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TEMA 5

LA HERENCIA
1.— HERENCIA Y AMBIENTE. - Desde el nacimiento de la Criminología, se ha
discutido acerca de cuáles- eran los factores prevalentes en la causación del
delito. Mientras para algunos —como Lombroso— es fúndame nial la herencia,
para otros, ese carácter corresponde a lo ambiental —como ocurrió con la
escuela de Lacassagne—. Ha transcurrido cerca de un siglo desde que estas
posiciones extremas fueron asumidas y no podemos decir que hayan sido
definitivamente superadas.
No se puede discutir la importancia de los factores hereditarios; pero no es ése
el problema central sino el de si ellos pesan, en la determinación del delito, más
que los factores externos o si no alcanzan sino a limitar el campo dentro del
cual tales factores externos tendrán posibilidad de actuar. Pongamos el caso
de un individuo que es débil mental por herencia; si comete un delito, podremos
preguntarnos cuál es la fuerza principal que lo llevó a tal conducta. ¿Será la
debilidad mental ligada a otros caracteres igualmente hereditarios, que
encontraron en el ambiente sólo la oportunidad para manifestarse? ¿O. será el
medio ambiente, si bien condicionado, pero sólo condicionado, por los rasgos
hereditarios que implican una especial receptividad y capacidad de reacción
frente a los estímulos exteriores?
Es indiscutible que, en términos generales, la herencia ya nos pone en
situación de superioridad o inferioridad en relación con los demás. Pero esta
afirmación no disminuye la dificultad para responder a las dos preguntas
anteriores. Cuando iniciamos el estudio de un delincuente, este ya tiene una
personalidad hecha en cuya formación han intervenido factores de distinta
procedencia, interdependientes, que es imposible separar para establecer la
importancia de unos en relación con los otros.
Eso nos lleva a la necesidad de distinguir para evitar confusiones.
La Genética distingue el genotipo del fenotipo. El genotipo es el conjunto de
caracteres recibidos por herencia; fenotipo es el conjunto de caracteres que
mostramos en determinado momento, es nuestra apariencia actual.
El genotipo queda definitivamente fijado en el momento de la concepción; los
caracteres posteriormente incorporados al individuo son ya adquiridos. El
huevo o cigoto que se forma apenas producida la fecundación y del cual resulta
el nuevo ser, está lejos de ser algo simple; contiene rasgos complejos y
tendencias contradictorias. El cigoto está integrado por caracteres recibidos del
padre y de la madre, cada uno de los cuales aporta el cincuenta por ciento del
total. Esos caracteres pueden ser iguales o no. Por ejemplo, es posible que el
nuevo ser herede de sus padres la tendencia al color verde de los ojos o que
de uno reciba esa tendencia y, del otro, la tendencia a un color distinto. En el
primer caso, en relación con el carácter anotado, el nuevo ser es homocigoto;
en ¿1 segundo, es un híbrido o heterocigoto. Para la práctica, podemos afirmar
que es imposible que un ser sea homocigoto en todos sus caracteres;
poseemos, aunque sea sólo en potencia, rasgos diferentes y hasta
contradictorios desde el primer momento de nuestra vida.
¿Cuáles de esos caracteres se manifestarán, serán mostrados, se convertirán
en fenotipo? ¿Llegarán a fundirse y combinarle para dar un resultado
intermedio? Las respuestas pueden adelantarse parcialmente tomando en
cuenta las leyes mendelianas sobre predominio y recesividad, aunque hay
razones para pensar que tales leyes no son tan rígidas en el hombre como en
otros seres vivos inferiores.
A medida que el nuevo ser se desarrolla, actualiza las potencias genotípicas
las que, al manifestarse, se toman parte del fenotipo. Este ya tiene, sin
embargo, rasgos adquiridos del ambiente. Al nacer, el individuo está constituido
por una mezcla de caracteres hereditarios y adquiridos.
Lo anterior nos lleva a distinguir entre caracteres hereditarios y caracteres
congénitos, a veces confundidos inclusive por personas relativamente cultas
que suelen hablar de la transmisión hereditaria de la sífilis o de la tuberculosis.
Lo hereditario queda fijado en el momento de la concepción; pero, desde
entonces hasta el nacimiento, median corrientemente nueve meses. Durante
ese lapso, el embrión y el feto tienen ya un medio ambiente, el seno materno, a
cuyas influencias se hallan sometidos.
Tales influencias están lejos de carecer de significación desde el punto de vista
criminológico pues pueden haber desviado, para bien o para mal, las potencias
genotípicas. Tienen importancia los casos en que las buenas disposiciones
hereditarias han sido dañadas o han empeorado las disposiciones malas; en
ambos casos, el nuevo ser nacerá en condiciones inferiores a aquellas en que
se encontraría si mostrara simplemente los caracteres hereditarios.
Entre las causas dañinas se hallan los golpes que pueden afectar al ser en
gestación si bien éste se halla bien protegido y no cualquier golpe lo perjudica;
los traumas psíquicos de la madre resultante de fuertes emociones o estados
de tensión; las enfermedades infecciosas, como la tuberculosis y la sífilis; los
procesos tóxicos de la madre, como los derivados del uso de alcohol,
estupefacientes, medicamentos, etc. Por tanto, no todo rasgo propio del recién
nacido puede atribuirse a causas hereditarias.
2.— LA HERENCIA EN EL HOMBRE. - Podemos preguntarnos sobre los
métodos utilizables para determinar la influencia hereditaria en el hombre. No
caben, en este caso, respuestas tan terminantes como las que se refieren a
seres vivos inferiores. No es que el hombre, ser biológico, al fin y al cabo,
quede fuera de las leyes generales de la Genética; pero el problema está en
determinar si ellas son tan fatales como en otros seres.
El análisis de las células germinales o gametos no aclara los problemas
genéticos que nos interesan ya que es imposible establecer, por observación
directa, los caracteres que ellas portan; ningún biólogo podrá decimos si el
futuro ser es potencialmente flaco o robusto, de temperamento plácido o
explosivo.
Es necesario esperar las manifestaciones externas para inferir los rasgos
hereditarios.
Esas manifestaciones pueden ser aceptablemente. controladas y verificadas en
seres distintos al hombre. Las comprobaciones se hacen en experimentos de
laboratorio que han sido muy perfeccionados. Así se han inducido las leyes de
la herencia biológica. Pero, cuando del hombre se trata, son muchos más
difíciles las afirmaciones, inclusive algunas de alcance limitado. Para hacerlas
con rigor científico, sería necesario poder manipular el material humano con
tanta libertad y seguridad como ocurre con otros seres.
Las dificultades que ofrece este estudio experimental en el hombre son
particularmente cuatro.
a) El largo tiempo que va de generación a generación. En el mejor de los
casos, hay cinco en un siglo. Eso tomaría demasiado larga la espera hasta
seleccionar los tipos cuyos descendientes serán observados.
b) La enorme dificultad de hallar homocigotos, dados los cruces incontrolables
que se producen en la especie humana. Por otro lado, aunque se encontraran,
razones morales impedirían cruzarlos por mero interés científico.
c) La lentitud en la reproducción. Cada familia tiene pocos hijos. Ahora bien, las
proporciones establecidas en las leyes mendelianas no se encuentran en cada
grupo pequeño, sino que son promedios extraídos de muchos experimentos.
En números pequeños, sería imposible fiarse mucho de las conclusiones
inferibles que, en tales condiciones, pueden ser gravemente afectadas.
d) Para comprobar las leyes de Mendel se recurre a cruces entre personas de
la misma estirpe, aunque de distintas generaciones, lo que es moralmente
imposible en la especie humana.
Pero, a falta de experimentos, la observación ha permitido comprobar la
vigencia, siquiera en líneas generales, de las leyes de Mendel en los hombres.
Por ejemplo, eso ha ocurrido con los cruzamientos entre inmigrantes blancos y
nativos negros en África; ambos, dados los lugares de su procedencia, pueden
considerarse homocigotos en relación con algunos caracteres. Las mezclas se
atenían a las leyes de Mendel en sus resultados. Pero estos hechos no pueden
ser tomados cómo decisivos en Criminología a la que le interesan, más que los
rasgos corporales, los psíquicos y temperamentales, sobre los cuales faltan
datos seguros. Por eso, hay enorme dificultad para determinar cuál es la
importancia de la herencia en la causación del delito.
Si el experimento como tal es imposible en nuestra ciencia, suelen darse
espontáneamente situaciones que se acercan a él y por consiguiente, ofrecen
facilidades para la investigación. Criminólogos y biólogos están de acuerdo en
que tales condiciones favorables se dan en el caso de las familias criminales y
de los mellizos.
3.— FAMILIAS CRIMINALES. - En este método, se sigue por generaciones a
estirpes entre cuyos integrantes se presenta alto porcentaje de conductas
criminales y antisociales. Así como, en cualquier familia, la persistencia por
generaciones de algunos rasgos anatómicos notables lleva a suponer que ellos
tienen base genética, de igual manera, se supone que si, en un tronco familiar,
se dan conductas antisociales por generaciones, pese a que los miembros han
vivido en ambientes distintos, ellas serían legítimamente atribuidas a causas
hereditarias, que son las que se habrían mantenido tan constantes como esas
conductas.
El primer estudio fue realizado en Estados Unidos por Dugdale, quien publicó
sus resultados en 1877. Versa sobre el clan que Dugdale designó con el
nombre ficticio de Juke. Esta familia se inició con Max. Juke, cuya vida adulta
transcurrió en la segunda mitad del siglo XVIII en una región del estado de
Nueva York notoria por la gran cantidad de delitos que en ella se cometían. Era
un hombre rudo que vivía de la caza y de la pesca, buen trabajador a veces,
pero poco inclinado al esfuerzo continuo; buen compañero y gran bebedor; tuvo
muchos hijos, incluyendo ilegítimos.
Dugdale estudió 709 descendientes de los cuales 540 eran de sangre Juke y
169 procedían de mezclas con otras estirpes. De ellos, 180 no habían logrado
mantenerse por sus propios medios y habían necesitado asistencia de
instituciones de caridad; 140 eran criminales o infractores; 60, ladrones
habituales; 7, asesinos; 50, prostitutas; 40 padecían enfermedades venéreas y
habían contagiado por lo menos a 440 personas. Estas cifras, llamativas por sí
solas, no llevaron a Dugdale a posiciones extremas en favor de la herencia
pues reconoció la coactuación de factores sociales.
Sus conclusiones son resumidas así por Reckless:
“1) La herencia es factor preponderante en la carrera de aquella gente en que
la constitución está modificada o es orgánicamente débil y la capacidad mental
y física están limitadas por la herencia;
2) donde la conducta depende del conocimiento, el ambiente influye más que la
herencia y el uso al que la capacidad se dedica depende del ambiente y del
adiestramiento; y
3) la herencia tiende a producir un ambiente que la perpetúa; el padre
licencioso da un ejemplo para que el niño lo siga” (*).
El estudio de Dugdale no pudo ser proseguido inmediatamente porque se
extravió el manuscrito original donde constaban los nombres reales de los
miembros del clan Juke; pero en 1911 fue descubierto; se hicieron nuevas
investigaciones cuyos resultados fueron publicados en 1915 por Estabrook.
Para entonces, habían ocurrido dos hechos importantes; el clan se había
dispersado, vivía en ambientes distintos a los anteriores y además, se había
mezclado con otras estirpes. Estabrook halló que, de 748 descendientes vivos
de Max Juke, mayores de 15 años, 76 eran inadaptados al medio social; 255,
más o menos correctos; 323, típicamente degenerados y 94 no clasificados por
falta de datos.
La mejora de la conducta era indudable, pero surgieron divergentes
interpretaciones sobre las causas. Estabrook sostenía que se debía al cambio
de ambiente; Devenport, que una vez más se comprobaba la importancia
decisiva de la herencia. Pero, al haber cambiado los dos tipos de causas
paralelamente, era imposible -llegar a una conclusión satisfactoria.
Goddard, también en Estados Unidos, estudió la familia Kallikak. Ella se
remontaba a Martín Kallikak, soldado de la revolución estadounidense que
había mantenido relaciones con una muchacha, presuntamente débil mental,
de la que tuvo un hijo, Martín Kallikak segundo, cabeza de la estirpe criminal y
antisocial. Cuando Goddard realizó sus investigaciones, la familia había llegado
a su sexta generación, con un total de 480 descendientes identificados. De
ellos, 143 eran débiles mentales y sólo 46 normales; 36 ilegítimos; 33,
inmorales sexuales, sobre todo prostitutas; 24, alcohólicos; 3, epilépticos; 3,
criminales y 8, gerentes de burdeles. Posteriormente, el mismo soldado se
casó con una joven de buena familia; en esta rama, se identificaron 496
descendientes entre los cuales sólo uno era anormal mental y ninguno criminal.
Según Goddard, el comportamiento de la familia Kallikak demuestra que el
criminal no nace, sino que se hace; el centro de las causas del delito lo ocupa
la debilidad mental hereditaria. El débil mental se halla en inferioridad de
condiciones para adaptarse a las exigencias sociales. Allí donde éstas son
bajas, el débil mental se adaptará; pero si las exigencias son mayores, se
presentará una desadaptación capaz de llegar hasta la delincuencia. “El
criminal congénito ha pasado de moda con el advenimiento de la debilidad
mental al problema. El criminal no nace, se hace. EI llamado criminal tipo es
simplemente un débil mental, un ser incomprendido y maltratado, arrastrado a
la criminalidad para la cual está bien dispuesto por naturaleza. Es la debilidad
mental y no la criminalidad hereditaria la que importa en estas condiciones.
Hemos visto el producto final, pero hemos fracasado en reconocer el carácter
de la materia prima” Goddard llegó a suponer que el propio criminal nato de
Lombroso era un débil mental.
Es evidente que, en algunas circunstancias, la debilidad mental puede llevar a
la delincuencia; pero no por eso puede ser aceptada con el alcance tan general
que le atribuye Goddard. No se deben olvidar viejos argumentos en contra de
ella, como los siguientes: a) Si bien la escasez de poder crítico de los débiles
mentales los torna fácilmente sugestionables por un ambiente indeseable, lo
mismo ocurre en relación con el buen ambiente; b) no toda debilidad mental es
atribuible a la herencia; probablemente la mitad de los casos se debe a otras
causas, como los accidentes, mala nutrición, enfermedades, etc. También se
ha hecho notar que atribuir debilidad mental a la muchacha que originó al clan
Kallikak es algo arriesgado dado que tal diagnóstico se hizo en tiempo muy
posterior.
Otros estudios sobre familias criminales fueron realizados sobre todo en
Estados Unidos y Alemania. Podemos citar los que siguen.
En el clan Hill, toma lugar de protagonista el alcoholismo; de 737 miembros
investigados, 320 eran ebrios graves; 28. medios; 24 tenían tendencias
criminales; 10 eran ladrones habituales; 20. mendigos; 35, mantenidos por el
Estado y 8, prostitutas. Este estudio, como otros, toman en cuenta tanto las
conductas socialmente indeseables como los delitos en sentido estricto y
traslada el problema hacia la herencia de anormalidades físicas \ mentales, al
que luego nos referiremos.
En la obra de Reckless, se da el siguiente resumen acerca de porcentaje de
delincuencia en las principales familias investigadas por considerárselas
criminales: “Kallikak. 0,3; Rufer, 1; Nam 1; Marcus, 2; Hill, 4; Dack, 4; Jukes, 6;
Zero, 7; Viktoria, 39; Anale 88. Los altos porcentajes en los dos últimos casos,
se sostiene, son debidos a la inclusión de dificultades domésticas menores,
insultos y faltas, en el inventario de los delitos”.
Como se advierte, este método no ha llegado a demostrar que la herencia
tenga una importancia determinante y muy alta: en la aparición del delito. Ni
siquiera los porcentajes arriba mencionados, sobre familias especialmente
seleccionadas, prueban un alto determinismo hereditario. En todo caso, habría
que analizar por qué la mayoría de los miembros de esas familias no delinque.
Se ha sostenido, con muchas razones, que lo más probable es que la
delincuencia, en los casos citados, pueda atribuirse al contagia adquirido en un
ambiente hogareño particularmente dañino.
El caso de la familia de Jonathan Edwards ha sido señalado en Estados Unidos
como una prueba de la debilidad de este método. Aquella familia es
mencionada como modelo de honradez y de contribución al país. Pero el padre
de Jonathan Edwards se casó dos veces: la primera, con Isabel Tuthill de la
que se divorció por adúltera. Quizá la conducta de Isabel Tuthill procediera de
alguna causa familiar pues uno de sus hermanos había matado a otro
hermano; otro, a un hijo. Del segundo matrimonio, con una mujer de
reconocidas virtudes, tuvo una larga descendencia que nunca salió de la
mediocridad. En cambio, Jonathan Edwards fue hijo de Isabel Tuthill. De su
estirpe, fueron investigados 1394 descendientes el año 1900; entre ellos,
estaban un vicepresidente de Estados Unidos, médicos, abogados,
educadores. periodistas, teólogos, militares, marinos, etc., en abundancia v de
destacadas cualidades. Si admitiéramos una criminalidad de origen hereditario,
¿no debió haber sido la familia de Jonathan Edwards un ejemplo de
criminalidad más convincente que el de los Jukes? Este caso parece
demostrar, por el contrario, que hasta algunas influencias perjudiciales de
familias anteriores pueden ser anuladas por la excelencia del hogar en que los
niños se crían.
En las investigaciones modernas se tiende a abandonar el caso de las familias
cuyos antecedentes son difíciles de establecer científicamente, por lo antiguos,
y se estudia sólo a pocas generaciones, aquéllas sobre las que se pueden
conseguir datos firmes.
4.— ESTUDIOS SOBRE MELLIZOS. - Hay dos tipos de mellizos; los
univitelinos, monocigóticos o idénticos y los bivitelinos, dicigóticos o fraternos.
Los primeros proceden de un solo huevo o cigoto que, en una etapa posterior a
la concepción, se escinde para dar lugar a dos o más seres; por tanto, si
recordamos cómo se produce la multiplicación celular, podemos afirmar que los
mellizos idénticos tienen la misma carga hereditaria. Los mellizos bivitelinos,
por el contrario, proceden de óvulos distintos, independientemente fecundados
por los espermatozoides; la independencia de los procesos de fecundación
hace que las combinaciones genéticas sean tan variadas como las de los
hermanos corrientes.
Si los mellizos univitelinos coinciden en su conducta criminal pese a haberse
criado en ambientes distintos, la delincuencia tendrá que atribuirse al factor o
los factores comunes, o sea, precisamente a los hereditarios. Si, por el
contrario, muestran conductas discordantes en relación con el delito, tal
discordancia no podrá atribuirse sino a los factores diferentes, es decir, a los
ambientales. No podrá llegarse a ninguna conclusión en caso de que el
ambiente sea semejante para los dos gemelos univitelinos.
En el caso de los mellizos bivitelinos, si la herencia tiene papel preponderante,
se deberán encontrar más discordancias que concordancias puesto que,
aunque nacidos de parto múltiple, tienen genotipos diferentes.
Lange — quien, según vimos, creó este método — estudió treinta parejas de
mellizos: trece de univitelinos y diecisiete de bivitelinos. En diez de las primeras
encontró que, cuando uno de los mellizos había delinquido, el otro también lo
había hecho: en los tres casos restantes había delinquido uno solo de la pareja.
Entre las diecisiete parejas de bivitelinos. en dos casos habían delinquido
ambos mientras que, en quince, sólo uno. De estas cifras. Lange extrajo una
conclusión terminante: "Los mellizos monovitelinos se comportan frente al delito
de una manera preponderantemente concordante mientras que, en cambio, los
bivitelinos lo hacen de una manera preponderantemente discordante. De
acuerdo con la importancia del método de investigación de los delitos,
debemos, por tanto, deducir la consecuencia de que la disposición juega un
papel preponderante en absoluto, entre las causas del delito”.
Pero tal conclusión puede calificarse por lo menos de prematura. Fue
Sutherland el que inició una crítica sistemática, desde el primer momento,
contra el nuevo método, cuyas limitaciones señaló de la siguiente manera:
a) No estaba claramente determinado el método de selección de casos. Unos
fueron extraídos de las prisiones bávaras; otros, del Instituto Psiquiátrico
Germano. Como no se aclara la procedencia de cada pareja, es probable que
los resultados dependieran también de la común psicopatía en la pareja de
mellizos y no sólo de causas hereditarias.
b) No se puede garantizar que se emplearan métodos seguros para clasificar a
los mellizos en uni y bivitelinos pues se los había investigado ya adultos; pero
el único método seguro es aplicable sólo en el nacimiento.
c) Casi la mitad de los mellizos eran de tipo ‘espejo”: uno era igual a la imagen
reflejada del otro; así, si uno era diestro, el otro era zurdo. Esto prueba que aun
la semejanza física no es tan exacta como se pretende, fuera de que estas
diferencias pueden tener repercusiones biológicas y psíquicas más profundas.
d) Si la criminalidad de los mellizos univitelinos se debe a razones hereditarias,
debió haberse demostrado que también había criminalidad en los
ascendientes, quienes presuntamente la habrían transmitido; pero el estudio de
Lange sólo demostró que había criminalidad en dos de los diez casos de
concordancia.
e) El ambiente social de los univitelinos y las reacciones que en él provoca son
mucho más semejantes que en los casos de hermanos corrientes o de mellizos
fraternos. ¡Eso se debe a que los mellizos univitelinos son muy semejantes
entre sí y siempre de! mismo sexo.
Sutherland ofrece dos posibles explicaciones a la elevada concordancia que los
mellizos univitelinos muestran ante el delito. Ambas posibilidades no se ligan
con lo hereditario y son:
a) Los mellizos univitelinos son seres anormales; quizá la división del poder
vital del cigoto primitivo pueda explicar las anormalidades criminales
posteriores;
b) los univitelinos proceden, en general, de hogares con penurias económicas,
alcoholismo y relaciones ilegítimas todo lo que significa un mal ambiente para
los hijos.
Este último punto ya contiene la principal crítica que puede hacerse a los
estudios de Lange e inclusive a otros posteriores: en ellos no se analiza la
importancia de los factores sociales.
Las críticas citadas adquieren relieve si se toma en cuenta que H. H. Newman
comprobó que los mellizos univitelinos muestran significativas divergencias de
carácter cuando son criados en ambientes distintos.
Sin embargo, se advirtió que el método de estudio de mellizos era promisor, de
modo que prosiguieron las investigaciones.
Los estudios de Rosanoff, realizados en Estados Unidos, tuvieron mucha
importancia. Amplió el ámbito de las investigaciones acopiando datos
referentes a delincuentes juveniles y a niños que presentan problemas de
conducta. Fue. además, un acierto el distinguirlos por sexos. Los resultados
finales están en el siguiente cuadro:
CLASES DE MELLIZOS Afectados Afectado uno
ambos solo
CRIMINALES ADULTOS
-Univitelinos 25 12
-Bivitelinos (del mismo sexo) 5 23
-Bivitelinos (de distinto sexo) 1 31
DELINCUENCIA JUVENIL
-Univitelinos 39 3
-Bivitelinos (del mismo sexo) 20 5
-Bivitelinos (de distinto sexo) 8 32
PROBLEMAS DE CONDUCTA
-Univitelinos 41 6
-Bivitelinos (del mismo sexo) 26 34
-Bivitelinos (de distinto sexo) 8 21

Para Rosanoff y sus colaboradores, estas cifras demostraban, una vez más, la
decisiva influencia de los factores hereditarios en la conducta criminal y
antisocial; sin embargo, se. advierte un argumento en contra en la alta
concordancia de los delincuentes juveniles cuando son mellizos bivitelinos del
mismo sexo. Este estudio puede considerarse superior al de Lange por la
mayor cantidad de materia] y por la distinción por sexos. Un cuadro general de
las principales investigaciones hasta la segunda guerra mundial, se puede
presentar así:
AUTOR Univitelinos Bivitelinos
Concord. Discor. Concord. Discor.
Lange (1929) 10 3 2 15
Legras (1932) 4 0 0 5
Kranz (1936) 20 12 23 20
Stumpefl (1936) 11 7 7 12
Rosanoff (1934) 25 12 5 23

Porcentajes 70 34 37 75
63.3% 32.7% 33% 67%

También a estos estudios se les hicieron críticas semejantes a las que había
merecido el de Lange. Se agregaron otras. Resalta, por ejemplo, la
discrepancia de los resultados conseguidos por los distintos autores; tal sucede
con Legras y Kranz. Los números son excesivamente bajos pava que se
puedan sacar conclusiones definitivas.
Reckless ha hecho notar que, si atribuimos a priori mayor importancia a lo
hereditario, las discrepancias de conducta entre mellizos univitelinos resultan
inexplicables. Tal discrepancia no puede deberse a causas hereditarias porque,
en tal aspecto, los univitelinos son iguales; tiene, por tanto, que deberse al
medio ambiente; pero eso implica reconocer que éste tiene influencia decisiva.
Pero, aunque lográramos probar que en los mellizos univitelinos la herencia es
preponderante como causa de delito, no podríamos extraer de tales casos
conclusiones científicas valederas para los demás hombres. El autor señala
que pudo efectuarse una contraprueba que no se ha hecho; consistiría en un
estudio sobre los mellizos en general para ver si son más proclives a la
delincuencia los univitelinos o los bivitelinos.
López Rey observa que no se han hecho las distinciones para determinar el
tipo de delito cometido. Si los dos miembros de una pareja gemela han
vulnerado el Código Penal y en eso, son concordantes, no puede inferirse que
también lo son en lo biológico y caracterológico ya que verían mucho las
condiciones que inclinan a tales o cuales tipos delictivos.
Estudios posteriores han llegado, en general, a las mismas conclusiones que
alcanzaron los primeros, ya citados. Por ejemplo, Shufu Yoshimasu
(investigaciones en 1941, 1961 y 1965) lanza afirmaciones semejantes a las de
Lange, pero sujetas también a críticas. En un análisis que abarca a más de tres
mil mellizos. delincuentes y no delincuentes, Christiansen llega a una
conclusión no extrema: la herencia determina muchos de nuestros caracteres
personales, pero, por sí sola, no parece suficiente para explicar la criminalidad.
5.— LA HERENCIA DE LO ANORMAL. — Si no se ha demostrado la herencia
de lo específicamente criminal, pueden alcanzarse muchos logros con la
investigación de algunas anormalidades. Estudios genéticos han demostrado
que esa transmisión hereditaria existe, a veces con carácter dominante, a
veces con „carácter recesivo. Tales anormalidades pueden implicar tendencia
al delito, sobre todo a algunos tipos delictivos relacionados con aquellos
rasgos. Es decir, habría una transmisión hereditaria de algunas formas físicas y
psíquicas que involucran una mayor inclinación al delito. Esta afirmación es
mucho menos optimista que la de algunos genetistas, pero se acerca más a la
realidad. Sin embargo, en algunos casos, existe un prejuicio al darse excesiva
importancia a lo anormal como si sólo ello fuera relevante desde el punto de
vista criminal; la verdad es distinta: también caracteres completamente
normales pueden explicar la aparición de conductas delictivas.
Los estudios más importantes se refieren a la oligofrenia, las demencias, las
psicosis, el alcoholismo y las psicopatías, si bien éstas últimas comienzan a ser
puestas en lugar secundario ya que son difíciles de definir y, además, suponen
mucha influencia ambiental. Se ha seguido también el método de relacionar la
delincuencia de unas personas con las anormalidades que se dan entre sus
parientes más cercanos lo que puede servir asimismo para determinar el
relieve del medio ambiente y, en algunos casos, abre la posibilidad de tomar
extremas medidas de protección social, como la esterilización.
En los últimos años, ha suscitado mucho interés el caso del cromosoma. Y
doble, cuya presencia anormal se ha señalado especialmente en criminales
autores de delitos sexuales y violentos.
Como es sabido, la fórmula cromosómica de la mujer es XX y, la del varón, XY,
de donde resulta que este cromosoma Y es característico de la masculinidad.
Hay casos anormales, sin embargo, en que la fórmula se ha convertido en XYY
y hasta en XYYY. Estos varones se caracterizan muchas veces por ser
robustos y tener escaso desarrollo mental junto con tendencia a la violencia lo
que pone en relieve una relación entre las características naturales y la
predisposición a los delitos señalados, si bien no puede dejarse de lado el
hecho de que las investigaciones hayan mostrado que los criminales de
fórmula XYY provienen generalmente de sectores en que las condiciones
ambientales son malas.
Habla en favor de la correlación el que, al parecer, el número de individuos
XYY es mayor entre los delincuentes que entre los no delincuentes.
Es indudable que, de esta manera, se ha descubierto un nuevo factor
cromosómico capaz de influir en la delincuencia. Pero tienen que evitarse las
posiciones extremas según las cuales se ha descubierto la causa de la
criminalidad violenta. No sólo el asunto sigue en consideración, sino que la
coactuación de factores ambientales es indiscutible. Al fin y al cabo, ya se
conocían hechos similares, como la herencia del biotipo atlético y de la
epilepsia, que apuntan o inclinan hacia la comisión de delitos violentos.
En cuanto a las mujeres con fórmula XXX, no se han realizado todavía estudios
acerca de su criminalidad. Se ha señalado que es frecuente en ellas la
debilidad mental.
De lo expuesto en este capítulo, pueden extraerse algunas conclusiones. La
primera es que no se ha probado una transmisión hereditaria y específica al
delito. No se puede dudar de la importancia de la herencia para determinar la
conducta humana; pero esa determinación no es unilateral: supone siempre la
cooperación con los factores ambientales. Se ha analizado especialmente la
importancia de la herencia de caracteres anormales, la que es evidente; pero
también la tienen los caracteres normales, por ejemplo, la constitución corporal.

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