Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Es en ese momento que nos tenemos que preguntar: ¿Cómo nos hemos
permitido llegar hasta ahí? ¿Por qué se nos hace difícil entender o
simplemente perdonar a los demás, incluso a nosotros mismos? ¿Es
que acaso desconocemos el amor de nuestro Dios? Ese amor que nos
perdona cada vez que regresamos a Él arrepentidos. Ese Dios que nos
enseña a orar diciendo: Perdona nuestras ofensas COMO TAMBIÉN
nosotros perdonamos a los que nos ofenden (Mt.6,12). ¿Cómo podemos ir
a confesarnos teniendo rencor, guardando resentimientos? Recordemos
que la misericordia de Dios no puede penetrar en nuestro corazón si
no hemos sabido perdonar a nuestros enemigos, a ejemplo y con la
ayuda de Cristo (Catecismo, 2862).
«El corazón que se ofrece al Espíritu Santo cambia la herida en
compasión y purifica la memoria transformando la ofensa en
intercesión» (Catecismo 2843).
¿Sentir dolor después de la ofensa? Por supuesto, ¡es natural! La
palabra clave es dolor, no rencor. El dolor solo lo podrá curar ése
quien es El Amor. No está en nuestra mano no sentir ya la ofensa y
olvidarla; pero el corazón que se ofrece al Espíritu Santo cambia la
herida en compasión y purifica la memoria transformando la ofensa en
intercesión (Catecismo 2843). En efecto, en nosotros está tener la mínima
decencia de entregarle a nuestro Señor nuestra intención de perdonar.
Algo tan simple y honesto como decir: “Aunque ahora siento que no puedo
perdonar, por amor a Ti, quiero perdonar” es todo lo que Dios necesita para
actuar. Fue esto precisamente, lo que Crystalina hizo. Fue al Santísimo,
estuvo en adoración y dejó en ese altar toda su carga. Así es como
nuestro Dios, con ese verdadero amor de Padre, nos toma de la mano con
paciencia, nos fortalece para que confrontemos nuestras miserias, nos
muestra por fin aquello que está mal y lo cura…para siempre.
Dinámica:
En grupos se pueden discutir las preguntas formuladas arriba. y otra: Si el
perdón es la cumbre de la oración cristiana ¿somos cristianos
consecuentes con nuestra fe?