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El ángel de Edith Garza

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Transcurría el otoño de 2003 cuando la estilista Edith Garza de 29 años, sintió una
protuberancia en uno de sus pechos; esta salía de la normalidad, por lo que fue de
inmediato a que le hicieran una mamografía en un centro médico de Monterrey. El
radiólogo, de nombre Víctor Arredondo fue quien la atendió, y tras ver el resultado, dijo
que se despreocupara ya que su caso no era peligroso. Un par de meses después, Edith se
encontraba en el hospital, víctima del cáncer de mama y se preguntaba: “¿Debo proceder a
demandar al radiólogo por haber dicho que mi caso no era peligroso, cuando en realidad si
lo era? ¿Si me hubiera hecho el estudio con responsabilidad, hubiera podido ganarle la
carrera al tiempo en el progreso del cáncer? Además él no fue el único culpable, sino
también los médicos Luis Herrera y Claudio Núñez, quienes trataron mi caso de una
manera negligente”.

¿Quien es Edith?
Edith, era una mujer tranquila y laboriosa, quien a sus 28 años, luego de haber sufrido
viudez prematura y tener un hijo, había logrado salir adelante a base del esfuerzo que
mostraba al realizar su trabajo y el ahorro de sus ganancias. Gracias a esto, era dueña de un
concurrido salón de belleza, el cual esta ubicado en el municipio de Guadalupe, Nuevo
León que se encuentra dentro de la zona metropolitana de Monterrey.

Sus padres dijeron que desde que Edith era niña, se caracterizó por ser una persona muy
responsable en el manejo de cualquier asunto al cual se enfrentó. Siempre fue cariñosa con
ellos y les reconocía su sabiduría, pues constantemente les pedía opinión antes de actuar.
Así, cada problema que vivía, lo enfrentaba con ecuanimidad y responsabilidad hasta lograr
vencerlo de la mejor manera. Ellos se sentían muy orgullosos y seguros de tener una hija
así. Por esto, los momentos difíciles que vivió, desde que quedó viuda, los supo enfrentar
con entereza y fortaleza, además de siempre contar con el apoyo de sus padres.

Este caso fue escrito por la profesora Georgina Elizondo Buenfil el propósito de servir como material de
discusión en clases, no pretende ilustrar buenas o malas prácticas administrativas.

Algunos datos de este documento han sido modificados a petición de las personas e instituciones
involucradas.

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Centro Internacional de Casos Fecha de revisión: Agosto 5, 2008


Tecnológico de Monterrey Última revisión: Octubre 1, 2008
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Edith, habitaba en la casa de sus padres, junto con su hijo, quien fue el único recuerdo que
le quedó de su matrimonio. Su principal preocupación había sido sacarlo adelante, por lo
que nunca dejo de trabajar para formar un sólido patrimonio económico que les pudiera
servir a los dos.

Pero no todo fue trabajo siempre en la vida de Edith, ya que también le gustaba salir a
divertirse sanamente con sus amigas con quienes iba a tomar café o pasear en algún parque
en el atardecer, además de que le encantaba llevar a su hijo a ver teatro de marionetas.

El inicio del problema

La vida de Edith cambió muy rápido luego de sentir la anormal protuberancia en su pecho y
de haberse hecho el estudio de la mamografía con el radiólogo Víctor Arredondo, quien le
había dicho que no se preocupara, que su caso, no era de cuidado ni importante.

Pero, la realidad que ella percibió desde que se hizo tal estudio fue muy diferente. La
anormalidad crecía cada vez más en su pecho, por lo que ya preocupada, decidió ir a visitar
a su ginecólogo Luis Herrera, con quien trataba desde que se casó, y la había atendido en el
parto de su hijo. Él, después de hacerle el examen médico de rutina y notarle la
anormalidad en su pecho, decidió operarla con carácter de urgencia.

La primera operación
Luego de la emergente operación, cuando ella pasó a rehabilitación, se percató que su
ginecólogo Luis, la había intervenido quirúrgicamente pero en el lado equivocado, pues si
ella tenía la bola en el lado inferior de su pecho, el doctor la intervino del lado superior del
mismo.

Muy molesta, angustiada y mortificada, fue a hablar con su doctor para reclamarle lo que
había hecho. Cuando el médico Luis, vio tan nerviosa a Edith, la tranquilizó diciéndole que
todo iba bien.

La instó a que dejara de preocuparse, pues su tumor en el lado inferior se iría


desvaneciendo poco a poco al igual que cualquier indicio de cáncer, gracias a la
intervención quirúrgica que él ya le había realizado.

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Desconfianza
Pero Edith, no creyó del todo lo que le había dicho hasta ese entonces su médico, por lo
que cambió a un nuevo ginecólogo para que la examinara. El nombre de esta persona era
Claudio Núñez, a quien una de sus mejores amigas le había recomendado ampliamente
como excelente médico.

Cuando él le realizó los exámenes preliminares de rigor, la envió a hacerse una segunda
mamografía con el objeto de que no quedara ya ninguna duda sobre su salud y el progreso
del cáncer. Ella se quedó pensativa: ¿Por qué quería el nuevo ginecólogo consultado que se
hiciera una segunda mamografía? ¿Qué no estaba ya curada de cualquier indicio de cáncer?

Pero como en el fondo sintió que algo no estaba del todo bien, aceptó el reto de hacerse el
nuevo estudio para así erradicar cualquier duda sobre su estado de salud.

Segunda Mamografía
Luego de que Claudio Núñez, le pidió hacerse una nueva mamografía, ella quiso acudir al
mismo lugar donde se la habían hecho la primera vez.

El radiólogo que la examinó le preguntó si ya se había hecho una mamografía


anteriormente, a lo que ella le respondió que si. Cuando el hombre analizó los resultados,
preguntó que porque no se había tratado antes, a lo que ella respondió que en realidad si lo
había hecho, pero le habían dicho que no tenia nada de que preocuparse ya que lo suyo no
era de cuidado ni importante. El radiólogo le preguntó sobre el lugar donde le habían hecho
ese estudio previo, a lo que ella le respondió: Fue aquí mismo, con el radiólogo Víctor
Arredondo. Fue usted quien me hizo este mismo estudio.

La cara del hombre se transfiguró, tomó asiento tras la fuerte impresión y le preguntó, si
aún tenía ese estudio en su poder, ya que él lo quería ver para revisarlo nuevamente, a lo
que Edith en su nerviosismo le dijo que ya lo había perdido. Ella notó como la cara del
radiólogo se colmo de alivio.

Edith llegó desconsolada a su casa, intentando buscar la prueba de la primera mamografía


que pensó había perdido, pero al estar acomodando unos papeles en su closet se encontró
con este estudio. Se lo llevó al radiólogo quien al analizarlo nuevamente se dio cuenta de su
error.

Segunda operación
Los resultados de una segunda mamografía mostraron la gravedad a la que se enfrentaba
Edith, por lo que su ginecólogo Claudio Núñez, la volvió a intervenir quirúrgicamente con
carácter de urgencia en el mismo seno pero del lado correcto, ya que en un mes, el tumor
había crecido expandiéndose.

Cuando Edith despertó tras haber sido operada, le preguntó a la enfermera sobre su estado
de salud, y ésta le dijo que todo había salido bien. Pero cuando Edith vio la expresión en el
rostro a la enfermera, percibió que algo terrible había sucedido. La triste realidad la
comprobó Edith cuando supo que le habían extirpado los dos pechos. Además, Claudio, el
nuevo ginecólogo, la envió a someterse a tratamiento de quimioterapia para que se
destruyera cualquier indicio de cáncer. Pero ella no estaba tranquila, pues además de que su
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economía familiar se vio afectada con las dos operaciones, la hospitalización y el largo
tratamiento de recuperación; le habían quitado una parte de su cuerpo.

En su interior, Edith supo que esto había sucedido innecesariamente. Además, sintió
impotencia al pensar que, si el radiólogo le hubiera hecho el estudio con responsabilidad y
le hubiera puesto la debida atención a su caso, nada de esto habría ocurrido. Además, los
dos ginecólogos también habían sido negligentes al tratar su caso, ya que el primero la
había operado incorrectamente sin darle solución a su problema y el segundo le había
extirpado los dos senos sin que ella siquiera hubiera sabido que iba a proceder de esta
manera. No tuvo la oportunidad de decidir lo que se iba a hacer con su cuerpo.

Edith se cuestionaba; “¿Cómo era posible que personas así tuvieran licencia para trabajar
en bienestar de la salud de las personas?”

Ella quiso hacer algo, primero por su propio bien, el de su familia y luego por el bien de las
personas de su comunidad, para que no cayeran en manos de estas personas tan poco
profesionales en el tratamiento de enfermos.

Edith pensaba: ¿Dónde quedaba el juramento hipocrático de las personas que atienden la
salud de los enfermos? ¿En verdad tuvieron vocación y compromiso ante la comunidad y
ante sus compañeros, para desempeñar y cumplir su responsabilidad para el mejoramiento
de la salud de los enfermos? ¿Procedería que los demande por sus acciones negligentes?

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