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Una persona puede pensar que conoce un idioma y el significado de las palabras;
sin embargo, aunque conozca el significado, puede ser difícil entender el sentido
de lo que se dice, a menos que se explique o se conozca el contexto.
Sabemos que hay seis funciones del lenguaje, entre ellas, la función
representativa o informativa que es aquella que se encarga de describir al mundo
que Austin llamó emisiones CONSTATATIVAS“aquellas emisiones (orales o escritas)
que afirman o niegan algo, y por ello pueden ser verdaderas o falsas.” Estas
emisiones describen el mundo o un estado de cosas en el mundo y pueden ser
verdaderas o falsas, dependiendo de si describen los hechos correctamente o no.
Por ejemplo, si el pizarrón de nuestro salón de clases es verde, al escribir «El
pizarrón es verde» habremos producido una emisión constatativa verdadera; pero
si nuestro pizarrón no es verde, habremos producido una emisión constatativa
falsa.
Sin embargo, Austin se dio cuenta que no siempre usamos el lenguaje para
describir el mundo, sino que a veces hacemos algo, por ejemplo, cuando damos
una orden o hacemos una promesa.
Cuando hacemos algo con las palabras las denominó emisiones REALIZATIVAS
“aquellas que no afirman o niegan algo, sino que con ellas se realiza una acción,”
como preguntar, ordenar, pedir, sugerir, rogar, prometer, etc. Como ya se
mencionó antes, no sólo usamos el lenguaje para describir el mundo, sino que a
veces hacemos algo cuando hablamos o escribimos y en ese caso lo que decimos
no es ni verdadero ni falso, pues más bien estamos “haciendo” algo, así que, no
pueden ser verdaderas o falsas, sino que son afortunadas o desafortunadas,
dependiendo de si el acto del habla que realizamos con ellas se lleva a cabo
exitosamente o no.