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Luis Gustavo Ramos Arcaya

MUJER MADRE, COMPAÑERA Y HEROÍNA

Es lamentable y común oír que el rol de las mujeres en algunos sectores de la sociedad
peruana está limitado al desarrollo de labores cotidianas del hogar, como el de ayudar a sus
madres o cuidar a sus hermanos pequeños, o en el peor de los casos conseguir pareja. Pero
qué tanto de cierto tienen estos prejuicios y estereotipos que se han normalizado en la
sociedad peruana, quizá podríamos decir que es algo normal y por ende es correcto, pero
no, no lo es.

En ese entender también podríamos hablar de la participación política de la mujer en las


pasadas elecciones municipales de la provincia de Melgar donde extrañamente no vemos a
ninguna candidata, entonces podríamos preguntarnos qué ha ocurrido ¿no existen mujeres
que puedan liderar listas para el gobierno municipal? ¿solo los varones tienen esa
capacidad de liderazgo?, las evidencias nos dirían que sí, pero la historia nos daría un duro
revés al mostrarnos que la mujer siempre ha tenido y posee un papel protagónico dentro
del proceso histórico peruano.

El devenir histórico nos muestra que la mujer dentro de las luchas por la independencia del
Perú ha desarrollado un papel hasta hace poco inadvertido, lo llamamos inadvertido porque
tradicionalmente se creía que solo los varones habían tenido un papel protagónico en el
proceso independista de nuestra patria, donde la mujer simplemente tenía una labor
colaborativa hasta ser llamadas un ser sin criterio o pensamiento “La independencia, pues,
equivalía a un asunto viril. Las mujeres debían participar, pero solo porque lo hacían sus
hombres” (Martínez, 2012, p. 126).

A partir de las recientes investigaciones históricas sobre el papel de la mujer en las luchas
independistas del Perú, con mucha seguridad podemos afirmar que la mujer peruana si
tuvo un papel muy importante dentro de las luchas por la independencia de nuestra patria,
cumpliendo el rol de compañera, combatiente, colaboradora, organizadora y lideresa, pero
esta participación no se restringió simplemente a las señoras y mujeres de la alta clase
limeña, más por el contrario participaron desde lo más recóndito del espacio andino las
mujeres indígenas despectivamente conocidas como rabonas.

La mujer durante el siglo XVIII


Debemos de tener en cuenta que, tras la conquista y posterior colonización del
Tahuantinsuyo por los españoles, los naturales se levantaron en armas porque aún
anhelaban el regreso de su antigua nobleza inca y persistían en sus esfuerzos por liberarse
de tal dominación. “Son numerosos los levantamientos de protesta que originó la conquista
española, pero es a partir de 1770, que éstos se suceden de manera constante, expresión de
una tenaz resistencia contra el invasor” (Guardia, 2002, p. 105).

Por lo tanto, estudiar la participación que tuvo la mujer durante las luchas independistas no
solo abarca la culminación de este largo proceso en 1824 con la derrota definitiva de las
fuerzas realistas, más al contrario, este proceso inicia desde los primeros levantamientos de
los líderes incásicos a inicios del siglo XVIII, acompañados de la participación de las
mujeres. “Como hemos visto, las mujeres intervienen activamente en la emancipación
peruana, pero, antes de que ésta se inicie, su presencia resalta en diversos levantamientos
del siglo XVIII” (Martínez, 2012, p. 129).

El detonante que inicia estos levantamientos son los abusos contra los indígenas, los
varones eran obligados a desarrollar la mita minera de donde jamás volvían y de estos
abusos tampoco se libraban las mujeres.
Mientras que la explotación de la mujer tuvo como signo la violación y el maltrato
legitimados por el poder, en relaciones de subyugación a través de las cuales los
españoles las convirtieron en sus mancebas, esposas, amantes, sirvientas y
prostitutas (Guardia, mayo de 2016, p. 17).

A mediados del siglo XVIII, se inició el levantamiento de Juan Santos Atahualpa, que
también contó con el apoyo determinado de las mujeres naturales.
El misterioso líder se benefició de un activo apoyo femenino, del que dieron cuenta
dos religiosos franciscanos en el informe a un superior de su orden: las mujeres se
arman entusiastas y van con sus hijos en busca de su nuevo Rey Inca (Martínez,
2012, p. 129)

De igual manera las mujeres estuvieron obligadas a realizar trabajos en los obrajes en
condiciones infrahumanas. “Otro párroco, Francisco Romero, denunció que los
corregidores llegaban al extremo de hacer tejer sin descanso a las mujeres, retribuyéndolas
con míseras propinas o con nada…” (Guardia, 2021, p. 16).

Entonces no solo el indígena varón padecía los abusos del sistema de explotación impuesto
por los españoles, también la mujer mostraba su descontento hacia 1777. “Ese año, en
Huánuco, Juana Moreno mató al Teniente Corregidor General Domingo de la Cajiza, en
protesta por el abusivo cobro de impuestos” (Guardia, 2002, p. 106).

Otro hecho que muestra la participación activa de la mujer en contra de las autoridades
coloniales. “otra figura relevante, Juana Moreno, de Huánuco, la llamaron “vengadora de
su pueblo” porque en 1777 mató al funcionario español Domingo de la Cajiza o Cajiga,
después de que los indígenas rodearan su residencia” (Martínez, 2012, p. 130).

Es en estas circunstancias es que para el año 1780 se inicia el movimiento más


trascendental contra el dominio español. “Este es el clima de agitación social que precede
la más importante rebelión indígena comandada por José Gabriel Condorcanqui Túpac
Amaru, con una participación femenina de particulares características de liderazgo y
heroísmo representadas por Micaela Bastidas” (Guardia, 2021, p. 18).

La mujer indígena más grande de América

Para el año 1780, se alistaba en el sur del virreinato peruano un alzamiento que sacudiría
sus cimientos, se iniciaba el levantamiento de José Gabriel Condorcanqui con el
ajusticiamiento de autoridades coloniales locales, pero desde ese momento resaltaba la
participación de Micaela Bastidas Puyucahua.
Pero, sin duda, ninguna de estas rebeldes alcanza la celebridad de Micaela Bastidas,
la esposa de José Gabriel Condorcanqui Tupac Amaru, el protagonista de la gran
insurrección de 1780, que fue más allá de los motines clásicos para amenazar el
mismo centro del poder español (Martínez, 2012, p. 130).

José Gabriel Condorcanqui era cacique por lo tanto descendía de la antigua nobleza
incaica, del otro lado su compañera Micaela venía de un estrato social muy bajo. “Si Tupac
Amauru venía de alta cuna, Micaela, provenía de un estrato social humilde, era hija natural
y analfabeta. No hablaba el castellano, pero sí lo entendía” (Martínez, 2012, p. 131). Varias
referencias comparten el origen de Bastidas. “En cambio, Micaela Bastidas Puyucahua,
descendía de una familia pobre y sin ningún rango” (Guardia, 2002, p. 108).

Pero, sobre todo, a pesar del origen humilde y el analfabetismo de esta heroína, esto no le
fue ningún impedimento para tomar un rol protagónico muy importante.
Desde el inicio de la relación matrimonial, Micaela Bastidas desempeñó un rol
trascendental en la vida de Túpac Amaru y posteriormente en la insurrección.
Asumió la administración de las tierras, las cuentas y el pago de los peones durante
los frecuentes viajes de su esposo (Guardia, 2021, p. 19).

Como se afirma líneas arriba en 1780 inicia el movimiento más importante dentro del
virreinato del Perú, en contra de los abusos de la casta española contra los indígenas, gesta
dirigida por José Gabriel Condorcanqui, pero muy bien secundada por su esposa Micaela
Bastidas Puyucahua. “A lo largo de la revuelta, su protagonismo alcanza tanta relevancia
como el de su cónyuge, si no mayor aún. La vemos impartir órdenes, organizar
expediciones o dirigirse a gobernadores y caciques” (Martínez, 2012, p. 133). E inclusive
va más allá tomando ella misma el mando, esto debido a la ausencia de su esposo.
En varios documentos se refieran a ella con hostilidad asegurando que tenía un
carácter más intrépido que el marido, y que en su ausencia dirigía ella misma las
expediciones a caballo para reclutar gente y armas, dando órdenes con rara
intrepidez y autorizando los edictos con su firma (Guardia, mayo de 2016, p. 18).

Era tan importante la posición de Bastidas que incluso los consejeros y otras mujeres
colaboradoras de José Gabriel le escribían cartas donde la llaman señora mía e inclusive
señora gobernadora.
También le escriben a ella los consejeros de Tupac Amaru, aquellos que
compartieron su suerte en la derrota: Diego Berdejo, Pedro Mamani, Melchor
Castelo, Pedro Mendigure, Ramón Ponce, Antonio Bastidas, Andrés Castelo,
Marcos de la Torre. Los sacerdotes, Pedro Juan de Luna, Domingo de Escalante,
Carlos Rodríguez de Ávila y Gregorio de Yépez, que después también fueron
procesados. Y varias mujeres: Tomasa Tito Condemayta, Ángela Pacuri, Francisca
Herrera, Catalina de Zalas y Pachacutti (Guardia, 2002, p. 114).

La importancia de la participación de Micaela Bastidas queda reconocida, aun por las


propias autoridades coloniales cuando es sentenciada a pena de muerte.
La importancia de la presencia de Micaela Bastidas en la insurrección queda
demostrada en la condenada a la pena de muerte que firmó José Antonio de Areche,
en la ciudad de Cusco, el 16 de mayo de 1781: “por complicidad en la Rebelión
premeditada y ejecutada por Tupac Amaru, auxiliándolo en cuanto ha podido,
dando las ordenes más vigorosas y fuertes para juntar gente, (…) invadiendo las
provincias para sujetarlas a su obediencia, condenando al que no obedecía las
ordenes suyas o de su marido (…) esforzando y animando a los indios al
levantamiento (Guardia, mayo de 2016, p. 22).

Este fue el castigo que recibió la mujer indígena, por apoyar y participar activamente
contra los abusos de las autoridades coloniales, y fue así que terminó este largo proceso de
reivindicación de sus derechos.
Antes de matarla, le cortaron la lengua “y se le dio garrote, en que padeció infinito;
porque teniendo el cuello muy delgado, no podía el torno ahogarla, y fue menester
que los verdugos … dándole patadas en el estómago y pechos, la acabasen de
matar”. Después le cortaron la cabeza que fue expuesta durante varios días en el
cerro de Piccho. Luego, desprendieron sus dos brazos, uno fue enviado a
Tungasuca y el otro a Arequipa. Una pierna a Carabaya, y el resto del cuerpo
quemado (Guardia, 2021, p. 47).

Cacicas y caudillas indígenas


Son muchas las mujeres que también participaron activamente contra los abusos
coloniales, a pesar de su condición no desmayaron en brindar apoyo a los levantamientos,
aunque muchas veces su participación quedó en el olvido o simplemente dejada de lado.
“Desde la conquista hasta la insurrección de Tupac Amaru, la mujer indígena combatió
permanentemente. Participó en las sublevaciones, fue enlace, reclutadora de rebeldes, espía
en las casas, proveedora de alimentos” (Guardia, 2002, p. 125).

Las mujeres que podemos resaltar de este periodo son cacicas y caudillas que entregaron
sus vidas para poder acabar con los abusos contra su raza.
Tomasa Titu Condemayta, la famosa Cacica de Acos (Quispicanchis, Cusco),
demostró un carácter firme y decidido. Fue quizá la única que se opuso a Micaela
Bastidas en su decisión de marchar al Cusco, y dirigió una brigada de mujeres que
defendió con éxito el puente Pilpinto (provincia de Paruro) de las tropas españolas
(Guardia, 2002, p. 125).
Esta insigne mujer fue condenada a muerte junto a José Gabriel Condorcanqui y Micaela
Bastidas en 1781, y su cabeza fue enviada a Sangarará como escarmiento a la población
que osaba alzarse contra el régimen español.

También debemos de nombrar a otras mujeres, que también pertenecieron al entorno de


Túpac Amaru, como sus familiares directos.
Cecilia Tupac Amaru, prima de Tupac Amaru y casada con uno de sus principales
capitanes, el español Pedro Mendigure, participó activamente en el sitio del Cusco
y en los preparativos insurreccionales del cerro Piccho. Cuando lo detuvieron en
Sicuani, el mismo día que ejecutaron a su esposo, la sacaron montada en burro y la
azotaron por las calles. (Guardia, 2021, p. 33).

Marcela Castro que participó en el levantamiento de Marcapata, esposa de Marcos


Tupac Amaru y madre de Diego Cristóbal Tupac Amaru, uno de los más
importantes líderes del movimiento de Tupac Amaru, fue condenada a muerte.
Margarita Condori, que combatió con Diego Tupac Amaru fue ejecutada. Fueron
condenas al destierro, Manuela Tito Condori esposa de Diego Cristóbal Tupac
Amaru, así como Ventura Monjarrás, anciana madre de Juan Bautista Tupac
Amaru, pero murió en la cárcel (Guardia, 2021, p. 34).

Ajusticiados los principales líderes que acompañaron a Túpac Amaru en 1780, existió
quienes aún persistían en la lucha, pero fueron derrotados en 1783 con la captura y
ejecución de Diego Cristóbal Tupac Amaru, además muchas mujeres fueron condenadas
por haber sido encontradas culpables de ayudar a los rebeldes.
Entonces, las mujeres que participaron en la gesta y familiares de los rebeldes
fueron condenadas a caminar desde el Cusco hasta el Callao a pie. Debían recorrer
descalzas cerca de 1400 km atravesando ciudades del Cusco, Huamanga,
Huancavelica, Huancayo, Cañete, Lima, hasta llegar al Callao. El 1 de octubre de
1783, partió la Caravana de la Muerte conformada por 75 mujeres y 17 niñas, “con
lo que quedó limpia esta ciudad y sus provincias de la mala semilla de esta infame
generación…”, señala un informe español. En el Callao debían embarcarse en el
buque “Pedro Alcántara” que las llevaría desterradas a México (Guardia, 2021, p.
35).

De ese grupo de más de 70 mujeres que partieron hacia el destierro, murió más de la mitad
antes de llegar al Callao.

La mujer y la consecución de la independencia


Liquidadas y ajusticiadas las fuerzas rebeldes de Tupac Amaru, existió un ambiente de
supuesta tranquilidad en el virreinato, pero ya se comenzaba a gestar nuevamente un
movimiento independista, protagonizado esta vez por la casta criolla, mestiza e indígena
que a continuación vemos.
Naturalmente, la insurgencia femenina no acabo aquí. En 1814, el brigadier
Pumacahua encabeza una rebelión contra los españoles. Le prestará su apoyo
Ventura Cclamaqui, una mujer de clase humilde tal como indica su apellido, que en
quechua significa “sirviente” o “brazo desnudo”. Por lo que sabemos, ella y sus
compañeras se unieron a la columna de Béjar y Hurtado, que avanzaba hacia
Huamanga. Entre gritos de libertad y justicia llegaron a la ciudad, el 31 de agosto
de 1814, donde proclamaron la independencia (Martínez, 2012, p. 141)

También en este periodo resalta el papel que cumplieron distintas mujeres, cumpliendo
diversos encargos por la causa independista. “Brígida Silva de Ochoa, perteneció a una
familia de patriotas, hermana del coronel Remigio Silva implicado en la conspiración
contra el virrey Abascal en 1809; y del abogado Mateo Silva que promovió una Junta de
Gobierno en el Cusco” (Guardia, 2021, p. 40).
Poco después los criollos conquistaron la independencia, factor indispensable para
el desarrollo y expansión de sus intereses económicos. Las gestas emancipadoras
dirigidas por los indios fueron minimizadas y olvidadas, no obstante que la rebelión
de Tupac Amaru y Micaela Bastidas sacudió los cimientos del sistema colonial.
También la participación de la mujer fue borrada como si el hecho de ser mujer y
de morir por la patria y la libertad, no tuviese el mismo significado y la misma
dimensión que las acciones de los héroes, todos masculinos, de nuestra historia
(Guardia, 2021, p. 129).

Las afirmaciones de Guardia tienen mucho sentido, pues cuando los criollos consiguen la
independencia del Perú, ellos intentan menospreciar el papel que tuvieron los indígenas
hasta antes de 1821, porque por mucho tiempo, solo se tomó en cuenta a la parte
culminante del proceso independista, pero será a partir de las investigaciones recientes que
se da un verdadero reconocimiento a todos los héroes y heroínas del proceso independista.

Surge también el papel de mujeres que ofrendaron sus vidas para la causa de la
independencia. María Parado de Bellido fue apresada su casa saqueada e incendiada, y sus
hijas echadas a la calle bajo la prohibición de darles alojamiento. “Por negarse a revelar la
fuente de información de los movimientos de Carratalá, María Parado de Bellido fue
ejecutada” (Guardia, 2021, p. 42).

En este punto no podemos dejar sin reconocimiento a las mujeres que despectivamente
fueron llamadas rabonas, mujeres humildes que acompañaron al ejército independista
siguiendo a sus esposos, hijos, hermanos cumpliendo la labor de cocineras, enfermeras,
que si llegado el caso entraban al fragor de la batalla. “Pero, por más despectivo que sea el
Libertador, los ejércitos del momento necesitaban a las mujeres, indígenas o mestizas, que
acostumbraban a seguirles a la cola de las columnas y que, por eso mismo, recibían el
nombre de rabonas”. (Martínez, 2012, p. 147)

En conclusión, queda demostrado que la mujer si cumplió un papel muy importante en las
luchas independistas de nuestra patria contra el sistema explotador y opresor colonial de la
metrópoli española, incluso las mujeres fueron más allá entregando sus fortunas, sus
bienes, no temieron las represalias, gustosas acompañaron y lucharon palmo a palmo con
los varones e incluso hasta sin temor a entregar sus vidas por la causa independista.

Debe de quitarse, olvidarse los prejuicios y estereotipos de sexo débil en las mujeres de
nuestro país, la mujer debe de ser consciente que juega y cumple un papel muy importante
en la historia del Perú, y no basta con escribirlo en libros o investigaciones, más por el
contrario deben de establecerse medidas que resalten y reconozcan el papel de la mujer en
la sociedad peruana.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Guardia, B. (mayo de 2016). Exclusión y género en los procesos de independencia del


Perú. Cuadernos de investigación, 104. Recuperado de http://www.cemhal.org

Guardia, S. B. (2002). Mujeres peruanas. El otro lado de la historia (Cuarta ed.). Lima,
Perú: Minerva.

Guardia, S. B. (Ed.). (2021). Las mujeres en la independencia del Perú. Lima, Perú:
AMILGRAF E.I.R.L.

Martínez, F. (Ed.). (2012). Heroínas incómodas. La mujer en la independencia de


Hispanoamérica. Ediciones Rubeo.

Rosas, C. (Ed.). (2021). Mujeres de armas tomar. La participación femenina en las


guerras del Perú republicano. Lima, Perú: Gráfica Educativa.

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