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la información pública por parte de las instituciones y dependencias del gobierno es letra muerta,

es un derecho inerte si no sale del texto y se convierte en experiencia cotidiana del ciudadano a
partir de contar con las fuentes de información que contengan la información empírica actualizada
verificable; en primera instancia la propia institución o dependencia debe proveerla y facilitar su
acceso. En segunda instancia, o en paralelo, las bibliotecas necesariamente pueden apoyar dicho
acceso, pero no podemos olvidar que la responsabilidad inicia en las instituciones y dependencias
del gobierno.

En todos los casos, estos protagonistas requieren información confiable, actualizada y de calidad,
pues sin ella, simplemente no es posible iniciar procesos específicos de escrutinio inherentes a la
rendición de cuentas. En consecuencia, la información es un cimiento para dar comienzo, desde
cualquier esfera de la democracia, a los procesos concretos de rendición de cuentas.

El producto que se deriva de esa relación compleja y dinámica es la información público–


gubernamental, entendida como el cúmulo de archivos, bancos de datos, expedientes y sistemas
de información que con la política pública de transparencia, han ingresado a reglas de operación
que hacen factible el derecho de acceso a la información. Sin embargo, la coexistencia de la
trasparencia y el secreto rige aún en las democracias contemporáneas. Estas manifestaciones del
poder reflejan que la publicidad de las acciones estatales son procesos inacabados y por tanto, la
transparencia sobre todo en países de adopción relativamente reciente como México, todavía se
desenvuelve entre las restricciones de la verticalidad poder y las exigencias de la horizontalidad
que se localizan en los espacios públicos.

La “opinión es pública” no sólo porque es del público (se difunde entre muchos) sino porque
implica materias que son de naturaleza pública, es decir, el interés general, el bien común en
síntesis la “res publica, la cosa pública”. Una opinión es pública en función de dos cosas, la difusión
entre el público y la referencia a la cosa pública, los asuntos públicos.

Pero la opinión pública no es innata, sino que se construye a partir de un conjunto de estudios
mentales que interactúan con flujos de información, y como bien señala Gerardo esta puede ser
obtenida de la transparencia, siempre y cuando ésta sea entendida como “la información que está
publicada en la vitrina a la vista de todos” es decir, como un conceto estático, el cual damos por
hecho que existe y que se constituye como la fuente de información que nos va a permitir
allegarnos de datos para construir la opinión de los asuntos públicos. Sin embargo, tengo mis
dudas porque la idea de transparencia va más allá de la obligación de publicar información, pienso
en un concepto dinámico que está en constante construcción justo a partir del debate, la opinión
pública y la evaluación del poder-. Es decir, la importancia de la transparencia se enlaza con la
necesidad de que el poder tenga que abrir los archivos y expedientes que registran la información
de carácter público gubernamental y fue sin duda, el activismo de los espacios públicos – opinión
pública y el debate- el determinante para que la demanda en favor de la transparencia ingresará a
la agenda de gobierno, para que fuera aprobada el 11 de junio de 2002, como Ley. Es decir,
primero hubo opinión pública, sin embargo, una vez establecida se convierte en una fuente de
información para la formación de ésta, pero que estimo esta o debería está en constante
transformación por ello, creo que no es que exista una antes que la otra, sino que se generan de
manera cíclica. Respecto a la rendición de cuentas me queda como más clara esta idea, porque su
concepción es más precisa “rendir cuentas es informar, justificar y explicar a la ciudadanía la razón
por la cual se toman ciertas decisiones y no otras” además, rendir cuentas involucra el derecho de
recibir información y la obligación de divulgarla. En mi entender, están íntimamente vinculadas.

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