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El azar y el escorpión
Quizá no haya un tema más intrigante que el azar. No solo porque es una bella
palabra sino por los retos que plantea.
La palabra probabilis fue pronunciada por primera vez por Cicerón en un alegato
jurídico. Pero los romanos no fueron más allá porque tenían un sistema de
notación matemática desastroso. Solo sus genios podían realizar una operación
por el estilo de MDLXXXIV por VII, digamos. Quizá esto por mismo terminaron
aplicándose al estudio de las leyes y el derecho.
“El azar es una progresión numérica de razón desconocida”, dijo con poética
pedantería el místico yoga Serge Reynaud de la Ferrière, aunque no explicó de
dónde sacaba, si la razón es desconocida, su seguridad para afirmar que era una
progresión (los místicos lo saben todo, incluso algunos datillos que se les escapan
a las divinidades).
La historia de la ciencia es una guerra contra el azar. Ambos han ganado batallas
importantes. El azar ha cobrado víctimas tan notables como el determinismo. La
ciencia ha tenido triunfos tan elegantes como el cálculo de probabilidades. Hay
una mariposa que trabaja para las huestes del azar: bate sus alas y arruina los más
sofisticados pronósticos meteorológicos. Los sistemas sociales son tan sensibles a
pequeños cambios de sus variables, que siguen siendo refractarios al pronóstico
(teoría del caos).
A pro