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El capítulo 18 del evangelio según Mateo hace referencia a las características personales

que deben tener los ciudadanos del reino de Dios. Los temas que Mateo toca aquí están
relacionados principalmente con el carácter, por ejemplo, nos habla de la humildad, la
sencillez, la capacidad de perdonar, el no poner tropiezo, entre otras cosas y todo ello se
desprende básicamente de la discusión que los discípulos tenían en cuanto a quien era la
mayor de todos ellos, lo cual no era la primera vez que ocurría de hecho y nuestro Señor
Jesucristo está a punto de enseñarles cual es la verdadera condición para ser grandes en el
reino de los cielos.

. Más adelante Jacobo y Juan se atreven a usar a su madre para pedirle a Jesús los
puestos de preeminencia pero nuestro Señor les hace ver que la verdadera grandeza esta
en servir a los demás: “Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus
hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo. Él le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena
que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda.
Entonces Jesús respondiendo, dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo
he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Y ellos le dijeron:
Podemos. Él les dijo: A la verdad, de mi vaso beberéis, y con el bautismo con que yo soy
bautizado, seréis bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío
darlo, sino a aquellos para quienes está preparado por mi Padre. Cuando los diez oyeron
esto, se enojaron contra los dos hermanos. Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que
los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen
sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande
entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será
vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para
dar su vida en rescate por muchos”, (Mateo 20:20-28). Conociendo las divisiones que
existían entre sus discípulos nuestro Señor Jesús oro por su unidad en el huerto de
Getsemaní: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en
mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti,
que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste”, (Juan
17:20-21). Por tanto, no es de extrañarse que los discípulos estuviera en esa ocasión
discutiendo entre ellos acerca de quién era el mayor; pero nuestro Señor que todo lo sabe
conocía sus discusiones.

La Condición para la Grandeza en el Reino de los Cielos

“Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no
os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera
que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos. Y cualquiera que
reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe”.
Mateo 18:2-5

El evangelio según Marcos nos añade el hecho de que Jesús ya conocía en su


omnisciencia la razón sus discusiones, sin embargo, nadie se atrevió a aceptarlo: “Y llegó a
Capernaum; y cuando estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el
camino? Mas ellos callaron; porque en el camino habían disputado entre sí, quién había de
ser el mayor. Entonces él se sentó y llamó a los doce, y les dijo: Si alguno quiere ser el
primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos. Y tomó a un niño, y lo puso en
medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo: El que reciba en mi nombre a un niño
como este, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me
envió”, (Marcos 9:33-37). Si consideramos el texto de Marcos el Señor les enseña en que
radica la verdadera grandeza en el reino de Dios, el servicio a los demás: Si alguno quiere
ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos. Ahora bien, Mateo nos dice
que para ejemplificar mejor su discurso tomo a un niño y poniéndolo en medio de ellos les
dijo que si querían llegar a ser grandes en el reino de los cielos tenían de volverse como un
niño. Algunos han llegado a especular acerca de quién era el niño que Jesús tomo, algunos
dicen que era Ignacio, el hombre que se convirtió en el discípulo de Pedro y más tarde fue
obispo de Antioquia, uno de los padres de la iglesia primitiva, otros opinan que fue el hijo de
Pedro; no obstante, todas estas son especulaciones, sin evidencia bíblica; pero lo que si es
cierto es que nuestro Señor tomo a un niño para decirnos que la verdadera grandeza en el
reino de Dios radica en volvernos como un niño. Mateo nos ofrece tres condiciones que
todo ciudadano del reino de Dios debe cumplir, la primera condición es volverse como un
niño inocente para entrar en el reino de Dios: De cierto os digo, que si no os volvéis y os
hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Quizás la principal característica
de un niño es su inocencia en cuanto a creer todo lo que se le dice, y esta característica es
sumamente importante porque si alguien en su altivez no la tiene jamás creerá al evangelio.
Muchas personas hoy en día no creen al evangelio por sus prejuicios, ya sean religiosos o
de carácter personal, están a acostumbrados a ver las cosas a su manera y cuando se les
presenta el mensaje del evangelio lo rechazan porque no están dispuestos a renunciar a
sus creencias. Para poder entrar al reino de Dios es necesario creer y si no nos volvemos
como unos niños crédulo, jamás veremos a Dios: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios;
porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de
los que le buscan”, (Hebreos 11:6). La segunda condición es volverse humilde como un niño
para ser mayor en el reino de los cielos: Así que, cualquiera que se humille como este niño,
ése es el mayor en el reino de los cielos. La humildad es una característica importante que
debe destacar en los ciudadanos del reino de Dios, ya que ningún altivo agrada al Señor:
“Porque Jehová es excelso, y atiende al humilde, más al altivo mira de lejos”, (Salmo 138:6).
Un niño no tiene nada de que jactarse, en su inocencia es sincero en todas sus intenciones,
y por ello Jesús nos dice que a menos que renunciemos a todos nuestros deseos de
superioridad y orgullo, y nos volvamos humilde y sencillo como un niño, jamás
alcanzaremos la grandeza en el reino de los cielos. Finalmente, la tercera condición que si
no recibimos a un niño en su nombre, jamás lo recibiremos a Él: Y cualquiera que reciba en
mi nombre a un niño como este, a mí me recibe. En el tiempo de Jesús tanto las mujeres y
los niños eran menospreciados por la sociedad y no les daban el verdadero valor que
merecían como seres humanos. Por eso en cierta ocasión cuando los niños buscaban a
Jesús sus discípulos los ahuyentaban porque era impropio que los niños molestaran a los
hombres adultos y especialmente a los rabino; pero el Señor reprendió a los discípulos
porque vio la necesidad que estos también tiene de Dios: “Entonces le fueron presentados
unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos, y orase; y los discípulos les
reprendieron. Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de
los tales es el reino de los cielos. Y habiendo puesto sobre ellos las manos, se fue de allí”,
(Mateo 19:13-15). Como cristianos no solo debemos preocuparnos porque el mensaje del
evangelio llegue a los adultos, sino también a los niños, ya que también ellos necesitan ser
salvos por medio de la fe en Jesús y la mejor manera de hacerlo es no impidiéndoles que se
acerquen al Señor. De esta forma el Señor nos enseña que la verdadera grandeza en el
reino de os cielos radica en volvernos como un niño, en personas crédulas a su evangelio,
humildes, sencillos, sin avaricia y con todo el deseo de estar a su lado.

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en el contexto cultural judío de la época de Jesús los niños no eran tomados en cuenta
socialmente, se le asignaba poco valor, prácticamente, eran desconocidos como personas,
al punto que encontramos pasajes biblicos en los cuales se habla de multitudes,
cuantificandoles con cifras aproximadas de las cuales tanto mujeres como niños eran
excluidos,.No se les consideraba como modelo de inocencia (como la hacemos nosotros
hoy) sino como modelo de inmadurez, ignorancia y torpeza, por ese motivo la actitud de los
discípulos era aprobada por una sociedad en la que los i intereses de los niños estaban en
conflicto con los intereses de los adultos que rodeaban a Jesús

Los niños no esconden nada. Si están emocionados o asustados, es muy obvio. Aceptan y
devuelven amor y atenciones con imprudente abandono. Podemos dejar de pensar como
niños, pero hay una gran recompensa al experimentar el gozo que siente un niño.

Un gran hombre es aquel que no ha perdido


su corazón de niño.

Mateo 18:3
Si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.Dios ve en el
corazón de un niño la inocencia, la humildad y la mansedumbre, y dice que de los tales es
el reino de los cielos. E invita al hombre pecador a tener las mismas cualidades de los
niños, para que puedan heredar la ciudadanía divina y disfrutar por toda la eternidad de la
presencia de Dios Padre y de su Hijo, Jesucristo.

Entremos al Tabernáculo y hablemos en oración con Dios, y cantemos al Señor, dame un


nuevo corazón, un corazón para adorarte, un corazón puro para servirte, dame un nuevo
corazón, limpio como el cristal, dulce como la miel, un corazón que sea como el tuyo Señor.
Dios acepta la adoración de un corazón contrito y humillado, pero es indiferente a una
estructura ministerial, a una voz bonita, o a un hablar bonito, a un atuendo con perfumes
caros, al conocimiento de muchas palabras bíblicas, a saco y corbata, a un periódico
cristiano bonito, a buenas obras, al dinero. La adoración que recibe con gozo nuestro Dios
es la de un corazón que se humilla ante su hermosa y maravillosa presencia.

¿Quieres recibir bendiciones de Dios? ¿Quieres lograr todo lo que te propongas? ¿Quieres
disfrutar de todo lo que tienes? «Se como un niño» , el niño depende completamente del
padre, el niño no peleas sus batalla o confito» el padre lo hace» el niño de deja llevar en los
brazos de su padre por que sabe que su felicidad sustento y alegría proviene del padre!

Mateo 18: 2-6


2. Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos,

3. y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el


reino de los cielos.

4. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los
cielos.

5. Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe.

6. Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le
fuera que se le colgase al cuello una piedra de
Ser como ellos no significa ser menos ni ser inmaduro, hablamos del carácter que cataloga
a un niño recordando siempre que el Señor Jesús nos habla de ser como un niño para
poder entrar al reino de los cielos.

un niño es tardo para la ira , todo lo comparte sin importar con quien, no guarda rencor, es
feliz a toda hora sin importar las circunstancias,disfruta de cada momento que le brinda la
vida, sabe adaptarse en cualquier ambiente y siempre tiene ese espíritu aventurero de
conocer todo lo nuevo y nunca darse por vencido hasta lograr lo que se quiere.

Personas sencillas, humildes, sin malicia y con un corazón perdonador, es en lo que Dios
quiere que nos convirtamos, tal y como lo es un niño que está esperando un galardón de
alguien que no miente, que es fiel y que nunca nos fallará.

El niño siempre confía en lo que le prometen, y espera ansioso el cumplimiento de la


promesa. Se trata de una fe como la de Jesús, que confiaba completamente en su Padre,
por eso le buscaba cada mañana, antes de comenzar cualquier actividad.

“y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el


reino de los cielos.” Mateo 18:3

¿QUÉ PODEMOS APRENDER DE LOS NIÑOS?


Humildad
Todos debemos cultivar la humildad de los niños si queremos heredar el Reino de Dios.
Entre los miembros de la hermandad cristiana no hay lugar para el orgullo ni para el espíritu
competitivo que promueve contiendas (Gálatas 5:26).
Los cristianos verdaderos tratan de servir, no de ejercer poder. La verdadera humildad nos
mueve a servir a los demás, por desagradable que sea la tarea o insignificante la persona.
El servicio que se presta con humildad tiene muchas recompensas. Obtendremos, además,
la felicidad que viene de dar (Hechos 20:35). Y sentiremos la satisfacción de contribuir a la
paz y unidad que caracteriza al pueblo de Dios (Efesios 4:1-3).

Enseñables
Además de humildes, los niños son educables. “Son como esponjas, absorben todo lo que
se les dice”.
igual que una criatura recién nacida, tenemos que desarrollar el anhelo por aprender la
palabra de Dios, para que mediante ella crezcamos a la salvación (1 Pedro 2:2). ¿Y si
alguna enseñanza bíblica parece difícil de entender? Seamos como niños que no dejan de
preguntar hasta encontrar una respuesta satisfactoria. Sigamos estudiando. Hablemos con
cristianos experimentados. Pidamos a Jehová que nos dé sabiduría (Santiago 1:5). No hay
duda de que, con el tiempo, nuestra persistencia y nuestras oraciones serán
recompensadas (Mateo 7:7-11).

Confianza
El cultivar confianza en Dios como si fuéramos niños también nos hace sentir tranquilos. La
confianza absoluta en Dios nos ayuda a evitar actitudes y acciones que pudieran poner en
peligro nuestra espiritualidad. Tenemos la plena confianza de que, como dijo Jesús, nuestro
Padre celestial conoce nuestras obras y cuidará de nosotros, siempre y cuando busquemos
primero el Reino y la justicia divina. Tener esto presente nos ayudará a resistir la tentación
de descuidar las responsabilidades espirituales y centrarnos en las cosas materiales (Mateo
6:19-34).

Pureza y Perdón
Los niñitos, aunque imperfectos de nacimiento, son puros de mente y corazón. De ahí que
la Biblia exhorte a los cristianos: “Sean pequeñuelos en cuanto a la maldad” (1 Corintios
14:20).

“Para los niños pequeños no hay colores. Para ellos no hay razas, ellos no tienen
prejuicios”. ¡De qué manera tan bonita reflejan los niños el criterio de nuestro Dios, que es
imparcial y ama a personas de todas las naciones! (Hechos 10:34, 35). También poseen
una extraordinaria capacidad de perdonar.

Finalmente, los niños pequeños reconocen enseguida la existencia de Dios (Hebreos 11:6).
Su franqueza suele impulsarlos a dar testimonio sin titubear (2 Reyes 5:2, 3). Sus oraciones
sencillas y sinceras pueden conmover hasta a los más duros de corazón, y ante las
tentaciones, son capaces de demostrar una impresionante fuerza moral.
niñaGilbert Keith Chesterton (1874–1936) escribió:

“La única educación eterna es ésta: estar lo bastante seguro de una cosa, para atreverse a
decírsela a un niño… Lo maravilloso de la infancia es que cualquier cosa en ella es
maravillosa“.

Y en el Evangelio se dice:
“De cierto os digo que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de
los cielos. Así que cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de
los cielos”. –Mateo 18:1-5.

En esas dos citas llama la atención cualidades que suelen ser propias de los niños: la
inocencia, la capacidad de asombro, la entrega desenfadada y alegre al juego, y sobre todo
la humildad.

Hay que decir que, según el sentido espiritual del término, ser como un niño no significa no
ser consciente del mal o no verlo. Más bien Jesús se refiere con esas palabras a ser
inocentes en cuanto a maldad. En una sociedad donde lo que prevalece muy a menudo es
el “abrirse paso a codazos sea como sea“, y a la lucha sin cuartel de unos contra otros,
esas palabras suenan de lo más refrescante. Para él, ser como un niño no incluye, por
ejemplo, usar habla cortante, doble o chulesca al tratar con otros. Tampoco incluye el
engaño, la falta de honradez, el odio, la inquina, el insulto o toda clase de maldad e
inmoralidad. Más bien cuando se es como un niño lo que se refleja más que nada es el
fruto del Espíritu de Dios:

“En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad,
fidelidad, humildad y dominio propio. Contra tales cosas no hay ley“. – Gál. 5:22,23.

Como el principal impulso positivo de las enseñanzas de Jesús, el amor “agápe” al prójimo
procura su bien como si fuera el nuestro. No es cualquier clase de amor, sino amor basado
en altos principios o altruismo. Algo sin duda difícil muchas veces de aplicar, pero si se
piensa bien, en ningún lugar del Evangelio se indica que el cristianismo sea fácil. Como dice
el dicho, “todo lo que realmente merece la pena requiere esfuerzo“. Y ser como un niño en
cuanto a maldad manifestando el fruto del Espíritu de Dios, puede hacer que la luz brille en
el más oscuro de los mundos. Por eso dijo Jesús lo que dijo. Es esforzarse, en definitiva,
por estar siempre inclinado a favor de lo bueno y lo recto.

En cierta ocasión, alguien profundamente decepcionado debido a abuso espiritual recibido


de parte de algunos dirigentes religiosos, me dijo: “nunca más podré volver a tener la fe de
un niño“. Pude entonces comprender perfectamente el efecto que tiene la decepción. Pero
sinceramente, creo que en ese caso no se aplicaba bien el término. Porque ser un niño en
sentido espiritual no significa ser crédulo o fiarse inocentemente de todo, sino evaluar,
contrastar y saber dónde puede uno cifrar su confianza de verdad, es decir, más que en el
hombre, en Dios mismo.
En Mc 10,13-16 dice: “Trajeron unos niños a Jesús para que los tocara, pero los discípulos
los reprendían. Jesús, al verlo, se indignó y les dijo: Dejen que los niños vengan a mí; no lo
impidan, por

Para responder la pregunta planteada en el título hay que empezar diciendo que en el
contexto cultural judío de la época de Jesús los niños no eran tomados en cuenta
socialmente.No se les consideraba como modelo de inocencia (como la hacemos nosotros
hoy) sino como modelo de inmadurez, ignorancia y torpeza. Peor aún: no conocían la Ley,
necesaria para la salvación. Es muy probable entonces, que los discípulos de Jesús hayan
visto en los niños una molestia inútil y absurda para su Maestro, pues no tenían aún las
condiciones básicas como para entender y acoger su doctrina, y decidirse a su seguimiento.
Por tanto, los discípulos, al espantarlos, actuaron lógicamente. Si hay alguien que rompió la
lógica, ése fue Jesús. Situación, en todo caso, no muy lejana a lo que fue nuestra sociedad.
Yo recuerdo haber alcanzado a escuchar en mi infancia aquello de que “los niños no hablan
en la mesa”.Jesús les dice a sus discípulos que de los que son “como” niños es el Reino y
que hay que recibir este Reino “como” un niño. El punto de comparación es el siguiente: los
niños no son autovalentes sino que dependen del cuidado de los demás y reciben las cosas
no porque se las hayan ganado haciendo méritos sino gratuitamente y no se hacen mayor
problema por esto. Esto significa que en una sociedad y en una religión en que lo central es
el mérito y el cumplimiento, sobre todo en lo que se refiere a la salvación, Jesús hace
estallar la lógica imperante al ofrecer la salvación como regalo y no como premio o sueldo
por los esfuerzos realizados.A su vez, la actitud que se corresponde con el ofrecimiento del
Reino como regalo es la de ¡aceptarlo como regalo! Actitud característica de los niños que
son quienes llaman a sus padres “abbá” (= papá) y reciben de ellos los dones con sencillez,
espontaneidad, sorpresa, alegría y agradecimiento. No se trata de hacer méritos con
grandes ayunos o realizando obras que requieren un gran esfuerzo, sino de abrirse en
receptividad confiada e incondicional ante Dios. Ésta es la actitud exigida a los discípulos de
Jesús.Es claro, entonces, que la exhortación a ser “como” niños no significa cualquier cosa
que se nos ocurra. No se trata, por ejemplo, de que un adulto se transforme en alguien
inmaduro o en alguien que no es capaz de distinguir con claridad entre el bien y el mal. No
se trata de fomentar infantilismos ni de un llamado a la ingenuidad. No se trata de un
proceso de regresión y de fijación en una etapa infantil. Para decirlo de una manera gráfica:
no hay que ir a comprarse ni pañales ni Hipoglós, sino de integrar las actitudes de los niños
recién mencionadas en la vida adulta y que son incompatibles con ciertas actitudes adultas
que nos disminuyen en humanidad.Construir el Reino corresponde a la actitud adulta del
mérito, del propio esfuerzo, actitud incompatible con la salvación como gracia. Acoger o
recibir el Reino como un regalo extraordinario con confianza, sorpresa, alegría y
agradecimiento, y dar testimonio del regalo recibido es lo que pide Jesús a sus discípulos
de todos los tiempos.
Para responder la pregunta planteada en el título hay que empezar diciendo que en el
contexto cultural judío de la época de Jesús los niños no eran tomados en cuenta
socialmente. No se les consideraba como modelo de inocencia (como la hacemos nosotros
hoy) sino como modelo de inmadurez, ignorancia y torpeza. Peor aún: no conocían la Ley,
necesaria para la salvación. Es muy probable entonces, que los discípulos de Jesús hayan
visto en los niños una molestia inútil y absurda para su Maestro, pues no tenían aún las
condiciones básicas como para entender y acoger su doctrina, y decidirse a su seguimiento.
Por tanto, los discípulos, al espantarlos, actuaron lógicamente. Si hay alguien que rompió la
lógica, ése fue Jesús. Situación, en todo caso, no muy lejana a lo que fue nuestra sociedad.
Yo recuerdo haber alcanzado a escuchar en mi infancia aquello de que “los niños no hablan
en la mesa”.

Jesús les dice a sus discípulos que de los que son “como” niños es el Reino y que hay que
recibir este Reino “como” un niño. El punto de comparación es el siguiente: los niños no son
autovalentes sino que dependen del cuidado de los demás y reciben las cosas no porque se
las hayan ganado haciendo méritos sino gratuitamente y no se hacen mayor problema por
esto. Esto significa que en una sociedad y en una religión en que lo central es el mérito y el
cumplimiento, sobre todo en lo que se refiere a la salvación, Jesús hace estallar la lógica
imperante al ofrecer la salvación como regalo y no como premio o sueldo por los esfuerzos
realizados.
A su vez, la actitud que se corresponde con el ofrecimiento del Reino como regalo es la de
¡aceptarlo como regalo! Actitud característica de los niños que son quienes llaman a sus
padres “abbá” (= papá) y reciben de ellos los dones con sencillez, espontaneidad, sorpresa,
alegría y agradecimiento. No se trata de hacer méritos con grandes ayunos o realizando
obras que requieren un gran esfuerzo, sino de abrirse en receptividad confiada e
incondicional ante Dios. Ésta es la actitud exigida a los discípulos de Jesús.

Es claro, entonces, que la exhortación a ser “como” niños no significa cualquier cosa que se
nos ocurra. No se trata, por ejemplo, de que un adulto se transforme en alguien inmaduro o
en alguien que no es capaz de distinguir con claridad entre el bien y el mal. No se trata de
fomentar infantilismos ni de un llamado a la ingenuidad. No se trata de un proceso de
regresión y de fijación en una etapa infantil. Para decirlo de una manera gráfica: no hay que
ir a comprarse ni pañales ni Hipoglós, sino de integrar las actitudes de los niños recién
con ciertas actitudes adultas que nos disminuyen en humanidad.

Construir el Reino corresponde a la actitud adulta del mérito, del propio esfuerzo, actitud
incompatible con la salvación como gracia. Acoger o recibir el Reino como un regalo
extraordinario con confianza, sorpresa, alegría y agradecimiento, y dar testimonio del regalo
recibido es lo que pide Jesús a sus discípulos de todos los tiempos.

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