Está en la página 1de 14

EL GÉNERO COMO CONSTRUCCIÓN SOCIOCULTURAL

Psic. Silvia Rodríguez Gaudin.

Si bien el término género se ha popularizado, no siempre tenemos en


cuenta que se trata de un concepto que nos ayuda a comprender mejor la
realidad, en tanto el género influye en todos los aspectos de la organización
social, política y económica.
Los estudios de género se han convertido en un ámbito interdisciplinario (con
aportes de la antropología, la psicología, la economía, la sociología y la
historiografía feminista) con gran desarrollo desde fines de los sesenta. Para
definir en forma sencilla qué es género podemos decir que tiene que ver con
todas las formas de sentir, pensar y actuar que en un momento y lugar
determinado son construidas social y culturalmente para indicar qué es ser
hombre y qué es ser mujer. Constituye una categoría de análisis compleja que
permite analizar las relaciones de poder entre hombres y mujeres, relaciones
determinadas socio-históricamente y por definición, en permanente
construcción. Así el género aparece como un ordenador de la sociedad: a la
mujer le queda lo reproductivo y al hombre lo productivo, a la mujer lo privado
y al hombre lo público. Estas diferencias de roles, de atributos, de poder,
naturalizadas en la vida cotidiana, producen inequidades y más aún si se
articulan con otras relaciones de poder vinculadas a clases, etnias, edad. Es
imposible quedar por fuera del sistema de género, que nos coloca, por el
simple hecho de ser hombre o mujer, en una posición de poder determinada,
por lo que, de una manera u otra, participamos en su reproducción.

El género en definitiva el género se aprende y está determinado por la


cultura. Interesa pensar cómo se visualizan las diferencias, en tanto las
desigualdades de género se construyen socio-culturalmente y no son
naturales como se percibe en forma ingenua.

1
La discriminación entre género y sexo es relativamente reciente.
El género incluiría los aspectos psicológicos, sociales y culturales, la
significación de las relaciones entre hombres y mujeres. ((yo) y sus
respectivos roles)
El sexo quedaría restringido para los componentes biológicos y anatómicos
con los que nacemos.

En lo cotidiano, cuatro elementos constituyen lo esencial para pensar el


tema:

❖ Lo simbólico: se refiere a la representación que se tiene de las


relaciones sociales a nivel del imaginario colectivo.
❖ Lo normativo: las reglas explícitas o no, a través de las cuales
aprendemos cómo debe ser un hombre y cómo debe ser una mujer.
❖ Lo político institucional: es el conjunto de instituciones y
organizaciones como la familia, la educación, el sistema de salud, las
iglesias, los partidos, que definen y redefinen cotidianamente las
relaciones de género.
❖ Lo subjetivo: implica un complejo proceso de estructuración
psicológica de lo que significa lo femenino y lo masculino,
incluyendo aspectos tanto intelectuales como afectivos.

Muchas veces se habla de características subjetivas como


universales y eternas. Las mujeres serían débiles, dependientes,
emocionales, obedientes, pasivas, etc. En cambio los hombres serían
fuertes, racionales, inteligentes, proveedores, activos, etc. Estos roles,
adjudicados socialmente, ya sean asumidos o no, generan múltiples efectos
en las maneras cotidianas de vivir; en la calidad de vida, en la salud, en las
posibilidades de enfermar y morir de hombres y mujeres.

Cada lugar, cada época, marca lo esperado para cada género desde
un lugar ilusorio de naturalidad y atemporalidad: “es así y siempre ha sido
así”. Cuando determinados hechos o comportamientos se vuelven
naturales, nos encontramos con “verdades” inamovibles muy difíciles de

2
cuestionar. La ideología tradicional se ha caracterizado por esa
naturalización de lo femenino y lo masculino a la que hacíamos referencia,
fomentando la desigualdad, por ejemplo a través de la educación
diferenciada para niñas y varones.

Si deseamos romper con determinadas asignaciones de roles,


costumbres, valores, se vuelve necesaria una mirada crítica que nos
permita cambiar el “deber ser” a través de la construcción de nuevas
prácticas y nuevas imágenes de las mujeres y los varones. Parecería ser
que si hablamos de hombres y mujeres de clase media, estos cambios se
han vuelto visibles en las prácticas cotidianas, se comparten las
responsabilidades con relación a la crianza de los hijos, lo cual hace
suponer un tránsito hacia la equidad de género. No podemos decir lo mismo
cuando observamos la realidad de los sectores más desfavorecido, donde
las desigualdades se acrecientan, volviendo más vulnerables a las niñas y a
las mujeres.

El ejercicio del poder ha estado históricamente en manos de los


hombres, pero el hecho de que las mujeres trabajen, ganen dinero,
autonomía y circulen por los mismos ámbitos en busca de poder, hace que
el hombre deba correrse de los lugares tradicionalmente ocupados. Esto
implica malestar, conflictos tanto en el trabajo como en el ámbito doméstico,
donde se empiezan a generar nuevos acuerdos. Muchas veces vemos
desencuentros en las relaciones de pareja y familia que se vinculan
justamente a las dificultades que se desprenden de los nuevos pactos y
transacciones por los que estamos transitando como sociedad. La
capacidad para acomodarse activamente a éstos cambios dependerá de
aspectos culturales, económicos, políticos, así como de lo personal puesto
en juego en cada mujer y cada hombre de acuerdo a su propia historia.

¿Qué posición tomamos frente al tema? Intentaremos cuestionar las


diferencias “naturales” marcadas por el género, a través de un reconocimiento

3
de lo particular como objeto de estudio y una validación de las subjetividades
como fuente de conocimiento.
En este recorrido nos nutrimos del análisis de la vida cotidiana y sus contextos:
familia, trabajo, barrio, etc., así como de las relaciones personales entre
hombres y mujeres, teniendo en cuenta el momento histórico-social en que
estas reflexiones tienen lugar.

Lento ha sido el descubrimiento de que el género influye en todos los


aspectos de la organización social, política y económica. Las relaciones
sociales en general están permeadas por él.
Son constantes las referencias de género utilizando chistes, bromas,
comentarios, que se van colando en los intersticios de la vida cotidiana, a
veces, legitimando las micro-violencias cotidianas, a veces, denunciándolas.

Hay matrices silenciosas que determinan nuestros discursos, de manera


que entre lo dicho y lo no dicho se va tejiendo el deseo de implicarnos en esta
tarea. Tarea que se va redefiniendo constantemente, uniendo de a poco los
pedazos, a la manera de un “patchwork”, marcando los límites pero también las
conexiones posibles para dar cuenta de ese mapa de significados construídos
en torno al tema.

Analizamos todo esto a los efectos de ampliar el campo de visibilidad:


si complejizamos nuestros referentes teóricos, incluyendo las variables de
género a la hora de pensar nuestras prácticas vamos a ampliar nuestras
posibilidades de intelección de la realidad, evitando así la actuación de aquello
que no puede ser pensado.

4
LOS SIGNIFICADOS DEL TERMINO GÉNERO.

Los estudios de género se han convertido en un ámbito interdisciplinario


con gran desarrollo desde fines de los sesenta. Definimos género como lo
plantea Ana María Fernández “las significaciones imaginarias y sociales
que construyen lo femenino y lo masculino”.
La discriminación entre género y sexo es relativamente reciente (Stoller, 1968,
Abelin 1980, Tyson 1982, E.D. Bleichmar, 1984). Sexo “refiere a las
características bio-fisiológicas que diferencian a mujeres y varones. Alude a las
características de los aparatos reproductores de unas y otros, su
funcionamiento, así como a las características sexuales secundarias.”

Género “refiere a la creación sociocultural de las ideas sobre lo masculino y lo


femenino; atributos, roles y características de identidad esperables para
mujeres y varones en determinado momento histórico. Es entonces una
categoría social impuesta sobre un cuerpo sexuado.” (Cristina Grela, Alejandra
López, 1998:40).

El género incluiría los aspectos psicológicos, sociales y culturales de lo


que es femenino o masculino mientras que el sexo quedaría restringido para
los componentes biológicos, anatómicos y para referir al intercambio sexual.
Los individuos pueden ser migratorios en cuanto al género adoptando una
identidad distinta a su sexo. Esto desliga los conceptos de género y sexo.
“No se nace mujer, se llega a serlo”, dice Simone de Beauvoir, biológicamente
se es hombre o mujer, pero el papel social que cada sexo desempeñe a lo
largo de su vida, es fruto de un aprendizaje cultural.

LAS GRANDES TRANSFORMACIONOES SOCIALES Y LA CONDICIÓN DE


LA MUJER EN EL URUGUAY.

A partir del siglo XX, en especial en la segunda mitad, se producen hitos


decisivos e irreversibles que impactan en la subjetividad de hombres y mujeres.

5
Estas empiezan a ocupar lugares en la esfera pública que antes estaban
vedados, tanto en lo laboral, científico, cultural y político. De manera que los
ámbitos privados deben ser redefinidos en función de éstos cambios.
En forma esquemática, podríamos citar algunos logros significativos que en el
ámbito histórico marcan un intento de superar las desigualdades de género:
• Acceso de la mujer a la educación media y superior.
• Ingreso al mercado laboral.
• Revolución sexual: control de la natalidad.
• Legitimación social del divorcio.
• Pérdida de relevancia de la institución matrimonial.
• Surgimiento de nuevas estructuras familialres.
• Movimientos por la igualdad de género, (movimientos feministas).

Todos estos cambios determinados por la modernidad impactan a nivel


familia, llevando a un descrédito del patriarcado y generando una distribución
diferente de roles y funciones en el seno familiar.
Las estadísticas revelan que ha crecido el número de familias monoparentales
con
jefatura femenina. Los ingresos de las mujeres dejaron de ser muchas veces
un complemento para convertirse en un aporte significativo para el núcleo
familiar.

En Uruguay el acceso a la instrucción está marcado por la Educación


Vareliana, donde ya en 1877 se habla de no distinción de sexo y clase. Se
inaugura el Instituto Magisterial de Señoritas, luego nominado Instituto Normal,
que significaba un camino laboral de alta calificación social. En 1908 un 5% de
las mujeres que trabajaban en Montevideo lo hacían en Magisterio.

Señalemos que en 1900 la Facultad de Medicina tenía 19 alumnos y


sólo una mujer: la Dra. Paulina Luisi fue en nuestro país una defensora de los
derechos de la mujer, participando activamente en reivindicaciones.

6
Otro hito fundamental queda registrado en 1938 cuando se consagrada para la
mujer el derecho a votar en las elecciones nacionales.

Supuestamente los grandes cambios sociales citados anteriormente


dejaban atrás los roles tradicionales de hombre y mujer. Si bien asistimos al
logro de cierta independencia económica y social de la mujer, un corrimiento
del rol maternal, una búsqueda de reconocimiento social, etc., estos cambios,
como veremos luego, no han llevado a la autonomía deseada por las mujeres.

Nuestra sociedad actual está transitando una serie de cambios en los


valores, creencias, ideologías, hábitos, roles, posicionamientos y relaciones de
poder entre los géneros. Sobretodo estos cambios se hacen más visibles en la
clase media, donde podemos hablar del hoy como un momento de transición.
Seguramente donde más se evidencia esto es en los roles familiares. El pasaje
del modelo de aportante único al de aportantes múltiples tiene como
consecuencias el aumento de competitividad entre hombres y mujeres (por
ejemplo para los mismos puestos de trabajo), problemas de compatibilidad de
los tiempos intra y extradomésticos, problemas de atención y cuidado de los
hijos, se resiente el equilibrio del hogar debido al trabajo de la mujer en lo
público, menor capacidad de respuesta a la tensión en hogares de bajos
ingresos.

¿Qué pasa en el seno familiar cuando la mujer trabaja? La condición de


género influye en la vida doméstica y en el trabajo de las mujeres. La forma en
que éstas pueden integrar el trabajo “invisible” y el “visible” dependerá
fundamentalmente de la estructura de su núcleo familiar. Nos interesa ver las
trabas y facilidades que tienen las mujeres para acceder a un trabajo
remunerado y “profesionalizar” ésta actividad.
En la vida cotidiana las “quejas” femeninas transmiten una necesidad de
conciliación entre familia y trabajo, vocación y trabajo, estudio y tareas
domésticas, dando cuenta de un malestar al no lograrlo. Muchas veces
aparece la culpa cuando la mujer no puede cumplir con los roles tradicionales.
Cada mujer hará sus propios pactos a nivel familiar para resolver una tensión
siempre presente entre los ámbitos público y privado.

7
CONSTRUCCIÓN DE LA SUBJETIVIDAD.

La subjetividad es un constructo sociohistórico; coincidimos con Foucault


cuando señala que hay que pensar la subjetividad sin apelar a un sujeto
trascendente o psicológico.

Cuando se habla de “esencia” femenina o de la “naturaleza” femenina se


niega lo singular, lo discontínuo, lo novedoso. La tarea requerida sería
entonces desnaturalizar universales pensando en la constitución histórica del
sujeto de deseo. Al genealogizar el deseo podemos entender cómo el sujeto se
posiciona de una manera y no de otra. A partir de la modernidad debemos
articular la noción de deseo con la de subjetividad, en tanto el deseo es
fundante de la subjetividad.
El psicoanálisis se ocupa del sujeto de deseo, el sujeto del inconciente, pero
sin desconocer la importancia de Freud y sus conceptualizaciones,
consideramos que la determinación inconciente debe ser cuestionada (el
psicoanálisis debe interrogarse sobre la relación deseo-poder). Lo inconciente
no es destino. Autoras como Luce Irigaray y Cristhiane Olivier han cuestionado
la tan mentada pasividad femenina versus virilidad fálica. Los discursos
masculinos sobre el erotismo femenino han hecho carne en generaciones de
mujeres y hombres tomando ciertas “verdades” como inamovibles.

Volvemos a la necesidad de deconstruir las categorías desde donde se


piensan las diferencias. Esto implica abordajes desde enfoques múltiples: la
transdisciplinariedad se vuelve ineludible.

¿Cómo se produce entonces la subjetividad? Muchas veces se usa el


término subjetividad como sinónimo de psíquico, subjetivo o sujeto; no nos
alcanza con éstas connotaciones. Algunas disciplinas hablan de “mentalidades”
o sensibilidades para referirse a éste objeto de estudio.

8
Cuando trabajamos con familias parece ineludible incluir un análisis de cómo
se va constituyendo la subjetividad de quienes componen esa familia. Ahora
bien, no sólo la familia produce subjetividad; el paso por las distintas
instituciones, los medios masivos de comunicación, etc van dejando su sello.

Históricamente la familia ha dejado de ser una unidad productiva para


convertirse en el “refugio afectivo” ahondando la separación entre la esfera
pública y la privada. Esta separación produce un disciplinamiento que va
marcando los cuerpos, dice cuales son los espacios donde puede circular cada
uno, cual es el posicionamiento que la corresponde “naturalmente”.

El análisis de la subjetivación es inseparable, como vemos, del


análisis del poder. Relacionamos esto con la exclusión: los excluídos
(homosexuales, travestis, negros, pobres, mujeres) generan una subjetividad
determinada. La discriminación apunta a mantener las diferencias y las
subordinaciones que todos conocemos.
Pero donde hay poder hay resistencia, hay lucha, transgresiones y no debemos
subestimar estos aspectos, antes bien, incluirlos en el análisis.

Retomando la relación entre los modos de subjetivación y la exclusión,


queríamos agregar que a veces aparece la autoexclusión, en la medida que el
sujeto actúa en función de las imágenes de sí que ha construído a lo largo de
su historia.

LAS DESIGUALDADES DE GENERO.

“Mamá reina decía:


ponte derecha, péinate, lávate las manos,
habla cuando te pregunten. Así te convertirás
en una señorita bien educada, vendrá un príncipe
rico y se casará contigo y seréis felices para siempre.”
Nunca jamás. Adela Turín y Letizia Galli.

9
¿Cuál es el sentido de la socialización diferenciada para uno y otro y otro
sexo?.
¿Por qué se perpetúan las imágenes, mensajes, discursos, prejuicios,
mandatos en relación a lo que significa ser hombre o mujer en nuestra
sociedad?.
Parece ser que las relaciones de poder distribuídas de manera desigual entre
los géneros son las que buscan permanecer de esa manera. ¿Cómo se
transmiten esos estereotipos?
• A través de los gestos cotidianos, patrones de comportamiento, lecturas,
juegos, tareas diferenciadas para varones y niñas (papel de la escuela).
• Gracias al discurso acerca de lo que deben hacer o decir unos y otras,
interiorizados en el proceso educativo (ellas deben ser prolijas, coquetas,
inteligentes, recatadas, etc, ellos deben ser exitosos, ganar dinero,
ejecutivos, no comprometidos afectivamente, etc.)
• Uso del lenguaje diferenciado: el varón se apropia del lenguaje “público”,
racional, desafectivizado, categórico, la mujer del “privado”, íntimo,
afectuoso, lo que conlleva además una valoración positiva para un discurso
y negativa para el otro.
• Papel de las imágenes transmitidas a través de la televisión, Internet y
demás.
Los modelos dominantes y convencionales de la sociedad circulan y son
internalizados no sin producirse una transacción con las producciones propias
de cada familia.
La familia está organizada en base a la desigualdad en la distribución de
poderes entre el hombre y la mujer, desigualdad que goza de una gran
legitimidad social. Ésta legitimidad se perpetúa gracias al consenso: los
subordinados comparten ese orden de cosas y las perpetúan (de ahí la
existencia de ciertas paradojas: las mujeres pueden ser más machistas que los
hombres).

10
MITOS Y ESTEREOTIPOS.

A lo largo de la historia diferentes han sido los dispositivos que han


organizado los roles y funciones femeninas en nuestra sociedad. Varias por
ende han sido las producciones del imaginario social, generando nuevos mitos,
otras valoraciones y sanciones que se efectivizaron en los discursos y las
prácticas.
Coincidimos con E. Colombo cuando especifica que el imaginario social “No es
imagen de. Es creación incesante y esencialmente indeterminada (social,
histórica y psíquica) de figuras, formas, imágenes y sólo a partir de ésta puede
tratarse de “algo”. Lo que llamamos “realidad” y “racionalidad” son obras de
ésta creación.” (E. Colombo. El imaginario social.) Entran aquí en juego fuerzas
a través de los discursos políticos, jurídicos, psicoanalíticos, sustentados en lo
ideológico que tienen una eficacia simbólica en tanto producen subjetividad.

Dice Ana María Fernández: “Se está planteando, entonces, la


producción y reproducción de un universo de significaciones imaginarias
constitutivas de lo femenino y lo masculino moderno que forman parte no sólo
de los valores de la sociedad sino también de la subjetividad de hombres y
mujeres.” (Fernández, 1998: 162.)
Las fuerzas de las que hablamos cumplen funciones de regulación y
ordenamiento de las prácticas sociales. En tanto producciones de sentido,
desplegadas como vimos, discursivamente, éste “imaginario social” produce
mitos. El mito es un discurso universal que lo abarca todo, el modo de
relacionamiento del ser humano consigo mismo, con el mundo y con los otros.
Forma parte de la vida cotidiana, por lo que asegura la reproducción de
las desigualdades de género. Estos mitos no están por fuera del individuo,
sino que lo constituyen y se recrean en sus vínculos cotidianos. A modo de
ejemplo el mito Mujer = Madre es reproducido en nuestra sociedad y encarna
en cada mujer y cada hombre de manera diferente de acuerdo a su propia
historia y al modo en que ha constituído su subjetividad.

11
Si bien los mitos controlan, dirigen, regulan los comportamientos de
hombres y mujeres, queda una brecha por donde se cuelan aspectos
novedosos, transgresiones que denotan que los discursos y las prácticas no
siempre van de la mano. Coexisten así, junto al mito de la Mujer = Madre, las
prácticas de muchas mujeres que eligen una maternidad acotada y no como
proyecto único de vida, otras que eligen no tener hijos, o aquellas que tienen a
sus hijos a una edad tal que ya han conseguido la profesionalización de sus
carreras o trabajos. Estas singularidades abren campos de visibilidad que el
mito niega: cada mujer produce distintos sentidos en torno a la maternidad.

EL CICLO VITAL FAMILIAR. ACUERDOS Y TRANSACCIONES. SUPUESTOS


IMPLÍCITOS Y EXPLÍCITOS.

Cuando hombres y mujeres comparten la crianza de niños, se elaboran


“acuerdos” y “transacciones” que constituyen una trama invisible de demandas
y concesiones que regulan la vida cotidiana. En el mejor de los casos la familia
preserva los espacios personales de individuación, facilitando el desarrollo de
los sujetos.
La convivencia pone en acción las cuestiones relativas a la maternidad, la
distribución de tareas en el hogar y el trabajo fuera de casa que absorbe y
genera malestares a uno y otro sexo. Los nacimientos, la entrada en la
adolescencia, noviazgos de los hijos, casamientos de éstos, jubilaciones, etc,
van marcando hitos en el ciclo vital familiar, promoviendo reacomodamientos y
en ocasiones conflictos. Estos conflictos y su resolución van a estar
determinados en gran parte por la forma en que se haya estructurado la
organización familiar. La organización jerárquica de la familia determina una
apropiación desigual del poder de acuerdo a las diferencias.
Los supuestos de la pareja y la familia parten de los valores, creencias e
ideologías que tienden a ser reproducidos como vimos.

12
La desigualdad entre hombres y mujeres ha sido naturalizada en tanto
las diferencias son pensadas desde una lógica que ubica al hombre como
superior inferiorizando a la mujer. Utilizamos la noción de naturalización para
definir aquellas condiciones que siendo producto cultural circulan en el lenguaje
social como hechos derivados de la naturaleza.

El ejercicio del poder es algo cotidiano para el hombre, históricamente


ha sido así, pero el hecho de que las mujeres trabajen, ganen dinero y circulen
por los mismos ámbitos en busca de poder, hace que el hombre deba realizar
“transacciones” y corrimientos en relación a los lugares ocupados
tradicionalmente. El malestar de los hombres no es menor que el de las
mujeres, no sólo han perdido terreno en el ámbito público, sino que cada vez
más son llamados a compartir de igual a igual los espacios domésticos. Se
impone para ellos una deconstrucción de su propia imagen, (yo-
deconstrucción de la masculinidad, del rol masculino, pero también de
los roles femeninos) en tanto hay una pérdida de preeminencia masculina en
la sociedad. Debe así desnaturalizar sus ejercicios cotidianos del poder
patriarcal, en tanto la mujer avanza en la construcción de su autonomía
subjetiva. Ese avance solo es posible con una modificación no sólo de los
discursos sino también de las prácticas en lo público y en lo privada,
cambiando las imágenes y las prácticas de sí. ¿Por qué? Porque a medida que
se ganan espacios se observan mecanismos más sutiles de subordinación y
exclusión.

BIBLIOGRAFIA.

13
Cátedra Libre en Salud Reproductiva, Sexualidad y Género. Facultad de
Psicología. UDELAR. Primer Encuentro Universitario: Salud, Género,
Derechos Sexuales y Derechos Reproductivos. Montevideo, 2003.

Colombo, Eduardo. El imaginario social. Tupac Ediciones,

Fernández, Ana María. La mujer de la ilusión. Pactos y contratos entre


hombres y mujeres. Bs. As, Paidós, 1994.

Fernández, Ana María. Los géneros al desnudo. Subjetividad, poder y


psicoanálisis. En XIII Congreso Latinoamericano de Psicoterapia de Grupo.
Tomo II, 1998.

Fernández, Alicia. La sexualidad atrapada de la señorita maestra. Bs. As,


Nueva Visión, 1992.

Universidad de la República, UNICEF. El cuidado infantil en Montevideo.


Análisis de los resultados de la encuesta sobre usos del tiempo: desigualdades
sociales y de género. Montevideo, 2003.

14

También podría gustarte