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Le Corbusier en Paraguay: El segundo viaje 

(¿O las “amenities” como consumación de la


Utopía Moderna?)

Habría ocurrido que inmediatamente después de su fallecimiento, en agosto de 1965, su


cuerpo fue llevado en secreto a una clínica veneciana co-financiada por  Peggy Guggenheim -la
conocida mecenas- cuya admiración por el arquitecto fue acrecentándose a partir del
malogrado proyecto del Hospital de Venecia de 1963, ocasión en la que  Le Corbusier pasó
temporadas algo extensas en aquella ciudad donde también ella residía.

A partir de allí, su fascinación fue mutando en la enfermiza pasión que dos años más tarde la
llevó a la incautación y traslado del  cadáver del maestro a las instalaciones mencionadas.

Las actividades de aquella clínica (convenientemente disimulada en un ala del Palazzo Vernier
dei Leoni, sobre el Gran Canal) estaban sujetas a medidas de seguridad tan rigurosas que su 
propia existencia era ignorada por quienes trabajaban en lo que luego sería la Fundación
Guggenheim;  Y más increíblemente aun: Las restricciones de acceso se aplicaban incluso a los
once amadísimos perros de Mrs. Peggy.

Por entonces -en el contexto de la Guerra Fría y como ampliación de la Operación


Monumento implementada por los norteamericanos durante la  Segunda Guerra Mundial-  las
actividades de la clínica se vinculaban a investigaciones bio/neuro-culturales de dudosa
corrección política; Y fue así (en parte debido a intereses políticos-culturales y en parte a causa
de un amor de sesgos ya abiertamente fetichistas), como a expreso pedido de  Mrs.
Guggenheim el cuerpo de Le Corbusier fue congelado en nitrógeno líquido y de tal modo
mantenido por espacio de casi medio siglo…Al menos hasta hace pocos días; cuando
novedosos procedimientos crio-celulares permitieron reanimar a Le Corbusier y retornarlo al
presente con toda salud y lucidez (o casi… según se verá).

Luego de volverlo a la vida –señalaron versiones confiables-  los científicos de la clínica


iniciaron la siguiente fase del experimento que consistía en  re-insertar gradualmente a Le
Corbusier  en el presente.

Sin embargo dicha etapa –que para  que resultase mas familiar y menos traumática disponía 
llevar a  Le Corbusier  a la iglesia de Saint  Pierre de Firminy (la “niña de sus ojos”  que el
arquitecto nunca pudo ver terminada), sufrió esa fase, decíamos, una drástica alteración.

No se supo si ocurrió por la congénita torpeza de la burocracia; Debido a  una  disputa interna
entre  la NSA y la CIA (dado que la polémica levantada por el caso de Snowden enfrentó a
ambas agencias y descontando que la segunda nunca vio con buenos ojos ciertos coqueteos 
socializantes en la arquitectura de Le Corbusier en aquellos años de Guerra Fría); Si fue a causa
de un malicioso virus que afectó al sistema de navegación del avión;  O si se debió a una nueva
amenaza de misiles separatistas ucranianos; Pero lo concreto fue que el vuelo que debía llevar
a Le Corbusier a la terminal aérea de Saint- Etiennne- Boutheón,  próxima a Firminy,  terminó
en el aeropuerto Silvio Pettirossi de Asunción.

De esta manera, por designios ajenos a su voluntad, el arquitecto remontó nuevamente desde
el aire los meandros de aquel río que 85 años antes lo condujera al entonces aeródromo de
Campo Grande.
Dadas las proporciones de la pifiada (que a los fines de su disimulación forzó acciones
dilatorias de al menos un par de días antes de retornarlo a Europa), hubo que buscar algún
alojamiento  para el fortuito visitante.

Le Corbusier sugirió un hotel en San Bernardino

-como la primera vez que estuvo por aquí-  pero le dijeron que aquel pueblo ya no era el
mismo, que  el lago estaba infestado de cianobacterias, etc., por lo que hubo que descartar su
nostálgico pedido.

Durante el breve trayecto del aeropuerto a Asunción –todavía afectado por el proceso de
reanimación-  el arquitecto preguntó por Eligio Ayala, ministro de Hacienda en tiempos su
primera visita al Paraguay; Entonces Ayala lo había consultado sobre planes de renovación
urbana para Asunción, sin embargo “Le Corbusier  le recomendó no introducir modificaciones
en una  ‘ciudad a la que nada le falta porque lo tiene todo’ ” (sic).

Naturalmente, la respuesta  a aquel lapsus de Le Corbusier no pudo ser mas que obvia y
perturbadora.  Al punto que (semi-lúcido o semi-boleado, a según se mire), cuando el
automóvil que lo transportaba pasó por  el denominado “Eje Corporativo“, el arquitecto  exigió
-improperios y amenazas de por medio- detener la marcha  para inspeccionar personalmente
los edificios que allí se erigían,  algunos en estado avanzado de  realización,  argumentado que
la inspección le resultaría muy  instructiva a los fines de interiorizarse de la técnica constructiva
empleada en el país, los programas, el equipamiento colectivo, etc.

(cabe aclarar que en ese interin –y dado que poco o nada sabían de arquitectura-  apresurados
contactos por celular con la Secretaría Nacional de Cultura realizados por los funcionarios
norteamericanos y franceses que custodiaban a Le Corbusier llevaron a la inmediata
formación ad hoc de la comisión CAPAR, encargada de acompañar al maestro durante su breve
estadía en Paraguay; Colectivo éste  integrado por miembros del Colegio de Arquitectos del
Paraguay y  de la Asociación Paraguaya de Arquitectos;  una fusión que -por otra parte- la SNC
juzgó muy oportuna a fin de limar las asperezas generadas entre ambos gremios a causa del
polémico concurso del Plan CHA…De manera que hasta dicho Eje se trasladó la mencionada
comisión para ilustrar al arquitecto franco-suizo sobre sus pormenores)

Pero el problema fue que Le Corbusier seguía confundiendo el pasado y el presente; y no se


percataba de “que el ayer ya era el mañana”:

 – “Miren!…-señaló  entonces L.C. frente a uno de esos edificios–  fenêtre en longueur, la


façade libre!;  mi principio de la “respiración exacta”!… ¿Y ustedes tomaron como referencia el
Refugio de París o el proyecto para el Palacio de los Soviets?…Porque vaya  que tuve problemas
con esas fachadas!…Las del Refugio por ejemplo, solían empañarse a menudo!…”

 -“Hmmm!…Bueno, maestro –le respondieron los de la CAPAR- la verdad es que esto más bien
lo trajimos de Miami…”

 
-“Pero entonces deben  disponer ustedes  de mucho petróleo para generar toda esa energía
necesaria…” –interrumpió Le Corbusier.

 – “…Dicen que en el Chaco hay petróleo, pero hasta hoy no vimos ni un barril… La energía la
sacamos de nuestras hidroeléctricas…” – aclararon los locales.

 -“Ah!…¿Y de allí también obtienen el capital para financiar estas obras?…”

 -“No exactamente…Es que los tratados con nuestros vecinos no resultaron como se esperaba …
Pero –eso si-  la exportación de soja nos ha aportado pingues  divisas!…”  –replicaron con no
poco orgullo los de la CAPAR.

– “Si?!...Pero la estructura productiva es fundamental para comprender la arquitectura!


… Tengo que ver aquello!…” –les apremió Le Corbusier.

 Y fue así   –previo telefonazo a quien correspondía- como en pocos minutos estuvieron
disponibles el jet y el piloto del Piloto del Nuevo Rumbo y que rumbo a los sojales del este del
país partió aquella comitiva.

Y la satisfacción del arquitecto no mermó frente a un silo cercano a Santa Rita:

  -“Ah!…Los volúmenes puros!…”-dijo L.C a la comisión CAPAR, y agregó: “Y ahora que estamos
en confianza les confesaré que éstos me parecen aun  más interesantes  que los silos que
reproduje en ‘Hacia Una Arquitectura’;  Y además ni  siquiera será necesario modificarlos
mediante el trucaje fotográfico, como si lo  tuve que hacer con las imágenes de aquel libro que
–de paso-  las tomé prestadas del artículo que Gropius publicó en el ‘Jahrbuch des deutschen
Werkbundes’, allá por 1913…¿Lo recuerdan?…”

 –“Hmmm!…La verdad es que no maestro -respondió un local- Pero nos alegra que  encuentre


usted  positivo esto para la arquitectura…No se imagina cómo critican aquí el progreso que nos
ha traído la soja!…”

 –“Y no sólo la soja… –terció otro miembro de la CAPAR- …También están las vacas! … De
hecho, no tan lejos de aquí hay una Estancia cuya construcción ha propiciado –precisamente- al
auge económico que tanto cuestionan algunos amargados de la izquierda!… Y aunque debo
decirle que en lo personal  nunca entendí muy bien ese proyecto –continuó el interlocutor–  las
revistas extranjeras  lo han comentado bastante. Si le parece podríamos visitar esa obra…”

Pero de camino a Santaní –a la altura de Kuruzú de Hierro- la  comitiva fue interceptada por un
grupo del EPP, cuyo comandante estaba al tanto de quién era el visitante, dado que había
estudiado arquitectura en Colombia  -como pantalla de su entrenamiento subversivo-  y
conocía con bastante detalle el plan para Bogotá que hacia finales de los 40’s había elaborado
Le Corbusier junto con Sert y Wiener.

Lejos de alarmarse por la peligrosa contingencia, Le Corbusier insistió en dialogar con aquel
cabecilla del EPP que se hacía llamar Comandante Ludwig-Gaitán:

 
-“No se preocupen!…–dijo para calmar a sus aterrorizados colegas locales- : “Si yo mismo ya lo
he planteado antes”: ‘Arquitectura o

Revolución’…¿No lo recuerdan acaso?…”

Sin embargo como la charla se produjo a cierta distancia de la comitiva, existen versiones


encontradas sobre la misma: Unos afirman que el Comandante Ludwig-Gaitán reprochó a Le
Corbusier  que los intelectuales y arquitectos como él desarrollan una labor  que en el fondo
resulta funcional al sistema, a pesar de proclamar su compromiso con las clases populares:

-“Con tal que lo dejasen probar sus teorías, no tuvo Ud. empacho en tranzar con la burguesía:
En Pessac por ejemplo con aquel negrero de Henry Frugés que esclavizaba al proletariado de
Burdeos en sus ingenios azucareros!…” –Le habría reclamado L.G.

 Otra versión sostuvo que la discrepancia del EPP con Le Corbusier  no fue ideológica /ética,
sino estética;  Concretamente se debió a la bandera empleada por el grupo insurgente, que el
arquitecto franco-suizo calificó de “burdamente figurativa”.

Como sea que haya sucedido: Curada de espanto, la comisión aumentan la plusvaliónzos)ble!
(casi me desnuco recien  CAPAR decidió retornar inmediatamente a Asunción; específicamente
al Eje Corporativo, cuya explicación resultaba más descomprometida (y en todo caso,
muchísimo más segura) que el  andar por esos caminos de Dios  a merced de las veleidades
teórico-conceptuales de cuanto guerrillero anduviese suelto.

Entonces, ya de regreso en el Eje, Le Corbusier se sorprendió  del vertiginoso desarrollo de ese


sector de la ciudad,  que en su primera visita no pasaba  de  un errático sendero
aleatoriamente mechado de granjas y quintas (si las había, cuando no era “puro monte”, como
los lugareños decían de  esa zona en aquellos años 20 de su  primer viaje)

Ciertamente, algunas cosas no cerraban del todo (pero  eso apenas lo pudo expresar LC debido
a su aturdimiento)… El propio diseño de los edificios: Sin duda se parecían a los que el  y otros
vanguardistas habían proyectado, y sin embargo no se veían del todo auténticos sino algo
“descafeinados”; como una suerte de falsificación o –en el mejor de los casos- de caricatura.

Y también hubo otras cuestiones que no cuadraban, pero que tampoco pudo verbalizarlas (¿el
sopor de la larga hibernación que aun no superaba?); Se trataba de  “detalles” –¿o no lo eran
tanto?-  que no dejaron de producirle cierto retintín en una cabeza que todavía no terminaba
de sentirla totalmente suya…La densidad, por ejemplo -aunque a ratos mayor que la del centro
de Asunción que visitara en 1929, con aquellas casas de fachada  italianizante que todavía
recordaba y que había desdeñado en su libro “Precisiones sobre un estado presente de la
arquitectura y el urbanismo” (escribió  allí: “Oh, macaronis Italiens!…qu’ elle profusion!; qu’elle
exagération!…” ); Decíamos, tampoco era esa la densidad que el había propuesto en
su “Ciudad de tres millones de habitantes”…

-“Bueno maestro –se excusó uno de la comitiva- comprenda usted que no estamos en Europa…


Pero para  nosotros –como  decimos en castellano paraguayo-: “Ya da ya!…”

 
-“Hmmm!… No veo tantos pilotis por aquí… O si…pero cuando los hay, no se puede apreciar la
vegetación” –continuó Le Corbusier sin prestar mucha atención a los folletos de promoción
inmobiliaria que le habían arrimado- “Y además el estado de las aceras es lamentable! (recién
casi me desnuco en uno de estos pozos)…Aunque debo decir en favor del emprendimiento que
muchos de estos edificios parece que van a tener terraza jardín y pareciera que también un
buen equipamiento colectivo…”

– Contestaron los de la CAPAR:  “Es que no siempre podemos emplear los pilotis como Ud. lo
hizo…Hay que ocupar también la  planta baja; Usted comprenderá maestro: condicionantes del
mercado…Pero con relación al resto de lo que señala, ahora se llaman –respectivamente-
‘Cubiertas Verdes’ y ‘Amenities’…Las segundas aumentan la plusvalía y  las primeras –previa
certificación leed que conseguimos al toque- nos evitan un montón de problemas con los
vecinos y los grupos ambientalistas…”

-“Interesante!… -retomó Le Corbusier emocionado- Debo felicitar  a vuestros arquitectos y


autoridades!…Sobre todo a vuestro Alcalde!…Porque constituye un acto de  coraje y
sensibilidad  poner al alcance del ciudadano común   estas innovaciones -que en realidad son
reivindicaciones sociales-  sobre las  que he insistido durante tantos  años: en la Villa
Contemporánea, en la Unidad de Habitación de Marsella y en tantos otros proyectos!…”

Se  hizo entonces un incómodo silencio en la comitiva de la CAPAR:


– “…Buenoooo…Esteeee…Verá usted maestro…No sabría cómo decirlo y  no me tome a mal:
Pero en realidad éstas no son precisamente viviendas de interés  social; Son proyectos que hoy
aquí llamamos de Alta Gama…”

-¿Cómo?…De ‘Alta Gama’  dice usted?…¿No son emprendimientos del Estado, de alcance
masivo?!?!…” – Preguntó extrañado Le Corbusier.  Y agregó:  “Aunque tampoco eso sería tan
importante; Ya se lo he dicho a vuestros antepasados españoles: “Una casa, un palacio”… Da
igual!…De manera que vuestras viviendas sociales aplicarán similares principios, cabe
suponer…¿Y cuándo vamos a visitarlas?…”

El silencio se hizo aun más espeso…

Tanto, que  allí mismo   –y antes de que terminara de reponerse del sopor que aun lo
embargaba-  los de la CAPAR gentil pero raudamente  llevaron a Le Corbusier al aeropuerto y
adelantaron el despegue del avión que los franceses y los norteamericanos le tenían
preparado.

Fin?…

Posdata:

Sobre el  destino posterior de Le Corbusier no cabría postular certezas. Luego de retornar a


Europa -según algunos- cayó en una profunda depresión que lo llevó a una radical autocrítica
que él materializó en rediseñar una y otra y otra vez el box del inodoro de su cabaña  de Cap
Martin. Otros dijeron que a causa de los efectos colaterales de la reanimación,  en Venecia no
dejó de llamar (indistintamente) Yvonne, Josephine o  Marguerite -y de convidar a una vuelta
por el Gran Canal en el Giulio Cesare–  a cuanta turista atractiva se  le cruzaba en el camino…Y
aun hubo quienes afirmaron que Le Corbusier  nunca abordó en el Pettirossi aquel avión de
regreso; Que la última vez que se lo vio andaba desnudo en las inmediaciones de  la Franja
Costera,  y que con el agua a la cintura, antes de sumergirse para desaparecer en la bahía  de
Asunción le había dicho a una entusiasta y simpática  jovencita que  estaba allí trabajando  en
“Un techo para mi País” (ahora Ministra Secretaria y que le recordaba a su amiga Schelbert,  la
última persona con la cual habló antes de su -supuesta- postrera zambullida en el
mediterráneo en aquel agosto de 1965): “Mire usted qué ironía!…Con el apodo que tengo
(Cuervo) y esto  tenía que pasarme justo a mi !.: “Cría arquitectos (corporativos) y te
arrancarán el proyecto (social) !…”  __

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