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"HACETE HOMBRE"

Algunas reflexiones acerca de prácticas, sentires y otras


construcciones...

En una fría tarde de domingo a unos metros de una esquina, se desarrollaba


una escena conocida, pero no por eso menos sorprendente, con paso lento
caminaba una mujer de una edad indefinida, con su hijo de unos cinco años de
edad, el cual trataba sin conseguirlo del todo, pedaIear en una pequeña
bicicleta con rueditas, de esas que se usan para que los niños/as aprendan el
sentido del equilibrio encima de dos ruedas sin que tengan que sufrir un
doloroso aprendizaje por las caídas, torceduras, magulladuras, aunque siempre
tuve la duda de si esas pequeñas ruedas a los lados de la bicicleta de verdad
permiten mantener un equilibrio o son meramente un soporte psicológico, por
un momento recordé cuando era yo al que le ensañaban a andar en bicicleta,
solo que sin las protectoras rueditas...

Era una escena Iacónica, que no invitaba a prestarle demasiada atención, si no


fuera por el diálogo que se desarrolló entre esa madre y su presunto hijo.

-Luciano, me vas a dejar que te saque esas ruedas?


-No.

-Te las voy a sacar, TENES que empezar a hacerte hombre o no querés?
-No quiero, -dijo enfáticamente-.

Seguí mi camino sin mirar atrás y ya no supe mas de ellos, pero hubo una cosa
que me quedó resonando, aquella respuesta tan vehemente del niño...

¿Qué es lo que no quería, que su madre lo obligara a hacer algo, que le quitara
las rueditas, que le dijera que tenía que ser un hombre?...
Por un instante me sorprendí pensando en esa escena, en tantas escenas..,
¿qué es lo que le estaba diciendo esa madre, qué esperaba de su hijo, qué
respuesta hubiera querido que aquel le diera?
¿Qué ocurrirá con ese niño, a cuántas cosas deberá renunciar para ser aquello
que le dijeron que debe desear ser, cuántas cosas acallará, cuántas cosas
aprenderá a olvidar, cuantos sentimientos esoonderá...?

¿El hacerse hombre para esa madre tiene entonces como requisito necesario
el dejar las rueditas, qué podría ocurrir si su hijo no las abandonara, acaso no
iba a poder controlar aquel simple artefacto, no iba a poder controlar otros
artefactos, o simplemente no aprendería a controlar. . .?

El control del medio, de los demás y de sí mismo, como mecanismo


subjetivante se encuentra en el origen mismo de la construcción de la
masculinidad, delo masculino, del ser hombre, del sentirse hombre...

Se me vinieron tantos dichos de tantos personajes, abordajes, reciclajes,


(in)subordinaciones. . ., sobre todo la de aquellos/as que consideran al hombre
masculino hegemónico como el responsable único de tantas violencias, de
tantas dominaciones. . ., las cuales sin duda en demasiadas ocasiones son

reales, pero ¿cómo se construyó esa realidad?

Me pregunto, ¿ese pequeño niño de la bicicleta con rueditas, tiene muchas


posibilidades de salirse de ese guión que le tienen preparado, cuánto espacio
tiene para moverse, cuánta violencia simbólica recibirá, cuánto recorrido tendrá
que hacer en caso de querer (poder) moverse, cuántas miradas de censura
deberá transitar, cuantos discursos, cuantos guiones para que naturalmente
se haga hombre luego de recorrer el camino que se le señalaba?

¿Qué ocurrirá con ese niño, con ese hombre al cual su madre remite con lo que
1La violencia la entendemos
no desdeuna perspectivalineal de causaefectosino desdeuna perspectiva
compleja, multideterninada, como síntoma de un sistema que a través de distintos dispositivos y distintos
subsistemasretroalirnentan dicha violencia, y en donde el iar. tiene un especial protagonismo en la
construcción del modelo de varón hegemónico(y de mujer), pero también juegan un papel mas o menos
relevante otros subsistemas,
le dice, y al cual tarde o temprano el primero terminará reproduciendo sin saber
por qué, el que los demás reproducirán también sin saber por qué?

El mismo hombre que quizás una melancólica tarde, se encuentre en un


despacho, en la oficina o en Ia obra, recordando aquellos días en que aprendía
a andar en bicicleta, el temor que sentía, el cual no solo no se le permitió
expresar ni transitar, sino que aprendió a ignorar, también sin saber por qué...

Tantos por qué, pero sobre todo tantos para qué. . .tantas escenas que se
repiten, en distintos lugares, con distintos niños, con distintas bicic|etas..., o
acaso sin ellas...

Tantos temores, ansiedades, afectos que no se pueden expresar, que no se


pueden nombrar, que no encuentran un cana| de salida, se van agolpando, de
apretujan, se enredan, se rigidizan, moIdeando cuerpos, deseos...

Por un segundo no pude dejar de pensar en cuántas madres, cuántos padres,


cuántos abuelos le estarían diciendo a cuántos niños las mismas palabras de
esa madre, aquella fría tarde de domingo...

Es un sistema en incesante reproducción2, una escena que se repite, como los


viejos discos de surco cuando se rayaba una de sus pistas, como las sombras
en el teatro chino tan distintas y tan iguales en el fondo, una copia de un
supuesto original como señala Butler3, un original al cual parecerían remitir
todas y cada una de las personas, quienes no tienen duda de saber qué es,
cómo debe actuar, cómo debe sentir y qué camino se debe recorrer para ser
un hombre...

Es una incesante producción, una cinta transportadora de una fábrica, que de


manera automática gira sobre si misma, produciendo tornillos idénticos a si
mismos, idénticos al primer tornillo, a ese primer tornillo surgido de un molde

2Von Bertalanffy,L. Teoríageneralde los sistemas,Fondode Cultura económica,Méxiso, 1968.


3Butler,J.Cuerposqueimportan,Paidós,Barcelona,2002.
que todos suponemos que existió pero que cuando nos hemos preguntado
dónde está, nadie nos ha podido dar una respuesta...

Ese niño aprenderá entonces que hay un camino que tiene que hacer, (y otro
que no debe hacer) en el cua| se lo ha guiado, del que no se podrá desviar,
salir, ni cambiar de senda sin caer en la injuria, 4...
Un camino por lo tanto lleno de prescripciones, proscripciones,
renunciamientos, algunos no eIaborabIes.

Pero una esperanza queda, la resistencia, el no quiero del niño, su resistir, no


importa a qué, no importa a quienes, un resistir sin motivo, aunque quizás con
demasiados, como aquellos que no pueden ponerse en palabras, sino que se
sienten en el cuerpo, la incomodidad, el cansancio, la tensión, un cuerpo que
habla y que tarde o temprano le dirá, si aún puede escucharlo, que busque
otros caminos, que recupere senderos, que aligere mochilas, que viaje
liviano...

Lic. Bruno Ferreira Carballo

Psicólogo Sexólogo
Postgrado en Género, Asociación de Psicólogos de Bs. As. (APBA)
Doctorando en Psicología
Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales, (UCES)

4Eribon, D. Una moral de lo minoritario, Anagrama,Barcelona,2008.

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