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La situación de la Iglesia:
Esta fue la única institución colonial que continuó extendiéndose en la etapa republicana, y
su papel fue dar estabilidad social al nuevo contexto histórico del primer militarismo en el
Perú. Se produjo una carencia de obispos, pues los que ocuparon estos cargos, al ser
españoles, retornaron a España. El gobierno peruano no pudo nombrar a otros en su
reemplazo hasta que la Santa Sede reconoció el derecho de la nueva república a designar sus
autoridades eclesiásticas a mediados del siglo XIX. En la segunda mitad del siglo llegaron
nuevas congregaciones desde Europa, las hermanas de los Sagrados Corazones y los
salesianos, entre otras, que fundaron varios colegios. A pesar de todo, la Iglesia siguió
teniendo una gran aceptación. Obispos como el de Arequipa. José Sebastián Goyoneche
hicieron frente a la crisis de la Iglesia durante los primeros años.
Indígenas y esclavos:
El establecimiento de la república no cambio mucho la situación de los indígenas.
Por ejemplo, continuaron obligados a dar el servicio personal y el tributo, ahora
llamado contribución. Los indígenas eran ciudadanos solo en teoría. Por su parte,
los liberales consideraban que la autonomía e identidad comunal de los indígenas
era un obstáculo para constitución de una nueva nación. Quisieron obligarlos a
integrarse al país mediante la participación económica, pero sin ninguna clase de
orientación o apoyo del Estado, quedaron a merced de los hacendados. Muchas
comunidades campesinas se desintegraron. La situación de los esclavos no cambió
realmente hasta su libertad llegó en 1854. Los hacendados seguían dependiendo
de la mano de obra de los esclavos negros, pero el costo de mantenerlos fue cada
vez mayor. Durante las guerras libertarias algunos esclavos habían aprovechado la
situación para escapar de sus dueños, pero otros fueron reclutados de manera
forzada para algunos de los bandos.
Cambios en el poder:
En 1833, después de los conflictos entre el Congreso y Gamarra, y del intento de
golpe de 1831 encabezado por el vicepresidente Gutiérrez de la Fuente (que fue
controlado gracias a la intervención de Francisca Zubiaga, esposa de Gamarra) se
convocó a una Convención Nacional con el objetivo de aprobar algunas
reformas constitucionales.
Coincidiendo con el fin del periodo del gobierno de Gamarra, la Convención eligió
a Luis José de Orbegoso como nuevo presidente. A pesar del respaldo con el que
contó Orbegoso, no pudo impedir los levantamientos de los caudillos militares,
entre ellos Gamarra. La tranquilidad que le dio el acuerdo con las facciones
militares después del llamado abrazo de Maquinhuayo, no duró mucho. Estando
en Arequipa, donde tuvo un gran apoyo popular, en 1835 se produjo en Lima la
sublevación del joven general Felipe Santiago Salaverry, quien se proclamó Jefe
Supremo del Perú. El gobierno de Salaverry duró apenas 11 meses.
La economía en el primer militarismo:
La independencia no trajo el auge comercial esperado por los liberales. Al
contrario, se registró un descenso en la producción, se redujeron los mercados
tradicionales para los productos agrícolas y mineros, y el crédito se tornó escaso y
costoso. Los hacendados perdieron privilegios y parte de sus campos de cultivo
fueron destruidos durante las guerras de independentistas, escaseó la mano de
obra, hubo una fuga de capitales por el éxodo masivo de españoles, y cada vez era
menos los mercados para sus productos.