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1.

ABUNDANCIA DE LA MENTIRA: ¿VALDRÁ


LA PENA ACTUAR CON HONRADEZ?

En el mundo actual, la verdad parece eludirnos cuando los partidos


políticos se lanzan estridentes acusaciones de “¡Mentiras! ¡Puras
mentiras!”

Entre cada ruidosa acusación y contracusación, los populares medios


de difusión proclaman: “¡Últimas noticias!” Respetadas entidades del
gobierno despiden altos funcionarios por empañar su buen nombre y
dañar su credibilidad.

Localmente, los estados y municipios han visto una serie interminable


de funcionarios oficiales condenados por violaciones a la ética.

El perjurio, o mentir bajo juramento, es un delito grave que ha hecho


caer a muchos de sus puestos de confianza.

En el mundo académico, estudiantes, profesores y administradores


hacen trampa, malversan fondos y cometen violaciones al reclutar
personal.

Actuar con honradez no solo vale la pena, ¡sino que es el único modo


de proceder que funciona a lo largo del tiempo!

Las mentiras, las verdades a medias, las insinuaciones y los chismes


llevan a la ruina a personas, familias, negocios y aun países enteros.
Sin embargo, vemos con desconcierto que son como la norma en
todo el mundo. ¿Por qué?

Es claro que la falta de instrucción moral, tanto en casa como en las


diferentes instituciones de educación, está produciendo una cosecha
de espinos y malezas; no el fruto santo de la honradez y rectitud.

Además, hay otra fuente de falsedad, que muchos pasan por alto.
Quizás a usted le sorprenda la falta de honradez y rectitud que es
parte de las creencias cristianas convencionales.

La mayor parte de las religiones y organizaciones mundiales que se


declaran cristianas, enseñan que Jesucristo ha reemplazado o abolido
los diez mandamientos dictados por Dios en el monte Sinaí, y que los
cristianos no están obligados a obedecerlos.

Muchos reconocen que dichos mandamientos son principios morales


sanos, pero que no constituyen el fundamento sólido y definitivo para
la conducta cristiana.
Los ejemplos del alejamiento de la instrucción bíblica son muchos. El
cuarto mandamiento dice: “Acuérdate del sábado para santificarlo”
(Éxodo 20:8 ).

Según las Escrituras, el día de reposo debe guardarse desde la puesta


del Sol del viernes, hasta la puesta del Sol del sábado. No obstante,
la mayor parte de la cristiandad convencional guarda el domingo
como su día de culto.

De igual forma, aunque el segundo mandamiento prohíbe representar


y honrar a Dios mediante imágenes, muchas iglesias en todo el
mundo hacen caso omiso, y exhiben cuadros, estatuas, íconos y
reliquias como parte de su culto.

TRADICIONES DE HOMBRES

Cuando los antiguos israelitas se disponían a entrar en la Tierra


Prometida, Dios les advirtió: “No preguntes acerca de sus dioses,
diciendo: De la manera que servían aquellas naciones a sus dioses,
yo también les serviré. 

No harás así al Eterno tu Dios… Cuidarás de hacer todo lo que yo te


mando; no añadirás a ello, ni de ello quitarás” (Deuteronomio
12:30-32).

Con el correr de los siglos, entre el cristianismo reconocido se fueron


infiltrando tradiciones paganas, como las relacionadas con la navidad,
el domingo de resurrección y el día de san Valentín, a la vez que esas
iglesias iban abandonando los días santos que Dios dispuso en
Levítico 23.

El apóstol Juan lo dijo con toda claridad: “En esto sabemos que
nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos.

El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es


mentiroso, y la verdad no está en él” (1 Juan 2:3-4).

La anterior afirmación se relaciona muy bien con las instrucciones de


Jesucristo en Juan 14:15: “Si me amáis, guardad mis
mandamientos”.

A los discípulos les dijo: “Si guardareis mis mandamientos,


permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los
mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor” (Juan
15:10).
En la plaza pública y en los edificios de las iglesias, la verdad suele
brillar por su ausencia.

Las ideologías partidistas han reemplazado el interés sincero por los


pueblos gobernados. Las verdades bíblicas se han reemplazado por
tradiciones religiosas.

La disfunción política no se puede corregir ni reformar desde el


establecimiento religioso ya afianzado, pero nosotros sí podemos
aplicar el precepto bíblico que dice: “Ocupaos en vuestra salvación
con temor y temblor” (Filipenses 2:12).

¿Cómo proceder para que se produzca este cambio profundo en la


vida? Lo hacemos aceptando las verdades que otros rechazan.

Cuando hacemos de la obediencia a Dios una prioridad, podemos


librarnos de las mentiras y engaños que predominan en estos
tiempos, porque “conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”
(Juan 8:32).

2. JESÚS ANTE LA MENTIRA Y LA CORRUPCIÓN

A la luz de las palabras de Jesús y de Juan el Bautista… ¿Qué pasa


cuando el ejercicio del poder se aleja del espíritu de servicio?

La «mentira» y la «corrupción» son signos que revelan el estado de


salud de las personas, de las sociedades; afectan a la justicia, al bien
común; fomentan la desconfianza, el chantaje, el aprovechamiento
de la buena voluntad; no nos dejan ser honrados con la realidad de
los pobres.

Hemos escuchado: «no roben o engañen, ni mientan» (Levíticos


19:11 y 12) porque «la verdad nos hará libres» (Juan 8:32).

Sí, pero para ello hay que vivir «desechando la mentira, cada uno
hablando con la verdad con su prójimo» (Efesios 4:25).

La consecuencia es clara: sólo es sujeto y por tanto verdaderamente


humano, quien habla con la «verdad».

Juan el Bautista criticó el sistema político de su época con la metáfora


«raza de víboras» (Mateo 23:33).

Esto le costó su vida. Jesús denunció el comercio que existía en torno


al Templo, donde confluían actores políticos, económicos y religiosos;
los comparó con una «cueva de ladrones» (Mateo 21:13),
dejando al descubierto cómo vivían de la mentira, de la corrupción,
manipulando las conciencias de los pobres, quitándoles sus bienes. Al
final lo matan.

Quien roba y miente le quita el pan, el futuro al pobre, y torna al otro


en dependiente, porque ha convertido al «dinero» en su ídolo
(Lucas 16:13).

Jesús captó que su pueblo andaba cual «ovejas sin pastor» (Mateo
9:36).

Nadie lo representaba dignamente ante esta situación: el poder


político lo engañaba con duras «cargas» que apesadumbraban la vida
cotidiana, y el religioso había olvidado hablar como «profeta» y
«sanar» como pastor.

Uno y otro justificaban lo que sucedía. Tenían miedo (Juan


11:48).

Jesús los llama hipócritas porque eran «semejantes a sepulcros


blanqueados, que por fuera lucen hermosos, pero por dentro están
llenos de huesos de muertos y de inmundicia» (Mateo 23:37).

Habían hecho de la mentira un modo de vida para sostenerse en el


poder, olvidando la causa del pobre, el servicio fraterno.

La mentira deshumaniza, perturba nuestras palabras, nuestros tratos,


divide a las personas (Juan 8:44) y destruye el bien común.

Herodes engañó a los sabios para matar a un inocente (Mateo


2:1al12), así como algunas autoridades acusaron falsamente a
Jesús para poder ejecutarlo (Mateo 26:59).
¿Es posible vivir de otro modo? Sí, pero hay que «cambiar». Hablar
con

La verdad significa dejar de engañarnos, no tratarnos con odio,


denunciar la corrupción, ser honrados ante la realidad, no descargar
la propia ira sobre otros y «decir sí cuando es sí, y no cuando es no;
porque cualquier otra cosa viene del demonio» (Mateo 5:37), es
decir, acciones y palabras que «dividen», «deshumanizan» y
producen «carencias».

El reto está en recuperar la calidad de vida con la que Dios nos creó:
que vivamos de la «verdad» y no de la mentira, gozando de
«abundancia» y no de escasez, tratándonos «fraternalmente» y sin
odio. Estos tres signos devolverán la salud a nuestras vidas.

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