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ASUNTO: DIOS

PROPÓSITO: PASTORAL
TEMA: CLAUSULAS DEL AMOR DIVINO

CONOCIENDO A DIOS BÍBLICAMENTE:


EL AMOR DIVINO CONDICIONADO
JUAN 14:15
INTRODUCCIÓN:
Para poder iniciar con buen pie en este tema, una pregunta fundamental sería
¿Dios ama incondicionalmente? La enseñanza popular siempre recae en que,
siendo que Dios es amor, como Dios amoroso no puede tener condiciones. En
realidad, ese pensamiento tiene varias ideas equivocadas y conceptos errados
respecto a Dios, al amor y a lo que significa amar a alguien. Hablar de amor
incondicional, se está hablando de una postura enfermiza, es alguien ofreciéndole
todo a alguien a quien afirma amar, sin esperar nada a cambio. Es ilusorio e
ingenuo pensar que algo así exista, y que sea prudentemente correcto. Una
persona que no se ame a sí misma, no esperará respuesta del amor que ofrece.
Amor incondicional no existe como tal, porque nadie puede amar verdaderamente,
fuera de la condición de amarse así mismo: “Amarás a tu prójimo como a ti
mismo.” (Mateo 22:39) El problema existente actualmente, es que a la Escritura
se le han querido añadir ideas humanas, la exposición bíblica actual está
contaminada de ideas de hombres más que de las razones sabias y prudentes de
Dios. La Idea de un dios que ama incondicionalmente, es más romántica
enfermiza que bíblica y verdadera. Ahora bien, alguien puede afirmar: “si Dios es
tan bueno, porqué no ama incondicionalmente a la humanidad.” Un amor
santo, prudente y sano es aquel que considera apropiadamente el objeto de su
amor; en el caso de Dios el objeto de su amor es el ser humano y este bajo la
condición de pecado. Por consiguiente, le establece condiciones a su amor,
establecidas en normas, condiciones, estatutos, leyes y principios para que la
condición falible y pecaminosa del ser humano no interfiera con el plan divino
establecido por Dios. Es por ello que tiene un sentido claro el que Dios haya
establecido reglas y prohibiciones, así como consecuencias y juicios. Sería un
acto irresponsable, de parte de un Dios sumamente inteligente y sabio, no
establecer límites al ser humano que para nada es confiable. El problema actual
es que el pensamiento humanista, insertado en la doctrina bíblica modera,
establece una idea romántica del amor de Dios. Para tener un conocimiento más
amplio de Dios, de forma bíblica y teológicamente acertado, expondremos tres
clausulas del amor divino, la necesidad de una comprensión bíblica del amor de
Dios expresado en normas y principios, expone con claridad la naturaleza santa, la
cual es intolerante a la injusticia, pecaminosidad y error. La verdad propuesta en
este tema, es que el gobierno de Dios es un gobierno santo.

I. Inserción v. 21,23
Existe una clara evidencia bíblica de que el amor de Dios maneja una idea de
inserción, dicho con palabras más amplias, el cristianismo maneja una serie de
actos, ritos y sistemas para la inserción e integración de nuevos adeptos. El
bautismo en agua, por ejemplo, es una forma de inserción e integración de las
personas que, en un acto de fe, cumplen con una ordenanza realizada por el
mismo Señor Jesucristo. Textos como Mateo 28:19, estipulan el cumplimiento de
este ritual como parte de la primera fase de un discipulado cristiano. Pedro en el
libro de los hechos establece lo siguiente: “Cada uno de ustedes debe
arrepentirse de sus pecados y volver a Dios, y ser bautizado en el nombre de
Jesucristo para el perdón de sus pecados. Entonces recibirán el regalo del
Espíritu Santo.” (Hechos 2:38) Estableciendo esta cláusula, el texto de Juan 14
tiene aún más sentido: “Cuando yo vuelva a la vida, ustedes sabrán que estoy
en mi Padre y que ustedes están en mí y yo, en ustedes. Los que aceptan
mis mandamientos y los obedecen son los que me aman. Y, porque me aman
a mí, mi Padre los amará a ellos. Y yo los amaré y me daré a conocer a cada
uno de ellos.” En estos dos versículos observamos la idea de inserción, dentro
de un círculo mucho más intimo del que se pueda imaginar. Este es un texto
bastante extraño y difícil de interpretar, por lo que debe tenerse cuidado con lo que
Jesús aquí, porque puede comprenderse que, en algún momento futuro los seres
humanos seremos en una misma esencia espiritual con Dios, sin diferenciación
alguna. No hay pasaje, doctrina ni enseñanza alguna al respecto de esta teoría,
por lo que se puede entender como una unidad relacional perfecta, de la que
ahora se percibe solamente en parte y que espera su plena terminación en el
momento de que Cristo sea manifestado al hombre como Rey y Señor. Este
versículo expresa la plenitud del amor perfecto de Dios, bajo la condicionante de
“Los que aceptan mis mandamientos y los obedecen son los que me aman”;
la explicación que Jesús hace en cuanto a la perfecta unidad que Dios ofrece a los
que le aman, sirve para aclarar que este perfecto amor tiene condiciones. Las
condiciones de Dios son evidentes: “Todos los que me aman harán lo que yo
diga. Mi Padre los amará, y vendremos para vivir con cada uno de ellos.” (v.
23) La inserción se enfoca en la idea de una comprensión clara de los estatutos
establecidos por Dios, vivir según ellos, no como una imposición, sino como
resultado de haber aceptado aquel amor que para nada es incondicional. Sonará
duro, pero si alguien no quiere sujetarse a los mandamientos, hacer lo que
establece el pacto de Dios, ni obedecer a Dios, es libre de vivir su vida a su
manera, pero no puede esperar tolerancia de Dios que no tolera la maldad.

II. Exclusión v. 17,18


Si existe una inserción, por ende, debe existir una exclusión los que son
“aceptos en el amado” indican que hay aquellos que: “A pesar de haber
conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que
se extraviaron en sus inútiles razonamientos, y se les oscureció su
insensato corazón. Aunque afirmaban ser sabios, se volvieron necios y
cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes que eran réplicas del
hombre mortal, de las aves, de los cuadrúpedos y de los reptiles. Por eso
Dios los entregó a los malos deseos de sus corazones, que conducen a la
impureza sexual, de modo que degradaron sus cuerpos los unos con los
otros.” (Romanos 1:21-23) Un texto que con absoluta claridad muestra que Dios
para nada ama incondicionalmente, y que está dispuesto a realizar juicios justos
sobre aquellos que, de forma voluntaria, “creyendo ser sabios”, mostraron su
necedad. El amor de Dios, para que sea perfecto, debe estar dispuesto a proteger
a quienes ama y viven en justicia, corregir y castigar a quienes ama, pero actúan
en injusticia y maldad. Juan establece, en palabras de Jesús lo siguiente: “el
Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede aceptar porque no lo ve ni lo
conoce. Pero ustedes sí lo conocen, porque vive con ustedes y estará en
ustedes.” El agente activo en la iglesia, el Espíritu Santo, no puede ser recibido
por cualquiera. La exclusión divina no es un acto arbitrario de Dios, es decir, no es
que Dios actúe con discriminación. Siendo que Dios considera al ser humano
capaz intelectualmente de tomar decisiones, y que tiene cierta idea de lo bueno y
malo, justo o injusto, establece una exclusión basado en el criterio de la fe. Alguien
puede, por ejemplo, tener un comportamiento impecable, pero si no tiene una
adecuada fe, su correcta percepción de la ética y el comportamiento social
adecuado y saludable, no le hace ser parte de la familia de la fe. El mismo Juan
establece la idea de exclusión e inclusión en esto versículos: “Vino a lo que era
suyo, pero los suyos no lo recibieron. Mas a cuantos lo recibieron, a los que
creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios. Éstos no nacen
de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino que
nacen de Dios. (Juan 1:11-13) Cuando la Escritura establece que “por gracia
sois salvos...” “...por medio de la fe..” (Efesios 2:9,10) queda claro que la
reacción del ser humano discípulo de Cristo, tiene mucho que agradecer dado ha
que se le “Ha dado potestad de ser hechos hijos de Dios”. Pensar en que
todos somos hijos de Dios, es pasar por alto al “Unigénito Hijo de Dios”:
“...porque, por medio de él, Dios creó todo lo que existe en los lugares
celestiales y en la tierra. Hizo las cosas que podemos ver y las que no
podemos ver, tales como tronos, reinos, gobernantes y autoridades del
mundo invisible. Todo fue creado por medio de él y para él.” (Colosenses
1:16) ¿Cuál sería el propósito de la muerte de Cristo, si todos por igual fueran
considerados hijos de Dios? ¿Qué sentido tendría la fe, como fundamento
esencial para ser parte de la familia de Dios? La exclusividad es un acto de justicia
divina, así mismo como de misericordia. No se trata que aquellos que, sin
merecerlo, se les dio la potestad de ser hijos de Dios, sean superiores a los que
no son considerados hijos de Dios porque su fe no está depositada en Jesucristo.
La diferencia no es en calidad, sino en cualidad. Dicho de otra forma, es la
cualidad de ser hijos de Dios por gracia, la que nos diferencia de los que no tienen
la cualidad de no considerar a Jesucristo sus enseñanzas y sabiduría, como parte
de su vida. Ciertamente, y sin duda alguna, no todos son hijos de Dios, no todos
son salvos, pero si todos somo creación de Él según su imagen y semejanza.
Dejando en claro lo anterior, y aunque contradictorio, este planteamiento elimina la
idea romántica del amor de Dios, estableciendo ese amor como algo más que una
vana emoción humana pasajera. Más bien, el amor de Dios viene a ser en esencia
igual a Dios en eternidad, durabilidad y poder.

III. Revelación v. 19,20


La revelación hace alusión a lo que, acorde a la voluntad de Dios y sujeta a ella,
se manifestó al entendimiento humano para que éste último tenga un fundamento
del cual afirmarse. La revelación es una acción netamente divina en la que Dios,
desde lo oculto de su eternidad a los ojos de los hombres en el ámbito espiritual,
se de a conocer al ser humano para establecer un contacto íntimo y social con él.
Dios no creó al ser humano para dejarlo en el abandono, en cambio, a lo largo de
la historia humana, y lo narrado en las Escrituras desde la creación, ha establecido
medios para tener una relación con su creación. Es en la Biblia donde se observa
con mucha constancia a Dios tratando de tener contacto con el ser humano, es
pertinente a sus necesidades, y termina determinando, por medio de un hombre
llamado Abraham, establecer la exclusividad de su pacto, que finalmente se
manifestó en Cristo Jesús. Pablo asegura que: “Él es la imagen del Dios
invisible, el primogénito de toda creación.” (Colosenses 1:15) Hablando del
Señor Jesucristo, esa imagen representa la plena sabiduría de Dios. Pablo, en
diferentes pasajes expresa a Jesucristo como la máxima expresión de la
revelación de Dios. Es el mismo Juan que afirma: “Entonces la Palabra se hizo
hombre* y vino a vivir entre nosotros. Estaba lleno de fidelidad y amor
inagotable.* Y hemos visto su gloria, la gloria del único Hijo del Padre.”
(Juan 1:14) La revelación sirve a los propósitos de Dios, en cuanto a dar a
conocer a Dios para que tanto la inclusión, como la exclusión tengan sentido. Sin
la revelación, el hombre no sería capaz de mostrar su amor a la humanidad, y sin
ella la inclusión a la familia de la fe, no tendría para nada un sentido apropiado.
Con respecto a esto, y a manera de un paréntesis de lo que se esta hablando,
aquellos que no reconocen lo establecido en la misma Escritura, que, aunque
sean fieles congregantes de una iglesia, pero que han determinado vivir a su
propia manera el evangelio de Jesucristo, establecerían con sus hechos no ser
hijos de Dios. La actitud previamente descrita, es reconocida como religiosidad.
No basta con ser un simpatizante de la fe cristiana, ser miembros inactivos de un
grupo de personas que se congregan, no pueden ser considerados iglesias. Y es
de esto lo que habla y expone el apóstol Juan: “Dentro de poco, el mundo no
me verá más, pero ustedes sí me verán. Dado que yo vivo, ustedes también
vivirán. Cuando yo vuelva a la vida, ustedes sabrán que estoy en mi Padre y
que ustedes están en mí y yo, en ustedes.” Un análisis de las palabras
utilizadas por Juan, para transcribir los pensamientos de Jesús, en aquellas
últimas horas de su vida en la tierra, expresan una intención clara. Jesús sabía
que su tiempo en esta tierra estaba por llegar a su fin, había establecido cumplir al
pie de la letra con su ministerio y propósito en este mundo. Deseaba salvar a la
humanidad, pero debía de establecer, preparar y capacitar a un grupo de hombres
a quienes encomendaría una misión sumamente importante. La iglesia debe tener
clara su misión en este mundo, por lo que la revelación se hacía necesaria. Es en
estos versículos donde Jesús, habiéndose explicado en el inicio de este evangelio
descrito por Juan Apóstol, venía al mundo como una luz a iluminar la oscuridad.
La idea de traer luz indicaba la grande necesidad de este mundo en tinieblas,
donde la revelación se hace presente en Cristo Jesús, no solo salvando al
pecador, también indicándole el camino que debe seguir. El conocimiento pleno de
Jesucristo, se obtendrá cuando el cumplimiento de la agenda escatológica de
Dios, es decir, el cumplimiento del final de los tiempos y del segundo advenimiento
de Cristo se ejecute. El propósito divino para el ser humano, para nada tiene que
ver con discriminar, excluir o eliminar. Tiene que ver con mostrar el reino de Dios,
su justicia, misericordia y gracia, ciertamente, pero también lo que aquel reino
demanda de sus súbditos. La verdadera libertad, Elbert Hubar dijo: “La
responsabilidad es el precio de la libertad.” Es extraordinario saber que la
libertad verdadera, no se fundamenta en hacer lo que se quiera o lo que plazca, se
trata vivir bajo normas establecidas por un Rey Justo, Eterno y Real.

CONCLUSIÓN:
Al tomar en consideración la vida en Cristo, el evangelio poderoso que salva, se
nos da una exclusiva membresía VIP, que no merecemos y que se nos otorgó por
medio de una fe que es ministrada al corazón por parte de Dios. El grande
problema humano actual está en que se ha confundido la libertad con libertinaje, y
se cree en una fe romántica, en la que Dios, movido por las pasiones humanas,
será propicio al ser humano pecador. La enseñanza bíblica, por el contrario, nos
muestra a un Dios que es capaz de dar vida, así como de quitarla. De proteger y
salvaguardar de pestes y enfermedades, como de producir las mismas con el fin
de dar una lección y corregir una conducta incorrecta. Es fiel en todo lo que dice, y
no siempre da lo que se le pide, dado a que su consciencia es sublime en todo
momento.

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