarna el precepto de la Unión
Cívico-Militar, o sea, la fusión del pueblo y la fuerza armada para
hacer la Revolución, mostrando su firme convicción en ese senti-
do al usar el kepis y el sombrero (Brito Figueroa, 1974/1996: 2).
[ 99 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Con el asesinato Zamora queda truncada la lucha por la


igualdad. Se concretó un simple cambio de opresores pero sin
destruirse la estructura socioeconómica de la sociedad agraria
que servía de fundamento material para el poder de la oligarquía,
ahora acompañada de nuevos actores socialmente ajenos a su cla-
se. Los sectores oligárquicos pactaron con algunos líderes rebel-
des, a quienes les concedió tierras y poder político, planteando
conjuntamente con ellos el supuesto logro de la igualdad social
y racial, mientras que en realidad la desigualdad continuaba (J.
García, 2005: 28). Con la Guerra Federal se culminó formalmen-
te el cumplimiento de los anhelos populares de emancipación
social, exteriorizados durante la lucha independentista y usados
como promesas por la oligarquía; este fue un triunfo ideológico
del pueblo que le permitió a la oligarquía apaciguarlo durante
mucho tiempo en sus intentos de rebelión social, a costa del desa-
rrollo del sentimiento del igualitarismo social entre las masas (R.
Sánchez, 2003; 2007a: 18; 2007b: 5). En ese sentido, los sectores
dominantes restringieron el alcance de los principios de igualdad
social y de lucha antioligárquica a meras consignas oficiales, usa-
das estas a partir de 1816 para incorporar a las masas populares
al proceso independentista; la oligarquía tuvo que verse obligada
a aceptar el modelo de Estado liberal democrático para controlar
la rebelión popular, dejando a un lado la visión conservadora que
buscaba revivir la sociedad discriminadora y excluyente de la co-
lonia, según R. Sánchez (2007a: 18; 2007b: 4).
Las mejores tradiciones revolucionarias del pueblo vene-
zolano —simbolizadas por Ezequiel Zamora— expresadas des-
de la segunda mitad del siglo xix, están representadas como la
raíz histórica del Socialismo, constituidas a consecuencia de la
Guerra Federal en su perfil de guerra campesina y en general de
movimiento democrático, revolucionario y popular, sumado a la
[ 100 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

fuerza ideológica del igualitarismo social y la lucha por su mate-


rialización (Brito Figueroa, 1972/1996: 509).
Luego de finalizada la Guerra Federal, la población libre de
origen africano continuó en condición de peonaje, una verdadera
situación de semiesclavitud que los esclavos ya empezaron a su-
frir desde finales del siglo xviii, convertidos luego en peones por
cuyo trabajo recibían salarios que les eran pagados con fichas sólo
intercambiables, en los establecimientos de sus antiguos amos,
por productos con precios mucho mayores que en el mercado,
algunos importados por casas comerciales europeas que, con sus
actividades mercantiles, reforzaron el sistema semifeudal del peo-
naje en beneficio de la oligarquía terrateniente mientras impe-
dían la acumulación de capital nacional, pues a los ganaderos y
latifundistas les otorgaban y luego les cobraban préstamos a altos
intereses, pagándoles por las cosechas precios inferiores a los exis-
tentes en el mercado. Los peones no tenían acceso a la educación
ni al trabajo digno, y el nuevo Estado oligárquico-burgués no
hizo respetar a favor de ellos las leyes que propiciaban la igualdad
y la responsabilidad social, pero sí se encargó de institucionalizar
el proceso de enfeudamiento de la mano de obra esclava, cuya
posterior emancipación legal efectuó ese mismo Estado que re-
presentaba el pensamiento de las clases dominantes, cuyo poder
político era sostenido por la explotación de la población que cul-
tivaba las tierras, disfrutando todavía de la riqueza generada por
los antiguos esclavos ahora convertidos en peones (Brito Figue-
roa, 1972/1996: 402, 403, 422, 424; De la Plaza, 1973: 14, 15,
23; J. García, 2005: 28).
En suma, «la ausencia de un sólido liderazgo colectivo que
continuara la lucha cercenó las posibilidades de triunfo de los
desposeídos» (R. Sánchez, 2003), que en caso de haber triunfa-
do hubiera afectado los intereses políticos y económicos de las
[ 101 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

burguesías de Estados Unidos, Inglaterra, Francia y de lo que


después sería Alemania, viéndose obligadas a actuar cada una en
favor de cualquiera de las facciones oligárquicas contendientes
que les resultara más beneficiosa (Brito Figueroa, 1974/1996:
281, 344, 445, 458-467), tomándose en cuenta que las diferen-
cias político-doctrinarias de esas facciones (entre el Conservadu-
rismo mantuano o godo compartido por civilistas y militaristas,
y el Liberalismo burgués de latifundistas arruinados y caudillos
militares marginados del poder político) no les impedía —dada
la coincidencia de sus intereses de clase— actuar unidas contra
la insurrección del pueblo, su enemigo común con quien tenían
contradicciones antagónicas (Brito Figueroa, 1974/1996: 45, 46,
468). Pero a diferencia de la actuación de las burguesías europeas
en apoyar a las fuerzas más retrógradas en otras naciones, Zamora
mantuvo una potencial vocación de solidaridad internacionalista
acerca de las contiendas libradas en Colombia por los mismos
ideales enarbolados en la Guerra Federal, sin olvidar su postura
de retomar la idea bolivariana de reconstruir la Gran Colombia
como una federación de naciones (Brito Figueroa, 1974/1996:
450; Vitale, 1997b: 97).
Se observa así que desde el fin de las luchas contra España, en
las nuevas naciones de América Latina la independencia fue po-
líticamente anticolonialista, pero de ninguna manera fue social-
mente revolucionaria porque predominó con muy pocos cambios
la vieja estructura social heredada del período colonial (Mujica,
1982: 68; Naudon, 2007: 136), combinada por las oligarquías
con las formas políticas de la democracia liberal burguesa instau-
radas para su propio beneficio (Brito Figueroa, 1974/1996: 66,
67), al comienzo fracasando relativamente en esa mixtura por no
haber burguesías nacionales suficientemente desarrolladas —des-
de la perspectiva capitalista europea— ante el vacío dejado por
[ 102 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

la desaparición del orden colonial y el aislamiento geocultural de


buena parte de la población, dando paso a la existencia de un alto
grado de desintegración política y geográfica sumada a situacio-
nes de inestabilidad política creadas por las guerras civiles (Vita-
le, 1997b: 88-98) combinadas con el fenómeno del caudillismo,
caldo de cultivo para la aparición de autocracias unificadoras que
en algunos casos mantuvieron el aislamiento inmovilista de la
estructura tradicional, y en otros implicaron cambios sociales y
económicos en el sentido modernizante del capitalismo (como
medidas educacionales, construcción de transporte, desarrollo
del ferrocarril y el telégrafo, inversión extranjera, mayor inte-
gración a la economía del sistema capitalista mundial, etc.) pero
subordinándole compleja y contradictoriamente a las relaciones
precapitalistas de producción al no eliminarse el latifundio ni
plantearse la aplicación de la reforma agraria, sucediéndose luego
—durante períodos desiguales para sus respectivas naciones— di-
ferentes gobiernos enmarcados en los esquemas de la democracia
representativa o surgidos bajo la figura de dictaduras miliares,
pero en ambos casos al servicio de las oligarquías trasmutadas
parcialmente como burguesías de países donde terminó de ins-
taurarse el capitalismo dependiente (Germani, 1962: 235-237;
Juárez, 2007-2008: 247; Naudon, 2007: 175-177), no solo ma-
terializando su dominio en el aspecto económico sino también
convirtiendo el pensamiento liberal burgués en el pilar ideológico
hegemónico de esas sociedades.
Cuando en América se desarrollaron las condiciones que
dieron pie a la situación antes descrita, en Europa Karl Marx
y Friedrich Engels efectuaban sus críticas al Socialismo Utó-
pico francés, tomando de este determinadas aportaciones para
relacionarlas con las premisas de la Economía Política inglesa
y la Filosofía Clásica alemana, dando así origen al Socialismo
[ 103 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Científico, uno de los componentes del Marxismo (Lenin, 1913/


sf ), consistente en una propuesta de reorganización de la socie-
dad —sintetizada en el Manifiesto Comunista de 1848— que
niega dialécticamente al capitalismo, y por ende al Liberalismo
durante esa coyuntura histórica. De aquí en adelante, cuando se
haga mención al Socialismo, queda sobreentendido que se está
haciendo referencia al Socialismo Científico, concebido en su
concepción teórica como antecedente, en la aparición futura a
largo plazo, del Comunismo propiamente dicho como su reali-
zación práctica (Silva, 1982: 197-199), distinto este último del
Comunismo Primitivo por la base científica —inexistente en el
caso del Socialismo Utópico— que le crea el Marxismo, con el
uso del Materialismo Dialéctico como concepción filosófica del
universo y método científico de gran precisión aplicado al estu-
dio tanto de la naturaleza como del pensamiento y la sociedad,
dando origen en este último ámbito a la aparición del Materialis-
mo Histórico, concepción histórico-dialéctica de la sociedad que
expone perspectivas científicamente sustentadas de su futura y
necesaria transformación revolucionaria orientada a la superación
de la alienación y la explotación entre los seres humanos (Politzer:
1935-1936/sf; Kohan, 2005).
El sistema capitalista mundial se fue fortaleciendo durante el
siglo xix con mayor fuerza que antes, escenario sobre el cual en
América se configuraron repúblicas donde las riquezas nacionales
quedaron en manos de las oligarquías criollas, aunque nuestros
países seguían dependientes del mercado mundial, pasando pri-
mero por la dependencia comercial-exportadora propia de la épo-
ca colonial, pero bajo una situación semicolonial consolidada con
relación a Inglaterra, sumiéndose paulatinamente estas repúblicas
en la dependencia financiero-industrial hacia Estados Unidos des-
de fines del siglo xix y comienzos del siguiente, período cuando
[ 104 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

ocurre la transformación de la sociedad rural en urbana y se inicia


el proceso de industrialización dependiente (Dos Santos, 1967:
308; Vitale, sf/2003-2006: 1). Mientras en los países dependien-
tes ocurrían estas transformaciones, según Lenin (1917/sf: 47)
y Mandel (1974: 31) en las naciones dominantes el capitalismo
pasaba posteriormente a 1880, de una fase de libre competencia
a una monopolista (Juárez, 2007-2008: 246, 247) denominada
Imperialismo, que por originarse en países donde las relaciones
socioeconómicas capitalistas eran hegemónicas, es una fase muy
distinta a las etapas imperialistas de otros modos explotadores de
producción, y que sustituía a los imperios español y portugués,
en cuyas respectivas metrópolis predominaban las relaciones so-
cioeconómicas feudales (De la Plaza, 1973: 16). Este capitalismo
imperialista se caracteriza por:
1) la concentración de la producción y del capital llegada
hasta un grado tan elevado de desarrollo que ha creado los
monopolios, que desempeñan un papel decisivo en la vida
económica; 2) la fusión del capital bancario con el industrial
y la creación, sobre la base de este «capital financiero», de la
oligarquía financiera; 3) la exportación de capital, a diferencia
de la exportación de mercancías, adquiere una importancia
particular; 4) la formación de asociaciones internacionales
monopolistas de capitalistas, las cuales se reparten el mundo,
y 5) la terminación del reparto territorial del mundo entre las
potencias capitalistas más importantes. El imperialismo es el
capitalismo en la fase de desarrollo en la cual ha tomado cuer-
po la dominación de los monopolios y del capital financiero,
ha adquirido una importancia de primer orden la exportación
de capital, ha empezado el reparto del mundo por los trusts
internacionales y ha terminado el reparto de todo el territorio
del mismo entre los países capitalistas más importantes (Le-
nin, 1917/sf: 47, 48).
[ 105 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Bajo estas condiciones las relaciones de las naciones america-


nas con las potencias capitalistas europeas y Estados Unidos se de-
finen sobre la división internacional del trabajo, configurada por
la dependencia de las primeras —periferia— con las segundas —
centro— como una relación de subordinación acentuada en gran
escala por la modificación o recreación de las relaciones de pro-
ducción de las naciones subordinadas (Marini, 1991/2003-2007:
3), condicionándose y limitándose desde los países dominantes
—productores de manufacturas— el crecimiento y el desarrollo
industrial de los países dependientes —productores agrícolas y de
materias primas— en modo desigual entre estos, cuyas economías
dejan de estar aisladas para hacerse complementarias —en el mar-
co de las relaciones de competencia entre productores privados y
que son propias de un sistema internacional desigual y combina-
do— debido al avance tecnológico en la producción y la comu-
nicación generado por la revoluciones comercial e industrial (Dos
Santos, 1967: 302), avance que formaba parte de los proyectos
desarrollistas que adoptaron los países latinoamericanos de ma-
yor peso para sobrellevar la desconexión creada con las potencias
europeas luego de la participación de estas en la Primera Guerra
Mundial, ocurrida entre 1914 y 1918 (Regalado, 2008: 3).
Antes de esa conflagración interimperialista, entre Estados
Unidos e Inglaterra se había suscrito el Tratado Hay-Paucenfote en
1901 acerca la construcción y uso del Canal de Panamá, repre-
sentando ese documento el reconocimiento implícito de las esfe-
ras de influencia de las potencias europeas, las cuales aceptaban la
dominación estadounidense sobre los países latinoamericanos al
norte del río Amazonas, mientras que Estados Unidos consiente
momentáneamente el respeto de los intereses europeos y del im-
perio neocolonial inglés en el resto de América del Sur (Regalado,
2009: 4, 5). Ya durante aquella época esas potencias consideraban
[ 106 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

que nuestro país ocupa una ubicación geoestratégica especial-


mente importante esa región continental, pues «Venezuela es el
meollo geopolítico del subcontinente, es la cabeza de playa; quien
tome a Venezuela, tomará el resto de la América», según sostu-
vo Halford John Mackinder en opinión también compartida por
otros padres de la ciencia geopolítica, tal como lo señala el general
Jacinto Pérez Arcay (Elizalde y Báez, 2004: 86, 87).
Durante el proceso de despliegue del imperialismo y su in-
cidencia en América Latina y el Caribe, para el año 1910 esta-
lla la Revolución Mexicana (que se mantuvo aproximadamente
hasta 1940), precedida cincuenta y un años antes por la Guerra
Federal en Venezuela. Enmarcadas en los respectivos marcos so-
ciohistoricos que los diferencian, ambos sucesos reivindican las
aspiraciones campesinas por un orden social justo, sintetizadas
para el caso mexicano en el lema «Tierra y libertad» (análogo a la
consigna venezolana «¡Tierras y hombres libres!»), pero diferen-
ciándose por sus particulares condiciones socioculturales e his-
tórico-poblacionales, predominando fuertemente en México el
componente indígena mientras que en Venezuela los sectores des-
poseídos son fundamentalmente de origen negro y mestizo (Brito
Figueroa, 1972/1996: 502). La Revolución Mexicana —liderada
por Francisco «Pancho» Villa y Emiliano Zapata— fue de carác-
ter indígena, pero también constituyó el primer gran movimien-
to radical e insurreccional de masas del siglo xx, el primero que
ocurría en la historia contemporánea del hemisferio americano, y
el primero en tener una clara tendencia anticapitalista, rompien-
do con el orden capitalista imperante en la sociedad mexicana,
fortaleciéndose en ese sentido con las luchas obreras y sindica-
les a pesar de la incipiente existencia del proletariado (Santana,
2007: 104, 105; Buen Abad, 2007: 1; Juárez, 2007-2008: 247,
261, 262; R. González, 2009: 262), razones todas estas —entre
[ 107 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

muchas otras— que implicaron por distintos medios la intensifi-


cación de la intervención imperialista de Estados Unidos —den-
tro y fuera de México— a lo largo y después del tiempo que duró
este proceso revolucionario (Santana, 2007: 106-108, 115, 116;
Regalado, 2009: 6, 7).
La Revolución Mexicana tuvo hondo impacto en América
Latina por su esencia popular y antiimperialista, primero con sus
consignas agraristas y de reivindicación nacional, y después con la
reforma agraria y la nacionalización del petróleo, creando grandes
expectativas, solidaridad y sentimientos revolucionarios en vastos
sectores populares de nuestro continente (Santana, 2007: 105;
R. González, 2009: 270), sirviendo de factor estimulante para
el impulso de ideas y políticas progresistas en la región, sobre
todo durante esa época cuando predominaba una economía agrí-
cola y minera monoexportadora en los países latinoamericanos,
inspirando en sus pueblos el pensamiento nacionalista, agraris-
ta, democrático, popular, revolucionario y antiimperialista (Di
Tella, 1995/sf: 3-5; Juárez, 2007-2008: 264), manifestándose la
influencia de la Revolución Mexicana a través de diversas luchas
y movimientos políticos contrarios a los gobiernos oligárquicos
supeditados al imperialismo, como por ejemplo en el caso de
Venezuela, demostrando su actitud de rechazo a la dictadura de
Juan Vicente Gómez (1908-1935), así como facilitando su apo-
yo a los oponentes de ese régimen, algunos de los cuales (como
Salvador de la Plaza y Gustavo Machado, entre otros) fundaron
en 1926 el Partido Revolucionario Venezolano (PRV), núcleo de
donde se crearía más adelante el Partido Comunista de Venezuela
(PCV) en 1931 (G. Martínez, 2004: 10; Santana, 2007: 109-
115; Elías, 2009), y en 1936 recibiendo como exiliado a Miguel
Acosta Saignes (Dávila, 2010: 122, 123). En suma, la Revolución
Mexicana mostró el alcance iberoamericano de su nacionalismo
[ 108 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

antiimperialista, sirviendo de atractor ideológico común para


actores provenientes de otros países americanos y de derroteros
socialistas, estudiantiles, marxistas y comunistas, más allá de las
diferencias ideológicas y políticas que llegaron a tener sus prota-
gonistas (Carvallo, 2006).
Con la Revolución Mexicana se propició la aparición de la
pintura muralista con gran contenido social y nacionalista (San-
tana, 2007: 108, 109), entre muchas otras manifestaciones cul-
turales que expresaban el reconocimiento del elemento mestizo
e indígena como componente esencial del gentilicio mexicano,
impulsándose también novedosas investigaciones etnológicas que
sirvieran al conocimiento de nuestras poblaciones autóctonas. Por
el impulso indirecto del proceso revolucionario mexicano, a fines
de la década del veinte e inicios de los años treinta del siglo xx
se comenzó a desarrollar la novelística social en América Latina,
abocada a la crítica social o de protesta, reflejando literariamente
con creciente interés los problemas nacionales, y particularmente
la explotación del campesinado. Por otra parte, las campañas edu-
cativas masivas impulsadas por la Revolución Mexicana sirvieron
de referentes imitados por muchos otros países latinoamericanos
(R. González, 2009: 270).
La debilidad de la Revolución Mexicana era la debilidad del
campesinado que la protagonizó, siendo este suficientemente
fuerte para derrocar el orden existente —e incluso sumar otras
fuerzas para enfrentar la reacción contrarrevolucionaria— pero
no para enrumbarla en una dirección determinada (Buen Abad,
2007: 2; Woods, 2010). Partiendo de Buen Abad (2007: 2) y
Juárez (2007-2008: 261, 262), esta fue una revolución anticapi-
talista carente del sujeto social y político apto para dirigirla hacia
la concreción de sus tareas primordiales que la pudieran orientar
hacia el Socialismo, tal como cuando quizás Zapata (1918) lo
[ 109 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

preveía al creer necesaria la unión entre los obreros y campesinos


mientras se refería a la Revolución Rusa, planteando que la justi-
cia humana ganaría mucho si los pueblos de América y Europa:
… comprendiesen que la causa del México revolucionario y
la causa de la Rusia irredenta, son y representan la causa de la
humanidad, el interés supremo de todos los pueblos oprimidos
[… dada] la visible analogía, el marcado paralelismo, la abso-
luta paridad, mejor dicho, que existe entre ese movimiento y la
revolución agraria de México.
No es de extrañar, por lo mismo, que el proletariado mun-
dial aplauda y admire la revolución rusa, del mismo modo que
otorgará toda su adhesión, su simpatía y su apoyo a esta revolu-
ción mexicana al darse cabal cuenta de sus fines.
[Se requiere hacer] sentir la imperiosa necesidad de acometer a
la vez y de realizar juntamente las dos empresas: educar al obre-
ro para la lucha y formar la conciencia del campesino.
Es preciso no olvidar que en virtud y por efecto de la solida-
ridad del proletariado, la emancipación del obrero no puede
lograrse si no se realiza a la vez la liberación del campesino.
De no ser así, la burguesía podría poner estas dos fuerzas, la
una frente a la otra, y aprovecharse, por ejemplo, de la igno-
rancia de los campesinos para combatir y refrenar los justos
impulsos de los trabajadores citadinos; del mismo modo que,
si el caso se ofrece, podrá utilizar a los obreros poco conscientes
y lanzarlos contra sus hermanos del campo.
[Deben propagarse] en sus respectivos países los ideales del
agrarismo; el programa de la revolución mexicana y los grandes
triunfos alcanzados en el terreno de las realidades con nuestros
modestos luchadores indígenas, incansables y firmes después
de ocho años de lucha.

[ 110 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

La Revolución Mexicana destruyó el poder de la vieja oli-


garquía agraria, sentó las bases para un desarrollo más amplio
de la industrialización capitalista y, por lo tanto, la aparición del
proletariado mexicano, pero al final la revolución permaneció
incompleta, inacabada, fallida e interrumpida al ser encauza-
da hacia los intereses de la burguesía, logrando a su favor la
instauración del régimen oligárquico-burgués que todavía sigue
imperando en México (Juárez, 2007-2008: 263; Woods, 2010).
La Revolución Rusa ocurrió siete años después del estallido
de la Revolución Mexicana, derribando en plena Primera Gue-
rra Mundial (1914-1918) a la monarquía zarista que mantenía
a Rusia sumida bajo el dominio de la nobleza feudal y una na-
ciente burguesía, sectores desplazados por el Partido Bolchevi-
que —orientado por la doctrina marxista— bajo el liderazgo
de Vladimir Lenin con el fin de iniciar la construcción del So-
cialismo con la unión de los obreros y los campesinos (Trotsky,
1932/2007; Hobsbawm, 1999: 62-78; Naudon, 2007: 128-
131). Con un alcance mayor que su par mexicana, la Revolu-
ción Rusa representó un serio desafío para el sistema capitalista
mundial —que organizó una contundente y fracasada interven-
ción militar de varios países con el fin de destruirla— y tuvo
gran repercusión en todo el planeta, particularmente en Amé-
rica Latina, cuyos pormenores se pueden encontrar explicados
en los textos de Aricó (1991), Di Tella (1995/sf: 3-8, 9, 10-12,
17, 20, 21) y Espinoza (2007). Sin embargo, ya desde la desa-
parición física de Lenin la Revolución Rusa empezó a desviarse
de sus propósito originales, afectando grandemente al resto del
movimiento revolucionario internacional (Hobsbawm, 1999:
78-82), sin desmeritar los logros que esta tuvo en las esferas
social, económica, cultural y política, entre muchas otras.

[ 111 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

En ese sentido, luego de consumada las Revoluciones Mexi-


cana y Rusa, y de haber culminado la Primera Guerra Mundial,
en América Latina se desencadenó una serie de luchas influencia-
das por la Internacional Comunista (también llamada Tercera In-
ternacional o Comintern, con sede en Moscú) durante la segunda
y tercera década del siglo xx (según Pablo González Casanova,
citado por Gustavo Martínez, 2004: 6), mientras que en Venezue-
la la dictadura de Juan Vicente Gómez ya se había constituido en
defensora del latifundismo semifeudal y del entreguismo neoco-
lonial, otorgando concesiones petroleras a empresas extranjeras en
condiciones ruinosas para el país, cuyo comercio de exportación
e importación se orientó definitivamente hacia Estados Unidos
—sustituyendo a Europa— luego de la Primera Guerra Mundial,
transformando la economía agroexportadora venezolana en una
economía casi exclusivamente exportadora de petróleo, paulatina-
mente pasando nuestro país a tener una población mayormente
concentrada en las ciudades que en el campo; para sostener estas
nuevas relaciones de dependencia (que seguían manteniendo a
Venezuela en la periferia capitalista), junto a la explotación de los
campesinos y de la creciente clase obrera, el régimen gomecista
eliminó todo signo de libertades y actividades progresistas para así
enfrentar las luchas de esos sectores por sus reivindicaciones (De
la Plaza, 1973: 23, 24, 27-31; Vitale, 1981: 1-7).
Bajo estas circunstancia que reforzaban el atraso y la pobreza
del país, se creó clandestinamente el Partido Comunista de Ve-
nezuela (PCV) en 1931 (Cristóbal, 2005), aunque ya en 1926 se
había creado la primera célula comunista en las montañas de Lara
(Linárez, 2006: 14), posterior a la misión asignada en 1923 por la
Tercera Internacional al venezolano Aurelio Fortoul para iniciar
las actividades políticas de los comunistas en nuestro país, «con-
tando con un grupo revolucionario bajo la dirección colectiva
[ 112 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

de los camaradas Salvador de la Plaza, Pio Tamayo, Gustavo y


Eduardo Machado, Ricardo Martínez, entre otros» (Subdiaga,
2011), sin soslayar la previa difusión que en Venezuela se le dio
primero a los ideales del Socialismo Utópico, y después con más
intensidad a los del Marxismo (Brito Figueroa, 1972/1996: 504-
507), uno de cuyos más decididos promotores fue Cecilio «Chío»
Zubillaga Perera (1887-1948), periodista e intelectual cuya labor
desde su natal Carora tuvo incidencia entre los revolucionarios
venezolanos, y quien partió desde su condición de adepto al Cris-
tianismo hasta evolucionar hacia el Socialismo, pero mantenien-
do una fundamentada visión sobre la coherencia entre ambos
cuerpos doctrinarios, como con brevedad y profundidad la ex-
plica Hernández Wohnsiedler (2010), quien menciona que es de
«Chío» Zubillaga la expresión «Nazareno Socialista».
Para tener mayor conocimiento, comprensión y valoración
sobre la envergadura histórica y la trascendencia humana que re-
presenta la praxis política de «Chío» Zubillaga para la Revolución
Bolivariana, es pertinente consultar a su discípulo el poeta Alí
Lameda (sf/2009) y al periodista Juan Páez Ávila (1982/2006;
1988/2006), unos de sus biógrafos.
En resumen, manteniendo una visión de totalidad de los
hechos antes presentados como parte de lo que se puede llamar
como Revolución Mundial manifestadas en sus diversas variantes,
la Revolución Haitiana, el proyecto revolucionario de Simón Bo-
lívar, la Guerra Federal y las Revoluciones Mexicana y Rusa repre-
sentaron en su momento unos nudos críticos —de alguna u otra
forma históricamente interconectados entre sí— que amenazaron
no solo el dominio de las clases explotadoras (nacionales y extran-
jeras) de los respectivos países donde estas actuaban, sino todo el
complejo entramado de relaciones sustentadoras del sistema capi-
talista mundial y al pensamiento liberal burgués —hegemónico
[ 113 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

en este desde la Revolución Francesa— que la justificaba ideológi-


camente ante los pueblos donde hacía sentir su influencia, sabien-
do aprovechar para su fortalecimiento las debilidades y tropiezos
—que estos tuvieron en los planos objetivo y subjetivo al intentar
emanciparse— para neutralizar, anular, estacar o hacer retroceder
tales intentos de crear sociedades más igualitarias, pero nunca ha
logrado eliminarnos del imaginario colectivo de los explotados,
excluidos y desposeídos. Con estas consideraciones, es alecciona-
dor y pertinente lo que nos dice R. González (2009: 269):
Las revoluciones por lo general siguen un desarrollo ondulatorio
y la práctica enseña que en su camino son inevitables deter-
minados virajes. La actividad y el entusiasmo de las masas que
hacen la Revolución no pueden sostenerse en un mismo nivel
indefinidamente. Si el factor subjetivo no ha madurado lo sufi-
ciente, si los dirigentes revolucionarios no son capaces de orien-
tar la energía popular a la solución de nuevas tareas, ni corregir
la dirección de su movimiento, entonces, las caídas, los retroce-
sos, las interrupciones en el desarrollo de la Revolución pueden
convertirse en parálisis y llevarla a su fin e incluso a la derrota.

En el período histórico hasta aquí analizado no se puede de-


jar de mencionar la aparición del Anarquismo durante la segunda
mitad del siglo xix y el hito revolucionario de la Comuna de París
(1871), sin desmeritar la importancia de ambos elementos aun-
que no se hayan abordado con detalle, propósito que desviaría el
curso trazado en el presente trabajo.

1.3. Asomos premonitorios de un nuevo sistema mundial

Para Wallerstein (sf: 3), la Revolución Mundial tuvo su máxima


expresión en 1968, presagiando la larga fase terminal del sistema
capitalista mundial y socavando la geocultura liberal que lo man-
tenía unificado, atravesando desde ese momento una severa crisis,
[ 114 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

es decir, aún está sufriendo dificultades que no pueden ser resueltas


dentro del propio marco en que se desenvuelve, debiendo zanjarse
por fuera y más allá de sus propios parámetros, siendo inevitable
por parte de las fuerzas revolucionarias tomar una decisión sobre
la manera de abandonarlo y sustituirlo por otro(s) sistema(s).
Uno de las aristas resaltantes de esta crisis es el rechazo al
orden mundial sujeto al poder hegemónico de los Estados Uni-
dos (conjuntamente con la Unión Europea), simultáneamente
entrelazada con la crítica hacia la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas (URSS), el presunto antagonista de los Estados Unidos
desde la Revolución Rusa de 1917, pero que en rigor estaba en
connivencia con el orden mundial establecido según Wallerstein
(sf: 59), sobre todo porque desde 1924 (año del fallecimiento
de Vladimir Lenin y del comienzo del período estalinista) hasta
1991 se había consolidado el capitalismo de Estado y no el So-
cialismo en esa nación, contradictoriamente en nombre del cual
una élite burocrática falsificó, deformó y desvirtuó gradualmente
al llamado Socialismo Real que representaba la URSS (Trotsky,
1936/2001), haciendo lo mismo con el Marxismo (creando una
suerte de «Marxismo» Soviético, adjetivo este último que debiera
ser reivindicado), siendo todo esto lo que se configuró ideológi-
camente como Estalinismo, dado que los fenómenos aquí cri-
ticados ocurrieron durante el gobierno del líder soviético Iósif
Stalin, tópico objeto de un debate que no debe negar los éxitos
alcanzados en los intentos de construcción del Socialismo en la
URSS, por más desviaciones que allí se hayan generado en vida
de Lenin y Stalin aun a pesar de ambos.
Precisamente por este último factor sería absurdo negar la
ofensiva capitalista que significó la Segunda Guerra Mundial
(1941-1945) contra la URSS, la cual pese a todo representaba
una esperanza para construir el Socialismo a nivel planetario.
[ 115 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Con relación al debate acerca del legado de Marx y de la URSS,


para profundizar en tal tema es recomendable leer, con mucho
sentido crítico y honradez intelectual, los textos de Gil de San Vi-
cente (sf ), Yáklovev (1983), Sousa (1998/sf ), Martens (1992/sf;
1996/2003), Ernesto Ceballos (2006), Gil De San Vicente y Tos-
cano (2007/sf ), Avalus (2007), Calello (2007), Lander (2008) y
Biardeau (2011a; 2011b), así como a El Troudi y Bonilla (2004:
109-115) en esa doble vertiente y acerca de los efectos que oca-
sionó en la izquierda venezolana.
Puesto que ningún grupo o clase social se suicida, la élite
gobernante en la URSS (modelo idílico para cierta capas sociales
aspirantes a ser una nueva burguesía en el seno del actual Proceso
Revolucionario en Venezuela) eliminó la democracia participati-
va de los Soviets o Consejos de obreros y campesinos, secuestró
el poder para sostener sus privilegios, desarrolló y acentuó el bu-
rocratismo en el aparato de Estado, impuso un régimen auto-
ritario con discurso socialista, ejerció el control de los medios
sociales de producción, y aspiró desde el principio a constituirse
en una futura burguesía, decisiones estas que en su momento
las habían vislumbrado León Trotsky (1938/sf: 22-24) —quien
terminó al lado del imperialismo— y Ernesto «Che» Gueva-
ra (1962-1965/2006: 125, 126, 135-137, 144, 145, 152-154),
conllevando así a la postrera disolución de esa nación junto con la
simultánea restauración del capitalismo, como lo plantean Igle-
sias (1951) y O. Martínez (2006). No obstante, la URSS consti-
tuía un referente obligado, para muchos movimientos revolucio-
narios en el mundo, por haber derrotado al nazifascismo europeo
y alcanzado gigantescos logros (pese a los intereses de su cúpula
gobernante) en diversos órdenes al pasar, de un país semifeudal
y atrasado, a una gran potencia mundial con un envidiable nivel
de vida para su pueblo, decayendo luego de su disolución. Estos
[ 116 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

y otros elementos son tocados por Boron, Chomsky y otros (sf ),


Dacal (2004), Talbot (2009), Kotz y Weir (2011).
¡Lo que fracasó en la URSS no fue el Socialismo sino el capi-
talismo de Estado en lo económico y el totalitarismo con lenguaje
panfletariamente marxista en lo político! «El ideal socialista no
pierde vigencia por los errores humanos» (El Troudi, 2007: 198).
Aunque se dé la impresión de haber una desviación de la
temática central (pues el contenido de fondo es el mismo), y para
refutar las manipulaciones mediáticas creadas por los aparatos
ideológicos del capitalismo, se hace necesario efectuar estos seña-
lamientos dada la influencia de la Revolución Rusa (referida en las
líneas anteriores), y sobre todo de la Revolución Cubana de 1959
(ambas de orientación marxista), en la aparición de partidos de
izquierda y movimientos guerrilleros que luego protagonizaron la
Lucha Armada por la Liberación Nacional y el Socialismo, tanto
en Venezuela como el resto de Latinoamérica desde la década de
los años sesenta del siglo xx.

1.3.1. Los ciclos de la lucha popular en Venezuela a partir de 1958

El régimen derrocado en Cuba el 1º de enero de 1959 —por la


guerrilla bajo el mando de Fidel Castro— era uno más de la serie
de dictaduras militares existentes en América Latina y el Caribe
durante la década del cincuenta del siglo xx, en el marco de la
Guerra Fría contra la URSS y el apoyo que esta le daba a los
movimientos de Liberación Nacional en la periferia capitalista,
también tendenciosamente llamada «Tercer Mundo» (Linárez,
2006: 16-18). Estas dictaduras respondían —en los países don-
de gobernaron— a una situación económica dada por el atra-
so de las fuerzas productivas, no pudiendo —ni muchas veces
queriendo— satisfacer las reivindicaciones sociales, ignoradas
por las burguesías sumisas ante el capitalismo internacional y el
[ 117 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

imperialismo estadounidense, considerándose desde sus centros


de poder que los partidos políticos no tenían madurez ni capa-
cidad suficientes para garantizar la gobernabilidad, pero al mis-
mo tiempo se encargaron de acentuar la intromisión imperialista
en la región —incluyendo a nuestro país (Linárez, 2006. 79)—,
tema tratado en la serie de documentales Injerencia: la invasión
silenciosa, dirigida por Ángel Palacios (2006-2007).
Esta intromisión ya existía a todo lo largo de América desde
la crisis económica de la Gran Depresión (entre 1929 y 1933),
que hizo quebrar el imperio neocolonial inglés en América del Sur,
lo que le permitió a Estados Unidos incorporar esa región para
completar su actual área de influencia, facilitado por su cercanía y
su fuerza militar, mientras que por la lejanía de Inglaterra esta de-
pendía del mantenimiento de su capacidad comercial y financiera.
Como resultado de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos
se convirtió en la principal potencia imperialista del planeta, sien-
do parte del mundo bipolar por la ampliación del boque soviéti-
co en Europa Central y Oriental, originándose así la Guerra Fría
(1946-1989) para contener la expansión de las ideas socialistas y
comunistas; Estados Unidos tomó esa coyuntura como instrumen-
to de ampliación y dominación en América Latina, avanzando más
rápido en las áreas política y militar que en la económica, dado
que mientras la prioridad estadounidense era reconstruir a Euro-
pa Occidental hasta convertirla en un bastión del anticomunismo
dirigiendo hacia allá gran parte de sus inversiones en el marco del
Plan Marshall (Garvie, 2002: 121), por otra parte se apoyó en las
clases dominantes de las naciones americanas para instaurar tanto
dictaduras militares o civiles como gobiernos acordes al Libera-
lismo constitucional, todo esto para frenar las luchas populares e
imponer sus intereses, creando diversos organismos y mecanismos
multilaterales para preservarlos (Regalado, 2008: 2, 3, 2009: 7-10).

[ 118 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

En el caso de Venezuela, durante la dictadura del general


Marcos Pérez Jiménez (1952-1958) sufrió un brusco desarrollo
capitalista dependiente y atrofiado en su estructura económica,
y cuya superestructura —como expresión política de la clase do-
minante— estaba anclada en una forma absolutista de gobierno,
desde donde se organizó una capa burocrática que aprovechó su
poder político para beneficiarse de las riquezas del Estado, pero
restándole de esa manera ganancias a las clases dominantes (His-
toria del PRV, 1971/2007: 3; El Troudi y Bonilla, 2004: 29, 32).
Junto a las contradicciones que el régimen de Pérez Jiménez tuvo
con sectores de esas clases sociales, aparecieron otras que aquel
llegó a tener con el imperialismo estadounidense desde la Confe-
rencia de Panamá efectuada en 1956 (Sant Roz, 2009: 401-404).
Esta y otras circunstancias crearon para la dictadura una situación
de crisis a comienzos de 1957, lo cual conllevó a las distintas
cúpulas de la oposición partidista —organizada no solo en torno
al PCV, sino también en AD o Acción Democrática, Copei o Co-
mité de Organización Política Electoral Independiente, y URD
o Unión Republicana Democrática— definir un plan estratégi-
co contra la dictadura, objetivo de la reunión efectuada para di-
ciembre de 1957 entre Rómulo Betancourt (AD), Rafael Caldera
(Copei), Jóvito Villalba (URD) y Gustavo Machado (PCV) en
Nueva York, Estados Unidos (E. Moreno, sf: 6-8), siendo dicha
reunión auspiciada por el aparato político del imperialismo como
parte de las acciones que estaba preparando contra Pérez Jiménez
para cambiar de gobierno, pero sin afectar la situación de depen-
dencia neocolonial a la que Venezuela se hallaba sometida (Sant
Roz, 2009: 401, 412).
Tal como lo asevera José Esteban Ruiz Guevara (Sant Roz,
2010), por presión de Estados Unidos se produjo la caída de la dic-
tadura perezjimenista, ocurrida el 23 de enero de 1958 —explicada
[ 119 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

por Díaz Rangel (2009)— y que propició por parte del pueblo en
la calle la posterior derrota de los brotes del militarismo gorilista,
reforzándose el ambiente propicio para la aparición de corrientes
militares nacionalistas, tanto de derecha como de izquierda, con-
secuencia de la permeabilidad sufrida por las fuerzas armadas ante
la creciente politización del resto de la sociedad en la medida que
crecía la oposición al régimen de Pérez Jiménez (El Troudi y Bo-
nilla, 2004: 33), proceso en el que fue muy activo el PCV hasta el
punto de crear su propio «aparato armado», alcanzando a su vez
desde el año 1957 importantes contactos con oficiales de la Fuerzas
Armadas Nacionales (FAN), con los cuales creó el «Aparato Militar
de Carrera» como muestra del principio de la Unión Cívico-Mi-
litar (Linárez, 2006: 24, 32, 66; Historia del PRV, 1971/2007: 4).
Esta iniciativa del PCV le resultó correcta y tan ventajosa que dos
años más tarde decenas de oficiales le reportaban a esa organiza-
ción. Esto no implicó que ante la caída de Pérez Jiménez, la direc-
ción comunista optara equivocadamente por tener una posición
ambigua frente a la burguesía, que terminó tomando la iniciativa
para controlar el escenario que apareció después (Sant Roz, 2009:
431), ni tampoco que creara una estrategia de poder y un proyecto
democrático, independiente y popular, no haciéndolo ni siquiera
los exiliados de tendencia marxista, quedando en desventaja frente
a la propuesta elaborada desde el exterior por Rómulo Betancourt
y su equipo (Carquez, 1989; 42; Garrido, 2004).
Para ese mismo año el PCV conjuró contra el régimen la crea-
ción de un bloque a conformarse con todas las fuerzas antidicta-
toriales, siendo tal táctica política concretada para el mes de junio
en la aparición de la Junta Patriótica (jefaturada por Fabricio Oje-
da), que se vinculó al Comité Cívico-Militar creado de manera
independiente en octubre de 1957 (Centeno, sf; Carquez, 1989:
126; Díaz Rangel, 2009: 20); luego de la caída de Pérez Jiménez
[ 120 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

el PCV obtuvo enorme prestigio y autoridad entre las masas, así


como sufrió un importante crecimiento en su militancia (Histo-
ria del PRV, 1971/2007: 2, 4). Estas y otras razones dadas por la
dinámica de la Guerra Fría motivaron a los sectores derechistas de
los partidos políticos (AD, Copei y URD), a las clases dominan-
tes y al imperialismo propiciar la creación de un acuerdo de élites
denominado Pacto de Punto Fijo (1958-1998) —ratificación del
Pacto de Nueva York firmado en 1957 por la dirigencia de los
tres partidos antes nombrados— para excluir y anular al PCV en
el escenario político, al igual que preservar la estructura de clases
y las relaciones socioeconómicas propias del capitalismo depen-
diente, e instaurar una clima de aparente estabilidad institucional
—inexistente previamente en Venezuela— con la exaltación del
anticomunismo más furibundo y la implementación de la demo-
cracia representativa burguesa desde 1959, heredando e incorpo-
rando a casi todos los funcionarios importantes y militares par-
tidarios de la recién derrocada dictadura, y subordinándose a las
misma fuerzas sociales que la apoyaron pero luego ayudaron a su
desplome (Sant Roz, 2009: 419, 420), situación que en la prácti-
ca resultó ser esencialmente continuadora del régimen perezjime-
nista en su actuación antipopular, represiva y servil al imperialis-
mo en todos los sentidos (E. Moreno, sf: 11; El Troudi y Bonilla,
2004: 34, 35, 38, 39), creándose una situación revolucionaria
preinsurrecional tan intensa que para 1959 el PCV organizó una
escuela de entrenamiento guerrillero, luego en 1960 surgió una
división en AD, de donde salió el Movimiento de Izquierda Re-
volucionaria (MIR), de carácter socialista (Linárez, 2006: 24, 32,
79; Historia del PRV, 1971/2007: 5), y a comienzos de 1961 el
PCV decide ir a la resistencia armada, línea adoptada también
por el MIR y el ala izquierdista de URD (tendencia que después
se llamó Vanguardia Popular o VP), organizándose a finales de
[ 121 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

ese año los primeros focos guerrilleros ante la confrontación que


se avecinaba contra el régimen puntofijista, en la cual se iban
a involucrar los militares que desde 1957 conspiraron contra la
dictadura de Pérez Jiménez (E. Moreno, sf: 12-15; Linárez, 2006:
35, 38; Cortina, 2010: 1577, 1578).
Haciendo referencia a Farías (2010: 204), a lo largo del año
1958 se experimentó en Caracas un proceso de democracia direc-
ta guiado por las organizaciones e individualidades involucradas
con la Junta Patriótica, incluyendo al PCV, la juventud de AD
—que junto a los comunistas luchó contra la dictadura, organi-
zándose luego como el MIR (Linárez, 2006: 24)— y militares
progresistas, exponiéndose reivindicaciones sobre trabajo, educa-
ción, vivienda, alimentación, salud, respeto a los derechos huma-
nos, soberanía nacional y participación política, todo esto como
expresión de un movimiento social unitario que:
… traía en sus entrañas psico-sociales y políticoculturales, la
emergencia de la insurrección cívico-militar, patriótica, popular
y revolucionaria. La caída de la dictadura, abrió las compuertas
de la democracia política y social. Igualmente, activó las fuer-
zas materiales y espirituales del cambio social revolucionario,
reclamado por los pobres y marginados que se apoderaron de
las calles de Caracas para hacer valer sus derechos soslayados y
negados por las clases sociales y el poder político dominantes…

Empero, los actores políticos que luego impulsarían el Pac-


to de Punto Fijo impusieron una línea reformista, engañosa, de
conciliación de clases para conservar sin muchos cambios el or-
den previamente existente, tomando ventaja de lo que para Bravo
(1980/2004: 60) es un elemento:
… que va a tener influencia en todo el proceso de la lucha
armada que se vivió en Venezuela: cuando cae Pérez Jiménez,

[ 122 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

como no teníamos una estrategia revolucionaria, aunque sí tu-


vimos una táctica correcta para derrotar a Pérez Jiménez, no su-
pimos dar el viraje en la madrugada del 23 de enero y seguimos
viendo al perezjimenismo como el enemigo principal, cuando
ya había sido derrotado; seguimos manteniendo una táctica de
unidad equivocada. Ya habían cambiado quienes eran los ene-
migos principales para después de la caída de Pérez Jiménez y
eso llevó a la dirección revolucionaria a una política de con-
ciliación que se expresó en el llamado a «elecciones ya», en el
pacto obrero-patronal y, en cierta forma, en no desenmascarar
el ala proimperialista de Acción Democrática.

La efervescencia popular en la que estaba inmersa la presen-


cia del PCV luego del fin de la dictadura, así como su decisión
de ir a la Lucha Armada con otros grupos, se refuerzan por una
circunstancia política de gran repercusión internacional. A partir
de 1959, para los países sumidos en la injusticia, la desigualdad y
la opresión, y que deciden liberarse a partir de sus propias fuerzas,
la triunfante Revolución Cubana encarna el ideal de libertad y lu-
cha antiimperialista que la orienta y/o influye en el rumbo de las
gestas libertarias de la mayoría de las corrientes humanistas, mar-
xistas y revolucionarias de América (El Troudi y Bonilla, 2004:
37), ideal a su vez guiado durante su desarrollo por el ejemplo de
la Revolución Rusa.
Ambas revoluciones corresponden a especificidades, circuns-
tancias y realidades distintas. En términos generales, y partiendo
de lo que expone Fabricio Ojeda (1966-1967/2006: 32), el cua-
dro de las contradicciones es diferente entre los países del centro
hegemónico del sistema capitalista mundial, esbozando este he-
cho una correlación de fuerzas también diferente. La contradic-
ción principal de la lucha se concreta entre la burguesía y el pro-
letariado, es decir, entre capitalismo y socialismo, donde la clase

[ 123 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

obrera está llamada a lanzarse como tal a conquistar el Poder Polí-


tico, y a ejercer la democracia popular revolucionaria o dictadura
del proletariado. En torno a ese objetivo gira la alianza de clases,
expresada en la unidad de obreros, campesinos y determinadas
capas de la pequeña burguesía, asegurándose la supervivencia de
la revolución si el resto de la sociedad asume el pensamiento revo-
lucionario inicialmente correspondiente a la clase obrera, en este
caso el Socialismo.
Interpretando a Ojeda (1966-1967/2006: 33) desde una
perspectiva casi totalmente coincidente, pero tomando en cuen-
ta la experiencia histórica y los intereses de clase defendidos por
cada sector social, el panorama antes descrito no ocurre igual en
los países coloniales y dependientes, donde la lucha principal tie-
ne el carácter de una revolución de Liberación Nacional, siendo
una necesidad la ampliación sensible de las alianzas, la caracteri-
zación del Estado y la composición social del gobierno revolucio-
nario. En una nación de estructura colonial, existe la posibilidad
(no necesariamente factible) de que importantes fracciones de la
burguesía (industrial y agropecuaria) y de la pequeña burguesía
jueguen un rol histórico destacado y cumplan determinado pa-
pel revolucionario junto al resto del pueblo. Esa posibilidad se
asienta en estar esos sectores explotados por el imperialismo y
cercados en su desarrollo por los intereses de la burguesía impor-
tadora, la oligarquía financiera y los terratenientes. La conquis-
ta de la independencia nacional y la desaparición del latifundio
concretan el nudo principal de la lucha dentro de una revolución
antiimperialista y antifeudal, distinta en sus objetivos a una revo-
lución socialista, y donde como una fase transitoria el gobierno
es propio de un régimen de democracia policlasista (destinada a
profundizar el Proceso Revolucionario o a retornar al viejo orden
derribado) pero no de democracia popular revolucionaria, la cual
[ 124 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

bien se pudiera establecer si la revolución asume un carácter so-


cialista (dándose así un importante salto cualitativo) en función
del grado de complejidad de variables interrelacionadas, como los
niveles de conciencia del pueblo y la correlación de fuerzas a nivel
nacional e internacional, entre muchas otras.
Para crear y robustecer la mentalidad de Poder Revoluciona-
rio en cualquiera de los dos escenarios —centro y periferia— del
sistema capitalista mundial, a la pugna dada en ambos niveles se
añade como factor vital el esclarecimiento de los hechos objetivos
que dan origen a las metas de la revolución en cada etapa históri-
ca, la composición social del gobierno revolucionario, y la situa-
ción general creada por el desarrollo del proceso mismo. La toma
de conciencia por parte del pueblo y sus adversarios se produce
alrededor de los intereses nacionales y de clase, hecho durante el
cual los campos de lucha se van identificando progresivamente,
aumentando la correlación de fuerzas a favor de la revolución en
la misma forma y a medida que la mentalidad de Poder Revolu-
cionario se adentra en las clases ideológicamente más atrasadas y
estas toman conciencia de su fuerza. Bajo estas condiciones crece
el campo revolucionario y alcanzan su total magnitud las bases de
nuevo poder (Ojeda, 1966-1967/2006: 33).
Comparando estas reflexiones de Ojeda con las situaciones
surgidas a comienzos del siglo xix en las otrora colonias españo-
las de nuestro continente, las banderas de independencia política
y emancipación social están presentes en la lucha de los movi-
mientos de izquierda por la Libración Nacional y el Socialismo,
respectivamente.
Las aseveraciones de Ojeda son perfectamente asociables a las
enseñanzas dejadas por la Revolución Cubana, poseedora de un
enorme ascendiente en los pueblos de América Latina y el Caribe,
sirviéndole de ejemplo para sus propias luchas debido a causas de
[ 125 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

orden externo asociadas al imperialismo estadounidense, todas


comunes para esos pueblos, según como acertadamente lo sostie-
ne el Che Guevara (1962: 1, 6, 8):
Después de la lucha por la independencia, varios países se dis-
putaron el territorio americano y con el nacimiento del impe-
rialismo económico a fines del siglo pasado y principios de este
siglo, Estados Unidos dominó rápidamente toda la parte norte
del continente, Sur América y todo Centroamérica. En el sur
todavía persistieron otros imperialismos… después de la [se-
gunda] guerra [mundial], los últimos reductos del imperialismo
británico… cedieron su paso al imperialismo norteamericano.
El hecho de que haya sucedido una unificación total del do-
minio económico de América, ha provocado una tendencia a
la unidad entre las fuerzas que luchan contra el imperialismo.
Cada vez tenemos que estar más hermanados en la lucha, por-
que es una lucha común… porque se está aprendiendo acele-
radamente que hay un solo enemigo que es el imperialismo y
aquí en América tiene un nombre: es el imperialismo nortea-
mericano.
El imperialismo, aunque no se desangre en realidad, porque
pierde poco, va perdiendo puntos de apoyo… sus reservas están
mermando; Estados Unidos es realmente un país riquísimo,
pero sus reservas están mermando y han empezado a buscar
reservas por todo el mundo. De modo que quitarle el susten-
to, quitarle la base económica al imperialismo, es debilitarlo y
debilitarlo en su mismo corazón. Porque no hay que olvidarse
que el imperialismo funciona extraterritorialmente, ya no es los
Estados Unidos una potencia que trabaja solamente allí en los
Estados Unidos; sus capitales están por todo el mundo, juegan
con ellos, los quitan y los ponen de tal manera que ese debilita-
miento de la base económica del imperialismo ayuda a romper
su fortaleza y ayuda a la paz, a la paz mundial, a la paz global.

[ 126 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

… El imperialismo ha utilizado nuestro Continente como


fuente de materias primas y de expansión para sus monopolios.
Eso ha creado también nuestra unión, unión que tiene que ser
sagrada, unión que tenemos que defender y que alimentar.

Estos factores están aún plenamente vigentes, dadas las inter-


venciones en Afganistán, Irak y Libia, y la campaña desestabiliza-
dora contra Venezuela desde 1998, naciones estas productoras de
petróleo, excepto la primera, que posee una ubicación geográfica
estratégica para el imperialismo.
Para entender las simpatías creadas en torno a la Revolución
Cubana, junto a los factores exógenos antes apuntados por el Che
Guevara, se agregan circunstancias de índole interna según el esce-
nario existente en cada país de nuestro continente para la época en
que el Che Guevara efectuó el análisis aquí citado, elemento que
aquí se resalta pues luego de 1962 han cambiado las condiciones
dadas en América Latina y el Caribe para ese año, y como estas
siempre varían según el país y el momento a considerar, la experien-
cia cubana no se puede implantar mecánicamente. Plantear lo con-
trario es una idea equivocada originada en parte por la ignorancia
o la desestimación de la historia y los procesos de esas regiones del
planeta. Dicho de otro modo por el Che Guevara (1962: 1, 2, 8):
A nosotros nos interesa mucho América por varias causas: por-
que somos parte de este continente culturalmente, histórica-
mente, porque somos parte de un conglomerado que lucha
por su libertad, y además porque la actitud de Latinoamérica
está muy cerca a nuestro destino futuro y al destino de nues-
tra Revolución en sus afanes de expansión ideológica, porque
las revoluciones tienen esa característica, se expanden ideológi-
camente, no quedan circunscritas a un país, sino que van to-
mando zonas, digamos, para utilizar un término económico,
aunque no es el caso, zonas de influencia.

[ 127 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

La Revolución cubana ha tenido una influencia enorme en


América; pero esa influencia no se ha ejercido en la misma me-
dida en cada uno de los pueblos y… nos corresponde analizar
el por qué de la influencia de la Revolución Cubana y el por
qué en algunos países ha habido una influencia mayor que en
otros. Para eso tendremos que analizar también la vida política
de cada uno de los países y la actitud de los partidos progre-
sistas en cada uno de ellos… pero sí puntualizando, porque es
muy importante esta actitud para analizar la situación actual.
… han surgido lo que se llaman alas de ultraizquierda o a veces
se llaman provocadores que tratan de implantar la experiencia
cubana sin ponerse a razonar mucho si es o no el lugar adecua-
do, simplemente toman una experiencia que se ha realizado en
América y tratan de llevarla hacia cada uno de los países.
… ustedes deben estudiar más a Latinoamérica… Estudiando
a Latinoamérica aprendemos también un poquito a conocer-
nos, a acercarnos más, y conocemos mejor nuestras relaciones
y nuestra historia. Estudiar Latinoamérica significa estudiar la
penetración imperialista, es decir, estudiar su economía; allí ve-
rán los gérmenes de todo lo que está ocurriendo hoy.

Lamentablemente, se produjeron muchos errores, divi-


sionismo y derrotas ideológicas, políticas y militares —frus-
trándose una vez más los anhelos de nuestros pueblos por una
sociedad más justa e igualitaria— al no haber sido totalmente
comprendidas estas reflexiones del Che Guevara, en su justa
dimensión y significación plenas, por parte de ciertos sectores
partícipes de los grupos revolucionarios que protagonizaron la
Lucha Armada en nuestro continente, particularmente comen-
zada en Venezuela en 1962 con la rebelión cívico-militar del
Carupanazo (posterior al desmantelamiento de algunos focos
guerrilleros por parte del ejército) que precedió en ese mismo

[ 128 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

año a la del Porteñazo; la Lucha Armada fue proseguida por las


Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), cuyo brazo
político era el Frente de Liberación Nacional (FLN), creados
ambos a comienzos de 1963 como espacios unitarios de los par-
tidos insurgentes y los militares alzados; la Lucha Armada cul-
minó en gran medida con el proceso de Pacificación efectuado
en 1969 con la legalización del PCV y el MIR (Documentos del
Movimiento Revolucionario Venezolano 1960-1979, sf: 81-87; E.
Moreno, sf: 15, 16; Historia del PRV, 1971/2007: 6; Cristóbal,
2005; Linárez, 2006: 46-57; Cortina, 2010: 1579), pero con-
tinuada hasta 1974 por el Partido de la Revolución Venezolana
(PRV) —surgido en 1966 como una división del PCV—, mas
eso no significó la desaparición inmediata de focos guerrille-
ros cuyo accionar se prolongaron hasta la década siguiente, en
medio de la atomización de los grupos de izquierda y la más
ruda represión gubernamental, apoyada esta por integrantes de
la estructura institucional de la Iglesia católica, aparte de contar
con asesoramiento y entrenamiento de la CIA y otras instancias
imperialistas, hasta que finalmente la Lucha Armada culminó
con la disolución del Frente Américo Silva (FAS) en 1994 (E.
Moreno, sf: 18-20; El Troudi y Bonilla, 2004: 48, 60, 61, 65,
75, 76, 96, 97; Linárez, 2006: 63, 101-105, 126-128, 174;
Cortina, 2010: 1582-1585, 1590, 1591, 1595). Estos y otros
elementos aquí tocados desde el surgimiento de la dictadura de
Pérez Jiménez hasta la derrota de la Lucha Armada son conside-
rados por Carquez (1989) y en la revista Memorias de Venezuela
Nº 16 (2010: 20-45).
Parte de los desaciertos cometidos por el movimiento revo-
lucionario insurgente tenía relación con el vanguardismo y las
directrices políticas equívocas en su concepción y aplicación, que
de acuerdo a Bravo (1980/2004: 60, 61) ocurrió al pasarse:
[ 129 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

… a una política vanguardista que se expresó concretamente en


la organización de la lucha armada fuera de los núcleos princi-
pales de acción de las masas… y así sucesivamente cometimos
otra serie de errores vanguardistas muy significativos.
… como hicimos una guerra con una táctica equivocada, sin
la definición de una estrategia concreta, cometimos errores de
toda naturaleza: entonces se confunden los errores cometidos
en la guerra con el hecho de que no existían condiciones para
hacer la guerra. Condiciones existían desde todo punto de vis-
ta… Sí existían condiciones para la guerra.
Si existe una derrota de una táctica política, si existe una derro-
ta de una concepción mal dirigida, mal llevada, mal aplicada en
lo político, desde luego eso tiene que traducirse en una derrota
militar.
En síntesis, primero fue derrotada en la práctica una táctica polí-
tica… el sectarismo con el que se estaba dirigiendo el proceso de
la lucha armada llevó al punto de convertir en enemigos a todo
el mundo, en lo interno y lo externo… fuimos derrotados polí-
ticamente y eso se tradujo, desde luego, en una derrota militar.

Como saldo político de la Lucha Armada en Venezuela (y


que es aplicable en otros escenarios externos), El Troudi y Bonilla
(2004: 65, 66) concluyen que:
La década de los sesenta constituye el momento histórico en
el cual amplios sectores de la izquierda venezolana deciden se-
pararse, de manera desigual pero aceleradamente, de las con-
cepciones militaristas, guerrilleristas. La separación de la vía
militar para alcanzar el poder se expresaba en cuestionamientos
al foquismo guerrillero rural por parte de un conjunto de revo-
lucionarios y organizaciones revolucionarias.
El balance dejó hermosos episodios de combate y logros de
reivindicaciones, pero también la superación del viejo concepto
[ 130 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

de la vanguardia preclara que siempre tiene la verdad para ense-


ñársela a las mayorías inexpertas. Muchos de los cuadros revo-
lucionarios aprendieron al lado de comunidades, obreros, estu-
diantes y sectores profesionales los tiempos y momentos de la
acción reivindicativa y cómo irla tejiendo a los planteamientos
estratégicos de revolución estructural.
Un sector de la izquierda mantenía la tesis programática que
las fuerzas realmente transformadoras no se expresan princi-
palmente a través de la vía parlamentaria, en tanto que otros
sectores sostenían que sólo la violencia del pueblo organizado
era el cauce natural de las revoluciones sociales.
La dialéctica social y la fuerza de los acontecimientos registra-
dos en el país en los años sucesivos demostrarían que ambas
posturas, aparentemente, contradictorias resultaban ser com-
plementarias. La resistencia popular entendió ambas posicio-
nes como cursos de acción acumulados que expresaban reco-
rridos y experiencias, que coadyuvaban a la maduración de las
tesis libertarias bolivarianas que harían cauce transformador en
los años venideros.

En torno a lo que plantea Regalado (2008: 6-8; 2009: 14-


18; 2011), tal balance está asociado a la etapa histórica que abrió
la Revolución Cubana desde 1959 hasta 1992, cuando con el
propósito de intentar la construcción del Socialismo se empleó
la violencia revolucionaria para enfrentar la violencia contrarre-
volucionaria de las clases dominantes y del imperialismo, expre-
sándose esa pugna en el flujo y reflujo de la Lucha Armada, y
en la represión de los gobiernos ceñidos a la doctrina de Seguri-
dad Nacional diseñada por Estados Unidos. En América Latina
existía una situación revolucionaria caracterizadas en unos casos
donde había condiciones para la Lucha Armada (apoyada solida-
riamente por Cuba), y en otros casos como el triunfo electoral

[ 131 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

de la Unidad Popular de Chile en 1970, donde se vio realizada


la posibilidad de que la izquierda llegase al gobierno por la vía
pacífica, pero repeliendo infructuosamente la violencia contra-
rrevolucionaria que terminó de imponerse con el golpe militar
fascista de 1973 (sumado a los ocurridos en Argentina y Uru-
guay), teniéndose en cuenta que en el ámbito castrense latinoa-
mericano no había homogeneidad política dentro de sus filas,
dado el digno desempeño de sectores militares progresistas en los
procesos de defensa de la soberanía nacional y reforma social,
como los liderados por los generales Juan Velasco Alvarado, Juan
José Torres y Guillermo Rodríguez Lara en Perú (1968-1975),
Bolivia (1970-1971) y Ecuador (1972-1976), respectivamente, y
los conducidos por el Coronel Omar Torrijos en Panamá (1968-
1981). Para conocer mayores detalles al respecto, se pueden con-
sultar las investigaciones de Boersner (1979: 107, 108), Barrios
(1981: 8-11), Méndez (1981), Marutián (2003: 36-50), Fresnillo
(2008: 3), Aráuz (2009: 569, 572) y Moncada (2011).
Tres años después del triunfo de la Revolución Cubana, la
Iglesia católica celebra el Concilio Vaticano ii (1962-1965) para
iniciar un proceso de renovación con el cual buscaba abrirse al
mundo y hacia las demás religiones, así como ser una iglesia de
los pobres según el papa Juan xxiii, quien convocó ese concilio
donde, entre otras cosas, se debatió el tema de la pobreza en los
países de la periferia capitalista, teniendo una honda repercusión
en América Latina, patentizada luego en la Conferencia de Me-
dellín —efectuada en 1968— y en otros eventos posteriores, du-
rante una época convulsionada por la actuación del imperialismo
y las burguesías contra las luchas de los pueblos —tal como se
explicó en párrafos anteriores— contra un orden cada vez más
desigual e injusto que los reducía a la pobreza económica y psico-
social, situación que hizo surgir en el ámbito económico la Teoría
[ 132 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

de la Dependencia, que postula la imposibilidad del desarrollo de


los países latinoamericanos si no se liberaban de la dependencia
que tenían con respecto al centro hegemónico del sistema capita-
lista mundial. Los elementos anteriores configuraron un proceso
de reflexión y discusión en el terreno religioso, lo que dio origen
a la actual Teología de la Liberación, cuya formulación teórica
inicial comenzó con el libro Teología de la Liberación. Perspectivas,
publicado en 1971 por el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez
(Oliveros, 1990: 6-10; Sánchez, 2009: 7-11), siendo precedida
como una praxis revolucionaria por el sacerdote colombiano Ca-
milo Torres, quien participó en la Lucha Armada de su país entre
1965 y 1966 hasta caer en combate (Fals Borda, 2006). Según
señala sucintamente el texto Ideario Bolivariano, del Ministerio
de Economía Popular (2006: 16):
Con el transcurso del tiempo, la fuerza liberadora del Jesús de
los pobres inspiró a hombres y mujeres en muchos lugares de la
Patria Grande, que desde las iglesias, parroquias, comunidades
de base y grupos clandestinos, dieron sus vidas a favor de las
luchas de los pueblos.

Estas luchas de cristianos y cristianas dieron pie al nacimiento


del movimiento de la Teología de la Liberación. Se trata de una
expresión genuina de la Iglesia popular latinoamericana, que
promueve la lectura crítica y liberadora de la Biblia y el com-
promiso con los y las pobres y con los valores de solidaridad.
Con el auxilio de las ciencias sociales, la Teología de la Libera-
ción promovió la concientización y la renovación litúrgica, en
procura de la libertad de los pueblos oprimidos.

Abundan ejemplos de compromiso militante hacia las lu-


chas populares —como lo constituye el caso de la Revolución
Sandinista (Löwy, 2006: 282; Tahar, 2007: 84, 88)— por parte
de quienes, asumiendo una vida dedicada a la religión o siendo
[ 133 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

prosélitos de la misma, se han convertido en partidarios de la


Teología de la Liberación, objeto de ataques por parte de los sec-
tores reaccionarios de la Iglesia católica y del imperialismo esta-
dounidense, sobre todo porque más allá de su carácter ecuménico
—abierto hacia otras religiones y al mundo laico (Tahar, 2007:
82-85)— demostraba que era un error creer en la imposibilidad
de ser marxista y cristiano al mismo tiempo, sobre todo por el
enorme potencial revolucionario existente en la religión (Olive-
ros, 1990: 13, 14; Sánchez, 2009: 16-27, 35-46), que «cuando
adormece al pueblo, es opio y expresa la miseria real, pero tam-
bién puede expresar la protesta contra esa miseria y los anhelos
igualitarios de los oprimidos» (Kohan, 2005: 20). Se puede pro-
fundizar más acerca de estos y otros aspectos de la Teología de la
Liberación en los trabajos de Rabadán (sf/2003-2007), C. Torres
(1956-1966/1985; 1965/2003-2006), Gutiérrez (1971/1975),
Casaldáliga (1978), Löwy (2006; 2007) y Vigil (2007).
Continuando pormenorizadamente con la anterior exposi-
ción de Regalado (2009: 24-30), en 1979 se dan los triunfos de
la insurrección del Movimiento de la Nueva Joya en Granada
(A. González, 1982) y la Revolución Popular Sandinista en Ni-
caragua (El Troudi y Bonilla, 2004: 66, 67; R. González, 2008:
4, 6, 8, 9-11, 13), junto con el auge de la Lucha Armada en El
Salvador con la unión de las fuerzas revolucionarias en el Frente
Farabundo Martí para la Liberación Nacional (1980), en Gua-
temala con la aparición de la Unidad Revolucionaria Nacional
Guatemalteca (1982), y en Colombia durante la fugaz existencia
de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar a finales de la dé-
cada del ochenta del siglo xx.
Sin embargo, los proyectos populares (revolucionarios o re-
formistas) surgidos luego de la Revolución Cubana, fueron des-
truidos por la violencia contrarrevolucionaria del imperialismo y
[ 134 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

sus aliados nacionales, las debilidades y errores del lado progre-


sista y la modificación de la correlación de fuerzas en América
Latina y el Caribe a raíz de la desintegración de la URSS. Esto se
combina intrínsecamente con el escenario caótico que enfrenta
el movimiento revolucionario en otros continentes (J. Petras y S.
Vieux, 1999). Por ende, aunque hubo un ascenso de la lucha po-
pular en algunos países, junto a la aparición del Ejército Zapatista
de Liberación Nacional en 1994, el fin de la Lucha Armada en
Guatemala para 1996 y la persistencia de la insurgencia guerrillera
en Colombia, entre 1989 y 1992 finaliza en gran medida la etapa
histórica abierta por la Revolución Cubana, iniciándose la etapa
actual donde se combinan predominantemente la combatividad
de los movimientos sociales contra el capitalismo y el logro de
avances electorales por parte de las fuerzas izquierdistas y progre-
sistas en América Latina y el Caribe, que en general bien pudieran
denominarse como movimientos antisistémicos tradicionales.
No es para nada sorprendente que por los factores anteriores
estas corrientes sufrieran transformaciones traumáticas dadas por
el desconcierto, la frustración, la extinción y la división de los
partidos y movimientos, llevando a su reestructuración organi-
zativa, redefinición programática y nuevas políticas de alianzas,
esto sin desestimar que la Revolución Cubana les mostraba que
se puede sostener la soberanía, la independencia y la autodeter-
minación nacional como condiciones necesarias para cualquier
proyecto socialmente transformador, además de mostrar la vigen-
cia de sus ideales acerca de la diferencia entre las categorías de
gobierno y poder.
En la actualidad la lucha política debe ser asumida no sólo
por la clase obrera sino por la alianza de todos los sectores oprimi-
dos como nuevo sujeto de la Revolución, donde se inserta la van-
guardia colectiva de fuerzas políticas y sociales bajo una relación
[ 135 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

equitativa, respetuosa y complementaria, asumiendo como pro-


pio el pensamiento revolucionario socialista que en principio fue
concebido en función de la clase obrera. Para este nuevo sujeto de
la Revolución no cambia el objetivo de la lucha política sino las
formas que esta asume, asimilándose en su cabal sentido la pre-
misa de que la izquierda no debe trazarse, esquemática y unilate-
ralmente como meta, obtener un poder formal con mecanismos
electoreros o mediáticos sin confrontación directa ni creación de
mentalidad revolucionaria (siendo la prioridad no ganar votos,
sino crear o captar conciencias); más bien la izquierda debe ins-
taurar el poder socialista como tal —un medio para lograr ciertos
objetivos y no un fin en sí mismo— sin recurrir a la Lucha Arma-
da, pugnando por el poder no solo desde la oposición al sistema
capitalista, sino también pudiendo hacerlo desde el gobierno al
acceder al aparato de Estado de ese sistema, siendo el reto pa-
sar del ejercicio del gobierno al ejercicio del poder, teniendo la
disyuntiva de romper con el capitalismo y construir el Socialis-
mo, o conformarse con contribuir —independientemente o no
de su voluntad— al reciclaje reformista de ese sistema explota-
dor, que dispone de mecanismos transnacionales para impedir
los cambios ofrecidos desde su posición como factor de gobierno,
traduciéndose en un creciente costo político ante los sectores po-
pulares (Regalado, 2008: 11-13).
Ha habido naciones donde los movimientos antisistémicos
tradicionales que llegaron al poder no siempre consumaron sus
promesas enarboladas durante las luchas que protagonizaron.
Este incumplimiento —ocurrido por las causas que fueran— le-
gitimó y fortaleció el sentimiento de desilusión, tanto con las
expectativas despertadas por aquellos movimientos como con las
estructuras estatales que estos últimos consolidaron. Así, las clases
explotadas del sistema capitalista mundial habían mermado en su
[ 136 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

optimismo existencial hacia este, siendo su principal estabilizador


subjetivo y oculto. Y esta desilusión llegó en el peor momento,
cuando la reducción de las ganancias empezó a sentirse pronun-
ciadamente, lo cual va en contra de la incesante acumulación de
capital, propósito fundamental que caracteriza al sistema (Wa-
llerstein, sf: 19, 59), aunque esto ocurra a costa de arriesgar a
la naturaleza y la sociedad. No obstante, si la desilusión de los
pueblos hace posible que caiga en la desmovilización y el confor-
mismo, también puede transformarse a la larga en un motivo más
para retomar y recrear todas las formas de lucha contra el capi-
talismo y sus diversas manifestaciones económicas e ideológicas.
Nada de lo antes descrito es casual. Desde aquel desencuen-
tro de Europa contra América, el sistema capitalista mundial se ha
constituido estructural y regionalmente diferenciado entre el cen-
tro hegemónico y la periferia dependiente de este, caracterizándo-
se ambos sectores —posteriormente a la Segunda Guerra Mundial
que estalló, entre otros factores, como consecuencia de la crisis de
la Gran Depresión de 1929— por la visión capitalista desarro-
llista (también llamada keynesiana) de una fuerte presencia del
Estado en la regulación de la economía (incluyendo la posesión
de diversas empresas), dejando a un lado en materia económica
los esquemas clásicos del Liberalismo burgués —sin abandonar-
los en materia política al darle continuidad a la democracia liberal
representativa— e instaurando el Estado de Bienestar Capitalista
(Garvie, 2002: 88-91, 107-109, 113, 120) hasta mediados de los
años setenta del siglo pasado, cuando este empezó a ausentarse
en gran medida, contrayendo sus mecanismos de control sobre la
economía, para dejarle el espacio libre a los grandes monopolios
transnacionales (Hobsbawm, 1999: 142-147; Contreras, 2000:
15-32), con la prédica del neoliberalismo como una reacción
—dentro del capitalismo— aparecida antes de la Segunda Guerra
[ 137 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Mundial en contra de las propuestas keynesianas (Garvie, 2002:


122) en simultánea ofensiva represiva, conservadora y autoritaria
en los ámbitos económico, militar, político e ideológico por la
pérdida de influencia del capitalismo desde 1917 (Kohan, 2005:
142); esa reacción ofensiva es potenciada décadas después por la
crisis en que había caído el Estado de Bienestar Capitalista desde
el período 1973-1975 (Garvie, 2002: 138-142), al cual trataron
de debilitar en áreas que beneficiaban a la clase obrera, como por
ejemplo la seguridad social (Hobsbawm, 1999: 403-412; Garvie,
2002: 148-150). Esto no implicó la imposición completa —pero
sí parcial— del recetario capitalista neoliberal en todos los casos,
como por ejemplo Estados Unidos, la nación con más protec-
ción a sus manufacturas (Concha Vergara, 1997: 23). En ese país,
como signo revelador de la actual crisis del capitalismo mundial,
los mismos empresarios partidarios del neoliberalismo llegaron
a solicitar la intervención del Estado en la banca y la industria
automotriz, esto sin mencionar los problemas existentes en los
países europeos miembros del centro hegemónico, donde están
aplicando medidas neoliberales contra sus respectivos pueblos,
siempre en beneficio de las distintas burguesías de esas naciones.
La imposición de la reforma capitalista neoliberal, iniciada a
mediados de la década del setenta del siglo xx, se efectuó a tra-
vés de mecanismos e instituciones multilaterales (como el Fondo
Monetario Internacional o FMI) creadas para fortalecer el nuevo
orden imperialista internacional surgido de la Segunda Guerra
Mundial (Garvie, 2002: 116-118; El Troudi y Bonilla, 2004: 88-
91), habiendo previamente condiciones propicias para ello como
parte de las consecuencias de la implementación de dictaduras mi-
litares y gobiernos civiles que adoptaron la política de Seguridad
Nacional desde la década anterior, aplicando un amplio desplie-
gue de la capacidad represiva de las fuerzas armadas, reforzado con
[ 138 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

el asesoramiento, entrenamiento y equipamiento de los Estados


Unidos con la finalidad de acabar con los grupos y movimientos
izquierdistas, así como con las alianzas políticas y sociales creadas
durante el período desarrollista (Regalado, 2008: 19; 2009: 13-16).
Ambas orientaciones económicas capitalistas —keynesia-
na y neoliberal— estaban sujetas a las contradicciones inheren-
tes al sistema capitalista mundial, reforzando las condiciones
de desarrollo y subdesarrollo, estructuralmente diferentes pero
esencialmente vinculados en forma dialéctica (Gunder Frank,
1967/1998: 331), correspondiéndole la primera condición a los
países del centro y la segunda a los de la periferia, en donde las
clases dominadas están parcialmente incorporadas a las relaciones
capitalistas modernas, estando sectores de estas clases en situa-
ción de sobrevivencia en una gran diversidad de actividades de
subsistencia económica, pudiéndose denominar estos sectores
con el nombre común de proletariado informal, el cual se fue
reduciendo durante el período desarrollista de industrialización
y de sustitución de importaciones, pero creció durante la época
del ajuste neoliberal (Portes, 2004: 23, 24, 29-31), llegando no a
vivir, sino a sobrevivir bajo elevados niveles de pobreza extrema
por efecto de las reducciones del gasto social y las privatizaciones
de empresas estatales como parte de las nuevas políticas públicas
del Estado, dirigidas por una tecnocracia proveniente del ámbito
empresarial privado. Venezuela no escapaba a esa etapa histórica
del sistema capitalista mundial como país integrante de la perife-
ria dependiente, con una economía monoproductora y sostenida
por una abultada renta petrolera.
La situación resultante de la imposición de los esquemas ca-
pitalistas desarrollistas y neoliberales tuvo hondas repercusiones
que se resumen en la siguiente descripción basada en Lanz (2004:
11) y J. Martínez (2005: 26):
[ 139 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

• Régimen de producción orientado al lucro fácil y la acu-


mulación de riquezas tanto por parte de una lumpenbur-
guesía como por la concentración de la misma en manos de
grandes grupos económicos parasitarios.
• Alta concentración y centralización de la riqueza.
• Deformación y desproporción estructural de los sectores de
la economía nacional.
• Subutilización del potencial productivo y subdesarrollo in-
dustrial.
• Diversos grados de burocratismo clientelar, tecnocrático y
corrompido
• Degradación de las condiciones de vida y de trabajo.
• Separación entre trabajo manual e intelectual, la ciudad y
el campo.
• Partidocracia sustentada en la democracia representativa
burguesa.
• Destrucción de la identidad nacional y los valores patrios,
con incidencia en la dependencia neocolonial de nuestro
país.
En medio de estas circunstancias, agravadas por la aplicación
de medidas económicas neoliberales dictadas por el FMI, para
el lunes 27 de febrero de 1989 estalló el Sacudón (mal llamado
Caracazo pues fue una rebelión nacional, no local), suceso ex-
plicado ampliamente por Colmenárez (1989) y abordado en la
revista Memorias de Venezuela Nº 7 (2009: 48-63). Partiendo del
relato de Guariguata (2004: 10), en varias ciudades de Venezuela
comenzaron a concentrarse los sectores históricamente excluidos
por la democracia representativa, los descamisados, los desden-
tados, los descalzos, los que cada cinco años eran estimulados a
[ 140 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

votar por los partidos del Pacto de Punto Fijo. Los integrantes de
esos sectores eran los descendientes del mestizaje entre africanos,
indígenas y europeos, vistos por la burguesía como hordas salva-
jes a partir de ese día.
Precisamente esas masas atosigadas por el capitalismo fueron
estigmatizadas pues, desde ese encuentro nada formal que fue el
Sacudón, iniciaron un acto de protagonismo que intentaba rescatar
la justicia y la equidad perdida desde la invasión colonial europea a
América. Por primera vez fueron noticia los hombres y las mujeres
de los cerros. Por primera vez no esperaron que otros decidieran
por ellos y tomaron la determinación que consideraron más conve-
niente. Lo hicieron sin una conducción política que los orientara
y sin los soportes de la racionalidad instrumental empleada por la
élite política de una sociedad donde se escondía o disimulaba el
saqueo al tesoro público, la manipulación de la información y la
entrega indigna de los recursos naturales a las empresas transnacio-
nales (El Troudi y Bonilla, 2004: 102-104; Guariguata, 2004: 10).
Todo lo que ocurrió en el Sacudón fue espontáneo, natural,
silvestre, atípico, inédito, sin que existiera un plan previamente ela-
borado. Solo imperaba la anuencia mágica, sobrenatural, intuitiva,
subjetiva, de un colectivo que no necesitaba de los requisitos cultu-
rales de las clases dominantes para tomar sus decisiones. Esa acción
popular de recuperar la equidad por las propias manos, de tener un
día para la libertad, la autonomía y la soberanía cimarrona, produ-
jo la reacción de los dueños del capital, respondiendo con la repre-
sión, la persecución y la muerte a través del aparato de Estado bajo
su control, pero sin impedir que se dieran espacios de encuentro y
desencuentro entre la desobediencia popular —impulsada por la
rebeldía estudiantil de la década del ochenta del siglo pasado— y
los grupos conspirativos de las FAN (El Troudi y Bonilla, 2004:
95, 96, 104, 105; Guariguata, 2004: 10). La insurrección de los
[ 141 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

sectores populares sacudió las barreras psicosociales impuestas por


la burguesía con el fin de mantenerlos artificialmente separados de
pueblo en armas.
Los sucesos acaecidos con el Sacudón generaron una gran
crisis de identidad en los mandos militares intermedios de las
FAN, puesto que estas fueron obligadas a reprimir al propio pue-
blo del cual provenían. Este conflicto socioexistencial permitió
elevar la conciencia de oficiales que hasta ahora estuvieron apar-
tados de las actuaciones políticas públicas (El Troudi y Bonilla,
2004: 103). Por lo demás, los diversos acontecimientos políticos
que se dieron a lo largo del período del Pacto de Punto Fijo per-
mitieron el desarrollo de una conciencia nacional en los sectores
más avanzados de la población (proceso del cual no escapaban las
FAN), acompañado antagónicamente con la imposición de crite-
rios colonizadores según el grado de dependencia hacia los inte-
reses del centro hegemónico por parte de los grupos políticos que
manejaron el poder, incentivándose en ese sentido la intrusión
de patrones ajenos de vida, conocimientos científicos y medios
de comunicación según la racionalidad ideológica de las clases
dominantes (Córdova, 1980: 141).
Todo no terminó con la violenta represión —del pueblo con-
tra sí mismo— que vino luego del Sacudón. Entre 1989 y 1991
estallaron contradicciones internas entre los sectores beneficiarios
del Pacto de Punto Fijo, así como se agudizaron y generalizaron
las movilizaciones por reivindicaciones sociales y económicas,
mientras que las clases dominantes pretendían superar la rebel-
día en los cuarteles mediante la implementación de la política
estadounidense de reducción de los ejércitos nacionales en oca-
sión a la desaparición del Bloque Soviético (El Troudi y Bonilla,
2004: 108, 119). Sin embargo, ya desde mucho antes existía un
sector patriótico del pueblo en armas (la actual Fuerza Armada
[ 142 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

Nacional Bolivariana), organizado como Movimiento Bolivaria-


no Revolucionario 200 (MBR-200), liderado por el Comandante
Hugo Chávez, e inspirado en el pensamiento de sujetos centra-
les en los campos discursivos de la política (Simón Bolívar), la
enseñanza (Simón Rodríguez) y la lucha cívico-militar de clases
(Ezequiel Zamora), pilares fundamentales del Árbol de las Tres
Raíces (Biardeau, 2009: 73, 74). Esta corriente revolucionaria no
se iba a conformar con ser una simple portadora de esa semilla
teórica (creación heroica del pueblo venezolano), sino que estaba
dispuesta desde el principio a plantarla y abonarla para que sus
múltiples ramificaciones se extendieran en todas las esferas de la
sociedad. ¡El MBR-200 estaba destinado a transformar nuestra
historia con su praxis enraizada en el Árbol de las Tres Raíces!

1.3.2. La Revolución en Venezuela a través de la Unión Cívico-Militar

Recordando los factores sociohistóricos (como el sentimiento de


igualitarismo social) aún reinantes que motivaron la concreción
de la Unión Cívico-Militar durante la época de Bolívar y Zamo-
ra, las causas de la aparición del MBR —cuya futura actuación
fue acelerada por los sucesos del Sacudón (Elizalde y Báez, 2004:
355)— están asociadas a la sensibilidad y permeabilidad que las
entonces Fuerzas Armadas Nacionales (FAN) han tenido frente
a las corrientes y sucesos de índole político-ideológica dados a lo
largo de la historia de nuestro país, remontándose aquí a su pa-
sado más reciente cuando en abril de 1928 un grupo de militares
intentaron crear una fuerza cívico-militar que derrocara a la dic-
tadura gomecista, contando con participación de la Federación
de Estudiantes de Venezuela. El debate sobre la superación del
gomecismo penetró en las entonces FAN con el fortalecimiento
del pensamiento democrático y crítico de la dominación tradicio-
nal (Carquez, 1989: 63-65, 130; Hurtado, 1989: 16, 17).
[ 143 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Más adelante, durante el gobierno del general Isaías Medi-


na Angarita (1941-1945) se produjeron contradicciones entre
el proyecto político democrático y progresista asumido por este
(Battaglini, 2004: 3-6) y los intereses oligárquicos-burgueses e
imperialistas (Battaglini, 2004: 113-174), incluyendo a —o más
bien reflejándose en— los existentes entre sectores de las FAN,
produciéndose una profunda crisis en su seno que se exteriorizó
con un fracasado golpe de Estado en 1944, ocurriendo a conti-
nuación que parte importante de sus miembros adoptaran los
planteamientos reformistas de AD, dándose la vinculación entre
un grupo sedicioso llamado Unión Militar Patriótica y la cúpula
de ese partido para lograr el derrocamiento del Medina Angari-
ta (Valero, 2001: 69-71; Battaglini, 2004: 254-258), suceso que
contó a nivel externo con la injerencia de los Estados Unidos
(Battaglini, 2004: 258-270) y a nivel interno con la unifica-
ción de fuerzas políticas, sociales y militares para implementar
una concepción reformista —no revolucionaria— de avanzada
dentro del capitalismo, promoviendo una apariencia populis-
ta de mayor democratización formal de la sociedad a través del
auge de la participación popular de vastos sectores de obreros y
campesinos, que sirvieron de apoyo a la pequeñoburguesía, en su
pugna beligerante por estar presente en la dirección del Estado,
arropándose demagógicamente en las banderas de la eliminación
del orden oligárquico. Frente a esta nueva situación la burgue-
sía efectuó, con participación de los Estados Unidos, el derro-
camiento de Rómulo Gallegos en 1948 por parte de los círculos
reaccionarios de la FAN, entronizándose a posteriori la dictadura
de Pérez Jiménez (Carquez, 1989: 26, 63-65; Battaglini, 2008:
140, 292-356).
Tomando en cuenta lo que dice Carquez (1989: 64, 65) acer-
ca de ese período que duró hasta 1958, en las FAN prosiguió la
[ 144 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

lucha ideológica y política precedente, a través de acciones cons-


pirativas y la puesta en práctica de la Unión Cívico-Militar a tra-
vés de manifestaciones indicadoras de la participación que tenían
los sectores democráticos y progresistas en el seno del ámbito mi-
litar, como por ejemplo los contactos efectuados durante el año
1957 por el PCV en las filas castrenses para crear su «Aparato
Especial» (Linárez, 2006: 24, 66), facilitándose de esa manera la
fractura y el deterioro de la ideología represiva, la cohesión insti-
tucional y el papel clasista dominante —de guardia pretoriana de
la burguesía y el imperialismo— existente en las FAN debido a
las movilizaciones populares que preludiaban el fracaso de la ex-
periencia autoritaria perezjimenista, dándose las condiciones para
la gestación de corrientes militares progresistas que, de acuerdo
al capitán de corbeta Víctor Hugo Morales, fueron influidas con
mucha antelación por el nacionalismo radical del coronel Gamel
Abdel Nasser, quien desde 1952 asumió la presidencia de Egipto,
convirtiéndose pronto en líder de los pueblos de cultura árabe,
efectuando entre otras acciones la nacionalización del Canal de
Suez, enfrentándose a raíz de ese hecho contra la agresión im-
perialista-sionista de Inglaterra, Francia y la colonia europea de
israel, creándose un sentimiento de repulsión antiimperialista en-
tre sectores patrióticos de los ejércitos de América Latina, sin que
necesariamente fuesen revolucionarios en su totalidad (Linárez,
2006: 50, 51).
En cuanto a las relaciones entabladas por el PCV dentro del
cuerpo castrense, que germinaron en la concreción histórica de
la Unión Cívico-Militar, Garrido (2000, 1; 2003) especifica que:
La izquierda empezó la incorporación de oficiales de la FAN
desde 1957. En 1957, el brazo armado del Partido Comunis-
ta de Venezuela, con Douglas Bravo, Teodoro Petkoff y Eloy
Torres como representantes, se reunió en la casa del entonces

[ 145 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

coronel y luego general y comandante de la Guarnición del


Táchira, Rafael Arráez Morles, en El Paraíso. Allí decidieron
crear el Frente Militar de Carrera del Partido Comunista en
la Fuerza Armada Nacional. El fin era captar militares a fin de
incorporarlos al proyecto revolucionario.
[Este] primer proyecto estratégico de la izquierda con respecto
a las FAN… fue acompañado de un análisis de la especificidad
del caso venezolano que sostenía que las FAN podían ser par-
te del proyecto revolucionario de izquierda. Este concepto se
alejaba de la tesis que manejaban muchos partidos comunistas
de la época de que las FAN eran el brazo armado de la clase
dominante, y por lo tanto un enemigo estratégico a vencer. La
determinación del PC se fundamentó en la caracterización de
que la FAN estaba integrada por venezolanos provenientes de
las clases medias y bajas. Además, estos militares, de acuerdo
con los comunistas, estarían débilmente ideologizados para la
defensa del establecimiento, al contrario de lo que ocurría con
la FAN de Argentina, Chile o Colombia, por citar otras.

Ya para el 1º de enero de 1958 se muestra la ruptura de las


FAN al darse contra la dictadura una frustrada rebelión militar
dirigida por el coronel Hugo Trejo, quien junto a otros militares
patriotas formaba parte del «Aparato Especial» del PCV. Trejo
pertenecía una generación de oficiales que podían encabezar a las
masas populares para lograr la caída de Pérez Jiménez, pero pos-
teriormente a este hecho la corriente que él representaba fue neu-
tralizada al salir del país con un cargo diplomático (Sosa, 1978:
17). Sin embargo, eso no impidió que en las discusiones políticas
de aquel año se diera la participación activa de los militares se-
gún testimonios publicados por Simón Sáez Mérida, y deriván-
dose años después en la participación de una parte de ellos en la
Lucha Armada, ratificándose esto en el Acta Constitutiva de las
Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (1963) como expresión
[ 146 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

de la Unión Cívico-Militar necesaria para el triunfo de la causa


revolucionaria (Linárez, 2006: 66).
Previamente al comienzo de la Lucha Armada, y partiendo
de Carquez (1989: 44, 50, 51, 128), Fernández (2002), El Troudi
y Bonilla (2004: 42), habían cobrado su propio perfil los sectores
militares y nacionalistas que mantenían vínculos con el PCV y
el MIR (actuando para en 1962 el Guairazo junto con Eduardo
Machado y grupos estudiantiles), al igual que se distinguieron
los militares permeados por el ideario socialista, algunos man-
teniendo relaciones orgánicas con la izquierda revolucionaria (e
involucrados aquel mismo año en el Carupanazo), además de
existir otros sectores históricamente asociados al empresariado
venezolano pero no por ello imposibilitados de contactar a esa
misma izquierda (tal como lo demostraron con el Barcelonazo
de 1961 y el Porteñazo de 1962). Mención aparte merecen aquí
los círculos reaccionarios civiles y militares —en franca mino-
ría— que añoraban al régimen perezjimenista con el que estuvie-
ron comprometidos, participando para 1960 en las acciones del
general Jesús María Castro León contra el gobierno de Rómulo
Betancourt, contando las mismas con la participación del gru-
po militar Unión Nacional Bolivariana (UNB) creado en 1957
(Garrido, 2007a: 25, 27), pero un año después esas corrientes
de extrema derecha se involucraron en el alzamiento militar del
Barcelonazo; en lugar de esos círculos reaccionarios terminaron
predominando los sectores acomodaticios en el seno de la institu-
ción castrense, dedicándose a sostener el Pacto de Punto Fijo. Al
contrario del conservadurismo y el oportunismo respectivos de
estas dos últimas tendencias, en el seno de las FAN se reproducía
el debate existente en el resto de la sociedad acerca de asumir
la independencia nacional o la mediatización del imperialismo
estadounidense, originándose respuestas progresistas al respecto.
[ 147 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Desde los Documentos del Movimiento Revolucionario


Venezolano 1960-1979 (sf: 74, 75), se sostiene que durante el
año 1963 las tendencias reaccionarias se hallaban sólidamente
vertebradas en las FAN, mientras que los sectores progresistas se
robustecieron pero sufrían ciertas deficiencias, como la heteroge-
neidad dada por la extracción de clase de los oficiales y por los
grados de su evolución política, habiendo unos con inconformi-
dad primaria y elemental, y otros que no superaron el teoricismo
de sus posturas de avanzada, no faltando los conservadores sola-
pados con discurso hábilmente disfrazado. El liderazgo de quie-
nes rebeliones militares donde actuaba exhibía una propensión
a vacilar en los momentos decisivos, redundando en resultados
fatales. Por otra parte, los sectores más radicales de las FAN han
avanzado en conciencia, firmeza y madurez, pero para el movi-
miento insurreccional se hacía necesario el crecimiento de la ofi-
cialidad revolucionaria, tarea que requería más y mejores maneras
que las empleadas hasta el momento, no dependiendo estas de
líneas políticas que posean matices progresistas coyunturales por
más valiosas que fuesen.
Entre 1964 y 1965 cobraron auge los frentes guerrilleros ru-
rales mientras que la estructura organizativa de la lucha urbana
sufría rudos golpes por parte de los aparatos represivos del Estado
(Carquez, 1989: 94-97). Habiendo habido desde mucho antes
demostraciones fehacientes de la materialización del principio
político de la Unión Cívico-Militar, Manuel Cabieses Donoso
(citado por Linárez, 2006: 65, 66) puntualiza que:
El desarrollo de la lucha armada en Venezuela consiguió algo
que parecía imposible en América Latina: la unidad revoluciona-
ria del pueblo y del ejército.
La penetración revolucionaria en las filas del ejército venezola-
no es mucho más vasta de la que se puede a simple vista creer.

[ 148 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

Los soldados profesionales, especialmente los jóvenes oficiales,


están conscientes del estado de sumisión en que vive su patria
y la explotación a la que es sometida por los grandes consorcios
internacionales.
Estos oficiales no quieren que las Fuerzas Armadas sigan sien-
do un instrumento de represión para mantener esa situación
contra la voluntad del pueblo. Más de cien oficiales en servi-
cio activo, algunos de ellos detenidos, otros expulsados, pero
la mayoría en puestos de comando, pertenecen secretamente
a las FALN. Tienen células activas que expanden las ideas re-
volucionarias y no es de extrañar que en el futuro importantes
acontecimientos surjan de estos sectores.

Por su parte, Douglas Bravo y Elías Manuitt (1964/2004:


21, 22) plasmaron una teorización del mismo en el «Documento
de la Montaña», señalando «el destacado papel desempeñado y a
desempeñar por amplios sectores democráticos y patrióticos del
ejército tradicional FAN en la formación de nuestro ejército de
liberación», al considerar que:
Una de las características de la sociedad venezolana es la no
existencia de clases cerradas en lo económico, político e ideo-
lógico. Esta característica tiene su origen fundamental en el
carácter libertador de nuestro ejército independentista y en el
carácter igualitario y popular de la Guerra Federal. Esto se re-
fleja necesariamente en el seno de las FAN donde se diferencia
de otros países de Latinoamérica, no existen castas que sean la
expresión clasista de las oligarquías criollas. Por el contrario la
mayoría de los oficiales y suboficiales proceden de la media-
na y pequeña burguesía e incluso de las clases populares. Esto
unido a la elevación de del nivel técnico y cultural que han
conseguido las FAN a partir de Medina, ha permitido la incor-
poración de muchos jóvenes que en los Liceos y Universidades
reciben las influencias de las ideas revolucionarias que existen

[ 149 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

en la mayoría de la juventud venezolana. Por todo lo dicho


es fácil entender por qué nuestro ejército tradicional no es un
instrumento represivo monolíticamente identificado con los
intereses del imperialismo yanqui y de las oligarquías criollas.
Existen numerosos oficiales y suboficiales de mentalidad de-
mocrática y patriótica que comparten las ideas fundamentales
del programa amplio del FLN para la conquista de un gobierno
nacionalista. Por eso es explicable la existencia de numerosos
oficiales y suboficiales como los que integraron el movimien-
to de Carúpano y Puerto Cabello y otros grupos dispuestos a
hacer de las FALN un verdadero instrumento de apoyo en la
lucha de nuestro pueblo.
Es tarea central del movimiento de liberación nacional tomar
en cuenta esas características para desarrollar un trabajo per-
manente en el seno del ejército, que abra las perspectivas para
las posibles alianzas a corto y a largo plazo en el proceso de la
conquista del poder. Las amplias perspectivas que se abren con
la oficialidad democrática nos permiten estimular pronuncia-
mientos militares en combinación con el movimiento guerri-
llero suburbano y urbano, donde las masas populares desem-
peñan un papel activo en cualquier coyuntura revolucionaria.

Este documento es de gran relevancia no sólo por dar a cono-


cer explícitamente las causas que explican el fenómeno sociopo-
lítico de la Unión Cívico-Militar y la necesidad de fortalecerlo
(según como se expone en la cita anterior), sino también por los
aportes que desde Venezuela se han efectuado en las áreas política
y militar de la praxis de la guerra popular de resistencia asumida
por el movimiento revolucionario nacional e internacional, siendo
ejemplo de ello la aparición de las Unidades Tácticas de Combate
(UTC) para fortalecer la lucha guerrillera urbana (Documentos del
Movimiento Revolucionario Venezolano 1960-1979, sf: 34-38; Bra-
vo, 1965/2004: 46-48; Carquez, 1989: 74; Linárez, 2006: 32), así
[ 150 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

como el planteamiento efectuado por Bravo (1964/2004: 23-25;


1965/2004: 32, 39, 41-44) de la Insurrección o Guerra Combi-
nada como elemento presente en la lucha por la liberación, vista
esta como una totalidad concreta real dada por la Lucha Armada
y la Lucha de Masas.
Entre distintas consideraciones de interés para asegurar el
rumbo adecuado de la Lucha Armada, Bravo (1965/2004: 30)
reitera en la Carta de Octubre la importancia de hacer trabajo
político en el seno de las FAN, además de concebir a la guerri-
lla como «Ejército emancipador», que a decir de Garrido (2002)
con esa postura se está «reclamando la continuidad histórica de
la insurgencia armada de izquierda con el Ejército de Bolívar»,
continuidad reiterada dos años antes en el documento de cons-
titución de las FALN (Linárez, 2006: 63, 64), donde entre otras
cuestiones se declara que:
Sin armas, sin destacamentos armados organizados y sin unas
Fuerzas Armadas, intérpretes de la voluntad popular, no se po-
drá vencer el terror de los gobernantes ni sus recursos funda-
mentados en los intereses extranjeros y los cálculos egoístas de
los enemigos del pueblo.
Nunca en nuestro país ni en otros, sectores tan identificados
con el poder extranjero y los grupos dominantes han abando-
nado la escena política en forma graciosa y pacífica. Fue así
como los Libertadores tuvieron que crear un Ejército Liberta-
dor y Revolucionario para abatir el dominio español.
El pueblo venezolano necesita también ahora crear unas Fuer-
zas Armadas para dar respuesta diaria a las agresiones y violen-
cia del grupo gobernante, para pasar a la ofensiva y derrocar el
régimen, doblegar los poderosos intereses que lo apoyan y para,
mediante la victoria de la revolución, instaurar un gobierno
democrático y nacionalista. Unas Fuerzas Armadas respetadas y

[ 151 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

armadas por el pueblo, vigilantes y en todo momento dispues-


tas a defender las conquistas revolucionarias, mantener la inte-
gridad del patrimonio y territorio nacional y aplastar cualquier
agresión e intervención extranjeras.
Ya existen los embriones de esas Fuerzas Armadas de Libe-
ración Nacional. Como respuesta a las agresiones y el terror
gubernamental han surgido destacamentos guerrilleros en las
montañas y ciudades de la Patria. Y del seno de las Fuerzas Ar-
madas Nacionales en los últimos años, profesionales honestos
y patriotas han sido encarcelados, expulsados, relegados, hosti-
lizados, cercados y ofendidos por una camarilla que enloda el
prestigio y desvirtúa la misión de las Fuerzas Armadas Nacio-
nales al colocarlas no al servicio de la Patria y del pueblo, sino
a remolque de una pandilla de asesinos y políticos corrompidos
y malversadores.
Las heroicas insurgencias de Carúpano y Puerto Cabello de-
mostraron a la nación venezolana que esta oficialidad, como
otros oficiales que insurgieron, están al servicio de la causa re-
volucionaria.

Lograr que desde el seno de las FAN surgieran militares pos-


tulando estas ideas es fruto del trabajo de penetración en las fuer-
zas armadas del enemigo por parte de los grupos revolucionarios,
de lo cual Bravo (1965/2004: 47) nos dice que:
Constituye otro de los problemas de valor estratégico que ha-
bremos de resolver en la formación de nuestro ejército. Su tra-
bajo debe orientarse a largo y corto plazo. A largo plazo, para
acumular cuadros y recursos materiales para el momento in-
surreccional, evitando quemarlos en acciones inoportunas. A
corto plazo, para hacer de las FAN una fuente proveedora de ar-
mamentos, recursos logísticos, informaciones, etc., para el mo-
vimiento revolucionario. Estos recursos pueden ser aportados

[ 152 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

por el trabajo interno ordinario y promoviendo desprendimien-


tos que además de agudizar la crisis, nos acercarán al objetivo y
nos proporcionaron recursos humanos y materiales. Estos des-
prendimientos no se pueden dejar a la espontaneidad y deben
prever las fallas cometidas Carúpano y Puerto Cabello.
Existe en la oficialidad y sub-oficialidad de las Fuerzas Arma-
das, diferentes corrientes políticas, desde los reaccionarios go-
rilas, pasando por los reformistas, nacionalistas y progresistas,
hasta llegar a las capas revolucionarias. Ello origina una con-
tradicción permanente que no podrán resolver el alto mando
militar ni las clases dominantes. Todos estos factores irán res-
quebrajando cada día más la efectividad de las FF.AA, y abren
cauce para el trabajo prolongado a largo plazo y para los esta-
llidos de crisis a corto plazo de diferente signo. Esto nos lleva
a decir que las fuerzas enemigas, si trazamos y realizamos una
táctica y estrategia adecuada —sin olvidar su actual poderío
militar— y aprovechando sus puntos débiles en el tiempo y
espacio adecuados, cada día los iremos reduciendo hasta su mí-
nima expresión hasta lograr su derrota total.

Aproximadamente para 1965 las FAN están sometidas al tra-


bajo político-ideológico de diversos partidos (tanto del gobierno
como de la oposición) que competían entre sí con el fin de buscar
controlar mandos y unidades importantes, cuestión que provoca-
ba recelos y desconfianza tanto entre esos partidos como en las fac-
ciones militares más retardatarias, sin olvidar que paralelamente a
este panorama el movimiento revolucionario también ejercía su
propio activismo político-ideológico en las FAN (Documentos del
Movimiento Revolucionario Venezolano 1960-1979, sf: 103).
Al año siguiente, y según Linárez (2006: 24, 129), el teniente
Nicolás Hurtado Barrios —militar que fue pionero de la Unión
Cívico-Militar y se incorporó a las FALN— redacta una carta de

[ 153 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

fecha 4 de febrero, dirigida a los componentes de las FAN, donde


les plantea lo siguiente:
Necesario, pues, es definir el carácter de toda fuerza armada.
Por tanto, su naturaleza es patriótica, nacionalista, popular y
revolucionaria si está al servicio de los grandes intereses del
pueblo, ligada al trabajo productivo, al desarrollo y construc-
ción de un país soberano e independiente o es un instrumento
de los grandes capitales extranjeros, cuya misión represiva la
cumple a través de lacayos y testaferros. Esta es la historia y en
sentido general a ella no escapa ninguna institución militar.

Las Fuerzas Armadas no constituyen una institución mística


e impolutamente aislada de la sociedad donde está insertada, ha-
biendo influencia recíproca entre ambos espacios, no pudiendo
erigirse por sí misma en un ente ajeno a la lucha de clases existen-
te por las relaciones sociales de explotación que le dieron origen
como parte del aparato represivo del Estado al servicio de las clases
explotadoras (Engels, 1891/2006: 182-188), pero precisamente
por su interacción con el entorno societario que le rodea, reprodu-
ce en su seno las contracciones materiales que empujan a las clases
explotadas a actuar por la construcción de relaciones sociales de
solidaridad. Esto es ratificado por Bravo (1980/2004: 59):
La unidad de clase que se realiza para un proceso revoluciona-
rio de los sectores obreros, campesinos y los sectores medios de
la población, tienen su repercusión a nivel de ciertas fuerzas
sociales —que no clases sociales—: esa repercusión se puede
dar en el seno del clero y se puede dar en el seno del ejército.
En Venezuela hay un sector patriótico, antiimperialista, de las
Fuerzas Armadas, que está dispuesto a acompañar al pueblo en
sus grandes transformaciones, como se probó con el período
de la derrota de Pérez Jiménez y posteriormente en el caso de
Carúpano y Puerto Cabello.
[ 154 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

La unidad cívico-militar no es sino la expresión de la unidad


de los sectores de los trabajadores, de los campesinos, de las
clases medias, que repercute en ciertas fuerzas sociales y que en
determinado momento crea una unidad muy particular, una
unidad cívico-militar. En Venezuela, desde comienzos de este
siglo hasta nuestros días las luchas populares siempre han es-
tado impregnadas de movimientos donde participan sectores
patrióticos de las Fuerzas Armadas Nacionales, enfrentados a
otro sector de la FAN.

No todo podía ser como se quisiera en función de preservar la


unidad requerida para que los factores revolucionarios alcanzaran
la victoria final contra la ofensiva desatada por las clases domi-
nantes y el imperialismo. Según la Historia del PRV (1971/2007:
5-10), para comienzos de 1965 se recupera el movimiento revo-
lucionario en tal forma que logra contener la represión policía-
co-militar pese a su intensificación con respecto a años anteriores;
en abril se hacen más patentes las controversias internas en la
dirigencia del PCV comenzadas desde 1959, presentes en torno
al carácter de la Revolución, el papel de la guerrilla y los despren-
dimientos militares, siendo estas divergencias aprovechadas desde
1964 por parte del gobierno para estimular la división del parti-
do, sobre todo porque las mismas mostraban profundas diferen-
cias ideológicas, mientras que para fines de 1965 el PCV sufría
una intensificada campaña de represión gubernamental (Ojeda,
1966-1967/2006: 12).
Alegando condiciones favorables para tomar la iniciativa en
el terreno político, en dos documentos redactados alrededor del
7 de noviembre de 1965 —cuyo contenido fue dado al conoci-
miento público de la militancia comunista— la mayoría de los
dirigentes del PCV se deciden la línea de la «paz democrática»
consistente en una nueva vía para la tomar del poder dada por

[ 155 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

el repliegue y suspensión de la Lucha Armada pero sin descartar-


la, lo cual era una verdadera capitulación presentada semántica-
mente como un viraje para crear un nuevo período táctico en las
actuaciones políticas del partido, posiciones estas que contrade-
cían los planteamientos de Douglas Bravo —en aquel momento
comandante del Frente Guerrillero José Leonardo Chirino— ex-
puestos en el «Documento de la Montaña» y la «Carta de Octu-
bre» —textos mantenidos en secreto por la dirigencia del PCV—,
donde se sostenía la línea de continuar la Lucha Armada a través
de medidas tendientes a su fortalecimiento y avance (E. More-
no, sf: 18; Ojeda, 1966-1967/2006: 12, 13; Historia del PRV,
1971/2007: 10).
Tal como lo asevera C. Romero (1992: 149), desde diciem-
bre de 1965 se incrementan las contradicciones entre las filas del
PCV acerca de darle o no continuidad a la Lucha Armada. El
sector encabezado por Douglas Bravo y Fabricio Ojeda era parti-
dario de proseguirla (E. Moreno, sf: 18), efectuándose a tal efecto
una reunión para el 10 de diciembre con el fin de dar respuesta a
los crecientes problemas del movimiento revolucionario y de su
estructura guerrillera (aprietos que fueron tratados anteriormente
con indiferencia), asociados por lo demás a la ausencia de una
única dirección político-militar (Ojeda, 1966-1967/2006: 24),
tomándose decisiones acerca de la reorganización del FLN y las
FALN como aparatos que de hecho se hicieron independientes
de las líneas oficiales del PCV, aumentando así las fricciones con
las tendencias claudicantes en ese partido hasta que, cerca del 15
de marzo de 1966, se elabora el «Manifiesto de Iracara», progra-
ma político del grupo disidente de Bravo donde se exponía que
las FALN no pertenecen a ningún partido, y que las distintas eta-
pas de la lucha revolucionaria requieren del empleo de las fuerzas
armadas en condiciones creadas por grandes cambios a darse; las
[ 156 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

posiciones vacilantes y reformistas de la dirección del PCV moti-


varon al grupo de Bravo la realización de una conferencia nacio-
nal entre los días 22 y 23 de abril de 1966, dando origen al Par-
tido de la Revolución Venezolana (PRV), que asumía como reto
«construir un partido para la clase obrera, apoyado en la ideología
marxista-leninista, capaz de interpretar la realidad venezolana y
proyectar las luchas hacia la liberación y el socialismo» (Historia
del PRV, 1971/2007: 11, 12).
La respuesta de la cúpula del PCV, tanto a la reorganización
del FLN y las FALN como al «Manifiesto de Iracara», fue decretar
la expulsión de Douglas Bravo en mayo de 1966 acusándolo de
fraccionalista y divisionista (Ojeda, 1966-1967/2006: 25; C. Ro-
mero, 1992: 150, Linárez, 2006: 124). Ya antes de esa expulsión,
con las medidas adoptadas por el colectivo disidente del PCV se
desmantelaron varios frentes guerrilleros, producto de concentrar
sus efectivos en torno a los que estaban bajo el mando de Bravo
hasta que, desde finales de 1966, en el PRV se alegó la necesidad
de recobrar fuerzas bajo el fin de aplicar para sí mismo el viraje
táctico propuesto por el PCV como cese de acciones armadas,
optando la dirigencia del PRV por decidir, en una reunión llevada
a cabo entre el 22 y el 31 de diciembre de ese año, no efectuar
operaciones militares pero sin dejar de desplazarse territorialmen-
te a partir de enero de 1967 (lo que después produjo muchas
vicisitudes), suscitando reclamos por quienes se fueron con Bravo
alegando que el PCV tenía estancada la lucha, paradoja que se
mantuvo hasta que en agosto de 1969 se procede a la puesta en
práctica del viraje táctico (Historia del PRV, 1971/2007: 13, 14,
18, 19; Linárez, 2006: 124, 125, 132, 133, 135, 161, 162).
Por otra parte, con relación a su expulsión del PCV y a las
posturas manejadas por ese partido, Bravo afirma que «cuando a
nosotros nos expulsan del Partido Comunista es porque estamos
[ 157 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

reivindicando los elementos teóricos de Simón Bolívar, de Simón


Rodríguez, de Zamora y de otros pensadores nuestros, cuyos pos-
tulados chocaban con los de la ortodoxia del pensamiento sovié-
tico», siendo estos elementos manejados por él desde el momen-
to que redactó el «Documento de la Montaña» (Garrido 2003;
2004), y con los que se buscaba nacionalizar el pensamiento mar-
xista de la guerrilla a las condiciones particulares de la realidad
sociohistórica de nuestro país, relegando el clásico dogmatismo
desnaturalizador, desvirtuador, acrítico y esquemático de quienes
no supieron interpretar el marxismo-leninismo. En este proceso
reflexivo no hubo influencia decisiva de la Revolución Cubana,
siendo su apoyo a la guerrilla fundamentalmente de tipo operati-
vo (Garrido, 2004).
Las aseveraciones de Bravo reivindican en plena Lucha Ar-
mada la pertinencia de lo que a posteriori se conocería como el
Árbol de las Tres Raíces (o sea, el conjunto de pensamientos de
Bolívar, Rodríguez y Zamora), vinculándosele a otras vertientes
político-ideológicas que detalla Garrido (2000: 1; 2002; 2004):
Ya el PRV había agregado a sus tesis políticas puntos como la de-
fensa del indigenismo, el ecologismo, el nacionalismo cultural,
científico y tecnológico, el revisionismo histórico, y la creación
de una religión popular sincrética que incorporaba el culto a
Bolívar, que partía de la base de que el pueblo venezolano tenía
un sentimiento bolivariano religioso, tal como ocurre con Ma-
homa entre los pueblos árabes. Por eso la revolución se definía
como cívico-militar-religiosa. En lo internacional reivindicaba
una «Tercera Posición», que se apartaba de la confrontación
bipolar y se acercaba a las posiciones chinas de la Revolución
Cultural. La meta política trazada era la alianza cívico-militar,
que se traducía en la conformación del Tercer Ejército, o Ejérci-
to Continental de Bolívar, producto de la fusión de los sectores
revolucionarios de las FAN con la vieja guerrilla. La revolución

[ 158 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

bolivariana sería consecuencia de la «Ruptura Histórica», tras la


cual se crearía una nueva civilización.
Al mismo tiempo, se sostenía el concepto bolivariano de la Pa-
tria Grande, entendida ahora como Latinoamérica y el Caribe
(y no solamente Hispanoamérica), para lo cual era necesaria,
en un primer momento, la revolución latinoamericana. La so-
lidaridad internacional del tercerismo condujo a entender la
revolución latinoamericana y caribeña como parte de la revo-
lución mundial.
En el ámbito interno, se mantuvo el criterio de la revolución
social a través de la lucha de clases, con énfasis en la insurrec-
ción cívico-militar-religiosa contra los que consideraban como
sectores opresores.

Prosiguiendo en el enfoque descrito en la cita anterior, ya


Pedro Duno editó un documento donde postulaba que el mar-
xismo-leninismo se transformaba en marxismo-leninismo boli-
variano. Posteriormente, el proyecto se fundamentaría en lo que
ahora se denominaría el Árbol de las Tres Raíces. En el Congreso
Cultural de Cabimas, coordinado por el PRV y efectuado entre
los días 4, 5 y 6 de diciembre de 1970, se esbozó este plantea-
miento considerado como eficiente para la acción revolucionaria
(modificadora incluso de los esquemas ideológicos y de los recur-
sos prácticos), sin llegar a constituirse en una ideología, sirvien-
do de base para fusionar el Bolivarianismo revolucionario con el
Bolivarianismo tradicional de las FAN (Garrido, 2000: 1; 2007b;
Borregales, 2008). Con este audaz desarrollo dialéctico del pen-
samiento político revolucionario, expuesto aquí y en los párra-
fos anteriores, se evidencia el verdadero carácter creador, abierto,
científico y práctico del Marxismo.
Finaliza la década del sesenta del siglo xx con la derrota mi-
litar de la Lucha Armada, y para la década siguiente los sectores
[ 159 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

revolucionarios provenientes de esa derrota intentaron mantener


grupos guerrilleros en el campo y células operando en las ciuda-
des, buscando nuevos espacios en las instituciones de educación
básica y universitaria (donde su activismo político se expresaba
respectivamente en los disturbios estudiantiles y en las acciones
propagandísticas efectuadas en las universidades públicas), así
como en esforzarse por incorporar a jóvenes cuadros militantes
en las academias militares y en conformar grupos conspirativos
dentro de las FAN (Irwin, 2003: 6).
Muestra de lo antes dicho es la postura de Douglas Bravo
en 1973 al reconocer la derrota de la Lucha Armada —cesando
entonces la insurgencia del PRV (Linárez, 2006: 174)—, deci-
diéndose así por tranzarse de frente con su estrategia cívico-mi-
litar basada en el «Documento de la Montaña». A comienzos de
la década del setenta, él y un reducido equipo se dedicaron a
tener suficiente preparación teórica y práctica para penetrar en
las FAN mientras se buscaba detectar los cargos vacantes para asi-
milados, así como efectuar un censo de militantes del PRV y sus
familiares para su incorporación como cadetes y/o reclutas, fase
que después serviría para elaborar el inventario de los oficiales y
suboficiales con tropas en el país, procediéndose a su captación
previo análisis que pasaba por determinar su ubicación ideológica
y sus simpatías, añadiéndose a esto la labor de politización entre
los estudiantes de la academia militar. Para el avance de toda esta
estrategia sirvieron de gran ayuda los numerosos enlaces man-
tenidos en las FAN por parte del coronel retirado Hugo Trejo,
quien conservaba intacto su prestigio en el cuerpo castrense, así
como contribuyó la inserción del profesor Nelson Sánchez en la
institución armada, por instrucciones de Bravo para coordinar el
plan conspirativo de asalto al poder (Garrido, 2003; El Troudi y
Bonilla, 2004: 71, 72).
[ 160 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

En 1976 se dio el vínculo entre Douglas Bravo y William


Izarra, oficial de reputación en la Fuerza Aérea Venezolana,
quien quedó atraído por las tesis del primero, dedicándose con
denuedo en la formación de un movimiento clandestino impul-
sador de la Revolución desde las FAN, organizando en 1978 el
grupo Revolución 83 (R-83) para crear luego la Alianza Revo-
lucionaria de Militares activos (ARMA), grupo que duró hasta
1986 cuando Izarra se retiró de de las FAN debido a una dela-
ción (Garrido, 2002; 2003; 2007a, 32). Para 1977 Hugo Chávez
crea el Ejército de Liberación del Pueblo de Venezuela (ELPV)
mientras mantenía contactos con el partido de izquierda Causa
R, y durante ese mismo año se instaló el Frente Militar de Carre-
ra a cargo del Nelson Sánchez, abocado a coordinar la labor de
las células conspirativas en los distintos componentes de las FAN
(Garrido, 2000: 1; 2002; 2003; 2007a: 19-21; 2007b; El Troudi
y Bonilla, 2004: 73). Chávez revela algunas circunstancias que
en su momento lo estimularon para crear el ELPV (Elizalde y
Báez, 2004: 348, 349):
Discutía con los superiores, nunca me quedaba callado. Tuve
un lío serio en un campo antiguerrillero, porque vi cómo tortu-
raban a unos campesinos, supuestos guerrilleros, prisioneros de
guerra. Les estaban pegando con un bate forrado en una cobija
y daban unos gritos tremendos. Se notaba que eran pobres gen-
tes, casi muerto de hambre, flaquitos, y me enfrenté al coronel:
«No, yo no acepto esto aquí», y le quité el bate y lo lancé lejos.
Luego el coronel hizo un informe en mi contra, acusándome
de haber entorpecido el trabajo de Inteligencia… Llegué in-
cluso a pensar en irme para la guerrilla y hasta fundé en 1977
un ejército: el Ejército de Liberación del Pueblo de Venezuela.
Ahora me río cuando lo recuerdo, porque sus miembros no
llegábamos a diez.

[ 161 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Así como Chávez era crítico de los violentos procedimientos


aplicados por las FAN en su combate contra la guerrilla, también
lo era contra las acciones indiscriminadas de algunos de sus grupos,
de acuerdo a una entrevista que le efectuó Harnecker (2002: 13):
Pero también presencié cómo un grupo guerrillero, Bandera
Roja, había masacrado soldados. Ellos venían montados en un
camión de volteo medio dormidos, cansados de caminar por
esas montañas y los guerrilleros estaban esperándolos en un si-
tio en el camino y les dispararon; no les dieron tiempo ni de
defenderse y los remataron. Yo decía: «No estoy de acuerdo con
torturar a esos campesinos porque dicen que son guerrilleros,
pero tampoco que guerrilleros masacren a esos soldados que
son muchachos inocentes que estaban cumpliendo una mi-
sión» Además, se trataba de una guerrilla que ya estaba derro-
tada, que no tenía apoyo popular ni trabajo popular de ningún
tipo; se trataba de pequeños grupos.

Por otra parte, algunos miembros de un colectivo de oficiales


jóvenes tuvieron contacto con la ARMA para más tarde indepen-
dizarse de esta, y en el ejército con Chávez se crean secretamente
grupos conspirativos que operarían en las distintas ramas de las
FAN, siendo estos el Comité de Militares Patrióticos, Bolivaria-
nos y Revolucionarios en 1980 (año en que Chávez conoció a
Douglas Bravo), y el Ejército Bolivariano Revolucionario (EBR),
concebido para ese año (y constituido sólo por militares) pero
comenzando a operar en 1981 (cuando Chávez conocería a Wi-
lliam Izarra y a Francisco Arias Cárdenas), cuyas siglas coincidían
con algunas de las iniciales de los representantes del Árbol de las
Tres Raíces. Del EBR se pasó posteriormente al Ejército Boliva-
riano 200 (EB-200), fundado el 17 de diciembre de 1982 bajo
la sombra del Samán de Güere, para luego dar paso exactamente
un año después, y en el mismo sitio, al Movimiento Bolivariano
[ 162 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

Revolucionario 200 (MBR-200), siendo esta agrupación cí-


vico-militar clandestina la que mejor respondía al concepto de
insurrección cívico-militar diseñado por Bravo, de quien pocos
militares —entre ellos, Chávez— sabían de su responsabilidad
como organizador de la conjura, y quien participó con la dirigen-
cia guerrillera en la elaboración —durante más de tres lustros—
de la teoría revolucionaria que quedaba a disposición de los jó-
venes oficiales, teoría en la cual incluso Alí Primera era símbolo
del PRV y a su vez entendía al ejército como Tercer Ejército o
Ejército Bolivariano, espacio de concurrencia entre los militares
de carrera y la sociedad civil armada (H. Chávez, 1993/2007:
15, 16; Garrido, 2002; 2003; 2007a: 22-26, 29, 30; 2007b; El
Troudi y Bonilla, 2004: 77). A pesar de estas confluencias ideoló-
gicas, entre 1984 y 1985 Chávez y Bravo se empiezan a distanciar
(hasta su ruptura definitiva en 1991) mientras este último creaba
al grupo Tercer Camino a partir de la disolución del PRV comen-
zada en 1979 (Garrido, 2007a, 33; 2007b).
Habiéndose ya conocido cuando existía el EB-200, con ante-
lación el ideario del Árbol de las Tres Raíces tuvo repercusión en
Hugo Chávez y Francisco Arias Cárdenas, quien además fue in-
fluido desde 1989 por ideas complementarias de Kléber Ramírez,
miembro del grupo Tercer Camino, y quien con otros revolucio-
narios civiles tuvo una actuación destacada en la aproximación
que se dio entre el MBR-200 tanto con la ARMA como con el
grupo de Arias Cárdenas, enlace este último buscado por Chávez
hacia finales de 1985 (ante la disolución del PRV), pero concre-
tado para mayo de 1986 en la ciudad de San Cristóbal, mante-
niéndose por parte de él, Chávez y muchos otros la idea de la
Unión Cívico-Militar (Garrido, 2000: 2; 2007a: 24, 26, 29-32,
57, 58; 2007b; El Troudi y Bonilla, 2004: 80, 318). Previamente,
ya entre 1982 y 1985 (período en que todavía existía la Unión
[ 163 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Nacional Bolivariana —creada en 1957— de acuerdo a Fernán


Altuve Febres, según Garrido, 2007a: 25, 27), el MBR-200 había
desplegado una gran labor organizativa por un lado incorporan-
do valiosos oficiales y cuadros políticomilitares, y por otro lado
generando simpatías en amplios sectores de los componentes de
las FAN, siendo que pese al carácter clandestino del MBR-200
fue desatada una persecución en su contra (El Troudi y Boni-
lla, 2004: 97), mientras que para 1986 Hugo Trejo sustituye a
Nelson Sánchez en la coordinación del Frente Militar de Carrera
(Garrido, 2007b).
Sobre su participación en este proceso conspirativo y el Árbol
de las Tres Raíces, el Comandante Chávez profundizó en detalles
ante Cabieses (2006), cuando le expuso que:
… uno viene evolucionando en su pensamiento. En mi caso he
venido adquiriendo experiencia y recogiendo ideas producto
de esa dialéctica que se reproduce entre la teoría, los debates, las
discusiones y la praxis de lo que está ocurriendo en Venezuela.
Estos seis años, Manuel, han sido muy ricos, nos han nutrido
desde el punto de vista de las ideas. Han alimentado nuestro
pensamiento… Comencé en esta lucha allá por los años 80.
Recordaba hace un rato… que poco antes de los 80 comenza-
mos a formar en el seno del ejército una corriente bolivariana
y nacionalista que ni siquiera se planteaba una revolución. A
mediados de los 80 propuse a mis compañeros militares agregar
la letra R —de revolución— a la sigla de nuestro movimiento
que se llamaba EB-200 —Ejército Bolivariano 200 porque en
1983 era el bicentenario del nacimiento de Bolívar—. El mo-
vimiento nació en 1982 en un acto simbólico. En realidad, era
una pequeña célula clandestina. Por el año 87, dimos una dis-
cusión que fue dura. El movimiento había crecido pero todavía
éramos pequeños grupos, que al fin nos definimos como un
movimiento bolivariano revolucionario. Lo que perseguíamos

[ 164 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

era eso, una revolución, una transformación política, social,


económica y cultural inspirada en el planteamiento de Bolí-
var. Diseñamos así lo que hemos llamado el «Árbol de las Tres
Raíces», que es nuestra fuente ideológica. Consiste en la raíz
bolivariana (su planteamiento de igualdad y libertad, y su vi-
sión geopolítica de integración de América Latina); la raíz za-
morana (por Ezequiel Zamora, el general del pueblo soberano
y de la unidad cívico-militar) y la raíz robinsoniana (por Simón
Rodríguez, el maestro de Bolívar, el Robinson, el sabio de la
educación popular, la libertad y la igualdad). Este «Árbol de las
Tres Raíces» dio sustancia ideológica a nuestro movimiento…

Sobre este mismo orden de ideas, Chávez efectuó las siguien-


tes declaraciones en otra entrevista efectuada por Elizalde y Báez
(2004):
Amaneció el 1º de enero. Esa fecha para nosotros también era
muy significativa, porque marcaba el aniversario de una rebe-
lión militar, protagonizada en 1958 por Hugo Trejo que era un
viejo coronel, todo un líder. En 1981 aún vivía e influyó mu-
cho con su prédica revolucionaria. Además inspiró a un grupo
de militares —entre ellos al General Jacinto Pérez Arcay, que
fue su alumno—, y también sembró en nosotros, indirecta-
mente, un ánimo de rebeldía frente a los problemas que está-
bamos viendo en la institución y en el país… me hablaba del
proyecto nacional, de Bolívar, de cómo los adecos traicionaron
la democracia y cómo lo echaron a él de las fuerzas armadas.
… el coronel Trejo… una vez me dio una carpeta viejísima y me
dijo: «Hugo, este era nuestro proyecto, el Movimiento Naciona-
lista Venezolano Integral. Quiero que lo estudies». Él sabía que
estaba sembrando y en nosotros encontró tierra fértil. Entonces
apenas éramos un grupito de cuatro o cinco compañeros.
Él me decía: «Hugo, vas madurando. Pronto serás capitán
y podrás comenzar a ser líder de oficiales. Ese grado es muy
[ 165 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

importante, prepárate para ser un buen jefe de compañía. No


te corrompas, este es un momento clave de tu vida». Efectiva-
mente, en julio yo ascendía a capitán. Como Pérez Arcay —a
quien en esa época le había perdido un poco la pista—, Trejo
fue un maestro (pp. 328, 329).
Ya yo andaba en reuniones con algunos movimientos militares
—como el de Trejo, que no acababa de cuajar—, y políticos
—como el de Douglas Bravo—. Siempre insistía en la unidad,
y una vez logré reunir a Trejo con Bravo en Maracay, antes de
1982…
Se habían constituido varios grupos, pero no existía nada formal
hasta el día del juramento. A partir de ese día nos dimos a la ta-
rea de conformar un movimiento, amparado en el concepto del
árbol de las tres raíces, intentando articular ideológicamente las
concepciones que mejor se adaptaban a la realidad venezolana
y, en particular, al contexto en el que nos movíamos.
Nos dimos cuenta de que la ideología que Douglas Bravo defen-
día no iba a tener eco en las fuerzas armadas. El marxismo cho-
caba con la naturaleza misma del cuerpo militar profesional. Era
muy difícil mezclar abiertamente a Marx y a Lenin con nuestra
formación prusiana. Al único que logré llevar ante Douglas fue
a Luis Reyes Reyes; otros grandes amigos se negaron…
Por eso, acudimos de lleno al pensamiento bolivariano, a su
ideología, nutriéndonos de todo lo demás. Comenzamos a inves-
tigar. Designábamos grupos con tareas específicas: el estudio del
pensamiento de Bolívar, Miranda, Zamora, Simón Rodríguez…
Así fue cuajando como un pensamiento diverso, que dio sus
primeros frutos a finales de los ochenta, particularmente des-
pués del Caracazo, en febrero de 1989. Esta rebelión popular
le dio un gran impulso al movimiento. Cuando se produjo,
reanudamos con más fuerza las reuniones y conspiraciones. Ya

[ 166 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

nuestro trabajo ideológico, político, organizativo, estaba con-


solidado (354, 355).

Bajo el efecto catalizador del Sacudón (Harnecker, 2002:


15, 16; 2004: 37), el MBR-200 no solamente elaboró el Plan de
Operaciones Ezequiel Zamora y redactó los lineamientos genera-
les del Programa de Gobierno Revolucionario con sus respectivos
decretos, documentos estos cuyos objetivos estratégicos debían
ser diseñados tomando como base las necesidades humanas, sien-
do esta la directriz fundamental que orientaba tal esfuerzo plani-
ficador (Observatorio Socialista de Venezuela Nº 11, 2009: 3); más
allá del mismo también protagonizó la rebelión cívico-militar del
lunes 4 de febrero de 1992, y por parte de la fuerza de la extinta
ARMA ocurrió la del jueves 27 de noviembre de 1992, en las
cuales Chávez jugó un papel decisivo de manera directa como jefe
de la primera, e indirecta en la segunda pues esta estuvo bajo el
mando del general Francisco Visconti, quien desde mucho antes
era mano derecha de William Izarra (H. Chávez, 1993/2007: 19-
21; Elizalde y Báez, 2004: 96, 108-110; Garrido, 2007a: 34, 60,
61). Por encima de los contactos y discrepancias habidos ante-
riormente entre ciertos grupos civiles (de izquierda) y los milita-
res revolucionarios (Garrido, 2007a: 50-53), con ambas acciones
el pueblo civil pudo vislumbrar nuevos intentos de cambiar la
historia. Esta vez sí había vanguardia, dirección y armas para la
defensa en caso de masificarse la represión, pero faltó la movili-
zación de masas junto a la manifestación del espíritu de solida-
ridad y la acción colectiva, en el seno de las comunidades, que
caracterizaron al Sacudón. A diferencia de este último suceso, las
dos rebeliones cívico-militares no dejaron la vasta desolación que
quedó en lugares como la fosa común de La Peste. La posterior
represión no fue desatada en contra de todo el pueblo sino que
se direccionó al sector cívico-militar revolucionario, el cual no se
[ 167 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

amilanó y sí alimentó tanto su espíritu heroico como su honda


convicción de tiempos mejores (Guariguata, 2004: 11), tal como
está aconteciendo en Venezuela con la Revolución Bolivariana,
con profundas repercusiones en buena parte del planeta.
El movimiento con el cual se impulsó esta Revolución en su
historia más reciente —pero remontándose a los actos de resisten-
cia indígena y africana— arrancó con Douglas Bravo y cristalizó
con Kléber Ramírez, quien organizó varios equipos universitarios
de trabajo para redactar los decretos regionales, nacionales e in-
ternacionales que fundamentaban el programa de gobierno de la
rebelión cívico-militar del 4 de Febrero (Garrido, 2007a: 38, 39,
45). Testimonio de ese proceso es el libro Historia documental de
4 de febrero (1995-1998/2006), redactado por el segundo de los
mencionados.
El carácter inédito de esta Revolución conllevó al rescate de
distintos aportes teóricos y corrientes de pensamiento, otrora al-
gunas de ellas percibidas como contradictorias, aunado a que,
durante las décadas de los ochenta y noventa del siglo xx, el pen-
samiento dominante las condenaba y anunciaba su desaparición
al creer que con la disolución del Bloque Soviético también se di-
siparían los sueños de los pueblos, sin percatarse que los fenóme-
nos ocurridos en Venezuela durante aquel período restablecerían
la necesidad de repensar y reconstruir las fuentes teóricas de la
Revolución en el planeta. Este renacimiento sugiere la derrota de
las consignas postmodernas sobre la muerte de las utopías, el fin
de la historia y la década perdida. Lo efectivamente perdido era
la interpretación positivista de la realidad, a la cual no escaparon
revolucionarios que no entendieron la complejidad de los nuevos
tiempos, cuando resurgieron presupuestos ideológicos latentes en
búsqueda de interpretaciones novedosas para acertar en la lectura
de la historia y en otros modos culturales de reflexión de los pue-
blos (Guariguata, 2004: 13-14).
[ 168 ]
Contexto sociohistórico de Venezuela hasta 1998

Sin duda que a partir de 1989 se podía expresar con propie-


dad la frase: «¡Seguid el ejemplo que Venezuela dio!». En todo el
mundo la gente está cada vez más consciente de la crisis que atra-
viesa el sistema capitalista mundial, mostrándose más dispuesta
a luchar por sus derechos y más escéptica frente al discurso ideo-
lógico de las clases dominantes, cuestionando las estructuras del
saber en el marco de amplias luchas y de gran incertidumbre. Es
una prioridad intentar comprender lo que está sucediendo para
después decidir la vía hacia donde hay que mover el mundo, y
en última instancia resolver la manera como se actuará en ese
sentido. Estas tres tareas son diferentes pero se hallan muy rela-
cionadas, tanto como lo están las labores intelectuales, morales y
políticas (Wallerstein, sf: 63).
He aquí parte de los enormes retos históricos que el pueblo
venezolano ha asumido con interrupciones desde la época de la
Guerra de Independencia, pero que en la actualidad sigue llevan-
do a cabo con más fuerza y determinación desde el domingo 6 de
diciembre de 1998, día en que el pueblo llevó a la presidencia al
Comandante Hugo Chávez. Este suceso histórico es uno de los
nodos neurálgicos que se han dado entre los pueblos que, tarde
o temprano, harán posible la desaparición del sistema capitalis-
ta mundial por otro donde la humanidad esté emancipada de
relaciones sociales de explotación, y en su lugar la hegemonía la
tengan las relaciones sociales de solidaridad.

[ 169 ]
Génesis de un
nuevo pensamiento

La guerra de independencia en las antiguas colonias del imperio


español implicó una serie de procesos de constitución de nuevos
estados nacionales, propósito cuyo logro ocasionó la necesidad
de hilvanar producciones culturales sustentadoras en cada nación
de su legitimidad, cohesión y continuidad histórica en el seno del
Estado respectivo, junto a una nueva hegemonía política, econó-
mica y cultural, visibilizada en narrativas sobre la historia oficial
asociadas recíprocamente a los mitos y símbolos secularizados
de una nación, aunque estos últimos sean históricamente obje-
to de resignificación y disputa permanente. Estas aseveraciones
son válidas para Venezuela, donde Simón Bolívar es un símbolo
paradigmático sobre quien se urdió una historiografía oligárqui-
co-burguesa deformadora de su vida, siendo superada en el ima-
ginario y en la memoria histórica del pueblo venezolano al con-
densar en su figura valores de justicia y de igualdad en relación
con la realidad sociopolítica que sufría. El Bolívar liberador de los
esclavos y libertador del pueblo venezolano es un mito insurgente
que actualmente simboliza la lucha contra la opresión y la ex-
clusión social, cuya imagen representa la esperanza de liberación
objetivada en una añoranza por el pasado o en un anhelo social
más justo (Ayala, sf: 9).
[171]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Contra esos deseos chocaban los intereses de las antiguas y


nuevas clases dominantes, interesadas en cambiar todo para que
quede igual, es decir, en modificar los mecanismos de explotación
pero no suprimirla, aunque surjan coyunturas que empujen en
direcciones opuestas. Luego, partiendo de Biardeau (2009: 66),
la actual matriz ideológica del proyecto bolivariano puede com-
prenderse desde el entrelazamiento de los siguientes factores de
crisis en Venezuela:
• En el ámbito político-jurídico, la ruptura de la dominación
burguesa y del sistema político de élites institucionalizado
luego del llamado Pacto de Punto Fijo, la Constitución de
1961 y las actuaciones del Ejecutivo nacional que le limita-
ron a esta su plena vigencia.
• En el ámbito económico-social, la intensificación del ago-
tamiento del modelo petrolero capitalista-dependiente du-
rante la década de los años noventa del siglo xx, colapso
que se profundiza luego de la aplicación de los programas
neoliberales de ajuste y estabilización económica guiados
por organismos multilaterales (FMI y BM) del sistema ca-
pitalista mundial.
• En el ámbito geocultural, la dislocación o crisis del proyec-
to liberal de «modernidad colonial periférica», modificado
partiendo de la influencia del postmodernismo (conglome-
rado de tendencias socioculturales divergentes —incluso
contrarias al marxismo— provenientes de universidades
estadounidenses, canadienses y europeas) ligado al ima-
ginario de la modernización y el desarrollo euroestadou-
nidense, ambas tendencias propagadas y afianzadas por la
hegemonía de los aparatos ideológicos de las elites inte-
lectuales, educativas y culturales de Venezuela, e impuesto
[ 172 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

como parte del pensamiento único del capitalismo destina-


do a efectuar su refundación cultural desde sí mismo para
perpetuarlo, peculiaridades estas —señaladas por Kohan y
Korol (sf: 11-13), Callinicos (1989-1993/sf, 3-8), Jameson
(1991, 5, 17, 18), Sánchez Vázquez (1999), Vega Cantor
(2007/sf ), El Troudi y Bonilla (2004: 138-140) y Kohan
(2007a)— que son propias de una etapa histórica del ca-
pitalismo denominada «Globalización» (llamada también
«Mundialización»), categoría manejada generalizadamente
en distintas dimensiones como un fetiche (Hirsch, 1996/
sf: 95-98) con intenciones legitimadoras de los intereses del
imperialismo capitalista (Amin, 2001: 1).
Dado semejante panorama, para Guariguata (2004: 14) la
Revolución Bolivariana comienza producto de una complejidad
histórica y teórica dada por la confluencia de disímiles vertientes
doctrinarias, desde una concepción de amplitud contraria al dog-
matismo y al pensamiento único regidos por la lógica del capital,
contando con una riqueza de ideas aún no suficientemente deba-
tidas y propias, no sólo del avance en el pensamiento humano,
sino también de un mundo mestizo sin espíritu de sumisión a
alguna visión unilateral, mostrando de manera autónoma su re-
sistencia creadora y constructora de la filosofía que explique su
existencia e inspire el diseño de los posibles escenarios donde el
pueblo aspira vivir. Dicho de otra forma, contradice a la visión
positivista de la realidad no tener disponible una ideología ho-
mogénea, formándose en su lugar un piso mestizo donde con-
fluye una variedad de aportes conceptuales, determinándose así
el carácter democrático de la construcción ideológica del Proceso
Revolucionario en Venezuela.
Esta ambiciosa y fructífera tarea intelectual no puede estar
reservada a una vanguardia privilegiada, demandando del pueblo
[ 173 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

su participación crítica, creativa y protagónica para continuar


construyendo el resto del edificio ideológico, ejerciendo así su
condición de trabajador intelectual. El protagonismo popular no
sólo debe cumplirse en los planos político, económico y social,
sino también en el plano cultural e ideológico, convirtiéndose el
pueblo en sujeto protagónico productor de teorías revoluciona-
rias, rescatando críticamente los aportes del patrimonio del pen-
samiento revolucionario universal y adecuándolo a sus propias
condiciones, en búsqueda de la transformación profunda de la
sociedad venezolana, la construcción de una nueva instituciona-
lidad y creando un nuevo modelo de desarrollo económico, todas
estas posturas apoyadas por defensores del pensamiento boliva-
riano, revolucionarios de origen marxista (muchos de los cuales
estuvieron involucrados en la Lucha Armada de los años sesenta,
setenta y ochenta del siglo xx) y sectores antisistema, incluyendo
los grupos cristianos, indigenistas, afroamericanos, ecologistas,
culturales, feministas y de científicos sociales con visión transfor-
madora, quienes a fines del siglo xx perfilaron mejor el concepto
de democracia participativa y protagónica (El Troudi, 2007: 122,
123, 205-208), inspirándose en el Árbol de las Tres Raíces, las
corrientes amerindia y afrocaribeña, la Teología de la Liberación,
las tendencias críticas del marxismo, el ecologismo, el feminis-
mo y demás expresiones renovadoras del pensamiento universal
(Guariguata, 2004: 11, 14).

2.1. Hugo Chávez y sus circunstancias

Tanto en el seno de las masas como entre los integrantes de una


vanguardia revolucionaria (y en general para cualquier grupo hu-
mano), el salto de los distintos niveles de su conciencia social
viene determinado por las vivencias protagonizadas en el entorno
físico y societario donde cada uno se desenvuelve como ser social,

[ 174 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

pero siendo capaz de modificarla cuando se llega a un elevado


nivel de conciencia de la libertad de acción transformadora bajo
la interacción recíproca con el campo de posibilidades existentes
en dicho entorno, creándose así las condiciones para que el ser
humano pueda hacer historia (Cook, 2011).
Así ocurrió con individuos como Chávez, quien pasó su ni-
ñez y adolescencia en Sabaneta, pueblo de los llanos de Barinas, y
donde nació el 28 de julio de 1954, viviendo en una familia con
dificultades económicas pero con la ventaja de una valoración de
las ideas, el conocimiento y el aprendizaje pues sus padres eran
docentes (El Troudi y Bonilla, 2004: 28). Desde temprana edad
se vio influenciado por la gesta popular de la Guerra Federal y de
su conductor Ezequiel Zamora, al igual que por las hazañas tanto
de su bisabuelo el luchador antigomecista Pedro Pérez Delgado
(Maisanta), como del padre de este, el combatiente zamorano
Pedro Pérez Pérez, influencias estas originadas por los relatos de
su entorno familiar y de parte del intelectual comunista José Es-
teban Ruiz Guevara, quien lo sensibilizó política e ideológica-
mente y cuyos hijos Vladimir y Leonardo Ruiz Tirado llegaron
a tener amistad con Chávez (Elizalde y Báez, 2004: 13, 23, 32,
33, 63, 66, 319, 336). Posteriormente este ingresó a la Academia
Militar de Venezuela el 4 de agosto de 1971, donde despertó la
vocación política que radicalizó su pensamiento al formar parte
de la aplicación del Plan Andrés Bello, ejecutado por un gru-
po de oficiales donde se incluía el general Jacinto Pérez Arcay,
quien años antes se había rebelado contra el régimen de Marcos
Pérez Jiménez (Elizalde y Báez, 2004: 77, 337, 371); la imple-
mentación de ese plan educativo se vio favorecida por el hecho
de que tanto la Academia Militar de Venezuela como casi todas
las FAN estaban marcadas por el pensamiento de Simón Bolívar
(Harnecker, 2004: 36), cuyo estudio traía como consecuencia

[ 175 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

lógica el rechazo de la ideología impuesta por el imperialismo


(Elizalde y Báez, 2004: 360).
Por medio de esa experiencia formativa los oficiales no te-
nían necesidad de formarse en la Escuela de las Américas de Esta-
dos Unidos (mientras se daba una disminución de su influencia,
expresada entre otras cosas con la ausencia de asesores gringos
en campos antiguerrilleros, de acuerdo a Elizalde y Báez, 2004:
360), las academias militares venezolanas adquieren rango uni-
versitario y se profesionaliza definitivamente la carrera de Oficial
del Ejército, donde se emplean las bases metodológicas de apren-
der haciendo mediante dinámicas de grupo, la autoeducación y el
liderazgo, con cierta libertad de cátedra para forjar en los milita-
res un pensamiento más liberal y menos conservador, estudiando
ciencias políticas (donde se incluía a pensadores de la democracia
y a analistas de la realidad venezolana), así como estrategia mili-
tar (consultado a autores como Karl von Klausewitz y Mao Tse
Tung, entre otros); de esa manera los subtenientes se alejaban del
viejo autoritarismo existente desde la «Reforma Militar» impues-
ta por el dictador Juan Vicente Gómez a comienzos del siglo xx
(H. Chávez, 1993/2007: 13), y egresaban como licenciados en
ciencias y artes militares con alguna mención específica (para ese
momento en ciencias, educación y administración), facilitándose
así continuar estudios de postgrado en el sistema educativo civil
(y si acudían a academias estadounidenses, ya tenían conocimien-
to previo de las ideas progresistas), por lo que los egresados en
las primeras promociones del Plan Andrés Bello alcanzaron más
y mejor preparación que sus superiores jerárquicos inmediatos;
esto reforzó el espíritu de grupo de esas promociones y su ca-
rácter generacional, conllevando a la aparición y desarrollo de
los grupos militares clandestinos mencionados en páginas ante-
riores (Promociones de oficiales del Ejército Venezolano graduados
[ 176 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

entre 1911-2001, sf: 5, 6; C. Martínez, 2003: 5; Irwin, 2003: 18;


Harnecker, 2004: 36).
La implementación del Plan Andrés Bello fue crucial en el
desarrollo del pensamiento de Chávez (integrante de la Promo-
ción Simón Bolívar, la primera surgida de ese plan) pues la oficia-
lidad formada en las décadas del cincuenta y sesenta del siglo xx
fue marcada por la Guerra Fría, con orientaciones institucionales
—provenientes del exterior— acerca de la concepción y visión
que todo militar debía tener fundamentalmente contra la expan-
sión comunista en América, sumado al hecho de que la condición
de subversivos imputada a los miembros de los frentes guerrilleros
era una causa limitante para que los militares sostuvieran relacio-
nes con ellos, pero ya en los años setenta y ochenta la Lucha Ar-
mada casi no se daba en Venezuela, factor que posiblemente hizo
más permeable a las FAN en la aceptación de la incorporación
política de los grupos guerrilleros (de los cuales un importante
sector se plantea un tercer camino para alcanzar el poder e iniciar
un proceso estructural para transformar la sociedad), mientras
que los núcleos más duros y conservadores contra la aceptación
de los militantes revolucionarios iban quedando a un lado por
la dinámica sociopolítica del país, y eran sustituidos por nuevas
generaciones con un liderazgo enmarcado en una visión diferente
de las antiguas concepciones tradicionales y anticomunistas de
seguridad y defensa de la nación (C. Martínez, 2003: 6; El Troudi
y Bonilla, 2004: 58, 59). Por un lado, no sólo se les dio una nueva
formación sino también la creencia justificada de sus miembros
en ser distintos a los restantes oficiales, no habiendo razones para
avalar la situación existente de miseria existente en el país, más
por el contrario esta les demandaba contribuir a buscarle una sa-
lida (El Troudi y Bonilla, 2004: 57). Por otro lado, tal como lo
confirma Chávez (Elizalde y Báez, 2004: 337):
[ 177 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

El Plan Andrés Bello contribuyó enormemente a nuestra for-


mación, aun cuando no basta con él para entender lo que ha
ocurrido en la FAN, ¿no? Hay otros muchos factores, porque
también han salido de ahí unos cuantos traidores. De mi pro-
moción y de las que vinieron después he recibido solidaridad y
una compenetración mayor de las que imaginaba. Sin dudas,
los que se prestaron al golpe de abril de 2002 fueron graduados
anteriores a nosotros, especialmente de la promoción inmedia-
tamente anterior, que ha sido la última línea de retaguardia de la
oligarquía, el último arañazo del fascismo y del anticomunismo.

Durante los entrenamientos organizados en 1973 por la Aca-


demia Militar, Chávez quedó impresionado por una frase de Fi-
del Castro acerca del golpe fascista contra Salvador Allende: «Si
cada trabajador, si cada obrero, hubiera tenido un fusil en sus
manos, el golpe fascista chileno no se da», sintiendo Chávez y
otros un gran desprecio contra los militares que lo ejecutaron,
revelándose así que la experiencia democrática socialista en Chi-
le influiría en vastos sectores cívico-militares de América, espe-
cialmente en Venezuela, apuntando a una mayor valoración del
papel de los militares patriotas en el sostenimiento de gobiernos
promotores de la liberación nacional (El Troudi y Bonilla, 2004:
52); entre 1971 y 1973 tuvo conocimiento de la obra del coro-
nel Omar Torrijos a través de su hijo, quien fue estudiante en la
academia, y en diciembre de 1974 conoce al general Juan Velasco
Alvarado y lee textos acerca del proceso progresista liderado por
él (Elizalde y Báez, 2004: 339-342). Por otra parte, descubrió el
pensamiento y la obra de Bolívar cuando empezó a instruirse en
Historia Militar con el general Pérez Arcay; luego de egresar de la
Academia Militar en 1975, estudió —y también cuestionó— la
guerra subversiva (estando él ya orientado hacia un movimiento
revolucionario), efectuó investigaciones históricas sobre la vida

[ 178 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

de Maisanta, conversaba mucho con gente de la izquierda, in-


cluyendo su hermano Adán Chávez, quien siendo militante del
PRV lo sumerge en muchos de sus documentos internos —como
los referidos a la Unión Cívico-Militar, entre otros— y en varios
aspectos del pensamiento socialista; para aquella época —en la
que el canto de Alí Primera era referente para los jóvenes poli-
tizados— comenzó a leer textos de Fidel, el Ché Guevara, Mao,
Plejánov, Zamora, Brito Figueroa, etc., algunos de los cuales en-
contró en la maletera de un carro tiroteado en medio del monte
ubicado en las cercanías de un campamento antiguerrillero; Chá-
vez terminó haciéndose un hombre de izquierda a los veintiún
o veintidós años (El Troudi y Bonilla, 2004: 53, 58; Elizalde y
Báez, 2004: 37-39, 56, 57, 338, 342, 349).
Tal como lo afirman El Troudi y Bonilla (2004: 55-59), bajo
el paradigma de las doctrinas impuestas desde Estados Unidos,
durante aquella etapa de su vida Chávez y muchos otros milita-
res participaron en labores de contrainsurgencia antisubversiva
para combatir al movimiento revolucionario armado, pero la sutil
línea divisoria de esta actividad se diluyó y permitió crear una
alianza cívico-militar. En efecto, estos militares:
• Entablaron combates contra columnas guerrilleras, dis-
puestas con arrojo y entereza al combate, muchas veces en
situaciones de inferioridad, ganándose por ende el respeto
militar de quien lo adversa independientemente de que no
estuviese de acuerdo con esos grupos de izquierda.
• Desarrollaron un trabajo social en las comunidades rurales
que apoyan a la guerrilla para sí ganarse a sus habitantes,
pero este contacto socio-comunitario con esas poblacio-
nes por parte de los militares (encargados de combatir la
insurgencia armada) permite que se reencuentren con la

[ 179 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

pobreza, la exclusión y las precarias condiciones de vida


de su propio pueblo, de donde vienen en su gran mayo-
ría, viendo que son ciertas las consignas reivindicativas de
la guerrilla en contraste con la demagogia y la corrupción
gubernamental, implicando entre los militares honestos un
impacto tan profundo como cuando observaban las injus-
ticias cometidas por algunos oficiales y tropas al reprimir
con saña a los campesinos de las zonas donde se movía la
guerrilla. Por lo general el delito de los campesinos era el
de ser pobres; todo esto chocaba con el imaginario burgués
de hacer creer que los pobres son así por ser borrachos, ca-
rentes de iniciativa y laboriosidad, y tener poca inteligencia
(Harnecker, 2004: 36). Testimonios sobre la sensibilidad
social mostrada por varios militares en las zonas pobres del
país aparecen recogidos por Harnecker (2003b), experien-
cias que reforzaban su conciencia de pertenecer a familias
de escasos recursos materiales (tanto del campo como de
la ciudad), conociendo las dificultades cotidianas afronta-
das por el pueblo venezolano, y al no haber discriminación
para su ascenso a los altos escalafones (lo que no permite
la conformación de castas privilegiadas como en otros paí-
ses), donde empiezan a ser cooptados familiar y económi-
camente por sectores de la oligarquía a través de hábiles
maniobras, llegando algunos de esos militares a olvidar sus
orígenes sociales (Harnecker, 2004: 36, 37).
• Ejecutaron labores políticas de inteligencia político-militar
por los oficiales requiere manejo de las fuentes del discurso
de los insurrectos para hallar pistas que puedan anticipar
sus acciones. Chávez y otro militares nacionalistas se vie-
ron obligados a conocer textos de Mao, Ho Chi Min, Fi-
del Castro, el Ché Guevara, Camilo Torres, Marx, Engels,

[ 180 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

Mariátegui, entre otros, y cuyo contenido justifican los


planteamientos de los guerrilleros acerca de un pueblo con
muchas necesidades pero con mucha moral puesta en su-
perar su situación, en discordancia con la precaria voluntad
de acción, la corrupción y la decadencia moral de la clase
política y gran parte de los alta jerarquía militar. Así se po-
tenciaban y aceleraban grandemente los cuestionamientos
de Chávez y los jóvenes oficiales.
• Intentaron extraer información a los militantes revolucio-
narios mediante la infiltración de las fuerzas guerrilleras
con agentes del gobierno, la compra de delatores y/o el
contacto directo con los mandos rebeldes. Estas acciones de
contrainsurgencia daban cobertura a la maduración de la
conciencia del militar institucional al militar revoluciona-
rio, pues le permitieron constatar que mientras los políticos
en el poder vivían ostentosamente, la gran mayoría de los
cuadros y bases revolucionarias sostenían un modo sobrio
o austero de vida, quienes sentían y pregonaban una preo-
cupación nacionalista por el país —que servía de puente o
punto de contacto con el nacionalismo militar— y soste-
nían planteamientos de transformación cuya coherencia se
contraponía a la incoherencia de las propuestas del Pacto
de Punto Fijo, de cuyos representantes no resultaba útil su
ejemplo para los militares, quienes terminaron encontran-
do fortaleza espiritual e intelectual en la historia patria, de
donde extrajeron lecciones morales y la explicación sobre
lo que estaba ocurriendo, siendo difícil para ellos abrazar
las tesis socialistas de los revolucionarios con los cuales se
empezaban a encontrar pues esos militares ya estaban for-
mados bajo la lógica de superioridad con el mundo civil.
Luego, al mirar en el pasado, se inspiran en Simón Bolívar,

[ 181 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora, fuentes primigenias


de la revolución venezolana.
Ya durante esa época de la década del setenta del siglo xx,
Chávez había tenido contacto con el PRV a través de su hermano
Adán y de Nelson Sánchez (coordinador del Frente Militar de
Carrera), llegando a conocer a Douglas Bravo en 1980 tal como
se explicó en líneas anteriores, pero dos años antes también cono-
ció a Alfredo Maneiro —excombatiente guerrillero fundador de
La Causa R— a través de sus amigos los hermanos Ruiz Tirado,
de los cuales Vladimir era militante de ese partido; desde ese par-
tido se hacía trabajo de masas en el movimiento popular (lo que
no había en el PRV), factor vital para la visión que tenía Chávez
acerca de la visión cívico-militar de lucha que se fue concretando
años más tarde con la aparición del MBR-200 en 1982, de donde
importantes cuadros ya consideraron —en el contexto del auge
de la Revolución Verde de Libia— que El Libro Verde de Muam-
mar al Gaddafi es un texto de gran importancia y divulgación en
América por poner su acento en los postulados de la participa-
ción, que servirían de referente para el paradigma de democra-
cia participativa y protagónica de la Revolución Bolivariana (El
Troudi y Bonilla, 2004: 75).
Todas las vivencias de Chávez relatadas hasta aquí son des-
tacadas por Harnecker (2002: 9-15; 2003b), Cabieses (2006),
Alemán (2009: 7), Sant Roz (2010), Miller (2011) y las trans-
cripciones de las emisiones televisivas Aló, Presidente: Programa
Nº 164 (2003: 4) y Aló, Presidente: Programa Nº 291 (2007: 45).
Este crisol de experiencias en la vida de Chávez es un ejemplo
revelador de la forma como la Revolución Bolivariana se fragua
nutriéndose de diversas vertientes, pensamientos y sujetos, donde
los recorridos unipersonales y colectivos constituyen una eviden-
cia del proceso transformador que libra el pueblo venezolano,
[ 182 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

apreciándose en asociación con otros tantos elementos subyacen-


tes en dicho proceso de interacción social, en un momento his-
tórico de transformaciones y revisiones paradigmáticas que posi-
bilitaron la maduración revolucionaria del pensamiento del líder
bolivariano (El Troudi y Bonilla, 2004: 36, 59).
Así, gracias a un proceso intelectual de síntesis creadora, se
produce un pensamiento propio, original, fundamentado en la
riqueza del amplio conocimiento de las experiencias universales,
pero en función de la propia identidad integral y del entendi-
miento pleno del entorno donde se ha de aplicar.
Contra la esencia democrática de ese proceso psicosocial
conspiran las posturas dogmáticas propias de toda sociedad ca-
pitalista, pero reproducidas incluso por algunos que se proclama-
ron de ideas izquierdistas, a quienes en muchos el dogmatismo
los condujo inexorablemente al sectarismo, al abandono del ta-
lante creador del Marxismo predicado por ellos, a la adopción del
subjetivismo estandarizado y no materializado (es decir, lo que se
piensa es la verdad a ser asumida por todos aún siendo refutada
por la realidad), a desestimar la práctica a favor de la teoría. Ser
consecuente con la esencia del Marxismo es liberarse de seme-
jante atadura determinista, apostando por la razón dialéctica del
mundo, reconociendo su diversidad y naturaleza contradictoria
(El Troudi, 2007), pues:
Las posturas maximalistas y sectarias atribuidas a la «pureza re-
volucionaria» de unos frente a otros, cometieron y cometen
el error del infantilismo izquierdista, al despreciarse grupos y
movimientos aliados de los procesos de cambio, simplemente
porque éstos no reflejaban una línea de pensamiento idéntico
(p. 225).
El sectarismo obtuso e intolerante impide el acercamiento de
los grupos sociales que no han tomado partida del proceso

[ 183 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

revolucionario, pero que son proclives a tales ideas. Atraer a


quienes todavía manifiesten un bajo grado de conciencia es
una tarea primordial, por aquello de no quedar reducidos a
una porción dura de la sociedad que desprecia a todo quien no
participa directamente con el proceso revolucionario (p. 226).

Conjurar la intolerancia sectaria y dogmática es la actitud


que hizo posible la existencia de las ligaduras entre los revolucio-
narios marxistas y los demás sectores antisistema, ya habiendo
desde mucho antes de la Lucha Armada —y soportadas en las
premisas anteriores— importantes coincidencias de tipo político
e ideológico entre esferas de las FAN, el PCV y el ala izquierda de
AD. A nivel político unieron fuerzas para combatir la dictadura
de Marcos Pérez Jiménez y los dos primeros gobiernos del Pacto
de Punto Fijo (Rómulo Betancourt y Raúl Leoni), en estos últi-
mos casos por medio de la guerra de guerrillas. A nivel ideológi-
co, para Biardeau «la fuerte centralidad de las raíces militares del
pensamiento antiimperialista, humanista y libertador constituye
un eslabón clave de la amalgama ideológica del Árbol de las Tres
Raíces». Este componente cívico-militar ideológico favoreció la
reedición de una alianza entre la Fuerza Armada y el pueblo (tal
como en buena medida había ocurrido durante el proceso in-
dependentista y la Guerra Federal) como eje del nacionalismo
popular revolucionario y eslabón estratégico del proyecto boliva-
riano, no como un contraste institucionalizado (Biardeau 2009:
74), viéndose a la Fuerza Armada como pueblo en armas llamado
a impulsar el Proceso Revolucionario.
Si se entiende el concepto de Revolución como un conjunto
de cambios de las estructuras sociales junto a la modificación de
las relaciones económicas y de las mentalidades que la sustentan
con el propósito de dar paso a un nuevo orden, la misma no
se concibe como algo totalmente acabado y definitivo según un
[ 184 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

recetario o formato planificado en todos sus detalles, sino todo


lo contrario, es un proceso que no se origina de la nada, sin an-
tecedentes ni causas previas, sufriendo alteraciones predecibles
o impredecibles durante su trayectoria por acción colectiva de
sus protagonistas y adversarios, condicionando de esa manera sus
consecuencias o secuelas posteriores en la sociedad, siendo así
pertinente en ciertos contextos (aunque sea redundante) hablar
de Proceso Revolucionario como sinónimo de Revolución, que
efectivamente lo es pero con la ventaja semántica de enfatizar o
reiterar el carácter de toda revolución como un proceso social,
así como de rechazar la idea de pensarlo como una abstracción
inalterable, asocial, ahistórica, atemporal, idealista o idealizada.
Por tanto, en Venezuela el carácter de la Revolución Boliva-
riana se desarrolla tanto desde una reelaboración como de una
enunciación de un pasado y una raigambre libertadora indepen-
dentista, más que de presuponer erróneamente un relato históri-
co e ideológico racionalista totalmente nuevo, creado sobre la ne-
gación-negatividad del pasado y el presente, cuando en su lugar
el Proceso Revolucionario se plantea no como un nuevo orden
sino como la continuación de un régimen legítimo, concebido
desde el proyecto bolivariano e inicialmente interrumpido luego
de la independencia, construyendo su linaje a partir de las tradi-
ciones emancipatorias latinoamericanas y del pueblo venezolano,
estando inherente en este último caso el Árbol de las Tres Raíces
(Ayala, sf: 7, 8).
Con relación a los principales personificadores del este cons-
tructo ideológico, es conveniente plantear que si todo ser huma-
no tiene una práctica coherente y ratificadora del pensamiento y
el discurso que enarbola, fácticamente existe una identificación
dialéctica entre su ser y su pensamiento, sobre todo si han tras-
cendido las limitaciones de su tiempo cuando el legado que deja
para el futuro forma parte de la praxis histórica de su pueblo.
[ 185 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

2.2. Simón Bolívar o la Raíz Bolivariana

Considerando las ideas de Valderrama (2011b), al darse una si-


tuación revolucionaria o insurreccional en un país con precario
desarrollo de las fuerzas productivas y con escaso proletariado,
rápidamente se evidencia una contradicción entre las ideologías
surgidas de ese escenario y los avances ideológicos de la Revolu-
ción en otras partes del mundo. Descartando aquellas que pro-
mueven situaciones revolucionarias, parte de esas ideologías son
conservadoras, atrasadas, a lo sumo burguesas, y si estas guían o
conducen cualquier situación revolucionaria, la misma se diluirá
y no podrá consolidarse históricamente. Si la Revolución es di-
rigida por la ideología más avanzada en ese momento, venga de
donde venga y adaptada al contexto donde haga su aparición,
entonces será capaz de romper la lógica de la dominación. Así
ocurrió en América con el proceso de independencia, ya que los
libertadores pudieron derrotar las ideologías que justificaban la
dominación monárquica cuando agregaron a las ideas originarias
de sus respectivas naciones los elementos más progresistas de la
teoría liberal burguesa de la Revolución Francesa (originada du-
rante el movimiento cultural europeo de la Ilustración, poseedor
de vertientes antimonárquicas), asimilándolas y modificándolas a
las condiciones propias de los nuevos países americanos, a pesar
de que para ese momento no había burguesías desarrolladas en las
otrora colonias españolas.
Simón Bolívar (24 de julio de 1783-17 de diciembre de
1830) colmó con originalidad nuestro espacio político-societario
de una concepción propia, o mejor aún, adoptó elementos de la
experiencia de la Ilustración, pero sobre todo abrazó la propia
raigambre, la dinámica de la América Meridional, su cultura, su
sistema de pensamiento, sus motivaciones, su geografía, su sensi-
bilidad… Pero años de experiencia con paradigmas económicos y
[ 186 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

sociales que nada se adecuaban ni se parecían a la propia realidad


venezolana o de la América Meridional, ocasionaron escenarios
nada halagadores para nuestra sociedad. Las fuentes del Árbol de
las Tres Raíces configuran una concepción propia, «MESTIZA»,
producto de un proceso ideológico de sincretismo filosófico, so-
cial, político y cultural, con aportes de las civilizaciones aboríge-
nes, europeas y africanas, inspiradas por las enseñanzas de Simón
Rodríguez y forjadas al calor de las experiencias propias en un
entorno muy variado y particular.
Según lo antes planteado, si para Venezuela se quiere confor-
mar determinado modelo de sociedad acorde a sus circunstancias
y al período histórico que esté atravesando, como ejemplo de la
influencia de la Ilustración europea en su proyecto político, S.
Bolívar (1819/2010: 28-30) nos dice:
… Debo decir, que ni remotamente ha entrado en mi idea
asimilar la situación y naturaleza de los Estados tan distintos
como el inglés americano y el americano español. ¿No sería
muy difícil aplicar a España el código de libertad política, civil
y religiosa de Inglaterra? Pues aun es más difícil adaptar en Ve-
nezuela las leyes del norte de América. ¿No dice el Espíritu de
las Leyes que éstas deben ser propias para el pueblo que se ha-
cen? ¿Que es una gran casualidad que las de una nación puedan
convenir a otra? ¿Que las Leyes deben ser relativas a lo físico del
país, al clima, a la calidad del terreno, a su situación, a su ex-
tensión, al género de vida de los Pueblos? ¿Referirse al grado de
libertad que la Constitución puede sufrir, a la Religión de los
habitantes, a sus inclinaciones, a sus riquezas, a su número, a su
comercio, a sus costumbres, a sus modales? ¡He aquí el Código
que debíamos consultar, y no el de Washington!

Efectivamente, en su Discurso de Angostura, Bolívar hace re-


ferencia al libro El Espíritu de las Leyes, de Montesquieu (1748/

[ 187 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

sf: 5), filósofo de la Ilustración francesa, por cuanto este pensador


expone lo siguiente:
La ley, en general, es la razón humana en cuanto se aplica al
gobierno de todos los pueblos de la Tierra; y las leyes políticas
y civiles de cada nación no deben ser otra cosa sino casos parti-
culares en que se aplica la misma razón humana.
[Las leyes políticas y civiles] deben estar en relación con la na-
turaleza física del país, cuyo clima puede ser glacial, templado
o tórrido; ser proporcionados a su situación, a su extensión, al
género de vida de sus habitantes, labradores, cazadores o pas-
tores; amoldadas igualmente al grado de libertad posible en
cada pueblo, a su religión, a sus inclinaciones, a su riqueza, al
número de habitantes, a su comercio y a la índole de sus cos-
tumbres. Por último, han de armonizarse unas con otras, con
su origen, y con el objeto del legislado. Todas estas miras han
de ser consideradas.

Años más tarde ratifica tales ideas cuando sostiene que «el
nuevo gobierno que se dé a la república debe estar fundado sobre
nuestras costumbres, sobre nuestra religión y sobre nuestras in-
clinaciones, y últimamente, sobre nuestro origen y sobre nuestra
historia» (S. Bolívar, 1828d: 1).
Dadas estas ideas de Bolívar y Montesquieu, aquí se eviden-
cia el carácter histórico-dialéctico (es decir, no eterno ni idealista)
de una parte de su pensamiento (por lo menos con respecto al
ámbito de las leyes), sin querer afirmar por ello que ese atributo
es totalmente extensible al resto de sus concepciones filosóficas
y políticas. Porque Montesquieu haga la aseveración antes citada
y Bolívar crea en esta no quiere decir que él haya sido un afran-
cesado, pues quien crea lo contrario sólo se queda en el reino de
las apariencias, error en que no incurrió Bolívar cuando no se
conformaba en meramente contemplar la superficialidad de los
[ 188 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

fenómenos sociales, pues también analizaba su esencia. Al hacerlo,


observó que mediante el estudio y la práctica el legislador podía
elaborar leyes de acuerdo a la sociedad de su tiempo y que per-
mitieran equilibrar en su seno la voluntad general y la autoridad
pública, tarea de suma importancia en razón a que «la igualdad
legal es indispensable donde hay desigualdad física, para corregir
en cierto modo la injusticia de la naturaleza» (S. Bolívar, 1829e),
más aún cuando cada pueblo surgido en la América Meridional:
… no es el europeo, ni el americano del norte; que más bien
es un compuesto de África y de América, que una emanación
de Europa; pues que hasta la España misma deja de ser Europa
por su sangre africana, por sus instituciones y por su carácter.
Es imposible asignar con propiedad a qué familia humana per-
tenecemos. La mayor parte del indígena se ha aniquilado; el eu-
ropeo se ha mezclado con el americano y con el africano, y éste
se ha mezclado con el indio y con el europeo. Nacidos todos
del seno de una misma madre, nuestros padres, diferentes en
origen y en sangre, son extranjeros, y todos difieren visiblemen-
te en la epidermis; esta desemejanza trae un reato de la mayor
trascendencia (S. Bolívar, 1819/2010: 35, 36).

Cuando el legislador no se educa para formar la moral de su


conducta junto a las luces del conocimiento que la cimente, ni
siquiera respetará las leyes que él mismo elabore, por más acordes
que sea a las características de su pueblo, el cual rechazará tanto
al magistrado como a las leyes perniciosas emanadas de su per-
sona. Para S. Bolívar «los hombres de luces y honrados son los
que debieran fijar la opinión pública. El talento sin probidad es
un azote» (1828e), pues «la educación forma al hombre moral, y
para formar un legislador se necesita ciertamente educarlo en una
escuela de moral, de justicia y de leyes» (1820c), no pudiendo
desestimar ese legislador que:
[ 189 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Nosotros ni aun conservamos los vestigios de lo que fue en


otro tiempo: no somos europeos, no somos indios, sino una
especie media entre los aborígenes y los españoles. Americanos
por nacimiento y europeos por derechos, nos hallamos en el
conflicto de disputar a los naturales los títulos de posesión y
de mantenernos en el país que nos vio nacer, contra la oposi-
ción de los invasores; así nuestro caso es el más extraordinario
y complicado (S. Bolívar, 1819/2010: 15, 16).
Para formar un gobierno estable se requiere la base de un es-
píritu nacional que tenga por objeto una inclinación uniforme
hacia dos puntos capitales: moderar la voluntad general y limi-
tar la autoridad pública. Los términos que fijan teóricamente
estos dos puntos son de una difícil asignación; pero se puede
concebir que la regla que debe dirigirlos es la restricción y la
concentración recíproca, a fin de que haya la menos frotación
posible entre la voluntad y el poder legítimo. Esta ciencia se
adquiere insensiblemente por la práctica y por el estudio. El
progreso de las luces es el que ensancha el progreso de la prác-
tica, y la rectitud del espíritu es la que ensancha el progreso de
las luces. El amor a la Patria, el amor a las leyes, el amor a los
magistrados son las nobles pasiones que deben absorber exclu-
sivamente el alma de un republicano. Los venezolanos aman la
Patria, pero no aman sus leyes; porque éstas han sido nocivas, y
eran la fuente del mal; tampoco han podido amar a sus magis-
trados, porque eran inicuos, y los nuevos apenas son conocidos
en la carrera en que han entrado. Si no hay un respeto sagrado
por la Patria, por las leyes y por las autoridades, la sociedad es
una confusión, un abismo: es un conflicto singular de hombre
a hombre, de cuerpo a cuerpo (S. Bolívar, 1819/2010: 71-73).
¡Representantes del pueblo! Vosotros estáis llamados para con-
sagrar o suprimir cuanto os parezca digno de ser conservado,
reformado o desechado en nuestro pacto social. A vosotros per-
tenece el corregir la obra de nuestros primeros legisladores; yo
[ 190 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

querría decir que a vosotros toca cubrir una parte de la belleza


que contiene nuestro código político porque no todos los cora-
zones están formados para amar a todas las beldades; ni todos
los ojos son capaces de soportar la luz celestial de la perfección
(S. Bolívar, 1819/2010: 34, 35).

No sirve la redacción de leyes si sus deficiencias e incumpli-


miento se deben a la ausencia de educación para el pueblo (inclui-
dos los legisladores), una de las insoslayables preocupaciones del
Libertador, quien no concebía por separado la enseñanza y apren-
dizaje de los conocimientos científicos y los valores morales, pues:
La educación popular debe ser el cuidado primogénito del
amor paternal del Congreso. Moral y luces son los polos de una
república, moral y luces son nuestras primeras necesidades…
renovemos en el mundo la idea de un pueblo que no se con-
tenta con ser libre y fuerte, sino que quiere ser virtuoso… para
que vele sobre la educación de los niños, sobre la instrucción;
para que purifique lo que se haya corrompido en la república,
que acuse la ingratitud, el egoísmo, la frialdad del amor a la
patria, el ocio, la negligencia de los ciudadanos; que juzgue
de los principios de corrupción, de los ejemplos perniciosos,
debiendo corregir las costumbres con penas morales, como las
leyes castigan los delitos con penas aflictivas, y no solamente lo
que choca contra ellas, sino lo que las burla; no solamente lo
que las ataca, sino lo que las debilita; no solamente lo que viola
la Constitución, sino lo que viola el respeto público (S. Bolívar,
1819/2010: 73-75).

Durante su gobierno promulgó más de cuarenta decretos


sobre educación (entre otras cosas haciéndola obligatoria para
los niños, ocupándose incluso de su recreación), reformó los
métodos educativos, apoyó la enseñanza de buenas costum-
bres y hábitos sociales, alentó los estudios prácticos y de artes
[ 191 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

manuales, ubicó escuelas en conventos abandonados, creó nue-


vas instituciones educativas, planificó una reforma universitaria
y la selección de estudiantes becados para enviarlos a Europa,
estableció premios para quienes escribieran o tradujeran li-
bros de enseñanza, y estimuló los estudios de medicina y ma-
temáticas, interesado en estos tópicos educacionales no solo
como gobernante sino también como ciudadano (S. Bolívar,
1825b/2009; Salcedo Bastardo, 1998: 104, 105), dado que «un
hombre sin estudios es un ser incompleto» (S. Bolívar, 1825b)
y «… las naciones marchan hacia el término de su grandeza,
con el mismo paso con que camina la educación. Ellas vuelan,
si esta vuela, retrogradan, si retrograda, se precipitan y hunden
en la oscuridad, si se corrompe, o absolutamente se abando-
na» (S. Bolívar, 1825a/2009: 23), pues en este último caso, «un
pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia des-
trucción…» (S. Bolívar, 1819/2010: 18, 19). Por otra parte, S.
Bolívar (1825b/2009) creía que:
La educación de los niños debe ser siempre adecuada a su edad,
inclinaciones, genio y temperamento.
Jamás es demasiado temprano para el conocimiento de las cien-
cias exactas, porque ellas nos enseñan el análisis en todo, pasan-
do de lo conocido a lo desconocido, y por ese medio aprende-
mos a pensar y a racionar con lógica (p. 19).
La memoria demasiado pronta, siempre es una facultad brillan-
te, pero redunda en detrimento de la comprensión; así es que
el niño que demuestra demasiada facilidad para reconocer sus
lecciones de memoria deberá enseñársele aquellas cosas que lo
obliguen a meditar (p. 20).
La enseñanza de las buenas costumbres o hábitos sociales es tan
esencial como la instrucción…

[ 192 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

… pues abundan entre nosotros médicos y abogados, pero nos


faltan buenos mecánicos y agricultores que son los que el país
necesita para adelantar en prosperidad y bienestar (p. 21).

Un texto útil para consultar con mayor profundidad sobre las


ideas educativas del Libertador es el titulado El magisterio ame-
ricano de Bolívar (1968/2006) de Luis Beltrán Prieto Figueroa.
En sus enfoques sobre el tema de la educación, considera-
ba que los principios de la religión cristiana son útiles para for-
mar moralmente a los individuos: «La moral en máximas reli-
giosas y en la práctica conservadora de la salud y de la vida, es
una enseñanza que ningún maestro debe descuidar» (S. Bolívar,
1825b/2009: 21). Tener claro ese aspecto de la religión no le im-
pedía criticar la manipulación de la que eran objeto los creyentes
por parte de aquellos que sólo debieran ocuparse de predicar el
amor y la solidaridad: «… el fanatismo religioso hipócritamente
manejado por el Clero, empeñado en trastornar el espíritu públi-
co por sus miras de egoísmo e interés de partido: temiendo la pér-
dida de su preponderancia sobre los pueblos supersticiosos. Todo
vino a concurrir a un tiempo para preparar nuestras cadenas» (S.
Bolívar, 1812b: 1). El Libertador estaba consciente de que la re-
ligión no podía sustituir a la vida material de los seres humanos,
sino más bien les podía servir de ayuda para saber vivirla mejor,
siendo una cosa la tolerancia hacia los clérigos y otra cosa que
por su investidura se les considerasen con una posición superior
al resto de las personas: «Respeto mucho su ministerio sagrado,
pero como su reino no es de este mundo, por desprenderlos de
los bienes mundanos debemos aliviarles la conciencia. Todo esto
es fuera de chanza» S. Bolívar (1819b: 1).
Bolívar, siendo un hombre creyente —«Dios guía los pasos
de los hombres» (1824c)— pero religiosamente emancipado (es
decir, con un grado escaso o nulo de alienación religiosa), sabía
[ 193 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

que la investidura eclesiástica no podía servir de excusa para que


quienes la tuviesen se dedicaran a descalificar tendenciosamente
la causa independentista, dirigida a beneficiar al pueblo venezo-
lano tanto política como socialmente, motivo de peso para poder
afirmar que en el caso de ellos:
Es preciso que llamen las cosas por su nombre; que digan alta-
mente: «El gobierno de la república es legítimo, es santo por-
que Dios ha establecido entre los hombres el derecho y el deber
para consagrar la propiedad de las cosas, de los bienes, y de las
instituciones. Dios no puede aprobar la violación de sus pro-
pios principios, de sus leyes fundamentales; por el contrario,
Dios ve con horror el crimen de la usurpación, de la tiranía;
Dios aprueba la creación de un gobierno cuyo fin es el bien de
la comunidad, o cuando no es la obra de la propia comodidad,
según su voluntad y no según la fuerza, que ningún derecho da
la fuerza; es tan diferente el derecho, de la fuerza, como es el
sacrificador, de la víctima, como es la España con respecto a la
América» (1819: 2).

La posición de Bolívar con respecto a la religión la explica


profusamente con estas declaraciones (1826/2009: 171, 172):
… En una constitución política no debe prescribirse una pro-
fesión religiosa; porque según las mejores doctrinas sobre las
leyes fundamentales, éstas son las garantías de los derechos po-
líticos y civiles; y como la religión no toca a ninguno de estos
derechos, ella es de naturaleza indefinible en el orden social, y
pertenece a la moral intelectual. La religión gobierna al hombre
en la casa, en el gabinete, dentro de sí mismo: sólo ella tiene
derecho de examinar su conciencia íntima. Las leyes, por el
contrario, miran la superficie de las cosas: no gobiernan sino
fuera de la casa del ciudadano. Aplicando estas consideraciones
¿podrá un Estado regir la conciencia de los súbditos, velar sobre

[ 194 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

el cumplimiento de las leyes religiosas, y dar el premio o el cas-


tigo, cuando los tribunales están en el cielo, y cuando Dios es el
juez? La inquisición solamente sería capaz de reemplazarlos en
este mundo. ¿Volverá la inquisición con sus ideas incendiarias?
La religión es la ley de la conciencia. Toda ley sobre ella la anula
porque imponiendo la necesidad al deber, quita el mérito a la
fe, que es la base de la religión. Los preceptos y los dogmas
sagrados son útiles, luminosos y de evidencia metafísica; todos
debemos profesarlos, mas este deber es moral, no político.
Por otra parte, ¿cuáles son en este mundo los derechos del
hombre hacia la religión? Ellos están en el cielo; allá el tribunal
recompensa, el mérito, y hace justicia según el código que ha
dictado el Legislador. Siendo todo esto de jurisdicción divina,
me parece a primera vista sacrílego y profano mezclar nuestras
ordenanzas con los mandamientos del Señor. Prescribir, pues,
la religión, no toca al legislador; porque éste debe señalar penas
a las infracciones de las leyes, para que no sean meros consejos.
No habiendo castigos temporales, ni jueces que los apliquen, la
ley deja de ser ley.
El desarrollo moral del hombre es la primera intención del Le-
gislador: luego que este desarrollo llega a lograrse, el hombre
apoya su moral en las verdades reveladas, y profesa de hecho la
Religión, que es tanto más eficaz, cuanto que la ha adquirido
por investigaciones propias.
Además, los padres de familia no pueden descuidar el deber
religioso hacia sus hijos. Los pastores espirituales están obliga-
dos a enseñar la ciencia del cielo: el ejemplo de los verdaderos
discípulos de Jesús, es el maestro más elocuente de su divina
moral; pero la moral no se manda, ni el que manda es maestro,
ni la fuerza debe emplearse en dar consejos. Dios y sus minis-
tros son las autoridades de la religión que obra por medios y
órganos exclusivamente espirituales: pero de ningún modo el

[ 195 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

cuerpo nacional, que dirige el poder público a objetos pura-


mente temporales.

La consideración de Bolívar acerca de tratar a la religión


como un asunto individual y privado, donde el Estado y el indi-
viduo no tiene que subordinársele bajo ninguna razón, de manera
más radical o contundente fue expresada años después por Karl
Marx (1843/sf ), quien profesaba el ateísmo aún proviniendo de
una familia seguidora de la religión judía o Judaísmo:
Bajo su forma, a la manera que es peculiar a su esencia, como
Estado, el Estado se emancipa de la religión al emanciparse
de la religión de Estado, es decir, cuando el Estado como tal
Estado no profesa ninguna religión, cuando el Estado se pro-
fesa más bien como tal Estado. La emancipación política de la
religión no es la emancipación de la religión llevada a fondo
y exenta de contradicciones, porque la emancipación política
no es el modo llevado a fondo y exento de contradicciones de
la emancipación humana.
El límite de la emancipación política se manifiesta inmedia-
tamente en el hecho de que el Estado pueda liberarse de un
límite sin que el hombre se libere realmente de él, en que el
Estado pueda ser un Estado libre sin que el hombre sea un
hombre libre… «Todo privilegio religioso en general, inclu-
yendo por tanto el monopolio de una Iglesia privilegiada, de-
bería abolirse, y si algunos o varios o incluso la gran mayoría
se creyeran obligados a cumplir con sus deberes religiosos, el
cumplimiento de estos deberes debería dejarse a su propio ar-
bitrio como asunto puramente privado». Por tanto, el Estado
puede haberse emancipado de la religión incluso aun cuando
la gran mayoría siga siendo religiosa. Y la gran mayoría no
dejará de ser religiosa por el hecho de que su religiosidad sea
algo puramente privado (p. 7).

[ 196 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

El hombre se emancipa políticamente de la religión, al deste-


rrarla del derecho público al derecho privado (p. 10).

Al contrario de la imagen que los sacerdotes realistas pro-


yectaban de Dios para justificar las acciones del poder colonia-
lista español, Bolívar decía que «Dios ha destinado el hombre
a la libertad: él lo protege para que ejerza la celeste función del
albedrío» (S. Bolívar, 1826/2009: 170), facultad que se veía so-
metida a las ambiciones de quienes fundamentaban su poder en
la tiranía y el despotismo de unos seres humanos contra otros,
ejemplificándose esta situación no sólo por parte de fuerza prove-
nientes de Europa (en este caso España), sino también del mismo
seno del pueblo, que pudiera ser derrotado y dominado por sus
potenciales tiranos independientemente de la nacionalidad que
pudieran tener. «Huid del país donde uno solo ejerza todos los
poderes: es un país de esclavos» (S. Bolívar, 1814a). Conjurar ese
peligro endógeno o exógeno justifica esta sentencia bolivariana:
«Para que un pueblo sea libre debe tener un gobierno fuerte, que
posea medios suficientes para librarlo de la anarquía popular y
del abuso de los grandes. Del contrapeso de estos dos cuerpos
resulta el equilibrio social, la libertad de todos y la estabilidad del
gobierno» (S. Bolívar, 1828d: 1, 2).
El Libertador supedita a esa política la actuación del ejército
como brazo armado del Estado, considerando que «un soldado fe-
liz no adquiere ningún derecho para mandar a su patria. No es el
árbitro de las leyes ni del Gobierno; es el defensor de su libertad»
(S. Bolívar, 1814a), cuestión que no se puede interpretar como
la ausencia de derechos políticos para todo militar, rol que tam-
bién ejerció Bolívar, pues para él alguien que sea soldado es más
que todo un ciudadano —con goce de todos sus derechos— que
forma parte del pueblo en armas, en razón a que «el pueblo está
en el ejército, porque realmente está, y porque ha conquistado
[ 197 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

este pueblo de manos de los tiranos; porque además es el pueblo


que quiere, el pueblo que obra, y el pueblo que puede» (citado
por Salcedo Bastardo, 1982: 142), y el mismo Bolívar planteaba
que «si merezco vuestra aprobación, habré alcanzado el sublime
título de buen Ciudadano, preferible para mí al de Libertador…»
(1819/2010: 11), por más que valorase su condición de «Liberta-
dor de Venezuela: título más glorioso y satisfactorio para mí que
el cetro de todos los imperios de la tierra» (S. Bolívar, 1813b).
Su actitud personal y su concepción política de la Unión
Cívico-Militar con relación a la libertad de los pueblos son ele-
mentos profundamente revolucionarios para su época (con toda
la actualidad del caso), no siendo sorprendente que se ganase la
animadversión de los mantuanos partidarios de la independencia
pero deseosos de conservar sus esclavos. «Me parece una locura
que en una revolución de libertad se pretenda mantener la escla-
vitud» (S. Bolívar, 1820a), creada por las relaciones sociales de
desigualdad entre los seres humanos, fuente de abusos y coac-
ción, señalando por tal razón que «la justicia es la reina de las
virtudes republicanas y con ella se sostienen la igualdad y la liber-
tad» (S. Bolívar, 1815a), sobre todo si «nadie en este mundo tiene
derecho para esclavizar a otro» (S. Bolívar, 1827a). Estando con-
vencido de la injusticia que sufrían quienes eran discriminados
y explotados por su clases social o color de piel, soportando tan
injusta situación al no tener medios materiales de subsistencia.
¡Soldados! Vosotros lo sabéis. La igualdad la igualdad la libertad
y la independencia son nuestra divisa.
¿La humanidad no ha recobrado sus derechos por nuestras leyes?
¿Nuestras armas no han roto las cadenas de los esclavos? ¿La
odiosa diferencia de clases y colores, no ha sido abolida para
siempre? ¿Los bienes nacionales, no se han mandado repartir

[ 198 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

entre vosotros? ¿La fortuna, el saber y la gloria no os esperan?


(S. Bolívar, 1817b).

Para el Libertador había un único tipo de gobierno que podía


ser contrario a la esclavitud. «Sólo la democracia, en mi concepto,
es susceptible de una absoluta libertad» (S. Bolívar, 1819/2010:
24), facultad que para ser bien ejercida necesitaba de la adecuada
formación de la praxis política del pueblo. «“La Libertad (dice
Rousseau) es un alimento suculento, pero de difícil digestión”.
Nuestros débiles conciudadanos tendrán que enrobustecer su es-
píritu mucho antes que logren digerir el saludable nutritivo de la
Libertad…» (S. Bolívar, 1819/2010: 20). Tarea tan imperiosa no
se puede lograr sólo con buenos deseos y simples exhortaciones
cuando, entre quienes sólo han conocido las cadenas de la escla-
vitud física o mental. «Por el engaño se nos ha dominado más
que por la fuerza; y por el vicio se nos ha degradado más bien que
por la superstición. La esclavitud es la hija de las tinieblas…» (S.
Bolívar, 1819/2010: 18, 19), existiendo así una carencia inducida
de voluntad para pensar o actuar. «La experiencia me ha ense-
ñado que de los hombres se ha de exigir mucho para que hagan
muy poco» (S. Bolívar, 1819a), pero en la medida que crezcan las
exigencias de su necesaria supervivencia individual y social en la
sociedad donde se encuentran oprimidos, ese estado de pasividad
quedará superado al incrementar sus esfuerzos para salir de esa
especie de muerte social que antes se veían obligados o condicio-
nados a aceptar, tomando conciencia de lo que indicó S. Bolívar
(1825a): «Una vida pasiva e inactiva es la imagen de la muerte, es
el abandono de la vida; es anticipar la nada antes de que llegue».
Las condiciones naturales de vida en que nacen los seres hu-
manos influyen en sus condiciones sociales de coexistencia, lle-
vándolos a buscar diversas formas de asegurar el equilibrio nece-
sario para su convivencia en sociedad asegurando la unidad en la
diversidad. En ese sentido, para el Libertador (1819/2010):
[ 199 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

La naturaleza hace a los hombres desiguales, en genio, tempe-


ramento, fuerzas y caracteres. Las leyes corrigen esta diferencia
porque colocan al individuo en la sociedad para que la educa-
ción, la industria, las artes, los servicios, las virtudes, le den una
igualdad ficticia, propiamente llamada política y social (p. 38).
Que los hombres nacen todos con derechos iguales a los bienes
de la sociedad, está sancionado por la pluralidad de los sabios;
como también lo está que no todos los hombres nacen igual-
mente aptos a la obtención de todos los rangos; pues todos
deben practicar la virtud y no todos la practican; todos deben
ser valerosos, y todos no lo son; todos deben poseer talentos,
y todos no lo poseen. De aquí viene la distinción efectiva que
se observa entre los individuos de la sociedad más liberalmente
establecida. Si el principio de la igualdad política es general-
mente reconocido, no lo es menos el de la desigualdad física y
moral (p. 38).
Los ciudadanos de Venezuela gozan todos por la Constitución,
intérprete de la naturaleza, de una perfecta igualdad política
(pp. 36, 37).

La igualdad política en sociedad no debiera ser afectada por


las controversias personales que pudieran darse entre los seres hu-
manos, algo para nada sorprendente por la variedad de rasgos
psicosociales habidos en cada uno de ellos, pero si comparten
la honradez hacia ellos mismos y hacia el resto de la sociedad,
sus divergencias personales no debieran interferir en su común
deseo de servirle al pueblo. Sin moral y luces carecen de sentido
las leyes que fundamentan la igualdad política. «Los Códigos, los
sistemas, los estatutos por sabios que sean son obras muertas que
poco influyen sobre las sociedades: ¡hombres virtuosos, hombres
patriotas, hombres ilustrados constituyen las Repúblicas!» (S. Bo-
lívar, 1819/2010: 43, 44), con más razón si estos ejercen altas y

[ 200 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

delicadas responsabilidades que les exige, sin prejuicios ni discri-


minaciones entre ellos mismos, desplegar y potenciar sus mejores
capacidades y talentos, para quienes «el modo de hacerse popular
y de gobernar bien es el de emplear hombres honrados, aunque
sean enemigos» (S. Bolívar, 1828a) si asumen indistintamente
que «el amor a la patria es primero» (S. Bolívar, 1813a) como
convicción compartida más de hecho que de palabra para que no
quede convertida en simple deseo sin sustento real.
Inconsistencias entre el pensamiento, el discurso y la acción
era algo que Bolívar buscaba constantemente de superar para ser
consistente y coherente consigo mismo y con el pueblo. Su vida
sirve de modelo para quienes aspiren a ser bolivarianos y revolu-
cionarios en todos los ámbitos. Propias de su praxis son las frases:
«Yo no sé jamás degradarme a fingir, y mucho menos a negar» (S.
Bolívar, 1823), y «me vería como un hombre indigno, si fuera
capaz de asegurar lo que no estoy cierto de cumplir» (S. Bolívar,
1812a), pero procurar el carácter homogéneo de la personalidad
de todo ser humano no es posible si este se olvida de las condicio-
nes naturales y sociales para su sobrevivencia, dicho esto de otra
forma por el Padre de la Patria: «La existencia es el primer bien: y
el segundo es el modo de existir» (S. Bolívar, 1825c).
Particularmente, él le da una alta valoración a las relacio-
nes afectuosas entre los seres humanos como factor de inciden-
cia positiva en el entorno social donde interactúan, precisando
que «la amistad es preferible a la gloria» (S. Bolívar, 1827c) y
es «más fuerte que la fortuna» (S. Bolívar, 1827b), pudiéndose
parafrasear estos asertos diciendo que la gloria y la fortuna ver-
daderas (humanas, no económicas) vienen dadas de por sí en la
amistad, relación que, bien entendida en su esencia solidaria, no
implica ocultar la verdad y la sinceridad sino todo lo contrario,
obligando a enarbolarlas como normas de conducta. «Si la lisonja
[ 201 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

es un veneno mortal para las almas bajas, los elogios debidos al


mérito alimentan las almas sublimes» (S. Bolívar, 1816b). Pero la
amistad es un tesoro común, factor unificador entre los elemen-
tos diferenciadores de las individualidades que lo construyen con
reciprocidad, y que los puede sostener con todo el respeto y la
dignidad que cada uno muestre para sí mismo y para otros. En
ese contexto cobra significado esta corta pero precisa frase: «Mi
único tesoro, mi reputación» (S. Bolívar, 1824a).
Una vertiente de su reputación era el elevado patriotismo ex-
teriorizado por él durante el proceso de independencia. En su
sentir, la patria es:
Primero el suelo nativo que nada: él ha formado con sus ele-
mentos nuestro ser; nuestra vías no es otra cosa que la esencia
de nuestro pobre país; allí se encuentran los testigos de nues-
tro nacimiento, los creadores de nuestra existencia y los que
nos han dado alma por la educación; los sepulcros de nues-
tros padres yacen allí y nos reclaman seguridad y reposo; todo
nos recuerda un deber, todo nos excita sentimientos tiernos y
memorias deliciosas; allí fué el teatro de nuestra inocencia, de
nuestros primeros amores, de nuestras primeras sensaciones y
de cuanto nos ha formado. ¿Qué títulos más sagrados al amor
y a la consagración? (S. Bolívar, 1826c: 2).

Cada quien tiene sus deberes individuales en la esfera de su


vida privada, pero eso no es excusa para estar exento de ejercer su
deber social para con el resto de la sociedad a la que pertenece,
estando su suerte mutuamente ligada a la de sus semejantes. Las
vicisitudes y requerimientos de la patria lo obligan a él y a ellos
asumir la Conciencia del Deber Social como guía para su preser-
vación. El Libertador puntualizaba lo siguiente: «El que lo aban-
dona todo por ser útil a su país, no pierde nada, y gana cuanto
le consagra» (S. Bolívar, 1815b), «el soldado que expone su vida
[ 202 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

por defender la vida y libertad de sus conciudadanos, merece la


gratitud general» (S. Bolívar, 1814d). Pero ese sacrificio puede ser
inútil si está sujeto a intereses que no redunden en beneficio de la
patria, y sí en el de sus adversarios internos y externos dispuestos
a todo con tal de dominarla, incluso recurriendo al engaño y la
manipulación. En consecuencia, «no podemos pagar deudas vie-
jas, ni debemos, porque ésta es la creación de una nueva repúbli-
ca, y no es el restablecimiento de la antigua. Esta patria es caribe
y no boba» (S. Bolívar, 1819b).
Ni siquiera se puede subestimar a los enemigos del pueblo a
sabiendas de su hipocresía, pero tampoco hay que sobrestimar-
los, ni mucho menos sacrificar la integridad de la patria ante sus
amenazas. «Lo mismo es para Venezuela combatir contra España
que contra el mundo entero, si todo el mundo la ofende» (S.
Bolívar, 1818d), siendo válida esta determinación de Bolívar para
cualquier otra potencia pasada, presente o futura. Ejemplo de la
misma es la correspondencia mantenida por él, entre el 29 de
julio y el 12 de octubre de 1818, con Juan Bautista Irvine, agente
(diplomático) de los Estados Unidos de la América del Norte, en
ocasión de los reclamos que este último sostuvo contra la legíti-
ma acción del gobierno patriota de Venezuela en confiscar dos
goletas de ese país por llevar un cargamento de armas a las tropas
colonialistas españolas asentadas en territorio venezolano (Perei-
ra, 2010: 117-148).
Las gentes honradas —en el sentido dado por S. Bolívar
(1828a)—, que viven en países con gobiernos imperialistas, no
aceptarían los atropellos que estos practican contra otros pue-
blos, y que también sufrirían si actúan solidariamente a favor de
dichos pueblos. Un habitante de otro país puede ser mucho más
patriota por Venezuela que un venezolano dispuesto a traicionar
a su patria sirviendo como agente de regímenes imperialistas. «El
[ 203 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

hombre de honor no tiene más patria que aquella en que se prote-


gen los derechos de los ciudadanos, y se respeta el carácter sagra-
do de la humanidad: la nuestra es la madre de todos los hombres
libres y justos, sin distinción de origen y condición» (S. Bolívar,
1820d). Bajo esa perspectiva Bolívar declaraba una concepción
dialéctica de patria, no sujeta a las apariencias que le impone su
manifestación concreta. Es decir, «Patria es humanidad», como lo
dijo un gran bolivariano llamado José Martí.
Habiendo naciones dominadas por regímenes imperialistas,
no es posible que se mantengan lazos profundos y transparentes
entre estos y los gobiernos que deseen preservar su independencia
(de la tendencia política que fueren), complicándose esa situación
si entre esas potencias existe una rivalidad interimperialista abier-
ta o solapada por integrarlas a su área de dominio. «La enemistad
entre naciones nace del deseo de preponderancia y no del sistema
de gobierno» (S. Bolívar, 1822). Realidad tan riesgosa para los
pueblos recién independizados de España estaba presente en las
angustias de Bolívar: «Si la América no vuelve sobre sus pasos, si
no se convence de su nulidad e impotencia, si no se llama al or-
den y a la razón, bien poco hay que esperar respecto a la consoli-
dación de sus gobiernos; y un nuevo coloniaje será el patrimonio
que leguemos a la posteridad» (S. Bolívar, 1829c).
No era suficiente sacudir el yugo español en sus otrora colonias
de la América Meridional. Ya tenía sus reservas con Inglaterra, tal
como lo expone Salcedo Bastardo (1982: 166) textualmente de las
propias consideraciones del Padre de la Patria:
Por ahora me parece que nos dará una grande importancia y
mucha responsabilidad la alianza de la Gran Bretaña, porque
bajo su sombra podremos crecer, hacernos hombres, instruirnos
y fortalecernos para presentarnos ante las naciones en el grado
de civilización y de poder que son necesarios a un gran pueblo.
[ 204 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

Pero estas ventajas no disipan los temores de que esa poderosa


nación sea en lo futuro soberana de los consejos y decisiones de
la asamblea: que su voz sea la más penetrante, y que su volun-
tad y sus intereses sean el alma de la confederación, que no se
atreverá a disgustarla por no buscar echarse encima un enemigo
irresistible. Este es, en mi concepto, el mayor peligro que hay
en mezclar a una nación tan fuerte con otras débiles.

El mismo autor indica que Estados Unidos deseaba frenar


las apetencias de Inglaterra, no para proteger la libertad de las
nuevas naciones americanas sino para imponerles su dominación,
creando así la oprobiosa Doctrina Monroe en diciembre de 1823
(Salcedo Bastardo, 1982: 303, 304), sintetizada en la frase «Amé-
rica para los (norte) americanos», secuestrándose semánticamente
la denominación de americanos para llamar así exclusivamente a
los estadounidenses, mientras que con esa agresión ideológica se
pretendía excluir al resto de los habitantes de América, reducidos
a no americanos desde una óptica etnocéntrica, que también era
usada para excluir a otras potencias del control imperial que la
burguesía de Estados Unidos proyectaba para su único beneficio
(Pividal, 1977/2006: 115, 116).
Ya desde mediados de 1815 fueron un fracaso las gestiones
que se efectuaron desde Cartagena (Colombia) por parte del
venezolano Pedro Gual con el fin de conseguir apoyo de Esta-
dos Unidos para la lucha independentista (Pividal, 1977/2006:
102). Luego, en 1817 ocurrió el derrocamiento, efectuado por
el gobierno estadounidense, de la República de Florida creada
ese mismo año por patriotas venezolanos (entre estos Lino de
Clemente) y de otros países para combatir el poder español (Pi-
vidal, 1977/2006: 108-119, 123). En aquella época ocurrió la
confiscación, efectuada por el gobierno venezolano, de las gole-
tas estadounidenses que un año después motivaron la pertinaz
[ 205 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

actitud de Juan Bautista Irvine, en evidencia según la copiosa co-


rrespondencia que Bolívar mantuvo con él (Pividal, 1977/2006:
111, 112, 120-123), donde desmontó la aparente neutralidad de
Estados Unidos en un conflicto donde contribuye con una de
las partes, en este caso con España, pero no ayuda para nada a la
causa independentista de la América Meridional.
Poco antes de un mes en remitir la primera de esa serie de
cartas, S. Bolívar (1818b) redacta en Angostura un mensaje diri-
gido a la ciudadanía, donde asentaba:
Deseando establecer con el Gobierno de los Estados Unidos
de la América del Norte las relaciones de amistad y fraternidad
que deben existir entre los Gobiernos libres de América, para
proveer a su mutua defensa y a la prosperidad de su pueblo, di-
putamos y nombramos al general Lino de Clemente para que,
en calidad de enviado extraordinario y Ministro Plenipoten-
ciario de la República de Venezuela cerca del Gobierno de los
Estados Unidos de la América de Norte, solicite el reconoci-
miento de la República de Venezuela como un Estado Libre e
independiente, confiera y acuerde con el Ministro o Ministros
designados al efecto por su Excelencia el Presidente de aquellos
Estado, los convenios y tratados que juzguen necesarios para
dicho reconocimiento a fin de establecer de un modo sólido y
permanente las relaciones comerciales y políticas que conven-
gan a las dos naciones.

Tal como lo dice Pividal (1977/2006: 128, 129), el Libertador


reiteraba que Estados Unidos no mantenía relaciones cordiales
con las nuevas naciones, estando obligado a reconocerles su con-
dición de gobiernos libres, sin que esas demandas impliquen mez-
quindad por parte de Bolívar, deseoso de beneficiar al pueblo sin
intereses económicos de por medio. Sin embargo, fue el 8 de mar-
zo de 1822 cuando Estados Unidos reconoció la independencia

[ 206 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

de la Gran Colombia, a pesar de los diversos sucesos favorables


a los patriotas ocurridos durante los cuatro años posteriores a la
solicitud de ese reconocimiento (Pividal, 1977/2006: 129-131),
motivando al Padre de la Patria (1820b: 125) expresar que «jamás
conducta ha sido más infame que la de los norteamericanos con
nosotros». Siguiendo con sus palabras, donde emplea el térmi-
no americano para referirse a los estadounidenses, S. Bolívar nos
dice: «He obrado y obraré siempre con la mayor dignidad, y más
aún con los americanos» (1829a), porque «son capaces de vender
a Colombia por un real» (1826b) y «parecen destinados por la
Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la
Libertad» (1829d). Efectuar esos juicios acerca de la conducta in-
teresada de la dirigencia estadounidense no implica para Bolívar
haber incurrido en generalizaciones injustificables, pues de igual
modo que expone las consideraciones anteriores también se refe-
ría con sincera fraternidad hacia «nuestros hermanos del norte»
(S. Bolívar, 1815/2008: 45).
Mientras estuvo al frente de los destinos de la Gran Colom-
bia, supo manejar hábilmente su política exterior frente a poten-
cias como Francia e Inglaterra, sin soslayar al proyecto de potencia
que para entonces era Estados Unidos (Pividal, 1977/2006: 165),
cuya burguesía se dedicó, entre otras cosas, a sabotear los proyectos
integracionistas de Bolívar, como el fracasado Congreso Anfictió-
nico de Panamá y los planes expedicionarios para liberar a Cuba y
Puerto Rico del dominio español (Pividal, 1977/2009: 175-189;
Salcedo Bastardo, 1982: 304, 306-309; Pérez Guzmán, 2010). Es-
tas y otras iniciativas del Padre de la Patria también contó con la
posición de las oligarquías locales de los países recién liberados.
De acuerdo con R. Bolívar (2005: 142), la derrota política
del proyecto bolivariano no implica que hubiera sido utópico o
irrealizable. Simón Bolívar no contaba con una fuerte clase social
[ 207 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

que asimilara ese proyecto como suyo, estando más bien rodeado
por fuerzas sociales con poca o ninguna voluntad revolucionaria
para impulsarlo. Por otra parte, Bolívar puede ser considerado
como uno de los primeros luchadores latinoamericanos antiim-
perialistas, no sólo por ir al frente de la lucha contra el imperia-
lismo español, sino también porque buscó de concretar acciones
para frenar el expansionismo protoimperialista estadounidense
plasmado en la Doctrina Monroe. Por su lado, las clases domi-
nantes de esa nación veían en el proyecto bolivariano de unidad
latinoamericana la creación de un «imperio» que podría rivalizar
con la intención de crear el suyo propio. ¡Cada ladrón juzga por
su condición… más aún si es capitalista!
Los nuevos países de la América Meridional no podían tener
algo en común, desde el punto de vista poblacional y cultural,
con ninguna de las potencias antes referidas, pues:
Tengamos presente que nuestro pueblo no es el Europeo, ni el
Americano del Norte, que más bien es un compuesto de África y
de América, que una emanación de la Europa; pues que hasta la
España misma, deja de ser Europea por su sangre africana, por su
instituciones, y por su carácter (S. Bolívar, 1819/2010: 35, 36).
… debo decir, que ni remotamente ha entrado en mi idea
asimilar la situación y naturaleza de los Estados tan distintos
como el Inglés Americano y el Americano Español (S. Bolívar,
1819/2010: 28, 29).

Estos factores no contaban para esas potencias, especialmente


Estados Unidos (por su proximidad), cuando tratan de imponer
sus intereses por encima de la libertad de los pueblos, tomando
ventaja de los errores que estos cometían cuando buscaban obte-
nerla o preservarla. Ya España había sacado provecho de tales extra-
víos, como los derivados por la falta de unidad. «Nuestra división

[ 208 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

y no las armas españolas, nos tornó a la esclavitud» (S. Bolívar,


1812/2008: 23). Peor es la situación cuando en un pueblo dividido
por las causas que fuera, uno de los bandos se pone al servicio de
sus verdaderos enemigos para abatir a sus aparentes adversarios:
Así, parece que le cielo para nuestra humillación y nuestra glo-
ria ha permitido que nuestros vencedores sean nuestros herma-
nos y que nuestros hermanos únicamente triunfen de nosotros.
El Ejército Libertador exterminó las bandas enemigas, pero no
ha podido exterminar unos pueblos por cuya dicha ha lidiado
en centenares de combates. No es justo destruir los hombres
que no quieren ser libres, ni es libertad la que se goza bajo el
imperio de las armas contra la opinión de seres fanáticos cuya
depravación de espíritu les hace amar las cadenas como los vín-
culos sociales (S. Bolívar, 1814b: 2).

En páginas anteriores se analizaron las circunstancias que ex-


plican estas palabras del Libertador, pero sin lugar a dudas para S.
Bolívar (1815/2008) faltaba algo «que puede ponernos en apti-
tud de expulsar a los españoles, y de fundar un gobierno libre. Es
la unión, ciertamente; mas esta unión no nos vendrá por prodi-
gios divinos, sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos»
(p. 68), es decir, «seguramente la unión es la que nos falta para
completar la obra de nuestra regeneración» (p. 67), sabiéndola
realizar con la moral y las luces necesarias para su fortalecimiento
y consolidación. Sólo de esa forma un pueblo puede resistir cual-
quier embate que vulnere su independencia, integridad y sobera-
nía. Sin sufrir divisiones internas, podrá enfrentar las agresiones
externas. «El progreso de las relaciones exteriores ha dependido
siempre de la sabiduría del gobierno y de la concordia del pue-
blo. Ninguna nación se hizo nunca estimar, sino por la práctica
de estas ventajas: ninguna se hizo respetable sin la unión que la
fortifica» (S. Bolívar, 1828b: 6).
[ 209 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

«Unidad, unidad, unidad, debe ser nuestra divisa» (S. Bolí-


var, 1819/2010: 72) tanto dentro como fuera de cada país. Es in-
suficiente la unidad que pueda tener un pueblo si a su vez este no
se vincula con otros pueblos para enfrentar a su enemigo común,
el imperialismo expresado como colonialismo y neocolonialismo.
«Yo sé que cada República americana tiene pendiente su suerte
del bien de las demás y que el que sirve a una sirve a muchas»
(S. Bolívar, 1826a) como demostración de su consecuente in-
ternacionalismo militante requerido para asegurar las vocaciones
nacionalistas de los pueblos americanos, pero si estos no sufren el
peligro del imperialismo, eso no implica la inexistencia de otras
circunstancias, ajenas o intrínsecas a la voluntad social, que aten-
ten contra el propósito integracionista. Decretar la unidad como
acto mágico «no es posible, porque climas remotos, situaciones
diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes dividen a la
América» (S. Bolívar, 1815/2008: 62).
A pesar de esta clase de obstáculos, «es una idea grandiosa
pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola nación con
un solo vínculo» (S. Bolívar, 1815/2008: 62), que no tiene visos
de ser irrealizable pues existen condiciones que sí favorecen con-
vertir la unidad, de una pretensión quimérica, en una realidad
materialmente inobjetable. «Para nosotros la Patria es la América»
(S. Bolívar, 1814c), por lo menos como propósito colectivo en
camino de concretarse con el concurso de los pueblos. «Una sola
debe ser la Patria de todos los americanos, ya que en todo hemos
tenido una perfecta unidad» (Bolívar, 1818a), lo que servirá para
formar «una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes
entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas
costumbres y una religión debería, por consiguiente, tener un
solo gobierno que confederase los diferentes estados que hayan
de formarse…» (S. Bolívar, 1815/2008: 61, 62), los cuales, para
[ 210 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

cimentar los esfuerzos integracionistas de tipo multilateral, deben


proponerse un:
… pacto americano, que, formando de todas nuestras repú-
blicas un cuerpo político, presente la América al mundo con
un aspecto de majestad y grandeza sin ejemplo en las naciones
antiguas. La América así unida, si el cielo nos concede este de-
seado voto, podrá llamarse la reina de las naciones, y la madre
de las repúblicas (Bolívar, 1818a).

Esa confederación de naciones, que fueron colonia en la


América Meridional, estaría limitada en sí misma si se circuns-
cribe solamente para actuar durante momentos apremiantes, por
lo que:
… no debe formarse simplemente sobre los principios de una
alianza ordinaria para ofensa y defensa: debe ser mucho más
estrecha que la que se ha formado últimamente en Europa con-
tra la liberta de los pueblos. Es necesario que la nuestra sea
una sociedad de naciones hermanas, separadas por ahora y en
ejercicio de su soberanía por el curso de los acontecimientos
humanos, pero unidas, fuertes y poderosas para sostenerse con-
tra las agresiones del poder extranjero (S. Bolívar, citado por
Salcedo Bastardo, 1982: 188).

Ningún espacio social puede perdurar y trascender si existe


por y para la ambición de poder y riquezas. Esto es aplicable para
la confederación soñada por S. Bolívar (1815a) cuando señala:
«Hagamos que el amor ligue con un lazo universal a los hijos del
hemisferio de Colón, y que el odio, la venganza y la guerra se
alejen de nuestro seno». Si en el escenario de las relaciones inter-
nacionales suscribe sentimiento tan noble, por la coherencia de
su personalidad el Padre de la Patria tenía el amor como referente
para su vida. «Siempre es grande, siempre es noble, siempre es
[ 211 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

justo conspirar contra la tiranía, contra la usurpación y contra


una guerra desoladora e inicua» (S. Bolívar, 1820d), viéndose
obligado a involucrarse en esta contra su voluntad pacifista, ha-
biendo estado dispuesto a alcanzar la independencia de nuestros
pueblos por medios distintos a los que debió emplear si todo
hubiese dependido de él. «Prefiero el título de ciudadano al de
Libertador, porque este emana de la guerra, aquél emana de las
leyes. Cambiadme, Señor, todos mis dictados por el de buen ciu-
dadano» (S. Bolívar, 1821).
No sólo creía en el amor y la paz. «Yo poseo el sentimien-
to de la amistad y la gratitud» (S. Bolívar, 1828c), impidiéndole
esto último olvidar su sentimiento hondo de gratitud hacia el
pueblo de Haití por su decidido apoyo a la causa independentista
(Salcedo Bastardo, 1982: 187). Al respecto, S. Bolívar (1818c)
le dice a su presidente Jean Pierre Boyer: «Deseo ardientemente
que Venezuela sea libre, con el fin de poder establecer relaciones
más frecuentes con los valientes haitianos, y poder manifestarles
los sentimientos fraternales y amistosos de los venezolanos hacia
ellos, y los míos en particular». Esto es uno de los variados de-
talles que demuestran la ausencia de racismo en la personalidad
de Bolívar, quien dijo en 1822: «Yo considero a la América en
crisálida; habrá una metamorfosis en la existencia física de sus
habitantes; al fin habrá una nueva casta de todas las castas, que
producirá la homogeneidad del pueblo» (citado por Salcedo Bas-
tardo, 1982: 191). También sostuvo que «la sangre de nuestros
conciudadanos es diferente, mezclémosla para unirla» (S. Bolívar,
1819/2010: 72).
Su sentimiento de amor por la humanidad, sin el cual es po-
sible la vida social de los seres humanos, no era pleno si a su vez
no hubiese sentido amor por la naturaleza, sin el cual es posible la
supervivencia de la humanidad en el planeta. Veía con inquietud
[ 212 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

la deforestación de las tierras, causante de apremios y dificultades


para la preservación de toda forma de vida, en particular la sa-
tisfacción adecuada de las necesidades humanas. En ese sentido,
el Libertador (1825e, 19 de diciembre) promulgó las Medidas
de conservación y buen uso de las aguas, donde se estipula lo
siguiente:
Art. 1º. Que se visiten las vertientes de los ríos, se observe el
curso de ellos, y se determinen los lugares por donde puedan
conducirse aguas a los terrenos que estén privados de ellas.
Art. 2º. Que en todos los puntos en que el terreno prome-
te hacer prosperar una especie de planta mayor cualquiera, se
pretende una plantación reglada a costa del Estado, hasta el
número de un millón de árboles, prefiriendo los lugares donde
haya más necesidad de ellos.

Con estas disposiciones buscaba asegurar la abundancia de


los recursos naturales renovables, mostrándose severo ante la in-
discriminada explotación de los mismos, tal como se evidencia
cuando S. Bolívar (1829b, 31 de julio) decreta las «Medidas de
protección y mejor aprovechamiento de la riqueza forestal de la
nación», indicando lo que sigue a continuación:
Art. 4º. Cualquiera que extraiga de los bosques del Estado, qui-
nas, maderas preciosas, y de construcción sin la debida licencia,
o que traspase los límites que se le hayan fijado, incurrirá en la
multa de veinticinco hasta cien pesos, aplicados a los fondos
públicos; además pagará a justa tasación de peritos, los objetos
que haya extraído o deteriorado.

Dada la relevancia que Bolívar reconocía en la ciencia para


mejorar toda actividad humana, pensó en asegurar la adecuada
implementación de esas medidas contando con el uso de los co-
nocimientos científicos existentes en las universidades.
[ 213 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Art. 10º. Las facultades de medicina de Caracas, Bogotá y Qui-


to, lo mismo que los prefectos de los departamentos dirigirán al
gobierno los informes correspondientes, proponiendo los me-
dios de mejorar la extracción, preparación y el comercio de las
quinas, y de las demás sustancias útiles para la medicina, o para
las artes, que contengan los bosques de Colombia, haciendo
todas las discusiones necesarias, para el aumento de este ramo
importante de la riqueza pública.

No solamente se ocupaba del agua y los recursos forestales,


sino también de las especies animales. Ejemplo de ello es su po-
sición en contra del exterminio de las vicuñas, que «vendría a
aniquilarse si continuasen las matanzas que en todos los años se
han hecho para sostener el comercio», es decir, para el Padre de
la Patria no era posible que el dinero sea más importante que la
vida de esos animales. A tales efectos, S. Bolívar (1825d, 5 de
julio) concibe una Resolución a favor del aumento de las vicuñas en
el Perú, donde dispone estos artículos:
Art. 1º. Se prohíbe, de hoy en adelante, la matanza de vicuñas
en cualquier número que sea.
Art. 2º. A nadie será permitida, ni aún con el pretexto de caza.

Tanta sensibilidad y conciencia tenía Bolívar por la vida en


cualquiera de sus manifestaciones, que sin dejar de reconocer la
explotación racional, justa y necesaria de los recursos naturales
de origen vegetal y animal, con la resolución antes mencionada
buscaba de atenuarles el impacto que sufrían por acción del ser
humano, sin olvidar la imposición de sanciones para los infracto-
res. Revelador de esa actitud de Bolívar son estos artículos de la
resolución antes mencionada.
Art. 3º. Los que quieran aprovechar de la lana para comerciali-
zarla u otros cualesquiera usos o beneficios, podrán verificarlo
[ 214 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

trasquilándolas en los meses de abril, mayo, junio y julio, para


que la benignidad de la estación supla este abrigo de que se las
priva.
Art. 4º. Los infractores de este decreto sufrirán penas de cuatro
pesos por cada una de las vicuñas que matasen, aplicables al
delator de la infracción.

Si el Libertador estimaba de gran importancia mantener po-


líticas conservacionistas de los recursos naturales renovables, adi-
cionalmente quería resguardar la soberanía económica de la pa-
tria pues ya sabía del carácter estratégico de la explotación de los
recursos naturales no renovables, en este caso la actividad minera,
que no podía quedar como potestad exclusiva de quienes ejercie-
ran la propiedad privada sobre vetas y minas, pues los intereses
de sus dueños, estando sujetos a su libre albedrío, podían chocar
contra el interés público de la sociedad. Esa realidad justifica la
extensa «Ley de Minas» (S. Bolívar, 1829f ), donde el Estado ejer-
ce la propiedad pública sobre las fuentes mineras, como se indica
en su primer artículo.
Art. 1º. Conforme a las leyes, las minas de cualquiera clase
corresponden a la república, cuyo gobierno las concede en pro-
piedad y posesión a los ciudadanos que las pidan, bajo las con-
diciones expresadas en las leyes y ordenanzas de minas, y con
las demás que contiene este decreto.

Esta y otras normas dictadas por el Libertador buscaban ase-


gurar la existencia efectiva de suficientes medios de producción
para la satisfacción de las necesidades del pueblo. Otro proble-
ma muy distinto representaba la manera como esos medios de
producción se iban a manejar y a quienes iban a beneficiar las
riquezas creadas por su uso. En la esfera agrícola, permitió que
diversos productores se unieran para solicitar colectivamente una
[ 215 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

finca por cada grupo así conformado (siendo así un antecedente


de las granjas colectivas ensayadas en otros países), con lo cual
se opone tácitamente al minifundio representado en el conuco,
abriéndose la posibilidad de dejar atrás las relaciones semifeu-
dales de producción impuestas por el colonialismo español, re-
forzándose esa política con diversas medidas revolucionarias que
dispuso durante su mandato (Salcedo Bastardo, 1982: 144). En
general, reconoce y justifica la existencia de la propiedad privada,
pero no acepta el carácter sagrado e inviolable que se le consagra
con el paradigma de la democracia liberal burguesa tan en boga
durante su época, supeditando la propiedad privada al interés pú-
blico y la utilidad general de la sociedad; en ese orden de ideas,
inspirándose en los planteamientos teóricos de la Ilustración, que
también sirvieron de sustento ideológico para el Liberalismo, se-
gún Salcedo Bastardo (1982: 145, 146) Bolívar consideraba que
la propiedad se fundamenta en la equidad, la moral y la justicia, o
de lo contrario es usurpación y violencia, actuando el Estado para
aplicar las leyes propias de una revolución contraria al atropello
que puede sufrir el pueblo por quienes abusan del derecho a la
propiedad, por lo cual en el proyecto constitucional de Angostu-
ra, el Padre de la Patria expone que:
Nadie puede ser privado de su propiedad, cualquiera que sea,
sino con su consentimiento, a menos que la necesidad pública
o la utilidad general, probada legalmente, lo exijan. En estos
casos la condición de una justa indemnización, cuando las cir-
cunstancias lo permitan, debe proponerse.

Por esta noción que Bolívar tenía acerca de la propiedad y


los intereses de la sociedad, se puede decir que él desarrolló una
posición antiliberal producto de la evolución de su pensamiento,
asentado inicialmente desde la raigambre liberal hegemónica en

[ 216 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

su época, pero modificándola no para ubicarse retrógradamente


como portador de la decadente mentalidad feudal (contrapuesta al
capitalismo), sino más bien recreando los principios más progre-
sistas de la Ilustración hasta adoptar una visión con tintes preso-
cialistas, reflejándolos no solo en el plano económico (dejando allí
contribuciones teóricas estudiadas por Vitale, 1983/2000), sino
que se hallan implícitos a lo largo de las distintas citas y reflexiones
que aquí se han efectuado sobre sus ideas acerca de la legislación,
la educación, la religión, la Unión Cívico-Militar, el patriotismo,
el internacionalismo, la política internacional (más concretamente
el antiimperialismo y la unidad de los pueblos), la ecología e in-
clusive la conducta moral, cívica, amorosa, fraterna y solidaria que
para él debían tener —y que él mismo demostró ejemplarmen-
te— los ciudadanos de las nuevas repúblicas americanas.
Estas líneas aquí desarrolladas apenas constituyen una gota
del riquísimo océano que representa el pensamiento del Liber-
tador, cuya desaparición física ocurrió cuando Simón Rodríguez
tenía sesenta y un años de edad, Ezequiel Zamora contaba con
trece años, Karl Marx era un adolescente de doce años y Friedrich
Engels había nacido diez años antes. La vigencia de su legado no
debe ser tratada con la banalidad nada inocente de los aparatos
ideológicos al servicio de las clases dominantes y el imperialismo,
saboteando su actividad política y realizando atentados contra su
vida (Pividal 190-203), no siendo para nada sorprendente que
su muerte física haya sido producto de un asesinato, tal como lo
señala Mier Hoffman (2008; 2009). Para ahondar en el significa-
do del inmenso acervo emancipador del ideario bolivariano, que
no debe quedar en la letra muerta de los monumentos sino ser
llevado a la acción revolucionaria de nuestras vidas y de la socie-
dad, desde aquí se recomienda la lectura de las obras de Polanco
Alcántara (1977/sf ), Pérez Arcay (1979; 2009), Herrera (2004),
[ 217 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Valdés Vivó (2008a; 2008b), De la Cruz (2009) y Bencomo Ba-


rrios (2010), aparte de los autores mencionados a lo largo del
presente trabajo y que investigaron sobre la vida del «hombre de
las dificultades» y «Genio de América», cuya espada camina por
América Latina, el Caribe y el resto del mundo.

2.3. Simón Rodríguez o la raíz robinsoniana

Por la posición histórica de la que fue protagonista, Simón Bolí-


var pensó y actuó en distintos ámbitos, escenarios y situaciones
donde reveló su esencia humana producto de múltiples influen-
cias ante las que adoptó posturas propias, cuya originalidad no
sufre menoscabo alguno, sino más bien ya se ha enriquecido pre-
viamente desde su niñez, al verse en estas la impronta relevante
de uno de sus más importantes maestros y amigos, que al igual
que el Libertador estaban todos imbuidos por el espíritu de la
Ilustración prevaleciente en la época que les tocó vivir.
Simón Rodríguez (28 de octubre de 1769-28 de febrero de
1854), también conocido como Samuel Robinson (nombre ins-
pirado del personaje principal de la novela Robinson Crusoe, como
lo indica Rumazo González, 2006: 32, 34), marcó la historia de
la educación con ideas innovadoras que fueron a contracorriente
de los prejuicios e intereses de las oligarquías que mantuvieron su
poder antes y después del proceso de independencia, cuya con-
ducción inicial fue obra de estas, siendo sus integrantes los que
tenían mayor facilidad para leer los libros de la Ilustración, in-
accesibles para el pueblo sometido a un analfabetismo obligado
(Rumazo González, 2006: 20).
La educación es un proceso social donde se busca transmi-
tir la memoria colectiva de unos individuos a otros. Esa memo-
ria involucra sentimientos, actitudes, valores, creencias, ideas y
conocimientos —elementos determinantes en la configuración
[ 218 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

de la mentalidad asumida por ellos— que se van incrementando


por medio de la práctica del ser humano con la naturaleza y la
sociedad, cuyos resultados logran trascender en el tiempo más
allá de la ausencia espacial de sus protagonistas. Por lo tanto, y
en particular, la educación sirve como un medio para que ciertas
relaciones sociales puedan ser hegemónicas, reproducirse y per-
petuarse, pero también sirve para poder sustituirlas por otras que
igualmente llevarán ese mismo recorrido. Hasta ahora, entre esas
relaciones sociales han predominado aquellas que involucran la
explotación de unos seres humanos en beneficio de otros, integra-
dos estos últimos como clase dominante que controla los medios
de producción material de bienes, disponiendo esta a su vez de
los medios de producción ideológica de mentalidades, dedicán-
dose a crear y distribuir sus ideas, que serán las ideas dominantes
de su época si la clase dominante somete las ideas de la clase do-
minada, que carece de los medios para producir tanto ideológica
como materialmente (Marx, 1845/: 48), siendo la educación par-
te de esos mecanismos que puede contribuir a su alienación o a su
emancipación psicosocial, en igual medida que correspondiente-
mente puede reforzar o socavar el dominio de la clase dominante,
además de sustentarse esta con el monopolio del conocimiento.
Para una sociedad colonial de castas como la que había en la
época de Rodríguez, el sistema y los procedimientos educativos
vigentes dejaban mucho que desear de acuerdo a las perspectivas
antes señaladas, acompañándose tal situación de otras circuns-
tancias sociales negativas (Rumazo González, 2006: 9-11, 16, 20,
21). Para el año 1791 es nombrado maestro de la Escuela Pública
de Primeras Letras por el Cabildo de Caracas (Ocampo, 2007:
89) y desde su posterior experiencia al frente de esa escuela, ob-
servando y analizando el ambiente social donde se desenvolvía,
en menos de dos meses redacta un informe que presenta ante el
[ 219 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Cabildo el 19 de mayo de 1794, titulado «Reflexiones sobre los


defectos que vician la Escuela de Primeras Letras de Caracas y
medio de lograr su reforma por un nuevo establecimiento», en
el cual emplea un lenguaje frontal para teorizar y criticar, con
profundidad y rigor, los males y prejuicios detectados en el mo-
delo de escuela colonial, pero no limitándose a cuestionarla sin
presentar posibles soluciones para que en esta se puedan reali-
zar adecuadamente los procesos educativos (Rumazo González,
2006: 13, 21-23; Calzadilla, 2007: 191). Aparte de mencionar
la subestimación de la enseñanza de la caligrafía, la ortografía y
la aritmética, así como formular un sistema de cuatro escuelas y
una serie de propuestas acordes a las necesidades educativas de la
ciudad, entre muchos otros aspectos que plantea para ser corre-
gidos (Lasheras, 2001: 19; Ocampo, 2007: 90, 91), S. Rodríguez
(1794: 6, 8, 9) señala que:
Las artes mecánicas están en esta ciudad y aun en toda la Pro-
vincia, como vinculadas en los pardos y morenos. Ellos no tie-
nen quien los instruya; a la escuela de los niños blancos no
pueden concurrir: la pobreza los hace aplicar desde sus tiernos
años al trabajo y en él adquieren práctica, pero no técnica: fal-
tándoles ésta, proceden en todo al tiento; unos se hacen maes-
tros de otros, y todos no han sido ni aun discípulos; exceptúo
de esto algunos que por suma aplicación han logrado instruirse
a fuerza de una penosa tarea (p. 6, 7).

Aquí Rodríguez es claro en denunciar la exclusión que sufren


los pardos de su ingreso a las escuelas, no sin dejar de notar la
especie de reduccionismo cognitivo o encasillamiento educativo
al que son sometidos, destinándolos únicamente a ejercer oficios
manuales, teniendo que aprenderlos por sí mismos sin poder te-
ner a alguien que los pueda orientar, viéndose forzados a hacerlo
así contando solo con la ayuda de unos a otros, fungiendo así de
[ 220 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

maestros cuando siguen siendo aprendices, y contando sólo con


la práctica para desarrollar unas destrezas que pudieran mejorar
si conocieran las técnicas pertinentes. Ya con esto se percibe que
para Rodríguez una cosa es aprender un oficio y otra cosa es en-
señarlo, teniendo que haber necesariamente un tipo específico
de escuela para cada una de esas actividades (Rumazo González,
2006: 22). Pero estas acotaciones no se quedan aquí, pues:
¿Qué progreso han de hacer estos hombres, qué emulación han
de tener para adelantarse, si advierten el total olvido en que
se tiene su instrucción? Yo no creo que sean menos acreedo-
res a ella que los niños blancos. Lo primero porque no están
privados de la Sociedad. Y lo segundo porque no habiendo en
la Iglesia distinción de calidades para la observancia de la Re-
ligión tampoco debe haberla en enseñarla. Si aquéllos han de
contribuir al bien de la Patria ocupando los empleos políticos
y militares, desempeñando el ministerio eclesiástico, etc., éstos
han de servirla con sus oficios no menos importantes; y por lo
mismo deben ser igualmente atendidos en la primera instruc-
ción. Mejor vistos estarían y menos quejas habría de su con-
ducta si se cuidase de educarlos a una con los blancos aunque
separadamente (p. 7).

El sesgo racista de la escuela colonial es desnudado así por


Rodríguez, convencido de la igualdad de derechos para los niños
sin distingos por el color de su piel, y valorando la importancia de
las artes mecánicas u oficios manuales, sin que su ejercicio rebaje
a quien los desempeñe con relación a los que se dedican a las ta-
reas intelectuales. Tales apreciaciones encontraron la lógica opo-
sición de gentes portadoras de la mentalidad racista y excluyente
propia de la sociedad colonial, imponiéndose esta el 12 de sep-
tiembre de 1795 con la desaprobación del informe de Rodríguez
por parte de la Real Audiencia de Caracas, esto contra el parecer
[ 221 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

de otros cuya actitud en el Cabildo era más abierta para aprobarlo


previamente el 5 de junio con grande elogios, luego de haberse
discutido allí en mayo. La personalidad decidida de Rodríguez
lo mueve a renunciar a su cargo en la escuela el 19 de octubre de
ese año (Polanco Alcántara, 1977/sf: 15; Lasheras, 2001: 20, 21;
Rumazo González, 2006: 25; Ocampo, 2007: 91).
Ya para aquel momento, Rodríguez estaba ejerciendo la tu-
tela de Simón Bolívar, de quien previamente, para el año 1792,
se había encargado de su educación recibiéndolo en su aula de
clases, al tiempo de haber sido amanuense de Feliciano Palacios
Sojo, tío de Bolívar (Polanco Alcántara, 1977/sf: 11, 12; Ruma-
zo González, 2006: 14; Calzadilla, 2007: 191; Ocampo, 2007:
89). Después, en noviembre de 1793, solicita al Cabildo la crea-
ción de una escuela de niñas para Caracas (Calzadilla, 2007: 192;
Ocampo, 2007: 83), con lo cual buscaba romper con la exclusión
patriarcal de la sociedad colonial en relación con la educación
del sexo femenino. Luego, mientras la Real Audiencia tomaba su
tiempo para decidir sobre el informe presentado por Rodríguez,
para agosto de 1795 —y de manera regular desde octubre de ese
año— recibió en su casa al ya adolescente Bolívar, quedando bajo
su tutela luego de varias vicisitudes familiares y afectivas que vivió
el futuro Padre de la Patria (Polanco Alcántara, 1977/sf: 12-15;
Rumazo González, 2007: 23-25).
En medio de la rígida sociedad colonial de su tiempo, Rodrí-
guez toma con timidez los elementos no educativos de la doctrina
de Jean Jacques Rousseau, uno de los autores más en boga du-
rante la Ilustración, razón por la cual es posible que desde 1792
aprovechara algunas consideraciones rousseaunianas —plasma-
das en Emilio o la Educación (1762/2000)— para la formación
de Bolívar, y más adelante con el fin de efectuar su solicitud de
reforma educativa ante el Cabildo. En cuanto a Bolívar, a sus
[ 222 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

dos años de edad falleció su padre, y a los nueve su madre, de los


cuales fue heredero de una gran fortuna (Salcedo Bastardo, 1982:
55). Estas condiciones son señaladas por Rousseau (1762/2000:
32, 33) para educar a un niño, entre otras apreciaciones suyas que
se especifican a continuación:
… En Laponia y en Guinea vive un francés; pero no vivirá
igualmente ni un negro en Tornea, ni un samoyeda en Benin.
La inteligencia de los europeos no la tienen, los negros ni los
lapones. Por eso, si quiero que mi alumno pueda ser habitante
de la tierra entera, le escogeré en una zona templada, en Fran-
cia, por ejemplo, mejor que en otra parte.
El pobre no necesita educación; la de su estado es forzosa, y
no puede tener otra; por el contrario, la que por su estado re-
cibe el rico es la que menos le conviene para sí propio y para
la sociedad. La educación natural debe, por otra parte, hacer
al hombre apto para todas las condiciones humanas; así me-
nos racional es educar a un rico para que sea, pobre, que a un
pobre para que sea rico, porque a proporción del número de
ambos estados, más ricos hay que empobrezcan que pobres que
se enriquezcan. Escojamos pues, a un rico; estaremos ciertos de
haber hecho un hombre más, mientras un pobre puede hacerse
hombre por sí solo. Por la misma razón, no sentiré que Emilio
sea de ilustre cuna, que siempre será una víctima sacada de las
garras de la preocupación.
Emilio es huérfano. Nada importa que vivan su padre y su
madre; encargado yo de todas sus obligaciones, adquiero sus
derechos todos. Debe honrar a sus padres, pero sólo a mí debe
obedecer; esta es mi primera, o más bien, mi única condición.
Tengo que añadir esta otra, que no es más que una consecuen-
cia forzosa de la anterior; y es que no nos privarán a uno de
otro sin nuestro consentimiento. Esta es cláusula esencial; y
aún quisiera yo que de tal modo se tuvieran por inseparables el
[ 223 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

alumno y el ayo, que siempre el destino de su vida fuera objeto


común entre ellos. Así que contemplan, aunque remota, su se-
paración; así que preveen el instante en que han de ser los dos
extraños uno para otro, ya lo son, en efecto; cada uno forma su
sistema aparte y pensando ambos en la época en que ya no se
hallarán juntos, permanecen unidos a disgusto.
Pero si se miran como obligados a pasar juntos la vida, les im-
porta hacerse amar uno de otro, y por lo mismo se aman en
efecto. No se avergüenza el alumno de seguir en su niñez al ami-
go que ha de tener cuando sea hombre, y el ayo se interesa en
los afanes cuyos frutos ha de recoger, siendo todo el mérito que
da a su alumno un fondo que pone a interés para su ancianidad.

Sin embargo, un sistema como el de Rousseau, diseñado en


función de su aplicación a un solo niño que fuese huérfano, tu-
viese buena posición económica y no sufriese presiones familiares
y sociales sobre su conducta, era muy difícil que Rodríguez lo
implementara fidedignamente en la Escuela Pública de Primeras
Letras de Caracas, la cual albergaba un gran número de niños
—siendo pobres buena parte de ellos— bajo complejas e incó-
modas condiciones ambientales y de mobiliario, sin contar esa
institución con el debido apoyo económico del Cabildo y de los
padres de familia que estaban en posibilidad de costear la matrí-
cula de sus hijos, recibiendo estos y los demás niños unos conoci-
mientos limitados en las asignaturas impartidas; por otra parte, el
informe de Rodríguez tenía no solo ciertas coincidencias forma-
les, sino además profundas diferencias con las ideas educativas de
Rousseau, quien no se había ocupado de las escuelas, los nuevos
pueblos y la creación de repúblicas, inquietudes que estuvieron
presentes durante la trayectoria de Rodríguez (Polanco Alcántara,
1977/sf: 11, 12, 99, 100; Rumazo González, 2007: 16-18), un
educador con preocupaciones en los terrenos político y filosófico,
[ 224 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

pero en cambio Rousseau fue un filósofo con preocupaciones en


los terrenos político y educativo.
En el ambiente de Caracas, ciudad colonial sometida a nor-
mas profesionales y sociales sumamente inflexibles, el hecho de
que Bolívar hubiese tenido una estadía en la casa de su maestro
Rodríguez —donde vivía una importante cantidad de personas,
llegando a escapar de allí en agosto de 1795— no implicaba ne-
cesariamente que ellos dos hayan tenido ocasión de salir juntos
para leer libros prohibidos de autores de la Ilustración (conside-
rados como herejes por la Iglesia católica), o ir de paseo por las
riberas del río Guaire o por los valles de Aragua, lo que tampo-
co quiere decir que durante esas ocasiones —en caso de haberse
dado— Bolívar fungiese por influencia de Rodríguez, asumiendo
este un aparente papel de ayo suyo, como el personaje principal
del libro ya referido de Rousseau, pero igualmente pudiera des-
cartarse que estas circunstancias hayan sido parcial o totalmente
ciertas (Polanco Alcántara, 1977/sf: 13, 14; Lasheras, 2001: 22,
23, 25; Rumazo González, 2007: 18; Jáuregui, 2008: 173). Más
allá de estas apreciaciones, el mismo Bolívar (1824b) reconoce la
amistad y la influencia que su maestro tuvo en él, ni por lo demás
se puede afirmar o negar que, durante la niñez del Libertador, la
obra ya mencionada de Rousseau haya sido leída por Rodríguez
o haya influido en él, quien por haber vivido durante el contexto
histórico de la Ilustración, reelaboró ciertos preceptos teóricos de
ese movimiento cultural, moldeándolos de acuerdo a su propia
realidad y creatividad, esto como prueba de no estar mentalmen-
te colonizado, un rasgo bien arraigado de su personalidad.
Sin menospreciar los aportes de Rousseau en materia edu-
cativa (como la relación afectiva que debe haber entre discípulo
y maestro), en la práctica él proponía una concepción indivi-
dualista de la educación, dirigida a niños de la burguesía, no sin
[ 225 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

cierta muestra de eurocentrismo y racismo, todo lo contrario


de lo que preconizó Rodríguez (1828-1842: 105, 106) cuando
pidió lo siguiente:
Dénseme los muchachos pobres, o dénseme los que los hacen-
dados declaran libres al nacer, o no pueden enseñar, o aban-
donan por rudos; o dénseme los que la inclusa bota porque
ya están grandes, o porque no pueden mantenerlos, o porque
son hijos legítimos. Reducido así mi AMOR PROPIO, a los
límites en que debe encerrarse hará todo el BIEN que alcance a
hacer, y los caballeros verán qué es un hombre que conoce sus
derechos cumpliendo sus deberes sin que sea menester forzarlo
ni engañarlo.

Pero la existencia de muchachos pobres no es algo innato


entre los seres humanos. «La naturaleza no hace razas de estúpi-
dos, de esclavos, de pobres ni de ignorantes. La sociedad las hace
por su descuido, no por su conveniencia» (Rodríguez 1828-1842:
110). Entonces, no se puede apoyar ni naturalizar la exclusión
social, el racismo y la esclavitud, males arraigados en Estados
Unidos desde mucho antes de su aparición como nación, regida
por un sistema político que los toleraba y una mentalidad que los
justificaba y reproducía, al igual que en la América Meridional
salvo las diferencias que había en cada caso, según así lo explicaba
Rodríguez de ese país (1828-1842: 136, 137):
[A los] Estados Unidos los consideramos como el país clásico
de la libertad. Nos parece que podemos adoptar sus institu-
ciones, sólo porque son liberales. Lo son, en efecto, pero: ¿el
suelo, su extensión, sus divisiones, su situación, los hombres,
sus ideas, las costumbres, las razas, las clases, las creencias, las
necesidades, la industria, la riqueza, dónde están? Digamos lo
que de la Inglaterra: aquello es para visto, y nada más. El que
visita los Estados Unidos, cree hallarse en Inglaterra, en tiempo
[ 226 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

de una feria, a que han concurrido todas las naciones europeas.


Cada una conserva su carácter; pero el dominante es el inglés.
Los hijos de los españoles, se parecen muy poco a sus padres:
la lengua, los tribunales y los templos engañan al viajero: no es
España; aunque se hable español, aunque las leyes y la creencia
religiosa, sean las mismas que trajo la conquista. La única ana-
logía que hay, entre las dos Américas, es la NOBLE idea, que
ambas tienen, de la utilidad de la ESCLAVITUD. Los angloa-
mericanos han dejado, en su nuevo edificio, un trozo del viejo,
sin duda para contrastar, sin duda para presentar la rareza de
un hombre mostrando con una mano a los reyes el gorro de la
Libertad, y con la otra levantando un garrote sobre un negro
que tiene arrodillado a sus pies.

Como dice Rumazo González (2006: 34), «la independencia


norteamericana había otorgado liberación a todos; no, a los ne-
gros… Rodríguez testimonia la mixtura de actitudes, prejuicios,
servilismo y rectificaciones y bienes de lo nuevo norteamericano».
Un revolucionario como Rodríguez, capaz de hacer estas
observaciones, tenía que concebir una concepción igualmente
revolucionaria de la educación (ya en evidencia por el rechazo
inicial que esta sufrió en la Caracas colonial), enriqueciéndose y
profundizándose luego de salir su creador desde La Guaira el 15
de noviembre de 1797 (adonde llegó el 11 de ese mes), dirigién-
dose a Francia en 1801 después de haber estado en otros países,
dedicándose hasta 1823 a viajar, estudiar y ejercer su profesión
de maestro, entre muchos otros oficios que desempeñó por su
propia iniciativa, sin olvidar el contacto directo que mantuvo con
Bolívar entre 1805 y 1806 (Simón Rodríguez: Inventamos o erra-
mos, 2004: 231-233). El maestro del Libertador resume así parte
de su estadía por Europa según cita que hace Daniel Florencio
O’Leary, mencionada por Rumazo González (2006: 49):
[ 227 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Permanecí en Europa por más de veinte años; trabajé en un


laboratorio de química industrial, en donde aprendí algunas
cosas; concurrí a juntas secretas de carácter socialista; vi de cer-
ca al padre Enfantin, a Olindo Rodríguez, a Pedro Leroux y
a otros muchos que funcionaban como apóstoles de la secta.
Estudié un poco de literatura; aprendí lenguas y regenté una
escuela de primeras letras en un pueblecito de Rusia. En eso
de primeras letras ya me había ejercitado un poco durante mi
juventud, dando lecciones a ese hombre [Bolívar] a quien se
admira tanto, cuando él era un despabilado rapazuelo. Por eso
seguramente se dice que fui su ayo; pero más que maestro, ase-
guro que fui su discípulo, pues por adivinación él sabía más
que yo por meditación y estudio.

Efectivamente, Rodríguez estuvo influenciado por las teorías


del Socialismo Utópico (Rumazo González, 2006: 40, 41; Cal-
zadilla, 2007: 41), pero al no ser un adepto pasivo y dogmático
de ninguna tendencia, no se adhirió sectariamente a ninguna co-
rriente socialista durante su permanencia en Europa, pero sí fue
un socialista con criterio propio, concibiendo al Socialismo en
torno al interés social que debían tener las ideas, la educación, la
escuela, etc., en beneficio de la comunidad, como manifestación
de una conducta social que buscaba instrucción y propiedad para
todos (Rumazo González, 2006: 41).
Cuando Rodríguez (1840: 42, 68) afirma con toda razón que
«la posesión de los medios impone la obligación de hacer uso de
ellos», estando por consecuencia en contra de la propiedad pri-
vada de unos pocos sobre los medios sociales de producción tra-
bajado por muchos, una de las características fundamentales del
capitalismo, pues los primeros SÍ ejercen la propiedad sobre esos
medios sociales pero NO los USAN, mientras que los segundos
NO la ejercen pero SÍ los USAN.

[ 228 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

Esta interpretación de la frase anterior fue redactada según el


estilo particular de prosa empleado por Rodríguez, aparentemen-
te caprichoso pero realmente heterodoxo ante las normas usuales
de quienes escriben, teniendo en realidad el propósito bien defi-
nido por Rodríguez de transmitir sus ideas de manera más fácil
y creativa hacia el lector (Cúneo, 2004: xviii-xxv). En función
de aplicar las normas actuales para efectuar citas bibliográficas,
respetando al mismo tiempo la intención puesta por Rodríguez
en algunos de sus planteamientos aquí referidos, las palabras que
él dispuso con letras cursivas serán subrayadas en aquellas frases
de corta extensión. Igualmente, para facilitar su lectura, se ubi-
caron ciertos signos de puntuación en determinados espacios, y
se eliminaron algunos acentos que aparecían en letras vocales de
palabras donde ahora no se emplean.
Prosiguiendo en el tópico tocado por Rodríguez acerca de
la propiedad, él no restringió el ejercicio de la propiedad a la
esfera privada de cada individuo, ni que su potestad se limita-
ra sólo sobre los objetos materialmente tangibles (o sea, físicos),
sino también sobre aquellos materialmente intangibles (o sea, so-
ciales), como por ejemplo los conocimientos, que en conjunto
constituyen un producto colectivo de la vida social de los seres
humanos, ya sea del contacto entre sí o con la naturaleza. «Los
conocimientos son PROPIEDAD PÚBLICA. Puede renunciarla
una generación pero no privar de ella a las siguientes; no lea, pero
no oculte ni destruya» (S. Rodríguez, 1840: 92), o de lo contra-
rio si la siguiente generación de seres humanos busca mejorar
sus vidas, se verá condenada a repetir de alguna u otra forma las
mismas dificultades que implicó su previa aparición para quienes
le antecedieron.
Excusas de todo tipo se han planteado contra el concepto de
propiedad pública para darle preponderancia argumentada a la
[ 229 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

propiedad privada irrestricta e ilimitada, en beneficio de quienes


quieren vivir de la sociedad, pero manteniéndose al margen de
esta para no retribuirle nada (económica y culturalmente) a sus
integrantes, igual como sucede actualmente cuando los agentes
ideológicos del capitalismo hablan de libertad y derechos huma-
nos para criticar la emancipación social de los pueblos. Luego,
tiene vigencia este aserto de Rodríguez (1840: 54):
Libertad personal y derecho de propiedad se oyen alegar, por
hombres de talento. La primera, para eximirse de toda especie
de cooperación al bien general para exigir servicios sin retribu-
ción y trabajos sin recompensa para justificar su inacción con
las costumbres, y sus procedimientos con las leyes, todo junto…
para vivir INDEPENDIENTES en medio de la sociedad. El
segundo para convertir la USURPACIÓN en posesión (natural ó
civil), la posesión en propiedad y, de cualquier modo, GOZAR
con perjuicio de tercero (sea quien fuere el tercero), a título
de LEGITIMIDAD (y la legitimidad es un abuso tolerado)
TODO en virtud de enredos evasivos, dilatorios… y otros, de
juicios posesorios, petitorios… y otros.

La vida en sociedad es incompatible con las veleidades supre-


macistas de cualquier individuo convencido de ser capaz de ha-
cerlo todo sin ayuda de nadie, creyendo así que sus logros los ha
conseguido solo con su propio esfuerzo, como si fuese un superdo-
tado dios encarnado entre míseros mortales quienes, al dedicarse
a labores distintas a las de ese individuo, hicieron posible que este
se dedicara exclusivamente a sus ocupaciones sin preocuparse él
mismo por ejercer las de ellos para poder sobrevivir, manteniendo
una actitud indiferente a la escasa o nula incidencia que su actua-
ción tenga sobre la sociedad; o sea, su felicidad individual tiene
una relación recíproca con la felicidad colectiva aunque la igno-
re o menosprecie. «NO HAY facultades INDEPENDIENTES;
[ 230 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

siendo así, no hay facultad propia que pueda ejercerse sin el con-
curso de facultades ajenas» (S. Rodríguez, 1840: 55).
Estas reflexiones sobre la propiedad, el individuo y la sociedad
las resume S. Rodríguez (1840: 57) en las siguientes máximas:
1ª No hay convención que dé un hombre a otro hombre en pro-
piedad ni conveniencia que lo haga dueño de la industria ajena.
2ª Las cosas, en el estado social, no son propiedad de uno, sino
por consentimiento de todos, y este consentimiento perece con
los que lo dieron: los muertos fueron…, pero no son, personas;
la persona moral no existe sin la persona real: no hay atributo
sin sujeto.
3ª La voluntad de uno no debe excitar la de otro sino por uti-
lidad de ambos, ni contenerla sino en cuanto le es perjudicial.

Sería una incoherencia con las máximas anteriores que un


individuo decida ser propietario de otros seres humanos y de las
cosas creadas por el esfuerzo de muchos. Más bien, no es suficien-
te que rechace tales despropósitos, sino que esté consciente de ser
libre en ejercer su voluntad sin propósitos definidos y sin perjudi-
car a aquellos que contribuyen a la preservación de su existencia.
«SOLO LA EDUCACIÓN impone OBLIGACIONES a la VO-
LUNTAD» (S. Rodríguez, 1848-1849: 190), permitiendo que
esta se adapte a las circunstancias que estén fuera de su alcance o
no se hallen sujetas a su albedrío o consentimiento, como lo son
el hambre, el clima o los deseos colectivos. «La NECESIDAD no
consulta VOLUNTADES» (Rodríguez, 1840: 73).
Es ese conjunto de deseos o necesidades de carácter colec-
tivo lo que motivan las acciones de los grupos humanos, que
para lograr su realización práctica requiere de orientación teó-
rica, es decir, no puede haber esfuerzos desorientados ni planes
inejecutables si se quiere tener éxito, a menos que se busque la
[ 231 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

fragmentación social para que los esfuerzos de unos estén al ser-


vicio de otros, en perjuicio de los primeros y en beneficio de los
segundos. «La fuerza material está en la MASA y la fuerza moral
en el Movimiento… Las dos fuerzas han estado divididas… La
moral en la clase distinguida, y la material en el pueblo» (Rodrí-
guez, 1840: 44).
Por un lado, el pensamiento de un individuo no puede im-
ponerse al resto de la sociedad si aquel no va en sintonía o no
concuerda con los procesos que se generan por el movimiento o
la voluntad de esta. «El curso natural de las cosas es un torrente
que arrastra con lo que encuentra y vuelca lo que se le opone.
Esta fuerza es la que hace las revoluciones los hombres que figu-
ran en ellas, son instrumentos de la necesidad. Son ACTORES,
no AUTORES» (S. Rodríguez, 1840: 87). Por otro lado, «todos
huyen de los POBRES, los desprecian o los maltratan; alguien ha
de pedir la palabra por ellos» (S. Rodríguez, 1840: 73) cuando no
tiene el conocimiento social o la fuerza moral que justifiquen o
respalden su derecho a defenderse, además de asegurar su integri-
dad en todos los órdenes de la vida en sociedad.
Si entre quienes sufren pobreza no hay una seria reflexión
acerca de las verdaderas causas de su padecimiento, nadie podrá
asociar su situación personal y cotidiana con la irracionalidad en
la producción capitalista, hecha para vender y no para satisfacer
necesidades. Entre otras críticas a ese modo de producción, S.
Rodríguez (1848-1849: 192-194) señala que:
Por máxima reguladora de la economía, dígase antes de em-
prender: los productores se han de consultar para no producir
más de lo necesario. En la producción superflua está la des-
gracia del hombre: por ella pierde y se empobrece; la pobreza
lo somete a condiciones duras, y, al fin, la miseria lo vende al
capitalista (1848-1849: 193).

[ 232 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

Si el propósito de la vida es vender cosas sin importar que


satisfagan o no las necesidades, la sociedad se fractura por in-
tereses individuales que se benefician del empobrecimiento de
muchos, que ocurre tanto a nivel económico como psicosocial,
porque un individuo se empobrece también cuando cree que es
más importante tener cosas que ser auténtico consigo mismo.
«Los hombres se juntan y se entreayudan, pero… entreayudarse
para adquirir cosas, no es fin social. Entreayudarse para propor-
cionarse medios de adquirir, no es fin social tampoco», pero in-
cluso de por sí es cuestionable el hecho de proponérselo aunque
no pase de la sola intención, porque «proyectos de riqueza, de
preponderancia, de sabiduría, de engrandecimiento, cualquiera
los forma y los propone; pero no son proyectos sociales» (S. Ro-
dríguez, 1848-1849: 188).
La satisfacción de las necesidades no consiste sólo en la pose-
sión o goce de bienes si no existe, entre quienes las sienten, una
vinculación o asociación precisamente establecida para trascen-
derlas. «Los hombres no están en sociedad para decirse que tienen
necesidades ni para aconsejarse que busquen cómo remediarlas,
ni para exhortarse a tener paciencia; sino para consultarse sobre
los medios de satisfacer sus deseos, porque no satisfacerlos es pa-
decer» (S. Rodríguez, 1828-1842: 112). Quienes anteponen el
intercambio de cosas para acumular riquezas buscan la falta del
consenso social, o la aparente realización del mismo, para apli-
car medios inadecuados en la satisfacción de las necesidades pero
adecuados a sus ambiciones, situación criticada así por S. Rodrí-
guez (1828-1842: 128): «… en las capitales, se ve un hombre
cubierto de andrajos, con una reja a cuestas, y una campanilla en
el tope, anunciando que van a azotarlo… por haber robado… tal
vez un PAN… por no acostarse en ayunas… ¡Viva el comercio,
fuente de toda prosperidad!».
[ 233 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

En ese sentido, «el COMERCIO importa y exporta, los bar-


cos… cosas, y los comerciantes opiniones» (S. Rodríguez, 1828-
1842: 141), pero si su opinión está dirigida a buscar de mercan-
tilizarlo todo, no estará de acuerdo con que se diga que «hacer
NEGOCIO con la EDUCACIÓN es… diga cada lector lo malo
que pueda, todavía le quedará mucho por decir» (S. Rodríguez,
1840: 75) contra la barrera que representaría el dinero para el
disfrute de ese y otros derechos por el resto de los seres humanos,
no pudiendo de esa manera «ser dueños de sus personas, de sus
bienes y de su voluntad» (S. Rodríguez, 1828-1842: 109, 110),
convirtiéndose bajo el capitalismo en esclavos del dinero.
La época que vivía Europa mientras Rodríguez estuvo en
ese continente estaba signada por la hegemonía alcanzada por
el capitalismo sobre los vestigios dejados por el feudalismo, no
desapareciendo la explotación al cambiarse un modo explotador
de producción por otro, es decir, cambia las formas de la explo-
tación, no su esencia. Luego, se justifica lo que denuncia S. Ro-
dríguez, 1840: 49):
La grande obra de Europa, se ha hecho sin plan, se ha fabri-
cado a retazos, y las mejores se han ido amontonando, no
disponiendo; el arte brilla más en los amaños que en la com-
binación: las cosas más sublimes, confundidas con las más
despreciables, hace un contraste… bello, por la perfección
de las partes, pero desagradable por la impropiedad del todo.
Lástima da el ver tanto ingenio, infructuosamente empleando
en reformar trabajos tan bien calculados, produciendo poco
o ningún efecto.
Nunca reformará la Europa su moral, como reforma sus edifi-
cios: las ciudades modernas son modelo de gusto y de comodi-
dad, muchas de las viejas van cediendo el puesto a las nuevas;
pero los habitantes son siempre los mismos; saben más que

[ 234 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

antes, pero no obran mejor; merecen elogios por lo primero,


sin ser culpables por lo segundo.
Como los diferentes modos de vivir se llaman, colectivamente,
moral, puede decirse con propiedad, moral política, moral eco-
nómica: esta, en cuanto al conjunto de procederes que favorece
la producción de cosas, está muy perfeccionada en Europa, no
lo está tanto la que regla la conducta de los empresarios con
sus obreros. Fuera del derecho de vender gente, de azotarla, y
de reducirle á una corta ración de mal alimento el salario… la
suerte de un jornalero difiere muy poco de la de un esclavo. La
moral civil deja, en todas partes, mucho qué desear y la política
mucho más.

Esta es la mentalidad prevaleciente entre las distintas bur-


guesías de Europa, las nuevas clases dominantes que imponen
hegemónicamente su mentalidad al resto de sus respectivas so-
ciedades, sirviéndoles esta de modelo para las oligarquías de las
nuevas naciones de la América Meridional. «Veamos a los eu-
ropeos, inventando medios de reparar un edificio viejo, por no
tener donde hacer uno nuevo. Veamos a los americanos en un
país vacío, perplejos, o imitando sin necesidad, lo que hacen los
europeos», pero para preservar sus privilegios (las clases dominan-
tes de Europa y América) cambiando las apariencias sin modificar
la esencia injusta del orden con que se benefician, estaban «ambos
perdiendo el tiempo en hacer, con palabras compuestas, nuevas
composiciones, para nombrar las mismas cosas» (S. Rodríguez,
1828-1842: 166). En ese sentido, «la sabiduría de la Europa y
la prosperidad de los Estados Unidos son dos enemigos de la li-
bertad de pensar… en América… Nada quieren las nuevas re-
públicas admitir, que no traiga el pase del Oriente o del Norte»,
que no se proponen aunque sea imitar «la originalidad, ya que
tratan de imitar todo» (S. Rodríguez, 1840: 65). Esta ausencia
[ 235 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

de creatividad soberana la resume así S. Rodríguez (1828-1842:


108): «Vea la Europa como INVENTA y la América cómo IMI-
TA», habiéndose ya considerado a Estados Unidos como una ex-
tensión de Inglaterra —y por ende de Europa— para distinguirlo
de la América Meridional a la que aquí se hace alusión (S. Rodrí-
guez, 1828: 136, 137).
Lo oculto se esconde detrás de lo manifiesto. La verdad no
siempre se halla en lo que se presenta a primera vista. Hay dife-
rencias entre cosas que aparentan ser iguales sólo por tener ciertos
rasgos comunes, y las situaciones heterogéneas no necesariamente
tienen que ser tratadas de igual modo. «Aún conviviendo los hijos
de los españoles con los de los ingleses, en la idea madre de ser
necesarios los esclavos para cultivar la tierra, y en las ideas hijas
sobre cuáles deben ser los medios de animar al trabajo, todavía
difieren en algo» que tiene sus repercusiones culturales y pobla-
cionales distintas en cada caso, pues «los angloamericanos tienen
a sus esclavos a distancias, los Suramericanos se rozan con ellos, y
con ellas… se casan» (S. Rodríguez, 1828-1842: 138).
Con base en esta realidad, S. Rodríguez (1828-1842: 138)
pregunta y se responde: «¿Dónde iremos a buscar modelos? La
América Española es original. Original han de ser sus instituciones
y su gobierno. Y originales los medios de fundar unas y otro. O
inventamos o erramos», o sea, «la América no ha de imitar servil-
mente sino ser… original» (S. Rodríguez, 1850-1851: 203). Al
estar la originalidad como cualidad intrínsecamente ligada a las
condiciones particulares que estimulan su aparición en un obje-
to dado, esta cualidad se distinguirá de otro objeto surgido de
condiciones parcial o totalmente diferentes a las del primero aun-
que compartan las mismas condiciones generales para ambos. Los
pueblos de Haití, Estados Unidos y las colonias españolas en Amé-
rica lucharon por ser independientes de sus respectivas metrópolis,
[ 236 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

pero tenían diversas situaciones que debían ser resueltas con pro-
puestas y alternativas surgidas desde su propio seno, no adoptando
cualquier experiencia foránea de manera mecánica y acrítica.
En la revolución de los angloamericanos, y en la de los france-
ses, los gobernantes no tuvieron que pensar en crear pueblos,
sino en dirigirlos. La América Española pedía dos revoluciones
a un tiempo, la Pública y la Económica: las dificultades que
presentaba la primera eran grandes. El general Bolívar las ha
vencido, ha enseñado o excitado a otros a vencerlas: los obstá-
culos que oponen las preocupaciones a la segunda, son enor-
mes el general Bolívar emprende removerlos, y algunos sujetos,
A NOMBRE DE LOS PUEBLOS le hacen resistencia en lugar
de ayudarlo (S. Rodríguez, 1830: 21).
Si los americanos quieren que la revolución política que el peso
de las cosas ha hecho y que las circunstancias han protegido,
les traiga verdaderos bienes, hagan una revolución económica y
empiécenla por los campos: de ellos pasará a los talleres, y dia-
riamente notarán mejoras que nunca conseguirán empezando
por las ciudades (S. Rodríguez, 1848-1849: 194).

Rodríguez está convencido de la dificultad para efectuar cam-


bios en la sociedad con individuos formados bajo los prejuicios
existentes en su seno, habiendo entre ellos quienes se opondrán a
la ineludible tarea de educar a los niños sobre valores morales, a
menos que se cuente con el respaldo de un gobierno fuerte, pues
de la gente que se llama decente lo más que se puede conseguir
es que no se ofenda, tal como lo acota Lasheras (2001: 70, 71),
citándose al respecto los siguientes planteamientos de Rodríguez
(1830/2001: 353, 354):
No queremos Gobierno militar, (oiréis decir casi a todos); res-
pondedles.

[ 237 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Los militares sensatos no pretender usar de la fuerza para sub-


yugar a sus compatriotas, sino para mantener el orden, entre-
tanto se instituye el Gobierno, y para llevar su empresa hasta el
cabo, quieren conservarse en estado de protegerla.
La independencia de América se debe a las armas… con ellas se
ha de sostener: Los que no han podido tomarlas han trabajado
bajo su protección o vivido a su sombra; debe, pues, recono-
cerse el Patriotismo activo POR EL UNIFORME, y buscar
alrededor del Cuerpo Militar, los verdaderos amigos de la causa
social. ¿Quién tendrá más derecho a la confianza del pueblo,
que los que abrazaron su causa sin misión?… ¿Qué los que le
dieron la idea de un bien que no conocía? Los militares han
transformado una Colonia en NACIÓN y llaman a consejo
para constituir la nación en REPÚBLICA… y no pretenden,
por ello, vincular honores en sus familias, sin dejar una honrosa
memoria de sus nombres, a la posteridad Americana.

Como «SOLO LA EDUCACIÓN impone OBLIGACIO-


NES a la VOLUNTAD» (S. Rodríguez, 1848-1849: 190) que
se oriente al propósito definido de practicar la originalidad de
las creaciones y las acciones de quienes busquen afianzar su pro-
pia identidad, los medios educativos que ellos empleen deben
servir para alcanzar ese fin, no para desviarse hacia la reproduc-
ción de esquemas ajenos a sus vidas y a las sociedades donde
están inmersos.
Cualquiera de los [medios] adoptados hasta aquí en América,
adultera la instrucción. ¿Qué será si se admiten, sin reserva,
los muchos que se presentan cada día con la recomendación
de europeos. No se alegue la sabiduría de la Europa… porque,
arrollando ese brillante velo que la cubre, aparecerá el horroro-
so cuadro de su miseria y de sus vicios, resaltando en un fondo
de ignorancia (S. Rodríguez, 1840: 47).

[ 238 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

… todavía no se ha escrito, para educar a los pueblos que se eri-


gen en naciones… La América debe considerar hoy la lectura
de las obras didácticas (especialmente las que tratan de la socie-
dad) como uno de sus principales deberes. Si, por negligencia,
da lugar a la internación de errores extranjeros, y permiten que
se mezclen con los nativos, persuádase que su futura suerte mo-
ral, será peor que la pasada (S. Rodríguez, 1840: 45-46).

Consciente del problema que representa el uso de medios in-


adecuados en el terreno educativo, para comienzos del año 1823
Simón Rodríguez (1832: 160, 161) decide regresar a América,
con la intención de «venir a encontrarme con Bolívar; no para
que me protegiese, sino para que hiciese valer mis ideas a favor de
la causa. Estas ideas eran (y serán siempre) emprender una edu-
cación popular, para dar ser a la República imaginaria que rueda
en los libros, y en los congresos». Llega por Cartagena de Indias
y se establece primero en Bogotá, donde para 1824 crea una casa
de Industria Pública, donde se enseña a los jóvenes a leer, escri-
bir, contar y diversos oficios mecánicos. Posteriormente, llega a
Lima el 7 de enero de 1825, donde se reúne con Bolívar, viajan-
do juntos desde abril para, entre otras cosas, organizar la educa-
ción en Perú. Ya en Chuquisaca (Bolivia), se aprueba un plan de
educación presentado por Rodríguez, a quien Bolívar lo nombra
para el 18 de noviembre en los cargos de «Director General de
Minas, Agricultura y Caminos Públicos» y «Director General de
Enseñanza Pública, de Ciencias Físicas, Matemáticas y de Artes»
de Bolivia, además de expedir varios decretos que buscaban reor-
ganizar a la sociedad y que servirían de soporte legal para la ges-
tión de Rodríguez (Lasheras, 2001: 40, 46-58; Simón Rodríguez:
Inventamos o erramos, 2004: 232, 233; Calzadilla, 2007: 19, 203;
Rumazo González, 2007: 72-76).
Entre los decretos referidos estaba uno donde, entre muchos
otros detalles, se indica que los niños debían ser alojados en casas
[ 239 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

cómodas y aseadas que les servirían de escuela, con maestros bien


formados para ejercer su labor educativa, debiendo estar dotadas
de implementos propios para que los niños aprendieran las labo-
res manuales, y las niñas hicieran lo mismo con los oficios pro-
pios de su sexo, garantizándoseles a ellos sus buenas condiciones
físicas y su manutención. Estos recintos debían contar con una
adecuada organización para su funcionamiento, que incluso con-
templaba darle ocupación o trabajo a aquellos padres de familia
que estuvieran en condiciones de hacerlo (S. Rodríguez, 1830:
25-28; Lasheras, 2001: 59-61). La intención de Bolívar con ese
decreto era:
… instruir, y acostumbrar al trabajo, para hacer hombres úti-
les, asignarles tierras y auxiliarlos en su establecimiento… era
colonizar el país con sus propios habitantes. Se daba instruc-
ción y oficio a las mujeres para que no se prostituyesen por
necesidad, ni hiciesen del matrimonio una especulación para
asegurar su subsistencia.

Respecto a la organización de este tipo de escuela, S. Rodrí-


guez (1830) consideraba que su director debía tener un conjunto
de aptitudes para ejercer adecuadamente su misión (pp. 31-34),
y puntualizaba que el cumplimiento de su plan de educación re-
dundaba en beneficios económicos y sociales para el pueblo (pp.
35, 36). Con estos objetivos en mente, Rodríguez funda la Escue-
la Modelo de Chuquisaca el 26 de enero de 1826, emprendiendo
otras en varios pueblos y ciudades del Alto Perú. Las innovadoras
ideas educativas que buscó de llevar a la práctica encontraron in-
comprensión por un lado y oposición por otro lado, desde varios
sectores (entre estos el eclesiástico) portadores de una mentalidad
todavía anclada en el pasado colonial. Las dificultades ocasiona-
das por estos lo movieron a renunciar a sus cargos entre mayo y
junio de 1826 (Rodríguez, 1830: 28-30; 1832; Lasheras, 2001:
[ 240 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

61-69; Simón Rodríguez: Inventamos o erramos, 2004: 233;


Calzadilla, 2007: 20; Rumazo González, 2007: 76-79).
Cualquiera que pensara y actuara como Rodríguez concitaría
la reacción de esos sectores, deseosos de implementarle a los ex-
plotados una educación mediocre y deformadora de sus mentes,
o por lo menos mantenerlos en la ignorancia. «En prueba de que
con acumular conocimientos, extraños al arte de vivir, nada se ha
hecho para formar la conducta social» (S. Rodríguez, 1840: 41),
pero también «no puede negarse que es inhumanidad, el privar
a un hombre de los conocimientos que necesita, para entenderse
con sus semejantes, puesto que, sin ellos, su existencia es precaria
y su vida… miserable» (S. Rodríguez, 1828-1842: 114) pues «sin
conocimientos el hombre no sale de la esfera de los BRUTOS y sin
conocimientos Sociales, es ESCLAVO» (S. Rodríguez, 1840: 91).
Para no ser bruto ni esclavo, cada quien deber reconocer lo
que sabe y lo que ignora, tratando de superar esto último con la
posesión de los conocimientos que requiere para instruirse, care-
ciendo de sensatez compartir con otros la misma ignorancia que
tienen sobre esos conocimientos si se trata de acudir a la escuela
para adquirirlos, por lo cual «¡Los discípulos van a la escuela a
APRENDER!… no a ENSEÑAR ni ayudar a ENSEÑAR» (S.
Rodríguez, 1850-1851: 206). No son maestros para sí, pero ellos
pueden serlo a su vez para quien tenga asignado como maestro,
en otros aspectos que a él lo pueden ayudar en su labor, con el
fin de asimilar los conocimientos a ser construidos colectivamen-
te. La instrucción en la que él los orienta es condición necesaria
pero no suficiente para educarse, ya que «instruir no es educar,
ni la instrucción puede ser equivalente de la educación, aunque
instruyendo se eduque» (S. Rodríguez, 1840: 41), o lo que es
igual, «enseñen y tendrán quien SEPA. Eduquen y tendrán quien
HAGA» (S. Rodríguez, 1848-1849: 192) todo lo que refuerce
[ 241 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

y perfecciones su aprendizaje, o lo que es igual, la práctica es la


fuente del conocimiento asimilado, o de lo contrario «el que no
hace nada, nunca YERRA pero tampoco ACIERTA» (S. Rodrí-
guez, 1850-1851: 214).
Rodríguez asume una postura materialista ante la realidad,
no en el sentido deformado y despectivo del término, sino en
valorar la importancia que le da al carácter concreto de todo pro-
ceso como fuente de toda abstracción mental. En efecto, solo en
plena actividad sobre el objeto (tangible o intangible) de su aten-
ción es que el ser humano puede sentir (física o socialmente) para
aprender, pero no puede ser reiterativo con la misma actividad
sobre el mismo objeto pues quien la ejerce se limita en diver-
sas formas. «La experiencia se adquiere a costa de la sensibilidad;
goce continuo acaba en indiferencia, las funciones más impor-
tantes de la vida nos lo prueban; nadie piensa en lo que hacen el
corazón y los pulmones, con todo hábito sucede lo mismo» (S.
Rodríguez, 1828-1842: 41) al practicarse reiteradamente hasta
llegar a ignorar que lo hace, que es casi como perder la sensibi-
lidad o conciencia de sí mismo y del mundo que lo rodea. «El
que no VE lo que le TOCA está ciego, el que no lo SIENTE está
muerto» (S. Rodríguez, 1828-1842: 41), o dicho de otra manera,
mentalmente se cierra a la motivación de aprender. «Lo que no se
hace sentir no se entiende y lo que no se entiende no interesa» (S.
Rodríguez, 1840: 77).
En el seno de una sociedad, puede ocurrir que sus integrantes
no sientan, o habiendo quienes sientan, no lo hacen del mismo
modo o con los mismos propósitos, circunstancia por la cual exis-
te la posibilidad de que los fines individuales se impongan sobre
los fines colectivos si se toma como una firme convicción gene-
ralizada que se debe pensar «cada uno para sí y Dios para todos.
La sociedad es una guerra simulada» (S. Rodríguez, 1840: 69);
[ 242 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

con semejante masificación del egoísmo, «la mayor FATALIDAD


del hombre en el ESTADO SOCIAL es NO TENER con sus
semejantes un COMÚN SENTIR de lo que conviene a todos.
La EDUCACIÓN SOCIAL remediaría este mal…» (S. Rodrí-
guez, 1840: 79). ¿Qué clase de educación social es la que debía
practicar para acabar con esa fatalidad? No podía ser una simple
abstracción irreal o irrealizable, ni alejada del entorno natural y
social de los individuos, ni constreñida en su contenido y en los
medios para su despliegue eficiente.
Los sentidos físicos y mentales corren el peligro de estancar
su pleno desarrollo a menos que se aviven estando en contacto
con la naturaleza, evitándose paradojas como que un individuo
se crea experto conocedor de flores por estudiarse todos los libros
sobre el tema, pero nunca haya sentido directamente una sola
flor. A través de la relación con la naturaleza no solo se obtie-
nen medios para que el ser humano pueda sobrevivir como ser
natural, sino también simultáneamente los conocimientos útiles
para ello y para su supervivencia como ser social, cometido que
le ayuda a instruirse pero que no le serviría de nada si incurre en
la avaricia (S. Rodríguez, 1850-1851: 216-217), pues si se cree
que la felicidad gravita en la posesión de cosas, quien lo asuma
así ya está implícitamente muerto aunque las tenga, pero sólo su
miseria moral queda exteriorizada al carecer de estas. Sólo estan-
do mentalmente emancipado de las cosas es que estas no orientan
nuestra existencia, pudiendo así crearlas, obtenerlas o manejarlas
a su criterio y con los conocimientos adecuados. «Si los viajeros
no traen COSAS, traen NOTICIAS, que sirven para hacer CO-
SAS» (S. Rodríguez, 1850-1851: 220), y tanto estas como aque-
llas sólo son posibles en sociedad.
Por ende, sólo así es que se puede estimular la aparición de
la conciencia en cada uno de nosotros, y con ello hacer uso de la
[ 243 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

educación para crear la verdadera riqueza, consistente no en tener


sino en ser, sirviendo el conocimiento para afianzarla. «… Hoy
no son pudientes los que TIENEN, sino los que SABEN más:
estos deben ocuparse en enseñar, o en proteger la enseñanza, para
disponer de masas animadas, no de autómatas como antes» (S.
Rodríguez, 1840: 46). Si es más importante ser que tener, enton-
ces a través del conocimiento —como un medio y no como fin
en sí mismo— se puede llegar a ser libre. Los pueblos ignorantes
son esclavos y no saben viven en República porque no saben vivir
con base en la unión y la solidaridad. «Si queremos hacer RE-
PÚBLICAS debemos emplear medios… TAN NUEVOS como
es NUEVA la idea de VER por el BIEN de TODOS» (S. Rodrí-
guez, 1850-1851: 210), porque si para crear una República se
usan medios viejos que reforzaban la esclavitud (mas no los que
la anulan), la primera no será posible y se seguirá reproduciendo
la segunda bajo nuevas formas.
Incluso si se usan medios totalmente nuevos y emancipado-
res, sus resultados servirán para evaluar su pertinencia y eficacia
en el objetivo buscado, no bastando teorizarlos sin ninguna rela-
ción con la realidad, ni elaborándolos solo con el puro ejercicio
mental como única garantía para considerarlos infalibles en todos
los casos. Desde una perspectiva dialéctica presente en Rodríguez,
tales apreciaciones son erróneas en razón a que «la jurisprudencia
no ha podido nacer de sueños, de cuentos ni de ficciones» (S.
Rodríguez, 1840: 72), «nada es CONSTANTE, en el MUNDO,
sino la VARIACIÓN» (S. Rodríguez, 1850-1851: 208), y es erra-
do creer que «las repúblicas se hacen con DESEOS y se sostienen
con PALABRAS» (S. Rodríguez, 1848-1849: 192) a menos que
la realidad sirva como punto de partida para crear los nuevos
métodos y punto de llegada para su aplicación. De lo contrario,
se confunde la forma falsa o mal percibida de un objeto como su
[ 244 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

contenido verdadero que todavía está por develarse. Particular-


mente, en una nación no hay república sólo porque haya quienes
así lo crean o lo digan, pero ciertamente se evidencia su inexisten-
cia en una realidad que la desmiente o descalifica.
Para reducir todos los intereses sociales a UNO sólo se ha pen-
sado y se ha escrito mucho. Para poner en práctica la idea de
la República, ocurrió la cabeza a las MANOS y en las manos
permanece: es menester que vuelva la idea a la CABEZA. Las
FORMAS están desacreditando la IDEA; no se llamen REPU-
BLICANAS porque no lo son, y no lo son porque NO HAY
PUEBLOS. El Pueblo no tiene LUCES. Represéntenlo los que
las tengan sin decir que el pueblo los ha elegido porque, en
realidad de verdad NO ES ASÍ (S. Rodríguez, 1840: 94).

La confusión entre la forma y el contenido de cualquier obje-


to es muestra de ignorancia, percepción errónea o reflexión apre-
surada e incompleta. Cualquier individuo puede ser un experto
en los recursos, mecanismos y métodos para expresar ideas, pero
estos son inútiles si no las posee o no las produce, o en las cir-
cunstancias más optimistas el uso que le da a esos medios sólo
demuestra su habilidad para transmitir ideas ajenas. «¡IDEAS!
¡IDEAS! Primero que LETRAS» (S. Rodríguez, 1840: 64), sig-
nos, dibujos, palabras o sonidos para exponerlas.
Si en la educación es fundamental supeditar los medios a la
enseñanza y aprendizaje de ideas entre los individuos, para que
a su vez estos las puedan crear, los procesos cognitivos a lugar
no se restringen a compartimentos estancos, buscando propiciar
estos procesos desde una amplia visión de conjunto e interrelacio-
nando multiplicidad de ámbitos. «La educación mental, moral y
física requiere mucha filosofía, combinaciones y conocimientos.
La educación social requiere todo lo anterior y una larga expe-
riencia» (S. Rodríguez, 1840: 75). Este planteamiento conlleva
[ 245 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

a que un individuo no se educa en forma sustancial si se aísla


de la sociedad, ocurriendo tal deficiencia formativa en mayor es-
cala cuando se educa a sus semejantes con restricciones en las
ideas y los medios. «Sin educación popular, no habrá verdade-
ra Sociedad» (S. Rodríguez, 1828-1842: 124), debiendo la pri-
mera abarcar las siguientes vertientes para asegurar la segunda:
«Instrucción Social para hacer una nación prudente; Instrucción
Corporal, para hacerla fuerte; Instrucción Técnica, para hacerla
experta; Instrucción Científica, para hacerla pensadora» (S. Ro-
dríguez, 1840: 63, 69).
Ningún sistema que se sustente sobre la opresión no permi-
tirá que se materialice esta concepción robinsoniana de la edu-
cación. En particular, Rodríguez sabía que las monarquías de su
época no iban a estar de acuerdo con sus ideas. «La divisa de las
Monarquías es… erudición y habilidades; profesiones y oficios…
en tumulto; privilegios, herencias y usurpaciones. La de las Re-
públicas debe ser Educación POPULAR…», reservando la edu-
cación como un privilegio para la clase dominante, por lo que «la
MONARQUÍA es el gobierno natural de la IGNORANCIA» (S.
Rodríguez, 1840: 64). Sustitúyanse las palabras «monarquía» y
«república» por «capitalismo» y «Socialismo», respectivamente, y
se mantiene el significado de estas frases y las que aquí les siguen.
Análogamente ocurre cuando la palabra «reinar» por «explotar»
en la siguiente afirmación: «El que pretende reinar no trata de
elevar al pueblo a su dignidad, no trata de enseñar para que lo
conozcan, no trata de dar fuerzas para que le resistan» (S. Rodrí-
guez, 1830: 25).
Si los miembros de la clase dominante emplean complejos
refinamientos para ocultar su condición socialmente desprecia-
ble de explotadores o cómplices de la explotación, estos simul-
táneamente hacen visible por distintas vías las consecuencias

[ 246 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

conductuales de la exclusión de los explotados al derecho a la


educación, reducidos forzosamente a la simpleza mental. «La
simpleza es una de las cosas que hacen al hombre despreciable: es
una simpleza el estarse echando en cara el color: el populacho lo
hace, luego el populacho se hace despreciable por su simpleza» (S.
Rodríguez, 1830: 23), que no se puede proyectar sobre los oficios
y labores que de por sí son útiles y necesarias. «El hombre no es
verdaderamente despreciable sino por su IGNORANCIA. Por la
ignorancia, a que se condenan los artesanos, se hacen desprecia-
bles, y hacen despreciar las artes que profesan. El vestido no hace
al hombre decente» (S. Rodríguez, 1830: 22).
Fenómenos como los antes referidos estaban generalizados
en la sociedad de su tiempo, llena de resabios y prejuicios colonia-
les en todas las clases sociales, justificando en S. Rodríguez (1840:
84) que dedicara su obra:
… a los que tienen costumbres formadas para vivir bien bajo
un gobierno monárquico en que nacieron, pero se DIRIGE a
los que entran en una sociedad que no conocen, a los que ne-
cesitan formar costumbres de otra especie para vivir mejor bajo
un gobierno diferente al que tuvieron sus padres.

Con un pueblo formado durante el período colonial es que


debe crearse una república, propugnándose por la educación po-
pular para esa meta. Según S. Rodríguez (1830: 24), «el funda-
mento del Sistema Republicano está en la opinión del pueblo, y
ésta no se forma sino instruyéndolo» en diversas áreas, como en
la económica y la moral, siendo:
… menester saber un poco más de todo esto, e ir adelantan-
do en medios, como se adelanta en obligaciones: estos me-
dios son los conocimientos SOCIALES… Todos los han de
tener: por consiguiente los gobiernos deben proporcionar

[ 247 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

GENERALMENTE los medios de adquirirlos, y pensar mu-


cho en los modos de dar esos medios (S. Rodríguez, 1840: 47).

Uno o varios individuos aislados que pretendan hacer posi-


ble lo anterior estarían pecando de romanticismo utópico si no
cuentan con una instancia que esté presente en toda la sociedad.
En ese sentido, S. Rodríguez, (1840: 60) dice: «Asuma el GO-
BIERNO las funciones de PADRE COMÚN en la educación.
GENERALICE la instrucción y el arte social progresará, como
progresan todas las artes que se cultivan con esmero». El gobierno
que quiera fundarse como una república está obligado a cumplir
estas tareas, convirtiéndose así en «protector de las luces sociales,
porque sus instituidores saben que sin luces no hay virtudes» (S.
Rodríguez, 1840: 62), asumiendo la educación como un hecho
social, tanto en su masificación para la sociedad como en los obje-
tivos que la orienta. Por un lado, esta requiere hacer «pensar cada
uno en todos, para que todos piensen en él» (S. Rodríguez, 1828-
1842: 189). Por otro lado, si la educación que se imparte es repu-
blicana, el pueblo sabrá lo que es la cosa pública y entendería a su
gobierno, en tal caso reposando la autoridad en las costumbres,
y no al revés como pasa en las monarquías. La fuerza de la auto-
ridad republicana es moral. Para esto, la escuela debe ser política
en el sentido de que el fin de las repúblicas es formar ciudadanos
para la sociedad, no súbditos para una monarquía. «En el sistema
REPUBLICANO, las costumbres que forman una educación so-
cial producen una autoridad pública, no una autoridad personal»
(S. Rodríguez, 1828-1842: 173; 1848-1849: 192).
La educación republicana (o socialista) es incompatible con
el autoritarismo y afín con la democracia popular, apelándose a
la conciencia del pueblo que la misma educación ha formado.
Las acciones del individuo y del pueblo no se efectúan por im-
posición o como un acto mecánico e inconsciente. «La autoridad
[ 248 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

se forma en la EDUCACIÓN (porque educar es CREAR VO-


LUNTADES), se desarrolla en las costumbres (que son efectos
secundarios de la EDUCACIÓN), y vuelve a la EDUCACIÓN
(por la tendencia de los efectos a reproducir la AUTORIDAD)»
(S. Rodríguez, 1828-1842: 174, 191).
En resumen, no se pueden crear sociedades republicanas o
socialistas si no se forman ciudadanos republicanos o socialistas,
respectivamente, pero para que esto sea posible, la educación
debe ser popular (masificada a todo el pueblo, sin discriminación
ni exclusión de ningún tipo), praxeológica (donde la práctica sea
la fuente de la teoría usada para transformar la naturaleza y la
sociedad), integral (que contemple el cuidado del cuerpo, la ins-
trucción o adquisición de conocimientos, el desarrollo de habili-
dades, y la formación del ser humano como ser social), materia-
lista (partiendo de la práctica en el plano concreto para teorizar
en el plano abstracto y luego pasar a la práctica teórica concreta),
dialéctica (adaptable y ajustada a los cambios que ocurren perma-
nentemente) y crítico-emancipadora (contraria a la alienación y
capaz de estimular la conciencia como guía para la acción). Para
que estos lineamientos robinsonianos se puedan materializar,
todo gobierno al servicio del pueblo ha de encargarse de garanti-
zarlos, que por tener la segura oposición de las clases dominantes,
debe contarse con un ejército que, entre otras cosas, apoye y de-
fienda la gestión del gobierno en la educación del pueblo, o dicho
en otros términos, para que un gobierno asegure la educación po-
pular, debe contar con un ejército popular, permitiéndose de ese
modo el sostenimiento de la Unión Cívico-Militar para el seguro
sostenimiento de una república.
Simón Rodríguez no creía que la educación sería la única
solución para los males sociales de su época, pero sí era para él de
inconmensurable valor estratégico al ligarlas a lo que para él eran
[ 249 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

las revoluciones política y económica que debían llevarse a cabo.


No desligaba ambos tipos de revolución a lo que en su concepto
viene siendo denominada ahora como una revolución educativa
y cultural. El maestro del Padre de la Patria fue un revoluciona-
rio de la educación, cuyo estudio no es vana pérdida de tiempo,
sino una ganancia ideológica para fortalecer la praxis de otros
revolucionarios, trascendiendo las barreras naturales (del tiempo
y el espacio) y las sociales interpuestas por sus adversarios, pero
destruidas por el movimiento histórico del pueblo. Al momento
de abandonar su vida física, Simón Bolívar tenía veintitrés años
de haber partido de este mundo, Ezequiel Zamora contaba con
treinta y seis años de edad, Karl Marx era un hombre de treinta
y cinco años, y Friedrich Engels ya vivía los treinta y tres años de
su existencia.
Simón Rodríguez avizoró sistemas educativos que con el
tiempo serán adoptados e implantados dentro y fuera de Améri-
ca, como la vinculación simultáneo de la docencia con el apren-
dizaje de oficios a través de escuelas-talleres, la concepción de la
Escuela Social, el anuncio sobre la americana y el americano del
porvenir, la enseñanza de la doctrina democrática republicana, la
coeducación (Rumazo González, 2007: 59, 61, 64), entre muchas
otras ideas con plena vigencia para estos tiempos. Para entender
con mayor amplitud la obra de Simón Rodríguez, junto a las
fuentes antes consultadas se recomiendan los trabajos de García
Bacca (1978), Lasheras (1994), Fernández y Ciriza (1995), Me-
dina (2001), Guánchez (2005), Calzadilla y Carles (2007), Jorge
(2007) y Ortega (2011), entre otros autores como los referidos
a lo largo de la presente investigación, que constituye un esbozo
del proyecto robinsoniano de educación popular, democrática y
transformadora de nuestros pueblos.

[ 250 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

2.4. Ezequiel Zamora o la raíz zamorana

La inmensa mayoría de los indígenas, los negros libres y escla-


vos, los pardos y los blancos de orilla se incorporó al proceso
de independencia de Venezuela cuando, bajo la conducción del
Libertador Simón Bolívar, existía la posibilidad de trascender los
meros objetivos de independencia política priorizados por la éli-
te mantuana contra el aparato colonial español (y con el cual
inicialmente había querido pactar), agregándosele los anhelos de
emancipación social representados en la liberación de los esclavos
negros y la repartición de tierras a los explotados. No obstante, el
esfuerzo de estos últimos sólo sirvió a pesar suyo para el beneficio
de la oligarquía, de los recién llegados emigrados realistas (que
con su apoyo se apoderaron del aparato de Estado) y de ciertos
círculos de caudillos militares surgidos durante la guerra de in-
dependencia, provenientes de los sectores oprimidos durante la
época colonial, pero ahora devenidos en nuevos ricos desprecia-
dos por esa oligarquía, no por ello dejando de tenerlos a su lado
al haber traicionado a los sectores populares de donde provenían.
En cambio, a los soldados del pueblo les llegaron a quitar las
tierras que recibieron como recompensa a sus servicios por la pa-
tria, siendo entregadas a sus antiguos propietarios mantuanos, e
incluso siendo parte de ellos partidarios de la causa realista (Brito
Figueroa, 1974/1996: 44).
Simón Bolívar reconoció que la independencia fue el único
logro que se obtuvo a costa de todo lo demás, sin modificarse
la estructura socioeconómica heredada del pasado colonial, y
contra la cual se volcó consecuentemente a favor del pueblo; la
oligarquía y las burguesías inglesa y estadounidense le cerraron
el paso al proyecto bolivariano. Simón Rodríguez ya había adver-
tido que era necesario efectuar, bajo un modelo propio acorde a
nuestra realidad, una verdadera revolución política acompañada
[ 251 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

de una revolución económica, apoyándose ambas junto a la tarea


de formar al pueblo con una mentalidad acorde a los cambios
revolucionarios por ser emprendidos, orientándose en función de
que la sociedad no siguiera reproduciendo los mismos males a
ser combatidos desde su seno; la oligarquía se encargó de que
ocurriera todo lo contrario. La obra de Bolívar y Rodríguez no
estaba concluida, y del pueblo saldrían quienes lucharían luego
por su concreción.
Simón Bolívar llegó a ubicarse simultáneamente desde la teo-
ría y la práctica sin desvincularlas a ambas. Simón Rodríguez se
ubicó desde la teoría sin desvincularla de la práctica. Tenía que
surgir alguien que se ubicara desde la práctica sin desvincularla
de la teoría; en tal caso, sus acciones permiten deducir su pensa-
miento. En sus respectivos espacio y tiempo existenciales, estos
tres tipos de seres humanos matizan a su manera el indisoluble
nexo entre teoría y práctica que los ha hecho trascender como
ejemplos para sus pueblos.
Ezequiel Zamora (1º de febrero de 1817-10 de enero de 1860)
ganó con creces el ascendiente histórico-popular que lo marcó para
la posteridad, en virtud de proponerse guiar las luchas sociales has-
ta las últimas consecuencias. Su propio padre Alejandro Zamora
fue soldado durante la contienda independentista, luchando por
el bando patriota hasta fallecer en 1821, sobreviviéndole su esposa
Paula Correa y sus cinco hijos. En el ambiente sociohistórico que
vivió la familia del futuro General del Pueblo Soberano, sus padres
eran blancos de orilla y medianos propietarios agropecuarios en
la población de Cúa, transcurriendo sus primeros años de vida en
medio de la tradición igualitaria y rebelde del pueblo venezolano,
sin prejuicios racistas hacia quienes tenían la piel oscura, y mati-
zada por la transición entre la guerra de independencia y el surgi-
miento de Venezuela como país independiente, posibilitando así
[ 252 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

que Zamora tuviera prontamente noción de abnegación, sacrificio,


odio a la opresión, y patriotismo cargado de animadversión al colo-
nialismo recientemente vencido (Villanueva, 1898/2002: 11; Brito
Figueroa, 1974/1996: 15-17).
A los pocos años de haber fallecido Alejandro Zamora,
en 1825 su familia se mudó de Cúa a Caracas, donde su hijo
Ezequiel estudió en la escuela de primeras letras, recibiendo una
instrucción en extremo rudimentaria, tal como ocurría en las es-
cuelas de aquella época, consistente en lectura, escritura, nocio-
nes elementales de gramática y aritmética, y doctrina cristiana;
en su vida escolar conoce a muchos de sus futuros compañeros
de lucha. Entretanto, su madre Paula Correa le transmite a él y
sus hermanos el ejemplo de su padre y de los patriotas de la gesta
independentista, y Juan Gáspers (esposo de su hermana Carlota)
estimula su sensibilidad democrática pues él fue un emigrante
originario de Francia, siendo atraído por las luchas de los pueblos
de la América Meridional contra el despotismo español, debien-
do huir de su país por la reacción feudal-absolutista en contra
de las luchas revolucionarias del pueblo francés, y en las cuales
él participó. Gáspers le relata esas luchas a Zamora, así como le
hace de su conocimiento las insurrecciones populares de la Revo-
lución Francesa, que impulsaron la distribución entre los siervos
de las tierras propiedad de la nobleza y el clero, y la disposición
de Napoleón Bonaparte en consagrar jurídicamente el derecho de
los campesinos franceses a la tierra (Villanueva, 1898/2002: 12;
Brito Figueroa, 1974/1996: 30-32; 1975/2010: 17).
Apenas empezó a hacer uso de su razón, Zamora consulta di-
versos libros, sobre todo de historia, y después de haber cumplido
sus dieciocho años, inició sus viajes por los llanos, acompañado de
José María García, antiguo compañero de escuela convertido lue-
go en abogado y profesor universitario, quien efectúa diligencias
[ 253 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

profesionales en esas regiones, además de divulgar los principios


filosóficos de la igualdad dentro y fuera de la Universidad de Cara-
cas. En particular, le facilita a su amigo Zamora libros de historia,
derecho y literatura política en general, leyéndolas para estudiar
y discutir con García sobre las luchas y movimientos sociales con
protagonismo popular, en especial la Revolución Francesa y las
luchas agrarias de la antigua Roma, datando de aquellos momen-
tos su admiración por revolucionarios como los hermanos Gra-
co, Espartaco y Gracus Babeuf, mientras se dedicaba al comercio
de ganado, residenciándose en Villa de Cura a pocos meses de
haberlo comenzado, estableciendo una casa de víveres en 1838,
viviendo con modestia e integridad, destacándose por su honesti-
dad y laboriosidad en los negocios, al igual que en su solidaridad y
defensa hacia los más pobres, siendo considerado como un llanero
más (Villanueva, 1898/2002: 12, 13; Brito Figueroa, 1974/1996:
32-34), y forjándose hasta ese momento «su definitiva identifica-
ción con los sentimientos y aspiraciones de las masas populares
venezolanas y el desarrollo del apasionado ideal igualitario que fue
signo permanente de su vida» (Brito Figueroa, 1974/1996: 17).
Ya en 1840 las facciones de la oligarquía venezolana se halla-
ban divididas entre el Partido Conservador (conformado la buro-
cracia civil y militar, junto con grandes comerciantes y prestamis-
tas, que por sus actividades económicas habían devenido muchos
de ellos en terratenientes esclavistas) y el Partido Liberal (donde
se agrupaban terratenientes arruinados o endeudados con los co-
merciantes, militares excluidos de las funciones públicas, dema-
gogos como Antonio Leocadio Guzmán e intelectuales como To-
más Lander). Este último partido ni siquiera fue democrático en
el sentido burgués del término, pues en su programa político no
se ocupó de reivindicar la abolición de la esclavitud, la emancipa-
ción de los campesinos enfeudados, y la igualdad civil y política
[ 254 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

para el pueblo (Villanueva, 1898/2002: 13, 14; Brito Figueroa,


1974/1996: 38, 45, 46). Ambas facciones se peleaban por sus
intereses, pero nunca pensaron en las reivindicaciones populares.
La agitación política que el Partido Liberal generó con su
periódico El Venezolano, en contra de la oligarquía conservado-
ra (también llamada godarria), incitó a las masas campesinas y
pobres de las ciudades a adherirse en las filas de ese partido, pero
no porque ese periódico lanzara propuestas serias a favor de los
sectores populares, sino por publicar ataques sarcásticos e iróni-
cos contra los conservadores (o godos). Sin embargo, esto sirvió
de estímulo para que luego surgieran otros periódicos que sí se
encargaron de hacer propaganda sobre «tierras y hombres libres»,
«comunidad de tierras», «racionalización de la propiedad», «elec-
ción popular», y otros principios democráticos y revolucionarios
que el Partido Liberal temía mencionar pero que el pueblo hace
suyos (Brito Figueroa, 1974/1996: 48-50).
Desde 1840 Zamora se incorpora directamente en la lucha
contra la oligarquía conservadora al afiliarse al movimiento li-
beral, igual que muchos otros atraídos por la demagogia guz-
mancista y empujados por la búsqueda de tierras y libertad. Sin
pretender aspiraciones materiales para sí, y con mengua de sus
actividades como comerciante, las combina con el activismo po-
lítico (oral, escrito y organizativo) entre las masas rurales de los
Valles de Aragua y los llanos de Guárico, el cual se vio favoreci-
do por las condiciones socioeconómicas y subjetivas de opresión
en que vivían sus pobladores, quienes creen que Antonio Leo-
cadio Guzmán es intérprete de sus aspiraciones (Brito Figueroa,
1974/1996: 52-54).
La intensa actividad desplegada por Zamora, la discusión de
los periódicos liberales de Caracas, y las injusticias sufridas por
los esclavos y campesinos, convierten su tienda de comercio en
[ 255 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

un centro de lucha democrática, y gracias a sus viajes por distin-


tos caseríos se crea la Sociedad Liberal de Villa de Cura, que de
liberal sólo tiene el nombre en razón de su carácter reivindicati-
vo, su composición social y los objetivos revolucionarios tácita-
mente presente en las intervenciones y cartas de Zamora, que se
puntualizan en un programa sintetizado así: comunidad de las
tierras, hombres libres, elección popular y principio alternativo,
y horror a la oligarquía. Tal programa tenía un claro contenido
antiesclavista, antifeudal y democrático que repudiaba la política
opresora implementada por la godarria, propiciándose así que el
movimiento personificado en Zamora se diferenciara del movi-
miento liberal que ignoraba las reivindicaciones de los sectores
populares. Él comprende esta realidad, extrayendo de la misma
los elementos de juicio para explicar ese programa, con argumen-
tos que, pudiendo ser débiles en su contenido teórico, son de un
gran valor para agitar la mentalidad de los campesinos, aunque
no aparezcan en los medios impresos liberales (Brito Figueroa,
1974/1996: 55-58), como cuando expresa lo siguiente:
Dios hizo iguales a todos los hombres en cuerpo y alma, ¿por
qué entonces un puñado de ladrones y facciosos van a vivir del
trabajo de los pobres, especialmente de quienes tienen el pellejo
negro?; cuando Dios hizo el mundo repartió en común el agua,
el sol, la tierra, ¿por qué entonces los godos se han apoderado
de las mejores tierras, bosque y aguas, que son propiedad del
pueblo?

La godarria mueve a su aparato judicial para enjuiciar a An-


tonio Leocadio Guzmán por las publicaciones que saca en su im-
prenta. El 9 de febrero de 1844 es declarado inocente por presión
del pueblo caraqueño congregado frente al tribunal donde se le
estaba juzgando, gritándose aclamaciones por Guzmán y lanzán-
dose consignas contra la oligarquía y su gobierno. Cuando las
[ 256 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

noticias llegan a Villa de Cura, por primera vez las masas campe-
sinas pronuncian la frase: «¡Oligarcas, temblad!» (Brito Figueroa,
1974/1996: 51, 52).
Los procesos electorales de 1840 y 1842 significaron derrotas
para el Partido Liberal, siendo evidente las trampas efectuadas
por los conservadores en los comicios de 1844, cuando Zamora
prestó servicio militar hasta el año siguiente para devolver la tran-
quilidad a Villa de Cura, sobresaliendo por su respeto al restable-
cimiento del orden y las garantías del honor y la vida en medio
de las protestas armadas de los liberales contra las autoridades
locales (Brito Figueroa, 1972/1996: 390, 391). Empero, durante
las elecciones de 1846 se repitieron los procedimientos tramposos
de la oligarquía conservadora, pero con el agravante de que se rea-
lizaron reclutamientos forzosos de campesinos para incorporarlos
al ejército (Villanueva, 1898/2002: 12, 36-47). Para aquel año
Zamora era jefe local del Partido Liberal en el Cantón de Villa
de Cura, y candidato principal ante la Asamblea Provincial de
Caracas, cuyo triunfo era seguro tras más de cinco años de trabajo
político. Al no poder ser sometido con la recluta, la represión y el
soborno, Zamora enfureció más a los godos por la organización
y vigilancia que desde agosto de 1846 él dirigió con sus partida-
rios para asegurar la pulcritud de los resultados. Por tal razón, los
godos lo acusaron falsamente de haber cometido delitos electo-
rales, logrando invalidar ilegalmente los votos que garantizaban
su triunfo, originando su reacción violenta ante esa injusticia,
ocasión que fue aprovechada para apresarlo hasta que los cómpu-
tos electorales quedaron manipulados al antojo de sus enemigos.
Ante la represión policíaca, el engaño electoral y la violación de
las leyes por los mismos grupos que las instauraron, Zamora con-
cluye que para abatir las estructuras de poder que sostienen a las
clases dominantes y oprimen al pueblo, no bastaban las luchas
[ 257 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

periodísticas y la agitación verbal, siendo necesario emplear la vía


de la Lucha Armada (Villanueva, 1898/2002: 17, 46, 47; Brito
Figueroa, 1974/1996: 80-85).
En medio de esas circunstancias tan conflictivas, para el 1º de
septiembre de 1846 estalla espontáneamente —dado que no fue
algo planificado— una rebelión campesina, de posterior alcance
nacional e iniciada por el alzamiento del indio Francisco Rangel,
veterano de la guerra de independencia, quien se enardeció contra
las irregularidades cometidas en las elecciones y la persecución a la
que fue sometido junto al despojo de sus tierras. Después se produ-
jeron otras revueltas a lo largo del país, a las que se sumó Ezequiel
Zamora desde el 7 de septiembre, invitando a los campesinos «a
seguir adelante como una imperiosa necesidad, para quitarnos el
yugo de la oprobiosa oligarquía y para que, opóngase quien se
opusiere y cueste lo que costare, lleguemos por fin a conseguir
las grandes conquistas que fueron el lema de la independencia»
(Villanueva, 1898/2002: 51-54, 63; Brito Figueroa, 1974/1996:
118-122), demostrando así tener conciencia de continuar con el
proyecto bolivariano truncado por las clases dominantes, y del
sentido profundamente clasista de la rebelión campesina, debien-
do ser orientada esta con el fin de «… hacer la guerra para derribar
al gobierno godo y crear una era de felicidad para el pueblo, cuyos
derechos habían sido hollados por la oligarquía».
Ya siendo 9 de septiembre se reúne con Rangel, iniciando
una campaña de reclutamiento y estudiando las condiciones geo-
gráficas de los espacios donde sus tropas se desenvolvían, y orga-
nizando cuadrillas para que estuvieran alertas en dichos lugares.
De esa forma busca contactar y conducir organizadamente a to-
das las partidas dispersas de rebeldes que, careciendo de un pro-
grama definido de lucha, se enfrentan contra el orden oligárquico
empuñando sus armas, pero sin haber contado hasta el momento
[ 258 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

con un líder. Zamora los llamó desde el 15 de septiembre para


disciplinarlos y convertirlos en soldados del Ejército del Pueblo
Soberano, siendo acusado como caudillo de criminales por parte
del gobierno conservador y los periodistas oligarcas, dado que
para comenzar la guerra se le asociaron gentes de conducta cues-
tionable, pero eso no implicaba que la totalidad de sus fuerzas
ni él mismo fuesen de dudosa probidad moral. Muchos de sus
oficiales eran campesinos sencillos y honestos, buenos conocedo-
res del terreno donde se movían. Las mujeres atravesaban largos
trayectos para llevar bastimentos y pertrechos a Zamora, y los
esclavos se incorporaban espontáneamente. Contaba con nume-
rosos correos y espías. Establece un sistema de avituallamiento,
así como una fábrica de pólvora y armas, elabora un censo de las
que están disponibles, crea un Estado Mayor, y pone en prácti-
ca muchas otras medidas para «organizar a los pobres contra los
poderosos» (Villanueva, 1898/2002: 62, 64, 65; Brito Figueroa,
1974/1996: 118-127).
Llega el 25 de septiembre con su ejército a San Francisco
de Tiznados, arengando a su población con estas palabras: «…
luchamos para proporcionar una situación feliz a los pobres…
los pobres nada tienen que temer, no tienen nada que perder,
que tiemblen los oligarcas, no habrá ni ricos ni pobres, la tierra
es libre, es de todos». Planteaba defender la Constitución vigente
y la libertad de la patria, exhortando a los soldados para que no
cometiesen ningún acto criminal, y al final enarboló una bande-
ra amarilla (color del Partido Liberal) que en su centro tenía la
inscripción: Elección popular-Principio alternativo-Orden-Ho-
rror a la oligarquía. Las tropas ratificaron su título de General del
Pueblo Soberano con el que inició la campaña. Con respecto a
la bandera, más adelante el pueblo desaparecerá de allí la palabra
orden, esgrimida por los agentes de la oligarquía, mostrándose
[ 259 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

así una intuitiva réplica popular para significar la destrucción del


orden opresor y la instauración del orden igualitario (Villanueva,
1898/2002: 67; Brito Figueroa, 1974/1996: 128).
El ejército de Zamora es derrotado en la batalla de Laguna de
Piedra, celebrada por la oligarquía pues esta sabía que no estaba
ante una simple pelea entre caudillos, sino frente a una lucha
de explotados contra explotadores, cuya magnitud atemorizaba
a estos últimos. Creyeron que Zamora había muerto hasta que
el 5 de octubre se enteraron que no era así. Entretanto, él no se
amilana con esa derrota, considerando que «la ofensiva es la me-
jor defensa» y creyendo que en las circunstancias del momento la
guerra de guerrilla no era eficaz para combatir al ejército de la oli-
garquía, empleando esa táctica muchos años después como parte
de una estrategia de mayor alcance (Brito Figueroa, 1974/1996:
315, 326). Reafirma su voluntad revolucionaria al sostener la ne-
cesidad de «… hacer la guerra… para destruir a los oligarcas y
a todos los que se opusieran a sus intentos, repartir los bienes y
las tierras entre los pobres y libertad a la Patria del tiránico yugo
que les tenía el gobierno», trabajando desde el 30 de septiembre
para reiniciar la ofensiva en mejores condiciones (Brito Figueroa,
1974/1996: 128-132).
En efecto, la derrota de Laguna de Piedra fue transitoria ya
que a pesar de ello tuvo repercusiones entre los esclavos por el
solo hecho de haberse confrontado a las fuerzas de la oligarquía,
independientemente del resultado obtenido. Durante siete meses
el Ejército del Pueblo Soberano tuvo una racha de victorias, y
durante todo ese tiempo Zamora sobresalió entre los más esforza-
dos, comiendo lo mismo que los soldados, preparando su propia
ración de carne, dormía sobre las piedras, nunca tenía dinero,
y marchaba a pie al frente de sus tropas sin importarle las con-
diciones climáticas, sea de día o de noche; no comete crímenes
[ 260 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

individuales ni venganzas personales, ni tolera el daño a los bienes


del pueblo, pero sí manda «el secuestro de las propiedades de los
godos oligarcas, porque con esas propiedades explotan y le hacen
la guerra al pueblo», siempre proponiéndose «hacer la revolución
y sacar la Patria de la salvaje y brutal dominación en que la tienen
los godos oligarcas». Esta campaña militar del pueblo en armas
sufre un revés con su derrota en la batalla de Pagüito el 1º de
marzo de 1847, dándose luego el asesinato de Francisco Rangel
el 14 de marzo por parte de las tropas del gobierno conservador,
y la captura de Ezequiel Zamora ese mismo día, salvando su vida
cuando dijo ser Juan Pérez al momento de ser detenido, siendo
posteriormente reconocida su verdadera identidad. Demuestra
ser un solidario compañero de armas cuando expresa ante sus
enemigos que «no podía separarme de mis compañeros, pues
creía mi deber morir con ellos» (Villanueva, 1898/2002: 62, 87,
99-104; Brito Figueroa, 1974/1996: 135-150, 159, 160). Con su
detención no se culminaba la insurrección pues esta se reinició en
mayo de 1847 (Brito Figueroa, 1974/1996: 223).
Como dice Villanueva (1898/2002: 105):
Si la revolución de Zamora hubiera sido un hecho de carácter
puramente personal, habría quedado muerta y sepultada en el
campo de Pagüito…
Zamora… no era un hombre sino un elemento popular; no era
el cabecilla de una turba inconsciente y desmoralizada, sino el
precursor armado de una revolución eminentemente nacional,
de una sublevación de todas las almas contra un partido inca-
paz, para satisfacer las nuevas aspiraciones de la República.

Zamora fue conducido a Villa de Cura, efectuando una de-


claración para el 4 de abril en el calabozo donde se hallaba preso,
respondiendo evasivamente o con el silencio ante las preguntas

[ 261 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

malintencionadas, pero sin eludir sus responsabilidades y estando


a la altura de los ideales populares (Brito Figueroa, 1974/1996:
160, 161). He aquí una parte de su declaración:
Preguntado: —¿Cómo puede usted explicarme su intención
de hacer un servicio a su patria, tomando las armas contra el
gobierno establecido?—. Contesta: —Creí lo que me decía
la prensa llamada desmoralizadora: creí que un gobierno que
infringe las leyes autoriza a los ciudadanos para levantarse en
masa contra él: creí que las había infringido el gobierno de Ve-
nezuela: creí en fin que era realidad cuanto decían los papeles
que hoy han causado mi perdición. Y tanto más me afianzaba
en este concepto, cuanto que el Gobierno, compuesto de tan-
tos hombres ilustrados y que debían conocer el mal que se es-
taba causando con tales publicaciones, no trataba de contener
semejante desmoralización (Declaración en el juicio criminal
contra Ezequiel Zamora, 1847: 205, 206).

Dando por presupuesto que el gobierno oligárquico esta-


ba compuesto de personas ilustradas, Zamora arguye inteligen-
temente que si ellos no reaccionaban frente a los ataques de la
prensa liberal, entonces las convalidaban y por tanto él podía ir
contra ese gobierno.
Para el 5 de abril de 1847 le pusieron bajo la autoridad del
tribunal de Villa de Cura para su enjuiciamiento (Villanueva,
1898/2002: 106), comenzando a ser procesado desde el 8 de abril,
y en otra declaración ratifica su posición adoptada semanas antes:
Preguntado: Cuando estuvo U. en La Victoria en los primeros
días del mes de septiembre último —¿qué observó U. en la
gente y a Antonio L. Guzman, que pudiese hacerle entender
que este tenía proyectada de antemano la facción o revolución
a que U. ha pertenecido?—. Contesta: —Por lo que he dicho
que me manifestó el doctor Echeandía y por lo que leí en los
[ 262 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

diferentes periódicos de que he hecho mención, deduje más


que lo suficiente para persuadirme de la necesidad de hacer la
revolución sin conocer caudillo, porque creía que todos los li-
berales debían levantarse en masa contra los mandatarios opre-
sores, porque habían roto el Código fundamental y hollado las
leyes de la República (Confesión o declaración con cargo de
Ezequiel Zamora, 1847: 214).

Otro testimonio de sus respuestas, dadas el 25 de abril ante


el tribunal, está expuesto en los siguientes párrafos:
Preguntado: —¿Ha recordado usted el mote o letrero que te-
nía la bandera que usó la Sociedad Liberal establecida en esta
ciudad poco antes de las elecciones, y de la cual ha hablado en
su última declaración?—. Contesta: —Sí, señor, recuerdo que
el mote o letrero era Elección popular, principio alternativo,
orden y horror a la oligarquía.
Preguntado: —¿Y cómo pudo figurar dicha bandera en el ata-
que de El Limón, cuando usted y la facción que acaudillaba,
proclamaban principios enteramente contrarios, a la vez que
no puede haber orden público cuando se ataca un gobierno
legítimamente constituido, y a la vez que alzándose contra él se
ataca a la nación, sus leyes y autoridades?— Contestó: —Creí
como antes he dicho, que debía atacarse un Gobierno que ha-
bía infringido la Constitución y leyes de la República; y esto lo
decían todos los periodistas de Caracas y otras partes (Nueva
declaración de Ezequiel Zamora, 1847: 221, 222).

En estas nuevas declaraciones Zamora defiende el derecho


del pueblo a la rebelión cuando las clases dominantes no acatan
su propia legalidad, dejando claras sus intenciones de organizar
la insurrección campesina por convicciones revolucionarias, y
no para el pillaje como lo acusa la prensa goda (Brito Figueroa,
1974/1996: 170).
[ 263 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

El proceso contra Zamora continuó luego del 22 de mayo


con su traslado desde Villa de Cura hasta la Cárcel Pública de
Maracay, culminando el 27 de julio con su sentencia a muerte,
confirmada el 6 de septiembre luego de una apelación, y apro-
bada el 28 de octubre, siendo remitida al presidente José Tadeo
Monagas, quien se la conmuta el 5 de noviembre a cumplir una
prisión de diez años en Maracaibo. Esto fue posible porque su
madre Paula Correo se movilizó con el apoyo del pueblo para sal-
varle la vida a su hijo, a quien intentaron asesinar varias veces en
la cárcel de Maracay, pero con ayuda de sus partidarios se escapa
el 22 de noviembre, un día antes de ser enviado hacia Maracaibo,
y después de una travesía se esconde en la hacienda La Guairita,
ubicada en las inmediaciones del El Hatillo, actual Estado Mi-
randa (Villanueva, 1898/2002: 106; Brito Figueroa, 1974/1996:
184-210). La fuga de Zamora aceleró los planes que la oligarquía
conservadora iba preparando contra José Tadeo Monagas, quien
ya se había decidido a romper con su influencia en el gobierno
(Brito Figueroa, 1974/1996: 222, 225).
En esa hacienda ocultaba su verdadera identidad dándose a
conocer como Don Manuel, asumiendo las labores de caporal
mientras se ganaba el respeto y el cariño de los campesinos, con
los cuales organizó rápidamente una red de espionaje y tomó otras
medidas de seguridad. Así pudo dejar por un tiempo su lucha
contra la oligarquía hasta que hubiera condiciones favorables para
continuarla. Cuando no estaba abocado a sus faenas del campo, se
preocupaba en ampliar sus conocimientos, leyendo y estudiando
cualquier texto que caía en sus manos, sobre todo obras de historia
y estrategia militar. Se familiarizó con las obras de los socialistas
utópicos, facilitadas por el inglés José Brandford, uno de los jefes
que, con su partida de rebeldes, se unió en septiembre de 1846
al Ejército del Pueblo Soberano en San Francisco de Tiznados.
[ 264 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

Producto de esas lecturas y de sus reflexiones sobre la situación


socioeconómica de Venezuela es que en él se observan «ciertas
ideas utópicas de socialismo y de igualdad de bienes» (Villanueva,
1898/2002: 113; Brito Figueroa, 1974/1996: 125, 215).
Por influencia de estas lecturas y de las que efectuó en su
más temprana juventud, su agudeza política y sensibilidad social
se evidenciaron en la admiración que sentía por los hermanos
Tiberio y Cayo Graco, el gladiador rebelde Espartaco y el polí-
tico francés Louis Saint Just, de quien llegó a citar o parafrasear
algunas de sus frases en conversaciones, cartas o proclamas. Por
ejemplo, si para Saint Just era necesario «… que queden cien,
mil burgueses sin zapatos, no importa, pero nuestros soldados
tienen que estar bien calzados», Zamora era partidario de «que los
opresores queden en camisa, pero el ejército del pueblo no puede
andar desnudo, eso es lo que quieren los godos», de quienes resal-
taba que «son… los opresores del pueblo» cuando de Saint Just
recalcaba que «… no puede haber libertad para los enemigos de
la libertad». En torno a sus meditaciones sobre estas y otras ideas,
Zamora se preguntaba: «¿Es posible terminar con la opresión de
la oligarquía y con el poder de los ricos? ¿Podrá el pueblo vencer a
sus tiranos? ¿Y las tierras por qué las tienen solamente los podero-
sos?», llegando a aseverar que «la tierra es de todos como el agua,
el sol, y la naturaleza», verdad tan categórica que nadie podía ne-
garla, «pero es necesario un Ejército del Pueblo para combatir al
ejército de la oligarquía» (Brito Figueroa, 1974/1996: 214, 215)
pues sólo la fuerza de las clases dominantes podía hacer irrealiza-
ble esa verdad, tal como ha ocurrido desde hace mucho tiempo.
Sus estudios sobre los problemas sociales venezolanos se inte-
rrumpen pronto, pues como parte de la conspiración oligárquica
contra el gobierno de José Tadeo Monagas, los conservadores or-
ganizaron para el 23 de enero de 1848 una guardia que custodiara
[ 265 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

al Congreso Nacional (dominado mayoritariamente por los go-


dos), motivando así la reacción de los liberales al organizar mi-
licias populares de dos mil voluntarios, sin contar con la gente
del pueblo de Caracas que se armó por su propia cuenta. Estas
fuerzas se movilizaron el 24 de enero de 1848 frente al Congreso
Nacional hasta disolver violentamente la sesión de ese día, durante
la cual se pretendía efectuar un juicio político que buscaba con-
denar a muerte a José Tadeo Monagas, quien en 1846 había sido
elegido para ser presidente con el apoyo del Partido Conservador
(en medio de trampas para evitar el triunfo de Antonio Leocadio
Guzmán), pero en 1847 se había ido apartando de esa agrupación
mientras se rodeaba de intelectuales afiliados al Partido Liberal,
adoptando a su vez una política de conciliación y clemencia para
pacificar la insurrección campesina, implicando un desafío para
la oligarquía conservadora, que se intimidó por la forma como se
disolvió el congreso. El pueblo fue el salvador de José Tadeo Mo-
nagas, quien aprovechó el terror que sentía la godarria para decre-
tar el 27 de enero una amnistía general aprobada unánimemente
por ese congreso (Brito Figueroa, 1974/1996: 221-234), y para
iniciar un régimen personalista que permito el acceso al poder de
la oligarquía liberal hasta 1858 (Brito Figueroa, 1975/2004: 33).
Caracas vivía en estado de agitación política desde días an-
tes de intentarse efectuar el juicio a Monagas. Zamora mantenía
contacto por correo con algunos amigos en esa ciudad desde su
refugio en La Guairita, decidiendo el 22 de enero marchar sor-
presivamente hasta allá para participar en la conformación de las
milicias populares, y para el 24 de enero fue uno de los que re-
clamó con más fuerza la disolución del congreso. Al día siguiente
el presidente Monagas lo incorpora a la Milicia Nacional, con el
grado de Comandante, para combatir el alzamiento de las fuerzas
conservadoras dirigidas por José Antonio Páez. Zamora no tuvo
[ 266 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

necesidad de reclutar gente con el fin de organizar sus tropas,


pues los campesinos y esclavos acudían voluntariamente para es-
tar bajo su mando, integrándose también sus antiguos compa-
ñeros de armas, todos con el entusiasmo que mostraron desde la
insurrección campesina de 1846 (Villanueva, 1898/2002: 111;
Brito Figueroa, 1974/1996: 227, 235).
Luego de una serie de batallas victoriosas para sus tropas en
varios lugares del país, Zamora recibe órdenes de regresar a Cara-
cas pues el presidente Monagas desea conocerlo personalmente,
reuniéndose con él en audiencia especial y privada efectuada el
1º de abril de 1849, y durante la cual Monagas le informa de su
traslado desde la Milicia Nacional al Ejército de la República,
acompañado de una propuesta de ascenso. Por encima de esos
reconocimientos, Zamora piensa en la Revolución y la libertad
para el pueblo «… en esta tierra que parió la independencia de
América», donde los grados militares son importantes siempre
«… que el ejército sea del pueblo y no de los godos» (Brito Figue-
roa, 1974/1996: 238).
De acuerdo a Brito Figueroa (1974/1996: 238-240), mien-
tras Zamora estuvo en Caracas, se reúne con varios personajes
destacados del Partido Liberal, con quienes discute sobre la Re-
volución Francesa, las reformas que se deben aplicar por parte del
gobierno, y las leyes injustas impuestas al pueblo por la oligarquía
conservadora, abogando por la abolición de la pena de muerte
sobre los delitos políticos, pues solo así «… los liberales que están
en la Casa de Gobierno no serán considerados godos de otra es-
pecie», juicio propio de su perspicacia política, que no le permite
confundir a alguien como revolucionario sólo porque lo diga si
al mismo tiempo asume prácticas contrarrevolucionarias. Con-
versando con su primo el Dr. José Manuel García, se empapa en
derecho constitucional al plantearle estas inquietudes:
[ 267 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

¿Qué es una Asamblea Constituyente? ¿Sí el derecho es eterno,


por qué varían las normas legales con él tiempo? ¿Qué es pri-
mero, el hecho o el derecho? ¿Es que no hay un derecho para
justificar la insurrección de los pueblos contra sus opresores?
¿Es que las revoluciones no crean siempre un nuevo derecho?

Mantiene discusiones políticas e ideológicas con Luciano Re-


quena y José Brandford, quien está en contacto por correo con
amigos de Francia, y por esa vía Zamora obtiene información
sobre la insurrección revolucionaria que ocurre allá en febrero
de 1848, sus dirigentes y la idea de la república social. Brand-
ford le explica artículos de periódicos europeos. Su cuñado Juan
Gaspers participa en esas conversaciones, y entretanto Luciano
Requena le informa sobre sus proyectos de educar políticamente
a las masas por medio de un semanario destinado a ese propósito.
Zamora piensa en ver a Venezuela libre del orden oligarca, para
lo cual la lucha no puede reducirse a lograr la elección popular,
sino trascender a la obtención de tierras y libertad, teniendo esa
lucha carácter universal.
La rebelión goda se reinicia el 21 de junio de 1849, por lo
que Zamora sale otra vez en campaña hasta que el 15 de agosto
derrota a José Antonio Páez y lo hace prisionero en Macapa, res-
petando su integridad en el viaje hasta Caracas pero sin reprimir
las justificadas manifestaciones populares de repudio contra Páez
(Villanueva, 1898/2002: 111, 112; Brito Figueroa, 1974/1996:
240), quien traicionó a los sectores populares y se convirtió en
aliado de la oligarquía después de haber luchado en la guerra de
independencia. En el transcurso de los años siguientes Zamora
se abocó a continuar su trayectoria castrense, fortaleciéndola me-
diante el estudio de los problemas militares, además de llevar a
cabo la lectura organizada de obras históricas y sociales. Fue un
estudiante brillante en la Academia Militar de Caracas. Llegó a
[ 268 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

ejercer las comandancias de armas de Maracaibo, Ciudad Bolí-


var y Barcelona. Por sus méritos y de manera rigurosa, el 11 de
mayo de 1854 ascendió hasta General de Brigada del Ejército de
la República. En 1856 se casó con Estéfana Falcón, hermana del
general Juan Crisóstomo Falcón (uno de los autores intelectua-
les de su posterior asesinato junto a Antonio Guzmán Blanco).
Cuando era Comandante de Armas de la Provincia de Cumaná,
resolvió renunciar en mayo de 1857 y retirarse a la vida priva-
da en Coro —fundando allí una propiedad agrícola— mostran-
do su desacuerdo con el segundo gobierno liberal de José Tadeo
Monagas, que mantenía las mismas formas de opresión practi-
cadas por los godos, esto a pesar de haberse abolido la esclavitud
y eliminado leyes creadas por estos. Mostrando una actitud que
lo enaltece, llegó a decir que Monagas «… está rodeado por un
círculo de liberales-oligarcas, marcha por un camino contrario
al pueblo… jamás seré traidor a quien debo la vida… hay que
hacer la revolución, una verdadera revolución, tengo los planes
aquí, en mi cabeza» (Villanueva, 1898/2002: 112, 113; Brito Fi-
gueroa, 1974/1996: 242-244, 250). En el nombre del pueblo,
la oligarquía liberal sólo efectuó modificaciones a su favor —sin
importarle la mísera situación de las clases explotadas— que no
alteraban la esencia del sistema socioeconómico semifeudal vi-
gente antes y después de la abolición de la esclavitud en 1854.
Durante el tiempo que empleó para su labor intelectual (en-
tre 1848 y 1855), Zamora supera las limitaciones que tenía al
carecer de una formación intelectual sistemática desde el punto
de vista académico, y desde 1851 amplía su cultura política apro-
ximándose a las corrientes socialistas utópicas al entablar relacio-
nes con sublevados emigrados a Venezuela luego de fracaso de las
insurrecciones revolucionarias europeas de 1848, quienes están
convencidos de la justicia de su causa, llegando al país con sus
[ 269 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

ideas y libros para organizar a los trabajadores y suprimir la explo-


tación Si en Europa la consigna es de revolución social apoyada
en las ideas socialistas, en Venezuela es la misma consigna apoya-
da en el ideario de la democracia liberal burguesa, pero permeada
por las ideas socialistas. El círculo de amigos de Ezequiel Zamora
desea crear una tendencia dentro del Partido Liberal para difun-
dir las ideas igualitarias y «hacer la revolución», pues la godarria
no está socialmente extinguida y cuenta con el aval de grupos
liberales para recuperar el poder. Con todo este contexto ideoló-
gico, entiende el sustento político del programa «tierras y hom-
bres libes», y devela los vínculos entre este y el programa de la
insurrección revolucionaria de junio de 1848 en Francia. Allá se
plantea la «organización del trabajo y supresión de la explotación
del hombre por el hombre», y en Venezuela se dice «comunidad
de tierras». En Europa se grita «¡Proletarios de todos los países,
uníos!», y aquí se exclama «¡Oligarcas, temblad!» (Brito Figueroa,
1974/1996: 248, 250, 253).
Muestra de sus aptitudes como revolucionario es la gestión
que desempeñó asumiendo interinamente la Gobernación de la
Provincia de Barinas en enero de 1853, posición desde donde
puso en práctica vastos planes de acción inmediata a favor de los
sectores populares, pero el 24 de abril de ese mismo año renun-
cia a su cargo pues no quiso abandonar su puesto en las Fuerzas
Armadas Nacionales, necesario para la formación del ejército del
pueblo como parte de sus ideales (Brito Figueroa, 1974/1996:
251, 252). En ese sentido:
… quiero en la carrera a que pertenezco estar siempre dispues-
to para defender las instituciones democráticas… basé de los
gobiernos libres… quiero defender los fueros populares en
los campos de batalla, y encontrarme ocupando el destino de
Gobernador cuando deba acompañar a mis compatriotas en la
[ 270 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

defensa de sus derechos, sería para mí doloroso y triste tener


algún impedimento que me lo prohibiera… porque el jura-
mento que tengo prestado me obliga a cambiar mi vida por la
libertad de mi Patria.

Para la época en que Zamora y otros liberales de convicciones


revolucionarias se retiraban a la vida privada, ya el gobierno de
Monagas había iniciado desde antes una política antipopular, y
a su vez la oligarquía conservadora conspiraba en su contra con
apoyo de sectores liberales descontentos (por razones burocráti-
cas) y hasta de altos funcionarios del mismo gobierno. Todos ellos
buscaban salir conciliatoriamente de Monagas a través de pactos
y negociaciones, pues lo que más temían era «… a la revolución
social que día a día crece en los Llanos y Serranías, con ideales de
comunismo y comunidad de bienes, con más peligro que el año
1846». El miedo de la godarria justifica la siguiente coinciden-
cia entre Zamora y sus amigos con los que mantiene contacto:
«… la guerra por tierras y hombres libres será inevitable, pero
todavía no ha sonado la hora… sonará, como sonó en el 46, por-
que ahora los godos oprimen más a los pobres» (Brito Figueroa,
1974/1996: 271-273).
Con el objetivo de derrocar a José Tadeo Monagas, el 5 de
marzo de 1858 estalla en Valencia un golpe militar liberal-godo
encabezado por el general Julián Castro, el cual fue preparado
por la oligarquía conservadora en connivencia con la oligarquía
liberal, y contó con el apoyo de Estados Unidos. Diez días des-
pués las fuerzas militares del general Castro entraron a Caracas,
designando luego un gabinete liberal-conservador y recibiendo la
adhesión de Antonio Leocadio Guzmán y Juan Crisóstomo Fal-
cón. Estos acontecimientos sorprenden a Zamora en Coro, quien
decidió renunciar a la Comandancia Militar de la Provincia de
Paraguaná que ejercía temporalmente desde enero de 1858 «sólo
[ 271 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

para perseguir el contrabando de armas practicado por los godos»


(Villanueva, 1898/2002: 113; Brito Figueroa, 1974/1996: 244,
274-276). Sobre la asonada militar oligárquica en cuestión, Za-
mora llegó a discutir con Falcón en los siguientes términos, pro-
pios de un hombre con las convicciones morales y revolucionarias
que él poseía:
No olvide Ud., Juan, que nuestros enemigos son los oligar-
cas, Monagas está en desgracia y tiene errores, pero es nuestro
amigo y como nosotros es una víctima de los oligarcas. No se
puede hacer leña del árbol caído. Venga conmigo a Caracas
para remediar su equivocación.

Antes de partir a Caracas, convence a sus amigos de la nece-


sidad en prepararse para la Revolución, pero cuando llega es dete-
nido por orden de Julián Castro, quien a los quince días de haber
tomado el poder se identificó con la godarria, e inició para el 15
de abril de 1858 la persecución y encarcelamiento de los liberales,
incluso de los que lo apoyaron. A Zamora le imponen la ciudad
por cárcel, no pudiendo salir de sus límites mientras es sometido
a vigilancia y seguimiento, que logra burlar con éxito mientras se
dedica al trabajo organizativo en las zonas pobres caraqueñas y en
los cuarteles, entre quienes le habían servido bajo sus órdenes. El
gobierno dicta un decreto el 7 de junio de 1858, donde se indica
la expulsión del país de varias personas, estando incluido Zamora
en la aplicación de esa medida, pero él continuó con su trabajo
de organización clandestina hasta escapar disfrazado durante los
primeros días de agosto de 1858, dirigiéndose a Catia La Mar para
embarcarse hacia Curazao. Entretanto, el régimen de Julián Cas-
tro efectúa unas elecciones fraudulentas para elegir una Conven-
ción Nacional (suerte de asamblea constituyente controlada por
la godarria), tiene que afrontar el resurgimiento de la insurrección

[ 272 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

campesina (con incidencia en las ciudades), y se halla sometido


a las contradicciones existentes a nivel endógeno entre conserva-
dores civilistas y militaristas, y a nivel exógeno entre los intereses
imperialistas de Estados Unidos, Francia e Inglaterra (Villanueva,
1898/2002: 114; Brito Figueroa, 1974/1996: 276-285).
En su estadía como refugiado político en Curazao, Zamora
mantenía relación con sus amigos en Venezuela a través de en-
viados especiales, manteniéndose informado de lo que ocurría en
el país, pero por otro lado se carteaba con los políticos liberales
exiliados en las demás islas del Caribe (como por ejemplo con
Juan Crisóstomo Falcón y el círculo que lo rodeaba). Así pudo
conocer los planes de aquellos que querían aprovechar la insu-
rrección campesina para «llegar a la Casa de Gobierno sin hacer la
Revolución». Debido a las maniobras del grupo de Falcón, llegó a
indignarse y dudar en colocarse al frente de la insurrección, pero
por sus firmes ideales revolucionarios se decidió preparar una ex-
pedición hacia Venezuela, ordenando a su gente en Coro que or-
ganicen un levantamiento popular, ocurriendo en la noche del 20
de febrero de 1859 (fecha de inicio de la Guerra Federal) cuando
los conjurados se apoderaron de la guarnición, acción que junto
a otras favoreció para el 22 de febrero el desembarco efectuado
por Zamora y sus compañeros por La Vela de Coro, en medio de
aclamaciones por parte del pueblo (Villanueva, 1898/2002: 119,
122; Brito Figueroa, 1974/1996: 286-289); teniendo en cuenta
que la lucha que se reiniciaba era la continuación de los esfuerzos
truncados del pueblo por la emancipación social buscada desde
el proceso de independencia, para el día 23 de febrero Zamora
expresó en una Orden General dirigida a los militares:
La moral, el orden, el respeto a la propiedad y el amor ardiente
por la libertad de su patria, es el distintivo del carácter coriano,
como civil: el denodado valor contra el enemigo armado, la

[ 273 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

generosidad y clemencia con el vencido, y la subordinación es


su divisa como militar.
¡Viva, y para siempre, la memoria de los Patriarcas de nuestra
Independencia, de los hombres del 5 de julio de 1811, los que,
en el acta gloriosa, dijeron a los pueblos, federación! (Zamora,
1859a).

Los habitantes de la ciudad de Coro y demás centros pobla-


dos eligieron un Gobierno Provisional Revolucionario, que trans-
formó jurídicamente la Provincia de Coro en un Estado Federal,
ascendió a Zamora como General de División, y lo nombró Pri-
mer Jefe del Ejército del Estado de Coro y del Ejército Federal de
Occidente. Desde ese momento, se dedicó a organizar las fuer-
zas armadas revolucionarias de mar y tierra, incluyéndose entre
sus efectivos a veteranos de la guerra de independencia y de la
insurrección campesina de 1846; en cualquier lugar encontraba
partidarios que se alistaban en sus tropas, le daban informacio-
nes sobre el enemigo y le suministraban bastimentos (Villanue-
va, 1898/2002: 122, 124, 134; Brito Figueroa, 1974/1996: 290,
291). Con estas fuerzas emprendió la tarea por la que se estuvo
preparando concienzudamente durante años de estudio y activi-
dad político-militar: «hacer la revolución, la revolución total sin
el olvido de los pobres». Esta determinación de Zamora y sus ami-
gos es prueba de que, a pesar de calificarse como liberales, en la
práctica eran políticos democráticos y revolucionarios «con ideas
de socialismo utópico» (Brito Figueroa, 1974/1996: 279), a ser
concretados por «el gobierno de la democracia y la federación…
no habrá hambre, no habrá miseria, ni mazmorras, ni grillos para
el pueblo que hizo la independencia pero el fruto fue nada más
que para la oligarquía» (Brito Figueroa, 1974/1996: 381).
Frente a la campaña iniciada por Zamora, la oligarquía reac-
cionó con saña avalando los atropellos cometidos contra el pueblo
[ 274 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

por parte de las tropas del gobierno, una verdadera política de


terror contrarrevolucionario (Villanueva, 1898/2002: 127; Brito
Figueroa, 1974/1996: 323-325). En numerosas oportunidades el
General del Pueblo Soberano demostró no actuar movido por la
venganza, pero sin caerse a ingenuidades que estimularan las in-
justicias, no estando en disposición de permitirlas, ni aceptando la
manipulación ideológica de los agentes de la godarria, consistente
en acusarlo a él y a sus fuerzas de los peores crímenes; contra-
riamente a estas imputaciones, Zamora se mostraba firme en la
aplicación inflexible de la justicia revolucionaria contra los enemi-
gos del pueblo (Brito Figueroa, 1974/1996: 342, 343, 366, 368).
Estas observaciones se infieren en parte de la siguiente alocución:
Sí, corianos; mientras que os presentáis con nobleza, en tanto
que usáis de un derecho sagrado, vuestros enemigos os contes-
tan con denuestos y desfiguran la historia de vuestros hechos.
Suponen temores infundados: se ocultan; huyen como si hu-
biese perseguidores y escriben con audacia que sois una compa-
ñía de asesinos y ladrones, un puñado de bandidos.
Y bien, compatriotas; en este estado de cosas, ya que habéis
sido magnánimos una vez más, y cuando tenéis por recom-
pensa la calumnia y la amenaza; cuando, en fin, quieren arre-
bataros el más precioso de vuestros derechos conquistados el
20 de febrero, necesario es repeler la fuerza con la fuerza y que
nos paguen caro la sangre, una sola gota de sangre de los hijos
del pueblo… (Alocución del Ciudadano General 1er Jefe del
Ejército de Occidente, 1859b: 131).

Según Villanueva (1898/2002: 140), cuando a los enemi-


gos de Zamora no les era posible dejar de reconocer la conducta
honesta, pulcra y ordenada que le imponía a su ejército, busca-
ban de minimizarla atribuyéndosela a otros factores, tal como se

[ 275 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

indica en el siguiente fragmento de una carta redactada por uno


de los personeros de la oligarquía:
Ya sabrá S.E. el Encargado del Poder Ejecutivo, que algunas ca-
sas de esta ciudad fueron saqueadas por las tropas de los faccio-
sos, esencialmente de los negros de Agua Negra y de la Costa,
que se habían incorporado no con otro fin que con el de robar
y matar; los cuales, prevaliéndose del fuego que se sostenía,
empezaron a derribar puertas y a cometer atrocidades; y si no
se hizo extensivo el saqueo a toda la población, fue, sin duda,
debido a un milagro de la Providencia, porque es así como pue-
de explicarse que Trías y Zamora, Zamora y Trías fueran los que
contuviesen el desorden.

Ni siquiera demostró resentimiento contra Páez, pese a su


traición a las causas populares cuando se convirtió en represen-
tante de la oligarquía. Prueba de ello es el siguiente decreto suyo:
Que es dogma de la Revolución federal la fraternidad; que los
estados de Coro y Barinas no reconocen por enemigos suyos
sino a los que atenten de hecho contra su independencia; que
a nadie inquieta por sus opiniones políticas ni por sus actos
anteriores, pues adictos o contrarios a la revolución todos go-
zan de igual inmunidad mientras no conspiren contra el orden
establecido; y que nadie permanece en prisión por los sucesos
políticos que han tenido lugar hasta hoy.

Decreto:

El ciudadano José Antonio Páez, vecino de la parroquia de


Tucupido, goza de inmunidad por sus actos y demás servicios
hechos en defensa del gobierno central, y en consecuencia de
las garantías concedidas por dichos estados federales (Zamora,
1859g).

[ 276 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

Nunca estuvo de acuerdo con acusar a nadie, sin previo pro-


ceso judicial, para imponerle las penas correspondientes por los
delitos cometidos, demostrando un alto sentido de la justicia para
con todos, incluidos sus enemigos y a gentes de su mismo ejér-
cito. Sirva de ejemplo el juicio que le efectuó a Martín Espino-
za, uno subordinado suyo que incurrió reiteradamente en delitos
muy graves (Villanueva, 1898/2002: 174, 175; Brito Figueroa,
1974/1996: 322-325) como para no ser tolerados en medio de la
guerra, sobre todo si esta era «en bien de la revolución», circuns-
tancia donde era ineludible ser inflexible en la disciplina militar y
en la moralidad revolucionaria, bajo el concepto de que «nuestro
ejército es el pueblo en armas» (Brito Figueroa, 1974/1996: 314).
Villanueva (1898/2002: 68) dice que a los integrantes de las tro-
pas enemigas que caían en sus manos:
Los amenazaba de muerte… y sin embargo no fusiló a ningún
prisionero.
En la campaña de la Federación declaró la guerra a muerte,
y no mató a nadie, antes bien juzgó en Consejos de Guerra a
subalternos suyos por insubordinados o perversos.
Soltaba frases muy premeditadas, como para poner miedo en
los enemigos; que es uno de los modos de vencerlos; y con el
objeto también de que sus amigos y camaradas le respetasen, se
le sometiesen, y confiaran en su energía, lealtad y determina-
ción de no transigir con los hombres del Gobierno. Y porque
tuvo siempre el talento singular de saber consustanciarse con el
genio y anhelos de las facciones, con las cóleras de su Partido,
y con la voluntad del pueblo; fue por lo que este le amó y le
siguió con entusiasmo hasta el último trance de la vida. Pues
para dirigir una revolución es menester empaparse en sus pro-
pósitos y pasiones.

[ 277 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Toda sociedad fracturada en clases sociales incuba la coac-


ción física que los explotados sufren por el aparato de domina-
ción de los explotadores (como la recluta forzada que el pueblo
sufría por la oligarquía, según Brito Figueroa, 1974/1996: 325).
Igualmente padece del fenómeno de la alienación entre las clases
explotadas, hasta el extremo de ponerse al servicio de las clases
explotadoras para reprimirse a sí mismas (como ocurrió en cier-
to modo en la derrota de la expedición que Zamora mandó a
Mérida y Trujillo, señalada por Brito Figueroa, 1974/1996: 362,
366, 367), ocultándose la lucha de clases bajo la apariencia de
una guerra civil entre dos sectores del pueblo. Si uno de estos
sectores se libera de la alienación, podrá estar en capacidad de
identificar a su verdadero enemigo de clase, y no confundirlo con
el otro sector que sigue alienado pero que funge como parte de las
fuerzas de choque de las clases explotadas. Más aún, sin padecer
las limitaciones de la alienación, a cualquiera de sus adversarios
los podrá tratar de forma humanitaria sin que por ello se deba
violentar la integridad de la patria, aunque el conflicto que estén
protagonizando sirva para crear un orden igualitario. Para Zamo-
ra (1859h: 44):
… el derecho de gentes, común a todo el género humano, dis-
pone que los desertores del enemigo sean tratados como noso-
tros mismos, y siendo el principio inmutable de la república
genuina mandando defender y sostener por los estados federa-
les, entre los que figuran los de Coro, Barinas y Apure, que no
hayan más enemigos sino los que atenten de hecho contra su
independencia… la traición a la revolución de cinco de mar-
zo, en que el olvido de lo pasado y reconciliación sincera de
los venezolanos fueron sustituidos por la oligarquía con una
detestable dictadura, nos trajo felizmente la guerra que levanta
sobre sus sangrientas ruinas los estados federales y que tan no-
ble empresa acometida por el patriotismo se trastornaría con
[ 278 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

actos reprobados por su programa y la furia nacional persigue


al insensato que faltase a los deberes contraídos.

Al respecto, la política puesta en práctica por Zamora se


orientaba a ordenar que por ninguna razón se afectara a cualquier
ciudadano independientemente de sus opiniones políticas, más
aún «porque somos revolucionarios, no asesinos», ordenando así
destinar el uso de la fuerza solamente contra los conspiradores
enemigos del nuevo orden social por el que peleaban los secto-
res populares, verdaderos representantes de la soberanía nacional,
mas no así las clases dominantes (Brito Figueroa, 1974/1996:
314, 320, 342).
Tan arraigado tenía en su pensamiento la bandera de la
emancipación social enarbolada durante el proceso de indepen-
dencia, que se sentía muy molesto y dolido por aquellos militares
que participaron del mismo, pero que terminaron aliándose con
una oligarquía que los despreciaba por su origen social humilde,
caracterizada además por rechazar al proyecto bolivariano, es es-
pecial las reivindicaciones sociales y las iniciativas de unión de los
países hispanoamericanos allí contempladas, e impulsadas por el
Padre de la Patria mientras estuvo al mando de la Gran Colom-
bia. Ilustrativo de su sentimiento bolivariano es este párrafo de
una carta suya:
Son insensatos los que olvidando el credo político de la de-
mocracia de la América, símbolo formado por su Libertador
se imbuyeron en las doctrinas del absolutismo escritas sobre
la tumba del Héroe por los enemigos de la Independencia y
señaladas por el salvaje José Antonio Páez, que verdugo de sí
mismo y asesino de la patria, lleva desde entonces el Arca Santa
de nuestros derechos navegando por entre lagos de sangre her-
mana. Contrista el alma ver luchar con el mandato del Padre
de la Patria, que sus últimos votos por la Unión de Colombia,

[ 279 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

a un Laurencio Silva, a un Nicolás Silva que, maltratados por


los enemigos de Colombia, se asocian hoy a la Dictadura con
desprecio de sus glorias, para impedir la realización de la Fede-
ración Venezolana. Empero perdonemos a nuestros enemigos,
y al Estado Federal de Apure, leal con su programa y fiel a los
preceptos del Padre de la Patria, sepulte para siempre en el hon-
do abismo del tiempo las faltas de nuestros enemigos porque
al fin Venezolanos y sobre todo es dogma de la Federación la
fraternidad (Zamora, 1859i: 159, 160).

Eco de su visión integracionista y de los mejores principios


igualitarios de la Revolución Francesa es el contenido de estos
fragmentos de una de sus proclamas:
Barineses: En la memorable acta de independencia del año de
mil ochocientos once, vuestra provincia tuvo la gloria de ser
una de las siete unidas de Venezuela, que por medio de sus
representantes juró ser independiente y constituirse en Esta-
do Federal… levantaréis el Gobierno Federal que asegura para
siempre la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, dogma de la
República genuina, que proclamaron los patriarcas de vuestra
Independencia.
Barineses y Apureños: La Patria os tributa el más sentido reco-
nocimiento por el denuedo, actividad y abnegación patriótica
con que habéis volado al combate para rescatarla… y elevarla al
rango y dignidad de Nación de primer orden, que por la estabi-
lidad, prosperidad y adelantada civilización, le prepara la Fede-
ración Colombiana, consecuencia natural y resultado precioso
de nuestros esfuerzos y sacrificios (Proclama a los barineses y
apureños, 1859, 21 de mayo: 168, 169).

Zamora no era el único que compartía la voluntad de unir


a los países liberados del colonialismo español. Demostrando su
condición de internacionalista revolucionario, para el 2 de no-
[ 280 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

viembre de 1859 se reunió con algunos de sus amigos y les indi-


có que, en caso de desaparecer físicamente, debían continuar la
lucha en Colombia al servicio del General Cipriano Mosquera,
quien combatía por los mismos principios de la Federación (Brito
Figueroa, 1974/1996: 378, 449, 450). Con mucha anterioridad,
en Barinas escuchó la proclama del general José Antonio Lina-
res, efectuada el 26 de junio de 1859 y citada por Ruiz Guevara
(1977/2009: 67, 68):
Nacido en el territorio de los libres granadinos y formado en las
doctrinas republicanas de sus ilustrados hijos, debla a ejemplos
de ellos, ofrecerme a la libertad. Así, y teniendo presente que
venezolanos y granadinos derramaron juntos su sangre en los
campos de batalla por la independencia, conducidos por el ge-
nio del gran Bolívar, os llamé a las armas el diez y nueve de julio
del año pasado de cincuenta y ocho, para rescatar los derechos
de Venezuela de la más detestable tiranía…
El Libertador de Colombia, el gran Bolívar, comprendiendo
que la insubordinación y los crímenes del tirano José Antonio
Páez de traer la destrucción de la colosal obra de Colombia,
la muerte en patíbulos y destierros de tantos campeones de la
libertad, pretendió justiciarlo; no lo hizo y Colombia no fue; su
padre y fundador de cinco naciones murió, y hasta hoy había-
mos quedado sometidos a la oligarquía de los godos y al despo-
tismo de los tiranos y dictadores: no olvidéis las lecciones de la
historia para poner a cubierto de los ataques de los enemigos de
la libertad y la Federación…

Parte de sus inquietudes van orientadas no solo a rescatar la


idea de la Gran Colombia como referente de unión entre nues-
tros pueblos, sino que esta carecería de sentido al no fundarse so-
bre la igualdad social y la participación protagónica del pueblo en
la conducción de su propio destino y en el disfrute de las riquezas
[ 281 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

producidas por su propio trabajo. Por un lado, en el contexto


histórico de la lucha de clases existente en una sociedad agraria
como la venezolana, Zamora tiene toda la razón cuando reitera
que «la tierra no es de nadie, es de todos en uso y costumbres, y
además, antes de la llegada de los españoles, los abuelos de los
godos de hoy, la tierra era común, como lo es el agua, el aire y
el sol… La propiedad es un robo cuando no es conseguida por
el trabajo» (Brito Figueroa, 1974/1996: 346). Por otro lado, de
acuerdo a una de sus proclamas:
… se acerca el deseado momento de fundar el Gobierno Fede-
ral que da al pueblo la dirección y manejo de sus propios inte-
reses, sin sujeción a ningún otro poder, y asegura un porvenir
de gloria y bienandanza a todos los venezolanos.
… solo el pueblo quiere su bien y es dueño de su suerte, y que
de hoy más «Venezuela no será patrimonio de ninguna familia
ni persona».
… hagamos el postrer esfuerzo que pueda necesitar de noso-
tros para dejar cumplida la gran misión que nos ha confiado,
y veréis abierta la nueva era de la Federación Colombiana; que
fueron los últimos votos de nuestro Libertador, el Gran Bolívar
(Zamora Barinas, 1859e: 168).

Por encima del significado social que de hecho el pueblo le


daba al concepto real de Federación —de lo cual estaban cons-
cientes Zamora y muchos otros— como la mejor forma de orga-
nización política (en el sentido amplio de la palabra «política»)
según la realidad nacional, regional y local de Venezuela para el
momento histórico que atravesaba, el resto de las naciones debían
respetar esa voluntad soberana del pueblo. Para hacer del cono-
cimiento, ante los representantes diplomáticos de otros países,
la situación de Barinas como estado soberano integrante de la

[ 282 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

proyectada Federación (que se constituiría más adelante con el


resto de las provincias de Venezuela), Zamora (1859j) les dirige
una carta donde demuestra tener conocimiento acerca de los an-
tecedentes históricos ocurridos en otras latitudes para justificar
la aparición de dicha Federación. Esa carta se las remitió, como
prueba de su celo por la soberanía nacional, en protesta por la
injerencia de esos diplomáticos en los asuntos venezolanos, inte-
resados en proteger a los comerciantes especuladores extranjeros
que fueron expropiados por Zamora debido a su alianza con la
oligarquía conservadora (Brito Figueroa, 1974/1996: 344, 345).
En sintonía con su propósito de que se le diera poder al pue-
blo, o mejor dicho, de que lo ejerciera (pues siempre lo ha tenido
pero lo ignoraba), Zamora considera que esto sólo será posible si
el pueblo se organiza para materializarlo explícitamente, sin caer
en la dependencia hacia ningún funcionario del Estado, según se
desprende de los siguientes planteamientos:
Considerando los motivos políticos que reclama la pronta or-
ganización del poder político en ese cantón bajo los principios
aclamados y consagrados en las actas de pronunciamiento por
la Federación, en los cantones que componían la antigua pro-
vincia de Barinas, como verá Ud. en el boletín que le acom-
paño, y para evitar las malas interpretaciones que hasta hoy se
ha dado a la organización de ese cantón con la creación de un
solo jefe civil y otro militar para regir sus destinos, procederá
inmediatamente a la elección de los jueces del poder judicial
y a constituir el poder municipal tal como existía y con las
mismas atribuciones que le señala la ley, pues en nada se opone
al Gobierno federal, antes al contrario en su forma (Zamora,
1859f: 41).

En ese mismo orden de ideas, el aparato de Estado no es un


fin en sí mismo sino un medio para que los sectores populares
[ 283 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

puedan alcanzar sus más elevados fines, y quien desempeñe un


cargo público debe estar a su servicio bajo la premisa de «hablar
siempre con el pueblo, escuchar siempre al pueblo» (Brito Figue-
roa, 1974/1996: 337), sin secuestrar para sí y su grupo las atri-
buciones propias del pueblo organizado. Dos breves anécdotas
narradas por Villanueva (1898/2002: 171) confirman este pare-
cer de Zamora sobre lo que ahora se conoce como Poder Popular:
Formó Zamora de la Provincia de Portuguesa otro Estado Fe-
deral bajo las mismas bases que el de Barinas; y como en cierta
ocasión nombrara el General Aranguren, Jefe Militar del Nor-
te, algunos empleados civiles, le ordenó que revocase los nom-
bramientos, porque tal atribución no correspondía sino a los
Concejos Municipales.
Y como un aspirante a la Presidencia del nuevo Estado de Por-
tuguesa solicitara su favor para conseguir este puesto, contestó
Zamora que él no estaba haciendo guerras para imponer go-
bernantes a los pueblos, sino al revés, para que los pueblos se
gobernaran por sí, pues era de este modo como él entendía el
liberalismo y la Federación.

En ese sentido, el nivel de conciencia de muchos partidarios


de la Revolución que impulsaba Zamora era lo suficientemente
elevado como para que se dieran escenarios de participación pro-
tagónica popular. Muestra de ello fue la Asamblea Pública efec-
tuada en Barinas el 22 de mayo de 1859, elegida por el pueblo
bajo el principio de la democracia directa, y con carácter de «po-
der constituyente provisional» (Brito Figueroa, 1974/1996: 338).
Con la palabra Federación, Zamora (1859c: 140) sintetiza su
ideario político cuando dice que «ha llegado el momento de vues-
tros pronunciamientos: proclamad el Evangelio práctico de los
principios políticos. La igualdad entre los venezolanos, el imperio

[ 284 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

de la mayoría, la verdadera República, la Federación», exhorta-


ción con la que evidencia ser «fiel a los principios republicanos,
y dispuesto siempre al sacrificio de mis bienes y de mi vida por
la santa causa del pueblo» (Zamora, 1859d: 167). Buen mereci-
miento de su labor, como cuadro revolucionario del pueblo en
armas, es la condecoración que recibe el 14 de junio de 1859, del
Concejo Municipal de Barinas, con el título de Valiente Ciuda-
dano (Villanueva, 1898/2002: 161), manifestando previamente
que «valientes, valientes somos todos los soldados de la revolu-
ción, valiente es el pueblo venezolano que se alzó contra la tiranía
goda y ahora lucha desnudo y con hambre», pero aceptando lue-
go ese título por tener «presente que él encierra los deberes que
el ciudadano tiene para con su patria en los momentos que ha de
vencer o morir por ella» (Brito Figueroa, 1974/71996: 345).
Su permanente y coherente actitud como revolucionario lo
hacía valedor del título que se ganara por el justo agradecimiento
del pueblo. Es valiosa la profunda carga ideológica implícita en su
vivencia cotidiana durante la Guerra Federal, la cual es ratificada
por Brito Figueroa (1974/1996: 428) y estimada de este modo
por Villanueva (1898/2002: 172):
Era un fanático, y como tal, probo y desinteresado. Propúsose
consustanciarse con el pueblo en sus costumbres, maneras y
modo de hablar: por eso decía, los godos, los coloraos, y solta-
ba a cada paso expresiones vulgares que la tropa oía con gusto.
Comía con los soldados y los quería, los amaba y era amado
de ellos.
En los combates planeaba a algún oficial, flojo, pero jamás a un
soldado. Supo infundir a todos la convicción de su pericia, de
su competencia y de su privilegio de invencible.
Un día se presentó una mujer llorando, porque un soldado le
había robado unas prendas.
[ 285 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Las prendas no valían mayor cosa. Zamora llamó al soldado;


y delante de él le hizo pagar a la mujer lo que ella decía que
valían, que no pasaba de 2 a 3 pesos.
Despidió a la mujer, y después que ésta se hubo ido, le dice
al soldado, delante de sus edecanes, del Secretario, Licenciado
Iriarte, y otras personas:
—¿Cómo se ha atrevido usted a robar a esta infeliz? ¿Qué va
usted a remediarse con esas miserables prendas? ¿No sabe usted
que la gente del pueblo es sagrada? Le haré dar a usted unos
palos para castigarlo.
—Lo que debe cogerse son los ganados, bestias, y tiendas de
los godos; porque con esas propiedades es con lo que ellos se
imponen, y oprimen al pueblo.
—A los godos se debe dejar en camisa, pero la gente del pue-
blo, igual, a usted, se respeta y se protege.
Y siguió discurriendo sobre estas ideas enteramente revolucio-
narias, todo con el propósito de infundir a la tropa amor al
pueblo y odio a los ricos, aunque fueran liberales; pues decía
que las mismas haciendas de los Pulidos, aunque estos eran
liberales, debían destruirse, porque si no los godos las tomarían
para hacer daño a los liberales.
Eso sí, decía, no se debe coger sino lo indispensable para la
tropa, para comer, vestirse y pelear.
Se la pasaba siempre hablando al pueblo y a la tropa; y decía,
entre otras cosas dignas de mención, que los militares no de-
bían morir en camas, sino en el campo de batalla; ni molestar a
sus familias con sus padecimientos.

Como estratega bien formado para encabezar la lucha cívi-


co-militar de clases de los pobres contra la oligarquía, Zamora
no se guiaba unilateralmente por los conocimientos generales
[ 286 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

adquiridos en la Academia Militar, que le serían útiles junto a la


experiencia adquirida previamente en numerosos encuentros con
las fuerzas adversarias, siempre y cuando contribuyesen a ganar
la victoria según las condiciones particulares del campo de bata-
lla. La batalla de Santa Inés sobresale entre la numerosa serie de
acometidas ganadas en su lucha contra las tropas de la oligarquía
conservadora. A juicio de Pérez Arcay (1974/1989: 120), citado
por Ruiz Guevara (1977/2009: 119):
Ese hombre, manojo de nervios a quien el bravo pueblo bauti-
zó con el nombre de «Valiente Ciudadano» estudió muy poco
la abstracta teoría de la ciencia militar; por oposición, era más
bien un comandante práctico y dinámico; sus investigaciones
militares eran de campo, no bibliográficas. No obstante, tuvo
excepcionales dotes de mando y singular imaginación creadora
para realizar operaciones tácticas que resultaron victoriosas. De
sus fulgurantes campañas militares se deduce que había guarda-
do en su pupila de soldado y grabado en su mente maniobris-
ta muchas clásicas jugadas con que algunos grandes capitanes
coronaron sus victorias, esas trampas mortales en que habrían
caído los más avisados conductores de tropas de otros tiempos.

De nada sirve poseer destreza militar si se carece de concien-


cia social ni de conocimientos que la sustente. Zamora prestaba
igual atención a la formación militar y a la formación sociopolí-
tica del pueblo en armas, según su consigna «trabajar y estudiar,
estudiar y trabajar». Las normas revolucionarias adoptadas por su
Estado Mayor eran explicadas a sus oficiales, y estos las replicaban
a los soldados y a los civiles (donde había mujeres, ancianos y has-
ta niños) que los acompañaban en la realización de tareas que no
eran militares (en perfecta Unidad Cívico-Militar sustentadora
de un ejército que es el pueblo en armas). Zamora educaba dan-
do el ejemplo a los demás. La asistencia era obligatoria (incluso
[ 287 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

para Zamora) a las reuniones de un círculo de discusión sobre


problemas políticos y estratégico-militares. Los oficiales y solda-
dos analfabetos estaban obligados a aprender a leer y escribir en
escuelas de primeras letras creadas en los cuarteles, entregándose
miles de cartillas para uso de ellos y del resto del pueblo. Las
tropas participaban en la limpieza y reconstrucción de las ciuda-
des. Entre sus fuerzas, Zamora escogía a los mejores individuos
para cargos clave, llamándose soldados zamoristas por voluntad
propia. Este hecho respondía al interés de «formar un ejército
revolucionario dentro del ejército federal y una asociación de re-
volucionarios verdaderos en el seno del Partido Liberal» (Brito
Figueroa, 1974/1996: 314, 415, 342).
Aparte de sus tareas específicamente militares, Zamora las
complementaba con otras de tipo informativo entre las masas
populares, que para él constituían «la retaguardia del pueblo en
armas». Puesto que «el pueblo tiene que saber por qué lucha su
ejército, porque esta es una guerra del pueblo para su bien… es
una revolución», crea el Boletín Oficial del Ejército Federal de
Occidente para informar al pueblo de las proclamas, las órdenes
militares, el desarrollo de la guerra y los crímenes de los oligarcas
(Brito Figueroa, 1974/1996: 292). Por tanto, en estas líneas y en
otras anteriormente expuestas se evidencia que Zamora concebía
la Unión Cívico-Militar abarcaba dialécticamente tanto los ám-
bitos castrense y político, además de estar consciente de que la lu-
cha cívico-militar de clases también se da en la esfera ideológica.
La vida y obra del Valiente Ciudadano y General del Pue-
blo Soberano constituye un hito fundamental en la memoria co-
lectiva del pueblo venezolano, ameritándose ahondar más en su
estudio y en la concreción de sus ideales, continuados posterior-
mente a su ausencia física ocurrida cuando ya se habían cumplido
veintinueve años de la partida de Simón Bolívar y cinco años de
[ 288 ]
Génesis de un nuevo pensamiento

que Simón Rodríguez emprendiera el mismo camino, justo en


la misma época en que Karl Marx contaba con cuarenta y un
años de edad, y Federico Engels rondaba tenía treinta y nueve
años de existencia. Mayores pormenores acerca de Zamora y su
gesta revolucionaria se pueden consultar tanto en las fuentes aquí
referidas como en el trabajo Ezequiel Zamora: Líder popular y
estratega militar de la revista Memorias de Venezuela Nº 11 (2009:
30-47) y en los libros de Pérez Ramírez (sf ), Navarro (sf/1976),
Landaeta Rosales (1897; sf/1961), Alvarado (1909/1975), Curiel
Aular (1960), B. González (1975), Tapia (1992; 2004), Botello
(1994), R. Martínez (2004), A. Rodríguez (2005) y Calzadilla
(2011). Aparte de ampliarse en esos textos muchos de los aspectos
aquí tratados, es de notarse el profundo menosprecio que hacia
Zamora sentía la godarria de entonces, heredada o adoptada por
sus actuales descendientes ideológicos enquistados en las institu-
ciones que han convertido en trincheras del academicismo histo-
riográfico oligárquico-burgués, cuyos intelectuales y personeros
al servicio de las clases dominantes usan arteramente el argumen-
to de querer desmontar una infundada «mitificación» de Zamora
para descalificar las cualidades humanas que lo engrandecen ante
la pequeñez y mezquindad de sus enemigos de clase.
Con todo lo aquí descrito acerca de pensamiento y la acción
de Zamora en guiar al pueblo sobre la intención de hacer la Re-
volución, no es sorprendente que la aterrorizada oligarquía con-
servadora estuviera dispuesta a ceder parte del territorio nacional
(como el área de la Guayana Esequiba) a Inglaterra o Estados
Unidos, potencias imperialistas que en contrapartida debían ase-
gurar militarmente los intereses y las propiedades de la godarria
contra las «hordas» seguidoras del «bandido» Zamora (Brito Fi-
gueroa, 1974/1996: 390, 462-464), ni tampoco es extraño que la
oligarquía liberal pactara con su par conservadora en función de
[ 289 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

asegurar una convivencia económica y políticamente beneficiosa


para ambos, pero sobre todo para evitar el triunfo revoluciona-
rio del pueblo por crear una sociedad igualitaria, y abocándose
a perseguir con saña a los partidarios de Zamora (Brito Figue-
roa, 1974/1996: 348-356, 373-375, 419, 468), deseo legítimo
que ambas facciones oligárquicas apoyarían teóricamente a nivel
discursivo para engañar a los sectores populares, pero que en la
práctica no permitirían su materialización.
Viendo estos hechos desde la presente perspectiva histórica,
existe un paralelismo peculiar entre los mismos y la actuación
de la burguesía tradicional y sus agentes de la derecha apátrida
y fascista contra la Revolución Bolivariana, en artera alianza con
la burguesía emergente y sus agentes de la derecha reformista y
oportunista enquistados entre las filas revolucionarias y el aparato
de Estado, sectores que en última instancia llegarían a estar de
acuerdo para consolidar el capitalismo en nombre del Socialismo,
capaces de llegar al extremo —guiados por su ideología burguesa
y pequeñoburguesa— de perseguir a las fuerzas genuinamente
revolucionarias si lograran anular a su líder… en nombre del So-
cialismo, creyendo repetir así el letargo que sufrió el pueblo con
la ausencia provocada de Zamora.
Si el pueblo detuvo momentáneamente el Proceso Revolu-
cionario —iniciado por Guacaipuro y el Negro Miguel— con
motivo del fallecimiento de Simón Bolívar (¿Posiblemente ase-
sinado?) y Ezequiel Zamora (¡Realmente asesinado!), el legado
de ambos unido al de Simón Rodríguez (trío personificador del
Árbol de las Tres Raíces) lo orienta a continuar, bajo condicio-
nes favorables y durante determinadas épocas, en su praxis para
continuar la lucha hasta la victoria final y hacer irreversible el
Socialismo. ¡El pueblo vive! ¡La lucha sigue!

[ 290 ]
Praxis del ideario de la Revolución
Bolivariana desde 1992

Las respectivas horas que duraron rebeliones cívico-militares del


4 de febrero (4-F) y del 27 de noviembre de 1992 (27-N) «fue-
ron suficientes para activar los mecanismos psicosociales ador-
mecidos por años y poner en movimiento fuerzas transformado-
ras que descansaban en la esencia del ser nacional» (H. Chávez,
1993/2007: 33).
Ambas acciones tuvieron limitada participación popular, en
contraste con las grandes simpatías que despertó en las clases domi-
nadas por ser acciones efectuadas contra el poder del Pacto de Pun-
to Fijo y asumidas abiertamente por sus responsables, rompiéndose
de esa manera las prácticas políticas vigentes para ese momento
cuando el Comandante Chávez surge como un símbolo en el idea-
rio emancipador del pueblo, fungiendo como un antipolítico al
ser portador de una praxis contraria a la del estereotipado político
de carrera, convirtiéndose en enlace para distintas corrientes del
pensamiento. Este proceso ocurre desde las cárceles donde se en-
cuentran recluidos los participantes en los dos alzamientos, reen-
contrándose desde allí con los sectores populares y reforzando su
concepción de democracia participativa, representando para Chá-
vez y sus compañeros la oportunidad para reflexionar y madurar
política e intelectualmente (El Troudi y Bonilla, 2004: 120, 121,
[291]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

123). En ese sentido logra que sus compañeros aprueben, con po-
cos cambios, el Proyecto Nacional Simón Bolívar como plataforma
ideológica-programática para la toma del poder, establecida en el
documento de su coautoría ¿Cómo salir del laberinto? (elaborado en
julio de 1992 y presentado por el MBR-200 en septiembre de ese
año), donde se señala que la toma del poder se realizará en la Etapa
de Transición seguida de la Etapa del Proyecto Nacional Simón
Bolívar; desde la toma efectiva del poder ambas etapas consumirán
veinte años para crear una nueva sociedad, cuya base será la fusión
cívico-militar (H. Chávez, 1993/2007: 45; Elizalde y Báez, 2004:
373; Garrido, 2007b; Observatorio Socialista de Venezuela Nº 11,
2009: 3). Ya Chávez (1993/2007: 40) tenía planteada la idea de
que «el MBR-200 se convierta en un arrollador movimiento Polí-
tico-Social que tramonte este siglo, unido a los diversos sectores y
fuerzas que optan por la transformación estructural del sistema, en
sus componentes político-jurídico, económico-social e ideológico».
Al darse a conocer ante la opinión pública nacional duran-
te la rebelión del 4-F, y de allí en adelante, Chávez ha sabido
potenciar las características de personalidad en la el imaginario
colectivo del pueblo, comprendiendo los significados que este
percibe en su persona como el venezolano sensible y humilde que
derrotó a las clases dominantes, el carácter llanero de su familia
y de su proceder, el militar de temple opuesto a la masacre de su
pueblo, el pelotero, el estudioso de la historia patria y mundial,
el orador que mantiene contacto físico con las masas que lo ro-
dean, el valiente que asumió y asume sus responsabilidades, el
político que actúa incansable por la felicidad de su pueblo y por
la patria grande como un proyecto y un sueño de alcance conti-
nental, sus promesas cumplidas, su frase «Por ahora», su evoca-
ción del verdadero Jesús partidario de los humildes (no el de los
jerarcas eclesiásticos seguidores de las peores causas) acompañado

[ 292 ]
Praxis del ideario de la Revolución Bolivariana desde 1992

de Bolívar, Rodríguez, Zamora, Sucre y el resto de los héroes de la


guerra de independencia, y el líder de la Revolución Bolivariana
vista como una apropiación nacionalista centrada en los aconte-
cimientos de nuestra historia y Chávez, su principal agente de
retención (El Troudi y Bonilla, 2004: 276, 277).
No es un mero azar metafísico ni un capricho emocional el
hecho de que Chávez se convirtiese en un personaje cuyo lide-
razgo ha trascendido las fronteras geográficas de Venezuela. Sus
condiciones personales se ajustan a las exigencias que demandan
los procesos nacionales e internacionales, en búsqueda de una di-
reccionalidad personificada en quien represente los anhelos trans-
formadores de los pueblos por creer que otro mundo mejor es
posible, pero también necesario por la capacidad destructora del
capitalismo sobre el ser humano, la sociedad y la naturaleza, pu-
diéndose sustituir por otro sistema capaz de desarrollar las capa-
cidades productivas en tal forma que genere suficiente bienestar
económico y social para todos, siempre y cuando asegure el equi-
librio del ser humano con la naturaleza y la sociedad. Con sus
habilidades, destrezas y talentos, cada individuo puede contribuir
al cambio de la historia si se inserta en las tendencias que rigen al
movimiento de la sociedad, es decir, la historia la hacen las masas,
no los individuos aislados de estas. Para Plejánov (1898/2007):
… las cualidades intelectuales y morales del hombre que des-
empeña un papel más o menos importante en la vida social,
su talento, sus conocimientos, su decisión o indecisión, su va-
lor o cobardía, etc., no podían dejar de ejercer una influencia
notable en el curso y el desenlace de los acontecimientos, y,
sin embargo, estas cualidades no se explican solamente por las
leyes generales del desarrollo de los pueblos, sino que se forman
siempre y en alto grado bajo la influencia de lo que podríamos
llamar casualidades de la vida privada (pp. 32, 33).

[ 293 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Se… puede objetar que el grado de la influencia personal de-


pende asimismo del talento del individuo. Pero el individuo no
puede poner de manifiesto su talento sino cuando ocupa en la
sociedad la situación necesaria para poderlo hacer… la organi-
zación de la sociedad… determina en cada época concreta el
papel y, por consiguiente, la importancia social que puede tocar
en suerte a los individuos dotados de talento o que carecen de
él (pp. 38, 39).
… los individuos ejercen, con frecuencia, una gran influencia
en el destino de la sociedad, pero esta influencia está determi-
nada por la estructura interna de aquella y por su relación con
otras sociedades (p. 41).
La causa determinante de las relaciones sociales reside en el
estado de las fuerzas productivas. Este estado depende de las
particularidades individuales de diferentes personas, única-
mente, en el sentido de una mayor o menor capacidad de ta-
les individuos para impulsar los perfeccionamientos técnicos,
descubrimientos e inventos… Pero ninguna otra particulari-
dad probable garantiza a personas aisladas el ejercicio de una
influencia directa en el estado de las fuerzas productivas y, por
consiguiente, en las relaciones sociales por ellas condicionada,
es decir, en las relaciones económicas. Cualesquiera que sean
las particularidades de un determinado individuo, éste no pue-
de eliminar unas determinadas relaciones económicas cuando
éstas corresponden a un determinado estado de las fuerzas pro-
ductivas. Pero las particularidades individuales de la personali-
dad la hacen más o menos apta para satisfacer las necesidades
sociales que surgen en virtud de unas relaciones económicas
determinadas o para oponerse a esta satisfacción (pp. 41, 42).
… no obstante, el resultado final del movimiento revolucio-
nario no habría sido de ningún modo «contrario» al resultado
real. Gracias a las particularidades de su inteligencia y de su
carácter, las personalidades influyentes pueden hacer variar el
[ 294 ]
Praxis del ideario de la Revolución Bolivariana desde 1992

aspecto individual de los acontecimientos y algunas de sus con-


secuencias particulares, pero no pueden alterar su orientación
general, que está determinada por otras fuerzas (p. 45).
Dos condiciones son necesarias para que el hombre dotado de
cierto talento ejerza, gracias a él, una gran influencia sobre el
curso de los acontecimientos. Es preciso, en primer término,
que su talento corresponda mejor que los demás a las necesida-
des sociales de una época determinada… En segundo lugar, el
régimen social vigente no debe obstaculizar el camino al indi-
viduo dotado de un determinado talento necesario y útil justo
en ese momento concreto (p. 47).
… particularidades individuales de las personalidades emi-
nentes determinan las características individuales de los acon-
tecimientos históricos, y el elemento accidental… desempeña
siempre algún papel en el curso de estos acontecimientos, cuya
orientación está determinada, en última instancia, por las lla-
madas causas generales, es decir, exactamente, por el desarro-
llo de las fuerzas productivas y las relaciones mutuas entre los
hombres en el proceso económico-social de la producción. Los
fenómenos casuales y las particularidades individuales de las
personalidades destacadas son incomparablemente más paten-
tes que las causas generales profundas (p. 51).
Actualmente, ya no es posible considerar a la naturaleza hu-
mana como la causa determinante y más general del movi-
miento histórico: si es constante, no puede explicar el curso,
variable en extremo, de la historia, y si cambia, es evidente que
sus cambios están condicionados por el movimiento histórico.
Debemos reconocer que la causa determinante y más general
del movimiento histórico de la humanidad es el desarrollo de
las fuerzas productivas, que son las que condicionan los cam-
bios sucesivos en las relaciones sociales de los hombres. Al lado
de esta causa general hay causas particulares, es decir, la situa-
ción histórica en la cual tiene lugar el desarrollo de las fuerzas
[ 295 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

productivas de una nación dada y que, en última instancia, en


sí misma es creada por el desarrollo de estas mismas fuerzas en
otras naciones, es decir, por la misma causa general (p. 54, 55).
Finalmente, la influencia de las causas particulares se completa
por las causas singulares, es decir, por las particularidades in-
dividuales de los hombres públicos y por otras «casualidades»,
en virtud de las cuales, los acontecimientos adquieren, a fin de
cuentas, su aspecto individual. Las causas singulares no pueden
originar cambios radicales en la acción de las causas generales
y particulares, que, por otra parte, condicionan la orientación
y los límites de la influencia de las causas singulares. Pero, no
obstante, es indudable que la historia tomaría otro aspecto si
las causas singulares, que ejercen influencia sobre ella, fuesen
sustituidas por otras del mismo orden (p. 55).
Las relaciones sociales tienen su lógica, en la medida que los
hombres se encuentran en determinadas relaciones mutuas,
ellos necesariamente sentirán, pensarán y obrarán así y, no de
un modo diferente. Sería inútil que la personalidad eminente se
empeñara en luchar contra esta lógica, la marcha natural de las
cosas (es decir, la misma lógica de las relaciones sociales) reduci-
ría a la nada sus esfuerzos. Pero si yo sé en qué sentido se modi-
fican las relaciones sociales en virtud de determinados cambios
en el proceso social y económico de la producción, sé también
en qué sentido se modificará a su vez la psicología social, por
consiguiente, tengo la posibilidad de influir sobre ella. Influir
sobre la psicología social es influir sobre los acontecimientos his-
tóricos. Se puede afirmar, por lo tanto, que, en cierto sentido,
yo puedo, con todo, hacer la historia, y no tengo necesidad de
esperar hasta que la historia «se haga» (pp. 56, 57).

Sin desmeritar la importancia del liderazgo de Chávez, en


razón al escenario que se ha creado en Venezuela a nivel nacio-
nal e internacional, el Proceso Revolucionario se habría dado
[ 296 ]
Praxis del ideario de la Revolución Bolivariana desde 1992

igualmente con o sin su presencia, asumiendo la responsabilidad


de conducirlo otro individuo surgido del pueblo y cuya presencia
coincida con la existencia de ese proceso, donde él lo pueda orien-
tar de igual, peor o mejor manera que Chávez, pero ese factor no
destruiría a la Revolución Bolivariana pues esta es una necesidad
histórica del pueblo venezolano, sólo que asumiría otras formas,
otros nombres, otras vías. Más allá de tales planteamientos, lo
cierto es que en la actualidad nadie más que Chávez es quien pue-
de contribuir a que aparezca el relevo generacional que continúe
el rumbo al Socialismo, incluso en el caso de ocurrir su desapa-
rición del plano físico, pues su legado posee una trascendencia
capaz de mantenerlo a él eternamente presente a través de otros
que encarnen y perfeccionen tal legado para el pueblo venezolano
y el resto de la humanidad.

3.1. Chávez emerge como líder de la Revolución Bolivariana

El proceso vivido por el Comandante Chávez en su prisión le im-


plicó establecer nuevas relaciones con personajes del mundo polí-
tico como Luis Miquilena, José Vicente Rangel y Domingo Alber-
to Rangel, coincidiendo en la línea abstencionista de este último
cuando en diciembre de 1993 Chávez llamó a la abstención del
pueblo en las elecciones presidenciales de ese año, donde resultó
electo Rafael Caldera, quien por presión popular firmó su indulto
el sábado 26 de marzo de 1994, saliendo al día siguiente de la
prisión de Yare (Elizalde y Báez, 2004: 374). También entre los
distintos personeros intelectuales que se abocaron a crear opciones
programáticas para el futuro del país, Chávez entabló vínculos con
el grupo universitario Garibaldi de la Universidad Central de Ve-
nezuela (UCV) dirigido por Adina Bastidas y Jorge Giordani, re-
dactándose desde allí la Agenda Alternativa Bolivariana como pro-
grama para la Etapa de Transición mencionada en el texto ¿Cómo

[ 297 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

salir del laberinto?, programa este cuya discusión y aprobación se


efectuó entre los años 1993 y 1996, proceso iniciado con la identi-
ficación sustancial a nivel estratégico entre los planteamientos del
grupo Garibaldi y los sostenidos en el documento antes referido
(H. Chávez, 1993/2007: 43-45; Garrido, 2007b).
Por otra parte, durante su permanencia en la cárcel mantuvo
contacto por vía epistolar desde 1992 con los militares carapin-
tadas que años antes se habían alzado en Argentina. Esta última
relación se produjo a raíz de una entrevista donde el Comandan-
te Chávez afirmó que el movimiento del 4-F era revolucionario,
no como el de los gorilas del Cono Sur, recibiendo luego en la
cárcel una carta de los militares carapintadas argentinos, donde
se definían como peronistas y nacionalistas, reclamándole a Chá-
vez el calificativo que usó contra ellos, y quien les respondió que
tenía interés en conocer más sobre el peronismo (Garrido, 2003;
2007a: 62-64; 2007b).
Ya estando en libertad los participantes de las rebeliones cí-
vico-militares de 1992, a partir del MBR-200 se empezó a cons-
tituir el Movimiento V República o MVR desde abril de 1994
(versión civil del primero) bajo la conducción del Comandante
Chávez (Elizalde y Báez, 2004: 113, 374), quien empieza a reco-
rrer el país para consolidar un movimiento revolucionario boli-
variano, y manteniendo con sus demás compañeros una misma
unidad estratégica sobre una visión de país, pero dividen su con-
ducción táctica respecto a las elecciones regionales de 1994 para
las gobernaciones de estado, pues por un lado Arias Cárdenas se
postula para terminar ganando el cargo de gobernador de Zulia,
demostrando así la posibilidad de los militares revolucionarios
para dirigir los cambios desde el aparato estatal, pero por otro
lado Chávez convoca a la abstención y el voto nulo como parte
de su crítica al modelo de democracia representativa, afianzando

[ 298 ]
Praxis del ideario de la Revolución Bolivariana desde 1992

su relación con corrientes transformadoras de la sociedad, parti-


cipando entre 1994 y 1995 en numerosas reuniones de trabajo,
estando acompañado entre otros por Domingo Alberto Rangel
(El Troudi y Bonilla, 2004: 123, 124, 128, 129).
No obstante lo antes expuesto, teniendo Chávez a Luis Mi-
quilena como uno de sus nuevos asesores, este se basó en encues-
tas con el propósito de convencerlo sobre la pertinencia de la vía
electoral como una posibilidad para la toma del poder, surgiendo
así el concepto de «Revolución pacífica y democrática», plantea-
miento consistente en «tomar el poder por la vía electoral para,
desde el Gobierno, proceder a implantar el modelo revoluciona-
rio», de acuerdo a William Izarra, quien fue llamado por Chávez
para integrarse al nuevo equipo revolucionario (Garrido, 2002;
2003). Tal hecho es coherente con la nueva posición de Chávez
(1993/2007: 27), cuando durante su prisión en la cárcel de Yare
señaló que:
La actual Ley del Sufragio y la Ley de Partidos Políticos son
mecanismos de dominación que asesinan la soberanía popular
y el espíritu democrático de los venezolanos.
Por otra parte, hay que señalar que los objetivos del MBR 200
están trazados a largo plazo y serán las situaciones futuras las
que definan las opciones tácticas y estratégicas que habrán de
ser asumidas con criterios de viabilidad política y social.
Y aún a riesgo de parecer cansón, lo voy a repetir nuevamente:
si las clases dominantes no ceden en su empeño anti-histórico,
la Fuerza Armada Bolivariana y el Pueblo de Venezuela volve-
remos a cantar con el huracán…

Entretanto, y al poco tiempo de haber salido de la cárcel,


para ese mismo año 1994 Chávez viaja a Argentina para ser re-
cibido por los carapintadas, conociendo a su asesor el sociólogo
[ 299 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Norberto Ceresole (Garrido, 2007a: 64), desarrollándose una in-


tensa relación intelectual entre ambos y de quien, sobre la esfera
del poder nacional, tomó elementos de su idea de la «Posdemocra-
cia», sintetizada en la fórmula Caudillo-Ejército-Pueblo, donde el
primero precisa gobernar con legitimidad electoral expresada por
la frase «Con Chávez manda el pueblo», el cual le da el mandato
para hacer la Revolución, pero a través de las Fuerzas Armadas
como verdadero partido de la misma, evitando de ese modo caer
en los inconvenientes creados en las discusiones partidistas de la
democracia representativa, las cuales diluyen el poder y lo hacen
degradarse en un estado definitivo de desorden; en ese sentido,
Chávez considera que el poder debe ser de base cívico-militar, no
solamente militar (no pudiéndosele acusar de militarista si con
las FAN no pretende sustituir al pueblo, sino más bien rescatarla
como parte útil de la sociedad, o sea, como pueblo en armas).
Ahora, sobre la esfera del poder internacional, Chávez adoptó
de Ceresole la tesis de la multipolaridad antiglobal, política abo-
cada a la reunión de todos los gobiernos y movimientos antiim-
perialistas en «ejes» y «polos» de poder para construir un mundo
pluripolar, capaz de enfrentar al mundo unipolar liderado hege-
mónicamente por Estados Unidos. Finalmente, dentro de estos
esquemas se considera que la Revolución tiene alcance continen-
tal y mundial, en un escenario multipolar, donde para ese fin
son útiles todos los factores antiglobalizadores sin discriminación
ideológica (Garrido, 2002: 2; 2003; 2007a: 56; 2007b).
La agitación existente durante el año 1996 podía conllevar
a un choque de gran magnitud entre los sectores socialmente
excluidos y los que se beneficiaban del poder constituido, de-
terminando entre los grupos revolucionarios y bolivarianos la
necesidad de reunirse para definir su actuación ante las circuns-
tancias prevalecientes y futuras, sumado a que Chávez opta por
[ 300 ]
Praxis del ideario de la Revolución Bolivariana desde 1992

el camino electoral porque sus contactos en las FAN le informan


que carecen de fuerza para garantizar un nueva rebelión. Ya para
el martes 17 de diciembre la Asamblea Nacional del Movimiento
Bolivariano decide por mayoría la participación de este en las
elecciones presidenciales de 1998, así como consultar y legitimar
ese designio con la posterior consulta que se le debía hacer a las
bases del movimiento, lo cual ocurre durante el primer trimestre
de 1997, dando como resultado que la mayoría de estas avalan
la decisión en cuestión, perfilándose sin lugar a dudas el eviden-
te liderazgo y la potencial candidatura del Comandante Chávez,
haciéndose necesaria una estructura político-electoral para iniciar
la tarea de llegar al poder por medio de los votos. Por tanto, en
una Asamblea del MBR-200 efectuada en Valencia durante el
mes de abril de 1997 se decide conformar el MVR como partido
político, acción caracterizada como un giro táctico que sustenta-
ba orgánicamente al ideario bolivariano y al conjunto de orga-
nizaciones que lo avalan, en el marco de este razonamiento: «Si
no podemos tomar el poder por la vía revolucionaria armada, lo
haremos por la vía electoral, para luego instalar la revolución».
Para el sábado 19 de abril Chávez inscribe al MVR en el registro
electoral y se transforma en su candidato presidencial, mientras
que los principales operadores políticos son Luis Miquilena y José
Vicente Rangel, el ideólogo es Norberto Ceresole, y el operador
programático es Jorge Giordani (El Troudi y Bonilla, 2004: 130-
132; Elizalde y Báez, 2004: 375; Garrido, 2007b).
Un año antes el Comandante Chávez había lanzado ante la
opinión pública una plataforma programática denominada Agen-
da Alternativa Bolivariana (1996/2007) o AAB, futura síntesis
orientadora de su discurso político para la campaña electoral de
1998, y la cual es resultado del trabajo de numerosos partici-
pantes (como el grupo Garibaldi de la UCV) en el proceso de
[ 301 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

construcción propositiva para la acción política en los asuntos


públicos, y que se desarrolló con mayor vigor luego de la excar-
celación de Chávez (El Troudi y Bonilla, 2004: 137), quien en la
presentación de ese programa efectuada en Punto Fijo el 22 de
julio de 1996, nos dice que esta surge como:
(…) producto del estudio, del pensamiento, del trabajo y la
experiencia de hombres y mujeres que hemos comprometido
nuestra acción vital con una doble y formidable tarea: la muer-
te de lo viejo y el nacimiento de lo nuevo. La AAB, Agenda
Alternativa Bolivariana, rompe con el fundamento neoliberal,
se rebela contra él; derriba los estrechos y negros muros de la
visión unilateral, fragmentaria y reduccionista; para mirar en
derredor y percibir la realidad en toda su magnitud, a través de
un enfoque humanístico, integral, holístico y ecológico (Agen-
da Alternativa Bolivariana, 1996/2007: 12).
Así, la estrategia bolivariana se plantea no solamente la rees-
tructuración del Estado, sino de todo el sistema político, des-
de sus fundamentos filosóficos mismos hasta sus componentes
y las relaciones que los regulan. Por esa razón, hablamos del
proceso necesario de reconstitución o refundación del Poder
Nacional en todas sus facetas, basado en la legitimidad y en la
soberanía. El poder constituido no tiene, a estas alturas, la más
mínima capacidad para hacerlo, por lo que habremos, necesa-
riamente, de recurrir al Poder Constituyente, para ir hacia la
instauración de la Quinta República: la República Bolivariana
(Agenda Alternativa Bolivariana, 1996/2007: 13).

Partiendo de una postura crítica contra el Pacto de Punto


Fijo y el neoliberalismo, el objetivo general expuesto en la AAB
es el de «elevar en el corto plazo el nivel y calidad de vida de la
población venezolana, por encima del umbral básico, constituido
por el conjunto de sus necesidades» físicas, sociales, culturales y

[ 302 ]
Praxis del ideario de la Revolución Bolivariana desde 1992

políticas, dadas estas últimas por la participación y el protagonis-


mo), así como «contribuir a la reivindicación de nuestra indepen-
dencia nacional y a la reafirmación de nuestra soberanía» (Agenda
Alternativa Bolivariana, 1996/2007: 9-13, 17, 18).
Por otra parte, también se contempla que la ciencia, la téc-
nica, la cultura y la educación son «factores directos de la pro-
ducción económica, del poder político y de la toma de decisio-
nes en la administración pública y privada», por lo que deben
ser «componentes estratégicos de cualquier proyecto político»,
anunciándose dentro de la AAB la presentación del Plan Alterno
Simón Rodríguez, imbuido en el proyecto de educación popular
del maestro del Libertador, planteado para enfrentar la grave si-
tuación que para entonces sufría la niñez, la juventud y la fuerza
laboral en el aspecto formativo, reivindicando «la educación pú-
blica, gratuita y obligatoria, como un derecho de todos los ve-
nezolanos» (Agenda Alternativa Bolivariana, 1996/2007: 26, 27,
29, 30). Algunos lineamientos básicos del Plan Alterno Simón
Rodríguez se expresan como:
• La educación, cultura, ciencia y tecnología contendrían ideas
fundamentales del pensamiento robinsoniano, en términos del
bienestar de la sociedad, la solidaridad humana y la valoración
de la ética política.
• La educación, cultura, ciencia y tecnología son imprescindibles
para alcanzar la meta de satisfacer las necesidades básicas de la
población. Ellas son, por tanto, esenciales; pero, al mismo tiem-
po, costosas, y corresponde al Estado la responsabilidad funda-
mental de garantizar los recursos necesarios para su adecuado
funcionamiento.
• Democratización de la educación, cultura, ciencia y tecnología.
Es decir, colocarlas bajo la responsabilidad de todo el cuerpo
social y no dejarlas en manos de las cúpulas.

[ 303 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

• Orientación latinoamericana de la educación, cultura, ciencia y


tecnología, dentro de la estrategia de reintegración de la Nación
Latinoamericana, para incrementar nuestra capacidad de recu-
perar la soberanía y la independencia.

En torno a la candidatura del Comandante Chávez para las


elecciones presidenciales, regionales y parlamentarias de 1998 se
había nucleado el Polo Patriótico, una alianza entre el MVR y
otros partidos que se dedicó a estructurar las distintas planchas
para los cargos de elección popular más que en elaborar un pro-
grama conjunto, permitiendo el posicionamiento de la AAB (El
Troudi y Bonilla, 2004: 134), piso conceptual de La propuesta
de Hugo Chávez para transformar a Venezuela: Una revolución de-
mocrática (1998), donde se expone el propósito de transformar
estructuralmente a la sociedad venezolana a través de un modelo
de revolución pacífica y democrática garantizada por el apoyo
permanente de las mayorías, estableciendo la necesidad de contar
tanto con una alianza de fuerzas transformadoras (dada ya por el
Polo Patriótico) como con la capacidad de visualizar y planificar
el proceso de cambios según un conjunto de áreas y una serie de
fases que estructuraban un Proyecto de Transición a una situación
deseada y distinta a la dejada por el Pacto de Punto Fijo. Aquí se
evidencia la siguiente afirmación de Chávez (1993/2007: 44):
Es sumamente importante tomar como punto de partida que
una Fuerza Social debe poseer, además de la voluntad, una ca-
pacidad de acción suficiente para generar eficazmente hechos
sociales y políticos que promuevan verdaderamente los cam-
bios profundos que requiere la actual situación del País.

En La propuesta de Hugo Chávez… (1998) se considera


que el Proyecto de Transición debe incluir los polos de Equi-
librio Político, Social (hacia una sociedad justa), Económico
[ 304 ]
Praxis del ideario de la Revolución Bolivariana desde 1992

(humanista, autogestionario y competitivo), Territorial (des-


concentración para el desarrollo sustentable) y Mundial (sobe-
ranía y mundialización), de donde se generaría una etapa de
discusiones para crear un documento más profundo y sólido
que haga realidad un Proyecto Nacional. Estos polos fueron re-
sumidos de la siguiente forma:
Así tenemos que el documento presenta en primer lugar el Polo
macropolítico, cuya línea central es el proceso constituyente y
su objetivo de transformar el marco político-jurídico actual, ya
agotado, para dar paso a una auténtica democracia participa-
tiva. Al mismo tiempo, esta búsqueda del equilibrio político a
través de la Asamblea Constituyente, indica la primera fase del
Proyecto de Transición.
Luego aparecen en orden sucesivo el Polo de desconcentración
territorial, el desarrollo humano para lograr el equilibrio social,
la transformación productiva para el equilibrio económico,
haciendo énfasis en la disciplina macroeconómica y finalmen-
te, la visión internacional y geopolítica del Proyecto, orienta-
da dentro de la mundialización reinante, con una concepción
clara hacia las relaciones de paz y mutuo respeto con todas las
naciones del mundo.

Contando con estas ideas como parte del debate electoral, el


Polo Patriótico planteó al electorado el interés de apuntalar una
profunda alianza cívico-militar garante de la estabilidad y el avan-
ce de la vía revolucionario escogida, así como promover la con-
vocatoria inmediata a una constituyente originaria (El Troudi y
Bonilla, 2004: 142). Ambas determinaciones fueron adoptadas
firmemente por el pueblo al triunfar el domingo 6 de diciembre
de 1998, con el Comandante Chávez a la cabeza de la Revolución
Bolivariana ahora instalada como gobierno, inspirada en el pensa-
miento de personajes que vivieron en el siglo xix (Simón Bolívar,
[ 305 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora) pues ellos enarbolaron ideas


absolutamente vigentes para el siglo xxi (Harnecker, 2003a: 2).
La Revolución Bolivariana no iba a dejar de serlo por el hecho
de que su líder haya procedido a transitar la vía electoral para la
toma del poder, ni implicaba seguir reproduciendo el pasado pun-
tofijista, siendo pertinente lo que expresa Izarra (2009: 57-58):
Aunque el cambio de paradigma se inclinó por las elecciones,
eso no significa que el modelo político revolucionario tiene que
ser igual al representativo. Es más, hay que diferenciar muy
bien, y con sus respectivas especificidades, entre lo que es ganar
las elecciones como acto burocrático o tomar el poder como
acto revolucionario… Para ambos actos se emplea el método
electoral, pero el burocrático es darle continuidad a la demo-
cracia representativa. Es mantener el Estado concebido para el
usufructo del poder. Es seguir sosteniendo a los representantes
electos como cúpulas y así materializar la «teoría del mangui-
to». Esta se refiere a darle un solo manguito al pueblo, mien-
tras que las cúpulas se quedan con la mata entera, cargada de
jugosos y dulces mangos. La misma mata que le pertenece al
pueblo. Pero este, adormecido por sus limitaciones, no la re-
clama… Algunos «revolucionarios» que no se han dado cuenta
todavía de las diferencias ideológicas entre lo representativo y
lo revolucionario asumen las elecciones como acto burocrático.
Aspiran el poder no para el pueblo sino para usufructuarlo.

3.2. Chávez emerge como presidente bolivariano y «postmoderno»

Inmediatamente después de su juramentación como Presidente


de la República, ocurrida el martes 2 de febrero de 1999, ese mis-
mo día el Comandante Chávez firma su primer decreto convo-
cando a un referéndum consultivo para que el pueblo expresara su
voluntad de cambiar la Constitución de 1961. Los resultados del
referéndum efectuado el domingo 25 de abril de 1999 hicieron
[ 306 ]
Praxis del ideario de la Revolución Bolivariana desde 1992

posible la realización de la contienda electoral de rigor para la


consiguiente conformación de la Asamblea Nacional Constitu-
yente, cuyos integrantes fueron seleccionados en la jornada elec-
toral del domingo 25 de julio de 1999, la gran mayoría de los
cuales eran integrantes del Polo Patriótico. Como resultado de las
deliberaciones de esa asamblea (que duró en funciones entre el
martes 3 de agosto de 1999 y el sábado 30 de enero de 2000), la
actual Constitución de la República Bolivariana de Venezuela es
aprobada en virtud de los resultados del referéndum consultivo
efectuado el miércoles 15 de diciembre de 1999. Luego de ese re-
feréndum, se procedió a la relegitimización de los poderes públi-
cos mediante los procesos electorales de los días domingo 30 de
julio (presidente, gobernadores, alcaldes y diputados) y domingo
3 de diciembre de 2000 (concejales y juntas parroquiales), en los
cuales se impuso el Polo Patriótico (El Troudi y Bonilla, 2004:
146, 164-166, 182, 186).
La realización del proceso constituyente se expresaría en el
enfrentamiento entre dos modelos de país representados respec-
tivamente en el poder constituido (representado por las clases
dominantes, los partidos tradicionales, el aparato de Estado bur-
gués, los círculos militares corruptos y reaccionarios, entre otros)
y el poder constituyente (vale decir, el pueblo en defensa de los
intereses de los explotados y la reivindicación de sus derechos),
que viene siendo «recreación de todas las relaciones de poder y de
negociación interinstitucionales, pero también es antipoder que
construye con el mayor consenso posible caminos alternativos
para el futuro social», según El Troudi y Bonilla (2004: 158, 162).
Puesto que los referentes operacionales para impulsar la AAB
(y por tanto la propuesta electoral de Chávez) lo constituyen la
construcción de canales permanentes de participación que sus-
tenten y profundicen el modelo de democracia participativa y

[ 307 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

protagónica (El Troudi y Bonilla, 2004: 145), además de con-


siderar la influencia tenida por el Pacto de Punto Fijo y todo lo
que ello implica en el plano sociocultural, convertir en realidad
concreta una Constitución alimentada en las premisas de la AAB
implica un intenso período de transición entre lo viejo que se
niega a morir y lo nuevo que lucha por nacer, a riesgo de darse
marchas y contramarchas, avances y retrocesos.
Igualmente se destaca que se mantiene la esencia capitalista
del viejo Estado burgués en el nuevo Estado diseñado constitu-
cionalmente con adopción de otras formas jurídicas, reflejo esto
de lo descrito en el párrafo anterior, y evidenciado en buena parte
del articulado de la Carta Magna aún vigente desde 1999, lo cual
también va acompañado con aquellas tendencias económicas
capitalistas allí presentes, entre otros aspectos cuestionables en
una Constitución donde no se pueden subestimar las posibili-
dades y alcances progresistas o revolucionarios que obtuvieron
rango legal, pero que antes formaron parte de las reivindicaciones
y banderas de lucha de los movimientos sociales y revoluciona-
rios durante la existencia del Pacto de Punto Fijo, tales como
por ejemplo en materia de derechos educativos, salud y partici-
pación política del pueblo en la toma de decisiones, así como de
su ejecución y control dentro y fuera de las instituciones públi-
cas, prácticas estas ligadas a la necesaria transformación radical
del modelo de Estado por medio de la misma Constitución (M.
Ávila y L. Martínez, 2001; C. Alvarado, M. Martínez, S. Vivas,
y otros, 2008: 114-117; Edward Ceballos, 2009: 47-55; Escarrá,
2009); es decir, se presenta la disyuntiva dialéctica de intentar
transformar la realidad existente para adaptarla a la normativa de
una situación teóricamente diseñada.
Toda Revolución dispuesta a no convertirse en una caricatu-
ra de sí misma debe enfrentar las tendencias que buscan atenuarla
[ 308 ]
Praxis del ideario de la Revolución Bolivariana desde 1992

por distintos medios para que sólo se limite a cambiar la forma o


expresión visible de cualquier hecho, es decir, reformarlo sin que
se produzcan modificaciones de fondo en la estructura o esencia
del mismo. Si las fuerzas que sostienen a la Revolución busca de
reflejarla a través de leyes que la viabilicen, lo mismo intentarán
hacer los partidarios del reformismo. Por lo tanto, la conducta
reformista es una manifestación contrarrevolucionaria que inclu-
so ha sido asimilada por supuestos «revolucionarios» portadores
de analfabetismo ideológico que debilitan y minimizan la acción
revolucionaria (Izarra, 2009: 53, 55, 46) en cualquier espacio,
sobre todo si llegan a ocupar estratégicas posiciones de poder.
Gazapos, equívocos, contradicciones y ambigüedades que fa-
vorecen intencionadamente a la burguesía y sus agentes políticos
existen a lo largo de la Constitución de 1999, tales como los que
señala Samán (2007) en el tópico de la propiedad intelectual, y
Britto García (2007) acerca de las inversiones nacionales y ex-
tranjeras, siendo estas aberraciones jurídicas especialmente lesivas
a los intereses de nuestro pueblo, no obstante aceptadas con com-
placencia de los sectores abiertamente contrarrevolucionarios, y
por otros que comparten su visión pero encubriéndola bajo un
discurso progresista o reformista sostenido desde posiciones bu-
rocráticas que ocupan en la estructura del Estado burgués. Más
contundente no podía ser Chávez (2007):
Ustedes saben que esta Constitución nació en el medio de la
tormenta, ustedes recuerdan que incluso ustedes mismos de-
tectaron un equipo de constituyentistas que después de los de-
bates y la discusión abierta que aquí se daba, donde participó
todo el pueblo y todos los sectores sociales, religiosos, políticos,
no hubo uno solo que se haya quedado sin participar, después
que se daban aquellos debates, allá en la oscuridad de una ofi-
cina, un grupo de constituyentistas, traicionando el espíritu de

[ 309 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

la Constituyente y del pueblo, modificaban artículos. Eso se


detectó y se descubrió.
Pero aun así, aquí quedaron infiltrados muchos gazapos del vie-
jo orden, del viejo régimen y otros elementos que no quedaron
bien firmes, bien ajustados, bien delineados (p. 62).
… algunos artículos de nuestra Constitución que deben ser re-
formados (no cabe duda). El artículo 302, por ejemplo, donde
el Estado se reserva la actividad petrolera, pero no así la gasí-
fera. Es una sola palabra pero las palabras son las palabras. Ahí
debe estar es «la actividad de hidrocarburos líquidos, sólidos y
gaseosos» (p. 63).
El Artículo 303 también dice que el Estado se reserva la sobe-
ranía, por razones de soberanía económica, política y de estra-
tegia nacional, el Estado conservará la totalidad de las acciones
de Petróleos de Venezuela o del ente creado para el manejo de
la industria petrolera, pero viene aquí el pero: «exceptuando las
de las filiales, asociaciones estratégicas, empresas y cualquier
otra que se haya constituido o se constituya como consecuencia
del desarrollo de negocios de Petróleos de Venezuela», ¡la pri-
vatización, pues! Esto hay que cerrarlo, hay que modificarlo: ni
filial, ni nada; ¡aquí no se privatiza más nada! (p. 64).
… seguramente me lo oyeron decir en varias ocasiones: ¿es que
Venezuela necesariamente debe estar dividida política y terri-
torialmente como está? Señores gobernadores, vamos a pre-
guntarnos eso, vamos a barajar la partida. Espero que ningún
gobernador o gobernadora se ponga a defender intereses regio-
nales por sobre el interés nacional.
¿Venezuela (repito la pregunta) necesariamente, obligatoria-
mente, [tiene que estar dividida política y territorialmente
como está], no hay otro modo? Claro que hay otros modos de
organización territorial. Yo diría que a nivel de estados la situa-
ción no es grave, pero donde sí es grave es a nivel municipal.

[ 310 ]
Praxis del ideario de la Revolución Bolivariana desde 1992

¿Venezuela necesita estar dividida en tantos municipios como


hoy tenemos…? Ésa es la Cuarta República viva: burocracia,
corrupción, ineficiencia. Eso es, está intacto el modelo, ¡cam-
biémoslo! (p. 65).
[Así como] hay municipios que tienen una extensión de terri-
torio gigantesca, hay otros que tienen poco territorio y están
superpoblados, sin capacidad de maniobra ni de decisiones y
casi todo el presupuesto se va en la burocracia; y cada quien
quiere tener asesores, chofer y camioneta (de las buenas) y pala-
cio además. Está viva la Cuarta República a esos niveles, vamos
a demolerla (p. 66).

Empero, semejante marco legal facilita, en el caso del Po-


der Ejecutivo, la sustentación jurídica de las Líneas Generales del
Plan del Desarrollo Económico y Social de la Nación 2001-2007
o Pdesn 2001-2007, el primero de la nueva era constitucional,
publicado por el entonces Ministerio de Planificación y Desa-
rrollo, y basado en los cinco polos o ejes de equilibrio esbozados
en la AAB, desde donde se enraizaba pasando cronológicamente
por el Programa Económico de Transición 1999-2000 (junio de
1999), el Programa Económico 2000 (marzo 2000), y el Progra-
ma de Gobierno: «La propuesta de Hugo Chávez para continuar la
Revolución» (mayo de 2000). Concebido en su momento para
un período de seis años, la visión de desarrollo del Pdesn 2001-
2007 (7, 8) contempla un mayor plazo, tiempo durante el cual
la concreción de los cinco ejes de equilibrio estaba dada en fun-
ción de la participación protagónica del pueblo como elemento
catalizador del cambio estructural a lugar para superar la crisis
estructural heredada, permitiendo consolidar las bases principis-
tas y políticas de «la interacción dinámica del crecimiento econó-
mico sostenido, las efectivas oportunidades y equidades sociales,
la dinámica territorial y ambiental sustentables, la ampliación de
[ 311 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

las oportunidades ciudadanas y la diversificación multipolar de


las relaciones internacionales».
El Comandante Chávez muestra claridad sobre los mecanis-
mos que deben utilizar la Revolución Bolivariana —al ser esta
pacífica, democrática y participativa— en contra de la actividad
conspirativa y subversiva que hacia él se empezaba a generar por
parte de la oposición contrarrevolucionaria en sus primeros años
de gestión, enfrentada además a problemas ocasionados por un
aparato de Estado en gran parte corrupto, burocratista y adverso
a su acción de gobierno (Izarra, 2009: 51). Chávez entiende que
una revolución democrática y participativa sólo es sostenible a
través del tiempo si genera amplios mecanismos, canales y expre-
siones de participación popular a distintos niveles (El Troudi y
Bonilla, 2004; 199), y que al ser también pacífica no se concreta
la vía violenta, dificultándose el tránsito hacia las metas de la Re-
volución cuando se busca la toma del poder por la vía electoral,
no teniendo aquella un instructivo preelaborado que le impida
inventarse a sí misma ante cualquier situación de acuerdo a algún
manual de procedimientos (Izarra, 2009: 52).
Para actuar contra las situaciones negativas antes mencio-
nadas, a mediados del año 2001 convoca a la conformación de
los llamados Círculos Bolivarianos, los cuales crea oficialmente
el lunes 11 de junio de 2001, y que de acuerdo a la publicación
Círculos Bolivarianos del Comando Supremo Revolucionario Bo-
livariano (CSRB), eran grupos inspirados y organizados ideológi-
camente en torno al Árbol de las Tres Raíces, debiéndose reunir
sus integrantes con el fin de discutir y atacar los problemas de su
comunidad y canalizarlos a través de los organismo competen-
tes, para buscar su pronta solución basándose en la Constitución.
Estos grupos de carácter estructuralmente político-social (no
político-partidista ni político-gubernamental) debían asumir las
[ 312 ]
Praxis del ideario de la Revolución Bolivariana desde 1992

directivas políticas del CSRB y del Comandante Chávez, quien


los juramentó como su máximo dirigente en un acto de masas
efectuado el lunes 17 de diciembre de 2001, sirviendo desde ese
momento como instrumento social de base para la resistencia y la
reconstrucción nacional (El Troudi y Bonilla, 2004: 199).
Formalmente los Círculos Bolivarianos no tenían una perso-
nalidad jurídica propia ni estaban adscritos a ningún organismo
gubernamental, por lo que su creación no formaba parte de una
política pública (era más bien una iniciativa política de Chávez
al margen del aparato estatal), pero sí era un producto de la apli-
cación del principio de la democracia participativa y protagónica
como política pública. Tal hecho es explicable pues el propósito
de la existencia de estas agrupaciones no era servir de apéndice
administrativo del Estado (ni tampoco de los partidos), sino más
bien estaba muy en consonancia con la intención de contribuir a
la aparición de las redes sociales, tal como se indica en las Líneas
Generales del Pdesn 2001-2007, por lo que los Círculos Bolivaria-
nos constituyen la primera experiencia masiva (y exitosa en mayor
o menor grado) de construcción de instancias organizadas de Po-
der Popular, precedente de gran utilidad para la futura aparición
de otras expresiones organizativas socio-comunitarias. En muchas
capas de la población quedó ese legado en su imaginario colecti-
vo, aunque haya decaído la existencia de los Círculos Bolivarianos
sin que estos hayan desaparecido en su totalidad hasta los actua-
les momentos, reconociéndose el mérito de haber contribuido al
forjamiento de redes populares de movilización política y social,
tanto frente a problemas cotidianos de ámbito comunitario y lo-
cal, como a coyunturas nacionales de extrema gravedad para la su-
pervivencia del Proceso Revolucionario y hasta del pueblo mismo.
Durante el mandato de los regímenes puntofijistas, mediante
el uso dispendioso de la renta petrolera estos estimularon una
[ 313 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

cultura clientelista —con sus distintas manifestaciones— en el


seno de vastas capas de la población sin distinción de clases so-
ciales, naturalizados aceptablemente para las clases dominantes y
la pequeñoburguesía pero vulgarizados despectivamente para los
sectores populares como efecto de los aparatos ideológicos del or-
den capitalista. A esto se agrega la magnitud de la crisis dejada en
el país por esos regímenes junto a la inoperancia de funcionarios
burocratizados desde mucho antes en la recién heredada institu-
cionalidad, escenario este donde entre los años 1999 y 2001 el
gobierno del Comandante Chávez puso en marcha el Plan Bolí-
var 2000, de naturaleza cívico-militar, cuya orientación fue la de
aportar soluciones circunstanciales para los problemas urgentes
de la población a escala nacional mediante la participación ciu-
dadana; lamentablemente, hubo casos de mal manejo y escasa
transparencia del presupuesto destinado al Plan Bolívar 2000,
donde se evidenciaron prácticas de la cultura política puntofijista
que todavía perviven en el Proceso Revolucionario, encarnándose
por sectores que se mimetizan en su seno para integrarse a las
clases dominantes, y cuyos esfuerzos están «asociados al capital
del cual se disponga y… siempre intentarán —estos sectores atra-
sados— crear y sostener mecanismos de corrupción que les per-
mitieran entrar en los selectos grupos de importadores, propieta-
rios de tierras y coordinadores de la nueva casta gubernamental».
Paralelamente a este fenómeno, como los problemas estructurales
que sufría el pueblo no se resolvían con medidas coyunturales
que sólo los paliaban a corto plazo aunque los ameritasen con
urgencia, el gobierno del Chávez reconfiguró sus líneas de acción
para dar paso al Pdesn 2001-2007 (El Troudi y Bonilla, 2004:
183-185, 195).
Aparte del lanzamiento de este último plan, para ese mis-
mo año 2001 Chávez hizo lo mismo con un paquete de Leyes
[ 314 ]
Praxis del ideario de la Revolución Bolivariana desde 1992

Habilitantes cuyo «contenido no tocó la estructura de clases,


pero sí los intereses de los sectores más poderosos de las cla-
ses dominantes», las cuales reaccionaron con la realización de
paro empresarial de doce (12) horas, apoyado por la oposición y
efectuado el lunes 10 de diciembre de 2001 (El Troudi y Boni-
lla, 2004: 200, 201), pero que más bien sirvió como catalizador
inmediato de la efervescencia popular favorable a los Círculos
Bolivarianos, y contribuyó a propiciar una separación paulatina
del gobierno con respecto a los grupos más oportunistas que
desviaban o intentaban desviar el discurso y la acción guberna-
mental, sobre todo al ser parte de un gabinete ministerial donde
habían elementos civiles y militares de extrema derecha y de iz-
quierda, pero cuyo perfil se fue haciendo progresivamente más
avanzado con la presencia de militares conjurados del 4-F y el
27-N, tecnocracia progresista y revolucionarios de izquierda en
la gestión de Chávez, la cual quedaba en riesgo por las veleidades
de aquellos grupos por querer convertirse en una nueva burgue-
sía nacional, buscando mutilar a la Revolución Bolivariana para
convertirla en una revolución democrático-burguesa (El Troudi
y Bonilla, 2004: 190, 191, 196).
Las anteriores contradicciones dieron lugar al abortado golpe
de Estado fascista del jueves 11 de abril de 2002 y el fracasado
Sabotaje Patronal y Petrolero ocurrido entre el domingo 2 de di-
ciembre de 2002 y el lunes 3 de febrero de 2003, coyunturas
estas agregadas antes y después a otras dirigidas por la burguesía
y el imperialismo (movilizando a las fuerzas políticas contrarre-
volucionarias y amplias capas de la pequeñoburguesía), que con
toda las repercusiones del caso no pudieron destruir al Proceso
Revolucionario ni mucho menos acabar o desgastar el liderazgo
nacional e internacional del Comandante Chávez (El Troudi y
Bonilla, 2004: 200-227, 237-240, 256-260; Los Documentos del
[ 315 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Golpe, 2009; Villegas, 2009; Memorias de Venezuela Nº 8, 2009:


46-61). Más bien ambas coyunturas le sirvieron para la profundi-
zación y consolidación de la Revolución Bolivariana en los planos
objetivo y subjetivo, dejando enseñanzas enriquecedoras y resul-
tados sustanciales a mediano y largo plazo.
Tomando como punto de partida a lo dicho por El Troudi y
Bonilla (2004: 228-230, 234-237), sumado a las ideas expuestas
en los documentos Las misiones, campo para la organización y la
concientización social (sf ) y Misiones Bolivarianas (del año 2007),
es sabido que la institucionalidad heredada de puntofijismo fue
diseñada y fortalecida, no para resolver los problemas del pueblo,
sino para mantener la dominación de la burguesía y el imperia-
lismo; más que para resolver problemas a los sectores explotados
y desfavorecidos, en realidad actúa para amortiguarles soluciones,
dado que allí todavía están enquistados los intereses de poderosos
grupos políticos y económicos, tanto de los existentes antes de
la aparición del gobierno de Chávez como de los que se crearon
después a costa y en contra del Proceso Revolucionario, aunque
aparenten estar apoyándolo incluso teniendo presencia dentro del
aparato de Estado burgués. Esa institucionalidad, inoperante y
dominada por esquemas burocráticos incompatibles con la aper-
tura democrática que promueve la participación protagónica de
las comunidades en los asuntos públicos, no estaba en capacidad
de dar respuestas oportunas a las demandas de la población en
alimentación, salud, educación, trabajo, vivienda, identidad ciu-
dadana, etc., problemas creados por el capitalismo. Para subsanar
este déficit se comienzan a diseñar —con apoyo de Cuba— las
Misiones Sociales desde el año 2003, creadas como planes para la
implementación de las políticas públicas de inclusión educativa,
sanitaria, cultural, alimentaria, etc., desde la gente y con la gente,
con el fin de atender las necesidades más sentidas del colectivo
[ 316 ]
Praxis del ideario de la Revolución Bolivariana desde 1992

nacional, superando las acciones de los órganos públicos estata-


les, cuya función institucional se relacionaba formalmente con
los temas atendidos. El mismo pueblo fue aportando ideas y so-
luciones que eran incorporadas a los programas y proyectos con-
tenidos en las misiones.
Con las misiones, el Proceso Revolucionario registra un pun-
to de quiebre en su dinámica constructiva. Adoptado el marco
legal necesario para las grandes transformaciones instadas por el
Proceso Revolucionario, cuanto antes era necesario trascender
al terreno de lo concreto en contracorriente a las pautas legales
vigentes e iniciar políticas francas que propiciaran soluciones a
los problemas estructurales de la sociedad. En poco tiempo las
misiones se convirtieron en dispositivos de empoderamiento po-
pular, formación de conciencia revolucionaria, y activación de su
poder mediante el conocimiento cultural junto al acercamiento
entre los ciudadanos y su realidad tanto pasada como actual, re-
cuperándose el sentido del individuo a partir del colectivo al que
pertenece como condición para destruir la fragmentación social
mediante la organización de las comunidades, las cuales deben
empoderarse del ejercicio de la contraloría social con el fin de
vigilar la eficiencia de la gestión pública.
La praxis política en procesos complejos, diversos y hasta
contradictorios va construyendo diversidad de caminos por don-
de prosigue la posible aplicación tangible de los constructos teó-
ricos y planes operacionales, elaborados de acuerdo a las ideas y
principios existentes de manera puramente abstracta, sometién-
dose a cambios de naturaleza dialéctica por parte de sus creadores.
Considerando lo afirmado por El Troudi (2005: 12, 20) junto
con Bonilla (2004: 291-294), después de la realización del Refe-
réndum Revocatorio Presidencial (llamado también ratificatorio
por sus resultados) del domingo 15 de agosto de 2004, y de las
[ 317 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

elecciones de nuevos alcaldes, gobernadores y concejales llevadas


a cabo el domingo 31 de octubre de ese mismo año (favorables
a los partidos del Bloque del Cambio, antes llamado Polo Pa-
triótico), se efectuó en Fuerte Tiuna el Taller de Alto Nivel «El
Nuevo Mapa Estratégico» entre los días viernes 12 y sábado 13 de
noviembre, con la presencia del Comandante Chávez y dirigido
a los ministros, gobernadores y alcaldes en ejercicio, quedando
tres años para la culminación de las Líneas Generales del Pdesn
2001-2007, reconociéndose la nueva realidad creada en razón a
los avances parciales obtenidos en su aplicación, por lo que di-
cho taller estaba en función de ajustar e intentar la concreción
efectiva de ese plan a nivel nacional, regional y local, contándose
con la participación de las instancias de los poderes públicos y
de las distintas expresiones organizativas del pueblo, ejerciendo
estas últimas el principio de la contraloría social sobre la acción
gubernamental. Resultado de ese taller es el documento La Nueva
Etapa, El Nuevo Mapa Estratégico (2004).
Conviene resaltar que hasta el momento el Comandante
Chávez nunca se había proclamado socialista, cuando en sus dis-
cursos e intervenciones planteaba el Bolivarianismo o Árbol de
las Tres Raíces como ideología política, y la instauración de un
capitalismo «con rostro humano» (en respuesta al capitalismo
neoliberal) como doctrina económica, idea reiterada por él du-
rante mucho tiempo.
Al respecto, determinados sectores revolucionarios en Améri-
ca Latina (incluyendo a Venezuela) partieron de su propia histo-
ria y cultura, enarbolando tanto la percepción de Bolívar bajo un
signo revolucionario como la construcción de una alianza entre
sectores nacionalistas y de izquierda. Ambos factores incidieron
hondamente en la conformación de la estructura ideológica del
Proceso Revolucionario liderado por el Comandante Chávez,
[ 318 ]
Praxis del ideario de la Revolución Bolivariana desde 1992

quien al principio reconocía la importancia del aporte de Marx


aún sin considerarse ni marxista ni antimarxista (Harnecker,
2003a: 2), así como planteaba en su momento que ya no eran
adecuadas las categorizaciones de izquierda y derecha para definir
al Proceso Revolucionario, no referido este a un sistema ideológi-
co sino a una fusión ideológica abierta a alianzas según principios
específicos de articulación, selección y combinación dados en
el Árbol de las Tres Raíces, columna ideológica del movimiento
adonde confluyen lo revolucionario, lo nacional, lo antineolibe-
ral, lo cívico-militar y lo popular, así como una concepción de la
democracia popular bolivariana que contradice la geocultura li-
beral. Por otra parte, cuando Chávez precisa el carácter antiexplo-
tador y antiimperialista del Proceso Revolucionario, se excluyen
otros discursos negadores de la existencia de la explotación y el
imperialismo. Sin identificarse todavía con la izquierda ni con la
derecha, el constructo ideológico presentaba una afinidad selec-
tiva hacia creencias, valores e ideas de la izquierda revolucionaria
(Biardeau, 2009: 72, 73, 75, 76).
Chávez se definía como un revolucionario bolivariano, por lo
que no se le podía encasillar como comunista, socialista, social-
demócrata, socialcristiano, liberal o con cualquier denominación
tradicionalmente establecida para catalogar a los dignatarios polí-
ticos, pero llegó a recibir apoyo de quienes se ubicaban en ese es-
pectro ideológico e incluso en la extrema derecha, justificándose
así la percepción de encabezar el primer gobierno postmoderno
del mundo gracias a una revolución también postmoderna. Las
turbulencias ocasionadas por la derecha fascista y la derecha en-
dógena contra la gestión gubernamental condujeron al posicio-
namiento de los factores revolucionarios y contrarrevolucionarios
que, a través de expresiones organizativas y debates jurídicos en
el marco del modelo de democracia participativa y protagónica,
[ 319 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

hicieron ver a Chávez no como un mandatario postmoderno, sino


como el paladín de ese modelo democrático para serle reconocido
su cariz de líder con profundo arraigo popular, sin que por ello
aún pudiera romper con el rasgo ideológicamente variopinto de
su gabinete (El Troudi y Bonilla, 2004: 190, 191)
Cualquiera que haya sido la corriente ideológica que se le
haya podido atribuir al gobierno bolivariano de Chávez indepen-
dientemente de los resultados prácticos de su gestión, es revelado-
ra esta observación de Global Project Italia, un medio alternativo
en internet que aparece citado en el texto Voces del mundo con la
Revolución Bolivariana (2005: 21):
Algunos hablan de una revolución post-moderna, sin saber to-
davía cómo definir lo que está sucediendo en Venezuela. De
hecho, lo que sí puede observarse es una aceleración de la toma
de conciencia por parte de amplios sectores de la población,
sobre todo los pobres, acerca de la posibilidad de participar
activamente en el poder político; de redistribuir la riqueza, de
defender otras representaciones de la realidad diferentes del
neoliberalismo autoritario dominante.

Siendo el postmodernismo un conglomerado de tendencias


opuestas entre sí mismas, originadas por la crisis de la geocultu-
ra liberal y en muchos casos incentivadas para contrarrestar las
visiones críticas al neoliberalismo, se ha inscrito a la propuesta
presentada por la Revolución Bolivariana como pertinente para
un «Estado postmoderno de oposición» (contrario al postmoder-
nismo conformista), por promover el apoyo a la participación
de las organizaciones sociales en los procesos políticos, respaldo
justificado en sus críticas dirigidas a la modernidad capitalista
por incumplir con las expectativas de igualdad, libertad, paz y
solidaridad, para luego reactivar el sentido de la utopía crítica
orientada a su concreción y reinventar la emancipación social con
[ 320 ]
Praxis del ideario de la Revolución Bolivariana desde 1992

alternativas ideológicas de contenido liberador, inconformista y


rebelde, nutridas por la incomodidad, la indignación social y el
inconformismo (De Sousa Santos, 2004; Monedero, 2005: 66;
Aguiló, 2008: 15, 16).
Son estos aspectos progresistas y hasta revolucionarios, prego-
nados por ciertas tendencias del postmodernismo, los que desde
mucho antes han identificado por sí misma la praxis del Proceso
Revolucionario, abiertamente confrontado contra la hegemonía
del pensamiento liberal burgués en sus diversas variantes, lo que
incidirá en su tránsito por distintas etapas donde se irá decantando
y reafirmando su propia identidad en forma enriquecedora hasta
lograr diferenciarse y trascender los esquemas postmodernos.

3.3. Chávez emerge como presidente bolivariano y socialista

Durante el tiempo comprendido desde la insurgencia del MBR-


200 hasta el año 2005, en medio del contexto sociohistórico de
desaliento y descreimiento que predominaba hacia el Marxismo,
a nivel de su propio discurso esta agrupación pregonó abierta-
mente que la Revolución Bolivariana se sustentaba únicamente
sobre el Árbol de las Tres Raíces en el terreno político-ideológico,
definiendo al Proceso Revolucionario como democrático y boli-
variano (hablándose sólo de Revolución Bolivariana), y (contra-
dictoriamente con la esencia progresista de sus propios postulados
político-ideológicos) declarándolo afín desde el punto de vista
político-económico a la llamada Tercera Vía (Bonino, 1998), es
decir, ni capitalista neoliberal ni socialista marxista sino capitalis-
ta humanista, esto como fórmula para asimilarlo como corriente
de centroizquierda, interpretándose esta prédica a modo de un
distanciamiento táctico respecto a la izquierda revolucionaria, lo
que tranquilizaba a algunos sectores económicos y militares (re-
tirados o activos) afectos pero no permeables a posturas radicales
[ 321 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

(Biardeau, 2009: 80), alineándose de esa manera con las posturas


moderadas de la socialdemocracia actual.
De acuerdo a lo publicado el 28 de agosto de 1998 en la pá-
gina 2-1 del diario El Universal (citado por Rodríguez, 2003: 5),
el Comandante Chávez se identificaba con las ideas:
… del primer ministro británico Tony Blair, cuando habla de
la Tercera Vía. En esa misma dirección, avanza también el Pre-
sidente Clinton, me inscribo en ella y seguiremos estudiándola.
Capitalismo, sí, pero que se aleje de los extremos.

Siguiendo en el mismo orden de ideas, según Blanco Muñoz


(1998: 612), Chávez expone lo siguiente:
El proyecto que nosotros estamos diseñando, inventando, se-
guramente tiene elementos del socialismo, del capitalismo, del
ser humano. Desde ese punto de vista, por ejemplo, el modelo
económico lo hemos llamado humanista, como yo lo he expli-
cado en diversos escenarios. Y está compuesto por tres gruesos
factores: uno es el Estado, y la necesidad de un Estado eficaz,
que regule, impulse, promueva, etc. el proceso económico; la
necesidad de un mercado, pero que sea sano, donde de verdad
se cumplan relativamente las leyes de oferta y demanda, no un
mercado monopolizado ni oligopolizado. Y el tercer factor: el
hombre, el ser humano. Por eso es que hemos hablado de un
proyecto humanista.

En el discurso de su primera toma de posesión luego de las


elecciones presidenciales de 1998, Chávez (1999a: 24) declaró que:
El proyecto nuestro no es un proyecto estatista, tampoco es
extremo al neoliberalismo. No, estamos buscando un punto
intermedio, tanto Estado como sea necesario y tanto mercado
como sea posible. La mano invisible del mercado y la mano
visible del Estado.
[ 322 ]
Praxis del ideario de la Revolución Bolivariana desde 1992

Viene siendo pertinente dedicarle unas cuantas líneas a la


así llamada Tercera Vía, un planteamiento desarrollado por el
sociólogo inglés Anthony Giddens, quien, de acuerdo al texto
Socialdemocracia: Documento para talleres sobre Socialdemocracia
del Movimiento Revolucionario Oriental (2006: 7), plantea que:
… la «tercera vía» se refiere a un marco de pensamiento y polí-
tica práctica que busca adoptar la socialdemocracia a un mun-
do que ha cambiado esencialmente a lo largo de las dos o tres
últimas décadas. Es una tercera vía en cuanto que es un intento
por trascender tanto la socialdemocracia a la antigua como el
neoliberalismo.

En términos generales, la Tercera Vía se trató de un proyecto


centro-izquierdista para renovar la socialdemocracia en el marco
de la globalización neoliberal y en respuesta a la ola neoconser-
vadora, sin implicar una reivindicación favorable a las posiciones
marxistas, dada la crisis que sufrió el Estado de Bienestar capita-
lista en Europa a partir de la década del setenta del siglo pasado.
En el centro hegemónico del sistema capitalista mundial, los go-
bernantes que representaron esta tendencia son el británico Tony
Blair y su «Nuevo Laborismo» (1997-2007), el alemán Gerhard
Schröder y su «Nuevo Centro» (1998-2005), y el estadounidense
William «Bill» Clinton (1993-2001). Estos gobiernos aceptaron
las condiciones de disciplina fiscal, estabilidad macroeconómica y
reformas políticas que demandaba el neoliberalismo (por lo cual
se llegó a decir que la Tercera Vía es neoliberalismo disfrazado),
contradiciéndose así con los elementos progresistas de su propio
discurso, y quedando en evidencia la esencia pragmática, sinuosa
y oportunista de la socialdemocracia desde su aparición en el siglo
xix, al adoptar primero el marxismo, posteriormente el libera-
lismo, y finalmente el neoliberalismo en la práctica (Movimien-
to Revolucionario Oriental, 2006: 2, 5-7), vaivenes ideológicos
[ 323 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

tocados en el texto ¿Qué es la socialdemocracia Los principios y


valores de la Tercera Vía? (2005-2006), de la Fundación por la
Socialdemocracia de las Américas.
Otras observaciones que se le pueden hacer a los plantea-
mientos de Giddens aparecen en Ehrke (sf ), Alejandra García
(1999), Cruz (1999), Prati (2000), Ventura (2001), Rodrí-
guez-Arana (2006) y Touraine (2000), para quien:
Hay dos formas de evaluar la tercera vía. O es un anuncio
de la reaparición de los temas propios de la izquierda en un
mundo dominado por políticas de derecha, o… el modo que
tienen los políticos de centroizquierda de hacer una política
de centroderecha.

En todo caso, Giddens busca de justificar teóricamente la po-


sibilidad de resolver las contradicciones del capitalismo… dentro
del capitalismo, sin salir de este o sin superarlo, más bien «huma-
nizándolo» para garantizar su existencia aceptándose previamente
la inexistencia de proyectos o visiones diferentes para sustituirlo,
particularidad que hace a la Tercera Vía como artificio teórico en-
troncado con el discurso del postmodernismo, sin subestimar las
contribuciones que con sentido crítico se les pudieran extraer a am-
bas tendencias para el enriquecimiento del acervo revolucionario.
Los mandatarios anteriormente mencionados protagoniza-
ron una contradicción entre sus discursos sustentados en la Terce-
ra Vía y las políticas de Estado realmente acordes con el capitalis-
mo neoliberal, saliendo del paso con relativo éxito a causa de las
imprecisiones y generalidades de aquella teoría. Tal contradicción
no es igual a la que se presentó en el aspecto político-económico
cuando las declaraciones del Comandante Chávez a favor de la
Tercera Vía se desmarcan en sentido opuesto a su propia ges-
tión de gobierno, la cual en terreno práctico choca frontalmente

[ 324 ]
Praxis del ideario de la Revolución Bolivariana desde 1992

con el neoliberalismo, avalado este por los preceptos más ambi-


guos de la teoría de Giddens, siendo simultáneamente la acción
gubernamental de Chávez en mayor grado coherente —salvo el
desempeño de sectores burocráticos portadores de una praxis di-
ferente— con los principios más avanzados de la Tercera Vía, y
más importante aún, con aquellos referentes discursivos donde se
tranza por el Árbol de las Tres Raíces, siendo indicados seguida-
mente por Chávez (1999b):
… cuando se habla del dogma neoliberal —ojo pelao con el
dogma neoliberal, que pretende sembrar de fundamentalismo
y de pensamiento único lo que debe estar sembrado por ideas
diversas y por inteligencias que van e inteligencias que vie-
nen—, contra el dogma neoliberal invoco lo que pudiéramos
llamar el invencionismo robinsoniano (p. 289).
Contra ese dogma neoliberal, nosotros pudiéramos proponer;
yo propongo, el invencionismo robinsoniano, que proviene de
Robinson, el Rodríguez, el Simón caraqueño, cuando, en las
sociedades americanas, anunciaba su ideario, porque cuando
hablamos de la ideología bolivariana, como ustedes saben lo
venimos pregonando desde hace años, nosotros hemos hablado
del árbol de las tres raíces: la idea bolivariana, la idea robinso-
niana y la idea zamorana (pp. 289, 290).
Como reflexión, nada más para la discusión, cuando hablo
del invencionismo robinsoniano me refiero concretamente a
aquello que decía Samuel Robinson o Simón Carreño o Simón
Rodríguez, qué importa su nombre; el Sócrates de América, el
Rousseau de Venezuela, decía: «Tienen ustedes que hacer dos
revoluciones: la política y la económica. Hagan la revolución
económica y comiéncenla por los campos, la agricultura, la in-
dustria, las artes, las ciencias». He allí algo que va contra el
dogma neoliberal que pretende borrarnos del mapa: el inven-
cionismo robinsoniano (p. 290).
[ 325 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Contra ese dogma del mercado no podemos responder nosotros


con otro dogma, tampoco el extremo del estado. No. Contra
ese dogma no saquemos más dogmas, inventemos modelos pro-
pios… lo que es la fuerza de la nación, lo que es el derecho de
una nación, de un país o de una república a darse su propio mo-
delo económico en función de sus potencialidades, en función
de sus oportunidades, en función de su idiosincrasia (p. 290).
… en Venezuela se hizo popular una expresión, yo la voy a re-
coger: la mano peluda, invisible, del mercado. No arregla socie-
dades el mercado, no hace repúblicas el mercado, no impulsa
desarrollo colectivo el mercado, porque el mercado se basa en
ese dogma del individualismo que ha llevado al mundo a que
seamos unos salvajes luchando unos contra otros (p. 290).
Contra ese dogma neoliberal enfrentemos el hombre, la maravi-
lla que es el ser humano, la idea como centro de acción de una
combinación que bien pudiéramos llamarla entre el mercado y
el estado un binomio, pero más allá de ese binomio, está el ser
humano. Esos son algunos rasgos de una ideología que debe
hacerse concreta y llevada a texto, porque no haríamos nada con
estar declarándonos bolivarianos y robinsonianos y zamoranos
durante siglos si no somos capaces, ahora, cuando la historia y el
momento lo reclama, de sembrar en una nueva carta fundamen-
tal, en la nueva Carta Magna de Venezuela, en el texto político
que va a regir los próximos siglos, la idea bolivariana, esa que
viene desde los siglos perdidos. He allí, una visión general de lo
que es la ideología o los que pudieran ser componentes funda-
mentales de la ideología bolivariana (pp. 290, 291).
Simón Rodríguez decía: «que tenemos que existir para ayudar-
nos los unos a los otros». Esa es la verdadera concepción de las
sociedades americanas a las que se refería Simón Rodríguez o
cuando clamaba por una vida republicana y él decía con cla-
ridad meridiana: «No se llamen a engaño los americanos de

[ 326 ]
Praxis del ideario de la Revolución Bolivariana desde 1992

ahora, aquí no hay república —decía— aquí no hay repúblicas


porque no hay pueblo y no hay pueblo cuando no hay menta-
lidad republicana». Y llamaba a la educación de los niños para
formar la mentalidad republicana y, la mentalidad republicana
no es otra, que el pensamiento y la acción en función de la cosa
pública, en función de la red pública, en función del colectivo,
en función de los demás, en función del interés de la nación
antes que el interés individual (p. 291).

Las anteriores afirmaciones de Chávez ratifican la esencia


ideológica y conceptual contenida en la AAB (1996) y La propues-
ta de Hugo Chávez para transformar a Venezuela: Una revolución
democrática (1998), cuyos planteamientos son evidentemente ne-
gadores del neoliberalismo, y con su puesta en práctica se con-
tribuía al desmantelamiento paulatino de este último. Por estas
razones, era lógicamente previsible que contra la Revolución Boli-
variana surgieran reacciones opuestas por parte del imperialismo,
la burguesía, sectores de la derecha endógena y capas pequeñobur-
guesas alienadas por las empresas privadas de (in)comunicación y
(des)información, hasta el punto de efectuar el golpe de Estado
fascista de 2002 seguido por el Sabotaje Patronal y Petrolero de
2002-2003. Estos son sólo dos ejemplos notables y demostrativos
de que la tendencia ideológica de la Tercera Vía era y es imposi-
ble materializarla consistentemente, tal como era previsible desde
el punto de vista teórico del Marxismo (más concretamente del
Materialismo Histórico), y la experiencia así lo ha demostrado de
acuerdo al mismo Comandante Chávez (2005b: 316):
¿Hay algún camino que nos permita, como algunos dijeron du-
rante mucho tiempo, hay alguna forma que nos pueda permitir
darle un rostro humano al capitalismo? No hay ninguna forma.
Todos los que han pretendido hacerlo han fracasado, la mayo-
ría de las veces eso no ha sido sino un artilugio o una trampa.
[ 327 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Poco más de un año antes de estas palabras, durante los pri-


meros meses del año 2004 el gobierno de Estados Unidos arreció
pública y solapadamente sus campañas y maniobras intervencio-
nistas —comenzadas desde 1998— contra el Proceso Revolucio-
nario (El Troudi y Bonilla, 2004: 252-254) en vista del fracaso
de las acciones conspirativas de los años 2002 y 2003, Chávez
(2004a) reiteró abiertamente el carácter latinoamericanista y anti-
imperialista de la Revolución Bolivariana en un discurso efectua-
do el domingo 29 de febrero frente al Jardín Botánico de Caracas:
El principal objetivo de esta monumental concentración, pre-
via marcha, es decirle «No» al intervencionismo yanqui en Ve-
nezuela. Es decirle «¡Basta!» al gobierno del señor George W.
Bush, gobierno intervencionista, invasor y colonialista como
pocos han pasado por la Casa Blanca. Señor Bush, aquí está
Venezuela oiga el saludo de Venezuela. Señor Bush, usted y su
camarilla, que han estado apoyando aquí a los golpistas, que
han estado apoyando aquí la desestabilización política, que han
estado apoyando aquí la desestabilización económica; que han
estado violando nuestra soberanía, que han estado haciendo
todos los esfuerzos para derrocar al gobierno legítimo de Ve-
nezuela, ha tenido usted una respuesta en el pasado reciente,
aquí la tiene hoy señor Bush. Y si quiere que le sigamos dando
respuesta el pueblo de Simón Bolívar está listo para seguirle
dando respuesta (p. 133).
Simón Bolívar fue el primer hombre en todo este continente
que vislumbró y alertó acerca de la amenaza que el imperio
norteamericano ya representaba para el futuro de nuestro pue-
blos (p. 134).
… buena parte de las tragedias de la América Latina y del Ca-
ribe están allá, en los secretos y los misterios de la Casa Blan-
ca, desde allá se han planificado asesinatos, genocidios, golpes
de Estado, terrorismo, invasiones y muerte contra nuestros

[ 328 ]
Praxis del ideario de la Revolución Bolivariana desde 1992

pueblos; desde allá se ha instaurado en América el imperio y


todos los gobiernos que de una u otra manera se oponen al
imperialismo comienzan a ser atacados, comienzan a ser sa-
tanizados, comienzan a ser atropellados, utilizando para ello
todos los medios con que cuentan, los medios económicos, los
medios de comunicación de masas, los medios diplomáticos,
las instituciones internacionales, que lamentablemente ceden
al chantaje la mayor parte de las veces. Han llegado a utili-
zar incluso a algunos países hermanos contra otros, atizando el
odio de unos contra otros (p. 137).
Vine a decirle junto a ustedes, al gobierno del señor Bush que
no permitiremos intervención en los asuntos internos de Ve-
nezuela. Vine también a alertar a todo el pueblo venezolano
acerca de las intenciones nefastas de los grupúsculos violentos
de la oposición y sus aliados (p. 144).
… ayer captamos una comunicación por radio donde se su-
giere la idea de que en los próximos días va a seguir habiendo
violencia desatada en Venezuela y que ya Venezuela es un país
ingobernable, y que… las fuerza de intervención rápida de los
marines debe estar lista para venir a invadir a Venezuela. Bue-
no, bastante montaña hay aquí, bastante montaña hay aquí. Yo
les voy a decir algo, bastante sabana hay aquí, bastantes islas
hay aquí, bastante selva hay aquí, bastante tierra hay aquí. Y
saben una cosa, bastante pueblo hay aquí. Y saben otra cosa,
bastantes «cojones» hay aquí. Para defender esta tierra, para de-
fender esta patria, de cualquier intruso que pretenda venir a
humillar la dignidad de estas tierra sagrada de la Venezuela de
todos nosotros ¡Carajo! (p. 146).
La solución de nuestros problemas no está en el norte, está aquí
en el sur, nuestro norte es el sur. Para nosotros no hay norte,
para nosotros hay un sur, esa es la verdad y esa lucha está to-
mando claro de nuevo, después de la década de los 90’ y el fra-
caso de aquello que se pretendió imponer como el pensamiento
[ 329 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

único y el modelo único, el de la «No alternative» del neolibe-


ralismo salvaje, ya poca gente en el mundo se atreve a defender
el modelo neoliberal (p. 148).
Ha fracasado y ahora los pueblos del Tercer Mundo resurgen
de sus cenizas, nuevos liderazgos vienen emergiendo y nuevos
liderazgos irán emergiendo en los pueblos de América Latina,
del Caribe, del África y de Asia para bien del mundo y de los
pueblos del sur (p. 148).
… ellos quieren que les sigamos regalando el petróleo venezola-
no. Nosotros se los vendemos a buen precio, pero no le vamos
a regalar nuestro petróleo a nadie, absolutamente a nadie. Ni
a los hermanos más queridos le regalamos el petróleo (p. 149).
Así que mantengámonos pues unidos y alertas, porque la
oposición violenta, los violentos venezolanos, los lacayos del
imperialismo, apoyados por Washington, han vuelto a iniciar
una arremetida más contra nosotros, contra la paz, contra el
desarrollo, contra la buena marcha de Venezuela, no podemos
permitirles que logren sus objetivos (p. 150).

La arrogancia imperialista de Estados Unidos hizo caso omi-


so del mensaje del Comandante Chávez y prosiguió con sus pla-
nes, uno de los cuales fue descubierto el miércoles 5 de mayo de
2004 en una zona rural ubicada en Baruta, uno de los municipios
más elitescos del Este de Caracas, donde se encontraba escondido
un importante contingente de mercenarios paramilitares que se
encargarían de ejecutar actos violentos para desestabilizar al go-
bierno bolivariano y destruir el Proceso Revolucionario (El Trou-
di y Bonilla, 2004: 258, 259). Tras abortarse esta conspiración,
Chávez (2004c) no sólo ratificó la vocación antiimperialista de la
Revolución Bolivariana, sino también trascendió su esencia anti-
neoliberal al pregonarla también como anticapitalista, diciendo
que el neoliberalismo es una variante más del capitalismo, siendo
[ 330 ]
Praxis del ideario de la Revolución Bolivariana desde 1992

más específico cuando por primera vez menciona al capitalismo


neoliberal junto a su íntima asociación con el imperialismo, fren-
te al cual reiteró su llamado a la Unión Cívico-Militar entre el
pueblo y la Fuerza Armada Nacional, lo cual hizo ante un acto
de masas llevado a cabo el domingo 16 de mayo en la avenida
Bolívar de Caracas:
Habría que hablar, por ejemplo, del imperialismo, habría que
abordar de nuevo ese tema. Creo que es imprescindible que
los venezolanos de hoy abordemos el tema del imperialismo,
porque esa palabra, incluso vino siendo retirada del léxico, vino
siendo retirada y borrada de los discursos, de los debates, de
las asambleas populares, de los análisis políticos nacionales o
internacionales; incluso desde las mismas filas de la izquierda
latinoamericana, venezolana incluida por supuesto, hubo en
los últimos años, y ha habido y todavía existe una especie de
prurito para abordar el tema del imperialismo; incluso a veces
como un temor para abordarlo, yo creo… que llegó la hora de
que busquemos distintas maneras de abordar de nuevo el tema,
el concepto y la praxis del imperialismo, sobre todo, después de
la caída del muro de Berlín, sobre todo después de la caída de
la Unión Soviética (p. 236).
Pero independientemente de ellos, cuando cae el Muro de Ber-
lín y la Unión Soviética, pues el imperio de Occidente se siente
dueño del juego, se siente dueño del mundo, se siente dueño
de la llamada Aldea Global, y es cuando toma más fuerza la te-
sis neoliberal, y desde las filas del pensamiento revolucionario,
incluso, comienzan algunos a asumir la tesis de una especie de
imperio virtual, comienza aparecer algunos paradigmas, según
los cuales el clásico imperialismo intervencionista que invadió
territorios, que derrocó gobiernos, que generó guerras mundia-
les, ahora según estas tesis se habría virtualizado, y una especie
de imperio menos malo se estaría erigiendo en el mundo, un

[ 331 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

imperio menos malo, que supuestamente ya no necesitaba in-


vasiones territoriales, sino sólo la penetración de los mercados
a través del neoliberalismo (pp. 236, 237).
… ese supuesto imperialismo menos malo estaría destinado a
ser como el gran policía del mundo, el gran padre universal,
duro pero con rostro humano, se empezó a hablar del capita-
lismo con rostro humano; se empezó a hablar de los programas
sociales para aliviar los impactos de los ajustes estructurales im-
puestos por ese imperialismo menos malo: el capitalismo, el
capitalismo neoliberal. Pero incluso no se habló más nunca de
imperialismo, casi nadie se atrevió a hablar de imperialismo,
casi nadie se atrevió a hablar ni siquiera de capitalismo, sólo
neoliberalismo, la máscara detrás de la cual se escondió duran-
te casi dos décadas el viejo y perverso capitalismo, la máscara
detrás de la cual se escondió durante casi 20 años el viejo, per-
verso y asesino imperialismo que tanto daño le ha causado a los
pueblos del Tercer Mundo durante 500 años, pero es el mismo
viejo imperialismo (pp. 237, 238).
Venezuela siempre ha sido la excepción, porque hay que re-
cordar también que nosotros nos hemos convertido, desde
1989, en la vanguardia alternativa de la América Latina, y eso
es parte de los sucesos que hemos vivido, que estamos viviendo
y que seguiremos viviendo, cada venezolano consciente debe
saberlo muy bien, y debe sentirse orgulloso de formar parte de
la vanguardia alternativa que abre un camino de salvación a
los pueblos de este Continente, una vez más, como hace 200
años, nos ha tocado a nosotros los venezolano y venezolanas
(pp. 238, 239).
… dada la nueva fase antiimperialista de la Revolución Boliva-
riana necesario es continua consolidando y profundizando la
unión cívico-militar, la unión del pueblo con su Fuerza Arma-
da, la unión de su Fuerza Armada con el pueblo (pp. 255, 256).

[ 332 ]
Praxis del ideario de la Revolución Bolivariana desde 1992

Hemos avanzado un mundo, lo sabemos, pero falta mucho to-


davía para consolidar la fusión civil-militar. Como decía Mao
Tse-Tung, «El pueblo es al ejército como el agua al pez», como
peces en el agua debemos andar los soldados bolivarianos junto
con nuestro pueblo (pp. 256, 257).

Para aquella ocasión, el Comandante Chávez demuestra que-


rer superar el dogma de llevar a cabo revoluciones programadas
por etapas manualescamente preestablecidas para todas las situa-
ciones, asumiendo —de acuerdo a las condiciones específicas del
escenario venezolano— «la simultaneidad de la lucha antiimpe-
rialista y anticapitalista como un proceso único en el marco de la
rebelión y unidad de los pueblos latinoamericanos para la revolu-
ción continental», obligado en ese sentido ser original y renova-
dor en su praxis revolucionaria para adaptarse a las circunstancias
que constantemente van mudando de tal forma que justifican
el mensaje «Inventamos o erramos» de Simón Rodríguez, a ser
asumido por las vanguardias políticas y el resto del pueblo en la
creación de proyectos originales y transformadores de su propia
realidad, que en el caso de Venezuela ha estado determinada por
relaciones de dependencia económica, política, militar, tecnoló-
gica, cultural y de violencia institucional (Farías, 2006: 166-167).
Tomando en cuenta los antecedentes discursivos de Chávez
desde 1992, más su desempeño como presidente desde 1999, no
es un capricho desatinado y personalista de su parte haber procla-
mado el carácter socialista de la Revolución Bolivariana durante
su discurso efectuado el domingo 30 de enero de 2005 en el Foro
Social Mundial de Porto Alegre, donde también se refirió a Si-
món Bolívar en varias ocasiones, al igual que a un compañero
suyo de lucha, el prócer brasileño José Inácio de Abreu e Lima,
quien escribió una obra titulada El Socialismo (1855/2010); para
esa ocasión también fueron nombrados Karl Marx, Vladimir
[ 333 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Lenin, Mao Tse Tung y Ernesto Ché Guevara por parte de Chá-
vez, quien en ese importante foro dijo que:
Negar los derechos a los pueblos es el camino al salvajismo, el
capitalismo es salvajismo. Yo, cada día me convenzo más, capi-
talismo y socialismo…
… no tengo la menor duda. Es necesario, decimos y dicen mu-
chos intelectuales del mundo, trascender el capitalismo, pero
agrego yo, el capitalismo no se va a trascender por dentro del
mismo capitalismo, no. Al capitalismo hay que transcenderlo
por la vía del socialismo, por esa vía es que hay que trascender
el modelo capitalista, el verdadero socialismo. ¡La igualdad, la
justicia!
… Y además, también estoy convencido… que es posible, es
posible trascender el capitalismo por la vía del socialismo y más
allá, en democracia. ¡En democracia! (Chávez, 2005a: 13).

Con las premisas aquí descritas hasta ahora, Chávez dejaba


a un lado la tesis del capitalismo «con rostro humano», más no
rechazaba el Bolivarianismo como parte sustancial del Modelo
Socialista Venezolano a ser construido (tal como lo reiteró en pos-
teriores discursos), que él llama «Socialismo del Siglo xxi» al igual
que Heinz Dieterich, e impuso en general un cambio profundo
en la fundamentación y aplicabilidad de las Líneas Generales del
Pdesn 2001-2007 y del documento La Nueva Etapa, El Nuevo
Mapa Estratégico, pero lo más importante aún es que incluso re-
afirma y rebasa el alcance teórico establecido en la AAB, punto
programático de arranque de la Revolución Bolivariana en fun-
ciones de gobierno. En particular, se refuerzan y aceleran todas las
premisas y acciones hasta ahora contempladas en la construcción
del modelo democrático participativo y protagónico de sociedad.
Con la victoria alcanzada por Chávez en las elecciones presiden-
ciales efectuadas el domingo 3 de diciembre de 2006, esto queda
[ 334 ]
Praxis del ideario de la Revolución Bolivariana desde 1992

evidenciado con la iniciativa de los cinco Motores Constituyentes


y el Proyecto Nacional Simón Bolívar: Primer Plan Socialista de la
Nación (PPSN). Desarrollo Económico y Social de la Nación 2007-
2013. De allí en adelante el gobierno bolivariano ha desarrollado
numerosas iniciativas encabezadas por el Comandante Chávez
para empezar a construir las bases necesarias para la edificación
del Socialismo según las particularidades propias de la realidad
venezolana. Por tanto, es válido hacer referencia al Proceso Re-
volucionario como Revolución Socialista Bolivariana, sobre todo
porque entre el Árbol de las Tres Raíces y el Socialismo no hay
contradicciones de fondo, sino más bien grandes coincidencias e
ideas comunes.
Por cuanto la realidad en su más amplio alcance está en perpe-
tuo proceso de transformación por más que se pretenda ver como
algo estático, al igual que tampoco hay contradicción entre Boliva-
rianismo y Socialismo, así también se puede decir Chávez siempre
ha sido marxista sin haberlo asumirlo verbalmente con anteriori-
dad, suscribiéndose desde aquí lo expuesto por Tajeldine (2008):
Chávez es marxista porque es un ser cabal; consecuente en la
teoría y la práctica; realista y dialéctico. Porque entiende ser el
catalizador para los cambios revolucionarios y no anda a la es-
pera de que estén dadas las condiciones (objetivas y subjetivas)
para hacer la revolución; porque aplica con habilidad la «unidad
y lucha de contrarios»; porque comprende y separa lo estratégi-
co de lo táctico; porque no solo plantea superar al capitalismo,
sino, más bien, acabar con el Capital y construir nuestro so-
cialismo con base a nuestras propias particularidades, sin utili-
zar las herramientas mellas de lo viejo. Porque entiende que la
Propiedad Social de los medios de producción es determinante
para la construcción del socialismo. Porque no se puede ser
guevarista sin ser marxista, y menos aun ser bolivariano, cris-
tiano, maoísta, fidelista, leninista, mariateguista, etc., sin ser

[ 335 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

marxista, y viceversa. El socialismo es también cristianismo,


guevarismo, leninismo, bolivariano, marxismo, etc.

Como presidente y líder revolucionario, Chávez exteriori-


zaba constantemente que el Socialismo al que se adhiere no se
puede asimilar o asemejar a las fracasadas versiones estalinistas
y socialdemócratas, estas últimas a las que ideológica y cultural-
mente son muy adeptos los sectores reformistas y oportunistas
que hacen vida a costa y en nombre del Proceso Revolucionario,
pero deseosos de desviarla hacia la consolidación del capitalismo.
«La reforma, opuesta a la Revolución, no sólo está viva en la prác-
tica clientelar del burócrata, sino que, ideológicamente, muchos
revolucionarios no son portadores de la ideología revolucionaria»
(Izarra, 2009: 52).
Tal como consta en el texto Palabras de Chávez, Evo y Lazo:
Resumen del encuentro con movimientos sociales en Copenhague,
pronunciadas en ocasión de la xv Conferencia Internacional
sobre Cambio Climático efectuada en la capital de Dinamarca,
para el viernes 17 de diciembre de 2009 el primero de los tres se
declaró marxista (además de reiterar su adhesión al feminismo
revolucionario), condición que ratificó en su mensaje anual ante
la Asamblea Nacional durante el viernes 15 de enero de 2010:
… entonces dije, bueno yo además de cristiano yo no soy sólo
cristiano, yo soy un revolucionario y también soy marxista.
Y por primera vez asumo. Y lo asumo; yo cuando asumo, asu-
mo; asumo el Marxismo (p. 18).
Lo asumo, como asumo el cristianismo y asumo el bolivarianis-
mo y el martianismo y el sandinismo y el sucrismo y el miran-
dismo, pero el marxismo sin duda que es la teoría más avanzada
en la interpretación, en primer lugar científica de la historia, de
la realidad concreta de los pueblo y luego el marxismo es sin

[ 336 ]
Praxis del ideario de la Revolución Bolivariana desde 1992

duda la más avanzada propuesta hacia el mundo que Cristo


vino a anunciar hace más de dos mil años: el reino de Dios aquí
en la Tierra, el reino de la igualdad, el reino de la paz, del amor,
el reino humano.
Cristo era más radical que cualquiera de nosotros, más, más ra-
dical. «Más fácil será que un camello entre por el ojo de una aguja,
a que un rico entre al Reino de los Cielos». Eso no lo dijo Carlos
Marx, eso lo dijo Cristo, como sabemos (p. 19).
Yo a Fidel [Castro] lo llevé hasta cristiano en lo social. Fidel me
dijo un día: «Bueno, Chávez, yo soy cristiano pero en lo social nada
más». Yo le dije: «Me basta, me basta, es suficiente» (p. 54).

De esta forma no queda lugar a dudas que Chávez se adhiere


al Socialismo Científico de raíces marxistas, no a las otras versiones
de supuesto Socialismo a las que antes se señalaron, y que como el
mismo lo expone, no representa ninguna incoherencia ser cristia-
no, bolivariano y marxista (asumiendo el legado teórico y práctico
de otros pueblos en lucha por su emancipación), como igualmen-
te no existe discordancia alguna en su praxis revolucionaria antes,
durante y después de asumir la presidencia de la República Boli-
variana de Venezuela. Su actuación histórica ha permitido que el
Árbol de las Tres Raíces y el Socialismo permeen en la sociedad
pugnando por ocupar la posición hegemónica que todavía poseen
los productos ideológicos del capitalismo, a ser sustituidos por to-
das las variantes modélicas que asuman los anhelos de los pueblos
por obtener la mayor suma de felicidad posible.
Esta postura la deja bien patente Fidel Castro (1994: 140)
en el acto de homenaje que el gobierno de Cuba le brindó al Co-
mandante Chávez el miércoles 14 de diciembre de 1994:
Y claro está que si se llevan consecuentemente las ideas de Bo-
lívar y Martí, se concluirá siempre en el fin de la injusticia, en

[ 337 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

el fin de la explotación; se concluirá siempre en la necesidad


desesperada de justicia social que tienen nuestros pueblos; se
concluirá siempre en que sólo la revolución que ponga fin a
esos sistemas, más tarde o más temprano, será la que resuelva
los problemas sociales de nuestros pueblos.
Cada cual lo llamará de una forma o de otra. Nosotros es bien
sabido que lo llamamos socialismo; pero si me dicen: «Eso es
bolivarismo», diría: «Estoy totalmente de acuerdo». Si me dicen:
«Eso se llama martianismo», diría: «Estoy totalmente de acuerdo».
Pero algo más, si me dicen: «Eso se llama cristianismo», yo diría:
«¡Estoy totalmente de acuerdo!».

[ 338 ]
A modo de conclusión: el Árbol
de las Tres Raíces como plataforma
del Modelo Socialista Venezolano

Desde una perspectiva praxeológica, y sin contemplar un retorno


a esquemas históricamente superados (como el feudalismo), con
la multiplicidad de modelos y mecanismos destinados a mate-
rializar el Socialismo, para las actuales circunstancias este es la
alternativa dialéctica más avanzada contraria al capitalismo y a
todo formulismo que implique su restauración o perpetuación si-
mulada, o incluso como la opción más revolucionaria confronta-
da contra cualquier sistema sustentado en la explotación de unos
seres humanos en provecho de otros. Si la lógica del capitalismo
está presente en todos los órdenes de nuestra existencia, asimismo
en cada uno de estos el Socialismo debe luchar por hacerse hege-
mónico. Si precisamente el capitalismo está extendido en todas
las naciones (incluyendo a Venezuela), sustentado en su corres-
pondiente sistema capitalista mundial, igualmente el triunfo del
Socialismo conlleva a la necesaria y futura aparición del Sistema
Socialista Mundial. En consecuencia, es imperioso internaciona-
lizar la Revolución Socialista, o lo que es lo mismo, crear las con-
diciones para estimular la Revolución Mundial hacia el Socialis-
mo, no focalizándola únicamente en Venezuela o cualquier otro
lugar, aislándola artificiosamente de otros intentos o experimen-
tos revolucionarios orientados hacia objetivos iguales o similares.
[339]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Precisamente el Socialismo es parte de los rasgos ideológi-


cos esenciales del Proceso Revolucionario, relacionados además
con movilizaciones populares y luchas antisistémicas ocurridas
durante la vigencia del Pacto de Punto Fijo, pues parte de sus
protagonistas (incluyendo al Comandante Chávez antes y des-
pués de ser presidente) combinaban el activismo político con los
debates colectivos sobre la reproducción de los axiomas ideológi-
cos en las relaciones de poder, haciendo posible que los modelos
de Socialismo para el siglo xxi emergieran desde redes de pensa-
miento crítico y de movimientos sociales (el pueblo visto como
unión de trabajadores intelectuales). Es decir, la construcción de
alternativas antisistémicas está bajo el sello de una praxis revolu-
cionaria original, dependiente mucho más de acciones colectivas
críticamente orientadas que de recetarios ideológicos (Biardeau,
2009: 65). La originalidad de esas alternativas no puede ser to-
mada como excusa oportunista o ultranacionalista para recha-
zar los aportes de las corrientes más avanzadas de pensamiento
universal existentes en otros espacios, pues de lo contrario se
ocasiona el estancamiento, el retroceso o la desviación de todo
Proceso Revolucionario.
Aquí se debe recalcar que el Socialismo es universal en cuan-
to a contenido teórico y abstracto, además de ser particular en
cuanto a forma práctica y concreta (G. García, 1984: 87, 88),
materializándose o planificándose en uno o varios modelos socia-
listas a ser ejecutados por los pueblos que conciban al Socialismo
como su propia creación heroica acorde a sus respectivas realida-
des, no siendo calco ni copia de experiencias ajenas (Mariátegui,
1928: 2, 3) pero sí considerándolas como referencias para refor-
zar y enriquecer las que les sean propias. En ese orden de ideas
nos dice Chávez (2003: 182):

[ 340 ]
A modo de conclusión: el Árbol de las Tres Raíces como plataforma...

… Para nosotros no hay otro camino que la Revolución; una


revolución apropiada a nuestras condiciones. No se trata de
estar importando modelos, no, eso ya pasó, debemos dejarlo
atrás; se trata de rescatar las raíces originarias del proyecto ini-
cial de estas tierras y de estos pueblos, que recorrió estos conti-
nentes, o estos países, hace 200 años. Ahí están nuestras raíces.
Se trata… de mirar a Venezuela por dentro, hasta las propias
raíces, y descubrir allí los enigmas de nuestro futuro y los cami-
nos de nuestra dignidad.

En estas líneas se busca de resaltar que las naciones han mol-


deado modelos que, en muchos de los casos, no les son propios,
no responden a sus dinámicas y, por lo tanto, se ven invitadas
a fracasar en forma inevitable. No hay que copiar modelos, ni
siquiera copiarlos de manera original. La creatividad no está so-
lamente en buscar nuevas formas particulares de reproducir en
su práctica los mismos contenidos universales, sino también de
enriquecerlos en su teoría. No se puede caer en el pragmatismo
ni en el dogmatismo.
Los modelos socialistas poseen diferentes atributos en sus
formas pero parten de los mismos principios en sus contenidos,
como la justicia e inclusión sociales, la democracia participativa y
protagónica, el Poder Popular en todos los espacios incluyendo el
económico, el uso de la educación para estimular a la democratiza-
ción del conocimiento y la formación de la conciencia, el combate
al burocratismo (El Troudi, 2007: 231-233, 238-243, 255-257),
entre muchos otras directrices generales que quedarán en el mundo
de la abstracción si no se da una ruptura creadora y recreadora de
los idearios establecidos, escenario donde nace y se despliega con
pluralidad, diversidad y creatividad una nueva mentalidad cultural,
una renovada actitud utópica y la elaboración de un proyecto pro-
pio para Venezuela en el contexto continental (Farías, 2006: 167).

[ 341 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Debido a sus propias especificidades, los métodos, mecanis-


mos y modalidades para materializar las enunciaciones anteriores,
comunes a todos los modelos socialistas, son parte de los elementos
diferenciadores de estos últimos que pudieran ser acertados o erra-
dos, en cuyo caso son susceptibles de ser corregidos o cambiados
por nuevos procedimientos —dependiendo del contexto y las posi-
bilidades— correspondiendo al tiempo y lugar donde se apliquen.
Por ejemplo, el Modelo Socialista Cubano no es igual al Mo-
delo Socialista Venezolano (en construcción) pues Cuba y Vene-
zuela tienen sus propias particularidades (políticas, sociales, eco-
nómicas, culturales, geográficas, históricas, etc.), aunque ambos
modelos parten de los mismos preceptos socialistas. Bajo ese mis-
mo tenor, el Modelo Socialista Cubano creado durante el siglo
xx no necesariamente será el mismo que exista para comienzos
del siglo xxi, ni este último será imperiosamente idéntico al que
tenga para las últimas décadas de ese mismo siglo. Más resumi-
damente, los modelos socialistas son histórico-dialécticos. Estas
consideraciones son igualmente válidas para otros casos, pues
existen y transitan los modelos, pero permanecen y trascienden
sus principios esenciales. Vale contextualizar lo aquí anunciado
con el significado que Silva (200, 201: 1982) expone acerca del
concepto de modelo como categoría filosófica y política, y que
en un sentido concreto representa un proceso en sí mismo, es
decir, no es un recetario único y universal idéntico para manejar
todas las situaciones, ni una guía infalible para orientar todas las
experiencias, pero sí representan el propósito o intencionalidad
que sus creadores intentan exteriorizar. Al respecto dice Izarra
(2009: 49, 50):
… la construcción de la ideología se inicia con las relaciones que
cada individuo establece a partir de su marco de referencia in-
dividual. Los datos observables al ser procesados y relacionados

[ 342 ]
A modo de conclusión: el Árbol de las Tres Raíces como plataforma...

dejan de ser elementos abstractos, convirtiéndose en juicios; y


estos forman la representación de la realidad. La representación
al expresarse, verbal o simbólicamente, se convierte en modelo.
Los modelos, como representación simplificada de un ente real
o ideal, sintetizan el modo de pensar.
Así surge en el campo de las representaciones mentales los sis-
temas relacionados. Y ésa es la principal característica cogniti-
va de la ideología, la que vamos a definir como el sistema de
creencias, valores e ideas, que explican y legitiman el orden po-
lítico-social de una realidad determinada, [y que son] comunes
a un conjunto de personas que viven dentro de una sociedad.
La ideología es vital para sostener cualquier proceso de cambio
histórico. La ideología es la base que sirve de referencia para
sustentar la moral y la ética humanas, concebir el desarrollo his-
tórico del mundo, asumir posturas políticas ante los cambios
existenciales y definir actitudes sobre los medios de producción.

Es un contrasentido ser marxista y dogmático al mismo tiem-


po, pues se estaría restringiendo la práctica histórica y particular de
los sujetos revolucionarios para subordinarla a una teoría que deja
de serla al convertirla en mero formulismo atemporal y aparente-
mente universal, situación de la que toman ventaja los intelectua-
les al servicio de las clases dominantes y las tendencias reformistas
agazapadas en el campo revolucionario, el cual tiene la respon-
sabilidad de ser coherente no solo con el sentido del momento
histórico en que está inmerso, sino también con su ubicación en
el espacio específico geográfico y social donde va a desarrollar la
lucha económica, política e ideológica en sus más diversas formas.
De acuerdo a Núñez Tenorio (1997/2001: 21, 22):
El combate ideológico es la llave para la realización de los pro-
yectos políticos, organizativos, de movilización y de alianzas.
La idea central es que tenemos que priorizar la lucha ideológica

[ 343 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

en la construcción de nuestro movimiento político. Una fuerza


política sin ideología es como un cuerpo sin alma, priorizando
la batalla ideológica mantendremos el espíritu revolucionario,
indispensable para acometer las grandes tareas patrióticas y po-
pulares que tenemos por delante.
La batalla ideológica se realiza con variadas tareas y a través
de diversos frentes de trabajo. Estas tareas y frentes están en
función de los… proyectos [revolucionarios]. Existen objeti-
vamente desviaciones ideológicas y políticas en la realización
práctica de esos… proyectos. Ellas son: en lo ideológico com-
batir el empirismo y el dogmatismo. El primero se expresa en
una acción espontanea, ciega, empírica. Necesitamos determi-
narlo en cada caso concreto para poder combatirlo. El empi-
rismo significa un desconocimiento y/o ignorancia de la teoría
política general de nuestro movimiento (el árbol de las tres raí-
ces) y el desprecio por la experiencia y la teoría revolucionaria
de otros países y de otras épocas. Desde luego, nuestra «teoría
política de síntesis» se va forjando en la práctica, en función
de nuestras particularidades nacionales, pero eso no significa
ignorar las lecciones hasta ahora acumuladas por otros pue-
blos, tanto en sus triunfos como en sus derrotas. El dogma-
tismo emerge, como tendencia opuesta, por una asimilación
indigesta de la teoría política general u otras teorías políticas y
la incapacidad de hacer la síntesis con la problemática nacional,
sin llegar a producir nuestra propia teoría política venezolana
y latinoamericana. Por eso, el gran antídoto contra el dogma-
tismo es el conocimiento de la especificidad de la Venezuela
contemporánea. La ignorancia de lo específico-nacional actual
conduce a la aplicación mecánica de la teoría política general.
Pero también en el campo político hay que luchar contra el
aventurerismo y el reformismo… Tenemos planteado el com-
bate por la síntesis dialéctica entre la acción y el pensamiento
político-ideológico, que implica, al mismo tiempo, una batalla
[ 344 ]
A modo de conclusión: el Árbol de las Tres Raíces como plataforma...

contra el pensamiento empírico-reformismo (que eleva la prác-


tica a un pedestal utilitario y pragmático, sacrificando los prin-
cipios de la teoría) y contra el dogmatismo intelectualoide (que
sacrifica la practica en aras de una teoría aventurera divorciada
por completo de la realidad existente).

Considerando estas premisas genéricas para el caso de Vene-


zuela, por una parte es urgente trascender las ideologías origina-
das de sus carencias materiales, y alimentadas por su condición
de país rentista, apoyándonos en las vertientes más avanzadas del
pensamiento revolucionario universal, todas entrelazadas con el
Socialismo. Si las masas se dejan dominar por esas ideologías, si
actúan según la lógica estimulada por décadas de clientelismo y
corrupción generalizada, y si busca la solución revolucionaria en
salidas egoístas colectivas, no sociales, en el mejor de los casos
habrá una distribución más equitativa de la renta, pero no se fun-
dará una nueva sociedad a ser sostenida en por la conciencia y la
solidaridad, sino más bien empeorará la aún existente al masificar
mentalidades mezquinas y consumistas, en cuyo caso todo el es-
fuerzo revolucionario se derrumbará ante la menor contrariedad
(Valderrama, 2011b).
Por otra parte, la búsqueda de un modelo ideológico propio,
original y autóctono se inscribe en la construcción de una tradi-
ción política revolucionaria, y no inicial o prioritariamente de
una nueva doctrina filosófico-política creada desde los referentes
ideológicos existentes en el terreno internacional. Como una de
las vías para construir el Modelo Socialista Venezolano, este debe
contemplar el rescate de nuestra identidad nacional como pueblo
mediante la constitución de una narrativa que la sustente colec-
tivamente, en el sentido difuso y abierto de toda mixtura ideoló-
gica (Biardeau, 2009: 74), abierta a nuevas aportaciones, sin caer
en descuidos, omisiones o desviaciones contrarias a la práctica
[ 345 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

real de la doctrina socialista más allá de la esfera retórica, por lo


cual, según Sanoja y Vargas (citados por Guilarte y Rivero, 2006:
41, 42), la realización del proyecto bolivariano (visto como pro-
yecto civilizatorio) conlleva implícitamente a la destrucción de
las tendencias despóticas inducidas por la oligarquía venezolana,
rompiendo la naturalización que se hizo de estas al ser tomadas
como prácticas sociales innatas e inevitables para la convivencia
cotidiana. Al contrario, el proyecto bolivariano se orienta a esti-
mular el libre desarrollo de la personalidad del ser humano, jun-
to al de todas las expresiones de la creatividad movilizadoras de
conductas socialmente solidarias, estimulándose desde el terreno
político con un régimen de democracia participativa y protagó-
nica, rasgos propios de la democracia popular o revolucionaria
contemplada en el Árbol de las Tres Raíces.
Tales planteamientos justifican plenamente la denominación
«El Socialismo en el Siglo xxi» (para diferenciarse de la experien-
cia soviética de aparente y llamado Socialismo Real del siglo xx,
carente de democracia participativa, pese a sus logros y aciertos)
con más precisión que la de «El Socialismo del Siglo xxi», dado
que como conjunto de postulados generales no necesariamente
tiene que variar con el tiempo, factor este que sí incide en la evo-
lución de un modelo socialista en cualquier país.
Para que ese modelo sea consecuentemente socialista, lo co-
rrecto es crearle las condiciones para la supresión paulatina de
toda clase de enajenación económica y alienación psicosocial en
la medida que se va incentivando la hegemonía de la propiedad
social de los medios sociales de producción, acompañado a su
vez de la hegemonía de la Conciencia del Deber Social. Mientras
no se potencien esas condiciones en el actual proceso de transi-
ción del capitalismo al Socialismo (que apenas está empezando),
la convivencia que se establezca con la propiedad privada sobre
[ 346 ]
A modo de conclusión: el Árbol de las Tres Raíces como plataforma...

determinados medios sociales de producción debe tener carácter


táctico y temporal, no estratégico ni permanente. Esto explica
que todavía no se pueda decir que en Venezuela ya existe el So-
cialismo, aún en plena construcción en medio del capitalismo
existente en nuestro país pero sufriendo este último síntomas de
decadencia a nivel mundial. Luego, la construcción del Socialis-
mo no es incompatible con la existencia de la propiedad privada
en las condiciones antes descritas, sólo que no se debe estimular
la potenciación de semejante relación de propiedad en los medios
sociales de producción. Nadie puede decretar su desaparición in-
mediata en las empresas privadas, a menos que los trabajadores
de las mismas —¿Y quizás sus mismos propietarios de la burgue-
sía?— tengan la conciencia y sientan la necesidad de ejercer la
democracia participativa y protagónica en estas empresas, premi-
sa totalmente legítima —pero no necesariamente legal— que no
solo será posible con una legislación revolucionaria que disuelva
la legislación burguesa, sino que también les servirá luego para
beneficiarlos a ellos mismos y al resto de la sociedad con las ri-
quezas materiales y culturales que allí obtengan, ocurriendo se-
mejante proceso de socialización distributiva de una riqueza pro-
ducida socialmente cuando los trabajadores desarrollan su propia
Conciencia de Clase —que sí la tienen los miembros de las clases
dominantes— junto a la Conciencia del Deber Social, definida
esta por Aponte (2009) como:
… la conciencia de la pertenencia a la sociedad, el convenci-
miento de que la suerte de la sociedad depende del esfuerzo
de cada uno de sus hijos, y que la suerte de cada uno de los
individuos depende de la suerte de la sociedad toda, la certeza
de la imposibilidad de las salidas individuales a los grandes pro-
blemas sociales. Se establece así la sociedad del amor.

[ 347 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

El avance del Socialismo se mide por el avance de la Concien-


cia del Deber Social, por la comprensión de las masas de su
pertenencia a la sociedad.

Por la penetración —en mayor o menor grado— de la ideo-


logía capitalista (con su carga de alienación, consumismo, discri-
minación, egoísmo y oportunismo) en todas las clases sociales, la
socialización de la riqueza producida socialmente, que no vaya
acompañada de la modificación de la mentalidad de sus producto-
res, sólo servirá para que ellos mismos y sus beneficiarios refuercen
en su imaginario colectivo la idea de que son nuevos burgueses
o pequeñoburgueses, peor aún si en el viejo orden burgués antes
vivían como oprimidos pero en el nuevo orden revolucionario si-
guen pensando como opresores, llevando en sus mentes las semi-
llas de la reproducción o restauración del capitalismo en el seno
del Proceso Revolucionario y en nombre de este. En términos ge-
nerales, el Socialismo no es masificar y profundizar la alienación
de los explotados en nombre de la socialización de toda riqueza
socialmente producida por ellos y antes disfrutada egoístamente
por los explotadores. En particular el Socialismo no es garantizar
hacia los oprimidos el disfrute del bienestar material, incluyéndo-
les y reforzando entre ellos el clientelismo y el consumismo de los
que, durante el viejo orden burgués, muchos de ellos quedaron
relegados, mientras que otros excluidos sí se beneficiaban con esas
prácticas alienantes del ser humano. El bienestar material de la
producción económica es inútil sin el bienestar psicosocial de la
producción de conciencias. La riqueza material no genera con-
ciencia, pero la conciencia sí puede generar riqueza material, en
cantidad suficiente para satisfacer las necesidades, no para mono-
polizarla egoístamente en manos de quienes no trabajan quitán-
dosela a quienes sí trabajan, realidad propia y cotidiana del capita-
lismo aceptada incluso por estos últimos cuando están alienados.

[ 348 ]
A modo de conclusión: el Árbol de las Tres Raíces como plataforma...

Sin embargo en Venezuela ocurre que, adicionalmente a la ex-


plicación anterior, existen sectores identificados con las ideología
burguesa y pequeño-burguesa (con incidencia dentro y fuera del
Proceso Revolucionario) que manipulan la frase «El Socialismo
del Siglo xxi» para, entre muchos otros despropósitos, justificar
(frente a la falta de formación y conocimiento de otros sectores
partidarios de la Revolución Socialista Bolivariana) que en el Mo-
delo Socialista Venezolano (del siglo xxi, Bolivariano, de Mercado,
o con cualquier otro adjetivación tendenciosamente tergiversada)
se defiende a perpetuidad la propiedad privada sobre los medios
sociales de producción —fundamento de la explotación— aun-
que existan (subordinadamente) otras formas de propiedad (¡Con
esto ya ese modelo deja de ser socialista!), todo en nombre de la
defensa indiscriminada de todo tipo de propiedad privada.
Puesto que el Comunismo es la concreción efectiva y subse-
cuente de las premisas principistas del Socialismo, es conveniente
citar los siguientes fragmentos del Manifiesto Comunista de Karl
Marx y Friedrich Engels (1848/sf: 35-39):
Se nos reprocha a los comunistas, que queremos destruir la
propiedad personal honradamente adquirida, fruto del trabajo
y del esfuerzo humano. Esa propiedad que es para el hombre
la base de toda libertad, el acicate de todas las actividades y la
garantía de toda independencia personal.
¡La propiedad personal honradamente adquirida, fruto del
trabajo y del esfuerzo humano! ¿Acaso os referís, a la propie-
dad del humilde artesano o del pequeño labriego, antecedente
histórico de la propiedad burguesa? No, ésa no necesitamos
destruirla; el desarrollo de la industria lo ha hecho ya, y lo con-
tinúa haciendo a todas horas.
Nosotros no aspiramos en modo alguno, a impedir los ingreso
generados mediante el trabajo personal, destinados a adquirir los

[ 349 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

viene [sic] necesarios para la vida. Unos ingresos que no se origi-


nan mediante la explotación de otros hombres, ni generan un ca-
pital para explotarlo posteriormente. Sólo aspiramos, a destruir
el carácter ignominioso de la explotación burguesa, en la que el
obrero sólo vive para multiplicar el capital. Tan sólo vive en la
medida, en que es beneficioso para la clase explotadora.
Os horrorizáis, de que queramos abolir la propiedad privada,
¡cómo si en el seno de la sociedad actual, la propiedad privada,
no estuviese ya abolida, para nueve décimas partes de la pobla-
ción! ¡Como si no existiese, precisamente a costa, de no existir
para la inmensa mayoría! ¿Qué es pues, lo que en rigor nos
reprocháis? Querer destruir un régimen de propiedad que tiene
por necesaria condición, el despojo de la inmensa mayoría de
la sociedad.
El comunismo, no priva a nadie del poder adquirir bienes y
servicios; lo único que no admite, es que por estos medios,
alguien se apodere del trabajo ajeno.
Ya hace mucho tiempo que se habría hundido en la vagancia
una sociedad como la burguesa, en la que los que trabajan no se
enriquecen, y los que verdaderamente se enriquecen, son preci-
samente los que no trabajan.

Una tarea urgente de la Revolución Socialista Bolivariana


es incentivar el crecimiento de la economía comunal, ya que no
ha actuado decididamente respecto al sector privado pues con
la renta petrolera se ha cubierto el gasto social, dinero que va a
parar a ese sector, cuyas ganancias se han elevado más que antes
del ascenso del Proceso Revolucionario como gobierno, el cual
paradójicamente está fortaleciendo al capitalismo nacional e in-
ternacional (Regalado, 2008: 11), dificultándose el logro de la
necesaria ruptura con la situación de dependencia periférica que
tiene Venezuela con relación al centro hegemónico conformado
[ 350 ]
A modo de conclusión: el Árbol de las Tres Raíces como plataforma...

por Estados Unidos y la Unión Europea, y por detrás de ambos


la presencia del sionismo euro-estadounidense dentro y fuera de
nuestro país en muchos ámbitos sensibles para su soberanía, in-
cluyendo en la economía. Prueba de ello es su participación en
el golpe de Estado fascista del jueves 11 de abril de 2002, y la
permanente campaña mediática de descrédito contra el revolu-
cionario internacionalista Ilich Ramírez Sánchez, el «Comandan-
te Carlos», secuestrado por el régimen capitalista de Francia en
razón de ser consecuente militante venezolano a favor de la causa
del pueblo de Palestina, sometido constantemente a una política
de limpieza étnica por el coloniaje europeo sionista que invadió
la porción de territorio palestino que este denomina tendenciosa-
mente como Israel. El Comandante Chávez ha sido hasta enton-
ces el único líder revolucionario venezolano que se ha enfrentado
contra el sionismo y el imperialismo, cuyos agentes han seguido
conspirando en todos los terrenos contra el Proceso Revolucio-
nario y sus continuadores, contando incluso esos agentes con
aliados entre sus filas que la van traicionando abiertamente en la
medida que esta se profundice.
Para dejar atrás tan riesgoso escenario, es preciso transformar
el aparato de Estado con el fin de que deje de responder al ser-
vicio de los explotadores, y convertirlo en otro al servicio de los
explotados para que, a través de sus instituciones, pueda ejercer
el control pleno, efectivo y eficiente de las empresas económi-
camente estratégicas para el resguardo de la soberanía nacional,
pero sin volver a practicar el capitalismo de Estado propio de
los esquemas keynesianos y estalinistas (en el discutible sentido
negativo del término dada la complejidad del contexto que le
tocó vivir a Stalin), donde un funcionario —lamentablemente en
muchos casos con visión burocratista y con aspiraciones a ser un
nuevo burgués— dirige esos espacios con la misma mentalidad y
[ 351 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

los mismos procedimientos del dueño o de la junta directiva de


una empresa privada, donde los trabajadores no saben o no pue-
den ejercer organizadamente el control obrero o la autogestión
socialista. No se trata de reproducir el capitalismo de Estado, sino
más bien lo que pudiera llamarse el Socialismo de Estado, en este
caso fungiendo este último como agente social que incentiva en
las empresas la construcción del Modelo Socialista Venezolano no
solo en el aspecto económico, sino en todas las demás áreas bajo
una concepción de totalidad, siendo el sujeto protagónico —den-
tro y fuera de las empresas— no el Estado, sino el pueblo a través
de su clase trabajadora y de sus diversas expresiones organizacio-
nales en ejercicio democrático, participativo y protagónico del
Poder Popular. En pocas palabras, hay que crear y recrear Empre-
sas de Propiedad Social que materialicen el Socialismo, y no que
en su nombre se intente ocultar prácticas capitalistas en el seno
de dichas empresas, que de socialistas sólo tendrían el nombre.
Como aquí se trata de ser dialécticos, críticos y creativos (o
sea, robinsonianos, o sea, marxistas), sin ánimo de sugerir que ya
todo está escrito, comprobado o pautado para un modelo socia-
lista que todavía está en construcción, se recomienda la lectura y
el debate a profundidad del libro Empresas de Producción Social:
Instrumento para el Socialismo del Siglo xxi, de Haiman El Troudi
y Juan Carlos Monedero (2006). En el mismo orden de ideas, ese
asunto tan crucial en la experiencia revolucionaria venezolana re-
quiere, como condición esencial para su consolidación, procurar
que sea posible «la asociación de hombres libres que trabajen con
medios de producción colectivos [sociales] y empleen, conscientemen-
te, sus muchas fuerzas de trabajo individuales como una fuerza de
trabajo social… Y el producto todo de la asociación es un trabajo
social», de acuerdo a Valderrama (2011c), quien fundamenta esta
aseveración citando a Marx (1867-1890/sf: 51):
[ 352 ]
A modo de conclusión: el Árbol de las Tres Raíces como plataforma...

Finalmente, imaginémonos, para variar, una asociación de


hombres libres que trabajen con medios colectivos de produc-
ción y que desplieguen sus numerosas fuerzas individuales de
trabajo, con plena conciencia de lo que hacen, como una gran
fuerza de trabajo social. En esta sociedad se repetirán todas las
normas que presiden el trabajo de un Robinson, pero con ca-
rácter social y no individual. Los productos de Robinson eran
todos producto personal y exclusivo suyo, y por tanto objetos
directamente destinados a su uso. El producto colectivo de la
asociación a que nos referimos es un producto social. Una parte
de este producto vuelve a prestar servicio bajo la forma de me-
dios de producción. Sigue siendo social. Otra parte es consumi-
da por los individuos asociados, bajo forma de medios de vida.
Debe, por tanto, ser distribuida. El carácter de esta distribución
variará según el carácter especial del propio organismo social de
producción y con arreglo al nivel histórico de los productores.

Ligado los planteamientos anteriores, el Estado también ac-


tuará indirecta y conjuntamente con el pueblo empleando di-
versos mecanismos para estimular creativamente en su seno ex-
presiones económicas organizativas basadas en la solidaridad y
no en la explotación, viabilizando la superación del capitalismo
(El Troudi, 2007: 158-161) tanto desde la esfera local como en
la regional y la nacional desde una perspectiva endógena y parti-
cipativa, es decir, articuladora del Estado con el pueblo social y
productivamente organizado, con inclusión de las capas excluidas
en la ejecución y control democrático de actividades económicas,
estando estas acordes a las particularidades de las realidades exis-
tentes en esas esferas, siempre y cuando satisfagan las necesidades
de las comunidades, generen una transformación psicosocial de
su cotidianidad hasta lograr una cultura del Buen Vivir, y conlle-
ven a su articulación en redes productivas con diferentes tamaños
y estructuras tecnológicas, aplicándose todos estos lineamientos
[ 353 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

siempre en resguardo del equilibrio ecológico entre el ser humano


y la naturaleza (Lanz, 2004: 27-29; 2011; El Troudi, 2007: 156,
157, 259, 260). Para Biardeau (2009: 87):
La construcción de un modelo de desarrollo endógeno-socia-
lista, basado en la prioridad de la economía social, popular y
comunal, era una posibilidad perfectamente contenida en la
propia Constitución de 1999, incluso comprendida con for-
mas autogestionadas de propiedad colectiva. Por tanto, los con-
tenidos de una economía mixta de signo socialista no implican
necesariamente un ruptura con el discurso originario, más bien
son una inflexión que va… a un pensamiento socialista basado
en la alianza estatal-empresas de producción social, que tema-
tiza una necesaria transformación de las «relaciones sociales de
producción».

La organización y unidad del pueblo en el área económica


es un propósito que ya aparecía contemplado en la AAB (1996:
39, 40): «El modelo se constituye a través de una red de uni-
dades productivas con diversos grados de magnitud, composi-
ción y tecnologías: empresas familiares, microempresas, unidades
cooperativas, diversos modelos de industrialización» como parte
de «la estrategia endógena de desarrollo socioeconómico». Con-
tándose con un Estado Comunal como una manifestación del
Estado Socialista a ser construido por la Revolución Bolivaria-
na, si en el terreno económico —sin desvincularlo de la totali-
dad social donde se inserta— se va a desplegar el Socialismo de
Estado o Estatal, a la par es imprescindible que allí aparezca el
Socialismo de las Comunidades, Comunitario o Comunal, que
permita la organización, la articulación y el empoderamiento de
las comunidades sobre aquellas prerrogativas y espacios que desde
el Estado se les irá cediendo en la medida que sean factible la pau-
latina disolución de este bajo circunstancias locales, regionales,
[ 354 ]
A modo de conclusión: el Árbol de las Tres Raíces como plataforma...

nacionales e internacionales que así la faciliten, en un proceso de


transición desde el Poder Estatal (en gradual decrecimiento) al
Poder Comunal (en gradual crecimiento), manifestación orgá-
nica del Poder Popular (De Alarcón, 2010; García Linera, 2010;
Mier Aliaga, 2011; Prada, 2010; Viaña, 2010). En tiempos de
Revolución Socialista, el Estado no es un fin en sí mismo sino un
medio catalizador de los procesos que superen el divorcio capita-
lista entre sociedad civil y sociedad política.
La soberanía política del pueblo se vincula dialécticamen-
te con su soberanía económica. Esto ya lo sabía Bolívar cuando
buscaba la liberación de los esclavos junto a la entrega de tierras
a estos y a los llaneros; del mismo modo obró posteriormente
Zamora cuando asumió la consigna popular «¡Tierras y hombres
libres!». En una sociedad dividida en clases sociales, la libertad
—que formal y ficticiamente las instituciones políticas le deben
preservar a todos por igual— no tiene sentido si al final las clases
dominadas siguen económicamente explotadas por quienes ejer-
cen la propiedad privada sobre los medios sociales de producción,
a menos que aquellas se organicen (bajo una alianza de partidos
políticos y movimientos sociales) con el objetivo de tomar el po-
der (mejor dicho, tomar la estructura del Estado), visibilizado en
esas instituciones desde donde puede instaurar la propiedad social
de los medios sociales de producción. Es un extravío creer que a
todo movimiento revolucionario le basta con implementar sus
propuestas transformadoras como políticas públicas oficializadas
desde el momento que, al instalarse en el aparato de Estado crea-
do a imagen y semejanza de las clases dominantes, le toca ejer-
cer funciones de gobierno pero sin capacidad de ejercer el Poder
Constituido en dicho aparato, el cual va a obstaculizar el Proceso
Revolucionario, requiriéndose por parte del pueblo organizado
ejercer el Poder Constituyente, en su rol de Pueblo Legislador,

[ 355 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

para cambiar radicalmente al Estado de manera endógena y exó-


gena. Mientras esto va ocurriendo, si desde ese Estado no se le
impone al pueblo una política sobreprotectora o burocratista que
mutile sus poderes creadores, y más bien se le estimula para que
pueda ir edificando el Poder Popular organizándose a través de los
Consejos Comunales y las Comunas, el Poder Estatal irá cedien-
do paso en forma paulatina a ese nuevo poder surgido de la praxis
de las masas que elevarán gradualmente sus niveles de conciencia
y su capacidad de ejercer la soberanía plena sobre sus propios
procesos en todos los órdenes, incluido el político y el econó-
mico, hasta lograr suprimir la explotación de unos a otros como
meta de un largo proceso cuya duración estará en función de la
rapidez con que se supere la actual mentalidad capitalista preva-
leciente en la sociedad, condición fundamental para que alcance
la «mayor suma de felicidad posible» deseada por Simón Bolívar.
Con el propósito de ahondar en la perentoria discusión de estas
premisas, la lectura de la obra de Barreto (2011) contribuye a
hacer posible ese cometido. Por otro lado, Engels (1891/2006:
187, 188) sostiene que:
Por tanto, el Estado no ha existido eternamente. Ha habido so-
ciedades que se las arreglaron sin él, que no tuvieron la menor
noción del Estado ni de su poder. Pero cuando el desarrollo
económico alcanzó cierta etapa ligada necesariamente a la divi-
sión de la sociedad en clases, esta división hizo del Estado una
necesidad. Ahora nos aproximamos con rapidez a una fase de
desarrollo de la producción en que la existencia de estas clases
no sólo deja de ser una necesidad, sino que se convierte en un
obstáculo para la producción. Las clases desaparecerán de un
modo tan inevitable como surgieron en su día. Con la desa-
parición de las clases, desaparecerá inevitablemente el Estado.
La sociedad, reorganizando de un modo nuevo la producción
sobre la base de una asociación libre de productores iguales,

[ 356 ]
A modo de conclusión: el Árbol de las Tres Raíces como plataforma...

enviará toda la maquinaria del Estado al lugar que entonces le


corresponderá: el museo de antigüedades, junto a la rueca y el
hacha de bronce.

Llevará tiempo llegar a vivir en semejante contexto sociohis-


tórico que rememora El Troudi (2007: 162-165), donde prevale-
cerán los lazos de solidaridad aún existentes en los pueblos indí-
genas como sus valores culturales de Comunismo agrario, desde
donde germina la esperanza de la Revolución Socialista Indoa-
mericana, y que son reivindicados por la Revolución Socialista
Bolivariana tanto en la Constitución venezolana como en la Mi-
sión Guaicaipuro y otras instancias políticas de la administración
pública, iniciativas que van a contracorriente de etnocentrismo
impuesto por los aparatos ideológicos del capitalismo, cobrando
así fuerza estas palabras de Mariátegui (1928/2008: 38): «No es
la civilización, no es el alfabeto del blanco, lo que levanta el alma
del indio. Es el mito, es la idea de la revolución socialista. La
esperanza indígena es absolutamente revolucionaria. El mismo
mito, la misma idea, son agentes decisivos del despertar de otros
viejos pueblos…».
El legado de José Carlos Mariátegui (como el de muchos
otros revolucionarios) es un referente obligado para la Revolu-
ción Bolivariana, observándose en las citas efectuadas de dos de
sus obras. Uno de los que estudió ese tópico fue Luis Villafaña
(2005), invitándose desde estas líneas a profundizar en la pro-
ducción intelectual de quien rescató el significado de la figura del
indígena para el pensamiento marxista.
Por el lado de la historiografía y la intelectualidad oli-
gárquico-burguesa tradicional, desde estas se han justificado
que las comunidades afroamericanas también hayan sufrido la
etnoexclusión social y cultural, con la limitación, banalización
o invisibilización de sus aportes históricos en la cultura popular
[ 357 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

latinoamericana y caribeña, al igual que en las luchas por la eman-


cipación política y social, pero con la Revolución Bolivariana esas
comunidades se han involucrado activamente en la refundación
de la nación, una de cuyas vertientes consiste en ir eliminando el
racismo y toda forma de discriminación (J. García, 2005: 29-35;
Ideario Bolivariano, 2006: 14), incluso la de tipo machista contra
la presencia de la mujer en igualdad de condiciones que el hom-
bre, quien para ser consecuentemente socialista debe ser feminis-
ta en el sentido no de cambiar una discriminación por otra (ni
machismo ni hembrismo), sino de combatir en todos los terrenos
la concepción androcéntrica y patriarcal asociada a la imposición
de las relaciones sociales de explotación, y sustituirla por una con-
cepción humanista y solidaria donde el hombre y la mujer tienen
conciencia de la necesidad de trabajar juntos en la transformación
de la sociedad (H. Chávez, 2004b; 2009; Rubio, 2007; M. Alva y
N. Castañeda, 2009; C. García y M. Valdivieso, 2009; C. García,
2011; Memorias de Venezuela Nº 19, 2011: 12-35). Esta vocación
incluyente y antidiscriminatoria es potenciada por el rescate y la
exaltación de los personajes y epopeyas de nuestra historia patria,
como en los casos de las parejas formadas por Guaicaipuro y Ur-
quía, el Negro Miguel y Guiomar, Simón Bolívar y Manuela Sáe-
nz, representativas de los otrora sectores excluidos racial, social y
sexualmente durante la Cuarta República.
A pesar del uso que ciertos sectores le han dado a la frase «El
Socialismo del Siglo xxi» y el con el propósito de darle un con-
tenido conceptual contrario a las corrientes reformistas, la deno-
minación de «Socialismo Bolivariano» ha tenido mayor asidero
teórico pues en el verdadero cuerpo ideológico que la conforma,
desde la constitución del MBR-200 se ha apelado al legado fun-
dacional de la historia republicana, sobre todo con la exaltación
del Libertador Simón Bolívar, ligado al rechazo popular contra
[ 358 ]
A modo de conclusión: el Árbol de las Tres Raíces como plataforma...

las políticas capitalistas neoliberales, el coloniaje y el debilita-


miento del Estado nacional por acción de la oligarquía, continua-
da luego por la burguesía. Estas circunstancias contribuyeron a
generar un discurso de emancipación articulado a las nociones de
las raíces propias, voluntad general y búsqueda del bien común,
anteponiendo esto último al interés particular, lo que aparece
como reactivación del proyecto bolivariano de nación que quedó
frustrado luego de la guerra de independencia (Biardeau, 2009:
62, 63), pero que ahora continua con fuerza desde 1999 con el
mandato del Comandante Chávez. La ya consolidada expansión
del capitalismo como sistema mundial empuja al nacionalismo
progresista del Árbol de las Tres Raíces a desembocar en el Socia-
lismo como parte de su progresión dialéctica, pues para Mariáte-
gui (1928/2008: 40, 41):
El socialismo aparece en nuestra historia no por una razón de
azar, de imitación o de moda, como espíritus superficiales su-
ponen, sino como una fatalidad histórica. Y sucede que mien-
tras, de un lado, los que profesamos el socialismo propugnamos
lógica y coherentemente la reorganización del país sobre bases
socialistas y —constatando que el régimen económico y polí-
tico que combatimos se ha convertido gradualmente en una
fuerza de colonización del país por los capitalismos imperia-
listas extranjeros—, proclamamos que este es un instante de
nuestra historia en que no es posible ser efectivamente nacio-
nalista y revolucionario sin ser socialista…

En las actuales circunstancias, la Revolución Bolivariana sí


reconoce discursiva y conceptualmente su condición de socialista
y marxista, como además de su ubicación en la izquierda revolu-
cionaria, pero en las líneas hasta ahora desarrolladas (y sin olvidar
la existencia de factores políticos pseudorevolucionarios actuando
en direcciones contrarias), se observó que la concepción real y
[ 359 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

esencial del Proceso Revolucionario rompe y trasciende las limi-


taciones paradójicamente generadas por las generalidades del dis-
curso «neutro» y asépticamente postmoderno de ubicarse más allá
del capitalismo y el Socialismo, o más generalmente de la derecha
y la izquierda. Tales peculiaridades semánticas conformaron un
elemento fundamental del relato ideológico bolivariano, capaz de
generar un efecto de adhesión e identificación de amplias capas,
sectores, grupos y clases como sus receptores y asimiladores en
favor del Proceso Revolucionario, creando en ese sentido la na-
rrativa ideológica descrita en otras líneas anteriores, no solamente
por urgencias de tipo táctico (aprovechadas oportunistamente
en algunos casos por ciertos actores específicos) sino que, pre-
cisamente por ser el Proceso Revolucionario consecuente con su
verdadera concepción original, buscaba de escapar a la tentación
de reproducir formaciones discursivas monoculturales empleadas
por el eurocentrismo (e incluso por el pitiyanquismo si se quiere),
tal como ocurrió al comienzo de la Guerra de Independencia en
la medida en que los sujetos indígenas, negros y pardos aparecían
solamente como asimiladores de un imaginario sobreimpuesto
para servir de «masa de maniobra política» de los intereses de
las élites criollo-mestizas, antes en nombre de un «imaginario de
emancipación» (Biardeau, 2009: 64, 74), y ahora en nombre del
Socialismo, tan manoseado por la nueva burguesía y las facciones
reformistas, existiendo ambos sectores a costa, en contra y a pesar
de la Revolución Socialista Bolivariana.
La existencia de estas fuerzas adversas es debida en parte a
la reproducción de las ideas, valoraciones y creencias impuestas
y propagadas hegemónicamente por las clases dominantes, que
incorporan la educación a la política como instrumento de con-
solidación del Estado creado a su servicio y como sustento legi-
timador de su modelo de sociedad, más allá de la existencia de
[ 360 ]
A modo de conclusión: el Árbol de las Tres Raíces como plataforma...

esas clases como grupos sociales que asumen la aparente repre-


sentación total de la sociedad, creando una ideología abarcadora
de lo social (Álvarez, s.f., 342-343) y negadora de la existencia de
la política en la cultura, cuando contradictoriamente esa premisa
es política con mayor razón al ocultar los poderes que crearon la
versión hegemónica de cultura, con lo que los explotadores hacen
política solapada convirtiendo a los explotados en consumidores
pasivos de los estereotipos capitalistas dictados por la meritocra-
cia y la academiocracia (Calzadilla, 2005b), usando la educación
como una acción global consciente orientada para moldear a las
personalidades según las formas ideológicas dirigidas a la con-
ciencia y el inconsciente colectivo (Girardi, s.f., pp. 55-56).
Por estas razones es preciso recordar la reiteración de Simón
Rodríguez cuando decía que para crear y sostener repúblicas re-
quería formarse republicanos entre sus habitantes, añadiéndose
como parte de sus atributos el que sean bolivarianos y socialistas.
Construir el Modelos Socialista Venezolano sólo en los aspectos
económico y político es insuficiente y hasta peligroso, pues de
acuerdo al texto de Lanz (2004/2005) también «La Revolución
es cultural, o reproducirá la dominación», ejemplificada esta últi-
ma como la restauración capitalista ocurrida en las naciones que
habían integrado a la URSS, experiencia que se puede repetir en
Venezuela si no se cambian las condiciones objetivas y subjeti-
vas favorables para ello y que aún existen en nuestra sociedad.
Para conjurar ese riesgo, el Proceso Revolucionario debe propiciar
las circunstancias pertinentes para la formación del ser huma-
no nuevo (parafraseando al Ché Guevara cuando se incluyen al
hombre y a la mujer), bajo las premisas de la educación popular
y emancipadora desde la niñez, donde se debe incluir la forma-
ción sociopolítica socialista sin emplear las armas melladas del
capitalismo, sirviendo el Trabajo Voluntario como «instrumento
[ 361 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

educativo para conquistar la Conciencia del Deber Social» (Apon-


te, 2009). Hay que aprender a pensar y a vivir como socialistas,
unir la teoría y la práctica revolucionaria para ser plenos, o de lo
contrario la incoherencia praxeológica nos hará limitados.
Existe una línea de continuidad entre la temática guevarista
del ser humano nuevo y el conjunto de creencias, valores e ideas
socialistas presentes en el Cristianismo, y de los que Chávez ha
hecho referencia explícita como base ética de la construcción del
Socialismo Bolivariano (Biardeau, 2009: 93, 94) cuando retoma
y difunde el pensamiento de la Teología de la Liberación, de don-
de las dimensiones de solidaridad y cooperación —basadas en
el amor, la fe, la fraternidad y el desprendimiento— pasan a ser
componentes del Modelo Socialista Venezolano, más aún cuando
como estadista Chávez no sólo expresa su contundente posición
antiimperialista (rescatando así la actitud contestataria de Jesu-
cristo contra el poder imperialista romano y la falsa moral de los
jerarcas fariseos), sino también escoge la opción por los sectores
más débiles y excluidos al frente de un proceso de cambios que,
para muchos prosélitos de las distintas tendencias cristianas, bus-
ca hacer posible en la tierra lo que ellos conciben como el reino
de Dios, al vincular los conceptos de comunión y hermandad
con el de una sociedad regida por la equidad, el bien colectivo y
la convivencia (Guariguata, 2004: 15)
Empero, todo hay que llamarlo por su propio nombre, ade-
más de rescatar las palabras y símbolos (independientemente de
su procedencia territorial, pues las ideas son patrimonio de la
humanidad) secuestrados o estigmatizados por los aparatos ideo-
lógicos de las clases dominantes, sobre todo si sus respectivos sig-
nificados son consecuente y coherentemente puestos en práctica
por encima de las intenciones de esas clases sociales, deseosas de
imponer su pensamiento único. Tampoco es menos cierto que
[ 362 ]
A modo de conclusión: el Árbol de las Tres Raíces como plataforma...

existen distintas denominaciones para una misma concepción,


recordándose aquí que, en referencia a las propuestas alternativas
frente al capitalismo, durante el xvi Festival Mundial de la Juven-
tud y los Estudiantes efectuado en Caracas (H. Chávez, 2005c:
3), Fidel Castro dice que:
… sólo la Revolución que ponga fin a todas esas injusticias,
sólo la Revolución que ponga fin a ese sistema, más tarde o más
temprano, será la que resuelva los problemas sociales de nues-
tros pueblos. Cada cual lo llamará de una forma o de otra; no-
sotros, es bien sabido, lo llamamos socialismo… Si me dicen:
«Eso es bolivarismo», diría: «Estoy totalmente de acuerdo». Si
me dicen: «Eso se llama martianismo», diría: «Estoy totalmente
de acuerdo». Pero algo más, si me dicen: «Eso se llama cristia-
nismo», yo diría: «Estoy totalmente de acuerdo».

Ninguna Revolución Socialista puede proponerse construir


el Comunismo inmediatamente llegando al poder (lo cual es im-
posible de lograrse… por ahora, sino quizás dentro de muchos
siglos), así como nadie puede correr como un adulto si mucho
antes no ha aprendido a gatear como un bebé para que después
pueda caminar con destreza, valiéndose desde el inicio por sí mis-
mo pero sabiendo aceptar el apoyo que se le ofrezca con el criterio
que construya con su experiencia, y aprendiendo de otras a partir
de su propia vivencia. El Socialismo permite delinear un cami-
no para la transición entre el capitalismo y el Comunismo, pero
hasta ahora se está empezando a crear las bases para la transición
entre el capitalismo y el Socialismo, pero la Revolución que la
inicie no puede darse por concluida si se cree erróneamente que
esta terminó con la implantación del Modelo Socialista acorde a
la realidad del pueblo que lo construya heroicamente.
Toda Revolución debe ser permanente para que su avance no
se estanque o desvíe, riesgo que corre al considerarse satisfecha
[ 363 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

con el logro de sus objetivos en un tiempo y espacio determina-


dos, pues preservarlos o superarlos conlleva a que sea imposible
la desaparición del Proceso Revolucionario. Todavía falta mucho
camino para andar por parte de la Revolución Bolivariana en vin-
culación con otros procesos revolucionarios del mundo bajo la
visión dialéctica de totalidad, pues el Socialismo no se puede ma-
terializar por parte de un sólo país o pueblo. El Árbol de las Tres
Raíces es el elemento que nos identifica como parte de la unidad
revolucionaria, común en medio de la diversidad de árboles que
crecen desde distintos terrenos, pero orientados en la misma di-
rección de tomar el cielo por asalto para construir en la tierra
la sociedad del futuro, libre de relaciones de explotación (y por
tanto sin clases sociales que la fragmenten), donde el ser humano
(como ser natural y social) y la naturaleza alcanzarán el equilibrio
y la armonía.
Hugo Chávez es quien inició la siembra del Árbol de las Tres
Raíces cuando aún era una semilla creada por las luchas del pue-
blo venezolano, cuyo deber es apoyar a nuestro Eterno Coman-
dante Presidente en el resguardo y fortalecimiento de ese árbol,
pues sólo así los frutos que produzca serán alimentos para la con-
ciencia transformadora de la humanidad.

[ 364 ]
Anexo:
Comparación entre Capitalismo,
Socialismo y Comunismo
Anexo: Comparación entre Capitalismo, Socialismo y Comunismo

Parte I
El Comunismo perfecciona y continúa varios rasgos del Socialismo

CAPITALISMO SOCIALISMO COMUNISMO


Propiedad privada de los Propiedad social de los me- Propiedad social de los
medios de producción dios sociales de producción medios sociales de pro-
ducción
Desarrollo de la ciencia y Desarrollo de la ciencia y la Desarrollo de la ciencia
la tecnología para satisfa- tecnología para satisfacer las y la tecnología para satis-
cer la codicia de la bur- necesidades de todos facer las necesidades de
guesía todos
División social no equita- Eliminación de la discrimina- Eliminación de la discri-
tiva del trabajo ción entre el trabajo físico e minación entre el trabajo
intelectual físico e intelectual
Valor determinado por El trabajo es la única fuente El trabajo es la única
el libre mercado (contro- de valor fuente de valor
lado por la clase domi-
nante)
Se produce para acumu- Se produce para satisfacer ne- Se produce para satisfacer
lar riquezas y se vive para cesidades y se consume para necesidades y se consume
consumir a costa de des- vivir en equilibrio con la na- para vivir en equilibrio
truir a la naturaleza turaleza con la naturaleza
La competencia (egoís- La emulación (conciencia) es La emulación (concien-
mo) es el motor de la eco- el motor de la economía cia) es el motor de la eco-
nomía nomía
El trabajo es tanto alie- El trabajo es tanto consciente El trabajo es tanto cons-
nado y alienante como y concientizador como volun- ciente y concientizador
forzado y aislado de la tario e integrado a la sociedad como voluntario e inte-
sociedad grado a la sociedad
Alienación, codicia, do- Concientización, desprendi- Concientización, des-
minación, egoísmo, ex- miento, emancipación, soli- prendimiento, eman-
clusión, explotación, gue- daridad, inclusión, coopera- cipación, solidaridad,
rra, odio y reformismo ción, paz, amor y revolución inclusión, cooperación,
paz, amor y revolución

[ 367 ]
El Árbol de las Tres Raíces / Emilio Silva

Parte II
El Comunismo perfecciona y supera varios rasgos del Socialismo

CAPITALISMO SOCIALISMO COMUNISMO

De cada quién según su De cada quién según su ca- De cada quien según su
clase, a cada quién según pacidad, a cada quién según capacidad, a cada quien
su capital su trabajo según su necesidad

Lucha de clases de explota- Lucha de clases de explota- No hay lucha de clases


dores contra explotados fa- dos contra explotadores fa- pues estas desaparecen
vorable a los primeros para vorable a los primeros para al no haber explotación
hegemónicamente impo- hegemónicamente estimu- dada la estimulación per-
ner las ideologías burguesa lar la conciencia e imponer manente de la conciencia
y pequeñoburguesa junto la justicia e igualdad sociales y la vigencia plena de la
con la injusticia y desigual- justicia e igualdad sociales
dad sociales

Estado creado en función Estado creado en función Superación del Estado y


del beneficio de la burgue- del beneficio del proletaria- sustitución del Poder Es-
sía y sus aliados (dictadura do y sus aliados (dictadura tatal por el Poder Popular
de clase de la burguesía) de clase del proletariado) (o Comunal) ejercido por
para impedir la organiza- para apoyar la organización el pueblo organizado
ción del pueblo y la crea- del pueblo y la creación del
ción del Poder Popular (o Poder Popular (o Comunal)
Comunal)

La mayoría se subordina a La minoría se subordina a Los intereses de todos son


los intereses de la minoría los intereses de la mayoría comunes pues no hay di-
(democracia burguesa) (democracia popular) visión en clases sociales

El Estado Burgués no in- La economía es planificada La economía es planifica-


terviene en la planificación conjuntamente por el Es- da por el Poder Comunal
de la economía tado Proletario y el Poder
Comunal

Imperialismo burgués de Liberación nacional (Patria Superación de las fron-


las potencias capitalistas Socialista) e internaciona- teras dada la igualdad en
(centro) explotadoras de lismo proletario (Patria es la diversidad basada en la
las colonias y neocolonias humanidad) solidaridad y la coopera-
(periferia) ción

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Este libro fue editado para su publicación en digital
durante el año 2022.

El mismo es un esfuerzo de la Universidad Nacional


Experimental de la Gran Caracas para el fortalecimiento
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