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Rancière)
Capítulo 6
La infancia de un
enseñar y aprender
(J. Rancière)
Sigue el eco, la imagen reflejada de lo posi-
ble y olvidado: la posibilidad y necesidad
de hablar y escuchar.
No el eco que se apaga paulatinamente o la
fuerza que decrece después de su punto más
alto.
Sí el eco que rompa y continúe.
El eco de lo propio pequeño, lo local y par-
ticular, reverberando en el eco de lo propio
grande, lo intercontinental y galáctico.
El eco que reconozca la existencia del otro
y no se encime o intente enmudecer al otro.
El eco que tome su lugar y hable su propia
voz y hable la voz del otro.
El eco que reproduzca el propio sonido y se
abra al sonido del otro.
El eco de esta voz rebelde transformándose
y renovándose en otras voces.
Un eco que se convierte en muchas voces, en
una red de voces que, frente a la sordera del
Poder, opte por hablarse ella misma sabién-
dose una y muchas, conociéndose igual en
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Acerca de Sócrates
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15 La República I 337e.
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16 Ibid. I 338b.
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que ver con lo que para él hay de más bajo en el ser hu-
mano (el cuerpo, el placer) y el sometimiento a ellos de
los valores en su concepción más elevados (los del alma),
para Rancière, el problema es cómo pensar una sociedad
exhaustivamente desigual. En tanto para Sócrates la des-
igualdad es un supuesto, para Rancière es un problema.
Sócrates parte de la desigualdad buscando transformar
personas que continuarán siendo desiguales, y qué bue-
no que lo sean. Rancière, en cambio, parte de la igualdad
para pensar una política que la tenga como principio. Por
eso Sócrates es, para Rancière, el antiemancipador: por-
que trabaja a favor de la desigualdad, para perpetuarla.
No estamos tan seguros. Creemos que la desigual-
dad es un problema, pero la igualdad también lo es. Esta-
mos muy próximos del problema de Rancière (digamos,
“cómo pensar una sociedad exhausta de desigualdad”),
pero menos próximos de su solución. La igualdad como
presupuesto de una filosofía de la enseñanza puede trans-
formarse en una interrupción del pensamiento. En este
sentido, aunque no parte de la igualdad y sabe de ante-
mano lo que los otros deben saber, percibimos en Sócra-
tes un maestro emancipador en la medida en que trabaja
para ampliar el campo de lo problematizable, de aquello
que, a favor del problematizar filosófico, puede ser siem-
pre de otra manera. El saber de ignorancia, la invitación a
la inquietud sobre sí, son filosófica y políticamente mucho
más abiertos que cualquier pretendido saber positivo de
transmisión. Ese saber puede siempre abrir espacios de
libertad, cualquiera sea la pretensión que lo impulsa.
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de 2001”. In: Marcha del color de la tierra. México, DF: Rizoma, 2001,
p. 344.
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