Está en la página 1de 3

Olga Orozco

Yo, Olga Orozco, desde tu corazón digo a todos que muero.


Amé la soledad, la heroica perduración de toda fe,
el ocio donde crecen animales extraños y plantas fabulosas,
la sombra de un gran tiempo que pasó entre misterios y entre alucinaciones,
y también el pequeño temblor de las bujías en el anochecer.
Mi historia está en mis manos y en las manos con que otros las tatuaron.
De mi estadía quedan las magias y los ritos,
Unas fechas gastadas por el soplo de un despiadado amor,
La humareda distante de la casa donde nunca estuvimos,
Y unos gestos dispersos entre los gestos de otros que no me conocieron.
Lo demás aún se cumple en el olvido,
Aún labra la desdicha en el rostro de aquella que se buscaba en mí
igual que en un espejo de sonrientes praderas,
y a la que tú verás extrañamente ajena:
mi propia aparecida condenada a mi forma de este mundo.
Ella hubiera querido guardarme en el desdén o en el orgullo,
en un último instante fulmíneo como un rayo,
no en el tumulto incierto donde alzo todavía la voz ronca y llorada
entre los remolinos de tu corazón.
No. Esta muerte no tiene descanso ni grandeza.
No puedo estar mirándola por primera vez durante tanto tiempo.
Pero debo seguir muriendo hasta tu muerte
porque soy tu testigo ante una ley más honda y más oscura
que los cambiantes sueños, allá, donde escribimos la sentencia:
"Ellos han muerto ya.
Se habían elegido por castigo y perdón, por cielo y por infierno.
Son ahora una mancha de humedad en las paredes del primer aposento".

Eduardo Vazquez

Elegiste nacer
con la nostalgia brumosa pegada a tu cuello
con la impiedad intolerante atrapada en el estómago
con el deseo desmesurado cabalgando en la lengua
Elegiste caminar
en el ripio ardiente antes que en la tibieza
nadar en aguas turbias donde no danzan las olas
y volar en círculos sobre la tristeza abandonada
para alimentarte de ella como un cuervo solitario
Elegiste la risa y la furia
las manos cercanas y los recuerdos invisibles
Elegiste la humedad de las madrugadas
la ciudad sucia
y el monte con la siesta que abraza la mirada

Mas el miedo te eligió


y te persigue
y las muertes fantasmales se aparecen
con la belleza de una daga hiriente
y te acaricia la boca
para que dejes de temblar

Raquel Laudani

Yo

tan solo yo

que desde el otro lado del tuyo te miro

Intentando adivinar miradas,

traduciendo a mi lenguaje los silencios

permaneciendo inmóvil ante todos tus movimientos

solo para poder seguirte

solo para estar cerca y hacerte sentir que estoy

Me deslizo con temerosa cautela

para no entorpecer tu envolvente discurso

observo con detenidas miradas

para no perder ni un detalle de tu figura

escondida detrás del opaco vidrio

donde rebota la titilante luz roja


Ya es hora

lo sé

Todo está por apagarse

apenas instantes quedan de tu presencia

apenas segundos turbios que ahogan mi esperanza

No auguraba este final

No advertí esta abrupta despedida

SILVIA TÓTTARO

Yo, Silvia Tóttaro, he vivido.


He vivido con sinsabores, con amarguras
pero con amor, con tu amor.
He perdido lo más hermoso
que se puede perder.
He ganado lo más hermoso
que se puede ganar.
Tengo el abrazo sincero
que aún me desvela en noches frías
la sonrisa de mis hijos
que es tu sonrisa
Y tengo una vida 
que quiere seguir aquí
Junto a ti.

También podría gustarte