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Título: Programa de integridad, compliance eficiente y responsabilidad penal de las personas jurídicas:
consideraciones sobre el decreto 277/2018, reglamentario de la ley 27.401
Autor: Barbuto, Alberto S.
Publicado en: ADLA2018-6, 3
Cita Online: AR/DOC/876/2018
Sumario: I. Introducción.— II. Problemas en el abordaje del compliance como garantía de exención de la
responsabilidad penal.— III. Desafíos que plantea la ley 27.401 en materia de RPPJ de especial interés para una
adecuada ejecución del dec. 277/2018.— IV. Conclusiones.
I. Introducción
El viernes 6 de abril del año en curso se publicó en el Boletín Oficial el dec. PEN 277/2018, reglamentario
de la ley 27.401 (1) que habilita la responsabilidad penal de las personas jurídicas (RPPJ) por un catálogo
limitado de delitos de corrupción.
El Decreto que se comenta dispone 3 cuestiones:
1. Asigna a la Oficina Anticorrupción del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación la tarea
de establecer los lineamientos y guías que resulten necesarios para el mejor cumplimiento del Programa de
Integridad establecido por los arts. 22 y 23 de la ley 27.401 (2) (art. 1º);
2. Define que el monto de los contratos en los que se exigirá como condición necesaria de un Programa de
Integridad en los términos del inc. a) del art. 24 de la ley 27.401 (3) es de 30 millones de pesos en adelante
teniendo en cuenta el valor del módulo vigente (4) (art. 2º); y,
3. Que la acreditación de la existencia del Programa de Integridad conforme a los arts. 22 y 23 de la ley
27.401 debe acompañarse, en el marco de contrataciones públicas, con el resto de la documentación que integre
la oferta (art. 3º).
Luego de recordar objetivos centrales de la ley 27.401 (5), el dec. 277/2018 explicita como consideración
que "la experiencia internacional demuestra que resulta habitual, deseable y útil la existencia de lineamientos y
guías complementarias en miras de la mejor aplicación del sistema de responsabilidad, a través de las cuales se
especifiquen ejemplos, pautas prácticas y criterios interpretativos que brinden auxilio técnico a quienes deben
desarrollar, aprobar o evaluar un Programa de Integridad".
De este modo, la asignación a la Oficina Anticorrupción de la Nación de la confección de lineamientos y
guías para la mejor implementación del Programa de Integridad resulta lógica en atención a su misión
institucional y a las funciones que desempeña su Dirección de Políticas de Transparencia (6).
Considero que serán relevantes, en este marco, los lineamientos fijados por la Oficina de Naciones Unidas
para la Droga y el Delito (UNODC), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)
y el Grupo del Banco Mundial, en su manual para empresas, titulado "Ética Anticorrupción y Elementos de
Cumplimiento"(7). Allí se fija una lista orientadora de principios corporativos (8) que vale la pena mencionar
para el diseño de una política de Compliance (9). A saber:
1. Apoyo y compromiso de la alta gerencia en la prevención de la corrupción
2. Desarrollo de un programa anticorrupción
3. Supervisión del programa anticorrupción
4. Política clara, visible y accesible que prohíba la corrupción
5. Políticas detalladas para áreas de riesgo particulares
6. Aplicación del programa anticorrupción a socios comerciales
7. Controles internos y documentación
8. Comunicación y capacitación
9. Promoción y motivación de la ética y el cumplimiento
10. Búsqueda de orientación— Detección y denuncia de violaciones
11. Manejo de infracciones
12. Revisiones y evaluaciones periódicas del programa anticorrupción
Estos doce principios están enmarcados en la premisa central de que las empresas tienen que evaluar los
riesgos de corrupción a los que están expuestas. Esa evaluación es compleja y requiere una metodología
específica de determinación y reevaluación periódica.
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En este sentido, el Manual referido explicita que: "Un entendimiento de los riesgos, esquemas y
consecuencias legales potenciales de la corrupción es prerrequisito para una evaluación efectiva del riesgo. Por
lo tanto, es necesario crear conciencia entre los miembros clave de los grupos de interés de la empresa que
participarían en el proceso. Se podría considerar un taller introductorio preparado por el propietario de la
política o programa anticorrupción (por ejemplo, jurídica, gestión de riesgos, ética y cumplimiento) y si fuera
posible, por la alta gerencia, para explorar los riesgos de corrupción con más detalle. El objetivo es abordar el
(sensible) tema de la corrupción, reconocer que la empresa podría estar expuesta a este riesgo e identificar los
pasos para examinar la exposición al mismo"(10).
Las estrategias de recolección de datos e información sobre los motivos y ocurrencias de los riesgos de
corrupción, incluirían:
— Investigación de oficina.
— Informes de auditoría interna sobre riesgos de cumplimiento, incidentes pasados de incumplimiento y
riesgos comunes de corrupción.
— Fuentes externas, como investigación sobre casos o alegatos de corrupción en la industria y perfiles de
países.
— Entender las áreas específicas de interacción potencial directa o indirecta con empleados
gubernamentales.
— Entrevistas con personas que cumplen funciones jurídicas, gestión de riesgos, ética y cumplimiento,
auditoría interna y adquisiciones, así como la alta gerencia de la empresa/de las divisiones a nivel de país,
región o localidad.
— Encuestas, incluyendo autoevaluación de empleados y partes externas.
— Talleres o sesiones de lluvia de ideas para explorar riesgos de corrupción (11).
Como se puede apreciar de esta visión meramente enunciativa, la implementación de Compliance eficiente
que traduzca un Programa de Integridad consistente con las finalidades de la ley 27.401, implica un esfuerzo
significativo.
Ahora bien, entiendo que el espacio de trabajo institucional que inaugura el art. 1º del dec. 277/2018 que se
comenta es más que propicio para reflexionar, también, sobre qué consecuencias debe tener la implementación
del Programa de Integridad, particularmente en la determinación de la exención penal instaurada por el art. 9º la
ley 27.401.
II. Problemas en el abordaje del Compliance como garantía de exención de la responsabilidad penal
La concepción sobre el modo en que el Programa de Integridad incida en la responsabilidad penal será de
importancia en la evolución del sistema impuesto por la ley 27.401. El juego del esfuerzo preventivo de las
empresas por tener una política corporativa fiel al derecho anticorrupción, y su impacto en las posibilidades de
hacer retroceder el reproche penal o al menos reducir su probabilidad, es un incentivo poderoso para alimentar
la dinámica del sistema de RPPJ.
Esta circunstancia, aunque pueda resultar novedosa en nuestro terreno jurídico, ha sido objeto de
problematización, de estudios empíricos y teóricos y tradujo diversos esquemas de solución en latitudes
disímiles (12).
Considero que en los primeros pasos de implementación de la ley 27.401, debe hacerse un esfuerzo
particular para por un lado brindar márgenes razonables de certidumbre para las empresas sobre qué es lo que el
ordenamiento jurídico espera de ellas en esta materia, aunque debe evitarse suponer que el cumplimiento de
lineamientos, guías o la adopción de estándares de calidad en materia de Compliance provocará sin más una
exención de responsabilidad penal.
Una premisa central, en mi opinión, es que las políticas de integridad se asuman como de la corporación y
no de ciertos estamentos específicos. Valgan aquí las elocuentes reflexiones de Thomas Rotsch, quien advirtió
lo problemático que puede resultar encarar las políticas de Compliance como un mecanismo para evitar la
responsabilidad de ciertos estamentos de la empresa, en tanto se omite considerar que la responsabilidad
siempre se delega o descarga en algún sector, con el riesgo adicional de situar al Compliance Officer en una
posición tal que deba "(...)garantizar que las decisiones empresariales no se corresponden con formas de
comportamiento penalmente relevantes [viéndose] obligado a anticipar la responsabilidad penal(...)"(13). Si esta
fuera la solución, se le asignaría al Compliance Officer una suerte de función predictiva, cuasi adivinatoria, que
además de impracticable es a todas luces desaconsejable para incentivar el principio central de la RPPJ:
consolidar una cultura corporativa fiel al derecho.
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Si primase la concepción del Programa de Integridad como un momento de evitación o elusión del castigo
penal, se anticipa, en palabras de Rotsch, "un inmenso problema práctico para el asesoramiento en Compliance"
(14). A la par, también se provocaría una afectación indebida de las facultades de los Poderes Judiciales y los
Ministerio Públicos Fiscales para considerar fundadamente que las medidas implementadas son insuficientes en
un caso concreto, obstaculizándose el dictado de medidas cautelares o el avance hacia el reproche penal de
fondo.
III. Desafíos que plantea la ley 27.401 en materia de RPPJ de especial interés para una adecuada ejecución
del dec. 277/2018
III.1. El catálogo de delitos
El recorrido que inauguró la ley 27.401 en materia de RPPJ presenta una limitante que es de ineludible
consideración: su restricción a un catálogo limitado de delitos y, además, de investigación compleja. Las pocas
figuras penales por las que pueden ser responsabilizadas (15) las personas jurídicas tienen ínsitos los rasgos
habituales de los delitos de corrupción —víctimas indeterminadas, escenarios de los más opacos y cerrados al
control preventivo y ciudadano, y sistemas administrativos y burocráticos complejos (16) —. De este modo,
pueden conjeturarse grandes desafíos en la determinación de la verdad para aplicar la ley penal, los que se
agravan con una tendencia global de las estructuras empresarias a la segmentación de responsabilidades
organizacionales.
No sería extraño que las investigaciones derivadas por la aplicación de la ley 27.401 deban soportar la
influencia de las características centrales de los procesos judiciales por hechos de corrupción: baja tasa de
investigación y sanción efectiva, larga dilación en el tiempo de los procesos, estadísticas que exhiben una baja
tasa de suspensiones de juicio a prueba o sentencias de condena dictadas y un bajo volumen de activos
recuperados.
Si bien el art. 36 de la CN, ya desde el año 1994, asigna la máxima gravedad a los delitos dolosos cometidos
contra el Estado que conlleven enriquecimiento, incluso rotulándolos como atentados al sistema democrático,
no debe perderse de vista que las personas jurídicas pueden intervenir en cursos de acción lesivos de similar
gravedad y que han quedado fuera del régimen de la ley 27.401. Son variados los casos a nivel global que dan
cuenta de su potencial participación en homicidios, matanzas selectivas, sometimiento a la esclavitud sexual y
laboral (trata de personas), aplicación de tormentos, por citar solo algunos ejemplos (17).
Entiendo que sería sensato reflexionar, frente a iniciativas legislativas futuras, sobre una ampliación del
sistema de RPPJ, que privilegie también el impacto que el accionar de las personas jurídicas puede tener sobre
las personas físicas.
III.2. La complejidad de un sistema mixto de RPPJ
El dec. 277/2018 seguramente provocará, y en buena hora, que se ponga sobre la mesa el debate sobre los
alcances del art. 2º de la ley 27.401 (18). Esto será especialmente relevante ya que si bien la ley no acogió un
sistema de responsabilidad vicarial puro, tampoco es claro aún que significará estar a medio camino de un
sistema de autorresponsabilidad (es decir por el hecho propio de la personas jurídica) y de un esquema que
favorece la heterorresponsabilidad (por hechos de personas humanas).
A mi entender, la llave para interpretar cuando es razonable comenzar a indagar en la posible RPPJ, es
concentrar la atención en el tercer y último párrafo de esa norma que establece que: "La persona jurídica
quedará exenta de responsabilidad sólo si la persona humana que cometió el delito hubiere actuado en su
exclusivo beneficio y sin generar provecho alguno para aquella".
Es decir, comprobado que se actuó en beneficio de la persona jurídica (aunque no se hubiese alcanzado) o
que se generó en su favor el mínimo provecho (19) la responsabilidad penal puede proceder. No será una tarea
menor reconstruir cuál fue el aporte o la determinación de la persona jurídica al hecho, para poder, justamente,
superar la lógica de una responsabilidad vicaria. En este marco, es vital considerar que el efecto de la ejecución
de un Programa de Integridad sobre la responsabilidad penal solo puede darse dentro del proceso penal, donde
las partes deberán disputar:
1) sus posiciones sobre si las medidas adoptadas eran adecuadas para considerar cumplidos los requisitos del
inc. b del art. 9º de la ley 27.401,
2) el alcance de esa eficacia para eludir la responsabilidad penal, y,
3) si la actividad empresarial involucrada en el caso concreto no imponía medidas adicionales de protección.
Es lógico preguntarse, entonces, cuál es el impacto de un Programa de Integridad a nivel de la
responsabilidad penal. Entiendo que un esquema para explorar es el siguiente:
— Si bien su implementación es facultativa en los términos del art. 22 de la ley 27.401, el hecho de que se
eluda su cumplimiento (es decir, encontrarse con una empresa sin Programa de Integridad) puede constituir un
indicio de una persona jurídica con una cultura contraria al derecho (20).
— El cumplimiento a nivel normativo, es decir la adopción de estándares prefijados o aconsejados para la
actividad, puede ser un indicio de que la persona jurídica posee una cultura de legalidad (21). Sin embargo, esto
no garantiza la evitación de responsabilidad penal.
— Debe verificarse que, en el caso puntual que se esté investigando, no hubiesen sido necesarias medidas
adicionales a las propuestas en los lineamientos generales del Programa de Integridad, ya sea por el aumento del
riesgo habitual de la actividad empresarial o porque hubiese sido de práctica aconsejada en el caso.
— Si las medidas adoptadas por la empresa en el caso concreto hubiesen sido acordes a lo que el giro
empresario aconseja, más aquellas que el caso concreto exigía, y se aprecia una práctica seria de los cuadros
directivos y decisores de que estas políticas tuvieran un impacto en la forma de concebir el giro negocial, se está
frente a un panorama favorable para comenzar a preguntarse por factores de atenuación o eximición de pena.
— Si la empresa constituye programas de control externo con personas ajenas al giro comercial puede
reforzarse la idea de que el Programa de Integridad es manifestación de una cultura fiel al derecho y de una
política enderezada a reforzarla.
— Si hay directivos de relevancia o administradores implicados en el delito puede considerarse como
indicio que la implementación del Programa de Integridad en realidad cumple una función cosmética, de
fachada o velo de una cultura empresarial, total o parcialmente, contraria a derecho.
III.3. La eximición de la pena como resultado posible del proceso penal
El art. 9º de la ley 27.401 plantea 3 requisitos para disponer la exención penal:
I. La denuncia espontánea de un delito previsto en esta ley como consecuencia de una actividad propia de
detección e investigación interna (inc. a);
II. La implementación de un sistema de control y supervisión adecuado en los términos de los arts. 22 y 23,
con anterioridad al hecho del proceso, cuya violación hubiera exigido un esfuerzo de los intervinientes en la
comisión del delito (inc. b);
III. La devolución del beneficio indebido obtenido.
La primera de las condiciones preanuncia un esquema del Programa de Integridad que habilite de políticas
de integridad o compliance intensivas (22). Esto supondrá un grado más o menos fuerte de tercerización del
control Estatal en manos de la empresa, lo que se ha bautizado en los textos de doctrina como autorregulación
empresaria.
La variedad de formas que puede asumir el Programa de Integridad estará muy vinculada al volumen de la
empresa, a su giro de negocios, a los riesgos previsibles de la actividad e incluso a algunos adicionales que por
circunstancias específicas puedan surgir y que reclamen contención (23). Comprender sus características de
diseño e implementación caso a caso, será clave para comprender cuál es el alcance del "esfuerzo" que el inc. b
reclama por parte aquel que lo hubiese violado e implicará todo un reto para los actores judiciales en materia de
producción probatoria. En definitiva, de lo que se trata es de asignarle cierto grado de eficacia al Compliance a
partir del esfuerzo de aquel que hubiese intervenido en la comisión del delito. El alcance de este concepto es
muy difuso: por un lado parece exigir tener acreditada de forma previa la comisión del delito, la participación de
personas determinadas y por otra parte conjurar esa participación en las barreras reales que el Programa de
Integridad planteaba. En realidad, el concepto central es el de no alentar la aplicación de la exención penal a
quienes hayan implementado Programas de Integridad meramente cosméticos que no han requerido de un
empleo enérgico para vencer dificultades impuesta por el Compliance de la empresa.
En relación a la exigencia de devolución del beneficio indebido obtenido (inc. c), se generan dudas en torno
a cómo restituir aquello que no presenta contenido patrimonial.
Cuando se trata de restituir, por ejemplo, $100 mil por intereses de deuda indebidamente condonados al
erario público, puede resultar claro que hay caminos normativamente previstos para hacerlo. Distinto es el
panorama cuando el beneficio no es patrimonial ¿Cómo se restituye el tratamiento diferencial en una
contratación o en un mercado? ¿Se excluye de ese mercado a la persona jurídica? ¿Se anulan las contrataciones
o se adjudica de forma sui generis el carácter de contratante a la segunda mejor oferta? Quedan planteados los
interrogantes, que creemos pueden encontrar respuesta a través herramientas del derecho cautelar y
administrativo.
Lo que queda claro, a modo de síntesis, es que la aplicación de la eximición de pena del art. 9º exige el
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colaboradores involucrados en el delito; la omisión de vigilancia sobre la actividad de los autores y partícipes; la
extensión del daño causado; el monto de dinero involucrado en la comisión del delito; el tamaño, la naturaleza y
la capacidad económica de la persona jurídica; la denuncia espontánea a las autoridades por parte de la persona
jurídica como consecuencia de una actividad propia de detección o investigación interna; el comportamiento
posterior; la disposición para mitigar o reparar el daño y la reincidencia".
(25) Tal como ha ocurrido con los arts. 40 y 41 del Cód. Penal para la determinación de la pena en los casos
de personas humanas.
(26) Titulado "Sentencing of Organizations".
(27) Titulado "Culpability Score".