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Esta verdad, que fue históricamente aplicable a los

israelitas cautivos, también lo es en general para


nosotros. En este verso contemplamos dos acciones
paralelas: Sanar y vendar. «Sanar» (del heb. «Rafa»)
tiene la idea de remendar con puntadas: «Cuidar,
restaurar, arreglar»; mientras que «vendar» (del heb.
«Kjabásh»); significa: «Envolver firmemente, poner una
comprensa, ajustar, atar con cuidado, trenzar, vendar».
Estos verbos conllevan la imagen de alguien que
procura cuidados médicos y delicados o alguien que
por su profesión sabe lo que hace.

¿Qué es lo que venda y sana?

(a) Un corazón quebrantado: El corazón (del


heb. «Ieb») es el centro de todo el ser de una
persona o la persona misma: Sus
emociones, sus motivaciones, intenciones,
pensamientos, inclinaciones, deseos,
sentimientos, sus afectos de lealtad o
fidelidad. Todo lo que el ser humano es en lo
interior. Este centro del ser personal es lo
que ha sido quebrantado (del heb. »
Shábar»), es decir, dañado, derribado,
deshecho, roto o humillado.

(b) Heridas: Dios venda heridas que en


hebreo («Atstsébet») refiere a sujetar con
alguna comprensa o telas entrelazadas con
mucho cuidado; pero también esta palabra
engloba aspectos físicos y emocionales: Son
dolores, tristezas, preocupaciones, afanes,
pesares o cólera. Además, la raíz de esta
palabra posee un matiz positivo: Estas
heridas son hechas para ser talladas o
modeladas, como un alfarero que trabaja
constantemente en una vasija; le da formas
a base de martillo y cincel. Estas
herramientas «hacen sufrir» a la masa pero
son necesarias para darle forma y
transformación.

Entonces, podemos ver a través de estas


figuras poéticas dos cosas sobre cómo obra
Dios en Sus hijos cuando pasan por
aflicciones en esta vida:
1) Dios tiene tal cuidado de nosotros como
un médico experimentado en cuidar el alma
y el corazón de Sus hijos. Sabe lo que hace y
cómo lo hace. Conoce tan bien nuestro
corazón que no necesita radiografías. Tiene
el poder para sanar y restaurar nuestros
pensamientos, emociones, afectos, deseos e
inclinaciones de la voluntad; toda la persona
entera de un hijo de Dios. Como dijo alguien:
«El que te hizo te puede componer».

2) Tiene absoluta soberanía sobre nuestras


heridas. Sabe cómo tratarlas, porque el
propósito de ellas es ayudarnos a
contemplar Su cuidado, Su amor, y Su
control. La imagen de unas herramientas que
moldean una vasija nos enseña que hay
heridas que son necesarias para formar el
carácter y la fe personal de los que creemos
en Jesús. Él usa estas heridas como un
cincel que da forma a Cristo en nosotros.
Dios no desaprovecha nuestro dolor, sino
que lo usa y sirve de puente para amarle,
adorarle, confiar en Él y depender de Él.

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