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Burbuja especulativa.
Correlación estadística.
déficit, lo que en casos extremos puede conducir a un círculo vicioso: el Estado tiene
que seguir endeudándose para pagar los intereses de la deuda contraída. En tales casos
puede llegar a un acuerdo con sus acreedores para efectuar una quita, es decir una
reducción del montante de la deuda. En último término se puede producir una quiebra o
impago de la deuda soberana (sovereign default) es decir que el Estado anuncie que no
pagará a sus acreedores, pero un Estado que lo hiciera se encontraría en adelante en
dificultades para encontrar crédito. En los siglos XVI y XVII la monarquía española se
declaró varias veces en quiebra.
La tasa de interés es más baja cuanto mayor es la confianza en que el Estado que emite
los títulos de deuda está en disposición de pagar los intereses ofrecidos y se eleva en la
medida que aumenta el riesgo percibido por los inversores. Se denomina por ello prima
de riesgo al incremento de la tasa de interés de las emisiones de deuda pública debido a
la desconfianza de los mercados. En Europa la deuda alemana es la que inspira más
confianza y por ello la prima de riesgo se mide por la diferencia entre la tasa de interés
que se paga por la deuda un país y la que se paga por los títulos alemanes. Así, por
ejemplo, si el bono español a diez años se paga a un interés del 4 % y el alemán al 2 %
se dice que la prima de riesgo es de 200 puntos básicos (un punto porcentual equivale a
cien puntos básicos). La prima de riesgo se mide en el mercado secundario, es decir en
el mercado de reventa de títulos de deuda, y puede presentar oscilaciones muy
marcadas. La prima española, que era prácticamente nula a comienzos de 2007, llegó a
superar los 600 puntos básicos en el verano de 2012.
Cuanto más aumenta el déficit público más aumenta la deuda pública y más disminuye
la confianza de los inversores, lo que genera un círculo vicioso porque esa desconfianza
hace que aumente la prima de riesgo. Para evitar ese círculo vicioso los Estados han de
ajustar su presupuesto, recurriendo a la elevación de los impuestos y a la reducción de
los gastos.
El déficit público está condicionado por las fluctuaciones del ciclo económico. En
momentos de recesión se reducen los ingresos públicos, porque los impuestos rinden
menos, y se elevan los gastos por prestaciones de desempleo. Por otra parte, como
destacan los economistas de la escuela keynesiana, la reducción brusca del déficit en
plena recesión, mediante el crecimiento de los impuestos y/o la reducción de los gastos
sociales, puede resultar contraproducente, al provocar una mayor reducción de la
demanda. Ello implica que las políticas de ajuste, necesarias para reducir el déficit, han
de ser graduales.
Desarrollo humano.
los años medios de estudio de la población actual y los que tendrán los escolares de hoy
de mantenerse los parámetros actuales) y el ingreso nacional bruto por habitante
(medido según la paridad de poder adquisitivo). Su utilidad principal es la de evaluar los
progresos que se producen en los países de menor desarrollo, ya que trata de medir la
satisfacción de las necesidades básicas de salud, educación e ingresos. En 2022 el IDH
más alto era el de Suiza, 0,962, y el más bajo el de Sudán del Sur, 0,385.
Dado el impacto negativo de la desigualdad sobre el bienestar social, el PNUD calcula
también el IDH ajustado por la desigualdad, que en 2022 era de 0.894 en Suiza y de
0,245 en Sudán del Sur.
El IDH no toma en consideración aspectos importantes de la vida, como los ecológicos
o los morales, pero constituye un instrumento muy útil para expresar en términos
cuantitativos el nivel de bienestar humano alcanzado por un país.
Economía de mercado.
muchas opciones diferentes. El Estado juega hoy un papel más importante en la Europa
occidental continental que en Estados Unidos y Gran Bretaña.
La intervención del Estado se incrementó en Europa y América en el período
comprendido entre el final de la Segunda Guerra Mundial y la crisis del petróleo de
1973, período en el que tuvieron gran influencia las ideas del economista británico John
M. Keynes y se produjo el gran desarrollo del Estado de bienestar. Pero desde
comienzos de los años ochenta, se produjo un retorno hacia el libre mercado,
protagonizado por Margaret Thatcher en Gran Bretaña y Ronald Reagan en Estados
Unidos (neoliberalismo).
Algunos defensores de la economía de mercado, como Frederich Hayek y Milton
Friedman, sostienen que la libertad de los agentes económicos es indispensable para que
se desarrollen las libertades civiles y políticas. Lo cierto es que la experiencia histórica
muestra que la economía de mercado es compatible con un régimen autoritario, como en
el Chile de Pinochet o la China de hoy, pero que no ha habido ninguna democracia cuyo
sistema económico no sea de mercado.
Globalización.
Libre comercio.
Inglaterra le resultaba rentable especializarse en los tejidos, porque sus costes relativos
(es decir en comparación con los costes portugueses) eran más bajos que en el caso del
vino. La conclusión es que todo país saldrá beneficiado en la medida en que se
especialice en la producción de aquellas mercancías cuyos costes relativos son menores.
La aplicación práctica de este principio da lugar a muchos debates, pero su validez
general es apoyada por una abrumadora mayoría de los economistas profesionales. De
manera muy gráfica, el prestigioso economista Paul Krugman ha afirmado que, si su
profesión tuviera un credo, éste contendría sin duda los dos artículos siguientes:
“entiendo el principio de las ventajas comparativas” y “apoyo el libre comercio”. A los
consumidores les perjudica el proteccionismo porque las barreras a las importaciones
encarecen los precios que pagan. Y se ha comprobado que aquellos países que se han
orientado hacia la exportación han tenido en las últimas décadas un desarrollo
significativamente más elevado que los que adoptaron una política de substitución de
importaciones que reservara el mercado nacional a los productores nacionales
Sin embargo, cierto grado de proteccionismo se da en todos los países. Uno de los
motivos es que siempre existen sectores productivos nacionales a los que el libre
comercio les perjudica: en el ejemplo de Ricardo serían el sector vitivinícola inglés y el
sector textil portugués. Desde el punto de vista político resulta además importante el
hecho de que el libre comercio beneficia al conjunto de los consumidores de manera
poco visible, mientras que puede dañar de manera muy obvia a un sector concreto, que
presionará en contra.
Además de la defensa de intereses particulares, el proteccionismo puede apoyarse en
diversos argumentos. Un argumento muy sólido es el relativo a los sectores productivos
nacientes, que no han alcanzado las economías de escala necesarias para reducir los
precios, pero que tras una etapa de protección estarán en condiciones de afrontar la
competencia exterior. En tales casos los economistas recomiendan unas tarifas
aduaneras moderadas. Menos justificación teórica, pero mucho apoyo político, tiene la
protección de ciertos sectores en declive, como es notoriamente el caso del sector
agrario de muchos países muy desarrollados. La política agraria común europea, por
ejemplo, es muy proteccionista. Otros argumentos se basan en la protección de la
independencia nacional, que ciertos sectores temen se vea comprometida si el país
depende del exterior para su prosperidad económica, aunque ello resulta en nuestros
días inevitable, a no ser que se admita el drástico declive del nivel de vida que
implicaría una política autárquica. Los sindicatos de los países desarrollados se sienten
amenazados por la competencia de los países con un nivel salarial más bajo, a los que se
traslada la producción industrial de ciertos sectores (deslocalización). A un nivel más
general, sectores de opinión de los países más desarrollados temen que la competencia
internacional lleve a poner en cuestión sus niveles de protección social o de protección
al medio ambiente. Por otra parte, a raíz de la epidemia de Covid, muchos gobiernos se
han planteado la protección de las cadenas de suministros críticas. También la tensión
internacional derivada de la guerra de Ucrania y el problema energético pueden tener
consecuencias en este ámbito. Sin embargo, el principio de que el libre comercio es en
conjunto beneficioso difícilmente puede discutirse.
La defensa del libre comercio a nivel global es el objetivo de la Organización Mundial
de Comercio, que promueve rondas de negociación en que los distintos países se
comprometen mutuamente a reducir sus barreras al comercio. También es posible
promover el libre comercio dentro de un área geográfica determinada, como lo hacen en
sus respectivas áreas la Unión Europea, el Tratado de Libre Comercio de América del
Norte, que integra a Estados Unidos, Canadá y México, la Alianza del Pacífico (México,
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Recesión económica.
Para las comparaciones internacionales es necesario utilizar una tasa de cambio de las
monedas y para ello se utilizan dos métodos. El primero es utilizar la tasa de cambio del
mercado internacional, método por el que se obtiene el PIB nominal. El segundo, en
cambio, pretende una medición más realista teniendo en cuenta la paridad de poder
adquisitivo, es decir eliminando el efecto causado por las diferencias del nivel de
precios entre los distantes países. Puesto que los precios son más altos en los países más
ricos este segundo método, que refleja con mayor exactitud el nivel de vida relativo,
muestra una menor diferencia entre el PIB de los países más desarrollados y de los
países en desarrollo. En las comparaciones internacionales el PIB se expresa en dólares,
así es que el PIB según la paridad del poder adquisitivo (PPA) de un país representa la
suma en dólares de los bienes y servicios producidos en ese país, valorados según el
precio que esos mismos bienes y servicios tienen en Estados Unidos.
Transición demográfica.
Comunismo.
El comunismo es una ideología política que propugna el establecimiento de una
sociedad sin clases basada en la propiedad colectiva de los medios de producción. Los
primeros partidarios del comunismo se dieron a conocer en Europa en los años cuarenta
del siglo XIX y el documento más importante de sus primeros tiempos fue el Manifiesto
comunista, publicado por los alemanes Kart Marx y Friedrich Engels en 1848, en cuya
doctrina se basaron todos los Estados comunistas del siglo XX. Hasta la revolución rusa
de 1917 los términos comunista, socialista y socialdemócrata se utilizaban casi como
sinónimos y el de comunista era el menos utilizado, pues los partidos que se inspiraban
en la doctrina marxista solían denominarse socialistas o socialdemócratas. Pero cuando
tras la revolución de 1917 el ala llamada bolchevique del Partido Socialdemócrata Ruso,
encabezada por Lenin, estableció su dictadura, adoptó la denominación de Partido
Comunista, reutilizando el término empleado por Marx y Engels en 1848. A partir de
ahí se produjo una escisión en el movimiento socialista internacional y los sectores
favorables a las tesis de Lenin se agruparon en partidos comunistas nacionales.
La doctrina elaborada por Marx y Engels, conocida como marxismo, se
presentaba no como una propuesta de acción política, sino como el descubrimiento
científico de las leyes en las que se basaba el desarrollo histórico, la principal de las
cuales era la de la lucha de clases. Marx y Engels sostenían que el capitalismo había
promovido una enorme expansión de la capacidad productiva, pero era incapaz de
gestionarla, porque se basaba en el choque de las iniciativas privadas, y conducía por
ello a repetidas crisis económicas y al empobrecimiento de la mayoría de la población,
relegada a la condición de un proletariado carente de toda propiedad que no fuera su
propia capacidad de trabajo. Pero por efecto de las leyes inexorables de la historia, que
ellos creían haber descubierto, el proletariado derrocaría el poder de la burguesía
mediante una revolución violenta e impondría su propia dictadura. El capitalismo daría
paso a la propiedad colectiva de los medios de producción, que aseguraría la
desaparición de las diferencias de clases y el nacimiento de una sociedad comunista,
próspera y libre. Sin embargo, Marx y Engels nunca describieron ni siquiera los
mínimos fundamentos de cómo suponían que iba a funcionar la sociedad comunista del
futuro. Se limitaron a afirmar que la desaparición de las diferencias de clases llevaría a
la desaparición del Estado, que no era sino el órgano de una clase para oprimir a otra.
Así es que en la fase final del comunismo se llegaría a un modelo de sociedad similar a
la que propugnaban los anarquistas, aunque para estos la destrucción del Estado
representaba el primer paso de la revolución, mientras que los marxistas planteaban
como primer paso la conquista del Estado por el proletariado.
La doctrina oficial de todos los Estados comunistas del siglo XX ha sido el
marxismo-leninismo o sus derivados, como el maoísmo en China, oficialmente
denominado marxismo-leninismo-pensamiento de Mao Zedong. La premisa del
marxismo-leninismo, que fue codificado por Stalin, era que las afirmaciones de Marx,
Engels, Lenin y luego el propio Stalin o, en el caso de China, Mao, eran verdades
científicas indiscutibles. La principal aportación del propio Lenin fue el concepto de que
la revolución debía ser guiada por la “vanguardia del proletariado”, organizada en un
partido disciplinado, el partido comunista. Lenin mantuvo la idea marxista de la
desaparición final del Estado, pero fundó de hecho un Estado muy autoritario, el primer
ejemplo de lo que algunos politólogos denominan Estado totalitario. Ello se debió a que
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transformó el vago concepto de dictadura del proletariado, que Marx y Engels nunca
precisaron, en el concepto muy claro de la dictadura de un partido centralizado.
A partir de Lenin los términos socialista y comunista adoptaron significados
nuevos. Por un lado, se produjo una escisión permanente en el movimiento socialista
internacional, que se dividió en partidos socialistas y comunistas, con la particularidad
de que para los comunistas los socialistas no eran sino renegados. Por otra parte, en la
terminología leninista se denominaba socialista a la sociedad surgida en la primera fase
revolucionaria, reservando la calificación de comunista a la sociedad futura, en la que el
Estado desaparecería. Eso significa que ninguno de los Estados comunistas del siglo XX
llegó a entrar en la fase que según su propia definición sería el comunismo. Por eso la
denominación oficial que el Estado creado por Lenin mantuvo hasta su desaparición fue
la de Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Nótese: socialistas y no comunistas.
En la práctica los rasgos fundamentales de todos los Estados comunistas del siglo XX
fueron la propiedad estatal de los medios de producción, la planificación económica y la
dictadura de partido único, que en muchos casos se convirtió en dictadura personal del
líder supremo: Stalin en la Unión Soviética, Mao en China, Kim Il-sung en Corea,
Castro en Cuba. La desaparición del sistema comunista ha sido sorprendentemente
rápida. Entre 1989 y 1991 el comunismo desapareció en toda Europa central y oriental,
en la propia Unión Soviética y en Mongolia. En cambio, en China y en Vietnam el
mantenimiento de la dictadura del Partido Comunista se ha combinado con una rápida
transición hacia la economía de mercado, con notable éxito. A la altura de 2010 el
sistema comunista sólo pervive, también, en otros pequeños países como Laos, Corea
del Norte y Cuba.
Democracia.
El término democracia procede del griego y significa gobierno del pueblo. Los
primeros ejemplos de gobierno democrático conocidos son los de las antiguas ciudades-
estado griegas, en las que se practicaba una forma de democracia directa, mediante la
participación de los ciudadanos en asambleas populares. La democracia moderna es en
cambio representativa, es decir que son los representantes elegidos por el pueblo
quienes deliberan acerca de las principales decisiones a tomar. El punto de arranque de
la democracia moderna fueron las revoluciones americana y francesa de fines del siglo
XVIII, pero, tuvieron que pasar décadas hasta la llegada de la democracia moderna,
cuando el sufragio universal alcanzó a toda la población adulta tras la abolición de la
esclavitud, el derecho de voto femenino a partir de 1913 (en Noruega), el
reconocimiento de la igualdad jurídica de los pueblos colonizados y de derechos
políticos a minorías étnicas o raciales. De ahí que para muchos autores la democracia
sea un fenómeno del siglo XX.
Las definiciones clásicas de democracia se han centrado en la fuente de
legitimidad del gobierno (la soberanía popular), en el propósito del gobierno (el bien
común) y en el procedimiento para formar el gobierno (mediante la decisión de los
representantes del pueblo). Este último fue el aspecto destacado por Joseph Schumpeter
en su libro de 1942, Capitalismo, socialismo y democracia, en el que criticó la validez
de las definiciones basadas en la fuente de legitimidad y el propósito del gobierno y
propuso definirla en términos de procedimiento, es decir en la competencia por el voto
del pueblo entre quienes aspiran a gobernar. En esa misma línea y en un libro publicado
en 1991, La tercera ola, Samuel Huntington ha definido el sistema democrático como
aquel en que el poder se basa en elecciones “limpias, honestas y periódicas”, en las que
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los candidatos compiten libremente por los votos y virtualmente toda la población
adulta tiene derecho al voto, lo cual implica la existencia de libertades de expresión,
reunión y asociación que hagan posible el debate político y permitan la organización de
campañas electorales. También es el criterio seguido por las organizaciones
internacionales de referencia, como las dependientes de Naciones Unidas, y por
instituciones de prestigio mundial como la independiente Freedom House, cuyos
informes anuales (Feedom in the World) sobre el desarrollo de las libertades en los
distintos países son muy influyentes.
Una definición basada en el procedimiento tiene la ventaja de que permite
identificar si un sistema es democrático mediante el análisis de aspectos como la
limpieza electoral y el control parlamentario del gobierno, pero en último término una
democracia implica también un consenso general sobre unos principios éticos
fundamentales, que se pueden resumir en una concepción de la dignidad humana que
postula la libertad y la igualdad de todos los hombres y mujeres. La declaración de
independencia de los Estados Unidos de América lo planteó así en 1776, al afirmar que
“todos los hombres son creados en la igualdad, y dotados por su Creador de ciertos
derechos inalienables entre los que se encuentran la vida, la libertad y la búsqueda de la
felicidad”, y que para asegurar esos derechos crean los hombres gobiernos “que derivan
sus justos poderes del consentimiento de los gobernados”. Más de dos siglos después
Ronald Dworkin, en su libro La democracia posible (2006), ha definido los dos
principios básicos de la dignidad humana en los que se basa el consenso democrático
como el “principio del valor intrínseco” y el “principio de la responsabilidad personal”.
El primero, que responde al ideal de igualdad, implica que todas las vidas humanas
tienen un valor y que es importante que todas las personas tengan la oportunidad de
desarrollar su potencialidad. El segundo, que responde al ideal de libertad, implica que
corresponde a cada persona la responsabilidad de desarrollar su propia potencialidad, de
acuerdo con sus propios valores personales.
En su libro de 1991, La tercera ola, Huntington ha propuesto una periodización de
la historia de la democracia basada en tres periodos de avance, que denomina olas,
separados por dos de retroceso. La primera ola, que arrancó de las revoluciones
americana y francesa de fines del siglo XVIII, condujo a mediados del siglo XIX a la
aparición de los primeros sistemas políticos que satisfacían los criterios mínimos de la
democracia, definidos como un gobierno responsable ante un parlamento que a su vez
es elegido periódicamente por un cuerpo electoral suficientemente amplio. La derrota de
los imperios centrales en la Primera Guerra Mundial condujo al punto más alto de esta
primera ola y el retroceso se inició poco después con el establecimiento del régimen
fascista en Italia. A partir de entonces se produjo el auge de las dictaduras, que llegó a
su ápice con la conquista alemana de gran parte de Europa en la II Guerra Mundial. La
derrota del Eje dio inicio una segunda ola democratizadora, que se vio potenciada por la
descolonización, pero esta segunda ola fue de breve duración, pues el reflujo se inició a
comienzos de los años sesenta, con el avance de las dictaduras en Asia, África y
América latina. La tercera ola democratizadora se produjo en el último cuarto del siglo
XX. Su inicio se produjo con la caída de las dictaduras de la Europa mediterránea y su
momento culminante fue el hundimiento del comunismo, que desde 1945 había
representado la gran ideología que rivalizaba con la democracia.
Los politólogos, avalados por los datos de instituciones como Freedom House,
suelen distinguir dos niveles de calidad democrática al diferenciar entre democracias
electorales (con elecciones razonablemente libres y justas, sufragio universal, sistema
multipartidista) y democracias liberales. Las primeras permiten transferencias pacíficas
y regulares de poder entre fuerzas políticas rivales; las segundas, además de eso,
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mantienen un alto nivel de respeto a los derechos humanos, con gobiernos sujetos al
imperio de la ley, libres de la tutela de autoridades militares o religiosas, con un sistema
judicial independiente y garantías de protección para los derechos políticos y las
libertades civiles.
Derecho de autodeterminación.
pueblos que permanecen bajo dominio colonial y ocupación extranjera”, sin añadir más.
El conflicto se plantea cuando un grupo humano que es mayoritario en un territorio
que forma parte de un Estado más amplio se considera a sí mismo como una nación y
reivindica el derecho a la autodeterminación. El caso se ha repetido varias veces en los
últimos años, por ejemplo, en la disolución de Yugoslavia, sin que la comunidad
internacional haya adoptado una doctrina coherente al respecto. En el caso de que la
división se realice por acuerdo de las partes, los nuevos Estados son inmediatamente
reconocidos por dicha comunidad internacional, como ocurrió en el caso de la
República Checa y de Eslovaquia, dos Estados surgidos de la división de
Checoslovaquia. Cuando la independencia se declara unilateralmente no existe en
cambio un criterio unánime, como ocurre en el caso de Kosovo, cuya independencia
respecto a Serbia ha sido reconocida por la mayoría de los Estados miembros de la
Unión Europea, pero no por otros, como es el caso de España. Una doctrina quizá
aplicable al caso de Kosovo es la del jurista Allen Buchanan, quien defiende la
integridad territorial como un elemento legal y moral de la democracia, pero admite el
derecho a la secesión sólo como último recurso de aquellos grupos humanos que hayan
sufrido graves injusticias para las que la secesión resulte el remedio apropiado. Muy
pocas constituciones recogen el derecho a la secesión: Austria, Etiopía, Francia o Suiza.
En el caso de Canadá, una sentencia de su tribunal supremo estableció en 1998 que la
secesión unilateral de Quebec no era legal, ni siquiera a partir de un referéndum
favorable, porque dicho territorio no estaba bajo control colonial ni en régimen de
ocupación; sólo podía hacerse por negociación y, según la ley (Clarity Act 1999)
aprobada por su parlamento para regular el derecho de autodeterminación, una secesión
sólo podría ser legal si se daba la doble premisa de una supermayoría favorable
expresada en las urnas a partir de una pregunta clara y una enmienda constitucional que
fuera ratificada por todos los ciudadanos canadienses. En Bélgica, las fuerzas
nacionalistas de Flandes han renunciado en 2014 a la secesión; en cambio Escocia y
Cataluña están planteando referendos de autodeterminación como vía para una posible
independencia.
Derechos humanos.
Los derechos humanos son aquellos que se reconocen a todos los seres humanos por el
hecho de serlo. Esta concepción no adquirió reconocimiento universal hasta 1948, año
en que la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la Declaración universal de los
derechos humanos. Pero sus orígenes se remontan a una tradición que arranca de la
filosofía griega y del concepto romano del derecho natural, luego desarrollado por
pensadores cristianos, como Tomás de Aquino, Francisco Suárez, Hugo Grocio y John
Locke. Los defensores del derecho natural afirmaron que, por encima del derecho
positivo de los Estados, existe un derecho basado en la propia naturaleza humana que
los gobernantes deben respetar y, aunque en la actualidad la validez de los derechos
humanos no se asocia necesariamente con esta doctrina, es en ella donde se halla su
origen histórico. La expresión derechos humanos se comenzó a usar a fines del siglo
XVIII y se difundió en el XIX.
Las primeras declaraciones de derechos fueron el resultado de las revoluciones inglesa,
americana y francesa de los siglos XVII y XVIII. En Inglaterra la Ley de derechos de
1689 afirmó ciertos derechos individuales frente a la arbitrariedad del gobierno. En
Estados Unidos la Declaración de Independencia de 1776 afirmó que todos los hombres
han sido creados iguales y dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables,
entre los que se incluyen la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Y en Francia
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Etnia.
Una etnia o grupo étnico es un grupo humano que cree provenir de unos
antepasados comunes, tiene una tradición cultural común y afirma un sentido de
identidad diferenciado. El término procede de la palabra griega ethnos, que suele
traducirse por nación. Durante el período colonial fue aplicado por los europeos a los
diversos grupos indígenas que convivían en los territorios colonizados y más tarde se ha
asignado a los grupos de inmigrantes que mantenían rasgos culturales diferenciados en
el seno del país en que se habían establecido.
No es sencilla la distinción en el uso de los términos etnia y nación. Ambos pueden
ser intercambiables cuando por nación se entiende un grupo humano diferenciado por su
tradición cultural; pero el término nación se utiliza también para definir a un grupo
humano que constituye un Estado soberano, mientras que etnia nunca se emplea en ese
sentido. Cuando en un mismo Estado nacional conviven grupos con tradiciones
culturales diferenciadas se puede decir que se trata de un Estado multiétnico. El término
nacional suele tener un contenido político más fuerte que el término étnico, así es que si
un grupo humano se define a sí mismo como nación está proclamando con ello su
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aspiración a algún tipo de autogobierno, mientras que no ocurre lo mismo con un grupo
que se percibe como étnico, en parte porque, a diferencia de los grupos nacionales, los
grupos étnicos no siempre ocupan un territorio diferenciado. En los últimos tiempos, sin
embargo, han surgido movimientos que reivindican derechos específicos en función la
identidad diferenciada de su respectivo grupo étnico. De ello ha surgido el debate sobre
el multiculturalismo.
En el uso habitual, el término étnico se emplea sobre todo para grupos humanos de
origen no europeo. En Gran Bretaña, por ejemplo, puede hablarse de minorías étnicas
para referirse a los grupos caribeños o pakistaníes procedentes de la inmigración, pero
resultaría raro aplicar el término a los escoceses o los galeses. En las ciencias sociales el
término se utiliza, en cambio, con un alcance más general. Uno de los primeros
sociólogos en emplearlo fue Max Weber, quien definió como grupos étnicos a aquellos
grupos humanos que mantienen la creencia subjetiva de descender de unos antepasados
comunes, debido a sus rasgos físicos, sus costumbres o sus memorias de pasadas
migraciones o colonizaciones, independientemente de que dicha creencia tenga o no
bases reales.
En contra de una percepción bastante extendida, los grupos étnicos no son
entidades estables, sino que se remodelan, aparecen y desaparecen en función de todo
tipo de interrelaciones entre las poblaciones humanas. Al proceso por el cual llega a
formarse un grupo étnico se le denomina etnogénesis. Por otra parte los límites de un
grupo étnico no son siempre nítidos, por lo que a menudo resulta imposible identificar
objetivamente el número de etnias que conviven en un territorio.
La utilización política de la identidad étnica puede llevar a la imposición de
identidades arbitrarias y conflictos violentos. El término limpieza étnica se emplea para
referirse a la expulsión violenta de un grupo étnico de un territorio. Las matanzas y otras
acciones encaminadas al exterminio de un grupo nacional, étnico, racial o religioso se
engloban en el delito de genocidio, definido en el derecho internacional a partir de la
convención de Naciones Unidas de 1948.
Hace un siglo etnia y raza tendían a identificarse, es decir, que se pretendía asociar
los rasgos culturales propios de una etnia con determinados rasgos físicos hereditarios,
pero este enfoque ha quedado desacreditado, tanto por los avances de la investigación
científica como por el rechazo de todas las doctrinas racistas que se produjo tras los
horrores del nazismo. Un paso decisivo se dio con la declaración de la UNESCO sobre
la cuestión racial de 1950: destacados antropólogos afirmaron que los grupos
nacionales, religiosos, geográficos, lingüísticos y culturales no coincidían
necesariamente con grupos raciales y que sus rasgos culturales no tenían conexión
genética demostrada con rasgos raciales, por lo que para evitar errores era deseable
prescindir del término raza y referirse a tales grupos como étnicos.
Liberalismo.
adoptar esa denominación, que a mediados de aquel siglo era ya comúnmente usada en
toda Europa y América.
Los principios liberales básicos, según el filósofo John Gray, son el individualismo,
el igualitarismo, el progresismo y el universalismo. Es decir, que los liberales defienden
los derechos del individuo frente a las presiones colectivas, afirman la igualdad de
derechos de todos los seres humanos, confían en un progresivo avance político y social
y afirman la primacía de los valores humanos universales frente a las diferentes
tradiciones culturales. Los liberales defienden la propiedad privada, la libertad
económica, el gobierno representativo, la separación de la Iglesia y el Estado y el
pluralismo político.
Se suele considerar como “padre del liberalismo” al filósofo John Locke, quien tras
el triunfo definitivo del parlamentarismo en Inglaterra con la “gloriosa revolución” de
1688, defendió el gobierno basado en el consentimiento de los gobernados. Un siglo
después, las revoluciones americana y francesa dieron un gran impulso a la idea de
libertad. El liberalismo clásico, que se desarrolló en Europa y América en el siglo XIX,
promovió los derechos individuales y el gobierno representativo. Su concepto de
libertad se basaba en la llamada libertad negativa, es decir, la libertad del individuo
frente a toda coacción exterior, del Estado, de la Iglesia o de cualquier otra fuerza
colectiva, incluida la posible tiranía de la mayoría. La doctrina de los economistas
clásicos, expuesta por primera vez por Adam Smith en La riqueza de las naciones
(1776), defendió la libertad de mercado frente a las interferencias estatales y el libre
comercio internacional frente a las medidas proteccionistas. En todo ello el modelo
británico resulto particularmente influyente. John Stuart Mill, el más influyente filósofo
liberal británico del siglo XIX, resumió el concepto clásico de la libertad al afirmar que
ésta consiste en que cada uno persiga su propio bien a su propio modo.
Desde comienzos del siglo XX el liberalismo clásico fue en parte reemplazado por
el llamado nuevo liberalismo o liberalismo social, que destacaba las obligaciones
sociales del Estado y fue una de las corrientes que contribuyó al surgimiento del Estado
del Bienestar. Surgió así el concepto de libertad positiva, desarrollado en primer
término por el filósofo británico Thomas H. Green, que destacaba la necesidad de
instituciones sociales y políticas que proporcionaran a los individuos las condiciones
necesarias para ejercer su libertad. Si, de acuerdo con el concepto de libertad negativa la
misión del Estado es dejar hacer, de acuerdo con el concepto de libertad positiva el
Estado debe garantizar las condiciones de bienestar mínimas para que todos puedan
ejercer su libertad. La Gran Depresión de los años treinta contribuyó a una pérdida de
confianza en la capacidad del libre mercado para regularse de manera autónoma y a una
mayor intervención del Estado, que encontró su inspiración en la nueva doctrina
económica de John Maynard Keynes. Por el contrario, a partir de la crisis de 1973 y de
los gobiernos de Margaret Thatcher en Gran Bretaña y Ronald Reagan en Estados
Unidos, se ha producido un retorno a los principios del liberalismo clásico, a veces
denominado neoliberalismo, que se ha difundido por el mundo con el avance de la
globalización. En la actualidad los principios liberales básicos han sido asumidos por
todos los partidos identificados con la democracia, pero la herencia del liberalismo
clásico la mantienen sobre todo los diversos partidos liberales, de orientación en general
centrista, que forman la Internacional Liberal y que en el Parlamento Europeo se
agrupan en la Alianza de Liberales y Demócratas.
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Multiculturalismo.
Nación.
El término nación, derivado del latín natio, se emplea para referirse a un grupo
humano que presenta ciertos rasgos culturales comunes y posee o aspira a algún tipo de
autogobierno. Aunque a menudo se emplea como sinónimo de país o de Estado (un
tratado internacional es en realidad un tratado entre Estados, de la misma forma que
Naciones Unidas es una organización formada por Estados), en principio no es difícil
establecer una distinción entre ambos términos, pues país se refiere básicamente a un
territorio, mientras que Estado designa una entidad política soberana. Más difícil es
establecer la distinción respecto a términos como pueblo o etnia, salvo que el término
nación tiene una carga política más fuerte: si un grupo humano se define a sí mismo
como nación, manifiesta con ello su derecho al autogobierno.
Así mismo, el término nación se aplica tanto a la nación-estado como a la nación
cultural. Una nación-estado es un Estado que se presenta como la expresión soberana de
una comunidad nacional, mientras que una nación cultural es una comunidad que se
siente vinculada por unos rasgos culturales compartidos, aunque no posea un Estado
propio. Este segundo concepto resulta más problemático que el de nación-estado, ya que
no existe un consenso acerca de los rasgos que definen a una nación cultural. El
requisito indispensable es que los miembros que constituyen esa comunidad sientan la
existencia de un vínculo entre ellos basado en factores como la historia, la lengua, la
religión y otras tradiciones culturales.
Hay dos corrientes interpretativas básicas de nación. La interpretación
esencialista o primordial de las naciones, común ente los militantes nacionalistas,
considera que las naciones son las comunidades naturales en las que se subdivide la
especie humana, tienen profundas raíces históricas y su meta final de máxima
independencia busca conformar un Estado propio; mientras que los Estados
multinacionales serían construcciones artificiales. Otra corriente de autores estima, por
el contrario, que las naciones son construcciones sociales, es decir, producto de una
acción voluntaria y consciente de las nuevas élites del Estado moderno, es decir, un
producto de ingeniería social y cultural: “comunidades políticas imaginadas” basadas en
“tradiciones inventadas”, con contenidos revisados y redefinidos permanentemente, para
inculcar valores e impulsar la homogeneización cultural y la cohesión social, como una
especie de nueva religión política. Ernest Gellner, por ejemplo, ha afirmado que son los
nacionalismos los que engendran a las naciones y no viceversa. En unos casos son
viejos Estados los que promueven la nacionalización apoyándose en el sistema
educativo, la difusión de una lengua común, símbolos (banderas, himnos), mitos
históricos, fiestas, rituales y espectáculos (deportes), conmemoraciones, servicio militar,
impuestos, éxitos en el desarrollo económico o imperial, literatura, música y otras
manifestaciones culturales. En otros, cuando se trata de los nacionalismos sin Estado,
aunque tengan como base herencias étnicas, religiosas y culturas preexistentes, son las
élites nacionalistas las que reconstruyen y reinterpretan éstas para formular un proyecto
nacional de carácter político, movilizan a las masas tras él con los instrumentos a su
disposición del repertorio antes citado, y lo convierten en un movimiento político y
social cuyo objetivo es lograr la unidad de esa comunidad, su autonomía, y, finalmente,
su independencia política.
Hay casos en que los ciudadanos de un Estado se sienten miembros de una
misma nación debido a su historia común, a pesar de sus diferencias étnicas o
lingüísticas. En Europa el caso más evidente es el de Suiza, un Estado en el que se
hablan cuatro lenguas y cuyos ciudadanos se sienten integrados en una Willensnation, es
decir, una nación basada en la voluntad. Un caso similar es el de aquellas naciones
22
Nacionalismo.
primer caso, la nación queda delimitada por unas fronteras que son el resultado de una
sucesión de azares históricos, como uniones dinásticas o victorias militares, mientras
que, en el segundo, es el propio movimiento nacionalista el que se arroga la capacidad
de identificar los límites de la nación soberana.
Cuando la nación identificada por los nacionalistas coincide con un Estado
preexistente, su objetivo será reforzar los rasgos culturales comunes que diferencian a
ese Estado con respecto a sus vecinos, es decir, esforzarse en crear una identidad
cultural diferenciada, y a su vez promover la homogeneidad cultural en el interior de sus
fronteras. Cuando la nación identificada por los nacionalistas resulta en cambio estar
dividida en varios estados o sometida a estados que los nacionalistas consideran
extranjeros, el movimiento nacionalista ha de plantearse necesariamente tres cuestiones:
cuáles son las fronteras de su nación, cuales son los rasgos culturales que diferencian a
los miembros de esa nación respecto a sus vecinos y cuál es el grado de autogobierno
político que desean para su nación. La acomodación de estos nacionalismos sin Estado
se convierte en conflictiva cuando los objetivos definidos por las élites nacionalistas
chocan con la realidad constitucional o ponen en riesgo la integridad territorial o los
intereses de los Estados implicados. Los mecanismos que han resultado más eficaces
son: alguna fórmula federal que incluya una segunda cámara legislativa de
representación territorial, la distribución proporcional de recursos y poder estatal, la
protección especial de derechos culturales de las minorías contra discriminaciones y la
posibilidad de que los grupos minoritarios pueden rotar o compartir poder en las
coaliciones de gobierno central. Sin embargo, una segunda cámara legislativa con
sobrerrepresentación de las unidades con menos población (en EEUU o Brasil cada
estado tiene el mismo número de senadores con independencia de su población), viola el
principio democrático “un hombre, un voto” y la regla de la mayoría. Incluso puede
hacer difícil la formación de gabinetes en sistemas parlamentarios donde éstos necesiten
la confianza de las dos cámaras. Otra dificultad es la tensión entre la defensa de
derechos culturales colectivos y la protección de los derechos individuales. Los
primeros (derecho a un sistema educativo, instituciones religiosas o legales, medios de
comunicación propios) no deben violar política o constitucionalmente los derechos de
los ciudadanos individuales, detentadores esenciales de derechos en un sistema
democrático. Tampoco el estado central puede delegar completamente su
responsabilidad en el mantenimiento de los mismos. Ejemplos de este tipo de conflicto
se han dado en temas lingüísticos en Quebec, en Cataluña y Bélgica o con los tribunales
de familia musulmanes en India. El sistema federal de EEUU también permitió a los
Estados del Sur limitar la libertad de los afroamericanos.
Finalmente, hay que constatar la vulnerabilidad de las democracias a presiones
nacionalistas de tipo secesionistas. Una vez conseguidos el reconocimiento a la lengua y
a un sistema educativo propios, constituida una intelectualidad nacionalista, establecidas
instituciones con recursos dirigidas por la élite política nacionalista, ésta puede utilizar
todos estos elementos, bien para promover una acomodación dentro del Estado federal
más beneficiosa para sus intereses -lo más habitual- o bien para conseguir la
independencia. Estos procesos generan incertidumbre e inestabilidad política, además
de crispación y enfrentamiento en la comunidad afectada, con perjuicio sobre todo para
los ciudadanos que no se identifican con el ideal nacionalista.
24
Neoliberalismo.
Socialdemocracia.
que hacia su abolición. Ello condujo a su identificación práctica con el sistema basado
en la combinación de la economía de mercado y el intervencionismo estatal, dominante
en Europa en aquel periodo. Pero el retorno al liberalismo económico que se produjo a
partir de los años setenta llevó gradualmente a los partidos socialdemócratas a modificar
sus planteamientos y a apoyar un modelo económico más flexible y abierto. Esto ha
conducido a que a comienzos del siglo XXI las políticas económicas de los gobiernos
socialdemócratas no sean en muchos aspectos contrapuestas a las de gobiernos más
conservadores, al tiempo que la socialdemocracia se mantiene como la principal fuerza
política en el campo de la izquierda.
El primer partido socialdemócrata fue el alemán, que surgió en el congreso de
Gotha de 1875 de la fusión de dos partidos preexistentes y se basó en gran medida, pero
no de forma exclusiva, en la doctrina de Marx. En los años siguientes surgieron nuevos
partidos de semejante orientación, que adoptaron la denominación de socialistas o
socialdemócratas, y en 1889 se fundó la Internacional Socialista, también conocida
como Segunda Internacional, que actuó como órgano de enlace entre ellos. Fue en el
seno del Partido Socialdemócrata Alemán donde surgió la corriente revisionista del
marxismo en la que se encuentra el origen de la socialdemocracia actual. Su principal
impulsor, a partir de 1898, Eduard Bernstein, criticó el determinismo económico de
Marx y su creencia en el empobrecimiento creciente de los trabajadores, en el inevitable
hundimiento del capitalismo, en la división de la sociedad en dos clases antagónicas y
en la necesidad de la dictadura del proletariado. Por el contrario, propuso que la
socialdemocracia colaborara con otros partidos democráticos de izquierda para impulsar
reformas sociales y políticas graduales por medios pacíficos. Los novedosos
planteamientos de Bernstein fueron mayoritariamente rechazados por el movimiento
socialista internacional, pero sus ideas terminaron por imponerse en la práctica.
A partir de la revolución rusa de 1917 y de la escisión comunista, la mayor parte
de los partidos socialistas rechazaron el marxismo dogmático y la dictadura de partido y
asumieron la defensa de las libertades democráticas. Tras la turbulenta era de los
fascismos y de la Segunda Guerra Mundial esa fue la tendencia que se impuso en la
socialdemocracia europea. La nueva Internacional Socialista, fundada en 1951,
denunció en su documento fundacional (la declaración de Frankfurt) tanto el
capitalismo como el comunismo. Los partidos que la integraban asumieron la defensa
de los principios liberales en que se basaban las democracias occidentales al tiempo que
impulsaban, junto a otros partidos, el desarrollo del Estado del Bienestar. En 1959 el
Partido Socialdemócrata Alemán abandonó en su congreso de Godesberg el marxismo y
el concepto de la lucha de clases.
El triunfo del Estado del bienestar, tanto en Europa como en otros lugares,
incluido Estados Unidos, que carece de una tradición socialdemócrata, ha restado
especificidad a los partidos socialdemócratas. Puesto que la sustitución de la economía
de mercado ya no se plantea y los rasgos básicos del Estado del bienestar no son
discutidos por ninguna corriente política importante, el programa socialdemócrata
básico se ha convertido en parte del consenso democrático. Por otra parte, la necesidad
de combinar el mantenimiento del Estado del bienestar con la promoción de la eficacia
económica, en una etapa de creciente competencia a nivel global y de declive
demográfico, ha obligado a los gobiernos socialdemócratas a tomar medidas de
liberalización económica contrarias a su tradición.
26
3. Organizaciones internacionales
Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional
G7 y G20.
El G7, inicialmente G6, luego G7 y G8, y ahora de nuevo G7, es un foro de discusión
intergubernamental creado en 1975 por iniciativa del presidente francés Giscard
d’Estaing y con la participación inicial de Francia, Alemania, Italia, Japón, el Reino
Unido y los Estados Unidos, con el fin de analizar los problemas de la economía
mundial, que en el momento de su fundación se veía gravemente afectada por el
impacto de la crisis del petróleo de 1973. Al mismo se incorporaron Canadá en 1976 y
Rusia en 1997, aunque este último país fue expulsado en 2014 como consecuencia de la
crisis de Crimea. La Unión Europea también está representada. Una vez al año se
celebra una cumbre de los jefes de gobierno del grupo, con participación de
representantes de la Unión Europea, y además se celebran reuniones ministeriales sobre
diferentes temas de interés común. Las cumbres anuales despiertan una gran atención en
los medios de comunicación, pero no se trata de nada parecido a un gobierno mundial,
sino de un foro en el que los jefes de gobierno de algunos de los países más poderosos
intercambian ideas y puntos de vista. Para subrayar su condición de simple foro de
discusión, el G7 no se ha dotado de una estructura administrativa permanente, por lo
que la responsabilidad de convocar y presidir las reuniones rota anualmente entre los
países miembros En 2018 los miembros del G7 representaban casi el 15% de la
población mundial, el 58% del Producto Mundial Bruto nominal y el 46 % del mismo
medido según la paridad del poder adquisitivo.
En 2008 el impacto de la crisis económica mundial y el reconocimiento de la creciente
importancia de las economías emergentes condujeron a que adquiriera mayor relevancia
otro grupo, el G20. Este existía desde 1999 como grupo de ministros de hacienda y
gobernadores de los bancos centrales, pero a partir de ese año se han celebrado cumbres
de los jefes de gobierno del grupo. Hubo dos cumbres en 2009 y otras dos en 2010, pero
a partir de entonces se ha acordado que sean anuales. Los temas abordados se refieren a
la estabilidad económica mundial. El G20 incluye a los miembros del G8, es decir
Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Alemania, Francia, Italia, Rusia y Japón, a otros
once países: México, Brasil, Argentina, Sudáfrica, Turquía, Arabia Saudí, India,
Indonesia, China, Corea del Sur y Australia, y a la Unión Europea. En conjunto, esos
diecinueve países representan el 65 % de la población mundial y el 85 % del Producto
Mundial Bruto. Ciertas instituciones internacionales, como el Banco Mundial y el
Fondo Monetario Internacional, también están representadas. Al igual que el G7, el G20
carece de estructura administrativa permanente y la presidencia es rotatoria.
A pesar de carecer del grado de institucionalización de Naciones Unidas, las cumbres
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del G7 y el G20 representan los más importantes foros de discusión colectiva de los
principales líderes mundiales.
Naciones Unidas.
La Organización de Naciones Unidas, o más sencillamente Naciones Unidas, es una
organización internacional fundada tras la Segunda Guerra Mundial para defender la
paz y la seguridad y promover los derechos humanos y el desarrollo económico y social.
El primero en usar la expresión naciones unidas fue el presidente americano Franklin D.
Roosevelt, que lo empleó para referirse a los estados aliados que combatían juntos en la
guerra mundial, y su primer uso oficial fue en la Carta del Atlántico, suscrita en enero
de 1942 por los gobiernos de 26 países. En abril de 1945 se inició la conferencia de San
Francisco, en la que se aprobó la Carta de la nueva organización. La primera Asamblea
General se celebró en Londres en enero de 1946, con la participación de los 51 Estados
que inicialmente se incorporaron.
En 2022 cuenta con 193 Estados miembros. Sus lenguas oficiales son árabe, chino,
español, francés, inglés y ruso (el árabe se añadió en 1973 a los cinco originales). Las
lenguas utilizadas por el Secretariado son francés e inglés. Sus cinco órganos
principales son la Asamblea General, el Consejo de Seguridad, el Consejo Económico y
Social, el Secretariado y la Corte Internacional de Justicia. La sede de los cuatro
primeros se halla en Nueva York, mientras que la Corte tiene su sede en La Haya. El
sistema de Naciones Unidas cuenta también con diversas agencias especializadas, cuyas
sedes se reparten por diversos países del mundo.
La Asamblea General, integrada por todos los países miembros, es un órgano
deliberativo que celebra sesión una vez al año. Excepto en lo que afectan al presupuesto
de la propia organización, sus resoluciones no son vinculantes para los países miembros,
aunque tienen un valor político importante. Los convenios internacionales aprobados
por la Asamblea no entran en vigor hasta que son ratificados por un número
determinado de Estados y sólo son vinculantes para los Estados que los ratifican. Las
decisiones principales han de ser tomadas por mayoría de dos tercios de los Estados
miembros.
El Consejo de Seguridad es el encargado de velar por la paz y la seguridad
internacionales. A diferencia de los restantes órganos de Naciones Unidas, que sólo
pueden hacer recomendaciones, las resoluciones del Consejo de Seguridad acerca de las
obligaciones que los Estados miembros han asumido conforme al artículo 25 de la
Carta, son vinculantes. Lo integran 15 Estados, de los cuales cinco, China, Estados
Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia (es decir los vencedores de la Segunda Guerra
Mundial) son miembros permanentes con derecho a veto. El derecho a veto permite a
cada uno de los cinco miembros permanentes evitar la adopción de resoluciones a las
que se opone, pero no evitar que se debatan. Los diez miembros no permanentes son
elegidos por la Asamblea General sobre una base regional y con un mandato de dos
años. Las propuestas de reformar el Consejo de Seguridad, incluida la incorporación de
nuevos miembros permanentes, no han salido adelante por falta de consenso.
El Secretariado está integrado por funcionarios internacionales independientes de sus
respectivos gobiernos y lo encabeza el Secretario General, que es el responsable de la
selección de esos funcionarios. Tiene la misión de impulsar las resoluciones adoptadas
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