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TEQUENDAMA
Jonhatan Cardona
“Digo con mucha propiedad y con mucho orgullo que soy hijo de un campesino”
dijo al ser preguntado por sus orígenes un hombre poético en su manera de
hablar, aunque constantemente interrumpía su discurso dándose fuertes palmadas
en sus brazos para evitar que los mosquitos, atraídos por su pequeño huerto, lo
picaran. Jubilado, sereno, despreocupado, economista, ambientalista, así es él, un
hombre que llegó hace 42 años al barrio Nueva Tequendama. O eran 45 años, no
está muy seguro. Este sujeto, antes que un periodista lo molestara, se encontraba
meditando con música relajante en el jardín de su casa, eso hace la mayoría del
tiempo, o si no, lee tranquilamente algún libro de economía o se deleita
escuchando alguna balada de los 70’s.
Y es que fue en los alrededores de esos años cuando pudo presenciar, mientras
vivía en Champagnat, cómo la calle Novena era pavimentada, se construía la
carrera 44, se ampliaba la mismísima Quinta y se iniciaban las obras de un
sinnúmero de vías al sur de la ciudad. Parecía que otra ciudad se levantaba de los
suelos para recibir a deportistas de otros países del mundo. Si, deportistas.
Y es que a la historia de Cali la dividen los Juegos Panamericanos del 71,
prácticamente una NUEVA Cali nace a partir de este evento deportivo a nivel
internacional. El municipio, encabezado por Carlos Holguín Sardi, se vio obligado
a prepararse para recibir semejante hito. A partir de las justas se da un
crecimiento urbano desbordado hacia el sur, y se creó lo que muchos llamaron La
Gran Ciudad del Sur.
Esto lo aprovechó
totalmente Ezequiel
Pinski, el dueño de esa
firma constructora que
ejecutó otras obras en la
ciudad, e inició la
construcción del, en
ese entonces llamado
proyecto ‘El Marañón’
en el 71, que después
pasó a llamarse Nueva
Tequendama. Al menos la
Etapa I y un año más
tarde inició la Etapa II.
En el 75 se termina de
construir el barrio, pero volviendo al hijo del campesino, ese del primer párrafo,
que en ese año se encontraba sin empleo y sin mucho dinero, y que se mantenía
gracias a sus ahorros como apuntador en cultivos de caña de azúcar, maestro en
el colegio Nuestro Señora del Rosario de Chiquinquirá, pero, sobre todo, con lo
conseguido en su empleo más estable como Técnico Químico en Propal. Más de
once años dentro de esa empresa se vieron borrados por un desafortunado
accidente laboral, que lo mantuvo mes y medio en la antigua Clínica del Seguro
Social. “Eso casi me sienta y me pone en una silla de ruedas” dijo. El hombre no
recibió ninguna ayuda por parte de la empresa ya que fue sindicalista, en realidad,
fue presidente del sindicato. Ni siquiera recibió indemnización alguna. “El dinero se
va como el agua, pero lo que yo sé, nadie me lo quita, y eso, vale más que todo el
dinero del mundo”, lo decía mientras sonreía orgulloso.
Sin trabajo era complicado hacerse con una casa, pero el destino o el azar le tenía
preparado algo. “Entonces yo llegué aquí (a Nueva Tequendama) por aquí vivía un
cuñado” dice. “El cuñado, con su esposa se hicieron a una casa con el UPAC
(Unidades de Poder Adquisitivo Constante)”, una propuesta del presidente Misael
Pastrana, palabras más, palabras menos, un crédito para comprar casa. “La
propaganda de la ‘abeja’, ¿la recuerda?” decía exaltado. “Bueno usted no es de
esa época. Decía algo así como, con UPAC usted tiene casa, carro y beca, es por
eso que todas las casas de Nueva Tequendama tienen garaje”.
“Mi cuñado se dio cuenta que un propietario de una de las casas había entrado en
crisis económica, entonces le iban a rematar la casa, entonces (Desde el UPAC)
le dijeron: búsquese a alguien que pague lo que usted ha dado, nosotros le
condonamos la deuda, y se la pasamos al nuevo propietario si cumple con los