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ASIGNATURA
CRECIMIENTO DE IGLESIA
Doctor en Ministerio
Trabajo
presentado en cumplimiento parcial
de los requisitos de la
asignatura…
Asignatura: Historia de la Iglesia Adventista del Séptimo Día
por
Alumno: Franklin Arroyo
Nelson Salgado García
Mayo de 2022
Julio, 2015
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INTRODUCCIÓN
Conocer nuestras raíces, nuestro pasado denominacional, nos ubica para enfrentar
nuestro futuro con un propósito. Ahondar en la vida de nuestros pioneros nos ayuda a
entender mejor que hombres y mujeres como nosotros, puestos sus dones y talentos al
servicio de Dios, lograron revolucionar una sociedad y una iglesia.
Lo que somos y lo que creemos hoy es gracias, en parte, a estos hombres y mujeres de
valor, estudiosos y consagrados, que no les importó ir contra viento y marea con tal de
levantar el estandarte de la fe y proclamar las verdades de la Palabra de Dios y el amor
de Jesús.
Fueron muchos los que llenos del Espíritu Santo aportaron su granito de arena para que
se formara la Iglesia Adventista del Séptimo día, tal como la conocemos hoy. En este
trabajo vamos a hablar principalmente de la vida de Joseph Bates, pero citaremos otros
pioneros de nuestra iglesia, que junto con Bates llevaron el mensaje Adventista del
Séptimo día a su época.
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JOSEPH BATES (1792-1872)
Joseph
Bates nace
en
Rochester,
Joseph Bates
(1792-1872)
Massachusetts, en 1792, su padre también llamado Joseph, participó en la Guerra de la
Independencia de los Estados Unidos. Cuando apenas tenía un año, su familia se mudó
cerca del mar a un pueblo ballenero de New Bedford. Fue allí donde nació su pasión por
el mar.
En sus días de escuela su deseo más ardiente era de subir a bordo de un barco y navegar
alrededor del mundo. Quería ver como se veía el mundo del otro lado del océano. Cada
vez que pensaba en ir y tratar con su padre de pedirle permiso, le faltaba el coraje. Así
que le conto a su madre su sueño. Los dos padres intentaron persuadirle en dejar de un
lado este sueño aventurero y buscar otro oficio. Al final a los quince años, en junio de
1807, para curarle, su padre lo embarco en un barco con su tío hacia Boston.
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Fue en esta época cuando su país rompió relaciones con Inglaterra, y entonces Bates se
vio envuelto en numerosas dificultades como marinero, al punto de ser prisionero de
guerra, sufriendo diferentes torturas físicas y morales. Tras diversos años de prisión, y
habiendo estado a punto de morir en varias ocasiones, Bates vuelve a su hogar, queda
liberado y regresa junto a sus padres. Tras estos años de prisión Bates va a realizar 10
viajes más, entre 1815-1828 llegando a ser capitán y dueño parcial del barco.
En 1818 Bates se casa con Prudencia, ella era una mujer cristiana, y fue de gran
influencia positiva en la conversión de Bates: “Prudy (como él llamaba a su esposa)
colocó un Nuevo Testamento en el baúl del marino. El buen Libro impresiono
profundamente al capitán. Cuando volvió a casa introdujo el culto regular de familia en
su hogar, y empezó a ir a la iglesia. Todas las dudas y las tinieblas con «respecto a mi
conversión y a mi aceptación por parte de Dios fueron eliminadas como el roció de la
mañana, y una paz como Un río, ocupó mi corazón y mi mente durante semanas y
meses». En esos días mejores, estando de viaje, rogó al Señor por escrito: «Úsame oh,
Señor, te lo ruego, como instrumento en tu servicio; cuéntame en tu pueblo peculiar».
Más adelante, esta oración había de ser maravillosamente contestada.
Bates regresó a la vida civil en 1828 con una pequeña fortuna. Llegó a estar involucrado
en la causa abolicionista y fue conocido como un hombre intrépido y de convicción.
Bates estaba trabajando en adquirir una propiedad para una escuela industrial cuando
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aceptó los puntos de vista de Guillermo Miller en relación con la pronta venida de
Cristo. En un año, más o menos, el jubilado capitán llego a ser un respetado evangelista
y dirigente espiritual entre los adventistas.
En 1843, Bates unió sus manos con H. S. Gurney, un rudo herrero que tenía una
hermosa voz de cantor, para realizar una gira evangelística por las Islas Kent, situadas
frente a las costas de Maryland. Por este tiempo había abandonado el abolicionismo (el
movimiento contra la esclavitud), creyendo que el segundo advenimiento sería su única
solución efectiva. Quería ahora conducir a los esclavos a la libertad en Cristo.
El movimiento Millerita
William Miller
(1782-1849)
W. Miller nació en un hogar cristiano, pero abandonó sus convicciones religiosas por el
deísmo durante los primeros años del siglo XIX. El deísmo (una creencia escéptica que
rechaza el cristianismo junto con sus milagros y la revelación sobrenatural) aboga por
un dios distante que no participa activamente de los asuntos humanos. Su escepticismo
duró toda la guerra de 1812. Pero al enfrentar la violencia y la muerte, comenzó a
reevaluar su vida personal y el significado de la vida en general. Comenzó a estudiar la
Biblia, su método de estudio de la Biblia fue comparar escritura con escritura, de
manera metódica y tras dos años (1816-1818), de intenso estudio, llegó a «la solemne
conclusión … de que en alrededor de veinticinco años desde esa fecha [1843] todos los
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asuntos de nuestro estado presente llegarían a su fin», y Cristo regresaría. Miller llegó a
su conclusión por medio de un estudio de las profecías del libro de Daniel,
especialmente Daniel 8:14: «Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el
santuario será purificado».
Durante nueve años (1823-1832), Miller continuó estudiando su Biblia. Mientras tanto,
cada vez se sentía más convencido de que debía compartir sus descubrimientos acerca
de la fatalidad inminente. Miller finalmente «hizo un pacto solemne con Dios» de que,
si Dios despejaba el camino, él cumpliría su deber. Al comprender que debía ser más
específico, prometió que, si recibía una invitación para hablar en público en cualquier
lugar, iría y enseñaría acerca de la Segunda Venida del Señor, realmente Miller no
pensaba que esto fuera a suceder pues nunca le habían invitado, pero anecdóticamente
podemos contar que tan sólo 30 minutos después de esta promesa, recibió una
invitación.
En noviembre de 1839, Josué Himes le extendió
una invitación a Guillermo Miller para tener una
serie de reuniones en su iglesia. El mensaje del
Segundo Advenimiento de Miller transformó al
enérgico Himes en el principal publicista de su
mensaje: que Cristo regresaría alrededor del año
1843. Tres meses después de su primera
invitación a Miller, Himes había comenzado a
publicar Signs of the Times [Señales de los
Tiempos] para llevar el mensaje adventista al
mundo. Además, en 1842 Himes comenzó a
publicar Midnight Cry [El Clamor de la Joshua V. Himes
Medianoche], llegando a repartir en tan sólo 5 (1805-1895)
meses 600.000 ejemplares.
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una variedad de cálculos matemáticos, que el cumplimiento de la profecía de los 2.300
días de Daniel 8:14 tendría lugar en el otoño de 1844. De hecho, a través de un estudio
extensivo de las ceremonias del año judío, Snow predicaba que la profecía de Daniel
relacionada con la purificación del santuario culminaría en el Día de la Expiación judío:
el décimo día del séptimo mes del año judío (véase Lev. 23:27). Snow afirmaba que
había calculado el día exacto de la purificación, el que los milleritas todavía
interpretaban universalmente como la Segunda Venida de Cristo. Ese día de 1844, era el
22 de octubre. Miller, Himes y otros líderes milleritas con el tiempo capitularon ante la
contundencia de los argumentos de Snow y aceptaron y proclamaron esa fecha.
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De esa manera el gran chasco del 22 de octubre de 1844 se convirtió en un mensaje
poderoso. Es verdad que Jesús no vino como los milleritas pensaban, pero un pequeño
grupo de creyentes decepcionados descubrió nueva luz bíblica: la verdad de que Cristo
entró en la fase final de su ministerio sumo-sacerdotal en el santuario celestial, después
del cual Él volverá finalmente para redimir a su pueblo.
Frederick Wheeler
(1811-1910)
comenzaron a adorar en el día de reposo bíblico. Así, la primera congregación
adventista en guardar el sábado surgió antes del Gran Chasco. En el verano de 1844, T.
M. Preble, predicador bautista que se había convertido en millerita, también aceptó el
sábado a través de sus contactos con la congregación de Washington. Al darse cuenta de
que quedaba poco tiempo para el advenimiento, ni Wheeler ni Preble sintieron que era
importante preocuparse del mensaje del sábado que acababan de descubrir. Sin
embargo, después del Gran Chasco, Preble publicó el 28 de febrero de 1845 sus
creencias sobre el sábado en la publicación Hope of Israel [La esperanza de Israel]. Más
tarde ese año, nuevamente expuso su punto de vista en un folleto de 12 páginas con un
título bien explícito: Tract, Showing That the Seventh Day Should Be Observe as me
Sabbath, Instead 01 me First DaYi "According to the Commandment" [Folleto que
muestra que el séptimo día debiera observarse como día de reposo en lugar del primer
día; "según el mandamiento"].
No había pasado mucho tiempo desde que José Bates se había relacionado con la verdad
del sábado (por medio de un artículo de T. M. Preble en el periódico "La Esperanza de
Israel", de marzo de 1845) que él escuchó del pequeño grupo de personas que
observaban el sábado entre las montañas de Nueva Hampshireal. El líder era Federico
Wheeler.
José Bates sintió un ardiente deseo de visitar a estas personas y hablar con ellos respecto
a la fe. Wheeler llevó al Capitán Bates a la casa de Ciro Farnworth en Millen Pend,
cerca de la pequeña iglesia donde los adventistas observadores del sábado se reunían.
Allí, debajo de los arces, se sentaron Federico Wheeler, Ciro Farnsworth, su hermano
Guillermo y José Bates para hablar respecto al sábado. Después de esta reunión, José
Bates regresó a Fairhaven. Estaba convencido. Entusiasmado se llenó de celo para
predicar la verdad. ¡Oh cómo amo este sábado! De regreso en Fairhaven, un amigo y
compañero adventista, Jaime Madison Monroe Hall, se encontró con el viejo capitán
Bates en el puente que cruza el río Acushnet y exclamó: "Capitán Bates qué noticias
tiene". La respuesta triunfante del hermano Bates fue: "Las nuevas son que el séptimo
día es el sábado del Señor, nuestro Dios". No fue fácil convencer a Hall, pero los
argumentos del Capitán Bates fueron convincentes y Hall vino a ser un nuevo converso
a la doctrina del sábado (él guardó el siguiente sábado) y se unió a Bates en la recién
encontrada fe. Poco después de esto, Bates escribió un folleto sobre este asunto que fue
el instrumento que guio a Jaime y Elena White a aceptar la luz.
Seis meses después, en la tarde del sábado 7 de abril de 1847, a Elena G. de White, le
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son mostrados en visión, los Diez Mandamientos en el Santuario Celestial con un
círculo luminoso que rodeaba el cuarto mandamiento.
Bates le dio una riqueza y una significación profética al sábado que nunca podría haber
surgido entre los bautistas del séptimo día. Para los bautistas, el sábado simplemente era
el día correcto. Pero con Bates, impregnado como estaba él de una fe profética,
informado por medio de un estudio amplio de los libros de Daniel y Apocalipsis, el
sábado como día de reposo cobró una riqueza escatológica que iba más allá de la esfera
de la comprensión bautista.
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en 1847 escribió: «[un pueblo] se ha estado uniendo en grupos durante los últimos dos
años, en torno a los mandamientos de Dios» (Seventh day Sabbath [El sábado) [edición
de 1847], p. 59).
La tercera contribución de Bates a la teología del sábado (en el marco de la profecía)
fue desarrollar los conceptos del tiempo del fin, del sello de Dios y la marca de la bestia
en el contexto de la alianza con Dios o con la bestia. Sostenía que la fidelidad al sábado
bíblico sería el punto focal externo de la batalla, basado en Apocalipsis 12: 17:
«Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer, y se fue a hacer guerra contra el
resto de la descendencia de ella, los que guardan [todos] los mandamientos de Dios».
Esa «guerra», sostenía, es descrita en Apocalipsis 13 en términos de los poderes de la
bestia que buscan vencer al pueblo de Dios que guarda los mandamientos, y que
finalmente establecen el decreto de muerte del versículo 15.
El capitán Bates, el cual era también pastor, por este tiempo no tenía aun fe en las
visiones de la señora White, pero en cierta ocasión estuvo presente cuando ella tuvo una
de estas, en la cual describió tan admirable varios astros, que él, muy versado en
astronomía, declaro que lo que acababa de oír era más adelantado que todo cuanto había
leído hasta entonces sobre tal materia. Como en otra ocasión anterior, el pastor Bates
había conversado sobre astronomía con la señora White y se había dado cuenta de que
ella, según su propia confesión, nunca había leído libro alguno que tratara de dicha
ciencia, al oír tan admirable relato, científico y solemne al mismo tiempo, pues se
describía en él la belleza del universo, y lo majestuoso que eran los seres que habitan
otros planetas, seres que nunca pecaron, el declaró francamente que ahora si creía que
dichas visiones eran divinas.
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Ellen G. de White
(1827-1915)
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Una vez que los Whites se trasladaron a Battle Creek,
Michigan, en 1855, esa ciudad se convirtió en el centro
de la actividad adventista. Allí se congregaron
representantes de congregaciones adventistas
esparcidas en 1860, adoptando el nombre Adventistas
del Séptimo Día. Tres años más tarde el grupo adoptó
una estructura formal denominacional. A través del
trabajo organizativo y el establecimiento de
una ortodoxia adventista, las visiones de Ellen White
se constituyeron en la fuerza guiadora del grupo. Las
interpretaciones bíblicas que recibía eran
inmediatamente aceptadas. Buena parte del programa
eclesiástico revelado se publicó en su Testimonies for James S. White y Ellen G. White
the Church, que llegó a crecer desde dieciséis páginas,
en su edición de 1855, hasta llenar nueve volúmenes. Sus ideas sobre salud,
especialmente su oposición a usar café, té, carne y drogas, fueron incorporadas a las
prácticas de los adventistas.
En 1866 White ayudó a establecer el Western Health Reform Institute en Battle Creek;
más tarde, el Battle Creek Sanitarium se haría famoso por su trabajo en el campo de la
dieta y la alimentación sana, siendo el modelo para otras instituciones similares. En
1874 fundó el Battle Creek College, una institución adventista de la que su marido fue
nombrado presidente.
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Takoma Park, Maryland. A partir de entonces, White vivió principalmente en Santa
Helena, California.
Joseph Bates fue elegido para presidir la mayor parte de las más importantes
conferencias realizadas por los adventistas que observaban el séptimo día, práctica que
duró hasta la organización formal de la Asociación General, en mayo de 1863. Así el
capitán continuaba estando en un puesto de mando. Fue reconocido por todos, durante
aquellos años formativos, como legítimo líder de los adventistas. Fue el primer
presidente de la primera asociación organizada: la Asociación de Michigan.
Sus últimos años los paso en su hogar en Michigan, pero su interés en la marcha de la
obra nunca disminuyó. Murió en Battle Creek, Michigan, en 1872, como valiente
guerrero de la cruz.
CONCLUSIÓN
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A través de la vida de uno de nuestros pioneros, Joseph Bates, hemos podido aprender a
cerca de los inicios y de las más importantes creencias de los Adventistas del Séptimo
Día. Como hemos podido ver, los encuentros no fortuitos, sino dirigidos por Dios, con
otros grandes hombres y mujeres de fe, pioneros de nuestra iglesia, hicieron que la
Iglesia Adventista del Séptimo día se organizara. Hombres y mujeres que forjaron una
visión hecha realidad, dejando atrás sus propios intereses y dejando que Dios los fuera
moldeando, por medio de revelaciones, testimonios y un estudio diario y constante en la
palabra de Dios. Gracias a estos nuestros pioneros, podemos gozar de una luz y de
formar parte de un pueblo con un mismo sentir y una misma esperanza: La segunda
venida de Jesús.
BIBLIOGRAFÍA
BATES, J. Las Aventuras del capitán Joseph Bates (The Autobiography of Elder
Joseph Bates. Publicada originalmente en inglés por la Asociación Publicadora
Adventista del Séptimo Día, Battle Creek, Michigan, 1868). Traducido por Rolando
Itin. 2017 Adventist Pioneer Library, p. 13– 55; p. 175 – 234
OLIVEIRA, E. La mano de Dios al timón. Buenos Aires, Argentina: Asociación Casa
Editora Sudamericana, 1985, p. 193- 246.
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HOWELL, E.E. El gran movimiento adventista. Buenos Aires, Argentina: Casa Editora
Sudamericana, p. 42-45.
https://centrowhite.unach.cl/2020/08/12/historia-de-la-iglesia-adventista-del-septimo-
dia/
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