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Unidad 1

Impacto de las
tecnologías de la
información y
comunicación en los
modos de vida del ser
humano

Desafíos Culturales
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Módulo 2: Globalización, etapas e impactos

Contenido
Para empezar ..................................................................................................................... 2

Introducción ...................................................................................................................... 3

1. Globalización .............................................................................................................. 5

1.2. Definiciones y alcances ........................................................................................ 5

2. Etapas de la globalización ........................................................................................... 9

2.1. Diálogo desde diversas voces ................................................................................... 9

3. ¿Cómo vivimos la globalización? ............................................................................... 14

3.1. Establecimiento de relaciones en un mundo globalizado: desde el yo hacia el


otro/otra ...................................................................................................................... 14

Referencias bibliográficas ................................................................................................ 21


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Para empezar

El módulo que enfrentaremos a continuación precede de


un primer acercamiento a los llamados Desafíos
Culturales. Un escenario amplísimo de posibilidades de ser y
hacer, que nos sitúa como constructores de cultura, insertos en un mundo y medio social.

Tras haber revisado los conceptos de cultura, paradigma, discurso, semiótica, identidad,
identidad digital e identidad colectiva, daremos paso al concepto de globalización, con el
fin de ahondar en las diferentes etapas a través de las cuales se han desarrollado las
percepciones que tenemos al vivir en nuestro presente bajo este fenómeno, y la manera en
que interactuamos en y con ella. De este modo, avanzaremos en nuestra segunda unidad
de curso, la que nos plantea el impacto provocado por las tecnologías de la información y
comunicación en nuestras maneras de vivir.
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Introducción
Nuestras formas de vida y pensamiento están ligadas a
nuestros orígenes. Es por eso que resulta fundamental
plantearnos hipótesis en relación a cómo fuimos, cómo
nos comunicamos y relacionamos, cómo enfrentamos
esa accidentada vida de los comienzos y de qué manera
fuimos capaces de adaptarnos a diferentes climas,
paisajes, medios, condiciones políticas, económicas, religiosas
y culturales. Todo ello nos llevó a materializar un complejo proceso de identificación con un
suelo, una tierra, un lugar propio. Entonces, para intentar armar el puzzle del pertenecer,
acontecer y ser –desde aquella huella del pasado hasta nuestro acontecer contemporáneo–
, la revisión histórica, contextual y autobiográfica resulta una pieza fundante, que nos
permite detectar tanto los modos que han pervivido como aquellos que han perecido a
través del desarrollo de la humanidad. Una vez habitado el lugar propio, hemos convenido
en mostrar aquello que nos identifica –como si de una vitrina se tratara– ante diversas
miradas que han expandido nuestras fronteras y, al mismo tiempo, hemos dejado penetrar
en el territorio propio. La asimilación de lo foráneo, lo que viene desde otras latitudes
culturales.

En definitiva, desde la comercialización de especias del mundo moderno hasta las compras
realizadas por internet, hemos desatado una verdadera revolución cultural. Pareciera ser
que la dimensión del espacio-tiempo, el fértil desarrollo de las comunicaciones y la matrix
tecnológica fueron permitiendo que la vertiginosa apertura de la construcción de la
singularidad cultural se abriera hacia una generalidad cultural. Desde ese fenómeno,
comenzó el desplazamiento de lo que hoy llamamos globalización, y en ello entraremos y
profundizaremos en este módulo.
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1. Globalización

1.2. Definiciones y alcances

¿Qué es la globalización? Si entramos en la dimensión del


acontecer histórico, nos podremos dar cuenta de que no es
un hecho nuevo, pues desde el inicio de la comercialización
de objetos, especias y alimentos en el mundo antiguo,
estábamos frente a una globalización que se sostenía en
llevar parte de la producción de un territorio a otro y, al
mismo tiempo, dejar entrar lo que venía desde otras
latitudes. Un proceso novedoso, que permitió, en primer lugar, consolidar rutas de
navegación a partir de la factura de mapas y cartografías para ser usadas por viajeros,
comerciantes y, con ello, el acercamiento de culturas distantes y diversas, lo cual propició
progresos económicos y culturales. El descubrimiento de nuevas técnicas para fortalecer y
solidificar la producción de la tierra, aumentó con el paso del tiempo los canales de
comunicación y, gracias a esto, se produjo una visible mejora en la calidad de los productos.

No obstante, lo anterior llevó a una segunda reflexión que despertó la cuantiosa necesidad
de mejorar aún más los niveles de productividad. Así, se anunció en la Inglaterra del siglo
XVIII la Revolución Industrial y con este verdadero hito histórico, el imparable desarrollo de
la máquina, la necesidad de mano de obra y el nacimiento de industrias y fábricas. En pleno
funcionamiento de dichas nuevas mecanizaciones y procesos industriales, aparece la
siguiente radiografía de aquella realidad:

La gran industria moderna ha creado el mercado mundial… las antiguas industrias


nacionales han sido destruidas (…) son suplantadas por nuevas industrias (…) cuyos
productos no sólo se consumen en el propio país, sino en todas partes del globo. En
lugar de las antiguas necesidades (…) surgen necesidades nuevas, que reclaman para
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su satisfacción productos de los países más apartados y de los climas más diversos.
(Swingle, 1999: 12)

Carlos Marx y Federico Engels, hace 150 años, escribieron estas palabras en el Manifiesto
Comunista, y su declaración describe una realidad que posiblemente podemos aterrizar en
nuestra vida actual.

No obstante, la globalización como la conocemos y concebimos hoy dista de aquella


primera concepción. Pareciera que la entrada en acción de la internacionalización de la
economía a nivel mundial, los cambios políticos y por sobre todas las cosas, a esta suerte
de entronización de la llamada revolución de las comunicaciones y la información, fueron
provocando una sinapsis vertiginosa y otorgándole características propias a este fenómeno,
que incluso podemos denominar como el relato de un proceso multidimensional.

En esa multidimensionalidad caben las diferentes voces de teóricos, historiadores,


economistas, pensadores, artistas y filósofos, quienes han reflexionado en torno al
concepto de globalización y sus alcances. Al tener presente que la dimensión económica es
prioritaria para comprender una parte importante de este fenómeno, se ha ampliado la
discusión para reconocer otras dimensiones fundantes, como la cultura, y en ella, los cruces
acontecidos en las innumerables expresiones artísticas del mundo. De allí el surgimiento de
un voraz turismo cultural que, año tras año, convulsiona ciudades como Venecia, Roma,
Stonehenge, Barcelona, Nueva York y Cuzco, entre muchas otras.

La socióloga Erla Swingle, indica que:

Los bienes circulan. La gente circula. las ideas circulan. Y las culturas cambian. La
diferencia en la actualidad es la velocidad y la magnitud de estos cambios. La
televisión tardó 13 años en reunir 50 millones de usuarios, a Internet le tomó
solamente cinco (Swingle, 1999: 12).
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Esta concepción del mundo hoy nos regala probablemente situaciones impensadas para
Marx y Engels; si no podemos acudir a la experiencia real de comprar un boleto de avión y
viajar hacia algún destino del globo, de igual manera podemos entrar virtualmente al Museo
del Louvre y contemplar a La Gioconda en su vitrina mediática.

Interesante también es pensar en la llamada globalización de los valores, que de alguna


manera se desprende de algunos principios éticos que se han ido universalizando y cuya
relación con las declaraciones sobre los derechos humanos es incuestionable: derechos
civiles, derechos económicos, sociales e incluso, derechos ambientales, de pertenencia y el
derecho a una mejor calidad de vida. Con estos alcances, podemos comprender aquella
multidimensionalidad que comprende el concepto de globalización actual.

Pregunta activadora:
¿Qué diferencias podrías establecer entre la globalización incipiente
del mundo antiguo y la globalización que vivimos hoy?
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Recurso complementario u orientaciones en respuesta a la pregunta activadora:


En el mundo antiguo existía la necesidad de potenciar los territorios propios,
protegerlos y aprovechar lo que la misma tierra les otorgaba. De allí las técnicas de
cultivo y las innumerables mejoras que estas tuvieron. Esa situación llevó de manera
natural hacia la diversificación de productos con el trueque y el intercambio, lo cual
amplió sus horizontes e influyeron notablemente en sus culturas, pero manteniendo
las costumbres y tradiciones, e identificándose cada vez más con la conquista de lo
propio. La globalización, como la conocemos hoy, difiere de aquella primera
concepción a partir de la entrada en acción de la internacionalización de la economía
a nivel mundial, de las comunicaciones, la información, internet y las redes sociales.
Esto provoca un proceso multidimensional, en donde muchas veces valoramos y
ansiamos lo que viene desde fuera de nuestra cultura hasta llegar a debilitar en varios
aspectos nuestra propia identidad.
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2. Etapas de la globalización
2.1. Diálogo desde diversas voces

“La globalización es un fenómeno complejo. No hace simplemente


desaparecer la variedad de signos, ideas, imágenes, condimentos
y olores. La producción de unidad y de monotonía no es
característica ni de la naturaleza ni de la cultura” (Han, 2018: 29).
Este fragmento, tomado del libro Hiperculturalidad de Byung-Chul
Han, nos hace reflexionar en torno a la idea de traducciones
diversas en función de la globalización. ¿Por qué traducciones? Porque podemos pensar
que las diferentes culturas con sus modos propios, sus historias y memorias han logrado
consolidar a partir de la palabra y de la oralidad de sus lenguas, la conquista no solo de un
territorio, sino la pertenencia a este; y esa realidad del pertenecer a un colectivo, a un
pueblo o a una nación valida las propias producciones culturales.

Cuando nos acercamos a la Historia Universal y a la Historia del Arte, nos damos cuenta de
la enorme diversidad cultural que existe en el mundo y de la particularidad de cada una de
esas historias. Entonces, si volvemos a leer la cita inicial, cuando el autor plantea que la
globalización no hace simplemente desaparecer la variedad de signos, ideas, imágenes,
condimentos y olores; podemos inmediatamente imaginar la cultura japonesa con sus
tradicionales postales de los cerezos en flor con esas tonalidades de rosa que nos cautivan
y que se visualizan fragantes. O bien, podemos trasladarnos a Nueva Zelanda y quedarnos
prendados de aquellos horizontes turquesas y azules dibujados y pintados a lo largo de sus
playas en la península de Coromandel, acompañados de un grupo de danzantes que
movilizan la energía de sus cuerpos bajo los ritmos del haka, porque todos estos ejemplos
instalan en nuestro imaginario, verdaderos íconos propios de cada lugar.
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Luego Byung-Chul Han nos insiste con una segunda idea: la producción de unidad y de
monotonía no es característica ni de la naturaleza ni de la cultura. Hace referencia a la
producción de unidad –aludiendo a la globalización como un soporte económico que vela
por la producción– y continúa diciendo que ella no es característica ni de la naturaleza ni de
la cultura; vale decir, aprecia la variedad sustancial que la naturaleza nos regala y que la
cultura, en este largo proceso de adaptación e identificación con un suelo, ha singularizado
y asumido como propia. Desde allí podemos observar la complejidad de la globalización. No
obstante, también existen visiones y posturas que aplauden el fenómeno de la
globalización, porque justamente con ella muchos lugares distanciados han logrado
posicionar el establecimiento de una economía inteligente cohesionada con mercados
mundiales, que les ha posibilitado prosperar hacia una dinámica de trabajo móvil, viva y
activa.

Alvin Toffler, escritor, pensador, doctorado en Letras, Leyes y Ciencia, futurólogo 1, en su


libro La Tercera Ola (1998), nos permite profundizar, guiados por la metáfora de un choque
de olas que se cristalizan en una imagen de la realidad, en tres momentos históricos para
acercarnos al fenómeno de la globalización. Estos son definidos como un primer estado,
basado en la tierra y el agro, que fue denominador común de muchas culturas del mundo
antiguo y moderno. Al aludir a tal definición como la patencia de aquella primera ola, indica
que: “En todas ellas, la tierra era la base de la economía, la vida, la cultura, la estructura
familiar y la política. […]. Y en todas ellas la economía estaba descentralizada, de tal modo
que cada comunidad producía casi todo cuanto necesitaba” (Toffler, 1998: 17). Luego,
cuando hace alusión a la segunda ola, contextualizada a partir de la Revolución Industrial,
nos dice:

1
Una interesante disciplina que busca identificar aquellas claves que determinan visiones del futuro, desde
un estudio profundo del pasado, con basamentos fundados en acontecimientos del presente y proyectados
hacia el porvenir, tanto en factores de ruptura como de continuidad.
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El industrialismo era algo más que chimeneas y cadenas de producción. Era un sistema
social rico y multilateral que afectaba a todos los aspectos de la vida humana y
combatía todas las características del pasado de la primera ola. […] puso también el
tractor en la granja, la máquina de escribir en la oficina y el frigorífico en la cocina. […]
Más importante, unió todas estas cosas —las ensambló como una máquina— para
formar el sistema social más poderoso, cohesivo y expansivo que el mundo había
conocido jamás: la civilización de la segunda ola. (Toffler, 1998: 18)

Estas referencias ilustran situaciones históricas muy interesantes. La primera ola plantea
bienes surgidos del trabajo de la tierra, los innumerables beneficios que la humanidad
obtuvo desde el cultivo del cereal en el pleno Neolítico y, con ello, una mayor calidad de
vida y salud, tanto para el ser humano como para el animal. Ambos son pilares de aquella
construcción de mundo y resultan absolutamente renovables en el transcurrir del tiempo
con el ciclo de vida y muerte. Esta situación se estableció y perduró por varios siglos hasta
que, con la Revolución Industrial, aquella mano campesina se trasladó a la ciudad para
cambiar su destino y ocuparse en las fábricas e industrias que requerían de mano de obra.

Aquí, Toffler plantea que por primera vez se estaba consumiendo el capital de la naturaleza
porque no todas aquellas energías obtenidas eran renovables, pero era tal el interés que
esto producía, que desde allí comenzó el uso y abuso de los bienes no renovables del
planeta. Desde ese episodio, llegamos a la Tercera Ola, o la conformación de la sociedad
posterior a la industrialización, cuando el mundo cambia de dirección. Es la era de la post
Segunda Guerra Mundial, también llamada la era de la información. Desde este momento,
se despliega la proyección y factura del mundo que conocemos hoy. Aquí se encuentra su
gestación, pues en este escenario surge la globalización actualizada, que ya no tiene
relación con el trueque del pasado sino que se abre caminos entre naciones,
insospechadamente inclaudicables.
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Hoy, si bien no podemos establecer una consolidación de etapas en el proceso globalizador


en rigor, se ha llegado a ciertas concesiones teóricas que delimitan esta experiencia a partir
de tres visiones y episodios históricos concretos. La primera etapa podría ser ubicada
aproximadamente en los últimos treinta años del siglo XIX y los primeros veinte años del
siglo XX, un proceso con una continuidad de aproximadamente cincuenta años, donde hubo
una importante movilidad y apuesta de capitales, con el propósito de instalar fábricas e
industrias que aceleraran los procesos de producción, lo que traería un importante auge
comercial. Para tales propósitos, y como lo mencionamos en la voz de Toffler, el
campesinado se trasladó a la ciudad y cambió de manera definitiva su domicilio para
asegurar una entrada salarial constante como mano de obra en las industrias. Sabemos que
esto significó cambios sustanciales en la vida social y particularmente en la integración y
adaptación del campesinado al ritmo de la ciudad. Allí nacieron los ghetos y también se
proyectaron las llamadas villas o colonias para acercar aún más al trabajador a su lugar de
trabajo. Un ejemplo de ello lo encontramos en la Colonia Güell, ubicada en las cercanías de
Barcelona.

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, comenzó una segunda etapa de integración global,
que se extendió aproximadamente hasta los los años setenta. Aquí tienen nacimiento
instituciones internacionales de cooperación financiera, comercial, educacional, cultural y
la expansión del comercio entre países desarrollados. La tercera fase la podemos ubicar en
los últimos treinta años del siglo XX, a partir del desarrollo de las redes y capitales que
estucaron el suelo de los tratados de libre comercio, la instalación de empresas y compañías
transnacionales y multinacionales que operaron como sistemas internacionales de
producción integrada, la movilidad de los capitales y el menor requerimiento de mano de
obra. A ello debemos adicionar el acelerado desarrollo de las comunicaciones, el avance
vertiginoso de las tecnologías de la información y el acceso masivo a la información virtual,
redes sociales y, con ello, la tendencia cada vez mayor hacia una homogeneización de los
modelos de desarrollo económico.
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Pregunta activadora:
¿Existen etapas en el proceso de globalización?

Recurso complementario u orientaciones en respuesta a la pregunta activadora:


En general, no se hace referencia a etapas absolutamente consolidadas como tales,
sino más bien a procesos de desarrollo que la globalización con el tiempo ha asumido,
en tanto abarca diferentes realidades en su desempeño. En primera instancia, se hace
mención a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, como un momento histórico que
fortaleció la industrialización y la apuesta por la mejora de la producción con una
masiva contratación de mano de obra. Luego, seguiría un segundo momento
caracterizado por las consecuencias y depresión post Segunda Guerra Mundial, cuando
surgieron instituciones internacionales de cooperación, que dieron paso a la expansión
del comercio internacional. Finalmente, un tercer momento situado en los últimos
treinta años del siglo XX consolida los tratados de libre comercio, la instalación de
compañías transnacionales y multinacionales.
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3. ¿Cómo vivimos la globalización?

3.1. Establecimiento de relaciones en un mundo


globalizado: desde el yo hacia el otro/otra

Hoy nos encontramos viviendo una verdadera


mixtura cultural. No nos sorprende que en nuestro
desayuno estemos disfrutando un delicioso jugo de
naranjas exportado desde algún lugar lejano a
nuestro territorio, acompañado de un llamativo
cupcake de color verde, decorado con vistosos
berries de gelatina. Esta suerte de escenografia
matinal nos despierta al día que comienza y desde
ese momento, nos dejamos sumergir en nuestro
teléfono celular, que nos permite un desplazamiento universal, ya que pareciera que todo
está al alcance de un touch. Estamos acostumbrados a consultar cualquier dato del que
tengamos necesidad: la dirección de una tienda, el precio de un libro, la comparación del
precio-mercado de cualquier tipo de artículo y las gráficas de mapas de cualquier lugar del
mundo y de nuestra propia ciudad están a nuestro alcance. La dimensión del tiempo
también ha cambiado, y a pesar de que los desplazamientos en nuestras ciudades demoran
desde una punta a otra, el bálsamo que los aliviana es nuestro interés en aquellas
ocupaciones espacio temporales al interior de nuestras redes sociales, o continuar
enganchados con el último epidodio de un podcast que nos tiene intrigados.

Esta es la globalización. Hoy estamos viviendo de otra manera, por ello la percepción del
entorno es otra y podemos llevar sobre nuestra cabeza un paraguas transparente chino,
comprado a través de internet, que nos permite ver a través de su textura el cielo que nos
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cubre. ¿Ha cambiado ese cielo? ¿Es el mismo cielo que observaron nuestros antepasados?
La globalización ha ido entretejiendo experiencias, sabores, gustos y necesidades
exportadas, que hoy son concebidas como propias, en cuanto nos hemos adaptado a una
concepción de mundo sin fronteras, sin límites en el tiempo y en el espacio, porque cada
vez con mayor fruición nos hemos mimetizado con un tipo de vida que requiere lo
inmediato, lo instantáneo, una progresiva rapidez en la información y sus datos. Entonces,
¿cuál es la percepción que tengo de la globalización en mi propia vida?

La ciudad tiene una larga data desde su formación y conformación. Podemos revisar mapas
del mundo antiguo y del mundo contemporáneo y notar cómo han cambiado y darnos
cuenta de que la Historia, la Ciencia, el Arte, la Arquitectura y el Urbanismo, se han hecho
cargo de guardar en libros, estudios, instalaciones y maquetas esa información. Sabemos
que en el mundo antiguo se construían murallas que tenían el propósito de guardar y cuidar
la vida activa de la ciudad. Algunas de aquellas murallas del pasado aún se conservan y en
época de vacaciones y de temporada alta, se transforman en destinos favoritos del turismo
cultural; pareciera ser que al visitarlas y empaparnos de ellas, se nos despierta un espacio
perdido en la memoria humana. Hoy ya no tenemos esos muros a la vista, pues han sido
desplazados por otra manera de concebir el espacio y el territorio. La propia globalización
se ha hecho cargo de derribar esos muros, y muchas veces esa expansión del paisaje actual
nos proporciona la impresión de que el mundo se acerca cada vez más a la idea de lo
universal, de lo planetario, en donde las fronteras no existen y, por ende, tenemos al
alcance la posibilidad de conocerlo todo, pero al mismo tiempo sabemos que ello es una
entelequia, porque las fronteras continuan expuestas en la propiedad que asegura la
pertenenencia de los ciudadanos que están agrupados en lugares particulares.
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Tal vez esos muros se parezcan a un laberinto que concentra


su forma a partir de estructuras complejas que nos llaman la
atención y nos abren sus accesos con total complacencia para
hacernos entrar en él, pero una vez dentro, no podemos evitar
perdernos. Hay laberintos míticos como aquel que se
encuentra en la memoria cultural que es cuna de la cultura
griega: el laberinto del Palacio de Cnossos. Allí habitaba el
famoso Minotauro, oculto entre sus altos muros proyectados hacia el cielo, impenetrables
para cualquier ser humano. El Minotauro, cuerpo de hombre y cabeza de toro, un ser
antropomorfo que añoraba conocer el mundo de afuera, pero que nunca pudo salir de su
propio habitáculo por sí mismo. Hay otros laberintos históricos, como el que se encuentra
dentro de la Catedral de Chartres, en Francia. Un laberinto con característcas espaciales
ligadas a un simbolismo religioso. También encontramos laberintos imaginarios que habitan
en la literatura, como aquel creado por la extraordinaria mente de Franz Kafka en su relato
titulado La Construcción; allí se encuentra un topo encerrado, y es tal el miedo que le
provoca saber que tras los muros de su laberinto existe un mundo amplio, peligroso y
desconocido, que se aferra a su habitáculo para no ser descubierto. Si pensamos la
globalización como un laberinto que se expande continua y constantemente desde su
centro, se ilustra de manera muy acertada la sensación que puede provocar en nuestra
percepción.

Si entramos al laberinto del Minotauro, a través de la lectura de La casa de Asterión (1949)


de Jorge Luis Borges, podemos irrumpir imaginariamente en aquel espacio arquitectónico
y al recorrer sus caminos interiores guiándonos por nuestra intuición, acceder al centro y
desde allí observar con mayor claridad las diferentes arterias que lo componen. Sin
embargo, la sola presencia del Minotauro como un ser que vive allí, posiblemente nos
inquiete. El laberinto de Kafka, en donde habita el topo, podría resultarnos más amable para
penetrar en sus caminos; el topo es pequeño y no nos dañará, al contrario, huirá de nuestros
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pasos, de nuestro ruidos, sentirá el extrañamiento de la soledad a la que está


acostumbrado. Esta experiencia imaginaria podría ser una doble metáfora en relación a
cómo nos sentimos frente al proceso de globalización. Con la caída de las murallas, nos
adueñamos del territorio de otro; y con ello, a uno lo liberamos de su prisión y le otorgamos
la libertad pero, al mismo tiempo, limitamos el comportamiento natural de un otro, que no
sabe cómo comportarse fuera de sus dominios, y experimenta miedo. Borges, en La casa
de Asterión, nos muestra el concepto de laberinto como encierro; Kafka, en cambio, en La
Construcción, nos muestra un laberinto como defensa. La globalización es como el dibujo
del laberinto y su expansión, que se transforma en ciudad y que contiene otros laberintos
concebidos como las plantas de nuestras casas y departamentos insertos a su vez en los
edificios y tramas urbanas; como nuestros flujos cotidianos en correspondencia con la
movilidad de la globalización.

La globalización nos abre los límites del mundo para ser recorrido, y nos permite vivir sus
efectos, en los objetos que forman parte de nuestras pertenencias, como nuestro
computador, nuestros teléfonos móviles o tablets; y verificar en su uso cotidiano, el efecto
de las pantallas múltiples como múltiple es el mundo. La globalización ha entrado en
nuestros escritorios, nos conoce, nos sigue el ritmo de nuestros recorridos laberínticos
virtuales, nos permite muchos likes en nuestras redes sociales; pero al mismo tiempo nos
limita, ya que no todos podemos permitirnos el goce de esa experiencia. En efecto, se
amplían las brechas de la desigualdad. Este es un espacio de dominio en el que tenemos la
obligación de reflexionar.

Pregunta activadora:
¿Te animas a crear una gráfica que refleje el recorrido laberíntico
que vas dibujando en un día, a partir de los lugares por donde te
desplazas, observas, visitas; tanto en la realidad como en la
virtualidad?
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Recurso complementario u orientaciones en respuesta a la pregunta activadora:


Podría resultar muy interesante comparar ambas gráficas, para obtener información en
relación al largo, ancho y espesor de tus propios recorridos. ¿Cuál será más complejo?,
¿cuál será el sentido y orientación de tus direcciones?, ¿te identificarás con el
Minotauro que quiere salir de su encierro o con el topo que tiene miedo de dejar su
fortaleza?
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Conclusiones
La complejidad de la globalización como concepto, como alcance en el mundo a partir de
sus diversos momentos históricos, aparición, fricciones y continuidades, pareciera haberse
instalado con tal magnitud, que ya no podemos concebir el día a día sin las oportunidades
y opciones que nos demanda y ofrece. Desde la percepción tanto doméstica como
multidimensional que tenemos de ella, ha entrado en nuestros dominios para quedarse.
Es necesario estudiar profundamente su posible origen en el tiempo, desarrollo y
expansión, para poder hilar el tejido del cambio que tanto la humanidad como los países,
ciudades, poblados, villas y barrios estamos experimentando en el presente. Los estudios
sobre diversidad, economía, micropolíticas, ciencia, literatura y arte conforman
indudablemente la concepción de la cultura adscrita a un espacio territorial, pero con la
llegada de la globalización, estas prácticas y definiciones han comenzado a dialogar y
fusionar sus contenedores y contenidos. Entonces, ¿cuál es la pregunta que debemos
hacernos hoy en torno a la identidad?, ¿existe en nuestro imaginario una necesidad de
actualización de la identidad?, ¿cómo podemos compatibilizar las diferentes realidades
históricas incrustadas en la tradición popular de un país, en función de las novedades
capturadas con total adicción que han penetrado en nuestras pantallas líquidas con la
globalización?

Dejamos estas preguntas tendidas a modo de estímulo para entrar en nuestro siguiente
módulo, sin dejar de tener presente que la revisión y reflexión instalada con el concepto de
globalización resulta relevante para continuar avanzando y conquistando territorio en
nuestro curso. La invitación queda abierta, como también las direcciones y orientaciones
de nuestro laberinto, que se levanta con el conocimiento e interés en los diversos desafíos
culturales de nuestro siglo XXI.
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Referencias bibliográficas

Argullol, R. (1991). El fin del mundo como obra de arte. Barcelona: Destino.

Augé, M. (2005). Los no lugares. Espacios del anonimato. Barcelona: Gedisa.

Borges, J.L. (2011). El Aleph. Buenos Aires: DeBolsillo.

Calvino, I. (2007) Las ciudades invisibles. Madrid: Siruela.

Han, B-Ch. (2018). Hiperculturalidad. Barcelona: Herder.

Swingle, E. (1999). “Los bienes circulan. (…) Las ideas circulan. Y las culturas cambian”.
Revista National Geographic, agosto, Nº 2.

Toffler, A. (1998). La tercera ola. Barcelona: Plaza & Janes.

Vattimo, G. (1998). La sociedad transparente. Barcelona: Paidós.

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